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Mallea intenta explicar con palabras lo que sus ojos vieron al investigar al hombre
argentino, y explica que investigó al hombre y no a su cultura, por considerar que
la segunda es producto del primero. En esta investigación descubrió que el
hombre argentino está dividido en dos, lo que él llama la “Argentina visible” y la
“Argentina invisible”. Dice sobre la primera: “Cuando se da es magnífica de
corazón, pero antes, ¡qué cara hosca vuelta hacia el forastero! La psicología de
Buenos Aires, en sus gestos, sus precauciones, su aire, sus reacciones celosas
se parece a la de las mujeres que amamantan. (...) Así es la capital, glacial, muda,
con algo inhospitalario en lo exterior de su hospitalidad.”1 Al caminar por Buenos
Aires, vislumbra que los hombres “Estaban formados por dos grupos muy
compactos, muy fuertes: el de los que tenían sus raíces en nuestra tierra y el de
los que llegaban desde los más remotos suelos con sueños que formulaban en los
más diferentes dialectos. Sin embargo, entre estos dos grupos era visible un nexo.
(...) el nexo era la misma ansiedad de dominio y poder contante y sonante.”2 Dice,
en cambio, sobre la “Argentina invisible”: “Hay un hombre que vive en esa tierra
(...) un hombre a quien rara vez se siente vivir en la Argentina; un hombre casi
sumergido en el secreto de su labor. La generosa planicie le ha dado su forma,
que es la pródiga fertilidad. Es el hombre detrás de cuyos gestos, sentimientos,
pasiones, inteligencia, existe el horizonte.”3
1
Eduardo Mallea, Historia de una pasión argentina, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1961,
pág. 31.
2
Eduardo Mallea, op. Cit. Pág. 32.
3
Eduardo Mallea, op. Cit. Pág. 35.
2
Mallea distinguió dos argentinas, y yo también. Nuestro país tiene algo de
semejante a un espejo. Está aquello a lo que nos queremos parecer en frente,
aquello que somos reflejándose en el espejo, y aquello que no queremos ver en el
reverso, porque uno nunca mira el reverso del espejo.
También existe la dualidad entre aquella historia que nos enseñan en la escuela, y
aquella que uno va comprendiendo a medida que crece. Como argentinos, de
pequeños nos enseñan a amar la bandera y los símbolos patrios, y nos cuentan
que Belgrano miró al cielo e “inspirado” por él, crea el símbolo de la nación. Ahora
bien, al crecer nos enteramos (algunos) que los colores celeste y blanco eran los
utilizados por los borbones. A este respecto, podemos citar a Sarmiento: “Las
fajas celestes y blancas son el símbolo de la soberanía de los reyes españoles
sobre los dominios, no de España sino de la Corona, que se extendían a Flandes,
a Nápoles, a las Indias; y de esa banda real hicieron nuestros padres divisa y
escarapela, el 25 de Mayo, para mostrar que del pecho de un rey cautivo
tomábamos nuestra propia Soberanía como pueblo, que no dependió del Consejo
de Castilla, ni de ahí en adelante dependería del disuelto Consejo de Indias.”5 En
la escuela también nos enseñan que Moreno fue un “libertador”, uno de los
próceres de la nación, y al crecer nos enteramos que, a la primera oposición,
envió un ejército a ejecutar “contrarrevolucionarios” al interior; o sabemos que
4
Ana María Bertolini, “La accidentada y curiosa historia del himno”, nota para la agencia de
noticias Telam, 11 de Mayo de 2007.
5
Domingo Faustino Sarmiento, Obras Completas, Universidad Nacional de La Matanza, edición
2002, Buenos Aires.
2
Sarmiento fue el gran impulsor de la educación pública, y de la sociedad “culta”,
pero al mismo tiempo fue uno de los impulsores de aquella idea sobre los
aborígenes como el cáncer de nuestras tierras.
Lito Nebbia escribió: "Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que
hay otra historia".6 Y nuestra historia está escrita de esa manera. Conocemos la
historia contada por los que ganan, por una clase dominante que domina desde
los últimos 200 años, las personas pueden haber ido cambiando, pero la clase
dominante siempre ha existido. La historia argentina es una historia dicotómica, es
una historia de contraposiciones, algo semejante a la “espiral de la historia” de
Hegel, o a los conceptos de tesis, antítesis y síntesis de Fichte. Hemos vivido una
suerte de historia revolucionaria constante, en donde la clase “oprimida” o acallada
lucha con el fin de llegar al poder y aplicar sus propias ideologías. Es una historia
revolucionaria en el sentido literal de la palabra revolución: cambio violento en las
instituciones políticas, económicas o sociales de una nación, según la RAE7. Esto
nos da la imagen de un país que poco ha sabido llevar un proyecto de nación
uniforme y continuado en el tiempo, sino que cada nuevo gobierno contrapone sus
políticas al anterior.
Para algunas personas, los comienzos de nuestra nación sientan las bases que
nos pueden explicar por qué somos como somos, o por qué nos pasó lo que nos
pasó. El comienzo de nuestra historia se dio con una suerte de “golpe de estado”
que, bien analizado, puede ser muy útil para entender todos los hechos históricos.
Y digo golpe de estado, porque si bien no fue algo ni remotamente parecido a lo
que nuestro país vivió después, si puedo decir que fue una toma del poder político,
de forma repentina, e impulsado por un grupo de poder que logró vulnerar la
legitimidad institucional de las autoridades vigentes. Nuestra historia como país se
repite de forma constante, a mi criterio, hemos pasado sucesivamente, una y otra
6
Lito Nebbia escribió esta frase en la canción “Quien quiera oír que oiga” del álbum: Baglietto –
Garré (1989).
7
Diccionario de la Real Academia Española, 22° Edición, 2001.
2
vez, por los mismos problemas, las mismas crisis, las mismas ideologías, y aún
seguimos en busca de esa solución mágica que nunca llega.
Creo que la argentinidad fue algo creado, un concepto de identidad arraigado hoy
en la sociedad, pero que tuvo siempre el fin de desarraigar a otros. La verdad
argentina se fue imponiendo por contraposición con los otros, los no argentinos.
Los problemas del país nunca son culpa de los argentinos, siempre son
consecuencias de personas o sucesos externos a nosotros. La idea de cohesión
social se ha ido conformando a lo largo de la historia, no por unidad entre los
habitantes del pueblo, sino por contraposición con los de afuera.
Cuando nos cuentan como Colón divisó América y grito “tierra”, a los argentinos
nos venden un cuento de civilización contra barbarie. Los españoles trajeron la
paz, la civilización, la religión, la moral y las buenas costumbres a estas tierras.
Llegaron para educar a esos “indios” brutos y salvajes, faltos de dignidad humana.
Con el correr del tiempo se fue arraigando una noción de identidad en las
personas que comenzarían a conformar la sociedad argentina, pero nadie se
plantea cuánto de esa identidad nacional, de esa “socialización”, es realmente
autóctono, y cuánto es extranjero.
2
país que en su centenario se hizo llamar “la París de Latinoamérica? ¿Cuánto hay
de identidad en un país de desconoce por decisión propia las raíces de su tierra?
Queremos identificarnos, queremos tener una identidad propia, pero ¿cómo definir
la identidad argentina, cómo llamarla “nuestra”, si está salpicada de otras? No
podemos definir nuestra identidad como propia mientras nos sigamos proyectando
en las costumbres, el arte, la literatura, la música y todos los productos culturales
ajenos. ¿Cómo pretendemos tener identidad si no enseñamos ni aprendemos de
donde provenimos?
¿Será que respetamos más a los primeros inmigrantes porque fueron europeos?
¿Es que todavía nos sentimos europeos? A lo mejor tenemos tan arraigada en la
memoria colectiva de la sociedad la idea de que los aborígenes son inferiores, que
son salvajes a los que hubo que exterminar, que cuando vemos nuevos
inmigrantes provenientes de países donde las comunidades originarias aún hoy
son respetadas y siguen teniendo un espacio propio en la sociedad, los
rechazamos de manera inconsciente. Porque sin duda aún hoy hay inmigrantes
europeos en Argentina, hay empresarios, hombres de negocios, familias enteras
2
que se radican año tras año en el país en busca de oportunidades comerciales,
pero sobre ellos no emitimos quejas. No nos quejamos de quienes vienen a
“engrandecer” la economía, de quienes llegan con su capital para formar nuevos
puestos de trabajo. Acaso olvidamos que aquellos primeros inmigrantes europeos
del 1800 llegaron sin trabajo, sin dinero, sin familia, sin estudios y sobre todo sin
esperanzas. Y sin embargo pudieron “forjar una nación”.
Tampoco planteo que los argentinos como pueblo, como sociedad y como cultura
seamos, o debamos ser, aborígenes. Sino que deberíamos conocer y respetar ese
aspecto de nuestra historia, que sin duda debiera formar parte de nuestra
identidad. Los argentinos no descendemos de los aborígenes, pero sí de los
criollos, esa rara mezcla entre el europeo, el gaucho y el indígena, que debería
haber dado origen a nuestra cultura.
Lo que se plantea es que a lo largo del tiempo, hemos ido suprimiendo de nuestra
historia aquellos rasgos que nos pertenecían, y que eran verdaderamente
autóctonos. Hemos dejado que nos creen la argentinidad, y nos fuimos quedando
con aquello que consideramos mas “culto” o “mejor visto” a los ojos del mundo.
Hemos ido dando vuelta el espejo, para concentrarnos solo en lo que tenemos
delante y no en lo que llevamos detrás.
Ahora bien, se cumplen 200 años. Hace años que venimos palpitando este
momento y generando expectativas alrededor de los festejos. Creo que esto
sucede sobre todo porque como país buscamos identificarnos, como nación,
estamos hambrientos de identidad, como sociedad, nos encontramos necesitados
2
de cohesión. Creo, también, que necesitamos un festejo inclusivo, que nos
recuerde quiénes somos y de dónde provenimos.
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http://www.bicentenario.argentina.ar/pdf/Programacion-Bicentenario.pdf. Pág. 1
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causa, una actividad, un momento de la historia que será tan importante al nivel de
la identidad del país.
En este momento tan peculiar del país, un momento único, que los presentes no
podremos revivir en carne propia nunca más, es el momento en el que se hace
necesaria una comunicación integral, clara y concisa. Es necesario un trabajo de
comunicación a nivel masivo, de aquellas cosas que debemos plantearnos a
futuro, a partir de hoy mismo, y que ya no podemos postergar más como sociedad.
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Bibliografía
- Ana María Bertolini, “La accidentada y curiosa historia del himno”, nota para
la agencia de noticias Telam, 11 de Mayo de 2007.
- http://www.bicentenario.argentina.ar
- http://www.argentina.gov.ar