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MANIFIESTO A LA NACION
Por una Alternativa Argentina
La crisis que vive nuestro país está devorando las
instituciones republicanas, hoy en manos de una dirigencia suicida y
prebendaria.
Esta crisis evidencia, como nunca antes, que el modelo
económico impuesto a la Argentina en los ´90 está exclusivamente al
servicio de los poderosos y los especuladores y en contra de un
pueblo que ha dado infinitas pruebas de ser manso y trabajador.
El cuadro social que muestra hoy la Argentina es tan
absurdo como ofensivo. Con 37 millones de habitantes, y en uno de
los territorios más ricos de la Tierra, tenemos un 40% de la
población (14 millones de personas) en estado de pobreza. Y millones
de compatriotas están sumidos ya en condiciones de indigencia, lo
que es inadmisible para un país tan rico y una sociedad trabajadora
y solidaria como ha sido siempre la Argentina.
El cuadro político de corrupción y remate del patrimonio
colectivo al que hemos asistido en por lo menos los últimos 25 años
es igualmente inadmisible. Y también lo es la economía de
genuflexión, entrega de recursos y servilismo en beneficio de un
puñado de organismos internacionales dictatoriales y de unas cuantas
corporaciones y grandes bancos que han venido imponiendo políticas
terroristas.
Quizá el gran error que hemos cometido los argentinos
consistió en dejar que grupos sectoriales mezquinos e inmorales, en
el campo político y económico, monopolizaran algo tan serio e
importante como la Política y la conducción del Estado. Por
mantenernos fuera de esas suciedades, por seguir siendo decentes y
trabajadores, la inmensa mayoría de los argentinos no nos
involucramos como hubiéramos podido y, quizá, debido. Así los
argentinos vimos, como si hubiésemos sido mudos testigos de lo que
les pasaba "a otros", cómo las dirigencias que manejaron nuestro
país en las últimas décadas nos vaciaron casi todo: la educación, la
salud, las industrias, la banca nacional, los ferrocarriles, el
petróleo, el manejo nacional de granos y de carnes, la industria
petroquímica, la electricidad, el gas, las aguas corrientes y los
servicios sanitarios, los teléfonos y las telecomunicaciones, el
correo postal, las flotas marítima y fluvial, la red caminera, las
líneas aéreas, los puertos y los aeropuertos, la investigación
científica y técnica, la bromatología y seguramente más, mucho más.
Nos dejaron sin trabajo y destruyeron la producción y el crédito
sano, corrompieron todas las formas de organización y llevaron a
nuestro pueblo al desánimo y al enfermizo deseo de irse del país.
Quizá todo esto, con los matices que cada uno podría sumar,
se debió a nuestra poca participación. O a una que estuvo,
seguramente, por debajo de nuestras posibilidades. Y si bien hubo
organizaciones sociales de desocupados, piqueteros y productores
agrarios que lo advirtieron antes, no fue sino entre octubre y
diciembre de 2001 que algo empezó a cambiar verdaderamente en la
Argentina, cuando millones de ciudadanos y ciudadanas comenzaron a
darse cuenta del robo, de la estafa, del engaño contumaz. Y así,
pluralmente, todos empezamos a dejar de aceptar sin resistencia,
empezamos a resistirnos a la disolución nacional.
La ciudadanía hoy necesita recuperar la esperanza y la
confianza en sí misma, y por eso reclama, de múltiples maneras, que
una nueva dirigencia se haga cargo del país. El principio
constitucional de que "el pueblo argentino no delibera ni gobierna
sino a través de sus representantes" ha sido profundamente
cuestionado y es necesario atender a esta realidad. La ciudadanía
necesita volver a confiar en sus representantes y para ello es
indispensable un cambio profundo, revolucionario dentro de la
Constitución. Es indispensable revisar y reformular, con serenidad y
cordura, todo el sistema de representatividades vigente en la
Argentina, así como es urgente restablecer cuáles deben ser los
principios rectores y las políticas de Estado que consoliden a la
Nación Argentina y la contengan bajo el imperio de la Constitución y
la Ley, puestas éstas al servicio exclusivo del bienestar de la
ciudadanía.
Basados en las anteriores premisas y en la seguridad de que
como parte del pueblo argentino podemos ofrecer algunas respuestas,
los abajo firmantes, ciudadanas y ciudadanos preocupados por nuestro
futuro común, con modestia pero con firmeza manifestamos a la
Nación:
2. ¿Qué hacer?
La Argentina toda está confundida, y lo está precisamente
porque no hay una propuesta alternativa. No la hay. Existen planes
económicos y sociales que pueden ser compartibles. Pero no están
dados los lineamientos básicos para una propuesta política amplia y
no partidista que modele una Argentina moderna, solidaria,
democrática y satisfactoria para todos sus habitantes. Queremos
ofrecer una alternativa seria y clara, sensata, rigurosa, sin
intereses personales ni vanidades, y que sea posible y que podamos
compartir la inmensa mayoría de los argentinos. Una propuesta
creíble para la sociedad y que sea abarcativa y capaz de ocuparse de
áreas específicas que a todos nos importan, en lo moral, lo
solidario, lo técnico.
Por eso quienes firmamos este Manifiesto declaramos desde
el inicio que no tenemos ambiciones políticas personales. Por eso
este Manifiesto no es una convocatoria a formar un nuevo partido
político. Con el tiempo se verá, si viene al caso y si hay
voluntades y acuerdos y necesidad, si esta Propuesta Alternativa
desemboca en alguna forma de participación electoral. No la
descartamos ni la alentamos. Pero estamos ciertos de que ahora eso
no importa, no es lo urgente. Lo urgente es que por una vez la
sociedad escuche y lea una propuesta que no esté al servicio de
nadie, ni individuo ni grupo. Y que provenga de gente confiable y
seria.
Nos parece que ésto es lo que está pidiendo y esperando
muchísima gente en todo el país.
Por eso tampoco nos proponemos formar una asociación civil.
Ni un centro de estudios. Lo que proponemos es simplemente esto: que
las personas honradas de la casa nos sentemos a discutir cómo
hacemos para que las termitas no acaben de destruirla. Luego veremos
cómo nos organizamos para erradicarlas, si dedidimos erradicarlas
organizadamente y entre todos. Luego veremos si necesitamos convocar
a otros habitantes de la casa para su acción o su paciencia, si
requerimos la ayuda de vecinos o la asistencia de técnicos, si nos
vamos a otros vecindarios, deprimidos, si compramos veneno o
simplemente contemplamos, atónitos, cómo acaba la demolición. Más
adelante se verá si tiene sentido y corresponde impulsar acciones
políticas y cuáles y cómo y cuándo y con quiénes. O se verá que
hemos cumplido nuestra modesta misión y cada uno de nosotros volverá
a su casa, su vida y su trabajo cotidianos.
3. ¿Alternativa de qué?
De todo lo que envileció la vida política nacional; de las
formas asquerosas que nos producen náuseas, pero, más grave aún, nos
echaron a perder el país. En estos días hemos asistido a su
representación más grotesca. Y ahora, resuelta la crisis sólo en
apariencia y precariamente, la República pasa del mamarracho
populista de "El Adolfo" al conservadurismo populista de Duhalde, y
uno podrá ser más ordenado que el otro pero bien sabemos que esto no
soluciona nada.
La declinación reiterada de los peronistas ante los lobbies
nacionales y extranjeros, con la mansa colaboración de radicales y
frepasistas que también arriaron todas sus banderas, constituye un
nuevo contubernio repudiable. La corrupción podrá ser apenas más
disimulada, pero con las seguridades que le han dado a la Corte
Suprema y con la revancha militar que seguramente van a
perfeccionar, los argentinos sabemos que éstos no van a cambiar el
país. Al contrario, en pocos días ya están cambiando lo que
prometieron, ya están relativizando todo mientras reorganizan
prebendas y enjuagues, y practican la genuflexión ante sus patrones
de siempre: banqueros y lobbistas. Apoyados en los grandes medios de
comunicación afines y en un sistema televisivo oportunista y
frívolo, pondrán el mayor esfuerzo en quebrar la resistencia de la
gente, con mentiras y corrupción primero, y acaso con palos y
represión después.
Sabemos que nada va a cambiar, o cambiará sólo
cosméticamente. Que todo este sistema lo más que podrá hacer es
gatopardismo mejor o peor envasado. Cualquiera puede darse cuenta de
que con estas dirigencias sólo tendremos más de lo mismo. No van a
cambiar las estructuras. Y nosotros queremos contribuir a
cambiarlas, y aún con el mundo complejo que casi no nos mira o nos
mira con reproche o con estupor, tenemos ahora la oportunidad pero
sobre todo la responsabilidad de hacerlo. Porque somos gente
respetada en nuestros respectivos medios. Porque algunos, incluso,
gozamos de respeto en todo el país y aun fuera de la Argentina.
Somos escuchados y no somos irresponsables. Y somos decentes. Y hay
muchos como nosotros. Se trata de juntarnos para sentar las bases de
la refundación de la Argentina.
6. ¿Quiénes somos?
Quienes firmamos este Manifiesto somos personas libres,
independientes y serias. No pertenecemos a ningún partido ni tenemos
compromisos políticos o económicos. Somos personas que vivimos de
nuestro trabajo, que declaramos no tener deudas y estar al día con
nuestros compromisos fiscales. No tenemos condenas cumplidas ni
pendientes, ni estamos procesados en causas judiciales. El
patrimonio de cada uno de nosotros está fundado en historias de
trabajo y puede ser exhibido limpiamente. No ejercemos cargos
electivos nacionales, provinciales ni municipales. No formamos parte
de ninguna estructura de poder político o económico, no integramos
lobbies ni defendemos intereses sectoriales y no somos jubilados de
privilegio.
Evitar la disolución y sentar bases refundacionales: de eso
se trata. De que gente como nosotros y muchísimos más nos hagamos
cargo de nuestro presente y nuestro futuro. Nosotros, que hasta
ahora nos mantuvimos a distancia de las formas tradicionales de la
política. Porque las conocimos y nos hartamos, porque nos
equivocamos y sobrevivimos, porque tenemos una decencia de origen,
que nos viene de familia y de educación.
Por todo ello y mucho más, desconfiamos de las formas
tradicionales de la política, odiamos la frivolidad y la corrupción,
detestamos a los políticos "profesionales", anteponemos la
inteligencia y la razón al verso y la retórica vacía. Nosotros,
sencillamente, creemos que la verdad tiene sentido y que la palabra
debe ser sostenida.
Sabemos que la mentira es mala y que en política es la
primera puerta para la corrupción. Por todos esos valores, que para
nosotros mantienen sentido, hemos venido eligiendo distintas vías de
acción y participación pero en general ninguna nos deja satisfechos
ni nos parece la adecuada.
Ninguno de nosotros, y ninguno de los muchos que nos
escriben y proponen, y piden y esperan que "hagamos algo", ha
elegido la neutralidad ni el desinterés. Todos, de algún modo,
trabajamos por nuestro país por fuera de "la política". Y desde ya
que no es poco lo que muchos ciudadanos y ciudadanas como nosotros
hacemos ahora mismo, en nuestro trabajo cotidiano. Pero con eso no
alcanza. Tenemos que hacer más.
Con gente así queremos trabajar para sentar las bases de un
país diferente. Con gente que, como nosotros, no está en el sistema
prebendario ni curra a costa del Estado y de la sociedad. Con gente
que, como nosotros, trabaja con su intelecto y con su industria por
un país decente, y como nosotros paga impuestos y no ambiciona
protegerse bajo el presupuesto estatal. Con gente que, como
nosotros, no quiere volver al Estado Monstruo pero tampoco admite
que nos dejen sin Estado. Nosotros queremos un Estado pequeño pero
fuerte, atento y eficiente, y creemos que juntos, todos nosotros,
tenemos la responsabilidad y la oportunidad de reconstruirlo. Sin
dejar de ser lo que somos (francotiradores como nos dicen, o
fiscales como también nos dicen, o como quieran llamarnos) podemos
empezar a ser también una alternativa. Y ésa es la tarea.
Todos somos, en esta hora, desconfiados y eso nos parece
bien. Ninguno de nosotros es ingenuo en materia política y todos
tenemos una pasión común que es evitar la disolución de la patria y
sentar las bases para refundar un nuevo país. Por eso no importa que
luego seamos "acusados" de intelectuales o de elitistas (que son las
dos primeras descalificaciones con las que van a intentar
anularnos). Lo que importa es que sepamos organizar esta alternativa
de pensamiento, primero, y luego de acción. Igualmente, a quienes
nos "acusen" de ser muy "idealistas" les responderemos: ¿Y qué tiene
de malo el idealismo? ¿Quién dijo que no son los ideales los que
sostienen las mejores acciones concretas? ¿Desde cuándo, y quién lo
dijo, el realismo es bueno sin idealismo? ¿Qué evidencias hay de
ello?
Solamente desde estas limpiezas y sinceridades es posible
ofrecerle cambiar verdaderos a una sociedad que está harta de
ladrones y mentirosos. Sólo de este modo franco y honesto se puede
proponer una nueva vía.