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Introducción 3
CAPÍTULO I
Un Joven de éxito tiene voluntad y conocimiento 8
CAPÍTULO II
Un Joven de éxito sabe escuchar 13
CAPÍTULO III
Un Joven de éxito no interrumpe 17
CAPÍTULO IV
Un Joven de éxito alienta y estimula 21
CAPÍTULO V
Un Joven de éxito es positivo 26
CAPÍTULO VI
Un Joven de éxito trata de mejorar el ambiente donde vive 30
CAPÍTULO VII
Un Joven de éxito tiene una actitud triunfadora 35
CAPÍTULO VIII
Un Joven de éxito pone en práctica lo que aprende 41
CAPÍTULO IX
La satisfacción del camino recorrido y del trabajo realizado 50
CAPÍTULO X
Cartas dirigidas a papá, mamá y al Amigo de los Jóvenes 53
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INTRODUCCIÓN
Días después, una guerra involucró a todos los jóvenes del pueblo, los que
fueron llevados al frente de batalla. La cojera de aquel muchacho lo salvó de
semejante obligación. Toda le gente del pueblo saludó al anciano, felicitándolo
por la suerte de su hijo: “¡Ay qué bendición la suya, Don Cipriano!” Y Don
Cipriano, con su fe inquebrantable, contestó una vez más: “Solo Dios sabe;
quizás sea una bendición o quizás, una desgracia”.
El libro que tienes en tus manos puede convertirse en una bendición o una
desgracia. Es una bendición, si lo tratas como a tu mejor amigo, y en una
desgracia, si lo tiras por ahí, si no lo lees o lo confundes entre el polvo, el
olvido y la soledad.
No lo he concebido para que sea un libro más. Quisiera que lo tuvieras como el
mejor regalo que has recibido. Cuídalo; llévalo en tu maletín, en tu mochila.
Encuentra en él a un amigo, a un consejero y haz que lo que tú has leído o
aprendido se pueda multiplicar por todos los rincones de la patria. Si te gusta,
recomiéndalo, porque es un instrumento donde se puede encontrar paz y
seguridad, un vehículo capaz de llevarte por un sendero que, luego, puede
convertirse en camino y en una gran autopista hacia el éxito. Está, como lo
irás descubriendo, dirigido a todos los seres humanos que quieren mejorar,
que buscan una razón para vivir, más allá de las comodidades, de la riqueza
material. Aquí aprenderás que ser millonario, no significa tener dinero sino
dominar conocimientos.
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difíciles con sus hijos y que no saben qué camino seguir para ayudarlos.
Igualmente, está a disposición de los profesores que se preocupan por
desarrollar la destreza de la lectura en sus estudiantes y quieren tener una
evaluación sobre la comprensión lectora de sus alumnos.
RECOMENDACIONES PARA
PADRES
¿Papas, mamas, han perdido la esperanza? ¿Sus vidas se han convertido en un
tortuoso camino de eventos rutinarios, sin alegría y sin amor?... Quizás haga
falta, entonces, recordar el ejemplo del ave con mayor experiencia, por sus
años de vida: el águila.
¿Sabían ustedes que esta poderosa ave llega a vivir hasta los setenta años?
Pues bien, para llegar a esa edad, cuando bordea los cuarenta años, debe
tomar una decisión trascendental y, sobre todo, debe cumplirla a rajatabla.
Parecería que a los cuarenta, el águila ha llegado al ocaso de su vida: sus alas
lucen débiles y apretadas, apenas pueden mantenerla en el aire; sus garras
logran asirse de sus presas con mucha dificultad y su otrora robusto y
ganchudo pico prolonga su curva dirigiendo la arista contra su propio pecho.
Sus plumas gruesas y agrietadas son ahora un estorbo para el vuelo y apenas
guardan el calor que su cuerpo necesita. El animal está a punto de morir de
frío o de inanición. El ánimo parece resignarse a los designios de la naturaleza
y, se diría, el poder y la majestuosidad están a punto de clavar el pico. Sin
embargo, en los momentos más duros de aquella agonía, sacando fuerzas de
quién sabe dónde, como un elan misterioso, el águila remonta el vuelo hacia lo
más alto de la montaña, busca un lugar para su nuevo nido donde no tenga
necesidad de volar, un paredón en la peña, una concavidad, y allí se queda a
ejecutar el ejercicio de su renovación: Comienza a golpear con su pico en las
paredes rocosas de su nido y lo hace con tal fuerza y decisión que, al cabo de
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un tiempo, lo arranca de su cuerpo y se queda prácticamente indefenso. Así
permanece, armado de paciencia, hasta que la naturaleza, sabía y renovadora,
le devuelve el órgano desechado, nuevo, resistente, funcional.
En nuestras vidas, muchas veces, tenemos que hacer lo mismo que el águila:
encontrarnos a nosotros mismos, evaluarnos y comenzar un proceso de
renovación que nos lleve al vuelo victorioso que debe ser nuestra vida. Es
importante cambiar de paradigma, desprendernos de viejas fórmulas, taras,
vicios, que nos causan dolor y comenzar a renovar nuestra vida. ¡Padres,
ustedes son los pilares! ¡Ustedes pueden cambiar su vida y dar ejemplo para
que la vida de sus hijos sea de éxito!
HIJOS
“¡Dios mío, cómo dejaste que esto sucediera!”. Así, tumbado sobre su dolor,
aferrado a la arena, se quedó dormido hasta el día siguiente. Cuando abrió los
ojos, muy temprano, descubrió que un barco se acercaba hacia un pequeño
atracadero natural. El sonido de su bocina retumbante confirmó que había sido
descubierto y que se acercaban a rescatarlo.
“Pero, ¿cómo supieron que estaba aquí y que necesitaba ayuda?”, preguntó el
hombre a sus salvadores.
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“Vimos tu señal de humo”, contestaron ellos.
¡Qué fácil es descorazonarse cuando las cosas marchan mal! Pero, ya está
visto que el desánimo puede ahondar la adversidad. La prudencia, la
serenidad, son necesarias para esperar las señales de humo que nos dará la
vida. Debemos tener fe en medio de la incertidumbre y el fracaso; debemos
tener fe para alcanzar nuestro proyecto de vida.
RECOMENDACIONES PARA
PROFESORES
Querida Señorita:
Entonces, le pregunté:
Mamá dice que todos tienen que trabajar para que los niños nos hagamos el
mejor futuro posible. ¿Usted cree, señorita, que podemos empezar a hacer el
futuro? ¿Puede tratar de hacerlo lindo para mi mamá y para mí?
La quiero mucho.
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Julia.
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UN JOVEN DE ÉXITO TIENE VOLUNTAD Y CONOCIMIENTO
Aquella mañana se presentaba muy triste para mí. La lluvia monótona que caía
sobre el tejado parecía golpear sobre mi ánimo.
Sentía mucho miedo, temblaba, seguramente por el frío que me llegaba hasta
los huesos. No quería levantarme. Aquel lunes me anunciaba otra semana de
tedio y de aburrimiento, sin que nada me llamara la atención, ni siquiera “la
esperanza”, aquella banderita que se enarbola cuando las cosas no andan bien,
la misma que se llevó mi padre cuando emprendió su viaje a España, en busca
de “nuevos horizontes”. De eso ya hace más de un año; la esperanza sigue
hipotecada por esta larga espera y nosotras, mi madre y yo, nos sentimos
abandonadas.
María José me tomó del brazo para decirme que estaba conmigo en las
buenas y en las malas, que me entendía y que el tedio que me cargo es
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compartido. “Ya vendrán tiempos mejores” -me dijo, mientras me conducía,
sin que al principio me diera cuenta, a sumarme a una formación de todo el
alumnado.
¿El Amigo de los jóvenes? -pregunté- Pero si los jóvenes no tenemos amigos,
somos incomprendidos, nadie nos escucha... Cómo me gustaría que mi madre,
mis profesores, la rectora y todos entendieran que somos adolescentes y que
tenemos ganas de vivir, de ser felices y de aferrarnos a... una esperanza ¡Sí,
tenemos la esperanza de que algún día este mundo cambie!, de que no haya
egoísmos, indiferencia, corrupción, violencia, y todo lo que afecta a nuestra
sociedad. Deberían saber, padres y profesores, que tenemos necesidad de que
nos escuchen; que hace falta detener el mundo para dar un poco más de
tiempo a la juventud- Que nos den el tiempo no solo para juzgarnos sino para
escucharnos y saber que nosotros, es cierto, los necesitamos a ellos; pero ¿de
qué forma?...
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“Amigo de los jóvenes” -dije yo en son de burla- ¿Cuándo se ha visto eso? Ni
siquiera los profesores quienes, supuestamente, nos conocen...
“¡Qué aburrido! el Amigo de los jóvenes, debe ser un viejo latoso”, pensé
mientras nos dirigíamos al teatro, bajo la mirada vigilante del Inspector. Al
llegar al local, repleto de estudiantes, una hermosa canción invadía el
ambiente: “Ecuador siempre primero; latido de mi corazón”. El alumnado
coreaba las estrofas conocidas de aquella melodía con la cual nuestra selección
de fútbol había clasificado para la competencia mundial. De todas maneras,
nuestra llegada concitó la atención de las compañeras que nos miraban con
reproche, mientras nos dirigíamos a ocupar nuestros asientos.
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“Amigo de los Jóvenes”, quien llevaba una experiencia de trato con la juventud
en varios establecimientos educacionales del país, en los cuales había
trabajado con más de cien mil adolescentes. Era un personaje muy querido y
respetado, según decía la Madre, por su entusiasmo y capacidad de influir de
manera positiva en la mente y el corazón de la gente. Pero no hacía falta que
ella lo dijera: su personalidad se revelaba desde el primer momento y en cada
uno de sus gestos. Espontáneamente, sin que nadie lo dirigiera, el auditorio
explotó en largo y sonoro aplauso. Cuatrocientas alumnas emocionadas
expresaban de esta forma su predisposición a escuchar al invitado. El, con un
gesto aplomado nos pidió cesar los aplausos y empezó a hablar. De la manera
más sencilla fue desarrollando su discurso en el que desfilaban historias de
personajes que, desde su infancia, habían comenzado a dar forma a sus
sueños, a construir, a trabajar para alcanzarlos y, cuando los hubieron
alcanzado, cuando el éxito hubo de hacerse presente como premio a sus
esfuerzos, mantener la humildad con la que había empezado a labrarse su
futuro. Allí estaban, dibujados por el verbo del expositor, Thomas Alba Edison,
Walt Disney, Henry Ford y otros...
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- “¿Qué tipo de personas van a ser ustedes?”
Las jóvenes gritaban, estaban felices; el ambiente cada vez era mejor, el
salón que iba a explotar. Cuatrocientas adolescentes, de pronto metidas en
un proyecto en busca de éxito, de objetivos de vida, armaban un jolgorio,
una algarabía pocas veces sentida en nuestro plantel. Las paredes
retumbaban y los gritos de éxito se escuchaban en todos los rincones.
María José me tomó del brazo y, como no le hacía caso, me pellizcó y me dijo
por lo bajo que le habían dado un baldazo de agua fría, que ella había
apostado por el éxito y la felicidad, pero que no estaba dispuesta a leer
noventa y seis libros en un año. “Este hombre está loco”, me dijo y me volvió
a pellizcar. Yo le devolví la “caricia” y la mandé a callar.
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UN JOVEN DE ÉXITO SABE ESCUCHAR
“Sabe escuchar aquel que siempre desea sintonizar la verdad. Esta viene
revestida de mil formas”, nos dijo nuestro conferencista. Ahora estoy segura
de que saber escuchar es entrar en la intimidad de las personas y captar la
verdad que nos quieren comunicar; es comprender las circunstancias y dar un
tinte específico al mensaje que se encuentra dentro de ellas, como dijo nuestro
amigo. Saber escuchar constituye, además, la primera estrategia del éxito, de
acuerdo al criterio del expositor; pero, dentro de ese “saber” está la capacidad
selectiva de quien escucha; es decir, saber distinguir entre lo bueno y
beneficioso, como los consejos de nuestros padres, amigos, hermanos o
maestros, y lo que puede resultarnos perjudicial- En definitiva, como dice
nuestro amigo, “saber escuchar es un símbolo de la madurez humana”.
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entrar al cielo. Debió ser así, supongo, Verónica debió “entrar al cielo” varias
veces, porque no la volví a ver durante mucho tiempo, hasta el día en que la
encontré a la salida del colegio...
Lloré con ella y le dije que no se preocupara por esas cosas y que me contara
por qué había abandonado el colegio. Ella me tomó de la mano y me pidió que
la acompañara hasta el parquecito cercano, donde se tiró de bruces sobre la
grama y empezó a llorar desesperadamente. Logré que se calmara un poco y
entonces pude escuchar de sus labios la noticia más terrible que he recibido en
mucho tiempo... “¿Te acuerdas del niño recién nacido que encontraron
despedazado por los perros en la quebrada?”, me dijo... Un escalofrío recorrió
todo mi cuerpo. Esa noticia me había conmovido hasta la médula, como se
dice, y ahora Verónica estaba a punto de revelarme algo peor... “¡Era mi hijo! -
Me gritó- ¡No tengo perdón de Dios!”
Como si adivinara mis pensamientos, el expositor nos reveló que, “cada año en
América, más de dos millones de jóvenes mujeres cometen el error de dejarse
arrastrar por las tentaciones de una relación carnal extra matrimonial; de ellas,
más de un millón dan a luz en condiciones riesgosas y casi todas ellas no
quieren a sus bebés, porque, simplemente, no están preparadas para tenerlos.
Son madres adolescentes a su pesar y constituyen una carga dura de
sobrellevar porque, con esos “errores”, comprometen no solo su propia
estabilidad sino la de sus padres y familiares. Y si bien los costos de estos
deslices son asumidos generalmente en familia, hay un valor adicional que
termina siendo cargado a la comunidad y al país”.
Elena era una chiquilla que vivía en el barrio, pero que casi nadie conocía
porque rara vez salía de su casa para otra cosa que no fuera su asistencia al
colegio. María José, que siempre ha sido más amiguera que yo, la conoció
primero. En realidad, nunca pudimos ser muy amigas de ella porque era un
poco tímida y retraída. Era buena estudiante, ¡eso sí! Y ésa es la mayor pena
que nos causa porque con ella se fue una vida talentosa.
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¡En qué mala hora sucedió aquello! ¿Y cómo hizo aquel muchacho conquistador
para convencer a una chica tan recatada de salir a una fiesta, sin el permiso de
sus padres? Había cumplido, no hacía mucho, los quince años y había entrado,
como se hace en las parodias llamadas “fiestas rosadas” a relacionarse con la
sociedad; es decir, a graduarse de “señorita” y a asumir ese rol con toda la
serie de prejuicios y falsos valores que se esgrimen “en sociedad”.
Seguramente, por ese resquicio entró la verborrea de su conquistador, quien la
habría invitado a experimentar la “independencia que se adquiere al tocar esa
edad”, “En estas decisiones ya no cuentan los padres”, le habría dicho para
convencerla de salir a una fiesta, sin consultar a nadie y experimentar con
ciertos juegos que, supuestamente, algunas de sus compañeras ya habían
vivido.
Cuentan quienes la vieron que había bailado toda la noche con el muchacho
que la cortejaba, que había disfrutado de la comida y la algazara juvenil y que,
finalmente, había salido con el chico, quien había ofrecido llevarla a casa en el
auto de papá. El muchacho, ya pasado de tragos, le había propuesto tener
relaciones para celebrar “como corresponde” sus quince años; había empezado
a acariciarla con torpeza y desesperación. Elena lo había rechazado de plano y
le había exigido que la llevara inmediatamente a su casa. El joven, ya
completamente borracho había optado por insultarla y por descargar toda su
rabia e impotencia en el acelerador del auto.
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Mientras los médicos luchaban por salvarle la vida, haciendo un esfuerzo
sobrehumano, haciendo gestos mínimos, dicen, había logrado que una de las
enfermeras escuchara el rumor de su sentida confesión. Había invocado a Dios
solicitando su perdón y había pedido a la enfermera que comunicara su
arrepentimiento y su dolor a sus padres y que pidiera perdón por ella a los
familiares de las víctimas del accidente. Así, con un dolor agudo en el pecho y
en el alma, arrepentida por no haber aprendido a escuchar a tiempo, Elena
murió.
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UN JOVEN DE ÉXITO NO INTERRUMPE
Cuando escribo estas notas, tengo muy presente al Amigo de los Jóvenes y
hago míos muchos de sus consejos, algunas de sus frases e, inclusive, unas
cuantas historias. Con él he aprendido que la comunicación, que es un símbolo
fundamental de la civilización y la convivencia, debe ser de “doble vía”; es
decir, de ida y vuelta; ósea que, cuando uno habla, el otro se calla y escucha y
viceversa. Esto suena tan simple y elemental, como el viejo ejemplo de los
asnos que han perennizado la sentencia “cuando un burro rebuzna, el otro
hace silencio”. Sin embargo, cuando hablamos de la segunda estrategia para el
éxito, “no interrumpir” resulta más complejo de lo que parece; es decir, no es
tan simple ni tan burdo. La estrategia tiene connotaciones que la relacionan
con el respeto a los semejantes y, sobre todo, con la simple sabiduría.
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león porque deseaba morder a los compañeros que le caían mal; una chica se
había decidido por la paloma porque anhelaba la paz de su hogar; pero
Manuel, un pequeño muchacho de aspecto melancólico, había escogido ser un
televisor, con el argumento de que necesitaba ser escuchado.
“Para que mi familia me tome en cuenta -había dicho- para que me escuchen y
no me interrumpan; para que me amen como papá ama al televisor; para que
se peleen por estar conmigo; ¡Yo quiero ser un televisor!
-dijo María José- Pero muchas veces he tenido que pararme frente al televisor
para lograr que me escuchen algo”, La verdad es que no hay nada más
horrible que llegar cansada del colegio y encontrarte con que nadie te está
esperando y, si hubiera alguien, encontrarlo embobado frente a una pantalla y
sin que, por lo menos, te conteste el saludo. Nunca se nos hubiera ocurrido
que la falta de comunicación ha sido la causa del fracaso de muchos
matrimonios y de la quiebra de no pocas empresas. Cada vez le encuentro
mayor razón a nuestro expositor, quien ha insistido mucho en estas dos
estrategias, “saber escuchar” y “no interrumpir”, como las claves de una
comunicación productiva, en todas las ramas de la actividad humana, tanto en
las cotidianas y domésticas como en las empresariales. Muchas veces, la falta
de comunicación, como dice nuestro amigo, ha desembocado en situaciones
patéticas y dolorosas, como aquella del chico Francisco, que nos relatara...
“Tenía diecisiete años, nos contó, y padecía de una grave enfermedad, por lo
que había permanecido durante mucho tiempo recluido en su casa, recibiendo
los cuidados intensivos que le proporcionaba el personal médico. Un buen día,
cansado de esta rutina, decidió salir a dar vueltas por la ciudad. Su madre
supo entender esta necesidad, le dio su bendición y le pidió tener cuidado. Así,
pues, Francisco se aventuró a recorrer las calles y anduvo por ahí, sin rumbo,
mirando a los transeúntes, a los vendedores, deteniéndose en las vitrinas de
los grandes almacenes. Nada nuevo despertó su curiosidad; pero, de pronto,
detrás del mostrador de un almacén de música, el joven Francisco descubrió a
una muchacha simpática, quizás de su misma edad, que atendía a unos pocos
clientes con mucha amabilidad y con una sonrisa hermosa y dulce que logró
cautivarlo desde el primer momento. No lo pensó demasiado: Abrió la puerta y
entró sin mirar nada que no fuera ella. Acercándose poco a poco, llegó al
mostrador y siguió mirándola descaradamente...
Se había quedado paralizado frente a ella, pensando en que jamás había visto
un rostro tan bello y luminoso, en cómo sería besar esos labios con sus labios,
tocar su pelo castaño, sus manos delicadas... “¿Te puedo ayudar en algo?”,
repitió ella. “Sí... una canción; digo, una melodía; es decir, un CD; quiero
comprar un CD”. Sin dejar de mirarla, tomó un disco cualquiera y se lo
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entregó. “¿Quieres que te lo envuelva?”. El movió la cabeza hacia delante
como una reverencia y ella, entrando en el juego, empezó a envolver el disco
lentamente. El muchacho tomó el paquete, salió de la tienda y emprendió una
carrera, saltando a veces, hasta su casa.
Desde ese día, Francisco volvió a la tienda diariamente para repetir la misma
ceremonia. Así se fue enamorando, casi en silencio, regocijándose con solo
verla sonreír y llenando su gaveta de objetos personales con muchos paquetes
sin abrir. Nunca le dijo nada más que aquella frase con la que solicitaba su
disco musical, aunque varias veces estuvo a punto de confesarle sus ansias y
su amor. La amaba tanto que temía herirla con otras palabras o, quizás, tema
miedo de romper el hechizo cotidiano que se había formado entre los dos...
“Te amo tanto, pero no me atrevo a decírtelo”: Un texto pequeño para resumir
en una tarjeta la intensidad de sus sentimientos, una firma clara con su
nombre y un número telefónico fue lo único que se atrevió a dejar
disimuladamente; sobre el mostrador. Salió corriendo como siempre, pero esta
vez, la angustia de saber una respuesta, la duda, el temor, lo acompañaron
hasta su casa.
Pasaron los días. Francisco no se atrevió a regresar por la tienda. Esperó que
ella le diera una señal...
“¿Por qué has tardado tanto en llamar, criatura de Dios?”, dijo la señora y se
lanzó en un llanto, inconsolable.
Su hijo había muerto hacía tres días y había pedido a su madre que visitara a
“la chica de la tienda de música” y le dijera cuánto la había amado... “¿Por qué
has tardado tanto, niña, por Dios?”...
“¡No permitan que el tiempo les quite las oportunidades -dijo con vehemencia
el Amigo de los Jóvenes- Lo que tengan que decir díganlo ahora! Y no se
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olviden de las reglas de oro de la comunicación: Saber escuchar, no
interrumpir”...
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UN JOVEN DE ÉXITO ALIENTA Y ESTIMULA
¡Qué manera de narrarnos esas historias ejemplar la del Amigo de los Jóvenes!
Sabía sacarle partido a cada situación y cada escena era motivo de una
reflexión. La Madre Superiora que siempre se escapaba apenas hacia sus
presentaciones, se había quedado calladita y como hipnotizada desde el primer
momento de la conferencia. Los profesores y el inspector, de igual manera,
atendían con mucho interés el desarrollo dinámico de una exposición que
resultaba tan reconfortante como el oxígeno para la vida. Es que era de la vida
de lo que él hablaba: de la de sus semejantes, a la que había dedicado por
entero sus años de estudio, y de la suya propia, cargada de tantas
experiencias.
“Cuando era niño -nos contó nuestro amigo- mi padre escribía poesías y me
pedía que yo las recitara cuando, la casa se llenaba de invitados. No sé si lo
hice bien o mal, pero la familia me aplaudía y mis padres me abrazaban
orgullosos, diciéndome que había estado bien. Ahora pienso que, más allá de
cualquier destreza dramática, lo que ellos aplaudían era la entrega y la
predisposición de ánimo para dar calor a una reunión familiar. De todas
maneras, esas palabras, “estuviste bien, hijito”, han guiado mi vida y me han
dado la confianza necesaria para alcanzar el éxito”. Con esta pequeña historia,
el Amigo de los Jóvenes nos introdujo a una nueva estrategia, y quizás la más
importante, para alcanzar el éxito: alentar y estimular, así como lo habían
hecho sus padres durante sus primeros años...
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¡Romántico! ¿O simpático? En todo caso, inspiración de juventud, de la que
no se escapa nadie. El maestro de literatura, al ver al “poeta” concentrado en
otra cosa, sin atender a su cátedra, se le había acercado pidiendo
explicaciones que, claro, el muchacho no pudo dar, porque las del amor no
eran válidas para justificar su descortesía. El profesor, entonces, había
tomado la carta y se había puesto a leer con cierto interés, mientras el
muchacho, inmóvil, esperaba su reprimenda. “¡Qué bien escribes, hombre -le
había dicho, entusiasmado- Préstame la carta que yo también estoy enojado
con mi mujer!”
Alguna vez, al poco tiempo de habernos conocido, mi amiga me dijo: “Yo llevo
a mi padre dentro de mí”. Entonces, no le di mayor importancia porque me
pareció que se trataba de una de esas frases hechas para salir de apuros, para
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aparentar lo que no se siente. Después, cuando me enteré de la historia,
llegué a comprender la verdadera dimensión de aquellas palabras...
Cuenta mi amiga que don Fernando, así se llamaba su padre, se había llevado
una gran decepción con su nacimiento; pues él se había preparado para recibir
a un varón. Sin embargo, aquellos prejuicios machistas se habían ido disipando
con el paso de los años y, fundamentalmente, con el cultivo de una hermosa
relación basada en el respeto mutuo y en la confianza. Así es como fue
naciendo el amor.
Los años fueron pasando. María José crecía y se formaba bajo el amparo y
estímulo de sus padres. Desde entonces, alentada en cada uno de sus actos,
mi amiga había obtenido excelentes resultados en sus estudios. Ella ha sido
siempre, me consta, una gran estudiante; no quiero decir “matona” porque
esa palabra ha adquirido connotaciones peyorativas. Gran estudiante y buena
compañera; dedicada a sus tareas; pero no “sacrificada”, es lo que quiero
decir. Ella hace sus cosas con amor, el mismo que ha recibido de sus padres,
de algunos profesores y de quienes la queremos.
Había llegado el tiempo de la primera ilusión. María José estaba por cumplir
sus quince años y la familia se preparaba para celebrarlo. Una tarde de
domingo -me contaba mi amiga- acompañada de sus padres, había asistido
como era costumbre a la celebración de la misa. Luego de escuchar el sermón
del padre, inexplicablemente, sufrió un desvanecimiento; todo se volvió oscuro
para ella y perdió la conciencia. Al abrir de nuevo los ojos, médicos y
enfermeras se movían frenéticamente, llevando y trayendo exámenes,
haciendo juntas y consultas.
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cuidar de la vida de mis padres, para asistir a sus momentos de regocijo o
para alertarlos de todo lo que pudiera hacerles daño... ¡Si pudiera, mi Dios, si
pudiera, no me sería tan dolorosa la muerte!”. Lo había dicho, tal vez, entre
sueños a su padre. Él la había tomado de la mano y le había prometido que
seguiría viviendo, que estaba seguro de ello, y que, el día de su cumpleaños,
recibiría un regalo que le duraría toda la vida.
Ésa fue la última vez que vio a su padre. Los médicos del hospital habían
extraído uno de sus riñones para implantárselo a ella. María José sobrevivió
con éxito a la operación; pero su padre, quizás por la edad o, mejor, porque
Dios así lo había dispuesto, no pudo resistir. A los quince días de haberle dicho
que don Fernando estaba en recuperación, su madre le entregó una carta que
él había escrito, en previsión de su muerte...
“Hija de mi alma, ojalá no tengas necesidad de leer esta carta; digo, ¡que el
Señor me dé las fuerzas necesarias para pasar esta dura prueba!. Si así no
fuera, ¡que ese mismo Dios que me quita la vida te proteja y te dé salud y
felicidad! María José, mi gran amor, acepta el último regalo que te ofrezco, el
que te prometí hace algunos años. Ahora llevas en tí algo mío y, de esta
manera, yo seguiré viviendo en un rinconcito de tu ser. ¡Vive por mí, hijita
mía! ¡Sé feliz! Yo vendré a visitarte con el viento, como alguna vez lo
hablamos, y estaré pendiente de tus cosas y, con ello, te seguiré amando”.
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Una extraña emoción colectiva se sentía en el ambiente, como si todo el
auditorio hubiera participado de la historia de mi amiga. Es que este Amigo de
los Jóvenes tiene la capacidad de llegarnos a lo más profundo y de hacernos
recorrer, con sensibilidad, nuestra existencia. Como ya se ha dado cuenta de
que nos tiene conmovidos, aprovecha la oportunidad para recalcarnos su
mensaje de estímulo y aliento...
“Jóvenes -nos dice- que nadie les quite el derecho de abrir la boca para alentar
y estimular. Ahora que pueden, abracen y besen a sus padres, díganles cuánto
los aman. Hagan lo mismo con sus compañeras, amigas, profesores. Ahora
mismo, miren a quien tienen a su lado, al frente, atrás, denle un abrazo y
díganle cuánto lo quieren. ¡Vamos, jóvenes, ustedes pueden hacerlo! ¡Vamos!
¡Ahora!...
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UN JOVEN DE ÉXITO ES POSITIVO
Había pasado ya casi una hora desde el inicio de la conferencia; pero parecían
cinco minutos. La gente estaba como hipnotizada, escuchando a aquel hombre
que en ese momento nos anunciaba la siguiente estrategia para alcanzar el
éxito: ser positivos.
“Somos los hombres y mujeres que, pese a los cuadros, las fórmulas, los
logaritmos, los verbos con que machacamos nuestra existencia, buscamos
promover en nuestros alumnos la capacidad de descubrir por sí mismos el
mundo del cual apenas les damos una noticia...
“La riqueza material no es nuestra meta. De ser así, hubiéramos escogido otra
profesión. Sin embargo, somos buscadores de tesoros, pero de otra índole:
buscamos la sabiduría en cada uno de nuestros pupilos. Por eso, en nuestras
ansias de encontrarla en medio de tanto derrotismo y mediocridad, somos
también guerreros que batallamos todos los días contra la falta de optimismo y
de apoyo de los padres. Sin embargo, no estamos solos: Tenemos grandes
aliados en los niños y en los jóvenes que buscan atrapar el mundo con nuestro
concurso. La patria digna que soñamos, la patria grande y soberana, es
posible, compañeros profesores... con nuestros alumnos. La patria se
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construye con cada uno de ellos, día a día. ¡Gracias a Dios por hacernos este
encargo!”
“Ser positivo significa ser triunfador; dar gracias a Dios por la vida, por los
hijos, por los padres; ver lo bueno; valorar lo que tenemos y luchar por
mejorarlo. Quien no lucha renuncia a su futuro y, en vez de vivir, vegeta,
como si estuviera sembrado en un solo lugar, quejándose de todo, pero sin
atreverse a dar un solo pasó...
“Nos duelen los doce compatriotas que van a España en busca de una mejor
vida para los suyos y regresan en doce catafalcos de muerte. Pero el dolor no
puede amedrentarnos y hacernos olvidar nuestro propósito de vida...
“Vivimos en un país, mis queridas jóvenes, donde los niños no entran armados
a los colegios a disparar a mansalva sobre sus propios compañeros. Aquí nadie
nos amenaza con volar edificios públicos estrellando aviones de pasajeros,
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porque nuestro estado no es intervencionista. Aquí ocurren escándalos, es
verdad; pero nada comparables con los adulterios en las altas esferas de
gobierno. Aquí asaltan a plena luz del día en nuestras ciudades grandes; pero
a esa misma hora lo están haciendo por miles en ciudades como Nueva York,
París o Tokio. Aquí amigas, muchos policías reciben coimas por dejar pasar
ciertas contravenciones; pero nada comparable con los sobornos a gran escala
que se dan en otros países. Si el agua “potable” de Portoviejo tuvo alguna vez
agentes tóxicos a causa de las aguas servidas, el Rin, río que cruza media
Europa, recibió en un solo día tal descarga de desechos de una fábrica
farmacéutica que terminó con la vida de todos los peces y anímales acuáticos.
Si la desnutrición afecta a tres millones de ecuatorianos, la sobrealimentación,
la obesidad, la arteriosclerosis, matan mil veces más en los Estados Unidos. La
bulimia y la anorexia son enfermedades de la abundancia y el desperdicio y no
hay un pueblo tan mal alimentado como el de los Estados Unidos.
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En ese momento de emoción un fuerte aplauso estremeció el teatro. La gente
se puso de pie y, nuevamente, se escuchó al fondo aquella hermosa canción
“Ecuador siempre primero latido de mi corazón, todo el mundo”...
Cómo me gustaría contarle todas estas cosas a papá! Decirle lo bien que me
ha hecho escuchar a un hombre que ama al país, que cree en él y en su gente,
que valora nuestra cultura y se siente orgulloso de nuestras tradiciones. En la
próxima carta que le escriba, me propongo hablarle del arroz de cebada de los
lunes, de la sopa chorreada o del caldo de manguera; digo, hablarle de lo
nuestro como país y de lo nuestro como familia. Sé que nos estará extrañando
y que no dejará de pensar en su regreso. Apenas termine con esa deuda que
adquirió en sucres y que ahora le toca pagar en dólares, él emprenderá su
vuelo de retomo. Sus cartas me hacen esperarlo; pero ahora me siento más
optimista porque yo tengo cosas que ofrecerle y que proponerle; porque no
todo puede ser dolarización y angustia, porque a mi Ecuador le quedan sus
valores y una juventud presta a cultivarlos...
29
UN JOVEN DE ÉXITO TRATA DE MEJORAR EL AMBIENTE DONDE
VIVE
La profesora María Elena había notado que Gabriela, una pequeña niña de su
aula, no jugaba con las otras compañeras. Su ropa lucía muy descuidada y
constantemente daba la impresión de necesitar un buen baño. Era una niña
problema y hacía falta revisar sus antecedentes, para lomar alguna medida.
Una noche, puesta a la tarea de revisar el expediente de Gabriela, María Elena
quedó sorprendida de los informes de los primeros años. Así, la profesora de
primer grado había escrito: “Gabriela es una niña muy brillante, muy dulce,
con una sonrisa tierna y generosa. Realiza sus trabajos de manera limpia y
tiene muy buenos modales. Es un placer compartir con ella y tenerla en este
colegio”.
Había llegado el tiempo de Navidad y las alumnas de María Elena, como era
costumbre, le habían llevado pequeños regalos envueltos en papeles brillantes
y de rico diseño. Gabriela, con la cabeza gacha, sin atreverse a mirar a su
profesora, había entregado también su regalo, pero envuelto en una hoja de
cuaderno...
30
perfumero por detrás de sus orejas. “No sabes cuánto aprecio tu regalo -le
había dicho- porque sé lo que te ha costado desprenderte de estas cosas”.
Gabriela se acercó para darle un beso. “Ahora usted huele como mi mamá... y
eso me gusta. Gracias por recibir mi regalo, señorita”, le dijo, con lágrimas en
los ojos...
Un año después, una nota encontrada bajo su puerta decía a María Elena:
“Usted ha sido la mejor maestra que he tenido”. Allí estaba la firma clara y la
gratitud de Gabriela. Catorce años después, otra nota llegada desde el exterior
del país, con los mismos rasgos, pero más definidos, le decía que ella seguía
siendo la mejor maestra de su vida. Quien firmaba era la Doctora Gabriela
Medina, la misma que, un año después, le pediría que fuera su madrina de
bodas; pues había adquirido compromiso con un joven médico extranjero y la
ceremonia estaba en cierne. Por supuesto, María Elena aceptó gustosa
semejante invitación. Y nada mejor que llegar a la boda luciendo el viejo
brazalete y con el olor de aquel perfume a flor de piel.
“Gracias, María Elena, por creer en mí. Muchas gracias por hacerme sentir
importante y por mostrarme las posibilidades de hacer la diferencia”, le había
dicho Gabriela en el oído, mientras la abrazaba con todo su calor. “Gracias a tí
por ayudarme a despertar mi sensibilidad, por enseñarme cómo hacer la
diferencia. Yo no sabía lo que era amar ni educar hasta que te conocí”, le
respondió María Elena...
¿Quién hubiera pensado que María Elena, la profesora y amiga que conocemos
y admiramos, tuviera la hermosa experiencia que nos ha contado? Aunque,
analizando mejor, habría que concluir en que solo una mujer solidaria y
entusiasta como ella pudo haber vivido aquello que nos ha contado. Hay seres
humanos, se diría, callados, prudentes, humildes; pero que guardan en su
interior un rico bagaje de conocimientos y de amor. Uno de ellos es María
Elena, nuestra querida profesora que nos ha sorprendido con su historia,
quizás motivada por este Amigo de los Jóvenes que tiene la virtud de hacernos
mirar hacia nuestro interior y de sacarnos la alegría que, a veces, se resiste a
salir…
Las cosas se nos habían mostrado diferentes desde el día en que la selección
del Ecuador había clasificado, por primera vez, al mundial de fútbol. El nivel de
autoestima de los ecuatorianos había subido muchísimo. Aquellos “no se
puede” o “no hay como” que habían sido como el pan de cada día habían
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muerto. Años de derrotas habían quedado atrás, gracias a un grupo de
deportistas ecuatorianos que nos habían devuelto la esperanza. Era como si
aquella euforia de orgullo nacional nos hubiera tocado de nuevo para hacernos
gritar que creemos en el futuro.
“Jóvenes, uno de los secretos para el éxito estará siempre guiado por la
capacidad de tratar bien a los demás, por ser inteligente con las emociones,
por ser inteligente interpersonal. Permítanme decirles que las personas que no
saben tratar bien a los demás son inútiles en todo y no tienen futuro. Deben
saber que las empresas serias y de gran visión están en busca de personas
calificadas en inteligencia emocional. De hecho, las miles de personas que
llegan a conquistar sus metas han basado su éxito en la capacidad de tratar
bien a la gente”
Por primera vez alguien había arrancado lágrimas a un hombre tan duro y,
aparentemente, inconmovible. El inspector había abrazado a su hija y le había
pedido perdón por olvidarse de las cosas tiernas y por dudar del cariño de su
propia familia. Desde entonces, según el relato de nuestro amigo, el inspector,
el hombre renovado por el amor, recurre a la cajita dorada de su hija para
aspirar el perfume de las flores recién abiertas y sentir el poder de la ternura.
33
Cada historia nos marcaba un silencio, una reflexión. El Amigo de los Jóvenes
nos regalaba ese espacio para volver sobre las cosas personales. Sabía que
cada quien, desde su particular experiencia, estaba mirándose en el espejo,
con una nueva perspectiva...
“Ahora, ustedes ya saben que son responsables del ambiente que les rodea -
nos dijo- Su responsabilidad es mejorar ese ambiente, desde la casa hasta la
edificación de un país diferente. Su responsabilidad es luchar por su proyecto
de vida individual y por el proyecto de vida del país. ¡Háganlo así y serán
millonarias!”
Nos inculcó ese concepto para enriquecernos en todos los aspectos de nuestra
actividad. Nos pidió que fuéramos “jóvenes millonarias de carácter”, de
personalidad millonaria, que sepan que la vida implica un proceso que va de la
siembra a la cosecha, que sepan que en la vida todo tiene un precio y que la
única forma de pagarlo es con el trabajo.
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UN JOVEN DE ÉXITO TIENE UNA ACTITUD TRIUNFADORA
Nuestro amigo conferencista, según nos cuenta, ¡ha con frecuencia a un
restaurante donde una mesera guapa y risueña lo atendía siempre con mucha
amabilidad. Por eso este singular cliente había hecho de este lugar de comidas
su sitio preferido. Curioso e investigador de alma humana como es nuestro
amigo, un día se le ocurrió plantear a la chica la pregunta que le había estado
rondando: ¿A qué se debe esa actitud siempre dispuesta al servicio amable y
grato? Mientras servía el plato del día, sonriendo como siempre, la guapa
mesera contestó que su buen humor se lo debía a don Juan, su jefe, un
gerente único y eficiente que en todo momento tenía algo positivo que decir.
Que cuando alguien le preguntaba por sus cosas, siempre respondía que “si
pudiera estar mejor, tendría un gemelo”. Toda la gente lo quería y lo respetaba
por su actitud, de acuerdo a la versión de la muchacha. Era un motivador
natural. Si un empleado tenía un mal día, don Juan siempre estaba para decir
cómo ver el lado positivo de cualquier situación...
Nuestro amigo no podía conformarse con una respuesta. Tal como había
contestado aquel gerente, las cosas resultaban demasiado fáciles y eso no
podía ser así. Los problemas siempre resultan más o menos complicados. Al
menos, eso era lo que pensaba por entonces. De manera que siguió
inquiriendo sobre el tema.
“Los problemas son más fáciles de lo que uno se imagina -continuó diciendo
don Juan- Todo en la vida tiene alternativas y se puede elegir. Cuando se quita
todo lo demás, lo que no cuenta, cada situación plantea una elección. Usted
elige cómo reaccionar; bien o mal. Usted elige cómo la gente afectará su
estado de ánimo. Usted elige estar de buen humor o de mal humor. A fin de
cuentas, usted elige cómo vivir su vida”.
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dado una hermosa lección a nuestro amigo conferencista. Desde entonces, don
Juan se ha convertido en uno de sus referentes y recurre a su experiencia cada
vez que se ve frente a un problema, sabiendo que debe tomar una decisión:
elegir la mejor opción antes de realizar algo de manera irreflexiva...
Varios años más tarde, por hacer una visita de cortesía, nuestro amigo pasó de
nuevo por aquel restaurante. Entonces, pudo enterarse de que don Juan había
sido asaltado en su local. Herido por una bala que comprometía su vida, había
sido llevado al hospital. Después de 18 horas de cirugía y semanas de terapia
intensiva, había sido dado de alta, aún con fragmentos de bala en su cuerpo.
Cuando alguien preguntaba por su salud y por su estado de ánimo, él
contestaba: “Si pudiera estar mejor, tendría un gemelo”. Al interrogarlo sobre
su experiencia traumática, sobre su enfrentamiento con la muerte y su
reacción en el momento del asalto, don Juan había dicho, que lo primero que
se le vino a la mente fue, que debió haber cerrado con llave la puerta de atrás.
Cuando estuvo tirado en el piso, había recordado su vieja fórmula; elegir entre
dos opciones: elegir vivir o elegir morir... La buena elección le ha permitido
seguir contando su historia.
Es posible que el hombre haya sentido miedo, es natural; pero, con toda
seguridad, fue su actitud positiva la que lo ayudó a salir de ese trance. Cuenta
con cierta gracia que los médicos no dejaban de decirle que estaría bien; pero,
cuando fue llevado al quirófano y vio las expresiones de preocupación en sus
caras, se había asustado realmente... El leía en sus ojos que ya lo daban por
muerto. Eso lo hizo reaccionar positivamente. Entonces, cuando le preguntaron
si era alérgico a alguna sustancia, había respondido: “Soy alérgico a las balas,
quítenmelas pronto”. En medio de las risas de facultativos y enfermeras, había
pedido que lo operaran como si estuviese vivo, no como si hicieran una
autopsia. Él había optado por la vida... El Amigo de los Jóvenes nos contó esta
historia como solo él sabe hacerlo. Una vez terminada, hizo un silencio y
agregó: “Con don Juan aprendí que cada día tenemos que tomar la decisión de
vivir plenamente; tenemos que elegir. Al final, la actitud lo es todo”...
36
Nos aconsejó alegrarnos por lo bueno que tenemos y por lo bueno de los
demás, a quienes es saludable aceptarlos tal como son; desechar los recuerdos
tristes y dolorosos y, sobre todo, no guardar ningún rencor, porque eso nos
lastima; pensar en lo bueno, en lo amable, en lo bello y en la verdad...
Hizo una pausa y nos dejó con la expectativa de lo que vendría. Una persona
como él genera siempre interés y nosotras estábamos ansiosas por escucharlo
desarrollar su siguiente tema. No esperábamos que iniciara el ritual de su
retirada; pero lo vimos acomodar lentamente sus notas dentro de una carpeta,
ponerse de pie y arreglarse la. Corbata... “Ustedes han sido muy amables,
muy atentas conmigo -empezó a decir- Quiero despedirme con...”
Recuerdo que una tarde, luego de haber hablado con mis padres, a quienes
confesé mi problema, decidí que aquello de la amistad con Eduardo era
demasiado arriesgado para mí. Así comencé a hacer nuevos amigos, mientras
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Eduardo fue cayendo cada vez más ahajo, en las garras de la drogadicción.
Apenas logró terminar el décimo año de educación básica, según supe. He oído
decir que anda por ahí, en jorgas de alienados, desvariando, poseído por los
terribles fantasmas de la droga o haciendo de mula para el narcotráfico
internacional.
“Creo que este día ha sido el más emocionante de mi vida -dijo, con frases
entrecortadas, la segunda presidenta- Ahora creo en mí y en lo que puedo
hacer. Pese a todos los sufrimientos que he tenido, pienso que puedo ser una
persona feliz y creo que nadie me podrá apartar de mi proyecto de vida.
Gracias”.
“Mi nombre es María y estoy en quinto curso -dijo con firmeza la tercera
participante- He sufrido mucho desde que... cierta ocasión, al salir de una
fiesta, un joven..., (La voz de María se quebró de pronto, pero continuó) un
joven... abuso de mí, inclusive, me amenazó con matarme si se lo contaba a
alguien... Me dijo que, además, nadie me creería porque él era hijo de un
hombre poderoso y honorable... Me insultó, me dijo que yo era una zorra y me
acusó de haber buscado, yo misma, que aquello sucediera... Se burló
descaradamente de mí, diciendo que mis padres se avergonzarían de lo
sucedido... Canalla!... El miedo y la vergüenza me han hecho mantener este
vejamen en secreto, durante dos años... Ahora, gracias a la fortaleza que me
ha infundido aquí el Amigo de los Jóvenes, les cuento esta triste historia para
que ninguna de ustedes, si esto les ha pasado o les llegara a pasar, se quede
callada; para que se cuiden y desconfíen de aquellos modositos, hijos de
honorables, que no rompen un plato cuando están en público... Gracias por e
suncharme”.
La chica bajó del escenario. Seguida por la mirada turulata de sus compañeras,
caminó por el pasillo hasta la última fila del teatro, donde estaba Rosita, una
muchacha morena que había buscado el último rincón para asistir a la
conferencia. Con lágrimas en los ojos, Rosita extendió su mano y pudo decirle
gracias a la presidenta. Los aplausos emocionados de todas las compañeras
sirvieron de fondo al abrazo fraterno que se dieron las dos chicas...
“Yo era feliz hasta que entré en la escuela -dijo la sexta presidenta con cierto
aire de misterio- Descubría el mundo por mi cuenta en las cosas que me
rodeaban, cuando me llegó la hora del estudio obligatorio. Entonces, los demás
descubrieron, ¿o decidieron?, que me era difícil aprender y me calificaron sin
más trámite de ruda. Ruda en Matemáticas, ruda en Literatura, ruda en
Ciencias Naturales. Con esa “rudeza”, me gané muchas enemistades, porque
nadie me tomaba en cuenta y porque así, marginada, me fui apagando y
entristeciendo. Había terminado la primaria con gran esfuerzo y, en la
secundaria, apenas podía leer...
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Luego de cobrar sus honorarios, el tal terapeuta tomó a mi madre del brazo, la
llevó a un lado y le dijo que lo sentía mucho, que no veía posibilidades en mi”
y que, en definitiva, yo era prácticamente una tarada. Mi madre, muy enojada,
echó al hombre de la casa, diciéndole que esos no son calificativos que usan
los terapeutas, que fuera a estudiar de nuevo o a comprar otro título
universitario que le quedara más afín...
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UN JOVEN DE ÉXITO PONE EN PRÁCTICA LO QUE APRENDE
El auditorio se había quedado casi vacío; la algarabía era solo un recuerdo o se
escuchaba lejos. La Madre Superiora y varías alumnas nos habíamos quedado
hasta el final y rodeábamos al “Amigo de los Jóvenes”, como queriendo
aprovechar todos los instantes de su carismática presencia. Luego de haber
disertado por más de dos horas y haber firmado autógrafos por más de
cuarenta minutos, el hombre seguía brindando a quienes quedábamos su calor
humano, sus dones y su sonrisa.
Como seguíamos allí, igual que abejas engolosinadas con la miel, nuestro
amigo seguía contándonos pequeñas anécdotas o trayendo a cuento algunos
aforismos de su colección. Era una charla interminable que no dejaba espacio
para nuestra Madre Superiora que, desde hacía rato, intentaba decir algo, ella
también. Él Amigo se dio cuenta e inmediatamente le hizo un gesto amable,
invitándola a tomar la palabra. “No sabe lo agradecidas que estamos por todo
lo que ha hecho en esta Institución y por los valores que ha inculcado en
nuestras jóvenes con tanta maestría -le dijo la Madre, visiblemente
emocionada, y continuó- Algún día sabrá todo el bien que les ha hecho. Le
agradezco tanto, señor, y quisiera, abusando de la confianza que nos ha
brindado, hacerle una invitación; El grupo de jóvenes que me acompaña es de
sexto curso Sociales y, todos los días miércoles por la tarde, hace trabajo
social con los presos de la cárcel de la ciudad. Estas chicas me han pedido que
lo invite, si dispone de tiempo, a dar una charla para los presos, el día de
mañana”. Aquel hombre bondadoso no podía negarse a tal pedido. Con su
sonrisa franca nos dijo que le encantaría porque, además de llevar a esa gente
un mensaje de paz, a él le gusta profundizar en el conocimiento del alma de
sus semejantes. “Con cada charla, siempre hago nuevos
Amigos -dijo- y aprendo algo diferente”.
El ambiente en ese lugar era muy tenso; digo, nosotras, a pesar de haber
estado algunas veces allí, no podíamos actuar serenamente. El movimiento de
guardias y policías, los gritos de los presos, el aire enrarecido de los calabozos,
los controles de las visitas, los documentos, el sello de tinta que nos ponen en
la muñeca, todo eso crea una atmósfera de inquietud que impide actuar con
normalidad. Pero, bueno, estábamos ahí, cumpliendo con el trabajo social que
nos habíamos propuesto desde el inicio del año, y había que seguir adelante.
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Nos preparábamos ya para iniciar el acto. Nuestro amigo conferencista había
sacado sus notas sobre una pequeña mesa que le habían preparado y el
Director del reclusorio disponía los últimos detalles de la reunión. De pronto,
Rosana, una de las presidentas de curso, me tomó del brazo con fuerza y
comenzó a temblar. “¡Dios mío, es él!”, me dice y me señala con disimulo
hacia la parte de atrás del grupo de presos, donde se destacaba, por imberbe,
un muchacho que, a pesar de sus grandes ojeras, no aparentaba más de
veintidós años o, quizás, menos. “¡Es él! -me volvió a decir- Eduardo, el del
Club 24... Mi ex-enamorado”. Procuré tranquilizarla diciéndole que todas
estábamos ahí para protegerla, que quizás ese hombre ya no se acordaba de
ella; pero que, por las dudas, se escondiera entre nosotras...
¿Cómo continúa la historia? El Amigo de los Jóvenes hizo una nueva pausa-
Sabía que, con aquella introducción, había logrado comprometer a su auditorio
en la historia que desarrollaba y cuyo final era la muerte...
La idea de nuestro amigo era demostrar que algunos de los actos que
realizamos no siempre han sido guiados o inspirados por Dios sino por
Satanás. Lo hizo con sobrados argumentos e invitó a la concurrencia a un acto
de contrición y de reconciliación con Dios y con nosotros mismos, con nuestra
sustancia espiritual- Nos hizo ver que los seres humanos que hemos cometido
errores tenemos en la infinita misericordia del Señor, todos los días y cada
instante, la oportunidad para mejorar nuestra vida y hacer que ésta tome el
rumbo de la felicidad. Nos dijo que, gracias a ello, los seres humanos podemos
mejorar; sobre todo, cuando reconocemos nuestras debilidades, nuestros
errores y todo aquello que nos vincula con Satanás. Luego, dirigiéndose a los
reclusos, pidió que quienes desearan dieran algún testimonio de su vida y de
su reconciliación.
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lloraba porque su rostro presentaba una mueca de tristeza conmovedora;
pero, no seguramente, sus lágrimas lo estaban quemando por dentro... Mi
compañera volvió a aferrase de mi brazo y a temblar. Yo la abracé con todas
mis fuerzas e hice que escondiera su rostro contra mi pecho...
“La primera vez que usé droga -empezó a decir el muchacho, con voz
temblorosa- fue a los catorce años. No sabía qué daño me haría ni me
importaba. A pesar de que mis amigos y mis padres me advertían de que con
eso me perdería paso a paso, de que llegaría un momento en que no podría
volver atrás porque la droga me atraparía la voluntad, yo me reía
descaradamente o me enfurecía. Ya entonces los pitos, las tamugas, el crack,
me habían desvanecido el carácter, volviéndome impredecible... Entre esos
amigos, recuerdo a una que era como mi enamorada, a quien estuve a punto
de arrastrar conmigo... La fuerza de voluntad de ella me ganó y ahora me
alegro de que así haya sucedido... Ojalá ella, donde quiera que se encuentre,
me perdone: sé que no la volveré a ver; no quisiera verla porque siento
vergüenza; pero, ¡cómo me gustaría que me perdonara!...
“Cuando comencé -continuó Eduardo con su testimonio- me dejé llevar por los
halagos y las presiones de mis amigos. Después, ya no hubo presión de nadie.
Me drogaba y bebía licor por mi cuenta y riesgo, sin importarme nada ni nadie.
Quería sentirme bien, rico, chévere, feliz, yo solo... solo y egoísta, como me
siento ahora. No me acuerdo desde cuándo empecé a fallar en el colegio ni
cuándo se dio el rompimiento de mis relaciones familiares. No recuerdo cuándo
perdí a mi mejor amiga ni cuándo empezó a deteriorarse mi salud de cuerpo y
alma...
43
me seguían acosando. Además, me gustaba la idea de llevar esas cápsulas de
coca en mi estómago y, en el fondo, me hacía cosquillas la idea de que alguna
de ellas se llegara a romper y me drogara a lo grande, de una sola, de una
vez... y para siempre.
En nuestro trabajo social con los presos, tenemos por norma no averiguar
jamás los motivos por los que se encuentran cumpliendo sus penas. Nuestras
tareas solidarias no quieren sabe ni hacer distingos, porque eso le
corresponde al Ser supremo, que es quien juzga, y a sus ministros en la tierra,
que son sus confesores. Sin embargo, porque los mismos reclusos suelen
comentar, a veces sin querer, nos enteramos de algunos casos. Por eso
sabíamos que, entre la concurrencia, estaban unos cuanto, sentenciados por
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casos de corrupción administrativa y otros, por estafas en los manejos
bancarios, tan conocidas en el país.
“Majestad -dijo con humildad el vasallo- yo no tengo razones para estar triste.
Tengo el gusto de servir a su Alteza; tengo una casita que la corte me ha dado
por mis servicios y allí disfruto de lo que la vida me da, con mi esposa y con
mis hijos; tengo para ellos y para mí el alimento y el vestido necesarios y, a
veces, cuando su alteza me premia con alguna monedita, me doy un paseo con
los míos o me financio algún antojo familiar... ¿Cómo no estar feliz?”...
La respuesta no satisfizo las inquietudes del rey. ¿Cómo podía ser feliz ese
pobre paje si nada le pertenecía? Vivía en casa prestada, comía lo que sobraba
y vestía ropa usada. ¿Se podía ser feliz sin ser dueño de nada? Las preguntas
seguían rondando el sueño del monarca; se le volvieron una obsesión y, como
ya no podía ni dormir, llamó al más sabio de sus asesores para que le diera
una respuesta.
“Ah, Majestad -dijo el respetado sabio- lo que sucede es que él está fuera del
círculo?
Si entender muy bien el juego que proponía su consejero, el rey aceptó ir con
él y pernoctar escondido detrás de unos matorrales, frente a la casa del
esclavo. Allí, cuando vio que se apagaban las luces de la humilde casa, el sabio
se acercó sigilosamente, depositó en el corredor la bolsa y una nota en la que
se leía: “Este es un premio que te da la buena suerte como pago por tus
bondades. Disfrútalo de la mejor manera y no cuentes a nadie como lo
encontraste”.
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anunciaba, el paje recorría las habitaciones, levantando a hijos y a mujer, y
lavándose por aquí, y vistiéndose por allá, y saliendo al corredor a ver a sus
animalitos y, de pronto... ¡la sorpresa!, la trampa que el rey y el sabio le
habían tendido...
El paje amontonaba las monedas, las frotaba y hacia brillar a la luz de la vela.
Las juntaba y desparramaba; hacia pilas y quedaba, por momentos, estático,
contemplándolas. Así jugando y jugando, empezó a hacer pilas de 10
monedas. Un grupo de 10, dos de diez, tres de diez, nueve de diez y,
mientras sumaba 10, 20, 30, 40… 90, se dio cuenta de que el último grupo…
¡solo tenía nueve monedas! Su mirada primero recorrió primero la mesa,
buscando la moneda que, según su deducción, faltaba en el hallazgo. Luego,
busco en el piso, en los rincones, en la misma bolsa y, nada. Puso la última
pila al lado de las otras y comprobó que, efectivamente, era más baja. “¡Me
robaron! –Grito - ¡Me robaron, malditos!”
Una vez más busco en la mesa, el piso, en la bolsa, en sus ropas, en sus
bolsillos; corrió los muebles, pero no encontró nada. Sobre la mesa, como
burlándose de su suerte, una montañita resplandeciente le recordaba que
había noventa y nueve monedas de oro. “Es mucho dinero, pero me falta una”,
dijo y se puso a calcular, papel en mano, el tiempo que necesitaría trabajar
para hacer una moneda más y completar lo que, supuestamente le faltaba…
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Una mañana, entró a la alcoba real, golpeando las puertas y refunfuñando de
rabia. El rey, que ya conocía las razones, lo miró con paciencia y le preguntó
por las hermosas melodías que solía cantar. Él sirviente bajó la cabeza,
tratando de esconderse de la mirada de su rey, y con una voz ronca y
rencorosa, respondió que él hacía su trabajo por el que mal le pagaban y que
eso de cantar no había sido nunca ni sería parte del trato laboral… No pasó
mucho tiempo antes de que el rey despidiera al sirviente; pues, no era
agradable tener un paje que andaba siempre de mal humor.
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La concurrencia aplaudió muy agradecida. Muchos reclusos, comentando el
suceso, se acercaron al conferencista, le estrecharon su mano y le pidieron
que vuelva.
Querida Madre:
Ayer y hoy han sido los días más especiales de mi vida. Lo que he visto y
aprendido me han llevado a reconocer mis errores, a olvidar los resentimientos
y a mirar con optimismo el futuro. Hoy, cuando empiezo a diseñar mi proyecto
de vida, quiero estar en paz contigo y decirte cuanto te amo. Este pequeño
barquito de papel que navegaba a la deriva ha encontrado su rumbo y se
dirige a un hermoso puerto. En este viaje, estás a mi lado; pero también, en
tierra firme, iluminando mi ruta.
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Mamita, quisiera que la vida entre tú y yo tenga el sentido de las estrellas, que
cada día encontremos una nueva manera de ayudamos y de amar...
Casandra
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LA SATISFACCIÓN DEL CAMINO RECORRIDO Y DEL TRABAJO
REALIZADO
Desde que le conté al “Amigo de los Jóvenes” que pensaba escribir mis
experiencias a partir de lo que él me había enseñado, he pasado mucho tiempo
organizando mis apuntes y transcribiendo mis grabaciones. En esta tarea, que
ya se ha vuelto un compromiso con mis amigas, mi familia y la gente que amo,
he tenido la asistencia permanente de nuestro amigo conferencista. El, con
gran paciencia y amor, se ha tomado la molestia de escribirme varias veces
para contestar mis inquietudes, compartir conmigo un poquito de sus
conocimientos, comentarme sus nuevas experiencias y, algo que le agradezco
profundamente, confiarme algunos aspectos de su vida privada, con los que be
tratado de hacer un retrato de su personalidad...
La última carta que recibí de él ha sido escrita antes de un largo recorrido que
debía hacer por toda la provincia de Manabí, llevando su mensaje a los jóvenes
de los rincones más apartados. Él es así, está donde se lo necesita y muy
pronto, creo, no habrá lugar en el país donde no se hable de sus mensajes y
de su gran amistad por la juventud de mi país...
Quiero comentarle, maestro y amigo -le dije- que a veces, creemos que el
éxito está en la fama y en la fortuna; pero usted nos ha enseñado que no es
así. El éxito está en las manos de quien vive feliz, de quien ha amado, reído
mucho y ha logrado merecer el respeto de grandes y pequeños. Como usted
dice, “el éxito está en dejar huella, en ayudar a los demás”.
Tener éxito es ser capaz de dar lo mejor de uno mismo. Tener éxito es estar
con Dios...
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recibiría sus comentarios. No quise insistir con una nueva llamada y preferí
dejarlo con sus pensamientos...
Le habrán cruzado mil ideas por la cabeza: quizás, su infancia feliz entre seis
hermanos, sus bondadosos padres, el bosque, que según me contaba, le servía
de refugio para sus aventuras diarias... o tal vez, los inmensos árboles de los
que alguna vez me habló, que se erguían majestuosos como queriendo llegar
al cielo...
Así, dándole vueltas al cariño, habrá llegado a algún modesto hotel cerca del
mar, con el sol de la tarde poniéndole color a la nostalgia. Desde su ventana se
habrá regocijado con los pescadores artesanales que vuelven a tierra
arrastrando su trasmallo, seleccionando la pesca del día y devolviendo al mar
las especies que no han de utilizar. Cientos de pelícanos y albatros habrán
revoloteado para atrapar los desechos en el aire y, más tarde, ya con el sol
moribundo, habrán formado su perfecta línea de paz para dirigirse al refugio
de los acantilados, donde esperan siempre los polluelos hambrientos. Mientras
el paisaje cierra su ciclo cotidiano, el Amigo de los Jóvenes habrá corrido las
ventanas y se habrá refugiado en el recuerdo de sus hijas María José, María
Macarena y María Paz. Allí, en soledad, les habría escrito la carta que luego me
hiciera conocer y que ahora, sin permiso, transcribo para ustedes...
“Queridas Marías,
Es posible que, por ahora, no entiendan la misión que tengo en la vida; pero,
para llevarla adelante, pienso en ustedes que son la fortaleza de mi espíritu y
de mi corazón.
María José, María Macarena, María Paz, quisiera pasarme toda la vida con
ustedes, cada segundo, cada instante. Me siento triste sin su presencia; pero
la misión que tengo con los jóvenes, con los padres que sufren, me lleva a
seguir en la tarea de forjar con ellos un futuro mejor. Por ustedes lucho,
trabajo con gusto, vivo, respiro. Tengo una sonrisa en mis labios... y es el
reflejo de ustedes.
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Amanece. Con la sonrisa de sus hijas en su memoria, el Amigo de los Jóvenes
toma una ducha helada y se promete dar todo de sí en este día que le espera.
Nadie le quitará el derecho de ser feliz, Él lo ha decidido así, ¡éste tiene que
ser el mejor día de su vida! Miles de jóvenes lo esperan, mientras él ordena los
mensajes con los que los enrumbará hacia el camino del éxito...
“Nadie siente el amor sin probar sus lágrimas ni recoge rosas sin sentir sus
espinas. Nadie hace obras sin esfuerzo ni cultiva amistad sin renunciar a sí
mismo. ¡Nadie se vuelve humano sin ayudar a los demás! Nadie llega a la otra
orilla sin haber construido puentes para pasar.
Nadie deja el alma lustrosa sin el pulimento diario de Dios. Nadie puede juzgar
sin conocer primero su propia debilidad. Nadie consigue su ideal sin haber
pensado muchas veces que perseguía un imposible.
Éstas son las notas que espero en algún momento el Amigo de los Jóvenes
revisará. Las he escrito para mis amigos y amigas y, para quien se sienta
llamado a recorrer los caminos que aquí se esbozan, tratando de ser fiel a los
principios que nos inculcara nuestro amigo. Más allá de ello, está mi profundo
agradecimiento para él, por haberme abierto los ojos y por decirme que aún
sigue viva la esperanza. Estas notas son mi reconocimiento para él y una
invitación a la juventud para tomar el camino del éxito que nos ha señalado.
¡Sigamos al Amigo de los Jóvenes! Los invito de buena fe y, como nos ha
dicho, en un desafío...
Casandra
52
CARTAS DIRIGIDAS A PAPÁ, MAMÁ Y AL AMIGO DE LOS JÓVENES
Padre:
Tú sabes lo mucho que te quiero. Tú eres un ejemplo para mí, pero siento que
no siempre nos llevamos bien.
Me haces enojar muy seguido por tus costumbres, tus quejas indirectas y tus
decisiones que no gustan a toda la familia.
Tu hijo,
Carlos
¡Hola papi!
Hoy. Como todos los días, me levanto con la cara triste y unas inmensas ganas
de llorar. Nuevamente estoy, dispuesta a escuchar tus groserías, insultos y
sobre todo lista para que me recuerdes y me saques en cara todo lo que has
hecho por mí.
Escucho todas esas palabras horribles que me dices ¿Qué hecho para que tú
me odies tanto? Sí papa, pienso que me odias, que quisieras que
desapareciera de tu vida. Me duele mucho que me trates mal y todos los días
lloro y le pido a Dios que me demuestres un poquito de amor.
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Quisiera ser un supermercado pura que pongas interés en mí, ser un periódico
para que me leas y te desesperes por saber que pasa en mi vida. Quisiera ser
tu mejor amiga para ver si así me regalas una sonrisa, un abrazo fuerte y un
apretón de manos...
Si padre, todo esto hace que mi vida no tenga sentido. ¿Acaso es tan difícil
decir te amo? ¡Dímelo aunque no lo sientas! ¡Miénteme!
Te quiero mucho.
Verónica
Madre:
“Estar contigo puede ser como jugar a la ruleta rusa con un revólver: cargas
una bala en los seis agujeros. Un día, puede ser que la suerte me acompañe y
te portes muy bien. Pero hay días en que el disparo sale muy fuerte... y matas
mi vida”.
Te ama.
Tu hija
PROYECTOS PE VIDA
• Yo voy a ser la mejor azafata. Lo voy a lograr porque tengo claro que lo
que quiero lo puedo alcanzar con esfuerzo, sacrificio y amor.
Ibeth
• “Yo quiero ser un gran arquitecto, diseñar las mejores casas. Quiero
conocer el mundo y triunfar”.
David
• “Quiero ser un gran arqueólogo. No importa ser lo que está de moda sino
lo que te gusta.
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Carlos
• “Quiero ser diseñadora y ser feliz con mi familia. Ser felizes lo más
importante”.
Andrea
• “Quiero ser una gran doctora. ¡Hay que luchar pura alcanzar nuestras
metas!”
Daniela
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• “Yo quiero ser un Ingeniero de Sistemas. Cada uno tiene un sueno y lo
tiene que conseguir con esfuerzo ¡Estoy dispuesto a pagar el precio!”
Álvaro
• “Lo que sueñas de pequeña, tal vez lo harás de grande. Yo quisiera ser
una gran arqueólogo”.
Tañía
• Querido “Amigo de los Jóvenes”, te agradezco por toda la ayuda que nos
diste. Me encanta tu historia del “chiquita te amo”.
¡Adelante, eres increíble!
María
Riobamba.
• ¡HOLA!
Soy una joven muy, pero muy agradecida con el “Amigo de los Jóvenes”,
porque su libro “EL PODER INVISIBLE DEL AMOR”, me ha servido mucho.
Desde que comencé a leer el libro, mi vida tomó sentido. Ahora comprendo
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que la vida es como un edificio en que cada día tenemos que construir algo,
poco a poco, hasta llegar al último piso, que es la meta que se propone.
Aprendí a ser una mujer de ÉXITO y una persona LUCHADORA, porque me
gusta perseverar en lo que quiero.
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Mientras la abría, unas llaves de auto cayeron. Ademas había una tarjeta de la
agencia de autos donde había visto ese auto deportivo que tanto había
deseado. En la tarjeta estaba la fecha del día de su graduación y las palabras
¡TOTALMENTE PAGADO!
“El Poder Invisible del Amor” es una obra realmente especial. Me he dado
cuenta de que con ella podemos crecer cada vez más y alcanzar a ser unas
mujeres de éxito, buenas líderes, armadoras de una sociedad más activa y
esperanzadora.
Karla.
• Hola, ¿cómo está?. Espero que bien. Le escribo para decirle que su libro
es educativo y “super bueno”. Le felicito y quisiera, si no fuera mucha
molestia, nos traiga la novela de superación “Jóvenes de éxito”
Blanca Vásconez
Guayaquil
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