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El

Efecto B A F I C I
Por Darío Alejandro Abal

HELADO, MANZANAS Y LIPOVETSKY

Ahí estaba acostado en el pasto de la plaza San Martín junto a mi novia, sonriendo
como un nene, mirando dibujitos animados. El BAFICI para nosotros había terminado
con la película de una manzana que se creía perfecta, pero estaba podrida en su interior.
Una crítica a la superficialidad, al narcisismo, al individualismo… los cánceres por
antonomasia de los tiempos híper-modernos.
Mientras comíamos helado y caminábamos por las ya frías y oscuras calles de la
Recoleta en busca del colectivo que nos llevaría a casa, pensaba en si habríamos
pasado, sin darnos cuenta, por la puerta del edificio donde acuchillaron a David Chahín.
Paramos en una librería. Entré y me dirigí hasta donde estaba el hombre mayor que
atendía. Estaba con una chica que le había pedido un libro de matemáticas.
- Ese acá no lo tengo, pero si usted quiere señorita, puede retirarlo en la sucursal de
Corrientes. Mañana estará abierta hasta las 22 horas. –
La chica le agradeció y se fue.
– No hay de que. Que tenga buenas noches. – Al viejito lo caracterizaba una formalidad
de maître francés que me pareció obsoleta y adorable.
- ¿Qué desea señor? –
Le seguí el juego y contesté educadamente:
- ¿No tendría en su stock el libro “La Era del Vacío” de Gilles Lipovetsky? -.
Esperaba que me haga una reseña o me diga algo así como: “Buena elección, señor”…
pero no, simplemente lo buscó en su computadora. Estaba agotado.
- Acá no lo tenemos, pero hay un stock bastante limitado en las sucursales de Cabildo,
Moreno y Scalabrini Ortiz. – Quedaba un libro en cada sucursal según la maquina, lo
que significaba probablemente que no había ninguno.

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– Mañana la sucursal de Cabildo estará abierta hasta las 22 horas, así que si se quiere
dar una vuelta…-. Le agradecí amablemente, él esbozo una sonrisa y antes de que me
retirase me dijo apresuradamente:
- Pero bueno, tengo 4.323 libros más, así que si quiere preguntar… -
- No, le agradezco, es que ando buscando ese libro en particular. Gracias.-
El viejito esbozó una sonrisa de resignación y me contestó:
- Entiendo, hay veces que uno busca algo en específico y bueno… -
Estoy seguro que estaba llorando en su interior. Tanto esfuerzo, tanto estudiarse los
títulos y las reseñas de los libros de toda una lista enorme, tanta información inútil
ocupando espacio en el cerebro… ¿Para qué?… para que justo un pendejo
intelectualoide venga y te pida ese que no está nunca, el que no conoce ni el propio
autor. Lo entendí y me dio lastima. Me fui del local con mi novia y el viejito quedó
solo, parado recto mirando hacia afuera.
En ese momento me sentí como la manzana.

NO SOS NADIE
Mi experiencia BAFICI comienza antes de la experiencia BAFICI. Algo así como un
mes y medio atrás mi novia vino a mi casa y me dijo que podíamos sacar acreditaciones
por Internet si demostrábamos estar relacionados con el ambiente del cine.
En el 2009 dirigí un corto que fue el trabajo final de la materia Lenguaje Audiovisual 2.
Ese corto lo mande al festival Buenos Aires Rojo Sangre, donde lo pasaron en la
categoría Cine Z (la peor de todas). El día de la exhibición estuve ahí para ver como
toda la sala se quedo muda ante los créditos. Habían aplaudido hasta el corto de veinte
minutos del flaco que hacía de fantasma con una sabana encima y con el mío se armó un
silencio sepulcral. Se ve que mi historia había sido demasiado pretenciosa para el
público y la categoría en la que era proyectada. Nadie lo entendió… y yo me quería
esconder debajo del asiento.
Marisa, mi novia, creía que por nuestra participación en el Rojo Sangre tendríamos
chance de que nos acreditaciones para el BAFICI. Sin embargo un mail llegó al poco
tiempo dando toda expectativa por perdida:

Estimado

Agradecemos desde ya el interés por el 13° BAFICI, pero el cupo de acreditaciones es


limitado. Es por esta razón que sólo estamos acreditando a las personas que participan
activamente en el Festival en alguna de sus áreas.

Envío como archivo adjunto el programa para estudiantes.

Saludos cordiales

En definitiva, no éramos nadie para la industria del cine independiente. Y no lo niego.


Pero ese fue el primer mensaje que me llegó de parte de este festival, dejándome bien en
claro la línea divisoria entre NOSOTROS, los simples espectadores, pasivos ante las
maravillas que ELLOS, los verdaderos cineastas que participan activamente, tienen para
contarnos.

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LA PLANIFICACION Y EL DOCUMENTAL FALLIDO
Cuando se me asignó la tarea de acudir obligatoriamente al BAFICI y observar al
menos una película para luego contar la experiencia, lo primero que hice fue pensar en
que es lo que iba a querer contar. Luego de eso comencé a ver la lista de películas y con
ayuda de mi novia fuimos seleccionando las que nos parecían que podían llegar a ser
interesantes. Armamos toda una elaborada planilla con horarios y funciones de cada una
de ellas y después, por disponibilidad y otros factores, fuimos tachando las que no
podíamos ir a ver.
Entre las películas a las cuales podíamos ir estaban: “L.A. Zombie”, “Essential
Killing”, “Torrente 4”, “The Cave of Forgotten Dreams”, “13 Assassins”, “The Day
of Ants in the Sky”, “La peli de Batato” y los cortos animados de David O’Reilly, entre
otras.
A mi además, un título en particular me había llamado la atención: “Cat Effekt”. Una
película que según la sinopsis, simplemente contaba el viaje de una chica por distintos
subterráneos, hasta llegar a un lugar donde se proyectaba la película de un gato. Como
verá, ni siquiera la sinopsis daba mucho lugar a la imaginación.
No fue la trama de la película lo que me llamó la atención de todas formas, sino la falta
de ella. Algo que considero típico de todo buen festival de cine es el hecho de clavarte
con una de estas películas, donde no te cuentan nada, aunque todo dialogo parece
místico, como si tuviera una importancia trascendental. “Aleatoriedad sin sentido” diría
el animador David O’Reilly. Típico del arte contemporáneo. No ir a ver esa película
hubiera sido mentir sobre lo que es la experiencia de ir a un festival de cine
independiente. Al menos así lo creo yo.
Mi plan por tanto solo podía concretarse si acudía a ese anunciado bodrio. Mi plan de
hacer de la experiencia BAFICI lo que yo quisiera que fuese la experiencia BAFICI. En
definitiva, pensé, yo soy el que tiene el control acá, porque yo soy el que escribe estas
líneas… usted como lector esta simplemente sujeto a mi mentira, a mi reconstrucción
premeditada de la experiencia.
- Sería genial grabar todo y con eso hacer una especie de mini documental sobre el
BAFICI- Le dije a mi novia, que miraba con antipatía a la lente. Así que con mi cámara
de video salimos en auto un miércoles, en plena hora pico, a comprar las entradas
anticipadas al shopping Abasto.
Una vez allá, antes de ir hasta el stand del BAFICI, aproveché y paré en una librería
para preguntar por el libro de Lipovetsky. El tipo que atendía se puso a buscar en un
pilón enorme de libros, se tuvo que subir a una escalera y sacar un montón de cajas.
Finalmente se dio por vencido y me dijo que no le quedaba. Por suerte para él, porque
no pensaba comprarlo de todas formas. Simplemente quería saber el precio.
Cuando llegamos al stand no había ni un alma. Eso me sorprendió un poco, ya que era
el tercer día para sacar las entradas anticipadas.
- Vinieron todos el primer día. – Dijo la chica que estaba ahí para dar información del
festival – Por favor, no me grabes que no estoy maquillada. – La gente no actúa
naturalmente cuando los apuntas con una cámara.
- Yo no quiero salir, podes apuntar para otro lado. – Saltó un flaco que estaba al costado
mió. - No estás saliendo en cuadro. – Le dije. Otras personas se ponen violentas cuando
hay una cámara cerca.
Después la chica del stand nos contó que un discapacitado el año anterior había sacado
un sin número de entradas gratuitamente y las había comenzado a vender en la puerta
del shopping.

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- No hay límite de entradas por persona, y a la gente con discapacidades se las dan
gratis. – Decía la chica, ya menos tímida, ante la cámara. Ella no sabía nada de cine, ni
le interesaba saberlo, estaba ahí simplemente laburando. Tampoco tenía drama en
enumerar las falencias de la organización del festival, al fin de cuentas, cuando pasaran
esas dos o tres semanas estaría sin trabajo otra vez, o volvería a su puesto original,
quizás pasando información a una base de datos para el gobierno de la ciudad.
Yo mientras tanto armaba en una planilla la lista de películas que iba a ver, de esta
forma se facilitaba el proceso de sacar las entradas. En mi lista quedaron: “L.A.
Zombie”, “Essential Killing”, “Cat Effekt” y los cortos animados de David O’Reilly.
Al poco tiempo apareció Sabrina, la amiga de mi novia que también iba a sacar entradas
para el festival. Sin embargo como no tenía tan decidido que ver, solo yo y Marisa
terminamos comprando las entradas anticipadas ese día.
Cuando llegamos a la caja, se nos informó que “Essential Killing” estaba agotada, así
que decidí cambiarla por “The Day of Ants in the Sky”, pensando que la daban el mismo
día que alguna de las otras tres películas. Me había equivocado. Al final tenia cuatro
entradas para cuatro días distintos.
Por suerte no iba a ir solo, Marisa y yo teníamos para ver las mismas películas. Yo le
había sacado para que me acompañe a ver “Cat Effekt”, ya que ella estaba en contra de
pagar la entrada para una película que ya sabía que no le iba a gustar.
Después de eso fuimos con Sabrina a tomar algo al Starbucks. Yo, como no soy fan del
café, me compre un helado en el Freddo que está enfrente.
Cuando volví a casa me puse a ver todo lo que había grabado. Me di cuenta de que casi
nada valía la pena. Si hubiese tenido una forma de ocultar la cámara la situación habría
sido diferente… pero era algo que se me hacía imposible… y por tanto, los
protagonistas de la experiencia no iban a actuar con la naturalidad que deseaba. En ese
momento mi idea del documental se vino abajo como un castillo de naipes. Si iba a
contar la experiencia, no iba a ser de manera audiovisual, sino simplemente por escrito.

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UN BUEN COMIENZO

La primera película para la cual teníamos entradas era “The Day of Ants in the Sky”. Se
proyectaba en el cine Cosmos, ahí nomás de Corrientes y Callao. El horario de la
función era a las 23:45, pero decidimos con Marisa salir antes para comer por allá.
Fuimos al McDonalds de al lado de Paseo La Plaza. Yo me pedí una hamburguesa
enorme y riquísima, con papas y gaseosa grande. Marisa se pidió un doble cuarto de
libra.
Cuando terminamos de comer era temprano, así que salimos a caminar por la avenida
Corrientes. Marisa me contó que siempre que andaba por ahí le pasaba algo raro. A mi
lo único que me había pasado por Corrientes fue de darle por error 10 pesos a un
linyera, encontrarme con Nazarena Vélez y caerme por ahí caminando borracho al salir
de un antro.
Entramos en un par de librerías. Pregunté por el libro de Lipovetsky, pero no lo tenían
en ninguna. Después Marisa quiso ir a ver que había en donde antes estaba Camelot, así
que nos alejamos un par de cuadras más. En un momento miró el reloj y vio que era
hora de salir para el cine. Nos habíamos alejado una 4 o 5 cuadras así que teníamos que
caminar más rápido. El problema es que de repente mi cuerpo empezaba a experimentar
los efectos de tanta voracidad. Así como si nada una sensación de indigestión se
apoderó de mí y sentí que el estomago me iba a explotar.
- Estoy muy lleno… - Le dije a Marisa, que mas o menos me arrastraba de la mano
hasta el cine. – Caminemos más despacio.-
Pero no había tiempo, si llegábamos tarde no nos iban a dejar entrar a la función, lo
decía en las mismas entradas. Así que hice un esfuerzo y camine hasta la puerta del
Cosmos como pude.
Cuando entramos al cine, me encontré con una escalera empinada. La escalera tenía una
especie de silla que funcionaba con un motor y servía para subir a la gente
discapacitada.
– Estaría bueno que me bajen la silla esa así puedo subir – Le dije a Marisa. Ella se rió
pero yo lo deseaba enserio. Finalmente tuve que subir la escalera a pie.
En cuanto entramos a la sala, note que ésta era bastante chica y la pantalla también. El
lugar me hacía acordar por la ubicación de todo y la forma, al teatro/bar Alcatraz, en la
avenida Rivadavia. Se lo dije a Marisa, pero a ella no le importó porque no conoce
dicho bar.

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Nos sentamos en el medio de la sala. Al lado mío tenia a una piba que estaba con un
tipo de unos, no se, cuarenta o cincuenta años. El tipo estaba sorprendido de lo viejo que
era a comparación del resto de la sala, y se lo decía a la chica que había ido con él. Sería
la hija supongo…
Y sí, la mayoría de la sala era gente joven. Pero no cualquier gente joven, la mayoría
usaban gafas de marco grueso y creo que muchos de los que las usaban podían ver bien.
Era la típica fauna BAFICI: Jóvenes de clase media o media alta, con gustos
extravagantes y vestimenta “vintage”. Lo que los yankees suelen clasificar como
hipsters… en concreto, una especie de conchetos de gustos elitistas, interesados
particularmente por las expresiones artísticas. Marisa también notó la cantidad excesiva
de anteojos.
– Están todos ciegos acá…- Me dijo.
Yo no pude prestarle mucha atención. A pesar de que había aire acondicionado, estaba
transpirando y me sentía terrible.
- Hace el re calor. – Le dije a Marisa. Sin embargo ella y el resto de la sala tenía frío.
Probablemente me había subido la presión por todo lo que había comido. Estaba
sufriendo.
En la pantalla se veía un logo de Blu-Ray que no se iba. Se empezaron a proyectar las
publicidades y todo el mundo estaba inquieto porque el logo seguía ahí. Lo que faltaba
era que toda la película estuviera marcada con la palabra Blu-Ray al costado.
Por suerte esto no paso, ya que cuando terminaron las publicidades, el logo desapareció
y la película comenzó a proyectarse impoluta.

Si tuviera que resumirla, básicamente “The Day of Ants in the Sky” es un drama yakuza
con tintes de romance, humor negro y un poco de gore. Una película muy llevadera y
entretenida, con buenos efectos y una calidad técnica y actuaciones más que decentes.
Lo que mas me gustó de esta película es que al final uno se queda con la idea de que
teniendo una buena historia, a pesar de contar con un bajo presupuesto, se pueden hacer
cosas muy interesantes.
Para cuando había terminado me sentí motivado y aliviado. Ya no me sentía mal para
nada. La experiencia BAFICI al fin de cuentas había tenido un mucho mejor comienzo
del que esperaba en un principio.

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UNA PORNO GAY, BASICAMENTE…

Era jueves a la mañana y estaba en la universidad. El día anterior había ido con mi novia
a sacar las entradas anticipadas para el BAFICI. Una de las películas que iba a ver era
“L.A. Zombie” de Bruce LaBruce. La sinopsis parecía interesante: “Divertida,
asquerosamente sexual y con su dosis de crítica social, ‘L.A. Zombie’ provoca y excita a
su público con unos ‘muertos que caminan’, pero no se limitan a dar pasos, sino que
generan toda una orgía de entretenimiento”.
Estábamos en el recreo y le conté a algunos de mis compañeros sobre las películas para
las cuales había sacado entradas. A ellos como a mí, esta sinopsis les llamó la atención.
Hablando me di cuenta que en definitiva era de los pocos que había sacado entradas
hasta el momento y como mis compañeros no habían llegado a leer las sinopsis de las
demás películas, y dentro de todo saben que suelo analizar y leer sobre lo que voy a ver
al cine antes de ir a verlo, ellos confiaban ciegamente en que basaba mi elección en
conocimiento previo sobre el director o la temática. Además, la palabra “zombie” en un
titulo de ya de por sí tiene una connotación positiva y llama la atención
indefectiblemente a todo fan del cine bizarro y gore. La realidad sin embargo era
diferente, porque yo había leído lo menos posible sobre las películas para las cuales
había sacado entrada, incluida “L.A. Zombie”. No quería arruinar la experiencia, quería
que el azar jugara una buena parte en la selección. De esta forma todo sería más
sorprendente y natural, mas decepcionante o por el contrario, mas gratificante. En el
fondo, en realidad, ahora que lo pienso, este azar era un azar premeditado, era parte del
plan… pero ellos no sabían de esto y como corderos cayeron en la engañosa sinopsis y
el titulo llamativo.
Era viernes a la madrugada y al día siguiente iría a ver “The Day of Ants in the Sky”.
Estaba conectado al Messenger cuando un compañero se conectó y me escribió:
- ¿Vos recomendaste “L.A. Zombie”? Es la peor película que vi…-
Le dije que no, que simplemente la había mencionado, pero que no tenia ni idea de que
se trataba. Pensé que estaba exagerando.
- Es muy mala… la gente se levantaba y se iba. Mejor no te cuento nada. Mirala.- Me
dijo después. –Si yo hubiera ido solo, me iba. -
Él con otros compañeros había ido a verla ese mismo viernes y habían vuelto
asqueados. Yo no podía creer que fuera tan mala. Pero estaba equivocado…

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Ya era domingo, 10 de la mañana. Marisa y yo habíamos dormido juntos después de la
noche anterior con “The Day of Ants in the Sky”. Estaba algo cansado y pensaba que ir
al cine tan temprano en realidad es algo que va contra de mis principios. Para mí al cine
se va de noche… pero bueno, la función de ese domingo era a la única que podía asistir
para ver la película de Bruce LaBruce… y necesitaba saber que tan mala era para poder
escribir al respecto.
Nos tomamos el colectivo que nos deja en Abasto, y caminamos algunas cuadras por
Corrientes. Era un día hermoso, estaba calido y se prestaba para salir a disfrutar la tarde.
Llegamos temprano al cine y recuerdo que se nos hizo esperar antes de entrar. Como no
habíamos almorzado nada, compré unos nachos y gaseosas para comer y tomar durante
la película. Pagué y la chica que atendía se había olvidado de darme las cosas… la
compra tardó tanto que cuando ya tenía todo, la gente ya había subido a la sala. Cuando
entramos, ya estaba todo bastante lleno, así que tuvimos que sentarnos en una de las
filas de adelante, aunque por suerte no tan adelante sino la experiencia hubiera sido
fatal. Mis ojos estarían hoy en el mercado negro de ojos, manejado por terroristas
musulmanes, como todo el mundo sabe… ya habrían sido transplantados en las cuencas
de algún hipster de gafas de marco grueso, arrepentido de haberse jodido la vista
mirando al sol por diez minutos para usar anteojos y parecer mas intelectual.
Reflexioné un rato sobre por qué se harán salas de cine con filas tan adelante, si en
definitiva no se puede ver nada de tan cerca. Deduje que todo es una cuestión de plata.
- Llévense mi hígado pero no mis ojos… son lo mejor que tengo.- le dije al
acomodador, que me sonrió cómplicemente y luego se fue. Mire para adelante. “Por
suerte”, pensé… “adelante mío no hay nadie. Es lo bueno de estar en estas filas.”. Sin
embargo los subtítulos nunca llegaron. Apenas había diálogos en toda la película.
Recuerdo que en las dos butacas de al lado mío habían dos amigos sentados. Mas tarde
no podía dejar de reír, imaginando toda la situación: habían ido a ver una buena peli de
zombies bizarra, onda ochentosa, con algo de perversión y minas en bolas. Un clásico…
Sin embargo, al igual que los subtítulos, las minas nunca llegaron… Para el final de la
película, la relación entre los dos amigos habría cambiado drásticamente. Decidirían
nunca mas volver a hablar de la película y borrar ese día de sus memorias para siempre.
Otros en la sala, pensé, hubieran preferido sentarse mas adelante, o directamente donar
sus ojos a los terroristas musulmanes después de la experiencia. Y escribo todo esto
porque básicamente “L.A. Zombie” es una porno gay. Una porno gay mala, que se
resume en la primera secuencia:
Un ‘zombie’ – linyera con mucho músculo sale del mar en pelotas (Esto me hizo
acordar inmediatamente a la película “The Girl from Monday”, otro chasco que me
fume en Mar del Plata). El camarógrafo hace un paneo trabado con un trípode al que le
falta aceite y una cámara digital con mucho ruido electrónico nos muestra que el
‘zombie’-linyera hace dedo en la ruta hasta que le para un auto. Le abre la puerta un
chico con rasgos afeminados. El auto va por la ruta y de repente la pantalla se pone en
negro, se escucha un ruido de freno (de librería) y después un choque (también de
librería y malo). Vemos el auto hecho mierda, aunque nunca sabemos por qué ni como
es que chocó. El flaco que manejaba esta tirado en la ruta con el corazón afuera, un
corazón bastante trucho por cierto, que parece más una branquia grandota de pescado
que otra cosa. El ‘zombie’ esta en el auto, no le paso nada, aunque por alguna extraña
razón, ve todo invertido verticalmente (¿?). El corazón deja de latir, el chico ha muerto.
El ‘zombie’ ve esto, se acerca al joven… y entonces pela una verga mutante, y lo
empieza a penetrar por la herida. Cuando acaba, eyacula un liquido negro y acuoso… el
corazón del chico vuelve a latir. ¡Milagro! Ha vuelto a la vida. Etc…

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El resto de la película es exactamente igual, solo que con otros muertos. El ‘zombie’,
que de zombie no tiene nada más que un maquillaje azul bastante glam, es en realidad
un linyera esquizofrénico necrófilo (o al menos eso leí después en Internet).
La película termina con una escena de un cementerio y el ‘zombie’ desenterrando el
cadáver de alguien llamado Law (Ley en inglés), quizás aquella ley que “ha muerto”
para toda esa gente desamparada que vive en las calles de Los Ángeles… una metáfora
tan pretenciosa, sinsentido y bizarra como el resto de la película.

No pude aguantar la risa. De hecho, creo que me reí durante toda la función. No podía
dejar de imaginar que escribirían mis compañeros al respecto, considerando que muchos
habían sacado entrada solo para ver esa película. También los comentarios de la sala me
tentaban en demasía. “La única mujer que aparece en los créditos es la maquilladora”
escuche por ahí… otros increpaban al que los llevo a ver la película: “Eh… ¿y por qué
nos trajiste a ver esto?”. No sabían si había sido un simple error, o era la forma de su
amigo de revelarles que era homosexual… un zombie homosexual necrófilo.
- Creo yo, - le dije a Marisa riendo – que tendrían que prohibir la utilización de ciertas
palabras y oraciones en los títulos de las películas. Por ejemplo: zombie, zombies,
aventuras, locas aventuras, vampiros y todas las que indiquen explícitamente algún
género en específico. Son palabras muy jodidas para un titulo, pueden ser muy
engañosas. -
Al fin de cuentas la sinopsis no había sido más que una broma cruel, de la que creo que
todos en la sala nos sentimos parte. Por suerte para mí, la experiencia había resultado
bizarra y divertida. Marisa la había pasado bastante bien también. En definitiva
sabíamos que nos quedaban dos películas más, que era poco probable que fueran peor
que esa…
Ahh, y sí, es una de las peores películas que vi en mi vida, tanto en cuanto a la trama
como técnicamente. Aunque no puedo negar que eso la hace a la vez muy graciosa. Me
hizo pensar que para uno llegar a ser proyectado en una sala de cine y ser aclamado
como genio y artista independiente, importa más el nombre y apellido que otra cosa.
Cuando dejamos el Abasto me sentía muy lleno otra vez. Los nachos me habían caído
pesados. La situación era inversa a la del sábado: entre a la sala bien y salí indigestado.
- La próxima vez mejor no compro nada para comer en el cine. – Le dije a Marisa.

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ANIMACIONES EXISTENCIALISTAS DEL FUTURO

“Estaré mostrando y diciendo aleatoriedades sin sentido en Tokyo” escribió David


O’Reilly en su web. Él es el autor de los cortos animados que iba a ver el miércoles 13
en el BAFICI. “Por fin, alguien honesto” pensé. Lo único que sabía de este pibe es que
nació solo tres años antes que yo y que modela en 3D con una calidad que poco se
acerca al realismo al que tanto tienden las producciones grandes como Pixar. Por los
escuetos trailers que había visto, sabía que se tiraba más por una onda lowpoly de
videojuego de los ’90, usando música en 8 o 16 bits. Algo muy “a la onda”, en ciertos
ámbitos de la cibercultura. En este momento se me viene a la cabeza en particular, el
nombre de un artista digital llamado Cyriak.
Ese miércoles comí con mi novia en casa y salimos con menos tiempo de anticipación
hacia el Hoyts del Abasto. La noche estaba fresca y nublada. El cielo daba indicios de
que iba a llover. Tenía una mala sensación, que me incitaba a no ir a la función, como
que algo iba a pasar. Ya de por sí, un día de semana a la una de la madrugada, no me
parecía un momento pintoresco para andar dando vueltas por el Abasto.
Tomamos el 128 y le pregunté al colectivero si pasaba toda la noche:
- No, el último sale de acá a las 12 y media. – Me dijo. Eso significaba que nuestras
chances de volver en colectivo se complejizaban un poco. El 160 también nos traía de
vuelta, pero bueno, tendríamos que caminar más de 6 cuadras para tomarlo… y esperar
que pase. Podría tardar de media hora a una hora, con suerte. Las monedas tampoco nos
sobraban para hacer combinaciones. Pero bueno… el problema de la vuelta sería algo
para lidiar mas tarde.
Llegamos temprano, y ni bien pisamos la puerta del Abasto, se largo una lluvia
torrencial. Más complicaciones se sumaban para nuestra vuelta. Subimos a la sala y
compre solamente una gaseosa porque tenía algo de sed. Nos cortaron los boletos y nos
hicieron hacer una fila para entrar. Aparentemente, un anciano había tenido un infarto
dentro de la sala… y entre que sacaron el cuerpo y acondicionaron la sala nuevamente,
pasó un tiempo considerable.
Mientras tanto yo elaboraba una teoría social irrefutable: “La mayoría de la gente tiene
rasgos faciales que surgen de un grupo de modelos de cara en común, a tal punto que si
te pones a ver a la distancia a la gente que viene hacia vos, vas a poder encontrarles un
parecido importante con personas que conocés de otros lados”. Le comente mi teoría a
Marisa y nos pusimos a ensayarla. Era sorprendentemente efectiva. Nos reímos por los

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parecidos que encontramos y la demás gente en la fila nos miraba como si estuviéramos
locos.
Finalmente, al cabo de varios minutos, nos dejaron entrar. La cosa se puso algo densa
cuando una pareja joven adelante nuestro se quiso colar con entradas que tenían impresa
otra fecha. Según ellos, las entradas estaban falladas. Por suerte nosotros pudimos
ingresar sin problema y seleccionar los mejores asientos para ver los cortos: aquellos
donde el olor a muerto que había dejado el anciano no era tan penetrante. Recuerdo que
aun después de estar sentados y con la película a punto de empezar, podíamos seguir
escuchando a la pareja discutiendo en la puerta de la sala. No se si al final los habrán
dejado entrar o no.

Tengo que admitir que me gusto mucho el trabajo de David O’Reilly. En ámbitos
generales al menos. Podría decir, más específicamente, que al menos un 60% de sus
cortos me gustaron. Y dado que los cortos proyectados: “Animal”, “WOFL 2106”,
“?????”, “RGB XYZ”, “Please say something”, “Floaters”, “Octocat adventure”,
“Black Lake” y “The External World” (espero no olvidar ninguno) forman
prácticamente toda su obra hasta el momento, puedo afirmar que soy un reciente
admirador del trabajo de este pibe.
Resumidamente, las historias de O’Reilly hablan de personajes animados monstruosos
con sentimientos y problemas existenciales que puede tener cualquier ser humano. Todo
esto contado con un humor entre nerd y absurdo que causaba la risa exagerada de una
buena parte de la sala. Por cierto, esa buena parte estaba colmada de los jóvenes de
gafas de marco grueso. Es otra cosa común de esta gente que olvide mencionar
anteriormente: la práctica de reír exageradamente en público ante chistes absurdos y/o
intelectuales, que requieren cierto grado de conocimiento para ser entendidos, pero que
no necesariamente son tan graciosos. Lo que no todo el mundo sabe, sin embargo, es
que el motivo de sus risas no es el de expresar alegría o entretenimiento. No. Esta clase
de personas se ríen simplemente para demostrar que han entendido de lo que habla el
personaje o el autor cuando hizo el chiste. Muchas veces, esas risas no son simplemente
exageradas, sino que son directamente actuadas… ocultando la verdadera ignorancia.

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Se ve que la chica de atrás nuestro había notado este exagerado jolgorio general:
- Bueno, no es para reírse tanto. – La escuche decir indignada después de un chiste que
consistía en la simple mención de los canales RGB y Alpha.
Por suerte las risas pararon y se fueron haciendo cada vez mas moderadas. Cuando
terminó la función todos aplaudimos y nos quedamos con ganas de más. Yo estaba
motivado. Si este pibe había podido hacer algo tan sencillo pero a la vez tan genial e
inspirador, ¿Por qué no podía yo hacer algo semejante?
En tan solo una hora se me había presentando un sinfín de recursos que nunca había
visto en el mundo de la animación y que eran tan sencillos que jamás se me hubieran
ocurrido. Por ejemplo mostrar la imaginación de los personajes mediante el uso de
wireframes, o animar modelos prácticamente hechos de figuras geométricas, pero
dándoles un peso dramático que los convertía en seres entrañables, a pesar de hacerlos
hablar con la voz de robot del Microsoft Sam. Y esas historias no eran complejas, eran
cosas diarias, que son tan mundanas que pasan desapercibidas. Definitivamente durante
esa hora había visto el laburo de un genio, que estaba escribiendo un nuevo lenguaje en
el mundo de la animación. O al menos así lo sentí yo.
Cuando salimos de la sala, llovía peor que antes. El problema de la vuelta me acechaba
otra vez. ¿Cómo íbamos a hacer para caminar 6 cuadras bajo esa lluvia torrencial? Mas
encima, no me sobraba el abrigo como para andar canchereando y Marisa estaba algo
resfriada así que decidí que lo mejor sería tomar un taxi y pagar lo que hubiera que
pagar. El problema es que como nosotros, otra veintena o treintena de personas estaban
en la misma, corriendo por la vereda, metiéndose debajo de techitos para evitar la lluvia
y parando a todos los taxis que llegaban. No fue hasta que me impuse en una esquina
que pude parar y meterme en uno de los tantos taxis que, por suerte, andaban por la
zona en ese momento.
- Para Valentín Alsina. – Le dije al tachero, quién luego me pregunto a que parte de
Valentín Alsina iba. – A 20 cuadras del puente Uriburu. –
- Ah no, yo no cruzo el puente. – Me contesto el taxista. Era un problema. Lo mejor
sería entonces que nos dejara en Pompeya, para de ahí tomar otro colectivo que nos
dejara en mi casa. El tema es que Pompeya a las 2 de la mañana es peor lejos que el
Abasto. Pero bueno… en ese momento no se me ocurría otra cosa, así que le pedí que
vaya hacia Pompeya.
El taxista arranco y avanzo un par de cuadras hacia el lado de Medrano, cuando se me
ocurrió una mejor idea.
- ¿Podría ir hasta Medrano y seguir a algún 160 para dejarnos en la parada y que nos lo
tomemos? – Me tire el lance de preguntarle al tachero, que sorpresivamente me contestó
que sí. Se ve que él tampoco tenía muchas ganas de ir para el lado de Pompeya, por más
que el viaje le dejara mas guita.
El taxista siguió su camino hacia Medrano, pero entonces, al estar a unas cuadras, veo
un 128 que pasa con rumbo a mi casa.
- ¿Podes seguir a ese 128 - le dije al taxista. Y este lo hizo. La parada del 128 en
Medrano y Corrientes es compartida con el 160. – Fijate si lo podes pasar y dejarnos en
la parada así nos subimos. – El tachero aceleró y se planto adelante del colectivo en una
maniobra casi de película, mientras yo rápidamente miraba el cronometro y sacaba la
plata. Eran 13 pesos, así que saque 15. Por suerte tenía cambio dentro de todo.
El tachero agarro justo el semáforo y nos dejo adelante del colectivo en Medrano y
Corrientes. Excelente. Le di los 15 pesos y le dije que se quedara con el vuelto. Marisa
y yo nos bajamos rápidamente del taxi y nos subimos al colectivo sin mojarnos un pelo.
- ¡Que divertido! – Dijo Marisa. Lo había sido, y al final todo había salido perfecto.
Tanto que cuando llegamos a casa ya no llovía. ¿Que mas podía pedir?

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LA EXPERIENCIA BAFICI

Para el final de mi experiencia BAFICI había dejado la función que yo creí que
resumiría el festival: “Cat Effekt”. La duración de esta película sin embargo era de 40
minutos por lo que se proyectaba en una función doble, después de otra que ni siquiera
figuraba en la guía del festival: “O Somma Luce”.
Mi plan inicial, como toda buena teorización de la realidad (o al menos de un fragmento
de ella) se había ido desvirtuando a lo largo de la experiencia práctica. Una tras otra
función había ido obteniendo sensaciones opuestas y confusas al abandonar la sala. No
había una dirección o hilo conductor con el que sintiera que pudiera encajar toda la
experiencia como una sola, con un único sentido. Esto era para mí un verdadero
problema.
Era el último sábado del festival y yo estaba solo. A mi novia se le había hecho tarde
para venir a casa y habíamos quedado entonces en encontrarnos en el Abasto para ver la
película del gato. Viajé en colectivo y subte de por medio, ella estaría allá.
Yo llegué temprano, ya que vivo relativamente cerca de capital. Mi novia me pidió que
la esperase en la puerta de la sala y eso hice. Cuando ella llegó entramos y por suerte
nos dimos cuenta que no nos habíamos perdido mucho de la primera película. De hecho,
la pantalla estaba todavía a oscuras. Lo único que se escuchaba era una música
electroacústica que luego nos enteraríamos, era una obra de Varese.
Cuando pasaron más de tres minutos de pantalla negra y música electroacústica, me di
cuenta de que esa era la película… “¡Que genialidad!” pensé, “Una película donde no
ves nada.” y si la película hubiese terminado ahí hubiera sido una experiencia
extravagante pero ingeniosa. Pero no. Después de seis minutos de pantalla en negro,
aparece un tipo con una bufanda roja, sentado arriba de un pedazo de una maquina
agrícola, en un campo abandonado y con un pelo enrulado muy gracioso… recitando un
texto de Dante. Y después de eso un plano de un cielo con un paneo. Después de vuelta
el tipo, y después el paneo. Y así repetidamente hasta que termina de recitar todo el
texto. Finalmente los créditos, y bueno… eso era todo “O Somma Luce”.
Algunas pocas personas empezaron a aplaudir en la sala y entonces de repente pasó algo
que no me esperaba. El actor de la película, acompañado de una organizadora y una
traductora, se acercaban al escenario de adelante para hablar. Una sensación conocida
me recorrió el cuerpo y me recordó de cuando presenté mi corto en el Buenos Aires
Rojo Sangre. Sentí vergüenza ajena por el actor, que debía dar la cara ante la gente que
había quedado muda ante su ‘papel’ en la película. “El director”, pensé, “se habrá dado

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a la fuga”. Pero para entonces algo que no había pasado en ninguna otra función del
BAFICI, estaba pasando en esta:
La línea divisoria, entre NOSOTROS, los espectadores y ELLOS, los artistas, se diluía
irremediablemente. Ahora éramos los espectadores pasivos los que teníamos la
oportunidad de cuestionar a los creadores activamente, de hostigarlos por el sin sentido
y la superficialidad de sus obras… de burlarnos y darles a conocer nuestras criticas. En
cierta forma sentí que ya no podía diferenciar entre el pobre hombre que pasaba a
contestar preguntas y que ni siquiera era un actor (como reveló después era simplemente
un profesor de filosofía) y yo. Entonces me dieron ganas de esconderme debajo de un
asiento, o irme de la sala…
Pero entonces cuando agarró el micrófono entendí que este tipo que hablaba mitad
italiano y mitad en francés era un personaje muy extrovertido y peculiar. Rápidamente
comprendí que la diferencia entre él y yo era que, a diferencia mía, él no tenía miedo a
las críticas, a la burla, o el desprecio. No le importaba. La estaba pasando de maravilla
ahí adelante, hablando de cualquier cosa, sacándole el micrófono a la traductora, sin que
nadie le entienda lo que decía. Pero a él no le importaba nada de eso. Por esa actitud se
ganó la simpatía de toda la sala y al fin de cuentas, nadie termino preguntándole nada
muy incisivo. El tipo se termino yendo entre aplausos y medio a las apuradas, porque
quería seguir hablando pero la próxima función debía comenzar.

Y ahí estaba: “Cat Effekt”.


Una chica rubia y extraña en Moscú, perdida entre un montón de gente igual o más
extraña que ella. Teniendo charlas sin sentido entre ellos. Interactuando erráticamente.
Cantando. Saludándose a si misma al espejo. Viajando por el transporte público, para
finalmente asistir a la función de una película con toda esa gente extravagante que se
fue encontrando en el camino. Un loop de un gato caminando por la calle que, por obra
del azar ha adquirido un tono de color dorado. “Aleatoriedad sin sentido”. El azar como
un factor que se nos escapa al control, pero a la vez conforma inevitablemente parte de
todo proceso creativo, de toda decisión que tomamos.

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Entonces en medio de la película, en un flujo de conciencia, sentí que todo comenzaba a
hilarse de alguna manera caótica. Y me acordé de mi plan fallido para hacer de la
experiencia lo que yo deseara que fuera la experiencia. Y me acorde del libro de
Lipovetsky: “La Era del Vacío”, que había andado buscando por el shopping y por
Corrientes sin éxito. Me acorde de lo que hablaba ese libro, del hombre postmoderno,
de Narciso. Y me di cuenta de que la chica en la pantalla, actuando erráticamente,
hablándose sola al espejo y yendo a la exhibición de una película sin sentido, era en
realidad una representación de NOSOTROS.
NOSOTROS éramos Narciso, viéndose en un espejo enorme que es la pantalla de
cine…
“Al fin y al cabo, TODOS formamos parte constante e inconscientemente del culto a la
imagen… a lo superfluo, que es aquello que se planta sobre la pantalla de cine, en
movimiento y con colores. Porque en sí, el cine no es más que imágenes en
movimiento.” Pensé.
A pesar de las acreditaciones, y el formar o no parte del circulo del cine independiente,
en definitiva tanto ELLOS como NOSOTROS somos partes de una misma cosa. Una
misma masa uniforme, con características en común. Con modelos en común. Con un
tipo de subjetividad en común. Con un vacío en común…
Un montón de vidas, que como las historias de la pantalla, carecen de un sentido
sencillo y fácilmente abarcable. Porque por mas que intentemos encontrarlo o
forzárselo, ese único sentido no existe. Al final de la historia, toda explicación que
podamos darle no termina siendo más que una mentira. Una preconcepción de la
experiencia, para hacer que la experiencia sea lo que nosotros queremos que sea. Una
teorización de la vida, que siempre se termina deshaciendo en la práctica… porque
siempre vamos a tener en juego un factor aleatorio y caótico que se nos escapa de las
manos… como pasó con el efecto dorado del gato.

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PROLOGO−EPILOGO

Cuando terminó de proyectarse “Cat Effekt”, los directores de la película, Melissa


Dullius y Gustavo Jahn, pasaron adelante para contestar a las preguntas del público. Los
dos directores eran brasileros, por lo que a pesar de tener a un traductor, yo les entendía
bastante bien. A Marisa y a mi nos había gustado una de las canciones que tenía la
banda sonora, y que por alguna razón no figuraba en los créditos. Finalmente Marisa me
convenció de que les pregunte a los directores que banda era.
Al salir de la sala, Melissa me anoto en un afiche de su productora el nombre de la
banda y me dijo que si iba a la proyección del día siguiente en Belgrano, tal vez podía
pasarme un CD. Se lo agradecí, pero no iba a ver la película nuevamente al otro día y
menos que menos en Belgrano. Ella lo entendió.
Finalmente Marisa y yo nos retiramos del Abasto y compramos afuera algo de comer ya
que teníamos un poco de hambre. Ella había marcado una función gratis al aire libre del
BAFICI que se daba en plaza San Martín y me pregunto si tenía ganas de ir a verla. Le
dije que sí, y entonces nos tomamos el colectivo 124 hasta la facultad de derecho.
La película se llamaba “The Apple and the Worm” y se iba a proyectar con otro par de
cortometrajes que se habían pasado en la Expo Toons. La proyección era a las 7 y media
pero llegamos media hora temprano, a pesar de que me costo un poco encontrar el lugar
donde se proyectaba.
Ya en la plaza, nos tiramos uno al lado del otro en el pasto frente a la pantalla y nos
quedamos mirando un par de veces las publicidades del festival, riéndonos de algunas
escenas de películas que no pudimos ver. Muchos chicos andaban dando vueltas y, dado
el terreno empinado, se arrojaban por el pasto rodando hacia abajo.
Yo me puse la campera de almohada y me quede mirando el cielo. Estaba oscureciendo
y poco a poco estaba refrescando. La película al fin estaba por empezar, y el BAFICI
para nosotros dos estaba llegando a su fin.

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