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Lecturas: Educación Física y Deportes, Revista Digital Página 1 de 5

La metodología observacional en
el deporte: conceptos básicos
María Teresa
Anguera Argilaga
Ángel Blanco
Villaseñor
JoséLuis Losada
López
Antonio Hernández
Mendo
(España)

Facultad de Psicología - Universidad de Barcelona

Los autores de este trabajo pertenecen al proyecto de investigación denominado Diseños Observacionales, que dirige la
Dra. María Teresa Anguera Argilaga en el Departamento de Metodología de las Ciencias del Comportamiento de la Facultad de
Psicología (Universidad de Barcelona) y que ha sido considerado Grup de Recerca Consolidat 1998 de la Universidad de
Barcelona por la Comissió de Politica Científica de la Universitat de Barcelona el 2 de marzo de 1998 La dirección del grupo de
observación es http://www.ub.es/ogrc/GCDISOBSER.html. Asimismo pertenecen al proyecto de investigación nacional (DGES)
denominado Desarrollos metodológicos del proceso de evaluación en contextos naturales: una aplicación en
actividad física, dirigido por la Dra. María Teresa Anguera Argilaga dentro del Programa Sectorial de Promoción del
Conocimiento (Área de la Salud).

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 5 - N° 24 - Agosto de 2000

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1. Metodología observacional y deporte: objeto y características

Al finalizar un partido de fútbol o un partido de baloncesto se suministran unos estadísticos al


entrenador, a la prensa, etc. que pretenden ser un resumen del partido en forma objetiva y
cuantificable. En este resumen, fruto de una observación, aparecen recogidas, por ejemplo, el
número de faltas, el número de posesiones, el número de canastas o goles o incluso la duración
de los contraataques y de las posesiones. Una de las primeras cuestiones que cabe formularse
es cómo han sido recogidos los datos, si la herramienta a través de la cual hemos recogido esos
datos es fiable, si otro observador que hubiese observado el mismo partido habría obtenido
otros datos... Estas diatribas nos sitúan ante las cuestiones clave de la observación, una de las
cuales será "Técnica de Observación" frente a "Metodología Observacional"

La metodología observacional constituye una de las opciones de estudio científico del


comportamiento humano que reúne especiales características en su perfil básico.

El objeto de estudio es el individuo inserto en cualquiera de sus ámbitos de actuación


habitual, del cual conviene captar la riqueza de su comportamiento (es decir, plasmar la
espontaneidad de su conducta, la cual puede estar referida a un partido de fútbol, de tenis o a
cualquiera de los ámbitos donde se produce la actividad físico-deportiva) con insistencia por la
perspectiva idiográfica, de forma que este individuo (puede ser también una unidad de
observación, esto es, la línea de delanteros del fútbol, la línea de zagueros del voleibol, un
equipo, etc.) desempeñe sus diversas actividades (o, lo que es lo mismo a nivel procedimental,
ejecute conductas) en diversos contextos naturales, mediante un instrumento elaborado ad hoc,
y siendo preferible que pueda llevar a cabo su seguimiento diacrónico a lo largo de un tiempo
relativamente prolongado (sea un proceso educativo, terapéutico, de crecimiento personal, de
entrenamiento deportivo, de competición, etc.).

Se dispone de un margen de actuación entre máximos y mínimos del cual hay que
aprovechar todas las posibilidades y rentabilizar los recursos disponibles a efectos de
investigación. Habrá que barajar con el cumplimiento de los requisitos básicos que puede
ofrecer cada uno de los planteamientos de investigación que se llevan a cabo sometiéndose a
una saludable autodisciplina que en ningún caso implica un mecanismo deformador, sino que,
por el contrario, va a facilitar el proceso de avance del conocimiento. No podemos olvidar que la
máxima de la Metodología Observacional es la especial combinación de flexibilidad y rigor, como
las dos caras de una misma moneda. Y deberá tenerse igualmente muy claro que los
potenciales estudios que, en virtud de su objeto y/o planteamiento, no se ajusten a los mínimos

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requeridos, probablemente tendrán abiertas otras puertas, aunque no se contemplan en el


panorama de la psicología científica.

La Metodología Observacional, cuya expansión es innegable en las últimas décadas, y cuyo


carácter científico se halla perfectamente avalado (Sackett, 1978; Suen & Ary, 1989; Anguera,
1990; Riba, 1991; Bakeman & Gottman, 1997), requiere el cumplimiento de unos requisitos
básicos, que son la espontaneidad del comportamiento, que éste tenga lugar en contextos
naturales (dentro del ámbito del deporte y de la actividad física serían aquellos contextos donde
se produce habitualmente la actividad, el terreno de juego o la cancha), que se trate de un
estudio prioritariamente idiográfico, la elaboración de instrumentos ad hoc, que se garantice
una continuidad temporal, ... amén de un último requisito que ha dado lugar a interesantes
polémicas, como es la perceptividad del comportamiento, que para algunos autores se requiere
en grado máximo (observación directa, o de conductas manifiestas), mientras que para otros
bastaría que fuese parcial (observación indirecta, o de conductas encubiertas). Por otra parte, y
sin que se trate propiamente de requisitos, pero vinculados a ellos, se hallan las características
del objeto de estudio y el tamaño de las unidades.

Incluimos un breve comentario sistemático de cada uno de tales requisitos:

1.1. La espontaneidad del comportamiento, que implica la ausencia de consignas o de la


preparación de la situación. Si el flujo de conducta del individuo, acotado de acuerdo con
nuestras expectativas de estudio (ejecución de determinada actividad -un partido de fútbol, de
tenis, de voleibol, etc.-, reacción ante determinadas contingencias del entorno -acciones
defensivas u ofensivas-, iniciativa en la producción de determinadas respuestas -estudio de las
conductas estratégicas ante la pérdida de la posesión, etc.), es nuestro objeto de investigación,
resulta obvio que la realización de dichas conductas obedezca a una producción de
comportamiento del individuo no restringida por grados de libertad impuestos por el
investigador.

1.2. Complementariamente al anterior requisito, la producción de conducta ha de tener lugar


en contextos naturales, garantizando la ausencia de alteraciones provocadas de forma
intromisiva. La realidad del contexto natural implica que las conductas objeto de estudio forman
parte del repertorio del individuo estudiado y se hallan incardinadas en el flujo de conducta, en
una situación de entrenamiento, de competición, de enseñanza-aprendizaje, en el proceso
discursivo, en la sucesión en la expresión de sentimientos, en la continuidad de una
psicoterapia, ... Desde un punto de vista puramente metodológico es importante tener en
cuenta cómo en los estudios realizados en contextos naturales (Tunnell, 1977) las diferentes
dimensiones relevantes se ordenan y distribuyen en cada nivel de respuesta del individuo, y sin
interferencia en la metodología seguida. Como consecuencia (Anguera, 1991a), se debería
constatar que: a) la conducta es extremadamente sensible respecto de variables diversas
(físicas, sociales, organizativas, etc., del entorno en que se inscribe; b) la conducta y el contexto
implican múltiples interacciones de variables, cuya interrelación está sometida a un dinamismo
constante; y c) la conducta, analizada en bloques amplios, tiende a presentar ciclos o
tendencias repetitivos, por lo que no pueden ser considerados como independientes segmentos
del flujo de conducta desgajados temporalmente, ya que el significado de una acción depende
de las que le han precedido o de las que le sucederán.

1.3. Que se trate de un estudio prioritariamente idiográfico. La Metodología


Observacional no funciona adecuadamente si es un grupo o colectivo nuestro objeto de estudio,
y la razón de ello no se halla, tal como se había objetado en los años setenta, en la incapacidad
de acceder con precisión al propio flujo de conducta y lograr una transducción adecuada por
motivos técnicos ya que actualmente se pueden aprovechar las indudables ventajas muy
sofisticadas de los recursos tecnológicos de que disponemos. Por el contrario, el problema
radica en la dificultad interpretativa que presentan las interacciones de orden elevado que se
establecen entre los individuos interactuantes (Duck, 1994). No obstante, al término clásico
acuñado por Allport (1942), centrado en el sujeto individualmente considerado, se le han
añadido dos variantes que permiten una cierta flexibilización: Por una parte, se ha ensanchado
su acepción originaria, y abarcaría también pequeñas agrupaciones de individuos (díadas,
tríadas, ..., componentes de una familia, etc.) que mantienen entre sí un estrecho vínculo o

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criterio de agrupación; y, por otra, se ha reducido en el sentido de contemplar tan sólo un nivel
de respuesta (por ej., conducta motriz, conducta reglamentaria, conducta verbal) en un
individuo o en la situación anteriormente mencionada de pequeñas agrupaciones de ellos con
criterio explícito de vinculación.

1.4. La elaboración de instrumentos ad hoc pasa por construir sistemas de categorías que
respondan a un doble ajuste con el marco teórico y con la realidad (Anguera, 1991b). El término
“categoría” es equívoco, aunque no arbitrario, y lo largo de su historia ha dado lugar a
numerosas acepciones, habiendo sido utilizado erróneamente como equivalente a clasificación y
taxonomía, y fue precisamente en la discusión de carácter metodológico que siguió a la
ponencia “Problems of taxonomy and their application to nosology and nomenclature in the
mental disorders”, después del discurso pronunciado por Carl G. Hempel (Zubin, 1961) en la
Conference on Problems in Field Studies in the Mental Disorders (American Psychopathological
Association, 15-19 febrero 1959) en donde el curso del debate llevó a asignarle un nuevo
significado que permitiría proceder de las características observables a la construcción de
sistemas conceptuales. Una categoría existe siempre que producciones distintas de conducta se
le asignen si se justifica su equivalencia teórica, y se puede considerar el resultado de una serie
de operaciones cognitivas que llevan al establecimiento de clases entre las cuales existen unas
relaciones de complementariedad, establecidas de acuerdo con un criterio fijado al efecto, y en
donde cada una de ellas cumple a su vez requisitos internos de equivalencia en atributos
esenciales, aunque pueda mostrar una gama diferencial o heterogeneidad en su forma. Y el
instrumento abarcador de todas las categorías -sistema de categorías- deberá ajustarse a las
exigencias de exhaustividad y mutua exclusividad. Y caben además otras posibilidades que
significan distinto nivel de codificación (Blanco y Anguera, 1991).

1.5. La necesaria continuidad temporal deriva de la mutabilidad del comportamiento


humano, de forma que el continuo cambio producido puede ser adecuadamente estudiado al
incorporar el criterio diacrónico en la recogida de información. Es obvio que un corte transversal
en el flujo de conducta de un individuo proporcionaría datos puntuales, y consecuentemente
insuficientes para el análisis de un proceso terapéutico, de un crecimiento personal durante un
período determinado, o de cualquier cambio madurativo. A su vez, esta continuidad temporal
ofrece la base en que actuará el nivel intersesional del muestreo observacional (Anguera, 1990);
es decir, los criterios de establecimiento de las sucesivas sesiones de observación (o segmentos
de comportamiento a modo de “ventanas” abiertas que se hallarán insertas en el flujo de
conducta de un individuo a lo largo de un período prolongado de tiempo).

2. Criterios taxonómicos de la Metodología Observacional

Vamos a señalar los criterios taxonómicos que consideramos de carácter básico, según el
grado de cientificidad, participación, perceptividad y niveles de respuesta.

2.1. Grado de cientificidad

De acuerdo con este criterio, cabe distinguir la observación pasiva y la observación activa.

z La observación pasiva, también conocida como precientífica, se realiza durante un


período suficientemente prolongado (en muchos casos resulta aconsejable que éste
abarque un tercio del período total destinado al estudio), y se caracteriza por no tener
definido el problema, tener un bajo control externo o grado de sistematización de los
datos, y carecer de hipótesis.

z La observación activa o científica se inicia una vez finaliza la fase de observación


pasiva, ya con el problema acotado, con un elevado control externo y con hipótesis
exploratoria o confirmatoria según se trate de un estudio esencialmente inductivo o
deductivo.

2.2. Según el grado de participación del observador

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En la observación siempre se da la existencia de una díada observador-observado, y la


relación que los vincula es el nivel de participación. La característica más relevante de la
observación directa es la preservación de la espontaneidad del sujeto observado, por lo que la
participación del observador en algún sentido corre el riesgo de vulnerarla. La multiplicidad de
matices que de aquí se derivan permite considerar la participación como una dimensión que
puede hallarse saturada de forma variable, y que posee los límites lógicos de mínima y máxima
carga participativa:

a. En la observación no participante el observador actúa de forma claramente neutra, sin


que, en su caso extremo, ni siquiera se precise conocer al sujeto observado (así, en el
patio de una escuela se puede observar al "niño del chandal azul", o en una competición
deportiva al integrante del equipo que en su camiseta figura el 9), mientras que sobre el
observado no puede pender ninguna restricción, dada la imperatividad de espontaneidad
en su conducta.

b. En la observación participante propiamente dicha. Se da un tipo especial de interrelación


entre observador y observado.

Por lo que se refiere al observador, cabe distinguir entre la figura del investigador que
inspira y planifica el estudio, y el mero observador que efectúa el registro de las sesiones
de observación, aunque es cierto que en ocasiones una misma persona aúna los dos
roles. En el primer caso, es decir, quién planifica las fases y actividades de que consta el
estudio, debe partir de la base de que se trata de una metodología no interventiva, y por
consiguiente no reactiva (Webb, Campbell, Schwartz, Sechrest & Grove, 1981), lo cual
implica un grado de control interno1 mínimo o nulo.

La observación participante propiamente dicha consiste en un proceso


caracterizado, por parte del investigador, como una forma "consciente y sistemática de
compartir, en todo lo que le permitan las circunstancias, las actividades de la vida, y, en
ocasiones, los intereses y afectos de un grupo de personas. Su propósito es la obtención
de datos acerca de la conducta a través de un contacto directo y en términos de
situaciones específicas en las cuales sea mínima la distorsión producida en los resultados
a causa del efecto del investigador como agente exterior" (Kluckholm, 1940, p. 331). Es
relativamente frecuente que una observación que inicialmente es no participante, con el
transcurso del tiempo y las convenciones sociales se vayan conociendo observador y
observado y se transforme en observación participante.

Aunque tradicionalmente se ha favorecido desde diversos ámbitos (Etnografía,


Sociología, Pedagogía, Antropología, ...), resaltando como aspecto positivo el de una
mejor comprensión del comportamiento estudiado y la mejor accesibilidad a los sujetos
observados, encierra el grave peligro de la subjetividad, atribuyendo al(a los) sujeto(s)
observado(s) sus propios sentimientos o prejuicios.

c. La participación-observación resulta de una intensificación de la observación


participante, cuando un miembro de un grupo adquiere la cualidad de observador de otro
(s) perteneciente(s) a un grupo natural de sujetos, como díada entrenador-jugador, o
con una relación interactiva continuada, como profesor-alumno, etc., y aunque implica un
posible sesgo de expectativa, disminuye el de reactividad y aumenta la accesibilidad del
sujeto, y por consiguiente la viabilidad del estudio, pues no hay que olvidar que en
metodología observacional es frecuente el grave problema de falta de acceso al sujeto
observado durante todo el tiempo necesario.

Existen notables diferencias entre el papel del observador participante y del


participante-observador (Babchuk, 1962), referidas, especialmente, a la tarea a realizar,
donde el participante-observador tiene mayor libertad de movimientos, pudiéndose
relacionar con todas las personas de su grupo en sus propios niveles. El significado de
ciertos comportamientos escapa siempre, al menos en parte, a los que observan desde
fuera, mientras que la observación en el propio grupo ofrece, además de la mayor
posibilidad de acceso, garantía de logro de mayor volumen de información.

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d. Auto-observación. En el "continuum" indicado va reduciéndose la distancia entre


observador y observado hasta llegar a la auto-observación, en que coinciden en una
misma persona. La auto-observación implica el grado más elevado de participación en la
observación, donde el observador es a la vez sujeto y objeto.

Tradicionalmente se ha desatado una polémica sobre la auto-observación, en la cual


actúa un doble proceso consistente, por un lado, en atender deliberadamente a la propia
conducta, y, por otro, en registrarla mediante algún procedimiento previamente
establecido. La auto-observación se ha revelado especialmente indicada en el estudio de
conductas que pertenecen a la esfera de la privacidad (por ejemplo, control de conductas
agresivas entre jugadores del mismo equipo, desavenencias con el entrenador, etc.), las
que resultan poco detectables a observadores externos (como sentimientos de timidez,
agresividad controlada), conductas encubiertas (tomar decisiones, reflexionar sobre
determinados argumentos) y aquellas conductas que se supone que están precedidas por
reacciones internas o estados emocionales (como comportarse asertivamente, fumar,
etc.).

Hay que distinguir entre autoobservación de conductas heteroobservables, en que se


puede contrastar con el registro de un observador que sea una tercera persona (por ej.,
número de movimientos incorrectos en sesiones de entrenamiento en gimnasia rítmica,
ya que admitiría, si se graba la sesión, tanto autoobservación como heteroobservación),
de autoobservación introspectiva, que se refiere a vivencias experienciadas en primera
persona (como terrores ante una competición muy importante), y que presenta
importantes riesgos, especialmente el de inferencia desmesurada y el de distorsión.

Como señala Lieberman (1979), la autoobservación e informe de un sujeto sobre sus


sentimientos y pensamientos no deberían diferir de la observación externa de sus
actividades motoras. El problema, en lo fundamental, está en que mientras el primer tipo
de comportamiento no siempre puede ser verificado independientemente, sí puede serlo
el segundo. De aquí que un reparo habitual hacia la autoobservación se debe a las
garantías sobre la calidad del registro cuando se trata de eventos privados inobservables
para otros sujetos. Ahí se podría oponer que el mundo privado es igualmente observable,
aunque sólo para una única persona; y ahí habría que tener presente que el individuo
aprende a dar cuenta de su mundo privado según le enseña la comunidad a hacerlo.

2.3. Grado de perceptividad

El objeto de estudio ofrece amplias posibilidades en muchos ámbitos psicológicos,


educativos, sociales, de actividad física, etc. El motivo radica precisamente en el grado de
perceptividad a que pueda someterse, y consecuentemente, la medida de observabilidad de que
es capaz, y de ahí nuestro convencimiento de que una parte importante de los trabajos de
investigación va a ser posible realizarlos bajo los auspicios de la metodología observacional, Por
supuesto, otros objetos de estudio con un grado parcial o total de capacidad para ser percibidos
e interpretados de forma contextualizada sí serán factibles, y es a éstos a los que nos dirigimos
(Anguera, 1986b), distinguiendo entre observación directa e indirecta, ya que ambas resultan
pertinentes:

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a. La observación directa implica una "transducción" de lo real, gozando de un suficiente


nivel de observabilidad (Anguera, 1986a) y cumpliendo el objetivo de describir la
situación y el contexto. El criterio que aquí probablemente tenga mayor trascendencia
probablemente sea la total perceptibilidad de la conducta.

Corresponde a un objeto de observación formado por conductas manifiestas, y, por


tanto, susceptibles de ser percibidas a través de nuestros órganos sensoriales. Se trata
de un proceso que se inició con la percepción de un evento y/o conducta y/o situación
que dio lugar a un registro determinado, con la única excepción de material textual, o,
del que no siéndolo inicialmente, después es analizado como texto o documento.

Según Longabaugh (1980), es observable la conducta que, si ocurre en presencia de


otro sujeto, tiene la capacidad de actuar como estimulo para dicho sujeto, el cual puede
obtener de ella un registro de conducta. Para Mucchielli (1974, p. 6), "observación es la
percepción de la realidad desde la perspectiva del observador". En primer lugar, para
hacer viable la recogida de datos, tendrá que desencadenarse el correspondiente proceso
representacional, que proporciona un retrato de la realidad -según Bernard (1976, p. 41),
"el observador debe ser como el fotógrafo de los fenómenos"-, y para el cual se precisa
del mecanismo representacional, que actúa selectivamente e implica tanto aspectos
orgánicos (cada individuo, ya que sus representaciones son puras y totalmente propias, y
no pueden ser experienciadas por otra persona) como inorgánicos (mecanismos
autónomos de registro), y se manifiesta mediante signos de diverso orden (sensaciones,
elementos convencionales, etc.) que, en cualquier caso, estarán insertos en un contexto
de representación que fijará las dimensiones básicas espacio-temporales, etc.

El problema y consiguiente pregunta que ello sugiere es: ¿Cómo podría obtenerse
información sobre conductas en el terreno de juego, en la cancha, etc. de las que todavía
no se posee ningún conocimiento? Mediante un mecanismo orgánico deberá
desencadenarse adaptativamente la sucesión de cambios necesarios a lo largo de un
proceso de desarrollo que permitirá la representación del correspondiente segmento de la
realidad y enlazará con el planteamiento inductivo o deductivo de la investigación, que
implica, respectivamente, la ausencia o presencia de un conocimiento previo, y permitirá
adoptar la decisión acerca de cuándo pueden o deben formularse hipótesis en un estudio
observacional.

b. La observación indirecta (denominación no unánimemente aceptada) no constituye un


bloque compacto, sino que incluye tanto el registro de conductas encubiertas que son
susceptibles de elaboración de informes -por ejemplo, los análisis a partir de indicadores-
como el análisis de contenido llevado a cabo a partir de textos documentales
(autoinformes, diarios, conversaciones entrenador-atleta, etc.).

En el análisis de la realidad social ocupan un papel relevante las conductas verbales del
sujeto. Es innegable que, como ser social por naturaleza, la comunicación humana se realiza
predominantemente mediante la conducta verbal, aunque sea igualmente cierto que en la
mayoría de los casos se completa y/o modula en virtud de que actúan otros niveles de
respuesta, especialmente el vocal y el no verbal.

La conducta verbal ofrece la posibilidad de ser analizada desde una doble perspectiva. Por

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una parte, es perfectamente susceptible de observación directa, sola o complementada con


otros niveles de respuesta; pero, por otra, se abre lentamente un nuevo horizonte de
posibilidades si tenemos en cuenta que además de ser directamente perceptible puede serlo
también indirectamente, dado que la interpretación de "lo hablado" puede tener diversos
sentidos en función del contexto, del sujeto emisor, del sujeto receptor, de ambos, ... Es obvio,
además, que la conducta verbal se puede grabar y transcribir, con lo que adopta la forma de
material documental.

La observación indirecta, muy cuestionada desde diversos ángulos, implica la existencia de


conductas encubiertas que requerirán una inferencia y, por tanto, una carga interpretativa que
puede redundar en detrimento y menoscabo de la objetividad requerida en toda metodología
científica. De ahí los recelos que inspira y su carácter un tanto ambiguo a la hora de considerar
su inclusión2 . Sin embargo, y como se indicó anteriormente, en los últimos años se ha avanzado
considerablemente en este sentido, y el estudio de los procesos cognitivos superiores ha
impulsado a empujar los límites que la circundan. En la actualidad, por ejemplo, se está
trabajando en indicadores externos de la conducta intencional de los niños y en autoinformes.
Además, es muy posible que la mejora de las técnicas que permiten su estudio riguroso
contribuya a su progresiva consolidación.

Forman parte de la observación indirecta (Anguera, 1988), entre otras posibilidades, las
mencionadas a continuación, en todas las cuales la originaria conducta verbal se ha
transformado en material documental, motivo por el que le serán aplicables las mismas técnicas
en cuanto al tratamiento cualitativo de datos:

a. Textos documentales obtenidos por la grabación de la conducta verbal de un sujeto, y


que pueden ser sometidos a un análisis de contenido, proceso que corre en paralelo con
el de la observación directa, pero con la diferencia fundamental -que constituye un
indudable riesgo- de delimitación de las unidades lingüísticas (pausas, sintácticas,
estructurales y temáticas) y su codificación.

b. Los datos verbales obtenidos oralmente mediante técnicas diversas (generalmente


entrevistas) implica en parte una vuelta al introspeccionismo desde el momento en que el
sujeto puede estar explicando sus vivencias en un momento determinado. Esta
información, que corresponde a los informes verbales o protocolos, o análisis de tareas,
puede ser igualmente susceptible de análisis de contenido, cada vez más sofisticados, e
incluso contando con el prometedor apoyo de la teoría de grafos. La principal dificultad
sigue siendo de garantía de validez.

c. Los autoinformes, procedentes del registro propio de la auto-observación, deben también


incluirse en tanto en cuanto que se refieren a conductas -en su sentido más amplio- no
perceptibles por heteroobservadores (aunque en algunos casos en la autoobservación se
registre desde la observación directa -por ejemplo, conductas agresivas de un jugador
con el equipo en un período de tiempo-, debiendo contemplarse como tal), y en donde se
externaliza el lenguaje interno de diversas formas, algunas muy características, como los
diarios (por ejemplo, de jugadores o el de entrenadores) o cartas que dejaron escritas
algunos suicidas, y que igualmente deberán someterse al análisis de contenido.

Finalmente, en la observación indirecta se considera igualmente incluido un conjunto


de materiales de registro que desde su origen adoptan una forma diversa, sean
documentos escritos (entre los que se encuentran libros, publicaciones diarias y
periódicas, series estadísticas, diarios autobiográficos, documentos históricos, etc.) y
materiales audiovisuales (como discos, películas, fotografías, videos, etc.), y en donde
ambos pueden ser tanto de carácter privado como público. No obstante, seguiremos
considerando como prototipo el material escrito textual.

2.4. Niveles de respuesta

Se da el nombre de niveles de respuesta a los diversos sectores del comportamiento

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perceptible. Por supuesto, son criterios muy distintos los que se pueden aplicar para establecer
una taxonomía, y así ha ocurrido en las últimas décadas. No obstante, y aún a sabiendas de sus
limitaciones por defecto, sugerimos la clasificación de niveles de respuesta de Weick (1968),
que corresponden al “contenido” de la conducta a observar:

a. La conducta no verbal se refiere a las expresiones motoras que pueden originarse en


distintas partes del organismo. Se trata quizá del área más activa de las recientes
investigaciones en metodología observacional, mostrándose que los movimientos del
cuerpo son índices válidos de distintos procesos psicológicos; además la conducta no
verbal es extremadamente sutil para el registro, siempre que el observador esté
entrenado y adiestrado (Anguera, Blanco, Losada y Sánchez-Algarra, 1999) y sea
sensible a sus manifestaciones. Así, entrenadores no adiestrados en el análisis de la
conducta no verbal no podrían predecir, a través de señales faciales grabadas, cuáles son
los alumnos que comprenden un concepto, mientras que esta predicción mejoraría
significativamente si se añadiera información verbal.

La propuesta inicial, efectuada por Weick (1968), desglosaba la conducta no verbal en


expresiones faciales, intercambios de mirada y movimientos corporales. No obstante,
entendemos que se incurre en dos problemas metodológicos, lo cual nos ha llevado a
introducir una modulación: Por una parte, entre expresiones faciales e intercambios de
mirada no se cumple la mutua exclusividad, dado la que segunda constituiría un
subconjunto de la primera, y los movimientos corporales no hacen posible que sea
efectiva la condición de exhaustividad con el resto, dado que únicamente se contemplaría
la conducta gestual, pero no la postural. Teniendo en cuenta que, desde un criterio
topográfico del ser humano, siempre se produce alternancia entre conducta gestual
(conducta dinámica entre dos conductas estáticas) y conducta postural (conducta
estática entre dos conductas dinámicas), la modulación introducida consistiría en
contemplar, como modalidades de la conducta no verbal, expresiones faciales, conducta
gestual y conducta postural. Y, como apunte último, entendemos que esta última
propuesta es sin perjuicio de que, en un futuro no lejano, se entienda dicotomizado en
conducta gestual y postural, dado que las expresiones faciales se consideran como la
expresión privilegiada de los estados emocionales del individuo, pero es igualmente cierto
que pueden reducirse a las otras dos modalidades de conducta.

b. La conducta espacial o proxémica presenta dos vertientes: Una de carácter estático,


que se refiere a la elección de lugar en un espacio, así como el establecimiento de
distancias interpersonales, y otra, mucho más fértil, que comprende el conjunto de los
desplazamientos de un individuo, realización de trayectorias, ocupación del espacio, etc.
Esta última vertiente sería la más productiva dentro del ámbito de la actividad física y el
deporte. En la vertiente dinámica, el límite que la separa netamente de la conducta
gestual (modalidad de la conducta no verbal) es cuando la proyección del centro de
gravedad del individuo se halla fuera de su base de sustentación, lo cual le obliga a
desplazarse, ya que, de lo contrario, se caería.

c. La conducta vocal o extralingüística estudia todos los diversos aspectos de interés


en la vocalización, sin que interese en absoluto el contenido del mensaje. A lo largo de
los años, la incidencia de nuevas tecnologías ha revolucionado este tipo de conducta no
verbal. Así, el actual sonógrafo permite efectuar una descomposición espectral de la voz,
a la vez que calcula la energía producida en el instante de su emisión y detecta el
formante, identificador de cualquier individuo. Las aplicaciones en ámbito deportivo son
inmensas.

d. La conducta verbal o lingüística, al contrario que la vocal o extralingüística, se refiere


al contenido del mensaje. Por este motivo, nos debemos remitir al análisis del texto, y,
en consecuencia, a lo indicado en la observación indirecta (ver apartado 2.3.
Perceptividad).

3. Fases del proceso

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El proceso a seguir en la metodología observacional se vertebra en cuatro grandes fases:

a. Correcta delimitación de la(s) conducta(s) y situación de observación. La


acotación del objeto de estudio y una delimitación precisa de su contenido determinan en
gran medida el éxito del estudio y facilitan la toma de decisiones. Resulta obvio que se
precisa delimitar cuidadosamente la actividad, el período de tiempo que interesa, el(los)
individuo(s) sobre los que se trabaja, y el contexto situacional. Toda la planificación y
diseño del estudio no sólo mejoran sensiblemente al disponer de esta información, sino
que ésta se revela como absolutamente necesaria para adecuar la serie de pasos
específicos del procedimiento al contenido. De forma especial, en esta primera fase
resulta imprescindible el cumplimiento de requisitos de homogeneidad inter e
intrasesional, ya que una de las más acertadas críticas a la metodología observacional en
su época clásica (hasta la década de los ochenta) se basaba en que la heterogeneidad
existente entre diversas sesiones o incluso en el transcurso de una de ellas impedían
cualquier posible análisis del proceso sometido a estudio. Asimismo, se planteará la
evitación de sesgos, especialmente los de reactividad y expectancia.

b. Recogida y optimización de datos. El flujo de conducta en cualquier situación de


observación es mucho más rico de lo que parece inicialmente, por lo que, una vez
delimitado el objetivo según el apartado anterior, será preciso proceder a la codificación
de las conductas que interesan, habiendo fijado cuáles son las unidades de conducta, y
habiendo construido un instrumento ad hoc. No obstante, el registro que así se obtendría
podría ser muy tosco y de baja calidad según cuestiones tan diversas como el criterio de
inicio de las sesiones de observación, el que se eligiera discrecionalmente un día u otro,
la existencia de períodos intrasesionales de inobservabilidad, el que durante la sesión se
registrase de forma continua o por intervalos, la posible desincronización de los
observadores en caso de haber varios o habiéndose grabado la sesión, la falta de
consistencia de un observador con otro darían como resultado una falta de fiabilidad del
registro realizado. En metodología observacional el registro de conducta es una forma de
recogida de datos que en observación directa es, por naturaleza, cualitativo. Fuera del
marco de la metodología cualitativa queda desnaturalizado el concepto de la metodología
observacional, ya que no serían posibles las operaciones que la sustentan, del mismo
modo que es de justicia constatar claramente que el control de la calidad del dato y el
análisis posterior de dicho dato requerirá de la contribución de “lo” cuantitativo.

c. Análisis de datos. No tendría ningún sentido realizar un análisis de datos sin hallarse
vertebrado en un diseño determinado elaborado en función del estudio que interesa. Y
decimos elaborado porque existen diseños estándar o no estándar, según,
respectivamente, que se adapte o no el plan de investigación a algunos de los diseños
que existen preestablecidos como tales. Es en metodología experimental en donde existe
un amplio elenco de diseños estándar (factoriales, intrasujeto, jerárquicos, etc.), mientras
que la flexibilidad propia de la metodología observacional y su especificidad impiden el
uso de diseños prototipo, por lo que, si bien marcaremos unas pautas básicas de diseño
(diseños diacrónicos, sincrónicos, y diacrónico/sincrónicos), éstos no son reactivos para la
programación e investigación en el aula con adolescentes con finalidad preventiva, y, en
cambio, sí sugieren unos determinados análisis de datos que resultan especialmente
adecuados por sus características.

d. Interpretación de resultados. El análisis de datos aboca directamente a la obtención


de resultados, que constituyen la respuesta al objeto de estudio, y, en consecuencia,
deben ponerse en relación con el planteamiento del problema que hizo en su día el
profesional encargado de su estudio. Lo que ahora se obtiene es el resultado del proceso,
que, en muchas ocasiones, será el punto de partida o base para iniciar una intervención,
o adoptar una serie de decisiones.

Preparación de la observación: Observación exploratoria, requisitos


idóneos, y reducción del sesgo

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Lecturas: Educación Física y Deportes, Revista Digital Página 5 de 5

Como en cualquier estudio, es imprescindible desarrollar una planificación adecuada a partir


de la concreción del problema o delimitación de objetivos, que, por supuesto, es previa al inicio
de la recogida de datos.

Para reducir en gran medida los riesgos de error posterior conviene atender preferentemente
a tres cuestiones que sostienen la consistencia del curso posterior del proceso:

4.1. Observación exploratoria, que es de carácter asistemático o casual, pero que tiene
una gran importancia y debe prolongarse suficientemente. Son considerables las ventajas que
se obtienen de llevar a cabo esta observación pasiva:

a. el problema se acota adecuadamente,

b. disminuye o se anula el sesgo de reactividad de los sujetos observados.

c. mejora el nivel de entrenamiento del observador.

d. el bagaje de informaciones anecdóticas recogidas será muy útil para la toma de


decisiones diversas (criterios de constancia intersesional, técnica de muestreo
intrasesional, establecimiento o no de intervalos, número mínimo de sesiones, etc.)
durante la observación activa.

Lecturas: Educación Física y Deportes · http://www.efdeportes.com · Año 5 · Nº 24 sigue Â

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La metodología observacional en el deporte: conceptos básicos


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3/7

4.2. Requisitos idóneos encaminados a facilitar la buena marcha del procedimiento, y que
actúan como importante garantía para no incurrir en carencias o errores metodológicos que
darían lugar indefectiblemente a registros falseados. Esencialmente son los siguientes:

a. Mantenimiento de la constancia intersesional: Con el fin de garantizar el máximo de


homogeneidad entre las diferentes sesiones de observación es imprescindible que se
haya elaborado una relación de los requisitos mínimos que permiten caracterizar el perfil
de las sesiones de observación que se ajustan al objetivo propuesto. Los criterios pueden
ser variados, siempre que resulten adecuados (días, lugar, hora, sujetos presentes,
tiempo de actividad desempeñada, ausencia de interrupciones externas, etc.).

b. Mantenimiento de la constancia intrasesional: Evento inesperado o circunstancia


sobrevenida en el transcurso de una sesión de observación, que ocasiona a su vez una
ruptura del curso de la acción (actividad o línea argumental de la sesión). Se plantea en
este caso si se puede aprovechar, contando con el principio de economía de esfuerzo, el
registro correspondiente a la parte de la sesión previa, adoptándose como criterio
convencional positivo el hecho de que en ella se cumpla la totalidad de las condiciones de
constancia intersesional.

c. Tratamiento de las disrupciones temporales: Evento inesperado o circunstancia


sobrevenida en el transcurso de una sesión de observación que ocasiona una interrupción
de la sesión de observación, sin que se rompa el curso de la acción. Desde la época
clásica de la metodología observacional se ha ido reduciendo convencionalmente el
período de interrupción máximo permitido para poder proceder a una estimación de
parámetros correspondiente a este período de inobservabilidad. Conviene aclarar que la
inobservabilidad puede producirse esencialmente por dos motivos: por hallarse
momentáneamente el sujeto observado fuera del campo de observación, y por causas
técnicas (palabras imperceptibles, mala orientación de una cámara, etc.).

d. Especificación de las unidades de conducta: Unidad de conducta es la mínima


información capaz de ser identificada, denominada, y que posee significado propio. Es en
muchas ocasiones complejo delimitar el tamaño de las unidades; para abordarlo partimos
de un continuum o dimensión molar-molecular que juega un papel de suma importancia,
y que intersecciona con otras polaridades, como la de émico (categorías significantes y
funcionales) - ético (registro y codificación de los datos) y hasta con la de cualitativo-
cuantitativo. Aquí se plantea el problema clave de la transducción y/o plasmación de la
corriente del comportamiento al registro (Condon & Ogston, 1967). En efecto,
¿podríamos siempre garantizar que si efectuáramos una descripción de una ocurrencia de
conducta, o episodio, o escena, y la sistematizamos y codificamos convenientemente
(Izquierdo, 1986) para guardarla y almacenarla como una de las muchas sesiones que
implique su seguimiento, podría ser decodificada y de nuevo “pasada a la acción” sin
pérdida relevante de información, o, lo que es aún más importante, sin distorsión? Es
decir, ¿existiría biunivocidad entre el proceso estudiado, con su secuencia de episodios y
hechos, y el correspondiente registro? ¿Ofrecería más garantías un registro
especialmente molar, o uno especialmente molecular?

e. Temporalización: Elaboración de un plan o agenda relativo a la sucesión de actividades a


desarrollar a lo largo del proceso: Fase exploratoria, planteamiento del diseño del estudio

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Lecturas: Educación Física y Deportes, Revista Digital Página 2 de 6

y plan de muestreo observacional, elaboración del instrumento de observación, registro y


simultánea comprobación del control de calidad del dato, desarrollo analítico del diseño,
interpretación de resultados y elaboración del informe.

f. Identificación de la sesión de observación: Aparte de datos identificativos de fecha y


hora, se incluirá información relativa a los cuatro niveles del contexto:

a. Entorno físico (superficie, iluminación, mobiliario, etc.).

b. Actividad realizada o conductas que se ejecutan.

c. Nivel social relativo al/a los sujeto/s observado/s (con indicación de sujetos
presentes no observados, y de su constancia o variabilidad en las distintas
sesiones).

d. Información de carácter institucional u organizativo.

4.3. Reducción del sesgo. Son muy diversos los sesgos y dificultades que acechan al
observador, pudiéndose solventar en su práctica totalidad con una planificación adecuada y un
correcto adiestramiento de los observadores. Con el fin de sistematizarlos (Anguera, 1988a,
1990) se presentan en diversos apartados:

a. Desequilibrio entre los elementos aditivos de la relación funcional. Si en el proceso


observacional sólo actuara la percepción (visual, auditiva, u otras) se correría el riesgo de
pretender que un medio técnico de registro pudiera sustituir al observador humano, con
lo cual el registro estaría compuesto de señales vacías de contenido. Es preciso que los
datos resultantes del mecanismo representacional (informaciones percibidas) sean
interpretados adecuadamente, de forma que se confiera un determinado sentido a lo
percibido.

La ecuación funcional de la observación es O=P+I+Cp-S, siendo O: observación, P:


percepción, I: interpretación, Cp: conocimiento previo, y S: sesgos. Comentamos
brevemente cada uno de los elementos:

a.1. La percepción, que constituye el elemento básico de la observación, obliga a


prever una serie de sesgos de considerable frecuencia, por lo que se hace preciso fijar las
coordenadas espacio-temporales que faciliten la focalización del sujeto observado, utilizar
medios técnicos que contribuyan a una mayor fineza en el uso de nuestros medios
sensoriales, favorecer una adecuada selectividad de la atención del observador mediante
una precisa delimitación del objetivo, tratar de evitar la distorsión producida por la
selectividad de la memoria cuando medie un cierto lapso de tiempo entre una ocurrencia
de conducta y su correspondiente registro, y suprimir efectos de centración, asimilación,
contraste, halo y anclaje.

a.2. La interpretación puede inducir a riesgos de falta de contextualización al


asignar el significado a lo percibido, así como de proyección de la personalidad del
observador respecto a lo observado. Cualquier radicalismo en la fragmentación del flujo
de conducta en unidades moleculares o molares extremas también daría lugar a
problemas de interpretación, así como una persistente tendencia nivelante o agudizante
ante una gradación de categorías ordenadas.

a.3. El conocimiento previo ocasiona problemas por defecto y por exceso. Por
defecto, cuando la falta de una necesaria información que ilustre sobre las características
de la(s) conducta(s) o situación dificulta su correcto registro o su categorización. Y por
exceso, cuando nos basamos en una corriente científica a la que nos adscribimos
ciegamente, lo que conlleva una falta de espíritu crítico que distorsiona el registro.

b. Sesgos que amenazan sistemáticamente la observación, y que figuran en su ecuación

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funcional con signo negativo:

b.1. La reactividad consiste en la alteración de la naturaleza espontánea de las


conductas de los sujetos observados que se ocasiona precisamente cuando se aperciben
de que están siendo observados. Son muchos los intentos llevados a cabo para evaluar la
magnitud del problema, y son muchos los factores que influyen: Grado de participación
del observador, características de los sujetos observados, naturaleza de la respuesta
observada, longitud de la sesión, sistema de registro, etc.

b.2. La reactividad recíproca tiene lugar cuando el sesgo de reactividad afecta


también al observador, que se ve influenciado al saber que el sujeto observado no actúa
espontáneamente por sentirse protagonista de la situación de observación. Implica, por
supuesto, la no utilización del registro.

b.3. La autorreactividad es la influencia que ejerce el autorregistro sobre la


ocurrencia de conducta, y es el único caso en que debe valorarse la reactividad como
efecto positivo.

b.4. La expectancia surge en el observador en forma de previsiones y/o


anticipaciones de conductas aún no observadas, tanto en base a un “conocimiento previo
excesivo”, como por el deseo de obtención de determinados resultados, y en lo cual
influyen las características personales del observador, motivación, impresiones subjetivas,
conocimiento de los efectos de una modalidad de intervención, aparición de los primeros
resultados, etc.

c. Vulneración de la no interferencia del observador, que es la principal característica


definitoria de la metodología observacional. Puede manifestarse incluso en una
“preparación de la situación”, en la denominada observación de contextos semi-
naturales, o incluso artificiales, que se halla en el límite entre la observación como
método científico, o como mera técnica de recogida de información al servicio de otra
metodología (selectiva o experimental), y en donde el elemento determinante es la
existencia de espontaneidad y naturalidad -que varía a lo largo de un continuum- en la
conducta del sujeto observado.

d. Fallos de procedimiento, que pueden ser de carácter diverso, y que se refieren a


distintas fases del proceso de observación: Ángulo de mira incorrecto, fallos de omisión y
de comisión, planificación incorrecta del muestreo observacional, fallos de
funcionamiento de medios técnicos, mala definición de las categorías, falta de
sincronización entre los observadores de un equipo, etc.

Elaboración de instrumentos de observación: los sistemas de


categorías y los formatos de campo

La extraordinaria diversidad de situaciones susceptibles de ser sistemáticamente observadas


en el ámbito de programación e investigación en el deporte y la actividad física obliga a
prescindir de instrumentos estándar y, por el contrario, dedicar el tiempo necesario a prepararlo
“ad hoc” en cada una de las actuaciones profesionales. Existe, como instrumento básico de la
metodología observacional, el sistema de categorías, al que se ha incorporado posteriormente el
formato de campo. El sistema de categorías es de mayor rango por su imprescindible soporte
teórico, y se caracteriza esencialmente por ser un sistema cerrado, de codificación única, y no
autorregulable, mientras que los formatos de campo constituyen un instrumento especialmente
adecuado en situaciones de elevada complejidad y de falta de consistencia teórica, y sus rasgos
básicos son los de sistema abierto, apto para codificaciones múltiples y altamente
autorregulable.

5.1. Sistema de categorías. Se trata de una construcción del observador encaminada a


disponer de una especie de receptáculos o moldes elaborados a partir de un componente

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empírico (realidad) y de un marco teórico, y a los que se asignarán las conductas registradas.
No sólo debe estudiarse la individualidad de cada una de las categorías, sino que es
fundamental además la estructura de conjunto que forma el sistema.

El proceso es recurrente entre la realidad y el marco teórico. El punto de partida más


recomendable es la elaboración del repertorio o lista de rasgos de conducta (realidad) de forma
que cuente con presunción de exhaustividad, para lo cual se requerirán un buen número de
sesiones de observación, y se fija alguna medida convencional consistente en el establecimiento
de un número mínimo de sesiones (tres, cuatro, cinco, ...) sucesivas en las cuales no ocurra
alguna nueva conducta distinta de las ya listadas. El paso siguiente consiste en proponer, a
partir del marco conceptual, unos criterios que permitan realizar agrupaciones por afinidad entre
los rasgos de conducta, y a las que se da una denominación provisional. A continuación,
volviendo a la realidad, se efectúa el visionado de nuevas sesiones, a la vez que se trata de
asignar las conductas que nos interesan de acuerdo con el objetivo a las agrupaciones
provisionales realizadas. Éste es el momento en que, a la luz del marco teórico, se analiza y
revisa si existe un adecuado grado de homogeneidad entre las conductas, procediéndose, según
sea el caso, a desglosar alguna de las agrupaciones, o a modificar otras, etc., de forma que se
preserve una diferenciación conceptual entre las categorías provisionales que se van fraguando,
una posibilidad de asignación de todas las conductas de interés a alguna de tales categorías, y,
además, que exista homogeneidad entre las conductas asignadas a estas categorías
provisionales. Una vez realizadas estas modificaciones, de nuevo se procede a visionar nuevas
sesiones, asignando las conductas a la nueva propuesta de categorías, y así se va repitiendo el
proceso de forma iterativa hasta que el conjunto de las categorías configura un sistema
exhaustivo dentro del área o situación observada y mutuamente excluyente en cada una de las
dimensiones o niveles implicados.

La exhaustividad se refiere a que cualquier comportamiento del ámbito considerado como


objeto de estudio (que habrá sido seleccionado y muestreado del repertorio conductual del
sujeto) puede asignarse a una de las categorías. Y la mutua exclusividad significa el no
solapamiento de las categorías que componen un sistema, por lo que a cada comportamiento se
le asignaría una y sólo una categoría. Sin embargo, y desde el punto de vista de los niveles que
interesen, puede no ser posible -ni incluso conveniente en ocasiones-, ya que en muchas
ocasiones interesa contemplar varios niveles de respuesta co-ocurrentes, por lo que se crearían
categorías múltiples que abarquen todas las posibles combinaciones entre las iniciales.

Las categorías tienen que definirse de forma que se contemplen todos sus matices, así como
acompañarse de ejemplos y contraejemplos para que su especificación sea mayor.

Dado que la elección de unas categorías u otras no es única en absoluto, sino que depende
de quién las elabore, los sistemas de categorías relativos a una determinada situación o
comportamientos serán equivalentes si durante el proceso de categorización se adoptan los
mismos criterios, pero se trata de una equivalencia en su conjunto, no categoría por categoría,
sino el conjunto formado por todos los núcleos categoriales.

En consecuencia, tiene sentido la comparabilidad de dos o más sistemas de categorías, lo


cual puede dar lugar a cuestiones interesantes (Anguera, 1996): Si el criterio taxonómico es el
mismo, se podrían estudiar diferencias en la tipología de observadores independientes a los que
simplemente se les hubiera pedido que elaboraran un sistema de categorías con determinado
criterio. Pero si no existe criterio previamente fijado, y se categoriza una situación o conducta
problema a partir de diversos criterios, registrándose simultáneamente con los respectivos
sistemas de categorías, estamos planteando un diseño sincrónico, que tendrá un adecuado
tratamiento a nivel de análisis de datos.

El lento proceso de construcción de un sistema de categorías, que se va optimizando hasta


que se adapta adecuadamente a la situación para la cual fue elaborado, puede dar lugar
frecuentemente a la consideración de una falsa estabilidad, dado que su carácter de
“instrumento acabado” es sólo relativo, puesto que, especialmente en estudios que se
prolongan considerablemente a lo largo del tiempo, la propia evolución de las categorías
estudiadas puede obligar a modificar el sistema, tanto si deben introducirse nuevas categorías,

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como si se trata de adecuar su definición.

Consideremos un ejemplo de un sistema de categorías para el estudio de la acción motriz en


el fútbol es el propuesto por Hernández Mendo, 1996.

PDPR: Posicionamiento Defensivo Organizado de Presión. El Posicionamiento Organizado de


Presión es un asentamiento defensivo en el que al menos 4 jugadores ocupan las zonas
ofensivas y ultraofensivas del espacio de juego que son las dos zonas más cercanas a la portería
contraria.

PDIN: Posicionamiento Defensivo Organizado Intermedio. Este tipo de posicionamiento es un


asentamiento defensivo en el que al menos ocho jugadores ocupan las dos zonas más próximas
a su portería con un mínimo de dos jugadores en cada una de ellas.

PDCO: Posicionamiento Defensivo Organizado de Contención. Este tipo de posicionamiento es


un asentamiento defensivo en el que al menos ocho jugadores del equipo sin posesión del balón
se encuentran ocupando la zona.

DECI: Defensa Circunstancial. Este tipo de posicionamiento defensivo se produce cuando el


equipo no poseedor del balón (defensor), dispone de menos de 8 jugadores situados entre éste
y la portería, en el momento en que el equipo rival manifiesta una posesión del balón.

RDZU: Recuperación directa en zona ultraofensiva. El adueñarse de la posesión del balón se


produce de forma directa (por anticipación por corte o carga o bien por un error del equipo
contrario) en la zona ultraofensiva (o zona de finalización ofensiva) que es la más cercana a la
portería contraria.

RDZO: Recuperación directa en zona ofensiva. El adueñarse de la posesión del balón se


produce de forma directa (por anticipación por corte o carga o bien por un error del equipo
contrario) en la zona ofensiva (o zona de canalización ofensiva) que es la zona del centro del
campo.

RDZD: Recuperación directa en zona defensiva. El adueñarse de la posesión del balón se


produce de forma directa (por anticipación por corte o carga o bien por un error del equipo
contrario) en la zona defensiva (o zona de iniciación ofensiva) que es la zona más próxima a la
portería propia del equipo observado.

RIZU: Recuperación indirecta en zona ultraofensiva. El adueñarse de la posesión del balón se


produce de forma indirecta (como consecuencia de una incidencia reglamentaria) en la zona
ultraofensiva (o zona de finalización ofensiva) que es la más cercana a la portería contraria.

RIZO: Recuperación indirecta en zona ofensiva. El adueñarse de la posesión del balón se


produce de forma indirecta (como consecuencia de una decisión arbitral) en la zona ofensiva (o
zona de canalización ofensiva) que es la zona del centro del campo.

RIZD: Recuperación indirecta en zona defensiva. El adueñarse de la posesión del balón se


produce de forma indirecta (como consecuencia de una decisión arbitral) en la zona defensiva
(o zona de iniciación ofensiva) que es la zona más próxima a la portería propia del equipo
observado.

PDZU: Pérdida directa en zona ultraofensiva. La pérdida de la posesión del balón se produce de
forma directa (por anticipación por corte o carga del equipo contrario o bien por un error del
equipo observado) en la zona ultraofensiva (o zona de finalización ofensiva) que es la más
cercana a la portería contraria.

PDZO: Pérdida directa en zona ofensiva. La pérdida de la posesión del balón se produce de
forma directa (por anticipación por corte o carga del equipo adversario o bien por un error del
equipo observado) en la zona ofensiva (o zona de canalización ofensiva) que es la zona del

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Lecturas: Educación Física y Deportes, Revista Digital Página 6 de 6

centro del campo.

PDZD: Pérdida directa en zona defensiva. La pérdida de la posesión del balón se produce de
forma directa (por anticipación por corte o carga del equipo contrario o bien por un error del
equipo observado) en la zona defensiva (o zona de iniciación ofensiva) que es la zona más
próxima a la portería propia del equipo observado.

PIZU: Pérdida indirecta en zona ultraofensiva. La pérdida del dominio del balón se produce de
forma indirecta (como consecuencia de una incidencia reglamentaria) en la zona ultraofensiva
(o zona de finalización ofensiva) que es la más cercana a la portería contraria.

PIZO: Pérdida indirecta en zona ofensiva. La pérdida de la posesión del balón se produce de
forma indirecta (como consecuencia de una decisión arbitral) en la zona ofensiva (o zona de
canalización ofensiva) que es la zona del centro del campo.

PIZD: Pérdida indirecta en zona defensiva. La pérdida del dominio del balón se produce de
forma indirecta (como consecuencia de una decisión arbitral) en la zona defensiva (o zona de
iniciación ofensiva) que es la zona más próxima a la portería propia del equipo observado.

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La metodología observacional en el deporte: conceptos básicos


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GOLF: Goles a Favor. Se gana un tanto cuando el balón haya traspasado totalmente la línea de
meta entre los postes y por debajo del larguero del marco del equipo adversario.

GOLE: Goles Encajados. Se encaja un tanto cuando el balón haya traspasado totalmente la
línea de meta entre los postes y por debajo del larguero del marco del equipo observado.

TIAP: Tiro a Portería. Es la acción técnica mediante la cual, con un golpeo, se envía el balón
sobre la portería adversaria intentando marcar un gol.

RECH: Rechace en Área Contraria. Se produce un rechace en el área contraria cuando un


jugador del equipo observado realiza un tiro sobre la portería del equipo rival y un jugador de
este equipo se interpone entre el balón y la portería, como consecuencia el balón se aleja con o
sin control de las inmediaciones del área contraria.

SEAF: Saques de Esquina a Favor. Para realizar un saque de esquina3 el balón está colocado en
el interior del cuarto de circulo correspondiente a la banderola de esquina, que no podrá ser
trasladada, y desde este lugar se lanza el balón con el pie.

SBCC: Saques de Banda en Campo Contrario4 . El balón lo pone en juego un jugador del bando
atacante (equipo observado), lanzándolo, con ambas manos desde atrás y por encima de la
cabeza, al interior del campo en cualquier dirección desde el punto por el que franqueó el balón
la línea de banda.

FRCC: Faltas Recibidas en Campo Contrario. El árbitro señala falta cuando un jugador del
equipo contrario comete intencionadamente una agresión sobre un jugador del equipo
observado.

5.2. Formatos de campo. Su origen se remonta al de una vieja técnica de registro que ha ido
ganando consistencia y adquiriendo los atributos necesarios para que en la actualidad se la
pueda considerar con el rango de instrumento de observación. Su elaboración implica los
siguientes pasos:

Establecimiento de criterios o ejes del instrumento, fijados en función de los objetivos del
estudio.

1. Listado de conductas (lista no cerrada) correspondientes a cada uno de los criterios,


anotadas a partir de la información que proporcionó la fase exploratoria.

2. Asignación de códigos a cada una de las conductas anotadas que deriven de cada uno de
los criterios, y que permite desplegar cualquiera de ellos en un sistema jerárquico de
orden inferior. En función de la complejidad del caso, se puede tratar de sistemas de
doble, triple, etc. código.

3. Elaboración de la lista de configuraciones. La configuración es la unidad básica en el


registro de formatos de campo, y consiste en el encadenado de códigos correspondientes
a conductas simultáneas o concurrentes, el cual permitirá un desarrollo registral

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Lecturas: Educación Física y Deportes, Revista Digital Página 2 de 6

exhaustivo del flujo de conducta, y una enorme facilitación para posteriores análisis de
datos.

Las configuraciones se rigen por los criterios sincrónico y diacrónico: Sincrónico, porque
todos los códigos de cada configuración corresponden a conductas -una de cada criterio-
simultáneas, de forma que, al modificarse uno o más códigos de una configuración, ello da
lugar a la siguiente. El criterio diacrónico se apoya, precisamente, en esta sucesión de
configuraciones.

Ejemplos de sistemas de formatos de campo serian los siguientes:

a. el sistema de notación para codificar el tiro en el hockey sobre patines Hernández Mendo,
Areces, González Fernández y Garea, 1994)

Tiros en Hockey sobre patines, criterios:

1. Situación
Pasillos Laterales PL 1
Pasillo Central PC 2
Area A 3

2. Orientación
Mal Orientado MB 1
Bien Orientado BO 2
Gol G 3

b. el relativo a las recuperaciones de la posesión en el fútbol (Hernández Mendo, Areces,


Vales, González Fernández, 1995)

Recuperaciones de la posesión en fútbol, criterios:

1. Tipo
Directa D 1
Indirecta I 2

2. Situación
Zona Defensiva ZD 1
Zona Ofensiva ZO 2
Zona Ultraofensival ZU 3

c. el utilizado para codificar los aspectos relevantes de la dinámica sociomotriz en el tenis


de individuales (Gorospe, 1999).

Criterios
Distancia de interacción Dinámica del adversario Dinámica del jugador
Larga (A-E) Mantener (M) Recoloc. estable (1)
Medio-proximal (B-Q) Colocar paralelo (K) Recoloc. en cruce (2)
Medio-distal (C-G) Colocar diagonal (P) Recoloc. en avance (3)
Corta (D-Z) Aproximar (U) Recoloc. Inespecífica (N)
En servicio (S-P) Atrasar (T)
En resto (R-T) No respuesta (O)

Si cotejamos los dos tipos de instrumentos -sistema de categorías (SC) y formatos de campo
(FC)-, las principales diferencias entre ellos son:

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a. El SC es de difícil utilización en situaciones complejas, en las cuales no ofrece problema el


FC.

b. El FC se puede elaborar en ausencia de marco teórico, y por tanto en situaciones


empíricas, mientras que el SC requiere marco conceptual y datos de la realidad.

c. El FC es un sistema abierto (se pueden añadir códigos una vez se ha iniciado su


utilización), lo que contrasta con la rigidez del SC.

d. El SC es unidimensional, mientras que el FC es multidimensional.

e. El SC es un sistema de código único, mientras que el FC es de código múltiple.

f. El SC, una vez elaborado, es rígido, mientras que el FC tiene una elevada capacidad de
autorregulación.

6. Registro

La fase empírica de la observación se inicia desde el momento en que el observador empieza


a acumular y clasificar información sobre eventos o conductas, con lo que adquiere unos datos
provenientes de una traducción de la realidad, y que deberá sistematizar progresivamente,
pudiéndolo hacer a lo largo de una gradación con muchísimos eslabones intermedios, los cuales
suelen sucederse entre sí, al menos parcialmente, a medida que avanza el conocimiento del
observador acerca de las conductas estudiadas y se acrecienta su rodaje específico.

Si se trabaja con notas de campo, transcripciones provenientes de episodios determinados,


o, en general, a partir de registros descriptivos, una tarea determinante es la preparación
cuidadosa de la codificación mediante la imposición de alguna estructura en la mayor parte de
la información. Mediante la codificación se llega a construir y utilizar un sistema de símbolos -
que pueden ser de muy diversos órdenes- que permita la obtención de las medidas requeridas
en cada caso (la propia elaboración del sistema de categorías, al que nos hemos referido en el
apartado anterior, es precisamente una modalidad de codificación encaminada, en dicho caso, a
disponer de un instrumento elaborado “a medida”).

Son prácticamente incontables las modalidades de registro existentes o que se pueden crear,
y en su elección será relevante la consideración de los objetivos y de los contextos en que se
ubique el estudio (así, registro continuo vs. intermitente, registro de conductas más o menos
molarizadas, etc.).

La finalidad del tratamiento de datos, sin importar el tipo de datos que se tenga, es imponer
algún orden en un gran volumen de información, así como proceder a una reducción de datos,
de manera que sea posible obtener unos resultados y unas conclusiones, y que se puedan
comunicar mediante el informe de investigación.

Se detecta una cierta contradicción -al menos aparente- entre el hecho de que con mucha
frecuencia el investigador que utiliza la metodología observacional prefiere que la teoría emerja
de los propios datos, averiguando qué esquemas de explicación son empleados por las materias
sometidas a estudio para proporcionar un sentido a la realidad con las que se encuentran, y,
por otra parte, que para analizar la información se empleen procedimientos estadísticos de
diversa complejidad (Ruiz-Maya, Martín-Pliego, López, Montero y Uriz, 1990).

Esta tarea es un reto especialmente en metodología observacional, y ello por tres principales
razones:

a. No existen reglas sistemáticas para el análisis y presentación de datos en muchos tipos


de registro, lo cual se debe en parte al carácter "blando" que se les atribuye. La ausencia
de procedimientos analíticos y sistemáticos hace difícil la tarea en una investigación en la

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cual la primera parte del proceso es de naturaleza cualitativa, y en donde, además, no


tiene sentido la replicación.

b. Requiere un gran volumen de trabajo. El investigador o profesional que utiliza la


metodología observacional debe analizar y darle sentido a páginas y páginas de material
que primero fue narrativo y después descriptivo. Por ejemplo, un estudio que se realice
durante un Campeonato del Mundo de fútbol en donde se llevan a cabo treinta
transcripciones; las transcripciones varían entre 3000 a 5000 registros por partido, lo cual
da como resultado gran cantidad de material que hay que leer, organizar y sintetizar. Ello
implica una dedicación considerable de tiempo, lo cual, combinado con el hecho de que
las muestras son pequeñas, aumenta la dificultad, además de que es costoso, y su
generalización es limitada.

c. Es precisa una reducción de datos para la elaboración del informe. Con frecuencia, los
principales resultados de una investigación se pueden esquematizar en algunos cuadros;
no obstante, si se sintetizan demasiado, se pierde la integridad del material narrativo de
los datos originales. Como consecuencia, es difícil presentar resultados de investigaciones
que requieren un seguimiento pormenorizado de conductas en un formato que sea
compatible con las limitaciones de espacio de las publicaciones científicas profesionales.

Si se dispone de una flexibilidad en los niveles descriptivos más adecuados, de forma que
exista una gradación continuada que incluya una gama de niveles descriptivos intermedios no
situados en los extremos de posiciones bipolares, será mayor el ajuste y la articulación entre
percepción e interpretación, con lo cual resulta beneficiada la calidad del registro observacional.
Podría argüirse en contra que aumentaría la complejidad en la codificación y posterior análisis,
pero ello puede solventarse adecuadamente si se hace uso adecuado de los parámetros
observacionales establecidos y se lleva a cabo un tipo de análisis que se adecue a los datos
recogidos.

En buena parte de los casos, la inclusión en un mismo registro de varios niveles descriptivos
daría lugar a la superposición de diversas unidades y de cubrir el "continuum" de conducta, lo
cual permitirá establecer una convergencia entre diferentes tipos de análisis (Blanco, 1983).

6.1. De la descripción al registro

La descripción es la expresión verbal del contenido de la observación y la primera tarea que


debe llevar a cabo una ciencia. Pero es cierto que actuamos desde niveles de descripción
diferentes cuando anotamos rigurosamente cada uno de los movimientos y sonidos emitidos por
un recién nacido que cuando describimos globalmente lo ocurrido en una discusión profesional.

Por otra parte, el registro es una "transcripción de la representación de la realidad por parte
del observador mediante la utilización de códigos determinados, y que se materializa en un
soporte físico que garantiza su prevalencia" (Anguera, Behar, Blanco, Carreras, Losada, Quera y
Riba, 1993), aunque resulta evidente que dicha transcripción no es automática, y habrá que
tomar diversas decisiones en su materialización.

Uno de los elementos determinantes en estas decisiones y, en consecuencia, en la forma


cómo se lleva a cabo la captación del significado es la adopción de un criterio-base (o varios)
sobre la segmentación de la conducta y la demarcación de sus unidades, la cual
depende a su vez de la naturaleza de los parámetros del comportamiento que se poseen y de
los fines específicos de la investigación, con lo que se establecerá el carácter
predominantemente molar, molecular o mixto del sistema taxonómico, que está en estrecha
relación con un nivel elevado o prácticamente inexistente de abstracción, el interés por una
taxonomía predominantemente natural, estructural, o funcional y, de forma relativamente más
distante, con la superposición de niveles en la estructura de la conducta al puntualizar su
disposición jerárquica.

El tipo o modalidad de descripción repercute de forma determinante. No existe criterio

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unánime en la literatura especializada, y se ha ido imponiendo el criterio de profesionales de


diversos ámbitos (sociólogos, etólogos, etc.). Desde una consideración cercana al grado de
implicación del observador, se distingue entre descripción ética, que tiene un indudable carácter
externo, objetivo y exhaustivo, haciendo referencia a categorías previamente explicitadas en
donde no actúa una selección de lo relevante y todos los detalles tienen igual importancia, y
una descripción émica, que se sitúa en un nivel de identificación y precisión de las categorías
significantes para el sujeto, y que se lograría intentando componer y relacionar las
informaciones éticas extraídas por el observador.

Si se dispone de una flexibilidad en los niveles descriptivos más adecuados, de forma que
exista una gradación continuada que incluya una gama de niveles descriptivos intermedios no
situados en los extremos de posiciones bipolares, será mayor el ajuste y la articulación entre
percepción e interpretación, con lo cual resulta beneficiada la calidad del registro observacional.
Podría argüirse en contra que aumentaría la complejidad en la codificación y posterior análisis,
pero ello puede solventarse adecuadamente si se hace uso adecuado de los parámetros
observacionales establecidos y se lleva a cabo un tipo de análisis que se adecue a los datos
recogidos.

6.2. Modalidades de registro

El nivel de sistematización (o grado de control externo) de un registro constituye el criterio


más relevante para diferenciar diversas modalidades de registro, teniendo en cuenta que
matizaremos las diferencias entre los principales tipos, a sabiendas de que son inmensas las
diversas posibilidades de registro.

Las modalidades de registro más ampliamente difundidas son: Registros narrativos, registros
descriptivos (ambos son no sistematizados), registros semi-sistematizados y registros
sistematizados.

A. Registros narrativos.

Es el propio de la fase pasiva de la investigación, dado el escaso conocimiento que se tiene


habitualmente de la situación, sujeto observado y conductas que se ejecutan. Se trata de una
“descripción de bajo nivel, realizada mediante lenguaje oral o escrito, que es propia de fases
iniciales de la observación, y que se caracteriza por su falta de estructura” (Anguera, Behar,
Blanco, Carreras, Losada, Quera y Riba, 1993).

Corresponde al registro narrativo un texto en que se pormenoriza lo ocurrido, de forma


parecida a como un reportero da cuenta de un acontecimiento social, pudiendo existir lagunas o
fallas en la ordenación de los hechos. Corresponde generalmente al período de observación
exploratoria, y de ahí su gran importancia, ya que suministra una información básica.

En el plano formal, se caracteriza por su estilo textual, y en cuanto al plano del contenido,
queda definido por: a) Uso de un léxico no especializado; b) selección intencional de la
información; y c) registro no secuencial.

A su vez, el registro narrativo puede presentarse bajo diversas modalidades (Fassnacht,


1982; Evertson & Green, 1978):

a. Diarios (no nos referimos únicamente al típico de la auto-observación, sino especialmente


al resultante de la heteroobservación), con problemas generalizados de predominio de la
interpretación sobre la percepción. Actualmente es poco utilizado, y su punto álgido se
alcanzó en la primera mitad de siglo, en que era habitual registrar la actividad diaria del
niño en las épocas tempranas de su vida para estudiar su evolución.

b. Registros anecdóticos, que consisten en breves descripciones de un evento que ha


ocurrido de forma inesperada, no interesando tanto la ocurrencia en un determinado

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sujeto, sino la manifestación de tales tipos de respuestas en general, lo cual constituye el


criterio base para su agregación continuada.

c. Registros continuos, que tratan de captar los elementos más importantes de una serie de
conductas o sucesos, constituyendo el esqueleto de muchos archivos de estudio de
casos.

d. Registros de muestras, referidos únicamente a escenas concretas que deben


transcribirse, y en las que se pueden precisar el encadenado y/o anidamiento de
objetivos.

B. Registros descriptivos.

El registro descriptivo muestra una evolución y avance respecto al registro narrativo, ya que
existe una cierta estructuración y es frecuente la utilización de medios automáticos de
grabación.

En el plano formal, se caracteriza, igual que el registro narrativo, por su estilo textual (y esta
circunstancia es la que hace que ambos se traten de registros no sistematizados); sin embargo,
en cuanto al plano del contenido, queda definido por:

a. Uso de un léxico especializado.

b. Selección cuidadosa de la información a partir de criterios preestablecidos.

c. Registro secuencial.

Ejemplo: El jugador A recoge el balón del portero y avanza por el centro de la


zona defensiva realizando una conducción del balón con toques suaves y precisos
con la parte externa e interna del pie alternativamente. Cuando entra en la zona
media del campo (zona de canalización del juego o zona ofensiva) y se enfrenta al
primer delantero, golpea el balón fuertemente con la parte interior del pie, con un
tiro hacia el lateral de la zona ofensiva donde está el jugador B que está libre de
marcaje y con posibilidades de avanzar hacia la zona ultraofensiva (...).

C. Registros semi-sistematizados.

Anteriormente ya hemos mencionado que el nivel de sistematización varía a lo largo de un


continuum. En este grupo se incluyen los registros en los cuales está en marcha el proceso de
consecución de mayor control externo, tratando de expresar de forma estructurada la
información contenida en las conductas o eventos de forma que no se produzca pérdida de ella
o de matiz expresivo.

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La metodología observacional en el deporte: conceptos básicos


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El registro semi-sistematizado, como tal, se usa poco, pero destaca especialmente por su
interés didáctico y con el fin de facilitar la formación de observadores, dado que es muy útil
realizar la transformación de un registro no sistematizado a uno semi-sistematizado por
progresiva inclusión de criterios que irán estructurando el registro, y del semi-sistematizado al
sistematizado, procediendo luego por camino inverso -mediante la decodificación- para
comprobar si se preserva sin distorsión la información relevante, es decir, si se mantiene la
coincidencia entre el inicio y el final del proceso (Anguera, 1990).

Las listas de control constituyen un buen recurso siempre que ha de efectuarse un registro
esquemático sobre la presencia o ausencia de conductas o eventos concretos. Se corresponden
con las listas de acción (Anguera, 1985), y basta llevar a cabo una relación de las alternativas
conductuales presentadas, a modo de inventario.

Existen tres posibilidades:

a. Los sistemas de signos, obtenidos al muestrear numerosas informaciones diversas de


un evento natural sin que exista ninguna suposición previa acerca de su ponderación o
importancia relativa.

b. Las listas de rasgos, que constituyen repertorios de las distintas conductas incluidas en
los objetivos de un estudio, siendo el único criterio relevante que se incluyan todas las
distintas conductas ocurridas (no que se contabilice su frecuencia), y que constituyen el
punto de partida de la elaboración de instrumentos de observación (sistemas de
categorías y formatos de campo). Ejemplo: "recuperar", "perder", "tirar", "defender", etc.

c. Las escalas de estimación, o de apreciación, o de evaluación, constituyen medidas


destinadas a cuantificar las impresiones que se obtienen en el acto de observar mediante
un sistema rápido que, sin embargo, presenta gran riesgo de subjetividad. Pueden ser de
varios tipos, y el más conocido es la "rating scale", en la que una serie de estimaciones
del observador se asignan a los correspondientes niveles que presenta. Es muy frecuente
asignar los valores 0 a 10, y hay que tener presente que muchos evaluadores presentan
una tendencia que sistemáticamente acerca las puntuaciones a valores centrales o
extremos.

Ejemplo: En la evaluación de la conducta de posesión de la bola de un jugador de hockey


sobre patines, una escala de estimación podría ser:

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D. Registros sistematizados.

Cualquiera de las modalidades de registro anteriormente mencionadas se irá transformando a


registro sistematizado, logrando así que la información recogida pueda considerarse dato neto,
siendo así capaz de dar lugar a resultados precisos.

6.3. Del registro a la codificación

La fase empírica de la observación participante se inicia desde el momento en que el


observador empieza a acumular y clasificar información sobre eventos o conductas, con lo que
posee unos datos provenientes de una traducción de la realidad, y que deberá sistematizar
progresivamente, pudiéndolo hacer a lo largo de una gradación con muchísimos eslabones
intermedios -desde la observación pasiva a la activa-, los cuales suelen sucederse entre sí, al
menos parcialmente, a medida que avanza el conocimiento del observador acerca de las
conductas estudiadas y se acrecienta su rodaje específico.

Si se trabaja con notas de campo, transcripciones provenientes de entrevistas no


estructuradas, documentos históricos o algún otro material cualitativo, una tarea determinante
es la preparación cuidadosa de la codificación (Strauss & Corbin, 1990) mediante la imposición
de alguna estructura en la mayor parte de la información.

En primer lugar, al igual que en los estudios cuantitativos, es importante revisar que los
datos estén completos, que tengan buena calidad y que estén en un formato que facilite su
organización. Se debe confirmar que las transcripciones textuales en realidad lo sean, y que se
hallen completas.

La principal tarea en la organización de los datos cualitativos procedentes de una observación


participante es desarrollar un método para indexar el material; por ejemplo, listados que
relacionan los números de identificación de materia con otros tipos de información, como fechas
y lugares de la recogida de datos.

Todo registro, por ajustarse al objetivo previamente delimitado, implica una selección de las
conductas consideradas relevantes, y en base a sus características, a la técnica de registro
elegida y a los recursos de que se dispone, deberá escogerse un sistema (escrito, oral,
mecánico, automático, icónico, etc.) que facilite su simplificación y almacenamiento.

Ahora bien, el plano en que se sitúa el registro es pobre e insuficiente si pretendemos, como
se indicó anteriormente, una elaboración posterior -y también la cuantificación- de la
plasmación de la conducta espontánea mediante la observación sistemática. Y de ahí la
necesidad, mediante la codificación, de construir y utilizar un sistema de símbolos -que
pueden ser de muy diversos órdenes- que permita la obtención de las medidas requeridas en
cada caso, y que permitirán un ulterior análisis.

Una vez realizada la recogida de datos, el observador debe tener la garantía necesaria sobre
su calidad, y el más básico de los requisitos de control es precisamente lo que tradicionalmente
se denominó fiabilidad del registro observacional, pero que se ha reconceptualizado en la
actualidad, abriendo el paso a una amplia multiplicidad de formas (esencialmente cuantitativas,
pero sin olvidar una posibilidad cualitativa) de calcular el grado de concordancia y de acuerdo
entre los distintos observadores (sea “in vivo” o a partir de grabaciones) o de un determinado
observador consigo mismo (en caso de que se disponga de la grabación, y un mismo
observador codifique distintos visionados).

6.4. Métrica del registro

Actualmente se halla fuera de toda duda que, pese al carácter fundamentalmente cualitativo

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de los registros observacionales, es imprescindible no sólo la codificación, o transformación de


estos datos de forma que sean susceptibles de un tratamiento cuantitativo, sino la obtención de
diversos tipos de medida, que son: Frecuencia, orden y duración (además de la intensidad,
cuando es factible, y de otros de menor relevancia), como parámetros básicos, además de los
secundarios, que se derivan de ellos.

Estos tres parámetros básicos guardan entre sí una relación progresiva de inclusión, y
constituyen un punto de referencia para otras cuestiones, como tipos de datos, índices de
acuerdo entre observadores, etc.. Veamos una noción escueta de cada uno de ellos:

La frecuencia (F) es el número de ocurrencias de determinada categoría o código de


formatos de campo en el transcurso de un período de tiempo previamente fijado, tanto si se
trata de una sesión (tiempo ininterrumpido de observación que no tiene que coincidir con días),
de un intervalo (período regular limitado por unidades convencionales de tiempo), u otra
unidad. Su capacidad informativa es sumamente baja. Medidas derivadas de la frecuencia son:
Tasa o razón de ocurrencia, frecuencia modificada y frecuencia modificada de Sanson-Fisher.

El orden (O) aporta una información fundamental en el registro, dado que facilita un
posterior estudio de la secuencialidad de la conducta, y ofrece, a su vez, nuevas e interesantes
perspectivas de análisis que no serían accesibles con planteamientos no secuenciales. Lo que se
registra es la sucesión de códigos correspondientes a las categorías o a las configuraciones de
formatos de campo.

La duración (D) registra unidades convencionales de tiempo que abarca cada ocurrencia de
una determinada conducta. La elección de la unidad temporal debe ser tal que sea menor o
igual que la más corta de las ocurrencias. El hecho de poseer los datos de la duración en una
sucesión de conductas (conociendo además, y en función de la relación de progresiva inclusión,
los valores de orden y frecuencia) implica un registro informativamente óptimo, dado que se
dispone de todos los datos necesarios para un análisis preciso, y dando por supuesto la
pertinencia y adecuación del sistema de códigos que se utilice.

7. Muestreo observacional

La calidad de muchos estudios depende en buena medida de cómo los observadores “han
trasladado los eventos a los datos” (Bass & Asserlind, 1984, p. 2). De aquí surgen numerosos
interrogantes, en el sentido de qué eventos son los que, en función del objetivo, hay que
“trasladar”: Los que una vez seleccionados ocurran en cualquier momento, los que se presenten
en una sesión, o en un intervalo, o los seleccionados aleatoriamente dentro de una sesión, o los
iniciales de cada período de tiempo, o los que el observador simplemente considera
interesantes, etc.

En metodología observacional, dados los requisitos de no preparación de la situación ni


intervención, no tendría sentido alguno una recogida puntual de datos por su falta de
consistencia, al hallarse sometidos a los efectos de multitud de variables de las que en su mayor
parte ni siquiera sospechamos. De aquí la necesidad de incorporar la dimensión temporal en
metodología observacional, de forma que, gracias al seguimiento de las ocurrencias a lo largo
del registro, puedan fijarse “bloques” de flujo de conducta suficientemente dilatados en el
tiempo para contar con una garantía en la recogida de datos.

La situación óptima es evidente: El registro debería ser idealmente continuo, adecuando a


ello las unidades de registro y codificando todas las conductas que previamente hubiésemos
considerado como relevantes en el flujo de conducta. De esta forma la cuestión se desplazaría,
por una parte, al establecimiento de límites, y, por otro, a su viabilidad (Quera, 1993):

1. El establecimiento de límites vendría marcado, al menos en buena parte, por el objetivo


del estudio.

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2. La segunda cuestión planteada es la de su viabilidad. El volumen de información que se


obtiene mediante la metodología observacional es muy elevado.

Son diversos los criterios taxonómicos de muestreo que se han planteado, desde los trabajos
pioneros de Goodenough (1928) y Arrington (1943), pasando por el clásico de Altmann (1974),
y los más recientes de Ary & Suen (1983), Bakeman & Gottman (1987), Martin y Bateson
(1991), o Quera (1993), entre otros. Tomándolos en consideración, se pueden plantear dos
criterios fundamentales que se cruzan respecto a la clasificación de las técnicas de muestreo:
Comportamental vs. temporal o cronométrico, y en función del nivel de control externo o grado
de estructuración de los datos.

El resultado del cruzamiento daría lugar a la delimitación de las diversas técnicas de


muestreo observacional, al margen de las variantes que después pueden desarrollarse.

Conviene aquí aclarar una cuestión polémica sobre la que existen opiniones dispares. Algunos
autores, como Sackett (1978), Fassnacht (1982) o Bakeman & Gottman (1986), confunden
muestreo observacional con registro, debiendo precisarse que se trata de decisiones distintas
por parte del investigador, dado que muestreo se refiere a cuándo se debe observar (y si hay
varios sujetos a cuál), mientras que registro corresponde a cómo debe hacerse.

De forma muy esquemática y elemental, indicamos las principales técnicas básicas de


muestreo observacional (Anguera, 1990), al margen de la existencia de otros criterios posibles
para delimitarlas:

a. Muestreo “ad libitum”. Se basa en el criterio comportamental, según el cual se


seleccionan y extraen las ocurrencias de conducta desde su inicio hasta su fin,
independientemente de su duración, y, por tanto, completas en su ejecución.

Corresponde a experiencias (no investigaciones) no sistematizadas, y se trata de notas


de campo obtenidas con el único criterio de ser apreciadas interesantes por parte de
quién las recoge. Su principal inconveniente estriba en la subjetividad del criterio de
selección, que implica un proceso selectivo en una determinada dirección, así como el
atribuir idéntica probabilidad a todas las conductas, lo cual no es cierto. Diversos autores
coinciden en afirmar que uno de los sesgos principales se debe a que unos sujetos son
más fácilmente observables que otros, y ello es consecuencia de las diferencias en las
proporciones de tiempo en que cada no es observable, es decir, accesible para ser
observado.

b. Muestreo de eventos. El criterio base de este muestreo consiste en la selección, como


unidades de la muestra, de todas las ocurrencias de una conducta o gama de ellas que
tengan lugar a lo largo de las sesiones establecidas, independientemente de su duración,
y, por tanto, desde su inicio a fin. Por ejemplo, si interesa estudiar la evolución de las
denominadas “rabietas” en el preescolar, y se definen mediante la aparición de algunas o
todas de determinadas manifestaciones conductuales (llorar, morder, revolcarse, gritar,
patalear, etc.), siempre que puedan registrarse éstas, al extraerse del flujo de conducta
para ser estudiadas en su agrupamiento, secuenciación, repetibilidad, etc., constituirán
muestras de eventos.

El muestreo de eventos implica un sesgo en el sentido de una desigual “ocupación” de


la secuencia por parte de los sujetos interactuantes, y también por poder tener cada
conducta distinta probabilidad de ocurrencia en secuencias de distinta longitud y/o
contenido, corrigiéndose parcialmente mediante una aleatorización estratificada (respecto
a las diferentes longitudes y/o contenidos) y proporcional respecto a la frecuencia de
ocurrencia de las diferentes conductas.

c. Muestreo focal. En este muestreo se registran todas las acciones de un sujeto


previamente seleccionado (sujeto focal) y de las que se le dirigen, y, por tanto, con
exhaustividad en su doble papel de actor y receptor. Además, constituye prácticamente
la única técnica de muestreo que se adapta a la observación de un pequeño grupo de

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sujetos.

La forma más sencilla de obtener registros mediante esta técnica de muestreo


consiste en observar durante un período predeterminado la cantidad de tiempo en cada
sesión en que el individuo en quién se focaliza la observación (sujeto focal) permanece
visible y es efectivamente observado, y habiendo establecido previamente unos requisitos
de tiempo mínimo de registro o de número mínimo de unidades de tiempo en que se
hubiera realizado el registro.

Sus características definitorias son las de criterio cronométrico -y, por tanto,
constancia temporal, sea de ocurrencia de la conducta en un intervalo o en duración de
dicha conducta- y un nivel de control externo no elevado -lo cual indica que en muchos
casos se trata de situaciones de campo en que resulta sumamente difícil la obtención de
datos que impliquen simultaneidad de diversas conductas, sus duraciones, el emisor y el
receptor, relaciones de distancia y vecindad entre los sujetos, y la pauta temporal de las
conductas, aún en el caso de tener un solo sujeto focal por muestra-.

d. Muestreo de tiempo. Presenta las características de criterio cronométrico y elevado


control externo, presentando condiciones óptimas en cuanto a objetividad respecto a la
selección de unidades muestrales, pero se le achacan críticas referidas esencialmente a la
inconsistencia de las unidades de tiempo que se puedan considerar, a la posible falta de
representatividad de la muestra, y a la dificultad que se deriva si interesa un análisis
secuencial del comportamiento.

Existen diversas modalidades: Muestreo instantáneo o de puntos de tiempo, muestreo


de intervalos total y muestreo de intervalos parcial.

8. Control de la calidad del dato

Una vez realizada la recogida de datos, el observador debe tener la garantía necesaria sobre
su calidad, y el más básico de los requisitos de control es precisamente lo que tradicionalmente
se denominó fiabilidad del registro observacional.

Al abordar esta temática se utilizan términos diversos con matices e incluso significado
distinto (Blanco, 1989, 1993; Bakeman & Gottman, 1989); de aquí que deba quedar claro que
se ha producido una reconceptualización desde el uso indiscriminado del término fiabilidad,
dado que no contamos con lo que sería una medida precisa (al no disponer de instrumento
estándar, sino elaborado ad hoc).

Un concepto fuertemente vinculado con el de fiabilidad es el de validez, consistente en


conocer si estamos midiendo aquello que nos proponemos medir. Como indica Blanco (1997), a
pesar de que existen diversos enfoques para evaluar la validez, la situación se reduce a los dos
casos en que disponemos o no de otra medida. En el primero de ellos, el enfoque que resulta
más obvio consiste en administrar el instrumento de investigación junto con uno que ya exista a
una misma muestra de individuos, y comprobar si existe una correlación elevada entre ambos; y
en el segundo, si no disponemos de otra medida, suele constituir la justificación para desarrollar
un nuevo instrumento.

Generalmente se ha supuesto que la concordancia entre observadores independientes refleja


el tipo de consistencia necesaria para que un sistema de observación directa tenga validez, pero
no es cierto, dado que ambos observadores pueden haber utilizado no consistentemente dicho
sistema, pero de forma concordante. Un instrumento es válido si mide lo que se supone que
mide, y, por este motivo, se ha llegado a argumentar que los registros de observación directa
son obviamente válidos, dado que se descartan otros fuertemente influidos por la
interpretación, como autoinformes.

Un instrumento es fiable si tiene pocos errores de medida, si muestra estabilidad,

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consistencia y dependencia en las puntuaciones individuales de las características evaluadas


(Blanco, 1997).

Un concepto asociado a la fiabilidad de los registros es la precisión. Una medida es precisa si


representa totalmente los rasgos topográficos de la conducta en cuestión, y la precisión se
evalúa a través del grado de concordancia entre un observador y un estándar determinado
(Blanco, 1997).

En el estudio del comportamiento humano es obvio la gran cantidad de factores que están
incidiendo de forma diversa sobra las conductas que se ejecutan, y de aquí que nos
preguntemos si los valores observados son interpretables, o si, por el contrario, son el resultado
de fluctuaciones aleatorias introducidas por la misma medida. De aquí que Blanco (1997)
desarrolle tres formas de entender la fiabilidad de los datos observacionales:

a. Coeficientes de concordancia entre dos observadores que, registrando de forma


independiente, codifican las conductas mediante un mismo instrumento de observación.

b. Coeficientes de acuerdo, resueltos mediante la correlación.

c. Aplicación de la teoría de la generalizabilidad, cuando interesa integrar diferentes fuentes


de variación (observadores distintos, diversas ocasiones, varios instrumentos, tipos
variados de registro, ocasiones diversas, etc.) en una estructura global.

Además de las formas cuantitativas de control de la calidad del dato, cada vez la
concordancia consensuada cuenta con mayor protagonismo en metodología observacional. Se
trata de lograr el acuerdo entre los observadores antes del registro (y no después, como
corresponde en los diferentes coeficientes a los que da lugar la forma cuantitativa), lo cual
puede conseguirse siempre que se disponga de la grabación de la conducta (mediante
magnetófono, si sólo interesa conducta vocal y/o verbal, o mediante video, en cualquier caso) y
los observadores discuten entre sí a qué categoría se asigna cada una de las unidades de
conducta. Presenta ventajas evidentes, y a la obtención de un registro único hay que añadirle
un importante fortalecimiento del instrumento de observación, ya que quedan mejor perfiladas
sus definiciones y los matices que deban añadirse. No obstante, no podemos olvidar los
inconvenientes que supone el hecho de que un determinado observador “pase” de asignar una
conducta a una determinada categoría o código de formatos de campo por confiar en el
prestigio o elevada competencia de otro(s) observador(es), aceptando sus propuestas; o, por el
contrario, que afloren problemas de dinámica social y se proyecten a una habitual dificultad
para lograr el consenso entre los observadores.

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La metodología observacional en el deporte: conceptos básicos


María Teresa Anguera Argilaga, Ángel Blanco Villaseñor, JoséLuis Losada López y Antonio Hernández Mendo
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9. Tipos de datos

A partir de un tema ya abordado como es el relativo a la toma de decisiones en cuanto a las


unidades de observación se refiere, podemos tratar la clasificación de los tipos de datos. Esta
clasificación obedece a un doble criterio: ocurrencia y base (Bakeman y Dabbs, 1976; Bakeman,
1978; Anguera, 1988; Anguera et al., 1993). De acuerdo con la ocurrencia los datos pueden ser
secuenciales y concurrentes; atendiendo al criterio base se originan el evento y el tiempo. De la
combinación de todos resultan cuatro tipo de datos:

OCURRENCIA

Secuencial Concurrente

Evento I II
BASE
Tiempo III V

De acuerdo con Anguera (1988), en los Datos tipo I (secuenciales y evento-base) el


observador recoge el orden de los eventos, no su duración. El sistema de categorías es
mutuamente excluyente y por tanto sólo puede tener lugar una conducta cada vez.

En los Datos tipo II (concurrentes y evento-base), al igual que en los anteriores, se recoge el
orden de los eventos sin tener presente su duración, pero con la diferencia de que las
categorías son mutuamente excluyentes intranivel y concurrentes internivel5 ; por tanto pueden
ocurrir varios eventos al mismo tiempo. Son los datos que ofrecen una mayor dificultad para su
análisis.

Por el contrario, en los Datos tipo III (secuenciales y tiempo-base) se anota el orden de
ocurrencia de los eventos y su duración. En este tipo de datos las categorías son mutuamente
excluyentes. Por lo que respecta al tiempo, se puede conceptualizar como una secuencia de
intervalos en los que la unidad de tiempo es menor o igual a la más corta de las conductas.

En cuanto a los Datos tipo IV (concurrentes y tiempo-base) se recoge la duración de los


eventos, pudiendo ocurrir éstos simultáneamente. Consecuentemente el sistema de categorías
no es mutuamente excluyente.

De acuerdo con lo anterior hay que señalar que el estudio de patrones concurrentes
(conductas que co-ocurren y forman un patrón estable) se realiza a partir de los datos tipo IV
(Bakeman y Dabbs, 1976; Bakeman, 1978; Anguera, 1988); sin embargo el estudio de patrones
secuenciales (estudio de las conductas que preceden o siguen una respecto a otra,
mantenimiento de un orden, ciclos repetitivos de una conducta criterio respecto a sí misma) se
realiza con datos tipo I y III.

Con el fin de transformar datos para realizar un análisis secuencial, es posible transformar
datos con mayor información en otros datos que contienen menos. Así sabemos que, los datos

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Lecturas: Educación Física y Deportes, Revista Digital Página 2 de 7

tipo IV, son los que contienen mayor tipo de información, sobre secuencia, co-ocurrencia y
tiempo físico. Los datos tipo III contienen información sobre secuencia y tiempo físico pero no
sobre co-ocurrencia. Los datos tipo II ofrecen información sobre secuencia y co-ocurrencia, pero
no sobre tiempo físico. Los datos tipo I contienen, únicamente, información sobre secuencia.
Teniendo en cuenta estos datos podemos transformar, p.e., datos tipo II a tipo I, datos tipo III
en datos tipo I, si prescindimos del tiempo físico. También es posible transformar datos tipo IV
en datos tipo III.

La finalidad de este tipo de datos fue proporcionar un estándar útil para el intercambio entre
investigadores y para la elaboración de programas informáticos que analizasen dichos datos. La
desventaja más patente es que obliga al investigador a ceñirse a una representación de datos
que pueden no coincidir con los utilizados al recogerlos (Quera, 1993).

Con el fin de solventar la desventaja descrita anteriormente Bakeman y Quera (1995)


crearon el Sequential Data Interchange Standard, que potencia el intercambio entre
investigadores y el desarrollo de software destinado al análisis secuencial con mayor énfasis que
la tipología original de Bakeman (1978). Además, supone una reconceptualización de los datos
basada, no tanto en la estructura conceptual de las unidades de conducta (existencia o no de
mutua exclusividad y exhaustividad), sino en las técnicas de registro que se emplean
habitualmente para recoger datos observacionales.

La tipología de Bakeman y Quera (1995), da lugar a los siguientes tipos de datos: Event
Sequential Data (ESD) o Eventos (Secuencias de Eventos), State Sequential Data (SSD) o
Estados (Secuencias de Estados), Time Event Sequential Data o Secuencias de Eventos con
duración e Interval Sequential Data o Secuencias de Intervalo.

1. Secuencia de Eventos. Las secuencias de eventos o Event Sequential Data (ESD) son
series de códigos que representan las ocurrencias de unidades de conducta mutuamente
excluyentes que son eventos o bien estados sin registro de duración. Existen dos clases de
datos ESD, aquellos en los que ningún código puede repetirse inmediatamente después de sí
mismo (ESD no repetibles) y aquellos en los que puede repetirse libremente (ESD repetibles).
Estos datos se obtienen a través de un registro activado por transiciones (Quera,1991) y
constituye el formato más simple, equivalente a los datos tipo I de Bakeman (1978).

Un ejemplo de este tipo de datos puede ser el recogido en el siguiente fichero del programa
CODEX (Hernández Mendo, 19966 ):

Consideremos un sistema de categorías para el estudio de la acción motriz en el fútbol


(Hernández Mendo, 1996).

PDPR: Posicionamiento Defensivo organizado de Presión


PDIN: Psicionamiento Defensiva organizada Intermedio
PDCO: Posicionamiento Defensivo organizado de Contención
DECI: Defensa Circunstancial
RDZU: Recuperación directa en área ultraofensiva.
RDZO: Recuperación directa en área ofensiva.
RDZD: Recuperación directa en área defensiva.
RIZU: Recuperación indirecta en área del ultraofensiva.
RIZO: Recuperación indirecta en área ofensiva.
RIZD: Recuperación indirecta en área defensiva.
PDZU: Pérdida directa en área ultraofensiva.
PDZO: Pérdida directa en área ofensiva.
PDZD: Pérdida directa en área defensiva.
PIZU: Pérdida indirecta en área ultraofensiva.
PIZO: Pérdida indirecta en área ofensiva.
PIZD: Pérdida indirecta en área defensiva.
GOLF: Goles a Favor.
GOLE: Goles Encajados.
TIAP: Tiro a Puerta.

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RECH: Rechace en Área Contraria.


SEAF: Saques de Esquina a Favor.
SBCC: Saques de Banda en Campo Contrario.
FRCC: Falta Recibida en Campo Contrario.

Esta transcripción contiene 188 registros, aquí nosotros hemos incluido sólo el principio y el final. El
partido observado pertenece al fútbol la liga española de primera división de la temporada 1995-1996 entre
el Real Madrid y Barcelona. AL es la unidad observada.

2. Secuencias de Estados. Siguiendo el trabajo de Quera (1993) y Bakeman y Quera (1995,


1996), las secuencias de estados (State Sequential Data, SSD) son series de códigos que
representan las ocurrencias de unidades de conducta consideradas como estados. En la serie,
cada código va seguido por la duración de la ocurrencia o bien por su tiempo de inicio,
expresado en unidades de tiempo físico. Las unidades pueden formar uno o varios conjuntos de
unidades EME. En el primer caso, cada sesión de observación se representa mediante una única
serie de datos; en el segundo, por tantas series paralelas o simultáneas de datos como
conjuntos EME. Los datos tipo III y los IV con unidades temporalmente exhaustivas son casos
particulares del tipo SSD. Estos datos se obtienen mediante un registro activado por transiciones
en el que se anota, o bien la duración de cada estado, o bien, más comúnmente, el momento
de inicio del mismo.

Ejemplo: Si consideramos un sistema de categorías que permiten estudiar los


posicionamientos defensivos de los equipos

PDPR: Posicionamiento Defensivo organizado de Presión


PDIN: Posicionamiento Defensiva organizada Intermedio
PDCO: Posicionamiento Defensivo organizado de Contención
DECI: Defensa Circunstancial

Esta transcripción contiene 54 registros (108 si nosotros consideramos los principios "+" y los extremos"
-"). El partido observado pertenece al fútbol la liga española de primera división de la temporada 1995-1996
entre el Real Madrid y Barcelona. AL es la unidad observada.

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3. Secuencias de Eventos con duración. Según Quera (1993), Bakeman y Quera (1995,
1996) podemos considerar a este tipo de secuencias (Timed Event Sequential Data, TSD) como
el tipo de datos más complejos y al contrario que los anteriores, carece de referente en la
clasificación ofrecida por Bakeman (1978). En estas series de códigos se representan las
ocurrencias de eventos o de estados, no necesariamente exhaustivos ni mutuamente
excluyentes. Para construir la secuencia correspondiente, si se trata de un evento, irá seguido
por su tiempo de ocurrencia (de forma puntual), por el contrario, si se trata de un estado, va
seguido de su tiempo de inicio, o por su tiempo de finalización o por ambos, expresados
siempre en unidades de tiempo físico. Estas secuencias pueden estar formadas por eventos, por
estados o por una mezcla de ambos. La ordenación de los códigos se realiza atendiendo al
tiempo de ocurrencia o de inicio, o bien al de finalización si el código sólo va acompañado por
éste.

En este ejemplo utilizaremos el mismo sistema de categorías que el utilizado para los eventos. Esta
transcripción contiene 486 registros (incluido los principios "+" y los finales" -" de los estados), aquí nosotros
hemos incluido sólo el principio y el final. El partido observado pertenece al fútbol la liga española de primera
división de la temporada 1995-1996 entre el Real Madrid y Barcelona. AL es la unidad observada.

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Lecturas: Educación Física y Deportes, Revista Digital Página 5 de 7

4. Secuencias de Intervalos.Al respecto de estos datos Quera (1993) señala que "a
diferencia de los tipos anteriores, una secuencia de intervalos (Interval Sequential Data, ISD) se
compone de bloques que representan intervalos de tiempo constante, los cuales pueden
contener códigos que representan unidades de conducta que han sido registradas en los
mismos de acuerdo con una de las tres técnicas más comunes de muestreo de tiempo (o
registro activado por unidades de tiempo; Quera, 1991): muestreo instantáneo, de intervalo
parcial y de intervalo total. Las unidades de conducta no han de ser necesariamente EME, y
pueden o no estar organizadas en varias conjuntos EME. Cada intervalo puede contener desde
ninguno a todos los códigos posibles, según la técnica de muestreo empleada y la estructura de
las unidades de conducta. Este tipo de datos no tiene equivalente exacto en la tipología de
Bakeman (1978), aunque podría asimilarse a unos datos tipo IV en los que cada combinación de
unidades de conducta dura exactamente el mismo tiempo, igual a la longitud de intervalo
empleada. Sin embargo, mientras que en los datos tipo IV las duraciones son verdaderas, en los
TSD de la presencia de un código no puede deducirse su duración, debido a las características
de muestreo de tiempo" (p.368).

En este ejemplo utilizaremos el mismo sistema de categorías que el utilizado para los eventos y para los
estados. Esta transcripción contiene 189 registros, aquí nosotros hemos incluido sólo el principio y el final. El
partido observado pertenece al fútbol la liga española de primera división de la temporada 1995-1996 entre
el Real Madrid y Barcelona. La "P" seguida de un número indica el intervalo en el que se encuentra la
observación. ANAL es la unidad observada.

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Lecturas: Educación Física y Deportes, Revista Digital Página 6 de 7

10. Diseños observacionales

La metodología observacional adoleció tradicionalmente de líneas de investigación en las


cuales se pusieran a prueba las múltiples posibilidades de análisis de sus datos. Probablemente,
el principal motivo se halla en la superficialidad con que se obtenían tales datos, y, por
consiguiente, en su carácter inconsistente.

En la actualidad, sin embargo, casi al final de la década de los noventa, se ha avanzado en la


configuración de los principales diseños observacionales, los cuales son de disposición no
estándar en coherencia con el carácter sumamente flexible de la metodología observacional, y si
además tenemos en cuenta una sustancial mejora que en la mayoría de los casos se pone en
práctica en el proceso de sistematización y optimización de los datos, es lógico que hayan
surgido nuevas propuestas en lo que se refiere al análisis de datos.

Por supuesto, se pueden establecer criterios muy diversos en este punto de encrucijada.
Desde hace más de una década estamos trabajando con un planteamiento en que se cruzan la
dicotomía idiográfico(unidad)/nomotético(pluralidad) y la relativa a un registro
puntual/seguimiento, lo cual facilita el deslinde de las direcciones básicas de análisis de datos
observacionales.

Con esta propuesta se dispone de cuatro cuadrantes, que corresponderían, salvo en un caso,
a los diseños diacrónicos, sincrónicos y mixtos o lag-log, que absorben la totalidad de las
contingencias que puedan presentarse (Anguera, 1994; Anguera, Blanco y Losada, 1995):

a. Cuadrante idiográfico/seguimiento (Diseños diacrónicos). El seguimiento en un estudio


idiográfico constituye, por esencia, la situación óptima propia de la metodología
observacional, ya que se consigue focalizar toda la atención en una unidad mínima (sea
un sujeto, o un pequeño grupo que funcione como unidad, o sea un nivel de respuesta).
Por su parte, el seguimiento puede ser de carácter extensivo o intensivo, según,
respectivamente, que el parámetro básico utilizado en el registro sea frecuencia, por una
parte, o bien orden o duración, por otra. Ello conlleva que puedan diferenciarse diseños
diacrónicos extensivos y diseños diacrónicos intensivos: Los primeros, a su vez, y en
función del número de puntos de tiempo en que se efectúe el seguimiento, pueden ser
de panel, tendenciales, y de series de tiempo; y los segundos, a su vez, permiten el
desarrollo de diseños secuenciales.

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Lecturas: Educación Física y Deportes, Revista Digital Página 7 de 7

b. Cuadrante idiográfico/puntual. Una recogida de datos puntual y a partir de un solo sujeto


no es capaz de proporcionar información mínimamente consistente que garantiza la
cientificidad del estudio. En consecuencia, se trata del único cuadrante que no ofrece
datos válidos para un posterior análisis.

c. Cuadrante nomotético/puntual (diseños sincrónicos). Cada vez son más frecuentes las
situaciones en las que es necesario conocer la distribución de un grupo de sujetos o de
varios niveles de respuesta considerados conjuntamente en un momento dado. A su vez,
los diseños sincrónicos pueden ser simétricos o asimétricos: Los primeros únicamente se
centran en el estudio de la intensidad de conexión entre las diversas unidades, mientras
que los segundos incorporan relaciones de causalidad entre ellas.

d. Cuadrante nomotético/seguimiento (diseños mixtos). El seguimiento de un grupo de


sujetos o un conjunto de varios niveles de respuesta es un problema complejo a
desglosar. Habrá que tener en cuenta cómo cada uno de los ejes da lugar a diversas
posibilidades, que después deberán integrarse. Por una parte, el eje del seguimiento,
dará lugar a la dicotomía extensivo/intensivo. El eje de la pluralidad, se puede
descomponer, a su vez, y por una parte, en la combinación formada por un individuo y
varios niveles de respuesta, un nivel de respuesta y varios individuos, y varios individuos
con varios niveles de respuesta; y por otra en la modalidad de interrelación entre las
distintas unidades. La integración final de todas las posibilidades da lugar a veinticuatro
diseños en que se descompone este cuarto cuadrante.

Lecturas: Educación Física y Deportes · http://www.efdeportes.com · Año 5 · Nº 24 sigue Â

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Lecturas: Educación Física y Deportes, Revista Digital Página 1 de 5

La metodología observacional en el deporte: conceptos básicos


María Teresa Anguera Argilaga, Ángel Blanco Villaseñor, JoséLuis Losada López y Antonio Hernández Mendo
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 5 - N° 24 - Agosto de 2000

7/7

Nos interesa resaltar la relevancia que tiene la metodología observacional para el trabajo de
investigación y aplicado en numerosos ámbitos del comportamiento humano, así como la
amplísima casuística que cabe en la conducta se puede sistematizar y estructurar hasta llegar a
disponer de un diseño a modo de pauta que nos indica cómo organizar y analizar la información
recogida.

Finalmente, como epílogo, solamente una frase: La metodología observacional se caracteriza,


como las dos caras de una misma moneda, por un enorme rigor y una gran flexibilidad; parecen
rasgos contrapuestos, pero están totalmente integrados.

Notas

1. El control interno significa la existencia de dominio sobre la situación, y, por consiguiente, nivel de intervención o de
manipulabilidad. Este criterio es precisamente el que permite diferenciar entre sí las tres metodologías básicas
observacional, selectiva y experimental (Arnau, Anguera y Gómez, 1990), que se disponen ocupando tres tramos
contiguos en un "continuum" definido por dicho criterio.

2. Mientras no se especifique lo contrario, con el término "observación" nos referiremos siempre a la observación directa.

3. El saque de esquina o córner es un golpe franco directo, de ahí que se conceda el gol cuando el balón entra
directamente en la portería contraria.

4. La normativa sobre el saque de banda está recogido en la Regla XV del reglamento.

5. Esto se comprueba cuando se observan varios niveles/subniveles de respuesta. Por ejemplo cuando se observa
conducta proxémica y conducta gestual, puede coocurrir ambos niveles de respuesta (gesticular y desplazarse). Son
muy frecuentes y su análisis se hace viable mediante transformación a datos tipo I.

6. Este ejemplo y los que figuran a continuación están codificados con este programa. Este programa informático se
puede obtener a través de la revista digital Lecturas: Educación Física y Deportes (http://www.efdeportes.com). En la
dirección http://www.efdeportes.com/soft/codex.zip

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