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MISIÓN Y ESPÍRITU

HISTORIA DE LA CONGREGACIÓN DE LAS RELIGIOSAS


FILIPENSES HIJAS DE MARÍA DOLOROSA DESDE 1904
A1970

SEVILLA, 1979

MARÍA DE FÁTIMA VALSECA RUIZ, F.M.D.


Con censura eclesiástica
Este libro ha sido hecho durante el Gobierno de la Rvda. Madre
maría del Pilar Escolar García.
El espíritu de vuestro Instituto es una fuente abundante y
fecunda de caridad:
- Respecto de Dios, porque todo va dirigido a su gloria.
- De vosotras mismas, porque es vínculo de perfección que os
une con Dios.
- Del prójimo, porque no hay mayor caridad que procurarles su
salvación.

Palabras del Padre Fundador.


INDICE
Introducción .............................................................................. 6
1. Enfoque ............................................................................... 10
II. Últimos años de gobierno de Madre Salud Rubio y Sedor 24
III. 1º Sexenio de Madre Josefa Checa Hernández (1915-1921)
................................................................................................ 40
IV. 2º Sexenio de Madre Josefa Checa Hernández (1921-1927)
................................................................................................ 60
V. 1º Sexenio de Madre María Teresa Muñoz de Toro Guerrero
(1927-1933) ............................................................................ 72
VI. 2º Sexenio de Madre María Teresa Muñoz de Toro Guerrero
(1933-1939) ............................................................................ 84
VII. 3º Sexenio de Madre María Teresa Muñoz de Toro
Guerrero (1939-1945) ........................................................... 104
VIII. 4º Sexenio de Madre María Teresa Muñoz de Toro
Guerrero (1945-1951) ........................................................... 118
IX. 5º Sexenio de Madre María Teresa Muñoz de Toro Guerrero
(1951-1957) .......................................................................... 134
X. 6º Sexenio de Madre María Teresa Muñoz de Toro Guerrero
(1957-1963) .......................................................................... 142
XI. 1º Sexenio de Madre Rosario Ruiz Pedraza (1963-1969)156
Epílogo.................................................................................. 180
Bibliografía ........................................................................... 183
Cronología ............................................................................ 198
INTRODUCCIÓN
La Iglesia, asistida en todo momento por la luz del Espíritu, no
ha dejado de insistir en sus orientaciones conciliares, que los
Institutos religiosos busquen en el evangelio y en el espíritu de
los Fundadores la savia que vivifica y regenera la congregación.

En estos años posconciliares, un ambiente de renovación y de


búsqueda mueve todos los Institutos de almas consagradas,
promoviendo la renovación espiritual y adaptación a las
exigencias de los tiempos. El proceso de adaptación debe tender
a eliminar de los Institutos todas las adherencias, incrustaciones
y actitudes mentales, fruto de su paso por las diversas épocas y
que hoy han perdido su significado.

Para poder llevar a feliz término ese proceso delicado de


adaptación, es imprescindible que los miembros
del instituto conozcan suficientemente sus elementos esenciales,
aquellos que no pueden variar sin mudar la naturaleza misma de
la Congregación. Los elementos centrales, alrededor de los
cuales se ordenan los demás, son estos:

- profesión de vida evangélica

- apostolado o carisma específico.

Bajo la moción del Espíritu Santo, los Fundadores recibieron un


carisma especial, fruto de su misión profética. Por esta
inspiración, nuestros Fundadores alcanzaron especial
conocimiento de la misión que Dios les confiaba, transmisible a
todos los que por llamada especial del Señor iban a integrarse
en el Instituto. Por esta inspiración profética, también los
Fundadores descubrieron ciertas virtualidades permanentes en la
iglesia, que, al manifestarse en determinada coyuntura histórica,
habrán de ser explicitadas a lo largo del tiempo por el Instituto
en el servicio a la salvación y santificación de los hombres,
cooperando así para que la Iglesia vaya alcanzando su plenitud.

Este Instituto de Religiosas Filipenses Hijas de María Dolorosa


se encuentra actualmente consagrado a la búsqueda de la propia
renovación. Esta llamada eclesial ha hecho que afloren virtudes
llenas de heroísmo que dormían en el Archivo de la
Congregación. La investigación histórica que se ha llevado a
cabo buscando las raíces profundas de nuestro ser en la Iglesia,
el origen y figuras de nuestros Fundadores, nos han
proporcionado sorpresas admirables.

Otra investigación se hacía necesaria: Saber cómo se había


desenvuelto el Instituto hasta el día de hoy, y éste es el trabajo
que acabo de realizar. Para enjuiciar algunos hechos históricos,
hay que trasladarse a la época y mentalidad de aquellos años en
que se realizaron. Sería una injusticia, con mentalidad de hoy,
juzgar el ayer.

Me ha movido recoger en una sola pieza retazos de la vida de la


Congregación:

- Poder ofrecer a las hermanas un conocimiento mejor de


la misma, y así saber proyectar el futuro: “La Historia es
maestra de vida”.
- Que al conocer mejor el Instituto, lo amemos más,
siendo conscientes de que su futuro está en nuestras
manos, responsabilizándonos de esta labor de Iglesia.
- Identificándonos más con el espíritu de nuestros
Fundadores, sintiéndonos llamadas a continuar su Obra
de Redención, movidas a amar más a Dios. A servirle
mejor en nuestros hermanos los hombres.
- Y también, para que se pueda comenzar el proceso de
beatificación de los Fundadores, para que cuantos
contemplen sus virtudes, glorifiquen al Padre Celestial
que se valió de ellos para que naciera en la Iglesia una
nueva familia religiosa.
Que la Virgen Dolorosa, Reina y Madre del Instituto, nos
concede estas gracias.
María de Fátima Valseca Ruiz, FMD
Sevilla, 13 de Mayo de 1979
Fiesta de Nuestra Señora de Fátima.
I. ENFOQUE
La Congregación de Religiosas Filipenses Hijas de María
Dolorosa nació en el jardín de la Iglesia para llevar al redil del
Señor a las ovejas que se extraviaron.
Este Instituto, desde su comienzo, ha gastado todas sus energías
en la regeneración y formación de la juventud y de la niñez,
sacándola de la ignorancia, de la pobreza, de la soledad y del
pecado.
- En los centros de Reeducación, multitud de jóvenes han
encontrado una rehabilitación moral y se han podido
insertar en la sociedad como personas útiles.
- Dando en los colegios una sólida educación y formación
cristiana.
- Acogiendo a niñas pobres, huérfanas o abandonadas en
los centros de Preservación.
- Abriendo talleres, a fin de enseñar a las chicas, junto a
una sana doctrina, oficios manuales con los que puedan
ganarse honradamente la vida.
- Trabajando en todo género de obras sociales en países
del Tercer mundo.
- En Guarderías Infantiles, para facilitar a las mujeres
pobres el trabajo.
¡Se ha hecho tanto bien…! En todo tiempo, esto ha sido gracia
de Dios: ha habito religiosas santas, humildes, sacrificadas, que,
impulsadas del espíritu evangélico que legaron los Padres
Fundadores, han ido gastando su existencia día a día dando
gloria a Dios, ayudando a las jóvenes más pobres y abandonadas
de la sociedad, y salvando almas que glorificarán a Dios
eternamente. En una palabra: SIENDO FECUNDAS EN ESTA
PARCELA DE LA IGLESIA QUE ES LA CONGREGACIÓN.
Estos capítulos reanudan las Historia de la Congregación de
Religiosas Filipenses hijas de maría Dolorosa, donde la dejó
Don Carlos Ros en la biografía de la Madre Fundadora:
“DOLORES MÁRQUES, SEVILLANA DEL XIX”
Desde que sustituyeron en el cargo de Superiora General a la
Madre Fundadora, en diciembre de 1886, y fue elegida Madre
Salud Rubio y Sedor, el Instituto sufrió una gran decadencia.
Esta nueva General carecía de dotes de gobierno, pero ejercía
influencia en un buen número de congregantes y en el Padre
Fundador, que la dirigía desde muy joven. Se ganó la voluntad
de la mayoría de las Hermanas, que pensaban que el futuro de la
Congregación sería glorioso en sus manos. ¡Qué equivocación!
Cuando vengan a darse cuenta será demasiado tarde…
Imagen que ofrecen de Madre Salud las que la conocieron:
Alta y de buen tipo. No gruesa, pero sí fuerte. Compuesta en su
porte. Sus ojos, negros y hermosos; su mirada, recogida.
Instruida, de palabra fácil y elocuente. Fervorosa. con una
fuerte personalidad que ejercía atracción a cuantas la
rodeaban. Con pésimas cualidades de gobierno, no tenía
igualdad de trato con las religiosas y demás personas que
trataba. Fácilmente se dejaba llevar de simpatías o antipatías,
lo que motivó división entre las congregantes. Tenía su grupo de
“adictas”. Durante los 28 años de su gobierno, tuvo en los
cargos de Consejeras y Superioras a las mismas religiosas.”
Algunas Hermanas mayores ponderan su gran talento.
Desgraciadamente en la Congregación no dejó huellas de él.
Esto hace pensar que fuera más especulativo que práctico, de ahí
su facilidad en hacer esas composiciones poéticas que tanto
gustaban a las Hermanas. Aunque de estas poesías no queda
rastro en la Congregación.
Parece que hubo algunas miras humanas en esos deseos de
hacerla general, porque las que trabajaron por ello, una vez
conseguido, comenzaron a hacer lo que querían. Se perdió el
orden y la disciplina religiosa. Madre Salud, poco a poco, se fue
desentendiendo de los asuntos de la Congregación. Dejó de
visitar las casas: A Córdoba no iba porque temía contagiarse de
la lepra de Madre Ramírez y para las demás siempre encontraba
un pretexto. Era difícil entablar conversación con la General en
aquella época. Sólo tenían acceso libre a su despacho un
“grupito” de religiosas, sus más adictas.
Fueron años poco gloriosos para la Congregación. Se cerraron
las casas de Jerez, Santa Victoria de Córdoba y Almería. La casa
del Buen Pastor de Córdoba estuvo a punto de perderse. El que
superviviera se debe a Madre Ramírez, que tenía mucho amor a
la Congregación y era sacrificada. La sostuvo gracias al tacto y
prudencia que tuvo con los fundadores de aquella casa, Sres.
Míguez.
Pero la mayor desgracia es, que de tanto desorden las Hermanas
no se dan cuenta. Admiran a Madre Salud: proclamando su
talento y virtud pasan los días.
En la soledad y silencio de la casa de Málaga, la Madre
Fundadora ve derrumbarse lentamente la Congregación. Parece
que va a borrarse todo lo realizado en años anteriores a costa de
tanto trabajo y constancia.
Cuenta con 69 años, que no aparenta, porque su salud es buena y
su lucidez y energía admirables, cuando se le deja en la
penumbra y otras comienzan a dirigir el Instituto dando otras
orientaciones, cerrando casas, destruyendo lo que con tanto
sacrificio llegó a formar.
Prácticamente ha quedado al margen de sus funciones de
Fundadora. No tiene asignado oficio alguno, y en esta situación
se le ofrecen ocasiones de humildad.
Su conducta es mansa, humilde, entera. Siempre serena, callada:
Sufre y ora. Permanece inalterable con admirable fortaleza y
mansedumbre: ni una palabra amarga, ni una queja…
Aquí aparece en todo su esplendor la calidad y el temple de esta
gran mujer. Hubiera podido adoptar muchas actitudes nobles y
legítimas para hacer prevalecer sus derechos. Elige una: la
santidad.
Calla prudentemente y acepta con heroica humildad y paciencia
ser despojada de todo, pasando los últimos dieciocho años de su
existencia envuelta en el silencio y el olvido.
Más tarde, las Hermanas de la Congregación que con ella han
compartido esas vivencias, recordarán su ecuanimidad,
prudencia y amabilísimas actitudes. En estos largos años de
postergación nos la describen de carácter equilibrado, dulce
trato, serena, solícita para los que la rodean.
Madre Reyes Peruyera Pinto, al acercarse sus bodas de oro
escribe a la Superiora General Madre María Teresa Muñoz de
Toro, el 7 de enero de 1949; y le habla de cincuenta años atrás,
cuando hizo su profesión Religiosa:
“Recuerdo mi Profesión, emitida en presencia del Padre
Fundador que nos dijo la misa, (…) en manos de Madre
Salud Rubio, Superiora General, después de la santa y
nunca bastante celebrada Madre Fundadora, ausente
entonces de la Casa Central, pero que era a pesar de
ello iluminada por la refulgente luz de sus virtudes, las
que irradiaba a todas las casas de la Congregación,
teñía de vivos resplandores su edificante, y entonces
escondida existencia.
(…)
Sigue diciéndole a Madre Mª Teresa:
“Vi en S. R. siempre el fiel retrato de aquella santa
Madre Fundadora, cuyo espíritu alienta en vuestra alma,
aquella maternal dulzura que la caracterizaba, y su
amable corazón, fuerte y firme en el amor a sus hijas, y
dispuesto a todas horas a disculpar sus faltas y yerros;
creo ver en S. R. la destinada por Dios para completar
aquellos ideales, que en su alma sublime caldeó la
Fundadora, y, que en los altos juicios de Dios no estaba
decretado viese realizados. (…) Tuve la dicha de ser la
enfermera en los últimos años de aquella amada e
inolvidable Madre Fundadora.
La Madre Fundadora, ya anciana y enferma, fe experimenta el
estremecimiento de otros escalofríos: el desamor del ambiente.
Parece que a su paso los corazones se cierran a la comprensión.
Pero ella no dejó de amar en su interior a todas sus hijas, aunque
sólo un reducido número son fieles y permanecen a su lado.
Jamás permitió que éstas hablaran mal de las otras en su
presencia. Las mandaba callar diciendo:
“No permito que habléis mal de vuestras hermanas.
Ellas también son mis hijas y las quiero con el amor más
tierno de madre.”
No dejaba de repetir:
“Los lazos de la verdadera caridad son indisolubles.”
“Vivamos cada día más unidas por la oración y el
sacrificio. Así nuestro apostolado será fecundo.”
Nada inculcó tan insistentemente a sus hijas, las Religiosas
Filipenses, con el ejemplo y las palabras, como la caridad, la
humildad, la sencillez, la pequeñez, la pobreza.
Ella vive en suma pobreza, no sólo de cosas materiales. Su gran
confianza en la Providencia la mantiene rica en esperanza,
cuando fallan los apoyos humanos, cuando ve que cierran sus
mejores fundaciones, cuando experimenta el desamor del
ambiente. Su total humildad le permite levantar los ojos y el
corazón al cielo con gozo confiado, cuando con amor y sencillez
evangélica decía: “Padre”. Buscó siempre lo que agradaba a
Dios y cala la hondura de la frase evangélica: “Si el grano de
trigo no cae en tierra y muere…” (Jn. 12, 24).
El 31 de julio de 1904, a las doce de la noche, muere en Sevilla
en la penumbra y la soledad que había vivido:
Madre Dolores: Porque has sido fiel… entra en el gozo
de tu Señor”. (Mt. 25, 21).
Los detalles de sincero cariño de Madre se van a echar de
menos:
No dejó de sembrar amor. Nos dice Madre Esperanza
Frías.
Llegamos a septiembre de 1904. Madre Salud escribe felicitando
a Madre Consuelo que celebra su onomástica el día ocho. Y ella
celebra el suyo el doce, día del Dulce Nombre de María. Piensa
que este año les va a faltar esa felicitación maternal de la Madre
Fundadora que rezuma cariño:
“Es el primer año que no nos felicita en la tierra nuestra
muy querida Madre, que con maternal afecto se
regocijaba con nosotros en estos días.”
El Padre Fundador se siente envejecido y agotadas las fuerzas en
los trabajos apostólicos. Ya no puede visitar a sus hijas
Filipenses con la frecuencia que desea. Estos encuentros se
hacen cada vez más distantes.
Un grupo de Hermanas desean cortar el desorden de la
Congregación y vivir el primitivo espíritu del Instituto, el que
abrazaron cuando estaba a cargo de la Congregación la Madre
Fundadora.
Hablan con el Padre Fundador, pero ya se encuentra viejo y
achacoso. Al ver que por aquí no hay remedio escriben al
Nuncio y le hablan claramente del desorden e indisciplina que
impera. Se acercan las elecciones generales y no quieren seguir
como hasta aquí.
Sevilla es sede vacante desde la muerte del Cardenal Spínola
acaecida el 19 de enero de 1906. Por eso se dirigen al Nuncio
que por medio de su secretario, Domingo Reyes, se dirige al
Vicario Capitular, Bartolomé Romero Gago. En sus manos,
hasta el nombramiento del nuevo Arzobispo, están los destinos
de la Diócesis.
Madrid, 14 de agosto de 1906
Señor de mi mayor consideración y respeto: El Iltmo
Señor Nuncio ha tenido noticias del disgusto que reina
entre la mayor parte de las Religiosas del Instituto de
María Santísima de los Dolores y San Felipe Neri,
establecido en el convento de Santa Isabel, de esa
ciudad, porque en las elecciones generales del próximo
septiembre no sólo se trata de elegir a la actual
Superiora General sino que también a todas las
Superioras de Provincias.
Se dice que Madre Salud Rubio, que lleva 18 años en su
cargo, no trata a las Religiosas con mucha caridad,
teniendo preferencia por algunas; que el Fundador,
persona de virtud, la deja en absoluta libertad y que ella
viene reeligiendo cada tres años a las mismas
superioras, sin tener en cuenta los méritos y sí tan sólo
un deseo de dominarlas fácilmente. Debido a esto, que el
Instituto se encuentra en decadencia, deseando
unánimemente el mismo que no sean electoras ni
elegidas ninguna de las que hoy ocupan cargos.
Teniendo en cuenta lo anteriormente expuesto, S.E. me
encarga escriba a Vd. estas líneas para que con la
mayor reserva y prudencia haga todo lo posible en
diferir dichas elecciones con el fin de dar tiempo a que el
nuevo Prelado se posesione; pues, una vez enterado de
estas quejas, podrá fácilmente evitar el resultado que se
teme, llevando de este modo la paz al referido Instituto.
En el caso de que los estatutos prohíban diferir las
elecciones, haga el favor de indicar su parecer.
Una investigación profunda para ver dónde radica el desorden,
va a ser la preocupación durante un tiempo del Vicario
Capitular. Por lo pronto aplaza las elecciones generales por un
año.
Pero no será difícil quitar a Madre Salud del cargo en el que ha
echado profundas raíces. Tiene un buen número de religiosas
que la quieren y admiran. Precisamente son las que tienen
cargos de responsabilidad en la Congregación y las que
participarán con su voto en las próximas elecciones.
¡Si se hubiera aceptado la propuesta del Nuncio!
… que no sean electoras ni elegidas ninguna de las que
hoy ocupan cargos.
¿Y el Padre Fundador? Siente hacia ella gran debilidad, la quiere
y la aprecia. La “teóloga” la llama. Se resiste a que quiten el
gobierno de sus manos. Ve la decadencia de la congregación, y
siente la necesidad de recomendar sus hijas Filipenses a una
persona de toda confianza para que las ayuden y protejan.
Presiente que está próximo su fin. ¿Qué va a ser de sus
Filipenses cuando él falte?
Piensa en Madre Dolores, aquella mujer providencial que Dios
puso en su camino cuando forjando en sueños apostólicos se
decidió a redimir a la mujer caída.
Era la persona que hacía falta para llevar la obra
adelante – repetía.
Un día encuentra a Don Antonio Lorán, Párroco en aquella
época en San Andrés, y le dice:
Por Dios, don Antonio, no deje a mis hijas de Santa
Isabel. La Fundadora ha muerto cuando más la
necesitaba y siendo morir por el estado en que se
encuentra la Congregación.
La Fundadora ha muerto cuando más la necesitaba… El Padre
Tejero está notando su falta.
Don Antonio Lorán Fernández nació en Sevilla el 6 de
noviembre de 1869. Cursó su carrera eclesiástica en el
Seminario Diocesano y se ordenó de presbítero el 2 de Junio de
1895.
Licenciado en Sagrada Teología, fue cura ecónomo de Cañete la
Real, regente ecónomo y párroco propio de San Andrés y San
Martín de Sevilla. Era un sacerdote virtuoso y ejemplar que
durante largos los años de ministerio se distinguió en la cura de
almas, por su gran amor a los pobres y desvalidos.
Amantísimo de su ciudad, cuya historia conocía con exquisita
erudición, trabajó infatigablemente por la conservación y pureza
de sus tradiciones piadosas, que él tan delicadamente amaba y
difundía.
Ya se dirá a su tiempo el bien que hizo a la Congregación de
Religiosas Filipenses y el amor y empeño con que llevó a cabo
la recomendación del Padre Tejero.
El Padre Fundador quiere que Don Antonio Lorán sea confesor
de la Comunidad.
De esta manera las irá conociendo y se interesará por el
Instituto, - se decía.
Habla con Madre Salud del particular y ésta lo propone al
Vicario Capitular.
Ruego a V. I. con la aprobación y consentimiento del
Padre Fundador, se sirva nombrar confesor de esta
comunidad al respetable sacerdote Sr. D. Antonio Lorán,
que sabemos hará la caridad de aceptarlo.
Fechado, 3 de abril de 1907.
Las elecciones generales no se llevan a efecto y Madre Salud se
siente intranquila. Ha llegado a sus oídos algunas preguntas del
Vicario Capitular sobre la marcha de la Congregación. Habla
con el Padre Tejero, al que también han llegado algunas quejas.
Deciden escribir al Vicario “asegurándole que no hay ningún
motivo para que se aplace por más tiempo las elecciones”. Ya
pondrá otras razones convincentes: “La Congregación necesita
esas elecciones cuanto antes”.
La carta está fechada en junio de 1907.
Me dirijo a V. I. rogándole tenga la bondad de fijarse,
por las razones que le expongo, en lo conveniente que es
para la Congregación el no diferir por más tiempo las
Elecciones Generales.
(…)
Esta gracia esperamos de V. I. asegurándole, en verdad,
que no hay ningún inconveniente en ello.
El Vicario Capitular da su consentimiento y se fija la fecha para
el 8 de agosto, las preside personalmente, exhortando sobre la
importancia del acto que se iba a realizar y la libertad con que se
debía proceder.
En fin de cuentas: Madre Salud Rubio sale reelegida.
II. ÚLTIMOS AÑOS DE GOBIERNO DE
MADRE SALUD RUBIO
El agotamiento y los años pesan en el Padre Tejero, que pasa el
invierno de 1908 bastante mal. Apenas sí se alimenta. Sus hijas
Filipenses se esmeran en prepararle un sano alimento que le
llevan diariamente al Oratorio. Pero responde dificultosamente y
ellas esperan el verano de 1909 a ver si recobra un poco de
fuerzas, como otras veces.
Agosto de 1909.
Pío X aprueba las Constituciones de la Congregación de
Religiosas Filipenses, paso definitivo en la bendición de la
Iglesia.
Acción de gracias, alegrías y fiestas en la Congregación.
El Padre Tejero bendice al Señor y siente una satisfacción
enorme. Ve coronados sus trabajos y sudores.
En los primeros días de octubre, haciendo un gran esfuerzo, va a
saludar a sus hijas Filipenses. Con este gesto parece que quiere
despedirse hasta la eternidad. Lo trae en un carruaje el capellán
de la casa, el Padre Juanito. Pero apenas sí puede andar, por la
extrema debilidad en que se encuentra.
Sus hijas le rodean con cariño. La alegría se refleja en sus
rostros, porque el Padre se encuentra entre ellas.
“¡Hacía tanto tiempo que no venía…!”
El Padre se interesa y pregunta por todo. Por la marcha de las
casas, por las Hermanas, y, cómo no, por “sus muchachas”, a
las que amaba como a las “niñas de sus ojos”. También éstas
salen a verle pidiéndole las bendiga.
Llega el momento de la despedida.
¡Cuánto ha corrido el reloj!
Oyendo sus cálidas palabras, el tiempo se ha ido sin sentir.
Sus hijas no lo dejan y lo acompañan hasta la portería. Desean
aprovechar todos los momentos de la visita para estar con él.
Siempre las despedidas tienen mucho de nostalgia. Ésta plantea
un interrogante:
¿Veremos otra vez al Padre por aquí?
En la puerta le espera un carruaje. Sube a él con el Capellán y se
dirigen a la Congregación del Oratorio.
Fue la última visita que el Padre Tejero hizo a sus hijas en el
Convento de Santa Isabel.
A partir de estos momentos, su salud se agrava día a día.
Empezó por dolencias de cabeza, perdió el uso de sus
facultades, casi en su totalidad, y desde entonces se daba poca
cuenta de las cosas.
Aquella vida consagrada totalmente a la gloria de Dios y
salvación de las almas iba apagándose poco a poco. Se acercaba
a su término. Antes de volar al cielo para recibir el premio,
aquel peso de gloria que Dios le tenía preparado, una paz y
alegría enorme embargan su espíritu. Como si el Señor quisiera
regalarle una partecita de la felicidad eterna aquí en la tierra:
Había cumplido su misión. A imitación de Cristo podía repetir:
Todo está cumplido. (Jn 19, 30).
Las dos Congregaciones por él fundadas estaban extendidas por
las regiones de Andalucía y Extremadura. En ambas se daba
gloria a Dios impulsada por aquel espíritu que él les dejara. A
cada una le dio un legado, una misión por realizar. Ellas iban a
prolongar su vida en la tierra. No sé quién dijo:
Los Fundadores no mueren nunca. Son árbol de hojas
perennes. Candela que nunca se apaga. Se perpetúan en
el tiempo y alargan su influjo espiritual a través de las
obras que emprendieron.
El día 8 de diciembre, a las doce de la mañana, cuando las
campanas de Sevilla repicaban celebrando el misterio de la
Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen, después de
recibir la Sagrada Extremaunción por estar incapacitado para
recibir el Viático, entregó su alma a Dios. Murió santamente,
como había vivido. Contaba 84 años de edad.
Ya está preparada la capilla ardiente. Sus hijas las religiosas de
ambas congregaciones rodean su cadáver. Las Hermanas de la
Doctrina Cristiana cumplen el encargo que les dejó: Ponen entre
sus manos yertas, sin vida, el Catecismo de la Doctrina
Cristiana.
Era todo un símbolo. Como si el Padre Tejero quisiera que se
gastaran sus cenizas abrazando ese “pequeño librito” que
significaba tanto para él. Enseñando su doctrina gastó su
existencia.
De sus catequesis nacieron sus dos congregaciones.
Había nacido para adoctrinar, –decían cuantos le
conocían.
Era de palabra fácil, naturalmente persuasiva, sus
explicaciones claras, sencillas, metódicas, siempre
prácticas, la tendencia de sus sermones, eminentemente
moral; había nacido para adoctrinar al pueblo.
Madre Salud escribe a Dña. Mª Luisa García, dándole cuenta de
la muerte de su hermano. Le dice:
Como era tan grande la opinión de santidad en que
durante su apostólica vida se le tenía, ha sido grande la
veneración que tanto los sacerdotes como toda clase de
personas, han tributado a su cadáver, tocando a sus
manos y pecho prendas y rosarios, encomendándose a él
como a un santo. Mientras estuvo su cuerpo presente lo
rodeaban sus amantes hijas las Religiosas de esta
Congregación de Filipenses Hijas de María Dolorosa y
las Hermanas de la Doctrina Cristiana, fundadas
también por el Padre, y seis de cada comunidad lo
acompañaron hasta el cementerio.
Después de los solemnes funerales que hicieron los
Padres de su Congregación en la Iglesia de San Alberto,
se hicieron muy solemnes el día noveno en nuestra
Iglesia de Santa Isabel, teniendo invitado para la
oración fúnebre el M. I. S. Magistral, pero no pudo
hacerlo por haberse puesto malo, pero lo hará, D. M. el
próximo día 14 en San Alberto, donde serán otros
funerales que lo harán las Hermanas de la Doctrina
Cristiana. Consolémonos con que tenemos un santo que
intercede por su familia y por sus hijas espirituales en el
cielo.
La oración fúnebre en San Alberto estuvo a cargo del presbítero
Don Antonio Muñoz y Torrado. Hizo una bonita síntesis de su
vida. Su palabra fácil y elocuente cautivó al auditorio. Al
finalizar, dirigiéndose a las Religiosas Filipenses, dijo:
¡Hijas de María Santísima de los Dolores y de San
Felipe Neri! Millares de jóvenes desgraciadas han
encontrado refugio en vuestras casas donde se han visto
conversiones maravillosas obradas por la gracia del
Señor. Honrad la memoria de vuestro Padre de esas
abandonadas devolviéndolas regeneradas a la sociedad.
La prensa no pudo dejar de ocuparse de un varón tan benemérito
haciendo resaltar las virtudes que le adornaban y las obras
apostólicas que llevó a cabo en beneficio de la ciudad.
Don Cayetano Fernández, se disponía a escribir su vida cuando
le sorprende la muerte. ¡Qué lástima! ¡Nos hubiera dicho cosas
tan interesantes! El Padre Fernández ingresó en la Congregación
del Oratorio el mismo día que el Padre Tejero y la vida los
mantuvo unidos. Pero sólo dejó unas cuartillas introductorias al
trabajo que iba a realizar en las que dice entre otras cosas:
Como era una figura de verdadero relieve y aún viven
algunos de los que le conocieron y admiraron, será lícito
a los Padres del Oratorio de Sevilla dar a la publicidad
varios detalles de su vida de apóstol; muchos rasgos de
su fisonomía moral y algunos de sus hechos
verdaderamente extraordinarios; nadie le conocía mejor
que sus hermanos los Padres del Oratorio.
Dicen los que le han conocido, que era de alma grande,
inteligencia profunda, voluntad de hierro y corazón de
niño; es decir, todo lo que se llama un carácter, no con
las asperezas de la violencia, sino con la dulzura de la
virtud. Cincuenta y siete años estuvo en la Congregación
del Oratorio y durante ellos dio a conocer que tenía
heredadas de su santo San Felipe Neri la humildad y la
caridad y ambas sostenidas y aumentadas por medio de
la oración y de la mortificación, pues no en otra escuela
pudo aprender este esclarecido hijo de San Felipe,
aquellos sublimes conceptos que se deslizaban
suavemente de sus labios, llegando a interesar las
inteligencias y los corazones de los niños y de las
personas poco instruidas y menos acostumbradas a
discurrir, que le oían con gusto creciente, le entendían
con suma facilidad y le amaban como a verdadero
Padre; cosa en verdad muy difícil de conseguir y que no
es dado a todos aún de esclarecido talento.
Las Religiosas Filipenses sienten el vacío de la gran orfandad.
La Congregación no marcha bien por la pasividad del gobierno
de Madre Salud. Como llovían las trampas se llegó a temer que
se perdiera la Casa Central de Santa Isabel. El hambre se dejó
sentir. No había más entradas en la casa que las limosnas que
llegaban a la portería.
Los últimos años del gobierno de Madre Salud se caracterizan
por el abandono total de los asuntos de la Congregación,
descuidando hasta el Archivo, donde no se registraba ninguna
clase de documentos. Ni siquiera se llevaban las actas de
admisión de las aspirantes al Instituto, ingreso en el noviciado,
profesiones, nombramientos de superioras, etc. etc.
En las elecciones del año 1913 hay una fuerte oposición para
que sea reelegida nuevamente. Las leyes eclesiales se oponían a
que la misma persona llevara las riendas de un Instituto por
tantos años. Las Madres Capitulares acuden con un Rescripto a
S. S. el Papa Pío X y obtienen la confirmación a los 15 días de
verificadas las elecciones, el 21 de noviembre.
Pero ya le queda poco tiempo de su paso por la tierra. A los
pocos meses cae enferma con una debilidad cerebral que le
impide mantener toda clase de conversación, y el 7 de
noviembre de 1914 entregó su alma al Señor.
Este mismo año moría Pío X y fue elegido Papa el Cardenal
Chiesa que adoptó el nombre de Bendicto XV (3 de septiembre
de 1914).
Nacido en una familia noble de Génova el 21 de noviembre de
1854, había acompañado al cardenal Rampolla durante su
nunciatura en España, y cuando éste ocupó en 1867 el cargo de
Secretario de Estado, le sirvió de secretario particular durante
quince años, siendo muy apreciado por dos cualidades que
poseía en alto grado: la memoria y la discreción. Nombrado
sustituto de la Secretaría de Estado, conservó este puesto
durante los primeros años del pontificado de Pío X; pero existía
demasiada divergencia entre su modo de enfocar la política de la
Iglesia y el nuevo espíritu que prevalecía en el Vaticano. por eso
se le nombró Arzobispo de Bolonia en noviembre de 1907, y
aunque se trataba de una sede cardenalicia, no obtuvo el capelo
hasta mayo de 1914. El nuevo papa era, pues, un diplomático de
la escuela de Rampolla, pero también un pastor, dado que
monseñor Della Chiesa, que ya en Roma consagraba gran parte
de su tiempo libre al ejercicio del ministerio sacerdotal, había
sido también arzobispo de Bolonia.
Durante cuatro años, las preocupaciones del nuevo papa se
centraron en la guerra, cuyas proporciones colocaban a la Santa
Sede ante problemas morales, jurídicos y diplomáticos
incomparablemente más graves que los que habían planteado los
conflictos de los siglos precedentes.
La Vicaria General de la Congregación es Madre Josefa Checa
Hernández, natural de Antequera. Nació el 1 de febrero de 1855.
De espíritu contemplativo sostenía amistad con las Monjas
Clarisas del Convento de Belén, en el que pensaba entrar. Al
morir sus padres y verse libre de responsabilidades familiares,
deseó llevar a la práctica su deseo de consagrarse a Dios.
Entabla amistad con las Religiosas Filipenses y admira la bella
labor que realizan en el campo de la enseñanza dando
instrucción y educación cristiana a la niñez y juventud. Lo
mismo se desviven por las chicas pudientes que por las pobres o
de clase humilde. Esto le hace cambiar el rumbo y decide hacer
unas experiencias, compartiendo durante un tiempo su vida con
estas Religiosas ayudándoles en su apostolado.
Entra en la Casa de Antequera el 12 de octubre de 1886. Se
siente feliz y le gusta la vida apostólica. El 26 de enero de 1887
ingresa en el Noviciado de Sevilla. Cuenta 32 años. Hace su
Profesión Religiosa el 13 de septiembre de 1889.
El primer trabajo que le confía la Congregación son las clases
gratuitas o de niñas pobres de la Casa Central, oficio que
desempeña con el mayor acierto. Supo captarse el cariño y
respeto de sus colegialas a las que hizo mucho bien.
Pronto se dejó ver su virtud, sólida piedad y clara inteligencia.
Es también ejemplar, educada y fina en su trato.
En las elecciones generales de 1893 sale elegida cuarta
Consejera, Secretaria General y Maestra de Novicias. Los años
de profesora en el colegio dio pruebas pruebas de sus estupendas
cualidades de modeladora y formadora de almas. Las Superioras
deciden confiarle otro Magisterio: las novicias. Este cargo lo
ejerció por espacio de 21 años.
Madre Josefa, alma de prolongada oración y vida interior, logra
en estos años formar un puñado de religiosas santas, abnegadas,
con amor a la Congregación y sus obras, que van a dar óptimos
frutos.
En las elecciones generales de 1913 la reeligen nuevamente
Maestra de Novicias, pero sale también de Vicaria General,
cargo que desempeño por corto tiempo. Al año siguiente muere
Madre Salud. Desde este momento la marcha de la
Congregación, hasta las próximas elecciones, va a estar en sus
manos. Después del gobierno tan desacertado de la General
difunta hay necesidad de ordenar lo más urgente. Tiene que
preparar las próximas elecciones generales.
En el noviciado hay cinco novicias que no puede desatender, ve
en ellas el futuro de la Congregación y no quiere que mengüe el
orden ni la observancia en las ausencias que la necesidad le
impone. Piensa que la puede suplir una joven profesa formada
por ella.
Conoce su buen espíritu y cualidades humanas. Está destinada
en Sevilla; tiene a su cargo la sección de Admitidas que lleva
con esmero y cariño. Con especiales cualidades para la
reeducación, ama con pasional obra de Redención de la joven
caída, el mejor legado que dejaron los Padres Fundadores:
Ir tras la oveja perdida de la casa de Israel. (Mt. 15, 24)
Se llama Madre Mª Teresa Muñoz de Toro, natural del Valle de
Abdalagís (Málaga). Nació en noviembre de 1884. Su primera
vocación es de Reparadora: siente gran amor a Jesús Eucaristía.
Pasa algunas temporadas en Antequera en casa de sus tíos y
frecuenta el colegio de Madres Filipenses, donde tiene dos
primas: Madre Visitación Guerrero y Madre Mercedes Guerrero.
Algunas bromas recibe acerca de su vocación de Madre
Visitación que tiene un carácter jovial y jocoso. Pero siempre le
contesta:
No me gusta la enseñanza. En cambio me fascina la
adoración y reparación a Jesús Eucaristía.
El día de la Virgen Inmaculada del año 1909 se encontraba en
oración cuando piensa, o el Señor le inspira, que donde puede
realizar sus deseos de entrega a Dios es en el Instituto de las
Madres Filipenses, trabajando con las jóvenes de Reeducación.
Al día siguiente se lo comunica a su director espiritual, Don
Rafael Bellido, Vicario de Antequera, quien le contesta:
Ayer murió el Padre Tejero, Fundador de esa
Congregación. Era un hombre santo. Pudiera ser que
desde el cielo te haya alcanzado esa gracia.
Entra en el noviciado el 10 de febrero de 1910 a los 26 años de
edad. Hace su profesión el 12 de diciembre de 1912.
Madre Josefa pide a Madre Mª Teresa que supla sus ausencias
en el Noviciado, ella se dedicará en estos meses a la preparación
del capítulo General.
El 17 de noviembre manda una circular a todas las casas de la
Congregación:
Ya sabéis que vacante el cargo de Superiora General en
nuestra Congregación, por muerte de la Rvma. Madre
Salud Rubio, de piadosa memoria, se ha de proveer
mediante elección canónica habida en Capítulo General,
según disponen nuestras santas Constituciones.
La fecha de las elecciones ha sido fijada para el 1 de marzo de
1915.
El 27 de febrero llegan a Sevilla las Hermanas que han sido
elegidas electoras del Capítulo.
Por los claustros y pasillos de las distintas casas de la
Congregación surgen comentarios:
¿Sobre quién recaerá el cargo de Superiora General?
Hay un interrogante en el ambiente. Después de 28 años de
gobierno de Madre Salud, se encuentran con este problema que
no saben resolver.
Las Hermanas jóvenes y las de mediana edad se inclinan por
Madre Josefa. Ha sido su Maestra de Novicias y conocen sus
cualidades.
No así las mayores. Están desconcertadas. A Madre Josefa no la
aceptan del todo. Tienen sus pequeñas susceptibilidades. No
siempre podemos prescindir de estas pequeñeces y miras
humanas, porque la vida está compuesta por criaturas
imperfectas y no por ángeles.
Apenas llevaba Madre Josefa tres años de profesión, cuando
Madre Salud la hace consejera, secretaria general y maestra de
novicias. No vieron con buenos ojos las Hermanas mayores que
diera tantos cargos a una joven sin experiencia de la vida
religiosa y conocimiento del Instituto. Pero esto no fue culpa
suya. Ya sabemos que Madre Salud acostumbraba a dar los
cargos así: “por racimos”.
A decir verdad, Madre Josefa desempeñó esos cargos con
prudencia y espíritu religioso. Jamás defraudó la confianza que
pusieron en ella. Y a la vista está en el fruto que dieron las
religiosas que formó.
Las Madres electoras comentan en serio sobre el particular. Hay
quienes se inclinan por Madre Victoria Montero, Superiora de
Málaga.
Es activa y eso es lo que necesitamos después de tantos
años de estancamiento y pasividad, -dicen algunas.
Pero las trampas abruman.
¿Cómo podremos ponernos al día y salir de tantas
deudas?, -contestan otras.
Y, por fin, deciden:
Madre Josefa es buena y ama la Congregación. Además
tiene un buen capital con el que puede dar frente a
tantas necesidades.
Llega el día de las elecciones y viene a presidirlas
personalmente el arzobispo, Don Enrique Almaraz.
Madre Josefa sale elegida Superiora General.
El Señor Obispo declaró canónicamente elegida a
Madre Josefa Checa Hernández, la que arrodillada ante
S. E. R. pidió su bendición y pasó a ocupar el lugar
destinado para recibir la obediencia que le prestó la
Comunidad”. Según el libro de elecciones generales
página 20.
III. 1ER Sexenio de Madre Josefa Checa
Hernández
Años 1915-1921
Pausadamente, pero con paso firme, Madre Josefa va a dar un
nuevo giro a la Congregación.
Viene a visitarla Don Antonio Lorán. Lleva varios años de
confesor en la Comunidad y las aprecia. Está dispuesto a poner
por obra “la recomendación del Padre Tejero”. Madre Josefa le
abre de par en par las ventanas de su conciencia. Le dice lo
abrumada que se siente con el peso que han puesto sobre sus
hombros. Don Antonio la tranquiliza y le promete ayudarla en
todo.
Para poner la Congregación en marcha no sabe por donde
empezar. Los libros de actas, Profesiones, Economía, etc. se
encuentran bien empolvados porque desde hace once años y
medio no se ha registrado nada.
Don Antonio, al adentrarse en el Archivo exclama:
¡Esto es un caos! Hay que empezar poniendo todos los
libros en orden y la Congregación en marcha.
Laborioso y silencioso gobierno el de Madre Josefa. Tiene que
poner fuertes cimientos porque la Congregación parece que se
desmorona, se viene abajo. No sólo poner en orden los papeles,
también los espíritus.
El segundo Padre de las Religiosas Filipenses fue Don Antonio
Lorán. ¡Qué interés el suyo por sacar a flote el Instituto! Cuando
las Hermanas le mostraban su agradecimiento, contestaba:
Cumplo con mi deber. No me lo tenéis que agradecer,
porque así se lo prometí al Padre Tejero.
Con la ayuda de Don Antonio y un abogado, sobrino de Madre
Josefa, llamado Don Francisco Checa Guerrero, que vive en
Antequera y frecuentemente viene a Sevilla, logran subsanar
todos los errores. Mandan rescriptos a Roma. Ponen las cosas en
orden y el Instituto empieza a caminar respirando con nuevo
oxígeno.
En la primavera de 1915, Madre Mª Teresa es destinada a
Antequera, casa de la Congregación dedicada enteramente a la
enseñanza. También tienen talleres de costura donde enseñan
toda clase de bordados. Rara es la antequerana que no ha
confeccionado en el Colegio Nuestra Sra. de Loreto su ajuar
completo con el mayor gusto y fina filigrana en el bordado.
Hasta se hacían el vistoso y elegante mantón de Manila.
Los domingos, de 2 a 5 de la tarde, tienen la Escuela Dominical.
Asisten a ella obreras o empleadas de hogar mayores de 14 años
que al no poder recibir ninguna clase de formación durante la
semana, por sus trabajos o empleos, acuden los domingos al
Colegio de las Madres Filipenses donde se sienten acogidas con
cariño.
Les enseñan a leer y a escribir, cuentas y cálculo, costura y
confección. Las instruyen en la Doctrina Cristiana. Las clases
terminan con una plática del Padre Capellán.
Al finalizar el curso todas reciben premios según su aplicación y
aprovechamiento.
Casi toda la juventud femenina antequerana de aquella época,
estaba al cuidado de las Madres Filipenses. Son queridas en el
pueblo que las admiran y aprecian la labor que realizan con la
juventud.
Numerosas y buenas vocaciones brindó a la Congregación este
colegio. Fruto, sin duda, de la labor tan eficaz en el campo de la
enseñanza de aquel equipo de religiosas modelos de virtud en su
labor educativa. Trabajan no sólo para iluminar las inteligencias
de sus alumnas, modelan a un mismo tiempo sus corazones y
están persuadidas de que enseñar puede cualquiera; Educar…
sólo el que sea un evangelio vivo.
Don Rafael Bellido, Vicario Arcipreste de la ciudad, no repara
en decir públicamente:
Las Madres Filipenses son religiosas de plena virtud y
de toda mi predilección.
En el Noviciado han puesto de Maestra de Novicias a la
buenísima Madre Dolores Bost, la fiel enfermera de la Madre
Fundadora. No le han dado nombramiento, quieren ver qué tal
desarrolla su oficio. Pero habla a las novicias de la Madre
Fundadora, y esto no gusta. Temen que diga algo más de la
cuenta y salgan a relucir defectos que deformen la figura de
otras religiosas que han tenido prestigio en la Congregación.
Por este motivo la quitan del noviciado.
Nombran de Maestra de Novicias a Madre Corazón de María
Jiménez Cordón, natural de Cádiz. Era profesora de bellas artes
en su ciudad natal cuando el Señor la llama a la vida religiosa.
Entra en la congregación en junio de 1906, a la edad de 35 años.
Su carácter es templado y naturalmente bondadoso.
Madre Dolores Bost es trasladada a Antequera. Lleva gran pena
porque le han manifestado que no quieren que se hable de la
Fundadora. Y lo que más siente es que se borre su figura. Once
años de su muerte y su imagen se va perdiendo. Nadie le dedica
un recuerdo o una palabra de afecto.
¡Qué Madre tan olvidada! –se lamenta.
Los ratos libres los dedica escribiendo de ella. No es que tuviera
habilidad para la pluma. Lo hace impulsada por el amor a la
Fundadora y a la Congregación; quiere que al menos las
vocaciones futuras sepan de esta singular mujer y cuánto le
costó llevar la Congregación adelante. Sabe que conocerla es
amarla. El escribir le sirve de desahogo.
¡Desea contar tantas cosas…! Pero nadie las escucha.
En su nuevo destino se encuentra con Madre Mª Teresa. La ve
mujer human rica en cualidades y presiente que está llamada por
Dios para prestar muy buenos servicios en el Instituto. Un día le
dice:
El Señor la tiene destinada para que le dé mucha gloria
en la Congregación. Nuestra Madre Fundadora fue un
alma santa, humilde hasta el anonadamiento.
Lástima que de ella se hable tan poco. Su figura parece
que se difumina y pierde. Pasó haciendo tanto bien…
Desde estos momentos una corriente de confianza y simpatía
estrecharon entre ellas una verdadera amistad. Madre Dolores
Bost le habla abiertamente de la Fundadora, y de la soledad y
silencio en que fue sumida.
Madre Mª Teresa es la mujer providencial que Dios ha puesto en
su camino para recoger tan íntimas confidencias.
Madre Dolores le insiste:
Cuando llegue a ser algo en la Congregación no se
olvide de la Madre Fundadora. Haga cuanto pueda para
que la conozcan y quieran al menos las futuras
generaciones.
Pobre de mí –le contesta.- Apenas sí llevo tres años de
profesa.
La vida te lo deparará. Eres joven y con muchos años
por delante, no lo vayas a echar en el olvido.
Interesantes charlas salpicadas de anécdotas, contadas con tanta
vivacidad y cariño, encendieron el corazón de la Madre Mª
Teresa en veneración y afecto hacia la Madre Fundadora, y amor
a la Congregación, que fue la obra de tan santa Madre.
En las elecciones generales de 1915, Madre Trinidad Casero
Luque es nombrada Superiora de Córdoba. Antequerana,
bautizada en la parroquia de San Sebastián, ingresa en la
Congregación en 1880 a los 17 años de edad. Inteligente e
instruida, con estupendas cualidades para la enseñanza, casi
desde su profesión se encuentra destinada en Antequera, donde
los últimos tres años ha sido la Superiora.
La Casa del Buen Pastor de Córdoba está dedicada totalmente a
la Reeducación. La llaman Asilo del Buen Pastor. Entre las
Religiosas que forman aquella comunidad se encuentra Madre
Dolores Ramírez, más conocida por Madre Ramírez. Allí está
desde la fundación de la casa, más de 40 años. Siempre al frente
de las reeducandas, sin que esto le impidiera ser también
Superiora durante algunos años. Hay en estos momentos 42
reeducandas de distintas edades. Es una casa bien organizada, y
las Religiosas que la componen, caritativas y edificantes. Las
personas de la calle, tan sensibles para captar el testimonio
evangélico de las almas consagradas, se han dado cuenta de la
sencillez y virtud de estas mujeres y la obra tan hermosa que
llevan a cabo. Se hacen lenguas hablando de ellas. Sobre todo de
Madre Ramírez, tan bondadosa y santa. Así la llaman.
Conviviendo con las reeducandas ha llevado cuarenta años, sin
permitirse unos días de descanso o vacaciones. Esto parece
increíble cuando se sabe lo que estas jóvenes agotan y dan que
hacer.
Según el Padre Fundador en sus apuntes autobiográficos:
El trabajo de regeneración de una joven prostituta es
más difícil que resucitar un muerto; es donde hay que
ejercitar la virtud en sumo grado.
Y sigue diciendo:
Os voy a describir cómo se encuentran al llegar a
nuestra casa: Por lo regular, completamente ignorantes
de toda instrucción moral y religiosa. No conocen a
Dios, ni saben la religión que profesan, ignoran la
gravedad del pecado, y no saben apreciar el valor del
honor que han perdido. En sus modales están tan rudas
que ordinariamente, si aprendió alguna cultura, la
perdieron en el trato ilícito en que han estado
entregadas, pues las pasiones en su desenfreno han sido
los móviles que le han conducido, es como ellas mismas
dicen después de su conversión:”He vivido como un
animal”.
Cuando se convierte una de estas jóvenes, no existe más
que un buen deseo inspirado por Dios, de apartarse de
su mala vida; más para empezar el camino de la
salvación hay que desarraigar muchos malos hábitos,
hay que contener violentas pasiones, que luchan como
gigantes contra el espíritu, hay que ayudares a una
nueva vida, para que no vuelvan a ser víctimas del
pecado. ¡Qué tacto, qué paciencia, que mansedumbre,
qué caridad tan verdadera, para saber ir levantando del
fondo del abismo a unas almas tan desgraciadas! Es
verdad que el consuelo de ver estas tiernas plantas,
antes abrasadas por el fuego del pecado y después
empezando a vivir la vida de la gracia, y afirmarse en el
camino del bien, es inexplicable, y anima
extraordinariamente a trabajar en tan caritativa obra.
He oído decir al Padre Director, (habla en tercera
persona), que toda la prudencia y caridad es poca en los
principios, con estas desventuradas criaturas, hasta
tanto que la instrucción y la gracia de Dios van echando
raíces en sus corazones, y se va fijando bien, pues tienen
que luchar con la falta de libertad a que estaban
acostumbradas y que ellas voluntariamente se han
impuesto, con frecuentes pasiones que principian a
reprimir, y con la funesta tentación del demonio, de que
vuelven a sus antiguos pasos. Todo esto pone, como es
natural, en continuo ejercicio espiritual y corporal a las
Madres, hasta que a fuerza de días van soltando las
jóvenes el vestido viejo del pecado, y vistiendo el nuevo
de la Gracia. Con dificultad habrá otro Instituto donde
se practique en más alto grado la caridad con el
prójimo. Y no quiero omitir la que se practica con Dios
Nuestro Señor, pues así como es sabido que le ama más
el que más ofensas le evita, en nuestra obra son
centenares los pecados mortales que diariamente se
evitan, como es fácil comprender por la vida que aquí
hacen a la que llevarían viviendo y muriendo en la
prostitución, perdiendo no sólo sus almas sino la de
todos sus cómplices y las de muchos que escandalizan;
por eso, el remedio es quitar de la sociedad esta piedra
de escándalo, llevándolas a la casa de Dios y de la
penitencia, en todo lo cual se da mucha gloria a Dios y
se hace un grande bien al prójimo.”
“Madre Ramírez ha recibido del cielo un tacto especial
para llevar a Dios las almas de las Reeducandas.”- Nos
han dejado escrito las Hermanas que la conocieron.
“Fue incansable en el cumplimiento de sus obligaciones,
trabajando sin cesar en regenerar a las jóvenes
acogidas, no perdiendo ni perdonando sacrificios para
llevarlas a Dios. El Señor le dio tal eficacia a sus
palabras, que eran muy pocas las que no lograba
cambiar y hacer de ellas unas jóvenes capaces de ser
presentadas como modelos a las que de nuevo
entraban.”
A la luz de su prolongada oración y unión con Dios sacó esa
fuerza y gracias que la hizo heroica. Ella vive el apostolado
característico del Instituto:
Llevar al redil del Señor las ovejas que se extraviaron.
(Mt. 18,12)
Tenía con estas jóvenes una comprensión infinita, y siendo pura
de corazón, nunca las trató con dureza, imitando a Jesús, y
apartándose de la conducta de los fariseos que, estando en
pecado, acusaron a la mujer adúltera. (Jn. 8,3) Jamás las
condenó, ni llegó a expulsar a ninguna en tan largo tiempo.
Según las estadísticas, desde la fundación en 1876 de la Casa del
Buena Pastor de Córdoba, habían pasado 5.025 reeducandas en
el año 1916. Todas estas jóvenes se sintieron acogidas y
comprendidas por Madre Ramírez. Las puertas de la casa
estaban abiertas para cuantas quisieran acogerse a ella. Era nada
más ni nada menos que un hogar para las mujeres que carecían
de él. Allí encontraban comprensión y amor quienes habían
vendido y comprado amores de brillo y dinero. Y era un borrón
y cuenta nueva donde el pasado no importaba nada.
Cierto día una joven llamaba a la puerta del Buen Pastor
solicitando la entrada. Madre Ramírez la acoge con cariño. Al
poco tiempo se puso enferma apareciendo por todo su cuerpo
unas manchas que el médico diagnosticó: “Lepra”.
La Comunidad insiste a Madre Ramírez que cuanto antes se
lleven a aquella joven de la casa. Hay que ser prudente. Si no
actúan con rapidez pronto serán contagiadas por la lepra.
Madre Ramírez sabía que esta joven era un buen ardid del diablo
para engañar a los hombres, que iban a ser víctimas de los males
que iba a ocasionarles, tanto en sus almas como en sus cuerpos.
La joven era hermosa y con especiales atractivos.
Movida por una ardiente caridad de salvar su alma, en estado
más lamentable de putrefacción que el del cuerpo, se
compromete personalmente a cuidar las ulceraciones que en su
piel van apareciendo.
Toma sus medidas higiénicas. La aísla en un lugar apartado de
la casa para evitar la contaminación de las demás. Pero no la
deja sola. Se va a vivir con ella.
La descomposición va minando el cuerpo de la leprosa. Madre
Ramírez la cura, la limpia, la mima, como pudiera hacerlo la
más cariñosa de las madres. Y al mismo tiempo cura las llagas
de su alma. Le habla de la misericordia divina:
Dios es un Padre bueno que nos ama infinitamente.
Perdona hasta el olvido cuando nos acercamos a Él con
arrepentimiento.
… Y habrá en el cielo más fiesta por un pecador
arrepentido… que por noventa y nueve justos, que no
tengan necesidad de penitencia. (Lc 15, 10)
La leprosa, movida por un sincero arrepentimiento, llora sus
pecados y muere santamente. Arrebata el cielo en sus últimos
días como el buen ladrón.
Madre Ramírez logra, con la gracia de Dios, el fin que se
propuso: salvar el alma de la leprosa. Pero comienzan a aparecer
en su cuerpo los mismos síntomas de la lepra. A medida que
avanza la enfermedad, su espíritu avanza también por noches
oscuras de incomprensión… Pero se siente feliz.
Su vida se ha ido quemando lentamente, llevando hasta el
heroísmo su entrega y amor a favor de la joven extraviada.
Siguió las huellas de Cristo: “Buscando la oveja que se
extravió” (Mt. 18, 12).
Bien le cuadran estas palabras: “Nadie tiene mayor amor que el
que da la vida por sus amigos” (Jn. 15, 13).
¡Madre Ramírez, leprosa por amor!
Con algunos intervalos de mejoría, murió de lepra el 4 de
febrero de 1916.
Antes de fundar en Córdoba, Madre Ramírez estuvo destinada
en Jerez, donde dejó también la fragancia de su virtud. Al lado
del Colegio de las Madres Filipenses había un internado de
niñas pobres que llamaban: Casa de Preservadas. Su Director
era el Padre Barrado s.j. Estaba dirigido por seglares y no había
mucho acierto en la dirección. Solicitaron la ayuda de las
Madres Filipenses para la dirección y formación religiosa de las
alumnas. Éstas cedieron y para mayor comodidad abrieron una
puerta comunicándose así las dos casas, ya que estaban unidas.
Al frente de las niñas pusieron solamente a Madre Ramírez, por
falta de personal.
Tomar la dirección de aquel colegio Madre Ramírez y comenzar
a reinar el orden y la disciplina fue una misma cosa. Dicen las
crónicas de aquella casa:
La dirección de aquella época era inmejorable, pues
sola una religiosa, Madre Ramírez, era la que atendía
todas estas cosas, con tal habilidad, que siendo muy
raros los castigos y escasas las reprensiones, era mucho
el orden y la aplicación, y grande el afecto hacia la
Directora.
La Vicaria General de la Congregación, Madre Natividad
Hidalgo, se pone enferma con reuma gotoso que la hace sufrir
mucho. Le viene una complicación al corazón y muere casi
repentinamente a los 65 años de edad, el 1 de agosto de 1917.
Sale elegida Madre Magdalena Mir de Lara, natural de
Antequera. Entro en la Congregación en febrero de 1904, a los
30 años de edad.
Es persona discreta, de clara inteligencia. Su natural, simpático.
Tiene fuerte genio, que trabaja por dominar, pero es humilde y
reparar las ofensas que a veces ocasiona su temperamento vivo.
Al llegar a Sevilla para tomar posesión del cargo de Vicaria
General, ponen también bajo su cuidado y responsabilidad la
Sección de Penitentes y la dirección de todas las labores y
bordados en blanco y oro. Estos encargos eran la mayor fuente
de ingresos que tenía la casa para sostener y alimentar a unas 85
jóvenes reeducandas y la comunidad formada por unas 35
religiosas y novicias.
En Sevilla y en las demás casas de la Congregación destinadas a
la Reeducación, estas jóvenes están divididas en tres grupos o
secciones, dispuestas así por los Padres Fundadores:
La 1ª Sección, llamada de ADMITIDAS.
Aquí pasaba la joven directamente cuando la traían de la calle.
A todas se les cambiaba el nombre para que nadie las
reconociera. Además la entrada en la casa era como un renacer
de nuevo.
En esta sección se estudiaba el problema de la joven. Se le
ayudaba a reflexionar y a que diera los primeros pasos de su
enmienda con verdadero arrepentimiento. La religiosa encargada
trabajaba para formar una recta conciencia de manera que su
conducta fuera fruto de la misma. Ayudaba a esto la
consideración de las consecuencias a que la condujeron sus
extravíos.
Tratadas las jóvenes con prudente cario, abrían sus corazones a
las enseñanzas y se iban borrando las huellas de la pasada
disipación. Además de la enseñanza del Catecismo, se les
inculcaba la necesidad de practicar los ejercicios de piedad del
cristiano.
Después de recibir los sacramentos y mostrar su arrepentimiento
con buena conducta, pasaba a la:
2ª Sección, de: CONVERTIDAS
En ella recibían un crucifico. Esta etapa era distinta a la anterior.
Se presentaban otras virtudes que fomentar y otros defectos que
corregir.
Se ponía especial empeño en que la joven formara hábito de
trabajo, tan necesario para que después supiera abrirse camino y
ganarse honradamente la vida.
Después de ejercitar su voluntad, la religiosa encargada
procuraba prevenirla contra los fatales defectos de la pereza y
ocio hasta logar que apreciara el valor del trabajo y lo
convirtiera en voluntario, prenda segura de Reeducación.
3ª Sección, de: PENITENTES.
A esta sección pertenecían las que voluntariamente querían
quedarse en la casa llevando vida de oración y penitencia en
reparación de sus pecados y todos los pecados del mundo.
Ingresaban en la Orden Tercera de San Francisco de Asís. Esta
autorización fue otorgada a la Congregación por Fray Ambrosio
de Valencina, Ministro Provincial de los PP. Capuchinos de la
Provincia Bética el día 16 de diciembre de 1898.
Vestían un hábito en forma de túnica de color gris con el cordón
blanco de San Francisco a la cintura. La cabeza cubierta con una
toca blanca y velo marrón. Usando las medias blancas y
sandalias de color.
Eran como las “Hijas de Casa”. Ayudaban muchísimo en todos
los trabajos, siendo las mejores colaboradoras con las que
podían contar las religiosas encargadas de los distintos oficios:
Sacristía, ropería, bordados, cocina, lavadero, etc. Eran
responsables. Llevaban vida muy edificante y de oración. Eran
humildes por naturaleza, creyéndose muy por bajo de las
religiosas en todos los aspectos, aunque la hubo capacitadas
intelectualmente y de buena posición social.
El Padre Tejero solía decir a sus hijas Filipenses, para que no se
descuidaran en la virtud:
“Vigilaos y estad alerta porque muchas de estas jóvenes
os van a aventajar en santidad y en el reino de los
cielos.”
Entre ellas había algunas que sentían una llamada más exigente
del Señor y hacían, en privado, temporalmente, voto de castidad,
pobreza y obediencia, que iban renovando en las festividades de
la Santísima Virgen, según el criterio del confesor.
Algunas sentían la llamada de Dios a la vida religiosa. Los PP.
Fundadores nunca permitieron que las Reeducandas ingresaran y
tomaran parte de la vida de las Religiosas Filipenses, por muy
regeneradas que estuvieran. Siempre las encaminaban a otras
congregaciones, sobre todo en conventos de clausura, donde
perseveraban hasta el fin de sus días dando estupendos
resultados, siendo religiosas santas. Este mismo criterio se ha
mantenido en la Congregación al correr de los años.
En las historias y vidas de estas jóvenes es donde se ve y palpa
la infinita misericordia del Señor, que no se cansa de olvidar,
perdonar, y … esperar que se arroje en sus brazos la oveja que
recorrió otros derroteros. Las parábolas del Hijo Pródigo, Buen
Pastor, etc. se ven repetidas una y otra vez tomando, si cabe,
otras particularidades que reflejan la grandeza del Corazón
bueno y compasivo de nuestro Padre Dios.
Pero no crean que estas jóvenes una vez convertidas ya lo tienen
todo solucionado. La conversión es sólo el comienzo, el primer
paso, porque el diablo trabaja con mayor astucia para que
vuelvan a sus andadas. Por lo general padecen fuertes
tentaciones y tienen que armarse de fortaleza para perseverar en
gracia hasta el fin de sus días.
La frecuencia de los sacramentos, devoción a la Santísima
Virgen, la vida de oración y penitencia son las armas que usan
ante las frecuentes emboscadas del enemigo.
Cuando Madre Mª Magdalena Mir se hizo cargo de la Sección
de Penitentes, había 20 reeducandas de diversas edades. La más
antigua de todas: Brígida Domínguez Pineda, natural de
Villanueva (Sevilla), hija de Lorenzo y Amparo. Entró con 18
años el 7 de mayo de 1865, casi a los comienzos de la
Congregación, cuando residía en la calle de San José. Le
pusieron por nombre Ascensión.
NO sabemos el motivo que le movió a pedir amparo y cobijo en
la Casa de Arrepentidas. El libro de salidas y defunciones dice:
Murió el 1 de diciembre de 1923 después de haber
permanecido 58 años en la casa siendo siempre muy
buena y sobresaliendo en la humildad, prudencia y
caridad, ayudando siempre a las Madres y a las obras de
celo por la salvación de las almas y sobrellevando su
larga y penosa enfermedad con heroica paciencia y
grande resignación en las pruebas interiores con que el
Señor la probó, dejando grandes ejemplos,
especialmente en la Sección de Penitentes, a la que
perteneció.
A lo largo de esta historia habrá tiempo de ir salpicando
testimonios de vida, como florecillas de San Francisco, frutos de
Reeducación. Gracias a la obra llevada a cabo por el Padre
Tejero y la Madre Dolores, innumerables almas, encontraron su
salvación e inscribieron sus nombres para siempre en el libro de
la Vida.
El gobierno de Madre Josefa en el primer sexenio ha sido
acertado y laborioso, la Congregación ha tomado nueva vida y
andan sosegados los espíritus. Sus dotes de virtud y prudencia se
han dejado ver. Ha visitado frecuentemente las casas dialogando
con las religiosas. Dio gran impulso al Archivo poniendo todos
los libros y documentación al día, subsanando con rescriptos a
Roma los antiguos errores. Se ha entregado a la Congregación
en cuerpo y alma, no sólo ha donado al Instituto su talento y
fuerzas, también su patrimonio, haciendo cuantas mejoras y
reformas iban reclamando los tiempos.
Año 1921.
La fecha del Capítulo general está fijada para el 1 de marzo.
El 23 de febrero se reúnen en Sevilla las Madres electoras y
comienzan los ejercicios espirituales, dados por Don Antonio
Lorán.
Las elecciones las preside el arzobispo Don Enrique Almaraz.
Sale reelegida para un segundo sexenio como Superiora
General, Madre Josefa Checa Hernández.
El Capítulo termina con acciones de gracias.
IV. 2º Sexenio de Madre Josefa Checa
Hernández
Años 1921-1927

Terminado el Capítulo, cuando los distintos oficios de la


Congregación están distribuidos y se pone en marcha el 2º
sexenio, a Madre Josefa se le va a plantear un grave problema.
En los dos primero años mueren cuatro Superioras y dos
Consejeras, así, seguidas, algúnas jóvenes, y enferma
gravemente la Maestra de Novicias teniendo que ser sustituida
por otra religiosa. Cosa inesperada. Prueba que muchas noches
desvelaron su sueño. Dios quiso probar su fe y su confianza. En
dos años, entre otras, se le van seis religiosas dejando vacante un
cargo que por la escasez de personal le va a ser difícil poner otra
en su lugar.
Madre Josefa, espíritu contemplativo, pasa largas horas ante el
Sagrario pidiendo luz y acierto para dirigir la nave de la
Congregación cuyo timón está en sus manos.
La buenísima Madre Trinidad Casero fue la primera que murió.
Era Ecónoma General, cargo que ejerció poco más de un mes.
Una vez destinada en la casa de Sevilla le dieron por oficio el
lavadero. Dura oficina por el trabajo fuerte que tenía que
desempeñar: lavar y planchar la ropa de toda la Comunidad y
Reeducandas, siendo en total más de cien personas. Además
también lavaba ropa de la calle, como manteles de iglesias,
albas, etc. Sacrificado oficio la colada semanal en aquella época
en la que no se disfrutaba de los adelantos modernos de lavadora
automáticas. Todo a fuerza de puño y de restregar. Le ayudaban
en este oficio algunas Reeducandas.
¡Madre Trinidad, en el lavadero de Sevilla!
Esta noticia resonó en la Congregación como una “bomba”, no
por la humildad del oficio, porque en servicio de Dios todo es
grande: la verdadera religiosa pone amor en todo lo que hace,
convencida de que Dios mira más el amor al realizar la obra, que
la obra en sí.
La extrañeza de las Hermanas al ver a Madre Trinidad en el
lavadero radicaba en que siendo de lo más preparado de la
Congregación, de clara inteligencia, sólida virtud y otras
cualidades, no la hubieran puesto en otro oficio en el que sería
más útil al Instituto.
¿Qué movería a los Superiores a poner a Madre Trinidad en un
trabajo en el que estaba tan poco adiestrada? Conociendo sus
estupendas cualidades. ¿Por qué no la hicieron Maestra de
Novicias cargo que por esta época estaba en crisis por la
enfermedad de la Maestra?
Este hecho ha venido rodando en el Instituto en el transcurso de
varias generaciones, como insólito e injusto.
Madre Trinidad no tuvo suerte en el desempeño del cargo de
Superiora en las distintas casas en las que ejerció el cargo.
Caminos de Dios. Como profesora excelente. Las numerosas
vocaciones que brindó Antequera por aquella época fueron fruto
de su quehacer apostólico en el campo de la enseñanza. De
Superiora encontró serias dificultades que no cuadraban con su
manera de ser veraz y recta, a pesar de su amabilidad y
condescendencia.
No siempre gusta a los Superiores que se diga la verdad. ¡Una
lástima! Lo ven incómodo. Solución: quitarla de Superora,
hacerla Ecónoma para dejarla en Sevilla, cargo del que no llegó
a tomar posesión; además había muy pocas pesetas que manejar;
y mandarla al lavadero:
Allí se le quitará toda clase de fantasía.
Mal sistema querer ahogar todas las llamadas del Espíritu
mutilando personal. A la larga, ¿sobre quién recaerá el mal?.
¿…?
Miremos también los acontecimientos con ojos de fe: No son las
criaturas, ni los acontecimientos, ni las cosas, es el Señor el que
se vale hasta de los buenos para formar a los santos.
La verdad os hará libres. (Jn 8, 32)
Madre Trinidad toma posesión de su oficio de lavandera con
toda naturalidad y con su acostumbrada amabilidad se gana el
aprecio y afecto de las Reeducandas.
Es de notar que para este oficio siempre se escogían a las
jóvenes peores, las que no sabían hacer otra cosa, las más
indóciles. Pero la gracia de Dios está con Madre Trinidad. Éstas
se sienten felices en su compañía y se desviven en complacerla.
Lleva un mes en este oficio cuando cae enferma de una
congestión.
El Obispo de málaga, Don Manuel González, visita Sevilla y
quiere saludarla. Ha mantenido con ella estrecha amistad
durante su estancia en Málaga. Llega a Santa Isabel el 26 de
abril de 1921. Se siente sorprendido cuando le dicen que Madre
Trinidad se encuentra enferma.
Saludó a todas las Reeducandas que muy uniformadas salieron a
recibirle al patio del Sagrado Corazón de Jesús. Les habla, cómo
no, de Jesús Eucaristía, finalizando el diálogo diciéndoles:
Y ahora vamos a hacer rabiar al diablo. Decid conmigo:
“Ave María Purísima…”
Y al pronunciar las últimas palabras daba un zapatazo en el
suelo. Las Reeducandas con todas las fuerzas de sus pulmones,
al mismo tiempo que daban el gran zapatazo, repetían las
palabras del prelado: Ave María Purísima…
Después pasó el Obispo a saludar a Madre Trinidad, con la que
estuvo unos momentos.
Me siento tranquila. –Le dijo la enferma.
El Obispo le dio la absolución. Ese mismo día, a las doce de la
noche entregó su alma al Señor. Contaba 58 años.
Don Antonio Lorán pidió que hicieran con ella esta excepción.
Mandó que su cadáver fuera expuesto en el coro en vez de la
capilla, como se hacía. ¿Por qué sería?
Madre Ángela Gascón Luna se encuentra de Superiora en el
Colegio de Antequera, es sevillana, bautizada en la Parroquia de
San Roque.
Don Emilio Cabello, Director Diocesano de la obra de las
Marías de los Sagrarios, llega a Antequera en 1 de enero de
1917. La Obra de las Marías está ubicada en la Parroquia de San
Pedro, pero parece que aquello no funciona bien. Don Manuel
González, Obispo de Málaga y fundador de la Obra de los
Sagrarios abandonados, quiere que el centro de las Marías esté
en el colegio de las Madres Filipenses.
Celebra un fervoroso triduo con las Marías antequeranas en la
iglesia de las Madres Filipenses y el último día, reunida en el
Colegio la Junta Directiva, proponen el deseo del Obispo y
todos acceden.
Madre Ángela, alma fervorosa, ha sentido gran alegría al saber
que la Obra de las Marías de los Sagrarios se va a establecer en
el Colegio. Esa misma noche escribe al Obispo:
Es cierto que hay momentos en la vida en que se siente el
cielo en la tierra, allí creí que estaba la tarde de la Junta
General, al oír del Director Diocesano, era gusto de S.
Ilma. que la conmovedora y consoladora Obra de las
Marías fuese trasladada a nuestra humilde casa. (…)
Le prometo trabajar cuanto pueda en Obra tan piadosa
fomentando en estos tiernos corazones el amor y
compasión a Jesús abandonado en tantos Sagrarios.
Repito a V. Ilma. que esta Comunidad de Religiosas
Filipenses de María Santísima de los Dolores, hace
presente a V. S. sus respetos, agradecimiento y sumisión
más completa.
A los pocos días contesta el Obispo:
Su atenta y fervorosa carta del día 3 en la que me1
muestra tan gozosa y agradecida por la designación de
esta Casa Religiosa para que radique ahí el Centro
Local de las Marías, me ha causado gratísima
satisfacción consolándome muchísimo cuantos
sentimientos de piedad y entusiasmo llenan su corazón
por la obra de las Marías; sean todos ellos para
consuelo y gloria del Sagrado Corazón de Jesús,
abandonado en tantos Sagrarios Calvarios.
Madre Ángela y demás Hermanas de la Comunidad han cifrado
sus amores en Jesús Eucaristía. Pasan largas horas acompañando
al Divino Prisionero, reparando… amando.
¡Qué bueno! nunca se queda sólo el Sagrario. Siempre hay ante
el Santísimo Religiosas o alumnas.
El pavimento de la Iglesia se encuentra en muy malas
condiciones y no ven con buenos ojos que Jesús Eucaristía esté
entre tanta pobreza. La vida pobre y austera será para ellas y así
identificarse más con Cristo pobre, pero para Jesús, todo lo más
que puedan ofrecerle.
Esta comunidad vive un fervor y entusiasmo estupendo.
La casa se encuentra mal económicamente y hacen una rifa para
recaudar fondos. Después de muchos sudores logran sacar
quinientas pesetas. Pero no tienen bastante. Según presupuesto,
hace falta dos veces más.
A una de las religiosas se le ocurre decir al bueno de Don José
González, el que costeó el retablo y puso en él a la Divina
1
Sic. pone “me muestra” y no “se muestra”
Pastora cumpliendo así una promesa de su difunta esposa que
quería que esa imagen fuera expuesta al culto público.
¿Verdad don José que el suelo de la iglesia no está a
tono con el retablo, ni la imagen tan bella de la Virgen?
Fíjese qué estropeado se encuentra por todo sitio.
Hemos hecho una rifa pero no hemos sacado lo que
necesitábamos.
El generoso don José se ofrece para pagar el resto.
Dicho y hecho.
Se comienzan las obras y el 21 de febrero de 1918 inauguran
nuevamente la iglesia. Ese mismo día se pagó el púlpito que
costó quinientas pesetas. Se estrenan los bancos con distintos
donativos.
En enero de 1922, muere Benedicto XV y sube al trono
pontificio el cardenal Ratti que adopta el nombre de Pío XI.
El nuevo Papa no pertenecía a la Curia, pero había ocupado
durante siete años un cargo importante en Roma. Había nacido
en Lombardía el 31 de mayo de 1857, era muy aficionado al
alpinismo y hombre de estudios. Ocupó durante 25 años los
cargos de bibliotecario y luego prefecto de la Ambrosiana de
Milan, donde estuvo en contacto con el cardenal Ferrani, fue
nombrado en 1912 adjunto de prefecto de la Biblioteca Baticana
Ehrle, al que sucedió dos años después. El sucesor de Benedicto
XV era, pues, un erudito, como se vio a lo largo de su
pontificado, pero un erudito que, como visitador apostólico y
nuncio en Polonia (noviembre de 1918 a mayo de 1921), había
tenido ocasión de mostrar su energía, sus dotes de organizador,
su capacidad para captar los problemas de la política
contemporánea y su objetividad frente a los nacionalismos
opuestos (rivalidad entre el clero latino y ruteno, choque en
Silesia entre alemanes y polacos). Al volver a Varsovia se le
confió la archidiócesis de Milán.
Profundamente religioso desde su juventud, era oblato de San
Carlos, y profesaba especial veneración al Santo Cura de Ars
(canonizó a éste y a Santa Teresita del Niño Jesús durante el año
Santo de 1925).
Madre Josefa no pierde el tiempo. Elabora un libro con normas,
avisos, horarios, para que en todas las casas de la Congregación
tuvieran la misma distribución y orden que en la Casa Central.
Lo llamó “Librito usual”, o sea, de uso entre las congregantes.
Lo distribuyó a todas las casas de forma manuscrita.
La primera parte consta:
- Horarios, rezos, costumbres y tradiciones que se habían venido
observando
Segunda parte:
Consta de 48 artículos que se refieren al proceder de las
religiosas tanto dentro como fuera de la casa. Todo va dirigido
al orden, disciplina y uniformidad de todas las casas.
Hace una llamada especial al voto de pobreza, para que las
religiosas se asemejen más a Cristo.
Marca lo que puede usar o tener cada Hermana.
- Los regalos que hagan a las religiosas en dinero, sea
ingresado en el fondo común y todas reciban lo que
necesiten de la Congregación.
- En los capítulos de culpas, las Superioras hagan las
observaciones o advertencias que sean convenientes,
sobre el culto externo, observancia de las Reglas,
obediencia, silencio.
- En vista de la escasez de vocaciones, las niñas
preservadas que entran en nuestras casas, no se
mezclarán con las reeducandas, para ver si de ellas se
pueden sacar algunas vocaciones para auxiliares.
Otro acontecimiento notable en el 2º sexenio de Madre Josefa
fue el traslado de los restos del Padre Fundador desde el
Cementerio de San Fernando a la Casa Central de la
Congregación.
El libro II de Actas dice así:
El día 15 de octubre de 1924, reunidas las Madres del
Consejo, bajo la presidencia de la Madre General, se
acordó lo conveniente que sería guardar en esta casa
matriz los restos de nuestro Padre Fundador Don
Francisco García Tejero, pues así lo pedía el decoro de
los citados restos, el honor de la Congregación, el amor
al Fundador y la especial devoción que por él sienten
todas sus hijas; acordaron suplicar al confesor
ordinario, Don José Roca y Ponsa, se dignara recibir
este encargo de realizar las aspiraciones de todas.
El día 28 de octubre de 1824, reunido el Consejo de
nuestra Congregación, hizo presente la Rvma. Madre
General que nuestro Padre Confesor, José Roca y
Ponsa, no sólo se había hecho cargo de realizar nuestros
deseos, sino que comunicaba que al día siguiente de una
manera privada, por razón de las circunstancias, nuestro
amadísimo Padre Francisco García Tejero, sería sacado
del Panteón de los Sres. Sacerdotes de S. Pedro
Advíncula, previa las licencias de las autoridades
eclesiásticas y civiles.
El día 29 de octubre de 1924, se recibieron en esta Santa
Casa los venerados restos de nuestro Padre Fundador
(…)
Todas las religiosas se sintieron hondamente conmovidas
contemplando los benditos huesos, con lágrimas de júbilo,
palpitando por la emoción juntamente sus corazones; dando
muchas gracias a Dios por el favor tan insigne que acaba de
concederle y prometiendo ante los restos mortales del Padre
Fundador, cumplir con exactitud y amor las Santas Reglas y
perfeccionar cada día en si mismas el espíritu de la
Congregación.
El día 29 por la mañana salieron tempranito para el cementerio
un grupo reducido de Madres Filipenses para presenciar la
exhumación del cadáver. También estuvieron presentes tres
Hermanas de la Doctrina Cristiana.
Nada anormal presentaba su cadáver. Tenía la destrucción
ordinaria y correspondiente a los años que hacía que estaba
enterrado.
Colocaron estos restos en un cajoncito de unos 75 centímetros
de largo, al parecer, pintado de color oscuro, con una crucecita
encima de la tapa, lo cerraron en presencia de las Religiosas de
ambas congregaciones, llevándolos al Convento de Santa Isabel,
Casa Central de las Madres Filipenses.
Cosa extraña:
Madre Gertrudis Campos, Secretaria General, que con tanta
vivacidad y cariño narra las actas sobre el traslado del Padre
Fundador, no hace la menor mención de los restos de la Madre
Fundadora, habiendo acaecido su muerte cinco años antes.
Hacía por aquellas fechas 20 años y 3 meses. Para ella no hay
una alusión, una palabra, un recuerdo. Con razón Madre Dolores
Bost se lamenta:
¡Qué Madre tan olvidada!
Madre Ángela Gascón Luna se encuentra de Superiora en
Córdoba y sigue siendo mujer de suerte.
Tiene muy buenas relaciones con el Obispo de la Diócesis que
anda organizando una peregrinación a Roma. Le mueve un
doble deseo: Ganar las indulgencias del año Santo de 1925 y
honrar la memoria del gran Osio, Obispo de Córdoba, su ciudad
natal. Se celebraba el décimo sexto centenario del Primer
Concilio Ecuménico de Nicea, año 325, donde Osio, la figura
más relevante de la época, presidió aquella asamblea
memorable.
En los preparativos de la Peregrinación se encuentra el Prelado
cuando llega Madre Ángela diciéndole que cumple 25 años de
Consagración al Señor, que la encomiende en sus oraciones. Y
el Obispo, que le hacía suma gracia la sencillez e ingenuidad de
esta Filipense, le dice:
Sí, la recordaré en mis rezos, y la invito también a la
peregrinación a Roma. Dígale a su Madre General que
la necesito en este viaje para que me cosa los calcetines.
Radiante de alegría sale de la audiencia y comunica
urgentemente a Madre Josefa el deseo del Obispo.
En un cuaderno recoge con todo lujo de detalles las impresiones
de su viaje.
Se aproximan las elecciones generales de 1927. Hay
congregantes que quiere siga en el gobierno del Instituto Madre
Josefa, y ponen de argumento:
No lo ha hecho mal en estos doce años.
Pero Don Antonio Lorán está atento a todas las necesidades de
la Congregación y dice que ésta no debe estancarse, que hay que
procurarle una sabia joven que le dé nueva vida. En esta época
era también visitador general de Religiosas en la Diócesis de
Sevilla.
Madre Josefa escribe una circular con fecha 28 de noviembre
convocando las elecciones.
Ya sabéis que el día 1 de marzo del próximo año expira
el sexenio de mi cargo de General, así como el de las
demás Madres que integran el Consejo General, y que se
ha de proveer de nuevo estos cargos mediante elecciones
canónicas habidas en Capítulo General según nuestras
Constituciones.
¿Sobre quién recaerá el cargo de General?
Hay quienes se inclinan por Madre Magdalena Mir, mujer de
inteligencia. Otras por Madre María Teresa, en ésta predomina
más el corazón.
Fija la fecha para el 3 de marzo y preside las elecciones el
Arzobispo de la Diócesis, Don Eustaquio Ilundaín.
Sale elegida Madre María Teresa Muñoz de Toro, que cuenta 42
años.
Al día siguiente por la mañana tuvo lugar la segunda sesión
capitular. En primer lugar acordaron que el “Librito Usual”,
elaborado en el gobierno de Madre Josefa, se imprimiera para
que lo pudiera tener cada una de las religiosas, repartiéndolo
oficialmente y no en privado. Esto ayudaría para la mejor
marcha de todas las casas de la Congregación. Se leyó un
ejemplar del manuscrito, se puso a votación y fue aprobado por
unanimidad.
Madre María Teresa pide a las Madres Capitulares que con
entera libertad expusieran los puntos que creyeran convenientes.
Y el capítulo se dio por terminado con alegría
V 1º Sexenio de la Madre María Teresa
Muñoz de Toro y Guerrero
Años 1927 – 1933

La nueva Superiora General tiene gran devoción a la Eucaristía.


Por algo su primera vocación fue de Reparadora. Desea
fomentar en el Instituto la piedad eucarística, el espíritu de
adoración y reparación.
Un día expone estos deseos a las Madres Consejeras,
diciéndoles las muchas bendiciones que recibiría la
Congregación si se implantara la adoración al Santísimo
Sacramento, teniendo unas horas de exposición los domingos y
días festivos. También los días de carnaval, en reparación y
desagravio por las ofensas que el Corazón de Cristo recibe en
estas fiestas. Aceptada la propuesta, piden permiso al prelado y
a partir de marzo de 1928 comienzan a disfrutar de este
privilegio.
Unos años más tarde elabora un reglamento para implantar en la
Casa Central la adoración diaria al Santísimo Sacramento, y una
vez establecido en ésta extenderlo a todas las casas de la
Congregación.
Confiando en el valor de la oración, desea que en torno al
Sagrario haya continuamente un turno de vela, pidiendo por las
necesidades del mundo y eficacia del apostolado del Instituto. El
reglamento daba normas y contenía unas preces y oraciones
pidiendo por el Papa, la paz del mundo, etc.
Empieza a llevarse a efecto en la Casa Central: Las Novicias
hacen la Adoración por la mañana. Algunas veces van
acompañadas de las niñas del Colegio. Las Religiosas profesas
por la tarde, con las Reeducandas.
Comienza a visitar las Casas de la Congregación.
En agosto de 1928 llega a Córdoba donde Madre Dolores Bost
espera deseosa su llegada. En la primera entrevista le entrega el
objeto que guarda con entrañable cariño: La medalla que la
Madre Fundadora llevaba en la Corona Dolorosa. Ella misma la
desprendió cuando se encontraba ya amortajada, momentos
antes de cerrar el ataúd.
Madre María Teresa la toma en sus manos y la besa con cariño.
Siente cómo una oleada de recuerdos se agolpan en su mente.
Aquellas confidencias íntimas que en los primeros años de vida
religiosa recibía de la venerable anciana que tenía ante su
presencia y su súplica insistente:
Cuando llegue a ser algo en el Instituto haga cuanto esté
de su parte para que al menos las futuras generaciones
conozcan y amen a la madre Fundadora.
Déme por escrito todo cuanto sabe de ella para el
Archivo de la Congregación –le dice.
A Madre Dolores se le ilumina el rostro y siente una honda
alegría. Le parece que ha llegado el tiempo de hablar
abiertamente de la Madre Fundadora y en un voluminoso
cuaderno escribe todo cuanto sabe.
Cuando la General llega a Sevilla, lo lee detenidamente y
tropieza con las mismas dificultades que no quiere revelar: se
habla de la Madre Fundadora y de sus muchas virtudes, pero
mengua la imagen de Madre Salud y esto no lo quiere.
¡Cómo van a salir a relucir los defectos de Madre Salud
a la que tanto quiero!
Escribe a Madre Dolores Bost diciéndole que el
cuaderno se le ha perdido, que vuelva a escribir otro,
pero suave… sin detalles ni circunstancias.
Hay cosas que conviene olvidar para que las ignoren las
futuras generaciones.
Madre Dolores obedece, pero con pena. Ve que quieren dejar
mutilada la imagen de esta singular mujer.
¿Por qué no querrán decir la verdad? ¿no se cuentan las
mismas cosas en la vida de los santos?
Veía más o menos intencionadamente, que querían borrar su
paso por la tierra. Confiaba en Dios. Sabía que cuando una
persona se ha movido y ha llevado en si la fuerza del Espíritu,
por más que se empeñen en lo contrario, termina brillando la luz
de sus virtudes.
Espera la hora de Dios y escribe su segundo cuaderno como le
han dicho, aunque dejando entrever muchas cosas entre líneas.
Comienza con una queja amarga:
Hablaré de ella no sólo con gusto, sino como un deber
de hija que desea dar a conocer a una Madre tan
olvidada…
Termina su trabajo y piensa que puede morir tranquila. Ha
cumplido su misión. Poco tiempo después cerraba sus ojos en
esta vida para abrirlos en la eternidad. Su vida se caracterizó por
una caridad exquisita y humildad profunda. Vivió en gran
pobreza. Las cosas de su uso eran las más pobres de la
Comunidad.
Madre María Teresa, al repasar el segundo cuaderno, siente la
necesidad de cumplir un deber filial: Traer a la Casa Central los
restos mortales de la Madre Fundadora, que aún reposaban en el
cementerio de San Fernando, y se lo dice a sus Consejeras según
el Libro II de Actas, pág. 209.
La Madre manifestó a sus Consejeras que desde hacía
tiempo sentía vivísimos deseos de que trajesen a la Casa
Central los Restos de la Madre Fundadora, para así
manifestar nuestro filial amor, nuestra inmensa alegría
por lo mucho que trabajó en los comienzos de la
congregación y durante todos los años de su vida, siendo
ella como espejo de todas las virtudes, donde sus hijas
podrán mirarse y aprender. Y como una fuente de
caridad donde, no sólo éstas, sino también sus acogidas,
podían beber las doctrinas de sus enseñanzas y de sus
prudentes y sabios consejos. Justo es que los restos de
Madre tan querida y santa descansen y sean venerados
junto a los de Nuestro Padre Fundador, dándoles así a
ambos una prueba de veneración y amor en retorno a los
desvelos y sacrificios que tuvieron los dos para llevar a
cabo esta hermosa Obra que Dios les inspiró.
Es la primera vez que en los libros de actas se habla y se
proclaman las virtudes de la Madre Fundadora.
Desde el año 1927 a 1931 se cernía sobre el cielo de España
grandes nubarrones, que al fin estallaron con la caída de la
Monarquía y la proclamación de la república.
Entre todas las casa de la Congregación, la que sufrió más
destrozos fue la de Málaga, llamada Convento de San Carlos. Se
encontraba ubicada en el barrio del Perchel, donde las Madres
Filipenses desde el año 1882 venían realizando una hermosa
labor en varias ramas de apostolado.
Tenían 40 Reeducandas de distintas edades. Con prudencia y
cariño trabajaban por orientar sus vidas llevándolas al buen
camino. Unida a una sana doctrina, les enseñan trabajos
manuales para que al salir del colegio pudieran ganarse
honradamente la vida. Trabajo laborioso para el que se necesita
mucha paciencia y no menos de las gracia de Dios. Por eso las
Religiosas Filipenses están llamadas a ser contemplativas en la
acción. El fruto de sus trabajos apostólicos camina al unísono
con la oración y unión con Dios que hayan vivido, según las
palabras de Cristo:
Sin mí nada podéis hacer. (Jn 15, 5)
Sólo el que esté unido a mí llevará mucho fruto. (Jn. 15,
3).
Tienen escuelas gratuitas, dando educación cristiana a la niñez y
juventud de aquel barrio. También escuela dominical donde
acogían los domingos y días festivos a las jóvenes obreras o
empleadas de hogar, que por sus trabajos no podían asistir a las
clases durante el día.
Malos vientos corrían por la ciudad el 11 de mayo, desde las
horas en que se recibieron las primeras noticias de los graves
sucesos acaecidos en Madrid. Ante el repetido anuncio de
posibles desmanes de las turbas, el Sr. Obispo Don Manuel
González, acudió a las autoridades reclamando su protección
para los intereses religiosos. Una y otra vez le dieron seguridad
de que no pasaría nada absolutamente, siendo de notar que, a las
7 de la tarde el Secretario del Gobierno Civil, en nombre de éste,
avisó al Obispo que podía estar tranquilo y que para mayor
seguridad, la policía y Guardia Civil, vigilarían el Palacio
Episcopal y todas las casas religiosas.
Al Palacio Episcopal fueron enviadas dos parejas de la Guardia
Civil, que pudieron contener a la multitud en su primer ataque.
Pero luego se retiraron obedeciendo órdenes superiores. Solas
las calles, las turbas comenzaron su obra destructora.
No obstante las seguridades que se dieron, a las once de la noche
comenzaron las turbas su obra satánica de devastación de
conventos e iglesias. Llegaron al Palacio Arzobispal y
prendieron fuego por los cuatro costados.
A media noche un numeroso grupo de revoltosos llegaron a la
puerta del convento que en el propio Palacio había cedido el
Obispo para morada de las Hermanas de la Cruz, cuya única
misión es visitar y asistir cuidadosamente a los enfermos pobres.
Sin aviso de ninguna clase, rociaron de gasolina un alba que
llevaban del saqueo en la iglesia de los P.P. Jesuitas,
sirviéndoles de mecha para empezar el incendio.
El populacho se entregó a los más denigrantes excesos:
Derribaron estatuas, incendiaron conventos e iglesias, hubo
profanaciones sacrílegas en la iglesia parroquial de la Merced y
en otros muchos templos, asaltaron viviendas y cometieron los
desmanes propios de esas exaltaciones de la chusma envenenada
por la Revolución.
Por las calles andaban de un lado para otro grupos de banderas
republicanas vociferando y cantando la Marsellesa y el himno de
Riego.
El convento de las Madres Filipenses fue asaltado y destruido de
tal manera que quedó inhabitable. No le prendieron fuego
porque lindaba con una fábrica de vinos y temían que volara
toda la manzana.
Pero gracias a Dios, a nadie les cogió dentro en esos momentos
de barbaries. Las religiosas, al ver los atropellos que estaban
sucediendo, actuaron con rapidez, refugiándose ellas y sus
Reeducandas en lugar seguro. Antes de salir del convento,
consumieron las sagradas especies eucarísticas y se llevaron con
ellas los vasos sagrados para evitar profanaciones.
Pasada la borrasca, Madre María Teresa, acompañada de Madre
Virtudes, salen para Málaga: quieren ver la suerte que han
corrido las religiosas y reeducandas. Era a mediados de Agosto.
Encontró la casa totalmente destruida, pero las religiosas felices
y llevando una vida edificante donde se encontraban alojadas.
Igualmente las reeducandas. Con lágrimas de emoción en sus
ojos y llenas de agradecimiento, narraron a la Madre General
cuanto habían luchado por ellas aquel grupo de religiosas, a las
que llamaban “Sus Madres”, para socorrerlas y librarlas de todo
peligro.
Al contemplar aquella ruina de casa, llevaron a personas peritas,
como arquitectos, electricistas, carpinteros, etc. para que, como
técnicos, dieran su parecer sobre los diferentes ramos destruidos
y hacer un inventario de las pérdidas, por si un día se podía
hacer reclamaciones. También el presupuesto de lo que costaría
reedificarla de nuevo. El coste resultaría elevadísimo. Más que
si se tratara de una nueva fundación.
Hay quienes aconsejan a las Filipenses, que en vez de levantar la
casa en el Barrio del Perchel, donde abundaban los centros
comunistas, por ser uno de los barrios que carecía de más
cultura y religión, se fueran a vivir a otro sitio de mejor
ambiente de la capital. Pero ellas no aceptan. Sabían que la labor
que venían realizando en aquella zona, era muy del agrado del
Señor, precisamente por eso, por ser pobre, tanto de pan, como
de religión y cultura.
En el Colegio de la Goleta, dirigido por las Hijas de la Caridad,
quedaron hospedadas la Superiora, Madre Corazón de María,
Madre Virtudes Gutierrez y Madre Carmen Padilla. Unidas
hacían vida de comunidad. Pernoctaban en dicho colegio y
daban vueltas, durante el día, al Convento de San Carlos.
Después de muchas solicitudes y de ir y venir al Palacio
reclamando la renta del Patronato, logran un pequeño capital y
comienza la reedificación del convento. Un mundo de trabajos y
sacrificios costó la reparación. Preparan sólo una parte de la
casa, todo en medio de gran pobreza, y se fueron a vivir a ella.
Las reeducandas más difíciles que no tenían familiares,
volvieron nuevamente. Las religiosas, a distancia, las habían
seguido. Ellas tampoco las habían perdido de vista. Al
reorganizarse la casa, como fieles ovejuelas acudieron al redil.
Era el año 1932.
Se abrió el colegio gratuito, donde la mayoría de las alumnas
eran las hijas de los mismos que el año anterior habían atacado y
destrozado el convento. Las religiosas Filipenses se sentían
felices de poder devolver bien por mal, olvidando los insultos,
las amenazas y demás daños que les ocasionaron.
Madre Corazón de María cae enferma con un tumor, y al ver que
no puede desempeñar sus funciones de Superiora, renuncia al
cargo. Va a sustituirla Madre Visitación Espejo Cañete. Desde
1925 viene desempeñando el cargo de Maestra de Novicias.
Natural de la Alameda, nació el 2 de febrero de 1888. Desde
pequeña ingresó en el Colegio de Antequera, donde fue educada.
Después de unos años de luchas sobre su vocación, en las
Navidades de 1913 decide entrar en la Congregación, donde ya
profesaba una hermana mayor, llamada María. Trabajo le costó
realizar sus deseos, porque sus padres se oponían formalmente y
no menos sus hermanos. Con tenacidad y constancia logró la
autorización. Entró en la casa de Antequera el 4 de febrero de
1914 y en el noviciado el día 10 del citado mes y año. Era
inteligente, fervorosa, educada, sumamente activa y de muy
buenas disposiciones.
Parece mentira que por segunda vez asaltaran en Málaga aquella
mansión de pobreza, donde se ejercía la caridad con la juventud
abandonada y se daba enseñanza a la niñez. Vivir en el
Convento de San Carlos se hacía cada día más difícil. En la calle
continuamente estaban de tiroteos, muchos disparos se
producían delante de la casa. Las balas atravesaban las puertas
llegando hasta el interior del patio o de las habitaciones. La vida
de las que allí moraban estaba en continuo peligro.
Viendo lo comprometido de la situación buscaron dónde
refugiarse y después de un calvario de pruebas encontraron un
reducido piso en la calle de la Victoria, 25. Al terminar el año
escolar 1932 – 33 se fueron a vivir al bajo de esta casa. Cuando
el capellán podía iba a decirles misa. Todos los actos religiosos
los hacían con gran sigilo y silencio.
Llegó septiembre y con ánimo valeroso se deciden a abrir
nuevamente el colegio. Para no llamar la atención ni exasperar
el ánimo de los comunistas, las religiosas van vestidas de seglar.
Se iban por la mañana y allí permanecían todo el día dedicadas a
las clases; por la tarde volvían al piso.
Vivían en medio de tanta pobreza que las reeducandas que se
encontraban colocadas iban con frecuencia a saludarlas, y
algunas las socorrían con los mismos salarios que ganaban
honradamente.
A pesar de los trastornos y asaltos durante la República y el
malestar de la nación, el primer sexenio de la Madre María
Teresa, la Congregación marchó con fervor y entusiasmo. En
todas las casas reinaba el orden, y se cumplía con fidelidad el
apostolado para el que fue fundada, las religiosas eran
caritativas, humildes, sacrificadas y llenas de los mejores
deseos.
En los años de la República, aunque la Casa de Málaga fue la
más probada, en todas se dejó sentir el malestar, pasando por
diversas tribulaciones. Se paralizó el trabajo y por los disturbios
nacionales no se podía salir a postular. Al cerrarse la fuente de
ingresos, pasaron grandes apuros económicos, ya que carecían
de medios materiales para dar frente a las más urgentes
necesidades.
La Providencia de Dios jamás faltó y, aunque repetidas veces se
vieron sometidas a gran escasez de medios económicos, en el
momento menos esperado surgía el donativo de una persona
generosa que les hacía salir de la necesidad en que se
encontraban.
La Madre General sintió gran satisfacción al poder contestar al
Cardenal Ilundaín, en una visita que hizo al convento de Santa
Isabel.
Madre, ¿ha claudicado alguna? –le preguntó el
purpurado.
Ninguna, Señor, ninguna. Todas han sido fieles al Señor.
En marzo de 1933 finaliza el primer sexenio de Madre María
Teresa. Al no poder verificarse las elecciones en la misma fecha,
por distintas circunstancias, se obtuvo de la Santa Sede una
prórroga de 8 meses.
El 29 de septiembre, en presencia de Don Antonio Lorán,
Visitador de Religiosas de la Diócesis, delegado del Cardenal, se
tienen las elecciones generales, saliendo reelegida Madre María
Teresa Muñoz de Toro.
Se llevaron a cabo cuatro sesiones capitulares en las que
vinieron a acordar lo siguiente:
- Pedir a la Santa Sede que el Cardenal Segura fuera
nombrado Cardenal Protector de la Congregación
- Acomodar las Constituciones al nuevo Código de
Derecho Canónico.
- Intensificar la vida de piedad y de oración
- Señalar fechas para la toma de Hábitos y profesiones.
- Suprimir el uso privado del reloj para mayor pobreza.
- Hacer los viajes en segunda cuando lleve dos clases y en
tercera cuando lleve tres.
- Queda prohibido que las religiosas tomen alguna cosa de
alimento fuera del convento.
Deciden que todos estos puntos se entregaran a las Religiosas
impresos como hoja adicional al horario que marcaban las
Constituciones.
VI 2º Sexenio de la Madre María Teresa
Muñoz de Toro Guerrero
Años 1933-1939

La nación española iba pacificándose poco a poco. Calmados los


ánimos, empezaron a ingresar postulantes al Noviciado,
formándose en poco tiempo un plantel hermoso de vocaciones,
bueno sobre todo, por la calidad y santas disposiciones de las
que entraban.
En el año de 1933 eligieron Maestra de Novicias a Madre María
Magdalena Lucas López, natural de Cuenca. Con sólida
vocación religiosa, se desprendió de sus padres, a los que amaba
entrañablemente, que se oponían a que realizara sus deseos de
consagrarse al Señor. Ingresó en la Congregación el 27 de Junio
de 1919 a los 25 años de edad. No volvió a ver más a sus
progenitores, llevando este sacrificio con entera sumisión a la
voluntad de Dios. era inteligente, fervorosa. Poseía el título
académico de Maestra Nacional.
Hizo los Votos perpetuos el 24 de enero de 1828. Presidió la
ceremonia su Director Espiritual, Don Joaquín María Ayala
Astos, que vino expresamente de Cuenca para acompañarla. En
la homilía le habló bellamente de las virtudes de la vida
religiosa. Entre otras cosas le dijo:
… te voy a dar la clave para que des a Jesús lo que te
pide a cambio de lo mucho que Él te ha dado: Sacrifícate
… sacrificarse no es morir, es duplicar la vida, es sufrir
por amor de Cristo, es salir fuera de sí, es amar, es
caminar hacia Dios, es extenderse sobre la cruz de
Cristo y tener cinco heridas abiertas como Él, es ser
enteramente del Espíritu de Dios, es, en una palabra,
olvidarse de sí mismo.
¡Con qué entrañable emoción oiría estas palabras! En su corazón
crecía ese sincero deseo de vivir hasta el heroísmo su
consagración a Cristo y a imitación suya inmolar su vida por la
Iglesia, por las almas.
Qué ocultos aparecían ante sus ojos en ese día los designios de
Dios. La iba a conducir por un camino áspero y difícil. Los
últimos 20 años de su existencia iban a estar saturados de
olvidos e incomprensiones. Y esas palabras que emocionada
oyó:
… caminar hacia Dios es extenderse sobre la cruz de
Cristo y tener cinco heridas abiertas como Él.
Eran sin duda un presagio de su fiel aceptación a los designios
divinos.
También por esta época ingresaron en las distintas casas de la
Congregación gran número de reeducandas y alumnas en los
Colegios. Nuevamente se reanudó el trabajo, se intensificó la
vida de comunidad y fervor en todas las casas. La protección
divina empezó a sentirse palpablemente.
El Superior General de los Padres Claretianos, Padre Felipe
Maroto, reside en Roma y presta durante varios años su valiosa
protección a cuantos asuntos iba necesitando el Instituto,
haciendo las veces de Cardenal Protector. A este señor encargan,
para que ante la Santa Sede, reclame el Cardenal Protector de la
Congregación.
A mediados de marzo de 1934 reciben del Cardenal Paccelli,
Secretario de Estado del Vaticano, la noticia oficial del
nombramiento del Cardenal Protector. Su Santidad el Papa Pío
XI designa al Cardenal Dr. Pedro Segura y Sáez.
El breve del Pontífice dice así:
Careciendo actualmente de Patrono en la Curia deroga,
el Instituto de Hijas de María Santísima de los Dolores y
de San Felipe Neri, y queriendo nos proveer en el Señor
al bien de las mismas Hermanas, de cuya nueva tutela
confiamos que ha de resultar a la predicha familia
religiosa gran provecho y ornamentación…
Dado en Roma en San Pedro bajo el anillo del pescador,
cuatro de junio de 1934.
El Cardenla Segura nació en Carazo (Burgos) el 4 de diciembre
de 1880. Cursó sus estudios de segunda enseñanza con los
Padres Escolapios de San Pedro de Cerdeña hasta 1894. Este
mismo año ingresó en el Seminario Pontificio de Comillas. En
1906 fue ordenado presbítero. En 1908 alcanzaba el grado de
Derecho Canónico y tres años más tarde el de Filosofía.
Con amplio bagaje cultural se lanza con plenitud de fuerzas y
entusiasmo al trabajo apostólico. Lo hacen párroco de Burela,
aunque por poco tiempo pues en 1912 ganó la plaza de
Canónigo Doctoral de la Catedral Metropolitana de Valladolid.
En 1916 la Santa Sede le nombra Obispo titular de Apolonia y
Auxiliar del Arzobispado de Valladolid.
En 1926 fue preconizado Arzobispo de Burgos, tomando
posesión al año siguiente.
Pío XI le creó cardenal en 1927 y a la vez le nombra Arzobispo
de Toledo.
La proclamación de la República abre un capítulo nuevo en la
vida del Cardenal Segura. Salió de Toledo para Madrid y de allí
a Lourdes y Roma. Después de un mes regresa a España y al
reunirse con sus sacerdotes en Guadalajara, la fuerza pública por
orden del Gobierno lo arresta y manda que abandone el país.
Pero el Cardenal dice que eso se llevaría a cabo a viva fuerza, y
así sucedió.
Se instala en Bayona y más tarde marcha a Roma, donde fue
paternalmente acogido por Pío XI quien lo retiene a su lado
como Cardenal de la Curia, nombrándolo miembro de varias
Sagradas congregaciones.
Estas actividades tenía el cardenal Segura cuando es nombrado
Protector de la Congregación de Religiosas Filipenses Hijas de
María Dolorosa.
El Prelado de la Diócesis de Sevilla es el Cardenal Ilundaín, y
ofrece a las Religiosas Filipenses una Fundación en la ciudad de
Écija (Sevilla), en un extinguido y vacío convento de Monjas
Mínimas.
La ciudad ecijana está situada en la campiña sevillana,
dominando la vieja ruta que enlaza Córdoba y Sevilla. Desde su
emplazamiento en la orilla izquierda riega sus huertas el río
Genil. Registra la más alta temperatura de la Península.
Se le conoció con el nombre de “Astigi”, de probable origen
ibérico. Fernando III la reconquistó a los musulmanes en mayo
de 1240 y en 1402 Enrique III le dio el título de ciudad,
llegándose a enriquecer grandemente en el siglo XVI gracias al
movimiento comercial de Sevilla. Posee importante conjunto
monumental con restos del recinto amurallado, numerosos y
suntuosos edificios e iglesias y varios palacios.
Existía en esta ciudad junto a la Iglesia de Santiago, una casa
llamada “El Emparedamiento”, donde unas piadosas mujeres
cuidaban de enderezar por los caminos del Señor a aquellas que
se habían descarriado. Con el tiempo desapareció todo aquello,
pero hacia el año 1562 fue a Écija un Padre Jesuita llamado N.
de Herrera para dar unas misiones. Llevado de su celo
apostólico restableció esta modesta y útil institución y puso al
frente una monja profesa que trajo de Sevilla, de conocida virtud
y prudencia.
En esta casa se recibían a aquellas mujeres, “que habiendo
vendido públicamente su honestidad, querían regenerarse…” Se
llamó Casa de Recogidas. En 1570 se pasó esta fundación a la
calle Santa Cruz número 5.
Diversas circunstancias hizo que esta fundación no siguiera
adelante, y en 1726 reclamaron el convento para las Monjas
Mínimas.
Por un decreto del Arzobispado, Don Luis Salcedo y Azcona, el
4 de diciembre de 1731, daba licencia para que en el Monasterio
de Recogidas se fundase el de Monjas Mínimas. Por esta Orden
estuvo habitado el monasterio hasta el 29 de julio de 1933. Al
quedar vacío pasó a disposición del arzobispado el 18 de abril de
1934.
“Al siglo XVII corresponde la mayor parte de los
trabajos realizados en este convento e Iglesia. La
portada principal, sobria, discreta y de líneas y
composición con un altorelieve de la Visitación. El
campanario de disposición prismática a tono con el
barroco ecijano; las ricas decoraciones de yeserías del
coro, refectorio, sacristía, así como las guarniciones de
algunas pinturas, especialmente la del cuadro de San
Antonio de Padua, que se venera en la escalera, donde
los maestros alarifes lucieron su talento y gusto
artístico.”
Viendo el interés del Prelado de que se hicieran cargo de aquella
fundación, sin haberla solicitado, lo vieron como un regalo de
Dios y lo aceptaron con gratitud y alegría.
La Madre General, acompañada de Madre Magdalena Mir,
Madres María y Visitación Espejo Cañete y Madre Dolores
Checa, marchan a Écija para ver la casa. Se encuentra situada en
el centro de la ciudad, es amplia y reúne las condiciones
necesarias para implantar en ella el apostolado que el Cardenal
desea: Jóvenes de reeducación y enseñanza gratuita para niñas
pobres. A todas gustó el edificio por ser bello y espacioso.
Se hospedaron en casa del Señor Arzipreste, don Francisco
Domínguez, y tanto él como su hermana Natividad las hicieron
objeto de múltiples atenciones.
Una vez en Sevilla se reúne el Consejo General y se acuerda por
unanimidad aceptar la fundación, que sin buscarla ni esperarla
ofrecía la Providencia de Dios, y nada menos que por medio del
señor Cardenal, que había hecho grandes elogios del Instituto
ante Don Antonio Lorán y el Arcipreste de Écija, según los
informes recibidos de ambos señores.
Pero se tropieza con un inconveniente: La carencia de medios
económicos, contar sólo con un buen local e iglesia no era
suficiente, pues tenían que hacer varias reformas para adaptar el
edificio a los fines que se iba a emplear. También necesitan
muebles y demás enseres, todo lo necesario para poner en
marcha una casa.
La fundación queda aceptada y esperan de la Providencia les
llegue un puñado de pesetas para hacer frente a los gastos.
Se aproxima el día de las Bodas de Diamantes de la fundación
del Instituto. Ni las de plata ni las de oro pudieron celebrarse y
desean dar a este acontecimiento todo el esplendor que merece.
¡Por cuantas vicisitudes había pasado la congregación a primero
de siglo! ¡Por cuantos contratiempos! Pero el Señor la sostuvo
porque era obra suya.
Dios ejercitará más o menos nuestra fe, pero su
Providencia no faltará, porque ésta es su obra.
Decía un día el Padre Tejero ante situaciones difíciles en el patio
de San Felipe en la Casa Central.
Así fue. En estos momentos se encontraba el Instituto
floreciente y lleno de vida.
Es una Congregación pobre, que nació en suma pobreza y a la
que ha guiado el Señor por caminos de escasez de medios
económicos. Sus trabajos apostólicos están encaminados a servir
a los más pobres, empleando todas sus energías.
En las desheredadas de la fortuna, del talento y del
cariño.
Las casas que poseen son modestas. Caracteriza la vida de las
religiosas la sencillez y humildad. Salen de póstula a implorar la
caridad para sostener al puñado de 60, 70 u 80 jóvenes
reeducandas, según la capacidad que tiene cada casa. Con la
ayuda de Dios y gran dosis de paciencia, logran sacarlas de las
vanidades pasadas, devolviéndolas a la sociedad en estado de ser
útiles.
Haciéndolas criaturas distintas. –según palabras del
Padre Fundador.
Fieles imitadoras de Cristo siguen sus huellas cifrando su misión
evangélica entre los más pobres.
Esta escasez de medios lo consideran como gracia del Señor,
porque sus miembros se ven en la necesidad constante de vivir
colgadas de su Providencia, viéndose protegidas a cada paso.
La Madre General escribe una carta circular a las religiosas:
Ayudadme a dar gracias a dios y a nuestra Madre
Dolorosa, por el cúmulo de gracias y favores que ha
derramado sobre el Instituto en este espacio de tiempo
que se conmemora con el nombre de Bodas de
Diamantes, y al mismo tiempo ayudadme también a
pedir perdón por las faltas y deficiencias que haya
habido en estos 75 años.
Los días de preparación fueron en todas las casas un “oasis
consolador”. Los actos que se celebraron, dentro de la pobreza
del Instituto y tristes circunstancias políticas, fueron de una
piedad tan intensa, que sirvió para fortalecer el espíritu de las
Hermanas.
En todas las casas hubo charlas y cultos especiales.
En la Casa Central, el Cardenal Ilundaín presidió los actos y
entonó al final el Te Deum. Al terminar los actos litúrgicos pasó
al interior de la Casa para felicitar a la Comunidad. Le piden una
bendición para las Reeducandas que, en crecido número, se
encontraban formadas en los distintos patios.
Sí, vamos a verlas y a bendecirlas.
Y les dijo unas palabras tan llenas de afecto que colmó de paz el
corazón de las jóvenes.
Los obispos que tenían en sus diócesis Religiosas Filipenses
escribieron dando su felicitación y haciendo muy buenos elogios
de las Hermanas.
D. Manuel González, obispo de Málaga, entre otras cosas decía:
75 años de su fundación, es decir, 75 años practicando
virtudes propias de la vida religiosa y trabajando y
sacrificándose por arrancar almas del camino del
infierno y llevarlas por el camino del cielo: ¡Qué buen
tesoro de méritos y de obras buenas tendrá ya reunido
ese humilde, pero valiente Instituto!
Al Cardenal Protector, no le llegó la noticia a tiempo, y se
lamenta diciendo:
Con cuanto gusto les hubiera enviado para la fecha de
las Bodas de Diamantes una carta con mi bendición
efusiva; pues no desconoce, mi buena Madre General, la
parte que tomo en los acontecimientos todos de ese
Instituto que el Señor ha querido poner a mi cuidado.
La prensa también se ocupó de elogiar los trabajos y empresas
apostólicas que venían realizando.
En febrero y mayo de 1935, nuevamente fueron a Écija. No
quieren dejar en olvido la fundación que les habían brindado.
Desean ver de qué manera podrían obtener alguna ayuda, tanto
del pueblo como de las autoridades. Se hospedaron en el mismo
convento de las Mínimas, preparado de antemano por algunas
señoritas de Acción Católica. Estuvieron unos cuantos días y
vieron que la ciudad deseaba la fundación. Asesoradas por el
Arcipreste, se inició una suscripción pública para recaudar
fondos. Hicieron una circular que difundieron por todo el
pueblo, dando a conocer la finalidad del Instituto. Surtió gran
efecto, pues no sólo empezaron a dar donativos; muchas
familias se comprometieron a un tanto mensual.
Uno de los asuntos que tenían pendiente desde el Capítulo
General, era el de adaptar las Constituciones al nuevo Código de
Derecho Canónico. Consultan con el Cardenal Segura y les
recomienda al Padre Mercedario Don Miguel López, que había
vivido durante un tiempo en Roma y por estas fechas se
encontraba destinado en Sevilla.
La Madre General reúne a las Madres Consejeras y consulta a
todas las Religiosas que asistieron al último Capítulo General
sobre las modificaciones que las Constituciones van a tener.
Entre los acuerdos deciden ampliar el campo de acción. Quieren
que entre los fines del Instituto aparezca unido al de la
Reeducación, único legado de los Padres Fundadores, el de la
Preservación, en casas exclusivamente para ellas, vistiendo un
uniforme completamente distinto al de las Reeducandas.
AÑO 1936
Nuevamente y con mayor furia que en 1931, las turbas lo
asaltaron todo: iglesias, conventos, casas particulares, los
poblados y campos. Surge el alzamiento militar. El 18 de julio
se inicia la Guerra Civil de España.
La Madre General se encuentra visitando las casas, y tuvo que
quedarse en Antequera incomunicada.
El día 19 de julio, viendo cuanto peligraba la vida de las 14
religiosas que alberga el colegio, deciden salir vestidas de seglar
refugiándose en un lugar de confianza, pero no saben a dónde ir.
Sufren gran terror al saber que cerca de la casa habían asesinado
a un sacerdote y, a espaldas de la iglesia, comenzó aquella
misma tarde un incendio. No había más remedio que salir cuanto
antes.
La Madre General, acompañada de las demás Hermanas, entra
en la Iglesia para salvar la Eucaristía, abre el Sagrario y saca el
Copón que contenía trescientas formas, y en medio de gran
emoción fue repartiendo poco a poco las sagradas especies. Una
vez purificados los vasos sagrados que se llevaron escondidos,
salen a la calle sin rumbo fijo. Las puertas de las casas se
encuentran todas cerradas y no saben a dónde llamar.
¡Providencia de Dios!
Se encuentran, casi de improviso, con la Señorita Ascensión
Trujillo, hermana de una religiosa que murió en 1932. Esta
señorita al despedir a la servidumbre y verse sola marchó a casa
de una de sus amigas, creyendo que sería bien recibida, pero
cuando llegó a la puerta, a pesar de todas las llamadas que hizo,
nadie salió a abrirle, y no tuvo más remedio que regresar a su
casa. Con gran angustia iba diciendo por el camino:
Santísimo Sacramento, ampárame, que estoy sola.
En medio de tanta incertidumbre encuentra a las Religiosas
Filipenses. Ve el cielo abierto y les ofrece su modesta casa para
que se refugien.
Durante 27 días estuvieron allí escondidas en medio de las
mayores incomodidades. Las Hermanas jóvenes pasan las
noches durmiendo en el suelo, dejando los sillones y sillas a las
de mayor edad y a las enfermas. Fueron días de intensa oración
y sacrificio por la paz de España.
El 12 de agosto, el General Varela, tomó la ciudad antequerana
y pasa a refugiarse muy cerca de donde se encontraban las
Filipenses. El 16 por la mañana comienza un gran bombardeo
sobre la zona en que está refugiado Varela, y la casa de
Ascensión Trujillo queda tan afectada por la metralla que no
ofrece ninguna seguridad a cuantas la habitan. No tienen más
remedio que salir de ella y con prontitud. Al llegar a la calle era
tal el polvo de las casas que se venían abajo y la humareda de
las bombas, que apenas sí podían ver. Pisando los escombros de
las casas derrumbadas salieron de aquella casita de refugio.
Llegaron a su convento; gracias a Dios había sido preservado de
la barbarie. Una vez en él, abrieron las puertas a cuentos se
encontraban sin hogar: monjas de clausura, familias pobres o de
casas destruidas que no tenían donde cobijarse.
Al serenarse la situación, se normaliza en lo posible la vida de
comunidad.
Hasta septiembre no pudo marchar la Madre General a la Casa
Central. La Superiora, que es Madre Magdalena Mir, le narra la
odisea que ha sufrido Sevilla el pasado julio. Se encontraron en
la misma necesidad de consumir la Eucaristía, ante el temor de
que fuera profanada por los asaltos tan continuos de las turbas.
A las mismas puertas del convento llegaron los revolucionarios,
pero ni una de sus teas y depósitos de gasolina llegaron a
vaciarse prendiendo fuego al edificio.
La casa de Cadiz quedó desolada. Asaltaron la iglesia,
destrozaron las imágenes y altares. Y pequeño susto pasaron las
Hermanas, al ver que las turbas, después de destruir la iglesia,
decidieron entrar en la casa. La Providencia veló por ellas.
Cuando pasaron al interior una voz fuerte les detuvo:
¿Cómo vais a entrar ahí? ¡Fuera!
Y obedeciendo al mandato salieron del edificio.
¿Qué suerte corrió la de Málaga?
Sufrió la más larga prueba. Otra vez la destrozaron totalmente.
Sería largo enumerar los peligros en que se vieron envueltas
estas heroicas religiosas, durante aquel largo período, y los
sufrimientos que soportaron.
Esta vez no sólo destruyeron la casa, sino que la dejaron
convertida en un verdadero muladar, hasta tal punto que, cuando
quisieron rehacerla de nuevo, sacaron de ella 80 carros de
basura.
El Obispo de Málaga, Don Balbino Santos, se prestó con gusto a
ayudarles a reedificar el edificio. Les dijo que volvieran otra vez
a aquel barrio.
En esta época, recibió la Madre General varias felicitaciones, no
porque las religiosas se habían librado de la quema, sino por la
conducta tan heroica y edificante que habían observado. De
modo especial Madre Anunciación Jiménez, la Superiora, que
expuso la vida muchas veces saliendo y entrando para ver la
suerte que corrían las Religiosas y Reeducandas. Cuando le
avisaron del peligro que corría, contestaba modestamente:
Hago estas salidas en cumplimiento de un deber.
La casa de Antequera la reclaman los militares para instalar en
ella un hospital de sangre y de infecciosos, porque el que hay en
la ciudad era insuficiente para albergar a todos los que vienen
del frente de guerra.
Después de tomar algunos acuerdos, cedieron a los militares la
parte del colegio, por ser más apto para la instalación de camas
para enfermos y heridos que en tantas ambulancias llegaban de
los distintos frentes.
No sólo se facilitó el local, también un número de religiosas
competentes con responsabilidad en distintos departamentos. No
aceptaron la asistencia directa a los enfermos, porque en éste
ramo no tenía la Congregación miembros con preparación
técnica. Como Instituto dedicado a la enseñanza, la preparación
de los miembros era dirigida hacia el profesorado.
La asistencia directa a los enfermos la pusieron a cargo de las
Religiosas Siervas de María, que estaba dentro de su misión.
Se hicieron algunas obras para separar Hospital, colegio,
comunidad, dentro del mismo edificio. La Superiora Madre
visitación Espejo, es mujer de gran actividad y rica en
cualidades humanas. Mandan para la cocina a la buenísima de
Sor Asunción Pedraza. Muy jovencita ingresó en la
Congregación, en la que no ha tenido más oficio que el de la
cocina. Tiene un carácter jovial y simpático, gran espíritu de
servicio, caritativa y humilde. Se siente feliz cuando piensa que
de cocinera puede ser útil al Instituto. Con espíritu sobrenatural
repetía esa frase de la santa castellana:
Entre los pucheros también anda Dios.
Con ilusión recibe el encargo de ser la cocinera del Hospital.
Todo le parecía poco para alimentar a los que venían del frente
de guerra. Pone en el arreglo de las comidas sumo cuidado y se
esfuerza por tenerlo todo a punto.
Las señoras que componen el comité, Doña Teresita Cámara,
Doña Teclita Ragel de García Verdoy y la señora del Alcalde, se
admiran de su humildad y sencillez, pero sobre todo de su
espíritu de servicio. Nunca se la ve cansada ni agobiada por más
trabajo que tenga. Con buen carácter atiende con amabilidad a
las continuas solicitudes de la taza de manzanilla, un poco de
caldo, etc. mientras preparaba los distintos alimentos de
almuerzo y cena.
Parece que esa monja no se cansa – comentaban.
Sí, se cansa, y a veces se encuentra con un agotamiento atroz,
porque son muy pocas las horas que dedica al descanso. Hay
momentos que se siente agotada, sin fuerzas, y hasta la misma
coronilla por la dureza del trabajo que realiza, pero el amor a
Dios que ponía en sus obras y la compasión que sentía hacia los
enfermos que traían heridos, superaba todo lo demás.
De esta manera se ganó el cariño y afecto de cuantos la
rodeaban.
Las señoras del Comité siempre que iban al Colegio se sentían
contentas de pasar un rato sentadas en la silla de la cocina,
hablando y viendo trabajar a sor Asunción.
Muy bien funcionó el equipo formado por las Religiosas
Filipenses, Siervas de María, militares, enfermos, señoritas
enfermeras y antiguas colegiales que prestaron ayuda, reinando
entre todos gran armonía.
Cuando empezaron a llegar soldados con enfermedades
infecciosas, los padres de las alumnas retiraron a sus hijas del
Colegio. La Congregación tuvo que sufrir grandes
contrariedades, pero se sentía contenta al ver que se estaba
ejerciendo la caridad y prestando un servicio.
Confiaban en las palabras de Cristo:
Ni un vaso de agua que se dé en mi nombre quedará sin
recompensa. (Mt 10, 46)
En septiembre de 1937 muere el Cardenal Ilundain, el querido
prelado que donó la Casa de Écija. ¿qué sería de aquella
fundación?
En octubre llega de Roma el cardenal Segura para ocupar la
vacante. Desembarca en Cádiz y la Madre María Teresa va a
saludarle y a conocerle personalmente. El Cardenal la recibe con
afecto y le pregunta por la marcha de la Congregación, dejando
otros detalles hasta su llegada a Sevilla.
Después de tomar posesión de su cargo, Madre María Teresa va
a saludarle nuevamente. Esta vez le habla del ofrecimiento del
Cardenal difunto sobre la fundación de Écija. El Prelado le
confirma su autorización.
Es un hecho, Dios lo quiere, reclama a las Religiosas Filipenses
para aquella ciudad.
En Puerto Real (Cádiz) muere la bienhechora del Instituto Doña
Josefina Barriga, Vda. del General Martín Torrente. Al no tener
descendencia deja todos sus bienes a favor de la Congregación.
En el testamento aparece como única albacea Madre María
Teresa Muñoz de Toro, como herederas las Madres Magdalena
Mir, Anunciación Jiménez y Concepción Falcón. Todas como
simples seglares, por las circunstancias políticas cuando se
redactó el testamento.
El inmueble que lega es un chalet en Puerto Real, calle José
Antonio, número 10, todo amueblado y con alhajas y objetos de
valor.
Era del agrado de la señora difunta, que se fundara en aquella
ciudad, pero en caso de no poder realizar la fundación, daba
plena libertad para que pudieran vender cuanto donaba.
Ante la perspectiva de la fundación de Écija no pueden
arriesgarse de momento a otras fundaciones.
En estos años gozaban de optimismo al abrírseles perspectivas y
campos para ejercer apostolado. Se sienten dichosas. Pero no
hay rosas sin espinas. En medio de tanto entusiasmo el Señor
llamó a su presencia a Madre Josefa Checa, la antigua Madre
General que tanto bien hizo al Instituto. Al cesar en el cargo de
General la hicieron Vicaria General. Su vida entera fue un
desvivirse por la Congregación. Se fue apagando poco a poco y
el 18 de mayo de 1938, a los 83 años de edad, se marchó a la
Casa del Padre. A pesar de su avanzada edad dejó gran vacío en
los corazones de las congregantes. Modelo acabado de Religiosa
Filipense: caritativa, humilde, sacrificada, alma de prolonga
oración. Amó el Instituto entrañablemente, al que donó no sólo
su fuerza y trabajos, también todos sus bienes patrimoniales.
A los pocos días se promueve la vacante y sale elegida de
Vicaria General Madre Magdalena Mir.
El día 5 de noviembre el Cardenal Segura va a Écija de visita
Pastoral y recomienda con todo interés la fundación: 1º por los
muchos beneficios que iba a recibir la población con el
establecimiento benéfico que se proyectaba, y 2º porque era
Cardenal Protector y deseaba de corazón que se llevara a cabo lo
ordenado.
Estos deseos del Cardenal aumentaron el entusiasmo del pueblo
que decidió colaborar más vivamente. En el Banco Hispano
Americano, se abrió una cuenta corriente, en la que se
ingresaban los donativos que voluntariamente recogían. La
cartilla estaba a nombre del Sr. Arcipreste y del Sr. Alcalde.
La fundación va en serio.
Antes de comenzar las obras van a Écija y diseñan sobre un
plano la parte dedicada a las Reeducandas, al Colegio, a la
Comunidad.
De Puerto Real llevan muebles, cortinas, mantelerías, sábanas,
toallas… La casa se iba arreglando en medio de escasez y
pobreza, pero con gusto, conservando su estilo conventual.
El 31 de octubre de 1938, el Cardenal Segura recibe una
comisión de Écija formada por el Sr. Arcipreste, Alcalde y
Comandante Militar de aquella plaza. Iban a entregarle 75.000
pesetas, cuanto habían recaudado como capital fundacional. El
Prelado se muestra agradecido y les anuncia la fecha de la
fundación. De acuerdo con la Madre General propuso la fecha
del 4 de noviembre, primer viernes de mes.
Yo mismo presidiré el acto inaugural. Vayan a la Madre
General para entregarle el capital.
Al terminar la audiencia marchan al Convento de Santa Isabel.
El Sr. Alcalde promete a la Madre General una subvención del
Ayuntamiento.
No había tiempo que perder.
Al día siguiente, fiesta de Todos los Santos, salen para Écija la
Madre General acompañada de las Madres Consejeras y Madre
Corazón de María, como Superiora, Madre Rosario Ruiz
Pedraza, Madre María Luisa Jiménez, Madre Virtudes Gutierrez
y Sor Aurora Gerrero, formando la Comunidad. De todas las
casas fue una representación, uniéndose también organistas,
cantoras, tanto religiosas como Reeducandas, para dar más
esplendor al acontecimiento.
Trabajo había para todas y para un puñado más que hubiera
habido. El Comandante mandó varios soldados para que les
ayudaran.
Todo quedó limpio, ordenado. La Iglesia ornamentada como
correspondía al acto que se iba a celebrar.
Amanece el día 4 de noviembre.
Largos años hacía que del pequeño y añoso árbol de la
Congregación no brotaban nuevas ramas. Era semejante a esos
corpulentos olivos, firmes y vigorosos, que aunque reducida su
extensión están cargados de frutos.
Así era el Instituto plantado en el jardín de la Iglesia. Llevaba 45
años sin extenderse, aunque dando copiosísimos frutos,
haciendo mucho bien. Parecía imposible que pudiera producir
tanto la pequeña planta
Dios se fijó complacido en el pequeño arbusto y quiso que
siguiera brotando nuevas ramas, que dieran cobijo y amparo a la
juventud descarriada, a la niñez desamparada, huérfana y sola.
El día estaba lleno de sol.
La ciudad entera, por disposición de las autoridades amaneció
llena de colgaduras y banderas. Las campanas de sus esbeltas
torres repicaban alegres mezclándose con ellas los acordes de la
banda de música y los cohetes. La comitiva de automóviles
salían a las afueras de la ciudad para recibir al Señor Cardenal.
Solemne y conmovedora fue la entrada del Prelado en el templo.
La ciudad en masa venía tras él teniéndose que quedar la mayor
parte en la calle por no haber espacio suficiente en la Iglesia. La
misa estuvo a cargo del Arcipreste acompañándole dos
sacerdotes. El Señor cardenal predicó, entonó el Te Deum e
impartió la bendición con el Santísimo.
Después de recorrer el interior de la casa bendiciendo los locales
y de un modo especial a las Hermanas que iban a quedar
destinadas, marchó para Sevilla.
El interior del convento estaba repleto de personas que habían
ido a conocer la fundación. Se detienen en la escalera principal
donde hay un cuadro con un crucifijo pintado al óleo, y leen
unos versos puestos en un cuadrito. Son las palabras que Madre
María Teresa dijo, la primera vez que llegó a aquella casa,
subiendo las escaleras.
Jesús mío, queremos, si Tú lo quieres:
Una casa más donde servirte
Una casa más donde adorarte
Una casa más donde salvarte
¡Almas! que con tu sangre redimiste
Bien acogidas son las Filipenses en la ciudad ecijana, se sentían
confundidas ante las distinciones y muestras de afecto que
recibían desde la más alta autoridad, hasta las del humilde
pueblo.
Termina el día y cerradas las puertas del convento se reúnen en
torno al Sagrario para hacer la oración.
Un himno de acción de gracias brotó del corazón de las
Hermanas.
Del árbol de la Congregación había brotado una nueva rama.
La iglesia estaba viviendo momentos trágicos por la larga
enfermedad del pontífice Pío XI. Desde noviembre de 1936 se
encuentra muy enfermo. Muchos opinan que su Secretario de
Estado era el más indicado para sucederle. Durante los años
siguientes el anciano Pontífice lo presentó abiertamente como su
candidato.
El 2 de marzo de 1939 fue elegido Pontífice de la iglesia el
Cardenal Eugenio Pacelli, tomando el nombre de Pío XII. Nació
en Roma el dos de marzo de 1876 de una familia de juristas que
pertenecía a la nobleza. Hizo sus estudios en el Liceo Visconti
en el Colegio Capranica, donde se formaban los futuros
diplomáticos pontificios. Luego se incorporó a la Secretaría de
Estado y franqueó rápidamente sus peldaños jerárquicos bajo la
autoridad directa del Cardenal Merry del Val. En 1914 ocupó el
puesto de Secretario para asuntos eclesiásticos. Nombrado
Cardenal en diciembre de 1929, sucedió al anciano Cardenal
Gasparri en la Secretaría de Estado. Durante 10 años su
actividad se fundió con la enérgica acción de Pío XI en defensa
de la libertad de la Iglesia contra la escalada del peligro
comunista y nazi.
El Papa Pío XII empezaba su largo y fructífero pontificado.
La nación española comenzó a disfrutar de paz y sosiego. El día
1 de abril de 1939, Franco dio el último parte oficial:
¡La guerra ha terminado!
Ante los rumores de que quieren desapropiar al Instituto del
Colegio de Antequera, para que sirva de Hospital, Madre
Visitación se entrevista con los militares y de acuerdo deciden
evacuar el edificio de enfermos y heridos, y que al comenzar el
año escolar estuviera todo ordenado.
Los locales habían quedado en muy malas condiciones y para
todas las obras de reparación, albañilería, desinfección,
restauración del mobiliario, rehacer las clases, etc. etc. el
ejército dio el modesto donativo de 6000 pesetas.
A Madre Visitación se le vino el alma a los pies al ver la casa
destrozada y sin medios para levantarla. Se trataba como de una
nueva fundación, ya que los padres de las alumnas retiraron a
sus hijas del colegio al saber los muchos soldados que traían del
frente con enfermedades infecciosas.
Madre Visitación pide permiso a la Santa Sede para de sus
bienes patrimoniales poder emplear en el arreglo de la casa
300.000 pesetas.
El 13 de junio de 1939 la Madre General anunciaba en una
circular las elecciones generales:
Ya sabéis que el 19 de septiembre del año actual expira
el 2º sexenio de mi cargo de Madre General, así como el
de las demás Madres que integran el Consejo General…
La Madre María Teresa, al comenzar este 2º sexenio de su
generalato, había mandado periódicamente a las distintas casas,
cartas circulares, en las que además de poner al tanto a las
Hermanas de lo que iba sucediendo en el Instituto, las animaba
con piadosas consideraciones a seguir con generosidad el
camino que habían abrazado.
Don Antonio Lorán sigue atento a las necesidades de la
Congregación. Es el Director de muchas de las Hermanas y
también de Madre María Teresa.
Ante las elecciones que se avecinan aconseja que cambien de
General, aunque Madre María Teresa lo haya hecho muy bien.
Pero la Iglesia daba sus normas muy sabiamente, y después de
12 años de gobierno se debe ceder el puesto, lo contrario sería
empobrecer el Instituto.
Gracias a Dios la Congregación cuenta con personal que puede
sustituirla y los cambios vienen bien. Y dirigiéndose más
directamente a Madre María Teresa, le dice:
Tu espíritu se siente fatigado y lo necesita, hija mía.
Algunas consideran lo que dice Don Antonio como el mayor
disparate y se empeñan en lo contrario.
Tan aferradas a sus propias ideas, las cosas van a caminar mal.
El 30 de septiembre fueron las elecciones generales presididas
por el Cardenal protector. Madre María Teresa sale reelegida.
Como las Constituciones no facultaban para ser reelegida por un
tercer sexenio, sin la aprobación de la Santa Sede, el Cardenal
Segura recurrió a Roma en demanda de esta gracia, siendo
concedida aquella misma tarde.
El día 1 de octubre tienen dos sesiones capitulares. La primera
comienza leyendo las actas y acuerdos del último capítulo.
Madre María Teresa toma la palabra: no todo se había podido
llevar a efecto. Entre otras cosas está pendiente adaptar las
Constituciones al nuevo Código. Este trabajo estaba a cargo del
Padre Miguel López, Mercedario, recomendado por el Señor
Cardenal.
Manifiesta una vez más el deseo que desde 1928 le ronda: traer
a la Casa Central los restos de la Madre Fundadora.
Se habla de imprimir la vida que ha escrito el Padre Roca y
Ponsa. Los gastos se repartirán proporcionalmente entre todas
las casas.
En la última reunión deciden que quede en vigor hasta el
próximo capítulo todos los puntos que abarca la Hojita
Adicional al Horario.
VII 3º Sexenio de la Madre María Teresa
Muñoz de Toro y Guerrero.
Años 1939 – 1945.

Desde hace tiempo Madre María Teresa se siente mal de salud,


y a pesar del rigor con que se cumplen las prescripciones
médicas no responde a los tratamientos.
Finaliza el año 1939 cuando llega al convento de Santa Isabel
Doña Carmen Carreira, antigua alumna de Antequera. Al ver la
salud tan quebrantada de la Madre General, no sabe qué hacer
para complacerla, y le dice:
Madre, dígame cuáles son sus deseos y en qué puedo
servirle.
Me gustaría que tuviera la Congregación una casa que
acogiera a niñas pobres solas y abandonadas. Cuando
hagas el testamento déjanos un legadito para llevarlo a
efecto. –Le contesta.
Esta señorita poseía una gran fortuna. Dios le tocó el corazón y
antes de marchar de Sevilla hizo el testamento dejando un
legado al Instituto.
Después de diez meses de reposo sin restablecerse, tras una
consulta médica, deciden intervenir quirúrgicamente a Madre
María Teresa. Ingresa en la Cruz Roja y el 20 de Agosto de
1940 le extirpan un riñón en el que se le había formado un
tumor. Hasta febrero de 1941 no se le cicatriza la herida.
La señorita Carmen Carreira cae enferma y el 4 de marzo muere
santamente. Poco tiempo después su hermano José hizo
entregaba a la Congregación 200.000 pesetas efectivas, libre de
gastos e impuestos, para que llevara a efecto la fundación en el
sitio conveniente.
En el mes de enero de 1941 reciben la autorización para que los
restos de la Madre Fundadora pasen del Cementerio de San
Fernando a la Casa Central del Instituto:
… damos autorización para que la Superiora General de
María Santísima de los Dolores y San Felipe Neri pueda
inhumar los restos mortales de la Madre Fundadora de
dicha Congregación, en la cripta que está en el Coro de
la Iglesia de la Casa Madre, en la ciudad de Sevilla,
para que las religiosas tengan siempre ante sus ojos los
ejemplos de piedad y virtudes que les dejara su Madre
Fundadora.
Mandan imprimir estampas de los Fundadores, la vida de la
Fundadora escrita por el Padre Roca y Ponsa y los escritos sobre
la Perfección de la vida Religiosa del Padre Fundador.
El 31 de mayo de 1942 llegan a Sevilla todas las Superioras para
presenciar el traslado de los Restos. Por la tarde, ante la
Santísima Virgen celebran el último día del mes de las flores. Al
día siguiente a las 10 de la mañana marchan al cementerio las
Madres Vicaria y Secretaria General, Madre Anunciación
Jiménez, Madre Ángela Gascón y Madre Visitación Espejo. Las
acompañan tres Hermanas de la Doctrina Cristiana.
Trasladan los restos del modesto cajoncito donde se
encontraban, a un cofre de caoba forrado de cinc y con doble
tapa, la interna de cristal y la externa e caoba. Está ornado con
un buen crucifijo, escudo del Instituto, chapa con su nombre.
Las cantoneras y asas son de metal plateado.
En la iglesia, la Madre General, con todo el personal de la casa,
espera la llegada. Han venido para acompañarlas los padres del
Oratorio Filipense y la Madre General de las Hermanas de la
Doctrina Cristiana con varias religiosas.
Todos rodean el catafalco cubierto con rico paño de terciopelo
negro bordado en oro, donde habían colocado un cofre, igual al
ya descrito, que guardaba los restos del Padre fundador. Los
habían sacado del lugar donde se encontraban enterrados desde
el 29 de octubre de 1924, para ampliar el nicho y colocar en él,
dividido el interior, los restos de Madre Fundadora.
Al dar la señal de la llegada, la Madre General salió a recibirlos
acompañada de otras Hermanas. Colocaron el cofre en el mismo
túmulo donde se encontraba el Padre Fundador, y los Padres del
Oratorio, revestidos de capa y dalmática, entonaron un responso.
Cuando se marcharon las personas de la calle, las religiosas se
adelantaron para orar más cerca de los restos. Estuvieron
haciendo turno de vela día y noche pasando horas deliciosas
ante los fríos restos que parecían daban calor a sus espíritus,
encendiéndolos en deseos de perfección, fidelidad y amor al
Instituto que habían abrazado.
Al día siguiente tuvo lugar el funeral oficiado por los Padres
Filipenses. Cuando terminó, la Comunidad, acompañada de las
Hermanas de la Doctrina Cristiana, se dirigieron al coro.
Recogen los cofres y después del responso, Madre Virtudes y
Madre Consuelo, los colocan en su sitio y corren la lápida.
Por la tarde celebran un acto eucarístico en acción de gracias y
el padre Olabarrieta, del Oratorio, les da una bella plática sobre
el lema del Instituto: MAIOR OMNIUM CHARITAS.
El cardenal entona el Te Deum, y felicita a la Comunidad
elogiando el espíritu del Instituto y augura días de prosperidad y
extensión, tanto dentro como fuera de España. Las estimula a
seguir las huellas de los Padres Fundadores, encargándoles que,
si quieren las bendiciones de Idos, nunca se separen de Él.
Estos años fueron fecundos en vocaciones, eran tantas las que
entraron, que pusieron a la Madre Maestra otra religiosa para
que le ayudara. Madre María Magdalena, llevó el noviciado con
tacto y discreción. Supo formar en el espíritu del Instituto a la
patrulla de jóvenes novicias que el Señor puso en sus manos.
Estas a su vez, agradecidas, le profesaban cariño.
De vez en cuando venía a Sevilla a visitarla una antigua amiga
de la infancia, Doña Trinidad Ayala Astos, y viendo el prestigio
y admiración de que gozaba le dijo:
Muy apreciada, querida y agasajada te veo. Este no es tu
camino. Por otros de humillaciones y anonadamientos te
conducirá el Señor.
¿Profecía?
Nuevamente deciden poner en marcha la Fundación para coger a
niñas pobres. Convencidas del poder de la oración comienzan
los siete domingos al Patriarca San José pidiéndole una casa,
que era lo que necesitaban
La eficacia de esta sencilla, pero ferviente oración se dejó sentir.
La Madre General va a visitar al Conde de la Cortina, ilustre
caballero, que toda su fortuna la estaba empleando en obras
benéficas haciendo el bien. Después de saludarle, le dice
sencillamente que va a pedirle una casa, solamente a eso. El
noble caballero con la misma naturalidad el ofrece las dos que
tiene en propiedad: Una en Montilla, palacio donde vive él, la
otra en Lucena, que había sido colegio de las Religiosas
Escolapias. Las dos se encuentran en la provincia de Córdoba y
se las ofrece para que elijan.
Después de ver las dos se decide por la de Lucena. Rechazan el
hermoso palacio de Montilla para no dejar deshabitado al Señor
Conde sacándolo de la casa donde vivía. Aunque unos años más
tarde, sea dicho en honor de tan santo varón, regaló este palacio
a las Religiosas esclavas Concepcionistas, para que pusieran un
colegio; él se marchó a vivir de prestado a casa de su hermana,
que le cedió unas habitaciones.
Eran sus deseos ingresar en un asilo de ancianos, después de
repartir todos sus bienes a los pobres, y m orir pobre, sin brillo
ni consideraciones. El 16 de agosto de 1943 van a Lucena para
ver detenidamente la casa. Se encuentra no lejos del centro. Es
amplia y ventilada con hermosos patios. Pero de obras está fatal.
Las paredes derruidas, los tejados faltos de obras y por partes
hundidos. La iglesia, coro y sacristía guardaban un montón de
escombros y la parte mejor la tenían convertida en almacén de
madera. Aquello era desolador. Los locales mejor conservados
los habían cedido a las escuelas nacionales.
Se entrevistaron con las autoridades que acogieron con gusto los
fines de la Fundación y se ofrecieron para prestarles ayuda. Por
lo pronto iban a desalojar la casa, llevando las escuelas al
Instituto, y el almacén de madera a otro lugar.
El Conde de la Cortina en un gesto de caballerosidad y
generosidad pide a la Madre General los datos para hacer las
escrituras a favor del Instituto.
Para evitar molestias, hace el documento como compraventa,
corriendo él con todos los gastos, donando la casa de su
propiedad que posee en Lucena, calle Ancha número 9. El 24 de
septiembre se firman las escrituras, pasando su casa a propiedad
de la Congregación.
El 27 de octubre visitan otra vez la ciudad lucentina.
Acompañan a la Madre Vicaria, Madre Ángela y Madre
Teresita. Esta vez se encuentran con el Juez Don Manuel Prieto
Delgado, esposo de Doña Josefa Carrión, antigua alumna de
Antequera. Les ofrecen su casa para que se hospeden. El Juez se
ofrece para poner en marcha las obras de la casa vigilándolas
hasta que las religiosas se instalen definitivamente.
Con cierta frecuencia solía el Cardenal Segura visitar a Madre
María Teresa. Andaba ésta en los preparativos de la Fundación
cuando va a verla y a llevarle personalmente las Constituciones
adaptadas al nuevo Código. Queda confundida ante la
predilección que le dispensa el Prelado y besa las Constituciones
que aún tiene en sus manos. En ella viene añadido al fin
primordial del Instituto abrir casas de Preservación para niñas
pobres, que por diversas circunstancias carecieran de familias o
no pudieran vivir con ellas.
El día 11 de enero de 1944 salen de Córdoba para poner en
marcha la fundación de Lucena, Madre Ángela Gascón, Madre
Sagrario Gómez, Sor Pilar Jiménez, acompañadas de tres
reeducandas. En la estación de Lucena les estaba esperando un
ordenanza del Juez. Después de recogerles los equipajes las
llevó a casa de tan buenos señores. Ni el Juez ni su señora
quieren que se instalen en el convento, porque se encuentra
inhabitable. Con generosidad ofrecen su casa para que se
hospeden las seis, haciéndoles objeto de las mayores pruebas de
afecto. La mayor parte del día lo pasan en la nueva fundación,
limpiando, arreglando y poniendo la casa en orden. Preparan lo
más indispensable: Clausura, cocina y poco más, y el día dos de
febrero el Vicario Arcipreste, Don Joaquín Garzón, bendice el
local e entroniza el Corazón de Jesús. Desde ese día se quedan a
dormir en la nueva casita.
A los nueve días bendicen la capilla que habían puesto
provisionalmente en el salón mejor de la casa. El Vicario les
dice la misa y queda en el Sagrario el Santísimo Sacramento.
Esta fundación se va haciendo pasito a pasito, y con muy pobres
medios. Carecen de infinidad de cosas, pero la Providencia iba
facilitando los medios y allanando las dificultades.
En Sevilla reciben la noticia de que la bienhechora que dejó la
casa de Puerto Real había dejado en el Banco de Cádiz llamado
“Las Provisiones del Porvenir” 62.305 ptas. en favor de la
Congregación.
La mano de Dios se dejaba sentir; este capital sirvió de ayuda y
respiro a la nueva Fundación.
Fijan la fecha para la inauguración el 16 de julio de 1944. Madre
María Teresa se encuentra desde su operación tan estropeada
que no puede asistir a los actos oficiales. La representa la Madre
Vicaria General. Asisten las Superioras y Hermanas de todas las
casas.
La misa tuvo lugar en el hermoso patio principal, porque la
iglesia se encontraba en tan malas condiciones que aplazaron su
apertura para más adelante. Estuvo a cargo del Vicario.
Asistieron las autoridades, sacerdotes, religiosos y religiosas de
la ciudad.
Las señoritas de Acción Católica se ofrecieron a celebrar por la
tarde una velada literaria musical, que tuvo bastante éxito. En
ella hicieron colecta para recoger fondos y ayudar a la
restauración de la iglesia que se llama de San José.
El día 1 de mayo de 1945 colocan en el campanario dos
campanas que estrenan el día 7, fiesta de la Santísima Virgen de
Araceli, patrona del Pueblo, a la que veneran y aclaman con
amor y fervor entrañable.
Madre Ángela despliega toda su actividad e iniciativa para ver
pronto arreglada la iglesia. Va a Córdoba a saludar al Prelado,
con el que le une una gran amistad, y le regala 6000 pesetas y
varios ornamentos sagrados.
Consigue un retablo que las Monjas Agustinas tenían en
depósito de la antigua parroquia de Santo Domingo, y otros dos
de la capilla de San Marcos. Le regalan varias imágenes, entre
ellas una del Bendito Patriarca San José, titular de la Iglesia.
Al año justo de la inauguración de la casa, el 16 de julio de
1945, es la bendición de la Iglesia.
En representación del Obispo va el Magistrado Don Félix
Moreno Menjíbar. Don Diego Villarejo, Catedrático del Instituto
de Cabra, dijo un elocuente sermón elogiando el Instituto y las
obras benéficas que realizaba a favor de los más pobres.
La casa contaba ya con 25 niñas internas.
No se puede pasar esta reseña sobre la fundación de Lucena sin
decir que en los distintos viajes que Madre Ángela efectuaba a
Sevilla siempre llevaba aspirantes al noviciado. Hubo viajes que
las llevó a pares. Eran las primeras jóvenes que contrajeron
amistad con las Religiosas Filipenses, las que al ver la humildad
y sencillez de sus vidas sintieron la llamada del Señor y se
asociaron a sus filas.
Un detalle simpático: Frente al Colegio de las Madres Filipenses
vive el Pirotécnico. Lucena es un pueblo que gusta celebrar
todas sus fiestas con cohetes y fuegos artificiales, de ahí que
posea una gran fábrica con toda clase de fuegos, bengalas y
cohetes. Desde el primer momento que estas religiosas ponen
los pies en Lucena se encarga este señor de dar a conocer al
pueblo cuanto iban haciendo lanzando estrepitosos zumbidos al
aire.
Pero desgraciadamente no todo es paz y bonanza en la
Congregación. Están descontentas un buen número de
Hermanas. No todas se sienten de acuerdo con el sistema de
gobierno, tan pasivo, de Madre María Teresa. A pesar de la
riqueza de cualidades humanas que poseía, no siempre acertó en
su gobierno, cosa natural, tratándose de persona finita y
limitada. Ya llevaba 18 años ejerciendo el cargo de General y
había religiosas que temían que otra vez saliera reelegida,
porque estaba muy enferma y agotada. Además no removía los
cargos de Gobierno ni de Superiora. Las elegidas eran
confirmadas en sus cargos hasta la muerte. Estas elecciones no
siempre estuvieron acertadas, de ahí que recayeran cargos de
responsabilidad en personas poco equilibradas que hacían sufrir
muchísimo a las religiosas y reeducandas.
por esta época ya iba exigiendo la Iglesia a las Congregaciones
Religiosas la formación y preparación de sus miembros para que
fueran más eficaces en el campo de apostolado, pero Madre
María Teresa no ve muy precisa esta llamada:
No quiero religiosas literatas sino santas –solía decir-
como si una cosa estuviera reñida con la otra.
No se puede dudar que ella quiso siempre lo mejor para la
Congregación a la que se entregó en cuerpo y alma. Pero al
repetir estas frases y otras parecidas le guiaba una mentalidad
que ya había quedado muy atrás.
Cada cual es hijo de su época. –suele decirse.
Por eso los Institutos Religiosos necesitan renovar
periódicamente los cargos de Gobierno, como tan sabiamente lo
manda la Iglesia, para que las Congregaciones no se sientan ni
estancadas, ni marcadas por una sola mentalidad que vendría a
empobrecerla, haciéndole más bien daño que otra cosa, al
impedir que una savia nueva vaya renovando sus células y
tejidos, dándole nuevos brotes, nueva vida, ya que todo ser vivo
tiende al crecimiento. Si no quiere morir no puede permanecer
estático.
Madre María Teresa, de espíritu contemplativo, más bien
temerosa, rechazó muy buenas fundaciones en la misma España,
temiendo la distancia. Quería llegar a todas con la mano. Así lo
decía. Esta mentalidad cerró horizontes al Instituto, no
haciéndolo universal, acudiendo a puntos que necesitaban
ayuda, por muy lejos que estuvieran. Se centró sólo en
Andalucía y no a toda la región; fundó en los sitios más
cercanos a Sevilla.
Estas cosas y otras semejantes eran la causa de que no aceptaran
su gobierno. Además, se encontraba muy enferma y agotada. No
podía asistir a los actos de Comunidad, ni a los actos oficiales.
Antes estas perspectivas había hermanas que se oponían
abiertamente a que saliera reelegida. La culpa de que Madre
María Teresa se mantuviera recluida en sus habitaciones la tenía
el Cardenal Segura, que además de ser el protector del Instituto,
era su Director Espiritual.
Ordenó a las Madres Consejeras evitaran en lo posible que las
Hermanas la visitaran y si lo hacían en alguna ocasión, les
prohibieran terminantemente le contaran nada que le hiciera
sufrir o le afectara en lo más mínimo. La intención del Prelado
con estas prohibiciones era para no agotar las débiles fuerzas y
salud de la Madre General. Como era persona de valer había que
conservarla.
La chispa brotó en Antequera. Un grupo de Hermanas se reúne y
piensa escribir al Cardenal Protector diciéndole el panorama del
Instituto. No tuvieron mucha vista al dirigirse al Cardenal
Segura, sabiendo el aprecio que tenía a Madre María Teresa.
Promueve el asunto Madre María Luisa Jiménez Guerrero, de
mentalidad avanzada, nacida en Antequera, con treinta y un años
de edad, y nueve de profesión religiosa. Insiste y embauca en
este asunto a Madre Trinidad Jurado Benítez, natural de Cuevas
Bajas, de 33 años de edad y 8 de profesión, de carácter y
temperamento muy opuesto al suyo pero al insistirle tanto se
sintió débil sin sospechar la repercusión que todo iba a traer.
Son personas cultas, les mueve recta intención. La primera
posee la carrera superior de piano; la segunda es Maestra
nacional. Las dos vienen prestando muy buenos servicios a la
Congregación en el desempeño de sus ocupaciones. Son
fervorosas, responsables, trabajadoras.
Por la noche, cuando la Comunidad se recoge para descansar, un
grupo de Hermanas se reúne para deliberar sobre el asunto. Se
aproxima el Capítulo General y quieren impedir que salga
reelegida Madre María Teresa. Ponderan qué otra religiosa
podría suplirla: Madre María Magdalena Lucas, la Maestra de
Novicias. Es inteligente, ama la Congregación, tiene buen
espíritu. Decidido. Se lo comunicarán al Señor Cardenal.
Escriben la carta.
¿Quién firma?
Lástima que después de decidirse a denunciar cosas ilegítimas,
no se hubieran atrevido con la misma valentía a poner sus
nombres.
El documento no lo firma nadie, lo mandan como anónimo.
Aquí estuvo el fallo.
Ya podemos imaginar la sorpresa del Prelado al recibir una carta
anónima en la que se habla, no muy bien, de la Madre María
Teresa, a quien admira y aprecia. Su contrariedad es grande. Y
en vez de averiguar si era verdad cuanto allí se decía, se le
ocurre mandar llamar a la Vicaria y Secretaria General, sin que
den cuenta de esta entrevista a la Madre María Teresa.
Una vez que han acudido a Palacio les enseña el anónimo y les
pregunta a qué religiosas se les habrá ocurrido semejante
disparate.
Ellas quedan perplejas y no saben en quienes pensar.
El cardenal les dice que hay que averiguarlo y que las lleven a
su presencia para darles una buena “reprimenda”.
Por lo pronto que no se entere Madre María Teresa para evitarle
sufrimientos. Él mismo se lo comunicaría cuando lo viera
oportuno.
Madre Magdalena y Madre Virtudes salen de Palacio llenas de
perplejidad y confusión.
¿A qué diablos de Hermanas se les habrá ocurrido hacer
esta locura en vísperas de un Capítulo? –se decían.
Desde estos momentos y a medida que se van enterando otras
Hermanas de lo ocurrido comienzan las intrigas, las sospechas y
las desconfianzas.
Las cartas anónimas, porque fueron varias, salieron de
Bobadilla, punto donde no tiene casa el Instituto. Las sospechas
se centran entre las casas de Málaga y Antequera. Piensan que
ha sido Antequera. Finalmente, en las dos promotoras de los
hechos: Madre María Luisa y Madre Trinidad.
¡Lo que les queda que sufrir, madre mía!
El Señor Cardenal va a comunicar a Madre María Teresa los
hechos sucedidos y al enterarse no sale de su asombro.
Creía que todas me querían…
Sí, ese era su parecer, porque siempre se mostró maternal y
comprensiva. Pero la realidad es distinta y desagradable.
Parece que todo lo intuyó en sueños.
El Capítulo se ha venido encima.
¿Qué pasará?-se decían algunas congregantes.
No pasará nada de particular. Porque los cargos de
responsabilidad los tienen las mismas, y al Capítulo asistirán las
de siempre.
¿Justo?, ¿injusto?
Tiene lugar el 30 de septiembre y el Cardenal protector va a
presidirlo. Vuelve a salir reelegida para un 4º sexenio Madre
María Teresa Muñoz de Toro, y al ser preguntada si lo acepta,
contesta afirmativamente.
¿Por qué no renunció sabiendo el descontento que existía?
Un cambio hubiera venido de lo mejor, para descongestionar el
ambiente.
El Cardenal escribe el telegrama que se ha de mandar a la Santa
Sede para que confirmen la reelección en el cargo. Decía así:
Reunido Capítulo General Congregación Hijas de María
de los Dolores y San Felipe Neri, ha resultado reelegida
Madre General, plena unanimidad de votos, para un 4º
sexenio Rvda. Madre María Teresa Muñoz. Suplico
confirmación urgente telefónica para poder continuar
Capítulo General.
Doce días estuvieron esperando la respuesta y al fin viene
confirmando a la misma General para un 4º sexenio.
Se reanudan los actos capitulares.
Salen elegidas las mismas consejeras. Destituyen el cargo de
Ecónoma General a Madre María Magdalena poniendo en su
lugar a Madre Visitación.
Los cargos de Superioras y el de Maestra de Novicias quedan en
suspenso. Se ha creado un ambiente de malestar y Madre María
Teresa no quiere dar los cargos a tontas ni a locas. La
Congregación ha empezado a dividirse. Por todos lados crecen
las intrigas y desconfianzas. Ni la Madre General ni sus
Consejeras se sienten seguras y aplazan los cargos para más
adelante.
En la Sesión capitular, después de ver que se ha llevado a efecto
lo propuesto en el capítulo anterior, se detienen considerando las
palabras que el Cardenal dijo a las Capitulares:
En este Instituto se vive la verdadera vida del Evangelio,
en la que existía verdadera pobreza y humildad, trabajo
y abnegación dando por fruto el amor a Dios y al
prójimo, o sea, la verdadera caridad, lema de esta
Congregación en la que todas debéis vivir unidas
humilde y sencillamente, puesto que cada Instituto tiene
su propia semblanza de la que nunca debemos apartar
nuestras miradas.
Madre María Teresa les habla sobre la unión que debe reinar
entre todas las congregantes y del espíritu de caridad de los
Padres Fundadores.
Respecto a las fundaciones que se fueran presentando, les dice
que, aunque tengan aprobadas en las nuevas Constituciones las
niñas preservadas, que no se olviden
…de dar preferencia a las de Reeducación, fin principal
del Instituto, del que nunca debemos apartarnos.
Hay algunas propuestas para que se admitan niños de siete años
en los colegios.
En Antequera se va a ampliar el plan de enseñanza y necesitan
la colaboración de profesorado mixto.
No se decide nada.
Las madres capitulares dan su voto de confianza a la Madre
General para que a medida que se vayan presentando los
acontecimientos, decida con su Consejo lo que juzgue en el
Señor.
Así termina el 3er sexenio de Madre María Teresa.
VIII 4º Sexenio de Madre María Teresa
Muñoz de Toro Guerrero
Años 1945 – 1951

Una vez terminado el Capítulo, el Cardenal protector llama a su


presencia a Madre María Luisa y Madre Trinidad. Les ordena
que se arrodillen y les da una reprimenda, que milagro fue que
no cayeran desmayadas, ante el furor del Purpurado.
Pero, según el Derecho de los Religiosos, ¿no pide que estén
abiertos a la Santa Sede y digan, siempre que así lo crean en
justicia, los desórdenes que se introducen en los Institutos?
¿Por qué esa actitud? ¿Por qué atemorizarlas con la expulsión
del Instituto?
Lástima que no hubieran firmado. Ahí estuvo su mal.
Otra Religiosa se ve metida en este embrollo: la Madre Maestra,
a la que consideran culpable de todo lo sucedido.
¡Uf!, qué polvareda se levanta!
El Cardenal ordena que, en castigo, esas tres Hermanas se vean
privadas en lo sucesivo de cargos que tengan responsabilidad.
Manda que se abra el Libro Negro, para que quede anotada la
actuación tan torpe y desacertada que tuvieron y que se las
destine a puntos distintos.
Madre María Luisa posee la carrera Superior de piano. Tiene
para la música cualidades estupendas, y tan admirablemente toca
las piezas clásicas que deja embelesado al auditorio. En castigo
se le dice que en adelante no vuelva a poner las manos en el
teclado.
¡Pobres hermanas, que caro les costó su intento!
Madre Trinidad es trasladada a Córdoba, donde la Comunidad la
recibe con frialdad e indiferencia. Los meses que permanece en
aquella casa nadie le dirige la palabra, ni se le acercan. Asiste a
todos los actos de Comunidad, pero para las demás como si no
existiera.
¿Es posible postura tan inhumana?
¿Dónde está ese vivir evangélico de buenas samaritanas para
curar y levantar a las Hermanas que encontremos caídas o
incomprendidas en nuestro caminar?
Pero en aquel tiempo había tal temor e intriga, que temían ser
fiscalizadas por lo más insignificante.
¿Y la Madre Superiora?
Es la que la trata más inhumanamente.
Madre María Luisa es trasladada a Cádiz. Las Hermanas la
reciben con recelo y no se fían de ella. Y lo más doloroso: en
esos momentos de soledad e incomprensión no tiene el consuelo
de ensanchar su espíritu interpretando al piano una obra maestra.
Lo tiene prohibido.
Siente el estremecimiento de estar enterrada en vida.
Madre María Magdalena ve que de golpe se apaga el prestigio y
consideración que venía disfrutando en el Instituto. Se siente
sola, rechazada, anulada. Al poco tiempo la quitan del
Noviciado y la mandan a Écija para que se haga cargo de las
clases gratuitas.
La fundación de Écija marcha bien. Tienen acogidas 60
reeducandas de distintas edades en el internado.
El dos de marzo de 1946 tuvo lugar la apertura del colegio
gratuito para niñas pobres. Se habían obrado locales amplios,
como lo exigían las leyes vigentes del Estado. Pronto se
matricularon gran número de alumnas y pusieron al frente del
colegio a Madre María Magdalena.
La congregación comienza a dividirse. Entre las Hermanas reina
el malestar. Los espíritus andan inquietos, desasosegados.
Numerosos miembros, y entre ellos se encuentran la mayoría de
las jóvenes, ven injusta la manera con que han actuado con esas
tres Hermanas. Temen que las despidan del Instituto, porque así
lo han hecho saber. Ante estas amenazas nadie se atreve a abrir
la boca. En público, se entiende. Por lo bajo, de todo se
lamentan, con quien pueden hacerlo. No todo el personal es de
fiar. Hay quienes creen que la mayor fidelidad a los Superiores
consiste en llevar y traer las opiniones de cada cual, y se
cometen las mayores aberraciones.
Al llegar la Cuaresma de 1946, en todas las casas se recibe una
circular firmada por la Madre General y la Secretaria, que dice
así:
Hago saber a la Comunidad de la casa de… que, en el
Consejo Generalicio hemos acordado y disponemos, que
en todas las casas de la Congregación en reparación y
penitencia de los hechos ocurridos –que la prudencia y
la caridad silencian en esta comunicación- que todos los
días de la Santa Cuaresma, al terminar el coro de la
mañana, se rece el miserere –en cruz- y en todo este
tiempo, se ejerciten todas las religiosas en la virtud de la
OBEDIENCIA, CARIDAD Y SILENCIO, A FIN DE QUE
ESTANDO TODAS UNIDAS EN EL MISMO ESPÍRITU,
EL DE NUESTRA congregación, cada día se fortalezca y
estudie más, para gloria de Dios y reparación de todo
cuanto ofensivo y desagradable aparezca ante sus
divinos ojos.
Con el mismo espíritu de reparación y penitencia,
háganse también todos los demás actos ordinarios y los
extraordinarios de la Santa Cuaresma, rezando con
especial devoción, el Santo Rosario a la Patrona de la
Congregación, Nuestra Madre de los Dolores, la que
con su corazón traspasado de Dolor, sabía perdonar y
amar –como Corredentora- a los mismos que le herían…
En la Iglesia empiezan a correr nuevos aires de renovación
dentro de la vida religiosa.
Si los intentos de renovar la pastoral se hicieron durante
el Pontificado de Pío XII, partieron casi siempre de la
periferia y, en muchos casos, encontraron en Roma más
dificultades que aliento, en lo concerniente a
congregaciones religiosas las iniciativas “renovadoras”
partieron principalmente de la Santa Sede, la cual
exhortó a los Institutos religiosos a ser más fervorosos y
retornar con más intensidad al espíritu y orígenes de los
Padres Fundadores. También les inculcó la necesidad de
adaptarse en sus tareas concretas a la evolución de la
civilización y las nuevas condiciones económicas y
sociales, muy distintas de las que se daban en el
momento de la Fundación. En el clima de reformismo
del período de postguerra comenzaron a formularse
abiertamente las críticas que, desde hacía tiempo,
corrían en voz baja entre el gran público y se traducían
en un continuo retroceso de las vocaciones religiosas,
tras siglo y medio de progreso ininterrumpido. A veces
daba pábulo a tales críticas la comparación con ciertas
formas de vida religiosa completamente nuevas, nacidas
para dar respuesta a las necesidades de la nueva época,
como los Hermanitos y Hermanitas de Jesús que siguen
la regla redactada por el Padre De Foucauld, o algunos
institutos indígenas fundados en países de misión.
En “Cartas a los hombres”, del Papa Celestino VI,
reprocha Papini a algunos conventos que no son ya más
que “algo pensionado”, y censura a quienes deberían ser
los “perros guardianes siempre dispuestos a morder para
hacer que el rebaño vuelva al buen camino” y se han
convertido en “gatazos domesticados que ronronean
recordando el pasado”. Las críticas a veces simplistas,
pero no exentas de fondo de verdad, eran
particularmente frecuentes respecto a las “buenas
hermanas”; se preocupan más de la observancia de sus
reglas que del evangelio; la obediencia las mantiene en
el infantilismo; no se quieren mutuamente; no son
pobres, sino ahorradoras. Pío XII, que a lo largo de su
Pontificado iba a consagrar a la vida religiosa más de
doscientos documentos, -unos 20 al año por término
medio,- trató desde el principio, quizá por influjo de sus
consejeros Jesuitas, de reaccionar contra lo que había
de fundado en estos reproches, con el fin de aprovechar
mejor en el campo de apostolado esa inmensa legión de
300.000 religiosos y un millón de religiosas.
Ya en 1946 abordó el problema en “Revue des
communautés religieuses” un canonista romano tan
prudente como el Padre Creusen; dos años después
publicaba el Padre Lombardi, cuyas relaciones con el
Papa eran muy conocidas, en el órgano oficioso del
Vaticano, “La Civiltá Cattólica”,un artículo sobre Il
rinnovamento dei religiosi, en él extraía algunos grandes
principios de las numerosas exhortaciones que Pío XII
había dirigido a los religiosos durante los años
anteriores. Al acabar 1950, en el marco de los grandes
congresos del Año Santo, la Congregación de Religiosos
organizó en Roma una semana de estudios que reunía,
por primera vez en la historia a representantes de todas
las órdenes religiosas de alguna importancia para
examinar en común, bajo todos los aspectos, el vasto
problema de la adaptación a los tiempos actuales: se
trató de la ascética y la disciplina, particularmente de la
pobreza; de la campaña vocacional; de la formación de
los religiosos jóvenes, (especialmente de la necesidad de
preparar mejor a los maestros y maestras de Novicias y
de la ventaja de las casas comunes de formación). Se
habló, por fin, del apostolado y se preconizó una mayor
participación de los religiosos en los ministerios
parroquiales y misioneros.
Este amplio intercambio de ideas estaba destinado a que
los superiores tomaran conciencia de las
preocupaciones de la Santa Sede y debía preparar las
diversas medidas legislativas que iban a promulgar
durante los años siguientes.”
La Casa Central está repleta de personal. Entre religiosas,
novicias y reeducandas se encuentran 160 y los gastos de
alimentación y demás son considerables. Han contraído una
deuda de 40.000 pesetas que no saben cómo liquidar, porque las
necesidades de la casa crecen por día. La Superiora, Madre
Magdalena, se siente abrumada y más agotada que nunca.
Algunas Superioras del Instituto se enteran de la pesadilla que la
consume y deciden poner remedio pagando entre todas las
deudas y poniendo las cuentas al día. Bonito ejemplo de amor,
colaboración y comunicación de bienes.
Madre Magdalena, al ver que le quitan ese peso de encima, se
siente feliz. Era el día 27 de octubre de 1946. Después de cenar
pasa un rato con la Madre General para despedirse. En sus
últimas palabras manifiesta los deseos que siente de unirse para
siempre a Dios en la eternidad. Se retira para descansar, cuando
Dios la llama a su presencia. Muere casi repentinamente. Cuenta
72 años de edad.
Persona de gran valer, prestó a la Congregación muy buenos
servicios.
Eligen para Vicaria General a Madre Visitación Espejo, que
viene desempeñando el cargo de Maestra de Novicias. Madre
María Teresa tiene la salud tan quebrantada que se ve en la
necesidad de nombrar una Visitadora General para que las casas
no queden desatendidas, y este cargo recae también en Madre
Visitación.
Las casas dedicadas a la Reeducación albergaban gran número
de alumnas. Es un apostolado difícil para el que se necesita
espíritu de Sacrificio, una dedicación exclusiva a las jóvenes y
vivir intensamente vida de fe y oración. El fruto de este
apostolado se dejaba ver. Había jóvenes que después de grandes
luchas caían rendidas a la gracia y a imitación de Pablo repetían:
Señor, ¿qué quieres que haga? (Hch 9, 5)
Así de buenas eran sus disposiciones.
Sirva este testimonio de vida para apreciar algo los frutos de este
apostolado.
El 14 de marzo muere santamente en Sevilla la penitente Ana
Montes Ortega, a la que pusieron por nombre Jesús María.
Tenía 25 años de edad cuando el 27 de febrero de 1894 llamaba
a las puertas de Santa Isabel pidiendo comprensión y olvido a
pasadas culpas. Tras una sacudida de la gracia resuelve ofrecer
al Señor en expiación de sus pecados, no sólo la lozanía y
belleza de su juventud, sino lo que es más grato a toda mujer:
una hija de seis años de edad que deja a los caritativos cuidados
de las Hijas de la Caridad en el Hospicio de Jaén, su ciudad
natal. No se siente con fuerzas para seguir luchando ante un
mundo que tanto le fascina, y antes de seguir caminando de
tropiezo en tropiezo, decide de una vez recogerse en un lugar de
penitencia y recogimiento.
Largas fueron las luchas que soportó. Sufrió grandes tentaciones
del diablo que a todo trance quería hacerla retroceder para que
volviera a aquel infierno de donde salió.
El mundo le atraía muchísimo. La dureza de la vida que había
abrazado de pobreza, obediencia y alejamiento de todos aquellos
amores más o menos ilícitos, se le hacía a veces insoportable.
Jesús María es siempre ayudada por el cariño y comprensión de
las religiosas Filipenses. Éstas consiguieron que su hija
Francisca fuera trasladada al Hospicio de Sevilla, para que
tuviera el consuelo de vera a su madre frecuentemente.
Modelo de penitente se ganó la confianza de sus superiores que
le permitían salir con frecuencia para ver a su hija.
Salió varias veces para gestionar el enlace matrimonial de su
hija, y tuvo la dicha de acompañarla hasta el altar, donde se
desposó con un honrado obrero que, más tarde fue el albañil del
convento y mandadero de toda confianza.
Nunca quiso Jesús María salir definitivamente de la Casa de
Arrepentidas, a pesar de tener otro nuevo aliciente: Los nietos, a
quienes profesaba un amor entrañable.
Durante 52 años permaneció en esta casa de oración y
penitencia, hasta que el Señor le dijo:
¡Ven!
A recibir el premio de su fortaleza y heroica vida.
El pueblo lucentino pide a las Religiosas Filipenses que abran
colegio para enviarles a sus hijas, y en 1947 empiezan a impartir
la enseñanza estatal y reconocen el Colegio legalmente.
La patrona de Lucena es la Virgen de Araceli, a la que aman
entrañablemente. En 1948 quieren coronarla oficialmente. Las
autoridades invitan al cardenal Segura, para que además de
presidir los actos ponga sobre la cabeza de la Reina y Madre del
pueblo la corona de oro y filigrana que están labrando.
El Cardenal contesta a la invitación del alcalde diciendo que irá
si se puede hospedar con las Religiosas Filipenses de quien es
protector. De no poder por alguna circunstancia, no acepta.
El alcalde va a visitar a Madre Ángela para decirle el deseo del
Prelado. Se ofrece para dar toda clase de facilidades. Les
enviaría el mobiliario, vajilla, todo cuanto necesitaran.
El Cardenal llega a Lucena el día 1 de mayo, víspera de la
coronación de la Santísima Virgen, acompañado de su hermana
Elena y cuatro sobrinos.
Desde ese momento empezaron a llegar, para saludar al
Purpurado, arzobispos, obispos, ministros, gobernadores,
generales y demás altas jerarquías eclesiásticas, civiles y
militares que fueron a Lucena para celebrar los actos en honor
de la Patrona.
El Cardenal marchó a Sevilla satisfecho, y al día siguiente va a
saludar a Madre María Teresa para agradecerle las finezas y
atenciones que sus hijas le han prodigado.
Muchos deseos tenía la General de conocer aquella casita que
por enfermedad y otras circunstancias no había llegado a visitar.
Decide ir en visita oficial y el 23 de Agosto, acompañada de la
Secretaria General, Madre maría de la Paz Sanjuan, sale para
Lucena.
Por ser tiempo de vacaciones no están las colegialas, pero un
nutrido grupo de alumnas mayores van a saludarla y representan
un pasillo cómico. Tienen 40 niñas en el internado.
Antes de regresar a Sevilla, una jovencita de 17 años, llamada
Antonia Bujalance, la que más tarde será Madre Jacinta, le pide
que se la lleve al noviciado. Sus padres se oponen, pero ante los
deseos insistentes de su hija, la dejan marchar.
En diciembre de 1950 mueren santamente en Sevilla tres
Penitentes, tres mujeres santas que, como otras Magdalenas
supieron reparar sus extravíos llenando sus vidas de amor.
Heroicas en la abnegación y sacrificio, vale la pena que se las
recuerde con unos datos biográficos.
Comenzamos con Antonia Manzano Campos. La llamaban
“Soledad la Penitente”. Nacida en Málaga, desde temprana edad
se entregó a una vida de frivolidad y placeres. Al sufrir amargos
desengaños vino a darse cuenta de su triste realidad. Con
verdaderos deseos de reparación ingresa en el Convento de
Santa Isabel el 6 de noviembre de 1901. Con la oración y la
penitencia, imploraba la gracia de Dios para vencer las fuertes
tentaciones y luchas que tan frecuentemente atormentaban su
espíritu.
Un día se encontraba en tal estado de ánimo que acudió a un
desenfrenado esfuerzo. Tenía una larga cabellera que la hacía
atractiva, unida a su encanto juvenil. Tomó unas tijeras, se cortó
las trenzas y con lágrimas en los ojos se las entregó a la religiosa
encargada de su sección:
Madre, ahí las tiene, lo he hecho porque así tan fea no
me atrevería a pisar las puertas de la calle.
La Hermana comprendió lo heroico de su sacrificio y la manera
con que había vencido la tentación. Era obediente y se
responsabilizaba de cuantos trabajos le encomendaban. Todos
los ratos libres se la veía en actitud devota ante Jesús
Sacramentado.
Ásí fue deshojándose su vida. Los últimos tres años de su paso
por la tierra los pasó postrada con fuertes dolores, y al ver que se
aproximaba su fin pidió los Sacramentos y dijo al sacerdote que
la asistía.
Me siento tranquila y feliz.
Durante su vida profesó un amor entrañable a la Santísima
Virgen, a la que no se cansaba de invocar. Cuando perdió el uso
de la palabra, fijó sus hermosos ojos en un cuadro de la Virgen
que tenía en su humilde aposento.
Y el día de la Inmaculada Concepción del año 1950 la Virgen se
la llevó al cielo.
Otro testimonio de conversión es María Ortiz Asensio, nacida en
Sevilla. Le llaman Encarnita. Entró en Santa Isabel el 8 de
Marzo de 1934 a los 21 años de edad, en el crítico momento que
sacaban los restos mortales de una religiosa joven. Encarnita
llamó a las puertas del asilo buscando alivio a sus males y
sosiego a su alma, más muerta y sola que los fríos despojos de
aquella religiosa de 24 años que iban a ser acogidos por la
madre tierra.
Su vida fue agitada, una quimera. Quedó huérfana de madre a
los pocos días de su entrada en el mundo, y el padre se la
entregó a una tía abuela que carecía de hijos. La niña era para el
anciano matrimonio el centro de sus alegrías y la rodearon de
toda clase de cuidados. Muere el tío y comienza a flaquear el
negocio de fonda que tenía en Ayamonte (Huelva). Pierden la
modesta fortuna que poseían y la tía se recogió en un Asilo.
Encarnita, al encontrarse sola tuvo que regresar a la casa paterna
para vivir con su madrastra. Gran tragedia se le presentó a la
infeliz, que a pesar de ser mujer tenía un carácter aniñado y no
supo defenderse de los peligros que hay para la juventud
inexperta.
Engañada y abandonada saboreó a grandes tragos el desengaño
y la desilusión. No encontraba persona amiga de quien depositar
su confianza, y al verse tan sola decidió venir a Sevilla
confiando sus desdichas a su tía Concha, hermana de su padre.
Esta señora le sirvió de ángel tutelar y no la dejó hasta que
voluntariamente decidió ingresar en Santa Isabel con la firme
resolución de reparar sus pecados y santificar su vida.
Su conducta era ejemplar: obediente, piadosa, trabajadora. A las
enfermas prestaba toda clase de servicios llenos de fraterno
cariño. Su vida se distinguió por la humildad y el
agradecimiento.
Al final de sus días contrajo la tuberculosis.
Estuvo pronta a aceptar la llamada del Señor, los dolores y
demás dolencias de la enfermedad. Recibió con fervor todos los
sacramentos y tras una larga agonía, poco a poco fueron cesando
los ahogos y con paz y alegría en el rostro se durmió en este
destierro para despertar en la eternidad el 19 de diciembre de
1950, a los 40 años de edad.
Enriqueta Bastón Caballero, es otra Penitente, que a los seis días
justos de morir Encarnita se marchó a la casa del Padre. Se
llamaba Marta. Natural de Sevilla, ingresó el 12 de mayo a los
19 años de edad.
Vivía llena de ilusiones y fácilmente se dejó fascinar de amores
ilícitos. Pero Dios, dueño absoluto de sus criaturas, quiso en su
misericordia que esta joven abandonara el torcido camino que
llevaba y cortó inesperadamente, en un accidente, la vida de los
seres en los que cifraba su felicidad: El hombre con quien vivía
y una hija de corta edad. Ante estos despojos de muerte pensó en
la verdadera vida. Fueron momentos de gracia. Comprendió su
situación en toda su triste realidad, y volviendo al Señor su
corazón, pensó en consagrar enteramente a Él el resto de su
existencia, reparando con amor y penitencia los yerros de su
juventud.
Era Penitente silenciosa, obediente, laboriosa. Jamás dio
ninguna clase de disgusto a las religiosas. Era tan asidua al
trabajo, que sospechaban, si había hecho votos de no perder el
tiempo, según el esmero que tenía en aprovechar todos los
momentos.
Estuvo dedicada a las labores y bordados en blanco, malla, etc.
También aprendió a rizar en seco y mojado, siendo ella la única
encargada de este trabajo por ese tiempo. Los últimos años
quedó imposibilitada por los fuertes dolores de reuma que
padecía y se vio privada del consuelo de esas largas horas que
pasaba ante Jesús Sacramentado. No podía salir de su
habitación, donde la cuidaba la humilde y agradecida Encarnita.
Sobrellevó su enfermedad con la misma alegría y paciencia con
que soportó su larga y penitente vida. En ninguna ocasión
mostró la violencia de su carácter, que tenía dominado
completamente. Cuando murió Encarnita, pareció vislumbrar
que le quedaban muy pocos días de vida y pidió los
sacramentos. El día de Nochebuena, después de la misa de
medianoche, notaron que la barquilla de su alma remaba
ligeramente hacia las playas eternas. A las 4 de la mañana, sin
agonía, tranquila y plácidamente, se dormía la feliz Penitente
para despertar en la verdadera Patria.
Dichosas Reeducandas que supieron encontrar el camino y
recorrerlo hasta el final.
El que perseverare hasta el fin, se llevará la corona de
la vida. (Mc 13, 19)
Larguísimo sería enumerar las jóvenes Reeducandas que han ido
pasando por el Instituto a través de los años. Sobre todo de
aquellas que sintiendo una llamada más exigente del Señor
permanecieron en él hasta la muerte.
Las hubo heroicas y con vida de oración muy profunda. Sus
merecimientos son más que suficientes para hablar a favor de
estas mujeres a las que la vida las trató tan duramente, con los
golpes más ignominiosos. Su culpa fue inmensamente menor
que la de los otros: los hombres que se aprovecharon de ellas
cuidando de dejar siempre en buen sitio su propia reputación;
los que usaron con ellas de violencia o de engaño.
¡Una mujer pecadora!
¿Quién sería capaz de ser bueno si a todas las horas del día se le
dice que es malo? Tanto la virtud como el vicio se obtienen con
los créditos de buena o mala fama que los demás nos prestan.
Una mujer se convierte en pecadora, no precisamente cuando ha
tenido una caída, sino después de haber oído cien veces:
Es una pecadora.
Después de haberse sentido una y otra vez, despreciada,
apetecida, tasada, mancillada, como una mujer pecadora.
De la Magdalena afirmó Jesús:
Se le ha perdonado mucho porque ha amado mucho. (Lc
7, 47)
¿A qué clase de amor se refería? Seguramente que al divino
puesto de manifiesto. Pero, ¿no habría nada salvable en aquellos
sus antiguos amores? ¿Acaso fue todo impuro en su vida? Los
hombres no comprenden que en una larga vida de pecado
pueden existir muchas cosas valiosas. Unas horas de sufrimiento
junto a alguien que sufría, una sincera entrega, sin cálculos, una
tenaz esperanza, aunque desorientada e inconcreta, la esperanza
de encontrar algún día el auténtico amor, la nostalgia de una
vida limpia que bien puede hallarse a dos pasos del
arrepentimiento más cabal, del amor que asegura todos los
perdones.
¡Una mujer pecadora!
Ya sólo ven su pecado, lo aíslan, lo ponderan, abominan de él
con énfasis. A continuación escriben con letras indelebles: “Es
una pecadora”
Recuerdo que en mis años de novicia, al enterarme del
fallecimiento de alguna Reeducanda sentía en mi interior una
alegría enorme, y pensaba:
Toda la cortesía que el mundo te negó, han de emplearla
contigo esta noche los ángeles en el cielo.
Año 1951
La Madre General convoca Capítulo para el 30 de septiembre.
El Cardenal va la víspera para dar el retiro a las Madres
Capitulares.
Al día siguiente, a las 11 de la mañana, tuvieron lugar las
elecciones, y Madre María Teresa vuelve a salir reelegida para
un quinto sexenio.
Caso insólito.
El Cardenal ya había pedido permiso y traía el rescripto de la
Santa Sede confirmando en el cargo a la referida Madre. El acta
dice así:
… preguntada que fue la electa si prestaba aceptación,
se puso de pie y aproximándose a la mesa Presidencial,
respetuosamente expresó lo que ya con antelación había
expuesto al Sr. Cardenal y a todas las capitulares, (para
que en ella no se fijaran) su inutilidad y su nada para
seguir tirando del peso de la cruz, que por cuatro
sexenios seguidos había llevado; pero que si tal era la
voluntad del Señor, “AQUÍ ESTOY”, terminó diciendo,
al arrodillarse ante el Señor Cardenal. Su Emcia.
Rvdma. desplegó y leyó, en aquel momento, un
Rescripto, que con antelación había pedido y obtenido
de la Santa Sede, en el que quedaba facultado S. E. R.
como Presidente del Capítulo y Protector de la
Congregación, pudiese afirmar y proclamar la elección
de Superiora General por un quinto sexenio, si esta
elección recaía en la misma Madre, como la
Congregación plena le había manifestado quererlo así
con anterioridad al acto que se verificaba.
En la segunda sesión eligieron los miembros que iban a llevar el
Gobierno de la Congregación, que recayeron sobre las mismas
que habían salido en los Capítulos anteriores.
En la tercera y última sesión acordaron siguiera en vigor lo
propuesto en capítulos anteriores.
Ante la propuesta de una Madre Capitular si se admitían niños
párvulos en los colegios, se puso a votación y por unanimidad el
resultado salió negativo. Se fijaban en que decían las
Constituciones que las obras de apostolado se realizaban a favor
de las personas de su mismo sexo.
Confirmaron insistentemente que si el Señor seguía ofreciendo
medios y oportunidades, aceptarían las fundaciones que se
fueran presentando.
… debiendo tener siempre presente el deseo y encargo
de nuestros Padres Fundadores, que la preferencia se
diera a las ACOGIDAS, fin primordial del Instituto, del
que nunca nos debemos desviar, antes al contrario, el
esfuerzo de todas debe ser el trabajar por sostener,
fomentar e infundir, ese primitivo espíritu.
IX 5º Sexenio de la Madre María Teresa
Muñoz de Toro Guerrero
Años 1951 – 1957

La Madre General comienza este 5º sexenio haciendo la visita


oficial a Cádiz. Varias Señoras de la Junta Benéfica, entre ellas
doña Clara Martínez del Cerro Gómez de Picardo, la esperan
ofreciéndole una fundación en Puerta de Tierra, y suplican vaya
a ver la casa, y una vez allí exponerles el apostolado que desean.
Quieren la visita domiciliaria a los enfermos de la zona.
Dispensario para pequeñas curas y otras actividades que, al no
estar dentro de la misión específica del Instituto rechazan la
propuesta.
Entonces piensan en fundar en el chalet que donaron en Puerto
real. Hacen un viaje para ver la casa y la encuentran destrozada,
porque los distintos inquilinos que han habitado en ella la han
tratado muy mal. Deciden tomar una determinación: Vender la
casa o fundar en ella. Para esto último piden parecer al Obispo
de Cádiz, quien sugirió se llevara a efecto, siempre que la
Congregación dispusiera de medios económicos.
Obtenida la aprobación del Prelado, se comunicó a los
inquilinos la necesidad de que salieran de la casa cuanto antes,
para comenzar las obras de adaptación. Se les dio un plazo, y
mientras vieron la manera de reunir medios económicos. Por lo
pronto, las hermanas Madre Ana maría y Madre Lucía Laffón
Carrascosa cedieron su capital manifestando ser ese su deseo.
1954, AÑO SANTO MARIANO
En Diciembre de 1953 se recibe una carta de Roma, fechada el
30 de noviembre. Viene de la Sagrada Congregación de
Religiosos, firmada por el Cardenal Valerio Valeri, anunciando
el Año Mariano.
Como vuestra Reverencia sabe, el Santo Padre, por su
encíclica “Fulgens Corona” del 27 de septiembre de
1953, anunció la apertura del Año Mariano, que debe
celebrarse en todo el orbe católico.
Su Santidad se ha dignado también constituir un comité
que tendrá a su cargo organizar las manifestaciones en
honor de la Santísima Virgen, sobre todo en roma, y
presentar sugerencias oportunas a las otras Diócesis.
En particular el Comité exhorta a los Superiores
Mayores de estas órdenes y congregaciones a que traten
de concentrar su atención y la de sus súbditos, -
iniciativas que deben tomarse, manifestaciones para
organizar en honor de la Santísima Virgen- con las
actividades que, siguiendo las directrices de la
Encíclica “Fulgens Corona”, se propongan desarrollar
sus excelencias los Obispos”
La solemne definición del Dogma de la Asunción en 1950 y el
centenario de la proclamación de la Inmaculada en 1954,
señalaron el apogeo del movimiento mariano.
Este Instituto, que tiene por Patrona a la Santísima Virgen, bajo
la advocación de sus Dolores, no podía dejar pasar
desapercibido un año que la Iglesia dedicaba a su Reina y
Madre.
El Instituto se esforzó en profundizar los Dogmas que se
relacionaban con la Santísima Virgen, sobre todo el de la
Inmaculada Concepción, con la meditación, la lectura, el
estudio. No quedando reducido sólo al número de religiosas,
sino a las Reeducandas, colegialas, obreras. En una palabra,
todas aquellas personas que se encontraban bajo la dirección de
las Filipenses fueron instruidas más profundamente acerca de
los privilegios y Misterio de la Santísima Virgen: las alumnas
hicieron composiciones escritas, concursos, dibujos,
declamaciones, anuncios, reuniones, cantos, recitaciones,
representaciones de escenas referentes a la Vida de María
Santísima, etc.
Las Religiosas Filipenses, fieles a la llamada del Papa y amor a
la Virgen, trabajaron en difundir el conocimiento y devoción a la
Virgen, el rezo del Santo Rosario en Familia, el Ángelus y la
Consagración personal al Inmaculado Corazón de María y se
implantó la Asociación de Hijas de María.
Desde que se fundó en Écija, la Superiora de la casa era Madre
Corazón de María. Ya se había cumplido el 5º trienio en el cargo
y Roma deniega el permiso para un 6º trienio.
Marcha a la Casa Central el 8 de julio y a los diez días es
nombrada Superiora Madre Rosario Ruiz Pedraza. Natural de
Antequera, nació el 22 de febrero de 1911. Entró en el noviciado
a los 17 años.
Posee un talento natural, su carácter bondadoso y apacible, con
voluntad firme. Su espíritu se forjó en la lucha diaria,
demostrando gran capacidad de aguante, espíritu de sacrificio y
caridad.
Su vida religiosa se desarrolló en la fragua de las adversidades,
mostrando siempre su grandeza de alma y acendrado espíritu.
Este nombramiento llenó de satisfacción y alegría a los
miembros de aquella comunidad.
El cura Párroco de Tarancón (Cuenca), don José María Alfaro,
propone una fundación en el pueblo donde ejerce su función de
pastor. Mantiene una larga correspondencia con la Madre
General y, en julio de 1955, las Madres Vicaria y Secretaria
General van a Tarancón para conocer la casa y el pueblo donde
las solicitan. Regresan a Sevilla con planos y fotografías para
mostrarlo a la General y demás miembros del Consejo.
Para esta fundación cedían una casa, propiedad del Obispado, en
muy malas condiciones. Todas las obras de reparación y
adaptación correrían a cargo de la Congregación, puesto que el
Obispado de Cuenca no podía dar un céntimo. Al no contar el
Instituto con medios económicos para dar frente, rechaza la
propuesta y nuevamente se pone en marcha la fundación de
Puerto Real.
En junio de 1956 el Obispo de Cádiz, don Tomás Gutiérrez
Díez, firma el decreto de aprobación para que las religiosas
Filipenses pudieran fundar en Puerto Real.
… damos nuestra autorización para que la Superiora
General de las Hijas de María Santísima de los Dolores
y de San Felipe Neri, puedan abrir una nueva casa de su
Congregación en el edificio de su propiedad (…)
dedicada a recoger y educar a las niñas que necesitan
ser preservadas de peligros morales y que por su edad y
circunstancias personales convenga tener separadas de
las que tienen acogidas el Instituto en las demás casas…
Las obras de reparación duraron ocho meses, ascendiendo los
gastos a doscientas mil pesetas. Desde su comienzo quedaron
instaladas Madre Esperanza Frías, como Superiora, y cuatro
Hermanas más.
Se aproxima la fecha de apertura de esta casa. Madre Ángela
Gascón se encuentra destinada en Córdoba y espera que le
avisen anunciándole el día de la fundación. Ha prestado una
generosa ayuda y desea asistir a la inauguración, pero otros eran
los caminos del Señor. Desde hacía tiempo se encontraba mal
con una lesión de corazón. Varias veces había sido administrada,
pero cuando se aliviaba se mostraba animosa, pues su carácter
era expansivo. Cogió un enfriamiento y comenzó a agravarse.
Recibió los sacramentos con gran fervor y horas después, como
el que entra en un profundo sueño, entregaba el alma a Dios. Era
el 2 de marzo de 1957.
Llegada la primavera, las Religiosas Filipenses ven con alegría
florecer una nueva fundación donde glorificar al Señor. Estará
dedicada a las niñas pobres, y se llamará “Colegio Nuestra
Señora del Rosario”.
El 6 de abril bendijo la Capilla, y todas las dependencias, el
Cura Párroco D. Salvador Mateo Núñez, en representación del
Obispo de Cádiz.
Solemne fue la celebración de la primera misa. De Cádiz asistió
un gran organista con su magistral coro de cantoras.
Asistieron todas las autoridades del pueblo, comunidades
religiosas, señoras y caballeros de la ciudad. De distintos puntos
de la Congregación se desplazaron Filipenses a Puerto Real,
para unidas bendecir al Señor y darle gracias por el nuevo
beneficio que concedía.
El día 8 comunican a la Madre General que el Cardenal Segura
había muerto en Madrid, en la clínica Nuestra Sra. del Rosario,
y sus restos los traían a Sevilla.
Sin pérdida de tiempo se pone en marcha para asistir a los actos
fúnebres que se llevaron a cabo en Palacio.
Las Madres Consejeras piensan y deciden que lo mejor sería dar
a la Madre María Teresa el cargo de Superiora General vitalicio
y trabajan para llevar estos deseos a efecto. Pero comienzan a
tropezar con serias dificultades. La más grave: ya no existe el
Cardenal Segura, y este apoyo se ha dejado notar.
¿Qué será del próximo Capítulo? – se preguntan.
¿Será confirmada nuevamente en el cargo para un 6º sexenio?
¿…?
Convocan Capítulo y fijan la fecha para el 30 de septiembre a
las 5 de la tarde. Viene a presidirlo el nuevo arzobispo, Dr.
Bueno Monreal.
La elección vuelve a recaer en Madre María Teresa para un 6º
sexenio. El Capítulo queda suspendido hasta obtener la
autorización.
El Prelado pasa al salón de visitas donde redacta dos telegramas
que salen urgentes para Roma y dicen así:
Verificado Capítulo, por unanimidad, enviaré informe
aparte. Firmado por el Arzobispo.
El segundo, firmado por las Madres Capitulares:
Reunido Capítulo General, Congregación Hijas de los
Dolores y San Felipe Neri, ha resultado reelegida Madre
General, plena unanimidad de votos para un sexto
sexenio Madre María Teresa Muñoz de Toro. Suplico
confirmación urgente telegrama para poder continuar
actuación.
No contestas con esto, en carta urgente suplican al Papa Pío XII
la confirmación de las elecciones.
… Ha resultado reelegida la Rvda. Madre María Teresa,
para ocupar el cargo de Superiora General de la
Congregación, que ya viene desempeñando desde hace
treinta años consecutivos a plena satisfacción de todas
las religiosas y con innumerables beneficios para la
Congregación. Por este motivo, por encontrarse la
Rvdma. Madre todavía en la plenitud de sus facultades
mentales y dadas las difíciles circunstancias actuales,
las vocales del Capítulo han depositado una vez más su
plena confianza en nuestra Madre, pensando que de su
reelección se seguirán para la Congregación muchos
bienes, y que sería ahora muy aventurado y perjudicial
cambiar de Superiora General…
Al no recibir la confirmación con la prontitud que desean se
inquietan y vuelven a poner otro telegrama urgente.
El día 13, a las dos de la tarde, el Vicario de Religiosas, D.
Valentín Gómez Pérez, en nombre del Sr. Cardenal, trae el
telegrama que confirma la elección.
Después de hacerles una fervorosa exhortación les dice lo
agradecidas que deben estar al Papa que ha sido el que les ha
otorgado esta gracia. La aprobación venía sólo para tres años y
al arbitrio de la Santa Sede.
…quedando excluida totalmente la postulación de la
referida Madre General, para un séptimo sexenio.
El Capítulo se reanudó nuevamente. En la tercera sesión tuvo
lugar el nombramiento del gobierno general, recayendo los
cargos sobre las mismas.
En la cuarta y última sesión acordaron quedara vigente lo
acordado en el Capítulo anterior.
X 6º Sexenio de Madre María Teresa
Muñoz de Toro Guerrero
Años 1957 – 1963

Dos fundaciones ofrecen al Instituto: Una en Madrid y otra en


Lucena. La casa que ya tenían aquí fundada, estaba dando los
mejores resultados. Además de las niñas internas, había gran
número de alumnas externas y los padres suplicaron nuevamente
a las Religiosas que pusieran la segunda enseñanza para que sus
hijas pudieran cursar todos sus estudios en el Colegio,
completando así su formación.
En 1957 abrieron una academia que llamaron de Santa Teresa y
empezaron a impartir la segunda enseñanza.
Satisfecho se sentía el pueblo de la labor que venían realizando
y le pidieron que ampliara su campo de acción ofreciéndoles una
casa para fines benéficos.
Doña Pelagia Josefa de Castro y Hurtado erigió en aquella
ciudad el día 30 de octubre de 1777 un colegio llamado “Cristo
de la Caridad”, dotándolo con diversos bienes y rentas para lo
cual obtuvo la Real Cédula de aprobación del Rey Fernando VII
y en su nombre la Junta Central Gubernativa de la Nación, con
fecha 21 de diciembre de 1809. El colegio estaba situado en la
Calle Lázaro Martín nº 6.
Durante muchos años ocuparon el edificio las Religiosas
Carmelitas de la Caridad, y al marcharse del pueblo, los señores
que componen el Patronato, Arcipreste, Párroco del Carmen y
Alcalde, pidieron a las Filipenses que se hicieran cargo de la
labor educativa en beneficio de las niñas más pobres y
necesitadas del pueblo.
La Madre Vicaria marchó a Lucena para entrevistarse con las
autoridades y ver la casa. Cuando regresa a Sevilla trae noticias
favorables, también planos, fotografías y, sobre todo, el deseo
del Obispo de Córdoba y de las autoridades de Lucena, de que
acogiesen la fundación. El Consejo General aceptó esta
propuesta y rechazó la fundación de Madrid.
Nombran Superiora de la Casa a Madre Sagrario Gómez, y con
cuatro religiosa más marchó al Colegio del Cristo de la Caridad
para arreglar y preparar lo más urgente.
El 6 de julio de 1958 fue la inauguración. Asistieron las
autoridades eclesiásticas y civiles, siendo emocionante el
traslado del Santísimo Sacramento, desde la Parroquia del
Carmen a la nueva casa. El pueblo en masa acompañaba la
procesión, entre los acordes de la música, repique de campanas
y cohetes, todo muy clásico en el pueblo de Lucena.
En septiembre de 1958 la Madre General marcha a Antequera
para hacer la visita oficial, donde se encuentra de Superiora
Madre Carmelo Cortés. La casa estaba preciosa por las mejores
que se habían efectuado. En el colegio se daba enseñanza a unas
mil alumnas. Las Hermanas expusieron a la Madre General lo
insuficiente que resultaba el local, a pesar de su extensión, por la
falta de clases, patios de recreos, deportes, etc. que las leyes
vigentes exigían a los centros docentes. El Colegio lo tenían
reconocido estatalmente. También impartían enseñanza a
alumnas de Magisterio que cursaban los exámenes en la Normal
de Málaga.
No se encontraba otra solución para dar al colegio la cabida que
necesitaba, que comprar a los Señores Cuadra Rojas la hermosa
huerta que lindaba con el Colegio y a la que daban algunas
ventanas de las clases.
La extensión del solar de la huerta era de cuatro mil metros
cuadrados. El precio 450.000 pesetas, teniendo que entregar al
hacer el contrato 300.000 pesetas y el resto en fracciones en 2
años, con un interés del 5 por ciento. La huerta lo valía, pero el
precio resultaba subido para la pobreza del Instituto.
Una vez en Sevilla, la Madre General lo expone a las Consejeras
y aceptan la compra.
El abogado del Colegio, D. Francisco González Guerrero, y los
señores Cuadra Rojas, vinieron a Sevilla para hacer el contrato y
recoger las 300.000 pesetas efectivas. Gracias a esto el Colegio
de Antequera pudo ampliar el campo de acción, albergando hoy
unas 1.600 alumnas.
Pío XII muere en octubre de 1958. Elevan al Solio Pontificio al
Cardenal Roncali, que adopta el nombre de Juan XXIII. A su
paso habían dejado en todas partes la impresión de ser un “buen
hombre”, suscitando al mismo tiempo gran simpatía. Nació el
25 de noviembre de 1881 en una familia campesina de la región
de Bérgamo. Había sido durante 10 años secretario del Obispo
Radini Tadeschi, hombre inteligente y abierto a las aspiraciones
sociales de su tiempo, que se había interesado por la historia
eclesiástica local. Después de la guerra, Benedicto XV le había
encargado organizar la centralización en Roma de la obra de la
Propagación de la Fe; pero en 1925, Pío XI, que lo conocía
personalmente, lo nombró visitador apostólico de Bulgaria,
puesto delicado en el que debía tomar de nuevo contacto con la
Iglesia Ortodoxa oriental y que le exigía a la vez tacto y apertura
y un alma apostólica. Las mismas cualidades necesitó después
como delegado apostólico en Estambul (1937 – 1944) donde
tuvo ocasión de profundizar su conocimiento en el mundo
ortodoxo y descubrir lo que es un estado laico. Su
nombramiento como nuncio de París le posibilitó otro tipo de
experiencias, tanto en el terreno político, donde supo ganarse la
estima de los ambientes izquierdistas, por su cordialidad y su
lealtad. Cinco años y medio al frente de la diócesis de Venecia
completaron la formación del futuro Papa.
Convencido de que la sencillez evangélica es más valiosa que
las sutilezas bizantinas, monseñor Roncali había querido
siempre “simplificar las cosas complicadas”.
El nuevo estilo de Juan XXIII, más senillo y más familiar,
encantaba a las multitudes, y quienes esperaban que, tras la
reacción conservadora de los últimos años de Pío XII, la Iglesia
entrara por caminos nuevos, quedaron totalmente sorprendidos
por el tono pastoral de la homilía del día de su coronación y por
la claridad con que el nuevo Papa manifestó su deseo de tomar
en serio su fusión de Obispo de Roma, Obispo de la Iglesia
local, “hermano de todos los obispos del universo.”
A los tres meses de su elección anuncia a los cardenales, en la
Basílica de San Pablo Extramuros, su propósito de convocar un
Concilio.
Reanudar el diálogo con los cristianos separados fue una de las
ideas dominantes del Papa. Concibió este deseo en los días
lejanos de su misión en Bulgaria, quedando sorprendido hasta
qué punto estaba la iglesia alejada de vastos sectores del mundo
contemporáneo.
AÑO 1959
El 22 de julio de 1959, se conmemora el primer centenario de la
fundación del Instituto. A medida que se va acercando esta
fecha, las Religiosas Filipenses reavivan las escenas del pasado
siglo pensando a sus Fundadores, aquellos héroes silenciosos
que supieron llegar al fondo de las miserias humanas para darles
remedio. En sus corazones avivan aquellos recuerdos que
afloran para comunicarlos a los demás.
Hacía justamente un siglo que el Padre Tejero, forjando
ensueños de apostolado, abría una reducida casa en el Barrio de
Santa Cruz, para acoger a mujeres que habían vendido su honor
por fama o dinero.
Un siglo en el que Santai Dolores Márquez abandonaba todo lo
que en el mundo podía lisonjearle, y con fe profunda, entra por
los caminos que le traza la Divina Providencia, saliendo al
encuentro de mujeres marginadas, para curar las heridas de
tantos desegaños. Son unos momentos oscuros, difíciles, en que
su misma honra y fama las puso en juego, ante la sociedad, que
no comprendía cómo enterraba sus valores y cualidades
viviendo entre esa clase de mujeres.
¡Madre Dolores, santa,
la avalancha del mal vino a romperse
contra tu toca blanca!
En su sordo dolor, el mundo herido
sintió feliz que manos de enfermera
curaban su dolor.
En la Casa Madre comienzan los preparativos. La Superiora es
Madre Teresita Sánchez-Pantoja, que una vez más hizo lucir su
buen gusto y cualidades artísticas adornando la casa para que
resultara acogedora y devota a los actos que se iban a realizar.
Una bella imagen de la Virgen de los Dolores, Madre y Patrona
de la Congregación, presidía la entrada de la casa. Retratos de
los Padres Fundadores se encontraban en las distintas
dependencias. Colgaduras y bella iluminación con bombillas de
colores artísticamente combinadas, adornaban los patios.
El 20 de julio comenzó el solemne triduo. Además de la misa
conventual, armonizada y cantada por las Hermanas y
Reeducandas, había otra a las diez de la mañana cantada por la
Schola Cantorum de los Padres Capuchinos.
Por la tarde, con exposición del Santísimo, se hacían los
ejercicios de triduo, viniendo cada día muy buenos predicadores
que ensalzaron las figuras de los Fundadores.
El día 22 el Cardenal Bueno Monreal celebró misa pontifical,
haciendo una bella homilía exaltando a la Magdalena,
relacionándola con la misión específica del Instituto.

Otra nueva fundación les aguarda:


Había en Puente Genil (Córdoba) una junta de Señoras que
poseía una casa ubicada en la calle José Antonio nº 1. Abrigaban
el deseo de darla en propiedad a una Congregación Religiosa
para fines benéficos. La casa se encuentra al lado de la iglesia en
que se venera a la Patrona bajo la advocación de la Inmaculada
Madre de Dios.
Señoras de la junta se entrevistan con las Religiosas Filipenses y
les piden que se hicieran cargo de aquella fundación; y acceden.
Pidieron permiso al obispado, entonces sede vacante. El Vicario
Capitular, D. Francisco Navajas, da su consentimiento y, con
todos los requisitos canónicos e institucionales, el 15 de
septiembre de 1959 hicieron su entrada en el pueblo las primeras
religiosas que iban a quedar destinadas, Madre Esperanza Frías,
Madre Inmaculada Muñoz y Madre Presentación Aguilar.
Al llegar a la casa no pudieron tomar posesión de toda ella. El
Arcipreste tenía una habitación alquilada y otra la mantenían
cerrada, ocupada con algunos trastos.
El Vicario Capitular ordenó que despidiesen a los señores que la
habitaban y que dejaran el centro libre a las religiosas.
La Casa marcha bien. Abrieron un internado para niñas pobres
con cabida para cuarenta alumnas y pronto quedó todo lleno.
También abrieron clases de párvulos. Las religiosas trabajaban
con gusto, pero sufrían distintas contrariedades.
Un día el Arcipreste se presentó en la casa para entregar las
llaves y dijo:
Gracias que habéis venido, porque este apostolado hacía
falta en el pueblo.
Las alumnas aumentaron en tal número, que la casa se hacía
insuficiente. Y aprovecharon la venta de una casa que lindaba
con el colegio para ampliar el apostolado que en Puente Genil se
venía haciendo.
Como el Papa Pío XII concedió a Madre María Teresa el
permiso para seguir ejerciendo el cargo como Superiora
General, pero no más de tres años, y éstos, a juicio de la Santa
Sede, las Madres Consejeras solicitan de Juan XXIII una
prórroga por otros tres años.
Suplican humilde y confiadamente a Vuestra Santidad, la
gracia de que la referida Madre María Teresa Muñoz de
Toro sea confirmada en su cargo, hasta el mes de
octubre de 1963, fecha en que corresponde la
celebración del nuevo capítulo general.
Justamente al mes se recibía la aprobación.
…confirmamos a la Madre María Teresa en el cargo de
Superiora General por el tiempo de estos tres años,
excluido totalmente la postulación de un séptimo sexenio
para el referido cargo.

Una buena fundación surge en Madrid. La promueve doña


Consuelo Muñoz, hermana de una religiosa del Instituto, que
aprovechando sus buenas relaciones sociales, logra poner en
comunicación a la Madre General con un pariente de Franco,
don Enrique de la Cerda, coronel y alto funcionario de Auxilio
Social. Este señor vino a Sevilla a entrevistarse con la Madre
General, con la que ya había mantenido correspondencia, y pide
por escrito toda clase de datos sobre la Congregación y finalidad
de la casa que podrían fundar en Madrid. Después de recoger
estos datos, sigue manteniendo correspondencia con la Madre
General y pensando ésta que no tenía personal suficiente para
fundar en la capital de España, decidió fundar en Palenciana.
Don José Carreira, hermano de la señorita que donó el capital de
la primera casa de Lucena, a su avanzada edad, se propuso dar
cumplimiento a los deseos de sus padres: Llevar unas religiosas
al pueblo de Palenciana, y que se hicieran cargo de la formación
de la juventud, catequesis y otras necesidades. Con sus hijas
Rosario y Araceli vino a visitar a la Madre General, allanando
las dificultades y facilitando los medios hasta lograr vencer los
obstáculos.
De acuerdo en todos los puntos financieros y con sujeción a los
acuerdos del Obispo de Córdoba, Congregación y su familia, se
llegó a un común acuerdo para que la fundación pudiera llevarse
a efecto.
El 23 de mayo de 1963 es la fecha de la inauguración.
Representando a la Madre General llegó a Palenciana la Madre
Vicaria con las demás Consejeras. De las demás casas también
asistieron las Superioras con algunas hermanas.
El Obispo de Córdoba, D. Manuel Conde-Fernández presidió los
actos, y al terminar la misa llevó en procesión el Santísimo
Sacramento, bajo palio, desde la Parroquia a la nueva casa.
Por ser insuficiente el patio del Colegio para dar cabida a tanto
público, se utilizó de escenario la plaza del pueblo, donde
alumnas de los colegios de Antequera y Lucena representaron
artísticos bailes, cantos de la Tuna por la Rondalla de
Antequera, etc.

La Iglesia está viviendo momentos históricos de gran


trascendencia.
Juan XXIII, antes de comenzar el Concilio, dijo con optimismo
que la iglesia necesitaba reforma para que mostrara más claro y
limpio el rostro de Cristo. Había que quitar el polvo amontonado
de unos años que habían deformado su imagen.
Aires nuevos de renovación han entrado en la Iglesia.
El Concilio se inauguró el 11 de octubre de 1962, con presencia
de unos 2500 Padres Conciliares. La asamblea, aún muy europea
en el Vaticano I, llamaba la atención esta vez por su
“composición mundial” y por el relativo peso de las iglesias
jóvenes.
Una innovación más espectacular aún respecto al Vaticano I fue
la activa presencia de observadores no católicos. El anuncio de
un Concilio que el Papa colocaba expresamente en la
perspectiva de la reunión de los cristianos había sido acogido en
general por las iglesias no católicas, particularmente por el
Patriarca de Constantinopla y por la Iglesia Anglicana.
Tras la creación del Secretariado para la unidad de los Cristianos
se multiplicaron los contactos, y Roma invitó a la mayoría de las
Iglesias separadas a enviar al Concilio observadores-delegados,
a los que se añadieron algunas personalidades invitadas a título
personal por el Secretariado.
Juan XXIII inauguró el Concilio con un discurso que causó
sensación porque ponía en guardia contra la tentación integrista
de multiplicar las condenaciones y recordaba la perspectiva
unionista que debía caracterizar a este Concilio pastoral,
perspectivas que varias comisiones preparatorias habían
olvidado, hasta el punto de negarse a aceptar las sugerencias
sobre el Secretariado APRA la Unidad.
Después de la primera reunión conciliar y en preparativos para
la segunda, consciente de su próxima muerte, y esperando
orientar con eficacia los trabajos ulteriores del Concilio, Juan
XXIII quiso pronunciar unas palabras solemnes sobre estos
problemas. Lo hizo en la encíclica “Pacem in terris” (11 de
abril de 1963). La entusiasta acogida que encontró tanto en el
Este como en el Oeste, se debe, en parte, a que Juan XXIII
había aparecido en años anteriores como un hombre
sinceramente preocupado por contribuir a la armonía entre los
dos bloques antagonistas, sin cálculos ni segundas intenciones;
pero también y, sobre todo, a que en ella se descubría un espíritu
nuevo. Como escribía un periódico de izquierda: “La historia de
Juan XXIII, no tanto su título de Papa para la Paz, -¿qué Papa
no ha querido ser el de la paz? – Cuanto el mérito de haber
puesto la paz de Dios al nivel de las realidades de nuestra
época. Ahí en efecto, está lo esencial. Juan XXIII renunció a la
nostalgia, que sus predecesores no han logrado desterrar
totalmente, de una cristiandad de tipo medieval, en la que la
concordia entre las naciones consistía en una común obediencia
a las consignas emanadas del Vaticano. Su optimismo le llevaba
a confiar en las posibilidades de la naturaleza humana para
arreglar juntos el mundo de aquí abajo.
Al difundirse la noticia de que Juan XXIII había muerto, (3 de
junio de 1963), la humanidad entera experimentó un sentimiento
de dolor que rebasó las fronteras del catolicismo, e incluso de la
cristiandad. Desde la bandera de la ONU ondeando a media asta,
manifestaciones rusas, pasando por las declaraciones de altas
personalidades judías, musulmanas o budistas. La razón de esta
unanimidad en la tristeza y en el elogio se encuentra resumida
en las siguientes líneas de un semanario conocido por su
sectarismo anticlerical: “Yo creo que Juan XXIII era lo que
muchos cristianos llaman un santo. Lo que todos llamamos
siempre un hombre”.
La muerte del Papa Juan lo ponía todo en cuestión. ¿Su sucesor
iba a continuar su obra o a detener el empuje que había dado el
Concilio? Si la obra de Juan XXIII no era continuada, una
inmensa decepción embargaría a los no católicos, a los hombres
de buena voluntad y a una gran parte del laicado militante. Eran
muchos en Roma, en las vísperas del cónclave, los que, fieles a
la inspiración de Juan XXIII, compartían estos temores y
pesimismos.
El Cardenal Montini es elegido sucesor de San Pedro y adopta el
nombre de Pablo VI. Esta elección fue recibida en Roma con
gran alivio por los fieles a Juan XXIII. En cambio, se notaba en
aquellos que, más o menos abiertamente, habían participado en
la oposición al último Papa, una decepción que no sabían
disimular.
En los primeros actos de su pontificado, Pablo VI demostró con
toda claridad continuar el Concilio en el espíritu de Juan XXIII.
Y en la oración fúnebre por Juan XXIII, el Cardenal Montini no
se contentó como tantos otros, con ensalzar la persona y las
virtudes personales del Papa, sino que exaltó su acción:
El Papa cuya muerte lloramos, ha indicado caminos que
será sabio no sólo recorrer, sino seguir.
Pablo VI deseaba continuar el diálogo con el mundo moderno,
comenzado por su predecesor, para ofrecer a la humanidad la
riqueza única de Cristo.
La Congregación de Religiosas Filipenses camina muy
lentamente, después de mantener un gobierno de 36 años dado a
la misma persona. Durante este largo tiempo se habían quemado
y paralizado muchas energías de religiosas jóvenes que sufrían
en sus carnes los inconvenientes, que a la larga, iban a
plantearse por estas causas. Se habían estacionado, vivían a años
de distancia a lo que pedía y exigía la Iglesia y el mundo. El
Instituto había quedado muy marcado por una sola mentalidad.
Los cargos de gobierno se habían movido muy poco. Sólo la
defunción de una de las Consejeras les hacía pensar en el
cambio forzoso.
Y en esta era de florecimiento y esperanzas que se abre en la
Iglesia, tiene lugar el Capítulo General de las Filipenses.
El 29 de septiembre de 1963 el Papa Pablo VI inauguró la
segunda sesión del Concilio con un discurso programático de la
misma importancia que aquel con el que Juan XXIII dio impulso
y orientación a la primera sesión. De este modo, Pablo VI volvió
a repetir en él, una vez más, que tenía la intención de continuar
la obra y la inspiración de Juan XXIII.

Las elecciones generales se llevaron a cabo el día 30 de


septiembre, a las 10 de la mañana. Vino como delegado del
Cardenal el Vicario de Religiosas, y sale elegida Madre Rosario
Ruiz Pedraza, con mayoría absoluta de votos en el primer
escrutinio. Tiene 50 años de edad. Los últimos tres años ha
estado ejerciendo, con tacto y discreción, el cargo de Maestra de
Novicias, con alegría y satisfacción de los Superiores.
… el Señor Presidente la proclamó electa y declaró
legítima su elección, y ella, por amor de Dios aceptó el
oficio y cargo de Superiora General de esta
Congregación para el que fue elegida.
Al día siguiente se tuvo la segunda sesión y eligieron las
Hermanas que iban a tener cargos en el Gobierno General.
La tercera sesión se tuvo el día 3 a las cuatro de la tarde en la
que se acordó dejar abierto el capítulo ante las nuevas
perspectivas del Concilio Vaticano II que estaba tratando
aquellos días sobre la renovación de la vida religiosa.
Antes de finalizar, Madre María Teresa tomó la palabra y dio
una exhortación sobre la oración, espíritu de caridad y silencio,
y finalmente:
…recordó de un modo especialísimo que se conservara
el espíritu, o sea, la obra de la Regeneración: “Que no
se extinga, hijas mías” dijo toda emocionada. Nuestras
muchachas, según palabras de nuestros Padres
Fundadores, eran las niñas de sus ojos. Por eso os
recomiendo, que, a pesar de todas las exigencias de los
actuales tiempos, en los que hay que ponerse al día,
sepamos ponernos sin apartarnos de la finalidad de
nuestro Instituto, perfeccionando las obras que en él se
realizan en bien de estas pobres almas caídas, y dando
la mano a las que no han llegado a caer, pero están a
punto de tropezar, como es la preservación.
XI 1er Sexenio de Madre Rosario Ruiz
Pedraza
Años 1963 – 1969

Nuevas perspectivas se abran a partir de estas elecciones.


Después de un período tan largo de gobierno en una sola
persona, el Instituto aparecía “viejo”, “anquilosado”,
demasiado marcado por una sola mentalidad, empobrecido.
Madre Rosario Ruiz Pedraza consigue, en un solo sexenio, abrir
horizontes nuevos y un florecer primaveral lleno de esperanzas.
El Espíritu Santo sopló fuerte durante estos años, y se dejó
sentir.
- Logra una formación más sólida en los miembros,
abriendo el paso para que las Hermanas jóvenes, y no tan
jóvenes, se capacitaran según sus aptitudes, siendo así
más eficaces en el campo apostólico.
- Saca el Instituto de los límites andaluces fundando en
Madrid y en varios puntos de tierras americanas,
proyectando la Congregación hacia nuevos horizontes.
- Fiel al Concilio Vaticano II enraíza más y más el
Instituto en la vida de la Iglesia, siendo fiel a sus
decretos, llevándolos a la práctica.
El Instituto le agradece su voluntad firme y los muchos trabajos
que soportó para llevar la Congregación adelante. No hay
necesidad de intempestivos elogios. No sé quién dijo:
Alaba después de la muerte.
Sí, entonces, cuando la gloria no envanece, cuando la envidia no
murmura.
Una sola alabanza admite la historia de los héroes, y es la que
publican los mismos hechos.
La nueva Madre General comienza su gobierno visitando las
casas del Instituto porque desea conocer el personal, sus
inquietudes y problemas. También quiere ver la marcha de cada
casa, para poder enjuiciar por ella misma y conducir el Instituto
según la mentalidad de la Iglesia y circunstancias actuales.
Empieza visitando la casa de Écija que celebra las Bodas de
Plata de su fundación y la superiora y Comunidad le han pedido
que las acompañe para, unidas, dar gracias al Señor por tantos
beneficios y favores como la Providencia de Dios ha derramado
durante esos 25 años.
Acompañada de Madre Salud, llega a Écija el 3 de noviembre y
asiste a todos los actos litúrgicos y literarios preparados para
este fin.
El 2 de enero de 1964 se celebró la toma de posesión del
Arzobispo Bueno Monreal como Cardenal protector de la
Congregación el Prelado llegó a Santa Isabel acompañado del
maestro de ceremonias D. Alfredo Gallego Sánchez y su paje D.
Manuel Pavón. Después de orar unos momentos ante Jesús
Sacramentado, pasaron al salón donde iba a tener lugar la toma
de posesión, acto litúrgico que, por diversas circunstancias no se
había podido celebrar cuando se recibió de Roma la Bula con el
nombramiento.
Comenzó D. Alfredo Gallego dando lectura al documento, y
después se entregó al Cardenal los objetos simbólicos, que
consistían en:
- Una campanilla de plata, símbolo de la voz de Dios
por medio de su pastor.
- Una llave, que representaba el Instituto, que se ponía
en sus manos.
- Un ejemplar de las Constituciones forrado de piel,
como sumisión de los miembros del Instituto.
El Padre Fernández, Prepósito del Oratorio de San Felipe, hizo
una breve historia de la Congregación, exaltando la figura de los
Padres Fundadores.
Madre Teresita Sánchez-Pantoja, en nombre de todas las
Hermanas, leyó unas cuartillas diciendo que quedaban
sometidas a su paternal cuidado.
Seguidamente pasaron a rendirle obediencia besando su pastoral
anillo, desde la Madre General hasta la última Postulante.
Al terminar estos actos, pasó el Cardenal a saludar a las
Reeducandas que lo esperaban en el patio. Después subió a
saludar a la Madre María Teresa; también a la clausura para
visitar a las enfermas.
Durante la visita el prelado se mostró paternal, bondadoso,
afable.

A pesar de que los tiempos habían cambiado, a las Reeducandas


se las tenía uniformadas con el mismo modelo que pusieran los
Fundadores hacía ya un siglo, que en aquella época resultaría de
lo mejor, pero que ya se había hecho del todo anticuado,
molestando la vista, no sólo de las personas que las veían, más
aún de las mismas jóvenes que se sentían humilladas ante tal
modelo de vestir.
La pedagogía también había hecho serios avances y algunos de
los sistemas que se usaban habían quedado muy primitivos y se
habían hecho rutinarios por el uso.
Madre Rosario consulta a personas competentes en el campo
pedagógico y psicológico para buscar caminos nuevos. Busca un
grupo de Hermanas y se preguntan en común:
¿Qué harían nuestros Fundadores ante las
circunstancias y exigencias del mundo de hoy?
Sin perder en nada el espíritu legado por los Fundadores,
comienzan a estudiar un sistema reeducativo más a tono con los
tiempos y las necesidades de la juventud actual.
Abre el paso y pone a estudiar a las Hermanas jóvenes y no tan
jóvenes, según la capacidad y aptitudes de cada una en
Magisterio, Teología Superior, Psicología de la Reeducación,
Idiomas, Filosofía, Catequética, Parvulistas, Auxiliares de
clínica, etc.
Aunque los medios económicos eran escasos, se hacía necesario
el arreglo de algunas dependencias de la casa que se encontraba
en ruina. Contando con la Providencia, que jamás ha faltado, se
decidieron a llevar a cabo las obras y el día de Santa Ana de
1965 el Padre Capellán, Don Julián Bravo, bendijo los nuevos
locales, sala de comunidad, dormitorios de religiosas, talleres de
bordado, cocina y el patio, que se adornó con cadenetas
celebrando en él por la tarde una cena americana en agradable
ambiente fraternal.
El 21 de marzo la Madre General reúne a sus consejeras para
decirles:
…el objeto de la reunión es para darles a conocer el
deseo que tengo de poder abrir en la Congregación un
Colegio Apostólico, con el fin de formar a los jóvenes
que den señales de vocación religiosa, y por no tener la
edad u otro inconveniente, no pudieron hacer su entrada
en el Noviciado. Esto se hace necesario mirando el
futuro.
Esta idea no se pudo llevar a cabo hasta los dos años, pero fue
buena por las vocaciones que brindó al Instituto.
Estos años fueron fecundos en vocaciones:
También se habló de que el Noviciado se veía prosperar.
Habían entrado algunas postulantes anunciadas y se
esperan muy en breve la entrada de varias más.
El 8 de diciembre tuvo lugar la ceremonia de clausura del
Concilio Vaticano II, constó de 4 secciones y duró de 1962 a
1965. Todas las sesiones se celebraron en otoño y cada una tuvo
de duración de dos a tres meses.
A la semana justa de terminar el Concilio, la B.A.C. puso a la
venta las Constituciones, Decretos y Declaraciones sobre la
legislación posconciliar.
Se abre una nueva era en la Iglesia, la Madre General pide al
Padre Castaño, claretiano, que durante el año 1966 se pase al
menos dos veces en semana por la Casa Central, para poner al
tanto de la doctrina del Vaticano II a las Religiosas y Novicias,
siendo ella la primera en asistir en esta puesta al día.

Desde hace tiempo Madre María Magdalena se encuentra


enferma con un cáncer de pulmón. Ya lleva 20 años destinada
en Écija, escenario de sus últimos años en este valle de lágrimas.
Muchas que derramó en su larga existencia, pero en soledad y
silencio. Un áspero camino le tocó recorrer, envuelta en
incomprensiones, olvidos y humillaciones. Pero ella no se queja.
Sólo el grano que aceptó morir dio fruto abundante. (Jn
12, 24)
También ella aceptó morir cuando vio caer de un solo golpe el
prestigio y consideración de que gozaba. Cuando ve que se
tergiversan las cosas, que se exagera, que se inventa, y que el
proceso difamatorio que han levantado contra ella va tomando
volumen. El pánico cunde. La alejan de todo y la dejan para que
cosa la ropa de las Reeducandas. En este humilde oficio empleó
todos estos años. Así vio enterrar sus habilidades y talentos.
Pero éste no era su mayor dolor. Su mayor agonía era el
encontrarse sola.
¡Misteriosos son los caminos por los que Dios conduce a sus
criaturas! ¿Qué sabemos de ellos?
San Juan de la Cruz compara la purgación o noche pasiva del
espíritu con la lucha entre un fuego arrebatador, que es Dios, y
un leño verde, que es el hombre.
Humo, negrura, “agua que hace llorar”. Pero al fin, luz,
transparencia, ascuas vivas, unidas en el amor.
De la vida de Madre María Magdalena se conservan detalles
muy hermosos que la honran y nos hacen ver su acrisolada
virtud. A pesar de todo cuanto tuvo que sufrir y soportar,
conservó hasta el último instante de su vida un amor entrañable
a la Congregación. Con los Superiores fue siempre obediente,
servicial, sumisa. Olvidaba… perdonaba… Jamás comentó nada
con nadie ni se permitió el menor desahogo.
Poseía una sólida vocación religiosa y una voluntad firme, como
lo demostró en distintas ocasiones.
Su vida fue apagándose lentamente. El 11 de enero de 1966 en
paz y alegría, cerró los ojos en este destierro para abrirlos ante la
faz del Señor.
En el año 1966 el Señor, porque quiso, dio al Instituto nuevas
bendiciones y gracias señalándole un nuevo camino en amplias
y lejanas tierras de América, donde antepasados hijos de España
llevaron la fe.
A fines de 1965 Madre Trinidad Jurado y Madre María Felipe
Rui-Pérez, que por asuntos de colegio se encontraban en
Madrid, oyeron en unas conferencias al Padre Escudero,
Asistente general de la Confer, que solicitaban una comunidad
española en Colombia. Inmediatamente se lo comunicaron a la
Madre General, y como dicha fundación estaba dentro de los
fines del Instituto, empezó gozosa a gestionar los medios de
llevarla a cabo.
El Padre Escudero la puso en comunicación con el Padre
Capellán y Asesor Social de la empresa colombiana, Don José
Pérez Álvarez, que se encontraba temporalmente en Oviedo.
Desde entonces empezó el tiroteo de finezas y regalos divinos.
El Padre Capellán vio el cielo abierto con las manifestaciones
generosas de la Madre General, y después de exponerle a lo que
nos invitaba: Trabajar dentro de una empresa azucarera que
ostentaba el bonito nombre o título de “Ingenio Providencia”.
Dicho trabajo consiste en dar clase a los hijos de los
trabajadores, la asistencia social, organización de coros de niños
y Escuela Hogar.
Les daban casa para residir las Religiosas, viaje pagado y
estipendio de conformidad con los que rigen en Colombia para
cada profesión.
Esto fue un gran acontecimiento en el Instituto, que no había
salido de los límites de Andalucía. Pero había miembros que lo
consideraban una locura descabellada, totalmente fuera de
órbita.
La Madre General consulta el asunto a Madre María Teresa, que
se encontraba en Málaga, y no le parece nada de bien, y le pide
por activa y por pasiva que desista de esa idea.
Madre Rosario no se desanima. El Decreto conciliar Ad gentes,
pide a las Congregaciones Religiosas que se abran a todas las
necesidades de la Iglesia mandando sus miembros a países del
Tercer Mundo. Le sigue como una pesadilla las palabras de San
Pío X:
El Instituto que hace el sacrificio de enviar a sus hijos a
tierras necesitadas, éste será recompensado por una
ancha vía donde entren nuevas y fervorosas vocaciones.
Acompañada de Madre Vicaria y Madre Carmelo va a Madrid,
donde se entrevista personalmente con el capellán de la
empresa. Estos viajes a la capital de España los aprovecha
también para otros asuntos. Además de visitar los ministerios, de
los que consigue una buena subvención para las obras que se
estaban llevando a cabo en Sevilla, se dedica a buscar una
fundación en aquella ciudad. A la Congregación le es de todo
punto necesario. Continuamente se estaban ofreciendo visitas a
Madrid y el hospedaje se hace cada vez más difícil. Casi todas
las conferencias a las Madres Generales son en esta capital.
También los distintos cursillos que organiza la Confer para
religiosas.
Madre Vicaria, por medio de una amiga de la infancia, llamada
Carmen Lanza, se entrevista con Doña Filomena Peláez, viuda
de Clet, que tenía en proyecto hacer una fundación que llamaba
“El Cenáculo”.
Esta señora, después de mandarla a que hablara con Don
Ricardo Blanco, Vicario de Madrid, y con otras personalidades,
no se decide a poner la fundación en marcha.
En Sevilla informa ampliamente a las madres del Consejo de las
entrevistas que tuvo en Madrid y de las ventajas que reportarían
para las almas y el Instituto la fundación americana. Después de
pensarlo durante unos días se pone a votación, resultando
favorable por unanimidad.
A los fuertes ataques de las Madres mayores, no le concedió
mucha importancia; veía natural su resistencia. Una voluntad
más débil no hubiera podido dar frente a tantas dificultades, pero
ayudada de la gracia de Dios venció.
Un problema se le plantea: ¿A qué religiosas enviará a América?
¿Quiénes estarán dispuestas a salir del suelo patrio para trabajar
en tierras desconocidas y en un apostolado nuevo? Escribe a las
hermanas pidiendo colaboración y a los pocos días comienza a
recibir cartas de muchas que están dispuestas a marchar y de que
se sienten felices al ver que el Instituto amplía su campo
apostólico en tierras lejanas.
En carta de 8 de enero de 1966 pide al obispo de Palmira,
Colombia, que las admita en su diócesis.
El Cardenal Bueno Monreal también escribe al obispo
americano y le dice así:
Su Santidad me nombró cardenal Protector de este
Instituto y puedo testimoniar a V. E. R. el excelente
espíritu de estas religiosas que están haciendo una labor
extraordinaria en las diversas casas que tienen en esta
Diócesis, principalmente en la educación y formación de
las niñas y jóvenes.
Se formula el contrato entre la Congregación y la empresa:
Los servicios, objeto del presente contrato serán los
siguientes: Educacionales y Asistenciales: Una profesora
Practicante Titulada que tendrá a su cargo la dirección
del Centro y colaborará en los servicios de Asistencia
Social, de acuerdo con la reglamentación de la empresa,
lo exija la caridad o las circunstancias y dentro del
radio de las actividades según las Constituciones de la
Comunidad; dos profesoras Parvulistas, una para niñas
y otra para niños, y profesora de coros y cantos; una
profesora para niñas de tercero, cuarto y quinto curso
de escuela primaria, que a su vez será profesora de
Corte y confección.
Las Religiosas colaborarán con el Capellán de la
empresa en todas las funciones de Apostolado Social, se
les designarán las funciones más convenientes para el
debido cumplimiento de su servicio.
Además, estarán a su cargo el arreglo de la Capilla y de
la ropa y demás enseres del culto, así como las
atenciones que requiere el Capellán, siendo entendido
que todos estos gastos corren por cuenta de la
empresa…
En los primeros días de febrero sale la Madre General para
Madrid acompañada de Madre Carmelo para ultimar los
preparativos de la fundación. Unas notas de esta religiosa,
reseñadas en el Libro de Acontecimientos, dicen así:
Salimos de Córdoba en el Expreso a las 1,5 de la
madrugada, llegamos a Madrid a las 8,45 de la mañana.
Tomamos un taxi y nos dirigimos al Sanatorio de San
Francisco de Asís. Nos dijeron que sentían mucho no
poder darnos cama, que fuéramos a comer, pues todo el
Sanatorio estaba ocupado, pero si después de hacer
todas las gestiones no encontramos nada, recurriéramos
a ella en caso extremo. Fuimos a las Bernardas, donde
oímos misa y comulgamos y después de desayunar nos
fuimos a casa de D. Juan Escolar. A las 11 llegó D. José
Pérez. La entrevista fue favorable…
Queríamos saber cómo íbamos a preparar los
pasaportes y nos acompañó a la Agencia italiana. Vimos
la fecha de salida, nombre del Trasatlántico e importe
del pasaje. Conviene hacerlo como emigración y salir en
el “Verdi” el día 1 de marzo del puerto de Barcelona,
durando el viaje 17 días. Don José quiere que en cada
puerto se le den noticias y el saldrá en avión desde Cali
a Cartagena el día 14 para acompañarnos desde éste
tres días en el barco.
En Buenaventura estarán los coches de la Empresa para
recogernos, y marchar a Cali, y de allí a Palmira, que
dista 9 kilómetros…
Después de hacer otras gestiones regresan a Sevilla.
La Congregación vive tiempos de esperanzas, de alegrías muy
íntimas.
El día 22 de febrero hay una fiesta memorable. Las Hermanas
destinadas a tierras americanas se sienten llenas de alegría y sus
corazones se dilatan queriendo abrazar el mundo entero. Van a
tomar el crucifijo de Misioneras las ocho que marchan al nuevo
continente, son: Madre María del Pilar Escolar García, Madre
María del Carmelo Cortés, Madre Isabel María Frochoso, Madre
Dolores Morales, Madre María José Bravo y Madre Dolores
Márquez. Las acompañan la Madre General y la Maestra de
Novicias, Madre Encarnación Herrero.
Oficia la misa D. Manuel Portillo y lo asiste el P. Donato de
Santa Teresa, hermano de Madre Carmelo, una de las viajeras.
D. Manuel Portillo tiene una bella homilía y les dice que
recibieran el crucifijo para que fuera el compañero inseparable
de aquellas lejanas tierras, pero que tuvieran en cuenta que
después de la crucifixión vendría la resurrección gloriosa.
El día 23 a las siete de la tarde toman el tren que las lleva a
Barcelona, donde son hospedadas con las Madres Filipenses,
fundadas en aquellas tierras por un sacerdote devoto de San
Felipe.
El día 1 de marzo embarcan en el “Verdi” rumbo a Colombia.
Se sienten llenas de ilusiones, aunque también experimentan la
nostalgia al dejar el suelo patrio. Madre Rosario se ve envuelta
algunos momentos en una incertidumbre que la consume, ante el
desconocimiento total que tiene de aquellas tierras. ¿Cómo será
el lugar donde voy a dejar a las Hermanas? –se pregunta.
¿Estarán bien atendidas, tanto sus almas como sus cuerpos?
No se duda. Era correr una aventura ya que la Congregación
desde su fundación no había salido de un reducido límite.
La distancia era el mayor obstáculo que se le presentaba. Confía
en el Señor. Piensa en la llamada del Concilio Vaticano II a los
Institutos y descansa tranquila en la Providencia de Dios.
Guarda silencio ante sus temores, mostrándose ante las
Hermanas optimista y alegre.
Al pasar por los distintos puertos van escribiendo a sus
familiares y a la Casa Central para que, desde allí partan las
noticias a toda la Congregación.
Después de 18 días de viaje pisan tierra colombiana en el Puerto
de Buenaventura y quedan sorprendidas ante el panorama que
les brinda el bello paisaje. El día está lleno de sol y el calor
tropical ha humedecido sus rostros.
Colombia significa tierra de Colón, en honor al descubridor, por
haber sido sus costas las primeras del continente americano
visitadas por él en 1498. Se encuentra situado en el ángulo
noroeste de América del Sur y viene a ser la cabecera meridional
del puente centroamericano que une las dos Américas.
Se dirigen hacia Palmira, departamento del Valle del Cauca,
fundado en 1794, y de allí a Guachené, donde se encuentra el
Ingenio Providencia. Los señores de la Empresa las esperan y
les ofrecen las mayores muestras de atenciones y delicadezas.
Les han preparado una vivienda bonita, acogedora, alegre,
adornada de flores bellas. Madre Rosario respira hondo y de su
corazón brotan acciones de gracias al Señor. Todo es mucho
más acogedor y bueno de lo que imaginaban.
El Padre Capellán no quiere lanzarlas tan pronto al trabajo, y
emplea los primero días enseñándoles aquellas tierras. Una vez
que conoce al personal las destina a los distintos ministerios.
Madre Rosario, después de conocer aquel ambiente y observar
la manera en que se van desenvolviendo las Hermanas, regresa
a Sevilla a primeros de junio con la Madre Maestra. Viene
satisfecha y contenta. No deja de dar gracias a dios por los
innumerables favores que ha recibido el Instituto.
En la reunión que tiene con las Madres Consejeras, las informa
detalladamente y les dice:
Había que mandar dos Hermanas más a Colombia,
aunque esto resultará un sacrificio para España.
Filigranas tuvo que hacer ese año para distribuir el personal.
Mandó a las primeras Hermanas para hacer sus estudios en
Madrid en Teología, Idiomas y Psicología de la Reeducación.
Recogió a las Hermanas jóvenes en el Juniorado, dejando la
segunda casa de Lucena dedicada a formación, poniendo al
frente de ella y del Juniorado a Madre Micaela Morán
Rodríguez.
Elaboran un programa horario para la mejor distribución del
tiempo: las Junioras, además de las horas dedicadas al estudio,
conferencias, clases y vida de piedad, dedicarán unas horas a las
tareas y actividades de enseñanza y demás trabajos de la casa, a
fin de irlas adiestrando poco a poco en los distintos apostolados
del Instituto.
La Madre General, abierta a los signos de los tiempos, ve la
necesidad de que desaparezcan del Instituto las distinciones de
clases en que está dividido: Madres y Auxiliares. Solicita a
Roma el permiso para fusionar el personal. Obtenido, lo
comunica a las Hermanas y pide que desaparezca toda clase de
privilegio. Organiza cursillos para elevar el nivel cultural de las
Hermanas conversas.
La Congregación está viviendo momentos de cambios y los está
haciendo sin demasiados traumas, con serenidad.
Ante la cantidad de rezos vocales que tiene cada día, viendo que
deben dar prioridad a la oración mental, suprimen algunos rezos,
dejando más tiempo a la oración personal.
El Oficio a la Virgen que se rezaba en Latín, empieza a rezarse
en castellano y así profundizan en la belleza de los salmos.
El Concilio manda el cambio de las Constituciones y la puesta al
día. La Madre General consulta con juristas, teólogos,
sociólogos. Quiere hacer el cambio según la mente de la Iglesia
y como lo pide el Vaticano II. Escribe a todas las casas y
recomienda que estudien detenidamente el primer capítulo.
Las bendiciones del Señor se dejan sentir. Las casas se ven
favorecidas con mayor actividad apostólica y con mayor espíritu
de servicio y celo en las Hermanas.
La casa de Écija, además de atender a las jóvenes de
reeducación y colegio, abre unas Escuelas de Formación
Cultural por la tarde, donde más de sesenta jóvenes reciben
instrucción.
En Córdoba se abren los cursos de “Corte y Confección” y de
“punto” patrocinados por el P.P.O.
Parte del profesorado es seglar. También se abren clases de
Alfabetización, costeadas por la Delegación de Educación y
Ciencia de Córdoba. Eran semioficiales en la Provincia. El
profesorado se preparó para esta tarea con un cursillo intensivo,
al que asistió una religiosa de la Comunidad, siendo autorizada
para impartir esta enseñanza. Las clases se llevaron con acierto y
satisfacción de los inspectores de la Junta Provincial Delegada
de Alfabetización. A estas clases asistieron Reeducandas y
jóvenes externas. De entre las alumnas salieron varias
vocaciones para este Instituto y una para monja del Cister.

La casa de Antequera contaba con más alumnas que nunca. Se


había reconocido el Bachiller elemental y Superior. También se
impartía enseñanza a alumnas de Magisterio que, al final del
curso se examinaban en la Normal de Málaga.
La casa primera de Lucena se encontraba floreciente y habían
reconocido el Bachiller Laboral
En Sevilla comenzó a impartirse, patrocinado por el P.P.O.
cursillos de bordado en oro, y corte y confección de seis meses
de duración, recogiendo al finalizar las cursillistas el Diploma
correspondiente.
La siembre que las Religiosas Filipenses hacen en América
comienza a dar fruto. En Medellín las reclaman para que se
hagan cargo de una casa de Ejercicios Espirituales dirigida por
los Padres Jesuitas. No desatendieron esta petición, por ser uno
de los fines del Instituto, puesto por los Padres Fundadores en
las Constituciones. La casa que les proponen se encuentra
situada a las afueras de la ciudad y goza de paz, tranquilidad y
vistas panorámicas muy bellas. El Director es el Padre Santos
Valseca Ruiz s.j., español y hermano de una religiosa de la
Congregación.
El mencionado Padre solicita de la Madre General religiosas que
le ayuden para llevar los distintos ministerios de la casa. Se
entrevista con la Superiora de Palmira, Madre María del Pilar, y
ésta, aprovechando las vacaciones, con dos Hermanas más,
marcha a Medellín. Toman posesión el 31 de julio de 1967,
fiesta memorable para el Instituto, por ser aniversario del
tránsito de la Madre Fundadora a la Casa del Padre. En
septiembre llegan de España Madre Ana María Laffón, Madre
Cándida Peñaranda, Madre Josefina Molins y Madre María de
los Ángeles García, para quedar destinadas en esta nueva
fundación.

El 15 de octubre inauguraron en Palmira el Postulantado, fruto


del sacrificio generoso de esas heroicas Hermanas que con
abnegación comenzaron la siembra en aquellas fértiles tierras.
Seis o siete postulantes colombianas solicitan la entrada. Están
llenas de los mejores deseos. Sí, las bendiciones del Señor se
dejan sentir.
Al terminar el Postulantado piensan en erigir un noviciado
canónicamente y fijan la mirada en Buga. Alquilando dos casas
que son reducidas, pero bonitas, dando una parte a la ciudad y la
otra al campo.
Los medios de que disponen son escasos. Cuentan con 1000
pesos que da la Comunidad de Providencia y 500 que da la de
Medellín, demasiado poco, pero cuando hay verdadera
confianza en la Providencia sobran los cálculos.
Con fecha 20 de febrero de 1968 reciben la autorización del
Obispo de Buga, Don Julián Mendoza.
Gustosamente autorizamos la fundación en la ciudad de
Buga de la Casa-Noviciado.
Madre Ana María Laffón es nombrada Maestra de Novicias y se
traslada a Buga con una postulante de Medellín.
Se hace cargo de algunas catequesis y otras actividades
parroquiales.

La Doctrina del Vaticano II mandaba a los Institutos religiosos


como orientación sabia y equilibrada:
Volved a las fuentes y a la primera inspiración de los
Fundadores.
Pedía la renovación de las Constituciones, sin que se perdiera el
carisma fundacional. Repitiendo machaconamente:
Renovaos, volved a las fuentes del Evangelio, de los
Fundadores.
Animada de este espíritu conciliar, la Madre General escribe a
todos los miembros del Instituto exponiendo la necesidad de
formar una comisión que comience a preparar los trabajos del
Capítulo y elaboración de las Constituciones. Aunque todos los
miembros, por medio de encuestas, serán interrogados, se
precisa una comisión, y pide que den los nombres de las
religiosas que quiera el Instituto se dediquen de lleno a estos
trabajos.
En diciembre se tuvo la primera reunión en Sevilla y en común
se estudiaron los documentos conciliares sobre la renovación de
la vida religiosa, Constituciones primitivas y escritos de los
Padres Fundadores.
En las actas se recogen las impresiones de estos días.
La Madre General, al igual que las Madres Consejeras,
se sentían satisfechas de los resultados de esta pequeña
asamblea. Todas las religiosas que han asistido han
demostrado un espíritu dócil y voluntad pronta y
generosa a todo aquello que la Iglesia nuestra Madre
desea y pide a las religiosas de todo el mundo.
El Señor va a regalar al Instituto una cosa por la que viene
suspirando hace tiempo: Una fundación en la capital de España.
Varias Hermanas se encontraban estudiando e Madrid
Psicología de la Reeducación. Uno de los profesores es el Padre
Camilo Aristu Iza, Terciario Capuchino. En una de las clases
preguntó si a algunas de las Religiosas presentes les interesaría
hacerse cargo del Colegio de Reeducación que ellos estaban
reedificando en Carabanchel Bajo, calle Padre Amigó nº 5. Su
cometido sería: llevar la dirección material de la casa y algunas
clases de primaria.
Las Hermanas Filipenses, que sabían la necesidad que tenían de
fundar en la capital del Estado, pasaron enseguida a hablar con
el Padre Camilo y después escribieron a la Madre General,
dándole cuenta de la fundación que se presentaba.
Aceptada la propuesta por la Madre General y su Consejo,
escribieron a los Padres Franciscanos pidiendo amplia
información.
El 24 de marzo, la Madre General sale para Madrid con Madre
Ángeles Barrachina, para hablar personalmente con los
mencionados Padres respecto a la fundación. El Superior es el
padre Modesto Navarro, que dio toda clase de facilidades y
mostró gran interés por complacer a la Madre General. La
fundación quedó aceptada y fija la fecha. Las Hermanas
llegarían al comenzar el año escolar 1968 – 1969.
La Madre General con su Consejo, las Superioras de las casas y
las Hermanas elegidas para preparar los trabajos capitulares, se
reunían periódicamente en la casa Central, para estudiar los
documentos conciliares. Tienen algunas charlas del Obispo
Auxiliar de la Diócesis, Monseñor Ciralda, y de Don Manuel
Portillo, quienes les han hecho ver que son
“COFUNDADORAS CON LOS FUNDADORES” para
animarlas según el espíritu que deben realizar los trabajos.
Una vez repartidas las materias de las Constitucionales, entre los
distintos equipos que se formaron, al ir realizando los trabajos
iban mandándolas a las distintas casas del Instituto con las
correspondientes encuestas. Cada comisión debería presentar al
Capítulo Especial el tema o capítulo encomendado, pero
enmendado por las distintas sugerencias que iban recibiendo de
las distintas sugerencias que iban recibiendo de las Hermanas.
Fueron meses de duro trabajo, nada halagüeño, ya que las
Hermanas de los distintos equipos se encontraban recargadas
por llevar también adelante sus obligaciones habituales.
La Madre General informaba periódicamente a todos los
miembros del Instituto de las distintas reuniones y encuentros
que iban teniendo con las Hermanas de la Comisión. En una
circular, fechada en 22 de abril, decía:
…Estos son los acuerdos tomados. Pero nada nos dirían
estos cambios y adaptaciones, en los que se estudia la
mejor forma de ajustarnos a las orientaciones
conciliares, si no trabajamos con verdadero y profundo
interés en nuestra renovación interior espiritual: vida de
más oración, humildad, entrega incondicional, caridad,
en una palabra, siendo verdaderos testigos de Cristo.
Otra cosa que requería reforma era el hábito. Además de
incómodo y poco higiénico, se tenía que invertir un tiempo en el
rizo de la toca, siempre que se cambiaba. la Madre General pide
a la Congregación el parecer sobre la reforma y un 95 %
contesta afirmativamente. Se ven y estudian distintos modelos,
se muestran algunos a todas las casas y se pide permiso a la
Santa Sede. Una vez obtenido se espera el Capítulo especial para
tener también la aprobación de él.
El Capítulo Especial se fija para agosto y se reúnen en Sevilla a
hacer los Ejercicios Espirituales. El cardenal Bueno Monreal
viene a presidir la primera sesión y D. Manuel Portillo tiene una
conferencia magistral sobre los documentos de renovación de la
vida religiosa y plantea este interrogante:
Congregación: ¿qué dices de ti misma?
Estas palabras movieron a una seria reflexión a las Madres
Capitulares.
Después de todas las sesiones y de estudiar los capítulos de las
Constituciones y Directorio que habían elaborado los distintos
equipos, se vio la necesidad de nombrar un “Equipo
Coordinador” que diera unidad a todo el trabajo realizado. Estas
Hermanas deberían quedar destinadas en Sevilla para que la
revisión del trabajo fuera más fácil a la Madre General y su
Consejo.
Nombran a las Hermanas:
Madre Salud Valle Muñoz
Madre Espíritu Santo Reyes León
Madre Micaela Morán Rodríguez
Madre María de Fátima Valseca Ruiz
Y asesoradas por teólogos, juristas, sociólogos, liturgistas y
peritos en las distintas materias de las Constituciones,
comienzan los trabajos.
La fundación de Madría va en serio y esto llena al Instituto e
alegría y optimismo, no sólo porque van a tener una casa en la
capital de España, sino porque los Padres Terciarios están dados
de lleno a la reeducación de los chicos. Su fin específico es
idéntico al nuestro, y se han ofrecido para prestar a la
Congregación toda clase de colaboración y ayuda en la labor
reeducativa.
El 6 de julio, la Madre General, acompañada de las que iban a
quedar en aquella fundación, llega a Madrid.
Los Padres Filipenses de Ipiales (Colombia) solicitan a las
Madres Filipenses españolas para que les ayuden en su labor
educativa. Pero en Colombia se encuentran tan ajustadas de
personal, que ante las insistencias de los Padres se ven obligadas
a enviar a Madre Carmelo con tres aspirantes, para que fueran
conociendo el terreno. Fácilmente se amoldan a las necesidades
de los Padres Filipenses, y éstos, al verse tan bien atendidos,
suplican que cuanto antes se instale allí una Comunidad para dar
enseñanza a las niñas del pueblo. Ellos ofrecen terreno
suficiente y ayuda para levantar el colegio.
Al comenzar el curso 1968 – 1969 se abre en la segunda casa de
Lucena el Colegio Apostólico para acoger a jóvenes de buena
voluntad que, sintiendo la vocación religiosa en sus primeros
años, necesiten de una formación y preparación antes de
ingresar en el Noviciado. Entre los distintos colegios habían
solicitado su entrada cuarenta jóvenes.
El 1 de noviembre visten el hábito reformado todos los
miembros del Instituto, tanto las de España como las de
América.
El 25 de enero de 1969 la Madre General marcha a América
para hacer su primera visita oficial a las casas del nuevo
continente. Aún no hacía tres años que salieron del suelo patrio
y ya contaban con cuatro casas donde se daba gloria a Dios y se
ayudaba en obras sociales en fines espirituales y benéficos. Los
puntos de su extensión eran: Palmira, Medellín, Buga e Ipiales.
Contaban también con ocho novicias y cinco postulantes. Sí, el
Señor había dado muchas bendiciones.
Uno de los problemas que encontró a su llegada era la
enfermedad de la Maestra de Novicias, porque aquel clima tan
caliente no sentaba bien a su delicada salud. Viendo la escasez
de medios de subsistencia, ya que aquella fundación no contaba
con bienes propios, sino con los que les suministraban las casas
de Palmira y Medellín, se ven en la necesidad de trasladar el
Noviciado a Ipiales. Esta casa ofrecía buenas perspectivas al
Instituto ya que iba a ser de su propiedad. También las novicias
podrían completar su formación asistiendo a las clases, en el año
que está destinado a su preparación.
La Madre General ve complacida lo felizmente que se iban
desenvolviendo las Hermanas en sus actividades apostólicas,
aunque el trabajo que tenían era absorbente. Mucho les costó al
principio adaptarse a una forma de vida tan distinta, pero con la
gracia de Dios habían salido adelante y se sentían felices de
aquella labor de Iglesia que realizaban entre los más pobres y
necesitados.
Los Padres Filipenses les habían preparado una casa preciosa, en
un pabellón independiente, al lado de donde ellos vivían. Les
cedieron gran extensión para edificar el colegio, asegurándoles
que todos sus bienes pasarían a propiedad de la Congregación.
La Madre General llega a Sevilla en el mes de Abril y se dedica
plenamente a la preparación del Capítulo General.
Las Hermanas de la Comisión Coordinadora habían realizado un
profundo estudio sobre el carisma del Instituto. Era totalmente
mariano.
El ser hija de los Dolores pertenece al Carisma de la
Congregación –había dejado escrito el Padre Fundador
en su autobiografía.
Y en una carta que le dirige a la Madre Fundadora en 1891 le
dice:
Como este misterio ha sido para mí el más estimado de
la santísima Virgen, (se refiere a la advocación de los
Dolores), por cuanto en él consideramos los muchos
dolores y penas que sufrió por nosotros y las excelentes
y heroicas virtudes que con este motivo practicó, lo cual
es cabalmente lo que María Santísima quiere que
imitemos para su fiel imitación, y éste es el móvil
principal de haberla puesto bajo este título al frente de
Nuestro Santo Instituto, para que en Ella encontrasen
todas las Congregantes la luz, la imitación, el consuelo y
fortaleza necesaria para saber y poder llevar la cruz que
Dios les ofrece en su vocación, la cual, por su índole,
está no poco sembrada de amarguras.
En la síntesis doctrinal del Directorio quedó insertado:
16.- Nuestra misión en la Iglesia es ser como una
prolongación de la Madre Dolores. Ser para esas pobres
almas, CORREDENTORAS. Debemos vivir instaladas en
el corazón de la Santísima Virgen, para tener en
nosotras esos mismos sentimientos que Ella tuvo al pie
de la Cruz, donde fue proclamada Madre de los
hombres: „Mujer, ahí tienes a tu hijo. Hijo, ahí tienes a tu
Madre” (Jn. 19, 26-27).
Estos sentimientos son:
- comprensión por esas pobres almas desviadas del
camino del bien.
- amor hacia ellas, para sobrellevar lo duro de nuestra
empresa.
- ofrecernos al Padre, unidas a Jesús penetrándonos
de nuestra misión dentro de la Iglesia: ser una
prolongación de la Madre de Dios siendo otras
CORREDENTORAS de esas almas, a las que a
imitación de la Madre Dolorosa, busquemos con
todos los deseos de nuestro corazón, siendo para
ellas continuación del Corazón de la Virgen para
amarlas, y de sus manos para servirlas. Hemos de
procurar reproducir el hecho Redentor de Cristo y
Corredentor de María.
17.- Debemos fijarnos y profundizar en este paso de la
vida de María más que en cualquier otro, para que brote
en su pureza el carisma de la Congregación en cada una
de las Hermanas.
33.- Nuestros Fundadores se valieron de la devoción a la
Santísima Virgen como de arma eficacísima en el
apostolado.
Por estos años se presentaron en las casas dedicadas a la
reeducación jóvenes en estado de gestación pidiendo ayuda.
Poca se les podía prestar ya que el Instituto carecía de centros
especializados para este fin. La Madre General reflexionó
detenidamente sobre estos casos que cada día se hacían más
frecuentes. Lo expuso ante las Madres Consejeras y también
pidió el parecer de la Congregación siendo aprobado por
mayoría. Pide su consejo al Cardenal Protector el que la anima y
urge a llevar la idea adelante por estar dentro del apostolado
específico. Y en las nuevas Constituciones quedaron insertados
estos puntos:
81.- Para completar nuestra obra de Reeducación y
seguir más de cerca el ejemplo de nuestros Fundadores,
queda a juicio de la Madre General y su Consejo abrir
Casas Reeducativas de Maternidad.
82.- Allí se acogerán a las Madres solteras que en
período de gestación quisieran acogerse en nuestros
Centros.
Madre Rosario, asistida por la gracia de Dios, condujo el
Instituto con acierto y prudencia. No perdonó sacrificio para
sacarlo a flote de la languidez en que vivía. Pero no logró
contentar a todas.
Ya lo dijo San Pablo:
Es imposible agradar a todos.
En este caso son Hermanas mayores las que se sienten
descontentas ante tanto cambio:
Fundaciones en América, cambio de hábito, igualdad entre las
hermanas, cambio de Constituciones, estudios para todas,
organización de cursillos y reuniones, suprimir innumerables y
larguísimas oraciones vocales para dar más importancia a la
personal, recoger a las hermanas jóvenes en el Juniorado para
prestar más atención y ayuda a su formación, cambios en el
sistema reeducativo y casas para madres solteras, Colegio
apostólico, estudio de los Documentos conciliares… etc.
Sí, hubo cambios radicales, porque así lo pedía la iglesia y
exigían los tiempos. Fecundo sexenio. ¿Hay quién dé más? Pero
ya se dijo:
Cada cual es hijo de su época.
Este rejuvenecimiento de la Congregación y puesta al día, no
gustó a algunas Hermanas mayores que por sus cargos ejercían
influencias.
No importa; Madre Rosario comprende que es más interesante
agradara Dios que a los hombres.
Otra nueva fundación ofrecen al Instituto en Torredonjimeno
(Jaén). Madre Rosario hace las primeras gestiones y se informa
detalladamente de todos los pormenores y fines que desean, pero
ante las perspectivas del Capítulo aplaza la aceptación de esta
casa hasta después de verificadas las elecciones generales.
En el sexenio de esta Madre General se comenzaron en la Casa
Central las obras de reconstrucción del edificio, que por
pertenecer al siglo XV se encontraba por muchas partes casi en
ruinas y bastante deteriorado. Dejó terminada toda la parte del
Noviciado y algunas clases de E.G.B.
Comienza el Capítulo el 7 de julio de 1969. Durante tres días, en
distintas sesiones, se tuvo la valiosa colaboración del Padre
Escudero, que volvió a rehacer las constituciones en algunos
lugares puntos jurídicos que por petición de algunas Hermanas
se habían omitido. El Directorio quedó íntegro, tal como fue
presentado, salvo algunas modificaciones que se hicieron entre
las Capitulares.
El Capítulo constó de 23 sesiones en las que se estudió y votó
punto por punto, tanto las Constituciones como el Directorio.
El 21 de agosto, en la 21 sesión, tuvo lugar la elección de la
Madre General, bajo la presidencia del Cardenal Protector de la
Congregación, Dr. Bueno Monreal, saliendo electa en el
segundo escrutinio, por mayoría absoluta Madre María del Pilar
Escolar García, que se encontraba destinada en América.
Madre María del Pilar, natural de Antequera, bautizada en la
parroquia de San Sebastián, nació el 7 de mayo de 1914. Ingresó
en el noviciado el 30 de enero de 1941. Se encontraba de
Superiora en la comunidad del Ingenio de Providencia
(Colombia). Es humilde y sacrificada, con gran capacidad
de aguante, de espíritu emprendedor, de iniciativa y mucha
imaginación.
El Capítulo queda suspendido y se comunican con rapidez a la
interesada que regrese a España.
El 3 de septiembre se reanuda el Capítulo con la presencia de la
nueva General que lo acepta como un servicio más a la Iglesia y
al Instituto.
El Capítulo termina felizmente el 5 de septiembre.
EPÍLOGO
La Congregación de Religiosas Filipenses hijas de María
Dolorosa, en manos de la actual Madre General María del Pilar
García, ha seguido la línea que la Iglesia ha ido marcando.
En estos años posconciliares, un ambiente de renovación y de
búsqueda mueve a los miembros del Instituto. Se ha
profundizado en el carisma, en la vida de los Fundadores,
buscando las raíces más hondas de nuestro ser en la iglesia. Se
ha investigado sobre los orígenes y espíritu de los Fundadores.
Gracias a estos trabajos se han editado tres libros que recogen la
vida de los Fundadores y espiritualidad.
Esta llamada eclesial:
Volved a las fuentes del Evangelio, al espíritu de los
fundadores.
Ha hecho que afloren virtudes de heroísmo y santidad que
dormían en el Archivo del Instituto.
Se vive abiertas a los signos de los tiempos, buscando
CAMINOS NUEVOS.
- Revisando la vida eclesial y comunitaria para enraizarla
más en la vida de la Iglesia, y así lograr ser signos
cargados de la presencia de Cristo.
- Estudiando los métodos reeducativos para hacer más
eficaz nuestro apostolado en la Iglesia.
- Facilitando una formación más sólida a los miembros del
Instituto.
- espiritual
- profesional
- técnica.
El Instituto abierto a las necesidades del mundo ha visto crecer
también su campo de acción en España, abriendo casas en:
- Torredonjimeno (Jaén)
- Belmonte (Cuenca)
- La Laguna (Tenerife)
- Morón de la Frontera (Sevilla)
- Encinarejos (Córdoba)
- un piso en Madrid
En América, abriendo casas en la República de Colombia:
- Neiva
- Cajicá
- Villagarzón
Y en la República de Panamá, en:
- Panamá
Esta Congregación, aunque no es muy numerosa, tiene buena
“solera” y mueve a sus miembros el amor de Dios y al prójimo.
La misión de los Fundadores ha sido cumplida, y su Obra no ha
dejado de dar frutos abundantes en todos los tiempos, en la tierra
fértil de la Iglesia.
Notas a los Capítulos
Fuentes utilizadas en este trabajo.
La principal documentación manejada por la autora de este libro
se encuentra en el Archivo de la Congregación de las Religiosas
Filipenses Hijas de María Dolorosa, convento de Santa Isabel de
Sevilla.
Del Archivo Arzobispal de Sevilla, también se han recogido
abundantes datos, aunque la documentación de mayo interés se
conservan fotocopiados en el Archivo de la Congregación.
Nueva Historia de la Iglesia, tomo V por R. Aubert, P.E.
Crunica, J. Tracy Elles, J. Hajjar, F. B. Picke. Ediciones
Cristiandad.
Los otros datos se dirán en los distintos capítulos de dónde han
sido recogidos.
Los pensamientos que sirven de pórtico a esta obra están
recogidos de frases del Padre Fundador.

Capítulo I, Enfoque
- Los datos recogidos sobre la Madre Fundadora se
encuentran en el Archivo de la congregación. Carpeta 4ª,
Madre Fundadora, Testimonio de Religiosas.
- Carta de Madre Reyes Peruyera Pinto a Madre María
Teresa Muñoz de Toro, con motivo de sus Bodas de Oro,
7 de enero de 1949.
- “No dejó de sembrar amor”. Frase de Madre Esperanza
Elvira Frías sobre la Madre Fundadora, Carpeta
Testimonio de Religiosas.
- Trozo de una carta de Madre Salud Rubio a Madre
Consuelo, septiembre de 1904.
- Carta del Sr. Nuncio al Sr. Vicario Capitular, Sede
Vacante. Archivo Arzobispal de Sevilla, legajo:
“Preservadas de Jerez. Congregación de las hijas de los
Dolores. Santa Isabel. Años 1854-1911”. Se encuentra
fotocopiado en el Archivo de la Congregación.
- Las palabras del Padre Fundador: “Era la persona…” se
encuentran en el artículo de “El Correo de Andalucía” al
morir la Madre Fundadora, agosto 1904.
- Súplica del P. Tejero a D. Antonio Lorán: “No deje a mis
Hijas…” Carpeta Testimonios de Religiosas.
- Datos biográficos de D. Antonio Lorán, tomados del
Boletín del Arzobispado de Sevilla, año 1944, pág. 660.
- Carta de Madre Salud Rubio al Vicario Capitular, junio
1907, se encuentra en el Archivo Arzobispal, en el legajo
citado y fotocopia en el Archivo de la Congregación.

Capítulo II: Últimos años de gobierno de Madre


Salud Rubio Sedor
- Cuanto se dice del Padre Tejero, última visita a sus hijas
de Santa Isabel, etc. están recogidos del borrador de una
carta de Madre Salud Rubio a la hermana del P. Tejero,
Doña María Luisa García.
- Muerte del P. tejero, imposibilidad de recibir el viático,
del Archivo de los PP. Filipenses de Sevilla, en el libro
de defunciones.
- Las Hermanas de la Doctrina Cristiana pusieron en sus
manos el Catecismo. Se lo he oído decir a Hermanas
Mayores y Hermanas de la Doctrina Cristiana.
- Había nacido para adoctrinar… datos recogidos de “El
Correo de Andalucía” el 9 de diciembre de 1909.
- Las palabras del P. Fernández están recogidas de la
Revista “Obra de Penitencia y Reparación”, editada por
los PP. del Oratorio de Sevilla, agosto 1922, pág. 6.
- Borrador de una carta de Madre Salud Rubio dando
detalles de la hermana del Padre Tejero, María Luisa
García, de su muerte.
- Desidia y pereza de Madre Salud Rubio y de sus últimos
años. Se encuentra en la Carpeta de testimonios de
Religiosas. Los libros de actas de aquella época también
lo revelan. Desde el año 1904 al 1915 aparecen todas las
actas sin la firma de la Madre General, que era Madre
Salud, y se ve, que esas actas, algunas de seis renglones,
se hicieron después para rellenar el bache. Hay actas
repetidas, cambiadas las fechas, etc. Sólo hay acta por
año.
- Rescripto a Roma pidiendo la reelección de Madre
Salud, Libro II de Actas de elecciones Generales, págs.
18-19. También en el Archivo Arzobispal, año 1913,
párrafo 276.
- Sobre el Pontificado y persona del papa Benedicto XV,
“Nueva historia de la Iglesia”. tomo V, por R. Aubert,
Bruls, P. E. Crunican, J. Tracy Ellis, J. Hajjar, F. B. Pike.
Ediciones Cristiandad.
- Datos biográficos de Madre Josefa Checa, facilitados por
Madre Teresita Sánchez-Pantoja, Religiosa del Instituto,
que los recibió de su familia.
- Datos de Madre María Teresa Muñoz de Toro sobre su
vocación, se los he oído a ella personalmente.
- Incertidumbre de las Hermanas antes de las votaciones y
susceptibilidades sobre Madre Josefa. Lo he oído varias
veces referir a las Hermanas mayores.
i
Sic.

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