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• El cristiano, la política y el Reino de Dios - 1

Hermanos jucs,

Saludos desde Huánuco. Es una grata sorpresa encontrar los escritos de muchos de
ustedes, en particular los referentes al creyente y su participación política, respecto
a la cual me gustaría compartir algunas reflexiones.

La participación política del cristiano está enmarcada dentro del concepto de la


misión cristiana. Me parece necesario señalar que el cristiano aunque actúa
individualmente, es al mismo tiempo parte de una comunidad más amplia, la
iglesia. La iglesia entendida como la comunidad de los llamados por Cristo para
seguirle. "Hemos sido bautizados (sumergidos) en un cuerpo" (1 Co.12). Por lo
tanto, el cristiano y aún su misión están ligados a la iglesia y su misión, la que a la
vez se desprende de la misión de Jesús.

Esto nos lleva a pensar en la misión de Jesús. Jesús vino a inaugurar la era del reino
de Dios. Jesús reitera el mensaje previamente anunciado por el Bautista:
Arrepentíos porque el reino de Dios se ha acercado (Mt.3:2;4:17). El reino de Dios
comienza con el anuncio de su llegada. Al arrepentimiento Jesús añade: Creed en el
evangelio. El ingreso a este reino es individual, mediante el arrepentimiento y la fe.
El ingreso al reino de Dios es también mediante la aceptación de la gracia de Dios,
de la misericordia incondicional de Dios por el pecador. La iglesia es definida como
la comunidad de los redimidos.

El reino de Dios se había acercado porque Él, el Rey del Universo se había hecho
hombre. El Rey de Reyes y Señor de Señores encarnado, que vino a inaugurar la
nueva era, la era del Reino de Dios, según su presentación pública en Nazaret: "El
Espíritu de Dios está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a
los pobres, sanar a los quebrantados de corazón, a proclamar libertad a los cautivos
y vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, a predicar el año (la era) de
la buena voluntad de Jehová. (LC.4:18,19). Ahora y hasta la Segunda Venida de
Cristo estamos en la era del favor de Dios, que llama al hombre, no importa su
condición, a reconciliarse con él por medio de su Hijo, el León-Cordero, del Rey-
Siervo.

Jesús define su Reino en función a los pobres, a los excluidos por la sociedad. Su
reino es un reino de misericordia para aquellos que el mundo ha desechado por
diferentes razones.

Toda participación política que pretenda llamarse cristiana debe estar inspirada en
esta actitud de compasión, comprometida con la búsqueda de reducir o aun
eliminar las enormes brechas sociales tan propias de nuestros países
latinoamericanos.

(Fin de primera parte)

• El cristiano, la política y el Reino de Dios - 2


En el correo anterior veíamos que la participación política del cristiano, como
miembro de la comunidad de redimidos por gracia, se enmarcaba dentro de la
misión de Cristo, la encarnación del Reino de Dios. A la luz de su presentación
mesiánica, vimos que Jesús definió su misión en función a los pobres, a los
excluidos por la sociedad. Su reino es un reino de misericordia, la era de la buena
voluntad del Señor, especialmente para aquellos que el mundo ha desechado
(Lucas 4). De allí que la participación política del cristiano se enmarca dentro del
concepto de misericordia y compasión, definidos por el modelo de Jesús, no uno,
sino El Modelo.

Junto con misericordia el Reino de Dios implica justicia, busquen el reino y Su


justicia (Mt.6:33). La justicia del Reino, la justicia es inherente al Reino de Dios. Es
el reino y su justicia, no la nuestra. De allí que el seguidor del Rey Jesús, es también
amante de la justicia. ¿A quienes pertenece el Reino de Dios? Jesús dijo:
Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia porque de
ellos es el reino de los cielos (Mt.5:10). Según Jesús los que luchan por la justicia
son dichosos, ¿por qué? porque el reino de Dios les pertenece.

Como hemos mencionado, los pobres son un asunto preeminente en el mensaje y el


ministerio de Jesús. Aunque muchos ven la pobreza como un problema individual, la
perspectiva del reino nos señala que es en realidad una cuestión estructural,
contraria a la naturaleza del Reino. Si hablamos de la pobreza, en términos de la
justicia del Reino, los pobres de este mundo son pobres porque han sido
despojados, no de bienes en principio, sino de oportunidades. Podríamos decir que
el mundo está dividido entre los que fijan las reglas de juego -de acuerdo a sus
intereses- y aquellos que deben seguirlas aun sin entenderlas. Respecto al Perú,
me atrevo a afirmar que la riqueza de la ciudad es subvencionada por la pobreza
del campo, lo mismo podemos decir de los países ricos respecto a los pobres.

De allí que el reino que Jesús inaugura, el Reino de Dios, ese reino caracterizado por
la misericordia y la justicia, sufre tensión frente a los reinos de este mundo (el Reino
de Dios sufre violencia). El reino de Dios frente a los anti-reino, los reinos de este
mundo, cuyo dios es Satanás mismo (Jesús lo llama el príncipe de este mundo). De
allí que Jesús nos urge a orar (¿clamar?): Venga tu reino. El verdadero creyente vive
con una insatisfacción esencial frente a los valores que rigen el mundo presente. El
anhelo ferviente del verdadero creyente es que la misericordia y la justicia
inherentes al Reino de Dios y al Señorío de Cristo en toda su plenitud se manifieste,
se haga patente ahora, ya.

Está claro que el reino de Dios finalmente se instaurará. Esa es la convicción de


todo creyente en Jesucristo. Y esto será no por acción humana, sino por
intervención divina. Sin embargo, esto no significa que el creyente vive indiferente
al mundo que le circunda. Al contrario, tiene el deber de estar presente en medio
del mundo, de ser su sal y su luz.

Quiero seguir compartiendo algunas ideas que nos ayuden a reflexionar. Creo que
este espacio no debe ser uno de confrontación, sino de edificación. Espero que esta
reflexiones nos ayuden a pensar un poco y entender mejor nuestra identidad como
hijos de Dios y nuestro rol en este mundo. Quiero advertir que al final termino con
un comentario que algunos pueden tildar de político-partidario, pero no puedo
evitarlo si hablamos desde una perspectiva ética.

Nuestro mundo está gobernado por el orgullo, la opulencia, la violencia, etc. Y al


hablar de esta última no nos referimos solo a la física que es la más evidente
y deplorable por cierto, sino la violencia social, más sutil y más peligrosa porque es
el germen de la anterior. Esta violencia social es lo que llamamos también la
injusticia. Cuando alguien abusa de su condición social o poder económico está
ejerciendo un tipo de violencia social. Esta injusticia social es la que los creyentes
somos llamados a combatir con las armas que nos brinda y nos autoriza la Palabra
de Dios.

Dios es Dios de todo, del mundo espiritual y del mundo material, incluso de la
política, de la economía. Esto no quiere decir que los creyentes debemos luchar por
imponer una teocracia, es decir pretender coactar a una sociedad para que acaten
los valores del reino de Dios, y pretender hacerlo por medios políticos. Por ejemplo,
¿debemos luchar contra el matrimonio gay? ¿O más bien esto es un reflejo de una
sociedad decadente y carente de un testimonio claro y vital de la iglesia que no
está cumpliendo su rol de ser sal de la tierra y luz del mundo? ¿Enviar Nuestra
batalla debe darse mediante enfrentamientos verbales o mediante testimonios de
vida? Todos conocemos lo que sucedió con ese emperador romano convertido al
cristianismo y que promulgó muchas leyes para favorecer el desarrollo del
cristianismo a lo largo y ancho de su imperio. Como bien han observado algunos
gracias a las leyes de Constantino Roma se cristianizó pero la iglesia se paganizó.
Luego los abusos que sucedieron en la Suiza protestante de Calvino cuando el
poder político y el poder religioso se fusionaron. De allí que no debemos olvidar las
palabras de Jesús: Mi reino no es de este mundo. Él oró que la voluntad de Dios sea
hecha en la tierra como en el cielo, pero no intentó lograr esto por medios
humanos.

Quienes pretenden que Dios gobierne directamente los asuntos de este mundo y
mediante leyes impuestas se equivocan. Dios lo hace por medio de su Espíritu y por
medio del testimonio de su iglesia, en palabras y obras, que es llamada a ser sal y
luz del mundo. Creo que dentro de este testimonio se enmarca la participación
política de los creyentes. De allí que la postulación a cargos públicos es válida,
siempre y cuando realicen por medios lícitos, en nuestro mundo actual mediante
elecciones democráticas y con un claro sentido ético y bíblico, o mejor aún, con un
sentido de ética bíblica. Es cierto que Daniel ni Nehemías buscaron cargos públicos
y que Dios los puso allí, pero ellos vivieron en un contexto de monarquías
absolutistas, donde solo existía la dedocracia, pero aún así Dios les abrió las
puertas para llegar al centro del poder.

Si Dios guía a un hombre a funciones de esa naturaleza, creo que no somos quienes
para impedirlo o aún juzgarlo. Lo que preocupa en la actual coyuntura política es la
candidez (o seducción del poder) que muchas iglesias padecen para dejar ser
utilizadas como plataforma política. Que haya candidatos que se autoerijan
representantes de los evangélicos cuando nadie los eligió como tales, denotando de
partida una falta de ética. En este sentido lamento que el hermano que aparece
como número 1 en la lista parlamentaria de un partido cuyo líder ha sido
condenado (en un juicio impecable) por corrupción y violaciones de los derechos
humanos, se haya prestado al juego de aparecer como el representante de los
evangélicos, y que no solo no haya sido capaz de hacer deslindes respecto a la
corrupción, sino que se desdiga y caiga en el lamentable relativismo moral
afirmando que lo que antes condenó cuando era presidente del Concilio Evangélico,
ahora lo acepta porque uno cambia su manera de pensar.

Respecto a la política partidaria, creo que la iglesia no tiene ni debería pretender


tener un representante político. Entonces, ¿deben haber políticos cristianos? Claro
que sí, donde reina la oscuridad se necesita más luz. Creo que Dios quiere y llama a
hombres para ello. Pero las tentaciones y sutilezas del poder obliga a los creyentes
que aspiran a cargos públicos a asegurarse que sus motivaciones son sanas, aun
santas y que sean idóneos (es decir capaces) para asumir el reto.

Adolfo.

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