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1. INTRODUCCIÓN
La primera pregunta que nos viene a la mente, desde esta perspectiva, es ¿ qué relación
existe entre la Sexualidad en general y la Antropología? ¿ qué parte de la Antropología
quedaría comprometida en relación con la Sexualidad?
Nos quedaría aquí solamente una objeción a la expresión "hacer el amor", de acuerdo
con la estructura antropológica del hombre, que expondremos a continuación. El amor
es acto del espíritu, no es un acto psicológico y, por tanto, no habría que confundirlo
con el afecto. El afecto se explica en el mundo animal también, y a veces con un orden
mayor, por la sencilla razón de que el animal, al no poseer un espíritu y, por tanto, no
poseer libertad, no tiene que decidir en cada momento el acto que tiene o no tiene que
realizar. El desorden afectivo se debe a una mala formación y administración de la
libertad. Este problema, tan fundamental, no parece que lo tenga el animal en general.
La libertad tiene que ser formada por el amor, para que esté bien formada. La expresión:
"quiero ser libre para hacer lo más noble, puro y perfecto, esto es, lo mejor". Entonces,
el amor no se hace, amor se es. Es probable que lo que se haga sea el sexo que, por otro
lado, cuando prescinde del amor, que es donación y requiere mucho olvido de sí mismo,
se convierte en egoísmo, con lo cual se destruye la relación integral entre dos seres para
convertirse en un acto involutivo, que tiene que ver más con la genitalidad que con la
sexualidad vivida en una relación de amor integral.
La psicología humana nos aparece como un complejo de funciones variables: una parte
son heredadas, y otra parte son adquiridas o educacionales. El tipo de educación
recibida - el caso de un niño que hubiera crecido en un ambiente eminentemente
neurótico - el tipo de diálogo que sobre la sexualidad tuvo con sus padres y profesores,
el tipo de libertad o de represión contenidos en la educación religiosa respecto del sexo,
el modo de concebir y vivir la sexualidad de ese pueblo donde él nació, así como, el
autoritarismo o la democracia política dominante en el pueblo de su infancia,
adolescencia y juventud, marcarán fuertemente su carácter. Este carácter, más tarde,
será fundamental en la concepción relacional con la otra persona, hasta el punto de que
la relación sexual podría ser entendida más que como un encuentro amoroso, como una
imposición por parte de alguno de los dos.
Nos damos cuenta, pues, de cómo entre genitalidad y sexualidad hay una diferencia y
no porque estos dos actos no vayan unidos, sino porque al separarlos, como sucede en
muchos casos, se prescinde de la particularidad con la que cada persona vive, concibe y
se acerca al acto sexual. En la genitalidad, hablamos del proceso reproductivo, de las
características hormonales y del aparato reproductivo; esto es, de la anatomía y de la
fisiología.. En la sexualidad, en cambio, vamos mucho más allá: aquí estamos hablando
también de genitalidad, pero, al mismo tiempo, hablamos de un conjunto de
características psicológicas, -afectivas, sentimentales, emocionales, socio-culturales- y
espirituales. Queda involucrado, en la sexualidad, todo el ser humano: el ser humano
integral, sin desconocer que, desde el punto de vista biofisiológico, psicológico y
espiritual, el hombre y la mujer viven el acto sexual complementándose, en principio de
complementariedad; si bien no son iguales, idénticos, sí son complementarios. Como
diría López Quintás, es un encuentro ..
Si aceptamos que el amor y la libertad son nociones específicas del espíritu humano, el
afecto y la sexualidad están ordenados al amor y no al contrario; entonces, la libertad
tiene que estar formada por el amor. Si la genitalidad se encuentra lejos de la
sexualidad, el afecto también se explicará en una dimensión inferior al amor. El afecto
lo encontramos en el mundo animal, a veces, con mayor precisión que en los seres
humanos, debido a que aquellos no tienen un espíritu y, por lo tanto, tampoco una
libertad: no tienen que decidir el acto que van a realizar en cada instante, les basta
seguir las indicaciones que dicta su naturaleza.
Se hace necesario, a su vez, una aclaración sobre la diferencia que existe entre el amor y
el afecto, el amar y el sentir, las emociones y los sentimientos, cuáles de éstos
encuentran explicación dentro de la psicología y cuáles en el mundo del espíritu.
Empecemos por la primera cuestión que se nos plantea. ¿Cuál es la definición más
acabada del hombre y cuál es su estructura antropológica?
Muchas son las definiciones que la historia del pensamiento filosófico, cultural y
científico ha dado del ser humano. Si quisiéramos empezar este recorrido
cronológicamente, nos encontraríamos con el panorama que se detalla más adelante.
Precisemos, en todo caso, que, en lo que se refiere a la antropología filosófica el primer
pensador que va a usar este término y definir bien el campo de trabajo de esta materia es
Max Scheler.
En el Cristianismo, para San Agustín el hombre es imagen de Dios: "Son tres las partes
de que consta el hombre: espíritu, alma y cuerpo, que por otra se dicen dos, porque con
frecuencia el alma se denomina juntamente con el espíritu; pues aquella parte del
mismo racional, de que las bestias carecen, se llama espíritu". Para Santo Tomás, el
hombre es una unidad substancial de alma y cuerpo. "Decimos que la esencia del alma
racional se une inmediatamente al cuerpo como la forma a la materia y la figura a la
cera". Para S. Tomás, el hombre es persona. Este ser persona viene descubierto en la
inteligencia como constitutivo esencial específico del ser humano. El conocimiento
intelectivo es, pues, la base de la trascendencia humana.
Esta breve historia de la antropología nos muestra una serie de definiciones del ser
humano, a través del pensamiento filosófico y científico. Definiciones como, animal
racional, animal político, animal social, animal de trabajo, animal lingüista, animal
individual. Hoy se habla de animal técnico.
Todas se refieren a aspectos existenciales del ser humano, porque todas ellas se
inscriben en lo que es psicológico o anímico en el ser humano, 'se inscriben en esa alma
de la cual Cristo mismo nos dice que hay que perder.'
Todas, pues, dejan fuera un inmenso campo de valores sin definir y lo que es más grave,
todas apuntan a elementos del ser humano, dejando fuera la esencia del hombre. Si
aceptáramos que la psicología es un complejo de funciones variables, unas, adquiridas y
otras, educacionales, tendríamos que aceptar que éstas no pueden ni solas ni todas juntas
ser la esencia del ser humano, primero, porque son variables y, segundo, por que son
muchas.
Frente a estas definiciones históricas aparece la definición que Cristo da del ser
humano: "¿No está escrito en vuestra Ley: Yo he dicho: dioses sois? Si llama dioses a
aquellos a quienes se dirigió la Palabra de Dios y la Escritura, no puede fallar...". Esta
extraordinaria afirmación de Cristo está corroborando lo que ya había dicho El Génesis
"Y dijo Dios: "Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra...
Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios lo creó..."
Esta definición de Cristo está diciendo, no que el ser humano sea una divinidad, sino
una deidad. Este soplo de Dios sobre el precedente humano u homínido habla de
presencia constitutiva del Acto Absoluto de Dios en el mismo ser humano, razón de su
filiación divina. Este hecho no es susceptible de experimentación cuantitativa,
estadística o microscópica, no queda sujeto a ninguna experimentación de carácter
inductivo-sensible. La experiencia mística se mueve en esa dimensión sobrenatural. La
deidad que es el ser humano, se encuentra fuera de lo matematizable por la sencilla
razón de que es el amor, el acto personal que mejor define al ser humano, y el amor
encuentra su muerte progresiva, su tumor, en frases como: ¿cuánto amor me vas a dar?,
¿hasta cuándo tengo que amar?, ¿cuántas veces y hasta cuando tengo que perdonar?. El
contrato matemático aplicado al amor priva al amor mismo de su esencia, de ese éxtasis
que también define al ser humano y que consiste en un vivir fuera de mí y cuya
exigencia es la de un completo olvido de sí para unirse a Dios y a los demás seres
humanos. En la unión con Cristo se hace posible un amor de mejor calidad para con el
prójimo.
El amor es acto del espíritu, mientras que el afecto es más bien acto psicológico o del
alma (el alma en el sentido aristotélico). El afecto lo encontramos también en el mundo
animal. Todos los seres vivientes tienen un alma lo que no tienen es un espíritu.
La característica esencial de este amor es aquella de ser imagen y semejanza del amor
con que viven y se transverberan las Personas Divinas. Esta impresión genética, esta
presencia constitutiva de las Personas Divinas en el ser humano, es la verdadera esencia
del ser humano. La misma transverberación, acto absoluto, con el cual se comunican las
Personas Divinas su misma esencia o santidad, puesto en el ser humano, pasa a ser el
acto ontológico, noción suprema, máxima expresión del ser humano en el ámbito de lo
finito.
Este éxtasis absoluto de amor transverberado es el mismo éxtasis que a nivel finito vive
el ser humano en función de la presencia constitutiva del acto absoluto de Dios en él.
"La divina prensencia constitutiva, que naturalmente está en nosotros y nos da forma,
no es creada, porque las personas divinas no crean su propia divina presencia. Hay,
por tanto, un elemento increado en nosotros, que es la presencia constitutiva de las
personas divinas. Este elemento increado es lo que, efectivamente, es el ser + que yo;
esto es, siendo yo + que yo, soy imagen y semejanza de las personas divinas; si imagen
y semejanza de las personas divinas, también imagen y semejanza de su amor, de su
bondad y en general de sus propiedades y atributos. La persona humana, aunque
creada por Dios de la nada, no es imagen de la nada, porque la nada no es imagen de
nada".
Este hecho rompe con la identidad, esto es, "con la persona en cuanto persona" o "la
persona en la persona" y hace de la persona humana un ser en relación con Dios, un ser
abierto y no cerrado. Esta presencia constitutiva hace del ser humano un ser abierto al
infinito, a las Personas Divinas y a los demás seres humanos. Este mismo acto hace que
todas las operaciones humanas sean trascendentes. El concepto de persona o espíritu se
nos sale fuera del principio de identidad, y se nos queda dentro del principio de relación.
Hemos roto, así, con la identidad: "yo soy yo"; "el hombre en el hombre"; "Dios en
Dios". Si Dios es abierto, nosotros también y, si los dos somos abiertos, entonces,
hemos nacido para vivir unidos ya en este mundo.
Este estado de unión, que comporta en el ser humano aceptar la perfección del propio
estado, nos lleva a la comprensión de que el ser humano no sea solo "ser" sino "ser +",
donde el signo + está significando no un predicado del ser, sino su estructura intrínseca
misma. Este "+" estructural aparece con tres leyes que hacen posible el equilibrio y el
progreso del ser humano: la inmanencia, la trascendencia y la perfectibilidad. Todo ser
humano, como Cristo nos recuerda, está llamado a la perfección, siendo Él mismo el
modelo de esa perfección, y es esta misma perfección con la que tenemos que entrar y
salir de nosotros mismos.
3. SEXUALIDAD Y PERSONA
A costa de repetir lo que la mayoría ya sabe acerca de la etimología del término sexual y
sexualidad, me voy a referir a ello porque en la misma definición se nos dan algunas
notas esenciales. El significado etimológico del término 'sexo' y 'sexual' pueden darnos
ya algunas indicaciones, desde el punto de vista fisiológico y psicodinámico, tal y como
es observable en la base del comportamiento. Sexo y sexual, vienen del término latino
'sectus', esto es 'cortado', 'separado', 'distinto'. Lo femenino y lo masculino, entonces,
serían , desde lo fisiológico, dos expresiones de una misma naturaleza originalmente
andrógina, que se especializa dando origen a dos realidades.
El hecho de que en la relación sexual humana entra en juego el hombre entero, es decir,
su biología, su psicología y su espíritu, hace que valores como la libertad, la fidelidad,
la constancia, la humildad, etc., específicos del amor humano, sean necesarios y siempre
presentes - aunque muchas veces ignorados- en la relación sexual. Precisamente, porque
es una relación, tiene que ser encuentro de dos amores, encarnantes cada uno de ellos de
una sexualidad complementaria del otro. La Humanae Vitae nos dice que las
características del amor conyugal tienen que ser las de "un amor plenamente humano,
esto es, sensible y espiritual al mismo tiempo, no una simple efusión del instinto o del
sentimiento... Es un amor total, esto es una forma de amistad personal, donde no cabe
el cálculo egoísta... Un amor fiel y exclusivo hasta la muerte, capaz de generar una
felicidad profunda y duradera... y, finalmente, un amor fecundo: los hijos son, sin duda,
el don más valioso del matrimonio".
La libertad humana, característica esencial del espíritu humano, tiene necesidad de ser
formada por el amor, cualquier otra formación es deformante de la verdadera
personalidad del hombre. Y si la libertad tiene que ser formada por el amor, la
sexualidad también queda sujeta, en su libertad, a ser expresión del amor y no del puro
instinto. Una sexualidad puramente sensitiva, traicionaría de tal manera y en tal medida
la exquisita sensibilidad del espíritu, que produciría degradación de la personalidad y
nunca ayudaría a la persona a ser más persona o, integralmente, persona.
Este hecho lo constatamos, frecuentemente, en la vida íntima conyugal, donde más que
verdadero encuentro, relación y diálogo, lo que se constata es egoísmo, satisfacción
propia. Algo que habría tenido que ser verdadera unión de dos espíritus, dos psicologías
y dos cuerpos, un encuentro fundamentado en el amor, se convierte en pura genitalidad
y, la mayoría de las veces, impuesta.
Al constatar la soledad en la que vive el ser humano de este siglo, se entiende su miedo
a perder lo único que le queda: su existencia. Aunque esta sea cada vez más abundante
en psicopatologías y disfuncionalidades psicológicas, resultado de la constante mentira
a la que somete el ser humano a su conciencia. Este estado de contraconciencia real, le
produce una progresiva neurosis hasta degenerar en lo patológico, derivando, en
muchos casos, en violencia, cuya sensación parece necesaria a este tipo de ser humano
para seguir sintiéndose vivo.
3.a La Masturbación
Esta pureza del corazón indica, sobre todo, no doblez. Este esfuerzo que Cristo pide al
cristiano, está dirigido a que el ser humano viva la plenitud del amor que es sin mezcla
de desamor alguna, y la característica de la masturbación es la de ser un acto de
desamor o de egoísmo, que nada dice de la naturaleza del cielo que el ser humano lleva
dibujado en su espíritu. El amor requiere mucho olvido de sí mismo, posar la mirada en
el otro, incluso, vivir en función del otro, retirando, pues, la mirada de sí mismo.
Las manchas, en cualquier traje, por pequeñas que sean, son siempre antiestéticas,
psicológicamente molestas, signo de pobreza moral y de fealdad. Lo mismo ocurre con
la masturbación. La masturbación es un acto que nadie hace en público, por muy pobre
moralmente que sea la persona, contrariamente, los enamorados, por ejemplo, se dan un
beso en una plaza. Estas personas pueden no profesar religión alguna y, sin embargo,
juzgarán siempre que es algo feo y que, por tanto, no debe ser visto. Solo en el
depravado se podría dar este hecho, esto de todas formas ya sería enfermedad o
disfuncionalidad psicológica.
En los adolescentes, cuando se despierta su vida sexual, se dan estas fantasías sexuales,
donde, sobre todo los chicos, descubren la importancia de la imaginación en la
excitación sexual. En la mujer, la fantasía pasa a través del romance. El hecho de que el
mismo acto sexual en el hombre, tenga su primer momento en la fase de deseo,
alimentada por la imaginación en relación con el cuerpo de la mujer, nos dice
claramente que la imaginación hay que educarla, porque ninguna de las facultades
humanas nace educada ni formada.
En muchas culturas del pasado y todavía hoy, sobre todo aquellas con menores
exigencias culturales, el matrimonio adviene en tierna edad, cuando apenas aparece la
pulsión sexual. Esta queda sofocada dentro del matrimonio y el producto son ya hijos
del mismo matrimonio. En la cultura actual, de índole occidental, que se está
imponiendo poco a poco en todo el planeta, aparece el problema contrario, el carácter
intelectual es enormemente competitivo, y será este el que va a definir el futuro
profesional y familiar de las personas.
También a los jóvenes, hijos de este tiempo, se les exige este mismo esfuerzo que
culmina alrededor de los 26 años, ¿ Cómo educar la pulsión sexual que aparece a los 13
o 14 años, durante el pololeo, hasta los 26 o 28 años en que la mayoría decide casarse?.
A esta pregunta responderemos en el siguiente apartado.
La experiencia nos ha dicho y nos sigue diciendo hoy, que las relaciones sexuales
prematrimoniales, frecuentemente son producto o de la curiosidad o de la pura
satisfacción sexual, precisamente porque el estado de condición de estudiantes en que se
encuentran los dos, en una buena parte de los casos, no les permite ningún compromiso
definitivo. A esto habría que unir la precocidad de estas relaciones sexuales, cuando aún
no se conocen bien los dos.
Otra pregunta más que nos queda por aclarar en este camino emprendido: ¿Podemos
llamar 'amoroso' a un acto sexual donde, para llevarlo a cabo, lo primero que hago es
tomar distancias del otro, poniendo una 'barrera' que nos separe, algo así como un 'no
quiero contagiarme con nada de lo que tienes´?.
El amor no desnuda al otro, al contrario, tiende a cubrirlo para que no se vean sus
debilidades. 'El amor todo lo cree, espera y soporta' (Cfr. 1°Corintios 13). En síntesis,
la experiencia del amor verdadero nos dice que los dos dejan de decir 'yo', para empezar
a decir 'nosotros'. Ser una sola carne, significa empezar a decir 'nosotros', y con tanto
respeto y veneración, que cuando toco su carne, es como si tocara la mía.
¿ Puede llamarse amor a un acto, cuya culminación sea el de eliminar la vida como en el
caso del uso de la 'T' o del aborto provocado? ¿ qué tipo de relación realmente amorosa
puede seguirse de un acto en el que se mata la vida que se supone sería el elemento de
mayor unión entre los dos? y ¿ en qué modo anestesiar las dos conciencias en igual
grado, para que la relación pueda seguir? Todo nos hace suponer que es 'nuestra
libertad bien formada por el amor' la que tiene que formar e informar a nuestra
sexualidad.
San Pablo no se cansa de recordarnos que somos templo del Espíritu Santo, una catedral
de carne y de sangre, donde Dios, en función de nuestra filiación divina, está presente
constitutivamente. Lo que somos como personas lo debemos a este hecho de que Dios
esté presente desde el momento mismo de nuestra concepción, en nuestro espíritu,
haciendo de cada uno de nosotros una imagen, una deidad de su infinita divinidad. Un
templo es un lugar de culto donde lo antiestético, lo vulgar, lo mediocre, lo no santo, no
tiene lugar.
¿A quién, entonces, no le gustaría llegar a este mundo habiendo sido pensado, soñado,
proyectado por dos que se aman sin mezcla de desamor alguna, y no llegar a este mundo
sin ser deseado, ni pensado, sin hogar, producto del error de un método, y que además
llega destruyendo el egoísmo de uno o de los dos?. El cristiano está llamado por Cristo a
la perfección y, por tanto, a elevar la calidad de la vida humana y no a abismarla en la
miseria moral.
Cristo nos enseña que todo delito moral empieza primero en el campo del pensamiento
y del deseo o apetito desordenado. Es decir, la fantasía, la imaginación en un modo en el
hombre y, otro en la mujer, es el lugar de inicio de la fase de deseo. Ninguna de estas
subfacultades nacen educadas. Se hace necesario un estado de recogimiento de la mente
y un estado de paz en la voluntad, capaces de seleccionar y no dejar entrar en la mente o
en la voluntad aquello que después nos provocará 'indigestión moral'. 'El Reino de los
Cielos sufre violencia y solo los violentos se apoderan de él'
4. CONCLUSIONES