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ESTRUCTURA DE LA PIEL
La piel es un órgano delgado, relativamente plano, clasificado como una membrana, la
membrana cutánea. Está compuesta por dos capas principales: una exterior, más fina,
llamada epidermis, y otra interna, más gruesa, denominada dermis.
La zona especializada donde las células de la epidermis se unen con las células del tejido
conjuntivo de la dermis se denomina unión dermoepidérmica. Debajo de la dermis se
encuentra una capa subcutánea, laxa, rica en grasa y en tejido areolar a la que a veces se
la denomina hipodermis o aponeurosis superficial. El contenido graso de la hipodermis
varía según el estado de nutrición, pudiendo superar en los sujetos obesos los 10 cm de
espesor en algunas zonas. La densidad y disposición de las células grasas y de las fibras de
colágeno en esta zona determina la relativa movilidad de la piel.
EPIDERMIS
La epidermis está formada por epitelio escamoso estratificado, avascular. Su grosor varía
entre 0,04 a 0,4 mm, siendo más grueso en las palmas de las manos y en las plantas de los
pies. Su estructura presenta distintos tipos de células que se distribuyen en diferentes capas
o estratos.
TIPOS DE CÉLULAS
La epidermis está formada por varios tipos de células epiteliales. Los queratinocitos están
llenos de una proteína dura, fibrosa, denominada queratina. Estas células son las más
importantes de la epidermis. Constituyen más del 90% de las células epidérmicas y forman el
principal elemento estructural de la piel externa. Los melanocitos aportan color a la piel y
sirven para filtrar la luz ultravioleta. Se cree que otro tipo de células, las células de
Langerhans, desempeñan un papel limitado en las reacciones inmunológicas que afectan la
piel y pueden servir como mecanismo de defensa.
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CAPAS DE CÉLULAS
Las células de la epidermis se distribuyen hasta en cinco capas o estratos distintos, los cuales
se denominan según sus características estructurales o funcionales.
Capa córnea
La capa córnea es la más superficial de la epidermis. Está formada por células escamosas
(planas) muy finas, que, en la superficie de la piel, están muertas y siempre están
desprendiéndose y siendo sustituidas. El citoplasma de estas células ha sido sustituido por
una proteína repelente del agua, denominada queratina. El proceso por el que se forman las
células de esta capa se denomina queratinización. La capa córnea se llama a veces zona
de barrera de la piel porque actúa como una barrera para la pérdida de agua y para muchos
otros peligros ambientales, que van desde los gérmenes y las sustancias químicas nocivas
hasta el traumatismo físico. Cuando esta capa de barrera se ha alterado, la eficacia de la piel
como barrera protectora disminuye considerablemente y la mayoría de los contaminantes
pueden atravesar con facilidad las capas inferiores de la epidermis celular. Ciertas
enfermedades de la piel hacen que la capa córnea aumente su espesor bastante más allá de
los límites normales, un cuadro denominado hiperqueratosis. El resultado es una piel
gruesa, seca, escamosa, no elástica y con dolorosas fisuras.
CAPA PAPILAR
Esta capa presenta protuberancias denominadas papilas dérmicas que se proyectan en la
epidermis. Entre la superficie esculpida de la capa papilar y el estrato basal está situada la
importante unión dermoepidérmica.
La fina capa epidérmica de la piel se adapta estrechamente a las crestas de las papilas
dérmicas. En consecuencia, la epidermis tiene también en su superficie unas crestas
características, especialmente bien definidas en la punta de los dedos de manos y pies. Su
patrón es único para cada uno de nosotros, una característica anatómica que se ha hecho
famosa por el arte de la dactiloscopia.
Estas crestas desempeñan una función muy importante para la supervivencia humana, puesto
que nos permiten asirnos a las superficies con la suficiente firmeza como para caminar
erectos en las superficies resbaladizas, así como agarrar y utilizar las herramientas.
CAPA RETICULAR
La gruesa capa reticular de la dermis consta de una retícula o red de fibras mucho más densa
que se observa en la capa papilar sobre ella. Aunque la mayoría de sus fibras son de tipo
colágeno, lo que confiere resistencia a la piel, también hay fibras elásticas que hacen a la piel
distensible y elástica.
La dermis contiene fibras musculares esqueléticas (voluntarias) y lisas (involuntarias). En la
piel de la cara y del cuero cabelludo, hay una serie de músculos esqueléticos que permiten
una amplia variedad de movimientos voluntarios. La distribución de las fibras musculares
lisas en la dermis es mucho más amplia que la de la variedad esquelética, por ejemplo, cada
folículo piloso cuenta con un pequeño haz de músculos involuntarios unidos a él, también el
escroto y la piel pigmentada que rodea los pezones (areola) cuenta con este tipo de
músculos.
Localizadas en la dermis de todas las zonas cutáneas existen millones de terminaciones
nerviosas denominadas receptores. Permiten que la piel actúe como un órgano de los
sentidos, transmitiendo al cerebro sensaciones de dolor, presión, tacto y temperatura.
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A diferencia de la epidermis, la dermis no se descama y se regenera a sí misma de una forma
continuada. Se mantiene a sí misma, pero la regeneración rápida del tejido conjuntivo
dérmico sólo se produce en circunstancias no habituales, por ejemplo la cicatrización de las
heridas.
En la cicatrización de una herida, como puede ser una incisión quirúrgica, los fibroblastos de
la dermis se reproducen con rapidez y empiezan a formar una masa extraordinariamente
densa de nuevas fibras de tejido conjuntivo. Si esta masa no es sustituida por tejido normal,
queda una cicatriz.
Si las fibras elásticas de la dermis se distienden en exceso, por ejemplo por el rápido aumento
del volumen del vientre durante el embarazo o como consecuencia de una gran obesidad,
estas fibras se debilitarán y romperán. El resultado inicial es la formación de surcos
deprimidos, rosados o ligeramente azulados, con bordes dentados. Estas finas marcas
(marcas de estiramiento) son en realidad, diminutos desgarros. Cuando cicatrizan y pierden
el color, las “estrías” que quedan parecen cicatrices lineares y brillantes, de color blanco
plata.
COLOR DE LA PIEL
La piel humana presenta una amplia variedad de colores. La causa determinante del color de
la piel es la cantidad de melanina depositada en las células de la epidermis.
El número de melanocitos productores de pigmento distribuidos en el estrato basal de la
epidermis en muchas zonas del cuerpo es aproximadamente el mismo en todas las razas. Lo
que explica la mayoría de las variaciones de color cutáneo es la cantidad de melanina que
producen realmente esas células. Los melanocitos están altamente especializados y son
únicos en su género.
El color básico de la piel de un sujeto puede variar siempre que su contenido de melanina se
modifique apreciablemente, aunque también puede cambiar sin que ésta cambie. En este
caso, el cambio suele ser temporal y depende casi siempre de una modificación en el
volumen de sangre que fluye por los capilares cutáneos. Por ejemplo, si los vasos cutáneos
se contraen, el volumen de sangre disminuye y la piel palidece; sin embargo, si los vasos se
dilatan, como sucede al enrojecer, la piel aparece más rosada.
Conducto de las
glándulas
sudoríparas Estrato córneo
Estrato
granuloso
Estrato
Corpúsculo táctil germinativo
Conducto de las
glándulas
sudoríparas
DERMIS
Glándula
sudorípara
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Tejido adiposo HIPODERMI
S
Arteria
Terminación
Corpúsculo de nerviosa
Paccini
ANEXOS DE LA PIEL
Los anexos de la piel son el pelo, las uñas y las glándulas cutáneas.
PELO
Los pelos son una característica distintiva de los mamíferos. Sólo algunas zonas de la piel
carecen de pelo, en especial las palmas de las manos y las plantas de los pies. Tampoco hay
pelo en los labios, los pezones y algunas zonas de los genitales.
Muchos meses antes del nacimiento, los folículos pilosos comienzan a desarrollarse por casi
toda la piel. Hacia el sexto mes de embarazo, el feto en desarrollo está cubierto casi por
completo por una capa de pelo suave y extremadamente fino denominado lanugo, la mayoría
se pierde antes del nacimiento.
El crecimiento del pelo comienza cuando las células de la epidermis se esparcen por la
dermis, formando un pequeño tubo, el folículo, en éste se forma un racimo de células
denominado matriz germinal. Las células de la matriz germinal son las responsables de la
formación del pelo; sufren repetidas mitosis, crecen hacia arriba en el folículo y se
queratinizan para formar el pelo. Mientras que las células de la matriz germinal permanezcan
vivas, el pelo se regenerará, aunque se corte, depile o elimine de cualquier otra forma.
En el pelo alternan períodos de crecimiento y de reposo. por término medio, el pelo de la
cabeza crece algo menos que 12 mm al mes, o unos 12 cm al año. El pelo del cuerpo crece
más lentamente.
UÑAS
Las uñas de las manos y de los pies están formadas por células epidérmicas muy
queratinizadas. La parte visible de la uña se llama cuerpo ungueal, el resto, es decir la raíz,
está en un surco escondido bajo un pliegue de la piel llamado cutícula. El cuerpo de la uña
más próximo a la raíz presenta una zona blanca, en forma de media luna, conocida con el
nombre de lúnula o “pequeña luna”. Bajo la uña se encuentra una capa de epitelio
denominado lecho ungueal. Dado que contiene gran cantidad de vasos, su aspecto es de
color rosado a través del cuerpo ungueal translúcido.
GLÁNDULAS CUTÁNEAS
Las glándulas cutáneas son tres tipos de glándulas microscópicas: sudoríparas, sebáceas y
ceruminosas.
Glándulas sudoríparas Son las más numerosas de las glándulas cutáneas. Se dividen en
dos grupos: ecrinas y apocrinas, según el tipo de secreción, localización y conexiones con el
sistema nervioso.
Las glándulas ecrinas son las más numerosas e importantes y están diseminadas por todo el
cuerpo, excepto en los labios, el conducto auditivo, el glande del pene y los lechos ungueales.
Son muy pequeñas, producen un líquido acuoso transparente (transpiración o sudor), rico en
sales, amoníaco, ácido úrico, urea y otros desechos. Además de eliminar los desechos, la
transpiración desempeña un papel fundamental en la termorregulación.
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Las glándula apocrinas están profundamente situadas en la capa subcutánea de la piel de la
axila, la areola de las mamas y la piel pigmentada que rodea al ano y están conectadas a los
folículos pilosos. Las glándulas apocrinas crecen y empiezan a funcionar en la pubertad,
produciendo una secreción más viscosa y coloreada que las ecrinas.
Glándulas sebáceas Segregan grasa para el pelo y la piel. La grasa o sebo mantiene el
pelo flexible y la piel suave y dúctil. Actúa como una crema protectora cutánea facilitada por
la naturaleza, evitando la excesiva pérdida de agua de la epidermis. Dado que el sebo es rico
en sustancias químicas, como triglicéridos, ceras, ácidos grasos y colesterol, que tienen
efecto antifúngico, contribuye a disminuir la actividad fúngica en la superficie cutánea.
Glándulas ceruminosas Son una variedad o modificación de las glándulas apocrinas. Son
simples, se abren en la superficie libre de la piel del conducto auditivo externo segregando
cerumen, que protege la piel de este conducto frente a la deshidratación. El exceso de
cerumen puede endurecerse y obstruir el oído, provocando pérdida de la audición.
PELÍCULA SUPERFICIAL
La capacidad de la piel para actuar como barrera protectora frente a una amplia serie de
posibles ataques medioambientales, comienza con el correcto funcionamiento de una fina
película de material emulsionado que se extiende sobre su superficie. Esta película superficial
está producida por la mezcla de restos y secreciones de las glándulas sudoríparas y sebáceas
con las células epiteliales que constantemente se desprenden de la epidermis. El
desprendimiento de elementos epiteliales de la superficie cutánea se denomina descamación.
Las funciones de la película superficial son:
Acción antibacteriana y antifúngica.
Lubricar.
Hidratar la superficie cutánea.
Neutralizar los irritantes cáusticos.
Neutralizar numerosos tóxicos.
La composición química de la película superficial comprende: 1) aminoácidos, esteroles y
fosfolípidos complejos procedentes de la descomposición de las células epiteliales
descamadas; 2) ácidos grasos, triglicéridos y ceras del sebo, y 3) agua, amoníaco, ácido
láctico, urea y ácido úrico, procedentes del sudor. La composición química específica de la
película superficial es muy variable, esto permite explicar los tipos únicos y localizados de
distribución de ciertas afecciones cutáneas y por qué la piel que cubre una zona del cuerpo es
a veces más susceptible al ataque de ciertas bacterias u hongos.
FUNCIONES DE LA PIEL
Las funciones de la piel son fundamentales para mantener la homeostasia y, en consecuencia,
para la propia supervivencia. También son variadas, comprenden procesos tan distintos como
la protección, la regulación de la temperatura, la síntesis de importantes sustancias químicas
y hormonas (como la vitamina D) y la excreción de agua y sales. También sabemos ahora
que ciertas sustancias pueden absorberse a través de la piel, por ejemplo las vitaminas
liposolubles (A, D, E y K), los estrógenos y otras hormonas sexuales, las hormonas corticoides
y ciertos fármacos, como la nicotina y la nitroglicerina. Además, los receptores sensitivos de
la piel le permiten actuar como un complejo órgano sensorial, sirve como una antena que
detecta estímulos que llevan a la sensación de calor, frío, presión, tacto y dolor.
La piel también produce melanina, un pigmento que actúa como una pantalla eficaz frente a
la luz ultravioleta, y queratina, una de las proteínas protectoras más flexible y duradera de la
naturaleza.
El tejido escamoso estratificado, queratinizado, que forma parte de la epidermis, convierte a
esta última en una formidable barrera, protege a los tejidos subyacentes de la invasión de
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innumerables microorganismos, impide la entrada de la mayoría de los sustancias químicas
nocivas y disminuye la lesión mecánica de las estructuras subyacentes.
La piel desempeña un papel muy importante en el mantenimiento de la homeostasia de la
temperatura corporal, tema que desarrollaremos a continuación.
PRODUCCIÓN DE CALOR
El calor se produce por un mecanismo, el metabolismo de los alimentos. Dado que los
músculos y las glándulas (sobre todo el hígado) son los tejidos más activos, metabolizan más
y en consecuencia producen más calor que cualquier otro tejido. Por lo tanto, el principal
determinante de la cantidad de calor que produce el cuerpo es la cantidad de trabajo
muscular que realiza. Por ejemplo, durante el ejercicio y el temblor, el metabolismo y la
producción de calor aumentan considerablemente; sin embargo, durante el sueño, cuando se
desarrolla muy poco trabajo muscular, el metabolismo y la producción de calor disminuyen.
PÉRDIDA DE CALOR
Un mecanismo que utiliza el cuerpo para mantener la temperatura interna relativamente
constante es regular la cantidad de calor perdido. Aproximadamente el 80% o más de esta
transferencia de calor se produce a través de la piel; el resto tiene lugar en las mucosas.
La pérdida de calor se puede regular modificando la perfusión de la piel. Si hay que conservar
calor para mantener una temperatura corporal constante, los vasos dérmicos se contraen
(vasoconstricción), conservando la mayor parte de la sangre caliente circulante más en el
interior del cuerpo. Si hay que aumentar la pérdida de calor para mantener una temperatura
constante, los vasos dérmicos se dilatan (vasodilatación), aumentando el aporte de sangre
caliente de los tejidos profundos de la piel.
El calor transmitido desde la sangre caliente a la epidermis puede eliminarse al exterior a
través de los procesos físicos de evaporación, radiación, conducción y convección.
Evaporación
La evaporación de cualquier líquido requiere el consumo de energía calórica. La evaporación
del agua es un sistema por el que el cuerpo pierde calor, especialmente la piel.
La evaporación es muy importante a temperaturas ambientales altas cuando es el único
medio por el que la piel puede perder calor. Una atmósfera húmeda retrasa necesariamente
la evaporación y disminuye el efecto de enfriamiento derivado de ella, lo que explica el hecho
de que una misma temperatura parezca más cálida en los climas húmedos que en los secos.
A temperaturas moderadas, la evaporación justifica la pérdida de aproximadamente el 50%
del calor que se pierde por radiación.
Radiación
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La radiación es la transmisión de calor desde la superficie de un objeto a la de otro sin
contacto real entre ambos.
El calor irradia de la superficie corporal a los objetos próximos que están más fríos que la piel
e irradia a la piel de los que están más calientes que ella. Este es, naturalmente, el principio
de los sistemas de calentamiento y enfriamiento.
Con una temperatura ambiental fría, la radiación justifica un mayor porcentaje de pérdida de
calor de la piel que la conducción y la evaporación combinadas, sin embargo, en los
ambientes calientes no se pierde calor por radiación, sino que, al contrario, puede recibirse
por radiación de las superficies más calientes que la piel.
Conducción
Conducción significa el traspaso de calor a cualquier sustancia en contacto real con el cuerpo,
como la ropa o los alimentos y líquidos fríos ingeridos. Este proceso justifica una pérdida de
calor relativamente pequeña.
Convección
La convección es la transmisión de calor desde una superficie por el movimiento del aire o de
partículas líquidas calentadas.
Por lo general, la convección provoca una pérdida muy pequeña de calor desde la superficie
corporal, no obstante, hay ciertas condiciones en las que puede provocar pérdidas
considerables, como puede ser el caso de que se salga del baño con una corriente, incluso
ligera, procedente de una ventana abierta.
PIEL
PIEL
Glándulas Vasos Fibras nerviosas
sudoríparas sensitivas
sanguíneos
CENTRO
INTEGRADOR