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ÍNDICE
Pórtico común Pórtico propio Las Bienaventuranzas de Jesús
CAPÍTULO INTRODUCTORIO
1. La alegría cristiana 2. Las bienaventuranzas en la Palabra de Dios 3. Las
bienaventuranzas son para hoy y para mañana4. Las bienaventuranzas: programa de vida
cristiana5. Las bienaventuranzas: camino de santidad 6. El «tesoro» de las
Bienaventuranzas A. BIENAVENTURANZAS
I. Los llamados a ser bienaventurados 1. Del niño 2. De los pequeños 3. De la
juventud 4. De la familia 5. De los hogares cristianos 6. De la casa 7. De
los enfermos 8. Del que acompaña al enfermo
9. Bendiciones del anciano10. Una sonrisa para un anciano 11. Cántico del anciano
será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores
a vosotros».
La Biblia está llena de recomendaciones para vivir en plenitud la alegría como fruto del
amor que Dios nos tiene y del fiel cumplimiento de la ley.
La alegría hay que vivirla y regalarla. Es un don de Dios y nosotros hemos de ser meros
canales que la transmitimos. Pero hay que ser canal-cisterna. Antes, llenarnos de ella, y,
después, regalarla a los demás sin perderla nosotros. El medio para ello será la sonrisa, el
saber sonreír a todos y siempre.
También de la sonrisa se han dicho cosas muy bellas: cuesta poco y produce mucho. No
empobrece a quien la da y enriquece a quien la recibe. Dura sólo un instante y perdura en
el recuerdo para siempre. Nadie es tan rico que pueda vivir sin ella, y nadie tan pobre que
no la conozca...
Los primeros beneficiados de la alegría seremos nosotros mismos. Lo recuerda la
Palabra de Dios: «Corazón alegre, hace buen cuerpo, la tristeza seca los huesos» (Prov
5
17, 22).
Aristóteles afirmaba que el hombre no puede vivir largo tiempo sin alegría. Hoy hay
mucha tristeza en el mundo. El cristiano no puede nunca dejarse arrastrar por la tristeza.
Podrá carecer de todo, pero siempre en su alma deberá almacenar toneladas de alegría.
San Pablo lo repetía insistentemente a los filipenses (4,4). Y a los gálatas recordaba que
la alegría está después de la caridad y es uno de los doce frutos del Espíritu Santo (5,
22).
La alegría más que virtud es fruto de varias virtudes. El mismo Jesucristo nos invitó en
el Sermón del Monte a la alegría, a ser felices a pesar de que carezcamos de los bienes
pasajeros que afanosamente busca y ama el mundo: bienaventurados, dichosos, alegres,
los que sufren, los que pasan hat7ibre, los perseguidos... porque saben que todo esto es
pasajero y que nos conduce a la vida eterna que será completamente gozosa.
2. LAS BIENAVENTURANZAS EN LA PALABRA DE DIOS
Los griegos atribuían a sus dioses una completa bienaventuranza o felicidad y por ello
les tenían envidia. I a Biblia por el contrario nunca llama a Yahvé bienaventurado. Es el
Señor quien hace bienaventurado al hombre por los dones que le da.
Dios le ha elegido como su pueblo y esta felicidad nadie se la podrá quitar (Sal 33,12).
Todos los bienes le vienen por él (Sal 34,37 ...).
Los salmos, sobre todo, son un continuo cántico de reconocimiento por esta felicidad que
el hombre recibe de Dios.
Los libros sapienciales están llenos de estas bienaventuranzas.
«Estar en la presencia del Señor» o «estar junto a Él» son expresiones muchas veces
repetidas en el Antiguo y Nuevo Testamento que indican la felicidad del hombre que esto
alcanza.
Para el israelita las bienaventuranzas eran como una especie de norma de conducta. Para
recibirlas era necesario vivir según algunas directrices. Si no se cumplían se convertían
en maldiciones. Eran como «caminos» que conducen a la dicha. Esta felicidad se
extiende a todos los campos: política, virtudes sociales, y, sobre todo, referentes a la vida
familiar.
Junto con estas bienaventuranzas, que podríamos llamar morales, hay también las que
podemos llamar «religiosas»: confiar en Dios, amar a Dios, temerle, meditar su ley, etc.
Las Bienaventuranzas o makarismos del Nuevo Testamento son totalmente religiosas.
Hacen referencia, sobre todo, a la alegría que le espera al hombre por ser hijo de Dios y
por el reino de los cielos que espera alcanzar. El acontecimiento decisivo para este
cambio de mentalidad es el nacimiento del Mesías, el anuncio del reino. Todos los
pasajes de la vida de Cristo son una continuada bienaventuranza.
Los evangelios atribuyen al mismo Jesucristo veinte Bienaventuranzas además de las
ocho de Mateo.
San Lucas trae tres bienaventuranzas que no son de Jesús: La de Isabel a María (1, 45); la
de la mujer: «Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron»
(11, 27) y la del comensal en casa del fariseo (14, 15).
En los demás libros del Nuevo Testamento hay once bienaventuranzas. Siete de ellas
están en el Apocalipsis.
San Lucas trae cuatro y están dirigidas a la segunda persona en lugar de la tercera corno
lo hace san Mateo.
3. LAS BIENAVENTURANZAS SON PARA HOY Y PARA MAÑANA
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Jesús, al anunciar las bienaventuranzas, está pensando en la felicidad del hombre para
esta vida y para la otra. Habla de una realidad para quienes las reciben y promesa ya
desde ahora para la vida eterna para quienes las practican.
No es sólo objeto de un porvenir lejano, sino ya una realidad para el momento presente,
como anticipo del Reino.
Los autores suelen distinguir entre dos géneros de bienaventuranzas: las de carácter
sapiencial y las de carácter apocalíptico.
El género literario de las bienaventuranzas es bastante conocido tanto en la literatura
griega como en la judía.
El hombre está llamado a ser bienaventurado, a ser feliz ya en esta vida.
Bienaventurado es el hombre que recibe la salvación. Para alcanzar esta bienaventuranza
o felicidad, será necesario poner algunas condiciones:
•la fe (Mt, 16,17; Le 11, 28);
•la perseverancia en esta fe (St 1, 12);
•la vigilancia para cuando llegue el Señor (Lc 12, 37).
En la literatura apocalíptica la Bienaventuranza va dirigida a aquellos que serán salvados
en el día del juicio definitivo y que participarán en el mundo futuro porque han sabido ser
fieles a Iahveh.
Citamos un ejemplo particularmente interesante, en el que se van oponiendo bendiciones
y maldiciones:
-«Feliz el hombre que abre su boca para alabar al Señor. Maldito el que abre su boca
para injuriar a su prójimo.
- Feliz el que bendice todas las obras del Señor. Maldito el que desprecia una criatura
del Señor.
- Feliz el que endereza la obra de sus manos. Maldito el que destruye los trabajos de los
otros
- Feliz el que guarda las tradiciones de los padres.
-Maldito el que deforma las órdenes y disposiciones de sus padres.
-Feliz el que camina en la paz. Maldito el que turba la paz.
-Feliz el que habla de paz y la posee. Todo esto será dispuesto sobre la balanza y escrito
en los libros en el gran Día del juicio. Ahora, hijos míos, guardad vuestros corazones de
toda falsedad para que la balanza de la luz sea vuestra herencia para toda la eternidad».
(Hen. Eslavo 32, 1-16).
Es esta Bienaventuranza de carácter apocalíptico la que a rrosotros nos interesa de
manera particular para situar la enseñanza de Jesús. La expresión «Feliz» no expresa
simplemente una alabanza para los hombres, sino una proclamación de salvación que se
dirige ya ahora a aquellos que viven como elegidos para la salvación del fin de los
tiempos.
4. LAS BIENAVENTURANZAS, PROGRAMA DE VIDA CRISTIANA
Las bienaventuranzas no son solamente una promesa de felicidad para el futuro. Son ya
una realidad para el presente. El mismo Jesucristo las inaugura viviendo en su persona
lo que promete a sus seguidores si quieren ser verdaderamente felices ya aquí en la
tierra.
Jesucristo en el Sermón del Monte señala el fin al que hay que llegar para ser
bienaventurado: consuelo perfecto, reino de los cielos, tierra de los vivos... Pero, para
llegar allí, Él también señala los pasos que hemos de vivir: desprendimiento, sufrir, ser
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Cruz Jesucristo. Gandhi era un profundo conocedor de las religiones y pudo afirmar:
«El Sermón del Monte es la página más bella que ha sido escrita y sólo ha podido
escribirla Jesucristo». Es verdad. Aunque solamente hubiera pronunciado Jesucristo
estas palabras merecería el reconocimiento eterno de toda la humanidad, ya que
encierran toda su sublime doctrina.
En la Palabra de Dios abundan las frases que recogen alguna obra buena o practican una
virtud... y a estos se les llama «bienaventurados» o «bienaventuranzas». Todas ellas,
dentro de su brevedad o laconismo, constan de dos partes: la primera, comienza con
«bienaventurados»... y la segunda, después de la palabra «porque» da la razón del
premio que Dios otorga a quien practica la virtud o realiza la obra buena.
Las bienaventuranzas son la autobiografía de Jesucristo. Al proclamarlas, no nos da un
código abstracto dee doctrina, sino que se limita a describir su propia vida, su
autorretrato. Las bienaventuranzas nos ofrecen el mensaje de Jesucristo, es decir, son
como ocho capítulos de su misma vida, que él vivió a lo largo de toda ella
practicándolas en toda su perfección.
Las bienaventuranzas son el mejor retrato de Jesús. Jesús no sólo predicó las
Bienaventuranzas, sino que las vivió enteramente. Si no te sabes bien las
Bienaventuranzas, mira a Jesús, estudia su vida. Si tienes alguna duda de interpretación,
consulta el comportamiento de Jesús. Las Bienaventuranzas es letra, Jesús pone la
música, la vida.
Todos los cristianos, como nos ha recordado el concilio Vaticano II, estamos llamados a
la santidad. Esta sólo se consigue imitando a Jesucristo. Bastaría pues vivir las
bienaventuranzas para ser auténticos imitadores de Jesucristo, ya que, todas ellas fueron
perfectísimamente vividas por Él desde su nacimiento hasta la cruz.
Los cristianos estamos llamados a «seguir las huellas de Cristo» (1 Pe 2, 21) y a «tener
sus mismos sentimientos» (Filp 2, 5). Esto lo conseguiremos si vivimos las
bienaventuranzas.
El mundo pregona una felicidad falsa, que no satisface: dinero, honra, placer.
Engañosamente se cree que goza más el que es más fuerte, el que más triunfa, el que
más tiene, el que consigue éxito en todos sus planes, en la comodidad, en la seguridad,
el que mejor come y bebe, el que mejor viste y más viaja... Se resume en estas tres
palabras: poder, tener y placer. La experiencia de cada uno le demuestra que esta
felicidad sola no llena, es engañosa y huidiza. Cuando se posee, se desea más y más.
Siempre se teme que se va a perder o abandonar... Es la felicidad que nos recuerda el
salmo primero.
San Agustín, que conocía por experiencia propia la vanidad de estas riquezas y
engañosa felicidad, pudo decir aquella famosa frase en sus Confesiones: «Señor, nos
hiciste para Ti y nuestro corazón no descansa, -nada le satisface-, hasta que descanse en
Ti».
Hay otra felicidad que es la que verdaderamente hace feliz: la felicidad del cristiano, la
opuesta a esta delmundo. Sus valores son los del alma: la cercanía de Dios, el amor a
Dios y a los hermanos, el gozoso vivir con la esperanza del Reino.
Más adelante traemos una Bienaventuranza que trata de cómo hemos de conocer o leer
las bienaventuranzas para poderlas vivir o asimilar. Los santos supieron leerlas, vivirlas,
y por esto alcanzaron la santidad.
Si las meditarnos con frecuencia, nos ayudarán, sin duda, a adquirir la santidad a la que
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estamos llamados. Buen ejemplo el del actor ruso A. Rostwrew, que tenía que leer las
Bienaventuranzas en una obra teatral que ridiculizaba a Jesucristo. Cuando empezó a
leerlas hubo algunas risas del público, pero duraron poco. El actor lo hacía con tanta
emoción, que contagió a todos los asistentes. Al final no había risas, sino lágrimas
abundantes. El actor terminó diciendo como el buen ladrón: «Acuérdate de mí, cuando
estés en tu Reino».
El mundo no puede ser transformado ni ofrecido a Dios sin el espíritu de las
Bienaventuranzas.
Por ello los seglares deben procurar con todas sus fuerzas asimilar este espíritu para que
de esta forma su vida, sus trabajos, sus pruebas hagan de ellos adoradores que en todo
lugar actúan cautamente y consagran el mundo a Dios.
En la Solemnidad de Todos los Santos nos habla la Palabra de Dios de las
Bienaventuranzas, espíritu evangélico que vivieron quienes gozan ya de la visión y la
felicidad de Dios, los Santos todos. De ellos nos habla la primera lectura: «Después de
esto vi una gran muchedumbre que ninguno podía contar, de todas las naciones, y
tribus, y pueblos, y lenguas, que estaban en pie ante el trono y delante del Cordero,
cubiertos de vestiduras blancas y palmas en sus manos».
Las Bienaventuranzas no contienen toda la doctrina evangélica; sin embargo, son, como
en germen, todo el programa de perfección cristiana, resumido, pero completo.
«Bienaventurados los pobres de espíritu...»: lo que Cristo exige es el desprendimiento
del alma de las cosas de este inundo, llevando una vida sencilla, conscientes en todo
momento de la pobreza del hombre frente a Dios, viviendo esa virtud que es
fundamental para el cristiano: la humildad.
«Bienaventurados los que lloran...»: el cristiano está hecho para la alegría, que
encuentra en Dios. Lo que el cristiano debe llorar son sus pecados; debe producirle
tristeza el hecho de encontrarse tan lejos de la santidad, que debe ser su mayor deseo.
Todos, sin excepción, somos llamados a la santidad: «Todos los fieles cristianos son
llamados por el Señor, cada uno por su camino, a la perfección de aquella santidad con
la que es perfecto el mismo Padre». Y a este acuciante deseo nos apremia San Juan en
las palabras de la segunda lectura: «Carísimos, ahora somos hijos de Dios, y no aparece
aún lo que hemos de ser. Sabemos que cuando Él aparezca, seremos semejantes a Él;
por cuanto nosotros le veremos tal como Él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en
Él, se santifica, así como Él es santo.
Debemos tener ardientes deseos de ser santos. Y este deseo debemos procurar tenerlo no
sólo en la oración sino a lo largo de todo el día. Este debería ser el pensamiento que
mayormente ocupase nuestra mente.
Vivir las bienaventuranzas es camino seguro de santidad.
6. EL «TESORO» DE LAS BIENAVENTURANZAS
Estamos ante una de las páginas más hermosas y consoladoras del Evangelio.
Es palabra que va derecha al corazón.
Es lo mejor de la enseñanza y el espíritu de Jesús. Es punto de referencia constante para
su discípulo:
- Cuando alguna vez te sientas tentado por los demonios de este siglo, lee las
Bienaventuranzas.
- Cuando te sientas avaricioso, consumista, violento, orgullo lee, lee las
Bienaventuranzas.
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- Cuando te canses y quieras mirar para atrás, cuando te acerques al desencanto, cuando
prefieras encerrarte en ti mismo y ocultar tu verdad, cuando quieras cultivar la imagen y
vivir de apariencias, lee las Bienaventuranzas.
- Cuando veas que te endureces, que te secas, que pierdes sensibilidad y calor
entrañable, lee las Bienaventuranzas.
- Las Bienaventuranzas son, en primer lugar, una Buena Noticia.
- No es un catecismo ni un texto de teología ni un Código eclesiástico.
- Es el anuncio de una gran alegría.
- Es una dicha nueva, pero impagable.
- No es alegría de este mundo, pero por ella se puede perder el mundo.
- Jesús es profeta de alegría y esperanza.
- ¡Qué distinto el estilo de Juan!:
* El Bautista era duro, corregía, amenazaba.
* Jesús consuela, regala, promete la gracia del Reino.
- Se dirige especialmente a los pequeños, a los pobres, a los que sufren y a los
insatisfechos y les promete el consuelo, la dicha, la riqueza, la plenitud de sus deseos.
- Son maneras distintas de decir que no sufran, que se alegren, porque Dios los quiere
tiernamente y está con ellos siempre.
Ellos, los despreciados del mundo, son los preferidos de Dios. No cuentan para la gente,
pero sí para Dios. Dios comparte sus penas y sus anhelos. Dios les dará la fuerza que
necesitan. No esperan riquezas y éxitos mundanos, Dios mismo será su riqueza, su
dicha, su gloria y su recompensa.
I
LOS LLAMADOS A SER BIENAVENTURADOS
Todos estamos llamados a ser felices.
Pero una felicidad no como la piensa el mundo.
La felicidad completa solamente la poseeremos en el cielo que es el fin para el que
hemos sido creados.
«Al que ama a Dios todo coopera a su bien, es decir, a su felicidad» (Rom 8, 28), dice
san Pablo. Por ello, aunque haya dificultades o pruebas, no se pierde la felicidad
verdadera. Traemos algunas voces, personas o grupos, que han compuesto la fórmula de
sus bienaventuranzas.
Pero ellos nos están diciendo: «como nosotros, todos los demás si son fieles al
Evangelio de Jesús»:
• aprovéchate de esta lectura,
• admírate de estos ejemplos,
• reza con fervor estas plegarias.
1. DEL NIÑO
«Dichoso el hombre que medita la ley del Señor noche y día» (Sal 1).
La Palabra de Dios tiene recuerdos especiales para los niños. El hombre en cierto
sentido debería procurar ser siempre niño pues «sólo quien se haga como uno de ellos
entrará en el reino de los cielos» (Le 18, 17). Jesús tenía un cariño especial para los
niños.
Lo que los niños aprenden en los primeros años de existencia jamás lo olvidarán.
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El niño tiene sus derechos propios que los mayores deben procurar respetar. Lo que por
ellos hagan los padres, educadores y toda la sociedad, será el mejor tiempo y dinero
empleado.
Junto con los cuidados materiales habrá que tener siempre presente también los
cuidados del espíritu.
Los niños felicitan a cuantos trabajan por su formación integral con estas
bienaventuranzas:
Oremos: Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
MÁS SOBRE ESTE TEMA:
Caminos de santidad: Decálogos que dirigen (1) , n.24.
Caminos de santidad: Sernillas que dan vida (II), n.22.
Debo, puedo y quiero ser santo (VI).
2. DE LOS PEQUEÑOS
«Dichoso el hombre cuyo gozo es la ley del Señor» (Sal 1).
***
Para ser feliz, mucho nos ayudará la certeza de saber que Dios está en nosotros y
nosotros en Dios. Hay una maravillosa simbiosis entre los dos.
DIOS EN MÍ Y YO EN ÉL
En ti estoy, de ti vengo, a ti voy.
Estás fuera de mí, puedo encerrarme. Estás dentro de mí, puedo encerrarte. No puedo
dejar de estar en ti.
Mi carne extiende raíces que llegan hasta ti. Puedo olvidarlo. Mi espíritu es una chispa
que brota de tu incendio. Puedo ignorarlo. No puedo dejar de venir de ti.
Mis ojos buscan su horizonte. Mi corazón su hogar universal. Puedo extraviarme en una
encrucijada. Puedo paralizarme en algún hogar. No puedo dejar de ir hacia ti.
No vi tu rostro cuando salí de ti. No fue una despedida. Allí empezó un encuentro sin
orillas.
Cada tarde añado en mi lienzo un nuevo rasgo tuyo. Cada tarde añades en tu lienzo un
nuevo rasgo mío.
En medio del camino al adivinar una fuente, al estrechar una mano, al mirar unos ojos,
al nacer el futuro, al morir el presente, yo te descubro, yo me descubro.
Dentro de mí, los dos a la par, uno hacia el otro, nos vamos haciendo.
Miro a mi lado: un pueblo en cadenas, los gritos del hambre, el día robado, la noche
asaltada.
Te veo en los huesos, escucho tu queja, empuñas justicia, convocas hermanos.
Eres pueblo y no abandonas tu cuerpo.
Ahora te veo, Señor marginado, maestro sirviendo, madre exprimida, padre sin nada,
infinito pidiendo, libre clavado.
Ahora te veo pueblo en camino. Y en este misterio se pierden mis días, mis razones y
mis sueños.
Tú y yo nos vamos haciendo tu pueblo.
Siempre, pero sobre todo cuando nos acercamos al final de nuestra vida, cuando vamos
perdiendo reflejos y cualidades... nos sentimos más pequeños y se ven las cosas con
mayor humildad y confianza en el Señor.
Oramos a Dios con D. Miguel de Unamuno: Agranda la puerta, Padre, porque no puedo
pasar; la hiciste para los niños, y yo he crecido, a mi pesar. Si no me agrandas la puerta,
achícame, por piedad, vuélveme a la edad bendita en que vivir es soñar.
MÁS SOBRE ESTE TEMA:
Caminos de santidad: Decálogos que dirigen (I) , n. 24.
Caminos de santidad: Semillas que dan vida (II), n. 22.
Debo, puedo y quiero ser santo (VI).
3. DE LA JUVENTUD
«Hijos de los hombres, bendecid al Señor» (Dn 3).
Suelen abundar las bienaventuranzas de la juventud. Es natural que se cante y reflexione
sobre los jóvenes, ya que son la esperanza del mañana.
Ellos viven la época más bella de sus vidas y lo que ahora siembren recogerán mañana.
El Papa desde Roma o desde cualquier parte del mundo, y el Hermano Roger, desde
Taizé, suelen lanzar maravillosos mensajes a los jóvenes, que les enardecen en el
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estaba en forma, quiso apagar de un solo soplo las 969 velas, y le dio un infarto.
***
La convivencia con otros jóvenes les ayudará a enriquecerse con nuevos valores. No es
bueno dejarse llevar por el aburrimiento y la soledad.
Un hermano que vivía en un cenobio era de temperamento inquieto y montaba
fácilmente en cólera. Y se dijo un día:
-«Me iré y viviré en un lugar solitario. Como no tendré nadie con quien hablar ni a
quien escuchar estaré tranquilo y se apaciguará mi ira».
Se fue y vivía en una gruta. Un día, después de llenar de agua su jarra, la colocó en el
suelo y sucedió que la jarra se vino abajo. La llenó una segunda vez y se cayó de nuevo.
La llenó por tercera vez y volvió a caerse. Ardiendo de ira, tomó el recipiente y lo
rompió. Vuelto en sí, cayó en la cuenta de que había sido juguete del demonio de la ira
y dijo:
-«A pesar de estar solo me ha vencido. Volveré al cenobio, pues la lucha y la paciencia
son necesarias en todas partes, pero, sobre todo, lo que yo necesito es la ayuda de Dios».
Y volvió a su monasterio.
***
Todos, pero en especial los jóvenes deben luchar para ser fe/ices. Deben luchar por
conseguir UN MUNDO NUEVO.
« Y el que estaba en el trono dijo: Ahora hago un mundo nuevo» (Ap 21, 5).
* Le regalé una paloma al hijo del carcelero. Dicen que la echó a volar sólo por verle el
vuelo.
¡Qué hermoso va a ser el mundo del hijo del carcelero!
• Le regalé un halcón al hijo del terrorista; él le cortó pico y garras para que no
hiciera más víctimas.
¡Qué hermoso va a ser el mundo del hijo del terrorista!
• Di semillas de esperanza al hijo del general; y él se puso a sembrarlas con el fusil
de papá.
¡Qué hermoso va a ser el mundo del hijo del general!
• Ofrecí un ramo de flores al hijo del presidente: él empezó a repartirlas y a cantar:
«viva la gente».
¡Qué hermoso va a ser el mundo del hijo del presidente!
* Le regalé mil millones al hijo del gran banquero; él los dio a Manos Unidas en favor
de los hambrientos.
¡Qué hermoso va a ser el mundo del hijo del gran banquero! * Regalé una hermosa
estrella a los hijos del escéptico; la llevaron por la calle para que vieran los ciegos.
¡Qué hermoso va a ser el mundo de los hijos del escéptico.
***
Todo joven debe sentirse vocacionado. Llamado por el Señor a seguirle.
Los caminos que llevan a Dios son múltiples. Lo que interesa es oír la voz de Dios que
nos llama. Tener el oído limpio del cerumen que impide oír la voz de Dios.
Será bueno que dialogues con el Señor Jesús preguntándole: -¿Por qué a mí, Señor?
El Señor se acercó a mí y me llamó por mi nombre.
Su presencia y su palabra me envolvía y yo me sentía el más pobre. Pero ¿por qué me
visitas, Dios mío?, ¿por qué a mí, el más miserable?, ¿por qué te has fijado en mí?
Pasa de largo, te ruego, que hay muchos mejores que yo. O déjame por ahora, quizá
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4. DE LA FAMILIA
«Santos y humildes de corazón, bendecid al Señor» (Dn 3).
La familia es la célula de la sociedad. Todos formamos parte de una familia. Lo que se
aprende en la familia no suele olvidarse jamás.
Habrá que procurar volver a vivir los auténticos valores de la familia.
Hoy se habla mucho de que la familia está destruida y que cada uno camina por su
parte. Los hijos no ven unión en sus padres y los padres carecen de autoridad con sus
hijos.
La Iglesia ha tomado en serio este problema y ha publicado interesantes documentos y
ha organizado importantes Asambleas para revitalizar los auténticos valores de la
familia cristiana.
En la familia debe reinar una auténtica alegría, una perfecta bienaventuranza. Si hay
amor y cumplimiento de sus propios deberes, humanos y religiosos, será una familia
verdaderamente bienaventurada. Será así:
1. Dichosos vosotros que os amáis y ponéis el amor por encima del oro y de las joyas,
porque sois los más afortunados de la tierra y vuestras acciones estarán siempre en alza.
2. Dichosos vosotros que os amáis y sois fieles en el amor, que no venderíais vuestra
felicidad ni por un millón de dólares, porque vuestra alegría será corno una fuente
inagotable, corno un río en crecida.
3. Dichosos vosotros que os amáis con un amor en medio de las pruebas y de las
dificultades, porque vuestras lágrimas compartidas se convertirán en lluvia de gracia y
de misericordia.
4. Dichosos vosotros que os amáis con un amor paciente y misericordioso, un amor que
aguanta y que perdona, porque seréis siempre queridos y perdonados.
5. Dichosos vosotros que os amáis con un amor enteramente gratuito, que regala y no
pasa factura, que no mide los méritos ni busca recompensas, porque vuestra recompensa
será el amor y seréis como dioses en la tierra.
6. Dichosos vosotros que os amáis con un amor exigente y comprometido, hambriento
de verdad y de justicia, porque vuestros anhelos serán saciados, convertidos en energía
liberadora.
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7. Dichosos vosotros que os amáis con un amor abierto a toda la vida, porque nunca
moriréis y vuestros nombres pervivirán en el corazón de los hijos y en el de los hijos de
vuestros hijos.
Los esposos deben procurar amarse cada día más y más. Con el paso de los años debe
madurar y purificarse aquel amor que se profesaron en el noviazgo y primeros años de
casados.
Cada uno descubrirá en qué y cómo puede acrecentar el amor que profesa a su cónyuge.
José y María son, también en esto, buen modelo para los matrimonios de hoy:
Según una leyenda de Nazaret -Lope lo recuerda en un soneto- María tenía una copiosa
y fluvial cabellera rubia. Pero no poseía más que un pobre peine para aquella hermosa
cascada de oro. José disfrutaba pegando unas chupaditas, en los días de fiesta, a su pipa,
una tosca pipa que él mismo se había fabricado de un rodrigón de olivo de Getsemaní.
Un día ambos proponen un viaje a Cafarnaún. Intentan engañarse mutuamente, y se
separan para darse una sorpresa.
María, va al mercado, vende su cabellera y compra una hermosa pipa.
José, va a un bazar, y a cambio de su pipa y algunos ahorriIlos, compra un peine de
plata.
El encuentro dejó mudos a los dos. Y la sorpresa dio paso a un idilio sin par.
***
La santidad no es algo reservado para los monjes, monjas y sacerdotes.
El matrimonio cristiano es escuela de santidad y muchos esposos fueron auténticos
santos. Este ejemplo de la antigüedad lo confirma, aunque para ello no sea necesario
llevar la vida que ellos llevaron:
Dos Padres rogaban a Dios que se les mostrase qué grado de santidad habían alcanzado.
Y oyeron una voz que les decía:
-«En tal pueblo de Egipto encontraréis a un seglar, Eucaristo, y a su mujer, María.
Vosotros no habéis llegado a su altura».
Los dos ancianos acudieron a aquel pueblo, y después de preguntar encontraron la casa
de aquel hombre y se personaron allí. Estaba en ella la mujer, y le preguntaron:
-«¿Dónde está tu marido?».
Ella respondió:
-«Mi marido es pastor y guarda sus corderos».
Y les hizo entrar. Al caer el día, volvió Eucaristo con su rebaño. Al ver a los ancianos,
echó agua en un barreño para lavarles los pies, pero ellos le dijeron:
-«No probaremos nada hasta que nos hayas dicho cuáles son tus buenas obras».
Eucaristo les dijo con humildad:
-«Soy pastor y ésta es mi mujer».
Los ancianos insistían pidiéndole que les revelase todo, pero el otro se resistía. Por fin
dijeron:
-«El Señor nos ha enviado a ti».
Al oír estas palabras, Eucaristo se atemorizó, y dijo:
-«Recibimos estos corderos de nuestros padres, y de lo que nos producen, gracias a
Dios, hacemos tres partes: una para los pobres, otra para ayudar a los peregrinos y la
otra para nosotros. Me casé con mi mujer, pero no la he tocado, sigue virgen y
dormimos separados. De noche nos vestimos de saco y de día usamos estos vestidos. De
eso, hasta ahora nadie ha sabido nada».
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Al oír estas cosas, los Padres se maravillaron mucho y volvieron a sus celdas
glorificando a Dios.
***
Saber que Jesucristo nos ha reconciliado con el Padre celestial a quien en nuestros
primeros padres ofendimos, debe ser para nosotros una gran alegría y un medio para
ser feliz:
Jesucristo nos ha reconciliado con Dios al animarnos a llamarle Padre. Y nos ha
reconciliado entre nosotros al tenemos unos a otros como hermanos.
Con su evangelio del amor
Cristo nos ha reconciliado.
* Él nos ha reconciliado con el mundo:
- con el pan solidario y el vino compartido,
- con los lirios del campo, los peces, los pajarillos, - con el lago, la higuera, la oveja
perdida. Con su evangelio de la naturaleza, Cristo nos ha reconciliado. * Él nos ha
reconciliado con la vida: - el banquete de bodas, la muerte del amigo,
- el temor, el dolor y la alegría de la mujer cuando va a dar a luz.
Con su evangelio de la realidad,
Cristo nos ha reconciliado.
* El nos ha reconciliado con la Palabra:
- con la Palabra verdadera que nos hace libres,
- con la Palabra sembrada que fructifica,
- con la Palabra divina que nos salva. Con su evangelio de la comunicación, Cristo nos
ha reconciliado.
Es conocido el eslogan que hizo famoso el P Patricio Peyton:
«La familia que reza unida, permanece unida».
Los hogares cristianos están llamados a ser «Iglesias domésticas» donde hay amor,
unión y vida de piedad.
Será bueno que con frecuencia recen así:
«Bendito seas, buen Dios, porque sembraste el amor en nuestra casa.
Tú, que alientas nuestras penas, cultivas nuestras alegrías y nos partes el pan de cada
día, conserva este techo y cuanto alberga.
Deseamos querernos mucho, para poderte amar a 'Ti cada día más.
Todos nosotros somos hijos tuyos y los hombres son nuestros hermanos porque esta
familia nuestra tan pequeña, se extiende hasta los cielos y rodea las naciones.
Cuida nuestro hogar, Señor, haz que vivan en él tus santos ángeles, para que nos
guarden en paz.
Que sea un camino recto, que nos conduzca a nuestra casa del Cielo, sobre cada uno de
los que en él vivimos, y que tu bendición descienda todos los días.
Bendito seas, buen Dios, porque sembraste el amor en nuestra casa».
La llamada a la santidad es para todos los miembros de la familia.
El hogar debe ser centro de santidad.
Por ello será bueno que todos ellos, alguna vez, recen así al Señor:
«Señor: haz de nuestros hogares verdaderos centros de santidad.
Donde Tú estás siempre presente con Tu gracia; Donde se ore en común;
Donde cada uno de sus miembros aspire a la perfección, Con los medios que la misma
vida de familia le procura; Y dentro del cumplimiento de sus propios deberes.
20
***
No siempre se sabe reconocer el trabajo que cada uno de los miembros del hogar
realiza. A veces, sobre todo en el pasado, se tenía un tanto esclavizada a la madre o
esposa y no siempre se le reconocía su enorme dedicación y trabajo.
El trabajo de la esposa fuera de casa es digno de respeto. Pero es necesario -dice Juan
Pablo II hablando sobre la familia- que el trabajo de la mujer en casa sea reconocido por
todos y estimado por su valor insustituible, respecto a las demás funciones públicas y a
las otras profesiones.
Un día una señora sorprendió a su marido y a sus hijos con la mesa bien puesta y
adornada de flores, pero con un puñado de heno en cada plato.
- «¿Esto qué es?», le dijeron.
- «Enseguida os traigo la comida», contestó ella. «Pero dejadme que os diga una cosa:
llevo años tratando de variar, pero jamás habéis dicho: «¡Qué rico está esto! ¡Has estado
estupenda!» Decid algo, por favor, no soy una piedra».
***
Para que en el hogar cristiano reine la alegría y unión entre todos será bueno que haya
apertura y sinceridad entre los que lo forman. No juzgar a los demás. El juicio es algo
que se lo reserva el Señor para Él.
El abad Isaac vino de la Tebaida a un cenobio. Vio cometer una falta a un hermano y lo
juzgó. Vuelto al desierto, vino un ángel del Señor y se puso en la puerta de su celda,
diciendo:
-«No te dejaré entrar».
El anciano preguntó la causa y el ángel del Señor le contestó: -«Dios me ha enviado
para que te pregunte: ¿dónde quieres que envíe a ese hermano culpable al que has
condenado?».
Y al punto el abad Isaac se arrepintió y dijo:
-«He pecado, perdóname». Y el ángel le dijo:
-«Levántate, Dios te ha perdonado. Pero en adelante no juzgues a nadie antes de que lo
haya hecho Dios».
***
Conocer la Buena Nueva que nos trajo Jesús y esforzamos por vivirla será un poderoso
medio para ser completamente felices.
Nosotros, que intentamos seguir sus pasos, en algunas ocasiones pensamos y decimos
frases y tenemos actitudes que se parecen poco a las de Jesús.
Para ser verdaderamente bienaventurados en cuanto es posible en este mundo, habrá
que tener presente estas actitudes del Maestro y tratar por todos los medios de vivirlas.
* Jesús no dijo: Esta mujer es frívola, necia, con la cabeza llena de pájaros. Está
marcada por el atavismo moral y religioso de su ambiente. ¡Es una mujer!
É1 le pidió un vaso de agua e inició con ella una conversación, y la invitó a cambiar de
vida.
Juan 4, 7: «Llegó una mujer de Samaria a sacar agua. Jesús le dijo: Dame de beber. Le
dice entonces la mujer samaritana: ¿Cómo siendo tú judío, me pides de beber a mí, que
soy samaritana? Jesús le dice: Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de
beber, le pedirías tú a él y te daría agua viva».
* Jesús no dijo: Estos niños no hacen más que tonterías.
El dijo: Dejadles que se acerquen a mí y procurad pareceros a ellos.
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Mateo 19,13-15: «Se acercaron entonces unos chiquillos para que les impusieran las
manos; los discípulos les regañaban, pero Jesús les dijo: Dejad a los chiquillos, no les
impidáis que se acerquen a mí, porque los que son como ellos tienen a Dios por rey».
* Jesús no dijo: Aquí tenéis una pecadora pública, una prostituta enfangada para
siempre en el vicio.
É1 dijo: Tiene más oportunidades de entrar en el reino de Dios que aquellos que confían
en su riqueza o se amparan en su virtud y en su saber.
Lucas 7, 36-39: «Un fariseo lo invitó a comer. En esto, entró una mujer conocida en la
ciudad como pecadora, llegó con un frasco de perfume, se colocó detrás de él junto a
sus pies, llorando, y empezó a regarle los pies con sus lágrimas. El fariseo dijo para sus
adentros: Este, si fuera profeta, sabría quién es la mujer que lo está tocando y qué clase
de mujer es: una pecadora.
Jesús le dijo a la mujer: Tus pecados quedan perdonados... Tu fe te ha salvado, vete en
paz».
* Jesús no dijo: Este hombre es un funcionario corrompido que se enriquece adulando a
los ricos y oprimiendo a los pobres.
Jesús se convidó a su mesa y dejó claro que con él había entrado la salvación en aquella
casa.
Lucas 19, 1-10: «Jesús le dijo: Zaqueo, baja enseguida, que hoy tengo que alojarme en
tu casa. Ellos se pusiercn a criticarlo diciendo: ¡Ha entrado a hospedarse en casa de un
pecador! Zaqueo poniéndose en pie y dirigiéndose al Señor, le dijo: La mitad de mis
bienes, Señor, se la doy a los pobres, y si a alguien he extorsionado dinero, se lo
restituiré cuatro veces. Jesús le contestó: Hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues
también él es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar lo que
estaba perdido y a salvarlo».
* Jesús no dijo: Esta mujer es una adúltera.
Jesús le dijo: Yo tampoco te condeno. Vete y no peques más.
Juan 8, 9-10: «Jesús les dijo: aquel de vosotros que no tenga pecado, sea el primero en
tirarle una piedra. Al oír aquello, se fueron saliendo uno a uno y lo dejaron solo con la
mujer.... Jesús le dijo: Tampoco yo te condeno. Vete y en adelante no vuelvas a pecar».
* Jesús no dijo: Este centurión pertenece a las fuerzas de ocupación.
Jesús le dijo: No he visto tanta fe en Israel.
Lucas 7, 1-10: «El centurión le dijo: Señor, no te molestes, que yo no soy quién para
que entres bajo mi techo... pero con una palabra tuya se curará mi criado. Porque yo...
tengo soldados a mis órdenes, y si le digo a uno que se vaya, se va; o a otro
(l tic venga, viene. Al oír esto, Jesús se quedó admirado y, volviéndose a la multitud que
lo seguía, dijo: Os digo que ni siquiera en Israel he encontrado tanta fe».
* Jesús no dijo: Esta vieja que echa unos céntimos en el cepiIlo del templo es una
supersticiosa.
Jesús dijo que aquella viejecilla era formidable y que su desinterés merecía ser imitado.
Marcos 12, 41-44: «Convocando a sus discípulos les dijo: Esa viuda pobre ha echado en
el tesoro más que nadie, os lo aseguro. Porque todos han echado de lo que les sobra;
ella, en cambio, ha echado todo lo que tenía, todos sus medios de vida».
* Jesús no dijo: Este sabio no tiene los pies en la tierra.
Jesús le abrió el camino para que volviese a nacer del Espíritu.
Juan 3, 1-21: Jesús le dijo: Si uno no nace de nuevo, no puede vislumbrar el reino de
23
Dios. Le objetó Nicodemo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Es que puede
entrar por segunda vez en el seno de su madre y nacer? Repuso Jesús: Si uno no nace de
agua y Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. De la carne nace carne, del Espíritu
nace espíritu. Replicó Nicodemo: ¿Cómo es posible que eso suceda? Jesús le dijo: Y tú
siendo el maestro de Israel, ¿no conoces estas cosas?
* Jesús no dijo: Esta mujer que quiere tocar mi túnica es una histérica.
Jesús la escuchó, le habló y la curó.
Lucas 8, 43-48. Una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años y que
había malgastado toda su fortuna en médicos sin que ninguno pudiera curarla, se acercó
y le tocó por detrás el borde del manto... Viendo la mujer que no había pasado
inadvertida, se postró ante él y explicó por qué motivos lo había tocado y cómo se había
curado. Él le dijo: Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz».
* Jesús no dijo: «Quien la hace la paga». «Conmigo no se juega». Ni, «de mí no se
burla nadie».
Jesús dijo: Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen.
Mateo 5, 43: «Os han enseñado que se mandó: amarás a tu prójimo y odiarás a tu
enemigo. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen,
para ser hijos de vuestro Padre del cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos y
manda la lluvia a justos e injustos».
* Jesús no dijo: Este individuo ha vivido siempre fuera de la ley.
Jesús le dijo: Hoy estarás conmigo en el paraíso.
Lucas 23, 39-43: «Uno de los malhechores le insultaba diciendo: ¿No crees tú el
Mesías? Sálvate a ti y a nosotros. Pero el otro se lo reprochó: Y tú, sufriendo la misma
pena, ¿no tienes siquiera temor de Dios? Además, para nosotros es justa, nos dan
nuestro merecido; éste, en cambio, no ha hecho nada malo. Y añadió: Jesús, acuérdate
de mí cuando vengas como rey. Jesús le respondió: Te lo aseguro: Hoy estarás conmigo
en el paraíso.».
* Jesús no dijo: Judas, me has traicionado, eres despreciable.
Jesús recibió el beso y le dijo: Amigo, ¿con un beso me vendes?
Mateo 26, 50: «El traidor les había dado esta seña: el que yo bese, ése es; detenedlo. Se
acercó en seguida a Jesús y le dijo: ¡Salud, Rabbi! y lo besó con insistencia. Pero Jesús
le contestó: Amigo, ¿a qué has venido?
* Jesús no dijo: Este Pedro es un fanfarrón y me ha negado.
Jesús le dijo: Pedro, ¿me amas? Y deposita en él su confianza, confirmándolo en su
cargo de pastor de la Iglesia universal.
Juan 21, 15-17: «Por tercera vez le preguntó Jesús: Pedro, ¿me amas? Le respondió
Pedro: Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: Apacienta mis
ovejas.»
* Jesús no dijo: Los sumos sacerdotes son unos jueces injustos; el procurador romano es
un títere, un cobarde; esa multitud que vocifera contra mí es el populacho; estos
soldados son una podredumbre.
Jesús dijo: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen».
Lucas 23, 34: «Cuando llegaron al lugar llamado «la calavera», lo crucificaron allí, a él
y a los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Jesús decía: Padre,
perdónalos, que no saben lo que están haciendo».
* Jesús no dijo: Este es un integrista, un progresista, uno de izquierdas, un facha, un
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6. DE LA CASA
«Bendiga la tierra al Señor, ensálcelo con himnos por los siglos» (Dn 3).
La casa es la palestra donde se forjan los valores del espíritu. El templo donde se honra
a Dios. La cantera donde se encuentran las vetas de la felicidad.
Nada debe amarse tanto como la propia casa. En ella hemos nacido. En ella hemos
crecido. En ella hemos recibido muchas gracias de Dios y en ella hemos compartido
penas y alegrías con nuestros seres queridos.
Nuestra casa debe ser acogedora y abierta a todos los familiares y amigos. En ella debe
caber, sobre todo, el Espíritu Santo, ya que somos, como nos recuerda san Pablo,
«templos del Espíritu Santo», «edificios de Dios» (1 Cor 3, 9).
El Señor tiene derecho a habitar en nuestra casa. Hemos de procurar que se sienta a
gusto. Igual que en Betania, en casa de Marta y María.
Gozoso, bienaventurado será aquel hogar, aquella casa, que Procure vivir el espíritu del
Señor Jesús recordado en su Evangelio.
1. Bienaventurada la casa en que se reza unidos.
2. Bienaventurada la casa en que se guardan las fiestas de la Iglesia.
3. Bienaventurada la casa de la que no se sale para frecuentar bingos, reuniones y
diversiones malsanas.
4. Bienaventurada la casa cuyos hijos reciben pronto la gracia del Bautismo.
5. Bienaventurada la casa donde los niños se preparan para la iniciación cristiana y
crecen en algún grupo juvenil y apostólico.
6. Bienaventurada la casa donde los que mueren reciben los sacramentos.
7. Bienaventurada la casa donde se enseña la doctrina cristiana.
8. Bienaventurada la casa en que los padres e hijos se dan mutuos ejemplos de la virtud
cristiana.
***
Lo más importante para que una Casa sea bienaventurada es que reine en ella la unión y
el compartir las obligaciones de toda la familia.
Los esposos deben ser solidarios en la marcha de la familia. Un marido tenía
pluriempleo, hasta en los fines de semana, y cuando volvía por la noche, los hijos ya
estaban dormidos, así que casi no los conocía. Un día llegó a casa pronto, por
excepción, y su mujer le dijo con cierta ironía:
-«Te presento a tu mayor, ya está en tercero de farmacia. Este es el mediano, estudioso
y buen deportista, y la pequeña».
Así fue el otro drama de Galileo. Abandonó a su mujer, Marina, en Padua, para ir a su
cátedra de Florencia, y encerró a sus hijas Livia y Virginia en un convento para triunfar
en el mundo. Se dedicó a estrellas lejanas y frías, y se olvidó de tres estrellas calientes y
tan próximas
¿Y de qué sirve conquistar el mundo si olvidarnos a los que viven con nosotros?
En una casa cristiana deben reinar todas las virtudes enseñadas por Jesús y practicadas
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en la Sagrada Familia, que siempre será referencia para todos los hogares cristianos.
Entre estas virtudes será bueno que no se olviden de fomentar la generosidad, aunque
no será necesario que lleguen a este extremo que se recuerda en las vidas de los Padres
del Yermo:
Un día vinieron unos ladrones a la ermita de un anciano y le dijeron:
-«Venimos a llevarnos todo lo que hay en tu celda». Y él les dijo:
-«Tomad todo lo que os parezca bien, hijos».
Tomaron todo lo que encontraron en la celda y se lo llevaron. Pero se olvidaron una
bolsa que estaba escondida en la celda. El anciano la tomó, y corrió tras de ellos
gritando:
-«¡Hijos míos, tomad esto que habéis olvidado en mi celda!».
Admirados de la paciencia del anciano, le llevaron de nuevo todo a su celda y todos le
hicieron merecimiento, y se decían unos a otros:
-«Verdaderamente es un hombre de Dios».
El juzgar a nuestros hermanos suele ser una de las faltas que cometemos con más
frecuencia.
Será bueno que para ser feliz tenga presentes estos pensamientos:
- Los que me han hecho sufrir, tal vez no sean tan malos.
- Los que no son de mis ideas, tal vez no sean intratables.
- Los que no hacen las cosas como yo, tal vez no sean unos locos.
- Los que discurren de otro modo, tal vez no sean unos ignorantes.
- Los que no me son simpáticos, tal vez sean buenas personas.
- Los que son más viejos que yo, tal vez no sean unos atrasados.
- Los que son más jóvenes que yo, tal vez no sean unos inexpertos.
- Los que tienen más éxito que yo, tal vez se lo hayan merecido.
- Los que me contradicen tal vez tengan razón.
- Los que tienen más dinero que yo, tal vez sean muy honrados.
- Los que me han dicho una palabra amable, tal vez lo han hecho con desinterés.
- Los que me han hecho un favor, tal vez lo han hecho de mil amores.
- Los que «pasan» de lo que a mí me importa, tal vez me ayudan a buscar lo
verdaderamente importante.
- Los que no van en mi misma dirección, tal vez buscan lo mismo por otros caminos.
- Los que no me lo ponen fácil, tal vez me obligan a renovar el esfuerzo y la ilusión día
a día.
***
Jesús siempre toma la iniciativa. Esto es algo que no se da en otras religiones. Será
bueno que esta verdad la tengamos presente también en la marcha de nuestra casa, de
nuestro hogar. ¡Si cada miembro de la familia procurase imitar esta actitud de Jesús, qué
maravilla de familia sería la nuestra!
Así obra siempre Jesús. Dialogamos con Él:
7. DE LOS ENFERMOS
«Cantad al Señor un cántico nuevo... Que se alegre Israel por su Creador» (Sal 149).
La enfermedad no es un castigo. «Está decretado que todo hombre muera una sola vez»
(Heb 9, 27).
En la muerte todos somos iguales. No hay distinción entre ricos y pobres, sabios e
ignorantes. A todos, antes o después, llega la hora de la muerte.
Las almas elegidas consideraban la muerte como una liberación de las ataduras de este
mundo, Muchos deseaban ardientemente la llegada de la hora de la muerte para poder
unirse definitivamente con el Señor.
Los enfermos normalmente padecen sufrimientos más o menos fuertes y duraderos. Lo
importante es que sepan aprovecharse de sus «padecimientos y que completen en su
carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia»
(Col 1,24).
En estas bienaventuranzas se bendice el sufrimiento como medio de unión con Cristo:
1. Dichosos los que sufrimos con amor.
-Porque expiamos nuestros pecados.
2. Dichosos los que sufrimos con amor.
-Porque nos desprendemos de la cosas de la tierra y suspiramos por un cielo nuevo.
3. Dichosos los que sufrimos con amor.
-Porque nuestros sufrimientos plenamente aceptados y ofrecidos al Padre, nos
convierten en corredentores con Cristo.
4. Dichosos los que sufrimos con amor.
-Porque somos los preferidos del Reino de Dios y hermanos de Cristo paciente, y con
Él, si queremos, salvamos al mundo (Conc. Vat. II).
5. Dichosos los que sufrimos con amor.
-Porque nuestros sufrimientos «no son nada en comparación con la gloria futura que ha
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Un Padre de la era subapostólica recuerda que los Apóstoles, después que Jesús subió a
los cielos, se lamentaban de no haber demostrado más amor y haber tenido más detalles
con el Maestro mientras vivía entre ellos. Cuantos sacrificios hagamos por nuestros
seres queridos en su enfermedad nos servirán de gran alegría todos los días de nuestra
vida.
El cuidador de enfermos debe valorar su gran misión y desempeñarla con caridad,
generosidad, y con mucha alegría:
1. Bienaventurado el que con su silencio sabe llegar al enfermo.
2. Bienaventurado el que hace de la amabilidad su mejor técnica.
3. Bienaventurado el que sabe gastar su tiempo con los que sufren, porque sus días serán
eternos.
4. Bienaventurado el que comunica al enfermo gozo y esperanza, porque él se sentirá
feliz.
5. Bienaventurado el que permanece junto al enfermo compartiendo su fe, su esperanza
y su amor, porque ya está ahí la salvación de Cristo.
6. Bienaventurado el que defiende los derechos justos de los que no tienen voz.
7. Bienaventurado el que ante el sufrimiento es capaz de irradiar serenidad.
A la hora de la muerte nos damos cuenta que todo lo vamos a dejar. Solamente nos
llevaremos las obras buenas que hayamos hecho. Será bueno que el cuidador de
enfermos tenga esto presente y, con gran amor, se lo recuerde a su enfermo. Estamos de
paso y nada nos llevamos con nosotros.
Nos creamos mil necesidades, y luego no sabemos vivir sin ellas. Como joven que va
por la calle distraído, oyendo música con los auriculares. Como el que va el fin de
semana al campo y se lleva el transmisor y el televisor portátil. Como el que no sabe
vivir sin el teléfono móvil.
Un turista visitó a un famoso rabino polaco. Y se quedó asombrado al ver que la casa
del rabino consistía sencillamente en una habitación atestada de libros, con una mesa y
una silla.
- «Rabino, ¿dónde están tus muebles?», preguntó el turista.
-«¿Y dónde están los tuyos?», replicó el rabino.
-«¿Los míos? Pero si yo solo soy un turista. Estoy aquí de paso» dijo el turista.
- «Lo mismo que yo» -contestó el rabino-.
Todos estamos de paso, todos somos turistas.
***
Grande es la misión del cuidador de enfermos. Es un maravilloso apostolado.
Un hermano preguntó a un anciano:
-«Conozco dos hermanos: uno practica la contemplación en su celda, prolonga su ayuno
hasta seis días y se impone una ascesis muy dura. El otro sirve a los enfermos. ¿Cuál de
los dos hermanos es más acepto a Dios?».
El anciano respondió:
- «Si el hermano que ayuna seis días se colgase por la nariz, no conseguiría igualar al
que sirve a los enfermos».
***
El acompañante del enfermo, además de los cuidados materiales que continuamente
deberá procurar ofrecerle, será también bueno que alguna vez toque con él los valores
sobrenaturales, la eternidad. El hecho de la resurrección de Jesucristo, el saber que
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VIVE y nos espera en el cielo puede ser uno de los pensamientos que más puede
ayudarle para hacerlo feliz.
JESÚS ES El, QUE VIVE (Ap 1, 17-19: »Yo soy el que vive»).
* Yo soy el primero que te amé, antes que nadie pensara en ti,
ya estabas en mi pensamiento y en mi corazón.
Eras una esperanza mía en el deseo de tus padres. Tú eres un propósito mío, yo soy...
• soy el que vive.
* Yo soy el último escalón en lo alto y el rellano en que descansas, soy el pasamanos en
que apoyarte, la barandilla que te salva del abismo. Soy la escalera misma, yo soy...
• soy el que vive.
* Yo soy el primero en alegrarme con tus éxitos y risas, tus dichas y aciertos; y soy el
primero en lamentar tus errores y fracasos, tus penas y lágrimas.
Soy el que canta contigo los gozos y las sombras, yo soy...
• soy el que vive.
* Yo soy el último que te abandonaría, el que nunca te dejará en el atolladero; soy la
última instancia a la que apelas cuando te sientes incomprendido y rechazado. Soy tu
última esperanza indefectible, yo soy...
• soy el que vive.
***
A la hora de la muerte hay que pensar mucho más en la bondad y misericordia de Dios
que en su justicia. Será bueno que el enfermero recuerde al enfermo que el Señor es
compasivo y misericordioso como dice el salmo 102:
¿Quién eres Tú, Dios mío?
Me dijeron que eres grande y poderoso, que llevabas cuenta de mis faltas y pecados, que
no dejabas sin castigo las ofensas,
y que al final las cuentas todas se ajustaban. ¿Quién eres TÚ, Dios mío? Yo temía
conocer tu santo nombre y temblaba angustiado en tu presencia, como el reo convicto
ante sus jueces, como el gusano ante la bota que lo aplasta. ¿Quién eres Tú, Dios mío?
Empecé a estudiar las historias de tu Libro y me asustaron algunas de sus páginas: te
pintaba como el Dios de los ejércitos que condena al anatema, al enemigo, y venga por
mil generaciones los pecados. ¿Quién eres Tú, Dios mío? Busqué con angustia hasta ser
iluminado; era una luz pequeña que crecía y crecía hasta llegar al sol de Jesucristo. Y el
cielo empezó a llover su gracia, e inundaba mi corazón, desbordante de gozo y de
ternura. ¿Quién eres Tú, Dios mío? Y alguien rne habló desde muy dentro: «Yo no soy.
Yo te quiero. Yo soy el que te quiero. Búscame sólo en el amor». ¿Quién eres Tú, Dios
mío? ¿Quién eres Tú, mi amor? ¿Quién eres Tú, mi CORAZÓN?
MÁS SOBRE ESTE TEMA:
Caminos de santidad: Decálogos que dirigen (1) , n. 14.
Caminos de santidad: Semillas que dan vida (II), n. 11.
Caminos de santidad: Destellos que iluminan (III), n. 10.
Debo, puedo y quiero ser santo (VI).
Es muy fácil amar a los lejanos, por ejemplo a los chinos. Pero nunca podremos ayudar
a nuestros hermanos los chinos, si estamos haciendo el indio.
La caridad será siempre la virtud que más debiéramos practicar todos. Los ancianos
también. Para ello mucho ayuda el no juzgar a nadie, o por lo menos no juzgar mal,
porque será fácil que nos equivoquemos.
El derecho de juzgar sólo le pertenece al Señor.
Un sacerdote de una basílica acudió a la celda de un anacoreta para celebrar la
Eucaristía y darle la comunión. Vino luego uno a visitar al ermitaño y le habló mal de
aquel sacerdote. El eremita se escandalizó y cuando, según costumbre, vino para
celebrar la eucaristía, no le quiso recibir. Al ver esto, el sacerdote se marchó. Entonces
el anacoreta oyó una voz que le decía:
- «Los hombres se han adueñado de mi facultad de juzgar».
Y en un rapto vio un pozo de oro y un cubo de oro y una cuerda también de oro y el
pozo contenía un agua estupenda. Vio también un leproso que sacaba agua y la echaba
en un vaso. El anciano deseaba beber, pero no podía porque el que sacaba el agua era un
leproso y no se atrevía. Oyó de nuevo la voz que le decía:
-«¿Por qué no bebes de esa agua? ¿Qué importa que la saque un leproso? Él solamente
llena el cubo y lo vacía en el vaso».
Volvió en sí el eremita, reflexionó sobre el significado de esta visión, llamó al sacerdote
y le pidió que celebrase la eucaristía como hasta entonces.
La bondad es siempre lo que más atrae de las personas.
El anciano, sobre todo, deberá procurar crecer cada día en bondad y mansedumbre.
Pero nadie es bueno como el Señor. Será bueno que todos, pero en especial el anciano
medite muchas veces en la inmensa bondad del Señor. Saber que el Señor todo lo ha
hecho y hace bien y solamente desea nuestro bien.
Este pensamiento de la bondad de Dios será un magnífico medio para hacerla feliz.
Con frecuencia deberá recitar los salmos 117 y 135 que cantan la bondad, la
misericordia, el amor de Iahvé:
Dad gracias al Señor porque es bueno porque es eterna su misericordia. ¡Aleluya,
aleluya, aleluya!
Apareció la bondad en Jesucristo. Aleluya
Fue bueno en Navidad, la ternura. Aleluya.
Fue bueno en Nazaret, lo sencillo. Aleluya.
Fue bueno igualándose a nosotros, el despojo. Aleluya.
Fue bueno en sus palabras salvadoras. Aleluya.
Fue bueno con los pobres y los enfermos, compasivo. Aleluya.
Fue bueno asumiendo nuestras cargas, solidario. Aleluya.
Fue bueno perdonando los pecados, la clemencia. Aleluya.
Fue bueno multiplicando nuestros panes, generoso. Aleluya.
Fue bueno al quedarse con nosotros, amistad pura. Aleluya.
Fue bueno entregándonos su vida, amor grande. Aleluya.
Fue bueno en el triunfo de la Pascua. Miles de antorchas y la noche iluminada, el sol
saliendo del sepulcro, la tristeza superada, queda el amor, queda la vida Aleluya.
«Dad gracias al Señor porque es bueno; porque es eterna su misericordia». ¡Aleluya,
aleluya, aleluya!
Estarnos en las manos de Dios. Es una maravilla fiarnos del Señor. Él es nuestro Padre
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bondadoso, que nos ama más de lo que nos podemos imaginar. El sólo desea nuestro
bien, que a veces no coincidirá con los bienes que nosotros juzgamos como tales.
Él es Nuestro Pastor, que nos conduce a pastos sabrosos y abundantes, como dice el
Salmo 22: El Señor es mi Pastor Providencia de Dios.
El Señor es mi pasto y mi Pastor.
Me alimenta en praderas abundantes, me prepara bebidas refrescantes
y hasta pone una fuente en mi interior. Me conduce sin duda y sin error por caminos
difíciles y errantes; yo me siento dichoso caminante, sosegado a su lado, sin temor.
Su bondad me acompaña en la jornada y me sienta a su mesa, perfumado de Espíritu, la
copa que rebosa. Viviré para siempre en su majada, escondido muy dentro en su
costado, gustando de su paz maravillosa.
5. Bienaventurados los que nunca me recuerdan que he hecho dos veces la misma
pregunta o cuento la misma historia.
6. Bienaventurados los que me escuchan, pues yo también tengo algo que decir de las
épocas pasadas...
7. Bienaventurados los que saben lo que siente mi corazón, aunque no pueda expresarlo.
8. Bienaventurados los que me hacen sentir que se me ama, se me respeta y no se me
deja solo.
9. Bienaventurados los que me respetan y aman como soy y ¡lo como ellos quisieran
que fuera.
10. Bienaventurados los que con su bondad me alivian los días que aún me quedan en
mi camino hacia la Patria celestial.
«Que lo digan los fieles del Señor eterna es su misericordia» (Sal 117).
11. Bienaventurados los que recuerdan que al final de nuestras vidas «nos examinarán
en el amor» (San Juan de la Cruz, +1591, en Avisos, n. 59).
Cuando entre en la vida sin fin, me acordaré de ellos ante el Señor Jesús y ante la Madre
Santísima.
***
Todos un día llegaremos a ser ancianos. Lo que hagamos con nuestros mayores
podemos esperar que será la paga que recibiremos nosotros el día de mañana: «No
desprecies las historias de los ancianos, que ellos escucharon a sus padres» (Ecl 8, 9).
Por ello, hasta egoístamente, debiéramos esforzamos por atender y mimar con cariño a
nuestros mayores.
Me contaba mi padre una anécdota que siempre recuerdo con estremecimiento:
Un hijo llevaba a su anciano padre en su borriquillo al asilo de la ciudad. El hijo quiso
parar varias veces a descansar, pero el padre le decía que todavía no, mejor más
adelante.
De pronto el padre le dijo:
- «Hijo, paremos aquí».
Mientras comían un bocadillo, el hijo le preguntó por qué había querido parar allí.
- «Hijo -le contestó el padre-, es que aquí paramos también cuando yo llevé a tu abuelo
al asilo».
-«¿Ah, sí?» -reflexionó el hijo-: «¡Padre, se acabó el asilo, volvemos a casa!».
El anciano vive un tiempo precioso para poder descansar. Ya trabajó en el pasado por
construir un mundo mejor. Debe procurar disponer de tiempo para dormir, comer, rezar,
leer, escuchar música, pasear y charlar con los familiares y amigos. Hasta los santos lo
hacían así:
Un cazador que cazaba fieras en el bosque, vio al abad Antonio en recreo con los
hermanos y se escandalizó. El anciano quiso demostrarle que conviene algunas veces
ser condescendiente con los hermanos y le dijo:
- «Pon una flecha en tu arco y ténsalo». Y lo hizo así. Y de nuevo Antonio le dijo: -
«Sigue tensándolo».
Y el cazador le obedeció. Y el abad le insistió de nuevo: - «Tensa aún más».
El cazador lo volvió a tensar, pero dijo el abad Antonio:
- «Si lo tensas más, se romperá el arco». Y entonces el abad Antonio le dijo:
- «Lo mismo ocurre en el servicio de Dios. Si se aprieta excesivamente, los hermanos
pronto desfallecen. Conviene, pues, de vez en cuando relajar la tensión».
36
Al oír esto el cazador se arrepintió y se aprovechó mucho de la lección del anciano. Los
hermanos, reconfortados, volvieron a sus celdas.
***
La paz es uno de los doce frutos del Espíritu Santo. La paz es también una virtud
maravillosa que atrae a mayores y pequeños. Hay personas que transmiten una paz
contagiosa a cuantos les rodean. Ser hombre o mujer pacificador es un regalo de Dios.
El anciano deberá procurar con todas sus fuerzas poner la paz, sobre todo, con todos los
miembros de su familia.
La tarea de la paz no es algo que hay que dejarlo para el mañana. Habrá que trabajar por
vivirla y hacer que otros también la vivan ya desde ahora mismo. Esto le ayudará
poderosamente a ser completamente feliz.
EL DON DE LA PAZ
Haz la paz con tu enemigo, hoy mejor y no esperes a mañana. Haz la paz contigo mismo
antes de que te duermas. Haz la paz con Dios hoy mismo sin esperar al más allá. Haz la
paz, mejor hoy mismo, no quieras ver qué pasará. Quien tenga ojos para ver, sepa mirar.
Quien mire a su hermano un momento tendrá paz.
Quien tiene un momento para contemplar al otro, sabrá ver al mismo Dios.
Y Dios le dará la paz.
Hemos recordado más arriba que entre las ocupaciones del anciano está la de rezar. Es
lógico que ya que se acerca el día de la partida a la eternidad... que se prepare lo mejor
posible por tratar con y hacerse amigo de AQUEL con quien compartirá toda la
eternidad. Aquel que es nuestro Padre y nuestro mejor Amigo.
Será bueno, sobre todo, que se haga una idea de que Dios, aunque sea grande y
todopoderoso... es, sobre todo, misericordioso, amor, bondad.
Esta reflexión hecha sobre el salmo 102, «El Señor es compasivo y misericordioso»
puede hacerle un gran bien:
Esta es la revelación más brillante de Dios: Dios, el que crea la luz: ¡qué poder y
grandeza! Dios, el que sostiene el mundo: ¡qué omnipotencia! Dios, el que rige las leyes
de la vida: ¡que sabiduría! Dios, el que aplasta al enemigo: ¡qué justa su ira! Dios, al
que nadie comprende: ¡qué inmensidad! Dios, el que vive por siempre: ¡oh eternidad!
Pero no es éste el Dios en que yo creo: no es éste mi Dios. El Dios que se revela en
Jesucristo es un Dios-Amor. Dios es compasivo, padece conmigo. Dios está cerca, como
el mejor amigo.
Cura al enfermo, liberta al cautivo, colma de ternura y defiende al oprimido.
Escucha el clamor de todo marginado, y acude enseguida y le tiende la mano.
Dios me perdona y olvida mis pecados, un Dios olvidadizo, me estrecha entre sus
brazos.
Un Dios paciente y lento a la ira, que no corta la higuera sin frutos todavía.
Dios misericordioso, «rico en clemencia», que vuelca su corazón sobre todas las
miserias.
Un Dios con entrañas, un Dios maternal, que besa y acaricia mi sol de bondad.
MÁS SOBRE ESTE TEMA:
Caminos de santidad: Decálogos que dirigen (1) , n. 4.
Caminos de santidad: Semillas que dan vida (II), n. 3.
Caminos de santidad: Destellos que iluminan (III), n. 3.
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3. Dichosos los que en el dolor y la debilidad de la ancianidad esperan con paz el regalo
de una vida nueva, porque verán colmados sus más hondos deseos.
4. Dichosos los que, venciendo la desilusión, nunca dicen «ya todo me da igual» porque
están retornando a la juventud.
5. Dichosos los que saben hablar con Dios en su soledad, por que le verán cara a cara y
serán sus amigos.
6. Dichosos los que saben ser útiles a pesar de los desprecios, porque están renovando
un mundo ya cansado.
7. Dichosos los que, aun después de ser engañados, no han dejado de ser «fieles»,
porque Dios les dirá «sois como Yo».
8. Dichosos los que hacen callar sus miedos y sus dudas con la fe, porque no se sentirán
defraudados. Dichosos vosotros si no os sentís jubilados:
• para amar y comprender.
• para dar paz y sonreír.
• para perdonar y dar esperanza.
Llenaos de gozo y no temáis. Estáis viviendo la vida eterna.
En justicia se merecen los ancianos todos nuestros cuidados y todo nuestro amor. La
gratitud es la señal de un corazón bien nacido. El mismo anciano reconocerá en ese
último tramo de su vida que somos justos con él.
Aun en el caso que no se lo mereciese habría que perdonar, olvidar y siempre amar.
Pagarle con amor el desamor que quizá él nos ofreció.
Se dan cuatro tipos de personas.
- El justo que afirma: lo mío es mío y lo tuyo es tuyo.
- El enamorado que exclama: lo mío es tuyo y lo tuyo es mío.
- El egoísta que confiesa: lo mío y lo tuyo es mío.
- El santo que proclama: lo mío es tuyo y lo tuyo es tuyo. Hay que decidirse. No valen
términos medios. Hay que huir del egoísmo, de encerrarse en sí mismo. Hay que superar
la justicia con el amor.
Sí, hay que partir de la justicia, pero no podemos quedarnos ahí. ¿Qué sería de nosotros
si se nos juzgara con estricta justicia?
Dios es más Padre que Juez. O, dicho de otra manera, Dios es un Juez misericordioso.
De los cuatro tipos de personas expuestas, el santo y el enamorado son muy parecidos.
Son los mejores, los más evangélicos.
Siempre, pero sobre todo cuando ya somos mayores, debiéramos procurar no discutir.
No se saca nada con discutir. Hay quien parece que disfruta haciéndolo y que ha nacido
para conseguirlo.
Yo conocí a uno que vivía con un grupo de personas, y, al llegar donde estaban, solía
decir:
-«No se de qué estáis hablando, pero yo digo lo contrario».
El buen anciano trata más bien de imitar a estos dos ancianos que habían vivido
muchísimos años juntos y nunca habían tenido ni una sola discusión. Uno de ellos dijo
al otro:
- «Discutamos una vez, como lo hace todo el mundo».
Pero su hermano le contestó:
- «No sé cómo se discute».
El otro le dijo:
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- «Mira, yo pongo un ladrillo entre nosotros, y digo: «Este ladrillo es mío». Y tú dices:
«¡No es mío!». Y así empieza la discusión». Pusieron en medio un ladrillo y uno de
ellos dijo: - «Es mío». Y el otro dijo:
- «No, es mío».
Y el primero respondió:
- «Es verdad, es tuyo. Tómalo y vete». Y se separaron sin poder discutir.
El anciano dispone de mucho tiempo porque no tiene ya obligaciones laborales.
A veces da pena encontrar a tanto anciano -más que ancianas- aburridos y solitarios que
no saben en qué emplear el tiempo tan precioso que les regala el Señor.
Sería bueno que dedicasen algún ratillo a pensar en Dios y en la Virgen María, en el
más allá, que cada día tienen más cerca.
La soledad y la tristeza se les convertirá en compañía y alegría si piensan que no están
solos. Que viven en compañía del Señor y de la Virgen María.
El dialogar con Ellos será sin duda alguna un buen medio para sentirse felices.
Así viene a afirmarlo este precioso cántico tan conocido:
El Señor ha estado grande, a Jesús resucitó, con María, sus hermanos, entendieron qué
pasó. Como el viento que da vida, el Espíritu sopló y aquella fe incierta en firmeza se
cambió. Gloria al Señor, es nuestra esperanza, y con María se hace vida su palabra.
Gloria al Señor; porque en el silencio guardó la fe sencilla y grande con amor Pues sus
ojos se abrieron y también el corazón la tristeza fue alegría, fue su gozo el dolor,
esperando con María se llenaron del Señor, porque Dios está presente si está limpio el
corazón.
***
El anciano tiene la alegría de estar liberado de obligaciones que le señalan un horario y
puede disponer de muchas horas libres. Por ello tiene el gozo de poder dedicar más
tiempo a la oración, al trato con el Señor. Puede dialogar de cuando en cuando con Él
como se hace con un buen a amigo.
Puede decirle:
Señor, amigo mío, vengo a estar un rato contigo:
1. Dame entusiasmo para buscar la verdad donde se encuentre.
2. Dame resignación para aceptar mis propias limitaciones.
3. Dame coraje para luchar cuando todo me salga mal.
4. Dame lucidez para admitir la verdad, sin que nadie me la imponga.
5. Dame fuerza para preferir lo difícil a lo fácil.
6. Dame valor para rechazar lo vulgar y lo rastrero.
7. Dame valentía para luchar contra mi apatía y desgana.
8. Madre querida, ayúdame tú en todas mis necesidades.
9. Cúbreme con tu manto.
MÁS SOBRE ESTE TEMA:
Caminos de santidad: Decálogos que dirigen (1) , n. 4.
Caminos de santidad: Semillas que dan vida (II), n. 3.
Caminos de santidad: Destellos que iluminan (III), n. 3.
Caminos de santidad: Ejemplos que edifican (V), n. 4.
Debo, puedo y quiero ser santo (VI).
40
***
La vida del conductor es muy dura. Horas y horas ante el volante. Kilómetros y
kilómetros de día y de noche. Pero hay que ser constantes.
No está permitido detenerse porque de lo contrario no se llega a la meta. No se trasladan
a las personas o a las cosas. No se gana el jornal.
En sus horas al volante le ayudará muy mucho acordarse de sus seres queridos que le
esperan.
A veces en la vida nos pasará algo parecido. Hay que ser constantes y luchar por
conseguir lo que deseamos como sucedió a aquel piloto que cayó con su avioneta en los
macizos de los Andes.
Es proverbial la bondad de los camioneros. Quizá no tanto la de otros conductores. El
conductor debe procurar tener un corazón tierno y comprensivo. Ayudar a cuantos
necesitados encuentre en su caminar por tierra, mar o aire.
Será por ello bueno que recite de cuando en cuando el salmo 94 «No endurezcáis el
corazón», cuya glosa podría ser esta:
No endurezcáis el corazón, no pongáis a prueba a Dios.
El no falta nunca, lleva nuestro nombre tatuado en sus manos, nos protege en los
peligros del camino, cobijados a la sombra de sus alas, nos sacia con el agua de la roca y
alimenta con el maná de sus entrañas.
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valores empañados muchas veces por la rutina y el cansancio. Pero no basta. Hay que
mirar también en cercanía, que la distancia es como la bruma que impide percibir cosas.
«No juzguéis únicamente según las apariencias, debéis juzgar con rectitud» (Jn 7,24).
El maestro preguntó a sus discípulos cómo podrían señalar cuándo había acabado la
noche y comenzado el día.
Uno dijo:
-Cuando ves un animal a lo lejos y eres capaz de distinguir si se trata de un caballo o de
una vaca. -No- respondió el maestro. Otro dijo:
-Cuando ves un árbol a lo lejos y eres capaz de distinguir si se trata de una higuera o de
un melocotonero. -Error otra vez- respondió el maestro. -¿Cuándo, entonces?-
inquirieron los alumnos. Y el maestro replicó:
-Cuando miras a la cara de un hombre o de una mujer y ves que es tu hermano o que es
tu hermana. Porque si no eres capaz de advertirlo, sea cual fuere el tiempo solar, sigue
siendo de noche.
***
La confianza es otra virtud necesaria para todo deportista. Confiar en el compañero.
Junto con esta confianza en sus fuerzas y en la colaboración de sus compañeros deberá
confiar sobre todo en la ayuda del Señor. Poner los medios humanos y echarse en las
manos de Dios.
La confianza en el Señor es capaz de obrar milagros, como el que contó el abad Dulas,
discípulo del abad Besarión: Caminábamos juntos a la orilla del mar. Yo tenía sed y dije
al
abad Besarión:
-«Padre tengo mucha sed».
El anciano, después de hacer oración, me dijo:
-«Bebe agua del mar». El agua se convirtió en dulce y bebí.
Luego puse un poco en un vaso por si volvía a tener sed. Al ver el anciano lo que había
hecho, me dijo:
-«¿Para qué llevas ese vaso?». Le contesté:
-«Perdona Padre, es por si vuelvo a sentir sed». Y dijo el anciano:
-«Dios que está aquí está en todas partes».
***
El deportista, para serlo de veras, debe procurar privarse de muchas cosas que dañarían
su cuerpo, su agilidad, su destreza... También deberá procurar practicar las virtudes que
le ayuden a mantener un cuerpo vigoroso y en forma. Ya lo decían los antiguos: «Mens
sana in corpore sano».
Uno de los medios que podrá ayudarle para ser feliz será, sin duda alguna, la lectura y
meditación de la Sagrada Escritura, que es la palabra de Dios, que alimenta y tonifica.
Medite esta reflexión o glosa a los salmos 18 y 118: Señor, tú tienes palabras de vida
eterna, Señor, tú irradias una luz maravillosa.
Cuando yo me encontraba sumido en tristeza, la palabra del Señor, sólo su palabra, fue
¡ni alegría duradera.
«Tus palabras, Señor, alegran el corazón».
Cuando yo me sentía agitado y nervioso y no aguantaba por más tiempo consejos y
recomendaciones, la palabra de Dios calmó mi tempestad interna.
43
libertad.
4. Bienaventurados seréis, si vivís la alegría filial de no poseer nada, pero siendo
capaces de recibirlo todo.
5. Bienaventurados seréis, si tenéis tiempo para todos antes que para vosotros y siempre
al servicio del Reino de Dios.
6. Bienaventurados seréis, si vivís de vuestro trabajo.
7. Bienaventurados seréis, si acogéis con sencillez las propias limitaciones.
8. Bienaventurados seréis, si vivís con paz la propia soledad.
9. Bienaventurados seréis, si sabéis aceptar la inestabilidad de la vida.
10. Bienaventurados seréis, si sabéis contentaros con poco, pero teniendo el corazón
abierto a la plenitud del Reino.
11. Bienaventurados seréis, si usáis de las cosas como quien es solamente un
administrador de ellas.
12. Bienaventurados seréis, si carecéis, a veces, de lo necesario.
13. Bienaventurados seréis, si os imponéis limitaciones en el uso de los bienes
haciéndolos fructificar para que todos los hombres lleguen a tener parte en ellos.
14. Bienaventurados seréis, si sabéis dar también algo de lo necesario.
15. Bienaventurados seréis, si no guardáis aquello que puede ser útil a los otros.
16. Bienaventurados seréis, si sabéis dejar a tiempo, a punto
y sin dramas, las tareas que habíais aceptado con espíritu de servicio.
17. Bienaventurados seréis, si tenéis el valor de dar alguna vez sin medida.
18. Bienaventurados seréis, si sois mansos, imponiendo la dulce fuerza del espíritu.
19. Bienaventurados seréis, si aceptáis la voluntad de Dios con lágrimas de esperanza.
20. Bienaventurados seréis, si hambreáis la santidad y la justicia para vosotros y para los
demás, abiertos a una formación más amplia.
21. Bienaventurados seréis, si sois limpios de corazón, siendo sinceros, transmitiendo la
verdad con vuestra transparencia.
22. Bienaventurados seréis, si poseéis la paz y sabéis irradiarla, incluso en los
desequilibrios comunitarios del inundo en que vivís.
23. Bienaventurados seréis, si por el Reino de Dios, sabéis en el tiempo y más allá del
tiempo, perdonar y luchar, obrar y servir, sufrir y amar.
***
El hombre debe colaborar con Dios en su propia perfección y la lucha por conseguir un
mundo mejor. Somos colaboradores de Dios. No nos está permitido echarnos a dormir y
permitir que el diablo siembre mala semilla en nuestro campo. «A Dios rogando y con
el mazo dando».
Había un zorro en el bosque que había perdido sus patas. Un tigre lo vio y cada día le
llevaba un trozo de carne. Pasaba por allí un holgazán y se dijo:
-«Voy a sentarme aquí y el Señor me enviará lo necesario». Pero no sucedía nada.
Estaba ya para morir cuando oyó la voz de Dios:
- «Eres un necio perezoso. Imita al tigre y no te fijes en el pobre zorro mutilado».
Luego, el hombre vio una niña tiritando y muerta de hambre
y gritó a Dios:
-«¿Por qué no haces nada para solucionarlo?». Y Dios le respondió:
- «Ciertamente que he hecho algo. Te he hecho a ti». Cuando rezamos las preces en la
Eucaristía y pedimos al Señor que socorra a los necesitados, si escuchamos bien,
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Jesucristo. Al verle a él todos debieran descubrir a Jesús que vive en él. Para ello será
bueno que le pida al Señor que le dé un corazón semejante al suyo:
Concédeme, Señor, la gracia de no tener sino un sufrimiento: el de hacer sufrir; y de no
tener sino una alegría: la de ayudar a mis hermanos a ser menos infelices.
Y para ayudarles a ser menos infelices, otórgame:
- ESPÍRITU DE RECTITUD para que no interprete mal lo que se me hace;
- ESPÍRITU DE SENCILLEZ, para que no resulte un peso a quienes me rodean;
- CORAZÓN ARDIENTE, para que no me revele ante críticas, actuaciones desleales o
juicios altivos;
- CORAZÓN MAGNÁNIMO, para que soporte la estrechez de espíritu y los egoísmos
irritantes;
- VOLUNTAD FIRME, para que persevere a pesar de la fatiga o de la ingratitud;
- VOLUNTAD PACIENTE, para contribuir a que mis hermanos sean felices, a pesar de
sus defectos y debilidades;
- VOLUNTAD RADIANTE, para que en torno a mi persona nadie se desespere o
desanime.
Concédeme, sobre todo, SABER ESCUCHAR, SABERADIVINAR Y SABER
PERDONAR.
MÁS SOBRE ESTE TEMA:
Caminos de santidad: Decálogos que dirigen ('I) , n. 10.
Caminos de santidad: Semillas que dan vida (H), n. 7.
Debo, puedo y quiero ser santo (VI). .
15. DEL RELIGIOSO
«Él nos eligió en la persona de Cristo antes de crear el mundo» (Ef 1).
El religioso debe procurar ser ya en la tierra el más bienaventurado. Ha elegido la mejor
parte y por ello ya aquí recibe la promesa de Jesús: «el ciento por uno» (Mt 19, 27).
El religioso debe saber valorar lo que tiene y no envidiar lo que le falta. San Agustín ya
decía que «nada satisfacía al corazón del hombre sino Dios», y santa Teresa completaba
la frase añadiendo: «Sólo Dios basta».
El mundo debe también percibir la alegría de los religiosos. En el rostro del consagrado
a Dios es necesario que siempre resplandezca la alegría como uno de los frutos del
Espíritu Santo que vive por haber renunciado a todo por el seguimiento de Jesucristo.
Así vio las bienaventuranzas de los religiosos J. M. Guerrero:
1. Bienaventurados los que en hondura de su fe, descubrieron en Jesucristo la perla de
gran valor, por la que valía la pena perderlo todo (cf. Mt 13,45); porque serán testigos
del Absoluto de Dios, en lo transitorio del mundo.
2. Bienaventurados los que viven alegremente en la pobreza y desvalimiento; porque
serán capaces de relativizar todo valor y todo apoyo que no sea el «Dios vivo y
verdadero» (Jn 15,8).
3. Bienaventurados los que están íntimamente convencidos que Dios conduce la
Historia toda, eficaz e infalible y que la conduce «a su modo»; porque ellos «producirán
mucho fruto», testimoniando lo que el mundo no puede ser transformado, ni ofrecido a
Dios sin el espíritu de las bienaventuranzas.
4. Bienaventurados los que viven para los demás de balde, en disponibilidad total y
alegría, solidarizándose con todos los hombres, sus hermanos; porque harán creíble el
mensaje de amor y de justicia que Cristo nos trajo.
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Ven, Señor Jesús, salva al mundo de sus demonios y cura sus heridas mortales.
***
El religioso como re-elegido y re-atado, debe procurar ser tima de oración pues esa es su
misión: hacer de puente entre Dios v los hombres. Es el mimado del Señor.
Continuamente debe elevar ardientes anhelos al cielo, súplicas por todas las necesidades
de la Iglesia de la que forma parte y en la que ocupa un lugar de privilegio.
Por la Iglesia y sus divisiones: Ven, Señor Jesús.
Por la Iglesia y sus retrasos: Ven, Señor Jesús. Por la iglesia y sus cansancios: Ven,
Señor Jesús.
Por la Iglesia y por todas las Ordenes religiosas para que sean fieles a su carisma: Ven,
Señor Jesús.
Por la santificación de todos los consagrados y para que el
Señor continúe enviando abundantes y buenas vocaciones: Ven, Señor Jesús.
Ven, Señor Jesús, convierte a tu Iglesia en luz.
Que tu Iglesia resplandezca, con joven y perfecta hermosura.
MÁS SOBRE ESTE TEMA:
Caminos de santidad: Decálogos que dirigen (1) , n. 3 1.
Caminos de santidad: Semillas que dan vida (II), n. 28.
Debo, puedo y quiero ser santo (VI).
16. DE LA RELIGIOSA
«Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos»
(Ef 1).
Las religiosas han sido siempre consideradas por la Iglesia como la «parte más querida
y cuidada» (cf. Le 10, 42).
Ellas son, como decía Santa Teresa del Niño Jesús, «el corazón de la Iglesia».
El papa Pablo VI en muchas ocasiones dijo cosas muy bellas sobre la vida religiosa. Su
pensamiento sobre ellas lo sintetizó en estas ocho Bienaventuranzas:
1. Felices vosotras, religiosas, porque habéis escogido la mejor parte.
2. Felices vosotras, religiosas, porque nadie ni nada os podrá separar jamás del amor de
Cristo.
3. Felices vosotras, religiosas, porque habéis entregado vuestra vida al único y más alto
amor.
4. Felices vosotras, religiosas, porque sois las hijas predilectas de la Iglesia.
5. Felices vosotras, religiosas, porque gozáis cuando la Iglesia goza y sufrís cuando la
Iglesia sufre, compartiendo con ella sus fatigas y esperanzas.
6. Felices vosotras, religiosas, porque aquel padre que ve en lo secreto y que nada deja
sin recompensa, conoce vuestras obras más ignoradas y vuestras lágrimas y oraciones
más escondidas.
7. Felices vosotras, religiosas, porque como María, la madre de Jesús, habéis escuchado
la palabra de Dios, os habéis fiado de ella y la habéis seguido.
8. Felices vosotras, religiosas, porque sois las almas de un solo amor.
***
Miles y miles de mujeres dejan todas las comodidades del mundo y por amor a
Jesucristo se entregan al cuidado de sus hermanos los hombres.
Por todo el mundo hay miles de mujeres consagradas en la vida religiosa, que dejan sus
vidas a jirones en los más duros Apostolados: leprosos, huérfanos, niños, ancianos, con
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el desecho de la sociedad.
La Iglesia de Dios es santa. Pero la mayoría de los miembros que la componemos somos
pobres pecadores, que nos movemos en la mediocridad. Aunque, gracias a Dios,
abundan también hombres y mujeres que se han tomado en serio el Evangelio, que un
auténticos testigos de Jesucristo, miembros elegidos en medio de la poca estatura de la
grey humana.
Se ha escrito mucho de la madre Teresa de Calcuta. Está bien como símbolo. Pero hay
cientos de miles de Teresas de Calcuta que, por amor de Dios y por amor al prójimo -en
el que ven a Dios-, atienden a enfermos terminales y contagiosos, a los que nadie
querría asistir.
En unas misiones una famosa actriz visitó fugazmente una leprosería. Y viendo cómo
una joven religiosa lavaba las llagas de un enfermo, exclamó:
- «Ni por un millón de dólares lo haría yo».
La religiosa le contestó:
- «Y yo tampoco».
***
A pesar de estar consagradas a Dios y de llevar una vida de entrega a su apostolado, la
religiosa, igual que cualquier otro mortal, será tentada. El demonio, el inundo y su
propia carne lucharán por hacerle caer en la tentación. ¿Qué hacer?
Un día el abad Pastor preguntó al abad José:
-«¿Qué debo hacer cuando me vienen tentaciones: resisto o las dejo entrar?»
El anciano le dijo:
-“Déjalas entrar y lucha contra ellas».
Pastor volvió a su celda de Scitia. Y llegó allí un monje de la Tebaida que contó a los
hermanos que había preguntado al abad José:
- «Cuándo me venga la tentación, ¿resisto o la dejo entrar?». Y el abad le había dicho:
- «De modo alguno las dejes entrar. Arrójalas inmediatamente».
Al oír el abad Pastor la respuesta que el abad José había dado a este monje de la
Tebaida, volvió a Panefo y se quejó al abad José:
-«Padre, yo que te abrí mi corazón, y me has dado una respuesta distinta a la que le has
dado a ese hermano de la Tebaida». Y le preguntó el anciano:
- «¿Sabes que te amo?».
- «Sí, lo sé», respondió Pastor.
-«¿No me pediste que te dijera lo que sentía, como si se tratase de mí mismo? Pues
mira: si vienen las tentaciones, dudas y posibles golpes, y tú luchas contra ellas, sales
más experimentado. Te he hablado, pues, como yo lo veo. Pero a otros no les conviene
que dejen acercarse las tentaciones, sino que deben rechazarlas inmediatamente».
Jesucristo habló en el Monte hace ya casi dos mil años pero el eco de su voz todavía
perdura.
Él quiso recordarnos el amor que nos tenía y nos enseñó el camino para ser felices en el
sentido pleno de la palabra.
Para ello sintetizó sus deseos en estas ocho bienaventuranzas,
que nadie como las religiosas tratan de vivir en el espíritu y en la letra, como lo recuerda
una bonita canción:
Quiso que todos supieran cómo pensaba. Quiso que nadie pudiera llamarse a engaño. Y
el que quisiera que salvara el alma.
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Subió al monte y predicó las bienaventuranzas. Llamó bienaventurados a los que nada
tenían, Y dijo que los que lloran reirán en la otra vida. Habló de los perseguidos por
defender la justicia.
Quedó su voz en el aire y llegó hasta nuestros días.
Llamó bienaventurado a quien la paz edifica.
Y dijo que el hombre humilde al final es quien atina.
Habló de la gente hambrienta, de los hombres de alma limpia.
Quedó su voz en el aire y llegó hasta nuestros días.
Tanto el religioso como la religiosa un día se encontraron con el Señor. Se cruzaron, se
miraron y se enamoraron.
Habrá que procurar tener siempre presente aquel idilio. Que no se apague aquel primer
amor.
Debe procurar que cada día sea el día del Señor.
El pueblo de Dios, en la fiesta de las Tiendas, recordaba las maravillas que por ellos
había hecho Yahvé.
Así alguien ha glosado al salmo 117, que es uno de los salmos más bellos sobre la
eternidad del amor que Dios nos tiene: Este es el día grande del Señor, el día de la
victoria y el gozo que no acaba. .
Señalad con letras rojas este día, porque es la victoria del amor.
Haceos un traje de flores duradero, porque es la victoria del amor.
Cantad himnos de triunfo que no acaban, porque es la victoria del amor.
Decid que el Señor es infinitamente bueno, y que su amor es eterno.
Decid que su fuerza y su poder no tienen límites, y que su amor es eterno.
Decid que podéis poner en Él la confianza, y que su amor es eterno.
Pasé por momentos de angustia y de muerte, pero yo en el Señor confié,.
Los hombres me abandonaron en mi lucha, pero yo en el Señor confié.
Mis enemigos me rodeaban como avispas, pero yo en el Señor confié.
Y el Señor me salvó y me libró de la muerte; mi fuerza y mi cántico, Yaveh.
La piedra desechada es ahora la piedra angular; mi fuerza y mi cántico, Yaveh.
Todo se renueva, todo empieza ya de nuevo; mi fuerza y mi cántico, Yaveh.
Ya nadie morirá para siempre, porque es más fuerte el amor.
Todos pueden esperar la victoria, porque es más fuerte el amor.
Ya la fiesta de Pascua no termina, porque es más fuerte el amor.
MÁS SOBRE ESTE TEMA:
Caminos de santidad: Decálogos que dirigen (1) , n. 31.
Caminos de santidad: Semillas que dan vida (II), n. 28.
Debo, puedo y quiero ser santo (VI).
17. BIENAVENTURANZASDEL MISIONERO
«Dadle gracias al Señor ante los gentiles porque él nos dispersó entre ellos. Proclamad
allí su grandeza» (Tb 13).
Muchos niños de pequeños quieren ser misioneros. Ir a lejanas tierras y allí trabajar por
los pobres y después, si llega la hora, morir generosamente por Jesucristo.
Así lo intentó la pequeña Teresa de Jesús con su hermanito Rodrigo que se dirigían a
tierra de moros para ser decapitados por Cristo.
Muchas personas mayores marchan a lejanas tierras, abandonando la familia y cuanto
tienen, por llegar a cristalizar aquellos anhelos de niño.
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Sintió lástima y dijo a los caravaneros: - «Os los compro a todos ellos».
Y les dio las esmeraldas y los diamantes. Y a los esclavos les dijo:
-«Sois libres. Podéis ir a vuestra casa». Artabán pensó:
- «No me queda nada para mi Rey, me volveré a mi país». Entonces vio el cielo
estrellado y oyó una voz que le decía - «De los cuatro magos que salisteis en busca mía,
has sido el primero en encontrarme y obsequiarme».
El misionero renuncia a todo, incluso a sí mismo por amor a Cristo.
En su tarea evangelizadora encontrará múltiples dificultades, pero, ayudado de la gracia
del Señor, las podrá superar.
El maligno no le dejará tranquilo pero el poderoso medio de la oración le ayudará para
alcanzar la victoria.
Así lo confirma este curioso e interesante ejemplo de los antiguos Padres del desierto:
Contaba el abad Juan a propósito del alma que quiere hacer penitencia:
«En una ciudad había una bellísima meretriz que tenía muchos amantes.
Un varón de alta alcurnia le dijo:
- Prométeme que guardarás castidad y me caso contigo. Ella se lo prometió, se casaron
y la llevó a su casa.
Los amantes la buscaban, y, al saber que se había casado con un hombre de tanta
categoría, dijeron:
- «Si vamos a la puerta de la casa de un hombre tan poderoso y llega a saber lo que
pretendemos sin duda nos castigará. Vayamos pues por la puerta trasera, lancemos el
silbido acostumbrado y ella bajará y no correremos ningún peligro».
Al oír ella la señal, taponó sus oídos, entró dentro de su casa y se cerró por dentro».
Así habló el anciano y añadió que la meretriz era el alma; los amantes, los vicios; el jefe
o príncipe, Cristo; su casa, la mansión eterna del cielo, y los que silbaban, los perversos
demonios. Si el alma es casta y fiel, siempre acude a Dios.
***
Es bueno recordar que todos buscamos la dicha.
Todos queremos ser felices.
Estamos hechos para la felicidad. Siempre ansiamos ser felices, incluso los masoquistas.
Buscan la dicha tanto el místico como el drogata, tanto el misionero como el burgués,
tanto el héroe corno el cobarde, tanto el altruista como el egoísta.
Lo que pasa es que no coinciden en los conceptos y los caminos. La calidad y cantidad
de la dicha también son distintas. Con la misma palabra se pueden decir muchas cosas
tan diferentes, incluso contradictorias.
Por eso, para acertar, tendremos, en muchas ocasiones, que hacer nuestra esta máxima
cargada de rica experiencia:
Dame valor, serenidad, sabiduría.
- Señor, dame valor para cambiar lo que puede cambiarse;
- Señor, dame serenidad para aceptar lo que no puede cambiarse;
- Señor, dame sabiduría para distinguir lo uno de lo otro.
¡Cuántas veces el misionero se ve solo y como abandonado de todos, igual que Jesús en
Getsemaní!
Entonces tendrá que vivir la confianza sin límites en la Divina Providencia, en Aquel
que hace sus veces.
En estas ocasiones, igual que los que no vamos a misiones en ocasiones semejantes, nos
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-«En el mal que había hecho y en el castigo que me sobrevendría, y el temor hacía que
la piel se adhiriese a mis huesos».
Hicieron la misma pregunta al otro y contestó:
-«Daba gracias a Dios por haberme liberado de las miserias de este mundo y de las
penas del siglo venidero y por haberme devuelto a este estado angélico. Y me llenaba de
alegría al pensar continuamente en Dios».
Los ancianos dijeron:
-«Ante Dios la penitencia de los dos tiene el mismo valor».
El hombre sabio sabe muy bien que no se es completamente feliz si no se vive bien la
vida con todos los valores humanos, éticos y, para el cristiano, los sobrenaturales.
La experiencia humana nos enseña que ni las riquezas, ni la belleza, ni el triunfo...
llenan plenamente el corazón del hombre. Bien lo recordó el sabio Agustín que
disfrutaba de cuantos placeres podía ofrecerle el mundo, pero que no le hacían feliz.
Por ello escribió en sus Confesiones: «Señor, nos ha hecho para Ti y nuestro corazón
está insatisfecho hasta que descanse en Ti».
Para ser felices habrá que evitar todo cuanto nos distancia del Señor, tanto del mundo
como de nosotros mismos.
Por ello le diré al Señor que venga, que espero su eficaz ayuda para liberarme de:
Mi mundo y mis mezquindades: Ven, Señor Jesús. Mis miedos y debilidades: Ven,
Señor Jesús. Mis egoísmos y esclavitudes: Ven, Señor Jesús.
Mis dudas, desesperanzas y tinieblas: Ven, Señor Jesús.
Ven , Señor Jesús, modela otra vez mi barro, alienta otra vez mi carne, sálvame de mí
mismo, sé tú mi yo más íntimo.
***
El sabio y el prudente estarán siempre abiertos a la bondad. Pedirán por todo el mundo,
en especial por los más necesitados. Con la confianza de niños acudirán a los Reyes
Magos solicitando regalos para todos los hombres que carecen de ellos, en especial un
poco de salud física y espiritual:
Yo no quiero pedir cosas, mis queridos Reyes Magos, voy a pedir salud para unos
pobres hermanos. Tengo aquí una larga lista de enfermos necesitados; os la mando por
correo, por si podéis hacer algo; dejadla a los pies del Niño, en espera de un milagro.
Os quiero hablar de un enfermo que está muy necesitado, le falta vitamina C; que no
existe en el mercado. Es la C de corazón, de cariño y de cuidados, de los cantos
maternales y de los cuentos soñados, del calor de la amistad y de ser considerado. Es
la C: cordialidad, de la empatía en el trato. Es la C de compresión, de cercanía y de
abrazos. Su enfermedad es tristeza, timidez y desamparo, se le seca el corazón por falta
de un riego cálido, va por la vida muy solo, se trata de un joven huérfano. Para este
joven enfermo pido unos cuantos regalos: un cofre lleno de besos, todo el cariño
atrasado, y con cintas de colores, abrazos multiplicados; un diccionario de elogios,
piropos nunca escuchados; un espejo de autoestima, la vocación y el trabajo; una
cadena de amigos y rico collar de hermanos.
MÁS SOBRE ESTE TEMA:
Caminos de santidad: Decálogos que dirigen (I) , n. 18.
Caminos de santidad: Semillas que dan vida (II), n. 16.
Caminos de santidad: Destellos que iluminan (III), n. 16.
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DESDE LA CÁRCEL
«Ensalzad al Señor ante todos los vivientes, que El es nuestro Dios y Señor, nuestro
Padre por todos los siglos» (TI) 13).
El don de la libertad es el más rico de cuantos Dios ha regalado al hombre después del
don de la vida misma.
Dios nos ha hecho libres y ha colocado delante de nosotros el bien y el mal para que
hagamos el bien y evitemos el mal. Obran
do así somos dignos del premio del amor de Dios.
Si todos los hombres usasen bien la libertad no serían necesarias las cárceles ni los
policías.
Un encarcelado por su fidelidad a Jesucristo y a su Iglesia, santo Tomás Moro, nos
regaló estas preciosas Bienaventuranzas desde la cárcel:
1. Dichosos los que saben reírse de sí mismos... porque tendrán diversión para rato.
2. Dichosos los que saben distinguir una montaña de una piedra... porque se evitarán
muchos inconvenientes.
3. Dichosos los que saben descansar y dormir sin buscarse excusas... porque llegarán a
ser sabios.
4. Dichosos los que saben escuchar y callar... porque aprenderán cosas nuevas.
5. Dichosos los que son suficientemente inteligentes como para no tomarse en serio...
porque serán apreciados por sus compañeros.
6. Dichosos los que están atentos a las necesidades de los de más sin sentirse
indispensables... porque serán fuente de alegría.
7. Dichosos los que saben mirar sabiamente las cosas pequeñas y tranquilamente las
cosas importantes... porque llegarán lejos en la vida.
8. Dichosos los que saben apreciar una sonrisa y olvidar un desaire... porque su camino
estará lleno de luz.
9. Dichosos los que saben interpretar benévolamente a los demás, aun en contra de las
apariencias... porque serán tomados por ingenuos, pero éste es el precio de la caridad.
10. Dichosos los que piensan antes de actuar y rezan antes de pensar... porque evitarán
muchas tonterías.
11. Dichosos los que saben reconocer a Dios en todos los hombres... porque habrán
encontrado la verdadera luz y la auténtica sabiduría.
***
El que se encuentra recluido privado de la libertad debe procurar con todas sus fuerzas
no perder la paz y serenidad que dan el dominio y colaboración propia ayudado de la
gracia del Señor.
Precioso y aleccionador este Diálogo entre un hombre Docto y un hombre Pobre:
- Docto: «Dios te conceda un buen día».
- Pobre: «Todavía no he tenido un día malo».
- «Dios te dé bienaventuranza».
- «Nunca he sido desventurado».
- «Explícame, no lo entiendo».
- «Con mucho gusto. Tú me deseas un buen día. Yo no he tenido nunca un mal día. Pues
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malo, ya no resulta tan vital como fue para el bienestar económico de una comunidad, y
las consecuencias que la sociedad impone por el robo de un caballo son ahora menores.
En palabras del ensayista moderno Ahad Hatam: «Cada generación posee sus propias
necesidades y sus propias verdades».
El gran mandato moral de la honradez y de la integridad consiste en comprender y
seguir el consejo del sabio que enseñó: «No limites a tu hijo a tu propio aprendizaje,
porque ha nacido en otro tiempo».
El Beato Tito Brandsma, carmelita nació en Holanda en 1881, y fue testigo y profeta,
torturado y muerto en los campos de concentración nazis -1942-, «transfigurado» en el
monte de Dachau, su Moriah, su Horeb y su Tabor.
En medio de los más atroces tormentos no perdió nunca la alegría. Él era el consuelo de
todos los concentrados en aquellos infiernos en la tierra que eran las diversas cárceles
por donde fue llevado durante siete meses hasta que selló su vida con el martirio.
Vivió de lleno la octava Bienaventuranza de Jesús:
«Dichosos los perseguidos por causa de la justicia porque de ellos es el Reino de los
cielos».
En el volumen V de esta obra; Ejemplos que edifican, recordamos su vida y su ejemplo
(N. 27).
En la cárcel escribió este precioso poema que tituló: Ante Jesús y que podemos hacer
nuestro:
Cuando te miro, buen Jesús, advierto en ti el amor del más querido amigo y siento que,
al amarte, yo consigo el mayor galardón, el bien más cierto. Este amor tuyo -bien lo sé-
produce sufrimiento y exige coraje; mas a tu gloria, en este duro viaje, sólo el camino
del dolor conduce. Feliz en el dolor mi alma se siente: la Cruz es mi alegría, no mi
pena: es gracia tuya que mi vida llena y me une a ti. Señor, estrechamente. Si quieres
añadir nuevos dolores a este viejo dolor que me tortura, fina muestra serán de tu
ternura, porque a ti me asemejan redentores. Déjame, mi Señor, en este frío y en esta
soledad, que no me aterra: a nadie necesito ya en la tierra en tanto que Tú estés al lado
mío. ¡Quédate, mi Jesús! Que, en mi desgracia, Jamás el corazón llore tu ausencia:
¡que todo lo hace fácil tu presencia y todo lo embelleces con tu gracia!
20. BIENAVENTURANZAS DE UN ENFERMO MENTAL
«Bendeciréis al Señor de la justicia y ensalzaréis al rey de los siglos» (Tb 13).
Es conocido aquello de «ni están todos los que son, ni ...».
El enfermo mental tiene derecho a ser tratado como una persona humana y la sociedad
debe cuidar de él con más interés y cariño si cabe que con los sanos.
Los cristianos, sobre todo, debemos tomar como modelo a Jesucristo, que se preocupaba
más de los enfermos, de los pobres y poseídos que de los sanos y ricos.
Por ello habrá que tratar de vivir estas Bienaventuranzas de los enfermos mentales en
cuanto nos sea posible:
1. Bienaventurado si, al verme sucio y maloliente por la calle, te identificas con Cristo,
compasivo y misericordioso.
2. Bienaventurado si me consideras, aunque sea loco de atar, como un enfermo, sin más.
3. Bienaventurado cuando comprendas que mis pensamientos son confusos y mi
voluntad, a veces, se tambalea.
4. Bienaventurado, cuando, corrigiendo al niño, no dices nunca: ¡que viene el loco!
5. Bienaventurado cuando haces lo indecible para que yo salga del mutismo y
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aislamiento.
6. Bienaventurado cuando aceptas que, para mí, ciertos rituales son imprescindibles.
7. Bienaventurado cuando me calmes, si mi comportamiento es agresivo.
8. Bienaventurado, tú, cristiano, cuando me ayudes, aunque loco, a vivir mi vida
espiritual.
Para los que no tienen fe, los cristianos obran a veces un poco como enfermos mentales.
Pensemos, por ejemplo, en los matrimonios cristianos abiertos a la vida, con ocho o diez
hijos y tan felices, mientras otros con uno o ninguno están amargados. Podríamos
recordar otras muchas alegrías que proporciona el don de la fe. Por ejemplo la de
«adoptar a Jesús de Nazaret como un hijo más».
María Antonia estaba aquel día radiante.
- «Anoche, le dijo a su marido, soñé que teníamos un hijo más».
-«¿Otro más?», le replicó el marido.
- «Pero éste -insistía María Antonia-, era un hijo especial. Era ¡Jesús de Nazaret!».
El marido no salía de su asombro, y el asombro creció cuando, al ponerse a la mesa,
resultó que aquel día había una silla de más, como si fueran seis.
Al día siguiente María Antonia estaba más radiante aún.
-«¡El sueño era verdad! Tendremos otro niño. Será Jesús de Nazaret. No es ninguna
locura -repetía-, es la pura verdad. Nos haremos la cuenta de que tenemos otro hijo.Y
cuando les regalemos juguetes, o les compremos ropa, libros, cromos o medicinas,
contaremos con cuatro y una parte será para algún niño pobre del barrio».
Así hicieron realidad lo que había dicho Jesús: «Lo que hicisteis con uno de estos
pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 18, 5; 25, 40). Será como si adoptáramos a Jesús de
Nazaret.
Para algunos el tener fe es un poco de locura. No se fían del Señor. Por ello su fe es
pobre y no merece que Dios obre milagros en su favor.
Se dice que, cuando Moisés alzó su cayado sobre el mar Rojo, no se produjo el milagro
de dividir las aguas para que pasaran los israelitas.
Solo cuando el primer israelita se lanzó al mar, retrocedieron las olas y se dividieron las
aguas, dejando expedito el paso a los judíos. Fue su confianza la que obró el milagro.
Esta fe intrépida le faltó a un ateo cuando estaba empezando a creer.
Se cayó un día por un precipicio y aún pudo agarrarse a la
rama de un árbol. Pero no podía aguantar así mucho tiempo. Entonces, por si acaso,
gritó: - «¡Dios!».
Pero solo hubo silencio. Y volvió a gritar:
-«¡Dios, si existes, sálvame y creeré en ti!». Una voz poderosa contestó: - «Eso dicen
todos cuando están en apuros».
- «No, Dios, no -dijo el hombre-. Como ves, ya he empezado a creer».
- «De acuerdo -dijo la voz- te salvaré. Suelta la rama».
-«¿Soltar la rama? ¿Crees que estoy loco?».
Todos, tanto el cuerdo como el demente, estamos llamados a ser felices.
Pero muchos tienen un concepto muy falso de felicidad. Cifran todos sus anhelos en la
felicidad «humana».
Decimos humana en el sentido peyorativo que usa el salmo 1. Bíblicamente se suele
decir carnal.
Para ser verdaderamente felices habría que tratar de superar este tipo de felicidad que
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Prakash siguió subiendo deprisa la montaña, donde tenía su cita con Dios. Repitiéndose
todavía su discurso y jadeante ahora de expectación, llegó trémulo de ilusión a la
cumbre, Pero, ¿dónde estaba Dios? No se le veía en ningún sitio.
- «Dios, ¿dónde estás? Me invitaste aquí y yo he mantenido mi palabra. Aquí estoy;
pero, ¿dónde estás tú? No me decepciones. Por favor, muéstrate».
Lleno de desesperación, el santo hombre se echó al suelo y rompió a llorar. Entonces, de
repente, oyó una voz que descendía retumbando de las nubes:
-«¿Quién está ahí abajo? ¿Por qué te escondes de mí? ¿Eres tú, Prakash? No te veo.
¿Por qué te escondes? ¿Qué has puesto entre nosotros?».
- «Sí, Señor. Soy yo. Soy yo, Prakash. Tu santo hombre. Te he traído este precioso
jarrón. Mi vida entera está en él. Lo he traído para ti».
- «Pero no te veo. ¿Por qué has de esconderte detrás de ese enorme jarrón? No nos
veremos de ese modo. Deseo abrazarte; por tanto, arrójalo lejos. Quítalo de mi vista.
Arrójalo lejos. Vuélcalo».
Prakash apenas podía creer lo que estaba oyendo. ¿Romper su precioso jarrón y tirar
lejos todas sus piedrecitas?
- «No, Señor. Mi hermoso jarrón, no. Lo he traído especialmente para ti. Lo he llenado
de mis...».
- «Tíralo, Prakash. Dáselo a otro si quieres, pero líbrate de él. Deseo abrazarte, Prakash.
Te quiero a ti».
***
Todos deseamos ser felices. Todos buscamos la felicidad. Pero sucede que a veces la
buscamos donde no se encuentra..
La felicidad humana o carnal no llena plenamente.
Cristo nos descubrió el secreto para ser verdaderamente felices.
Cristo, en el Sermón del Monte y en otras muchas ocasiones, nos habló de otra
felicidad, opuesta a la del mundo.
Los caminos para llegar a ella también serán opuestos.
Los que persiguen la bienaventuranza humana terminan siendo desgraciados:
- «El que quiera ganar su vida, la pierde.» (Le 9, 24). Y además hacen sufrir a los
demás. Estas cosas apartan de Dios y son un fracaso.
La Bienaventuranza de Jesús -la cristiana- está en los valores del alma.
Está en la libertad interior, en saber compartir, en vivir lleno de esperanza, aunque se
sufra, en amar a todos, en la cercanía de Dios.
***
La disponibilidad y el servicio es propio de las almas generosas.
Los generosos estarán siempre dispuestos a dirigir al Señor esta ORACIÓN DE
ENTREGA:
Te entrego, Señor, mi vida; hazla fecunda.
Te entrego mi voluntad; hazla idéntica a la tuya.
Torna mis manos, hazlas acogedoras.
Torna mi corazón, hazlo ardiente.
Toma mis pies, hazlos incansables.
Toma mis ojos, hazlos transparentes.
Toma mis cansancios, hazlos tuyos.
64
II
CAMINO Y VIDA PARA SER
BIENAVENTURADO
En las Introducciones a los otros volúmenes de esta colección, CAMINOS DE
SANTIDAD, hemos tratado con bastante extensión el tema del «camino».
Jesús es el verdadero CAMINO para llegar hasta el Padre que nos espera en el cielo.
Jesús vivió como nadie las Bienaventuranzas y nos las enseñó a nosotros como medio
-puente- para arribar felizmente al puerto de la salvación, es decir, para ser santos, que es
nuestra «meta».
En este apartado recogemos unas cuantas voces, -veintidós nada más-, que te van a
recordar cuándo y cómo debes procurar vivir las bienaventuranzas.
Las hay que son individuales o personales y colectivas o sociales.
La felicidad o bienaventuranza debe calar en todos los estamentos.
Para que sea auténtica, debe arrancar del amor a Dios y al prójimo.
Tendrás que vivirla dentro de casa y fuera de ella. En invierno y en verano. En tiempo de
paz y en tiempo de guerra.
Habrá momentos de hablar y momentos de guardar silencio.
Nunca te estará permitido olvidarte de que estás llamado a ser bienaventurado.
No es tan interesante el que las conozcas como el que las VIVAS.
Nunca pienses que has llegado tarde. Todavía hay tiempo de ser bienaventurado y de
ayudar a que los demás también lo sean.
Recuerda lo que ha dicho Jesús: «Da gratis, lo que has recibido gratis» (Mt 10, 8).
1. DE LA AMISTAD
«Dad gracias al Señor... tocad en su honor... cantadle un cántico nuevo...» (Sal 32)
Dios es amistad. Las comunidades cristianas que quieren vivir la vida fraterna toman
como modelo a la vida que eternamente lleva la Santísima Trinidad. También son buen
modelo de amistad y bienaventuranza la Sagrada Familia: Jesús, María y José.
Por ello y porque hemos sido creados para vivir en compañía, para amarnos, hemos de
procurar vivir este amor y amistad todos los días de nuestra vida.
Es falso que «el hombre sea un lobo para el hombre», como dijo el filósofo empirista
Tomás Hobbes (+1679).
Asimismo es falso lo que afirmó otro filósofo -Luis Fuerbach (+ 1872)-, que «el hombre
sea un dios para el hombre».
Es sencillamente un hermano, un ser creado para vivir en compañía y buena armonía, en
67
***
A veces se dan casos maravillosos de amor. Son como una cadena de bendiciones del
Señor. Como una competición a ver quién es más generoso que el otro. He aquí un caso
de estos:
El príncipe Omar estaba administrando justicia, cuando dos hermanos se presentaron
arrastrando a un joven que había matado a su padre. Omar dijo:
- «Has de morir, pues ha de cumplirse la ley del Talión».
El joven le pidió que le dejara marchar tres días para atender a un sobrino huérfano.
Uno de los presentes dijo que respondía por él, si no volvía a los tres días.
Y Omar le permitió partir.
Cuando ya se agotaba el plazo, llegó el culpable, jadeante y bañado en sudor.
- «Aquí estoy, dijo, para ser fiel, y que no se diga: la buena fe ha desaparecido de entre
los hombres».
El que se ofreció para sustituirlo dijo:
«Me ofrecí para que no se diga: la generosidad ha desaparecido de los hombres».
Entonces los dos hermanos dijeron:
- «Le perdonamos para que no se diga: los hombres han olvidado la virtud del perdón».
Se alegró Omar y todos alabaron a Dios.
Entre todos debemos salvar la fidelidad, la generosidad y el perdón.
***
El amor verdadero es aquel que se olvida de sí mismo por darse a los demás. El que sabe
renunciar a lo que le agrada por hacer felices a los que le rodean. En la vida de familia y
comunitaria es una virtud que debiéramos cuidarla con mimos especiales. De los Padres
del desierto se cuentan anécdotas muy aleccionadoras.
Un anciano que había hecho unas cestas y estaba colocando las asas, oyó a otro monje
vecino suyo que decía:
-«¿Qué voy a hacer? Se acerca el día del mercado y no tengo asas para poner a mis
cestas».
El otro desmontó las asas que había colocado en sus cestas, y se las llevó a su vecino,
diciendo:
-«Toma, me sobran estas asas, pónselas a tus cestas».
Permitió que su hermano terminara su trabajo sin acabar el suyo.
El trabajo no es castigo del pecado. El Señor, dice el Génesis, colocó al hombre en el
Paraíso y le encargó que lo cultivase (Gen 2, 15).
La ley del trabajo nos obliga a todos. Pero hay quien toma el trabajo como castigo y
quien lo toma como un deber gozoso que hay que cumplir. Si el trabajo se hace con amor,
resulta agradable y hasta gozoso. Más aún, el trabajo será un poderoso medio para ser
feliz.
Las obras solo valen si se hacen con amor.
Trabajar con amor es tejer la tela con hilos del corazón, como si el ser amado fuera a usar
esa prenda de vestir.
Es construir una casa con afecto, como si el ser amado fuera a ocuparla.
Es sembrar con ternura y cosechar con alegría, como si el ser amado fuera a comer ese
fruto.
Si no podéis trabajar con amor, es mejor que abandonéis el trabajo y pidáis limosna a
quienes trabajan con amor. Porque si conseguimos el pan con indiferencia, haréis un pan
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amargo.
Si pisáis la uva de mala gana, destilaréis un veneno en el vino.
Aunque cantarais como ángeles, si no amáis el canto, haríais insensibles los oídos del
hombre para la armonía.
San Pablo nos recordaba: «Quien no trabaje que tampoco coma» (2 Tes 3, 10).
***
San Agustín entendía de amor.
De amor carnal o pasajero, que deja vacío y hastiado a quien lo tiene, y de amor
verdadero, que llena plenamente al que lo posee.
Así suplicaba al Señor y le pedía un amor grande:
Dame, amor, vida mía, diré a voces, porque dándome amor, en él te goces. Si tu poder
inmenso me cedieras, te daría en mi amor cuanto quisieras. Amarte quiero más, que no
gozarte, y gozarte tan sólo por amarte.
Escoria soy, mi amor; más, aunque escoria, un dios quisiera ser para tu gloria. Pues si
yo fuera Dios, tanto te amara, que para serlo Tú, yo renunciara. Mas ¡ay, amado mío, yo
me muero de ver que nunca te amo cuanto quiero! Úneme a ti, querido de mi vida: será
la nada en todo convertida. Si pudiera, mi Bien, algo robarte, sólo amor te robara para
amarte. Mas si mi anior tu gloria deslustrara, aunque pudiera amarte, no te amara.
Ámate, pues de amor eres abismo, por ti, por mí, por todos a ti mismo.
MÁS SOBRE ESTE TEMA:
Caminos de santidad: : Decálogos que dirigen (1) , n. 3.
Caminos de santidad: : Semillas que dan vida (lI), n. 2.
Caminos de santidad: Destellos que iluminan (III ), n. 2.
Caminos de santidad: Ejemplos que edifican (V), n. 3.
Debo, puedo y quiero ser santo (VI).
3. NUEVA LEY DEL AMOR
«Alabad al Señor por sus obras magníficas» (Sal 150).
Le llamamos «Nueva Ley del amor» pero no hay tal. Tiene ya dos mil años a sus
espaldas. Las recordó el Maestro en el Monte.
Las llamamos «nuevas» solamente por la formulación o el léxico que usa, porque está
más en consonancia con los tiempos actuales. Pero el fondo, la doctrina, es tan vieja
como el mismo Jesucristo que la vivió y nos la enseñó.
Si estamos atentos a las personas que están a nuestro lado o con las que nos rozamos a lo
largo del día descubriremos una gran cantidad de detalles en los que podemos
demostrarles este amor «nuevo».
San Pablo en su carta a los Romanos escribió uno de los más bellos cánticos a este amor
siempre antiguo y siempre nuevo.
1. Dichosos los que ponen su alegría en alegrar a otros porque ellos experimentarán la
alegría de Dios.
2. Dichosos los que se hacen dignos de que sus amigos les confíen sus secretos, porque
de ellos es el reino de los corazones.
3. Dichosos los que alaban, los que colaboran, los que dan, los que se entregan, porque
con la misma medida que midieren serán medidos.
4. Dichosos los que hacen favores a sus amigos, aun ahorrándoles la molestia de pedirlos,
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18. Bienaventurados los que se resignan a no ser felices en la breve vida de ahora. Ellos
serán felices en la vida que nunca terminará.
19. Bienaventurado el que gasta su dinero en comer y vestir él y su familia, sin olvidarse
de los pobres. Ese dinero hará felices a él y a su familia, y extenderá la felicidad a los
pobres.
20. Bienaventurado el que consigue dibujar una sonrisa en una cara que está triste. Ha
procedido como el más inteligente y el más bondadoso detalle de todos los dibujantes.
21. Bienaventurado tú, si, cuando ocurre un estropicio en tu entorno, no te dedicas a
buscar quién lo causó, sino quién podrá remediarlo. Has demostrado que sabes buscar con
acierto.
22. Bienaventurado si ante tus familiares y amigos te presentas siempre de buen humor y
con cara de pascua. Así agradarás a familiares y amigos más que si te presentaras con
vestido elegante.
23. Bienaventurado si procuras averiguar qué agota y qué molesta a los que viven
contigo. Has dado el paso primero para agradar y no molestar a los que viven contigo.
24. Bienaventurado si, en vez de hacer sólo lo que te agrada, procuras que te agrade lo
que tienes obligación de hacer. Así agradarás a Dios.
25. Bienaventurado si no dejas para mañana la obra buena que debes hacer hoy. Así
sentirás esta noche la alegría de haber hecho hoy la obra buena.
26. Bienaventurado si no gastas tu tiempo en preguntarte «¿soy feliz yo?». Así tendrás
tiempo para hacer felices a otros.
27. Bienaventurado si aceptas con agrado el regalo de tu amigo, sólo porque sabes que tu
amigo disfruta haciéndote ese regalo. Has demostrado que sabes portarte como buen
amigo.
28. Bienaventurados los que trabajan en equipo si no se atribuyen a sí mismos el éxito de
lo que resulta bien, y si no cargan sobre los compañeros la responsabilidad de lo que
resulta mal.
29. Bienaventurado el que se esfuerza por superar la tristeza. Nada exige menos esfuerzo
que estar triste. Por eso, estar triste es una manera disimulada de ser perezoso. Superar la
tristeza es el preludio de la bienaventuranza interminable.
30. Bienaventurado tú, que no haces a otros lo que no quieres que te hagan a ti, y los
tratas como quieres que te traten a ti: estás cumpliendo lo que mandó la Ley, lo que
predicaron los Profetas, lo que cumplió Jesús... ¡Eres Bienaventurado!
***
La caridad cristiana, es decir, el amor, no se detiene ante el fin que pueda darse a su
limosna. Lo que interesa es hacer feliz al donante.
El beato Jordán de Sajonia fue el segundo general de los dominicos. Se distinguió sobre
todo por su gran generosidad. Un día encontró a un mendigo por la calle, aterido de frío.
El beato Jordán, sin pensarlo dos veces, se compadeció y le dio su manto. Pero he aquí
que el mendigo, que además de frío tenía sed, vendió rápidamente el manto y se
emborrachó.
Algunos frailes, que conservaban su manto, su prestigio y su compostura, le
recriminaron:
-«Ya ves lo que has conseguido con tu generosidad». Jordán sonrió y les contestó:
- «Sí que he conseguido algo: que se calentara un poco y que olvidara por un tiempo sus
penas. Además y sobre todo: prefiero perder el manto antes que perder el amor».
76
***
El Señor es sumamente misericordioso. No nos paga según nuestros pecados.
También los santos, cuanto más santos eran demostraban más misericordia.
Bonito el caso que sucedió con los Padres del desierto: Un hermano dijo al abad Pastor:
-«He cometido un gran pecado y quiero hacer penitencia durante tres años».
El abad le dijo:
-«Es mucho tiempo». Y le dijo el hermano:
-«¿Me aconsejas que haga tan sólo un año?».
-«Es mucho», fue de nuevo la respuesta del anciano. Los presentes decían:
-«¿Acaso bastan cuarenta días?». El anciano dijo de nuevo: -«Es mucho tiempo». Y
añadió:
-«Creo que cuando un hombre se arrepiente de todo corazón y no vuelve a cometer el
pecado del que se arrepiente, Dios se contenta con tres días de penitencia».
Muchos santos canonizados y otros sin canonizar alcanzaron la felicidad por haberse
decidido a vivir sin glosa las Bienaventuranzas.
Descubrieron la fuerza interior y arrolladora que encerraba el Sermón del Monte.
Sus palabras ayudan a cambiar el vencer por colaborar. El tener por compartir...
Nos ayudará a que cambiemos el corazón de piedra por un corazón de carne. Y el
egoísmo dé paso a la solidaridad. Y el economicismo a la civilización del amor.
Que hagamos nuestros los sufrimientos de todos los hombres y acompañemos a los
oprimidos en su lucha liberadora. Que nos esforcemos por vivir las bienaventuranzas.
Como ha cantado le poeta:
«No tener nada...
No llevar nada.
No poder nada.
No pedir nada.
Y, de pasada, no matar nada. No callar nada.
Solamente el evangelio, como una faca afilada. y el llanto y la risa en la mirada, y la
mano extendida y apretada, y la vida a caballo, dada.
Y este sol y estos ríos y esta tierra comprada para testigos de la revolución ya estallada.
¡Y más, nada!
***
Este capitulillo lo hemos comenzado con unas bienaventuranzas y lo terminamos con
otras. Son más breves, pero más directas:
Bienaventurado:
• quien no conoce el rencor,
• quien olvida y perdona,
• quien da sin interés,
• quien sirve sin derechos,
• quien ríe porque su hermano es feliz,
• quien goza porque espera un mundo mejor,
• quien ama porque hay niños y hombres buenos,
• quien vive porque muere cada día sembrando amor,
• quien mira al cielo y llama PADRE a Dios,
• quien tiene como Madre, Hermana y Reina a María.
MÁS SOBRE ESTE TEMA:
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John, mi hermano.
Manda, ordena, ¿qué quieres que yo haga?
Encumbrado, humillado, perseguido, incomprendido, calumniado, consolado, dolorido,
inútil para todo, no me queda sinodecir, a ejemplo de tu Madre: «Hágase en mí según tu
palabra»
(Lc 1, 38).
Dame el Amor por excelencia, el amor de la Cruz, mas no de las cruces heroicas que
pudieran alimentar el amor propio, sino de aquellas cruces vulgares, que lastimosamente
llevo con repugnancia, de las que se encuentran cada día en la contradicción, en el olvido,
en el fracaso, en los falsos juicios, en la indiferencia, en los rechazos y los desprecios de
los otros, en el malestar y los defectos del cuerpo, en las tinieblas de la mente, y en el
silencio y aridez del corazón.
Sólo entonces Tú sabrás que yo te amo, aunque yo no lo sepa; pero esto me basta».
MÁS SOBRE ESTE TEMA:
Caminos de santidad: Decálogos que dirigen (1) , n. 38.
Caminos de santidad: Semillas que dan vida (II), n. 33.
Caminos de santidad: Destellos que iluminan (III), n. 28.
Caminos de santidad: Ejemplos que edifican (V), n. 37.
Debo, puedo y quiero ser santo (VI).
6. CONOCER -LEERLAS BIENAVENTURANZAS
«No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria» (Sal 113).
Nadie ama lo que no conoce. Para amar algo es necesario antes conocerlo. Descubrir sus
valores.
Quien no conoce una cosa no siente atractivo hacia ella. Hoy es fácil que incluso los que
se tienen por buenos cristianos, ignoren las ocho bienaventuranzas.
San Pablo decía a los corintios que hemos de ser «Carta deCristo» (2 Cor 3,3), que todos
puedan leer.
Muchos, -los que no practican la fe-, no verán más que la carta abierta de la vida de los
cristianos.
Es necesario conocer, leer y meditar las bienaventuranzas. Pero no todo debe quedarse en
esto. Hay que dar otro paso más, que es el importante: Hay que vivirlas.
Y hacerlo con el mismo espíritu con que las vivía Jesucristo, su autor, y la Virgen María,
la primera Discípula del Maestro.
El mero conocimiento no lleva a Dios. A Dios llevan las obras hechas según sus deseos.
El Señor se lamentaba: «Este pueblo me alaba con sus palabras pero su corazón, es decir,
sus obras, están lejos de mí» (Mc 7, 6).
Mal se puede cumplir lo que se ignora. Por ello estas bienaventuranzas son muy
interesantes y prácticas para autoanimarnos al fiel cumplimiento de la vida cristiana:
1. Cuando te sientas rico, que lo tienes todo, lee las Bienaventuranzas.
2. Cuando te sientas orgulloso, vanidoso, engreído, lee las Bienaventuranzas.
3. Cuando te sientas hedonista, lee las Bienaventuranzas.
4. Cuando te sientas insolidario y satisfecho, lee las Bienaventuranzas.
5. Cuando te sientas frío, duro y egoísta, lee las Bienaventuranzas.
6. Cuando te sientas sucio y manchado, lee las Bienaventuranzas.
7. Cuando te sientas violento y vengativo, lee las Bienaventuranzas.
8. Cuando te sientas verdugo y opresor, lee las Bienaventuranzas.
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9. Cuando te sientas tentado por todos los demonios del siglo, lee las Bienaventuranzas.
10. Cuando te sientas débil, triste, deprimido, desesperado, lee las Bienaventuranzas.
Si practicamos -leemos- las Bienaventuranzas seremos felices y haremos felices a los que
nos rodean.
En muchas ocasiones tendríamos la tentación de corregir el modo de obrar a Dios.
Nosotros creemos que lo haríamos mejor.
Pero nos equivocamos. No vemos delante de nosotros más que un jeme... El Señor ve el
infinito y lo que a la larga nos conviene.
Para el que ama al Señor, para el hombre bueno, «todo coopera a su bien» (Rom 8, 28).
Un labrador tenía un caballo y se le escapó. Los vecinos lo lamentaban. Él decía:
-«¿Buena suerte?, ¿mala suerte? ¿Quién sabe?».
Este caballo volvió con una manada de caballos. Entonces lo felicitaban. Él repetía:
-«¿Buena suerte?, ¿mala suerte? ¿Quién sabe?».
Su hijo, al querer domar el caballo, se rompe una pierna. Y lo compadecen.
-«¿Buena suerte?, ¿mala suerte? ¿Quién sabe?».
Entonces pasa por allí el ejército y sólo recluta a los jóvenes sanos. Lo felicitan. El
permanecía imperturbable:
- «¿Buena suerte?, ¿mala suerte? ¿Quién sabe?». Conclusión: lo que parece un
contratiempo puede ser una suerte, y al revés. Dejemos a Dios decidir. «Dios hace
concurrir todas las cosas para el bien de los que lo aman» (Rm 8,28). Dios es Padre y
sabe lo que nos conviene. Un buen hijo se fía siempre de su padre porque sabe que quiere
lo mejor para él.
***
El hombre tiene alma y cuerpo. Debe cuidar ambas cosas. El refrán castellano «A Dios
rogando y con el mazo dando» es una gran verdad. El Señor hace lo que debe por su parte
y al hombre lo ha asociado a su obra.
El abad Juan, el enano, dijo un día a su hermano mayor: -«Quiero estar seguro y sin
preocupaciones como los ángeles, que no trabajaban y sirven continuamente a Dios».
Se quitó sus vestidos y se fue al desierto. Al cabo de una semana volvió y llamó a la
puerta de su hermano. Este, sin abrir, preguntó:
-«¿Quién eres?».
-«Soy yo, Juan» -respondió. Y su hermano le contestó:
-«Juan se ha convertido en ángel y ya no está entre los hombres».
Pero él insistía:
-«Soy yo».
Pero no le abrió y le dejó que sufriera un buen rato. Luego le abrió y le dijo:
-«Si eres hombre, tienes necesidad de trabajar para vivir, pero si eres ángel, ¿por qué
tienes necesidad de entrar en la celda?». Juan hizo una postración, diciendo: -«Hermano,
perdona porque he pecado».
***
El Concilio Vaticano II recordó a todos los cristianos que estamos llamados a la santidad.
El capítulo VI de la Lumen Gentium así se titula: «Llamamiento universal a la santidad».
Antes parecía un coto cerrado al que los cristianos de a pie no se les permitía entrar.
Hoy, gracias a Dios, este criterio se ha superado. Sólo los santos son los verdaderamente
felices.
Más que hacer, el hombre que quiere ser santo debe dejarse hacer.
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«Nosotros, sí, bendeciremos al Señor, que hizo el cielo y la tierra» (Sal 113).
«Bendito sea Dios por María y por nuestro Señor Jesucristo» (Ef 1, 3).
Aunque la frase bíblica no sea así, creemos no cometer ninguna herejía por lanzar esta
afirmación.
Dios, nuestro Padre, merece toda nuestra alabanza y todas nuestras bendiciones por
habernos enviado a Jesucristo para nuestra salvación y por haber hecho que él, Jesucristo,
naciera de la Virgen María.
Para nosotros es motivo, de gran gozo considerar estas maravillas que el Señor ha obrado
a través de la historia por medio de su Hijo Jesucristo -único Mediador entre Él y
nosotros- y por medio de la Virgen María, a quien constituyó Mediadora Universal de
todas las gracias.
A ELLOS, pues, a los TRES, van dirigidas estas Bienaventuranzas:
1. Bendito sea Dios, porque amó a María, hija predilecta, en el amor a nuestro Señor
Jesucristo.
2. Bendito sea Dios, porque escogió a María para madre de nuestro Señor Jesucristo.
3. Bendito sea Dios, que purificó a María por la sangre de nuestro Señor Jesucristo.
4. Bendito sea Dios, porque bendijo a María en la persona de nuestro Señor Jesucristo.
5. Bendito sea Dios, porque colmó a María de la gracia de nuestro Señor Jesucristo.
6. Bendito sea Dios, porque hizo a María alabanza de nuestro Señor Jesucristo.
7. Bendito sea Dios, porque destinó a María a la gloria de nuestro Señor Jesucristo.
8. Bendito se a Dios, porque concedió a María la herencia de nuestro Señor Jesucristo.
9. Bendito sea Dios, porque hizo a María madre de la Iglesia de nuestro Señor Jesucristo.
10. Bendito sea Dios, porque anticipó en María el júbilo de la Iglesia en nuestro Señor
Jesucristo.
***
El amor a Dios y al prójimo forman una simbiosis en el Nuevo Testamento que no se
pueden separar.
San Juan nos recordará con fortaleza que «quien diga que ama a Dios a quien no ve y no
ama a su prójimo a quien ve, es un mentiroso» (IJn 4, 20).
A veces habrá que dejar a Dios por el prójimo. Aquel -Dios puede esperar, y este, no. O
mejor, en éste, en el que está necesitado, está Aquel.
Será necesario descubrir la presencia de Dios, de Jesucristo, de María, en el hermano que
sufre.
Bellamente lo manifiesta este hecho:
El monje estaba exultante de gozo. Dios le había dado cita al atardecer en la montaña.
Y empezó a subir a pasos acelerados.
En la falda de la montaña notó algo raro: gritos, humo, mucha gente. Se había declarado
un incendio que amenazaba la casa de los campesinos. Estos le pidieron ayuda:
-«Perdónenme -decía- no puedo detenerme, tengo una cita muy importante en la
montaña».
Ya iba a ponerse el sol, cuando el monje, jadeante, llegaba a la cima, para encontrarse
con Dios.
Miró y remiró, ansioso. Nadie aparecía.
Pero algo se movía en el viento. Era un papel con un mensaje: - «Perdona, amigo --le
decía Dios-, no he podido venir. Estoy en el bosque apagando el fuego con los
campesinos».
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intrusa gente al cielo y de rondón se iba colando. San Pedro entonces inmediatamente
mandó llamar a Dios para que viera lo que estaba pasando, y cuando hubo llegado, el
buen portero le hizo señas a Dios que se escondiera allí sin hacer ruido, y que tuviera
oído agudo y ojo muy certero. ¡Y qué cuadro el que vieron, admirable! Por fuera del
recinto había muchas almas que Pedro, inexorable, había de su parte rechazado porque no
habían traído al paso el pasaporte íntegro y cumplido, y esas almas tan tristes exhalaban
tan amargos gemidos y quejas de tan gran melancolía, que la Virgen María, de ellas
compadecida y no sufriendo que en vano así esta gente la implorara, a los muros del cielo
se subía y desde allí, creyendo que por la noche nadie la veía, uno a uno iba alzando con
intensa alegría, haciendo así a San Pedro contrabando.
Como San Pedro ya se vio triunfante, probada su inocencia, al buen Señor le dijo muy
campante:
-«A1 menos le hará usted una advertencia...»
Mas el buen Dios que había reconocido de los muros del cielo, allá en la altura, a su
Madre, tan dulce, pura y bella, le respondió con singular dulzura:
-«¿Para qué? ¡Tú sabes cómo es ella!».
***
El cardenal Mercier, tan conocido en la primera mitad del siglo XX, nos enseñó un
estupendo medio para ser feliz
Nos descubrió el SECRETO DE LA SANTIDAD:
«Yo vengo a revelarte un secreto de santidad y de dicha. Si todos los días durante cinco
minutos tú sabes hacer callar tu imaginación, cerrar tus ojos a las cosas sensibles y tus
oídos a todos los ruidos de la tierra para ensimismarte en ti mismo, y allí, en el santuario
de tu alma bautizada, que es precisamente el templo del Espíritu Santo, hablando a este
Divino Espíritu y diciéndole:
¡OH ESPÍRITU SANTO, ALMA DE MI ALMA! YO OS ADORO; ILUMINADME, '
GUIADME, FORTIFICADME, CONSOLADME, DADME VUESTRAS ÓRDENES:
YO OS PROMETO SOMETERME A TODO LO QUE QUERÁIS DE MÍ Y ACEPTAR
TODO LO QUE PERMITÁIS ME SUCEDA; HACED SOLAMENTE QUE CONOZCA
VUESTRA VOLUNTAD Y LA CUMPLA.
Si tú haces esto, tu vida será siempre feliz y llena de consuelo, aun dentro de tus penas,
pues la gracia será proporcionada a la prueba, dándote la fuerza de llevarla, y tú llegarás a
la puerta del Paraíso cargado de méritos.
Esta sumisión al Espíritu Santo es el secreto de la santidad».
***
Aunque esta Bienaventuranza esté dedicada al Dios Padre, a Jesucristo el Señor y a
nuestra Madre María, estamos seguros de que no tendrán celos ni el Padre ni el Hijo de
que la terminerrros con esta descripción tan bella que de Ella -su Hija y su Madrehace el
poeta cristiano José María Gabriel y Galán (+1905):
¡Sol del más dichoso día, vaso de Dios, puro y fiel. Por ti pasó Dios, María. Cuán pura el
Señor te haría para hacerte digna de El.
Corazón que ante tu planta no adore grandeza tanta, muerto o podrido ha de estar.
Garganta que no te canta muda debiera quedar!
MÁS SOBRE ESTE TEMA:
Caminos de santidad: Decálogos que dirigen (1), n. 12, 15, 19.43.
Caminos de santidad: Semillas que dan vida (II), n. 9, 12, 18, 37.
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MARÍA es modelo de todas las virtudes y para toda clase de hombres y mujeres. Nadie
como Ella vivió las Bienaventuranzas. Los que traten de imitarla serán verdaderamente
FELICES. Por ello podemos afirmar que estas son las BIENAVENTURANZAS DE
MARÍA:
1. Felices son los pobres como tú, María; porque ante la cruz sabéis esperar en el Señor
de la vida.
2. Felices son los que sufren como tú, María, que te viste morir con la muerte de tu Hijo;
porque sentís en vosotros el consuelo de que Dios vive.
3. Felices son los pacíficos corno tú, María, porque la resurrección es para vosotros brisa
dulce que os llena de gozo.
4. Felices son los que anhelan la justicia como tú, María, porque ahora Cristo ha hecho
justicia, venciendo a la muerte.
5. Felices son los que prestan ayuda como tú, María; porque en el servicio repetís la
ayuda de Jesucristo, cuyo mayor servicio fue morir y resucitar por nosotros.
6. Felices son los limpios de corazón como tú, María; porque veis la cruz con esperanza.
7. Felices los que trabajan por la paz, como tú, María; porque habéis comprendido el
gesto de Cristo, muerto y resucitado para que todos los hombres nos queramos.
8. Felices los que son fieles como tú, María; porque tras la persecución, Dios aparece
como vuestro Rey.
No sólo los católicos amamos a la Virgen María. También otras religiones la veneran y
aman.
Hace unos años la revista misionera Catolicismo traía esta preciosa historia acaecida en
Ceylán y que tituló: LA ORACIÓN DE UN MUSULMÁN A LA VIRGEN.
Al hospital general de Colombo acaban de traer gravísimo un muchacho que se cayó de
lo alto de una escalera y se clavó en el vientre una barra de hierro. Desgarros de vísceras,
un caño de sangre, infección. Pronóstico mortal. Los cirujanos, a vida o muerte, intentan
coser el hígado destrozado, pero observan que el corazón empieza a fallar y a toda prisa
cierran la herida.
- «No hay nada que hacer» -sentencian.
Pondinayattata -éste es su nombre-- resiste, sin embargo, durante cinco días de modo
increíble entre la vida y la muerte. Sus padres, que son budistas, velan a su cabecera día y
noche, y las buenas Hermanas católicas que atienden el hospital tratan en vano de
consolarlos.
Al quinto día se presenta en la sala, preguntando por el herido, un musulmán de
distinguida presencia:
-«Quisiera ver a ese joven. Era criado mío y lo estimaba mu-cho».
La enfermera le dice en voz baja:
-«No tiene remedio. Los médicos se admiran de que aún no se le haya declarado la
peritonitis. La herida le supura cada vez más».
El musulmán escuchaba. Contempló un momento el rostro (lesfigurado del joven y
replicó:
-«Yo no soy católico, pero todas las semanas voy con mi mujer y mi hijo a visitar a
Nuestra Señora de Borella. A Ella le encomiendo todos mis asuntos y ahora mismo voy a
hablarle del muchacho. No teman ustedes. Adiós».
La enfermera y la monja se miraron. Aquélla era budista; la Hermana, por su parte, temía
que la muerte inevitable asestara un funesto golpe a tan hermosa y ciega confianza.
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Nuestra Señora de Borella es una veneradísima imagen de la Virgen del Perpetuo Socorro
que todos los miércoles es visitada por una muchedumbre de fieles en la iglesia de Todos
los Santos, en los arrabales de Colombo.
Pocos minutos después, el rico musulmán se arrodillaba ante el altar con un cirio en la
mano.
Y pasaron más días. Y sucedió lo increíble. Pondinayattata empezó a mejorar. Dejó de
supurar la herida. Remitió la fiebre hasta desaparecer. Los sueros fueron sustituidos por
caldos y jugos, primero, y poco a poco por alimentos sólidos. La herida acabó por
cicatrizar. Los médicos la miraban, la palpaban estupefactos.
Y cuando, recuperadas las fuerzas, le vieron al muchacho subir, bajar, moverse con la
agilidad de antes, se limitaban a murmurar:
-«¡Es increíble!».
Quince días después apareció de nuevo el distinguido señor (le roja fez e impecable terno
blanco. Se acercó triunfal a las Heritlanas.
-“¿Qué les dije a ustedes? Sería la primera vez que Nuestra Señora la Virgen María me
hubiera negado una gracia».
-«¿De dónde le viene a usted esa fe en la Santísima Virgen, siendo mahometano?» -le
preguntaron.
- «También nosotros la veneramos como la más pura de las criaturas y amada de Alá. Y
creemos en su poder. Y es muy sencillo. Yo voy a verla todos los miércoles y le hablo
como un hijo habla con su madre. Y siempre, siempre, me concede lo que le pido».
Minutos después arrancaba del hospital su lujoso coche llevándose al joven budista
curado milagrosamente por Nuestra Señora, gracias a la intercesión de un devoto
musulmán.
***
En el Evangelio se nos señalan las normas para ser felices. Es la Buena Nueva que nos
trajo Jesús. Si la cumplimos, seremos ya en la tierra completamente bienaventurados.
Los semáforos puestos en los cruces de los caminos no son para fastidiar a los
conductores o peatones. Son indicadores que ayudan a salvaguardar sus vidas. Así, los
preceptos que nos recuerda el Evangelio no son para amargarnos la vida, sino para,
cumpliéndolos, ser verdaderamente felices.
La Virgen María, la mejor Discípula del Maestro, lo entendió muy bien cuando nos dio
aquella maravillosa lección en sus sexta y séptima Palabras en las Bodas de Caná:
- «No tienen vino» y «Haced lo que Él -mi Hijo- os diga» (Jn 2, 3. 5):
Y su Madre, acercándose, le dijo:
«Mira, Jesús, no tienen vino. Las madres enseguida captamos: Veo a mis hijos
preocupados y tristes, están insatisfechos, siempre como esperando.
Falta el vino en las familias, tan preocupadas por el trabajo, el consumo, los hijos.
Falta a los esposos la ilusión primera, se les va enfriando el amor.
Falta el vino en las Iglesias, celebran aún con mucha agua. Mis hijos se cansan y se
aburren, les falta juventud y aire nuevo».
-«Pues que llenen de agua las tinajas, -dijo Jesús-, que se acerquen más a mí y crean. Yo
cambiaré el agua en el vino bueno del Espíritu, y rejuvenecerán, se sentirán renovados y
embriagados».
-«No tengáis miedo, hijos míos -dijo ella. No tengáis desencanto ni tristeza. Escuchad la
palabra de Jesús, que cambia el agua en vino. Abríos a las puertas de Jesús, que llenan de
90
Concédenos, Señor, que sepamos reflexionar sobre el sentido del misterio de la Iglesia,
para poder llevar a cabo hasta nuestra propia comunidad la responsabilidad eclesial que
cada uno debe ,1sumir.
Que sepamos contemplar este misterio del cual formamos paric y que estamos llamados a
construir.
***
El cristiano debe procurar estar siempre unido con la Iglesia. Caminar, sentir y vivir en
consonancia con ella.
La sintonía con ella debe ser la tónica de quien quiera ser fiel al Evangelio de Jesús.
Unidos con ella y a ella, nada ni nadie podrá hacemos daño.
Unidos a ella, venceremos.
Se han dado casos en que algunas personas han pasado por una experiencia tremenda:
pasar varios días perdidos en un desierto o en un bosque.
Cuentan que lo que los ha mantenido vivos, lo que les ha ayudado a sobrevivir, ha sido el
recuerdo de alguna persona querida, el mantenerse en contacto permanente con la persona
que daba sentido a su existencia.
Anteo era un gigante mitológico, hijo de la Tierra. Mientras estaba en contacto con su
madre, era invencible, de allí sacaba siempre nuevas fuerzas.
Hércules se dio cuenta, lo levantó del suelo, luchando con él, lo separó de la Tierra, y lo
venció.
Si un cónyuge está en contacto con su pareja, será invulnerable.
Si un sacerdote se apoya siempre en el altar, si de allí parte y allí vuelve, será
invulnerable.
Si un cristiano vive unido con su madre la Iglesia, vivirá con seguridad su vida cristiana.
***
Grande es la misericordia que Dios tiene para con los pecadores. Con todo, hasta los
santos temían el momento del encuentro con el Señor.
Seremos bienaventurados si nos esforzarnos por vivir nuestra propia vocación dentro de
la Iglesia.
Los hombres podrán tener un juicio positivo o negativo de nuestra conducta. Pero lo que
nos debe importar es el juicio que tenga Dios de nosotros.
El abad Agatón decía:
-«Un monje no debe permitir que su conciencia le acuse de cosa alguna».
Cuando murió, permaneció tres días inmóvil, con los ojos abiertos. Los hermanos le
sacudieron un poco y le preguntaron: -«¿Padre, dónde estás?».
Y respondió:
-«Estoy ante el tribunal de Dios». Y le dijeron los hermanos:
-«Padre, ¿tú también temes?». Y contestó:
-«Me he esforzado con toda mi alma en guardar los mandamientos de Dios, pero soy
hombre, y no sé si mis obras fueron agradables a Dios».
Los hermanos le dicen:
-«¿No confías en que tus obras fueron según Dios?». Y el anciano dijo:
-«No estaré seguro hasta que no esté delante de Dios. Una cosa es el juicio de Dios y otra
el juicio de los hermanos».
Para ser completamente felices es imprescindible confiar en el Señor. Echarnos en sus
brazos, corno un niño en los de su padre.
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Jesucristo instituyó la Iglesia para que nos guiara e instruyera como bondadosa Madre.
Para acrecentar en nosotros el amor hacia ella y para que esta
Madre Iglesia sea «sin mancha y sin arruga» será bueno y oporluno rezar de cuando en
cuando estas oraciones:
*¡Oh Dios, que has dispuesto con admirable providencia que cl reino de Cristo se
extienda por toda la tierra y que todos los hombres participen de la redención salvadora!;
te rogamos que tu Iglesia universal sea sacramento de salvación y manifieste y realice el
misterio de tu amor a los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo...
* ¡Oh Dios, que en la nueva alianza de Cristo sigues creándote un pueblo con gentes de
todas las naciones, que encuentran su perfecta unidad en el Espíritu!; haz que tu Iglesia,
fiel a la misión recibida, camine siempre en unión de los hombres como fermento y alma
de la sociedad, que ha de ser renovada en Jesucristo y transformada en familia de Dios.
Por nuestro Señor Jesucristo...
***
El Señor Jesús nos dijo que pidiéramos con confianza y en su nombre al Padre Celestial,
seguros de que seríamos escuchados. Por ello, porque formamos parte de la Iglesia
fundada por El, con confianza y amor de hijos y movidos por el Espíritu, que grita en
nosotros con gemidos inefables, le pedimos:
5. Dichosos los que como los pobres pastores de Belén, demuestran su generosidad con
los necesitados dando a los más pobres hasta lo que ellos necesitan para sí.
6. Dichosos los que, como la Estrella de Oriente, ayudan a mirar hacia arriba, enseñan el
camino, van delante conduciendo con su vida a otros caminantes.
7. Dichosos los que, como los Magos de Oriente, descubren la estrella y la siguen, los que
localizan a Dios, los que no se vuelvan atrás y perseveran, los que viven la aventura de la
separa, 1cín, el camino, el desierto, los que no dan nada por perdido en 13 busca de un
Ideal.
8. Dichosos los que como aquellos buenos betlemitas, reciben cada Navidad con alegría
el nacimiento del Niño Jesús y le ofrecen, como ellos, lo mejor de su corazón.
***
La fiesta de Navidad está como puente, a caballo entre dos años, el que se va y el que
viene.
Al gran misterio de que nace el Mesías y viene a salvarnos, habrá que añadir este nuevo
gozo y enseñanza.
Jano era el dios romano de las puertas -janua: puerta-, de la entrada y de la salida. Jano es
el dios de las dos caras, el que dio nombre al primer mes del año, januarius, enero-: con
una miraba al año pasado, y con la otra al año que empieza.
No está mal mirar al pasado, evaluarlo seriamente, para sacar las oportunas
consecuencias.
Pero hay que procurar no adormecerse en la nostalgia. Moisés Maimónides, el gran
filósofo judío-español, dice agudamente en su libro de sugestivo título, Guía de
perplejos:
-«Si Dios hubiese querido que los hombres miraran hacia el pasado, les hubiera puesto
ojos en la nuca».
Hay que mirar también al futuro. Y todavía más, es necesario vivir el presente.
El pasado mira a la misericordia, el futuro a la providencia, el presente al amor.
***
El tiempo de Navidad es tiempo de oración, de dar gracias y de pedir otras nuevas. Esto
lo hacemos con la oración. Y lo hacemos a ese Niño que a la vez es Dios.
No siempre sabemos valorar la vocación sacerdotal y religiosa y hoy hay una grave crisis
de las dos. Ellos --los sacerdotes y religiosos- desempeñan un lugar imprescindible en la
Iglesia que ayuda a los otros estados de vida.
Grande es la vocación sacerdotal y religiosa.
Este curioso caso de los Padres del Yermo nos recuerda todos estos extremos:
Un anciano de Tebas contó lo que sigue:
«Soy hijo de un sacerdote pagano. Siendo niño iba al templo y veía a menudo a mi padre
entrar allí para ofrecer sacrificios al ídolo.Y un día, entré furtivamente detrás de él y vi a
Satanás sentado y rodeado de todo su ejército de pie ante él. Y uno de los jefes se acercó
para adorarle.
-«¿De dónde vienes?», le preguntó Satanás, y el demonio le respondió:
- «He estado en tal región y he provocado guerras y grandes perturbaciones, con mucho
derramamiento de sangre, y he venido a comunicártelo».
Satanás le preguntó:
-«¿Cuánto tiempo has empleado en esto?».
-«Treinta días», respondió éste diablo.
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Y Satanás mandó azotarlo, mientras decía: -«¡Tanto tiempo para hacer esto!».
Y otro demonio se adelantó para adorarle, y Satanás le preguntó:
-«¿De dónde vienes?».
-«Del mar. He levantado tempestades, hundido muchas naves y matado a muchos
hombres, y he venido a contártelo», respondió.
-«¿En cuanto tiempo?», preguntó Satanás.
-«En veinte días», le contestó. Y mandó azotarle, diciéndole: -«¿En tantos días y sólo
hiciste esto?». Y un tercer demonio se postró para adorarle. Y le dijo: -«¿De dónde
vienes?».
-«He estado en tal ciudad. En unas bodas he provocado disputas y he hecho que se
derramara muchas sangre. Además maté al esposo y he venido a decírtelo».
Y preguntó Satán:
-«¿En cuánto tiempo?».
-«En diez días», contestó.
Y también fue azotado por haber tardado tanto tiempo.
Se acercó a adorarle otro demonio, y volvió a preguntar Satanás:
-«¿De dónde vienes?».
-« He estado en el desierto. Hace cuarenta años que lucho contra un monje, y por fin esta
noche le he hecho caer en impurezas».
Al oír esto, Satanás se levantó, le abrazó y, quitándose su corona, se la colocó en la
cabeza y le hizo sentar en su mismo trono mientras le decía:
-»¡Bravo, has hecho una gran hazaña!».
Cuando oí y vi esto, me dije a mí mismo:
-«Ciertamente es una gran cosa el estado monacal».
***
El hombre ha sido creado para la felicidad. Todos deseam os ser felices. La pena es que
muchos buscan la felicidad donde no está. No les llena su corazón ni lo que buscan ni lo
que hallan. Por ello hay muchos hombres y mujeres que viven arnargados, insatisfechos.
El fiel cumplimiento de la ley de Dios, el amor a Dios y al prójimo, la honradez... son
medios para vivir la auténtica felicidad. No el dinero, ni el tener, ni la belleza, ni el sexo,
ni la droga... dan la felicidad.
Bien lo vivió y expresó de modo lapidario San Agustín (354430), después de haber
probado todos estos caminos equivocados en busca de la felicidad:
«Señor -escribió-, nos has hecho para Ti y nuestro corazón está insatisfecho hasta que
descanse en Ti» (Confesiones, cap. 1, I).
Jesús siendo rico se hizo pobre por nuestro amor.
En Navidad parece como si todo nos empujase a compartir con el necesitado. A ser un
poco más solidarios dando de lo que nos sobra a los que carecen de ello.
Navidad debiera ser, pues, la fiesta de los pobres. Ojalá ellos fueran los verdaderamente
bienaventurados. Pero no sólo en Navidad. Siempre.
¿Es esto Navidad'?:
Navidad es amar al más pequeño y más pobre. Navidad es ser niño, hacerse pequeño y
pobre. Navidad es compartir con el pequeño y el pobre. Navidad es servir al más pequeño
y más pobre. Navidad es luchar contra el que oprime a los pobres. Navidad es detectar las
causas de que haya pobres. Navidad es cantar la libertad para el pobre.
Navidad es construir un mundo en que no haya pobres. Navidad es amar, amar hasta
95
hacerse pobre. Navidad es morir para que vivan los pobres. Navidad es acoger a mi Dios,
que se hizo pobre. Navidad es descubrir a ese Dios que está en los pobres.
MÁS SOBRE ESTE TEMA:
Caminos de santidad: Decálogos que dirigen (I), n. 39.
Caminos de santidad: Semillas que dan vida (II), n. 34.
Caminos de santidad: Destellos que iluminan (III), n. 29.
Debo, puedo y quiero ser santo (VI).
12. DEL CREYENTE EN NAVIDAD
«Que todas las criaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles» (Sal 144).
Hay muchos que celebran Navidad y no son creyentes. Forman parte de una sociedad que
celebra esos días de fiesta y ellos se unen con los demás aunque no lo hagan por motivos
de fe.
Estas deben ser las bienaventuranzas del creyente, no sólo en Navidad sino todo el año.
Estas bienaventuranzas son sólo para los creyentes.
Sólo para los que creen en ese Mesías que vino históricamente hace dos mil años y que
viene litúrgicamente cada año en estos días.
Que vendrá al fin de los tiempos; y que repite su venida cada vez que lo recibimos en su
Cuerpo y en su Sangre y cada vez que hacemos una obra buena.
Esa es la Navidad del creyente. La que queremos celebrar.
Todos aquellos que creen en ella son dichosos, deben celebrarla llenos de gozo como
corresponde a los bienaventurados. A ellos les felicitamos:
1. Felicidades, porque habéis creído en este anuncio del ángel, habéis visto este pesebre y
los pañales y habéis creído en el niño.
2. Felicidades, porque habéis preparado la cuna para que el niño nazca hoy en vosotros.
3. Felicidades, porque habéis acogido la palabra y la guardáis en vuestro corazón.
4. Felicidades, porque no sólo hacéis el Belén, sino que sois un Belén.
5. Felicidades, porque os estáis haciendo hombres y os estáis haciendo niños.
6. Felicidades, porque resuena en vuestro corazón un himno de bienaventuranzas.
7. Felicidades, porque estáis llevando un poquito de luz en la noche del mundo.
8. Felicidades, porque esta noche es Nochebuena y vosotros sois Navidad.
***
A pesar de ser la fiesta de Navidad la más bella y en la que todos manifiestan más gestos
de generosidad, aún hay muchas personas que pasan necesidades.
Bastaría recorrer las barriadas de las grandes ciudades para comprobar cuánta miseria y
cuánto hermano necesitado se encuentra a pesar de que otros esa noche, que se llama
«Noche Buena», malgastarán tanto dinero en comilonas.
La Noche de Navidad es una noche de contrastes. Recordamos que Dios se ha hecho
hombre, se ha hecho niño desvalido. Recordamos su amor. Y esto nos inclina a ser
sencillos, a sentirnos todos hermanos. Pero es también una noche triste. Los pobres se
sienten más solos y abandonados. Según la estadística, es la noche con más suicidios.
Un grupo de seminaristas acudían la noche de Navidad a la boca del Metro. Recordaban
la cena y calor familiar y se iban a compartirlo con los mendigos que se encontraban allí.
Les llevaban bocadillos, termos con café con leche, el recuerdo de Belén y amistad.
Los mendigos se desahogaban con ellos, se sentían amados y felices de que alguien los
escuchase y se acordase de ellos. Los mendigos les decían:
-«Esta noche Dios ha nacido para nosotros».
96
***
El creyente conoce el valor de la oración. El tiempo de Navidad debe ser también tiempo
de más oración. Oración de acción de gracias y de alabanza, sobre todo. La oración bien
hecha siempre es eficaz.
Un anciano vino un día al monte Sinaí, y cuando se marchaba salió a su encuentro un
hermano que le dijo llorando:
- «Estamos muy afligidos, Padre, por la sequía, porque no llueve».
Y le dijo el anciano:
-«¿Por qué no oráis y pedís la lluvia a Dios?». Y le dijo el otro:
- «Ya oramos y rogamos continuamente a Dios, pero no llueve».
Y replicó el anciano:
- «Creo que no habéis orado con atención, ¿quieres comprobarlo? Ven, pongámonos de
pie los dos juntos y oremos». Levantó las manos al cielo, oró y al punto empezó a llover.
Al ver esto, el hermano se echó a temblar y se arrojó a sus ¡)les. El anciano se escapó de
allí rápidamente.
***
No creemos haya nada más eficaz para ser feliz que esforzarse por cumplir siempre y en
todo la voluntad de Dios.
Todo cuanto sucede en el mundo y por tanto todo cuanto nos pueda suceder a cada uno de
nosotros es querido o permitido por la voluntad de Dios.
Aceptar gustoso todo lo que nos suceda, sea agradable o desagradable. Besar la mano de
Dios por todo lo que nos envía... será lo que mayor paz proporcionará a nuestra alma.
El santo Doctor San Francisco de Sales (+1622) decía: «Igualmente hemos de besar la
mano de Dios cuando nos envía un regalo que cuando nos llega una desgracia. Siempre
será la mano de mi Padre bueno que solo desea mi bien».
Por ello nos ayudará mucho rezar con frecuencia, pero sobre todo esforzarnos por vivir la
preciosa Oblación de San Ignacio:
Toma, Señor, y recibe toda mi libertad.
Mi memoria, entendimiento y toda mi voluntad;
Todo mi haber y poseer.
Tú me lo diste.
A ti Señor lo vuelvo.
Todo es tuyo.
Dame tu amor y gracia.
Que esto me basta.
En el Angelus recordarnos tres veces al día: «La Palabra de
Dios se hizo carne».
Este es el gran misterio y el gran don de Dios al hombre. Nunca se lo agradeceremos
bastante.
Pero Dios se hizo Palabra.
No habla desde la nubes, como un trueno. Su palabra es otra cosa, Dios es otra cosa.
Dios habla desde la profundidad del ser: Él es la VIDA.
Habla desde el dinamismo que crece: es LIBERTAD.
Habla desde el hambre de justicia: es PLENITUD.
Habla desde las ansias profundas: es ESPERANZA,
Habla desde el mal superado: es SANTIDAD.
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1. No aman la riqueza por encima de todo, son austeros, sin apegos, saben compartir,
incluso de lo que necesitan. Hacen opción por los pobres y se esfuerzan por ser pobres.
No consienten la pobreza miserable para ningún hijo de Dios.
2. No cultivan el orgullo ni se creen superiores. No envidian ni se comparan. Son
humildes, vacíos de sí mismos. Es la pobreza interior, la más difícil. Por eso son sufridos,
llenos de paciencia y mansedumbre. No se sienten ofendidos, porque no viven para sí.
3. No son indiferentes ante los demás, sino sensibles y compasivos. Saben llorar con los
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que lloran, perfectos consoladores. Otros lloran por los golpes que reciben, porque la vida
les trata mal. ¡Cuántas lágrimas amargas e inocentes! No se rebelan ni odian ni se
desesperan, pero lloran.
4. No toleran la injusticia, aunque sea al más pequeño. Luchan por un mundo solidario,
en que todos consigan su dignidad y sus derechos. Sueñan con un mundo nuevo, la
civilización del amor.
5. No son duros inquisidores, sitio comprensivos y compasivos. Tienen entrañas de
misericordia. Saben perdonar, estar cercanos, volcarse sobre las miserias humanas. Se
conmueven ante cualquier sufrimiento, como Dios.
6. No aman la impureza o la mentira. Tienen el corazón limpio. Son libres, no le
esclavizan los vicios. Son auténticos, transparentes, verdaderos. Se lavan con agua de
arrepentimiento, reconocen su fallo o su error.
7. No utilizan la violencia, sólo para sí mismos. Pero irradien la paz, y la crean, la
defienden. Amigos del diálogo y promotores de reconciliación y del perdón.
8. No se acobardan a la hora de defender al oprimido. Lo defienden siempre aun a riesgo
de ser criticados y perseguidos. Son profetas de la libertad y la justicia, y tantas veces son
mártires.
***
Tenemos enormes motivos para darle siempre y en todo GRACIAS A DIOS, por tantos
beneficios que nos concede... pero en especial por ser sus hijos.
Quien tiene fe se distinguirá de quien no la tiene en que aquel ve siempre y en todo la
voluntad del Señor y se siente gozoso de cumplirla.
Bien lo entendió aquel marino que decía que él sabía medir la fe de los que conversaban
con él.
- «¿Sí? ¿Y cómo te las arreglas?».
- «Muy sencillo. Yo perdí la pierna derecha en una batalla. Nueve de cada diez personas a
quien se lo cuento comentan:
- «Pobrecito, has perdido una pierna».
- «Normal. Pues ¿qué dice el décimo?».
- «El décimo, si es persona de fe, me dice:
- «Da gracias a Dios porque te ha permitido salvar la otra pierna».
Una de las tentaciones del hombre es fijarse en las cosas que le faltan, en vez de atender a
las muchas cosas que tiene.
***
Hay quien en la oración sólo sabe pedir
Hay cuatro clases de oración: de adoración o alabanza, de acción de gracias, de petición
de perdón y de petición de nuevas gracias.
En las dos primeras nunca nos podemos pasar: adorar al Señor y darle gracias.
En cuanto a la tercera, somos pecadores y debemos pedir perdón, pero podríamos caer en
cierto masoquismo, como si no creyéramos del todo en el perdón del Señor.
También en la cuarta nos podemos pasar. Somos pobres, pero no podemos limitar la
oración a pedir y pedir.
Los vecinos del místico musulmán Farid le pidieron que acudiera al emperador Akbar
para pedirle que favoreciera a la aldea.
Fue, pero no le dejaron pasar porque estaba haciendo sus oraciones.
Cuando salió, le dijo Farid:
99
Amaba tierna y filialmente a María. Cuando salía de excursión con sus compañeros del
noviciado, algún novicio observó que, cuando todos contemplaban algún paisaje bonito,
él cerraba los ojos.
Al preguntarle por qué lo hacía, contestó:
- «Porque quiero guardar toda la potencia visiva de mis ojos para poder contemplar en el
cielo la belleza de mi Madre María».
* Otra enamorada de la Virgen fue la jovencita Teresita González Quevedo (+1950),
quien popularizó aquella frase que en 1934 nos regalara la fundadora de la Institución
Teresiana, Josefa Segovia (+1957):
- «Madre mía, que quien me mire, te vea» .
Estas almas marianas siempre estaban «mirando a María» para tratar de copiar su misma
vida.
Conocida es también la frase tan hermosa de la citada Teresita:
- «La Virgen nunca falla».
A ella nunca le falló.
***
Así contempló nuestro inmortal Francisco de Quevedo (+1647) la PREDESTINACIÓN
DE MARÍA:
Y aunque me miráis tan niña, soy más antigua que el tiempo. Mucho más que las edades
y que los cuatro elementos.
Del principio fui criada, que es el sumo Dios eterno, y el primero lugar tuve después del
sagrado Verbo. Infinitos siglos antes que criara el firmamento, ya él a mí me había
criado en mitad de aquel silencio. Su primogénita dice que soy el santo y perfecto; de su
propia boca oí este divino requiebro. Adornome de virtudes, ricos tesoros del cielo, y en
mí se estarán estables de este siglo al venidero.
MÁS SOBRE ESTE TEMA:
2. Bienaventurado el que solamente mira a lo bueno que hacen los demás: nadie se ha
quedado ciego por mirar solamente a lo bueno que hacen los demás.
3. Bienaventurado el que camina despacio cuando acompaña a una persona que no puede
caminar de prisa. Nadie se ha quedado cojo por acompañar despacio al que no puede
caminar de prisa.
4. Bienaventurado aquel que nunca pega una bofetada. Nadie se ha quedado manco por
no pegar una bofetada.
5. Bienaventurado el anciano que no grita cuando discute con un anciano que grita. Así,
no habrá dos ancianos que gritan.
6. Bienaventurado el que no fuma para no molestar con el humo a los que están cerca;
porque no fumar es propio del que quiere conservarse en buena salud, y no molestar es
propio del que quiere conservarse como buen cristiano.
7. Bienaventurado el que, con buena intención, ayuda al necesitado, porque el que ayudó
con buena intención al que necesita algo, está ayudando a Jesucristo.
8. Bienaventurado el ancianito que no se enfada nunca; el que nunca se enfada, no
enfadará a los otros y será el más capacitado para desenfadar a los que estuvieron
enfadados.
9. Bienaventurado el que nunca pone mala cara a las muchas personas que encuentra por
la calle todos los días, y siempre pone buena cara a las pocas personas con quienes vive
en casa todo el día. «Nunca mala cara a los de fuera, siempre buena cara a los de dentro,
eso es mucha categoría».
10. Bienaventurado el que presta mucha atención cuando oye una conferencia, y presta
más atención cuando oye Misa; atender cuando habla un hombre es señal de buena
educación; atender cuando habla Dios es buenísima educación.
11. Bienaventurado el que, cuando algo sale mal, no busca quién lo hizo mal, sino quién
podrá remediarlo; así ha demostrado que sabe buscar con acierto.
12. Bienaventurado el que procura averiguar qué agrada y qué molesta a los que viven
con él; ha dado el paso primero para agradar y no molestar a los que conviven con él.
El Señor nos recordó muchas veces en el Evangelio que no nos dejáramos engañar por las
apariencias. Que mirásemos más bien al interior. Que no basta decir cosas bonitas sino
practicarlas. En la práctica de las bienaventuranzas no hay engaño. Son siempre el espejo
del alma.
Las apariencias engañan. Debemos estar alerta para no dejarnos embaucar. «No tengas en
cuenta su figura. El hombre ve la figura, pero Dios mira al corazón» (1Sm 16, 7).
Ya nos lo ha advertido Jesús: «Vienen a vosotros disfrazados de ovejas, pero por dentro
son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis» (Mt 7,15-16).
Cierto día la Belleza y la Fealdad decidieron bañarse. Después de un rato, salió del agua
la Fealdad, se vistió con la ropa de la Belleza y se marchó.
Luego la Belleza, al no encontrar su ropa, se puso los vestidos de la Fealdad.
Desde entonces muchos seres humanos las confunden.
Pero hay personas perspicaces que se fijan mejor, contemplan las obras y el rostro de una
y otra, y las reconocen, sin dejarse engañar por los ropajes de cada una.
No hay que confundir el oro con el oropel.
Dominar al hombre, mejor dicho, a los instintos del hombre, no es cosa fácil.
La lucha con estos tres enemigos -inundo, demonio y nuestro propio yo- debe ser
continuada y hasta el final.
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Nadie puede sentirse seguro. Este hermoso ejemplo de los Padres de la antigüedad nos lo
confirma:
Un anciano había pasado cincuenta años sin comer pan y sin beber apenas agua. Y decía:
-«He matado las impurezas, la avaricia y la vanagloria».
Y habiéndolo sabido el abad Abraham vino a su encuentro y le dijo:
-«¿Has dicho tú estas palabras?». Y el otro respondió: -«Sí».
Y le preguntó el abad Abraham:
-«Entras en tu celda y encuentras en tu lecho a una mujer.
¿Puedes tú no pensar que se trata de una mujer?».
-«No, dijo el viejo, pero lucho contra mi pensamiento para no tocarla».
Y le dijo el abad Abraham:
-«Entonces no has matado la impureza, puesto que la pasión sigue viviendo, tan sólo la
has encadenado. Y si vas por el camino y encuentras piedras, trozos de vasijas y entre
ellos oro, al verlo, ¿puedes tomarlo también por piedras?»+.
-«No, volvió a responder el otro, pero resisto a la tentación de recogerlo».
E insistió Abraham:
-«La pasión vive, aunque está atada». Y prosiguió:
-«Si oyes de dos hermanos que uno te estima y habla bien de ti, el otro te odia y te
calumnia, si los dos se llegan a ti, ¿recibirás a los dos de la misma manera?».
-«No; pero me haría violencia para tratar lo mismo al que me odia y al que me ama».
Y el abad Abraham concluyó:
-«Las pasiones siguen viviendo. Lo único que consiguen los santos varones es
encadenarlas».
Hay muchos hombres y mujeres que quizá nunca se han hecho estas preguntas, por otra
parte de tanta importancia:
«¿Para qué he nacido? ¿De dónde vengo y a dónde voy?».
Un franciscano del siglo XVI, Fr Pedro de los Reyes, meditando en estas preguntas nos
regaló esta preciosa respuesta, que viene como anillo al dedo a todo cuanto estamos
diciendo en estos volúmenes.
Si lo vivimos seremos verdaderamente felices: Yo ¿para qué nací?
- ¡Para salvarme!
Que tengo que morir es infalible.
Dejar de ver a Dios y condenarme triste cosa será, pero posible.
¿Posible, y río y duermo y quiero holgarme? ¿Posible, y tengo amor a lo visible?
¿Qué hago?, ¿en qué me ocupo?, ¿en qué me encanto? ¡Loco debo de ser si no soy santo!
***
Las bienaventuranzas son para alcanzar la paz de espíritu. Pero esta paz no se puede
conseguir cuando los hermanos que nos rodean están en guerra, no viven como hermanos
Los papas de este siglo instituyeron el día de .la Paz -el primero de enero- y cada año nos
regalan con un precioso mensaje sobre la paz.
Estas bonitas canciones sobre la PAZ pueden ayudamos a conseguirla:
Le regalé una paloma
al hijo del carcelero. Dicen que la echó a volar sólo por verle el vuelo.
¡Qué hermoso va a ser el inundo del hijo del carcelero!
Le regalé un halcón al hijo del terrorista;
é l le cortó pico y garras
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para que no hiciera más víctimas. ¡Qué hermoso va a ser el mundo del hijo del
terrorista!
Di semillas de esperanza
al hijo del general;
y él se puso a sembrarlas con el fusil del papá.
¡Qué hermoso va a ser el mundo del hijo del general!
Ofrecí un ramo de flores
al hijo del presidente; él empezó a repartirlas
y a cantar: «Viva la gente».
¡Qué hermoso va a ser el mundo del hijo del presidente!
Le regalé mil millones
al hijo del banquero;
él lo dio a Manos Unidas
en favor de los hambrientos.
¡Qué hermoso va a ser el mundo del hijo del gran banquero!
Regalé una hermosa estrella
a los hijos del escéptico; la llevaron por la calle para que vieran los ciegos.
¡Qué hermoso va a ser el mundo de los hijos del escéptico!
MÁS SOBRE ESTE TEMA:
Caminos de santidad.- Decálogos que dirigen (1) , n. 42.
Caminos de santidad: Semillas que dan vida (11), n. 36.
Caminos de santidad: Destellos que iluminan (111), 30.
Debo, puedo y quiero ser santo (VI).
16. DEL PAPA PABLO VI
«Alabad al Señor en- la tierra... alaben el nombre del Señor, el único nombre sublime»
(Sal 148).
El papa Montini (+1978), tenía algo que impresionaba. Contagiaba paz e interioridad a
cuantos se acercaban a él. Tuvimos el gran privilegio de poderlo experimentar en varias
ocasiones.
Le tocaron años de gobierno de la Iglesia muy difíciles. Los años del Concilio y
postconcilio fueron muy duros para quien en nombre de Jesucristo dirigía el timonel de la
Iglesia.
También tuvo alegrías. Una de las mayores, su viaje a la Tierra del Señor. Era el primer
papa desde San Pedro que lo hacía.
De aquel viaje nos dejó una rica doctrina evangélica. Hoy recordamos aquí las
bienaventuranzas que nos regaló en enero de 1965 en su estancia en Nazaret:
1. Bienaventurados seremos si, pobres de espíritu, sabemos librarnos de confianza
engañosa en las riquezas materiales y ponemos nuestros deseos primeramente en los
bienes espirituales y religiosos, si tenemos respeto y amor hacia los pobres, como
hermanos e imágenes vivas de Cristo.
2. Bienaventurados seremos si, forjados en la mansedumbre de los fuertes, sabemos
renunciar al nefasto poder del odio y de la venganza y tenemos sabiduría de preferir, al
temor que inspiran las armas, la conquista por la voluntad y la paz.
3. Bienaventurados seremos si no hacemos del egoísmo el principio director de la vida, y
del placer su fin, sino, al contrario, sabemos descubrir en la temperancia una fuente de
energía, en el dolor un instrumento de redención, en el sacrificio la cumbre de la
106
grandeza.
4. Bienaventurados seremos si preferimos ser oprimidos que opresores, y si siempre
tenemos hambre de una mayor justicia.
5. Bienaventurados seremos si, por el reino de Dios, sabemos en el tiempo, y más allá del
tiempo, perdonar y luchar, obrar y servir, sufrir y arriar. No quedaremos defraudados en
la eternidad.
***
El papa Pablo VI enriqueció a la Iglesia con una preciosa Encíclica sobre el Diálogo:
Ecclesiam suam.
Él mismo era muy dialogante y nos recordó la gran necesidad que la Iglesia tenía del
diálogo entre sí, con los hermanos separados y con el mundo alejado de Dios.
Por falta de diálogo se pierde la paz. El dialogar ayudará a vivir en armonía y paz.
El diálogo aclara muchas cosas. Cuando no hay diálogo, crecen los malentendidos, y se
desaprovechan muchas oportunidades.
Cada uno va por su lado, no se aúnan fuerzas y se pierden muchas energías.
El diálogo es fuente de enriquecimiento.
Como sucedió en un huerto, en el que quedó libre un poco de tierra tras la sementera.
El hortelano, sin decir nada a su mujer, plantó escarolas tempranas.
La mujer, sin decir nada a su marido, plantó judías.
Cuando ambas semillas empezaron a brotar, la mujer arrancaba los brotes de escarola
pensando que eran malas hierbas. Igual hacía el marido con las judías, llevado por el
mismo error.
Ni crecieron las escarolas ni se lograron las judías. Todo por no querer dialogar.
Los buenos modales, que son normalmente fruto de la virtud interior, ayudarán a ser
bienaventurado.
Aún sin pretenderlo somos, con nuestro modo de obrar, ejemplo bueno o malo para
cuantos nos contemplan.
El cristiano está llamado a ser carta abierta de Cristo (2 Cor 3,3), donde los creyentes y
no creyentes puedan leer el Evangelio de Jesús, sus bienaventuranzas.
Un día unos filósofos quisieron poner a prueba a los monjes. Vieron pasar a uno muy
elegantemente vestido y le llamaron:
-«¡Ven aquí!».
Pero él, indignado, les insultó.
Pasó un santo monje, de origen aldeano, y le dijeron: -«¡Tú, monje, mal viejo, ven aquí!».
Y el monje acudió en seguida. Le abofetearon, y él les ofreció la otra mejilla. Al punto
los filósofos se levantaron, se echaron a sus pies, y le dijeron:
-«¡Este es un monje de verdad!».
Le hicieron sentar en medio de ellos y le preguntaron:
-«¿Qué es lo que haces, en este lugar solitario, que no hagamos nosotros? Vosotros
ayunáis y nosotros ayunamos. Castigáis vuestros cuerpos y nosotros también lo hacemos.
Todo lo que vosotros hacéis lo hacemos también nosotros. ¿Qué hacéis más que nosotros,
aquí en el desierto?».
El anciano les contestó:
-«Ponemos nuestra esperanza en Dios y practicamos la guarda del corazón».
Y le dijeron los filósofos:
-«Esto no lo logramos nosotros».
107
también paz vivida en los hogares, en las comunidades y en todas partes donde convivan
dos o más personas juntas.
Habrá, sobre todo, que buscar la paz interior de cada uno. Si esta no se da, de poco vale
aquella.
la. Felices vosotros, que no albergáis sentimientos de hostilidad, de menosprecio y de
ideologías obstinadas, porque vuestras «manos serán palomas de la paz».
2a. Felices los chicos y chicas que no dejáis oscurecer en vuestras vida «el sol de la
verdad», porque el «diálogo fraterno», como búsqueda de la verdad, será camino de la
paz.
3a. Felices los hombres que consideran «la paz como fruto de la justicia» y del
cumplimiento de los derechos humanos, porque serán «constructores de la paz».
4a. Felices los muchachos y muchachas que optáis por el desarme y rechazáis el
armamentismo, que priva de recursos para la supervivencia de millones de personas,
porque contribuiréis a levantar el «reino de la paz» inaugurado por Jesús de Nazaret.
5a. Felices quienes no solamente sois pacifistas, sino «pacíficos», por haber desterrado el
odio en situaciones conflictivas, porque os llamarán «hijos de Dios».
6a. Felices los chicos y chicas que, a ejemplo de Jesús, pasaréis por el mundo sembrando
amor y amando a los enemigos, porque los profesores se verán obligados a explicar «la
historia (le la paz».
7a. Felices las personas que viven el perdón, la compasión y la misericordia como
actitudes cristianas, porque se constituirán en acertados «instrumentos de la paz».
8a. Felices cuantos pertenecéis a una comunidad de creyentes, que promueve a diario «la
mutua estima, el respeto y la concordia» hacia los demás, porque seréis el «sacramento de
la paz».
Para que reine la verdadera paz en el individuo será requisito imprescindible el fiel
cumplimiento de nuestro deber. Cada uno que cumpla con su obligación y que no quiera
meterse a redentor de los demás.
A cada uno se nos ha encomendado un cierto número de talentos, con los que debemos
negociar, hasta que el Señor vuelva a pedirnos cuentas.
A cada uno se nos han dado distintos carismas, diversas cualidades, que debemos
desarrollar, para común utilidad.
Lamentar lo que no tenemos y descuidar lo que tenemos, es perder el tiempo.
Un bar, para ganar clientela, puso este letrero:
-«El que venga a desayunar, mientras toma café, dispondráde una maquinilla de afeitar».
Ante esta competencia desleal, el peluquero próximo pusoeste :
-«Al que venga a afeitarse, se le ofrecerá una taza de café». Y todo quedó corno antes.
Zapatero, a tus zapatos.
***
18. OTRAS BIENAVENTURANZASDE LA PAZ
«Bendice, alma mía, al Señor Él rescata tu vida de la fosa» (V y R. II Vísp. dom. III
Ordin.)
Gran importancia tenía la paz para Nuestro Señor Jesucristo cuando dedicó una de las
ocho bienaventuranzas a cantarla y deseó la felicidad para quienes cooperan a ella.
Es tan importante este fruto del Espíritu Santo que ofrecemos otras bienaventuranzas
sobre esta virtud, que lo es también, además de fruto.
Después del diluvio universal apareció el arco iris. Es símbolo de la paz. También cuando
109
volvió la palomita con el ramito de olivo reconoció el anciano Noé que podían pisar
tierra, que había paz.
Hoy no hay paz. Mientras haya hambre, injusticias sociales, ambiciones... no llegará la
paz.
Mientras haya un hombre o mujer, niño o anciano que pase necesidad, mientras a otros
les sobra todo... no puede haber paz, y habrá que seguir luchando para que desaparezcan
estas injusticias.
Verdaderamente felices serán todos aquellos que trabajan en su propio campo y con todas
sus fuerzas para que haya bienestar y paz en todo el mundo:
1. Felices los que viven en paz con el Señor.
2. Felices los que gozan de paz en la conciencia.
3. Felices los que construyen la paz en la familia.
4. Felices los que siembran paz entre los amigos.
5. Felices los que desean paz a los enemigos.
6. Felices los apóstoles de la no-violencia.
7. Felices los que destierran la venganza.
8. Felices los que saben perdonar.
9. Felices los que aceptan el perdón.
10. Felices los vencedores que no se imponen.
11. Felices los vencidos que no alimentan el odio.
12. Felices los que saben que las guerras nunca son santas.
13. Felices los que piensan que es posible el consenso.
14. Felices los que no escuchan el diálogo de sordos.
15. Felices los que no hablan el lenguaje de las pistolas.
16. Felices los que intentan comprender.
17. Felices los que tienen hambre de paz.
Dichosos los pacificadores, dice Jesús en el Sermón del Monte.
Los que no solamente viven en paz, sino que además la esparcen a su alrededor.
Dichoso el que sabe hacer brotar la paz y la alegría en el corazón de su hermano.
En cambio, ¡qué pena!, hay otros que lo encizañan todo, y sólo siembran discordia y
turbación.
Como Lulú. Fue un visitante al manicomio y vio cómo un interno repetía:
-«Lulú, Lulú».
-«¿Qué le pasa a ese hombre?», preguntó al rnédico. Y el médico le respondió:
-«Lulú es el nombre de la mujer que le dio calabazas...». Siguieron adelante, y otro
interno gemía: -«Lulú, Lulú».
-«¿También éste se le queja de Lulú?», volvió a preguntar el visitante.
-«Sí, -dijo el médico-, éste es el que acabó casándose con Lulú».
Pues, como se ha dicho, solo hay dos desgracias en la vida: no conseguir lo que deseas
y conseguir lo que deseas.
La paz es hermana de la paciencia y para alcanzar ambas, es necesaria la constancia en el
bregar de cada día. Contaba el abad pastor que el abad Juan, de pequeña estatura, había
pedido al Señor que le librase de todas sus pasiones. Lograda esta paz del alrna, fue a un
anciano y le dijo:
-«He aquí un hombre tranquilo que no padece lucha ninguna».
Pero el anciano le contestó:
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-«Vete y pide al Señor que te envíe batallas, porque el alma adelanta luchando».
Y cuando volvió a empezar la lucha, el abad Juan ya no quería verse libre de ella, sino
que decía: -«Señor, dame paciencia para soportar estas luchas».
Para ser felices todos hemos de cooperar y trabajar, además de orar, para que en todo el
mundo reine la paz.
Estos debieran ser nuestros deseos:
Con relación a la paz, yo sólo pido una cosa: que a todas las armas se les caiga la «r».
¿Verdad que sería todo distinto? Prueba a ver cómo suena armas sin r.
Si quieres la paz, quita a las armas su r, la r del rencor, de la rabia, de la guerra, del
rearme, del retraso, del terror.
Si quieres la paz, empieza a quitar erres rencorosas, retrógradas, repugnantes, retorcidas.
Si quieres la paz, empieza a conjugar en todos sus tiempos y modos el verbo de los
verbos: amar. Yo amo, tú amas...
Tú y yo nunca amaremos las armas. Tú y yo siempre amamos y amaremos. Tú y yo
siempre seremos amados. Amén.
Si nuestra oración está adornada de las condiciones con que debe estarlo: humilde,
perseverante, confiada, hecha en nombre de Jesús y que trate de bienes espirituales... no
hay duda de que será escuchada.
Con frecuencia pedimos al Señor lo que no nos conviene. A nosotros nos parece que sí,
pero a la larga, como «los caminos del Señor no coinciden con nuestros carninos...» (Is
55, 7-8), vemos que el Señor tenía razón y que hizo muy bien de no concedernos lo que le
pedíamos.
En una placa de bronce, en el Instituto de Readaptación de Nueva York, se encontró
grabada esta preciosa inscripción:
« Yo había pedido a Dios:
- la fuerza para alcanzar el éxito, pero Él me hizo débil para que aprenda a obedecer;
- la salud para hacer grandes cosas, pero me dio la enferme dad para que pueda hacer
cosas mejores;
- la riqueza para poder ser feliz, pero me ha dado la pobreza para que pueda ser
compasivo;
- el poder para ser apreciado, pero me dio la debilidad para que experimente la necesidad
de Él;
- un compañero para no vivir solo, pero me dio un corazón para que pudiera amar a todos
mis hermanos;
- tener cosas que alegraran mi vida, pero de Él he recibido la vida para que pueda gozar
de todas las cosas.
YO NO HE RECIBIDO NADA DE LO QUE HABÍA PEDIDO, pero he alcanzado todo
cuanto había esperado: soy entre todos los hombres el más ricamente colmado».
MÁS SOBRE ESTE TEMA:
Caminos de santidad: Decálogos que dirigen (1) , n. 29
Caminos de santidad: Semillas que dan vida (II), n. 26.
Caminos de santidad: Destellos que iluminan (III), n. 24.
Caminos de santidad: Ejemplos que edifican (V), n. 34.
Debo, puedo y quiero ser santo (VI).
19. POÉTICAS PERO EXIGENTES
«Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo... Digno de gloria y alabanza por los siglos»
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Decía Tagore, que ante un perro muerto, que olía mal, sólo Jesús supo ver qué blancos
tenía los dientes.
Para ser bienaventurado hay que arrojarse en los brazos de la Divina Providencia. Fiarse
de ella. Cada uno debe corresponder a la vocación que Dios le ha dado.
El abad Afi, obispo de Oxirino, cuando era monje llevaba una vida excesivamente dura.
Nombrado obispo, quiso llevar en la ciudad la misma vida que en el desierto, pero no
tuvo fuerzas para ello. Y se postró en la presencia del Señor, diciendo:
-«¿Acaso, Señor, se ha alejado de mí tu gracia por causa del episcopado?».
Y tuvo esta revelación:
-«No, pero cuando estabas en el desierto y no había hombres, Dios era tu sostén. Ahora
en el mundo los hombres se ocupan de ti».
Ayer hubo calamidades en el mundo. Hoy también. Y, por desgracia, seguirá habiéndolas
mañana.
Seremos felices si colaboramos a que el espíritu de las Bienaventuranzas caiga sobre el
mundo en forma de copiosa lluvia que purifique el ambiente. Habrá que pedir y colaborar
para que llueva la gracia que purifique de tanta suciedad moral que llena nuestro mundo.
En tiempo de Noé fue anegada la tierra para purificarla de sus pecados. ¿Y hoy? ¿Cómo
está el inundo? En aquel tiempo fueron necesarios cuarenta días de copiosa y continua
lluvia para purificar la tierra de tanto pecado.
¿Cuántos días tendría que llover, y cuántos litros de agua, cuántos cántaros, para
limpiar al mundo, nuestra casa, de sus costras, sus vicios y su barro? ¡Qué mal huele
este mundo corrompido! ¡Qué feo es este mundo estropeado! A pesar del progreso y de
la técnica, vivimos en un mundo que es un asco. ¡Que llueva toda el agua del diluvio
sobre este mundo nuestro tan manchado! Que llueva sin parar, pero que llueva un
diluvio de gracias y de bálsamo; que llueva la justicia, la ternura, que llueva Dios, amor
hecho regalo; que se empape la tierra del Espíritu, que nazca la flor de Dios en nuestro
campo. Y fue verdad, que el agua del Espíritu diluvió sobre un seno inmaculado; brotó
fruto bendito en nuestra tierra, arco iris palpitante, enamorado; y todo empezó a oler a
tierra nueva, y el cielo sonreía a los humanos.
Volvió a llover el agua del Espíritu, esta vez mire un torrente concentrado en un inmenso
y limpio corazón, que se abrió con el toque del soldado.
Las aguas puras son sacramentales, dejando salvación, gracia a su paso. Riegue
también, Señor, mi pobre tierra el agua que brotó de tu costado.
***
Adquirir la santidad supone sacrificios. Para llegar a la «meta» a la que todos estamos
llamados, es necesaria una gran dosis de exigencia.
Para ser santos no hay que hacer cosas raras o llamativas.
La santidad no es otra cosa que hacer siempre y en todo la voluntad del Señor.
El premio Nobel de literatura Juan Ramón Jiménez lo expresó bellamente en esta
conocida poesía que es una fervorosa oración para alcanzar la santidad: Lo que Vos
queráis, Señor:
- Lo que Vos queráis Señor: sea lo que Vos queráis.
Si queréis que entre las rosas ría hacia los matinales resplandores de la vida, sea lo que
Vos queráis.
Si queréis que, entre los cardos, sangre hacia las insondables sombras de la noche eterna,
sea lo que Vos queráis. Gracias si queréis que mire, gracias si queréis cegarme; gracias
113
por todo y por nada; sea lo que Vos queráis. Lo que Vos queráis, Señor; sea lo que Vos
queráis.
20. DE LOS SALMOS
«Grandes son las obras del Señor, dignas de estudio para los que las aman» (Sal 110).
En la Palabra de Dios, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, hay abundantes
bienaventuranzas.
Todas ellas preparan o siguen como glosa a las ocho predicadas por Jesucristo.
Los autores de los salmos enseñan el camino para ser bienaventurado, y proponen al
hombre el ideal que ha de realizar para serlo.
Los salmitas proclaman diez caminos para la felicidad, que comienzan con el término
asre: Bienaventurado:
1. Bienaventurada la nación cuyo Dios es Yahvé (33,12; 89,16-17; 144,15).
2. Bienaventurado el hombre que teme a Yahvé (112,1; 128,1-2).
3. Bienaventurados los que a Yahvé se acogen (2,12; 34,9; 40,5; 84,13; 146,5).
4. Bienaventurado el hombre que medita la ley de Yahvé (1,1; 94,12; 119,1-2).
5. Bienaventurado tu elegido, el llamado al servicio del templo (64,5; 84,5-6).
6. Bienaventurado el hombre a quien Yahvé no imputara falta (32,1-2).
7. Bienaventurados los que practican siempre la justicia (106,3).
8. Bienaventurado el que se cuida del pobre (41,2).
9. Bienaventurado el hombre que tiene muchos hijos (127,5).
10. Bienaventurado el que devuelva el mal a la babel devastadora (137,8-9).
Se habla en el Antiguo Testamento de «estar en la presencia de Dios», «estar con el
Amado»... Este es el gran regalo para nosotros.
Entonces el hombre llega a ser «bienaventurado», «habita en la casa de Dios». «Mora con
Él» (84,5). «Observa su ley» (106, 3)...
Los salmos son también un cántico a la pobreza. El que es pobre de espíritu dice Jesús en
su bienaventuranza, será verdaderamente feliz.
Jesús nos previene sobre el peligro del dinero: «No podéis servir a Dios y al dinero».
Podemos engañamos y apegamos al dinero so pretexto de utilizarlo para promover el
Reino de Dios.
El dinero lo necesitan, por ejemplo los misioneros, para obras de promoción humana.
Pero hay el peligro de reduccionismo, de limitarse a la promoción social, y olvidarse de la
dedicación al mensaje de salvación, que es la tarea primordial del misionero.
El tío Tom estaba mal del corazón. Un pariente difunto le había dejado en herencia mil
millones de dólares, y sus familiares no sabían cómo decírselo, por miedo a un infarto.
Encargaron al párroco que le diera la noticia:
- «Dígame, Tom, si Dios le enviara mil millones de dólares, ¿cómo los emplearía?».
Tom reflexionó y le dijo:
- «Le daría a usted la mitad para la iglesia».
Y al oírlo, el párroco sufrió un repentino ataque al corazón.
***
Para ser felices es necesario vivir desprendidos de las ataduras de este mundo. San Juan
de la Cruz, que de esto entendía un buen rato, decía que al pajarillo igual le impide
elevarse a las alturas si está atada su patita con una gruesa cadena que con un tenue
hilillo.
Hay ejemplos maravillosos de almas que han sido generosas ante este desprendimiento y
114
Siempre hemos de ser agradecidos por los beneficios que de Dios inmerecidamente
hemos recibido. Hay salmos preciosos de acción de gracias a Yahvé por los beneficios
materiales y espirituales.
Será bueno que al final de cada día y, sobre todo, al final del año, demos gracias al Señor.
Bendigamos su nombre, con estas o parecidas expresiones:
Bendito seas, Señor, por haberme seguido dando la vida en el día de hoy y a lo largo de
este año.
Bendito seas, Señor, por haberme seguido dando capacidad y medios de trabajar en el día
de hoy y a lo largo de este año.
Bendito seas, Señor, por procurarme trabajo y comida en el día de hoy y a lo largo de este
año.
Bendito seas, Señor, por bañarme en la luz de tu sol durante el día de hoy y a lo largo de
este año.
Bendito seas, Señor, por haberme hecho la naturaleza tan hermosa, y por ofrecerme su
espectáculo.
Bendito seas, Señor, por haberme dado compañeros de trabajo, de penas y de alegrías.
Bendito seas, Señor, por todo cuanto me has dado en el día dehoy y a lo largo de este año.
Bendito seas, Señor, porque eres grande, luminoso y bueno. Bendito seas, Señor, por ser
el que eres y no poder quitar nada a nadie ni recibir nada de nadie.
Bendito seas, Señor, porque sólo tú eres inteligencia y amor; luz inmaterial que nada
podrá oscurecer, bondad que nada podrá empequeñecer.
Bendito seas, Señor, por hallarte más allá de mi mirada y, sin embargo, dentro del
término de mi fe y de mi amor.
Bendito seas, ¡oh Dios!, por ser el infinito que se abre ante mí y la bienaventuranza que
me da cita.
MÁS SOBRE ESTE TEMA:
-«¡El silencio!».
Procura que los hombres callen.
La abeja zumba ruidosamente alrededor de la flor, y cuando penetra en la flor, bebe en
silencio.
En cuanto un hombre discute, es que no ha alcanzado aún el silencio divino. En cuanto
gusta sus dulzuras, se calla, igual que la abeja.
Es lo que llama Ruysbroeck «el oscuro silencio en que todos los amantes se pierden».
Unas veces habrá que hablar y otras que guardar silencio. Con nuestras palabras y
silencios podemos descubrir el valor de las personas.
Unos hermanos de Scitia quisieron ver al abad Antonio. Se embarcaron en una nave y se
encontraron en ella un anciano que también quería ir donde Antonio. Pero los hermanos
no lo sabían. Sentados en el barco, hablaban de las sentencias de los Padres, de las
Escrituras y de sus trabajos manuales.
El anciano guardaba silencio. Al llegar al puerto supieron que también él iba en busca del
abad Antonio. Cuando se presentaron, el abad Antonio les dijo:
-«Buen compañero de viaje encontrasteis en este anciano». Y luego dijo al anciano:
-«Padre, has encontrado unos buenos hermanos».
Pero el anciano le respondió:
-«Son buenos, pero su habitación no tiene puerta. En su establo entra todo el que quiere y
desata el asno».
Esto lo decía porque los hermanos hablaban de todo lo que pasaba por su cabeza.
Para ser feliz en el silencio será necesario crecer en el amor. Sólo el que ama es
verdaderarnente feliz. Es conocida la doctrina de San Agustín sobre esto:
Ama y haz lo que quieras:
« Arna y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor. Si gritas, gritarás con amor.
Si corriges, corregirás con amor. Si perdonas, perdonarás con amor.
Si tienes el amor arraigado en ti, ninguna otra cosa sino amorserán tus frutos».
***
La felicidad o bienaventuranza se alcanza si estarnos satisfechos con lo que tenemos. Si
sabemos aceptar nuestras limitaciones.
Nos hará un gran bien si de cuando en cuando dialogamos con el Señor diciendo:
«Señor, yo no puedo nada, Tú lo puedes todo. Amén, soy feliz.
No poseo nada, Tú lo tienes todo. Amén, soy feliz. Soy débil y Tú eres fuerte, soy pobre
y Tú eres rico, soy malo, y Tú eres bueno. Amén, soy feliz. Soy ignorante, Tú eres sabio.
Soy pecador, Tú eres santo, soy orgulloso, Tú eres humilde. Amén, soy feliz.
Soy díscolo y rebelde, pero Tú eres obediente. No hago nada por Dios, pero Tú le
glorificas, le amas y le alabas perfectamente. Amén, soy feliz».
MÁS SOBRE ESTE TEMA:
Caminos de santidad: Decálogos que dirigen (1) , n. 35.
Caminos de santidad: Ejemplos que edifican (V), n. 41.
Debo, puedo y quiero ser santo (V1).
22. BIENAVENTURANZA DEL «TODAVÍA NO»
«Dichosos los que encuentran en ti su fuerza al preparar su peregrinación» (Sal 83).
En este mundo estamos de paso. Desde el momento que nacemos nos dirigimos hacia la
eternidad.
No hemos sido creados para la tierra sino para el cielo.
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San Agustín un día dialogaba con los diversos elementos ycada uno le contestaba:
-«No, Agustín, no, nosotros no somos tu fin. Mira más arriba, mira más arriba»...
Y así hasta que llegó, elevando su mirada, hasta Dios. Ese era su fin.
Vivimos en el «Todavía no». No en el «Ya».
Pero no nos está permitido cruzarnos de brazos. Pararnos. Descansar.
Hay que seguir trabajando sin descanso para arribar a la meta.
Cuando los años caigan sobre nuestros hombros -cuando estemos jubilados-, no creernos
que ya lo hemos hecho todo. Hay que sentirse útil y seguir trabajando. Y mucho más en
el perfeccionamiento de nuestro espíritu pues la meta señalada es tan alta como el mismo
Dios.
Jesús nos dijo: «Sed santos como el Padre celestial es santo» (Mt 5, 48).Y: «Sed
misericordiosos como vuestro Padre celestial es misericordioso» (Lc 6, 36).
Seremos felices si cada día nos esforzamos por vivir este TODAVÍA PUEDO:
1. Todavía puedo despojarme un poco más de cosas que me sobran y compartir mejor.
¡Dichosos los pobres!
2. Todavía puedo ser más sufrido y paciente con mi hermano y conmigo mismo.
¡Dichosos los sufridos!
3. Todavía puedo estar más cerca de los que sufren. ¡Dichosos los que lloran!
4. Todavía puedo ser mejor profeta de la justicia. ¡Dichosos los que tienen hambre y sed
de la justicia!
5. Todavía puedo ser más entrañable y compasivo, más cercano y cordial. ¡Dichosos los
misericordiosos!
6. Todavía puedo limpiar más mi corazón y llenarlo de luz y de espíritu. ¡Dichosos los
limpios de corazón!
7. Todavía puedo construir y sembrar más paz interior y reconciliación. ¡Dichosos los
pacíficos!
8. Todavía puedo dar más la cara por los hombres y los inocentes, aunque me la partan.
¡Dichosos los que padecen persecución por la justicia!
Y todavía puedo terminar ese proyecto, hacer esa visita, acercarme a esa persona, escribir
esa carta, superar ese defecto o dependencia, mejorar mi carácter, cultivar más mi fe,
aceptar ese compromiso, dar más de mi tiempo, sonreír más, confiar más, esperar más,
amar más...
***
El todavía no, nos ayudará a saber que nos vamos perfeccionando cada día.
Que no se alcanza la perfección en un instante.
Que habrá que ser comprensivos con los demás y aceptarlos tal como son.
No lo hacía así el griego Procusto:
Hay personas dominantes que no dejan opinar a los demás. Hay cónyuges autoritarios
que no permiten a su pareja tener sus propios gustos.
Hay pequeños dictadorcetes que tapan la boca sin compasión a sus compañeros.
Hay jefes engreídos que nunca permiten disentir.
Hay que distinguir entre la conveniente uniformidad y el uniformismo deletéreo.
Los griegos, que tenían mitos para todo, nos hablan de Procusto, que defendía y
practicaba el uniformismo a ultranza. Procusto era un posadero que trataba muy bien a
sus huéspedes y él mismo los ayudaba a acostarse.
Si eran más cortos que la cama, les estirada cabeza y miembros, hasta ajustarlos a la
120
cama.
Si eran más largos, cortaba lo sobrante.
Luego, por la mañana, lloraba al verlos muertos.
***
Mientras vivimos habrá que ejercitarse en toda clase de virtudes para que cuando nos
llegue el día de la llamada, el Divino Juez nos encuentre adornados del vestido de bodas.
La hospitalidad y la caridad, además del ayuno o penitencia bien entendidos, nos
ayudarán a alcanzar esta gracia.
Vivía en Scitia un anciano, muy cerca del camino del desierto. Y su trabajo consistía en
que, cuando venía un monje del desierto, con toda confianza y caridad le invitaba a
reponer sus fuerzas en su celda. Un día pasó un anacoreta y le invitó a comer con él. Pero
el otro no quiso tomar nada, diciendo:
-«Yo ayuno».
El anciano, apenado, le dijo:
-«Te ruego que no desprecies a tu siervo ni apartes tus ojos de mí. Pero ven a hacer
oración conmigo. Hay aquí un árbol que se inclinará durante la oración que vamos a
hacer de rodillas cada uno de nosotros.
Seguiremos el parecer de aquel sobre el que se incline el árbol».
El ermitaño se arrodilló y se puso en oración, pero no sucedió nada.
Se arrodilló después el anciano que le había invitado a comer y al punto se dobló el árbol.
Al verlo, se alegraron mucho y dieron gracias a Dios, que hace siempre maravillas.
***
Todos estamos llamados a ser felices, a ser bienaventurados ya en este mundo. Seremos
felices si procurarnos vivir estas directrices.
Será bienaventurado:
- quien no conoce el rencor,
- quien olvida y perdona,
- quien da sin interés,
- quien sirve sin derechos,
- quien ríe porque su hermano es feliz,
- quien goza porque espera un mundo mejor,
- quien ama porque hay niños y hombres buenos,
- quien vive porque muere cada día sembrando amor,
- quien mira al cielo y llama PADRE a Dios.
Nunca hemos de perder la esperanza de nuestra conversión. La meta, aunque sea elevada
y lejana, con la ayuda del Señor la podremos alcanzar.
Con confianza hemos de dirigirnos al Señor con estas o parecidas súplicas que broten de
nuestro corazón pero poniendo de nuestra parte lo que nos compete. El Señor me ayuda
con el 99'99 %. Pero me deja a mí una centésima parte, que será imprescindible que yo la
haga para alcanzar la victoria.
Nos lo recuerda San Pablo: «Sufro en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo,
en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia» (Col 1, 24).
Así le suplicamos al Señor, nuestro Padre, con confianza y amor de hijos:
1. Que nos cures de nuestra ceguera, Señor.
2. Que nos cures de la dureza de nuestro corazón, Señor.
3. Que nos des ojos nuevos y corazón nuevo, Señor.
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SER FELICES
Nadie ama al hombre como Dios. Es lógico, porque somos hechura de sus manos.
Jesucristo es el Dios encarnado. Luego Jesucristo nos ama con un amor indecible. Mucho
mayor de lo que nos podemos imaginar.
Jesucristo, antes de morir por nosotros sobre todo predicaba era la felicidad eterna,
también se preocupó de nuestra felicidad temporal como medio para conseguir aquella.
El nos recomendó una y muchas veces que fuéramos felices. Felices en el verdadero y
profundo sentido de la palabra.
Si cumplimos su mensaje, lo conseguiremos. Seremos felices aunque carezcamos de
aquellas cosas banales que el mundo tiene como vehículos de felicidad.
La felicidad que gozan los seguidores de Jesús, los que verdaderamente se enamoran de
Él, es una felicidad que no se compra con dinero sino que es la paga a los que cumplen
los mandatos del Maestro. Se trata de una felicidad que ni los ladrones la roban ni la
carcoma la corroe (Mt 6, 19).
1. DICHOSOS Y POBRES
«Bendito sea Dios, que no rechazó lrri súplica ni lne retiró su favor» (Sal 65).
Ser pobres y felices a la vez, aunque parezca imposible, no lo es.
Felicidad no es sinónimo de riqueza. Más aún, la riqueza material en muchas ocasiones
sólo proporciona problemas y sinsabores. Inquietudes y temor de poder perder lo que se
tiene.
Será dichoso, bienaventurado, el que cumple la ley del Señor, cuya cúspide está en el
amor a Dios y a los hermanos.
Será pobre o desgraciado, el que se aleja del cumplimiento de la ley de Dios, que nos la
dio, no para hacemos sufrir, sino para que seamos dichosos.
Aquí te ofrecemos unos cuantos contrastes de felicidad y de desgracia. De no tener y de
tener:
1. Dichoso el que no pone su empeño en el dinero y vive la aventura de odiar toda
ambición. Pero pobres de aquellos que sueñan con ser ricos y venden su conciencia por
una posición.
2. Dichoso el que no sabe jugar a oportunismo y dice en cada instante las cosas corno
son. Pero pobres de aquellos que el sol que más calienta eligen como norma y adoran
como un Dios.
122
3. Dichoso el que denuncia engaños y operaciones y el ruido del dinero no puede con su
voz. Pero pobres de aquellos que saben y se callan, haciendo juego al río que riega la
ambición.
4. Dichoso el perseguido por y contra las leyes de alguna insoportable e injusta situación.
Pero pobres de aquellos que olvidan ]ajusticia y dicen que la calma es siempre lo mejor.
5. Dichoso el que algo busca y acaso nada encuentra, mas sabe que buscando se llega
siempre a Dios. Pero pobres de aquellos seguros de sí mismos, pues viven en su certeza la
entera confusión.
6. Dichoso el que no vive de historias y experiencias y vive cada día en paz con su
sueldo. Pero pobres de aquellos que viven de su fama, durmiendo en los laureles de
alguna situación.
Resumiendo,
• Las bienaventuranzas, son todas estas y muchas más. Vuelve el mundo del revés y las
tendra,
***
El bienaventurado vive ya en la tierra en un cielo anticipado. El que voluntariamente se
aleja del espíritu de las bienaventuranzas, vive ya en cierto sentido en el infierno:
Un viajero curioso visitó un día el infierno.
Allí vio a mucha gente en tomo a una mesa, llena de alimentos exquisitos. Sin embargo,
todos tenían cara de hambre y estaban demacrados.
Tenían que comer con palillos, pero no podían porque eran unos palillos muy largos.
Por más que estiraban el brazo, no conseguían llevarse nada a la boca. Y todo se les caía
a la espalda.
Luego visitó el cielo. Y con gran asombro vio que también allí había una mesa llena de
comensales, con iguales manjares e idénticos palillos.
Pero aquí nadie tenía la cara demacrada. Todos respiraban salud, gozo y bienestar.
Y es que en el cielo cada cual se preocupaba de alimentar con los largos palillos al que
tenía enfrente, y así todos recibían lo necesario.
En el modo de obrar es fácil descubrir si se viven o no las bienaventuranzas. Por los
frutos se conoce el árbol.
Un árbol bueno no puede dar frutos malos y por regla general un árbol malo no produce
frutos buenos.
Uno sería el que cumple las bienaventuranzas y otro el que no lo hace.
El abad Juan, el enano, estaba sentado delante de la iglesia. Los hermanos le rodearon y
le preguntaron acerca de sus propios pensamientos. Al ver esto otro anciano, lleno de
envidia, le dijo:
-«Tu vaso está lleno de veneno».
Y el abad Juan le respondió:
-«Así es, Padre. Tú dices eso porque sólo ves lo externo. Si vieses lo de dentro, ¿qué
dirías?».
Para ser verdaderamente felices habría que saber vivir bien cada momento.
Esforzamos por vivir el «ahora», sin pensar en el ayer, que ya pasó, ni en el mañana, que
no sabemos si llegará.
Descubrir la parte positiva de las cosas deberá siempre ser una de nuestras más continuas
tareas.
Inspirándose en el salmo 117 alguien ha definido bellamente así el día y la noche:
123
eficaz:
-El tiempo para buscar a Dios es la vida.
-El tiempo para encontrar a Dios es la muerte.
-El tiempo para gozar y poseer a Dios es la eternidad (S. Francisco de Sales).
-Mi pasado: Lo dejo a la Misericordia de Dios.
-Mi presente: Me esfuerzo por vivirlo en su Presencia divina. Mi futuro: Lo confío a su
bondadosa Providencia.
-De uno a veinte años, se siembra.
-De veinte a cuarenta, se cultiva.
-De cuarenta a sesenta, se recoge.
-De sesenta a... se goza. Es el jubileo.
Pero a pesar de haber pasado ya una u otra etapa siempre será aún tiempo de sembrar, de
cultivar y de recoger para poder gozar, disfrutar...
MÁS SOBRE ESTE TEMA:
Caminos de santidad: Decálogos que dirigen (I) , n. 17.
Caminos de santidad: Semillas que dan vida (II), n. 15.
Caminos de santidad: Destellos que iluminan (III), n. 14.
Caminos de santidad: Ejemplos que edifican (V), n. 17.
Debo, puedo y quiero ser santo (VI).
2. DICHOSOS - BIENAVENTURADOS
«Cantad al Señor y bendecid su nombre» (Ant. 3 Laudes 3a semana).
Son y llamamos felices o bienaventurados a quienes viven las bienaventuranzas de Jesús.
El mundo en que nos movemos tiene otro baremo para medir.
Él llama bienaventurados, dichosos a: - quien tiene muchas riquezas - quien ostenta un
gran poder - quien les aplaude, la fama...
Esa dicha, esa felicidad o bienaventuranza suele ser tan efímera como las nubes de
verano.
La bienaventuranza que promete Jesús en el Sermón del Monte es muy diferente. De
momento es dura, a veces hasta amarga, va contra los atractivos de la naturaleza ... pero a
la larga es la que verdaderamente satisface y llena plenamente al hombre.
Aquí recordamos 32 detalles que pudiéramos alargar con relativa facilidad.
Puedes hacerlos tú mismo.
Dichosos-Felices-Bienaventurados:
1. Los que dan al dinero su valor.
2. Los que no venden a una persona por todo el oro del mundo.
3. Los que saben compartir lo que tienen.
4. Los que no quieren mejorar solos olvidando a sus hermanos.
5. Los que en cada persona ven una persona.
6. Los que no tienen complejo de superioridad ni de inferioridad.
7. Los que tienen conciencia de sus pecados y limitaciones.
8. Los que son capaces de respetar al injusto.
9. Los que no obtienen todo gratis.
10. Los que no se acostumbran a ver el hambre, la enfermedad...
11. Los que tienen que esforzarse por mejorar el mundo.
12. Los que sienten en su carne el sufrimiento de sus hermanos.
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13. Los que saben que son personas y lloran por su libertad.
14. Los que no se casan con ninguna mentira.
15. Los que trabajan contra la incultura.
16. Los que no aguantan la miseria.
17. Los que buscan ]ajusticia como la comida.
18. Los que comprenden los fallos de los demás.
19. Los que no se desaniman cuando las cosas van despacio.
20. Los que dan la mano al despreciado.
21. Los que saben perdonar de corazón.
22. Los que acogen al subnormal y al inválido.
23. Los que no tienen dos caras.
24. Los que saben buscar el bien que hay en cada persona.
25. Los que son nobles en juzgar a los demás.
26. Los que no son retorcidos escuchando al prójimo.
27. Los que construyen la paz con su vida, en la igualdad, la libertad y el progreso para
todos.
28. Los que buscan despertar la conciencia del pueblo.
29. Los que viven en paz consigo y con los demás.
30. Los que sufren castigo por defender los derechos de la persona.
31. Los que son expulsados por defender a los débiles.
32. Los que se comprometen sin miedo a las consecuencias.
Todos disponemos de resortes para hacer felices a los demás.
También para hacernos felices a nosotros mismos.
Lo único que se necesita para conseguirlo es colaborar.
Un joven libertino era el escándalo del barrio. Todos le decían que debía cambiar. Su
amigo le insistía más que nadie. Esto era lo que más lo deprimía, porque se sentía incapaz
de cambiar. Hasta que un día le dijo su amigo:
-«No importa que cambies o no. Yo te quiero tal como eres y no puedo dejar de quererte
aunque no cambies».
- «Estas palabras -cuenta el joven-, sonaron en mis oídos como música. Me tranquilicé y
me sentí vivo. Y entonces, ¡oh maravilla!, cambié».
Y es que sólo el amor convierte. Tú no puedes ser malo porque yo te quiero. Muchos son
malos, no crecen, porque no son bastante amados.
«El día que vosotros no ardáis de amor, otros muchos morirán de frío».
***
La santidad, que es lo que verdaderamente produce la autén tica felicidad, consiste en una
entrega total al servicio o amor de Dios.
Por conseguirla habría que luchar con todas nuestras fuerzas. Pero es necesario saber en
qué consiste la santidad. No en hacer «cosas raras», sino en hacer todo lo ordinario
«extraordinariamente bien hecho».
El abad Longinos hizo la siguiente consulta al abad Lucio: -«Tengo tres mociones: la
primera irme a peregrinar». Y el anciano le contestó:
-«Si no retienes la lengua, donde quiera que vayas no serás buen peregrino. Pero refrena
aquí tu lengua y serás peregrino aquí mismo».
-«La segunda, dijo el abad Longinos, es romper el ayuno sólo cada dos días».
Y el abad Lucio le respondió:
126
-«El profeta Isaías dice: «Aunque inclines tu cabeza como un junco, no por ello será
aceptado tu ayuno. Guarda más bien el corazón de los malos pensamientos» (58, 5).
Y de nuevo dijo el abad Longinos:
-«Mi tercer propósito es huir de la vista de los hombres». Y le conminó el abad Lucio:
-«Si no enmiendas antes tu vida, viviendo entre los hombres, tampoco viviendo solo
conseguirás enmendarte».
***
Hay bendiciones de Dios que hacen felices para siempre a quienes las reciben
Bendiciones cuyos efectos beneficiosos no debieran cortarse. Los efectos de estas
bendiciones debiéramos procurar darlos y verlos.
Nuestros primeros padres Adán y Eva recibieron una gran bendición del Señor: «Y los
bendijo Dios» Todos nosotros fui mos bendecidos juntamente con ellos:
La bendición de Dios al hombre y a la mujer: «Sed. Creced: Haced crecer».
Creced en vuestro ser, creced en vuestro hacer, creced en vuestro amar.
No viváis para la muerte, vivid para el amor.
Amad y sed felices, amad y sed fecundos, amad y seréis mis hijos, porque Yo soy el
Amor».
Esta bendición de Dios traspasa los siglos, se renueva en cada pareja, en cada familia, en
cada vida que nace, en cada amor que crece.
Dios es amigo del hombre y de su dicha. Dios es amigo de la vida.
Que el amor no tenga límites, porque el amor es la clave de la dicha; porque el amor es la
dicha y la verdad de la vida.
***
La oración de esta Bienaventuranza es una síntesis de la rica enseñanza que nos
proporcionan las Bienaventuranzas. Esto es lo que pretendió Jesucristo al anunciarnos
esta sublime lección:
Es necesario que echen sólidos cimientos para que cuando lleguen a mayores sean
verdaderamente bienaventurados:
1. Felices los que habéis optado por Jesús como amigo y compañero de carnino, porque
dice a los ateos: 'Qué gozada os estáis perdiendo!
2. Felices los muchachos y muchachas que en vuestras decisiones y proyectos de vida
partís de la dignidad de la persona y sus derechos, porque seréis jóvenes éticos.
3. Felices los chavales que habéis descubierto a Dios como el único valor absoluto,
porque él será vuestra opción fundamental.
4. Felices los chicos y chicas que camináis por sendas de valores, porque la felicidad
habitará en vuestras vidas.
5. Felices los que habéis elegido vivir la vida en clave de opción cristiana, porque vuestra
hambre de realización personal, de felicidad y de inmortalidad será saciada. Cristo es el
hombre feliz y eterno.
6. Felices los muchachos y muchachas que optáis por ser auténticos, porque apostaréis
por la verdad como dimensión fundamental de la persona madura y como una elemental
exigencia de la vida en comunidad.
7. Felices los chavales que rezáis a Dios para que os haga instrumentos de su paz, porque
sembraréis amor, perdón, unión, esperanza, luz y alegría.
8. Felices los chicos y chicas que necesitáis de María para llegar a ser cristianos, porque
la aclamaréis como «Madre de los jóvenes».
***
La virtud de la caridad deberá siempre ser la primera que practiquen los jóvenes
cristianos.
Un conocido autor escribió un bello libro para los jóvenes y lo tituló «Diario de Daniel o
DARSE».
Darse a los demás es el secreto de la auténtica felicidad.
Del mismo Jesús hay una ágrafa que dice: «Es mejor dar que recibir» (Hech 20, 35).
Los padres no pasan factura a sus hijos por los desvelos, agobios, esfuerzos que han
tenido con ellos para sacarlos adelante. Invierten a fondo perdido.
Hace unos años sucedió un caso hondamente ejemplar. En una noche de ventisca quedó
atrapado un coche en el que viajaba un matrimonio con su hijo pequeño.
Cuando los encontraron, contemplaron un cuadro estremecedor:
El marido, sin abrigo, resguardándolos, muerto.
La mujer, con su abrigo y el del esposo, viva, pero con los brazos tan helados, que
tuvieron que cortárselos. Rodeaba con ellos al niño, para darle calor.
El niño, sano y salvo, abrigado como en su cunita.
Nadie había pensado en sí mismo.
***
Complacer a los demás, en aquello que es lícito y bueno, es fuente de auténtica felicidad.
El saber dominar los propios instintos produce una gran alegría.
Un anacoreta, muy observante, vivía cerca de una comunidad de herrnanos. Unos monjes
vinieron al monasterio en el que vivía aquella comunidad y fueron a ver al eremita. Y le
hicieron comer fuera de la hora acostumbrada. Luego los hermanos le dijeron:
-«Padre, ¿no estás contristado?».
Y él les respondió:
-«Yo sólo estoy triste cuando hago mi propia voluntad».
128
***
Vivir la resurrección de Jesucristo es lo que verdaderamente nos hace felices.
El hecho de la Resurrección de Jesucristo es lo que cambió la historia de la humanidad.
Ella dividió el mundo en dos mitades: hasta Él y desde Él.
Los jóvenes -y, por otra parte, todos los cristianos- deberíamos vivir continuamente los
maravillosos efectos que aquel único evento en la historia nos regaló:
1. Cuando el Señor resucita, la esperanza es una fiesta, se hace joven, se hace niña, canta
y danza en hora buena.
2. Cuando el Señor resucita, la para es una paloma que vuela rn cruz por los cielos,
cubriéndonos con su sombra.
3. Cuando el Señor resucita, se convierte el agua en vino, y iodos quedan borrachos del
amor y del espíritu.
4. Cuando el Señor resucita, se enardecen los amantes, y un místico nos explica el Cantar
de los Cantares.
5. Cuando el Señor resucita, se juntan Alfa y Omega, y un científico razona la
Cristogénesis plena.
6 Cuando el Señor resucita, los montes tamborearon, y un pobrecillo juglar se quedó
estigmatizado.
7. Cuando el Señor resucita, brotan flores, la muerte es blanca y sonríe, y todos mueren
de amores.
8. Cuando el Señor resucita, es la boda del Cordero, la novia joven, bellísima, ha
descubierto su velo.
El Señor no quiere corazones partidos. Él nos quiere todo para Él. Y es lógico, porque
somos propiedad suya, hechura de sus manos.
Entregarnos a su voluntad siempre y en todo será lo que verdaderamente nos hará felices
y lo que nos ayudará eficazmente a ser santos, que es nuestra «meta».
La que fue Priora General de la Orden Jerónima, ilustre literata y santa religiosa, Cristina
de Arteaga, nos regaló esta precio sa oración, que tituló: Entrega total:
¡HAZLO Tú todo en mí! Que yo me preste a tu acción interior, pura y callada.
Hazlo Tú todo en mí, que, aunque me cueste, me dejaré labrar sin decir nada. ¡Hazlo Tú
todo en mí! Que yo te sienta ser en mí dirección y disciplina. ¡Hazlo Tú todo en mí! Que
estoy sedienta de ser canal de tu virtud divina.
MÁS SOBRE ESTE TEMA:
Caminos de santidad: Decálogos que dirigen (1) , n. 20.
Caminos de santidad: Semillas que dan vida (II), n. 19.
Caminos de santidad Ejemplos que edifican (V), n. 17.
Debo, puedo y quiero ser santo (VI).
4. DICHOSOS LOS QUE VIVEN EL ESPÍRITU DE LAS BIENAVENTURANZAS
«Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios» (Sal 102).
Sólo Jesucristo y la Virgen María vivieron las Bienaventuranzas al pie de la letra.
Más aún: alguien ha escrito que, cuando Jesucristo las promulgaba, estaba haciendo su
más perfecto retrato.
Otros dicen que, cuando las anunciaba en el Sermón del Monte estaba dibujando la
Persona y Figura de su Madre, la Virgen María
En todos los tiempos ha habido hombres y mujeres que, aunque no al pie de la letra,
vivieron el espíritu de este magnífico código de santidad.
129
Traemos aquí unas cuantas «metas» a las que debiéramos esforzamos por llegar.
Quien las viva será verdaderamente dichoso:
1. Dichosos los que confían en el futuro, porque llenan de vida el presente.
2. Dichosos los que carecen de maldad, porque harán felices a los que les rodean.
3. Dichosos los que son sencillos, porque nos harán preguntamos muchas cosas.
4. Dichosos los que sufren, porque el sufrimiento les iguala a Dios.
5. Dichosos los que se deprimen fácilmente, porque sentirán muchas manos sobre el
hombro.
6. Dichosos los que acompañan a los demás en sus momentos de dolor porque Dios no les
dejará solos.
7. Dichosos los que se conforman con poco, porque nunca les faltará de nada.
8. Dichosos los que conocen sus cualidades, porque nunca dejarán de quererse.
9. Dichosos los que pidan poco, porque serán los que más reciban.
10. Dichosos los que están atentos, porque Dios les habla continuamente.
11. Dichosos los que luchan por un ideal, porque su vida nunca perderá el sentido
12. Dichosos los que buscan la verdad, porque la descubrirán a muchos.
13. Dichosos los que saben perdonar, porque llevan a Dios muy dentro.
14. Dichosos los que olvidan, porque nada les echaremos en cara.
15. Dichosos los que se dejan querer, porque nos dan ocasión de hacerlo.
16. Dichosos los que no juzgan por las apariencias, porque verán la realidad.
17. Dichosos los que saben mirar, porque descubrirán un mundo nuevo.
18. Dichosos los que obran sin maldad, porque Dios convertirá en abrazos los golpes y
desengaños que reciban.
19. Dichosos los que luchan por la paz, porque ya están viviendo el futuro.
20. Dichosos los solidarios, porque nuestra época les dará ocasión de serlo.
21. Dichosos los condenados a muerte, porque su grito sacudirá muchas conciencias.
22. Dichosos los que partieron al Tercer Mundo y dejaron allí su vida, porque se
encontraron de bruces con Dios.
23. Dichosos los encarcelados por anunciar la Buena Noticia, pues su voz atravesará las
rejas.
24. Dichosos los que aguantaron hasta el final, porque ayudaron a construir.
25. Y dichosos los que se esfuerzan en vivir cada día y poner un poco de Dios en nuestros
corazones. Se desanimarán y pensarán que no vale la pena tanto esfuerzo, pero ya están
haciendo realidad el Reino. Y eso es lo que importa.
***
Lo malo siempre se ve más que lo bueno. Los medios de comunicación casi siempre
cuentan las calamidades y los escándalos y muy raramente las cosas buenas y los
ejemplos edificantes.
Es frecuente también el tener un concepto un tanto equivocado de la virtud de la
humildad. Jesucristo nos dijo en una ocasión que había que dar a conocer también los
buenos ejemplos «para que los demás, viéndolos, alaben al Padre celestial» (Mt 5, 16).
Podemos afirmar sin temor a equivocarnos que aún queda gente buena en el mundo. Este
ejemplo nos lo demuestra:
Doña Julia era una anciana viuda, risueña y simpática, que vivía en el cuarto izquierda.
Mientras los vecinos comentaban los problemas de la vida ella siempre sonreía. Hasta
que un día, ella, que iba justita, perdió un billete de mil pesetas.
130
Estaba segura que lo había perdido en el ascensor, pues allí había sacado el monedero.
Aunque con pocas esperanzas, puso una nota en el ascensor y además encomendó el
asunto a San Antonio.
Pronto la visitó el señor del tercero derecha:
- «Doña Julia, acabo de encontrar el billete de mil pesetas».
Doña Julia se echó a llorar, mientras le decía:
- «Resulta que también lo encontró el señor de al lado, y la pequeña del primero, y el
matrimonio del cuarto derecha, y la sirvienta del segundo izquierda...
Pero antes que ustedes lo encontraran, ya lo había encontrado yo en el bolsillo del
abrigo».
O sea, que aún queda gente buena por ahí...
***
La naturaleza humana está inclinada hacia el pecado y contra esta inclinación deberemos
luchar durante toda nuestra vida.
La tentación estará siempre a nuestro lado y ella querrá arrastrarnos al mal, pero con el
don de fortaleza podremos vencerla.
Los tres enemigos del alma, aprendíamos en el catecismo parroquial, son: el mundo, el
demonio y nuestro propio yo, nuestro egoísmo.
Aunque los tres son «malos», no hay duda que el peor, el que llevamos más dentro y el
que no nos dejará libres hasta la hora de la muerte, será el «yo pecador», el «yo egoísta»
-valga la redundancia- contra el que debemos luchar ayudados del «yo-gracia», «yo-
ayuda del Señor», que nunca nos faltará.
Para vivir este espíritu de las Bienaventuranzas son necesarias, sobre todo, dos cosas: ser
alma de oración y luchar contra las tentaciones.
La tentación nos acechará continuamente para desviarnos del verdadero camino y
llevamos a la perdición.
El mal, sobre todo cuando ya se ha experimentado, arrastra hacia el mal. Suele decirse
con razón que «la cabra siempre tira al monte».
Para vencer al enemigo, para dominar nuestras pasiones... será siempre necesario esgrimir
el arma de la oración. Con ella no hay duda de que venceremos al enemigo. Así lo
confirma el ejemplo que contaba el abad Juan, uno de los Padres antiguos:
En una ciudad había una bellísima meretriz que tenía muchos amantes. Un varón de alta
alcurnia le dijo:
- «Prométeme que guardarás castidad y me caso contigo».
Ella se lo prometió. Se casaron y la llevó a su casa. Los amantes la buscaban y al saber
que se había casado con un hombre de tanta categoría, dijeron:
-«Si vamos a la puerta de la casa de un hombre tan poderoso y llega a saber lo que
pretendemos, sin duda nos castigará. Vayamos pues por la puerta trasera, lancemos el
silbido acostumbrado y ella bajará y no correremos ningún peligro».
Al oír ella la señal, taponó sus oídos, entró dentro de su casa y se cerró por dentro».
Así habló el anciano y añadió que la meretriz, era el alma; los amantes, los vicios; el jefe
o príncipe, Cristo; su casa, la mansión eterna del cielo; y los que silbaban, los perversos
demonios. Si el alma es casta y fiel, siempre acude a Dios.
Para ser completamente feliz hay que cumplir un requisito
nada más: Hacer siempre y en todo la voluntad del Señor. Bastará cumplir siempree lo
que se dice tan pronto en este juego de partículas gramaticales:
131
chispas dotadas del Corazón divino, trocando entre sus llamas las espinas que llueven
cada día en perlas para su trono.
6. Feliz quien, escondido en el manto de María y apoyado en la cruz, como ruiseñor
enamorado, canta siempre amor: te amo en la paz, en el consuelo; te amo sobre todo, en
el desprecio, en la prueba, en el dolor.
7. Feliz pajarillo que ese canto no interrumpe, no debilita jamás. Este canto es, para Jesús,
como rosas deshojadas, cayendo en un incensario encendido y produciendo el aroma del
incienso más puro, más delicado y que más le agrada, embalsamando su tan desconocido
y lastimado corazón.
8. Sí, feliz quien todo esto hace. Será como espiga dorada y llena... tan llena y sofocada,
que se doblará sobre el Corazón divino, rota al peso de su grano... Y Jesús lo reducirá a
harina; y de esta harina, escogida y limpia, hará una Hostia blanca y pura... Y su amor
Omnipotente consagrará esta Hostia y en ella se esconderá y vivirá Jesús. Y los que la
vean pensarán, «ésta, es aquélla», porque por fuera los accidentes son de ésta o de
aquélla; pero por dentro es Jesús.
Si hubiera muchas de estas hostias, no se verían lágrimas en los ojos de Jesús y se
extendería su reinado de amor en la tierra.
Estamos en las manos de Dios. Si nos fiamos de su bondad y providencia, no tendremos
nunca miedo al mañana.
Será bueno que le entreguemos al Señor una página en blanco para que Él escriba en ella
lo que quiera de nosotros.
Aunque no lo entendamos de momento, siempre será lo que más nos conviene.
Sería muy provechoso tomar una página en blanco y trazar en la parte inferior, como una
rúbrica, una sola palabra: Amén...
Y traspasar luego a Dios nuestra existencia, para que su Providencia escriba, por encima
de ese Amén previo, toda la historia de nuestra vida: los fracasos (con lo que perderían
gran parte de su amargura) y los logros (que de este modo no se subirían a la cabeza).
Así pues, un amén anticipado ante cualquier imprevisto. Amén a la lluvia y al sol, al
insomnio y a la fatiga, a los fríos y a los calores, a la salud y a la enfermedad.
Amén a los compañeros irritables y a los parientes achacosos.
Y cuando todo se me vuelva triste, tomaré mi cabeza entre las dos manos y trataré de
decir un simple amén desde el fondo de mi corazón.
***
Todo cuanto hacernos nos lleva a ser dichosos si lo hacernos tal y como está mandado. Si
somos consecuentes con nuestra propia vocación.
Pero es lógico que habrá actos o virtudes que nos ayudarán a caminar más rápidamente
por los caminos de la santidad:
Un día vinieron cuatro hermanos de Scitia, vestidos con túnicas de piel para visitar al
abad Pambo.
Cada uno habló de las virtudes de sus compañeros, sin que estuviese presente aquel de
quien hablaban.
Uno de ellos ayunaba muy a menudo, otro no poseía nada, el tercero era sumamente
caritativo.
Del cuarto dijeron que durante veintidós años había vivido permanentemente bajo la
obediencia de los ancianos.
El abad Pambo les dijo:
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-«La virtud de éste es mayor que la de los otros. Porque vosotros por vuestra propia
voluntad habéis alcanzado la virtud que ahora tenéis. Pero éste renunció a su voluntad y
se hizo esclavo de la del prójimo. Estos hombres son mártires si perseveran hasta el fin».
***
Fiamos de Dios produce una inmensa felicidad y dicha. Echarnos en sus brazos debe ser
nuestra meta. La confianza en el Señor es fuente de felicidad. Es necesario no perder la
calma. Y siempre adorar al Señor y confiar en Él.
T. de Chardin nos da, en pequeñas dosis, estos consejos llenos de experiencia:
No te inquietes por las dificultades de la vida, por sus altibajos, por sus decepciones, por
su porvenir más o menos sombrío. Quiere lo que Dios quiere.
Ofrécele, en medio de inquietudes y dificultades, el sacrificio de tu alma sencilla que,
pese a todo, acepta los designios de su providencia.
Poco importa que te consideres un fracasado si Dios te considera plenamente realizado: a
su gusto.
Piérdete confiado ciegamente en ese Dios que te quiere para sí y que llegará hasta ti,
aunque jamás le veas.
Piensa que estás en sus manos, tanto más fuertemente cogido, cuanto más decaído y triste
te encuentres.
Vive feliz. Te lo suplico. Vive en paz. Que nada te altere, que nada sea capaz de quitarte
tu paz.
Ni la fatiga psíquica. Ni tus fallos morales.
Haz que brote, y conserva siempre sobre tu rostro, una dulce sonrisa, reflejo de la que el
Señor continuamente te dirige.
Y en el fondo de tu alma coloca, antes que nada, como fuente de energía y criterio de
verdad, todo aquello que te llene de la paz de Dios.
Recuerda: cuanto te reprima o inquiete es falso.
Te lo aseguro en nombre de las leyes de la vida y de las sorpresas de Dios.
Por eso, cuando te sientas apesadumbrado, triste, adora y con
Para ser verdaderamente feliz muy mucho te ayudará el tener a raya tus sentidos y tus
pasiones. Será necesario dominar las inclinaciones malsanas. Qué bien que lo entendió
aquel monje que sabía dar muerte al «yo».
-«¿Qué has hecho hoy?» --preguntó a uno de sus religiosos el abad de un monasterio.
-«¡Ah, Padre, contestó el fraile, tenía que hacer tantas cosas que, sin el auxilio de Dios,
mis fuerzas no hubieran bastado para tanto. He domado dos halcones; he aprisionado dos
ciervos; he sujetado dos gavilanes; he vencido un gusano; he dornesticado un oso y he
cuidado un enfermo.»
- «Pero... ¿qué me cuentas? -dijo con risa el Abad. No hay modo de hacer esto entre todos
los que estamos en el Monasterio».
- «No obstante, así es:
«Los dos halcones son mis ojos, que he debido tenerlos a raya para que nadie ni nada que
no deba pasase por ellos.
Los dos cuervos son mis piernas ... que he debido impedirles que corrieran hacia el
pecado.
Los dos gavilanes son mis manos... He de obligarlas a que continuamente trabajen y a
que hagan buenas obras.
El gusano es mi lengua, que tantas veces he oprimido para que no hablase cosas vanas y
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pecaminosas.
El oso es mi corazón, contra el que he debido luchar continuamente para hacer
desaparecer el desmesurado amor que se tiene a sí mismo y contra los movimientos de
vanidad.
Y el enfermo es todo mi cuerpo, que ha sido quien más trabajo me ha dado. La lucha que
con él he debido sostener a lo largo de todo el día, ha sido titánica y más que dura.»
No es raro que la tristeza alguna vez intente anidar en nuestra alma. Habrá que luchar con
todas nuestras fuerzas contra ella.
En los momentos que nos visite será bueno que acudamos al Ángel de nuestra Guarda
haciéndole esta súplica:
«Consolad, consolada mi pueblo». Muchos ángeles y arcángeles hay en el cielo.
Hoy pido que nos visite el del consuelo.
Que pase por las ciudades y por los pueblos, no con espadas sangrientas ni con flagelos,
que camine consolando y bendiciendo, que enjugue todas las lágrimas, quite los miedos,
reparta flores, sonrisas y caramelos; defienda, a todos los niños, vele sus sueños,
multiplique los panes a los hambrientos y proporcione cobijo a los sin techo; cure las
dolencias todas de los enfermos; acompañe soledades de tantos viejos; diga palabras
amables al que en silencio sufre las marginaciones y los desprecios;
ponga paz en nuestras guerras, guerras de infierno, y proporcione trabajo a los obreros.
Ven, ven pronto hasta nosotros, ángel-consuelo, ven a quitar nuestras penas y nuestros
duelos; siémbranos las semillas que hay en tu cielo.
MÁS SOBRE ESTE TLMA:
Caminos de santidad: Decálogos que dirigen (1) , n. 17.
Caminos de santidad: Semillas que dan vida (lI), n. 15.
Caminos de santidad: Destellos que iluminan (IIl), n. 14.
Caminos de santidad: Ejemplos que edifican (V), n. 17.
Debo, puedo y quiero ser santo (VI).
6. FELICES...
«Bendecid al Señor, todas sus obras, en todo lugar de su imperio» (Sal 102)
Las exigencias de las bienaventuranzas producirán fruto copioso si las cumplimos en el
espíritu que las proclamó el Señor.
Seremos verdaderamente dichosos si hay esfuerzo en el cumplimiento de la doctrina del
Maestro, que sintetizó en el Sermón del Monte.
Aquí recogemos una larga lista -y es muy incompleta- de los gozos que disfrutarán
cuantos se esfuercen por cumplir, en medio de sus limitaciones, las ocho
Bienaventuranzas:
1. Felices los pobres:
- los que dan al dinero sólo su valor.
- los que no venden a una persona por todo el oro del inundo.
- los que saben compartir lo que tienen: dinero, cultura, co mida, esfuerzo, trabajo.
- los que no miran al bolsillo de una persona para escogerlo como amigo.
- los que no quieren mejorar solos, olvidando a sus hermanos.
- los que ofrecen amistad sin buscar el lucro. Porque suyo es el reino de los cielos.
2. Felices los que lloran:
- los que no obtienen todo gratis.
- los que tienen que esforzarse por mejorar el mundo.
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Aunque todos están llamados a ser felices quizá nadie tanto como las personas mayores
ya que han gastado sus vidas en honor del Señor y, si son creyentes, saben que ya se
acercan a la meta que les hará verdaderamente felices por toda la eternidad.
He aquí unas Bienaventuranzas que les animan a serlo de veras:
Para que reine la armonía en un grupo de personas, es de todo punto necesario que haya
alguien que mande y otros que obedezcan.
La virtud de la obediencia será la que más ayudará a la felicidad de todos, en especial de
los que obedecen. Un anciano dijo:
- «El hermano que vive bajo obediencia de un padre espiritual tiene mayor mérito que el
que vive en el desierto». Y añadió:
- «Un Padre contó que había visto cuatro órdenes en el cielo. El primero era el de los
enfermos que dan gracias a Dios. El segundo, el de los que practican la hospitalidad
poniendo todo cuidado en este servicio.
El tercero, el de los anacoretas que viven en soledad sin tratar con los hombres.
El cuarto, el de los que por amor de Dios se someten a la obediencia de los Padres
espirituales. Este grupo de los obedientes llevaban un collar y una corona de oro y tenían
mayor gloria que los demás. Yo pregunté al que me enseñaba todo aquello:
- ¿Por qué este grupo, que es el menos numeroso, tiene mayor gloria que los otros?».
Y él me respondió:
- «Los que practican la hospitalidad obran según su propia voluntad. Lo mismo les ocurre
a los que se retiran al desierto, se apartan del mundo por su gusto.
Pero este grupo que se entrega a la obediencia, renunciando a su voluntad, depende de
Dios y de los mandatos de su padre espiritual, y por eso tiene mayor gloria».
Por eso, hijos, es tan buena la obediencia hecha por Dios. Seguid pues, hijos míos,
aunque sea en parte, los pasos de esta virtud.
La obediencia es salvación para todos los fieles. La obediencia es madre de todas las
virtudes».
Para ser feliz será siempre bueno servir a los demás.
El Señor nos recordó en la última Cena que Él, a pesar de ser
el Señor y Maestro, se puso a servir a sus discípulos, como prueba del inmenso amor que
les profesaba.
Y les mandó que ellos hicieran lo mismo (Jn 13, 14-15). Servir a los demás produce una
enorme alegría.
El premio Nobel de Literatura de 1913, R.. Tagore, nos regaló este luminoso
pensamiento:
«Yo dormía y soñaba que la vida era alegría. Desperté y descubrí que la vida era servicio.
Y al servir, descubrí que el servicio era alegría».
Los cristianos deberíamos vivir en una perenne alegría.
El día de Pascua es el día más grande de la liturgia cristiana. Para el cristiano todos los
días debieran ser días de Pascua. Por eso es interesante que de cuando en cuando
meditemos, y, sobre todo procuremos vivir, los acentos que nos recuerda este
Pregón Pascual: Alegría para todos:
Que la creación entera se estremezca con un latido más de vida y esperanza.
Que los creyentes todos resplandezcan con vestido nuevo, perfumado en el Ungido.
Y vosotros, los pobres, los dolientes, los pequeños, que pasáis inadvertidos, abríos a la
esperanza y a la dicha, que va a estallar el sol en vuestras vidas.
Que nadie en esta noche sufra de pesimismo o de tristeza.
Que se alejen los espíritus malignos, los que amargan la vida de los hombres, porque han
sido definitivamente derrotados.
Esta es la noche que ha sido iluminada por un sol naciente, nacido del sepulcro.
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Esta es la noche victoriosa, en la que la muerte, hecha cautiva, en huida sus guardias y
soldados, se puso al servicio de la vida.
Esta es la noche tan dichosa, en la que Cristo, el amor más grande, floreció en espigas y
amapolas, y volvió a reunirse con los suyos.
Verdaderamente la cruz fue necesaria para que el Amor triunfara de la muerte.
Que Judas no se desespere, que Pilato no se lave más las manos, que los soldados no
tengan pesadillas, que Pedro ya no llore, porque el daño se ha trocado en beneficio.
Ahora es el tiempo de juego y de la risa, de la fe reconquistada y la esperanza cierta;
ahora es el tiempo del amor hasta la muerte.
Magdalena jugará con Jesús al escondite, los de Emaús jugarán a los disfraces,
Tomás al veo-veo, Juan a adivinanzas, y para Pedro llegó la hora del examen,
brillantemente superado.
Es la hora del reencuentro, de la presencia y la amistad gozadas, del pan partido y
compartido, de promesas y dones generosos.
A partir de esta noche todo estará más claro y florecido.
La Pasión del mundo continúa, pero ya ninguna cruz será maldita, y en todos los surcos
de la muerte se siembra la esperanza.
Un mensaje de alegría para todos, hombres de toda religión y raza, la vida ha salido
victoriosa, la justicia triunfará, sin duda, porque Cristo resucitado está en el centro de la
historia: él es la Pascua, el sol que dinamiza nuestro mundo.
MÁS SOBRE ESTE TEMA:
Caminos de santidad: Decálogos que dirigen (1) , n. 17.
Caminos de santidad: Semillas que dan vida (II), n. 15.
Caminos de santidad: Destellos que iluminan (III), n. 14.
Caminos de santidad: Ejemplos que edifican (V), n. 17.
Debo, puedo y quiero ser santo (VI).
7. BIENAVENTURANZAS DE ACCIÓN DE GRACIAS Al, SEÑOR
«Alaba alma mía, al Señor: alabaré al Señor mientras viva» (Sal 145).
Es propio de ser bien nacido el ser agradecido, dice el refrán. Y es verdad. Todo cuanto
tenemos es del Señor y a Él un día se lo devolveremos. Mientras lo usamos, hemos de
procurar serle agradecidos y reconocer todos los dones que nos ha regalado. El sintió
profundamente la ingratitud de los nueve leprosos que no volvieron a darle las gracias por
haberles curado (Le 17, 17).
Nuestra vida debiera ser un cántico de acción de gracias continuado. ¡Tenemos tantos
motivos para estarle siempre agradecidos!
Por todo ello es lógico y normal que repitamos muchas veces a lo largo del día:
«¡Gracias, Señor! ¡Gracias, Madre!».
Estas son unas bellas Bienaventuranzas para darle gracias al Señor por todo:
1. Bendito seas, Señor, porque has abierto el Reino de los cielos a los pobres de espíritu.
Perdona nuestro apego al dinero y a las cosas que poseemos.
Perdona por habernos desentendido de nuestros hermanos pobres y haber buscado a los
ricos.
Perdona por no haber compartido más las cosas que tenemos.
Perdona porque hemos querido mejorar solos, olvidando a los demás.
2. Bendito seas, Señor, por haber prometido la tierra en heredad a los mansos de corazón.
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Más, para que le siguieran hablando de Dios, y sí, para asentir a lo que había sido su
frase, repetida constantemente desde muy niña: «Jesús, que yo haga siempre lo que Tú
quieras».
Así, en pocos años hizo grandes cosas.
La causa de canonización de Alexia fue introducida en Madrid el 14 de abril de 1993 y
clausurada solemnemente el 1 de junio de 1994.
Bella lección la que nos dejó Alexia cuando nos dijo:
«Servir es vivir la alegría. Se ama la vida cuanto más nos damos a Dios y a los demás.
Servir es estrenar la esperanza todos los días. Dios ama a quien da con alegría».
***
Nuestra actitud permanente deberá ser la de dar gracias al Señor y a María por todos los
beneficios que nos han concedido. No habrá días suficientes en toda nuestra vida para
«agradecer al Señor y su Madre» las gracias que han derramado sobre nosotros. Esto nos
proporcionará una enorme alegría y felicidad.
Por eso será bueno que hagamos nuestra esta jaculatoria:
«¡Gracias, Jesús! ¡Gracias, María!
¡Te amo, Jesús! ¡Te amo, María!».
-Te recomiendo que la reces, medites y vivas.
Al igual que al Peregrino ruso ayudó la oración de Jesús, te ayudará esta en el camino de
tu propia santificación.
-Gracias a Jesús y a María: ¡Tenemos tantos motivos para darles gracias por los
beneficios que nos han concedido!...: La vida, la Iglesia, la fe, los sacramentos, la
familia, la propia vocación, los fundadores, los bienes materiales, los amigos, la salud o
la enfermedad, los oficios desempeñados. Jesús sintió la ingratitud (Lc 17, 17) y María
fue muy agradecida (Lc 1, 46).
- Amor a Jesús y a María: Amor afectivo de palabras; y amor efectivo de obras; «Este
pueblo me honra...» (Mc 7, 6):. «No todo aquel que me diga, Señor...» (Mt 7, 21).
Por ello, si les digo: «Te amo...», tendré que poner los medios: cumplir el Evangelio, los
Mandamientos, mis deberes personales y evitar el pecado, el mal.
• Al levantarme y al acostarme, a la vez que beso el escapulario o medalla, será bueno
que rece esta jaculatoria y procure convertir en vida cuanto dicen mis labios.
También repetirla, aunque sea mentalmente, a lo largo del día. Es un buen medio para
vivir la presencia de Dios y hacerlo todo bien.
***
ORACIÓN: QUIERO DECIR QUE SÍ
Señora del Silencio y de la Cruz,
Señora del Amor y de la Entrega,
Señora de la Palabra recibida y de la Palabra empeñada,
Señora de la Paz y la Esperanza, enséñanos a decir siempre que SÍ, con toda el alma.
Entra en la pequeñez de nuestro corazón y pronúncialo tú mis ma por nosotros para que
nazca un amor que sea contemplación continua y servicio generoso a los hermanos; que
sea, sobre todo, una oblación gozosa en la Cruz.
Quiero decir SÍ, como tú, María, en Belén y en el Calvario, con Jesús en el regazo y con
Cristo yacente en la Cruz.
Quiero decir que SÍ en este momento de mi vida en el que no tengo más flores que las
que brotan del dolor.
142
Como tú, quiero estar junto a la Cruz, y ofrecerte mi vida entera para que todos los
hombres de los países de misión lleguen a formar, unidos a tu Hijo, la gran familia de
creyentes.
Es el reverso de la medalla. Sería estupendo que en la vida no hubiera más que
bienaventuranzas. Pero desde el «non serviam» de Luzbel y en la vida desde la
desobediencia de Adán y Eva empezaron a existir también las malaventuranzas.
Es algo que le sigue al hombre a cualquier parte donde va y que solamente se podrá
liberar de ellas cuando esté amortajado. Mientras tanto el bien y el mal estarán
encarnizados en una lucha cruel. Es la herencia que recibimos de nuestros padres.
También heredamos, es lógico, las bienaventuranzas.
El mundo, con sus máximas; el demonio, con su envidia; y nuestro yo, con su orgullo e
independencia tratarán siempre de poner ante nosotros las malaventuranzas.
La libertad de la que gozamos nos hará ver con claridad los dos caminos. Ante ellos no
está permitido dudar:
* el estrecho, empinado y, a veces, salpicado de abrojos, es el camino menos atrayente
pero el único que lleva a la meta, al cielo.
* el otro, más placentero a los sentidos, más ancho y cómodo, conduce al mal, al infierno.
Las malaventuranzas NO deben existir para un cristiano.
San Lucas, después de ofrecernos las cuatro bienaventuranzas de Jesús, nos recuerda
otras tantas malaventuranzas:
1. «¡Ay de vosotros, los ricos!, porque habéis recibido vuestro consuelo.
2. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos!, porque tendréis hambre.
3. ¡Ay de los que reís ahora!, porque tendréis aflicción y llanto.
4. ¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, pues de ese modo trataban sus
padres a los falsos profetas» (l.c 6,24-26).
1. LAS ANTINOMIAS, LAS PARADOJAS CRISTIANAS
«Dichoso el hombre a quien tú educas, al que enseñas tu ley, dándole descanso tras los
años duros, mientras al malvado le cavan la fosa» (Sal 93).
Son anuncios o exigencias fuertes, expresadas, además, de manera hiriente,
desconcertante, contradictoria. Es lo contrario de lo normal.
Jesús las utiliza para clarificar bien su radicalidad, hasta dónde llega su llamada, su
Evangelio, su exigencia. Se utilizan expresiones hiperbólicas, que no se pueden tomar al
pie de la letra, pero que expresan muy bien el espíritu.
Esta manera de hablar también es útil pedagógicamente, para que penetre bien dentro la
enseñanza:
* El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo... se guarda.
* El que no muere queda infecundo; el que muere, lleva fruto.
* Las bienaventuranzas son también antinomias: el pobre es el rico; el que llora es feliz.
* El que quiera ser el más grande que se haga el más pequeno.
* El que se ensalza será humillado, el que se humilla será ensalzado.
* El que quiera ganar el mundo, se arruina. El que aprenda a perder, gana.
* El que lo deja todo, lo ganará todo.
* El que ama su vida la pierde, el que odia su vida la gana.
* No he venido a traer paz, sino espada.
Así podríamos seguir. La clave de todas estas antinomias es muy sencilla: el amor.
El amor exige renuncia, entrega hasta la muerte.
143
Pero sólo donde hay amor es donde se encuentra la dicha, la libertad, la fecundidad, la
vida.
Pero el que no ama, el que sólo se ama, el que no está dispuesto a perder, el que lo quiere
todo para sí, encontrará al final un vacío espantoso, una vida miserable que no merece el
nombre de vida.
***
Con frecuencia destrozamos con nuestro mal obrar lo que decitnos con nuestras bonitas
palabras.
Siempre será verdad aquello de «Las palabras, vuelan; los ejemplos, arrastran».
Habría que ser consecuentes con nuestra doctrina. No tener una doble moral: exigir y no
dar.
Hace años me impactó una película: «Los niños nos miran».
Cuando la madre estaba sola en casa, llegaba un hombre, y el niño veía cosas que le
desconcertaban.
Cuando el padre estaba solo, llegaba una mujer, y el niño veía cosas que no le gustaban
nada.
Ellos, ingenuos, creían que el niño no se daba cuenta, que no lo veía, pero veía más que
suficiente para quedar triste y escandalizado.
De nada servía que le dieran sus padres buenos consejos. El intuía que algo olía a
podrido, como en Dinamarca.
Un escritor recuerda que siendo adolescente, su padre le dijo que no fuera nunca a un
club nocturno.
- «¿Por qué?», le preguntó.
-«Porque verías cosas que no debes ver».
- «Estu, cuenta el escritor, despertó mi curiosidad, y apenas tuve ocasión, fui».
-«¿Y viste algo que no deberías haber visto?», le pregunta ron.
-« Sí, ciertamente: vi a mi padre.
Entonces decidí no seguir nunca ninguno de sus consejos».
***
No hay que dormirse sobre los laureles. Es necesario seguir siempre trabajando contra la
tentación, contra el mal.
Pero no basta con atacar al enemigo en uno de los frentes. Hay que hacerlo por los cuatro
costados.
Y cuando hayamos hecho todo esto, decir, como el siervo bueno que nos recuerda el
Maestro: «No hemos hecho más que lo que teníamos que hacer» (Lc 17, 10).
La vanagloria es un pecado contra el que habrá que luchar continuamente:
Un día, tres hermanos vinieron a ver a un anciano de Scitia. Uno de ellos le dijo:
- «Padre, he aprendido de memoria el Antiguo Testamento». El anciano le contestó:
- «Has llenado el aire de palabras». El segundo le dijo:
- «He copiado a mano todo el Antiguo y el Nuevo Testamento».
Y el anciano le respondió:
- «Has llenado de papeles tus venas». El tercero dijo:
-« En mi hogar ha crecido la hierba». Y el anciano le contestó:
- «Has arrojado de ti la hospitalidad».
***
El humorista y los payasos en el circo pueden hacer un buen apostolado y ser este su
144
Estas antinomias son muy breves, pero marcan una buena pauta para ser feliz o
desgraciado. Puedo ir por uno u otro camino. El resultado será muy diverso:
l. No el rico, sino el pobre de espíritu.
2. No el engreído, sino el manso.
3. No el afortunado, sino el que llora.
4. No el intransigente, sino el misericordioso.
5. No el mentiroso, sino el sincero.
6. No el violento, sino el pacífico.
7. No el anulado, sino el perseguido en razón de ¡ajusticia,
***
La santidad está, en algunas ocasiones, en una decisión valiente.
Muchos santos dijeron un día: «¡Basta ya! Ahora comienzo». Y desde aquel día
cambiaron de ruta en su vida.
Dieron un viraje de 180 grados en su entrega a Dios y a los hermanos, y esa decisión les
llevó a la santidad.
El Evangelio exige actitudes tajantes, decisiones radicales.
La blandenguería y el pasotismo no se compadecen con el Evangelio. Jesús ha dicho que
el que pone la mano en el arado y vuelve la vista atrás, no es apto para el Reino de Dios.
Y tampoco es apto para el reino de este mundo, que exige energía en los capitanes y
bravura en los soldados.
Los que se acobardan ante el riesgo y la aventura, no sirven.
* Hernán Cortés acababa de desembarcar en el litoral inexicano de Veracruz, con un
grupo reducido de soldados. Enfrente vieron una multitud de indios que les esperaban.
Era para asustarse. Entonces Hernán Cortés tomó la famosa decisión:
Quemó las naves. Al cortar toda posibilidad de retroceso, no había otro remedio que
luchar con entrega y arrojo.
* Pizarro, en las costas de Perú, trazó una raya. Los que quisieran el éxito y la gloria, que
la cruzaran. La cruzaron 15: «Los quince de la fama».
***
La maldad es el reverso de la felicidad. El pecado lo es de la gracia. La envidia, el
anverso de la caridad que es la reina de las virtudes.
Un hermano tentado por el demonio fue a decir a un anciano:
-«Estos dos hermanos viven juntos y se portan mal».
El anciano se dio cuenta que el demonio le engañaba y mandó llamar a los dos hermanos.
Al llegar la noche, les preparó una estera y los cubrió con una manta, diciendo:
-«Los hijos de Dios tienen el alma grande y santa». Luego dijo a su discípulo:
-«Encierra a este hermano solo en una celda, pues tiene el vicio del que acusa a los
otros».
***
No hay que perder la paz por el demasiado trabajo. El tiempo -el trabajo- es para el
hombre, no el hombre para el tiempo -el trabajo.
Para ser verdaderamente feliz habrá que trabajar, pero con moderación, sin perder la
calma.
San Francisco de Sales (+1622), obispo de Ginebra -residente en Annecy-, fue un buen
modelo de esto y tenía una rica experiencia. Escribió a una religiosa «buena» pero
demasiado «nerviosa» y un tanto «atropellada», estos bonitos consejos:
146
«Me dicen que os abrumáis de trabajo, que no os quitáis rnuchas noches la ropa para
dormir, que no coméis como debierais, que hacéis las tareas más penosas de la enfermería
y que además acudís con diligencia a seguir los cantos del coro. No quiero que toméis así
las cosas. Creed a este pobre padre: descansad y comed lo suficiente; ceded
amorosamente parte del trabajo a las otras, sin desear llevar todas las coronas; al prójimo
también le agrada conquistar algunas. Trabajad con espíritu ardiente, pero dulce,
ferviente y moderado... ».
Si nos enamoramos de Jesucristo; si lo tenemos siempre presente, no dejaremos que el
mal anide en nuestro corazón. Las malaventuranzas nada podrán contra las
bienaventuranzas. Si no será vencido por el sí.
San Patricio, el apóstol de Irlanda, nos ofrece hoy esta bella oración, que deberemos rezar
con frecuencia y vivir siempre: Cristo conmigo, Cristo delante de mí. Cristo detrás de mí,
Cristo dentro de mí. Cristo debajo de mí, Cristo encima de mí. Cristo a mi derecha, Cristo
a mi izquierda. Cristo en la fortaleza.
Cristo en el asiento del carro. Cristo en la popa del navío.
Cristo en el corazón de todo hombre que piense en mí. Cristo en la boca de todo hombre
que hable de mí. Cristo en todo ojo que me vea. Cristo en todo oído que me oiga.
MÁS SOBRE ESTE TEMA:
Caminos de santidad: Decálogos que dirigen (I) , n. 17.
Caminos de santidad: Destellos que iluminan (Ill), n. 14.
Caminos de santidad: Ejemplos que edifican (V), n. 17.
Debo, puedo y quiero ser santo (VI).
3. TENTACIONES DE HOY
«Glorifica al Señor, Jerusalén; alaba a tu Dios, Sión» (Sal 147)
Hoy, en los inicios del siglo XXI, podemos preguntarnos qué manzanas son las que nos
atraen igual que a Adán y a Eva.
Las respuestas son las de siempre, cultivadas en el árbol de los pecados capitales, pero
con injertos nuevos y con presentación renovada.
Hay demonios muy listos, especializados en marketing y presentación del producto,
Hay que advertir que el peligro no está, la mayoría de las veces, en el producto en sí, sino
en el modo de utilizarlo o de considerarlo, cuando se le convierte en absoluto o en llave
para conservar el absoluto.
Veamos algunos ejemplos, divididos en siete grupos:
1. Manzanas de oro. Hoy se llama también oro negro o dólar. Se incluyen todas las
manzanas del tener y el consumismo generalizado. Es la manzana más codiciada.
2. Manzanas de placer. Hay una gran variedad: el sexo, la droga, las buenas comidas...
son objeto de gran deseo. Sus adeptos son infinitos.
3. Manzanas de poder. Se ofrece poltrona, influencias, armas, negocios, agencias de
noticias, tecnología-punta, victorias... sus partidarios luchan ferozmente por conseguirlas.
4. Manzanas de belleza. Muy apetecida en sectores crecientes. Se presenta todo tipo de
productos para conseguir, no ya la salud, sino la juventud perenne, la forma adecuada, el
encanto irresistible... es el triunfo de Narciso.
5. Manzanas de diversión. Arrastra inmensas muchedumbres. Además de los deportes,
encontramos máquinas maravillosas, lugares especializados, viajes, vacaciones,
discotecas... todo vale, con tal que sea divertido.
6. Manzanas de descanso, con inmensos sillones y divanes, con terapias relajantes, con
147
* dice al niño: Crece, sueña. Dios te ama. Reza mucho. Tú eres el futuro. Espera.
* dice al viejo: Llevas frutos en tus manos. También ilusiones tronchadas. Todavía es
primavera. Espera.
* dice al enfermo: Tu dolor es sacramento. Cristo padece contigo. Vives tiempo de
siembra. Espera.
* dice al pobre: Dios es tu riqueza. Compra valores de futuro. Tuya es la tierra prometida.
Espera.
* dice al hombre solidario: Anuncia el mundo nuevo. El Reino de Dios se acerca. Espera.
***
Podemos pecar y es muy fácil que, a pesar de nuestra buena voluntad seamos débiles y
caigamos en el pecado.
Eso sí: pecados grandes, de esos que nos alejan del todo de Dios, no. Esos solamente los
cometen los que no aman de veras.
Si hemos tenido la desgracia de pecar, acudamos rápidamente a la presencia del Señor y
pidámosle perdón desde lo más profundo de nuestro ser.
El salmo 50 es el salmo penitencial por excelencia. Podemos recitarlo ante el Señor en
esta versión moderna: Oh Dios, que eres amor, misericordia, perdóname del todo mis
pecados, alíviame del peso que me oprime, límpiame de mi sangre y de mi barro. Oh
Dios, que eres amor, misericordia, quítame el corazón ruin y manchado, pon en mí un
corazón nuevo y sensible que se meta de lleno en tu Costado. Ahuyenta la tristeza de mi
vida y el vacío que encuentro a cada paso.
Mírame con amor, que me sonrías, que me mires con rostro iluminado, que rne digas tu
gracia y tu ternura y me sienta en verdad un hijo amado; ya no podrán quitarme la alegría
de sentirme totalmente salvado. Dirige tu mirada compasiva sobre este mundo de penas y
pecados: manchados todos, todos responsables, para el bien y para el mal sornos
hermanos. Quiero pedir en ellos y con ellos, de sus pecados me hago solidario. Ya
comprendo el abismo de miseria, ¡cuánto dolor, Dios mío, acumulado! Yo les diré los
signos de la gracia, palabras aprendidas de tus labios. Mira, Señor, no tengo qué
ofrecerte, te ofrezco un corazón ya transformado, y te ofrezco mi amor agradecido, y me
pongo, mi Dios, en tu regazo.
MÁS SOBRE ESTE TEMA:
Caminos de santidad: Decálogos que dirigen (1) , n. 37.
Caminos de santidad: Semillas que dan vida (II), 32.
Caminos de santidad: Destellos que iluminan (III), n. 27.
Debo, puedo y quiero ser santo (VI).
4. UNA DOCENA DE LOCURAS
«Bendice, alma inía, al Señor, al rey soberano» (Tb 13).
Con frecuencia somos un puñado de contradicciones.
San Pablo recordaba que a él le sucedía lo mismo cuando decía: «No hago el bien que
quiero, sino que obro el mal que no quiero» (Rom 7, 19).
Por una parte, el mundo y sus máximas nos arrastran, y, por otra, queremos seguir a
Jesucristo.
El mundo tiene mucho de bueno y también mucho de malo. Lo que importa es saber
elegir y obrar en consecuencia. El mismo san Pablo nos da un consejo muy enriquecedor:
«Examinadlo todo y quedaos con lo bueno. Absteneos de todo género de mal» (la Tes 5,
21-22).
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He aquí una docena de lo que muy bien podríamos calificar como «locuras» y que con
frecuencia se cometen:
1. Teniendo los medios para hacer de la vida un paraíso, la estamos convirtiendo en un
infierno o purgatorio o valle de lágrimas o un basurero. Gastamos locamente en armas, en
lujo, en vicio lo que podría terminar con todas las miserias, inculturas, enfermedades. Se
gasta un millón de dólares por minuto.
2. Estando llamados a cultivar y embellecer la Naturaleza, la estamos destruyendo
neciamente: fuego, extinción de especies, contaminación generalizada.
3. Para solucionar los conflictos -tan humanos- utilizamos la razón de la fuerza en vez de
la fuerza de la razón: guerras, coches-bomba, tiros, navajazos, violencias.
4. No sabemos dar respuesta a los principales interrogantes de nuestra vida. No sabemos
qué hacer ni qué esperar. Estarnos llenos de cosas, pero nos faltan metas, finalidades,
valores, estrellas.
5. Queremos ser felices y somos desgraciados. Nos gastamos trabajando hasta el estrés
por tener más cosas -consumismo seductor y engañoso-, cuando no son las cosas las que
dan la felicidad, sino las personas; no son las cosas las que gratifican, sino la relación
amistosa; no es más feliz el que más tiene, sino el que menos necesita.
6. Confundimos el placer con la felicidad, lo que nos lleva al agotamiento, al vacío y a la
autodestrucción, corno la banalización del sexo, la droga.
7. Por placer se conciben hijos, para después matarlos, por millones. El aborto, la peor
locura, el signo más emblemático de nuestra irracionalidad.
8. Nadie está contento con su suerte. Somos infelices pensando en lo que no tenemos y no
sabernos apreciar lo que tenemos, sólo lo apreciamos cuando lo perdemos.
9. No somos felices cuando trabajamos, pensando en el descanso, y no somos felices
cuando nos jubilamos, porque queremos trabajar. Damos al trabajo solamente un sentido
lucrativo, no un sentido liberador y creativo.
10. Vivimos alienados por el `pan y circo', pan y fútbol, la droga y la TV, la música
discotequera y las revistas del corazón, los culebrones, hasta el sufrimiento.
11. En vez de vivir, nos desvivimos: entre recuerdos y deseos, entre añoranzas del pasado
y ansias del futuro, se nos escapa el presente.
12. Religión: profesamos una fe y vivimos otra, servimos a un Dios en el templo y a otro
en la calle. Esquizofrenia pura.
***
No pretendamos vencer al enemigo nosotros solos. Es necesario unirnos con los demás
hombres de buena voluntad para erradicar el mal que nos rodea.
Hay muchas cosas que no podemos hacerlas solos. Pero podemos hacerlas pidiendo
ayuda a los demás, y así crece la fraternidad, y pidiendo ayuda al Señor, y así crece
nuestra afición hacia el Señor. Pedro había estado toda la noche pescando en el lago
Genesaret, y no había pescado nada. Jesús le ordenó que echara la red al otro lado, y la
pesca fue muy abundante. Trabajando con el Señor, todo fue más fácil y mejor,
David estaba cavando en el huerto con su padre, cuando tropezaron con una gran piedra.
-«Tenemos que quitarla», dijo el padre.
- «Yo la quitaré», dijo David.
Pero después de esforzarse mucho, confesó:
- «No puedo».
- «Yo creo que puedes, si lo intentas en serio».
150
10) Amar a los jóvenes, interesarse por su porvenir. Dejarles exponer sus ideas. Participar
de sus alegrías acordándose de sus pasados gozos juveniles.
11) Si no se puede dar ya a los jóvenes el «entusiasmo», darles, al menos, la confianza y
ser instrumento de concordia. Es una buena ayuda.
12) Aceptar las consecuencias de la edad. Saber reconocer los propios límites. Hacer
prevalecer las virtudes de la «tercera edad»: la sabiduría, la benevolencia, la bondad, la
paciencia, la serenidad, la paz.
13) Persuadirse que envejecer es una gracia que Dios concede para participar más y más
en la obra redentora del Salvador. ¡Qué estímulo y qué alegría!
14) Lo que hace joven a nuestro espíritu es la fe; lo que hace joven a nuestro corazón es
el amor; lo que hace joven a nuestra voluntad es la esperanza; lo que hace joven nuestra
vida es Cristo, porque Él es el Camino, la Verdad y la Vida.
15) La vejez nos despega y separa de este mundo. Es el tiempo para pensar en la
recompensa que nos espera.
16) Vivir en la paz y en la confianza de que la partida es para un mundo mejor y eterno.
Un Padre nos espera allá. Su Hijo nos ha merecido un puesto en el cielo. Una Madre nos
acogerá. Todos nuestros seres queridos difuntos viven allí.
El don de la vida es el mayor don que Dios nos puede regalar. Por ello, el quitarla, de
cualquier modo que sea, es el mayor pecado y la más grave malaventuranza que le puede
sobrevenir a un hombre.
Por ello vale la pena que esta bella oración del papa Juan Pablo II sobre la VIDA la
recitemos con frecuencia y con fruto: Oh María, aurora del mundo nuevo, Madre de los
vivientes, a Ti confiamos la causa de la vida: mira, Madre, el número inmenso de niños a
quienes se impide nacer, de pobres a quienes se les hace difícil vivir, de hombres y
mujeres víctimas de violencia inhumana, de ancianos y enfermos muertos a causa de la
indiferencia o de una presunta piedad.
Haz que quienes creen en tu Hijo sepan anunciar con firmeza y amor a los hombres de
nuestro tiempo el Evangelio de la vida. Alcánzales la gracia de acogerlo como don
siempre nuevo, la alegría de celebrarlo con gratitud durante toda su existencia y la
valentía de testimoniarlo con solícita constancia, para construir, junto con todos los
hombres de buena voluntad, la civilización de la verdad y del amor, para alabanza y
gloria de Dios Creador y amante de la vida.
5. ANTIBIENAVENTURANZAS
«Te alabaré de todo corazón, Dios mío; daré gloria a tu nombre por siempre» (Sal 85)
No querríamos traerlas a estas páginas. No se lo merecen. Lo hacemos para que sirvan a
todos como enseñanza y para no seguir sus consignas.
Por la experiencia ajena y propia, creo estaremos de acuerdo con estas siete
malaventuranzas:
1. Dichosos los ricos, porque serán adulados por todos y protegidos como bienhechores.
(Ellos son los que traen prosperidad y hay que concederles algún privilegio que otro en
un mundo en que brillan los que más tienen).
2. Dichosos los agresivos, porque se comerán el mundo.
(Nada ni nadie les hace detenerse; se alaba su espíritu emprendedor, su capacidad para
dominar, abusar de muchos y hacerse con las riendas de todo lo que roza sus manos).
3. Dichosos los que ríen, porque ellos serán envidiados.
(Pasan por la vida sin mirar a los que la sufren al borde del camino, con los que nada les
152
une y, por tanto, no tienen derecho a cortar sus risas; desprecian a todo pobrecito inculto
que piensa de otra manera).
4. Dichosos los inmisericordes, porque no les alcanzará la miseria.
(Sin entrañas para la justicia, ellos suben al pedestal de cualquier poder sin importarles
mucho ni nada la miseria que dejan o las víctimas que crean).
5. Dichosos los turbios de corazón, porque solo verán lo que les conviene.
(Deforman la realidad para ponerla a su servicio: a la justicia la llaman demagogia, al
deseo de humanizar la sociedad lo llaman subversión de los valores humanos, a los
ladrones de guante blanco los llaman personas honradas, a la demolición de valores
humanos o religiosos le llaman libertad, a prepararse para la guerra, paz...)
6. Dichosos los que construyen armas, porque serán llamados bienhechores de la
humanidad.
(Arruinan a los pueblos pobres, asustan al mundo, defienden sus intereses y quieren ser
llamados padres de la patria, salvadores del mundo y de la civilización).
7. Dichosos los que persiguen a quienes luchan por la justicia, porque de ellos es el reino
de la tierra.
(Tienen la razón de la fuerza, les falta la fuerza de la razón, y son los señores porque
tienen el poder que avasalla a quien se atreve a levantar un dedo pidiendo dignidad).
El pensar mal de los demás es una falta en la que caemos con demasiada frecuencia.
Somos dados a juzgarlo todo y a medirlo según nuestra propia regla.
La de juez es quizá la acción más practicada por el hombre. Nos pasamos la vida
fallando, en el doble sentido de la palabra: emitiendo juicios y equivocándonos.
Nos pasamos la vida juzgando. Y eso que Jesús lo prohíbe expresamente en el Evangelio.
«No juzguéis y no seréis juzgados».
Hay un defecto que es común al juez bueno y al juez malo: que tanto el uno como el otro,
juzgan. Y eso siempre es muy peligroso.
Cuando uno de los discípulos cometió una grave equivocación, todos esperaban que el
Maestro le aplicara un castigo ejemplar. Pero cuando, transcurrido un mes, vieron que no
pasaba nada, uno de los discípulos le manifestó al Maestro su descontento:
-«No podemos ignorar lo sucedido. A fin de cuentas, Dios nos ha dado ojos...».
- «Sí, replicó el Maestro, pero también nos ha dado párpados».
Aquel día el Maestro estaba inspirado, como siempre que se trataba de defender al
prójimo.
***
Dios hizo al hombre cooperador de su obra. El hombre debe con su trabajo ganarse el
sustento y colaborar así por la construcción de un mundo mejor.
Orar y trabajar debe ser la consigna de todo hombre, no solamente de los monjes.
Un hermano fue al monte Sinaí para visitar al abad Silvano. Vio allí a unos hermanos que
estaban trabajando, y dijo al anciano:
- «Obrad, no por el alimento perecedero» (Jn 6, 27). «María ha elegido la parte buena»
(Lc 10, 42).
El anciano dijo a su discípulo Zacarías:
-«Envía a ese hermano a una celda donde no haya nada».
Y al llegar la hora de nona, el hermano atisbaba por una rendija de la puerta para ver si
venían a llamarle para la comida. Pero como no venía nadie, se levantó, fue a donde
estaba el anciano y le dijo:
153
«Padre, ¿no han comido hoy los hermanos?». ---«Sí, ya han comido”, contestó el abad.
-«¿Y por qué no me has llamado?». El anciano le respondió:
-«Tú eres un hombre espiritual y no necesitas esta clase de alimentos. Nosotros somos
hombres carnales y necesitamos comer; por eso trabajamos con nuestras manos. Tú has
elegido la mejor parte, lees todo el día y no quieres tomar alimento material».
Al oír esto, el hermano se echó por tierra, y arrepentido, dijo: -«Perdóname, Padre».
El abad añadió:
-«María tiene necesidad de Marta. Gracias a Marta es alabada María».
Con frecuencia buscamos la felicidad donde no está. En este tiempo se discute mucho si
es bueno castigar o no a los hijos cuando cometen alguna falta.
Para ser verdaderamente feliz habrá que cortar siempre los malos instintos que puedan
surgir en nuestro modo de obrar.
El día de mañana los hijos sabrán agradecer a sus padres cuanto les hicieron en este
sentido. Será el mejor regalo que les podemos hacer.
Hace años contaba monseñor Grouard, Vicario apostólico en las misiones polares del
Canadá, lo que llamaba su «conversión».
A los diez años de edad era la desesperación de sus padres. Travieso e indisciplinado a
más no poder, a pesar del estilo exacto y castrense de su familia, pues su padre era
gendarme.
Un día su padre patrullaba las calles del pueblo, de servicio, y el niño, que acababa de
escaparse de la escuela en hora de clase, se topó con él improvisadamente.
El padre no supo hacer más que una cosa: lo cogió fuertemente del brazo y como quien
lleva un delincuente a la comisaría, lo llevó a la iglesia. Allí, ante la imagen de la Virgen,
dijo en voz alta:
- « Virgen Santísima, te lo regalo. ¡Yo ya no sé qué hacer con él!».
Cuando años más tarde el hijo le informó de que quería irse de misionero, el padre
suspiró:
-«¡No pensé yo que la Virgen tomara tan en serio mis palabras!».
Será fácil que, a pesar de nuestra buena voluntad, caigamos en algunas faltas. No habrá
que desanimarse. El Señor nos está esperando siempre con los brazos abiertos.
La imagen del padre del hijo pródigo es la bella fotografía de nuestro Padre del cielo (Lc
15, 11-32).
Hemos de acudir a Él derramando nuestra alma ante Él y diciéndole:
- «Necesitamos, Señor, tu misericordia, para ser misericordiosos, sensibles, compasivos,
solidarios, para sentimos débiles, receptivos, para que no nos miremos odiosos, y nos
retemos prepotentes, ni rivalicemos con envidia.
Sólo un poco de misericordia, para preferir a los pequeños, para jugar con los niños y con
los viejos.
Para enjugar todas las lágrimas, para romper todos los yugos, para estar con los que
pierden. El día en que tu misericordia llene toda la tierra, te diremos exultantes:
«¡Padre, ya ha llegado a nosotros tu Reino!».
6. ANTÍPODAS DE LAS BIENAVENTURANZAS
«Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente» (Sal
15).
Quizá a veces hemos dado con personas que todo lo interpretan mal. Que solamente
saben ver los defectos y no las virtudes de los que nos rodean.
154
soberbio».
Y él contestó: -«Así es».
Y volvieron a decirle:
- «¿Eres tu Agatón el charlatán y calumniador?». Y respondió:
-«Yo soy». Y de nuevo le dicen:
-«¿Eres tu Agatón, el hereje? Y les dijo: -«No, no soy hereje».
Y le preguntaron entonces:
-«Dinos, ¿por qué habiendo dicho tantas palabras injuriosas las has llevado con paciencia,
y en cambio al llamarte hereje no lo has soportado?
Y Agatón respondió:
- «Las primeras injurias me las atribuyo, porque ello resulta de provecho para mi alma.
En cuanto a que me llaméis hereje, no lo admito, porque significa separación de Dios, y
yo no quiero por nada de este mundo separarme de Dios».
Al oírle, se admiraron de su discreción y se fueron muy edificados.
***
Es interesante y aleccionador conocer cómo muchos hombres y mujeres son
verdaderamente felices. Un anciano contó su secreto de la felicidad:
Salió un anciano en un popular programa de televisión y cautivó a todos con su
entusiasmo y buen humor.
- «Se ve a las claras que usted es un hombre feliz, observó admirado el animador. ¿Cuál
es el secreto de su felicidad?».
- «Vaya, hijo, contestó el viejo, es muy sencillo. Cuando me levanto por la mañana tengo
ante mí dos alternativas: una es ser desgraciado; la otra, ser feliz. No soy tan tonto como
quizás se crea. Soy lo bastante listo como para elegir la felicidad. Así que mentalmente
me decido a ser feliz... y eso es todo».
Ámate a ti mismo y decide ser feliz con todas las fuerzas de tu corazón y pon todos los
medios. Renueva esa decisión en cada alborada y con valores espirituales colma tu vida
de luz y tu alma de paz.
Sonríe, elogia, anima, comparte, desecha la soberbia, controla el mal genio, en suma,
elige ser feliz.
El poder de elección es el poder más valioso que tienes. Atrévete a usarlo para que otros
no elijan por ti.
Nuestras vidas deben ser una continua bendición de Dios. Un ininternrrupido: «¡Gracias,
Señor!», debe llenar todo nuestro día y toda nuestra vida. ¡Son tantos los favores que de
su gran bondad hemos recibido!
La Palabra de Dios está llena de estas alabanzas al Señor por los beneficios que de Él
hemos recibido.
Teniendo como fondo al profeta Daniel (3, 52), alaba al Señor diciendo:
Bendito eres, Señor, fuente de toda vida, Padre de amor.
Bendito eres, Tú, Palabra eterna del Padre, Verdad y Luz.
Bendito eres, amor, risa y abrazo divino, Espíritu Consolador.
Bendito Dios, trino y uno, origen y meta de todo, Corazón del mundo.
Bendito mi Dios, mi amor, rni luz, mi Tú, mi sol, ¡ni Yo.
Bendito seas, Señor.
7. MALAVENTURANZAS DE LOS ESPOSOS
«Bendito el Señor que no nos entregó en la presa de sus dientes; hemos salvado la vida,
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Padre. Jesucristo ha sido el hombre que más ha amado en toda la historia. Él es todo amor
y vivió el amor, sobre todo, porque llegó a conocer como nadie lo que hace sufrir a los
hombres:
- él supo conocer lo que hacía sufrir a la mujer sorprendida en adulterio e iba a ser
lapidada (Jn 8, 1-11);
- lo que hacía sufrir a otra mujer pecadora pública que le tocaba en casa del fariseo Simón
(Lc 7, 36-50);
- lo que hacía sufrir a la mujer samaritana sentada junto al brocal del pozo (Jn 4);
- lo que hacía sufrir a las mujeres de Jerusalén que lloraban al verle llevar la cruz (Lc 23,
27-29)...
En todos estos pasajes se nos presenta a Jesús teniendo «compasión», una expresión que
en hebreo se relaciona con lo más íntimo del hombre -mejor aún, de la mujer- con sus
entrañas, con su corazón, una palabra que es como una síntesis de misericordia, afecto,
simpatía y solidaridad.
Esa misma palabra, «compasión», aparece cuando Jesús está: - ante los enfermos y toda
clase de necesitados (Me 1, 34). - ante el hambre de la muchedumbre que le busca (Mc 8,
19).
- ante la viuda de Naín, que ha perdido a su único hijo (Le 7, 11-17),
- ante el servidor que tiene una gran deuda (Mt 18, 24-27),
- ante el niño atormentado por un mal espíritu (Lc 9, 37-42),
- ante los dos ciegos sentados al borde del camino (Mt 20,
- ante el leproso que le pedía quedar limpio (Me 1, 40-45),
- ante el hombre asaltado por los ladrones en el camino (Le 10,30-37),
- ante el hijo pródigo (Le 15, 11-32)...
La palabra «compasión» es una de las más importantes del Evangelio, una expresión
esencial para penetrar en la persona de Jesús. Para comprender el amor que nos tiene y
entender el mensaje de las Bienaventuranzas.
Jesús experimentó en sí mismo, antes de proclamarlas, el rico y exigente contenido de
las Bienaventuranzas:
- él no tuvo dónde reclinar su cabeza (Le 9, 58),
- él sintió hambre durante cuarenta días en el desierto (Mt 4, 2-4),
- él lloró sobre Jerusalén y sobre el amigo Lázaro (Jn 11, 3344) y pidió con gritos y
lágrimas en Getsemaní ser liberado de la muerte (Le 22, 44),
- él sintió el odio de sus paisanos, que le querían despeñar en Nazaret, y de sus
compatriotas, que le clavaron en la cruz (Me 15,20).—
Aquí, en estas escenas de su vida, van entrelazadas las Bienaventuranzas vividas por Él y
las malaventuranzas vividas por el hombre pecador.
Como contrapunto o lugares opuestos a las Bienaventuranzas, podríamos aducir muchos
textos bíblicos, como por ejemplo uno de Jeremías en que se contrapone como maldito a
«quien confía en el hombre» y como bendito «a quien confía en el Señor».
Y con metáforas asequibles a un pueblo que vive en la angustia ante la falta de lluvia
compara al primero a «un cardo en la estepa», y al segundo a «un árbol plantado junto al
agua, que junto a la corriente echa raíces».
Fue esa cercanía de Jesús al dolor de los hombres, su propia experiencia personal, lo que
le llevó a presentar como programa esas Bienaventuranzas, incomprensibles para el que
no tiene esa experiencia.
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¿No hemos experimentado nosotros mismos o hemos conocido a personas que viven esas
actitudes y que sienten esa felici
dad interior que proclamó Jesús como programa de su mensaje en las Bienaventuranzas?
No es fácil vivir las Bienaventuranzas en su radicalidad y en su literalidad, pero debemos
procurar esforzamos por vivir por lo menos su espíritu.
Marie Claire Pichaud se hizo famosa hace años por cantar esta bonita interpretación de
las Bienaventuranzas y Malaventuranzas que debiéramos procurar hacer nuestra:
1. Dichosos vosotros, que sois pobres y tendéis la mano sin jamás cansaros;
2. Dichosos vosotros, que sois pobres y sois mendigos del pan del Espíritu;
3. Dichosos vosotros, que sois pobres porque el Reino está ya en vuestras manos.
4. Dichosos vosotros, todos los que lloráis, porque el caminode las lágrimas es un camino
de amor;
5. Dichosos vosotros, todos los que lloráis y lleváis vuestra vida como un signo de la
cruz;
6. Dichosos vosotros, todos los que lloráis, porque el Reino está ya en vuestro cielo.
7. Dichosos vosotros, que sois puros y guardáis en vuestro corazón la claridad de la
infancia;
8. Dichosos vosotros, que sois puros y sabéis dar todo en la renuncia;
9. Dichosos vosotros, que sois puros, porque el Reino está ya en vuestro corazón.
10. Dichosos vosotros, que sois pobres.
11. Vosotros no veréis jamás la muerte.
12. Dichosos vosotros, porque, corno decía S. Pablo, nuestra esperanza no acaba en esta
vida y «no veréis jamás la muerte».
1. Malditos vosotros, que estáis instalados y cerráis vuestros graneros sobre vuestras ricas
cosechas;
2. Malditos vosotros, que no conocéis el hambre.
3. Malditos vosotros, que reís ahora y hacéis del placer la fuerza de vuestra vida;
4. Malditos vosotros, que no conocéis las lágrimas.
5. Malditos vosotros que creéis ser puros guardando vuestro cuerpo como se guarda un
campo;
6. Malditos vosotros, que no sabéis dar.
Dentro de cada hombre hay algo así como una doble personalidad o un doble principio: la
inclinación al bien y la inclinación al mal.
Lo que importa es crecer en el instinto bueno e ir cada día dando muerte al instinto malo.
Sería el «muero cada día» de que nos habla San Pablo.
Antonio Machado comenta así unas palabras de Jesús (Mt 25,13):
«Yo amo a Jesús, que nos dijo: Cielo y tierra pasarán. Cuando cielo y tierra pasen, mi
palabra quedará.
¿Cuál fue, Jesús, tu palabra? ¿Amor, perdón, caridad? Todas tus palabras fueron una
palabra: Velad».
Muchos investigadores no llegaron a crear inventos por cansarse en los últimos intentos.
Hay que vigilar. Sólo «el que persevere hasta el fin se salvará» (Mt 10, 22).
Un campesino tenía un águila atada por una pata en su corral. El águila no se resignaba a
vivir como una gallina, y hacía mil intentos por escapar. Lo intentó durante semanas,
hasta tener desgarrada la pata.
Al final se acostumbró a aquella esclavitud, a escarbar y picotear, y ya le gustaba el
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en la oración el Señor está entre nosotros (cfr. Mt 18, 20). Te aconsejo con todo el
corazón: además del tiempo «oficial» de oración, retírate cada día una hora, o mejor dos,
si puedes, para la oración personal. ¡Te aseguro que no será tiempo mal empleado! En mi
experiencia de todos estos años, he visto confirmadas las palabras de santa Teresa de
Jesús: «El que no ora no necesita que el demonio lo saque del camino: él solo se arrojará
al infierno».
8. Observa una sola regla: el Evangelio. Esta `Constitución' es superior a todas las
demás. Es la regla que Jesús dejó a los Apóstoles (cfr. Mt 4, 23). No es difícil,
complicada o legalista como las otras: al contrario, es dinámica, amable y estimulante
para tu alma. ¡Un santo alejado del Evangelio es un santo falso!
9. Sigue lealmente a un solo jefe: Jesucristo y sus representantes: el Santo Padre, los
obispos, sucesores de los Apóstoles (cfr. Jn 20, 22-23). Vive y muere por la Iglesia, como
lo hizo Jesús. No pienses que morir por la Iglesia es lo único que pide sacrificio: también
vivir por la Iglesia exige mucho.
10. Cultiva un amor especial por María. San Juan Bautista María Vianney decía en
confianza: «Después de Jesús, mi primer amor es para María». Si la escuchas, no
perderás el camino; no fallarás en nada de lo que emprendas en su nombre. Hónrala y
ganarás la vida eterna.
11. Tu únicaa sabiduría será la ciencia de la Cruz (2 Co 2, 2). Mira a la Cruz y
encontrarás la solución a todos los problemas que te preocupan. Si la Cruz es el criterio
con el que haces tus decisiones, tu alma estará en paz.
12. Conserva un solo ideal: estar vuelto hacia Dios Padre, un Padre que es todo amor
Toda la vida del Señor, todo su pensamiento y su acción tuvieron un solo fin: «Que el
mundo sepa que yo amo al Padre y que hago lo que El me ha mandado» (Jn 14, 3 1), y
«Yo hago siempre lo que a Él le agrada» (Jn 8, 29).
13. Hay un solo mal que temer: el pecado. Cuando la corte del emperador de Oriente se
reunió para discutir el castigo que debía darse a san Juan Crisóstomo por la franca
denuncia dirigida a la emperatriz, se sugirieron las siguientes posibilidades:
a) encarcelarlo; «pero, decían, tendría la oportunidad de orar y de sufrir por el Señor,
como siempre lo ha deseado»;
b) exiliarlo, «pero, para él no hay ningún lugar donde no habite el Señor»;
c) condenarlo a la muerte; «pero así se hará un mártir y satisfará su aspiración de ir al
Señor».
«Ninguna de estas posibilidades es para él un castigo; al contrario, las aceptará con
gozo».
d) hay una sola cosa que él teme mucho y que odia con todo su ser: el pecado; «¡pero
sería imposible forzarlo a cometer un pecado!»
Si temes sólo al pecado, tu fuerza será inigualable.
14. Cultiva un solo deseo: «Venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad en la tierra
como en el cielo» (Mt 6, 10). Que en la tierra puedan los pueblos conocer a Dios como es
conocido en el cielo; que en esta tierra todos empiecen a amar a los demás como se ama
en el cielo; que también en la tierra haya la felicidad que hay en el cielo. Esfuérzate por
difundir este deseo. Comienza a llevar la felicidad del cielo a cada uno en este mundo.
15. Te falta una cosa: «Ve y vende todo lo que tienes, dalo a los pobres y tendrás un
tesoro en el cielo; después ven y sígueme» (Me 10, 2 1), es decir, debes decidirte de una
vez por todas. El Señor quiere voluntarios, libres de todo apego.
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16. Para tu apostolado usa el único método eficaz: el contacto personal. Con este
método entras en la vida de los otros, los comprendes y los amas. Las relaciones
personales son más eficaces que las predicaciones y que los libros. El contacto entre las
personas y el intercambio «de corazón a corazón» son el secreto de la permanencia de tu
obra y de su éxito.
17. Hay sólo una cosa verdaderamente importante: «María ha elegido la mejor parte»
cuando se sentó a los pies del Señor (cfr. Le lo, 41-42). Si no tienes una vida interior, si
Jesús no es verdaderamente el alma de tu actividad, entonces... bueno, tú ya sabes bien,
no tengo necesidad de repetírtelo.
18. Tu único alimento: «La voluntad del Padre» (Jn 4, 34); con ella debes vivir y crecer,
tus acciones deben brotar de la voluntad de Dios. Ella es como un alimento que te hace
vivir más fuerte y más feliz; si vives lejos de la voluntad de Dios, morirás.
19. Para ti el momento presente es el más hermoso (Mt 6, 34; St 4, 13-15). Vívelo
plenamente en el amor de Dios. Tu vida será maravillosamente bella y como un gran
cristal formado por millones de esos momentos. ¿Ves cómo es fácil?
20. Tienes una «carta magna»: las bienaventuranzas (Mt 5, 3, 12) que Jesús pronunció
en el sermón de la montaña. Vívela en plenitud: experimentarás una gran felicidad que
podrás luego comunicar a todos los que encuentres.
21. Ten un solo objetivo importante: tu deber No importa si es pequeño o grande, porque
tú colaboras con la obra del Padre celestial. Él ha establecido que éste sea el trabajo que
debes cumplir para realizar su plan en la historia (cfr. Le 2, 49; Jn 17, 4). Muchas
personas se inventan modos complicados de practicar la virtud y luego se lamentan de las
dificultades que de ellos se derivan. Pero cumplir el deber del propio estado es la forma
más segura y más simple de perfección espiritual que podamos seguir.
22. Ten un solo modo de llegar a ser santo: la gracia de Dios y tu voluntad (cfr 1 Co 15,
10). Dios no dejará que te falte su gracia: pero ¿tu voluntad es suficientemente fuerte?
23. Una sola recompensa: Dios mismo. Cuando Dios le dijo a santo Tomás de Aquino:
«Has escrito bien acerca de mí, Tomás: ¿qué recompensa quieres?», santo Tomás
respondió: «¡Sólo a Tí, Señor!».
24. Tienes una patria. Es la tuya..., por la que debes trabajar y luchar.
Oración «He elegido a Jesús»
Señor Jesús, en el camino de la esperanza, desde hace dos mil años, tu amor, como una
ola, ha arrollado a tantos peregrinos.
Ellos te han amado con un amor palpitante, con sus pensamientos, sus palabras y sus
acciones. Te han amado con un corazón más fuerte que la tentación, más fuerte que el
sufrimiento y más aún que la muerte.
Ellos han sido en el mundo tu palabra. Su vida ha sido una revolución que ha renovado el
rostro de la Iglesia.
Contemplando desde mi infancia, estos fúlgidos modelos, he tenido un sueño: ofrecerte
mi vida entera, mi única vida que estoy viviendo, por un ideal eterno e inalterable.
¡Lo he decidido! Si cumplo tu voluntad, Tú realizarás este ideal y yo me lanzaré en esta
maravillosa aventura.
Te he elegido, y nunca he tenido añoranzas. Siento que Tú rue dices: « ¡Permanece en mí.
Permanece en mi amor!».
Pero ¿podría permanecer en otro? Sólo el amor puede real¡, zar este misterio
extraordinario. Comprendo que Tú quieres toda mi vida. «¡Todo! ¡Y por amor a Ti!».
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3. Dichosos los no violentos, los que llevan la paz y la cantan, los que abren al mundo sus
brazos, los que ríen y aguardan que las cosas sigan creciendo con la fuerza de Dios, que
en el fondo está enraizada.
4. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia. Dichosos porque el hambre es
camino siempre alargado y hace al hombre peregrino en su marcha. Tu palabra es agua y
pan que sacia.
5. Dichosos los que prestan ayuda, los que saben compartir y dar un «sí» con el alma. Has
dicho que serán ayudados los que saben dar bien y paz. Dichoso el que es siempre puerta
abierta de su casa.
6. Dichosos los limpios de corazón, los que tienen corazón de niño y saben mirar con los
ojos desde unos ojos sin mancha. Felices: verán a Dios, y Dios será su libertad, su
mundo, su todo en el corazón sin nada. Libre de lo que ciega al hombre y le vuelve duro e
impermeable a tu Palabra. Verán el rostro de un Dios que libera y salva.
7. Dichosos los perseguidos por su fidelidad al Evangelio. Los que molestan con la luz
de su vida, los que denuncian con la fuerza del Espíritu, los que tienen que gritar y gritan
y nunca callan, tu Padre será su Rey, y su reinado la libertad que la opresión amordaza.
8. Dichosos cuando os insulten, cuando os persigan con rabia, cuando digan con mentira,
calumnias por ¡ni causa. Estad alegres y contentos, que Dios será vuestro gozo y la
recompensa larga.