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A partir del principio de que los manuales escolares y los libros infantiles, además
de reflejar la sociedad, deben ser también un factor de cambio y contribuir a
preparar un futuro de igualdad entre los sexos, pueden adelantarse ya dos ideas
básicas que podrían ayudar a detectar el sexismo.
Existe sexismo cuando los textos y las ilustraciones de los manuales escolares y
de los libros infantiles describen a los hombres y las mujeres, los niños y las niñas,
en el contexto de funciones estereotipadas que no reflejan la diversidad de los
roles existentes. Ésta es la primera manifestación del sexismo, a saber, la
negación de la realidad social y de la diversidad de las situaciones, con la
consiguiente presentación caricaturesca de las imágenes y de los roles
masculinos y femeninos. Respecto a este punto parece existir unanimidad.
También existe sexismo cuando los manuales escolares se limitan a presentar una
situación existente sin criticarla o sin ofrecer alternativas. Lo que, de hecho,
equivale a aceptar implícitamente las desigualdades y las discriminaciones que se
dan a expensas de las niñas y de las mujeres en la mayoría de las sociedades
actuales, lo cual sólo las refuerza. La mayor parte de los/as autores/as de los
informes comparten este análisis.
Así, el estudio noruego constata que: “Si bien es cierto, por ejemplo, que se ven
muy pocas mujeres ejerciendo las profesiones de fontanero, de catedrática
universitaria o de empleadas del sector petrolero, no se daría una imagen realista
y matizada de la situación si no se presentase nunca a una mujer ejerciendo este
tipo de profesiones. En otras palabras, consideramos que los libros no dejan de
transmitir estereotipos, incluso cuando su contenido refleja lo que en realidad hace
la mayoría de la población”.
Este estudio cita, entre otras, la opinión de K. Skjonsberg sobre los libros
infantiles: “Los libros deben considerarse realistas en la medida en que reflejan las
normas vigentes en amplios fragmentos de la sociedad, pero al limitarse a lo que
marcan estas normas, los autores impiden que sus lectores/ as tomen conciencia
de la existencia de otros tipos de comportamiento posibles. Puede decirse que la
literatura infantil, al aceptar en silencio y sin espíritu crítico el actual estado de
cosas, continúa manteniendo implícitamente los estereotipos tradicionales sobre
los roles de cada sexo”.
La autora de la guía para Asia y el Pacífico, Sarojini Bisaria, añade que para
luchar contra el sexismo no basta con eliminar los roles estereotipados de las
mujeres y los hombres de los manuales escolares, sino que también deben
emprenderse acciones positivas para destacar algunos roles masculinos y
femeninos no tradicionales todavía muy poco extendidos en la sociedad india. Se
citarán los ejemplos de mujeres en puestos de decisión, de ingenieras y
matemáticas, de hombres sensibles, poetas, escritores o pintores; o también
ejemplos de mujeres atletas, de mujeres que trabajan duramente en un medio
campesino; de mujeres valerosas en la paz y en la guerra; de directoras de
empresas industriales, etcétera.
Las claves del análisis que aquí se proponen pueden ser utilizadas por cualquier
persona o institución que desee identificar la presencia del sexismo en los textos e
ilustraciones de una obra, ya sea un manual escolar, un libro infantil o cualquier
otra publicación.
Unas claves de análisis que tengan en cuenta estas tres dimensiones del sexismo
permitirán una valoración en profundidad, cuando no exhaustiva, del sexismo de
cualquier tipo de obra.
Análisis cuantitativo
El análisis del sexismo contenido en los libros y en los manuales escolares
siempre debe ir precedido de estadísticas comparadas sobre el número de
personajes masculinos y femeninos respectivamente representados en el texto y
en las ilustraciones. Así, el estudio realizado por Lise Dunnigan en 1974-75 en
Quebec, donde analizó 225 libros de texto utilizados en la enseñanza primaria y
secundaria, estableció que, sobre un total de 24,000 personajes masculinos y
femeninos, por cada mujer había más de dos hombres (32% de los personajes
eran femeninos y 68% masculinos). Lo cual ya constituye una manifestación
evidente de sexismo puesto que, prácticamente en todas las sociedades, las
mujeres son tanto o más numerosas que los hombres. El hecho de que las
mujeres se hallen ausentes de los libros y manuales –o se encuentren muy poco
representadas en ellos– es un claro reflejo de la condición de inferioridad en que
son mantenidas las mujeres en la sociedad y contribuye a agravarla.
Análisis cualitativo
Siguiendo las claves de análisis del sexismo empleadas en el estudio quebequés,
las características atribuidas a los personajes masculinos y femeninos de las
obras (libros o manuales escolares) pueden dividirse en tres categorías: las
referencias sociales, las actividades y los comportamientos socioemotivos
manifestados por los individuos.
Antes de proceder a aplicar esta clave, deberían adoptarse dos principios
generales: En primer lugar, no puede tacharse de sexista un manual escolar o un
libro infantil cuando, dentro de un conjunto de textos o ilustraciones, se atribuya un
solo carácter estereotipado a un solo personaje masculino o femenino. Para que
exista sexismo es preciso que haya una repetición de los estereotipos, ya sea en
las ilustraciones o en los textos. Evidentemente, se hará una excepción a esta
regla en el caso de que una sola ilustración o un solo texto hagan un elogio del
sometimiento o la inferioridad de las mujeres o de las niñas. En segundo lugar, la
unidad de análisis del sexismo es el personaje masculino o femenino, tanto si
aparece representado bajo una forma humana (niño/a, adulto/a, persona de edad)
o bajo una forma animal dotada de género masculino o femenino. Así, el estudio
realizado en Zambia identifica la presencia de sexismo en un relato –entre otros–
de un libro escolar de tercer curso en el que los dos protagonistas son animales (el
perro, símbolo masculino; y la cabra, símbolo femenino).
El relato presenta a la cabra como víctima de los ardides del perro y el autor del
estudio llega a la conclusión de que en él hay sexismo, toda vez que el libro, en su
conjunto, presenta lo masculino como inteligente y lo femenino como necio.
Lo que aquí se entiende como “referencia social” son las características estáticas
de los personajes masculinos y femeninos que aparecen en los libros escolares e
infantiles. Las referencias sociales se contraponen a las actividades y roles de
comportamiento de los personajes. Las referencias sociales examinadas están
relacionadas con: el estado civil conyugal, la condición familiar, el nivel de
desempleo, la profesión y el marco de vida.
Semejante aberración significa que se tiende a hacer creer a los niños y niñas que
el lugar de la mujer está en el ámbito de la familia y el del hombre en la vida
profesional. Otro ejemplo: los 134 libros escolares utilizados en el estado de
Nueva Jersey, en los Estados Unidos, transmiten la idea de que los hombres
tienen acceso a 147 profesiones y las mujeres sólo a 25.
El análisis de los libros escolares de Québec revela que más de 50% de los
hombres aparecen representados en su lugar de trabajo, frente a 17% de las
mujeres. En cambio, sólo se ve a 6.6% de los hombres en el hogar, frente a 26%
de las mujeres.
La misma diferencia se aprecia entre los niños y las niñas: los primeros aparecen
representados con mayor frecuencia que las segundas en la escuela o en un
entorno natural.
La profesión. Las claves para el análisis de las referencias sociales de los
personajes en los textos e ilustraciones no deben limitarse meramente a
determinar si aquéllos ejercen o no una profesión.
Para una mayor claridad, dividiremos las actividades atribuidas a los personajes
masculinos y femeninos en cinco grupos: las actividades domésticas propiamente
dichas que se desarrollan en el interior de la casa; las actividades relacionadas
con la educación de niños y niñas; las actividades profesionales; las actividades
políticas o sociales; las actividades de ocio (deportes, actividades artísticas,
bricolage, etcétera).
Los juegos. Antes se ha señalado, coincidiendo con los autores del estudio
ucraniano, la conveniencia de observar la posible presencia de estereotipos
sexistas que presentan como “excepcional” el hecho de que una niñita juegue a
ser “jefe de la pandilla”, o que un niñito lo haga con “una máquina de coser”.
Evidentemente, a nuestro entender, tanto los textos como las ilustraciones deben
representar a niños y niñas capaces de participar tanto en los juegos llamados
masculinos como en los supuestamente femeninos y de manifestar en ellos
idénticas cualidades de iniciativa y de audacia. Por consiguiente, existe sexismo
cuando los textos y las ilustraciones presentan la audacia, el movimiento y la
iniciativa únicamente en los juegos de los niños, y asocian el temor, la rutina, la
pasividad, la falta de iniciativa, a los de las niñas. Así, el estudio realizado en
Zambia, considera sexistas dos libros escolares de primer curso en los que el niño
aparece jugando al fútbol mientras la niña aplaude, pasiva, las proezas de su
compañero masculino.
La afectividad positiva o negativa. Resulta fácil comprender que los textos y las
ilustraciones que describen a las niñas y las mujeres como personas afectuosas o
que manifiestan una afectividad excesiva, y a los niños y los hombres como
personas agresivas, violentas, pendencieras e insensibles, son sexistas, puesto
que canalizan estereotipos que presentan a los personajes masculinos y
femeninos de forma caricaturesca y según prejuicios convencionales.
La utilización abusiva del género masculino para designar a todos los individuos,
hombres y mujeres, que componen la humanidad, tiene como consecuencia una
desvalorización del sexo femenino o su invisibilidad. En efecto, ¿cómo no ha de
sentirse inclinado/a un niñito o una niñita a menospreciar a las mujeres o a
considerarlas un sexo inferior desde el momento en que se utiliza la misma
palabra en masculino (por ejemplo, en castellano, “hombres”) para designar no
sólo a todos los seres humanos del sexo masculino sino también a las mujeres?.
Así, hablar de los “derechos del hombre” en vez de los “derechos humanos”
equivale a indicar al niño o la niña que los derechos de las mujeres no forman
parte de los derechos del hombre. Decir que “todos los hombres son iguales”
significa dar a entender al niño o a la niña que las mujeres no son iguales a los
hombres, y así sucesivamente.
CUADRO 1.
PALABRAS UTILIZADAS PARA DESIGNAR
A LOS HOMBRES Y LAS MUJERES
4° curso 7° curso
M F M F
Número
de menciones 585, 180 39, 945
Porcentaje 78 22 90 10
2. El sexismo en la gramática
Las gramáticas francesa y castellana son sexistas toda vez que las reglas
gramaticales establecen que en el caso de dos nombres, uno masculino y el otro
femenino, los adjetivos y pronombres que hagan referencia al conjunto de los dos
deben ir en masculino plural. Esta regla gramatical transmite un mensaje sexista al
niño o la niña, a saber, que el masculino debe prevalecer sobre el femenino. En el
mismo sentido, el estudio kuwaití señala que en los libros escolares de ese país se
utilizan las formas gramaticales masculinas cuando se hace referencia a hombres
y mujeres juntos/as.
3. Las insinuaciones
Las insinuaciones son una forma muy disimulada de sexismo. Consisten sobre
todo en atribuir a un sexo roles no convencionales como si éstos fuesen propios
de un solo sexo y no de los dos. La guía orientativa de la UNESCO para el estudio
de los estereotipos insiste en este aspecto y define como insinuaciones en el
contenido de los libros escolares y otras obras (content slurs) “las palabras,
enunciados, calificativos o alusiones sexistas, en el texto o en las ilustraciones”.
(Ejemplo: esta niña corre y salta como un niño; él es débil como una niña.) Del
mismo modo, decir que una mujer ha triunfado “a pesar de ser una mujer” es un
comentario sexista. Y otro tanto sucede cuando se dice: “ella corre como un
muchacho”, pues eso significa que correr es patrimonio de los muchachos y en
cambio es excepcional para las chicas. La lengua francesa también incurre en
sexismo cuando califica de garçon manqué (muchacho fallido) a la muchacha que
se permite correr, trepar a los árboles, jugar al fútbol, etc., en resumen, ejercer una
multitud de actividades presuntamente reservadas a los muchachos.
Recíprocamente, decir de un niño que juega con muñecas o con osos de peluche
que lo hace “como una niña” también es un estereotipo sexista, pues indica que
manifestar ternura hacia una muñeca o un animalito de peluche es una actitud
afectiva reservada a las niñas y vedada a los niños.
Sin embargo, del mismo modo que las niñas tienen derecho a desarrollar en igual
medida que los niños sus potenciales corporales a través de los ejercicios físicos,
los juegos y los deportes, los niños también tienen derecho a manifestar su
potencial afectivo meciendo a una muñeca o un osito.
Afirmar que una niña se comporta “como un niño” o que un niño se comporta
“como una niña” equivale a dividir las actividades humanas, los juegos y los
deportes en dos campos distintos uno de los cuales está vedado a las niñas y las
muchachas –porque es patrimonio exclusivo de los niños y los muchachos– y
viceversa. Ahora bien, como ya se ha señalado, a ningún ser humano puede
negársele ningún potencial humano, se trate del ámbito de la inteligencia, del de la
afectividad o del de la actividad, por el hecho de su pertenencia a uno u otro sexo.
Las opciones deben hacerse en función de las aspiraciones y los gustos de los/las
interesados/as y no en función de estereotipos sexistas.