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Sobre lo trágico I

Por Andrés Sáez Geoffroy

“Será ese díá entonces el que podremos viájár, y


senálár he áquí donde el destino nos trájo”
Declaraciones intempestivas de un Emperador muerto en combate.

Cuando desde adolescente me acerque a los libros de Miguel de Unamuno, en


específico a su Abel Sánchez y me sentí identificado con Joaquín Monegro personaje
esencial de dicho libro, como hierro que marca la piel quedaron grabadas en mi
memoria la famosa frase pronunciada por Monegro en sus confesiones a su hija “Mi

vida, hija mía -escribía en la Confesión-, ha sido un arder continuo, pero no la habría
cambiado por la de otro. He odiado como nadie, como ningún otro ha sabido odiar, pero

es que he sentido más que los otros la suprema injusticia de los cariños del mundo y de
los favores de la fortuna.” A partir de dicho fragmento me llamó la atención un título

“del sentimiento trágico de la vida”, y desde dicho instantes pensé en que significa la
tragedia o bien su significancia tanto histórica como algo cotidiano.

El saber popular y coloquial da a todo tipo de pena un sentido de trágico lo cual


constituye un acto que se afirma con la definición de la RAE “Obra dramática cuya
acción presenta conflictos de apariencia fatal que mueven a compasión y espanto, con el
fin de purificar estas pasiones en el espectador y llevarle a considerar el enigma del

destino humano, y en la cual la pugna entre libertad y necesidad termina generalmente


en un desenlace funesto.” El desenlace funesto es esencial pero no constituye un fin en
sí mismo sino que más bien lo que interesa del sentimiento trágico es la pugna, esa
lucha donde se enfrenta la mano de lo invisible, el destino (sea divino si alguien quiere

o bien racional si otros lo prefieren) y la realidad, es dicha tensión insalvable la que


genera el origen de lo trágico.
Pero una de las mejores conceptualizaciones de lo que podemos denominar como
trágico sin duda se refleja en el prólogo de María Antonieta de Stefan Zewig, este

novelista señala que:

“La tensión trágica no se produce sólo por la desmesurada magnitud de una figura,
sino que se da también, en todo tiempo, por la desarmonía entre una criatura
humana y su destino. Se presenta dramáticamente cuando un hombre superior, un
héroe, un genio, se encuentra en pugna con el mundo que lo rodea, el cual se
muestra como demasiado estrecho, demasiado hostil hacia la innata misión a que
aquél viene destinado -así, Napoleón ahogándose en el diminuto recinto de Santa
Elena. o Beethoven prisionero de su sordera-; en términos generales, es el caso de
toda gran figura que no encuentra su medida y su cauce. Pero también surge lo
trágico cuando a una naturaleza de término medio, o quizá débil, le toca en suerte

un inmenso destino, responsabilidades personales que la aplastan y trituran, y esta


forma de lo trágico hasta llega quizás a parecerme la más humanamente
impresionante.”

Por tanto a la luz de un par de antecedentes la tragedia se presenta ante todo como
lucha, como pugna entre ser humano sintiente, pasional y racional a la vez que lucha
por aceptar un destino dado y a la vez buscado. Que lucha por confrontar la tristeza

eterna con ligeros rayos de felicidad, venciendo siempre por lo general la tristeza. Así
mismo tiene la tragedia mucho de nuestra herencia clásica, sobre todo de la ataraxia

estoica, es decir de cómo puede el ser humano contraponer la razón a las emociones,
dejara de lado los sentimientos, causa última de nuestros propios sufrimientos. Dicho
lo anterior podremos tener claro que elementos componen la tragedia o los trágicos
por llamarlo de cierto modo.

En primer lugar, para la existencia de una tragedia se requiere la existencia de un


proceso, esto es una serie de hechos concadenados entre sí por causalidades de orden
racional o divino. Por tanto una simple muerte por poner un ejemplo no constituye una
tragedia en sí misma, pero si podría constituir por ejemplo la muerte de un sujeto

después de terminar abandonado en un monasterio griego ortodoxo en los Balcanes, o


la muerte de Napoleón encerrado en la jaula de Santa Elena. Por tanto la tragedia
como se ha dicho es un proceso para el cual pueden haber o no hechos culmines que
la terminen o bien alargen el proceso de tragedia hasta la misma muerte.

En segundo lugar, la tragedia está reservada, para las genialidades del mundo humano,
siguiendo la línea de Zweig. Esa genialidad que es legada por Dios y también obtenida

por nosotros mismos, o bien simplemente un ser humano que se cree llamado a la
genialidad (Hay gente que no cuestiona lo más mínimo su realidad sólo vive). En

términos de probabilidades es absolutamente comprensible ya que mientras más alto


aspiramos a escalar y elevarnos los seres humanos nuestras raíces tiende hacia el mal

como diría Nietzsche. En este sentido dichas raíces se alejan de todo lo humano, la
mente de las genialidades se vuelven complejas, impertérritas e impenetrables, difíciles
de comprender y por tanto alejan del común de lo humano volviéndose a anti
humanos o bien más humanos que el resto. Este peso de tener que soportar de por si
una realidad compleja y tener la conciencia de la misma es quizá una de las que genera

más tensiones, surgen las dudas del por qué a mí, etc.

Para lo anterior sólo basta con observar ejemplos históricos tan sensibles como Jesús
buscando cambiar toda la mentalidad del mundo clásico antiguo, a sabiendas que

solamente con su muerte lograría trascender para la trasformación a la que estaba


llamado como hijo Dios (según la creencia cristiana occidental), Napoleón que de ser

un cabo pasa a ser emperador de los Franceses, expandirse por media Europa a su
antojo, su genialidad de trabajo, ambiciones y méritos, para finalmente terminar
encerrado en una Isla de donde no podría escapar jamás. Victoria de Kent viuda de su

esposo Albert de improvisto y por el cual llevó luto por siempre. El gran Marco Aurelio
emperador de los romanos que con sus meditaciones da prueba de un gobierno justo

dejando el trono a su inútil hijo Cómodo. O el caso de Beethoven productor de


genialidades musicales pero encerradas en su sordera, o bien Mozart muerto en

pobreza y aun así abundan los ejemplos de tipo histórico sin contar el Ricardo III de
Shakespeare y su famosa frase “"¡Un caballo! ¡Un caballo! ¡Mi reino por un caballo!". En
definitiva la tragedia en personalidad donde la genialidad se contraponen a las

miserable de las humanidades, el sufrimiento de no poder armonizar razón y emoción.


A estas tragedias basadas en caracteres de genialidad se anteponen y van en paralelo
las tragedias de tipo amoroso. No podemos incluir aquí la no correspondencia sino

más bien la que dos personas que están llamadas por humanidad a estar juntas no
logren unir sus destinos por factores sociales o de otro tipo. Las personas con
genialidad necesitan estos cables a tierra que le ayuden a sobrellevar su pesada carga,

si bien muchas veces se transforman en parte misma de la tragedia por no decirla parte
de la esencial.

Si usamos ejemplos nuevamente como el anterior cabría un Napoleón que tuvo que

divorciarse de su Josefina para poder casarse con la hija del Emperador Austriaco que
nunca le amo y se fue de amante con Neiperg, resultan claras que las últimas palabras
de Napoleón también mencionará al gran amor de su vida, con la cual no pudo estar
en sus últimos momentos de vida y a la cual siempre amo. Para que decir el caso de
Beethoven enamorado de Antoine von Birkenstock casada con el comerciante Franz

Brentano (quienes no eran un matrimonio feliz), la dichosa Antoine sentía lo mismo por
Beethoven, finalmente los Brentano dejarían Viena, dejando Antoine una nota para
Beethoven, nota fatal al fin y al cabo “No quiero abandonar a mi marido que siempre
ha sido tan afectuoso conmigo.” Sin contar la viudez a corta edad de Victoria de Kent

la gran reina de Inglaterra.

En este sentido a modo de síntesis de esta breve primera nota del tema, la tragedia se
produce de la lucha entre la razón y la emoción, entre el destino y lo que se quiere,
entre lo mandatado por Dios y lo que queremos hacer por que si, los hombres que se

dan cuentas de esas contradicciones vitales son personajes llamados a la genialidad y


escriben su historia sabiendo el final, sea en temas de trabajo, poder o amor. Algunos

aceptan estoicos su final otros dejan pequeñas puertas sufrientes, declarando como
hizo aquel emperador muerto en combate hace poco en temas que atañen al corazón

“Será ese día entonces el que podremos viajar, y señalar he aquí donde el destino nos
trajo” quizá no exista nunca ese viaje y quizá nunca podrá responderse dicha pregunta.

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