JENARO DIAZ JORDAN: ESTAMPA ALEGORICA

Por Rubén Morales

El siguiente artículo acerca de esa gran cifra del intelecto huilense, Padre Jenaro Díaz
Jordán, lo publicó Rubén Morales en la revista Contracara, de fugacísima aparición.

“Cuarenta años atrás, cuando hojeaba la escasa literatura huilense que llegaba a mis
manos, los nombres de Jenaro Díaz Jordán y David Rivera colmaban las aspiraciones
de los jóvenes en el ámbito de las letras.
Desde entonces, me familiaricé con las estampas –para mí señeras e iluminadas- de
estos dos escritores, y se adhirieron a mi memoria visual con particular afectividad,
debido a la inclinación que yo sentía por la literatura y las artes. Posteriormente tuve
oportunidad de conciliar en la realidad las dos imágenes, y no dudo que verlos en el ir
y venir de la ciudad me causaba una satisfacción casi jubilosa.
Eran los efectos mágicos que genera toda personalidad ilustre.
Con David Rivera sostuve provechosa amistad, regocijada por los generosos
estímulos con que honró mis primeras inquietudes literarias. Pero más que eso, me
entusiasmaba el orgullo de ser su amigo y su ocasional contertulio de café.
Al “Padre Díaz” no fue posible acercarme, quizá por su especial condición sacerdotal
que lo hacía menos accesible en el tráfago civil. Pero mi admiración intelectual por él
se tornó en fantástica representación, pues siempre imaginé al levita integralmente
ungido y sumido en la más ardorosa ablución humanística.
Hoy, desaparecido, la figura del Padre Díaz se levanta hierática y procera sobre el
ocaso del tiempo, y se llega hasta mi devoción con la muda grandilocuencia del mito.
Estas páginas se abren en homenaje suyo. Y también en tardío desagravio. Porque
el Padre Díaz, aun en su indulgente exilio, y hasta su muerte, conservó encendida la
sensibilidad de sus recuerdos sobre estos alcores y planicies que nutrieron sus sueños
y sus cantos. Diríase que, al término de su odisea, desde el risco de su lejanía, como
en “Los Potros” inmortales, “oye llegar el retrasado viento”.

ITINERARIO BIOGRAFICO

Nació en el municipio huilense del Agrado el 12 de abril de 1889. Sus padres Rafael
Díaz y Micaela Jordán. Estudios: Iniciales en la Escuela Pública, bajo la dirección del
pedagogo Francisco Díaz Rivera. Seminario Menor de la Mesa de Elías. Condiscípulo
de José Eustasio Rivera y Julián Motta Salas. Humanidades en el Seminario de
Popayán. Cánones y Teología en Santa Rosa de Cabal. Ordenación sacerdotal el 22
de marzo de 1916, en ceremonia oficiada por el prelado Nacianceno Hoyos, primer
obispo de la Diócesis. Cátedra y vida pública: Miembro de la Comunidad Lazarista
ejerció la cátedra de Filosofía en los seminarios de Tunja, Ibagué y Bogotá. Después
se trasladó al Colegio de Elías. Incorporado a la Diócesis de Garzón, difundió su
acción apostólica en diferentes parroquias, hasta su designación como Secretario
Episcopal. En 1937, en asocio con el Pbro. Justiniano Olaya, fundó el Instituto Huila y
posteriormente, el Instituto Ciudad de Neiva, hoy en funcionamiento.
Por esa época se vinculó al Colegio Nacional Santa Librada, primero en su categoría
en el Huila, y al de La Presentación en Neiva. Nombrado Capellán del Batallón
Tenerife de Neiva, ostentó la distinción por largo tiempo, hasta su viaje definitivo a la
capital de la república, donde continuó ejerciendo la capellanía ante los Artilleros.
Fundó en esa ciudad el Instituto José Eustasio Rivera que regentó hasta el límite de
su capacidad humana. Obra cultural y literaria: Fundó en Neiva el Centro Cultural de
Huila (hoy Academia Huilense de Historia) el 25 de febrero de 1956, y la Revista Huila,
a la que por Ordenanza No. 14 de 1958 se le dio el carácter de cuerpo consultivo del
gobierno departamental en asuntos culturales.
En la fecha existen publicadas las siguientes obras: Discursos y Conferencias,
Proceso Histórico de Pueblos y Parroquias de la Diócesis de Garzón, Santa Bárbara y
Cándido Leguízamo.
Su obra poética, que no ha sido todavía compilada, es amplísima y diversa, de tal
modo que a la hora de su muerte deja al departamento y a la crítica del país un acervo
literario casi intacto, debido particularmente a que fue muy receloso y mesurado en el
procesamiento de su producción en este campo. No lo venció la fatua tentación de lo
prematuro, ese pernicioso pecadillo de infantil impudicia que tanto soborna a nuestros
noveles literatos de plástico. Solo en la declinación de su vida se le vio el empeño de
desentrañar sus odres para ordenar, un poco a la ligera, el fruto de su ebullición lírica,
trabajo que alcanzó a extractar en reproducción fotocópica. A cada uno de esos nueve
cuadernillos les imprimió los signos simples y ya inseguros de su autógrafo, y los fue
enviando a sus amigos de mayor consideración, no tanto –creo- como simbólico
diálogo intelectual sino como el más significativo abrazo último.
Estos cuadernillos traen los siguientes títulos: JURA DE BANDERA. Prosas de
impulsión patriótica ante los Cuerpos de Artillería; APUNTES SOBRE FOLCLOR DEL
HUILA, compendio de vocabulario “opita”; ANTIGUA ALIANZA, siluetas bíblicas;
Versos DEL CERCADO AJENO, traducciones; SONETOS, recopilación a partir de
1920; VIRGILIO, traducciones de La Eneida, con catálogo de léxico; SACERDOTE
ETERNO, poema extenso de 1916 de tema místico; AÑORANZAS, cantos diversos,
poesías; LOS DUEÑOS DEL MIRADOR, memorias noveladas de intención terrígena.
Este es un material de inequívocos méritos íntimos y humanos de la esclarecida
personalidad del levita. Queda bajo la custodia de nuestro afecto, y en manos de
quienes decidan emprender la reposada indagación analítica de su sensibilidad y de
su obra.
La revista CONTRACARA asume, desde este primer número, el encargo autónomo
de guardar su memoria y de conservar con patriótica veneración el ejemplo de sus
altos atributos: su fe sin sombras, su ductilidad en el perdón, su severa honestidad, su
tenaz amor por el Huila, y su entrega abierta y encendida a los cánones supremos que
expeditan la vida no como simple lapso mortal sino como epopeya de luminosas
plenitudes inmortales”.

Neiva, mayo de 1981