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El bombardeo

a la Plaza de Mayo

El 15 de Junio de 1955 la CGT hacia una marcha en defensa del Gobierno del General
Perón. A las conquistas sociales se había sumado la intención de separar la iglesia del
estado: legalizar el divorcio y reconocerle a los hijos naturales iguales derechos que los
matrimoniales. La iglesia se oponía vehementemente y su reacción no se hizo esperar. Se
agazaparon con otras fuerzas oligárquicas y comenzaron a conspirar para derrocar al go-
bierno. Días atrás la procesión religiosa del corpus Christhi se había transformado en una
marcha opositora y golpista a la que fueron también radicales, socialistas y comunistas.

Ante ese amenazante cuadro el secretario general de la CGT, Di Pietro, recor-


daba frente a la multitud trabajadora concentrada, cómo en 1910 la oligar-
quía había asesinado trabajadores en huelga en el centenario de la patria.

“…Son los nietos y bisnietos que ensombrecieron la celebración del centenario descargan-
do su furia sobre los sindicatos obreros” (…) “De un lado el privilegio insocial que la luz de
la justicia social, la independencia económica y la soberanía política aventa al escenario
de la republica, y del otro la fuerza renovadora de lo argentino que disipa un pasado de
oprobio para construir un presente feliz y un futuro iluminado por el sol de la solidaridad.
En un extremo el histerismo de una sociedad caduca, y en el otro la fortaleza moral de
quienes son los dueños del porvenir”.

Al día siguiente, el 16 de Junio de 1955 se bombardeó la Plaza de Mayo a plena luz del
día y en horario laboral. ¿El objetivo? Matar al general Perón y destruir las conquistas
de la clase trabajadora. ¿El saldo del bombardeo? 300 muertos. Aviones ametrallaron la
plaza, colectivos, edificios. Todo quedó lleno de personas sin vida, la plaza era una mor-
gue a cielo abierto. ¿Los culpables? No fue una fuerza extranjera la que atacó al pueblo
sino la aviación de la marina de Guerra. Las fuerzas de la reacción, unidas, querían derro-
car al gobierno popular y eliminar las conquistas sociales. Como les era imposible lograr
eso por las urnas solo les quedaba una salida: el asesinato para amedrentar al pueblo.

Trabajadores mal armados que junto a tropas leales del ejército defendían al go-
bierno constitucional eran masacrados por estas tropas golpistas. Los avio-
nes de la marina de guerra se escapaban a Uruguay donde eran asilados.
Esa Noche la gente indignada por lo sucedido salió a prender fuego algu-
nas iglesias. Aunque no murió nadie, es este hecho el recordado por la histo-
ria dominante, y no el asesinato de cientos de personas en la plaza de Mayo.
Los bombardeos mostraron sin ninguna sutileza lo que la oligarquía, los liberales y los parti-
dos que siempre se consideraron democráticos, eran capaces de hacer a la hora de lograr lo
que no podían lograr por las urnas. Este es el problema que tienen los sectores minoritarios
y dominantes argentinos (estructurados alrededor de La Sociedad Rural y su modelo agroex-
portador): no tienen votos que los sostengan.

El pueblo había conquistado derechos sociales y políticos, y no estaba dispuesto a resignar-


los. Los grandes capitalistas estaban dispuestos a usar sin miedo lo único que les quedaba
para combatir a la mayoría peronista: la fuerza.

cientoveinticinco
hablando en nacional

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