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HYPATIA DE ALEJANDRÍA: UNA MUJER SUPERIOR VICTIMA

DEL JUDEOCRISTIANISMO

En todos los tiempos han existido seres humanos que han sostenido
la luz de la racionalidad y el conocimiento como una antorcha
brillante en medio del Oscurantismo propio del fanatismo en sus
diversas manifestaciones. En los primeros años del
Judeocristianismo hubo una valiente mujer que fue una inspiración
para las gentes de sus días y un ejemplo para nosotros. Se trata de
Hypatia (del griego “hypatos”, “superior”) de Alejandría (370 d.n.e. –
415 d.n.e.), matemática, astrónoma, filósofa y música greco-egipcia.
Amada por unos y odiada por muchos que predicaban una supuesta
“religión de la paz”: “El Judeocristianismo”. Hypatia de Alejandría
trabajaba como docente e investigadora científica en el Museo
adjunto a la Biblioteca de Alejandría, aquel maravilloso faro de la
Humanidad que iluminó a Europa por tanto tiempo, que alguna vez
tradujo las escrituras hebreas al griego (así se hayan cometido
errores pequeños como traducir doncella por virgen y de allí
justificar una historia fantástica), que albergó sabios de todo el
mundo, que mantenía los saberes de tantos tiempos y lugares. Al
nacer, la vida intelectual de Alejandría se encontraba sumida en una
peligrosa confusión. El Imperio Romano se estaba convirtiendo al
Cristianismo, y era muy frecuente que los cristianos celosos sólo
vieran herejía y maldad en las matemáticas y la ciencia. Algunos de
los Padres del Cristianismo resucitaron las teorías sobre una tierra
plana y un universo en forma de tabernáculo. Los violentos
conflictos entre paganos, judíos y cristianos fueron incitados por
Teófilo, Patriarca de Alejandría. No era una época propicia para ser
científico ni filósofo.

Hypatia de Alejandría nunca fue bautizada como cristiana y a su


edad no le había interesado adoptar ese credo, sí, seguramente por
un interés ambicioso y egoísta: “Le gustaba la ciencia y en esa
época las mujeres cristianas no hacían ciencia, bueno, tampoco los
hombres”. Esa era su inmoralidad. Hypatia de Alejandría era
admirada por su elegancia, según algunas fuentes por su belleza,
pero especialmente por su sabiduría y ecuanimidad. Tal vez por eso
era odiada por Cirilo, el Arzobispo Cristiano de la ciudad, un
pendenciero que le hizo la vida imposible a quienes se le
atravesaron por su camino, incluso a cristianos como Nestorio, el
Patriarca de Constantinopla (la capital del Imperio). Cirilo había
heredado el cargo de su tío el Obispo Teófilo quien ya había
ocasionado muchas persecuciones y destrucciones a los templos de
religiones no cristianas. De lo poco no cristiano que quedaba en
Alejandría, era el templo al dios Serapis que albergaba al Museo
con su Biblioteca, y una comunidad judía pujante.

Hypatia de Alejandría llegó a cultivar la filosofía en toda su amplitud,


convirtiéndose en una erudita sobre los sistemas filosóficos de
Platón y de Aristóteles, y fue miembro y líder de la Escuela
Neoplatónica de Alejandría a comienzos del s. V. Seguidora de
Plotino, cultivó los estudios lógicos y las ciencias exactas, llevando
una vida ascética. Educó a una selecta escuela de aristócratas
cristianos y paganos que ocuparon altos cargos, entre los que se
destaca el Obispo Sinesio de Cirene (que mantuvo una importante
correspondencia con ella), Hesiquio de Alejandría y Orestes,
Prefecto de Egipto en el momento de su muerte. Hypatia de
Alejandría es la primera mujer matemática y científica de la que
tenemos un conocimiento razonablemente seguro y detallado.
Escribió no menos de 40 escritos sobre geometría, álgebra,
mecánica, astronomía, mejoró el diseño de los primitivos astrolabios
planos (instrumentos para determinar las posiciones de las estrellas
sobre la bóveda celeste) desarrolló un aparato para destilación de
agua, un instrumento para medir el nivel del agua e inventó un
hidrómetro para determinar la gravedad específica de los líquidos
(densidad), el destilador de agua y el planisferio. Y por si fuera poco,
llegó a dirigir el Museo de Alejandría.

Es seguro que en sus numerosas explicaciones sobre la Aritmética


de Diofanto, Hypatia de Alejandría propuso a sus alumnos este
problema (nunca lo sabremos porque su memoria fue desterrada de
la historia, junto con sus escritos, y los libros de la Biblioteca), que
es el que inicia la serie de 39 problemas que se incluyen en el Libro
I de su tratado: “Dividir un número dado (por ejemplo, 135) en 2
partes, cuya diferencia sea conocida (por ejemplo, 87)”. También
trabajó con ecuaciones cuadráticas. Los comentarios de Hypatia de
Alejandría incluían algunas soluciones alternas y muchos nuevos
problemas, que luego fueron incorporados a los manuscritos
diofánticos.

Sobre Hypatia de Alejandría sabemos muy poco. La siempre


misógina jerarquía eclesiástica se encargó durante siglos de evitar
toda referencia sobre Hypatia de Alejandría, hasta que por fin, en
pleno s. XVIII (Ilustración), que trajo consigo una profunda
renovación cultural y una acérrima defensa de la libertad de
pensamiento, la rescató del inmerecido olvido, sacando a la luz los
escasos datos aportados por algunos cronistas de la época y
autores bizantinos (la “Suda”, una voluminosa Enciclopedia
Bizantina escrita en el s. X, recoge información sobre Hypatia de
Alejandría). No existen obras suyas, aunque muchos historiadores
coinciden en que su legado está muy presente en antiguos textos
dedicados a la aritmética, las matemáticas y la astronomía, siendo
autora de algunos de ellos, como los “Comentarios sobre el
Almagesto”; “Sobre la Geometría de las Cónicas de Apolonio” (a
quien se deben los epiciclos y deferentes para explicar las órbitas
irregulares de los planetas) y “Comentarios a la Aritmética de
Diofanto”, aparte de colaborar en la revisión y edición de los
“Elementos de la Geometría de Euclides” y de las “Tablas
Astronómicas de Ptolomeo”.

El padre de Hypatia, Teón, era un matemático y astrónomo que


trabajaba en el Museo. Supervisó todos los aspectos de la
formación de su hija, educándola en un ambiente de pensamiento.
Según la leyenda, estaba decidido a que se convirtiera en “un ser
humano perfecto” y esto en una época en que se solía considerar
que las mujeres eran menos que humanas, desarrollando para ella
una rutina física para asegurarle un cuerpo saludable y una mente
muy funcional. Entre ambos se creó una fuerte atadura al enseñarle
y compartir su propio conocimiento, así como su pasión por la
búsqueda de respuestas a lo desconocido. En conocimientos superó
con creces a su padre, según se recoge en “La vida de Isidoro”,
obra de Damascio de Damasco: “De naturaleza más noble que su
padre, no se conformó con el saber que viene de las ciencias
matemáticas, en las que había sido introducida por él, sino que se
dedicó a las otras ciencias filosóficas con mucha entrega”.

En definitiva, consagró su vida a la búsqueda del conocimiento y a


la enseñanza, renunciando al matrimonio (a pesar de que tuvo
muchos pretendientes debido a su deslumbrante belleza), a tener
hijos y a las tareas domésticas, únicos roles asignados al sexo
femenino (no era normal que las mujeres frecuentaran los círculos
culturales). “Además de conseguir el grado más alto de la virtud
práctica en el arte de enseñar, era justa y sabia, y se mantuvo toda
la vida virgen”, apunta Damascio. El mismo Damascio refiere una
anécdota que ilustra la actitud de Hypatia de Alejandría ante el sexo:
“Cuando un discípulo le confesó que estaba enamorado de ella, la
filósofa le arrojó un paño manchado con su sangre menstrual,
espetándole: “De esto estás enamorado, y no tiene nada de
hermoso””.

En ese tiempo, Alejandría como muchas ciudades del Mediterráneo


habían acogido a los judíos que se encontraban en la diáspora. En
esa Alejandría liberal, cosmopolita, de mercados abiertos y
tolerancia religiosa, habían triunfado los judíos, y la habían hecho
más rica aún. Con todo el derecho del mundo habían conservado su
religión, con sus virtudes y defectos, a pesar que una secta surgida
en su propio seno, que le robó sus Escrituras y las utilizó en su
contra, era ahora el poder triunfante en el Mediterráneo. A pesar que
el Emperador Romano ya era de ese nuevo culto, surgido, mas no
fundado, por un predicador judío asesinado por Roma y que ahora,
irónicamente, “acompañaba en espíritu” las batallas de los Romanos
contra los judíos.

Esos judíos eran para el Arzobispo Cirilo un “problema”, “una


cuestión”, a la que había que encontrarle una “solución definitiva”, y
entonces decidió predicar el odio contra la comunidad judía de
Alejandría, para que fueran expulsados de la urbe, y repetir la
mentira 1000 veces dicha desde Mateo hasta Adolf Hitler, pasando
por Martín Lutero, Richard Wagner, Agustín de Hipona, Atanasio,
Gibson: “El asesinato de Dios perpetrado por los judíos”. El interés
de Cirilo era recordarle al mundo que Alejandría era judeocristiana y
sólo judeocristiana, así como ahora Juan Pablo II le recuerda a
Europa que es “esencialmente cristiana”, cristianizando Auswicth,
Kosovo, Yugoslavia, Andalucía. Como cuando Pio XII esperaba que
la campaña alemana en Rusia, devolviera al Cristianismo Católico a
la comunista y ortodoxa patria de los escritores rusos Lev
Nikoláyevich Tolstoi y Fiódor Mijáilovich Dostoievski.

Cirilo se aprovechó de uno de los mayores males de la cultura


helenística y que finalmente forjó su caída: “La esclavitud”. El
Judeocristianismo (“la religión de la paz que no ha llevado la paz a
ninguna parte”, Karlheinz Deschner), prometía libertad a esos
esclavos, en una utópica sociedad cristiana... en el cielo. La historia
demostraría que el Judeocristianismo y el Islam fueron religiones e
ideologías que practicaron una esclavitud más atroz y más
extendida que las antiguas.
Cirilo, su nombre significa “él que tiene autoridad”. Padre de la
Iglesia Católica que defendió el título de Madre de Dios para María
(ayudando así a la creación del mito católico). Sus sermones contra
todo lo que no estuviese de acuerdo a la Iglesia alentaron a que una
turba para que diese muerte a Hypatia de Alejandría.

Hypatia de Alejandría no se mantuvo indiferente ante la injusticia


que se cernía sobre un pueblo, que desde ya era el chivo expiatorio
de todos los males del mundo, una nación sin tierra que no tenía a
dónde volver, que vivía en una diáspora eterna y que enriquecía a
Alejandría con su negocios y su cultura. Por eso, protestó. Y como
consecuencia, ahora los sermones de Cirilo se dirigieron contra esta
mujer.

La popularidad y sabiduría de Hypatia de Alejandría, que atraía a un


gran número de discípulos y era frecuentemente visitada por ilustres
pensadores, despertaron los enfermizos celos del Arzobispo de
Alejandría, que veía su liderazgo eclipsado por una carismática
mujer, que podía convertirse en una potencial amenaza para los
intereses de las autoridades eclesiásticas, consistentes
preferentemente en luchar contra todo vestigio pagano e implantar
su poder hegemónico a lo largo y ancho de Egipto. El historiador
griego Sócrates Escolástico escribiría en su “Historia Eclesiástica”:
“Por la magnífica libertad de palabra y acción, que había adquirido a
consecuencia del cultivo de su alma, accedía de manera respetuosa
a los jefes de la ciudad, y para ella no era motivo de vergüenza estar
en medio de una asamblea de hombres. En realidad, a causa de su
extraordinaria sabiduría, todos la respetaban profundamente, y le
tenían un temor reverencial. Por este motivo, al mismo tiempo fue
creciendo la envidia hacia ella”.

Un día mientras Cirilo seguramente rezaba, sus seguidores


interceptaron el carruaje en que se dirigía Hypatia de Alejandría
hacia su trabajo en la Biblioteca. La violentaron, le despojaron de
sus vestiduras y con ostras la despellejaron viva. Fue linchada y
humillada. Según Sócrates Escolástico: “La arrancaron de su
carruaje, la dejaron totalmente desnuda; le tasajearon la piel y las
carnes con caracoles afilados, hasta que el aliento dejó su cuerpo”.
La tragedia ocurrió en marzo del año 415 de nuestra era, cuando
Hypatia de Alejandría fue asesinada tenía 35 años de edad.
Con la muerte de Hypatia de Alejandría, en el año 415 de nuestra
era (aunque otras fuentes hablan del 416), sucumbía a su vez la
esplendorosa cultura antigua, con sus sólidos cimientos filosóficos y
científicos, dando comienzo el largo y oscuro período medieval, con
sus cruzadas, inquisiciones, irracionalismos y demás tiranías
teocráticas. Como bien señaló el filósofo, filólogo, poeta y escritor
alemán Friedrich Wilhelm Nietzsche, “el cristianismo nos ha
arrebatado el fruto de la cultura de la antigüedad”.

Por esto, Hypatia de Alejandría es también un símbolo de libertad y


de la lucha contra lo establecido, así como de la razón frente a los
dogmas religiosos y la “verdad revelada”. “La civilización antigua no
murió de muerte natural: Fue asesinada. Y sus asesinos tienen
nombres. Uno de ellos fue Cirilo, la encarnación de un movimiento
oscurantista que sumió a Europa en uno de los períodos más
funestos de su historia. Aquella cultura fue asesinada, al igual que lo
fue Hypatia. Y si Hypatia se ha convertido en un símbolo, dando
nombre a una leyenda, es porque su muerte coincide precisamente
con la muerte de aquella civilización”, afirma Pedro Gálvez.

Hypatia de Alejandría siendo atacada por la turba iracunda, “la


arrastraron dentro de la iglesia y le desgarraron las vestiduras. La
tiraron al piso, cerca del altar, y uno de los hombres, que se había
levantado la sotana, se echó sobre ella y comenzó a acariciarla.
Trató de defenderse, pero el otro le soltó una andanada de
puñetazos en el rostro, le sujetó los brazos, atenazándole las
muñecas, y utilizó las rodillas para obligarla a abrirse las piernas (...)
A ese violador siguió otro y otro, en sucesión interminable (...) Sintió
náuseas y se puso a vomitar. Y de nuevo los puñetazos en la cara y
las garras que la atenazaban y le retorcían los brazos (...) Junto a la
puerta de la sacristía había dos ánforas vacías. Los hombres las
recogieron y las estrellaron con furia contra el suelo. Luego eligieron
de entre los cacharros los que les parecieron más afilados y
puntiagudos. Blandiéndolos, se abalanzaron sobre Hypatia y se
pusieron a arrancarle las carnes de los huesos. Ocho de los
hombres utilizaron las esquirlas como cuchillos para cercenarle los
miembros. Al fin, uno de ellos logró levantar en alto uno de los
brazos de Hypatia, que mostró a los demás con un gesto de triunfo
(...) Al percatarse de que estaba muerta, los monjes optaron por sus
cuchillos para terminar de desmembrarla y trocearla (...) Recogieron
ramas, astillas y maderos de vigas carcomidas, los apilaron y les
prendieron fuego. Cuando las llamas se elevaron, arrojaron a la
hoguera los restos de Hypatia”. Así describe Pedro Gálvez, en su
obra “Hypatia, la mujer que amó la ciencia” (Lumen, 2004), el
tormento y posterior asesinato sufridos por esta gran científica
pagana a mano de una turba de fanáticos cristianos (posiblemente
miembros de los parabolani, una hermandad de monjes que ejercían
como guardaespaldas y matones a los servicios del episcopado
alejandrino), linchamiento instigado por el despiadado Arzobispo
Cirilo (responsable de la matanza de 250000 judíos), quien sostenía
que la mujer “tiene que ser sumisa y obediente a Dios, dedicándose
únicamente a alumbrar hijos” (recordemos que este “buen” señor fue
proclamado santo y doctor de la Iglesia).

Cirilo se lavaba las manos como Poncio y disfrutaba del camino que
“la voluntad de Dios” le había despejado. Su otro enemigo, Nestorio,
fue desterrado a los confines del Imperio Romano, logró en el
Concilio de Efeso, imponer a punta de sobornos el Dogma de María
como Madre de Dios. Definitivamente parecía que ese Dios estaba
de su lado. Para elevar su gloriosa vida, años más tarde después de
muerto fue canonizado por la Iglesia Católica, mientras Hypatia de
Alejandría y Nestorio eran olvidados y los judíos seguían
perseguidos. Su carácter singular de mujer entregada al
pensamiento y la enseñanza en la Antigüedad, su fidelidad al
Paganismo Grecorromano en el momento de auge del Catolicismo
Teodosiano como nueva religión del Estado, y su muerte a manos
de cristianos le han conferido gran fama. Por su parte, los
movimientos feministas la han reivindicado como paradigma de
mujer liberada, incluso sexualmente, aunque, según la “Suda”,
estuvo casada con otro filósofo (llamado Isidoro) y se mantuvo
virgen.

La Sombra de Charvaka (lasombradecharvaka.blogspot.com).

Podcast:
Destrucción de la Biblioteca de Alejandría y la muerte de Hipatía.

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