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DE CHICO VANIA SE
HABÍA DIFERENCIADO
notablemente de los
demás. No sólo era muy
inteligente y memorioso.
Además, tenía entre todos
sus amigos a una bruja
llamada Tasha.
Tasha no sólo preparaba exquisitas mermeladas de frambuesa. También
era la mejor en pociones mágicas. Y como Vania confiaba en la anciana
bruja, seguía fielmente todos sus consejos, bebía las más diversas pociones
mágicas para experimentar y era, además, el mejor catador de dulces que
tenía Tasha.
Muchos veranos pasaron y Vania se convirtió en un joven capaz de cortar
la leña necesaria para todo un invierno, en apenas unos minutos. También
podía frenar los vientos más fuertes y helados sólo con sus manos. En la
aldea todos lo admiraban ya que su fuerza parecía no tener límites.
¿Cuál era su secreto? Cada mañana cuando apenas estaba
amaneciendo, Vania iba a la casa de Tasha y bebía una gota de jugo de la
naranja de oro. La única que podía conseguir semejante milagro era, por
supuesto, Tasha.
Estando una vez en el pueblo
Vania escuchó a un mensajero que
leía en voz alta una proclama: «En
nombre del Zar comunico a los
pobladores de esta aldea la triste
historia de la princesa que fue
secuestrada y llevada a la cueva del
peligroso dragón verde. Mi señor, el
Zar, les comunica que aquel que
pueda salvarla podrá casarse con la
princesa».
Vania recordaba haber visto
alguna vez a la princesa paseando
por aquella aldea. Era una muchacha
verdaderamente hermosa y valía la
pena cualquier sacrificio para poder
rescatarla. Sin embargo, recordaba
también las cosas que se decían del
dragón verde. «Que era el más
peligroso de su clase. Que nada que
ver con el dragón dorado que se
dedicaba a la fabricación de botellas.
O el dragón azul y oro al que sólo se
lo oía cuando había partidos de
fútbol. Y ni que hablar del dragón rojo
que, con sus demostraciones de
vuelo, se había ganado la simpatía
de chicos y grandes».
El dragón verde era verdaderamente peligroso. Las llamas que salían de
su boca podían incendiar los bosques más espesos. Además, su humor era
pésimo, lo que hacía mucho más complicada cualquier comunicación con él.
Sin embargo, Vania era un muchacho valiente, y no olvidemos que
contaba con la ayuda de Tasha.
Por eso corrió a la casa de su amiga bruja y le contó toda la historia.
Tasha entonces le dio un frasquito con cinco gotas de la naranja de oro, una
piedra, un morral con burbujas marinas, una bolsa con pétalos de lilas y una
espada de plumas como únicas armas.
Vania pataleó y gritó. Sin embargo, Tasha no cambió de parecer ni
tampoco de armas.
Así que, finalmente, Vania decidió confiar en su amiga, como lo hacía
siempre y salió a enfrentar al dragón verde. Antes de despedirse,Tasha le
advirtió: «Deberás cruzar el bosque,
atravesarás el túnel de la montaña y elegirás el camino de la verdad en el
laberinto. Entonces sí llegarás a la cueva del dragón».
Vania repitió cuidadosamente las palabras de Tasha: «Cruzaré el bosque.
Atravesaré el túnel de la montaña y elegiré el camino de la verdad en el
laberinto».
Decidido a todo, Vania bebió la primera gota de la naranja de oro y sintió
que su cuerpo se llenaba de energía.
Entonces respiró hondo y entró al Bosque Negro.
Era un bosque tan oscuro como su nombre y, además, estaba plagado de
espíritus. ¡Al menos eso era lo que contaban en el pueblo! Por eso nadie se
atrevía a entrar en él.
Una vez dentro del bosque, Vania escuchó extraños silbidos que lo
hicieron detenerse. Miró a un lado y al otro y quedó sin aliento al ver varios
pares de brillantes ojos que lo miraban fijamente.
Vania entonces pensó: « O me
asustan ellos o los asusto yo». Por eso
comenzó a saltar y a gritar y a revolear
todo lo que llevaba encima como si
estuviera completamente chiflado. Y los
silbidos se transformaron en graznidos y
los brillantes ojos en aleteos.
-¡Ja, ja, ja! -reía Vania-. ¡Cuando
cuente en el pueblo que los únicos
espíritus que habitan el bosque son las lechuzas, nadie me lo creerá! Así
Vania siguió andando confiado y despreocupado.
Pero cuando llegó al final del bosque, encontró una enorme montaña que
le cerraba el paso. Vania husmeó aquí y allá, pero no logró encontrar nada
semejante a un túnel. Decidido a todo comenzó a treparla, pero un fuerte
temblor lo hizo caer y rodar hacia atrás.
Entonces desde el suelo pudo ver con gran asombro que la montaña se
deformaba como si fuera de masa y en una de sus paredes aparecía una
máscara. ¡Una máscara de piedra que además hablaba!
-¡Intruso! ¿Crees que es tan sencillo
atravesar la montaña? -gruñó la
máscara con voz de piedra.
-¡He venido a salvar a la princesa de
las garras del dragón verde! ¡Déjame
pasar! -gritó Vania tratando de disimular
el temblor de sus piernas. -¡No tan
rápido muchachito! Antes deberás
responder una adivinanza...
Vania se dio cuenta de que
necesitaba encender todas las luces de
su inteligencia. Entonces bebió la
segunda gota de la naranja de oro
y sintió que su mente se llenaba de
luz. -Escucha con atención: