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Después de la muerte de Abraham, Isaac llegó a ser el jefe o patriarca de la tribu hebrea.

De su esposa Rebeca había tenido dos hijos mellizos. El primero se llamaba Esaú y el
segundo Jacob. Cuando los niños hubieron crecido, empezaron a notarse sus diferentes
inclinaciones. A Esaú le gustaba la caza y era hombre de campo, mientras que Jacob tenía
preferencia por la pacífica vida de pastor y era mas bien casero. Jacob cambió a Esaú la
primogenitura por un plato de lentejas y engañó a su Padre Isaac para conseguir su
bendición. Entre ambos hermanos no hubo concordia.
Por consejo de su padre, Jacob partió para Mesopotamia con el fin de elegirse una mujer.
Mucho tiempo duró esta travesía. En un sitio donde lo sorprendió la noche se acostó y
tuvo un sueño maravilloso: vio una escalera cuyo extremo llegaba hasta el cielo y por la
cual subían y bajaban ángeles. Y oyó la voz de Dios: “Yo estoy contigo y te guardaré por
donde quiera que fueres, y te devolveré a tu tierra”. Despertó Jacob y se alegró de aquel
sueño.
Tras largas andanzas llegó Jacob a un
campo, en medio del cual había un pozo
y en torno a él estaban acostados unos
pastores con sus rebaños de ovejas. Llegó
hasta aquel lugar una joven llamada
Raquel, para abrevar a sus ovejas. Cubría
al pozo una gran piedra que la moza no
podía mover. Jacob corrió hacia el pozo,
quitó la piedra y dio de beber a las ovejas.
Jacob se enamoró de Raquel y le propuso a Labán (el padre de Raquel) servirle siete años
con tal de que se la diera por mujer. Aceptó Labán, pero al cabo de los siete años, lo
engañó, haciéndole casar con Lea (hermana de Raquel), en vez de Raquel. Tuvo Jacob
que servir otros siete años para obtener también a Raquel. De Lea, la esposa no deseada,
tuvo Jacob numerosos hijos (Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isajar, Zabulón...). Raquel, en
cambio, era estéril, lo que la hizo sufrir en extremo. Muchos años después, sin embargo,
dio a luz un hijo, llamado José.
Una vez que hubo crecido su familia, Jacob le manifestó a Labán su deseo de regresar a
su tierra, Canaán, pero aquel no quiso dejarlo partir. Jacob se levantó entonces una noche,
con sus mujeres y su ganado y huyó. En el camino, según la leyenda, un ángel luchó con
él una noche, Jacob se agarró con fuerza al ángel y no lo soltó hasta conseguir la
bendición de Dios. Durante la lucha el ángel dislocó la cadera de Jacob y quedó cojo. En
recuerdo de ésta lucha, le dijo el ángel: “No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel,
porque has peleado con Dios y con los hombres y has vencido”.
De regreso a su patria, Jacob, previendo la hostilidad de Esaú, con quien se hallaba enemistado desde su juventud, le envió emisarios y
presentes, proponiéndole la paz. Esaú aceptó conmovido y los dos hermanos estuvieron en paz.
Continuó su marcha hacia Hebrón, donde vivía aún el anciano Isaac, se detuvo Jacob cerca de la ciudad de Beth-Lehem. Allí Raquel
volvió a dar a luz un hijo, a quien llamó Benjamín, muriendo a consecuencia del parto. Enterró Jacob a su amada esposa en medio del
camino, colocando una lápida sobre su tumba. Luego partió a la casa de su padre. Poco después moría Isaac, a la edad de ciento ochenta
años. Jacob vino a ser desde aquel momento el jefe de la tribu hebrea.

1.- Copia todo el texto subrayado en la parte posterior de la ficha. Coloca bien los signos de puntuación
(puntos y comas) para formar un resumen de la lectura.

2.- Completa éste árbol genealógico (rellena los cuadros en blanco):


Abraham Sara
3.- Escribe frases con estas palabras:
Isaac Dios Jacob bendición Israel

Jacob
Raquel

Benjamín

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