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¿A QUIÉN ESTÁS ESCUCHANDO?

JUAN 10:1-10.

“ »De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las
ovejas, sino que sube por otra parte, ese es ladrón y salteador. Pero el que
entra por la puerta, el pastor de las ovejas es. A este abre el portero, y las
ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre y las saca. Y cuando
ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas lo siguen
porque conocen su voz. Pero al extraño no seguirán, sino que huirán de él,
porque no conocen la voz de los extraños. Esta alegoría les dijo Jesús,
pero ellos no entendieron qué era lo que les quería decir.
Volvió, pues, Jesús a decirles:
–De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que
antes de mí vinieron, ladrones son y salteadores, pero no los oyeron las
ovejas. Yo soy la puerta: el que por mí entre será salvo; entrará y saldrá, y
hallará pastos. El ladrón no viene sino para hurtar, matar y destruir; yo he
venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. “

INTRODUCCIÓN.

Multitud de voces intentan llamar nuestra atención en el día de hoy. Con


diversos tonos y atrayentes palabras, todas ellas tratan por todos los medios
de capturar nuestra mente y nuestra alma. Pero sólo hay una voz a la que
debemos prestar oidos: la voz de Dios. ¿Es esa voz la que quieres esuchar? ¿O
prefieres no hacerlo porque crees que demandará de tí un sacrificio
demasiado grande que poder asumir? ¿Decidiste escuchar otras voces que
regalaban tu existencia de promesas felices y expectativas repletas de placer y
satisfacción? ¿ Dejaste que otras voces encantaran tu oido para sucumbir a la
tentación? ¿Qué clase de palabras esperas hoy? La Palabra de Dios profetiza
con gran acierto el tiempo en el que vivimos: “pues vendrá tiempo cuando no
soportarán la sana doctrina, sino que, teniendo comezón de oir, se
amontonarán maestros conforme a sus propias pasiones” (2 Ti. 4:3). ¿Te
aburre Dios cuando te habla? ¿Estás hastiado de sermones, estudios bíblicos y
devocionales?
Muchos creyentes cumplen estas palabras de Pablo. Por desgracia “vivimos”
sólo de pan y no de la Palabra de Dios. Nos olvidamos de conversar con Dios,
de entablar un diálogo con la Biblia, de orar al Señor pidiendo respuestas. Por
eso, muchos buscan experiencias metafísicas, nuevas revelaciones, profecías
frescas. Se cansaron de la Palabra de Dios estimándola como obsoleta y
carente de significado actual. Y ahora se dedican a escuchar otras voces:
bellas, cantarinas y demagógicas, pero que esconden tras de ellas la
corrupción de un sepulcro pleno de corrupción, muerte y pecado. ¿A quién o
quienes estás escuchando tú?
A. ¿ESTÁS ESCUCHANDO A FALSOS MAESTROS Y PROFETAS?

Con gran diferencia, muchos que se denominan maestros, apóstoles o


profetas, son los que saturan los oidos a todos aquellos que consideraron
fatigoso el camino angosto que la Palabra de Dios mostró en el discipulado
cristiano. Estos falsos testigos ni son nuevos ni son desconocidos: “Muchos
falsos profetas se levantarán y engañarán a muchos.” (Mt. 24:11). Es un
hecho que cuando el pueblo de Dios más se involucra en Su obra, más
engañadores y charlatanes tratan de convertir la fe en dinero, posición y fama.
Y también es un hecho el que muchos hermanos en Cristo sigan
fervientemente a estos mentirosos redomados, tal vez sin mala intención. El
problema radica en que prefierieron escuchar la voz de hombres que
prometen sanidades, hechos milagrosos y prosperidad inmediata, y no la voz
de Dios a través de las Escrituras. Por ello, Jesús nos pone sobre aviso:
“»Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros vestidos de ovejas,
pero por dentro son lobos rapaces.” (Mt. 7:15). Jesús que conoce los tiempos
como nadie, nos advierte en relación con la naturaleza de tales profetas que
traen nuevas revelaciones diciendo “Esto es palabra que Dios me dió”.
Su última meta no es glorificar a Cristo, o predicar el arrepentimiento o
declarar la soberanía de Dios. Su objetivo es tu sumisión, tu control y tu
bolsillo. Son animales que buscan una cosa: satisfacer su orgullo personal a
toda costa sin calcular el dolor que infligen a sus seguidores. Son amorales y
egoistas que no miran más allá de la consecución de sus propósitos abyectos.
Mucho se está hablando del neoapostolado, de una renovación apostólica
tras miles de años desde la muerte de los Doce que Jesús mismo escogió. De
nuevo, decir como el Predicador: “¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será.
¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará, pues nada hay nuevo
debajo del sol.” (Ecl. 1:9). Pablo por inspiración divina ya escribió: “porque
estos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan de
apóstoles de Cristo.” (2 Co. 11:13). Son trabajadores incansables, si, pero en
pervertir el consejo de Dios. Son diligentes, pero en defraudar a aquellos que
ciegamente les siguen. Son eficientes, pero para exprimir las vidas de aquellos
que erróneamente creen que Dios está levantando hoy personas con la
autoridad y el honor que Jesús dió a los doce discípulos que Él mismo eligió,
juntamente con Matías y Pablo. El apostolado es algo irrepetible, hermanos.
Eran hombres especiales con un cometido particular en una época singular,
sobre los que la iglesia fue fundada a través de su testimonio y enseñanzas.
Fueron testigos de la resurrección de Cristo, autorizados plenamente por Él
con señales y milagros, y con un lugar de honor incomparable, único y eterno:
“El muro de la ciudad tenía doce cimientos y sobre ellos los doce nombres
de los doce apóstoles del Cordero.” (Ap. 21:14).
Lo catastrófico de escuchar a esta manada de lobos feroces, es la propensión
que tienen muchas iglesias de aceptar herejías encubiertas y filosofías
gnósticas simplemente por el hecho de su éxito en otras congregaciones:
“Hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros
falsos maestros que introducirán encubiertamente herejías
destructoras y hasta negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí
mismos destrucción repentina.” (2 Pe. 2:1). Bajo la pátina reluciente de la
prosperidad, los milagros, la felicidad y el poder, sólo hay podredumbre. Y
estas enseñanzas destruyen iglesias, dividen los esfuerzos del pueblo de Dios
en pro de la predicación del verdadero evangelio de Cristo. Escuchando a
estos individuos de retórica fácil y oratoria sublime olvidaremos el mandato
del Señor de probar los espíritus, de discernir las doctrinas nuevas y de
confrontar cada palabra que se escucha con la prístina Palabra de Dios:
“Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de
Dios, porque muchos falsos profetas han salido por el mundo.” (1 Jn 4:1).
Estas nuevas corrientes humanistas, motivacionales y metafísicas niegan el
sacrificio de Cristo al decirnos que nosotros podemos ser salvos si hacemos lo
que ellos dicen y como ellos dicen. El señorío de Cristo se convierte en una
carga pesada para muchos que encuentran en este falso evangelio el poder
vivir pecando sin calcular las consecuencias del mismo: “No añadiréis a la
palabra que yo os mando ni disminuiréis de ella, para que guardéis los
mandamientos de Jehová, vuestro Dios, que yo os ordeno.” (Dt. 4:2).
Resistamos, hermanos, indignándonos contra este hatajo de mentirosos y
charlatanes que atrasan y manchan el nombre de Cristo. Su fin ya está escrito
en la Palabra de Dios: “ El testigo falso no quedará sin castigo, y el que dice
mentiras no escapará. “ (Pr. 19:5).

B. ¿O TAL VEZ QUIÉN TE SUSURRA AL OIDO ES ESTE MUNDO?

En este mundo repleto de alternativas y opciones, el hijo de Dios también


escucha con fuerza ostensible el llamado a participar de los placeres
mundanos. Habla tan fuerte, que no escuchamos a Dios y Su Palabra. La
televisión, el ocio, la familia, los actos sociales se han convertido en
verdaderos sustitutos de la voz de Dios. Para un creyente, el simple hecho de
tomar una decisión en el sentido de ir al templo, de orar, de estudiar la Biblia,
o de irse al campo a pasar el día con la familia (sea creyente o no), levantarse
con el tiempo justo para acicalarse e ir a estudiar o trabajar o de ver un
partido de fútbol o programa favorito, dice mucho de su estado espiritual.
Cuando Dios se convierte en una opción más, en una tecla más de nuestro
mando con el que poder hacer zapping espiritual, el alma se halla atrapada en
la telaraña de este mundo.
El mundo tiene una predicación muy reconocible. El humanismo en el que
el ser humano es la medida de todas las cosas, el utilitarismo en el que lo
que funciona es bueno y el ateismo, provocan en el creyente reacciones
contrarias al evangelio: “Ellos son del mundo; por eso hablan de las cosas
del mundo y el mundo los oye.” (1 Jn. 4:5). Una de las maneras en que
podemos medir el grado de mundanalidad en la iglesia de Cristo, es a través
de las conversaciones que se dan entre hermanos. El 90 % responde a temas
banales y triviales de este mundo, el 9% a breves y superficiales comentarios
eclesiales y el 1 % a realidades espirituales que edifican. ¡Hermanos, estas
conversaciones mundanales son cosa de nuestro pasado! “En los cuales
anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo,
conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en
los hijos de desobediencia.” (Ef. 2:2). El hijo de Dios no es un hijo
desobediente, y el siervo de Cristo no puede servir al mundo.
Para el verdadero cristiano, Dios debe ser el Único digno de adoración. No
hay alternativas a esto. No existen medias tintas ni diplomacias espirituales.
Sólo hay una realidad: Dios es nuestro Señor.
No dejes que la voz seductora de este mundo, de esta sociedad hedonista,
embote tu mente y corazón. No permitas que los cantos de sirena modifiquen
un ápice la moral bíblica que Cristo quiere que vivas. No cejes en tu empeño
cada vez que luches contra las sibilinas palabras de felicidad y placer. El fin de
los carnales es la enemistad de Dios, y por ende, la condenación eterna:
“¡Adúlteros!, ¿no sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios?
Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo se constituye en enemigo
de Dios.” (Stg. 4:4).

C. ¿QUIZÁS ESTÁS COQUETEANDO CON SATANÁS?

Nadie hay más artero y experto en el arte de la seducción que Satanás, el


padre de mentira. Ofrece menos de lo que creemos que vamos a recibir.
Diluye la mentira en medias verdades. Obnubila tus sentidos con promesas
repletas de poder y placer. Enmascara el mal de tal modo que lo veamos
radiante y apetecible. Trastorna tu fe y la retuerce de maneras inimaginables.
Pero a pesar de tan gran poder, Jesús mismo nos enseña que escuchar su voz
sólo trae dolor y culpa y que escuchar la Palabra de Dios es vida y victoria: “Y
estuvo allí en el desierto cuarenta días. Era tentado por Satanás, y
estaba con las fieras, y los ángeles lo servían. “ (Mr. 1:13). La voz melíflua del
maligno es contrarrestada definitivamente con la voz de Jehová, potente y
veraz.
Nosotros que aspiramos con fe a ser como Jesús, sin embargo seguimos
viendo cómo Satanás sigue arrebatando vidas que han escuchado el
Evangelio: “Los de junto al camino son aquellos en quienes se siembra la
palabra, pero después que la oyen viene Satanás y quita la palabra
que se sembró en sus corazones. “ (Mr. 4:15). Muchos prestaron oido a las
enseñanzas de las Escrituras, conocieron el plan de salvación, escucharon de
la redención de Cristo en favor nuestro, pero Satanás quitó de sus corazones
esa incipiente fe, por todos los medios a su alcance, que no son pocos. Es
lastimoso decir que alguien asistió a las reuniones de la iglesia, incluso
demostró cierto interés en las cosas de Dios y que CASI se convierte a Cristo.
El “casi” no es suficiente para ser salvo.
No des pie a las asechanzas de Satanás. Busca la manera de derribar tu
fidelidad a Dios. Tiene entre ceja y ceja la intención más malvada posible para
contigo. Y hará lo que sea necesario: se convertirá en ángel de luz, te ofrecerá
poder, riquezas y placer, distorsionará la verdad del evangelio. Pero no te
rindas. Él ya está vencido. Fue vencido por el Rey de Reyes y Señor de
Señores: “Y el Dios de paz aplastará muy pronto a Satanás bajo vuestros
pies. “ (Ro. 16:20).

CONCLUSIÓN.

Todos estos enemigos acérrimos de Dios seguirán hablándote tan alto que
logren que ya no oigas la voz de Cristo. Sin embargo, la voz del León rugirá
nítida y audible entre el ruido de estos némesis. ¿Cómo oir a Dios? “ Así que
la fe es por el oir, y el oir, por la palabra de Dios.” (Ro. 10:17). Para
oir a Dios, escucha a Jesús: “ Y vino una voz desde la nube, que decía: «Este
es mi Hijo amado; a él oíd».” (Lc. 9:35). Es la única manera de saber de que
lado estás: “ El que es de Dios, las palabras de Dios oye; por esto no
las oís vosotros, porque no sois de Dios.” (Jn. 8:47).
Escuchar la voz de Dios es una cuestión de deseo, de anhelo y
apasionamiento: “Aconteció que estando Jesús junto al Lago de Genesaret,
el gentío se agolpaba sobre él para oir la palabra de Dios.” (Lc.
5:1). Oir la voz de Dios es completar un testimonio vital digno y obediente:
“Mejorad ahora vuestros caminos y vuestras obras, y escuchad la voz de
Jehová, vuestro Dios; y se arrepentirá Jehová del mal que ha hablado
contra vosotros.” (Jer. 26:13). El objetivo final de acercarnos a Dios en
oración es escucharle a Él: “Cuando vayas a la casa de Dios, guarda tu pie.
Acércate más para oir que para ofrecer el sacrificio de los necios,
quienes no saben que hacen mal. “ (Ecl. 5:1).
Estar atentos a Su voz es esperanza y bendición: “ Si queréis y escucháis,
comeréis de lo mejor de la tierra; si no queréis y sois rebeldes, seréis
consumidos a espada». La boca de Jehová lo ha dicho.” (Is. 1:19,20);
“pero el que me escuche vivirá confiadamente, estará tranquilo, sin
temor del mal”.(Pr. 1:33); “Si ellos escuchan y le sirven, acabarán sus días
con bienestar y sus años con dicha.” (Job 36:11); “»Ahora, pues, Israel, oye
los estatutos y decretos que yo os enseño, para que los ejecutéis y viváis, y
entréis y poseáis la tierra que Jehová, el Dios de vuestros padres, os da.”
(Dt. 4:1).
Escucha a Dios con atención, hermano, porque quiere hablarte a
través de Su Palabra y bajo la dirección de Su Espíritu Santo.

“«¡Venid, todos los sedientos, venid a las aguas! Aunque no


tengáis dinero, ¡venid, comprad y comed! ¡Venid, comprad sin
dinero y sin pagar, vino y leche! ¿Por qué gastáis el dinero en lo
que no es pan y vuestro trabajo en lo que no sacia? ¡Oídme
atentamente: comed de lo mejor y se deleitará vuestra alma con
manjares! Inclinad vuestro oído y venid a mí; escuchad y vivirá
vuestra alma.
Haré con vosotros un pacto eterno, las misericordias firmes a
David.(...) »Porque como desciende de los cielos la lluvia y la
nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra y la hace germinar
y producir, y da semilla al que siembra y pan al que come,así
será mi palabra que sale de mi boca:
no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero y será
prosperada en aquello para lo cual la envié.” (Is. 55: 1-3, 10,11).

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