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LA CAZUELA

(Siempre andábamos con las ideas puestas en el paraíso.


Nuestro paraíso, el de los más vivos, era el País de Jauja.)

PABLO: Tengo un descanso en la barriga que no me deja vivir y me he


enterado que está al pasar un pobrecillo que lleva de comer a su mujer,
que está en la cárcel, una cazuela de comida así de grande. ¿Si le
contamos cómo es el País de Jauja?

PEDRO: ¿Tienes hambre? ¡Dime!

PABLO: ¿Qué si tengo hambre? Me comería ahora mismito un pollo con


plumas y todo.

PEDRO: Por ahí se escuchan pasos. ¡Hola, eh! ¿Dónde vamos?

MENDRUGO: ¡Diablos, esta mujer va a acabar conmigo! Le da por empinar


el codo más de la cuenta, luego arma una trifulca y a la cárcel. Y después,
¡hala!, Mendrugo que sude y que se las apañe para darle de comer ¿A mi
me está usted hablando?

PABLO: ¿Qué lleva usted ahí, buen hombre?

MENDRUGO: Una cazuela con el pienso para la Tomasa (la esconde como
si se la fueran a quitar) ¿Quiénes sois vosotros?

PEDRO: Somos dos almas de la Tierra de Jauja.

MENDRUGO: ¿Qué tierra es esa?

PABLO: ¿Cómo, no sabes lo que es la tierra de Jauja? ¡Ay, si vivieras allí,


adonde pagan dinero a los hombres para dormir.

MENDRUGO: ¿Eso es cierto?

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PEDRO: Ven para acá, siéntate un ratito aquí en medio de los dos y te
contaremos con pelos y señales las maravillas de la tierra de Jauja.

MENDRUGO: ¿La tierra de dónde? Pensándolo bien, un ratito de


descanso no me vendrá mal.

PABLO: Es una tierra donde azotan a los hombres que se empeñan en


trabajar. Es un lugar en donde se paga por dormir.

MENDRUGO: ¡Oh, que buena tierra! ¿Es verdad eso?

PEDRO: La pura verdad. Mira, (le señala al cielo para que se distraiga) en
la tierra de Jauja hay un río de miel y junto a él otro de chocolate y entre
río y río hay una fuente de caramelo encadenada de almendras y parece
que están diciendo: ¡cómeme, cómeme, cómeme!

MENDRUGO: No hace falta convidarme tantas veces.

PABLO: (Mete el otro la mano en la cazuela cada vez que se distrae, lo


echa en su alforja y se chupa los dedos) Mira, en la tierra de Jauja hay
unos árboles que son de turrón y piñones.

MENDRUGO: ¡Oh, benditos árboles! Dios os bendiga, amén.

PEDRO: Y las hojas son de pistacho, y el fruto de estos árboles son


buñuelos, y caen en aquel río de miel, y ellos mismos están diciendo:
¡mácame, máscame!

PABLO: (Mastica como si estuviera comiendo; le hace volver la cara hacia


él) Mira, en la tierra de Jauja, las calles están empedradas con yemas de
huevo, entre yema y yema, un pestiño con lonchas de jamón.
Que ellas mismas dicen trágame, trágame!

MENDRUGO: Parece que las estoy tragando.

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PEDRO: Mira, en la tierra de Jauja hay unos asadores de más de
trescientos pasos de largo, con muchas salchichas y chuletones, pollos,
perdices y conejos.

MENDRUGO: ¡Oh! ¡Cómo me gusta eso!

PABLO: Y junto a cada ave un cuchillo, que sólo hay que cortar y aquello
está diciendo: aprovéchate, aprovéchate!

MENDRUGO: ¡Qué! ¿las aves hablan? Me estaría todo el día enterito


escuchando cosas de comer.

PEDRO: Mira, en la tierra de Jauja hay muchas cajas de mermelada,


merengues, mazapanes, arroz con leche, natillas…

MENDRUGO: Repítalo usted eso más despacito, por favor, que si no, no
puedo saborearlo como a mi me gusta.

PABLO: Hay fresas y ciruelas y unas jarras de de un bebedizo que no


hace más que repetir “bébeme, cómeme, bébeme, cómeme!

MENDRUGO: Bebo y como, como y bebo…¡Que me atraganto!

PEDRO: Mira, en la tierra de Jauja hay muchas cazuelas con arroz y


queso.

MENDRUGO: ¿Cómo esta que traigo yo?

PABLO: ¡Sí, pero llenas!

(Salen los dos corriendo dejando solo a Mendrugo con su cazuela vacía)

3
MENDRUGO: ¡Que se los lleve el mismo diablo! ¿Dónde está esa tierra de
Jauja? ¿Y mi cazuela? Si tanto había de comer en su tierra porque se
comieron mi cazuela? ¡Ay, mi cazuela! ¡Ayyy…! ¡Ladrones! ¡Ladrones!...
(Sale Doña Libertad a poner orden).

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