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TAL CUAL, domingo 15 de mayo de 2011

Entrevista a Carenne Ludeña/ María Teresa Arbeláez

S u madre le decía Carín que es como se pronuncia en inglés Carenne. Y ella desde
chiquitica escribió su nombre como lo oía. Por eso es que Carenne Ludeña es también
Carín Ludeña, la misma que hace pocos días pasó a formar parte de una de las élites
científicas del país: la que constituyen quienes han ganado el prestigioso Premio Lorenzo
Mendoza Fleury, mejor conocido como el Premio Polar. Esta joven matemática con cara de
niña, risa a flor de labios y palabra fácil, madura y profunda, es una aguerrida científica,
defensora de la libertad de ejercicio profesional, pero sobre todo de la calidad. Conoce
como pocos en el país la Ley de Ciencia y Tecnología (Locti) tanto la de vieja como la
reformada en diciembre entre gallos y medianoche, porque hizo análisis y comparaciones
para la discusión en la Asociación Venezolana para el Avance de la Ciencia, AsoVAC.

¿Cultora de la ciencia o investigadora científica? Creo que si uno va a hacer ciencia


tiene que hacerlo de manera profesional. El acercamiento al trabajo no es ingenuo o
casuístico, de por medio debe haber preparación, maduración de ideas y conceptos. El
cultor a que hace referencia la Locti da la impresión de que es un acercamiento a la ciencia
desde la informalidad.

Al ser matemática e investigadora de un instituto prestigioso y ahora de la UCV,


¿sientes que formas parte de otra élite, de esa que es criticada y señalada desde los
sectores del gobierno? No le tengo miedo a la existencia de las jerarquías. Es un concepto
correcto particularmente para la academia, una cosa es ejercer la ciudadanía y defender
nuestros derechos y la otra el rango que da el conocimiento y el tiempo invertido en
obtenerlo. Es un proceso natural: los estudiantes saben menos que uno y al aprender se van
independizando.

Para ser un grandeliga hay que entrenar, y a esos muchachos no se les puede tener de
oficinistas, su dedicación tiene que ser a tiempo completo para que pueda tener éxito. Lo
que hay que hacer es asegurarle cierta calidad de vida. No es un anatema, lo que hay que
hacer es aumentar el beneficio que obtiene la sociedad de la ciencia: uno de los problemas
sociales es que el científico del país no tiene infraestructura para la aplicación del
conocimiento.

¿No la tiene? Pero, ¿y las grandes inversiones que dice el gobierno que ha hecho en
ciencia no han sido en infraestructura? Me refiero a la vinculación de las empresas
públicas y privadas con la academia y la gestión de gobierno.

¿Y eso no es lo que procura precisamente la Locti? No. Porque el gobierno lo hace


excluyendo la calidad y la evaluación por los pares, entre otras cosas. Algo maravilloso de
la Locti de 2005, con todo y los defectos que criticamos, era la flexibilidad del contacto
entre el sector público, el privado y la universidad. Hoy con los cambios, todas las
decisiones están centralizadas en Fonacit sin que existan criterios establecidos, por ejemplo,
para la distribución de los recursos.
¿Es posible hacer ciencia desde los consejos comunales, como manda el gobierno?
Hacer ciencia es un proceso que requiere dedicación, formación, dominio y manejo de
equipos sofisticados no en mi área, pero sí en las otras y eso no es posible hacerlo en
condiciones improvisadas.

Cualquier cosa que se aborde bajo esas circunstancias terminará en una solución chucuta y
no científica.

Sin embargo existen problemas que no son científicos, como el acceso de la población al
agua potable que favorece la aparición de las diarreas infantiles y con ello la desnutrición.
¿Hace falta la ciencia para solucionar el acceso al agua? No, eso está técnicamente resuelto
desde hace años. La dificultad radica en la ausencia de la capacidad política y de gestión
del Estado. El científico se convierte entonces en el chivo expiatorio responsable por no
ofrecer soluciones a la población.

Carenne Ludeña nació, como su mamá, en Estados Unidos, pero llegó a Venezuela a los 3
años de edad. Su padre, Eduardo Ludeña, ecuatoriano radicado en el país desde hace más
de 40 años, es Premio Nacional de Ciencia en el área de la Química. Fue criada, dice, tan
venezolana como lo permitía una familia extranjera viviendo aquí. Estudió primaria en el
Monte Carmelo, secundaria en un liceo público, Luis Eduardo Ettedgui, y el pregrado en la
Universidad Simón Bolívar, entre el 82 y el 88. El doctorado lo hizo entre el IVIC y la
Universidad de París XI, en Francia, obteniendo al final los dos títulos, uno en el 95 y otro
en el 96.

Buscando información tuya a través de Google, encontré algunas actas de reuniones


del Consejo Directivo de la USB donde apareces como representante estudiantil, lo
cual indica que aparte de ser un cerebrito académico, también lo eras políticamente.
¿En ese tiempo los estudiantes tenían que hacer huelgas de hambre o coserse la boca
para lograr diálogos con el ministro? ¿Existían estudiantes que hablaban como si
fueran parte del gobierno de turno? En la época que estudié en la USB había en el país
una represión selectiva, pero la relación de la universidad con el gobierno central no era ni
remotamente tan conflictiva como hoy en día. Había problemas presupuestarios en las
universidades y conflictos muy serios, pero existían reglas en la negociación que eran
respetadas. Hoy en día la academia parece ser enemiga del poder. La visión es que la
universidad está en un bando y el gobierno en otro.

Es alarmante, no que haya estudiantes que apoyen al gobierno, sino que existan grupos que
no actúan a partir de la reflexión sino repitiendo un mensaje impuesto desde arriba. Que los
muchachos acepten el dogmatismo y la imposición es triste. Han entregado la posibilidad
de un país

¿Qué haces cuando no estás haciendo matemática, cuando no estás frente a un


computador que es a fin de cuentas tu laboratorio? Hago otras cosas, por ejemplo
colaboro con la Red de Observación Electoral de la Asamblea de Educación en la que
ayudo con el diseño de la muestra para la observación del proceso electoral.

Pero eso es matemática también...


Me encanta la literatura. Leo muchísimo. Por ejemplo soy fan de un japonés que se llama
Murakami, también de la novela negra, acabo de terminar una de Larsen, o de varios del
boom venezolano que son buenísimos como Federico Vegas o Francisco Suniaga. Además
me gusta mucho el jazz. Es más, no me pueden soltar en una librería o discotienda con una
tarjeta de crédito porque me arruino.

Tengo una relación cheverísima con mis hijos. Es extraordinario ver y vivir cada una de sus
etapas de crecimiento desde la niñez, adolescencia y ahora madurez.

Eduardo (21) estudia Ciencias Políticas en Francia y Sebastián (16) quinto año de
bachillerato con aspiraciones a ser físico o matemático, ya verá. ¿Que si soy feliz? Lo soy.
He vivido cada etapa de mi vida demasiado intensamente.

¿Has caído en cuenta que desde ya formas parte de otra ultra élite, la de los científicos
que ostentan el Premio Polar, el galardón más importante en esta área en el país? El
Premio Lorenzo Mendoza Fleury que otorga la Fundación Empresas Polar se ha empeñado
en mantener los criterios de calidad y la manera de hacerlo es con la práctica de la
evaluación por los pares. Nadie puede saber de todo, entonces la forma de verificar la
calidad es que los que saben del tema lo digan. Me da susto esa responsabilidad, pero
también mucha alegría.

Carín Ludeña realiza su investigación en el área de estadística matemática y sus


aplicaciones.

Desarrolla estrategias que permiten extraer información de datos, señales, imágenes o


mapas, por ejemplo para predecir, agrupar o relacionar conceptos u objetos y luego estudiar
la calidad de estas estrategias. "El problema es que cuando se tienen datos no se sabe
cuánto es realmente una observación y cuánto es incertidumbre o error. Para modelar esta
incertidumbre es necesario recurrir a la teoría de probabilidades y es justamente eso lo que
permite analizar cuan buenos son los procedimientos desarrollados".

¿Cómo se aplica lo que haces con las matemáticas, por ejemplo, en el barrio? Te puedo
hacer una enorme lista de proyectos matemáticos aplicables en los barrios. Sin ir muy lejos,
uno de mis favoritos que hice con gente del Cendes geógrafos y sociólogos y que fue
precisamente un Locti financiado a través de la empresa Schell. Se trata del desarrollo de
un sistema replicable de gestión socio ambiental para dotar a la gente del barrio de un
método de recolección de información que incluye: 1) riesgo de eventos naturales (en este
caso en factores eléctricos y 2) mediante el sistema de información geográfico la
comunidad puede ver en un mapa las zonas de riesgo.

Trabajamos con el Consejo Comunal Monte Sacro, sector 6 de la Isabelica, Valencia. Esto
le permite al colectivo la gestión sobre su propia zona.

Ahora, no toda la ciencia es para el barrio o para resolver un problema. El desarrollo del
conocimiento es una aventura universal en la que todos colaboramos y alimentamos.
Mucho de las matemáticas actuales nos viene desde la época de los griegos. Hay una parte
de ellas que tienen aplicación inmediata, pero hay otras que no tienen por qué tenerla y su
desarrollo puede significar que en unos cuantos años la humanidad descubra cosas
maravillosas.
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