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MICROMACHISMOS

La violencia invisible en la pareja

Luis Bonino Mendez(*)

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Resumen: Desde una preocupación por remover los obstáculos que
diariamente se oponen a la igualdad entre mujeres y varones, el autor trata de
poner en evidencia los comportamientos “invisibles” de violencia y dominación,
que casi todos los varones realizan cotidianamente en el ámbito de las
relaciones de pareja. Dichos comportamientos, definidos como
“micromachismos”, son descriptos, clasificados (coercitivos, encubiertos,
utilitarios y de crisis) y analizados sus efectos sobre la autonomía y psiquismo
de las mujeres, la pareja y los propios varones. Para favorecer la igualdad de
género, se propone que los varones deben responsabilizarse y transformar
estas actitudes, grabadas firmemente en el modelo masculino tradicional, así
como que sean tenidas en cuenta por quienes trabajan en el ámbito de la
salud y educación para contribuir a su denuncia y desactivación.
Palabras clave: micromachismos, profeminismo, varones violentos, violencia
doméstica
Nota: En las líneas siguientes se usa frecuentemente el entrecomillado en determinadas
palabras indicando una lectura crítica, no naturalista, de su significado.
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“ En muchos ámbitos, aún hoy, la dominación masculina esta bien asegurada para
transitar sin justificación alguna: ella se contenta con ser, en el modo de la evidencia”.

P.Bourdieu (1998): “La dominación masculina”.

“Es preciso comprender cómo las grandes estrategias de poder se incrustan, hallan
sus condiciones de ejercicio en microrrelaciones de poder... Designar estas
microrrelaciones, denunciarlas, decir quién ha hecho qué, es una primera
transformación del poder. Para que una cierta relación de fuerzas pueda no solo
mantenerse, sino acentuarse, estabilizarse, extenderse, es necesario realizar
maniobras”.
“Diálogos con M. Foucault”(1977): Rev. Ornicar; 10

“Las normas sociales dicen que los varones no sólo tienen derecho al amor, cuidado
y dedicación de las mujeres para que satisfagan sus necesidades, sino también
derecho a reservarse para sí, el que se niega a las mujeres. Así, ellos pueden
aprovecharse de la fuerza vital que ellas donan a la relación y configurarse como seres
sociales poderosos y continuar dominándolas a través de la acumulación y
aprovechamiento de esa fuerza tomada y recibida sin reciprocidad”

1
A. Jonnasdöttir(1993):“El poder del amor. Acerca de una teoría del patriarcado en las
sociedades contemporáneas”

PRESENTACIÓN
Avanzar en el desarrollo de formas respetuosas, igualitarias y democráticas
de convivencia entre mujeres y varones, es un imperativo ético en este fin de
milenio que nadie puede desconocer. Para este cometido no sólo es
necesaria la lucha de las mujeres, sino que es indispensable también el trabajo
activo de los varones. Tampoco alcanza con combatir las desigualdades
sociales genéricas y transformar las leyes, sino que esta tarea debe ir
acompañada de un análisis crítico y de transformaciones de la cotidianeidad y
de las mentalidades, bastiones éstos por donde las injusticias de género y la
“seudoigualdad” circulan, se construyen, reconstruyen y se perpetúan con
impunidad.

Desde este marco de pensamiento, esta publicación ha surgido como producto


de mi interés creciente en investigar los obstáculos que se oponen a la
convivencia igualitaria en lo cotidiano de las parejas . Y entre ellos unos: los
“pequeños” controles, abusos de poder y actitudes de dominación de los
varones. Comportamientos cuasinormalizados que ellos ejecutan
permanentemente y que sin ser muy notables, violentan insidiosa y
reiteradamente la autonomía, la dignidad y hasta el equilibrio psíquico de las
mujeres, atentando gravemente contra la democratización de las relaciones.
Dichos comportamientos son muy frecuentes en los varones “normales”,
aquellos que desde el discurso social no podrían ser llamados violentos,
abusadores, ni especialmente controladores o machistas.

Los micromachismos -así he designado a estas actitudes masculinas-, son


mecanismos de dominación “suave” y casi invisible en lo cotidiano, que
producen efectos devastadores a largo plazo en las mujeres, en el vínculo de
pareja y también en los varones que los utilizan. Por ello, mi objetivo al poner
en manos de l@s lector@s estas líneas es contribuir a visibilizarlos. Creo que
este puede ser un primer paso necesario para que las mujeres que los sufren
puedan reconocerlos, entender sus efectos y resistirse mejor a ellos; también
un primer paso para que los varones que los realizan puedan autoobservarse
y si valoran la igualdad reflexionar sobre el cambio de actitud; y finalmente un
primer paso para que los profesionales de la salud y educación los conozcan y
los jerarquicen como factores a incluir -para combatir-, en sus estrategias de
creación de bienestar.

Comencé la detección y estudio de estos mecanismos en el año 1990, y he ido


comprendiendo poco a poco su importancia, sus efectos y frecuencia a través
de la observación y reflexión en dos espacios de mi quehacer: mi propio
vínculo de pareja y mi práctica como psicoterapeuta, utilizando la óptica de
género.
El primer espacio me ha sido fundamental para entender “desde adentro” y
autocríticamente el sutil ejercicio de poder que los varones ejercemos sobre
las mujeres y poder describirlo. Pero -puedo decirlo hoy, no sin alguna

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resistencia-, dicha comprensión fue en poco grado debido a mi iniciativa, sino
que deriva en gran parte de mi convivencia de muchos años con una mujer
que me enfrenta constantemente a la realidad: yo no soy una excepción, las
prácticas de dominio también existen en mi actuar masculino. Ella, Susana
Covas, feminista y laboriosa pedagoga en actividades centradas en el
desarrollo de la autonomía femenina, me ha puesto en evidencia y
cuestionado siempre mis actitudes micromachistas, muchas de las cuales me
ha costado años reconocer e intentar modificar. Eso, y sobre todo muchas de
sus originales ideas y observaciones sobre los comportamientos masculinos y
sus efectos sobre las mujeres, así como su aguda percepción de los juegos
vinculares de poder , han sido para mí aportes esenciales para ir dando forma
a lo que en las páginas siguientes podrá ser leído.

Asimismo, otras personas me ayudaron de diferentes maneras en la tarea de


pensar sobre los micromachismos, y a ellas también les expreso mi
reconocimiento:

A Jorge Corsi, José Angel Lozoya, Josep V. Marqués y Peter Szil, con quienes
seguimos aún investigando las problemáticas de los varones y las
masculinidades.
A Mabel Burín, Clara Coria y Emilse Dio Bleichmar, quienes me introdujeron a
los estudios de género y al conocimiento del psiquismo femenino y masculino.
A Harry Brod, Bob Connell, Michael Kauffman, Michael Kimmel, Jeff Hearns y
Vic Seidler, varones profeministas e investigadores críticos de los varones y las
masculinidades y de cuyos escritos me nutrí.
A pacientes y participantes de mis grupos y conferencias del Centro de
Estudios de la Condición Masculina de Madrid, que enriquecieron con nuevos
ejemplos las primeras descripciones de los micromachismos, realizadas en el
año 1990.

INTRODUCCIÓN
Mujeres maltratadas, varones violentos: dos dramáticos aspectos de las
asimétricas relaciones de género.
En todo el mundo occidental, la violencia (masculina) contra las mujeres se
torna evidente y se deslegitima de forma creciente. Cada vez más, los
dispositivos jurídicos y sanitarios ejercen acciones sobre las personas
involucradas, y el campo de la salud mental no es ajeno a ello.
Sin embargo, la deslegitimación social y los abordajes legales y terapéuticos
se han realizado casi exclusivamente sobre las formas evidentes, máximas y
trágicas de dicha violencia y sus efectos. Pero, si tenemos en cuenta que la
violencia contra las mujeres - la violencia de género-, es toda acción que
coacciona, limita o restringe su libertad y dignidad, podemos observar que
quedan ignoradas múltiples formas larvadas, múltiples prácticas de abuso,
violencia y dominación masculina en lo cotidiano, algunas consideradas
normales, otras invisibilizadas y casi todas legitimadas, y que por ello se
ejecutan impunemente.
Desconocedores de ellas, muchas mujeres, profesionales de la salud y
familiares (y a veces los varones, ya que muchas de estas prácticas no las

3
realizan conscientemente) no las perciben, o lo hacen acríticamente, con lo
que contribuyen a perpetuarlas y a perpetuar sus efectos.

Mi propósito en estas líneas es poner en evidencia dichas prácticas, a las que


algunos autores llaman pequeñas tiranías, terrorismo íntimo o violencia
“blanda”, ”suave” o de “baja intensidad” (Miller,1996; Bourdieu,1998) y yo ,
desde 1990 he denominado ”micromachismos”(en adelante mM )
(Bonino,1990). Este intento de visibilización apunta en la dirección de brindar
aportes que contribuyan a sortear obstáculos que se oponen a la igualdad. Mi
objetivo es contribuir al análisis crítico de lo cotidiano, donde las injusticias de
género circulan perpetuándose.
Trataré de visibilizar y describir los mM, tomando como foco de observación en
esta publicación el ámbito de la pareja, y analizando además sus efectos en
las mujer, el varón y su relación. Tomaré como matriz descriptiva a la pareja
heterosexual de convivencia con hij@s de sectores medios de paises
desarrollados, aunque seguramente lo que veremos es aplicable a otras
formas de pareja y a otros contextos.
.

PODERES, DESIGUALDAD Y GÉNERO


Introducirnos en la tarea de hacer manifiestas las prácticas de violencia
masculina en lo cotidiano, supone tener claro previamente que en las
relaciones de mujeres y varones no se juegan sólo diferencias sino sobre todo
desigualdades, es decir situaciones de dominación/subordinación y
estrategias de poder para mantener dichas situaciones.
Por eso, antes de abordar los mM y para entender más su ejecución, voy a
desarrollar algunas ideas que hacen a la comprensión del tema del ejercicio
del poder entre los géneros , y que están sustentadas en pensamientos de
Foucault y los estudios feministas aplicados a las familias y a las parejas.
(Foucault, 1981; Goodrich y ot. 1989; Bograd 1991; Flaskas y ot.1993).

Es una idea básica que aquí seguiremos que el poder es la capacidad de


hacer y actuar, produciendo efectos. Es la capacidad de gobierno ( de si o de
otr@s), que se ejerce, se padece, se construye, se desarrolla o se desvanece
en el tejido de las relaciones humanas. Relaciones que son todas, de poder
con macro y micropoderes en juego.

Los macropoderes son ejercidos por diversos dispositivos sociales


(ideológicos, políticos, institucionales, económicos, culturales).Tienen efectos
no sólo opresivos -como habitualmente se piensa-, sino también reguladores
de la vida, ya que definen los conocimientos y “verdades” que pueden ser
tenidos en cuenta para entender, explicar y acotar la realidad. Esta regulación
dirige la conformación de determinados estilos y ejercicios del poder y la
existencia a costa de otros posibles y no legitimados por esos poderes.

Los micropoderes, en cambio, circulan entre las personas concretas, son


poderes de lo cotidiano, con formas y ejercicios múltiples, y motorizados todos
por un deseo -el deseo de dominio de la realidad-, sustancial a tod@s l@s
human@s. En cada relación cada persona aporta y ejerce sus poderes,

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estando inmersas ambas en un contexto regulador que propicia e inhibe las
posibilidades de ejercicio de dichos poderes.
Dado que estos micropoderes y sus modos de ejercicio están en la base del
tema que nos ocupa, detengámonos en ellos, sobre todo en dos que
destacan:
Uno, el poder de actuación y autoafirmativo: la capacidad de hacer y
transformar, la fuerza personal de existir, decidir y autoafirmarse, el poder
para…. Es el poder de gobierno de sí, que nos garantiza hacernos dueños de
nosotr@s mism@s, evitar ser esclavos de otr@s, y nos posibilita adquirir una
identidad ( personal y social). Requiere para su ejercicio una legitimidad social
que lo autorice y lo valore ( y esta legitimidad sólo la han obtenido hasta hace
muy poco los varones). Permite a quien lo ejerce en colaboración con otr@s,
desarrollar la cooperación o ejercer la autoridad delegada democráticamente,
es decir posibilita el llamado poder integrativo.
Otro, el poder de dominio: la capacidad de control y dominio sobre la vida o
los hechos de las otras personas, básicamente para lograr obediencia y
disponibilidad, y lo de ellas derivado. Es el poder sobre o contra l@s otr@s, el
poder impositivo. Requiere la tenencia de recursos (bienes, poderes, aval
social o incluso afectos) que aquella persona a la que quiera controlarse no
tenga y valore o necesite, y de medios para sancionarla y premiarla . En el
ejercicio de este poder se usa habitualmente la tenencia de los recursos, para
obligar a interacciones no recíprocas, y el dominio y control puede ejercerse
sobre cualquier aspecto de la autonomía de la persona a la que se busca
subordinar (pensamiento, libertad, sexualidad, economía o capacidad de
decisión).

Si el ejercicio del poder de dominio -que siempre todas las personas buscan
practicar- es móvil, alternativo o reversible en las relaciones, estas serán
predominantemente igualitarias. Pero si dicho poder está distribuido rígida y
desigualmente , ello conduce a la asimetría vincular ya que el predominio
impositivo de una parte no permite un igual reconocimiento, desarrollo y
ejercicio de los poderes de actuación y autoafirmativo de la otra: la parte
subordinada queda ubicada como más dominada y menos dueña de sí.
La posición de género (femenino o masculino) es uno de los ejes cruciales por
donde discurren estas desigualdades de poderes, que se expresan tanto en el
ámbito público como en el privado. Esto es así porque nuestra cultura
patriarcal ha legitimado la creencia de que el masculino es el único género
con derecho al poder de actuación y autoafirmativo: ser varón supone tener el
derecho a ser para sí , es decir, ser un individuo pleno con todos sus derechos
(y derecho a ejercerlos y a pelear por ellos), que se gobierna a sí mismo. La
cultura androcéntrica niega ese derecho a las mujeres .
Por esta desigualdad de derechos los varones quedan ubicados como
superiores, y por creerse superiores, es que sienten que tienen derecho a
tomar decisiones o a expresar exigencias a las que las mujeres deben
sentirse obligadas. Y por ello, ejercen poder de control y dominio sobre ellas
a quienes se coloca en lugar subordinado y por tanto, a disponibilidad.
Otra creencia patriarcal que juega un importante papel en el problema del
apego al poder de dominio por parte de los varones, es la de la diálectica del
amo y el esclavo, que supone sólo dos lugares existenciales: dominante y
subordinado. Esta creencia, que supone una lógica de los opuestos,
superior/inferior, ganador/perdedor y todo/nada, genera enormes dificultades a
los varones para aceptar el aumento de poder del otr@ en camino a la

5
igualdad, ya que dicho movimiento sólo puede ser visto por ellos, como intento
de desalojarlos de un lugar (el dominante), y empujarlos al otro (el
subordinado), ya que los terceros lugares (el de igual, el del respeto recíproco)
no se perciben como posibles.
A todo esto se agrega finalmente la creencia que el espacio doméstico y de
cuidado de las personas es patrimonio femenino, reservándose el varón el
espacio público al cual se define como superior, siendo el primero devaluado.

El varón, que es socializado en estas creencias, construye su identidad a


través del ideal de superioridad y de dominar a los demás ( y aún más a las
mujeres), y pone en juego esto en sus relaciones, a través del llamado poder
de microdefinición (Saltzman,1989)-otro de los micropoderes-, que es la
capacidad y habilidad de una persona (en este caso el varón) en orientar el
tipo y el contenido de las interacciones cotidianas (las reglas del juego) en
términos de los propios intereses, creencias y percepciones. Poder llamado
también de puntuación que se sostiene en la idea del varón como autoridad
que define qué es lo correcto .

La ecuación “protección (masculina) a cambio de obediencia (femenina)”,


clave del contrato de pareja tradicional expresa un importante aspecto de toda
esta situación y demuestra la concepción del dominio masculino en la pareja.
(Fernández,1989). Por ella se adjudican lugares fijos a los géneros y se niega
la reciprocidad, modo de intercambio clave en las relaciones simétricas e
igualitarias.

Suele decirse que las mujeres, aún en su modo de ser tradicional, también
ejercen poder, sobre todo los llamados “poderes ocultos”, es decir, el poder de
los afectos y el cuidado erótico y maternal. Pero, ¿son éstos reales poderes
autoafirmativos o de dominio?. No, simplemente pseudopoderes: esfuerzos de
influencia o resistencia sobre el poder de dominio masculino y poder gerencial
sobre lo delegado por la cultura patriarcal que le impone la reclusión en el
mundo privado. En este mundo se le alza a la mujer un altar y se le otorga el
titulo de reina, titulo engañoso ya que no puede ejercerlo en lo característico
del dominio y la autoridad (la capacidad de decidir por los bienes y personas y
sobre ellos). Ella “reina pero no gobierna” quedando sólo con la posibilidad de
cuidado, intendencia y administración de lo ajeno.
Estos tipos de pseudopoderes son característicos de los grupos subordinados,
centrados en ‘manejar” a sus superiores. Como dichos grupos, la mayoría de
las mujeres, se hacen expertas en “leer” las necesidades y en satisfacer los
requerimientos del varón dominante. Utilizan esta experiencia para complacer
y/o resistirse logrando en el proceso algunas ventajas a cambio. Por ser
subordinadas sus necesidades, derechos, deseos y reclamos no tienen
derecho a expresarse , y por ello se tramitan por vías ‘ocultas”, básicamente
las quejas y reproches (a los que los varones rápidamente se hacen inmunes),
y diversas formas de resistencia ( especialmente la alianza con l@s hij@s y la
negativa sexual) .
Por supuesto que algunas mujeres también ejercen poder autoafirmativo y de
dominio , pero ésto, salvo excepciones, es aún historia reciente y minoritaria.

Ahora bien, es cierto que las mujeres ejercen un tipo de poder de actuación
particular -otro micropoder-, pero no autoafirmativo como el masculino, sino de
afirmación a otros, el poder heteroafirmativo, llamado también poder del amor.

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Es éste una capacidad de cuidado y dedicación a otr@s, que es básica para
lograr que las demás personas crezcan, se afirmen y sean autónomas. En el
uso de este poder, que ellas donan al vínculo, las mujeres son expertas,
debido a la socialización genérica del ser para otr@s
En el usufructuo para sí de este poder femenino por parte de los varones, se
encuentra una de las razones centrales de las injustas desigualdades aún
existentes en las parejas de los países desarrollados donde las mujeres han
aumentado enormemente sus márgenes de autonomía (Jonnasdöttir,1993).
Esta actitud de aprovechamiento masculina permite que ellos -para seguir
siendo lo que la cultura patriarcal aún les propone ser- puedan autoafirmarse a
costa de la “fuerza existencial” que otorga la capacidad antedicha, y que las
mujeres no usan para sí mismas y no reciben de los varones. Y esto es posible
porque las normas tradicionales de formación de pareja no sólo avalan
perjudicialmente para las mujeres los desiguales derechos, sino también
avalan el desigual derecho a utilizar y beneficiarse de las capacidades y
poderes ajenos. Es por eso que las mujeres quedan más forzadas que los
varones a estar disponibles, donando su capacidad heteroafirmativa, sin poder
exigir reciprocidad.

Todas estas situaciones de poder y desigualdad suelen ser invisibilizadas en


las relaciones de pareja, predominando la creencia de que en ellas se
desarrollan prácticas recíprocamente igualitarias y ocultando la mediatización
social que adjudica a los varones, por el hecho de serlo, un plus de poder de
dominio y de aprovechamiento de las capacidades de las mujeres, del que
ellas carecen. Este plus, obstaculiza el interjuego democrático, flexible y
alternativo de poderes, favoreciendo una rigidez relacional, con varones
dominantes y mujeres subordinadas, y una cristalización de los roles
tradicionales.

Si bien no todas las personas se adscriben del mismo modo a su posición de


género (hay varones dominantes , sometidos o igualitarios, así como también
mujeres), y aunque el discurso de la superioridad masculina esta en entredicho
en casi todo Occidente, la fuerza normativa del modelo tradicional de la
“superioridad” masculina sigue siendo enorme. Este modelo sigue siendo
decisivo como configurador de hábitos y comportamientos masculinos. Los mM
son uno de esos comportamientos, quizás los más frecuentes con los que los
varones expresan y defienden su supuesta superioridad y su derecho a ejercer
dominio sobre las mujeres y forzar su disponibilidad.

Como vemos, a pesar de los cambios y la democratización en el ejercicio del


poder , las ancestrales normas y creencias patriarcales aún oscurecen las
injusticias de la desigualdad. Y no sólo eso sino que siguen aplaudiendo las
conductas masculinas y censurando a la mujer que asume otras
competencias. Por ello la tarea a realizar hacia la no violencia, el respeto
mutuo y la igualdad es aún de gran envergadura. En estas líneas elijo una
tarea de las muchas posibles en esa dirección: poner en evidencia a los
varones, mostrar qué de su poder de dominio se juega en lo cotidiano y de qué
maniobras se valen para seguir manteniéndolo, ya que es indudable que ellos
lo siguen ejerciendo desigualitariamente.

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MICROM
ACHISMOS
Como he dicho en párrafos anteriores, los mM son prácticas de dominación y
violencia masculina en la vida cotidiana, del orden de lo “micro”-al decir de
Foucault-, de lo capilar, lo casi imperceptible, lo que está en los límites de la
evidencia.
El neologismo con el que nombro a estas prácticas contiene el prefijo “micro”
aludiendo a lo anterior. Decidí también incluir “machismo” en el término
acuñado porque, a pesar de ser una palabra de significado ambiguo (en tanto
designa tanto la ideología de la dominación masculina como los
comportamientos exagerados de dicha posición), alude en el lenguaje popular,
a una connotación negativa de los comportamientos de inferiorización hacia la
mujer, que era lo que quería destacar en el término.

Los mM abarcan un amplio abanico de maniobras interpersonales que


impregnan los comportamientos masculinos en lo cotidiano.
En la pareja, que como dije será el ámbito del que me ocuparé, se manifiestan
como formas de presión de baja intensidad más o menos sutil, con las que los
varones intentan, en algunos o en todos ámbitos de la relación:
* imponer y mantener el dominio y su supuesta superioridad sobre la mujer
objeto de la maniobra.
* reafirmar o recuperar dicho dominio ante la mujer que se “rebela” de
“su”lugar en el vínculo
* resistirse al aumento de poder autoafirmativo y de actuación de la mujer con
la que se vincula, o aprovecharse de su poder heteroafirmativo.
En suma, imponer sus propias creencias sobre los modos de ser y los
derechos en las relaciones mujer/varón.

Como vemos, con los mM los varones buscan mantener y consolidar su propia
posición de género: mayor derecho a la razón, la libertad, el tiempo y el
espacio, a ser cuidado y a utilizar las capacidades ajenas. El efecto de estas
maniobras lleva, como todos los ejercicios de dominación genérica, a disminuir
o anular a la mujer como sujeto en la relación, forzándola a una mayor
disponibilidad e imponiéndole una identidad “al servicio del varón”,

Los mM están en la base y son el caldo de cultivo de las demás formas de la


violencia de género (maltrato psicológico, emocional, físico, sexual y
económico), y son las “armas” masculinas más utilizadas con las que se
intenta imponer sin consensuar el propio punto de vista o razón. Comienzan a
utilizarse desde el principio de la relación y van moldeando lentamente la
libertad femenina posible.

Vemos entonces que los mM son microabusos y microviolencias, formas


larvadas y negadas de dominación, que van creando una red que sutilmente
atrapa a la mujer, atentando contra su autonomía personal si ella no las
descubre (a veces pueden pasar años sin que lo haga), o no sabe
contramaniobrar eficazmente. Sus modos se alejan mucho de la violencia
física, pero tienen a la larga sus mismos objetivos y efectos: perpetuar la
distribución injusta para las mujeres de los derechos y oportunidades

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Los varones son expertos en estas maniobras por efecto de su socialización
de género que les inocula la creencia en la superioridad y disponibilidad sobre
la mujer . Ellos tienen, para utilizarlas válidamente, un aliado poderoso: el
orden social, que otorga al varón, por serlo, el “monopolio de la razón” y,
derivado de ello, un poder moral que crea un contexto inquisitorio en el cual la
mujer esta en principio en falta o como acusada: “exageras’ y “estas loca” son
dos expresiones que reflejan claramente esta situación (Serra, 1993).
Aun los varones mejor intencionados y con la autopercepción de ser poco
dominantes los realizan, porque están fuertemente inscritos en su programa
de actuación con las mujeres.
Muchos de los mM no suponen intencionalidad, mala voluntad ni planificación
deliberada, sino que son dispositivos mentales y corporales incorporados en el
proceso de “hacerse hombres” , y automatizados como hábitos de reacción
frente a las mujeres. Otros en cambio sí son conscientes. Para nuestro interés
primero, que es la descripción, de estas maniobras, esta diferencia no es
importante ya que todos se unifican en sus efectos de dominio . Donde sí
esta diferencia se vuelve significativa es en las estrategias de transformación
de estas maniobras, temática que no abordaremos en esta ocasión.

Gran parte de su eficacia está dada por su imperceptibilidad, así como del
hecho que funcionan sostenidos, avalados y naturalizados por la normativa
patriarcal de género. Dicha normativa no solo propicia el dominio para los
varones, sino también la subordinación para las mujeres, para quienes propicia
comportamientos “femeninos” -pasividad, , evitación del conflicto,
complacencia, servicios al varón y necesidad de permiso o aprobación para
hacer- que ellas en su socialización asumen como propios, y cuya realización
las coloca “naturalmente” en una posición de subordinación.

No siempre los comportamientos que pueden definirse a primera vista como


mM lo son. A veces las mujeres pueden ver como tales, aspectos habituales
del estilo masculino de comunicación - por ejemplo confrontar dentro de una
relación igualitaria (como sucede habitualmente entre varones)- , que son
leidos desde aspectos del estilo habitual femenino de comunicación- por
ejemplo evitar la confrontación-. Sin embargo este malentendido de estilos
puede dejar en lugar subordinada a la mujer ( y funcionar como un mM)
cuando el varón aprovecha su estilo competitivo para imponer sus deseos.
(Tanner, 1994)

Con los mM los varones no solo intentan instalarse en una situación


favorable de dominio, sino que internamente buscan la reafirmación de su
identidad masculina, la evitación de la subordinación en la relación
(recordemos la dialéctica amo-esclavo), y la satisfacción de deseos de ser
objeto de atención exclusivo de la mujer. No pocas veces en el origen de estas
maniobras está el deseo de ejercer un poder compensatorio en lo doméstico
frente a la vivencia de impotencia en el ámbito público. Mantener bajo dominio
a la mujer permite también mantener controlados diversos sentimientos que la
mujer provoca, tales como temor, envidia y agresión , o que las normas sobre
la masculinidad generan, tales como el temor a la intimidad, a la impotencia y a
la dependencia. (Benjamin,1988; Bonino, 1990).
Dos mecanismos psicológicos favorecen el sostenimiento de estas prácticas
así como la de otras que conducen al racismo, la xenofobia o la homofobia:

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uno, la objetificación (la creencia de que solo algunos varones -blancos-
heterosexuales tienen status de persona) que permite a los varones percibir a
las mujeres como objetos o “menos” persona, negándoles reconocimiento y
justificando el propio accionar abusivo (Britann, 1989), y otro, la identificación
proyectiva (la inoculación psicológica de actitudes, invadiendo el espacio
mental ajeno). Si bien estos aspectos no serán desarrollados en este trabajo,
no pueden ignorarse a la hora de trabajar en la desactivación de estas
maniobras-de-dominio.

Puntualmente, los mM pueden no parecer muy dañinos, incluso pueden


resultar “normales” o intrascendentes en las interacciones, pero su poder,
devastador a veces, se ejerce por la reiteración a través del tiempo,
provocando la acumulación de poderes de los varones de la familia a lo largo
de los años y la pérdida de ellos por parte de las mujeres. Este desbalance
suele producir -sobre todo en las mujeres-, diversos efectos de malestar
psicofísico que frecuentemente son motivo de consulta a los dispositivos de
Salud , y que al invisibilizarse su producción intersubjetiva suelen atribuirse a
”ciertas” características femeninas. Más adelante nos referiremos a esos
efectos.

La ejecución de los mM, por supuesto, brinda “ventajas” algunas a corto y


otras a largo plazo para los varones, pero ejercen efectos dañinos no solo a las
mujeres y a las relaciones familiares , sino también a ellos mismos, en tanto
quedan atrapados en modos de relación que convierten a la mujer en
adversaria, impiden el vinculo con una compañera y no aseguran el afecto (ya
que el dominio y el control exitoso solo garantizan obediencia y generan
resentimientos)

Antes de seguir adelante….Y teniendo en cuenta que quien escribe estas


líneas es un varón, quisiera detenerme brevemente para incluir unas
reflexiones que creo en este momento necesarias:
Para las mujeres, pensar estas cuestiones y reconocer estas maniobras que
atañen a los modos en que los varones las colocan en lugares subordinados,
puede ser fácil, iluminador y enriquecedor.
No tanto para los varones , ya que hacerlo pone al descubierto las ventajas
masculinas en relación con las mujeres y obligan por ello al consiguiente
dilema ético de cómo posicionarse frente a esta injusta situación. Por otra
parte sería fácil hablar de las violencias y dominaciones de los “otros “
varones, los que realizan las violencias muy visibles, pero hablar de los mM,
que son parte habitual del (nuestro) comportamiento masculino es más difícil,
pues ello supone reconocer también en nosotros (varones) los hábitos de
dominación y tener que decidir qué hacer con ello. Difícil además porque
supone cuestionar nuestra identidad, fuertemente asociada a la creencia de
tener poder sobre las mujeres Y en el caso de los varones que estudiamos y
divulgamos estos temas, también difícil , puesto que hablar de las trampas
masculinas supone arriesgarse a ser tomado por el “club” varonil como un
“traidor” que critica y muestra las “armas secretas” que usamos habitualmente
con las mujeres.
Pero, si uno se posiciona contra la violencia de género y a favor de la
igualdad debe aceptar estas dificultades, y para superarlas, enfrentar el
desafío de realizar una autocrítica de las propias posiciones y prácticas de
dominio. No basta apoyar a las mujeres desde un paternalismo que se pone

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por fuera del problema, ni trabajar sólo para transformar a los otros varones
como si uno(varón) pudiera estar exento de los hábitos patriarcales. Los
varones somos parte del problema , y debemos trabajar sobre nuestros
comportamientos e identidades que se presentan como obstáculos para la
igualdad

Ahora sí, sigamos con los Mm.


.
Como decía anteriormente, los varones infiltran de estas maniobras la vida
cotidiana. Los mM son innumerables, casi invisibles y se realizan en
combinaciones complejas. Sin embargo, una vez alertados sobre su existencia
y atentos a los comportamientos masculinos, se pueden ir visibilizando y
comprendiendo su complejidad de ejecución. Esto ha sido uno de mis
intereses en estos últimos años.
Así, desde la vida de pareja,la práctica clínica, la observación de la vida
cotidiana con la lente de la igualdad de género y la bibliografía, he ido
descubriendo diferentes conjuntos de mM con características particulares.
Como resultado de esto, y para poder visualizarlos mejor he ido construyendo
una clasificación que comprende cuatro categorías: los mM coercitivos (o
directos), los mM encubiertos (de control oculto o indirectos), los mM utilitarios
y los mM de crisis. Cada una de ellas está constituida por grupos diversos,
con un repertorio de maniobras cada uno, a las que he ido designando y
definiendo, en el intento siempre difícil de su visibilización.

En la descripción de cada categoría que veremos a continuación, procuraré


mostrar, en un desordenado orden, algunos de los mM utilizados más
frecuentemente que he podido descubrir , especificando sus características y
aludiendo a algunas de las creencias patriarcales que los sostienen. Aunque
para su visibilización y diferenciación he procurado atender a particularidades
muy específicas de cada maniobra, es preciso saber que en la práctica
cotidiana los mM no suelen diferenciarse tan nítidamente entre sí y
se utilizan en mezclas variopintas.
Algunos mM podrán parecer muy intrascendentes a quienes lean los
siguientes apartados pero, no debemos olvidar que el ejercicio de estas
aparente intrascendencias -sumadas y reiteradas-, es lo que produce la
eficacia de sus efectos de dominación

. MICROMACHISMOS

• MANIOBRAS INTERPERSONALES

• REALIZADAS POR VARONES

• PARA IMPONER SU POSICIÓN DE GÉNERO

• VIOLENTAN AUTONOMÍA DE LA MUJER

• INVISIBLES , SUTILES Y NORMALIZADAS

• EN LO COTIDIANO

• REALIZADAS HASTA POR LOS VARONES

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MÁS PROGRESISTAS

• PRODUCEN EFECTO POR REITERACIÓN

• INSCRIPTOS EN “ PROGRAMA “ MASCULINO


DE RELACIÓN CON LAS MUJERES

• EJECUTADOS POR HÁBITO O A CONCIENCIA

CONSECUENCIAS DE LA UTILIZACIÓN DE
LOS MICROMACHISMOS(*)
MANTENER DISTRIBUCION FAVORABLE AL VARON
DE LOS DERECHO A LA RAZON, LIBERTAD,
USO DEL ESPACIO-TIEMPO Y CUIDADO
EN LA PAREJA (
(*) similar a las de las otras prácticas de violencia de género

MICROCROMACHISMOS COERCITIVOS

La característica particular de estos mM, es que el varón usa la fuerza ( no la


física sino la moral, la psíquica, la económica o la de la propia personalidad) de
un modo “directo”, para intentar doblegar a la mujer, limitar su libertad ,
expoliar su pensamiento, su tiempo o su espacio, y restringir su capacidad de
decisión.
Estas maniobras hacen sentir a la mujer con menos autonomía, sin la razón
de su parte, sin tiempo, espacio o libertad. Su efectividad se constata por la
percepción femenina de la pérdida, ineficacia o falta de fuerza y capacidad
para defender los propios derechos, decisiones o razones, lo que provoca en
ella un acrecentado sentimiento de derrota. Este sentimiento suele promoverle
inhibición, desconfianza en sí misma y disminución de la autoestima, lo que
genera mas disbalance de poder y menos autonomía.

Veamos ahora los diferentes grupos de estos mM.:

Intimidación
Este es un grupo de mM que están en el límite entre la violencia psicológica y
los mM propiamente dichos. Son un tipo de maniobras atemorizantes que se
ejercen cuando el varón ya tiene fama (real o fantaseada) de abusivo o
agresivo. Consiste en dar indicios a la mujer que si no obedece, ‘algo” podrá
pasar. Implica un arte en el que la mirada, el tono de voz, la postura y
cualquier otro indicador verbal o gestual pueden servir para atemorizar. Para
hacerla creíble, es necesario, que el varón, cada tanto, ejerza alguna muestra
de poder abusivo físico, sexual o económico, para recordarle a la mujer lo que
le puede pasar si no se somete. A largo plazo se crea generalmente una
situación en la que el varón logra no ser molestado en lo que a él no le gusta, y
no estar disponible para nadie, salvo para sí mismo.

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Control del dinero
Gran cantidad de maniobras son utilizadas por el varón para monopolizar el
uso o las decisiones sobre el dinero, limitándole su acceso a la mujer . Basado
este grupo de mM en la creencia que el dinero es patrimonio masculino, sus
modos de presentación son muy variados. Algunos de los mM de este grupo
son: la no información sobre usos del dinero común, el control de gastos y
exigencia de detalles,la retención -lo que obliga a la mujer a pedir-, el
ocultamiento de chequeras y tarjetas de crédito(Coria, 1992). Podemos incluir
también en este apartado la negación del valor económico que supone el
trabajo doméstico y la crianza y el cuidado de los niños.
Uso expansivo-abusivo del espacio físico y del tiempo
para-sí
Este grupo de mM se apoya en la idea de que el espacio y el tiempo son
posesión masculina, y que por tanto la mujer tiene poco derecho a ellos. Por
tanto su apoderamiento es natural y no se piensa en la negociación de
espacios ni de tareas comunes que llevan tiempo.
En cuanto al espacio, son mM comunes en el ámbito hogareño, la invasión de
la ropa masculina por toda la casa, la utilización del sillón del salón para su
siesta impidiendo el uso de ese espacio común, la monopolización del
televisor o la ocupación con las piernas de todo el espacio inferior de la mesa
cuando se sientan alrededor de ella. (Guillaumin, 1992).
Y en cuanto al tiempo: la creación de tiempo de descanso o diversión a costa
de la sobrecarga laboral de la mujer que le quita tiempo a ella(por ejemplo
utilizar el varón el fin de semana para “sus” aficiones, o postergar su llegada a
casa luego del trabajo), la negación a donar tiempo para otros, o la definición
como “algo impostergable” de ciertas actividades que en realidad no lo son y
que lo alejan del hogar . De la eficacia de estos mM dan muestra diversos
estudios sociológicos sobre la distribución del tiempo, que muestran
uniformemente que, en promedio, los varones tienen más tiempo libre que las
mujeres (y agrego yo: a costa de ellas) (Alvaro,1996).
Insistenciaabusiva
Conocido popularmente como “ganar por cansancio”, este grupo de mM
consiste en actuar de un modo insistente e inagotable para obtener lo que se
quiere, cuando la mujer no está de acuerdo. Esta actitud se mantiene hasta
lograr el agotamiento de la mujer que se cansa de mantener su propia deseo u
opinión, y al final acepta lo impuesto a cambio de un poco de paz.

Imposición de intimidad
Este tipo de mM consiste en la realización de una acción unidireccional e
impositiva de acercamiento personal/corporal cuando el varón lo desea sin
interesarle lo que quiere la mujer. Es una práctica coactiva en cuanto el varón
no se molesta en saber los deseos de la mujer ni negociar movimientos hacia
la intimidad. Un mM muy típico de este grupo : la seducción forzada cuando él
quiere sexo.

Apelación a la “superioridad” de la “lógica” varonil

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En este grupo se recurre a la “razón”, la “lógica” y los argumentos “válidos”
para imponer ideas, conductas o elecciones desfavorables a la mujer. Estas
maniobras son utilizadas por varones que suponen que tienen la ‘única” razón
o que la suya es la mejor. Quienes las realizan no tienen en cuenta los
sentimientos y deseos ajenos ni las alternativas, y suponen que exponer su
argumento les da derecho a salirse con la suya.
Se utilizan hasta que la mujer dé lógicas razones (aunque a juicio de él ella
nunca las tendrá). La obligan a tener muy en claro su propia posición y sus
propias razones si no quiere someterse.
Estas maniobras son muy eficaces con mujeres que tienen un modo perceptivo
o intuitivo de abordaje de la realidad.
Un mM frecuente de este grupo es el forzamiento en el momento de decidir la
elección del lugar de vacaciones, si a la mujer no le gusta el lugar elegido por
el varón : ¿cómo podrá legitimar ella sus otros deseos, si la “lógica” (varonil) no
lo entiende?.
Y otro es la monopolización de la definición de la “seriedad” o no de los temas
de discusión por parte del varón: ¡ yo no hablo de tonterías!, es una frase que
la sintetiza .

Toma o abandono repentinos


del mando de la situación
Estas son un grupo de maniobras o menos sorpresivas en las que el varón
decide sin consultar, anular o no tener en cuenta las decisiones de la mujer.
Están basadas en la creencia del varón de que él es el único que tiene poder
de decisión. Dos mM arquetípicos de este grupo son la monopolización del
mando a distancia del televisor y el uso a discreción del zapping, abandonando
imprevistamente el control cuando el programa ya no interesa.
También podemos incluir aquí el cortocircuito, que es un tipo especial de
maniobra que consiste en tomar decisiones sin contar con la mujer en
situaciones que la involucran, y en las que le es difícil negarse, por ejemplo:
invitaciones a ultimo momento de personas importantes: jefes o parientes

MICROMACHISMOS COERCITIVOS

• INTIMIDACIÓN

• CONTROL DEL DINERO

• USO EXPANSIVO - ABUSIVO DEL ESPACIO


Y DEL TIEMPO PARA SÍ

• INSISTENCIA ABUSIVA

• IMPOSICIÓN DE INTIMIDAD

• APELACION A LA “SUPERIORIDAD” DE LÓGICA


VARONIL

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• TOMA O ABANDONO REPENTINA DEL MANDO

MICROMACHISMOS ENCUBIERTOS
Estos mM son los que atentan de modo más eficaz contra la simetría relacional
y la autonomía femenina, por su índole insidiosa y sutil que los torna
especialmente invisibles en cuanto a su intencionalidad.
En ellos, el varón oculta (y a veces se oculta) su objetivo de dominio y
forzamiento de disponibilidad de la mujer. En algunas de estas maniobras esos
objetivos son tan encubiertos y su ejercicio es tan sutil que pasan
especialmente desapercibidas, razón por la que son muy efectivas. Utilizan, no
la fuerza como los mM coercitivos, sino el afecto, la credibilidad femenina
depositada en el varón y la inducción de actitudes para disminuir el
pensamiento y la acción eficaces de la mujer. Aprovechan su confiabilidad
afectiva llevándola a coartar sus deseos, hacer lo que no quiere y
conduciéndola en la dirección elegida por el varón. Provocan en ella
sentimientos de desvalimiento o impotencia, acompañadas de confusión,
zozobra, culpa, dudas de sí (al no haber coerción evidente), que favorecen el
descenso de su autoestima y autocredibilidad -y por tanto de su autonomía-,
llevándola a adquirir una visión de si misma que la conduce a asentarse en un
lugar subordinado.
Por sus características de encubiertos, la mujer no suele percibir estos mM
aunque siente sus efectos coaccionantes. Producto del malestar
desencadenado por dichos efectos ella frecuentemente reacciona de modo
retardado (y “exagerado” dicen los varones) , con mal humor, frialdad y
estallido de rabia “sin motivo” .
Muchos de estas maniobras son consideradas comportamientos masculinos
“normales” y son muy efectivos para que el varón acreciente su poder de
llevar adelante “sus” razones y sus deseos, y son especialmente
devastadores con las mujeres muy dependientes de la aprobación
masculina.
De ellos he podido detectar hasta ahora los siguientes grupos que he
discriminado a los fines descriptivos, pero que en general se ejecutan en
una compleja y astuta mezcla :

Creación de falta de intimidad


Suele decirse que los varones tienen dificultades para la intimidad. Esto es
cierto, pero también es cierto que la evitación de la intimidad es un recurso de
dominación que ellos utilizan cotidianamente. Así lo muestran los mM de este
grupo, que constituyen maniobras activas de alejamiento, que impiden la
conexión y evitan el riesgo de perder poder y quedar a merced de la mujer-

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más experta habitualmente en el manejo de las relaciones de cercanía-
(Weingarten, 1991).
Con estas maniobras se intenta controlar las reglas del diálogo a través de la
distancia. Están sostenidas en la creencia varonil de su derecho a apartarse
sin negociar y a disponer de sí sin limitaciones ( sin permitir ese derecho a la
mujer). Con ellas el varón logra que la mujer se acomode a sus deseos:
cuánta intimidad tener, cuánta tarea doméstica realizar, cuándo estar
disponible y qué merece compartirse. Así, predomina el deseo masculino de
ocuparse sobre todo de sí mismo, y quedan coartados los deseos femeninos
de relación. Estas maniobras transmiten el mensaje que para el varón lo
importante es él, y el vínculo y la conexión son secundarios.
Dentro de este grupo existen eficaces mM:
*Silencio
La renuencia a hablar o hablar de sí es una actitud habitual en los varones
desde tiempo inmemorial, pero sólo recientemente se vuelve problemática al
ponerse en entredicho la autoridad masculina y legitimarse el diálogo y la
conexión que las mujeres propician .
Independientemente de las razones internas que llevan al varón a estar
silencioso ( de hecho muchas veces el silencio es debido a una sensación de
impotencia que no se quiere mostrar o a no saber qué decir frente a algún
reclamo de la mujer), esta actitud es una maniobra de dominación en tanto
implica la imposición de silencio a la relación con la mujer. Permanecer en
silencio para el varón no es sólo no poder hablar, sino no sentirse obligado a
hablar ni a dar explicaciones (recurso que solo pueden permitirse quienes
tienen poder) y por tanto imponer el no diálogo. Controla así las reglas del
juego de modo opuesto a la apertura , la confianza y el desenmascaramiento y
obtiene así una autoridad silenciosa.Y además, monopoliza un recurso que
niega a l@s demás: información sobre sí (pensamientos, emociones) no
aceptando que la mujer haga lo mismo. Se la fuerza así a tener que adivinar lo
que a él le pasa y a girar a su alrededor para captar cuándo estará accesible.
La insistencia de la mujer muchas veces es vivida por el varón como una
persecución que el niega haber originado. (Travis,1992)

Algunas de las formas de presentación de este mM encubierto son:


encerrarse en sí mismo, no contestar, contestar con monosílabos, no
preguntar, no escuchar, hablar por hablar sin comprometerse. (Durrant y
White, 1990; Wieck 1987; Sabo 1995). Algunas veces, esta maniobra suele dar
al varón cierto aire de misteriosidad, que es muy seductor para muchas
mujeres.
Es frecuente que este mM se acompañe de la frase ”no sé expresarme” . Este
comentario, tan común a muchos varones como justificante de la falta de
diálogo es un buen ejemplo de la maniobra de encubrimiento y alejamiento
activo que el silencio supone: se encubren el deseo de evitar decir cosas que
se piensan (por ejemplo: para qué cambiar si yo estoy bien!), el deseo de
mantener el control de la situación, el tener que reconocer que no se tienen
argumentos para oponerse a cambios solicitados , el que punto de vista de
ella puede ser válido, o que no sabe cómo hacer para ganar la partida.

16
Cabe diferenciar este silencio dominante de los silencios impuestos o
temerosos, que suelen estar condicionados por la falta de legitimación de la
palabra del silencios@, que es obligado a callar u opta por hacerlo para no ser
deslegitimad@. Propios de los grupos subordinados, son generalmente los
silencios femeninos.

*Aislamiento y puesta de límites


Estos mM son maniobras de puesta de distancia e imposición de no
acercamiento que suelen utilizarse cuando la mujer quiere intimidad,
respuestas o conexión y no se inhibe en sus requerimientos con el silencio.
Como éste mM , también imponen las reglas de vinculación.
El aislamiento puede ser físico -encerrándose en algún espacio de la casa o en
alguna actividad-, o mental, encerrándose en sus pensamientos. Si esta
maniobra falla, la puesta de límites (a veces con enojo) ante cualquier pedido
de información o de conexión es otro mM que puede resultar eficaz para
controlar la distancia.
La enunciación de frases defensivas acompañadas de ira explosiva, puede
ser un potenciador de la puesta de límites, con un eficaz efecto paralizante del
intento de acercamiento femenino. Dichas frases generalmente están
centradas en los comentarios de sentirse invadido y acusado, y permiten
evitar el posicionarse sobre la validez del reclamo femenino, como por
ejemplo: ¡déjame en paz!, ¡estoy ocupado!, ¡no me vengas con problemas!, ¡no
me presiones!, ¡nunca estás conforme!, ¡no me organices!, ¡lo hago a mi
modo!, ¡estoy todo el día trabajando y quiero paz!. Muchas de estas
expresiones suelen finalizarse con un categórico ¡me tienes harto!.
La secuencia:silencio-aislamiento-frases con ira-más aislamiento, es un
complejo mM muy frecuente.

*Avaricia de reconocimiento y disponibilidad


Estas son maniobras múltiples de retaceo de reconocimiento hacia la mujer
como persona y de sus necesidades, valores, aportes y derechos. Se retacea
también el apoyo y el cuidado (además de imponerle el rol de cuidadora).
Conducen al hambre de afecto (el que, en mujeres dependientes, aumenta su
dependencia). Provocan además la sobrevaloración de lo poco que brinda el
varón -ya que lo escaso suele vivirse como valioso- (Benard y Schiaffer, 1990).
Una frase ejemplificadora de estos mM es: Si sabes que te quiero (o que
aprecio lo que haces), ¿para que precisas qué te lo diga?

* Inclusión invasiva de terceros


Esta maniobra consiste en ocupar constantemente el espacio vincular, con
amigos, TV, reuniones o actividades, con lo que se limita al mínimo o se hace
dejar de existir los espacios de intimidad. A veces está acompañada de la
acusación a la mujer de ser “poco sociable”.

Seudointimidad

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A diferencia del grupo anterior, en éste el varón no está distante y se aviene al
diálogo. Pero lo manipula para favorecer el control, el ocultamiento y la
monopolización del poder de microdefinición, con el que impone sus puntos
de vista. Deja así a la mujer con menos poder al retacearle sinceridad y
apertura y negociación de las reglas de dicho diálogo.
Como vimos anteriormente , a veces surgen malentendidos porque aunque el
varón intente una relación respetuosa, el estilo comunicativo masculino, que
suele ser más confrontativo es visto por la mujer como impositivo. Pero si
quien define lo correcto es el varón, este malentendido sí se transforma en mM
al prevalecer el estilo masculino.

En este grupo podemos destacar los siguientes mM :

*Comunicación defensiva-ofensiva
Esta maniobra utiliza un modo de relacionarse basado en defensas y ataques
para imponer las propias razones, ignorando la apertura y la negociación.

*Engaños y mentiras
Con estos mM el varón oculta distorsiona u omite información para desfigurar
la realidad, y seguir aprovechando determinadas ventajas que si fuera sincero
perdería. Oculta lo que no conviene que la mujer sepa, para no ser
perjudicado en lo que no quiere perder -fundamentalmente poder de decisión y
uso egoísta de su libertad- . Estas maniobras le dan poder en tanto impiden a
la mujer un acceso igualitario a la información, con lo que él tiene más
elementos para ganar poder y maniobrabilidad.
Entre los engaños más frecuentes se encuentran el incumplir promesas y el
adular Y entre las mentiras: aquellas centradas en el uso del dinero, el tiempo
realmente ocupado, el no reconocer errores sabiendo que se cometieron, el
ofrecer aquello que no se está dispuesto a dar (sobre todo comprensión y
colaboración), o la frecuente negación obstinada de lo evidente (en general
errores, desatenciones o faltas).

Desautorización
Este conjunto de maniobras buscan inferiorizar a la mujer, sus deseos, ideas y
valores , quitándole legitimidad a través de estrategias desprestigiadoras y
desvalorizadoras. Hacen especial mella en la autoestima femenina y son,
probablemente, los mM más frecuentes utilizados en las relaciones de pareja.
Están basados en la creencia patriarcal que el varón tiene el monopolio de la
razón, de lo correcto y del derecho a juzgar las actitudes ajenas desde un
lugar superior. Presuponen el derecho a menospreciar y son especialmente
dañinos en mujeres que necesitan fuertemente la autorización y legitimación
externa para su desempeño.
Un gesto desautorizante y despreciativo muy utilizado para acompañar este
tipo de mM es ‘la cara de perro”, que difícilmente es aceptado como propio por
el varón
Entre las desautorizaciones tenemos diferentes subgrupos:

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*Descalificación-Desvalorización
Estos mM consisten en calificar y valorar negativamente las actitudes de la
mujer, denigrándola y no dándole el derecho a ser valorada y apreciada a
menos que obedezca las “razones” y deseos del varón y haga lo que según él
es “correcto” o “valioso”.
Basados en la creencia que el varón es quien posee “la verdad”, por la que él
se vive como la unidad de medida del pensar, sentir y hacer.
Para ejecutar esta maniobra sirven todo tipo de expresiones y etiquetaciones
descalificatorias. Pueden hacerse de modo directo o con insinuaciones,
acusaciones veladas u otros modos indirectos. Algunos ejemplos: la
ridiculización, el restar importancia y quitar seriedad a las opiniones femeninas,
el redefinir como negativos cambios positivos o cualidades de la mujer y el
desvalorizar cualquier transgresión al rol femenino tradicional.
Muchas veces, el mM apunta directamente a la inteligencia: ¡no tienes ni idea!,
¡no sabes razonar!, o a la capacidad de percepción: ¡tu exageras! o peor aún
¡tú estas loca!.

*Culpabilización-Inocentización
Este tipo de mM, en el que se juzga y condena a la mujer, presenta dos caras.
Por una, se hace sentir a la mujer en falta de los modos más variados,
generalmente apelando a su “no saber hacer”, al “incorrecto” desempeño del
rol de esposa o madre, o a su “tontería” o “maldad”. Esto está basado en las
creencias que lo que la mujer “debe hacer” está definido por el varón y que
ella es culpable (desde Eva) de todos los males .
Por la otra cara , esta maniobra lleva a que el varón se sienta siempre juez y
fiscal atento a la falta ajena, y nunca se sienta culpable ni responsable de
nada, es decir, se sienta inocente en cuanto a la producción de disfunciones y
desigualdades en lo cotidiano.
De entre sus infinitos ejemplos podemos nombrar: culpar a la mujer de
cualquier disfunción familiar (con la consiguiente inocentización del varón),
culparla del placer que la mujer siente con otras personas o situaciones donde
él no esté (asentada en la creencia de que la mujer sólo puede disfrutar con su
compañero afectivo), culparla de lo que a él le pasa, e incluso culpabilizarla de
la irritación o inhibición que ella siente cuando él se abusa .

*Negación de lo positivo
Por este mM no se reconoce a la mujer sus cualidades ni los aportes positivos
que hace al vínculo y a la vida cotidiana. Se ejecuta a través de múltiples
formas de ignorancia hacia la mujer , sus ideas y acciones, y son
especialmente notables en lo que hace al trabajo doméstico y al cuidado de las
personas.

*Colusión con terceros

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Aquí, el varón intenta establecer alianzas con las personas con las que la
mujer tiene vínculos afectivos (parientes, amistades) a través del relato a ellas
de historias sesgadas y secreteos, con el objetivo de desautorizarla, dejarla
sola y a su merced . (Bograd, 1991).

*Microterrorismo misógino
En este mM se utilizan comentarios descalificadores repentinos y sorpresivos,
tipo ‘bomba”, realizados generalmente en el ámbito público, que dejan
indefensa a la mujer por su carácter abrupto. Producen confusión,
desorientación y parálisis. Utilizan la ridiculización, la sospecha, la agresión y
la culpabilidad. El contexto más frecuente en el que se realizan es aquel en
que hay amigos, parientes o compañeros de trabajo, donde el varón no
soporta quedar en “segundo lugar”.
Algunos ejemplos de esta maniobra son: realizar comentarios recordatorios de
las “tareas femeninas” no realizadas, emitir sorpresivos comentarios
descalificadores de éxitos femeninos relacionados con lo público, y resaltar las
“cualidades” de la mujer como mujer-objeto cuando ella se muestra como
mujer-persona (Coria, 1992).

*Autoalabanzas y autoadjudicaciones
En estas maniobras, se desautoriza a la mujer a través de la hipervaloración
que hace el varón de sus propias cualidades o aportes, así como a través de
autoadjudicarse espacios, objetos o tiempos que se niegan a la mujer.
Pertenecen a este grupo: la actitud de no dejarse enseñar por la mujer (sobre
todo las tareas domésticas porque, según dice el varón: ¡ ya lo sé! , ! tu no
sabes enseñar! o ¡lo hago a mi manera!), la exclusión de la mujer de alguna
actividad diciéndole ¡deja, yo lo hago mejor!, la autoadjudicación de objetos
comunes, como el coche más grande de los existentes en casa porque: ¡tú no
lo cuidas y es muy complicado para tí!, o el sillón más cómodo del salón, etc.

Paternalismo
En este grupo de maniobras el varón hace “por” y no “con” la mujer ,
intentando aniñarla. Con este mM se enmascara la posesividad y el
autoritarismo masculino, que se hacen evidente -perdiendo su carácter
encubierto-, cuando ella se opone al añiñamiento y él no puede tolerar que ella
sea autónoma y no controlarla.

Manipulación-emocional
Tenemos aquí a un grupo de mM donde el varón utiliza el afecto como
instrumento manipulativo para lograr el control de la relación y no para el
intercambio emocional. Él emite mensajes que se aprovechan de la confianza
y la afectividad de la mujer para promover en ella dudas sobre sí misma y
sentimientos negativos , generando inseguridad y dependencia y por tanto
disminución de la autonomía y su poder autoafirmativo.
De entre su amplia variedad podemos destacar:
*Dobles mensajes afectivos/agresivos

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En estas maniobras el varón envía (a través de la palabra o acciones)
mensajes de cercanía o alejamiento que ocultan su intencionalidad agresiva o
manipulativa. Su objetivo es anular la capacidad de percepción de la mujer ya
que logran que, haga ésta lo que haga como respuesta, quede entrampada y
con su libertad de elección limitada. Provocan en la mujer una situación de
encerrona sin salida: si responde a lo manifiesto se convierte en manipulada, si
no responde (por percibir lo manipulativo) se la culpabiliza por no aceptar el
afecto masculino o por ser “mal pensada” viendo mala intención o agresión
donde (según él) no la hay.

Ejemplos de estos mM son: la seducción manipulativa (acercamiento


interesado utilizando el afecto para otros intereses: sexo sin deseo de la mujer,
desligamiento de responsabilidades domésticas, “perdón” por mM previos) , la
elección forzosa ( maniobra del tipo de “Si no haces esto por mi es que no me
quieres”), o la postura de ofendido, sintetizada en la frase: ¿cómo puedes
pensar eso de mí? (utilizada frecuentemente para descalificar la desconfianza
femenina frente a comportamientos del varón que realmente no son confiables)

• Enfurruñamiento
Este mM consiste en una acusación culposa no verbal. Se utiliza frente a
acciones de la mujer que no le gustan al varón, pero a las cuales no se puede
oponer con argumentos “racionales” .Un ejemplo paradigmático de esta
maniobra es la frase: “¡A mi no me importa que salgas sola!”, expresada con
cara de enfado, cuando la mujer decide realizar una actividad personal sin él,
con el resultado de hacerla sentirse abandonante y culpable.

Autoindulgencia y autojustificación
En este grupo de maniobras el varón se autojustifica o es muy indulgente
consigo mismo frente a la no realización de tareas o actividades que hacen al
cultivo de un vínculo igualitario.
Son maniobras de dominación porque procuran bloquear y anular la respuesta
de la mujer ante acciones o inacciones del varón que la desfavorecen. Hacen
callar imponiendo el criterio masculino, pero apelando a “otras razones”, y
eludiendo la responsabilidad por lo que se hace o deja de hacer”. Entre ellas
podemos destacar:

• Hacerse el tonto
En este mM el varón elude responsabilizarse por sus actitudes injustas, su
desinterés en el cambio o el no tener en cuenta a la mujer, apelando a
diversas razones que según él, son inmodificables: la inconsciencia (“No me di
cuenta” -que en general significa “no te tuve en cuenta”-), las dificultades de
los varones (“ No sé expresarme”, “Quiero cambiar, pero me cuesta, los
hombres somos así”), las obligaciones laborales (“No tengo tiempo para
ocuparme de los niños”), la torpeza, la parálisis de la voluntad u otros
defectos personales (“No pude controlarme”, “es imposible para mí”), o el
propio bienestar (¿“para que quieres que cambie si así me siento bien?”)

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*Impericias y olvidos selectivos
Las impericias selectivas son maniobras por las que se evitan
responsabilidades (y se las impone a la mujer) a partir de declararse
inexperto para determinadas tareas (limpiar la cocina por ejemplo) o
manipulación de aparatos (lavadora, lavavajillas), ocultando su nula
predisposición para el aprendizaje. Al descubrir el objetivo de estos mM es fácil
comprender por qué muchos varones manejen tan fácilmente un aparato tan
complejo como el ordenador y no “saben” hacer funcionar la lavadora.
Los olvidos selectivos, son aquellos que no son producto de la desmemoria
(en alguien que por otra parte generalmente registra y recuerda todo lo que le
interesa), sino de una “interesada” desmemoria parcial sobre actividades que
el varón en realidad siente que no le corresponden y que acepta por
imposición . Ejemplos de estos olvidos son: no recordar cita del médico para
los niños, no comprar alimentos, no comprar regalos, etc.
Por estas maniobras, los varones que las realizan eluden dejar claro algo que
piensan : “esas no son mis responsabilidades, lo que hago ya es bastante”

*Comparacion ventajosa
Con esta maniobra el varón intenta acallar determinados reclamos de la mujer
hacia la igualdad, apelando a que hay varones peores que él. Hábilmente, él
nunca se compara con varones mejores.

*Minusvaloración de los propios errores


En este mM, los propios errores , descuidos, desintereses , abusos de
derechos y equivocaciones en lo vincular del varón son poco tenidos en
cuenta, y cuando lo son, se perciben como banales y son fácilmente
disculpados. Inversamente, se está poco dispuesto a aceptar los errores de la
mujer, tachándola frecuentemente de inadecuada o exagerada en sus
preocupaciones por las cosas, los vínculos y las personas (Covas,1997).

MICROMACHISMOS ENCUBIERTOS

• CREACIÓN DE FALTA DE INTIMIDAD

• SILENCIO
• AISLAMIENTO Y PUESTA DE LÍMITES
• AVARICIA DE RECONOCIMIENTO Y DISPONIBILIDAD

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• INCLUSION INVASIVA DE TERCEROS

• SEUDOINTIMIDAD

. COMUNICACIÓN DEFENSIVA-OFENSIVA
• ENGAÑOS Y MENTIRAS

• DESAUTORIZACIÓN

• DESCALIFICACIÓN - DESVALORIZACIÓN
• CULPABILIZACIÓN
• NEGACION DE LO POSITIVO
• COLUSION CON TERCEROS
• MICROTERRORISMO MISÓGINO
• AUTOALABANZAS Y AUTOADJUDICACIONES

• PATERNALISMO

• MANIPULACION EMOCIONAL

• DOBLES MENSAJES AFECTIVO/


AGRESIVOS
• ENFURRUÑAMIENTO

• AUTOINDULGENCIA Y AUTOJUSTIFICACIÓN

• HACERSE EL TONTO
• IMPERICIA Y OLVIDO SELECTIVOS
• COMPARACION VENTAJOSA
• MINUSVALORACIÓN DE LOS PROPIOS ERRORES

MICROMACHISMOS UTILITARIOS
Son el tipo de mM más invisibilizados y naturalizados por mujeres y varones, y
los que más contribuyen a sostener la injusticia distributiva de poderes en las
parejas de los paises desarrollados donde las mujeres han logrado la
conquista de amplios espacios de libertad (Jonnasdöttir,1993).
Operan en estrecha colaboración con dos importantes creencias patriarcales:
una, que el espacio doméstico y la función de cuidado de las personas y
desarrollo de los vínculos es patrimonio de las mujeres, y la otra, que los
varones tienen derechos utilitarios sin restricciones respecto a ellas. De estas
creencias se desprende que las mujeres pueden ser utilizadas para una amplia

23
gama de servicios y apoyos para los que tienen que estar siempre disponibles,
sin sentirse los varones obligados a la reciprocidad. Los mM utilitarios se
utilizan para asegurar esta situación.
Dos elementos caracterizan estas maniobras, uno, su índole utilitaria y el otro
que son generalmente maniobras por omisión en tanto la mayoría consisten en
autoexclusiones del varón. Su efectividad está dada no por lo que se hace,
sino por lo que se deja de hacer y que se delega en la mujer, que así pierde
fuerza para sí.
Son los mM que más se aprovechan de los recursos adjudicados en el reparto
genérico a las mujeres, básicamente del ya nombrado poder del amor .
Además, con su accionar alientan, inducen y refuerzan en las mujeres las
propias creencias patriarcales sobre su función en el ámbito doméstico,
favoreciendo que ellas sigan cumpliendo “naturalmente” las llamadas “sus
labores”.
Provocan eficazmente en las mujeres un forzamiento de disponibilidad,
obligándolas a un sobreesfuerzo psicofísico que restringe su libertad y agota
sus reservas emocionales, quedando así disminuida o eliminada su
disponibilidad de energía vital para sí misma y para el desarrollo de su
autonomía vital y sus propios intereses(Covas,1997)
Ejercitando estas maniobras, los varones aprovechan abusivamente para sí los
beneficios de la capacidad de cuidado femenino ya que la imposición de
disponibilidad femenina hacia el varón, acrecienta la calidad de vida de él a
expensas de la mujer, sin que éste ( ni la cultura patriarcal) habitualmente lo
reconozcan. Esta desigualdad ha sido revelada por diversas investigaciones
sobre Salud, género y pareja, que demuestran que los varones incrementan su
salud psicofísica durante el matrimonio y las mujeres la empeoran
( Doyal,1996), y que ellos disponen de más tiempo de ocio (Alvaro,1996).

Esta categoría de mM, aún sin ser reconocida como tal, es percibida por
muchas mujeres llamándola “pecados de omisión”, o “vampirismo”,
(comportamiento de extracción y vaciamiento de energía vital que el varón
aprovecha para sí).

Algunos grupos de maniobras de este tipo son los siguentes:


No participación en lo doméstico
Este grupo de mM, centrado en manipulaciones alrededor del trabajo
doméstico, supone diversas formas, desde las directas a las soterradas, de no
implicarse en un tipo de tareas ( la atención del hogar) que un vínculo
igualitario supone compartidas. Con ellas se deposita la realización de las
tareas domésticas en la mujer, con la sobrecarga consiguiente para ella. El
obligar a que una persona haga lo que en una relación igualitaria debería ser
de dos, supone una maniobra de imposición de sobrecarga por omisión de
responsabilidad .
Entre estas maniobras podemos encontrar las siguientes :

*No implicación doméstica.

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En este mM el varón se desentiende totalmente de lo doméstico. A veces
justifica su no actuar apelando a su rol de “proveedor” al que no se puede
agobiar más de lo que soporta en su trabajo (es paradójico que esta
justificación la realizan incluso varones vinculados a mujeres que trabajan, con
lo que le imponen a ella la “doble jornada”).

*Seudoimplicación doméstica.
En esta maniobra, el varón se aviene a un seudorreparto de lo doméstico,
consistente en que él actúa sólo como “ayudante” de la mujer. Ésto obliga a
la mujer a ejercer la “gerencia del hogar”, teniendo que organizar e indicar lo
que los demás (ayudantes) deben hacer en casa, con la sobrecarga
consiguiente. Este mM es frecuente entre los varones progresistas, y
demuestra que no existe por parte de ellos un deseo de real
corresponsabilidad en lo doméstico.

*Implicación ventajosa
Este mM es una variante del anterior donde lo destacado en este caso es la
habilidad del varón en asumir las tareas domésticas menos engorrosas o las
que más lucen para el afuera (por ejemplo encargarse del bricolage, o de la
preparación de barbacoas del fin de semana cuando llegan invitados).

Aprovechamiento y abuso de la capacidad femenina de


cuidado
En estos mM el varón utiliza y se aprovecha de la capacidad de cuidado hacia
otras personas en la que las mujeres son “expertas”. Son maniobras que
fuerzan disponibilidad incondicional a través de la imposición para que
“naturalmente” ejerzan diferentes roles de servicio: madre, esposa, asistenta,
secretaria, gestora. Estos roles, muy desarrollados en ellas por efectos de su
socialización que las impele a “ser para otros”, son inducidos de diferentes
formas, que constituyen otras tantas formas de mM:

* Maternalizacion de la mujer.
Inducir a la mujer para que sea tal como el ideal de madre tradicional propone
-cuidadosa , incondicional y comprensiva-, es una práctica que impregna el
comportamiento masculino.
Este mM tiene múltiples formas, tendientes todas a pedir, fomentar o crear
condiciones para que la mujer priorice sus conductas de cuidado “materno”
(sobre todo hacia el mismo varón) y descuide su propio desarrollo vital y
laboral.

*Delegación del trabajo de cuidado de los vínculos y las


personas.

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Estas son maniobras por las que se fuerza de múltiples maneras a la mujer, a
persistir en la creencia patriarcal de ser la encargada de cuidar la vitalidad de
la pareja, el desarrollo de l@s hij@s, los vínculos con ell@s, con la familia de
él e incluso con sus amigos, y que ejerza ese rol.. Inhiben la autonomía
femenina en tanto el varón no se hace cargo de un enorme trabajo que no se
puede dejar de hacer, ya que sin el cuidado de las personas y los vínculos la
inhibición del desarrollo personal y vincular es la regla.
Algunos autores se refieren a “la tercera jornada” femenina para designar a
uno de estos mM , el de “gestión del marido”, por el que la mujer queda
forzada a atender, cuidar y hasta elegir la ropa de su pareja, que se infantiliza
confortablemente para obtener ese resultado.(Doyal,1996)
La imposición del cuidado del suegro y suegra de la mujer es otro de estos
mM, muy frecuente y una de las más comunes fuentes de desgaste psicofísico
femenino en el ámbito meditarráneo y latino en sectores populares.

*Requerimientos abusivos solapados


Estos mM son pedidos exigentes, casi órdenes, pero que se realizan sin
pedir explícitamente. Requerimientos “mudos”, a través de gestos o
comentarios “al pasar”, que apelan a activar automáticamente los aspectos
“cuidadores” del rol femenino tradicional, logrando que la mujer cumpla ese
pedido sin percatarse que lo está haciendo no por deseo propio sino por
coacción. Al no ser estos pedidos explicitados, tampoco requieren ser
agradecidos cuando se satisfacen, ya que según el varón “nunca existieron”
(Covas,1997)
Ejemplos comunes de estas maniobras son los comportamientos de “niño
tirano” que utilizan los varones cuando enferman, la exigencia no verbal de
ocuparse de la familia de él, de sus amigos, y de los animales que
usualmente él promueve que l@s hij@s tengan en casa. También
corresponden a este grupo los “antojos masculinos” (exigencias con las
comidas, horarios y silencios) y el victimismo por ser el “proveedor “, por el
que requiere silenciosamente que no le pidan nada, porque su rol lo agota y
“ya hace bastante”. Otro mM de este tipo, muy frecuente en las parejas
donde el varón tiene hij@s de una primera pareja, es que él requiera
silenciosa y abusivamente que ella se haga cargo de la crianza y atención
de dichos hij@s.
*Amiguismo paternal
Alejados del viejo comportamiento del padre distante y autoritario, muchos
padres actuales utilizan este mM que consiste en esa actitud de ser
preferentemente compañeros de diversión o juegos de sus hij@s pequeños o
adolescentes, dejando a la madre el lugar más ingrato de quien pone límites o
recuerda responsabilidades. Ella queda así, a los ojos de la prole y ante sí
misma, como desposeida de la capacidad de disfrute y de contacto vincular
relajado y por tanto evitada o mal recordada.(Lozoya,1998)

*Evitación de la reciprocidad en el cuidado.


Este mM consiste en el rechazo del varón a ofrecer cuidado a la mujer cuando
ésta lo necesita, negándole el derecho a ser cuidada . Con ello le impone su

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creencia de que él es el único digno de atención, por lo que la reciprocidad no
tiene sentido
Se realiza cotidianamente de muchas formas, pero es más visible cuando la
mujer necesita atención por estar enferma o con sobrecarga de trabajo. Es
frecuente que en estas situaciones, los varones nieguen las necesidades
femeninas de ayuda, minusvalorando los síntomas o el cansancio , o apelando
a su “no saber”, para no hacerse cargo. Generan así en la mujer una
sensación de abandono y nueva sobrecarga vital, que mina más aún su fuerza
existencial.(Covas,1997)

MICROMACHISMOS UTILITARIOS

• NO PARTICIPACION EN LO DOMÉSTICO
• NO IMPLICACIÓN
• SEUDOIMPLICACIÓN
• IMPLICACION VENTAJOSA

• APROVECHAMIENTO Y ABUSO DE LA CAPACIDAD DE


CUIDADO FEMENINA
• MATERNALIZACIÓN
• DELEGACION DEL TRABAJO DE VÍNCULOS
Y PERSONAS
• REQUERIMIENTOS ABUSIVOS SOLAPADOS
• AMIGUISMO PATERNAL
• EVITACIÓN DE LA RECIPROCIDAD

MICROMACHISMOS DE CRISIS
Los varones suelen utilizar estos mM en períodos en los que el estable
disbalance de poder en las relaciones entra en crisis y se desequilibra en
dirección a una mayor igualdad. Dicha crisis puede originarse tanto por
aumento del poder autoafirmativo de la mujer con desarrollo de su autonomía,
como por disminución del poder de dominio del varón por razones de pérdida
laboral o de limitación física. Generalmente esta situación de cambio se
acompaña de reclamos por parte de la mujer de mayor igualdad en la relación.
El empleo de estas maniobras tiene por objetivo evitar el cambio de statu quo,
retener o recuperar poder de dominio, eludir el propio cambio o sosegar los
propios temores a sentirse impotente, inferiorizado, subordinado o abandonado
(que, como vimos anteriormente, son los temores con los que varones suelen
vivir las relaciones igualitarias con las mujeres) .
Estos mM son eficaces no sólo para impedir que la mujer sea más autónoma o
para evitar sentirse dependiente de ella, sino también para impedir los

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reclamos de ella, respecto a la necesidad que él también cambie modificando
sus hábitos de superioridad.
El varón, al sentir que pierde poder de dominio (y por tanto seguridad ), puede
utilizar específicamente estas maniobras o utilizar las descriptas en otras
categorías, aumentando su cantidad o su intensidad .
Los grupos que describiré a continuación suelen utilizarse frecuentemente en
una secuencia del primero al último, según la capacidad de resistencia de la
mujer frente a la presión masculina hacia el no cambio.

Hipercontrol e hipercrítica
Estos mM consisten, por un lado, en aumentar el control sobre las actividades,
tiempos o espacios de la mujer, y por otro en aumentar la crítica ante la
potenciación femenina. Estas maniobras son muy frecuentes en varones que
sienten que han perdido poder sin que ellas lo hayan ganado, y se acompaña
generalmente de estrategias de desautorización. Se intenta evitar,
preventivamente y por temor, que la mujer aumente real o relativamente sus
poderes autoafirmativo y de dominio, y pueda dejarlo a él en un segundo lugar

Seudoapoyo
Estas maniobras se realizan generalmente con mujeres que acrecientan su
ingreso al espacio público. Consisten en brindar apoyos verbales al desarrollo
femenino que no van acompañados de acciones cooperativas, quedándose en
palabras. Se evita con ello la oposición frontal, pero no se ayuda a la mujer a
repartir su carga doméstica y tener más tiempo.

Resistencia pasiva y distanciamiento.


Ante mujeres que están acrecentando su autonomía, estos mM son de gran
efectividad Su característica es utilizar diversas formas de oposición pasiva y
abandono con el fin de debilitar las fuerzas que la mujer está utilizando para
realizar la experiencia de aumento de su poder autoafirmativo.
Algunas de estas maniobras son: falta de apoyo o colaboración, desconexión,
conducta al acecho (no toma la iniciativa, espera y luego critica. “Yo lo hubiera
hecho mejor”), distanciamiento, amenazas de abandono o abandono real
(refugiándose en el trabajo o en otra mujer “mas comprensiva”).

Rehuir la crítica y la negociación


Con este mM el varón intenta evitar el reconocer su posición de dominación,
acallar los reclamos de la mujer respecto a dicha posición y eludir el cambio
sosteniendo que él no lo deseó. Al quitar validez a los planteos de la mujer,
quita también las posibilidades de negociación, con lo que sigue imponiendo
sus deseos de no cambio.
Estas maniobras se acompañan generalmente de culpabilización hacia el
cambio femenino, con frases al estilo de: Para mí todo está bien, ¿porqué

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debería cambiar si tu cambias?, ¡Es tu problema!, ¿de qué te quejas si tu me
conociste así?, ¡Si tu no hubieras cambiado todo estaría bien!

Promesas y hacer méritos


Frente a reclamos insistentes de la mujer para cambios en la relación, el varón
realiza estos mM, que consisten en promesas de transformación de sí y
realización de modificaciones provisionales y “mágicas”. Estos cambios
implican ceder posiciones puntualmente por conveniencia, para desactivar el
reclamo. No existe en estos casos autocuestionamiento masculino , no hay
transformación de lugares, sólo retirada táctica. La provisionalidad de los
cambios se hace evidente cuando la mujer deja de reclamar y enfadarse, y
acepta dar “otra oportunidad “. En ese momento, el varón retorna a su posición
inicial y dichos cambios desaparecen.
Algunos ejemplos de estos mM son: hacer regalos, prometer ser un buen
hombre, conducirse seductora y atentamente y “reconocer” errores .Todas
estas maniobras cobran gran intensidad cuando existen amenazas femeninas
de abandono.

Victimismo
En este mM el varón se declara víctima inocente de los cambios y “locuras” de
la mujer, con culpabilización acompañante para intentar doblegarla.
En el caso que él se decida a realizar algún cambio, vive cada movimiento
como un gran sacrificio. Esto lo lleva a esperar ser aplaudido por cualquier
modificación, por pequeña que sea, y se enoja si no lo logra. Induce con estas
actitudes a que no se le pueda pedir mucho. En esta situación el varón toma
como base de evaluación de las acciones de cambio su esfuerzo,
independientemente de los resultados en cuanto a logros en la disminución de
sus ejercicios de dominación.(Covas,1997)
¡A tí nada te conforma! es una frase manipulativa habitual utilizada en estas
ocasiones.

Darse tiempo
Este mM se realiza durante el momento del proceso de crisis relacional en el
que el varón percibe que la mujer ya no se deja manipular y exige un cambio
de su parte. Ante dicha exigencia, él formalmente la acepta, pero postergando
y alargando el tiempo de comienzo de dicho cambio hasta que haya algo que
lo obligue (en general, el hartazgo femenino y un ultimátum de separación)..
Con esta maniobra se manipula el tiempo de la respuesta al pedido de cambio
intentando dilatar la situación de injusticia relacional. Es una claro ejercicio de
dominación en tanto obliga a la mujer a “aguantar” y a someterse a los
tiempos y deseos del varón, que es quien conserva el poder de decisión del
momento de comenzar un cambio (o de reconocer que no quiere/no puede
hacerlo).
Los modos de dilatar la decisión de cambio, o simplemente el diálogo,
pueden ser variados pero suelen girar alrededor de las siguientes frases:

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Necesito tiempo, ¡ya hablaremos!, ¡ya veremos!, ¡lo pensaré!. Otro modo
frecuente de hacerlo es a través de la negativa a acceder a una ayuda
terapéutica para el cambio, y si se lo hace, postergar frecuentemente la
consulta antes de decidirse realmente a hacerla.
Con esta maniobra, si la mujer no tiene claridad y firmeza en sus propuestas
puede sucumbir a ser ganada por cansancio, reestableciéndose el statu quo.

Dar lástima.
Cuando el varón realiza estos mM procura que se apenen de él para lograr
que la mujer ceda a sus pretensiones de mantener el statu quo y abandone
sus reclamos.
Esta maniobra puede ejercerse a través del entorno de la mujer, buscando
aliados que comprueben lo “bueno” que él es (y lo”mala” que es ella).
Otro modo de realizarla es con comportamientos autolesivos tales como el
descuido personal, enfermedades, accidentes, aumento de adicciones,
amenazas de suicidio, actitudes todas que apelan a la predisposición femenina
al cuidado e inducen a que la mujer piense que sin ella él podría terminar muy
mal. El varón exhibe con estos comportamientos, manipulativamente, su
invalidez para el autocuidado induciendo culpabilización a la mujer que no se
aviene a sus pretensiones

MICROMACHISMOS DE CRISIS

• HIPERCONTROL

• SEUDOAPOYO

• RESISTENCIA PASIVA Y DIISTANCIAMIENTO

• REHUIR LA CRITICA Y LA NEGOCIACIÓN

• PROMETER Y HACER MERITOS

• VICTIMISMO

• DARSE TIEMPO

• DAR LÁSTIMA

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EFECTOS DE LOS MICROMACHISMOS
W. Shakespeare ilustra espléndidamente, el modo de utilización de muchos de
estos mM en su obra “La fierecilla domada”. Su lectura alumbra con gran
nitidez el efecto devastador de estas maniobras que con hábiles artes de
dominio restringen la autonomía y el poder personal femenino, produciendo
enormes efectos negativos para la mujer y para el vínculo.
Los efectos de los mM, como decíamos al comienzo , no son evidentes al inicio
de la relación, pero suelen ir haciéndose visibles en el largo plazo como
consecuencia de la acción de la red sutil que va tejiendo su uso reiterado, y
que como todas las redes generadas por personas o contextos dominantes,
crea un clima de dañino de agobio y mortificación que coarta la libertad.
Por otra parte, dada la invisibilidad de estas maniobras, habitualmente no
suelen reconocerse sus efectos como de causalidad interpersonal , por lo que
mujeres y varones suelen atribuir culposamente sus consecuencias a
cuestiones intrapersonales de la mujer
En las mujeres, como hemos anticipado, los mM provocan numerosos efectos
cuyas características varían según sus historias personales, su sometimiento
a los mandatos de género, sus habilidades para detectar estas maniobras, el
tiempo de exposición a los mM y el tipo de éstos, sus modos particulares de
enfrentamiento y sus redes de apoyo y la ideología sexista o no de los
profesionales en las que ellas se apoyan cuando sufren malestar. Sin
embargo, hay efectos que en forma de malestar emocional e inseguridades
son comunes, aunque con diferentes grados de intensidad en cada mujer :
-Inhibición de la lucidez mental (“tontificación”) condisminución de la valentía,
la crítica, el pensamiento y la acción eficaces, la protesta válida y el proyecto
vital.
-Percepción de incapacidad o ineficacia para defender lo propio, con
sentimientos de impotencia, desvalimiento o derrota consiguientes.
- Fatiga crónica por forzamiento de disponibilidad, con sobreesfuerzo
psicofísico, desvitalización, y agotamiento de las reservas emocionales y de la
energía para sí y para el desarrollo de los propios intereses. En este estado,
resulta claro - igual que en otras violencias de género más evidentes- que es
falsa la creencia de que las mujeres son responsables de su subordinación
( poca responsabilidad se puede tener frente a algo que no se tiene claridad
para percibir en todos sus recodos, ni fuerza para oponerse eficazmente).
-Deterioro de la autoestima, con aumento de la desmoralización y de la
inseguridad y disminución de autocredibilidad
-Sentimientos de atrapamiento y de imposibilidad de hacer otra cosa, con
disminución, retroceso o parálisis del poder y desarrollo personal, limitación de
la libertad y aumento de actitudes defensivas, de queja ineficaz y de utilización
de los “poderes ocultos”.

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-Malestar difuso, irritabilidad crónica y un hartazgo de la relación de pareja “sin
motivo interno claro” de los que se culpan por no percibir “los motivos
externos”(los mM) que los producen.
Toda esta sintomatología de malestar emocional e inseguridad vital genera
frecuentemente un estadode ánimo depresivo-irritable, que genera
autoculpabilización, empobrecimiento, resignación y claudicación.
Es muy frecuente que todos estos efectos , sean motivos de consulta a los
dispositivos de Salud mental. En estos dispositivos -generalmente aliados
inconscientes de la violencia de género y desconocedores de sus efectos-,
habitualmente no se detecta su causalidad. Por ello, aquello que para un
profesional entrenado es un indicador privilegiado de la exposición a los mM, e
suele atribuirse -iatrogénicamente- a problemas intrasubjetivos o a
“exageraciones” de ciertas “características femeninas” (dramatismo,
inconformismo, etc.), produciendo la doble victimización y más aumento del
malestar.
En las relaciones de pareja, pese a su diversidad, también se producen efectos
comunes :
-Perpetuación de los disbalances en el ejercicio de poderes favoreciendo una
relación asimétrica, no igualitaria, antidemocrática y disfuncional, donde la
autonomía y desarrollo del varón se realiza a costa de la mujer.
-Encarrilamiento de la relación en dirección a los intereses del varón, apoyado
esto por el mandato cultural hacia las mujeres de que acepten al varón como
es, y que a lo sumo lo traten con sus armas”ocultas”. . Los mM
llevan al “dejar hacer” femenino que permite que predominen los tipos de
situaciones que el varón desea, decidiendo éste qué , cuánto se puede hacer,
y cuándo (la frase que muchas mujeres dicen:¡cómo no voy a ceder. No
puedo estar peleándome todo el tiempo! , refleja esta situación).
-Etiquetamiento de la mujer como “la culpable” de los conflictos y/o deterioro
del vínculo,. Muchas veces, la mujer percibe que algo anda mal en el vínculo y
él lo niega. Al no poder clarificar la causa ( generalmente el deterioro vincular
derivado de la falta de igualdad relacional y de los mM ), ella, por mandato de
género tiende a autoculparse y él , que no se reconoce como dominante ,
queda ubicado como inocente no responsable de la situación. Esto cobra
mayor intensidad cuando ella desea un cambio y él se niega a moverse hacia
la igualdad en el ejercicio de derechos y responsabilidades.
-Guerra fría con transformación de la pareja en adversarios convivientes, y
empobrecimiento de la relación, creándose el terreno favorable para otras
violencias y abusos o para la ruptura de la relación. No son infrecuentes en
esta tensa situación los actitudes de “venganza” de la mujer cuando por
distintas razones las relaciones de poderes se invierten a su favor (por
ejemplo en la vejez del varón).
Los varones, en cambio, resultan beneficiados por la ejecución de los mM, ya
que su utilización les permiten conseguir:
-Aumento o conservación de su posición superior y de dominio, con
desinterés creciente de las necesidades y derechos de la mujer, y una
perpetuación de su lugar de centralidad en la pareja.

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-Afirmación de su identidad masculina, sustentada en las creencias
de superioridad sobre la mujer y de autonomía autoafirmativa con negación de
la vincularidad intimista y la reciprocidad.
Pero no todo es positivo. Ellos también padecen algunos efectos negativos a
largo plazo, ya que por su constante necesidad de mantener el dominio
genera un aumento de la desconfianza y una incomprensión hacia la mujer a
quien no se puede controlar nunca plenamente. Esto produce en los varones:
-Aislamiento receloso y defensivo creciente, ya que el dominio no asegura el
afecto femenino, sólo asegura obediencia y distancia, y eso, paradójicamente
inseguriza al varón, que reacciona a la defensiva.
-Empobrecimiento vital , vacío afectivo y posterior descenso de la autoestima
de los cuales no puede salir por que generalmente no asume su
reponsabilidad en la producción de las causas que lo llevan a estos
malestares.

EFECTOS DE LOS MICROMACHISMOS

-EN LA MUJER-
• INHIBICIÓN DE LA LUCIDEZ MENTAL (TONTIFICACIÓN)
• PERCEPCION DE INCAPACIDAD E INEFICACIA
• FATIGA CRÓNICA Y AGOTAMIENTO DE RESERVAS
EMOCIONALES Y ENERGÍA PARA SÍ
• DETERIORO DE AUTOESTIMA Y AUTOCREDIBILIDAD
• DISMINUCION DEL PODER Y DESARROLLO PERSONAL
• MALESTAR DIFUSO E IRRITABILIDAD CRÓNICA
• AUTOCULPABILIZACIÓN

-EN EL VARÓN-

• AUMENTO O CONSERVACION DEL DOMINIO


Y LA CENTRALIDAD EN LA RELACIÓN
• AFIRMACION DE LA IDENTIDAD MASCULINA
• AISLAMIENTO RECELOSO E INCOMPRESION CRECIENTES
• EMPOBRECIMIENTO VITAL
• DESCENSO SECUNDARIO DE AUTOESTIMA

-EN LA PAREJA-

• ENCARRILAMIENTO DE RELACION HACIA INTERESES MASC.


• AUMENTO DE DISPONIBILIDAD DE LA MUJER
• PERPETUACIÓN DE DISBALANCES DE PODER
• GUERRA FRIA Y EMPOBRECIMIENTO VITAL
• CALDO DE CULTIVO PARA OTROS ABUSOS

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CONSIDERACIONES FINALES

Espero que esta larga enumeración de maniobras y sus efectos no haya sido
demasiado fatigosa para quienes la hayan leido. De lo que sí estoy seguro es
que la temática puesta en evidencia habrá provocado agrados y rechazos .
Como en todo tema que se desvela, suele ser mas frecuente que sientan
agrado y alivio aquellas personas a quienes lo invisibilizado las perjudicaba, y
rechazo quienes se sentían favorecidas por dicha invisibilización..
Muchas mujeres seguramente se alegrarán de entender mejor las maniobras
en que se ven involucradas. Quizás esto pueda ser un primer paso para
desculpabilizarse y desrresponsabilizarse de los malestares propios y
relacionales que son sólo producto de la red de manipulaciones masculinas
que hemos llamado micromachismos. Y también un primer paso para decidirse
a aprender a contramaniobrar eficazmente para mantener su autonomía.
Es probable en cambio, que pocos varones acepten, sin un rechazo defensivo,
reconocerse en este listado. Incluso pocos varones progresistas
probablemente estén dispuestos a aceptar que, a pesar de sus cambios hacia
la igualdad, aun permanecen en ellos hábitos y comportamientos de la atávica
dominancia masculina (Britann, 1989). Pero, si se quiere tener una relación
respetuosa, afectiva e igualitaria. esta aceptación es un primer paso
imprescindible.

Luego de leer lo que aquí está finalizando probablemente el/la lector/a no


hayan descubierto nada muy desconocido. Lo que sí creo, es que han
podido es ver puestos en palabras un repertorio de comportamientos de
dominación masculina que, al nombrarlos , se reconocen fácilmente.
Estos comportamientos, los mM, aunque habitualmente se sientan sus efectos,
suelen ser difíciles de detectar claramente y su efectividad resulta en gran
parte de su carácter sutil y casi imperceptible (para quien no está entrenad@
en su detección) . Como hemos visto, estas actitudes , casi desapercibidas
(para quien no sepa verlas) y muchas veces observadas como “normales”,
representan las “armas”, trucos y trampas más habituales de los varones para
ejercitar en lo cotidiano la violencia de género.
Como han visto, me he dedicado en todas las líneas anteriores a nombrar y
describir muchas de estas armas. Y lo he hecho porque nombrar es uno de
los modos de poner en evidencia, de hacer visible lo imperceptible. Espero que
las descripciones anteriores hayan contribuido a romper el carácter de
“invisibles” de los mM.
Pero nombrar es también estudiar y conocer lo nombrado y sus efectos. Y si lo
que descubrimos es perjudicial para algo o alguien , no basta sólo nombrarlo,
sino que el segundo paso consiste en anormalizarlo e intentar transformarlo.
Esto es lo que hemos hecho con los mM dada su capacidad abusiva. Nos
hemos alejado así de considerarlos normales o juzgarlos como
intrascendentes, al conocer el daño que producen por reiteración y su
capacidad de ser caldos de cultivo para otras violencias. Hemos de considerar,

34
sin duda, que aunque su accionar es “de baja intensidad”, no son triviales ni
deben ser considerados como norma ni como normal/saludables .
Visibilizar, describir y anormalizar los mM, nos ha permitido ver también su
generalizada aplicación por parte de los varones, lo que nos debería servir
para criticar las creencias habituales de que las violencias de género son
solamente sus formas más dramáticas, y que sólo la ejercen algunos varones.
Por todo lo anterior, debería quedar claro que los mM deben ser incluidos
claramente dentro del listado de comportamientos de violencia de género ,
que deberían ser deslegitimados socialmente y que hay que tratar de
erradicar. Y para ello quizás el primer paso es no desconocerlos ,no
banalizarlos,y no adjudicar su ejercicio o efectos a la responsabilidad
femenina-
Hablar de los mM y sus efectos -como yo he hecho en ámbitos relacionados
con la Salud mental y la educación- me ha permitido comprobar que su puesta
en evidencia y su anormalización es uno de los modos efectivos de generar
cambios en lo que hace a clarificar y transformar algunos aspectos de las
relaciones asimétricas en las parejas.
Así, las mujeres, conociendo los mM y conociendo sus efectos, pueden estar
en mejores condiciones de:
-legitimar y ampliar su registro perceptivo de los comportamientos masculinos
de dominación que ellas sufren y que los varones generalmente no reconocen
realizar.
-reconocer el lenguaje de acción y manipulación- que no de palabras -, tan
propio de los varones, y cuestionar la creencia tan arraigada que enuncia que
la manipulación es un arma fundamentalmente femenina.
-disminuir la culpabilización inducida por estas maniobras y recuperar su
pensamiento y posibilidades de acción autónoma en la vida cotidiana de
pareja.
-aumentar las posibilidades de crear sus modos de evitación y resistencia ya
que lo que se ve claramente puede ser mejor combatido.
-saber de sus efectos, ya que al no detectar que muchos de los malestares
emocionales e inseguridades femeninas son provocados por el ejercicio de los
mM, muchas mujeres (y sus parejas y los profesionales de la salud) tienden a
adjudicar dichos malestares a problemas intrapersonales o a “exageraciones”
femeninas, produciendo una doble victimización.

Con los varones, en cambio, la situación es diferente. Reconocer la existencia


y frecuencia de los mM les supone todo un desafío, que puede ser un estímulo
para la posición defensiva, pero también para un cambio.
Como hemos visto, los mM son comportamientos habituales en todos los
varones: la violencia y las actitudes de dominación no son sólo cosa de otros,
sino también de nosotros (varones). Reconocer esto supone que los varones
que creemos en la igualdad , debemos hacer algo más que acompañar a las
mujeres en sus reclamos y adaptarnos con esfuerzo a los cambios femeninos:
debemos cambiar también nosotros para tolerar dicha igualdad. Por esto,
poner en evidencia los mM puede servir para contribuir a que los varones que

35
no se reconocen en el ejercicio de la violencia mayor y que tienen una ética de
justicia y respeto, no ignoren las propias maniobras de dominación cotidianas
e intenten su desactivación. Pero, para ello sería necesario:
-estar dispuesto a una autocrítica sobre el ejercicio cotidiano del poder y sobre
la socialización en que son criados (aquella que avala la superioridad sobre las
mujeres y por tanto la creencia en tener derechos sobre ellas). Autocrítica
que, no puede excusarse en la idea que el ejercicio del poder no es algo
consciente, que es difícil de modificar o que es un automatismo heredado. Si
es real, debe ir seguida del esfuerzo de cambio pese a las dificultades.
-entrenarse en el cambio de actitudes hacia la igualdad y el respeto, ya que
sólo con responsabilizarse por la ejecución de los mM no alcanza. Quizás los
primero pasos sean el esfuerzo de desautomatización de los hábitos
dominantes y reflexionar sobre el deseo de dominio tan arraigado en la mente
masculina Los grupos de reflexión de varones son un buen espacio para ello.
-Incluso puede irse más allá. Algunos quizás se animen a tomar iniciativas
para realizar acciones -en tanto varones-, que favorezcan la erradicación de
las diferentes violencias de género, no dejando que sean únicamente las
mujeres las que luchen contra la violencia que nosotros producimos. Iniciativas
similares a las ya existentes campaña canadiense del lazo blanco, el
manifiesto del grupo de hombres de Sevilla, la red de hombres profeministas
europeos, o los trabajos de Jorge Corsi y los grupos Coriac, Puntos de
encuentro y Cantera en latinoamérica.
Desde una estrategia de erradicación de la violencia de género, lograr la
transformación de los varones para que modifiquen su comportamiento en
dirección a la igualdad no es tarea fácil. Sin embargo ello no debería
desanimarnos. El trabajo sobre cambios en los modelos de socialización
masculina y sobre los mM, pueden ser una vía de abordaje: ellos son
objetivos fáciles de abordar ya que no necesitan un ámbito o un programa
particular para ser trabajados, sino que similarmente a otras temáticas
transversales, se pueden realizar acciones con ellos desde cualquier ámbito
(salud y educación fundamentalmente)
Para concluir: sería un error deducir de todo lo que hemos descripto un juicio
descalificador y una atribución de “maldad” hacia todos los varones, o que
neguemos que el ejercicio de los mM no tenga también un costo para ellos. Lo
que si ha existido a través de todo lo escrito es una crítica a un modelo
masculino tradicional basado en la creencia de la superioridad masculina, que
genera un estilo de socialización masculina, que provoca daño a las mujeres y
que tampoco es humanamente provechoso para los varones, que quedan,
para defenderlo, cada vez más atrapados en la rigidez y en el pasado. De este
modelo derivan las violencias de género entre las que están los mM., que aquí
hemos visibilizado. Espero, al finalizar esta descripción, que esta lectura
anime a las personas lectoras a ir desvelando otros mM, de las cuales
impensadamente (o no) es sujeto u objeto
Y dejo para esta última frase mi esperanza que haya quedado claro, sin
excusas, que los mM -estas maniobras de microviolencia cotidiana que hemos
descripto ampliamente-, así como las otras violencias contra las mujeres, son
responsabilidad masculina y no de ellas , y por tanto a los varones
corresponde intentar modificarlas en sí mismos y en sus contextos, si desean
relaciones igualitarias y cooperativas con las mujeres. Las políticas contra la

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violencia de género tienen que estimular para que esto sea posible. Las
mujeres sólo podrán colaborar o presionar para forzar cambios, pero no
cambiar lo que ellos no quieran. ¿Irá creciendo el número de varones que se
estimulen para ese cambio? Esa es la cuestión actual.

BIBLIOGRAFÍA
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* Wieck, W.(1987): Maneer lasen lieben,.Stuttgart: K. VerlaG

PEDIDO A L@S LECTORES/AS

Es mi propósito seguir investigando y desvelando estas maniobras masculinas,


estudiando sus particularidades por clase y zonas geográficas o culturales, y
poder escribir sobre ello. Por eso, agradecería profundamente pudieran
enviarme información sobre otras maniobras que hayan descubierto, o
variantes de las aquí descriptas, o frases específicas , así como las respuestas
eficaces de las mujeres frente a ellas, indicándome el contexto sociocultural en
que se realizaron. Por supuesto, este pedido está basado en mi esperanza de

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que la lectura de esta publicación haya animado a las personas lectoras a
estar alerta para ir desvelando mM, estos u otros, de los cuales
impensadamente (o no) sean objeto o sujeto. Desde ya, muchas gracias.

ANEXO PARA PSICOTERAPEUTAS


Estoy cada vez mas convencido de que el abordaje de la violencia masculina
no puede centrarse solo en sus formas extremas, sino que debe incluir los mM
que, como he intentado mostrar, son formas larvadas de violencia y abuso en
lo cotidiano. Ellos generan alto monto de sufrimiento, relaciones defensivo-
agresivas y disbalances de poder, que se oponen a la plena potenciación de
las personas.
A diferencia de las grandes situaciones de violencia, que requieren un contexto
terapéutico mas o menos especial, en todo espacio psicoterapéutico pueden
detectarse y pensar caminos para desvelar, denunciar, desautomatizar,
desactivar y erradicar los mM de las relaciones .

En cuanto a las estrategias de detección, éstas diferirán en función del


contexto terapéutico:
En las terapias de pareja o familia, los mM y sus efectos se pondrán en escena
ante l@s terapeutas. En las terapias con varones habrá que inferirlos , ya que
la mujer objeto de estas maniobras está ausente, y el varón suele no
querer/no poder enterarse ni responsabilizarse de sus mM (el grado de
“inocencia” y victimismo respecto a los malestares de su pareja es un buen
índice de referencia). En las terapias con mujeres será preciso descubrir cuál
de sus malestares son efecto de los reiterados mM ejercidos sobre ellas, y
entonces distinguir la problemática intrasubjetiva de lo inducido por la
manipulación ajena

En cuanto a las estrategias de denuncia, desautomatización, desactivación y


transformación, no es propósito de este anexo desarrollarlas, aunque
enumeraré algunos requisitos que necesita cumplir l@s terapeutas que
deseen enfrentarse a la tarea de transformación de estas prácticas:
-En lo personal:

*Animarse a explorar y cuestionar lo naturalizado


*Explorar sus prejuicios sexistas e intentar develar sus puntos ciegos en
relación con su propia posición de género, con las asimetrias “naturalizadas”
de su relación con el otro género y con sus creencias sobre la responsabilidad
del trabajo doméstico y el cuidado de los vínculos y personas.
*Examinar sus ideas y comportamientos en relación con la reciprocidad entre
las personas, y la justicia y la democracia en los vínculos.
*Revisar las propias creencias sobre la determinación de los comportamientos
de dominación y sus eventuales justificaciones, y la propia reacción frente a
ellos ( temor, parálisis o enfrentamiento).

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-En lo teórico-técnico:

*Incluir las éticas del cuidado mutuo y de la democratización de la vida


cotidiana -que incluyen el respeto y la jerarquización del abordaje dialogal de
los conflictos-como marco referencial, para ayudar a los varones a hacerse
responsables de los efectos de su propia conducta, y a las mujeres a
responsabilizarse exigiendo reciprocidad. (Sheinberg1992).
*Entrenarse en detectar actitudes ajenas a través del relato de l@s
consultantes, y en no confundir la patología propia de cada persona, con los
efectos de la manipulación externa.
*Conocer las inhibiciones que produce la socialización femenina y que les
impiden a las mujeres detectar los mM, sobre todo su tendencia a la
autoobservación en detrimento de la heteroobservación, y la
autoculpabilización, y saber actuar sobre ellas.
* Conocer los modos de construcción de la condición masculina, sus privilegios
y sus costos, a fin de ayudar a la pareja y al propio varón a desconstruir los
aspectos dominantes del rol masculino tradicional.
* Tener una actitud clínica de alerta para detectar las maniobras de control y
los mM de los varones (que fácilmente pueden quedar invisibilizadas). Para
ello la clasificación antes propuesta puede ser muy útil.
*Saber que el varón seguramente intentará ejercer maniobras de control y mM
sobre el o la terapeuta, más si es mujer. El terapeuta varón debe prestar
especial atención a los intentos del varón por lograr su alianza para
desautorizar a la mujer (Bograd, 1991).
* Tener la capacidad de confrontar, de soportar confrontaciones y de poner en
práctica la autoafirmación de modo asertivo
* Estar capacitad@ para realizar intervenciones que hagan impacto sobre el
balance de poder interpersonal, a fin de no estereotipar los disbalances que
sostienen la disfuncionalidad del statu quo. Intervenciones tales como:
reorganización de responsabilidades, rebalance de acuerdos, develamiento de
maniobras de control y de mM, redefinición de las “provocaciones” femeninas,
puestas de limites a los abusos, apoyo al aumento del poder personal de la
mujer, desafío al varón a afrontar la pérdida de ventajas.

--------------------------------------------------------------------------------------------------------
(*)Luis Bonino Mendez, es psicoterapeuta y especialista en varones,
masculinidad y relaciones de género. Director del Centro de Estudios de la
Condición Masculina de Madrid, España, es miembro de la International
association for sudies on men (IASOM) y de la Red europea de hombres
profeministas
--------------------------------------------------------------------------------------------------------
Esta publicación es una versión corregida y ampliada de los artículos publicados en las actas
de las Jornadas de la Federación de sociedades españolas de terapia familiar(1993) y de la
Dirección de la mujer de Valencia/España (1996) sobre violencia de género, en Corsi, J.
(1995): La violencia masculina en la pareja. Madrid:Paidós, y en City & Shelter (1998): Red de
hombres profeministas. Bruselas :C&S (formato CD-Rom).

Reservados todos los derechos. El contenido de esta publicación está protegido por la ley y no
puede ser reproducida o transmitida total o parcial por cualquier medio electrónico o mecanico
sin el consentimiento escrito del autor.
© Luis Bonino,1998

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Edición del autor con el auspicio del Centro de Estudios de la Condición Masculina.
Impreso en España

Para comunicarse con el autor


Tel: + 34 913 093 771.
Fax +34 913 931 065
e. mail.: boncov@interplanet.es

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