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Al Final De La Luz

Por: Kimberly Naim Vega Dama

Un sabor cobrizo inunda mi boca. No tardo en descubrir que es mi propia sangre lo

que estoy saboreando. Trato de moverme pero mi cuerpo no responde. En la

desesperación grito, miro a todos lados y trato de saber qué es lo que pasa,

buscando respuestas que no encuentro, hasta que un punto parpadeante de color

rojo llama mi atención. Entonces los recuerdos florecen. Cierro los ojos y respiro

profundamente, tratando de recordar los últimos instantes que me llevaron hasta

aquí.

Todo marchaba de maravilla. Nos habían dado el día libre ante la falta de actividad

de los insectos. Sin pensarlo dos veces me dirijo a los compartimientos de

mantenimiento. Lo tenía todo listo. había conseguido un champagne de la

mismísima reserva del capitán con ayuda de Arturo; un cocinero que disfruta lo que

hace pero que disfruta más el poder darle una calada a un buen cigarro, cosa que le

era muy difícil, tomando en cuenta en lugar donde trabaja. Así fue como lo conocí.

Había tratado de robarme uno de mis cigarrillos de mi chaqueta teniendo la mala

suerte de descubrirlo. Desde entonces le consigo una o dos cajetillas de cigarrillos y

él me consigue cosas que solo el capitán o los de arriba pueden disfrutar. Aunque

me había costado más de dos paquetes de cigarrillos, sabía que valía la pena.

Con mucho cuidado de que nadie me viera, llego hasta el área de mantenimiento de

los GOLEM, aunque oficialmente no se llaman así, todos los conocen de esa

manera. Grandes armaduras de más de dos metros de alto diseñadas únicamente

para los soldados y gracias a una de ellas, fue que la conocí y es algo que nunca

olvidare.
Después de haber participado en varios combates me "promovieron", aunque estoy

casi seguro que más de uno celebro la noticia. ¿Qué quieren que les diga?,

desobedecer a tu líder escuadrón, revelar tu posición a tu enemigo son cosas que

nadie olvida jamás.

Los rumores que me llegaron decían que ninguno quería lidiar con un problema

como yo, hasta que un sargento solicito que me enviaran a hasta este lado del

universo. Ninguno de los presentes discutió esa sugerencia, casi nunca había

voluntarios que quisieran venir hasta aquí, así que solo había dos formas de

terminar aquí: tener problemas de actitud o ser yo. Con la soga en el cuello no tuve

más opción que aceptar. Así termine metido en una armadura que no sabía manejar

y un instructor con un gran temperamento.

Alguien dijo alguna vez; que un arma en las manos de un idiota es más peligrosa

que en las de un profesional, más de uno le daría la razón después de haber visto lo

que sucedió.

Sentado en el compartimiento del golem mientras escuchaba al instructor gritarnos

como si fuéramos unos niños no me era muy inspirador. Así que empecé a jugar con

los botones del golem. Será la suerte que tengo o tal vez a los problemas les gusta

seguirme, pero de alguna forma active los sistemas de armas y sin la más mínima

idea de cómo funcionaba, trate de apagarlo. Grave error.

Podía escuchar al instructor gritar algunas órdenes, muy seguro me decía que me

detuviera, ¡claro! yo también quería detenerme. En la desesperación dispare la

ametralladora de mi brazo derecho. Podía sentir el poder destructivo del arma

recorrer todo mi cuerpo, el cual sin ningún control seguía la inercia producida por el

retroceso del arma.

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Desde mi posición parecía que estaba viendo la pantalla de algún videojuego. Con

gente corriendo tratando de ponerse a cubierto, cosas desapareciendo bajo la lluvia

de balas. Y se preguntaran ¿cómo es que nadie me detenía? para mi desgracia

estaba rodeado de novatos que no sabían tomar la iniciativa, el instructor fue de los

primeros en salir corriendo y todos los que sabían manejar un golem se encontraban

patrullando.

Todo parecía un desastre. Hasta que una pequeña figura café llamo mi atención. No

corría tratando de ponerse a salvo, corría hacia mí, esquivando las balas que en

más de una ocasión por poco acaban con ella. De un gran salto termina enfrente de

mí y con gran agilidad se coloca sobre mi espalda.

Puedo escucharla golpeando algo detrás de mí.

Una luz amarilla empieza a parpadear seguida de una voz mecanizada, diciéndome

que el traje está perdiendo energía. Lo siguiente que sé, es que estoy en el suelo

con un gran problema y no sé cómo voy a salir de él.

Un sonido mecánico se empieza a oír y lentamente la armadura se abre. Alguien me

tiende su mano, sin estar muy seguro la tomo y de un fuerte impulso me ayuda a

salir del golem.

Estoy sorprendido, la persona que me salvo, es una mujer y estoy completamente

seguro de que es ella ya que es la única vestida con un mono café y en su mano

izquierda aun sostiene una pequeña barra de acero.

Lo único que puedo hacer es sonreírle y para mi deleite me dedica una pequeña

sonrisa antes de bajar la vista con sus mejillas sonrojadas.

Salvo mi cuello alegando que el golem estaba defectuoso, nunca entendí porque lo

hizo pero no me importa. Desde entonces no pierdo ninguna oportunidad para estar

con ella.

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Al entrar en su cuarto la puedo ver sentada de espalda, mientras revisa un circuito

con esos lentes que siempre usa, asiendo que sus ojos se vean enormes a través de

ellos. Sin hacer ningún ruido llego hasta ella y la envuelvo entre mis brazos.

Sorprendida, deja la pieza en la mesa y empieza a acariciar mi cabello con sus

manos hasta que nuestros labios se encuentran y nos olvidamos de todo.

Es la mejor tarde que hemos tenido. Hablamos de todo un poco, de casa, los

amigos, las locuras que hemos hecho. Como quisiera que el tiempo se detuviera,

quedarnos así por siempre juntos los dos, pero no todo termina como uno quiere.

La sirena empieza a sonar y eso solo significa una cosa. Los insectos se preparan a

atacar. Nos vestimos rápidamente y me despido de ella con un simple beso en su

mejilla, como hubiera deseado haberle dicho algo más antes de irme.

Mientras me dirijo hacia a las lanzaderas de los golem, se puede oír la voz del

capitán advirtiendo que la flota de insectos es más grandes de lo que se tenía

previsto. Eso son malas noticias para nosotros, ya que eso quiere decir una cosa;

los refuerzos más cercanos están a dos o cuatro horas de llegada, sí tenemos suerte

y eso es algo que no se tiene por aquí.

Me subo a mi golem al momento en que se empiezan a escuchar los cañones al ser

disparados.

A mí alrededor se puede ver a más de uno orar a su dios, ¿quién creería que al

tener a un solo enemigo en común, todas las discusiones sociales y políticas

terminarían así de rápido? Yo aun no termino de creerlo, pero de lo que si estoy

seguro, es que muchos terminaran metidos en una lapida de acero flotando en el

espacio.

Los minutos parecen eternos mientras las plataformas se eleven hasta la superficie

de la nave. La ansiedad lentamente se apodera de mí. Trato de calmarme,

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respirando lentamente como siempre me dice que lo haga, el solo saber que de mí

depende que ella siga viva y el poder verla otra vez, me hace recobrar mi

compostura.

A simple vista no se pueden apreciar a los insectos, pero la pantalla enfrente de mi

hace un acercamiento mostrando lo que el capitán nos dijo, solo que ni se acerca a

lo que yo me imaginaba.

Puedo contar a más de una docena de sus cruceros más grandes que han

terminado por llamar leviatán; según recuerdo, solo uno de ellos acabó con una flota

de diez cruceros de batalla y sin recibir un solo rasguño. Aunque siempre nos han

vendido la idea de que la flota no contaba con suficientes tropas y que se dirigían

solo a recargar sus armamentos al momento que se encontraron a los insectos.

Todos sabemos que eso es una mentira. El crucero se encontraba armado hasta los

dientes y con una de las mayores tropas que se tenían, pero fue la única forma que

encontraron de no hacer que la gente entrara en pánico, por desgracia funciono.

Cientos de luces se encienden en las distancias, son las unidades de los insectos;

enormes monstruos con delgadas garras y ojos hexagonales que han dado por

nombres: las moscas y en verdad eso parecen, con una enorme aguja que sale de

su cabeza una vez que te atrapan con sus garras.

Un segundo cañón resuena sobre mi cabeza, seguido por una enorme estela de

color amarillo. Todos vemos como el rayo pasa de largo sobre la legión de moscas

hasta estrellarse en un leviatán. Grandes destellos saltan sobre la enorme nave

alienígena. Para la desgracia de todos, la nave sigue intacta.

Los amarres de las plataformas se sueltan liberándonos después de haber

presenciado nuestro ataque fallido contra uno de sus cruceros.

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Me adelanto para enfrentarme a ellos, aun en contra de las órdenes de mi jefe de

escuadrón. No puedo quedarme quieto sin soportar la idea de que la mejor arma de

la nave no le haya hecho un solo rasguño. Grito de furia mientras disparo sobre la

horda de moscas, sin ningún temor se quedan sobre sus filas, mientras son abatidas

por las balas de mi arma.

Es entonces que lo veo, una enorme esfera de luz blanquecina sale disparada sobre

la misma nave que recibió el impacto del cañón.

Lo último que veo es una hermosa luz.

Ahora estoy flotando a la deriva entre un motón de escombros, sin estar seguro de lo

que paso, revisando los sistemas en busca del crucero o de alguna otra unidad.

Preguntándome si todos han sido aniquilados. El solo pensarlo me llena de coraje.

Algo aparece en mi pantalla. ¿Es una mosca? tal vez venga a darme el golpe de

gracia.

La espero pacientemente hasta tenerla a mi alcance. Esta lista para atraparme entre

sus enormes garras, sin saber que yo también lo estoy para acabar con ella, disparo

mi arma hasta hacerla explotar; por desgracia también termino herido por la

explosión. El diagnostico no es bueno, las reservas de oxigeno están muy bajas y

los niveles de energía casi están agotados sin mencionar una herida en mi pecho

que no para de sangrar

Mi pantalla se llena de varios puntos que van apareciendo en la distancia.

Rio de felicidad. Frente a mí se encuentra el ejército de moscas. No lo pienso, solo

lo hago. Levanto mi arma y comienzo disparar. Al igual que antes. Cientos de luces

se encienden.

Lagrimas recorren mi rostro, con la seguridad de que al final de la luz ella me estará

esperando con la misma sonrisa que me dedico la primera vez que nos conocimos.

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