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PROLOGO
I.2. Teoría subjetiva del valor: condiciones históricas y sociales de su desarrollo moderno.....................5
I. EVOLUCION DE LA TEORÍA
a) La existencia de la utilidad.
¿
∑
1
¿U i X
i
1.
Esta concepción de la utilidad fue dejado a una lado, entre otras cosas
porque asi tratada se vió que no existía relaciones entre las utilidades de los
restantes bienes; cada bien tenía su utilidad independientemente del resto. Fue
reemplazada por la hipótesis de una función "cardinal" de utilidad.
U x * Δ X = W y * Δ Y
U x Y
=
W Y X
Finalmente la función de utilidad, que había adquirido en Gossen un
carácter lineal:
y que Jevons expresa como una sumatoria de utilidades de cada bien por
separado:
En esta etapa que Jevons inaugura, puede sostenerse que el análisis del
valor como problema central de la economía política, es desplazado por el de la
medición de la utilidad y teniendo el consumidor como base de la demanda,
cosa esta que se cumplirá acabadamente en la obra posterior de Alfred
Marshall.
Precisamente con la obra de Marshall se crea el campo de las ideas
generales que dominará como un dato común de la moderna teoría académica,
y que son entre otras: la teoría del consumidor, el excedente del consumidor,
la noción de elasticidad, las curvas de demanda y oferta, precio de equilibrio,
etc.
El marginalismo como nueva interpretación de los objetivos de la
Economía Política había propuesto una completa revisión de esta para
enfrentar a Marx; tal como dice Joan Robinson: "Hacia fines del siglo XIX, el
foco del conflicto social se había desplazado del antagonismo del capitalista y
el terrateniente a la oposición de los trabajadores con los capitalistas. El miedo
o el horror suscitados por la obra de Marx, se vieron exacerbados por el efecto
que en toda Europa produjo la Comuna de París de 1871. Las doctrinas que
sugerían conflictos ya no eran deseables. Las teorías que distraían la atención,
apartándola del antagonismo de clases alcanzaba una buena acogida" (Cfr. J.
Robinson - J. Eatwell, "Introducción a la Economía Moderna", F.C.E., 1976 p.
54).
Marshall, como economista, será una expresión ecléctica de este cuadro
objetivo de la situación social europea y en especial inglesa de esa época. A él
le corresponderá, mejor que a ninguno, dar remate a las nuevas ideas, cosa
que logrará de la siguiente manera.
Primeramente realizará el perfeccionamiento de la estructura teórica
principal en sus conceptos y métodos. En segundo lugar logrará un
refinamiento del aparato analítico sobre todo en el instrumental matemático y
en los supuestos del análisis que en su formulación primera fueron muy
restrictivos. En tercer lugar, realizó una exposición de la economía por medio
del Tratado sistemático (Principles). Los principios teóricos básicos sobre los
cuales se sustentaba el análisis económico disminuyen en su importancia y
profundidad, adquiriéndolo en su lugar el desarrollo de temas menores con un
enorme virtuosismo en el detalle. Y finalmente el consumidor, su conducta y
sus preferencias personales adquieren categoría de axioma indiscutible.
Alfred Marshall, se constituirá en el pilar más poderoso de toda la
economía neoclásica y en el punto de referencia obligado en la formación
académica y en el tratamiento de los problemas de la economía capitalista. A
tal punto llegó esto que, por ejemplo John Maynard Keynes dirá respecto del
problema del valor que "la estéril controversia producida por la oscuridad de
Ricardo y su repercusión en Jevons acerca de los papeles que representan la
demanda y el costo de producción en la determinación del valor , quedó
definitivamente esclarecida. Después de Marshall no quedó nada por decir... la
idea general que sirve de fundamento a la proposición que sostiene que el
valor se fija en el punto de equilibrio de la oferta y la demanda fue desarrollada
y ampliada hasta descubrir todo un sistema de Copernico, conforme con el cual
todos los elementos del universo económico se mantienen en sus lugares por
contrapeso mutuo y acción recíproca" (Véase "Obras Escogidas de A. Marshall",
Introducción de J.M.Keynes, p. LV. F.C.E.).
Y en parte fue así. Marshall aceptó y generalizó el concepto de utilidad
marginal como subyacente en la teoría explicativa de la demanda, pero
rechazó el problema planteado por su medición que le venía de Jevons.
Marshall afirmaba que "no se puede insistir demasiado en que medir
directamente o per se los deseos o la satisfacción que resulta de verlos
cumplidos, es imposible sino inconcebible" (Principles), por lo tanto recurrió al
dinero como una medida no de los deseos sino del móvil de la acción
para satisfacerlos.
Es, pues, con la labor de A. Marshall que se consuma la definitiva
sustitución del análisis del valor como categoría principal de la economía
política por la de la determinación de los precios en el mercado. Para
Marshall valor y precio serán sinónimos. Combinará una explicación de la
productividad marginal de la oferta, basada en la noción de "espera" del
capitalista y la de desutilidad (utilidad negativa) del trabajo para el obrero con
la de la utilidad marginal de la demanda. Ambos factores al actuar
determinaban el precio (valor) de equilibrio: "la teoría general del equilibrio de
la demanda y de la oferta -dirá en sus Principles- es una idea fundamental
que atraviesa las estructuras de las diversas partes del problema central de la
distribución y el cambio".
En realidad, y a pesar de lo manifestado por Keynes, el problema del
valor y de la utilidad seguirá persiguiendo a la economía académica como
preocupación permanente. Si bien es cierto que los principales representantes
de la "nueva" economía aceptaron el principio marginal como idea central,
discreparon con el estilo de las escuelas rivales por el lugar que concedían a la
matemática y en la cuestión de la utilidad como magnitud intensiva, cardinal y
su medición.
La imposibilidad de medirla originará la corriente de tratar el principio de
la utilidad marginal sólo como una magnitud de comparación de bienes y no
de cantidades jerárquicas de ellos, esto es, tomar las utilidades como una
función que refleje escalas de preferencias, "órdenes" diferentes de elecciones
individuales dentro de un conjunto de bienes por parte del consumidor. Nacerá
así el enfoque ordinal de la utilidad, sobre la que finalmente se apoyara la
teoría moderna de la demanda.
U x 1 1-p
=
U x2 p
Sir Denis H. Robertson, alto exponente junto con Joan Robinson y Piero
Sraffa de la Universidad de Cambridge de economía, en la obra de texto antes
mencionada, en su capítulo IV, aborda la cuestión del valor, que considera de
primordial importancia, pues lo que busca es explicar "las fuerzas que
determinan la composición de la renta nacional"; para ello "construirá" una
teoría del valor "...que resultara luminosa para estudiar otros problemas (p.48).
¿ Cómo define Robertson la categoría de valor?.
Del siguiente modo: 1) "valor de un bien en términos de otro es la
cantidad del segundo que se entrega o se obtiene por una unidad del primero;
por ejemplo el numero de kilos de manteca que puede ser cambiado por una
tonelada de términos" (p.49); 2) El valor de un bien en términos de dinero se
denomina su precio...y por ahora podemos considerar el precio de un bien
como medida de su valor en términos de los bienes en general, de modo que
los conceptos de valor y de precio son términos intercambiables (!)
Entonces, una teoría del valor es un intento de explicar las fuerzas que
determinan el valor de un bien en términos de los otros bienes, que
suponemos para nuestros fines, que es idéntico a su valor en términos de
dinero" (valor es igual a precios relativos) idem. p. cit. 3) Pero pocas líneas
más adelante nos alecciona: "comencemos por una afirmación repetida hasta
el hastío: el valor de un bien es un mercado depende de la oferta y la
demanda" (?)( ibid. p. 50).
Tratemos de rescatar solo la concepción esencial del problema. Esto es
la de identificar valor con precio, olvidando el resto. Este enfoque es general
en la economía académica y subyace como un dogma bíblico ya que
sustenta todo análisis del problema. En rigor, esta confusión lamentable, no es
nueva ni caracteriza ya el neoclasicismo, es posible rastrearla en sus orígenes
en el siglo pasado e inmediatamente después del trabajo teórico realizado por
Ricardo.
Fue Samuel Bailey, quien reaccionando vehementemente contra la
teoría ricardiana del valor, planteó esta identificación, junto con otra idea que
tendría un exito mayor todavía a-posteriori en los autores ya vistos: la de que
el valor "es la estima en la cual se tiene a cualquier objeto. Significa,
hablando en propiedad, que es un efecto producido sobre la mente";
es el enfoque "psíquico" del valor como se ve ("Disertación crítica de la
naturaleza, medida y causas del valor, con especial referencia a los escritos del
Sr. Ricardo y sus epígonos", 1825, p. 180 - Cfr. M.H.Dobb "Teoría del valor y la
distribución desde Smith" Edit. Siglo XXI, p. 115).
Respecto del valor y del precio Bailey dirá: "el poder expresar el valor de
las mercancías, no tiene nada que ver con la constancia de sus valores ni si se
compara unas con otras, ni si se comparan con el medio de cambio utilizado. El
poder comparar estas expresiones de valor entre si no tiene nada que ver
tampoco. Que A valga 4 B o 6 B o incluso que C valga 8 B o 12 B, son estas
circunstancias que no cambian el poder expresar el valor de A en C y en B y
por cierto no cambia nada el poder comparar el valor de A y de C una vez que
ésta es expresada...medir el valor es lo mismo que expresarlo... de modo que
muy bien podemos pasar sin saber qué es el valor".
Sobre esta confusión entre valor y precio, entre precio y las funciones
del dinero, es decir, entre el concepto mismo de valor y las formas de su
desarrollo en la mercancía en el proceso de cambio, descansa hoy toda la
construcción teórica, para decirlo de algún modo, de la economía académica
hasta en sus refinamientos más recientes.
Toda la corriente marginalista, desde sus inicios en los mencionados tres
fundadores y sus antecedentes hasta la actualidad en el análisis de Samuelson,
pasando por el enfoque cardinalista y el ordinalista, basan su desarrollo
analítico en exactamente la misma incomprensión que ya manifestara S.
Bailey, aunque en él sea vean todavía atisbos de un tratamiento sobre el
antiguo carril ricardiano y se refiera a planteos sobre el valor y su expresión
que, en definitiva, siguen siendo el fondo del problema conceptual más
importante para toda la economía política como ciencia.
a) El universalismo.
b) El institucionalismo
La teoría de la utilidad marginal como base del valor de las mercancías
y de la economía, recibió también una dura crítica en manos de T. Veblen. El
fue el fundador de la que posteriormente seria la corriente llamada
institucional a instancias de los estudios veblenianos como por ejemplo R.
Commons y W.H. Hamilton.
Veblen focalizó sus críticas en los siguientes puntos: 1) la psicología
hedonista del marginalismo; 2) el dogma del equilibrio automático de la
economía y 3) la institución de la propiedad privada no tenida en cuenta por el
marginalismo.
A Veblen la concepción hedonista del marginalismo con su construcción
de un abstracto "homo oeconomicus" le parecía un ridículo mecanicismo
analítico que se apoyaba en una falsa psicología "Según la concepción
hedonista del marginalismo, el hombre es un calculador general de los placeres
y de las penas que, como una especie de glóbulo homogéneo, hecho de deseo
y de felicidad, oscila bajo el impulso de estimulantes que lo pasean por todas
partes, aunque sin deformarlo. No tiene pasado ni futuro. Es un hecho humano
aislado, inmutable, en equilibrio estable, salvo bajo el contragolpe de ciertas
fuerzas actuantes que lo desplazan en un sentido o en otro" (Véase E.James,
op.cit. p . 101).
Con respecto al punto 2) Veblen consideraba que los supuestos
mecanismos reguladores del mercado hacia un equilibrio, no se fundaban en
absoluto en ninguna comprobación empírica de espontánea marcha hacia ese
punto. Esto era, según afirmaba, un articulo de pura creencia dogmática como
la "mano invisible" de Smith. Y en cuanto al último punto, Veblen sostuvo de
modo categórico que la ciencia económica debía tener como punto central de
su análisis, el nacimiento y desarrollo histórico de la institución de la propiedad
privada, porque de ella se derivan todas las demás actividades económicas.
De hecho, Veblen no realizó críticas "técnicas" al marginalismo, sino de
naturaleza global a los puntos de partida "sociológicos". No fue un pensador
sistemático y su influencia real en la economía y en las polémicas teóricas fue
escasa cuando no directamente nula en su país: fue un heterodoxo y su
virulenta crítica de la propiedad privada lo hizo en su país y fuera de él
"indigerible" para la economía académica y lo es aún hoy.
b) El análisis cualitativo.
Se ha hecho referencia al tratamiento del tema del valor por parte del
marginalismo, tanto antiguo como moderno. Este resuelve el valor de las
mercancías en "utilidad" y a partir de allí estudia el cambio como enajenación
de cantidades de valores de uso (o de "utilidades") apareciendo el valor como
dependiente de las estimaciones puramente subjetiva de las cantidades
marginales que se requieren para satisfacer necesidades.Así planteado el
problema, el subjetivismo desemboca inevitablemente en un dilema que hasta
ahora se le ha revelado como insoluble: si el valor de las mercancías descansa
en la utilidad subjetivamente considerada; si esto hace posible el cambio; si el
cambio se efectúa en cantidades determinadas de bienes económicos ¿cómo
se mide o cómo hacen los intervinientes en el proceso de cambio para medir lo
que cambian? ¿cuál es la unidad de medida que rige el proceso?.
La imposibilidad de resolver el problema de modo científico llevó al
subjetivismo a rechazar la utilidad y partir directamente del precio para sus
análisis, negando todo sentido critico a cualquier teoría del valor por carecer
según sus sostenedores de operatividad. Pero subyaciendo a esta imposibilidad
en la que desembocó el subjetivismo, se halla en realidad una exigencia justa
aunque este mal planteada y peor resuelta: la de hallar en el concepto de valor
como elemento determinante y primigenio, un contenido real, general y
sustancial, esto es, una cualidad característica de toda mercancía, que
por otra parte debe ser anterior a cualquier "medida", a cualquier
determinación cuantitativa.
Para decirlo de otro modo, primero se debe saber qué es lo que se
mide, ¿cantidades de qué? La respuesta a este interrogante crucial no
puede ser ¡cantidades de mercancía! ya que esto seria una mera tautología por
una parte, pero por otra significaría, en el mejor de los casos, que se toman las
mercancías como valores de uso pura y simplemente, por ejemplo, 2 mts. de
tela se cambian por 1 par de sandalias (2 mts. de tela valen 1 par de
sandalias, o bien 2 mts. de tela = 1 par de sandalias), que pasan de un
propietario a otro, o sea, cierta cantidad de productos y nada más.
Pero ¿por qué en esa cantidad y no en otra? Esta pregunta ya plantea de
inmediato la cuestión siguiente ¿qué determina el cambio en esa cantidad y no
en otra? La formulacion misma del problema obliga a ir mas allá de la mera
"obviedad" del cambio de cantidades de productos (bolsas, kilos, metros,
pares, etc.) Esta exigencia es, pues, justa pero no debe confundirse, en el
análisis, con la necesidad inmediata de un examen cuantitativo, que es lo que
hace también la economía clásica objetiva. Partir analíticamente de la faz del
cambio inmediato, sin efectuar el análisis de nivel cualitativo del valor que lo
vuelve posible, es el defecto de todo análisis de la economía burguesa en
general.
Esta será la tarea que se impondrá Marx, por ser una exigencia que
impone la realidad del desarrollo de la economía mercantil para poder explicar
su faz mas desarrollada: la formación capitalista de producción de mercancías.
Para Marx, como para toda la escuela clásica objetiva, las mercancías tienen
valor porque son productos del trabajo, la sustancia es el trabajo, o para mejor
expresarlo; el tiempo de trabajo que socialmente se ha insumido para la
producción de mercancías constituye la unidad de éstas, este es su elemento
idéntico; bajo este aspecto las mercancías son cualitativamente idénticas y
sólo se diferencian cuantitativamente.
Esto suministra la clave analítica para la solución de múltiples problemas
que se presentarán con posterioridad. El trabajo como fundamento del valor de
las mercancías es "medible", no se trata de un ente metafísico o un fantasma
huidizo, incomprensible, como es el caso de la utilidad de la escuela subjetiva.
el análisis debe reconocer previamente que las proporciones (magnitudes) en
que se cambian las mercancías, lo son de algo que es igual en todas ellas, o
sea que son magnitudes de igual contenido cualitativo (o contenido sustancial,
sin que esto signifique aludir a entidad metafórica o metafísica alguna).
Pero el razonamiento debe continuar hasta la determinación específica
de ese trabajo, independientemente de la etapa, necesaria, de su medición; y
es en esta fase que Marx supera la economía burguesa. Marx descubrirá que el
trabajo simultáneamente en su despliegue activo produce un objeto mercantil
como valor de uso y como valor, denominará al primero trabajo concreto y al
segundo trabajo abstracto (trabajo en general, trabajo social) que se mide por
la cantidad de tiempo empleado en la producción. Suministra de este modo la
clave fundamental de la comprensión global del modo capitalista de
producción y por tanto la clave decisiva para la crítica de la economía política
burguesa.
La mercancía es unidad de valor de uso y valor. Cabe decir que la
mercancía en su existencia como producto del trabajo presenta la dualidad de
ser un objeto útil, visible, apto para satisfacer necesidades y que al mismo
tiempo posee una aptitud para el cambio, aptitud o propiedad intangible pero
no por ello menos real. De manera que 1) como modo de existencia material la
mercancía es un valor de uso 2) como modo de existencia del tiempo de
trabajo es un valor y 3) como modo de existencia de un determinado quántum
del tiempo de trabajo es magnitud de valor específico, o sea, es valor de
cambio. Ahora sí el siguiente paso analítico requiere el estudio de ese
quántum de trabajo que expresa o se halla contenido en la mercancía.
c) El análisis cuantitativo.
D.-Forma de dinero.
Como es posible ver Marx no tiene una "teoría" del valor sino un
análisis genético de la mercancía. El sujeto analítico no es "el valor" sino la
mercancía, pero debe aclararse no el vocablo mercancía sino la categoría que
es la expresión del producto mismo (valor de uso) como expresión social del
proceso real y general de la producción masiva capitalista.
No es una teoría del valor en el sentido de elucubraciones (literarias o
matemáticas) sobre la palabra "valor" como el mismo Marx por otra parte lo
expone conscientemente en sus Glosas marginales al Tratado de Economía
Política de Adolf Wagner (Ver El Capital, edic. Cartago, tomo I, p.696), esto
significa que no es la sustantivación del concepto lo que se investiga; no hay
nada que se parezca a un enfoque del valor considerado como una entidad
metafísica, cual un absoluto o como un "valor absoluto" cuyos arcanos deben
ser develados por la intuición intelectual, la Razón o la Idea.
Digamos que esta forma del análisis realizado por Marx, sobre todo la
exposición cualitativa, es el más incomprendido por sus detractores, y a partir
de esta incomprensión se le achacan a Marx una serie de ideas y pensamientos
que están muy lejos de su real investigación. No entender esto, por ejemplo,
ha llevado a que una economista tan notable por otros conceptos como Joan
Robinson, expusiera su concepción sobre el valor en los siguientes términos:
"uno de los grandes conceptos metafisicos de la economía esta expresado por
la palabra "valor". ¿Qué es el valor y de dónde proviene? No significa utilidad (o
sea el provecho que nos proporcionan los bienes). No significa tampoco precio
de mercado, que varía de una época a otra influído por accidentes casuales. Ni
es, por otra parte, un simple promedio histórico de los precios que se dan a
cada momento; de hecho no se trata solamente de un precio, sino de algo que
explica el proceso de formación del precio. ¿Qué es entonces? ¿Dónde hemos
de encontrarlo? Al igual que el resto de los conceptos metafísicos, tan pronto
intentamos concretizarlo, resulta ser nada mas que una simple palabra."
(J, Robinson, Filosofía Económica,, Aguilar, pp.33-34).
Cierto es que la señora Robinson manifiesta poco mas adelante en la
misma obra que "esto no quiere decir que los problemas surgidos en la
búsqueda de las causas del valor están en modo alguno vacío de significado",
pero en rigor parece mas bien una mera formula de "politesse" académica que
como una verdadera posición analítica. En verdad está dictada por la posición
filosófica en materia de gnoseología de la autora, quien adscribía a la línea
neopositivista de Cambridge que había suavizado los radicales planteos
antimetafisicos del Circulo de Viena, concediendo a los "conceptos metafísicos"
cierta importancia reguladora del análisis pero sin valor heurístico para la
ciencia positiva.
No estará demás advertir que toda la posición de la señora Robinson, su
planteo, sus preguntas y sus rechazos apresurados, no son sino evidencias
precisamente de lo que pretende censurar: es ella quien considera el valor
como una "entidad", como un "algo" (¿Dónde lo encontraremos? dice), aún
más preguntamos nosotros ¿dónde está su investigación positiva que
demuestre su "intento de concretizarlo"? expresión ésta que , suponemos,
quiere decir aprehenderlo ya que sería cuando menos sorprendente querer
¡¡concretizar un concepto!! Esta posición escéptica en torno del concepto
objetivo de valor como ya se ha visto en capítulos precedentes, no es
novedosa ni original. Samuel Bailey es el antecesor directo en el siglo XIX de
toda esta corriente que critica la búsqueda de un "valor absoluto" y la tacha de
metafísica. La incomprensión teórica de la economía burguesa en esta tema
viene de lejos como se puede ver.