Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
A España
¿Quién prevalece en la guerra?
Inglaterra
Francia
Tonadilla popular[19]
La rendición de Bailén, por José Casado del Alisal, pintura de historia sobre la
Batalla de Bailén de 1808, con una composición basada en La rendición de
Breda, de Velázquez.
En los territorios españoles de América, las noticias de 1808 causaron una movilización
social semejante sólo en parte a la que ocurrió en la Península. El vacío de poder fue
también cubierto con Juntas locales, que también fueron derivando en posturas cada vez
más revolucionarias. En su caso, caracterizadas por el independentismo cada vez más
obvio del grupo social de los criollos, que culminó en declaraciones de independencia.
La acogida a los diputados americanos en las Cortes de Cádiz, que concibió la nación
española definida en la Constitución como la reunión de los españoles de ambos
hemisferios,[27] no representó una oferta lo suficientemente atractiva como para impedir
que los movimientos independentistas, apoyados por Inglaterra, siguieran el ejemplo de
las anteriores emancipaciones de Estados Unidos y Haití, negándose a ningún tipo de
solución intermedia que no fuera la independencia absoluta. La imposición militar de la
autoridad española sobre los núcleos independentistas no consiguió ser los
suficientemente sólida, especialmente tras el pronunciamiento de Rafael del Riego en
Cabezas de San Juan (enero de 1820), que desvió hacia el conflicto interno peninsular
las tropas previstas para ser embarcadas hacia América. Las campañas de Simón
Bolívar desde Venezuela y José de San Martín desde Argentina acorralaron en los
Andes centrales a las últimas tropas españolas, que fueron derrotadas definitivamente en
la Batalla de Ayacucho (9 de diciembre de 1824). La independencia de México y
América Central se produjo de forma autónoma y relativamente pacífica,
estableciéndose el mandato personal, con título de Emperador, de Agustín de Iturbide.
Sólo Cuba y Puerto Rico, además de Filipinas, quedaron sujetas a la metrópoli,
situación que duraría hasta 1898.
Tampoco los militares se libraron de la purga, consciente el rey de que no podía fiarse
de la mayor parte de un ejército que ya no era la institución estamental del Antiguo
Régimen, sino formado en su mayor parte por jóvenes promocionados por méritos de
guerra, hijos segundones que en otras circunstancias se hubieran convertido en clérigos,
o incluso antiguos clérigos que habían colgado sus hábitos, o guerrilleros de cualquier
origen social. Muchos de los que no salieron al exilio fueron encarcelados, desterrados o
perdieron sus cargos (como el Empecinado). Más fiabilidad para el control social se
esperaba de una institución restablecida: la Inquisición.
La brevedad del periodo hizo que la mayor parte de la legislación del trienio no se
llegara a hacer efectiva (la ley de venta de realengos y baldíos para los campesinos, el
nuevo sistema fiscal proporcional, etc.) Únicamente cuestiones como la articulación del
mercado nacional, eliminando las aduanas interiores y estableciendo un fuerte
proteccionismo agrario, tuvieron alguna continuidad. También la nueva división
provincial, que no obstante no se hizo efectiva hasta 1833.
La camarilla absolutista (el grupo cercano a la cámara real, que se vio sometido a un
mecanismo de selección inversa[29] ) se vio incapaz de solucionar la apremiante
situación hacendística, sobre todo en ese momento, al haber perdido los ingresos de las
colonias. No había más remedio que recurrir a políticos ilustrados. De la actividad
técnica de éstos surgieron la ley de minas, los aranceles proteccionistas para la industria,
la promulgación del Código de comercio (1829) o la división provincial de Javier de
Burgos (1833). Las tímidas transformaciones económicas estaban en la práctica
abriendo la puerta al liberalismo. Tampoco los absolutistas podían contar con el apoyo
exterior: la revolución de 1830 había establecido en Francia una monarquía burguesa (la
de Luis Felipe, el rey de las barricadas).
Primera Guerra Carlista (1833-1840). Zonas de mayor intensidad del carlismo Zonas
con simpatizantes carlistas Principales asedios carlistas.
Centros liberales del norte.
Principales centros carlistas.
Batallas.
El 29 de septiembre de 1833, la hija de Fernando VII, Isabel II, heredaba la corona sin
haber cumplido los tres años, bajo la regencia a su madre María Cristina. La negativa a
aceptar la sucesión por parte de los carlistas inició una verdadera guerra civil en la que
los dos bandos dibujaban una fractura ideológica y social: en un bando, los partidarios
del Antiguo Régimen, que a grandes rasgos eran la mayor parte del clero, y buena parte
de la baja nobleza y de los campesinos de la mitad norte de España; en el otro, los
partidarios del Nuevo Régimen, que a grandes rasgos eran las clases medias y la plebe
urbana (encabezadas por los mas concienciados políticamente: unos 13.000 exiliados a
los que una nueva amnistía permitió regresar, numerosos presos que fueron
excarcelados, los nuevos dirigentes locales surgidos de las elecciones municipales de
noviembre, y la mayor parte de la oficialidad del ejército, a la que se permitió acceder a
los puestos clave en el mando).[30] La aristocracia se dividió siguiendo criterios de
oportunidad, de implantación en el territorio y de posición en la corte. Muchas familias
quedaron dolorosamente divididas, y en extensas zonas se evidenció geográficamente el
enfrentamiento al quedar las ciudades, donde se organizaban juntas y se reclutaban
milicias nacionales liberales, rodeadas por un campo donde se armaban partidas
carlistas (los voluntarios realistas habían quedado disueltos). La movilización popular
parecía recordar, en ambos bandos, la de 1808, en un caso con un espíritu claramente
revolucionario, en el otro claramente reaccionario.
En la corte, los gobiernos de signo más o menos liberal (Cea Bermúdez -absolutista
moderado-, Martínez de la Rosa -liberal moderado-, Mendizábal, Istúriz y Calatrava -
liberales progresistas-, que inauguraron el título de Presidente del Consejo de Ministros
de España -anteriormente se usaba el de Secretario de Estado-) no conseguían una
victoria decisiva en la guerra y se enfrentaban a graves aprietos financieros, que no se
pudieron encauzar hasta la desamortización eclesiástica o de Mendizábal, una decisión
trascendental: al mismo tiempo que privaba de recursos económicos al principal
enemigo social e ideológico del Nuevo Régimen (el clero), construía una nueva clase
social de propietarios agrícolas de origen social variado -nobles, burgueses o
campesinos enriquecidos, que en la mitad sur de España conformaron una verdadera
oligarquía terrateniente- que le debían su fortuna; y al aceptar como medio de pago en
las subastas los títulos de la deuda pública, revalorizaba ésta y permitía la restauración
del crédito internacional y la sostenibilidad hacendística (garantizada en un futuro por
las contribuciones a pagar por esas tierras, antes exentas fiscalmente y ahora liberadas
de las manos muertas que las apartaban del mercado). La abolición del régimen señorial
no significó (como había ocurrido durante la Revolución francesa con el histórico
decreto de abolición del feudalismo de 4 de agosto de 1789) una revolución social que
diera la propiedad a los campesinos. Para el caso de los señores laicos, la confusa
distinción entre señoríos solariegos y jurisdiccionales, de origen remotísimo e
imposible comprobación de títulos, terminó llevando a un masivo reconocimiento
judicial de la propiedad plena a los antiguos señores, que únicamente vieron alterada su
situación jurídica y quedaron desprotegidos ante el mercado libre por la desaparición de
la institución del mayorazgo (es decir, que quedaban libres para vender o legar a su
voluntad, pero también expuestos a perder su propiedad en caso de mala gestión).
El texto siguió en vigor hasta que el motín de los sargentos de la Granja (12 de agosto
de 1836) obligó a la reina regente a reponer la vigencia de la Constitución de 1812. Al
año siguiente se recondujo la situación con un texto más conservador: la Constitución
española de 1837 que, aunque basada en el principio revolucionario de la soberanía
nacional, establecía un equilibrio de poderes entre Cortes y Corona favorable a ésta, y
mantenía el bicameralismo (con los nuevos nombres de Congreso y Senado). El sistema
electoral, aunque introducía por primera vez la elección directa, seguía siendo favorable
a los más ricos (un sufragio censitario sólo ligeramente ampliado: 257.908 electores, un
2,2% de la población). Se sustituyó la confesionalidad por el reconocimiento de la
obligación de mantener el culto y los ministros de la religión católica que profesan los
españoles.[33] Se produjo en ese momento la escisión entre liberales moderados (muchos
de ellos antiguos exaltados del trienio, evolucionados hacia el moderantismo) como el
conde de Toreno, Alcalá Galiano y el general Narváez, que disfrutaron de la confianza
de la Regente y formaron gobierno hasta 1840 (Evaristo Pérez de Castro); y progresistas
como Mendizábal, Olózaga y el general Espartero (marginados de esa confianza, pero
cuyo apoyo político y militar continuó siendo decisivo).[34]
Al quedar los carlistas sin apoyo internacional y sin recursos, el general Maroto se avino
a negociar la paz con Espartero (el abrazo de Vergara, 31 de agosto de 1939), dando a
la oficialidad carlista la posibilidad de integrarse en el ejército nacional. La mayor parte
de la nobleza carlista pasó a aceptar, con mayor o menor gusto, la nueva situación. Otra
circunstancia definitoria del Nuevo Régimen, el centralismo político frente al
reconocimiento carlista de los fueros, quedaba mitigado para las Provincias
Vascongadas y Navarra (la ley de 25 de octubre de 1839, en vez de abolir los fueros, los
confirmaba sin perjuicio de la unidad constitucional de la Monarquía).[35] El foco
carlista de Morella (Ramón Cabrera) resistió varios meses más (30 de mayo de 1840).
El pintor Antonio María Esquivel retrató en este cuadro de 1846 a toda una generación
de literatos románticos, reunidos en su taller para escuchar una lectura de José Zorrilla,
ante el retrato de Espronceda (muerto en 1842).[37]
Artículo principal: Literatura española del Romanticismo
Baldomero Espartero.
La regencia le fue confirmada a Espartero por una votación de las Cortes (8 de marzo de
1841), que también consideraron la posibilidad de otorgársela a otros candidatos, o a
una terna.
El compromiso alcanzado en Vergara con los fueros vascos se rompió con la ley de 29
de octubre de 1841, que los abolía en su totalidad.[38]
Se procuró incentivar la actividad económica aplicando los principios librecambistas, lo
que atrajo inversiones de capital extranjero (principalmente inglés, francés y belga) a
sectores como la minería y las finanzas. Las nuevas desigualdades originaron la
denominada cuestión social. El naciente núcleo industrial textil catalán, que ya había
presenciado el surgimiento de movilizaciones obreras (la fábrica El Vapor, de los
hermanos Bonaplata, inaugurada en 1832 ya había sufrido un ataque de carácter ludita
en 1835 -coincidiendo con la quema de conventos); al tiempo que continuaba su
proceso de modernización tecnológica (recepción de las selfactinas, que más tarde
ocasionarían conflictos),[39] acogía ahora los principales apoyos a la parte más radical
del liberalismo progresista (los futuros demócratas y republicanos, aún no presentados
con esas denominaciones). Los intereses proteccionistas tanto de patronos como de
obreros, convirtieron Barcelona en un foco de protestas contra Espartero, que llegó a la
sublevación. El regente optó por la represión más violenta, bombardeando la ciudad el 3
de diciembre de 1842 y ejecutando posteriormente a los líderes de la revuelta.
El problema de renovar la regencia se obvió al decidir que Isabel podía ser declarada
mayor de edad (10 de noviembre de 1843) y ejercer por sí misma sus funciones; que
enseguida demostraron estar en plena sintonía con el moderantismo, tras un periodo de
intrigas parlamentarias protagonizadas por el progresista Salustiano Olózaga y Luis
González Bravo (pasado a las filas moderadas), que se saldó con el triunfo de éste y el
exilio de Olózaga. Hubo incluso un fallido pronunciamiento militar de carácter
progresista (la Rebelión de Boné, en Alicante, de enero a marzo de 1844).
El general Ramón Narváez quedó como líder del partido moderado y asumió la
presidencia del consejo de ministros (3 de mayo de 1844), comenzando una época de
estabilidad política en la que los progresistas quedaron relegados a la oposición sin
posibilidades de acceder a las posiciones de poder que se negociaban en las camarillas
palaciegas.
El Concordato de 1851 restableció las buenas relaciones con la Santa Sede. El Papa
reconoció a Isabel II como reina (distinguiéndola con la rosa de oro, la principal
condecoración papal) y aceptó la pérdida de los bienes eclesiásticos ya desamortizados,
tranquilizando las conciencias de sus compradores. A cambio el Estado español se
comprometió a mantener el presupuesto de culto y clero con el que se cubrirían las
necesidades del clero secular; así como garantizar la catolicidad de la enseñanza, en la
que la Iglesia tendrá un papel decisivo, así como en la censura de las publicaciones. La
corte de Isabel II se convirtió en una verdadera corte de los milagros a causa del
ascendiente que sobre la reina alcanzaron algunos religiosos (San Antonio María Claret
y Sor Patrocinio, la monja de las llagas). La confluencia de la intelectualidad católica y
tradicionalista con el moderantismo dio lugar al movimiento de los neocatólicos
(Marqués de Viluma, Donoso Cortés, Jaime Balmes).
•
Juan Bravo Murillo.
Nosotros queremos la conservación del trono, pero sin camarilla que lo deshonre;
queremos la práctica rigurosa de las leyes fundamentales, mejorándolas, sobre todo la
electoral y la de imprenta; queremos la rebaja de los impuestos, fundada en una estricta
economía; queremos que se respeten en los empleos militares y civiles la antigüedad y
los merecimientos; queremos arrancar los pueblos a la centralización que los devora,
dándoles la independencia local necesaria para que conserven y aumenten sus intereses
propios, y como garantía de todo esto queremos y plantearemos, bajo sólidas bases, la
Milicia Nacional...
Las Juntas de gobierno que deben irse constituyendo en las provincias libres; las Cortes
generales que luego se reúnan; la misma nación, en fin, fijará las bases definitivas de la
regeneración liberal a que aspiramos. Nosotros tenemos consagradas a la voluntad
nacional nuestras espadas, y no las envainaremos hasta que ella esté cumplida.
El apoyo masivo del ejército no llegó hasta que Espartero aceptó encabezar la iniciativa.
La reina le nombró presidente del consejo de ministros y se formó un gabinete
progresista.
La crisis económica de 1857 llevó a Narváez a dimitir, siendo sucedido por los breves
gobiernos de Armero e Istúriz.
La batalla de Tetuán, por Dionisio Fierros Álvarez (1894). La batalla tuvo lugar el 31
de enero de 1860.
El 30 de junio de 1858, O'Donnell formó un nuevo gobierno, que junto con el siguiente
conformarían los de más larga duración de la época, hasta principios de 1863. Durante
este periodo se mantuvo la recuperación económica y se controló la corrupción electoral
y la propia desunión en el partido.
La crisis política se complicó con una grave crisis económica (los valores españoles
caían en la bolsa de París, y el negocio ferroviario se deterioraba). Los militares
progresistas y demócratas intentaron de nuevo la salida del pronunciamiento, con
sucesivos fracasos (el general Prim en Villarejo de Salvanés y los sargentos del cuartel
de San Gil el 22 de junio de 1866). La reacción de Narváez fue actuar con mano dura
con la oposición política (disolución de las Cortes, exilio del general Serrano y de los
Montpensier) e intelectual (cierre de las Escuelas de Magisterio y destitución de
profesores agnósticos como Emilio Castelar -la denominada cuestión universitaria- que
había provocado la protesta estudiantil de la Noche de San Daniel -10 de abril de 1865-,
saldada con catorce muertos y un centenar de heridos).
Las dos principales figuras del periodo mueren en un breve intervalo (Leopoldo
O'Donnell el 5 de noviembre de 1867 y Ramón María Narváez el 23 de abril de 1868).
De éste se cuenta que, en su lecho de muerte, al solicitarle el sacerdote que perdonase a
sus enemigos, respondió Padre, no tengo enemigos; los he matado a todos.[50]
•
Alejandro Mon.
Las etapas del Sexenio, dibujo satírico de Tomás Padró para La Flaca (1874).
Serrano, al asumir la jefatura del gobierno provisional como una regencia (18 de junio),
procuró moderar la deriva extremista de la revolución disolviendo las juntas y
declarando que la monarquía seguiría siendo la forma de gobierno; y convocó
elecciones a Cortes. Entre las primeras medidas se produjo la supresión del impuesto de
los consumos, se proclamó el fin de las quintas de reclutamiento y se estableció el
sufragio universal masculino. Las órdenes religiosas que operaban desde 1837 quedaron
disueltas, cerrando monasterios y confiscando sus bienes, y se realizó un inventario de
los objetos de arte de las iglesias, que pasaron a engrosar el patrimonio nacional; la
orientación anticlerical del nuevo régimen provocó la ruptura de las relaciones con la
Santa Sede.
Desde el principio, el nuevo gobierno tuvo que hacer frente al estallido del problema
colonial cubano, largo tiempo gestado y en el que se complicaban las peticiones de
autonomía local con el problema de la abolición de la esclavitud (constantemente
retrasada por la influencia del grupo de presión esclavista, dominante en las esferas
económicas -Antonio López, futuro Marqués de Comillas-, mientras que el grupo
antiesclavista dominaba en el ambiente intelectual -Julio Vizcarrondo, Rafael María de
Labra-). La guerra abierta estalló el 10 de octubre de 1868 con el Grito de Yara
(Céspedes), que aprovechó la revolución en la metrópoli para declarar la
independencia.[52]
A falta de rey, Serrano se convirtió en regente, mientras Prim formó los primeros
gobiernos, con Sagasta y Ruiz Zorrilla en los principales ministerios. Sagasta, desde el
ministerio de gobernación, reprimió los focos de federalismo que se mantenían activos
desde la revolución. Se encargó al ejército (general Antonio Caballero de Rodas) la
represión de los levantamientos republicanos en Andalucía, Extremadura, Cataluña y
Aragón, que para octubre de 1869 habían quedado liquidados.
El problema cubano se intentó remediar en 1870 con dos medidas voluntaristas, pero
poco eficaces: la Ley Moret, que pretendía una abolición progresiva (libertad de
vientres -al nacer- y libertad de los esclavos al alcanzar los 60 años de edad), y la
concesión de autonomía para Puerto Rico.
En esa misma ciudad, el principal centro industrial de España y la ciudad que contaba
con una clase obrera más numerosa, había alcanzado notable eco el el internacionalismo
proletario tras la llegada en 1868 de Giuseppe Fanelli, recibido por la izquierda
demócrata y republicana (Fernando Garrido, que en el exilio se había decantado ya por
el socialismo -La Democracia y el Socialismo, con prólogo de Mazzini- y José María
Orense, su principal polemista, desde un republicanismo individualista). A su
influencia, y a la actividad de los primeros líderes locales, como Anselmo Lorenzo,
Francisco Mora y Tomás González Morago, se debe la convocatoria del Congreso de
Barcelona o I Congreso de la Federación Regional Española -FRE- donde se creó la
Sección Española de la Asociación Internacional de Trabajadores, 1870; mientras que
en el Congreso de Zaragoza de 1872 se produjo la ruptura entre marxistas o socialistas y
bakuninistas o anarquistas, al igual que había sucedido en el Congreso de La Haya del
mismo año. El predominio del anarquismo en España era muy evidente en este periodo,
debido tanto a su más temprana llegada (Fanelli era próximo a Bakunin, mientras que
Paul Lafargue -que llegó más tarde a España, tras la derrota de la Comuna en 1871- era
yerno de Marx y fue el introductor del marxismo) como a las condiciones objetivas que
presentaba un país con una industrialización más débil, con predominio de la fuerza de
trabajo agrícola, y de posición periférica en el capitalismo europeo (similar al caso
ruso). La difusión de las distintas organizaciones e ideologías del movimiento obrero
español se produjo inicialmente por los núcleos industriales catalanes y valencianos, y
en el campo andaluz (de predominio anarquista); mientras que los núcleos madrileño y
vasco, de implantación posterior, tuvieron predominio socialista. Las reivindicaciones
iniciales incluían, además de cuestiones de naturaleza laboral, cuestiones políticas como
la libertad de reunión y de asociación; mientras que, en el campo, la gran esperanza que
se planteaba como una solución redentora a las míseras condiciones de vida, era el
reparto de la tierra entre los jornaleros. El factor movilizador más importante fueron las
protestas antimilitaristas, que en ocasiones se convirtieron en verdaderas sublevaciones,
como la de Jerez de marzo de 1869, reprimida de forma sangrienta por el ejército.[53]
Fernando Garrido, Élie Reclus, Jose María Orense (sentado), Aristide Rey y
Giuseppe Fanelli, fotografía de 1869.
Los principales líderes del periodo fueron del partido progresista, que se escindió en el
Partido Constitucional de Sagasta, aliado con alfonsinos y unionistas; y el Partido
Radical en torno a Ruiz Zorrilla, que buscó apoyos en todo el espectro de las Cortes,
desde los republicanos hasta los carlistas. Los grupos así establecidos se enfrentaron a
propósito de temas sociales, como la abolición de la esclavitud y el problema de la la
Internacional. Sagasta acusaba a la organización de provocar constantes levantamientos,
y la ilegalizó. Ruiz Zorrilla se empeñó en abolir la esclavitud, para lo que el apoyo del
rey, cuya opinión antiesclavista era notoria, no fue determinante, dada su situación
institucional. El grupo de presión proesclavista continuó con su política de
obstaculización por todos los medios, que incluyeron la subvención económica a la
sublevación carlista y contactos con los alfosinos de Cánovas (cuyo propio hermano era
un destacado líder de los negreros).
Amadeo, deseoso de encontrar una causa para renunciar al trono y volver a Italia, la
encontró en una grave crisis entre el gobierno de Ruíz Zorrilla y el cuerpo de artillería.
El rey expresó su apoyo a los militares, y el Congreso al gobierno, con lo que Amadeo I
quedó justificado para presentar su abdicación el 11 de febrero de 1873. Esa misma
noche, las Cortes, conscientes sus diputados de la imposibilidad de encontrar ningún
candidato para ocupar el trono vacante, proclamaron la Primera República Española.[52]
Alegoría de la Primera República Española. Las letras "RF" entre hojas de laurel son las
iniciales de "República Federal". Tanto en ese aspecto como en muchos otros, la
iconografía elegida era muy similar a la de la República Francesa (el gorro frigio, la
figura femenina -en Francia denominada Marianne, y en España la Niña Bonita-,[55] el
lema Libertad, Igualdad, Fraternidad -en el triángulo-, incluso el gallo). Se
complementa con alegorías de las distintas actividades económicas, ciencias y artes
(algunas indicativas del progreso y la modernidad, como la telegrafía y la fotografía).
Los colores de la bandera eran los mismos que la bandera usada por la monarquía (sólo
se sustituyó en el escudo la corona real por una corona mural). Fue la Segunda
República Española la que introdujo una bandera diferente, sustituyendo la franja
inferior roja por otra de color morado.
Estanislao Figueras, republicano moderado, fue elegido por las Cortes como Jefe del
Poder Ejecutivo, y formó gobierno exclusivamente con republicanos de ambas
tendencias (Castelar, Pi -que actuaba como hombre fuerte del gobierno desde el
ministerio de Gobernación-, Salmerón y el general Acosta -ministro de Guerra-). Con
sus primeros decretos se abolieron los títulos de nobleza, se reorganizaron los
Voluntarios de la Libertad y se anunciaba una próxima abolición de la esclavitud,
además de convocar una Asamblea Constituyente. El proyecto de Constitución de 1873
se fue elaborando con dificultad y no llegó a entrar nunca en vigor. Establecía una
República federal de 17 Estados y varios territorios de ultramar, cada uno con su propia
Constitución. Los municipios tendrían una Constitución local y división de poderes
entre alcaldía, ayuntamientos y tribunales locales. En el Estado central, el poder
ejecutivo lo ejercería un jefe de gobierno nombrado por el Presidente. El legislativo lo
desempeñarían dos cámaras, ambas de elección directa, con un Senado formado por
cuatro representantes de cada Estado, y un Congreso con un diputado por 50.000
habitantes. El judicial lo presidiría un Tribunal Supremo constituido por tres
magistrados de cada Estado. Se confiaba al Presidente un llamado poder de relación
con los demás poderes y los Estados Federales. La separación Iglesia-Estado era
total.[52]
Salmerón asumió el ejecutivo con una decisión que terminará siendo fatal para la
continuidad de la República: reprimir la sublevación cantonal mediante el ejército, que
estaba bajo el control de generales alfonsinos (monárquicos partidarios del príncipe
Alfonso, hijo de Isabel II). Pavía fue enviado a Andalucía, Martínez Campos a Valencia
y López Domínguez a Cartagena. Salmerón dimitió el 7 de septiembre tras negarse a
firmar las condenas a muerte de unos militares cantonalistas, atrapado entre las opuestas
presiones de su propio partido (Eduardo Palanca) y de los militares (Pavía).[56]
Simultáneamente había estallado una crisis internacional que implicaba a Estados
Unidos y el Reino Unido en el conflicto cubano como consecuencia del apresamiento en
Cuba del buque Virginius y el fusilamiento de 53 de sus tripulantes, entre ellas
ciudadanos estadounidenses y británicos.
•
Emilio Castelar, cuarto Presidente; en el periodo de la Restauración presionó a
Sagasta para que restableciera las libertades conseguidas durante el Sexenio a
cambio de su apoyo.
Alfonso XII.
La regente María Cristina de Habsburgo-Lorena.
Dibujo satírico sobre el pucherazo. Sagasta aparece sobre un embudo (referencia a la ley
del embudo) con el cartel sufragio universal, encabezando una procesión de elementos
de alteración de los resultados electorales (lázaros -votantes fallecidos-, intimidación a
cargo de militares, guardias civiles -tricornio y sable- y oscuros personajes -embozados
y con porras-, votos cautivos en urnas-jaula, etc.) Publicado por Tomás Padró Pedret en
La Flaca (revista desaparecida en 1876). El sufragio universal no se restauraría hasta
1890.
Práxedes Mateo Sagasta, fundador del Partido Liberal y siete veces presidente de
gobierno. Fue también ingeniero, un destacado masón y Gran Maestre del Gran
Oriente de España.
Para la estabilidad del sistema político, Cánovas, que organizó en su torno el Partido
Liberal-Conservador, era consciente de la necesidad de contar con una oposición
dinástica, es decir, fiel a la monarquía parlamentaria alfonsina. En 1879 Sagasta,
apoyado por Emilio Castelar, creó el Partido Liberal-Fusionista que integraba a
progresistas y demócratas desencantados con el republicanismo. A partir del pacto de El
Pardo (24 de noviembre 1885, ante la posibilidad de que estallara una crisis política a la
muerte de Alfonso XII) el acuerdo entre Cánovas y Sagasta estableció un turnismo casi
automático para que ambos partidos se sucedieran en el poder, lo que implicaba que los
conservadores debían aceptar que los liberales recuperaran paulatinamente las
conquistas políticas del sexenio (libertad de prensa, derecho de asociación o el sufragio
universal). El control de las elecciones a través del ministerio de Gobernación
(encasillado de los candidatos) se convirtió en el punto clave del un sistema que en su
base se apoyaba en el denominado caciquismo: el predominio local de personalidades
de gran prestigio social y posición económica, a partir de los cuales se establecían redes
clientelares y se manipulaban los resultados (pucherazo).
Se platica
—Yo no sé,
don José,
buenos administradores
de su casa.
Nada eterno:
ni gobierno
que perdure,
Sabino Arana.
Bartomeu Robert, uno de los cuatro elegidos por la Lliga en 1901, con Sebastià
Torres, Albert Rusiñol i Prats y Lluís Domènech i Montaner.
Pablo Iglesias.
•
Ejecución en Jerez de siete anarquistas acusados de pertenecer a La Mano
Negra, 1884 (ilustración de una revista francesa de 1892).
Gumersindo de Azcarate.
Un decidido esfuerzo militar, dirigido por Martínez Campos, acabó con la resistencia
carlista, lo que se aprovechó para abolir el sistema foral de las tres provincias vascas
(1876). La supervivencia de los fueros navarros se vio cuestionada más tarde, en 1893,
pero una movilización popular frenó tales pretensiones (gamazada). El conflicto de
Cuba se recondujo, tras la llegada a la isla del propio Martínez Campos, hacia la
negociación por la Paz de Zanjón (1878). La promesa de autogobierno y de aplicación
la ley antiesclavista de Moret (retrasada hasta 1886) no se sustanció en reformas
suficientes para evitar la insatisfacción de los independentistas cubanos y la frustración
de las expectativas de los autonomistas, lo que, veinte años más tarde terminó por llevar
a una nueva guerra, esta vez con la decisiva intervención de los Estados Unidos, el
denominado desastre del 98; cuyas consecuencias internas, más allá del fin de la mayor
parte del imperio colonial, fueron decisivas intelectual y políticamente
(regeneracionismo, generación del 98), abriendo la denominada crisis de la
restauración.
Los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX significaron una crisis económica
de gran intensidad. Tras la epidemia de cólera de 1885, que se cebó en las hacinadas e
insalubres barriadas obreras disparando la mortalidad a niveles catastróficos; una
profunda crisis agrícola, de origen climático y biológico (malas cosechas cerealísticas,
epidemia de la filoxera, que destruyó las viñas), se vio agravada por la estructura
socioeconómica del campo español, que no había afrontado la mecanización ni otras
transformaciones de la revolución agrícola, y llegó al menos hasta 1902. Las jornadas
eran largas y agotadoras, con salarios paupérrimos, a veces incluso sometidos al destajo.
Las condiciones de vida se deterioraron fuertemente, disparándose la mortalidad
infantil, mientras el resto de los datos demográficos correspondían aún a cifras propias
de una sociedad preindustrial. Sometidos a fuertes pérdidas, los terratenientes se
mostraban cada vez más opuestos a las reivindicaciones de los jornaleros,
intensificándose la confrontación. Miles de jornaleros andaluces secundaron las huelgas
pidiendo tierras. Otras regiones con una estructura de propiedad menos concentrada no
por ello se libraron de los conflictos sociales que acompañaron a los procesos de
transformación que dejaron su reflejo incluso en la literatura, que pasó del
costumbrismo a la denuncia social (los de la huerta valenciana inmortalizados por
Vicente Blasco Ibáñez, los de Asturias por Leopoldo Alas). Donde las condiciones lo
hacían particularmente propicio, funcionó la válvula de escape de la emigración,
especialmente a América, pero también a Francia o a Argelia; siendo particularmente
intensa en Galicia y otras zonas del norte de España, donde algunas figuras retornadas
con éxito (los indianos) contribuyeron con su prestigio a la popularización del ideal
social del enriquecimiento por el trabajo duro en lejanas tierras.
•
Tomás Meabe fue comisionado desde el nacionalismo vasco para estudiar el
marxismo, con el fin de combatirlo mejor. Tras entrar en contacto con la
literatura y los grupos socialistas, se unió a ellos.
Simultáneamente la burguesía catalana estaba viviendo una verdadera fiebre del oro
(periodo de la Exposición Universal de 1888) que se prolongó en medio de una
fortísima conflictividad social (Semana Trágica de 1909, crisis de 1917, años de plomo
de pistolerismo patronal-sindical) en la época dorada que llega al menos hasta la
Exposición Internacional de 1929.[61] La vitalidad de Barcelona la convirtió en la
verdadera capital económica de España, beneficiada incluso por la repatriación de
capitales tras la pérdida de Cuba; y un foco artístico a nivel europeo (modernismo
catalán, noucentisme). El abismo social que separaba a pobres y ricos incrementó la
influencia del anarquismo en Cataluña, con consecuencias políticas trascendentes y
prolongadas en el tiempo.
En toda España, la imagen del anarquismo ante la opinión pública quedó fuertemente
marcada por la decisión de pequeños grupos de activistas de elegir el magnicidio como
medida de propaganda por el hecho más eficaz. Tras la bomba del Teatro del Liceo
(1893) y el asesinato de Cánovas (1897), se produjo un atentado fallido contra la boda
de Alfonso XII (Mateo Morral, 1906) y los asesinatos de los presidentes José Canalejas
(1912) y Eduardo Dato (1921).
Las transformaciones sociales, como en el resto de Europa, fueron estimulando a una
minoría de mujeres a demandar su incorporación a distintos ámbitos de la vida cultural,
suscitando todo tipo de rechazos y obstáculos que la retrasaron. Concepción Arenal tuvo
que asistir a las clases de derecho disfrazada de hombre; Cecilia Böhl de Faber tuvo que
ocultarse bajo el masculinísimo pseudónimo de Fernán Caballero; mientras que casos
como el de María de la O Lejárraga fueron todavía más humillantes (era la autora de
buena parte de las obras firmadas por su marido Gregorio Martínez Sierra) . Sometida a
una autorización especial entre 1880 y 1910, la presencia de mujeres en la universidad
siguió siendo una rareza hasta los años treinta. El mundo literario fue aceptándolas con
cuentagotas (Rosalía de Castro, Emilia Pardo Bazán, Concha Espina, Carmen de
Burgos). La incorporación al trabajo industrial de las clases bajas fue mucho más
temprana, sometida a salarios inferiores a los varones.
Rosalía de Castro.
Antonio Maura.
José Canalejas.
•
Eduardo Dato
Joaquín Costa
El turno de los liberales llevó al gobierno a José Canalejas, que procuró frenar las
reivindicaciones populares mediante reformas legislativas, como la obligatoriedad del
servicio militar que acabara con la injusticia del soldado de cuota y frenara el creciente
antimilitarismo, y el intento de frenar el creciente anticlericalismo reforzando el carácter
laico del Estado. Ante la negativa papal a negociar el Concordato de 1851, optó por
limitar unilateralmente la actividad de las órdenes religiosas (Ley del Candado,
diciembre de 1910). La orientación social de las medidas gubernamentales incluyeron la
sustitución de los consumos por un impuesto progresivo sobre las rentas urbanas y un
impulso a la enseñanza primaria. No obstante, cuando tuvo que hacer frente a estallidos
sociales, no dudó en emplearse con firmeza, como en la militarización que acabó con la
huelga de los ferroviarios de 1912.[63]
El fin del ciclo económico coincidió con el fin de la Primera Guerra Mundial y la
catástrofe demográfica de la denominada gripe española (la prensa española, a
diferencia de la de los países beligerantes, no estaba sometida a censura de guerra y
podía informar de la epidemia). No obstante, a esas alturas del siglo XX las cifras
demográficas de los años "normales" ya respondían a las de una transición demográfica
iniciada, con una creciente población urbana; y los datos de la estructura económica a
las de un país inmerso en un proceso de industrialización, con la mayor parte de la
fuerza de trabajo a disposición del mercado, más allá de los circuitos aldeanos del
autoconsumo, aunque con un claro atraso relativo, lejos de los niveles de desarrollo que
ya habían convertido a algunos países en verdaderas sociedades de consumo.
...yo actuaba por iniciativa propia. No tengo cómplices. Consideraba que si llegaba a
cumplir mi objetivo de matar al rey, provocaría una revolución en España. No es por
odio personal al soberano por lo que me proponía actuar, pues lo respeto como hombre
pero no como rey y estimo que su desaparición podría ayudar a la salvación de España.
Confesión de Buenaventura Durruti ante la policía francesa, junio de 1926.[71]
Se impuso entonces una dictadura que, en los primeros años, recibió toda clase de
apoyos sociales, desde la burguesía catalana hasta la UGT de Largo Caballero, mientras
los partidos dinásticos aceptaban la suspensión de la Constitución. La popularidad del
régimen quedó fortalecida con una solución militar, en forma de operación de gran
envergadura, al problema de Marruecos, para la que se contó con la ayuda de Francia: el
desembarco de Alhucemas (8 de septiembre de 1925). Se nacionalizaron sectores
estratégicos, como el petrolífero y el telefónico, en los que se establecieron grandes
compañías monopolísiticas (CAMPSA y la Compañía Telefónica Nacional). Una
ambiciosa política de obras públicas de espíritu regeneracionista (construcción de
carreteras y embalses, regadíos, repoblación forestal) dinamizó el empleo y la actividad
económica, una vez establecida por la fuerza la paz social. Parecían ser las virtudes
terapéuticas del cirujano de hierro que había pronosticado Joaquín Costa.[72]
Con el tiempo, el régimen fue derivando en un corporativismo que en algunos extremos
recordaba a la Italia fascista de Mussolini, incluso con la creación de un movimiento
político con vocación de partido único (partido político, pero apolítico: la Unión
Patriótica). La sustitución del inicial directorio militar por un directorio civil (3 de
diciembre de 1925), que incluyó a políticos ajenos a los partidos tradicionales (José
Calvo Sotelo, Galo Ponte, Eduardo Callejo), inició una institucionalización del régimen
(fundación de la Organización Corporativa Nacional -1926-, convocatoria de una
Asamblea Nacional Consultiva -1927-, inicio de la redacción de un nuevo texto
constitucional -la Constitución de 1929, que no llegó a completarse-), que cada vez
demostraba más intenciones de prolongarse en el tiempo, frente a su pretendida
provisionalidad inicial.
El gobierno fue encargado al General Berenguer. El descrédito del nuevo gobierno fue
inmediato: un sonado artículo de uno de los más destacados intelectuales, José Ortega y
Gasset (El error Berenguer -El Sol, 15 de noviembre de 1930-), terminaba con un
rotundo delenda est monarchia. La sublevación pro-republicana de una unidad militar
en Jaca el 12 de diciembre de 1930 fue sofocada, pero el fusilamiento de los dos
principales responsables (Fermín Galán y Ángel García Hernández) tuvo una gran
repercusión en la opinión pública. Ortega, apoyado por un selecto grupo (Ramón Pérez
de Ayala y Gregorio Marañón) creó la Agrupación al Servicio de la República,
presidida por Antonio Machado. Su primer acto público (14 de febrero de 1931) fue
seguido por la dimisión de Berenguer.
Gregorio Marañón.
Antonio Machado.
Se instauró un gobierno provisional presidido por Niceto Alcalá Zamora formado por
republicanos de distintas ideologías, incluyendo a socialistas. El 28 de junio de 1931,
las elecciones a Cortes constituyentes dieron lugar a una cámara en la que los partidos
republicanos de izquierda, junto con el PSOE, impusieron una orientación laicista y
avanzada socialmente, lo que produjo la dimisión de Alcalá Zamora y la formación de
un nuevo gobierno presidido por Manuel Azaña (14 de octubre de 1931). Se procuró
mantener el equilibrio institucional nombrando a Alcalá Zamora Presidente de la
República (10 de diciembre del mismo año).
Clara Campoamor.
160 iglesias destruidas, 251 asaltos de templos, incendios sofocados, destrozos, intentos
de asalto. 269 muertos. 1287 heridos de diferente gravedad. 215 agresiones personales
frustradas o cuyas consecuencias no constan. 69 centros particulares y políticos
destruidos, 312 edificios asaltados. 113 huelgas generales, 228 huelgas parciales. 10
periódicos totalmente destruidos, todos de derecha. 83 asaltos a periódicos, intentos de
asalto y destrozos. 146 bombas y artefactos explosivos. 38 recogidos sin explotar.[75]
Las dos Españas tal como las definía el frente de guerra en 1936.
Se observa claramente la muesca simétrica (que afecta por igual a ambos sexos) en los
nacidos entre 1936 y 1939, que en el año 1950 ya tenían entre 14 y 11 años; y la muesca
asimétrica (que sólo afecta a los varones) en los grupos de edad entre 30 y 40 años, que
en la Guerra tenían entre 14 y 11 años menos, es decir, estaban en edad militar.
La muesca simétrica de los nacidos en la Guerra Civil se sigue observando en el grupo
de edad entre 69 y 65 años. La sobremortalidad masculina de los mayores de 85 años
explica la desproporción entre varones y mujeres, pero sólo en parte es debida a los
muertos en guerra.
El gobierno de la República, primero presidido por José Giral y luego por Francisco
Largo Caballero, no pudo obtener una ayuda semejante por parte de las democracias
europeas, que propiciaban una política de no intervención, al tiempo que pretendían,
mediante la política de apaciguamiento, frenar el expansionismo de Hitler en Europa
central, empeño finalmente inútil, que demostró, entre otras cosas, que la Guerra de
España fue el ensayo y primera batalla de la Segunda Guerra Mundial. El único apoyo
internacional que la República obtuvo fue el de la Unión Soviética, que se concretó en
material bélico, asesores militares y la organización de un reclutamiento internacional
de voluntarios en las Brigadas internacionales. La cada vez mayor influencia soviética
fue paralela al incremento de la presencia social e institucional del hasta entonces
pequeño Partido Comunista de España, especialmente con el gobierno del socialista
Juan Negrín (desde mayo de 1937). El pago económico se complicó con el oscuro
asunto de la salida de las reservas de oro del Banco de España para ser custodiado en
Rusia, el denominado oro de Moscú.
El bando nacional quedó desde el 1 de octubre de 1936 bajo el mando único del general
Franco, cuyo prestigio había quedado incrementado por la dura campaña que conectó
las zonas sublevadas de sur y norte (toma de Badajoz, 14 de agosto de 1936),
prolongada con el episodio del rescate de los asediados en el Alcázar de Toledo (27 de
septiembre de 1936). Ningún militar podía discutírselo (el organizador de la
sublevación, general Mola y el más prestigioso de entre los sublevados, el general
Sanjurjo, fallecieron en accidentes de aviación). Tampoco hubo serias disputas políticas
internas: el fundador de Falange Española, José Antonio Primo de Rivera, estaba preso
en la cárcel de Alicante (fue fusilado el 20 de noviembre), y a partir de entonces se le
nombraba como el ausente. De estética y programa inspirado en el fascismo italiano, era
el partido más extremista de la derecha y el más prestigioso, por su opción decidida por
la violencia, entre los que habían perdido toda confianza en el sistema republicano
desde que la derecha perdió las elecciones de febrero de 1936, produciéndose un
espectacular incremento de su militancia (los camisas nuevas frente a los camisas
viejas). Todos los demás partidos y movimientos adheridos al alzamiento (las JONS, ya
integradas en Falange, los partidos derechistas ya integrados en la CEDA, Tradición y
Renovación Española y diversos grupos derechistas, católicos, carlistas, monárquicos,
etc.) fueron disueltos y obligados a unificarse con Falange bajo las siglas FET y de las
JONS (Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional
Sindicalista, Decreto de Unificación de 19 de abril de 1937). Se evidenció que la guerra
no se hacía para restablecer una monarquía liberal-conservadora o un gobierno
derechista republicano, sino para implantar un régimen totalitario similar al italiano y al
alemán.
Los republicanos pretendieron tomar la iniciativa con las ofensivas de Belchite (agosto-
septiembre de 1937) y de de Teruel (diciembre 1937 - febrero de 1938), que fueron
neutralizadas. Más graves consecuencias tuvo la llegada de las tropas de Franco al
Mediterráneo en Vinaroz (General Yagüe, 15 de abril de 1938, culminación de la
Ofensiva de Aragón), que cortó la zona republicana en dos. El planteamiento de una
seria contraofensiva en la batalla del Ebro (julio-noviembre de 1938), la más importante
de toda la guerra, no pudo romper el frente de forma decisiva, y el agotamiento de las
fuerzas republicanas condujo a la caída de Cataluña (diciembre de 1938 - febrero de
1939) y la salida al exilio en Francia del primer gran contingente de republicanos
españoles, incluido el dimitido presidente Azaña (27 de febrero de 1939), que había
intentado inútilmente la reconciliación de ambos bandos con su emotivo discurso Paz,
piedad y perdón (18 de julio de 1938).[78] Los últimos días de la guerra no fueron de
combates en el frente sino en la retaguardia republicana, en la que se produjo el golpe
de estado del Coronel Casado (4 de marzo de 1939) y la rápida disolución de toda
autoridad, mientras se organizaba precipitadamente la huida hacia el exilio. La toma de
Madrid por las tropas de Franco se hizo sin ninguna oposición, y el 1 de abril se firmó el
último parte de la Guerra Civil Española.
Las consecuencias de la Guerra civil han marcado en gran medida la historia posterior
de España, por lo excepcionalmente dramáticas y duraderas: tanto las demográficas, que
marcaron la pirámide de población durante generaciones (aumento de la mortalidad por
violencia directa -175.000 muertos en el frente, 60.000 por la represión en la retaguarda
nacional y 30.000 en la republicana- y por el deterioro de las condiciones de vida y la
alimentación; y descenso de la natalidad) como las materiales (destrucción de las
ciudades, de la estructura económica -50% de la estructura ferroviaria y más de un
tercio de la marina mercante y de la ganadería-,[79] del patrimonio artístico -a pesar de
intentos de protegerlo, como el que llevó a evacuar a Suiza de los principales fondos del
Museo del Prado para evitar los bombardeos de Madrid, pero que eran inviable
generalizar, dada la dispersión del arte religioso, en el que se ensañó la ira anticlerical-),
intelectuales (fin de la denominada Edad de Plata de las letras y ciencias españolas) y
políticas (la represión en la retaguardia de ambas zonas -mantenida por los vencedores
con mayor o menor intensidad durante todo el franquismo, unas 50.000 ejecuciones- y
el exilio de los perdedores), que se perpetuaron mucho más allá de la prolongada
posguerra, incluyendo la excepcionalidad geopolítica del mantenimiento del régimen de
Franco hasta 1975.
Valle de los Caídos (1940-1958), memorial de la Guerra Civil construido como trabajos
forzados por presos republicanos. Franco lo concibió también para alojar su propia
tumba, al lado de la de José Antonio Primo de Rivera el ausente, cuyo cadáver había
sido trasladado a hombros de falangistas desde Alicante hasta el panteón de los reyes de
España en Monasterio de El Escorial, un lugar muy cercano al elegido para el Valle.
Enfrentamiento entre los maquis y la guardia civil en un bosque. La actividad guerrillera
antifranquista tuvo su mayor incidencia con el final de la Segunda Guerra Mundial
(1945) y se prolongó hasta comienzos de los años cincuenta.
Cacería presidida por Franco y su mujer, Carmen Polo, junto a militares y dirigentes del
régimen, y un miembro de la Guardia Mora (disuelta en 1956). El papel de las reuniones
sociales de cierta informalidad, como las cacerías o los partidos de fútbol (en el famoso
palco de Bernabéu) era muy significativo tanto política como económicamente. Una
cacería semejante es la base argumental de la película La escopeta nacional, de Luis
García Berlanga (1977).
Los sucesos de 1956 demostraron que, a pesar del éxito del franquismo en mantenerse y
conseguir la conformidad social (legitimidad de ejercicio, como se argumentaba por sus
defensores), por convicción o por represión, entre las clases populares y medias; fracasó
precisamente entre las élites, produciéndose un evidente alejamiento de una parte
significativa de los intelectuales inicialmente afines, y sobre todo de la juventud
universitaria, destacando el protagonismo conjunto en los disturbios tanto de hijos de
los vencedores como de hijos de los vencidos.
Se inició una campaña de guerra irregular (el maquis) por parte de pequeñas unidades
republicanas infiltradas en España siguiendo las tácticas utilizadas durante su
participación en la Resistencia francesa. Aunque no tuvo ningún éxito militar (la
invasión del Valle de Arán de 1944 fue fácilmente rechazada) sí que consiguió provocar
una fuerte reacción represiva que impidió cualquier actividad opositora en el interior.
También contribuyó a incrementar las discrepancias que hicieron inoperante la Segunda
República española en el exilio, cada vez con menor apoyo entre los gobiernos
extranjeros. La evidencia de la imposibilidad de derrotar militarmente a Franco llevó a
la decisión de Stalin de que el Partido Comunista de España optara por intentar obtener
presencia social en la clandestinidad, infiltrándose incluso en las propias instituciones
del sindicalismo franquista; tras la muerte de Stalin, Santiago Carrillo insistió en esa vía
a través de la orientación política denominada de reconciliación nacional (1956).
Véanse también: Ángel Herrera Oria, Josemaría Escrivá de Balaguer, Enrique Plá y
Deniel, Pedro Segura, Isidro Gomá y Casimiro Morcillo
A partir del establecimiento de la alianza con los Estados Unidos, el régimen consintió
una relativa apertura política, consistente en la amortiguación de la retórica fascista de
Falange o la promulgación de leyes (como la Ley de Prensa e Imprenta de 1966 o Ley
Fraga, por Manuel Fraga Iribarne, el ministro más aperturista) que suprimían la censura
previa, aunque no significaran una real libertad de expresión.
Más profunda fue la liberalización económica, que abrió la economía a las inversiones
extranjeras y a la propia iniciativa privada, aunque se mantuvo el edificio institucional
del INI y los monopolios públicos. El paso previo necesario fue el Plan de
Estabilización de 1959, al que siguieron los Planes de Desarrollo posteriores; todo un
diseño planificado y gestionado por un grupo de economistas vinculados al Opus Dei
que recibieron la denominación de tecnócratas (Alberto Ullastres, Mariano Navarro
Rubio, Laureano López Rodó, Gregorio López-Bravo) con el apoyo de los créditos del
Fondo Monetario Internacional, de la OECE y del gobierno estadounidense. A finales
del periodo, las exigencias de modernización de las instituciones internacionales
obligaron a proponer una reforma educativa (Ley General de Educación de 1970) que
introdujera criterios funcionalistas y técnicas de renovación en un sistema ya muy
alejado de la escuela nacional-católica del primer franquismo.
La oposición interna entre las familias del franquismo se manifestó en escándalos como
el caso Matesa (1969), resuelto expeditivamente por Franco destituyendo tanto a los
ministros implicados (del Opus) como a sus adversarios (entre ellos el propio Fraga, al
que se acusaba de utilizar a la prensa para denunciar el caso). Fraga también había sido
el impulsor del turismo internacional (campaña Spain is different, red de Paradores
Nacionales), que se estaba convirtiendo en un motor importante de la economía. Los
ingresos por turismo junto con las remesas de los emigrantes españoles en el extranjero
compensaban el déficit estructural de la balanza de pagos de un comercio internacional
en expansión.
Tras un ambiguo discurso de Franco (en el que llegó a pronunciar la enigmática frase no
hay mal que por bien no venga), fue designado presidente del gobierno Carlos Arias
Navarro. El agravamiento del estado de salud de Franco obligó al príncipe Juan Carlos a
ocupar interinamente la jefatura del estado durante unos meses, tras los que el general
volvió a ejercer por sí mismo el poder, produciéndose su última aparición en público, en
la Plaza de Oriente, para rechazar la condena internacional a unas condenas a muerte (1
de octubre de 1975). Finalmente, los últimos meses del año la enfermedad de Franco
entró en su curso final, en un momento crítico del conflicto del Sahara Occidental: la
Marcha Verde, que tuvo que gestionar Juan Carlos autorizando la negociación del
abandono de la provincia africana en beneficio de Marruecos y Mauritania (Acuerdos
de Madrid de 14 de noviembre de 1975). Tras una agonía prolongada artificialmente por
su propio yerno (el marqués de Villaverde, un médico con ambiciones políticas y
científicas, que había intentado emular a Barnard con un polémico trasplante de
corazón), se declaró su fallecimento el 20 de noviembre de 1975, aniversario de la
muerte de José Antonio Primo de Rivera, el fundador de la Falange.
Constitución de 1978.
Carlos Arias Navarro, que había sido el último presidente del gobierno de Franco, es
confirmado en tal puesto por Juan Carlos I. Tras un discurso aperturista que fue
denominado espíritu del 12 de febrero, se produce una clara involución en respuesta a
las presiones del bunker (gironazo). En pocos meses queda clara la pérdida de confianza
del rey en Arias Navarro, hasta que obtiene su dimisión. Junto con Torcuato Fernández
Miranda, el rey obtiene de las instituciones encargadas de presentar la terna de
candidatos a la presidencia del gobierno la introducción del nombre de Adolfo Suárez,
un personaje relativamente oscuro procedente de la familia azul.
Santiago Carrillo y Rafael Alberti en 1978. El prestigioso poeta comunista ocupó junto
a La Pasionaria la mesa de edad de las primeras cortes democráticas, a pesar de los
decepcionantes resultados del PCE.
La dimisión de Adolfo Suárez, que había perdido la confianza de la mayor parte de los
dirigentes de su propio partido, precipitó los preparativos previos para un golpe de
estado, y durante la sesión de investidura de su sustituto, Leopoldo Calvo-Sotelo (23 de
febrero de 1981, un destacamento de guardias civiles dirigidos por Antonio Tejero
ocupó el Congreso y secuestró a los diputados y al gobierno en pleno. Simultáneamente
Jaime Milans del Bosch ocupó militarmente la ciudad de Valencia y Alfonso Armada,
antiguo secretario de la casa real, intentaba obtener el apoyo del Rey para formar un
gobierno de concentración cívico-militar. La oposición del rey y la descoordinación y
diferencia de objetivos entre los propios golpistas impidieron que la mayoría de las
autoridades militares se les unieran, y al día siguiente se rindieron.[96]
Entre los hechos más destacados del gobierno de Calvo Sotelo estuvo la integración de
España en la OTAN (30 de mayo de 1982)[97] y la aprobación de la ley del divorcio (22
de junio de 1981), impulsada por el ministro Francisco Fernández Ordóñez y que había
suscitado una intensa oposición de la Conferencia Episcopal Española, convirtiéndose
en una de las principales causas de discrepancia dentro del partido del gobierno.[98] El
proceso autonómico intentó armonizarse mediante la LOAPA (30 de junio de 1982),
una ley restrictiva que posteriormente fue desmontada en aspectos esenciales por el
Tribunal Constitucional (13 de agosto de 1983).
•
Seguía existiendo el problema del terrorismo de ETA, ante el que el gobierno socialista
intentó todo tipo de soluciones: la presión política interna basada en el consenso entre
los partidos democráticos (Acuerdo de Madrid sobre Terrorismo de 5 de noviembre de
1987 y Pacto de Ajuria Enea de 12 de enero de 1988), el intento de negociación (tregua
de ETA de 1988 -8 de enero- o conversaciones de Argel -iniciadas anteriormente y
mantenidas hasta el 4 de abril de 1988-),[100] y la colaboración policial y judicial
francesa (vinculada a la mejora de relaciones políticas y económicas). Como
posteriormente se demostró (en un proceso judicial impulsado entre otros por El Mundo
-un periódico de orientación derechista- y por el juez Garzón -reingresado en la carrera
judicial tras un breve y conflictivo paso por la política como diputado del PSOE-),
varios altos cargos de los primeros gobiernos socialistas (entre ellos el ministro José
Barrionuevo y el secretario de seguridad Rafael Vera) habían impulsado entre 1982 y
1986 un terrorismo de Estado o guerra sucia mediante la actividad de los denominados
Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL), que realizaron varios atentados en
territorio francés contra miembros de ETA. La divulgación de estos hechos a mediados
de los años noventa, junto con otros escándalos de corrupción político-económica (Juan
Guerra, Luis Roldán, FILESA), unido a la grave crisis económica posterior a los
eventos de 1992 (expo de Sevilla y olimpiadas de Barcelona), provocó la derrota del
PSOE en las elecciones de 1996 y la llegada al poder del Partido Popular con José
María Aznar, que al no tener mayoría absoluta tuvo necesidad de lograr acuerdos con
los partidos nacionalistas (Partido Nacionalista Vasco, Convergencia y Unión y
Coalición Canaria).
Voluntarios limpiando las playas gallegas de crudo tras el hundimiento del Prestige.
El nuevo gobierno del Partido Popular se propuso cumplir los criterios de convergencia
del tratado de Maastricht para que la economía española se incorporara al grupo de
países que compartirían la nueva moneda europea: el euro. Se inició una política de
privatización de empresas estatales y de reforma laboral, estimulando las contrataciones
temporales para frenar el paro, lo que precarizó el mercado de trabajo, pero no alteraba
los puntos esenciales del Estado del bienestar. En 1999, con los criterios cumplidos en
su mayor parte, España fue aceptada como como miembro de la Eurozona,
estableciéndose una cotización de 166,386 pesetas por euro. Las monedas y billetes de
peseta dejaron de circular en 2002.
Tras la masiva movilización popular contra el largo secuestro de José Ortega Lara (17
de enero de 1996 - 1 de julio de 1997, liberado por la policía) y el asesinato de Miguel
Ángel Blanco (13 de julio de 1997, particularmente impactante, al ser el resultado final
de un secuestro cuyo chantaje consistía en la exigencia del acercamiento de los presos
de ETA a las cárceles del País Vasco), la situación de la banda terrorista se había
deteriorado incluso entre parte de sus bases sociales del País Vasco. Se planteó un
cambio de estrategia de los partidos nacionalistas vascos moderados, que acordaron
junto con los radicales cercanos a ETA el Pacto de Lizarra (12 de septiembre de 1998).
La inmediata declaración de una denominada tregua (16 de septiembre de 1998) llevó al
gobierno a aceptar el inicio de unas conversaciones (noviembre de 1998) que no
condujeron a ningún resultado positivo, y que posteriormente el ministro Mayor Oreja
denominó tregua trampa (septiembre de 1999).[101]
En política exterior, Aznar se alineó claramente con los Estados Unidos, convirtiéndose
en uno de sus principales aliados europeos (trío de las Azores) en los conflictos
posteriores al 11-S: la guerra de Afganistán y la guerra de Irak. El desastre ecológico
provocado por el accidente del petrolero Prestige (2002-2004, posiblemente agravado
por la confusa gestión política, que generó el movimiento de protesta Nunca Mais) se
sumó al escándalo consiguiente al accidente del Yak-42 (avión que se estrelló en
Turquía -26 de mayo de 2003- trasladando tropas españolas desde Afganistán hasta
España, cuya precipitada e irregular identificación generó el descontento de los
familiares y un proceso judicial) y a la gran oposición de la opinión pública a la
intervención de España en la guerra de Irak (movimiento de protesta No a la guerra),
desprestigiado al gobierno y al Partido Popular, que no obstante consiguió mantener
unos aceptables resultados en las elecciones autonómicas de España de 2003.
Tres días antes de las elecciones generales, se produjeron los atentados del 11 de marzo
de 2004, con 191 muertos, conmocionando al país y produciendo la confusión del
propio gobierno, que en un primer momento lo atribuyó a ETA. Tras una manifestación
unitaria de repulsa, a medida que comenzaron a publicarse evidencias de la autoría del
terrorismo islámico (posteriormente discutidas por los medios de comunicación -
especialmente el periódico El Mundo- que siguen sosteniendo teorías alternativas a la
investigación oficial), el descontento comenzó a desplazarse contra el gobierno, y el
mismo día de reflexión se convocaron manifestaciones irregulares frente a las sedes del
Partido Popular. El resultado de las elecciones, que dio la victoria por mayoría relativa
al PSOE, se suele interpretar como un voto de castigo.
José Luis Rodríguez Zapatero se significó en los primeros momentos de su mandato con
una decisión de gran impacto internacional: la retirada de las tropas españolas de Irak,
en cumplimento de su promesa electoral, aunque sorprendente por su inmediatez,
comunicada antes incluso de la formación de su gobierno. En política interior, la subida
del salario mínimo interprofesional (uno de los más bajos de Europa) abrió el camino de
otras reformas sociales entre las que destacaba la autorización del matrimonio
homosexual (30 de junio de 2005), muy protestado por la Iglesia Católica; y la ley de
dependencia (30 de noviembre de 2006). Otras cuestiones, como la reforma de la ley del
aborto, se aplazaron para la siguiente legislatura.
Durante varios meses del año 2006 se llevaron a cabo contactos del gobierno con ETA
en un contexto de tregua declarada por el grupo terrorista y de protestas del Partido
Popular, la Asociación de Víctimas del Terrorismo y los medios de comunicación de
orientación conservadora; y que se demostraron infructuosos tras el atentado de la T4
del aeropuerto de Madrid-Barajas (30 de diciembre de 2006). Más eficacia demostró la
presión policial, judicial e internacional, que consiguió la detención consecutiva de los
equipos dirigentes que se sucedieron en la cúpula de la banda terrorista; y el
impedimento, mediante reformas legislativas y decisiones judiciales, de que las
agrupaciones políticas organizadas en torno a ETA obtuvieran representación política en
ayuntamientos y parlamentos, al ser ilegalizadas parcial o totalmente en unas u otras
convocatorias electorales.
Tras las elecciones generales de España de 2008 (cuyos actos finales de campaña
tuvieron que ser suspendidos ante el asesinato por ETA de Isaías Carrasco), se repitió la
mayoría relativa del PSOE y el segundo puesto del PP. Ambos partidos aumentaron en
número de diputados. Los partidos nacionalistas e Izquierda Unida disminuyeron su
representación, al tiempo que aparecía un nuevo partido de ámbito nacional: Unión
Progreso y Democracia, por el que Rosa Díez consiguió un acta de diputado.
Ferrán Adriá, varias veces nombrado mejor cocinero del mundo, junto con
otros representantes de la más reciente cocina española, han situado a ésta
en una posición de liderazgo internacional.
[editar] Referencias
[editar] Bibliografía
• José Álvarez Junco Mater Dolorosa. La idea de España en el siglo XIX, 2002
• Juan Avilés, Juan Francisco Fuentes, Germán Rueda y otros Historia de España,
Madrid: Mc Graw Hill, 2009, ISBN 978-84-481-6938-1
• Julio Aróstegui La Guerra Civil, 1936-1939, Madrid: Temas de Hoy, 1997
• Miguel Artola La burguesía revolucionaria (1808-1874), Alianza, 1973
• Ángel Bahamonde España en democracia. El Sexenio, 1868-1874, Madrid:
Temas de Hoy, 1997
• Ángel Bahamonde y Luis Enrique Otero Historia de España, Madrid: SM, 2009,
ISBN 978-84-675-3478-8
• M. Balanzá, J. Roig y otros Ibérica. Geografía e Historia de España y de los
Países Hispánicos, Barcelona: Vicens Vives, 1994, ISBN 84-316-3480-4.
• Raymond Carr, (ed.) Raymond Carr, Edward Malefakis, Richard Robinson,
Stanley Paine, Burnett Bolloten, Ramón Salas Larrazábal, Ricardo de la Cierva,
Robert H. Whealey y Hugh Thomas Estudios sobre la República y la Guerra
Civil Española, Madrid: Ariel-Sarpe, 1985 ISBN 84-7291-863-7
• Javier Cercas Anatomía de un instante, 2009
• Carlos Dardé La Restauración, 1875-102. Alfonso XII y la regencia de María
Cristina, Madrid: Temas de Hoy, 1997
• Julio Gil Pecharromán La Segunda República. Esperanzas y frustraciones,
Madrid: Temas de Hoy, 1997
• Antonio Fernández García y otros Historia, Barcelona: Vicens Vives, 2003,
ISBN 84-3165831-2
• Josep Fontana La quiebra de la monarquía absoluta, Ariel, 1971
• Josep Fontana (ed.) Jordi Solé Tura, Juan Pablo Fusi, José Luis García Delgado,
Fabián Estapé, José Antonio Ferrer Benimeli y otros, España bajo el
franquismo, Barcelona: Crítica, 1986 ISBN 84-7423-284-8
• Fernando García de Cortázar y José Manuel González Vesga El rapto de
España, capítulo XIII de Breve Historia de España, Madrid: Alianza, 1993,
ISBN 84-206-0666-9
• Genoveva García Queipo de Llano El reinado de Alfonso XIII. La
modernización fallida , Madrid: Temas de Hoy, 1997
• Santos Juliá Madrid, 1931-1934, de la fiesta popular a la lucha de clases
Madrid: Siglo Veintiuno, 1984.
• Santos Juliá Historia Contemporánea en Historia de España, de Julio Valdeón,
Joseph Pérez y Santos Juliá, Espasa Calpe-Austral, 2003 ISBN 84-670-1041-X
• Francisco Javier Paredes Alonso, Historia contemporánea de España. Ed. Ariel,
1998. ISBN 84-344-6603-1, 9788434466036.
• Ana Guerrero, Sisinio Pérez Garzón y Germán Rueda, Historia Política, 1808-
1874. Madrid, Ediciones Istmo, 2004. ISBN 84-7090-321-7, 9788470903212.
• José Mª Marí, Carme Molinero, Pere Ysàs, Historia política de España, 1939-
2000. Madrid, ed. Istmo, 2000.
• Jesús A. Martínez (Coord.), Historia de España. Siglo XX, 1936-1996. Madrid,
ed. Cátedra, 1999.
• Miguel Martínez Cuadrado La burguesía conservadora (1874-1931), Alianza,
1973
• Abdón Mateos y Álvaro Soto El final del franquismo, 1958-1975, Madrid:
Temas de Hoy, 1997
• Jordi Nadal El fracaso de la revolución industrial en España, 1975
• Stanley G. Payne, El primer franquismo, 1939-1959. Los años de la autarquía,
Madrid: Temas de Hoy, 1997
• Jaime Prieto Historia de España, Madrid: Bruño, 2009, ISBN 978-84-216-6454-
4
• Manuel Tuñón de Lara (dir.), Historia de España, Barcelona, Labor, 1980.
ISBN 84-335-9431-1 (obra completa)
• Emiliano Fernández de Pinedo, Alberto Gil Novales y Albert Dérozier,
Centralismo, Ilustración y agonía del Antiguo Régimen, tomo 7
• Gabriel Tortella, Casimiro Martí, José María Jover, José Luis García
Delgado y David Ruiz González Revolución Burguesa, oligarquía y
constitucionalismo, tomo 8
• Pierre Malerbe, Manuel Tuñón, Carmen García-Nieto y José Carlos
Mainer, La crisis del Estado. Dictadura, República, Guerra, tomo 9
• José Antonio Biescas y Manuel Tuñón España bajo la dictadura
franquista, tomo 10
• Artehistoria:
• ArtEEspaña:
[editar] Notas
3. ↑ Artola, op. cit.; Tuñón de Lara, op. cit.; Pedro Farinas, Breve historia
constitucional de España, Madrid: Latina Universitaria, 1981 ISBN 84-7516-
015-8; Jordi Solé Tura, Eliseo Aja, Constituciones y períodos constituyentes en
España (1808- 1936), Siglo XXI, Madrid, 1977
4. ↑ Proceso estudiado desde fechas tan tempranas como 1931 -PUGÉS,
MANUEL. Cómo triunfó el proteccionismo en España. (La formación de la
política arancelaria española). Prólogo del Profesor D. Pedro Gual Villalbí.
Barcelona, Editorial Juventud- hasta la actualidad -Antonio Tena Junguito
(2001)¿Por qué fue España un país con alta protección industrial? Evidencias
desde la protección efectiva 1870-1930 Documento de trabajo de la Universidad
Carlos III de Madrid-
5. ↑ Juan Velarde Fuertes El español como base del desarrollo, en II Congreso
Internacional de la Lengua Española, Valladolid, octubre de 2001
[1]
6. ↑ Artola, op. cit.; Tuñón de Lara, op. cit. Jordi Nadal, op. cit.
7. ↑ Martínez Cuadrado, op. cit.; Tuñón de Lara, op. cit., Carlos Dardeop. cit.,
Ángel Bahamonde op. cit.
8. ↑ Martínez Cuadrado, op. cit.; Tuñón de Lara, op. cit. El término edad de plata
fue acuñado, para la literatura, por José Carlos Mainer (1987) La Edad de Plata
(1902–1939), Madrid: Cátedra. El mismo autor titula Modernidad y
nacionalismo 1900–1939 el volumen 6 de la Historia de la literatura española,
Crítica, 2010
9. ↑ Martínez Cuadrado, op. cit.; Santos Juliá op. cit.; Tuñón de Lara, op. cit.;
Genoveva García op. cit.
10. ↑ Santos Juliá op. cit.; Tuñón de Lara, op. cit.; Raymond Carr, op. cit., Julio Gil
op.cit.
11. ↑ Santos Juliá Duelo por la República Española, 25 de junio de 2010. Es parte
de una polémica en las páginas de opinión de El País sobre la relación de
memoria entre la Transición democrática y la II República, la Guerra Civil y el
Franquismo; desencadenada por un artículo de Joaquín Leguina Enterrar a los
muertos, 24 de abril de 2010 (fecha en la que se habían convocado las primeras
manifestaciones en democracia contra la impunidad del franquismo; como le
reprochaba Almudena Grandes La condición miserable, 9 de mayo de 2010); en
la que sucesivamente intervinieron Javier Cercas La puñetera verdad 6 de junio
de 2010; el citado Juliá y Gregorio Marañón y Bertrán de Lis La insobornable
verdad, 28 de junio de 2010.
12. ↑ Pierre Vilar, op. cit.; Raymond Carr, op. cit.; Aróstegui, op. cit.
13. ↑ Véase el debate sobre la calificación fascista al régimen de Franco en
Fascismo#España
14. ↑ Tuñón de Lara, op. cit., Josep Fontana y otros op. cit., Payne op. cit., Mateos y
Soto, op. cit.
15. ↑ Javier Cercas, op. cit.
16. ↑ Javier Tusell, op. cit; Santos Juliá, op. cit.; García de Cortázar, op. cit.
17. ↑ Rebeliones de Picornell y Malaspina
18. ↑ España y la Revolución francesa, en Artehistoria.
19. ↑ Citada por Emilio Cotarelo Iriarte y su época, Rivadeneyra, 1897.
20. ↑ Informes en el Expediente de Ley Agraria. Andalucía y la Mancha (1768).
Edición y estudio preliminar de Gonzalo Anes. ICI, Quinto Centenario, IEF.
Madrid, 1990. ISBN 84-206-2840-4. Gonzalo Anes: La Ley Agraria. Alianza
Editorial, Madrid, 1995. ISBN 84-7196-879-7. Fuentes citadas en
[web.usal.es/~rrobledo/text/anes_1995.doc]. Texto de Jovellanos en
cervantesvirtual.
21. ↑ El bloqueo agrario, en Artehistoria.
22. ↑ La crisis del cambio del siglo (España) en Artehistoria
23. ↑
24. ↑
Que se fije en diez el máximun de las horas del jornal, y se sujeten a inspección
los locales de los establecimientos fabriles para ver si llenan las, condiciones
higiénicas necesarias; que se establezca el mayor número posible de escuelas
gratuitas industriales, en donde aprendan los obreros los medios menos
violentos, más útiles y modernos para cumplir sus diversas operaciones y fundar
tal vez sus inventos, y por último que se establezcan también salas de asilo para
los hijos de los obreros que, ocupados en su trabajo, se ven en la necesidad de
tenerlos casi todo el abandonados a los peligros físicos y morales de la poca
edad, y se prohíba a sus padres les pongan a trabajar antes de la edad de diez
años, ya que se evitarían de estemodo las harto frecuentes desgracias de su
debilidad e inexperiencia en los talleres, lograrían mejor desarrollo físico, y
podrían aprovechar las escuelas industriales.
Obtenido de
«http://es.wikipedia.org/wiki/Historia_contempor%C3%A1nea_de_Espa%C3%B1a»
Categoría: Historia contemporánea de España
Herramientas personales
• Registrarse/Entrar
Espacios de nombres
• Página
• Discusión
Variantes
Vistas
• Leer
• Editar
• Ver historial
Acciones
Buscar
Navegación
• Portada
• Portal de la comunidad
• Actualidad
• Cambios recientes
• Páginas nuevas
• Página aleatoria
• Ayuda
• Donaciones
• Notificar un error
Imprimir/exportar
• Crear un libro
• Descargar como PDF
• Versión para imprimir
Herramientas
• Esta página fue modificada por última vez el 23 abr 2011, a las 10:53.
• El texto está disponible bajo la Licencia Creative Commons Atribución
Compartir Igual 3.0; podrían ser aplicables cláusulas adicionales. Lee los
términos de uso para más información.
• Política de privacidad
• Acerca de Wikipedia
• Descargo de responsabilidad