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novela
Alan R. Ghenzi
Esto fue una no novela
alan5_rg@hotmail.com
alan5_rg@yahoo.com.ar
Marzo de 2010
Impreso en Argentina
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Los escenarios, los personajes, y los dichos entre ellos son pura
ficción, cualquier parecido con la realidad es meramente una
abstracción psicodélica.
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Prefacio
Una vez más ahí estabas vos, gritando desde lejos, desde debajo
del agua, y desde siempre ajedrez; cruel juego de las
sustituciones.
Ahora es tu voz, en el silencio de la noche, detrás de cada
sombra es tu voz, del otro lado del exorcismo, los demonios
claman volver, las mismas vías en todos lados.
Lo sé, y es peor que estés ahí, ¿o debería acaso decir aquí?, tal
vez sólo decir que estás, creo que es así en todos lados,
últimamente no tengo la seguridad de nada, ni siquiera de lo que
digo... pero hace frío y sé que estás tan Abril como el año
pasado.
Los empedrados de vías muertas pueden estar muy lejos de los
caminos que hoy elegí transitar, y sin embargo siento bajo mis
pies todo su helado brillo, la sirena de un tren que dejé ir por no
saber esperar y el silencio de tu voz que es invierno del otro lado
de mi alma.
Llega el tren a la estación, es el recuerdo de la imagen, el
espejismo de tus ojos transitando el andén, los cigarrillos en la
mesa, los vasos de cerveza, la espera, la negativa, el volver.
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Para él; bajarse y volver, alejarse del orden, la vida debe ser otra
cosa...
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Llega el tren para ella, para todos, y sobre todo para ella, de
nuevo la rutina, hoy la diferencia la marcaba la falta de ese
cigarrillo de antes de, muy parecido al de después de, pero
diferente, y si alguien tenía la culpa, porque ahora no era
cuestión de buscar soluciones (en el tren no se podía fumar; el
cartel lo indicaba perfecta e iconográficamente), era momento
de encontrar culpables, y el culpable no era el diario ni la
torpeza, el culpable era aquel hombre que no se dignó a darle
fuego, por suerte no había subido al mismo vagón, o por
desgracia, tal vez sería bueno buscarlo y mandarlo a donde se
merecía... claro que quizás en realidad no tenía fuego, después
de todo era una sola estación, y antes de encontrarle un sentido
a esa idea difusa ya había llegado.
Se bajó, caminando por el andén pidió fuego, y se quedó
pensando en porqué el sabor de un cigarrillo en la otra estación
era diferente, y en porqué seguía pensando que si ese hombre
hubiera tenido fuego el sabor hubiera sido diferente...
La oficina tan oficina, los números tan números, el jefe tan jefe,
siempre la rutina tan rutina y en medio de aquello, el no cigarrillo
y aquel hombre...
...¿porqué pensar en ese hombre?.
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Si dejar pasar toda la tarde del viernes fue una tontería y dejar
pasar todo el sábado fue una tontería aún mayor, no entiendo
porqué no me animo a llamarlo hoy, ¿porqué tengo estos
nervios?... ya imaginé mil veces las posibles respuestas a las
posibles preguntas, los diálogos comunes y no tan comunes que
suelen suceder telefónicamente, además no tengo nada que
perder...
... y nada que perder es marcar de una vez ese número, ahí voy,
dígito tras dígito... tono de llamada...
- ¿y ahora quién llama a esta hora? - igual ya estaba cansándose
de no hacer nada (porque eso también cansa, como si no hubiera
tantos motivos para cansarse).
- ¿hola? -
- hola, si... yo... llamaba por... yo soy la de la estación -
claro que no podía creerlo, era ella, y las palabras se
amontonaron sin poder salir.
- ah si, hola -
... ¿hola?, dos días para animarme a llamarlo y me dice “hola”,
¿será muy temprano?, no, que va a ser...
- la carta del diario ¿era para mí? -
- si claro, digo no, bueno si, pero no pensaba que la iban a editar
– mentía sin saber porqué, aunque eso pasaba siempre, lo de no
saber, también pasaba cuando decía la verdad, cuando no se
sabe que decir, se dicen cosas sin pensar.
- bueno, gracias, es todo tan raro, nunca me pasó algo así, y
nunca me escribieron una carta como la tuya -
- ya que lo decís es cierto, muy raro, sabes que te dibujé, en
realidad un bosquejo, un intento de dibujo, no pude dejar de
pensar en... -
- yo tampoco... -
- me gustaría que veas el dibujo, tengo una idea de un mural,
pero... -
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el peso de una ficha que venía desde detrás, desde antes, desde
siempre y desde nunca aún sin saberlo. Su otro deseo;
encontrarla de nuevo, inventaría la excusa de un libro, o usaría el
ajedrez, pero eso estaba aún lejos de la profecía, y ya no
dependía de él, de sus locuras, de sus sueños, sus mentiras, o
sus dibujos.
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- hola, soy yo -
- capitán, ¿qué opina de todo esto? -
- no soy yo el primero en decirlo; la mejor defensa es el ataque -
- yo pensaba una salida menos agresiva -
- imposible, con gente así uno nunca sabe -
- pero... ¿de qué gente me está hablando capitán? -
- no importa... no importa... la tierra, la estrella, todo está en
peligro... -
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Yo dije te amo...
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sus alas, abro mis ojos para que se reflejen en los suyos, en los
míos, en los suyos, invisible espejo de las cosas sin nombre, las
cosas sin tiempo, las cosas importantes guardadas,
resguardadas, el mundo perfecto dentro de la caja de cristal,
porque algo así debe ser necesariamente frágil, y mientras más
frágil más fuerte.
La fragilidad de una mirada, un beso, una caricia, un aroma, o un
silencio tiene la fuerza que no tendrán jamás las palabras... y
mucho menos los reproches de quienes sólo escuchan lo que
quieren escuchar, pero de eso mejor ni hablar... me quedo con la
magia que las sombras dejan tatuadas en las paredes, esas que
otros ni siquiera se detienen a mirar, no saben que hasta la débil
luz de una vela puede dibujar el mejor recuerdo que indeleble en
la memoria es sombra en la penumbra de dos... que son uno.
Entonces me elevo, y veo desde mi vuelo que no estoy de
ninguna forma solo, la llama de una vela es la llama de todas las
velas, usando tus palabras que son mías, una vez más mi suerte
cambia, la carta de la ilusión me espera en el mazo, y es
indudable que llegará a mí, entiendo que el garabato de niño en
mis manos es una de las barajas más importantes...
...sonará el timbre de una casa, mi casa, tu casa, cualquier lugar
en donde exista una caja de cristal con un castillo de naipes
dentro, si es un parque alguien gritará, silbará o golpeará sus
manos, si es un tren alguien vendrá por el pasillo empujando
otredades, o en la calle será una sonrisa en una esquina, o en las
mesas de algún bar una mirada conocida, o en el andén dos
solitarios, y ya no estarán solos, no estaremos solos, libres serán
mucho más que dos... seremos...
...mientras queden garabatos por dibujar y castillos de naipes por
reconstruir cada día, yo te elijo.
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Colage
El viaje era una buena excusa para pensar en otra cosa, mirar
por la ventanilla como amanecía sobre la ciudad y dejarse
alcanzar por las ideas que se habían dejado caer en más de
alguna oportunidad mientras conversaban fumando desnudos en
la cama, la ya casi vieja idea de vivir juntos decantaba siempre
en otras ideas que nada tenían que ver con eso, porque de
alguna forma, y ahora que lo pensaba como potencial realidad,
se daba cuenta que, significaría perder alguna de sus
identidades, y en consecuencia mucha de su libertad (sus
libertades), tonto juego, y además a esa velocidad cuando el tren
llegara a la próxima estación la sombra de los edificios que ahora
cubría imperfectamente el vagón desaparecería, obligándola a
cerrar las cortinas o ponerse las gafas... todo en tiempo futuro, el
presente era y es la lectura; o una excusa para pensar en otra
cosa, o no.
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esos que siempre ella se olvida, llenar de nuevo el vaso con vino
o abrir otra botella, seguir pegando recortes que a la tercer
botella será un gran colage, y la excusa perfecta para no ir hoy a
trabajar.
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Entre los niños que jugaban en aquella plaza había una nena,
que por algún motivo me recordaba a alguien... no me animé a
sacarle una foto, quizás por la bola de nieve que me tiró en plena
cara y que me rescató de cierto viaje interno por pensamientos
laberínticos y abstracciones varias entre las que se encontraban
el ajedrez de madrugada, los garabatos y la culpa, sin olvidar a
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los demonios, los buenos vinos, los colages, los viejos habitantes
ilustres de mi ciudad y la nieve que me daba de lleno en plena
cara.
- mi tía vive en El Pato, ¿sabés porqué se llama así? - me dijo la
nena.
- la verdad es que no tengo idea - aunque se me ocurrían
historias fabulosas que quizás alguna vez escuché...
- se llama “El Pato” porque está lejos - su lógica derribó varios
muros en mi pensamiento.
- yo sé tejer - me dice cambiando de tema.
-¿y tejes gorros? -
- no -
-¿entonces tejes bufandas? -
- no -
- ¿y qué tejes? -
- tejo agujeros -
…evidentemente esta niña sabía algo que yo no, le pregunté;
- ¿qué haces cuando tenes miedo?
- si es una araña o una cucaracha la piso con un zapato -
…“nuestra vida está en nuestra mente“ dijo después, pero no sé
si hablaba de lo mismo…
...fue como si me tirara otra bola de nieve, y se fue a seguir
jugando con los otros niños.
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Nunca un camino tan corto fue tan largo para ella, las calles se
multiplicaban, y crecían, no recordaba la esquina anterior cuando
aún faltaban muchos metros para llegar a la siguiente, y la nieve
lentamente dejaba de caer, se convertía en otra cosa, era el
tiempo pasando, toda la arena del reloj había caído, era el
momento de darlo vuelta y recomenzar el ciclo...
Muchas horas después de la caída de la primer ficha en el
tablero, y otros tantos días desde la caída de la primer ficha del
dominó, ella llegaba a su casa, dejaba la cartera y el abrigo en el
sofá, y se iba derecho a la cama, a seguir con el libro...
“...la tensión estructural de las escenas excede el límite del
relato, generando formas que si bien parecieran alucinadas no
llegan al grado de abstracción que las elimina, conformando un
correlato falible pero aceptable...”
...ese fragmento de la contratapa era la mejor parte del libro,
sobre todo porque seguramente lo habría elegido justamente por
el, y no por el resto, que no sólo no se parecía en lo más mínimo,
sino que hasta podía antojarse que se trataba de la contratapa
otro libro (error de edición), o que la contratapa de éste hablaba
de otro... salvo que después de la mitad de sus hojas al autor se
le ocurriera empezar a explicar de que se trata todo esto y todo
comenzara a ser “aceptable”.
Entonces entre las páginas surge una historia extraña, un nuevo
y posible “error de imprenta”, el siguiente relato;
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Claro que no era la muerte, era la vecina del fondo del pasillo
que venía a reclamarle por no se sabía bien que bolsa de basura
que nunca jamás él había dejado en el pasillo, que quizás de
haberla dejado era posible que no lo recordara, y que de
recordarlo de todas formas lo negaría jurando por lo que fuera
necesario para que aquella mujer se fuera... claro que no era la
muerte, eso hubiera sido mucho mejor.
Después de unos minutos de tonta charla sin sentido se decidió y
le cerró la puerta en la cara, en la próxima reunión de consorcio
ella no dudaría en denunciar el hecho al resto de los vecinos del
edificio, pero eso no importaba, él no iba nunca a esas reuniones
desde aquella negativa general en cuanto a la necesidad de un
mural que incluyera un desnudo femenino en la fachada Este del
edificio.
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Ella quería estar con él, pero no era tan simple, existía el dominó
cayendo, había que esperar la ficha exacta, mientras tanto en su
casa había mil distracciones, proyectos sin terminar, o sin
empezar, o ambas cosas.
Entre aquellas distracciones estaba el libro, absurdo entre tantos
absurdos, como el mate en cinco, la taxidermia, los garabatos,
las culpas, los demonios, las explicaciones y los mensajes entre
líneas... no caer en esa tentación de seguirlo buscando en un
libro era negar que pensaba en él, y a la vez era afirmarlo de la
forma más rotunda.
Tiró el libro sobre la cama, prendió la cafetera y fue a darse una
ducha, se sentía sucia, quizás por la discusión a la que había
asistido en calidad de testigo, o por haber inventado una mentira
que no fue necesario utilizar (esta vez)... y el agua era la cura
para esos pecados, tonterías de la fe que casi siempre ayudan
más que la razón... la redención fue acostarse y dejarse llevar al
territorio de los sueños que proponía la siesta obligada de un
Lunes que parecía Viernes y también Domingo.
En el sueño era luz, viajaba por el espacio y el tiempo, y se
trasformaba en cada una de las cosas que tocaba, era los
colores, todos, era culpable de las sombras y de que se supiera
que existe la penumbra... pero era por sobre todas las cosas luz
y de alguna forma era omnipresente.
Entraba por la ventanilla del tren y se golpeaba de lleno en su
propia cara, se reflejaba en sus gafas y volvía sobre la ventanilla
formando una copia de ella, tan irreal como la real, ya que ella
era en verdad luz.
Se esforzaba por llegar a una ventana de aquel departamento,
pero no llegaba, no de la forma en que quería llegar, las nubes
molestaban, la llovizna y la nevisca también, fue tarde, escuchó
un corto tono agudo repetirse.
Volvió sobre sí misma, se obnubiló... y se despertó... ya era la
tarde, la llamaba el café, un llamado ya antiguo, desde otro
tiempo u otra vida, quizás y como siempre demasiado tarde para
ser temprano, y demasiado temprano para ser tarde...
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La luz, los colores, los sonidos, los latidos del corazón cuando
sentimos vibrar la piel al contacto de otra piel, los impulsos
electromagnéticos, el propio pensamiento...
Señales que el analizador intenta desmitificar asignándole cifras,
valores acotados, vectores de fuerza, toda una serie de
mediciones que por si solas no son nada.
Entonces no hay más que estirar la mano para alcanzar la nada,
eso que siempre me rodea, palpable vacuidad de las cosas que
no fueron, todas ellas atrapadas por mis dedos que firmemente
aferradas las aprisionan con fuerza para que ya no escapen
jamás.
La nada me rodea.
Hasta le pareció irónico enviar la carta desde ahí mismo, pero las
cosas debían ser de una manera, si bien no estaba dispuesto a
usar la “carta modelo” su vida tenía cambiar, y dejar el pasado
en el pasado era un paso fundamental.
No iba a repetir el mismo camino, ya no podía seguir yendo y
viniendo por esas mismas vías una y otra vez, todo era ella, y
nada era en verdad ella, como una imagen desdibujada del
recuerdo lo que quizás alguna vez fue idealización, y luego
realidad, era ahora una constante alucinación, y entonces todo
era ella; la estación, las vías, el andén, la oficina, el diario, el
encendedor, el libro, el departamento, las calles, la plaza... pero
nada era ella.
Escribió en la carta documento; “En el día de la fecha, por
motivos personales, renuncio a mi empleo en estas mismas
oficinas... hasta nunca...” con los puntos suspensivos y todo así
despacho su carta, le causó gracia que fuera a tardar
veinticuatro horas en llegar al mismo lugar de donde salía, - son
extraños los caminos que suelen tomar las cosas - se dijo a sí
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Día de Respuestas
(Dominó II)
Y entonces ya no se trata de llenar espacios vacíos, porque los
espacios se llenan solos, existe una forma orgánica en que cada
pieza se alinea con otra y con otra, encastran, se empujan, se
caen, van dejando un rastro que no tiene del principio más que el
recuerdo difuso del impulso, que tal vez se potencia o se
degrada, pero que sigue ahí sin saber siquiera que es resultado
de otro impulso que nunca jamás calculó ni pensó que pudiera
ser responsable de él ni de los demás.
Tal vez lo peor es que una de esas piezas, una de estas fichas,
que caen hoy, al darme cuenta que esta vez no va a volver, es
de cristal, y al caer y golpear la siguiente pieza, estalla en miles
de pequeños fragmentos irreconciliables, conformando un límite
no definido en algún punto del contorno de la figura, que no deja
de dibujarse dentro y fuera de la realidad, de la cordura, de los
sentidos y de los sentimientos.
(Buenas Noches)
Me despide la noche más fría de este invierno y por dentro el
Jazz de salón, antes fue una banda en vivo pero la canción era
demasiado triste; hablaba de mi vida.
Entonces Louis Armstrong; What A Wonderful World, lo bueno de
la noche es este libro de Cortazar; Salvo el Crepúsculo. Los
balances siempre se empeñan en dar mal, la pendiente del
gráfico indica lo cierto de la ley física, todo lo que sube... pero
también se vuelve a subir, suerte de Fénix, o tal vez tortura de
vivir.
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Y yo;
Te cambio mil palabras por un beso.
Todos mis libros por remediar tu ausencia.
Cada uno de mis gritos ahogados en lágrimas por escuchar tu
voz rompiendo el silencio.
Todo mi mundo (que así no vale lo que cuesta) por que alejes de
mí la soledad.
Me voy quedando noche, sincronizando oscuridades, ausencias,
soledades y silencios, Julio de frío invierno y Julio para leer,
encontrarte en un texto ajeno y en uno propio pero anterior, los
mismos ojos, el mismo frío silencio que quema, parece mentira
volver al mismo punto desde donde empezó toda esta historia, y
volver a las Oscuridades, Soledades y Otros Miedos, entonces me
leo, y me encuentro perdiéndote.
Hablábamos con alguien de las mentiras, ella me dijo lo que
quizás yo sabía y no quería aceptar; - todo es mentira menos
nosotros -, también es cierto eso que dicen; los niños y los
borrachos siempre dicen la verdad.
Se terminó la botella y Etta James canta At Last, habla de
sueños, de esos que espero perdiéndome entre mis palabras y
las de otro libro que quise regalarte, y tal vez eso no pase, como
tampoco va a pasar esto de sacarme las ganas de fumar mi pipa
simplemente porque tanto la pipa como el tabaco quedaron ya
guardados en alguna de las cajas de la mudanza.
- buenas noches soledad - nadie contesta.
- ojalá pueda no soñar - me contesto para no perder la sana
costumbre de hablar solo, como los orates que no reniegan de su
condición de insanos, y por sentirme menos solo.
- ¿jugamos Ajedrez? - me pregunto.
- por suerte el tablero también está embalado en una caja - si, si.
- ¿y la caja de cristal? - el mundo dentro de...
- creo que no le pusimos el cartel de “Frágil” - ya sabemos como
esto es.
- error - dominó cayendo.
- omisión -
- mentira -
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- verdad -
- olvido -
- buenas noches - me digo.
- buenas - me contesto.
(Noche - Búsqueda)
Pero el sueño no llega.
La luna se oculta tras las nubes esta noche sobre todo en mi
ausencia de ganas de buscarla o encontrarla, el invierno, el frío
me trae siempre la oscuridad hasta las horas de la tarde, y la
tarde deja y no de ser tarde, porque ya es de noche y ya es tarde
para mí... horas nocturnas que nada tienen de nocturnas me
encuentran en las calles buscando otra cosa, o la misma cosa de
siempre; libertad.
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(Dominó III)
Entonces darse cuenta, la realidad desde el principio. La negativa
del consorcio, era negar la existencia de esa mujer, anularla del
destino, tratar de devolverme a la cordura cuando todo esto me
abstrae más y más en mis laberínticos túneles de la locura.
La fachada pintada del edificio real empuja la fachada mural del
edificio imaginario que es a la vez la ficha final del dominó que
cae y el primer aleteo de la mariposa en Tokio poniendo en
movimiento los engranajes del caos que muestra la gran imagen
que solamente se puede ver desde lejos, desde arriba, desde
después, y nunca más; la Respuesta.
Entonces tomar distancia (entre otras cosas) para mirar y ver,
ver como esto es, vos sabes como yo de noches de insomnio en
busca de la imagen, esa que ahora veo, escucho, siento con cada
sentido, desde lejos, y me alejo aún más.
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(Diluvio Final)
Afuera llueve como debe ser, la nieve no volverá a caer, las fotos
no sirven, la memoria no sirve, nunca aprendí bien eso de los
olvidos, o aquello otro de los perdones. El ruido de otro tren que
se va me dice que no volverán los trenes, no esta vez, volverán
otros mas nunca el mismo.
Salgo a la calle, afuera la ciudad descansa, la noche y la lluvia le
dan otro brillo (que nunca jamás tuvo), caminando me alejo sin
saber bien a donde ir, el último caleidoscopio se rompió en la
mudanza, el agua empieza a avanzar.
A doscientos metros de la vieja esquina los rieles ya quedaron
cubiertos, a trescientos metros el agua me tapa los pies,
cincuenta metros adelante ya llega a mis rodillas, termino la
última botella mientras el agua avanza.
No me di cuenta cuando el líquido elemento llegó a mi cintura,
ahora lo tengo al cuello, acá afuera sigue lloviendo, se escucha el
ruido de trenes que ya perdí, los brillos se pierden de a poco, el
agua que cubre mis ojos opaca la imagen, ya no puedo respirar,
es líquido entrando y saliendo, es un latir que se detiene, y otros
trenes que se van, pero ya no estoy ahí, ya no estoy en la ciudad
ni podré volver.
(Dejabu Final)
Ahora el ruido de un tren que llega...
En ese ir y venir hay algo de dejabu, algo de repetición y algo de
variación, como en una improvisación de jazz, las notas
conocidas marcan un camino diferente, el mismo mapa lleva a
calles nuevas, y se va dibujando la nueva forma, antes de otras
formas, y después de otras... ese ir y venir tiene algo de lucha,
que es entrega, que es juego, que es placer, que es locura, que
es pasión... dejabu... psicodelia... y otras cosas de las que no sé
nombres ni metáforas.
Danzan demonios en el fuego, y cambian de piel una vez más. Sí,
afuera llueve, afuera es el día del juicio, sobrevino el diluvio, se
hunde el barco pirata, y dentro es igual; el monstruo y su sombra
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Finales
Cerró los ojos como si así pudiera escapar... sabía que era
imposible, con cada intento de respirar otro poco más de agua
en los pulmones, con cada forcejeo era más la niña cubierta por
las sábanas en esa doble oscuridad de cuarto a oscuras.
El de ella no era su cuello entre las manos que no eran las de él,
su cabeza, la de ella, no era la que se hundía en el agua, el punto
final no lo ponía él en realidad, porque él no estaba ahí llorando
por dentro mientras afuera llovía.
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El cuerpo de esa que alguna vez había sido ella inmóvil con la
cabeza sumergida en la bañera... y él no estaba ahí... los diarios
se ocuparon de la noticia... el mismo diario que había empezado
la historia, se encargaría de poner las últimas piezas del
rompecabezas, el caleidoscopico colage lo expulsaba a la calle...
el agua subía... siempre sube...
...siempre nos alcanza.
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Yo que nunca resigné ninguna pérdida y que dejé que los duelos
duraran hasta poder aceptar la realidad sin dolor...
Voy a resignar tu ausencia como acepté haberte encontrado en
esa casi casualidad, en donde todo me sucede como si fuera otro
sueño, que esta vez, nuevamente es pesadilla...
Voy a viajar sin sentido por los mismos caminos de ayer, pisando
las mismas veredas, el mismo césped de alguna plaza, los
mismos andenes de viejas estaciones...
Voy a encontrar esa casa que vacía y en silencio me reprochará
por cada una de las culpas que ya sé mías...
Voy a mirar en esa habitación desnuda y voy a ver la cama más
fría...
...y finalmente voy a descubrir en esa nada que antes fue mi
alma todas las canciones que ya me niego a escuchar, porque
voy a resignar tu ausencia y como siempre, y como todo vuelve a
pasar, voy a sentir el dolor de mi tristeza y de mi felicidad en un
oscuro rincón del que tendré que salir tarde o temprano para
volver a vivir.
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Fin
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Epilogo
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Del otro lado de los caminos los caballos de acero lo llaman, esas
ruedas que no pueden parar de girar y toda aquella tormenta
detrás... es el ave de la tempestad una vez más, el sabor de la
soledad inundando su boca, la sangre corriendo, la sangre ajena
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Aún debajo del agua respirar, aún con los pulmones llenos de
sangre, aún... vivo.
Cuando al fin las cosas salen bien, resulta que todo está mal,
cuando al fin llegamos a la meta, resulta que el camino fue
equivocado, que hay que volver a empezar, y terminamos un
cuento y no podemos leer nuestra propia letra, ¿fue acaso
alguien más quien escribió estas palabras?, no hay respuestas
jamás.
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vacía, tan llena de nada, tanto aire para respirar, tanta vida por
vivir... no alcanza.
Vivimos para dar vida, siempre viviendo por alguien más, a veces
ese alguien más somos nosotros mismos, ajenos al destino que
nos toca vivir, a veces dormidos y soñando un sueño del que no
nos es dado despertar.
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Hasta mañana.
Ya no viajo en tren.
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Afuera los chicos encienden la fogata. Son las llamas que quieren
llevarse lo que queda de vos, lo que una vez aquí dentro no deja
de repetirse una y otra vez...
Pos estos lados andamos brindando solos, mi alma, mi corazón,
mis otros yo, y yo que ya no sé bien quien soy, si fui o seré quien
alguna vez quise o creí ser.
Esos malditos cigarrillos capitalistas que saben tan mal, y estos
otros que voy armando así como voy armando un sueño que es
otra vez un castillo de naipes en una mesa que no para de
moverse, sin contar con el viento... sin contar.
Es claro; el tiempo no pasa, no puede pasar, o es inútil que pase,
pretendiendo cambiar las cosas, aquellas que siguen igual que
siempre.
Y ahí está el vino, el tabaco, la vela, y tu silencio rodeándolo
todo, como una presencia más, como la única e inmutable
presencia de un abstracto sueño que no me deja despertar
mientras mis letras vienen cayendo como una cascada que es
lluvia en el abismo al que regreso cada vez que me enfrento a
una hoja en blanco.
Debería encordar esa guitarra, dejar morir mis palabras en
canciones que no terminan de contar aquello que nunca
empezaron a contar en verdad.
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Una nueva noche con ella; el dolor completo, eso que vuelve, eso
que no se va cerrando los ojos ni gritando bajo el agua, ese dolor
que persiste más allá de todo.
Son los dragones, es el fuego, es el brillo de la noche que no
termina de completar las oscuridades que quisiera tener para mí.
Porque fuimos lo que somos y seremos esto tal vez por siempre
(y saber que no me alcanza con esto), mentiras que terminan en
verdad, verdades que terminan en mentiras, y toda esta realidad
que termina siendo el sueño no soñado; la vida que no quise
vivir.
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Esa maldita cama tan vacía sin tu presencia, este presente tan
inútil sin tu piel, y el recuerdo trayendo la imagen de la luna, el
aroma de tu sexo devorándome, dejándome ser, llevándome al
otro lado de todo esto que pierde validez al saber que no me
perteneces y que no me pertenecerás jamás.
No puedo negar las conexiones que hacen que lo que es sea, que
los caminos se crucen más allá de las causalidades, que las
palabras se repiten y que todo me recuerda aquello que no pudo
ser... ¿te pasará lo mismo?, de qué me sirve la respuesta si no
me lo vas a decir... ¿porqué?, no lo sé, no me importa, mi destino
es ser culpable, soy culpable de eso no hay dudas... por más que
lo intente la culpa queda siempre de mi lado.
Sé como termina todo, lo sé muy bien, y hacía ese final voy sin
poder cambiar el rumbo, ya no hay faros, ni vientos que me
lleven en otra dirección, una vez más contra el muro... a cien...
doscientos... tal vez más rápido... contra el muro todo va a
terminar... y después volver a empezar...
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Alan R. Ghenzi
Hasta Siempre.
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Esto fue una no novela
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Epilogo Pag.69
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