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Esto fue una no

novela

Alan R. Ghenzi
Esto fue una no novela

Ediciones Digitales Alan5_rg Sistemas


Diseño Alan R. Ghenzi

alan5_rg@hotmail.com
alan5_rg@yahoo.com.ar

Marzo de 2010
Impreso en Argentina

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Alan R. Ghenzi

Esto fue una no novela


Texto* de Alan R. Ghenzi

Una novela comienza y ni siquiera sé si será o no eso u otra


cosa...

¿Corregiría Cortazar sus textos...?, ¿de qué formas?... y de este


lado todo comenzando con 62/Modelos para Armar.

Pero el colage no es un rompecabezas, las piezas sustituibles de


la imagen conforman la imagen que uno pretende formar y que
la teoría del caos se ocupa transformar en otra cosa.

Los escenarios, los personajes, y los dichos entre ellos son pura
ficción, cualquier parecido con la realidad es meramente una
abstracción psicodélica.

El caleidoscopio de palabras que conforma este relato trae ante


mí la imagen que jamás podrá ser borrada; completo, tu
recuerdo.

Cuatro meses fueron dos o nueve, o fueron dos años y se


transformaron en una semana y viceversa, los personajes una
vez más prescinden de nombres, ni los quieren ni los necesita, si
total, ¿para qué?.

...mejor así; definitivamente fue otra cosa.

*escrito entre Mayo de 2007 y Marzo de 2010

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Esto fue una no novela

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Alan R. Ghenzi

Introducción Para la Edición Especial a Mis Amigos


(Editores - Explicación de un título que no tiene explicación)

“Esto no es una Novela, póngale un título diferente”, me dijeron


todos los editores y representantes de grupos editoriales en
donde pude presentar mis textos...

Voy y vengo por la lista de posibilidades, tachando algunas,


agregando otras, y queda finalmente detenida mi vista sobre
este título; “Esto fue una no novela”.
Podría decir simplemente que “esto no fue una novela”, pero
estaría diciendo que esto; esta historia, no tiene nada que ver
con una novela, lo cual no es completamente cierto.
Entonces también podría decir que “esto fue una novela”, pero
realmente nunca fue pensado como una novela, y ni siquiera lo
es (o fue).
Por eso es que “esto fue una no novela”, primero porque ya dejó
de ser lo que no era ni será jamás (novela), y segundo porque la
no novela está ligada indefectiblemente a la novela no
solamente por aquello en lo que se parece sino precisamente por
aquello en lo que se diferencia.

...luego mi editor en Vladivostok me dijo que la traducción al


Ruso quedó bastante mal, que el clima frío no ayuda a mis textos
y que era mejor me buscara un editor en Jamaica o en las Islas
Canarias (en Tenerife)... yo creo que es en realidad una excusa,
como la del editor de Rumania, el de Nueva Zelanda y otros
tantos otros que parecen negarse a traducir y publicar mis
textos... de alguna forma abstracta me hacen un favor, y así son
los editores...
Esta que fue una no novela quedará inédita y usted no debería
estar leyendo estas palabras... de estarlo haciendo es posible
que los editores se enojen, luego deberían desenojarse, y todo
ese trabajo les impediría continuar haciéndole favores a los
ilusos escritores como yo.

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Esto fue una no novela

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Alan R. Ghenzi

Prefacio

Me pregunto porqué tu imagen sigue ahí si ya terminé el libro, si


fue sellado el pacto con fuego, si tu cuerpo descansa a varios
metros de profundidad, bajo el agua, y me pregunto; ¿porqué...?
Me habían dicho que el dolor volvería, una y otra vez el mismo
camino, empedrados, frío, Marzo se despide y yo; yo no lo había
creído, no lo habría creído si no fuera por...

Nuevamente Abril, otra vez el cruel mes de Abril me ataca con


sus realidades, sus fantasías, sus verdades y sus mentiras...
¿alguien recuerda lo que dijo Eliot?.

Entonces tuve aquel sueño...

Una vez más ahí estabas vos, gritando desde lejos, desde debajo
del agua, y desde siempre ajedrez; cruel juego de las
sustituciones.
Ahora es tu voz, en el silencio de la noche, detrás de cada
sombra es tu voz, del otro lado del exorcismo, los demonios
claman volver, las mismas vías en todos lados.
Lo sé, y es peor que estés ahí, ¿o debería acaso decir aquí?, tal
vez sólo decir que estás, creo que es así en todos lados,
últimamente no tengo la seguridad de nada, ni siquiera de lo que
digo... pero hace frío y sé que estás tan Abril como el año
pasado.
Los empedrados de vías muertas pueden estar muy lejos de los
caminos que hoy elegí transitar, y sin embargo siento bajo mis
pies todo su helado brillo, la sirena de un tren que dejé ir por no
saber esperar y el silencio de tu voz que es invierno del otro lado
de mi alma.
Llega el tren a la estación, es el recuerdo de la imagen, el
espejismo de tus ojos transitando el andén, los cigarrillos en la
mesa, los vasos de cerveza, la espera, la negativa, el volver.

...pero ese sueño no fue un sueño, fue real y yo ya no pude


volver a ser el mismo, los Abriles pasan dejando su indeleble
huella en mi alma, todo tan cambiante mientras uno trata de
aferrarse a lo que siente... pero eso también cambia, entonces;
vos no eras vos, y yo no fui, ni seré el mismo.
Volverán los Abriles; crueles, enigmáticos, rodeados de Otoño y
tanto frío, golpearán a mi puerta trayendo una y otra vez el
mismo recuerdo, la misma imagen, mientras tanto mi corazón se
irá enfriando poco a poco, mintiéndose a si mismo, hasta que

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termine como vos, descansando en las profundidades... bajo el


agua.

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Días Anteriores I (Estación)

En algún momento de la noche alejarse, viajar en tren, afuera


llueve, todo es llover y viajar y noche, todo es vías brillando del
otro lado de la ventanilla, sin antes, sin después; el instante que
resume una eternidad de infinitos reflejos de la misma imagen
entre espejos enfrentados, y a veces no darse cuenta, distraerse
y pensar que la vida es otra cosa.
Él era un tipo ordenado, pero no de la forma en que la gente
entiende el orden, para él un fin de semana podía empezar un
martes, o un jueves, y terminar así; un domingo que dejaba de
ser domingo donde todo era dejarse arrastrar por un tren que ni
siquiera lo llevaba donde él quería ir, en algún punto del
recorrido cansarse de todo eso y volver y seguir.
El tren acelera, la ciudad se desdibuja, es una vez más la
acuarela atrapada por la lluvia, una fuga de colores que no llega
a persistir lo suficiente como para formar una imagen, un sonido,
o un recuerdo... la decisión de traer orden al caos leyendo un
libro justo cuando el tren comienza a detenerse.
Es el mismo tipo de orden que provoca que deje de llover justo al
llegar a una determinada estación, que suban dos señoras
gordas, que una de ellas se siente justo enfrente con un enorme
pulóver violeta en el mismo instante en que el tren arranca y por
la ventanilla se vea un cartel con el nombre de la estación
tapado por un graffiti del mismo color, y que decida bajar en la
próxima, porque ahora el tren tomó velocidad... fin del andén, la
película se repite ahora sin lluvia.

Una vez más arrancar con la rutina de todos los Lunes, la


policromía del amanecer se torna en ruido, los pensamientos
ideas inconexas, esa sensación de estar cruzando un río saltando
de piedra en piedra, de noche o a ciegas, sin saber a ciencia
cierta si el próximo paso no será el que la deje a la deriva o el
que la lleve al otro lado.
La salvan de esos momentos las aparentes casualidades, los
absurdos sincronismos como imaginarse en el desierto, sentir
sed, y que en ese momento detenga su vista en una propaganda
gigantográfica de una gaseosa que no había visto antes...
Ese mismo tipo de casualidad marca que su vista se pose ahora
en las vías que brillan, que comience a amanecer “en serio”
(porque realmente amanece cuando uno comienza a
despertarse), y que se anuncie que su tren sería el próximo y no
éste que se estaba deteniendo frente suyo.

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Para él; bajarse y volver, alejarse del orden, la vida debe ser otra
cosa...

Para ella; esperar y no pensar, olvidarse de las casualidades y


fumar en soledad, la vida debe ser otra cosa...

El libro que él llevaba en sus manos hablaba de las búsquedas,


de las preguntas sin respuestas, y de otras cosas que lo llevaron
a pensar en su pasado, y en su vida actual, ¿seguía él un camino
sin sentido, la misma búsqueda?... esa era justamente la
pregunta sin respuesta...

Ella esperaba el tren mientras buscaba el encendedor en el


bolso... y no estaba, seguía buscando convencida de que por ahí
debía estar, y nada, seguramente se le había caído cuando sacó
las monedas para el diario... pero no se resignó, y buscó una vez
más sin resultados positivos...

Estaba aún a varias estaciones pero estaba un poco perdido,


pensaba que me había pasado y me bajé, después viendo en el
gran plano los nombres de cada estación supe que en realidad
faltaban bastantes estaciones para llegar a mi ciudad.
En el andén una mujer me miraba, seguramente se había dado
cuenta que estaba perdido, o que no era de ese lugar, la gente
que viaja día a día a la misma hora siempre reconoce las
personas que pertenecen o no a la rutina, yo no me fijaba (ni me
fijo) en esas cosas... un viaje es (para mí) ir de un lugar a otro, y
nada más.
Desmitificar el viaje es llenarlo de libros, lecturas que acortan el
tiempo, que me pierden en el espacio y me hacen sentir que dejé
atrás mi destino cuando en realidad aún no llegué a él...

- ¿me das fuego? - me dijo desde el otro lado de la cortina...


La cortina era y es mi cortina, del otro lado yo era yo, el de las
máscaras que muestran mejor como soy, que de tanto en tanto
dejo ver, que de tanto en tanto oculto tras cortinas, y que muy
pocas veces dejo caer.
- no tengo - cerré aún más la cortina (rara forma de buscar...)
- gracias por nada - dijo y se alejó...

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Esto fue una no novela

De tanto en tanto nos atrapa la rutina, y la imagen se repite una


y otra vez sin variaciones, terminamos entonces realizando
maquinalmente aquello que nos indican directa o
indirectamente... y nos olvidamos de nosotros.
Por suerte existe la lluvia, eso de andar sin paraguas, y otros
tantos fenómenos impredecibles que hacen la diferencia, es en
esos momentos en que tomamos conciencia de la rutina que nos
atrapa y muchas veces los epifenómenos nos ayudan a detener
los engranajes y escapar.

Llega el tren para ella, para todos, y sobre todo para ella, de
nuevo la rutina, hoy la diferencia la marcaba la falta de ese
cigarrillo de antes de, muy parecido al de después de, pero
diferente, y si alguien tenía la culpa, porque ahora no era
cuestión de buscar soluciones (en el tren no se podía fumar; el
cartel lo indicaba perfecta e iconográficamente), era momento
de encontrar culpables, y el culpable no era el diario ni la
torpeza, el culpable era aquel hombre que no se dignó a darle
fuego, por suerte no había subido al mismo vagón, o por
desgracia, tal vez sería bueno buscarlo y mandarlo a donde se
merecía... claro que quizás en realidad no tenía fuego, después
de todo era una sola estación, y antes de encontrarle un sentido
a esa idea difusa ya había llegado.
Se bajó, caminando por el andén pidió fuego, y se quedó
pensando en porqué el sabor de un cigarrillo en la otra estación
era diferente, y en porqué seguía pensando que si ese hombre
hubiera tenido fuego el sabor hubiera sido diferente...
La oficina tan oficina, los números tan números, el jefe tan jefe,
siempre la rutina tan rutina y en medio de aquello, el no cigarrillo
y aquel hombre...
...¿porqué pensar en ese hombre?.

Quizás ella piense en mí... no, qué va a pensar, en ese momento


no me di cuenta, y fue tarde, ahora es tarde... o no... (y en
realidad tengo que cambiarme y empezar a trabajar), ella me
miró como se mira a un extraño, es claro que entonces ella
forma parte del enjambre de gente que pasa por aquella
estación, y basta con ir a la misma hora, cualquier día de la
semana, a la misma hora, a aquel mismo andén y decirle;
- resulta casi tonto decirlo, pero en realidad estoy buscando algo
que ya sé perdido, o no, es en verdad otra cosa, como cuando
dije “extraño lo que no tengo y lo que nunca tuve porque siento

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Alan R. Ghenzi

que ya lo he perdido”, pero mi búsqueda lejos de perder sentido


se torna (y se tornó) en algún punto, en una forma de
mantenerme alerta, despierto aún dormido, cuerdo aún en la
locura y con los ojos abiertos dentro de este sueño que algunos
llaman vida... y yo buscando quimeras te encuentro... -
Claro, que todo eso se lo tendría que haber dicho antes, o
después de, pero no, ganaron los silencios, la tontería del temor
a intentar, y me quedé como siempre encerrado, como ahora
trabajando en la Oficina de Correo, o después en mi
departamento, o por las noches visitando amigos, o dejándome
visitar, y alimentando esta costumbre de correr las cortinas, de
cambiar máscaras y decir “cambié” cuando en realidad sigo
siendo la misma persona que sigue buscando... ahora
buscándote... y que en realidad tiene que concentrarse en su
trabajo y resulta imposible con ella en mi mente.

Ella masticó un lápiz, luego una lapicera, hasta que alguien en la


oficina le dijo que lo que estaba haciendo era un asco, entonces
sacó un paquete de chicles del bolso y siguió masticando para
calmar la ansiedad, pensar en otra cosa, dejar de fumar sin
fumar, no pensar en el no cigarrillo y ese hombre.
Sustituir los vicios estaba aún lejos de los garabatos que él le
inculparía tiempo después, pero era el primer enroque del juego,
el primer aleteo de la mariposa en Tokio poniendo en
movimiento los engranajes del caos, empujando la primer pieza
del dominó, que puede ser también la última, de una gran
imagen que solamente se puede ver desde lejos, desde arriba,
desde después... y nunca más.

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Días Anteriores II (Entre Cartas)

La oficina cerraba a las cuatro de la tarde, y ese día se hacía


eterno, su mente no podía dejar de pensar en ella, él no podía
sacarla de su mente, y no quería hacerlo. Tanto la pensó que se
le antojó un sueño, tanto la había buscado que al encontrarla ya
estaba ciego, demasiada perfecta para ser algo más real que la
ilusión, idealizada, onírica imagen... pero tal vez...
La idea de la carta no podía quedar en idea, entre carta y carta
ajena la idea se fortalecía, pero cómo enviar una carta sin saber
el nombre ni la dirección del destinatario... y llegaba otro cliente,
otro envío, otra carta, otro bulto, otra caja, un paquete envuelto
en diario... diario... el diario; la solución.

La oficina cerraba a las cuatro de la tarde, y ese día se hacía


eterno, su mente no podía dejar de pensar en él, ella no podía
sacarlo de su mente, y no quería hacerlo. Tanto lo pensó que se
le antojó un sueño, el no cigarrillo en la estación, romper la
rutina de los rituales diarios, imagen demasiado perfecta para
ser algo más real que una ilusión... pero tal vez... tal vez fuera
real, entonces dejar que el tiempo pase masticando chicle y al
final del día escupirlo prolijamente en el lujar justo y exacto.

Por raro que parezca el día en la oficina de correos fue normal;


cartas, encomiendas, estampillas, sellos, giros postales, y todo el
tiempo fue pensar en el diario hasta la hora misma de salir.
Ir o volver de la receptoría no tenía nada de especial, como nada
de todo lo que él hacía, de lo que él era y es, pero sencillamente
porque eso lo hacía único era que podía reír, sabiendo que había
dejado caer una de esas piedras fundamentales, con la plena
conciencia de que aquella carta dejada en el diario y que
publicarían esa misma semana no era una tonta suma de
palabras, sino la causa de una consecuencia que quizás no
tuviera forma de verificar, o tal vez si.

Ella estaba en esa situación en que no se sabe bien que hacer,


que decir, a donde ir, o que contestarle a ese jefe que le
preguntaba por el cierre mensual de quién sabe que acciones de
qué empresa de qué país de qué continente. En suma no
escuchaba, o escuchaba pero no oía en realidad eso que le
pedían, que le decían.

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Alan R. Ghenzi

La inercia la llevó a terminar el día, los rituales propios de la


costumbre hicieron parecer que sus actos fueron los normales,
los de la gente común, los de toda esa gente que se levanta a las
siete, llega a horario al trabajo y hace lo que se espera que haga;
su trabajo.

Diario - Sección “Cartas de Amor”


Este es el lugar en donde debería ir tu nombre, precedido por un
“querida” o seguido de un “amor de mi vida”, pero no lo sé, y no
puedo siquiera inventarte uno, no porque me falte imaginación,
resulta que ningún nombre te haría justicia... somos tontos los
humanos, queremos ponerle nombre a todas las cosas.
Ante todo debo decirte algo; no sé porqué te escribo esta carta si
quizás no llegues a leerla, o tal vez sea precisamente por eso. Me
falta la certeza de saber si en verdad te conocí, si esa mujer que
me pidió fuego en una estación desconocida existe, o si todo fue
producto de la ilusión que nació de un sueño mientras dormía
viajando en tren.
No quisiera perderte, menos aún antes de encontrarte. Tengo de
vos solamente un recuerdo; tu mirada, tu voz, tu pelo, tu gesto...
y el alejarse (y todo se parece justamente a un sueño). La culpa
fue o será mía, de eso no hay dudas, siempre queda de mi lado,
absurda obsesión culpa de las culpas, de mis máscaras y mis
cortinas...
Detrás de la negativa idiota, detrás de la cortina que me protege
y me encierra, que me cuida de los miedos y me aleja, que me
resguarda de los viejos dolores y me impide encontrarte, detrás
de las máscaras estaba yo, y en mi alma la llama que creí extinta
encendió la hoguera iluminando la esperanza y la ilusión de ser
feliz.
Fue verte e imaginar toda una vida, recordar viejas historias,
desmitificar la idea de haberte perdido, buscar palabras y
encontrar silencios, o demasiadas palabras juntas y no saber
elegir... fue verte y saber que te había encontrado, imaginar toda
una vida juntos, el sabor de tus labios, el sonido de tu voz
diciendo las palabras que ya había encontrado...
Fue verte y escucharte, y crear la imagen de tu boca sobre mi
boca, la ilusión de sentir tu piel por primera vez y una vez más
rozando mi piel, desnudos en cualquier cama que sería siempre
la misma cama, porque cualquier lugar que nos encuentre juntos
sería nuestro... fue verte y escucharte, y entender que ya no
estaría solo...

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Esto fue una no novela

Todo eso detrás de la negativa idiota, detrás de la tonta cortina


que me impidió hablarte y te alejó. Ahora sé porqué te escribo
esta carta, y quizás no llegues a leerla, pero no es precisamente
por eso... te escribo porque creo que si fue posible encontrarte,
también es posible que estas palabras lleguen a tus manos, y
entonces te digo, a pesar de no conocerte... te amo.

Por la noche volver a lo de siempre, la otra rutina de la no rutina,


los vinos, los libros, quedarse dormido después de la pipa y la
lectura... tratar de no escuchar a los demonios cuando en
realidad era imposible escucharlos detrás de aquella otra voz
que una y otra vez le preguntaba si tenía fuego.

El balance había dado perfecto, como siempre la ganancia ajena


solamente significaba un agradecimiento que no tenía otra forma
abstracta que la palmada en la espalda, el “bien y adelante”,
ningún beneficio económico, tal vez ese alimento inútil del ego
que la hacía sentirse “útil”... se durmió pensando en cómo y
cuándo la ganancia quedaría de su lado, y no pensaba
exactamente en el dinero ni en el ego.

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Alan R. Ghenzi

Días Siguientes I (Viajes y Oficinas)

La costumbre, la rutina, ahora era además una forma de intentar


alejarlo de su mente, porque el recuerdo aparecía de tanto en
tanto y sobre todo en aquella estación, al comprar el diario (y
tratar de no perder el encendedor), al encender el cigarrillo ese
que aquel día no fumó (y que ahora fumaba sin ganas), al viajar
como siempre pero esperando ver, sin ver... sin verlo.

Los horarios de los trenes responden a ciertas actitudes


humanas.
En principio se encuentran ligados a la negación tácita de
cualquier papel impreso que indique que a tal o cual hora tal tren
debe estar en tal estación ya sea adelantándose o retrasándose.
Luego y como todos lo hemos experimentado en algún momento
de nuestras vidas bastará que un empleado ferroviario informe
mediante los altoparlantes una demora de x minutos para que
esos x minutos pasen al territorio de la relatividad especial de
Einstein.
Y como si no fueran suficientes estos factores, se agregan a la
ecuación las reacciones del publico usuario, gente que sin llegar
a los límites de la destrucción de la propiedad privada o publica
impide con su accionar que los trenes lleguen a horario.
Como esa gente que no puede quedarse quieta en el andén y
que piensa que por asomarse a las vías e intentar ver el tren éste
puede llegar a venir antes, cuando todos sabemos que esa
acción lo único que logra es retrasar aún más la formación.
Así fue, señor jefe, que he llegado tarde a la oficina una vez más,
y si no le traje un comprobante emitido por la ventanilla de la
estación que fue especialmente dedicada a esta tarea fue por no
perder una hora más en una fila de gente que de un momento a
otro amenazaba con prender fuego la estación misma...
...acción que no hubiera solucionado nada vea usted, y en medio
de la cual podría yo haber salido lastimado gravemente, teniendo
luego que faltar por quien sabe que periodo de tiempo,
percibiendo el mismo sueldo ya sea a cargo de la empresa o de
la aseguradora, y tal vez hubiera sido indemnizado...
Pero a pesar de todo (y todos) los trenes llegan a horario y no
existen excusas para llegar tarde a la vida.

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Esto fue una no novela

No paraba de llover, era el cuarto día de la semana en que no


pasaban más de ocho horas seguidas sin que caiga agua del
cielo.
Ese día viajaban en el mismo tren y ellos ni siquiera lo sabían,
imposible darse cuenta, se habían buscado como cada día
después de ese encuentro fortuito atribuible a las aleatorias
coincidencias del destino, pero ese pequeño universo de gente
los había perdido, sin brújulas, sin carteles que nos avisen a
donde buscar, la mirada se perdía en el límite donde dentro se
convierte en fuera, ese límite que otros llaman ventana, la
mirada se perdía en ese nexo, no significaba mirar hacia el otro
lado, porque en verdad no veían aquello que pasaba detrás, toda
observación posible se desvanecía en el vidrio y los
pensamientos estaban en otro plano, en otro tiempo, en esa
pintura que quizás era la misma para ambos.
Ahí afuera la lluvia que comenzaba a caer lentamente golpeaba
el vagón. La lluvia formaba en la ventana gota a gota un
verdadero cuadro impresionista en donde por azar o quizás por
un deseo inconsciente se fueron formando sus rasgos, el
contorno de su boca, la expresión única de sus ojos observándola
(observándolo) desde la pintura, porque ahora la ventana era
una pintura y ella (él) ya no estaba en un tren, y afuera ya no era
afuera, ni llovía… ahí enfrente estaba él (ella), bastaba quizá
acercar su mano a su rostro...
...el tacto frío del vidrio los trajo de nuevo a ese mismo tren
compartido en absurda soledad, otro universo de gente subiendo
y bajando en cada estación los perdía más y más.

Lo que quedaba era demasiado fácil; esperar que lo buscara,


otra vez la búsqueda pasiva; la espera, y luego dejar caer las
máscaras e inventar una excusa imposible de creer para
encontrarse con ella, si es que esa mujer no sabía leer entre
líneas, otra vez como siempre, pero completamente distinto, y
quizá lo demasiado fácil era pensarlo... lo primero era esperar, ir
al correo, distraerse trabajando.

La rutina la dejó aburrida en un asiento de aquel vagón, en aquel


tren, mirando el diario, más por verlo que por leerlo, hasta que...
en esa página, en esa carta; se encontró encontrándolo a él,
pero... ¿era en verdad él?, ¿cuántas personas pueden haber
vivido la misma situación?, ¿en cuántas estaciones se vendería

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Alan R. Ghenzi

ese mismo diario?, y descubrió que lo imposible era; olvidarlo o


no buscarlo.

¿Cómo intentar al menos trabajar, o hacer que trabajaba?, tarea


imposible cuando en su mente surgía la idea de ese teléfono
sonando en su casa, y nadie ahí para contestarlo, pensaba en
pedir una semana de licencia, por los trastornos y el estrés,
producto de la gente que cada día... pero no, jamás había pedido
ni siquiera un día, y además sabía que no iban a dárselo aún con
aquellos sobrados motivos... otra vez en trabajar en el correo...

El resto para ella era demasiado fácil; llamar a la receptoría,


pedir algún dato de esa persona que publicó la carta (porque
seguramente era él), tratar de conseguir una dirección o un
teléfono, tal vez animarse a llamar o a ir (aunque mucho menos
a ir), y tomar un tren, como siempre pero completamente
distinto, y quizá lo demasiado fácil era pensarlo... tal vez lo
verdaderamente fácil, lo primero; era llamar.

La señora entró por la puerta giratoria con algún inconveniente,


quizás por llegar con tres niños o por la gallina que llevaba en
una jaula debajo del brazo…
- quiero enviarla a Chivilcoy -
- ¿perdón, qué cosa quiere enviar? -
- la gallina, por supuesto, ¿o usted se cree que la saqué a
pasear? -
- mire que no creo que sea posible -
- no me hable de lo que es o no posible, quiero despachar esta
gallina y nada más ¿acaso mi dinero no vale?... vaya a buscar
una caja y las estampillas, o me llama a su jefe -
Los niños naturalmente ya se estaban impacientando, no lo digo
tanto por el que lloraba a gritos tirado en el piso, sino por los
otros dos que se entretenían corriendo entre las filas de gente
que venía lógicamente a enviar o recibir algún paquete o carta…
- permítame un segundo que voy a buscar el reglamento – le dije
tranquilamente - si no existe una cláusula que lo prohíba
enviaremos la gallina ¿usted no querrá violar la ley supongo? -
- lo único que quiero es despachar una gallina, y diga que no
encontré una caja, porque sino usted ni se enteraba de lo que yo
estaba enviando -

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Esto fue una no novela

La lógica irrebatible me llevó a mirar entre la gente la forma de


los paquetes que traían, y si bien muchos eran perfectamente
cúbicos, otros tenían extrañas formas, creí reconocer al menos
un cocodrilo, una tortuga bastante grande, un perro en una
extraña posición y lo más perturbador; en dos paquetes
separados; piernas y brazos y la cabeza y el dorso de una mujer.
No dudé ni un instante en guardar el libro de reglamentos de la
oficina postal, en traer una caja del tamaño adecuado, colocar la
jaula dentro, rellenar con material de embalaje, cerrar, precintar,
estampillar y encomendar la caja a destino.
- quizás no llegue viva, ¿lo sabe? – le comenté mientras le
cobraba según el peso y destino del envío.
- no importa señor, si llega viva, la matan allá, ¿no creerá que mi
familia se come las gallinas vivas? -
- para nada, buenos días -
- buenos días, fue muy amable -
De un tirón de orejas levantó al chico del piso, los otros dos se
acercaron en silencio, y salieron todos juntos, no sin alguna
dificultad, por la puerta giratoria.

Luego las cosas fueron simples, otras personas despacharon un


violín en un extraño estuche rígido, un sombrero en una caja
cilíndrica y chata, unas pelucas, y un maniquí (este último en dos
paquetes).

- recepción, buenas tardes - dijo la voz de la empleada del diario


- buenas tardes, en el diario de hoy salió publicada una carta y
quisiera saber los datos del remitente -
- hum, veamos, ¿qué carta? -
- en la sección cartas de amor, la única sin firma ni destinatario -
- ah si, ya recuerdo, acá esperábamos que llame alguien,
solamente dejaron un número de teléfono, y usted es la única
persona que llamó, ¿tiene papel para anotar? -
No podía creerlo, no podía ser tan fácil, tan simple, la vida la
tenía por demás acostumbrada a tener que luchar el doble de lo
que normalmente cualquier persona lucharía por conseguir
cualquier cosa, y sin embargo esta vez el destino parecía querer
ayudarla. Anotó el número, agradeció a la empleada y colgó con
una extraña sensación de felicidad... tal vez mezclada con algo
de nervios, ahora le restaba animarse a llamar.

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Alan R. Ghenzi

El departamento, su desorden, la soledad, un libro en el piso, el


silencio, el doble silencio de un teléfono que debería sonar y no
emitía sonido alguno.
Noche de viernes sin otra idea que escuchar ese disco de Pink
Floyd, abrir una botella de vino, encender una vela (porque
siempre es mejor la luz de la llama de una vela), subir el
volumen, encender la pipa y tirarse en el sillón a dibujar en
cualquier papel mientras esperaba que suene ese maldito
aparato mudo o la llegada del sueño que últimamente no llegaba
temprano ni fácil... lo que sucediera primero.
Primero pero bastante tarde llegó el sueño.

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Esto fue una no novela

Otros Días (Reunión De Consorcio)

Sábado al medio día despertarse con la sensación de no haber


dormido ni siquiera media hora, los corchos en el piso al lado del
libro, la cera derretida de lo que fue una vela, el silencio
constante aturdiéndolo, el dolor de cabeza, pensando que todo
fue en vano, que ella seguramente no había leído la carta ni el
diario y que todo lo que le quedaba era un dibujo que él mismo
había hecho... - si al menos supiera dibujar - pensó.

Por la tarde, reunión de consorcio, inevitable sólo por ser la


primera (a la anterior no había asistido), por intentar una sola
vez eso que llaman ser “sociable”, conocer el resto de la gente
del edificio, distraerme y de paso reírme a costa de... esta vez sin
mejores planes... ahí estaba;
en primer lugar vamos a firmar el libro de actas / usted debe
ser / la del quinto nunca viene / claro el vecino nuevo / esa es del
tipo de gente que no va a votar / prefiero ser el último en venir a
vivir al edificio / y después quieren que el país cambie / por favor
firme aquí / por algún lugar hay que empezar / la gente siempre
habla y habla / es mejor hablar que quedarse callado / bueno
ahora que firmaron todos / naturalmente / espere que ahí viene
el abuelo del segundo / hay que empezar por cambiar uno mismo
/ firme abuelo / en eso estoy de acuerdo...
- en resumen estos son los temas a tratar hoy... - dijo el señor del
libro de actas con una gravedad que pretendía anticipar la
seriedad y la importancia de estos “temas”, y los enumeró de la
siguiente forma;
a) Lista de morosos; detalle de cuotas impagas y de las
represalias por el incumplimiento del pago de las expensas
normales y/o extraordinarias.
b) Horarios; el respeto por y para la sana convivencia en función
de las buenas costumbres y la ética moral de los habitantes del
edificio.
c) Reformas y mantenimiento de las fachadas incluyendo la
elección de los colores con los cuales se embelesará la de por sí
excelsa construcción edilicia en la que habitamos,
ornamentación y adornos florales.
d) Medidas de seguridad en general; para casos de incendio
(punto para el cual tenemos proyectado realizar un simulacro)
y/o asalto con toma de rehenes.

En cuanto al punto “a” se habló de la futura imposibilidad por


parte de los morosos en participar de las próximas reuniones y

22
Alan R. Ghenzi

decisiones y de la posibilidad de iniciar acciones legales hasta las


últimas consecuencias que incluían el desalojo por parte de la
fuerza publica. Luego de los aplausos que desató tal decisión se
pasó al punto “b”, se sincronizaron relojes y se repartieron una
serie de fotocopias que indicaban los horarios permitidos y
prohibidos para las diferentes “tareas” posibles de realizar en un
edificio, tareas que obviamente no incluían ninguna de las cosas
que a diario él hacía o quería hacer.
El punto “c” pareció centrarse en el tema de los colores de la
fachada, para los cuales cada uno tenía una elección y
predilección argumentada y precisa, pero que en resumen se
trataba más o menos de estas palabras; verde agua sin duda / lo
mejor es el terracota / celeste es el mejor color / durazno, debe
ser durazno / rosa pálido creo yo / usted no tiene idea / por favor
baje el tono / usted no respeta la edad / mejor cállese y pague lo
que debe / ¿qué tal amarillo?...
Del punto “d” parecieron olvidarse y entonces decidió hablar
para calmar los ánimos;
- perdón quizás por aportar una idea diferente, pero creo que
sería lo mejor y para que todos quedaran conformes utilizar
todos esos colores en el ala Este del edificio pintando un mural...
-
Todos y cada uno de los dueños e inquilinos que asistían ese día
a la reunión se miraron, seguramente trataban de encontrar a la
persona indicada para complementar o comentar la idea... pero
las miradas recorrieron el espacio vacío entre un par de ojos y
otros... y luego otros... como si se estuvieran pasando una pelota
en llamas que nadie aguantaba ni siquiera unos segundos.
- ...justamente tengo un bosquejo, quizás un poco burdo, pero
como ejemplo alcanza, en esta servilleta - y les mostró con un
poco de vergüenza el dibujo a lápiz, bastante bien logrado,
bastante insinuante, bastante impúdico... bastante.

El fondo de la imagen mostraba un dibujo que bien podía


encontrarse en esas típicas escenas japonesas o chinas, pero sin
duda se trataba de una publicidad o gigantografía, ya que se
veía un marco alrededor, pero todo eso detrás, todo eso como al
margen, al borde de una calle, de una autopista o de un andén
de cualquier estación de tren... lo realmente impactante era la
mujer en primer plano, la mujer desnuda, porque no se podía
pretender que las telas semitransparentes que la cubrían
sirvieran de alguna forma como vestimenta, al contrario, servían
para acentuar más las delicadas pero voluptuosas (si es que
ambos adjetivos alcanzan o sirven juntos para describir aquel

23
Esto fue una no novela

cuerpo) curvas de los muslos, de los pechos y los pezones, entre


otras menos sexuales pero no menos desnudas...

- a riego de quedar como un anticuado, y a pesar de que sea sólo


un bosquejo, yo por mi parte le digo simplemente que no me
parece en absoluto algo digno de nuestro edificio - dijo el señor
del libro de actas, comentario al cual siguieron otros como los
siguientes y otros no reproducibles...
- disculpe señor, pero a mi me parece no sólo de mal gusto, sino
además una obscenidad completamente fuera de lugar - dijo la
señora del quinto B
- digamos que una galería de arte o en los pasillos de algún hotel
alojamiento hasta sería algo agradable, ¿pero en un edificio?...
definitivamente no - aclaró un tipo con cara de amargado que
luego se enteraría vivía en el tercero H

Después de aquella negativa general de la gente obtusa del


edificio volvió a su departamento con el amargo sabor en la boca
que solamente un mal whisky puede quitar, pero la imagen
encerraba, como casi todos sus dibujos, sus juegos, sus
conversaciones consigo mismo, sus silencios rodeado de música
y sus borracheras, otras claves; terceros y cuartos (también
quintos y sextos) significados que casi nunca eran comprendidos
o siquiera percibidos por esa gente que no suele detenerse y
darle tiempo a los sentidos para que estos alcancen esa mirada
que creen propia de los artistas, de los poetas... o de los
dementes.

Del otro lado el tiempo parecía detenerse en un papel, en un


número que no se atrevía a marcar, como si algo en todo aquello
no estuviera del todo bien, el de no saber que decir, y las
excusas; primero era muy temprano, luego era muy tarde, luego
era muy Sábado, y ahora... ahora era muy tarde; el tiempo
detenido en el papel trajo la noche, la casa es un desastre pero
así va a seguir, porque no nace en ella otra idea que llamar.
Marcó un número de memoria, pidió una pizza, la cerveza estaba
en la heladera, los ladridos de los perros la acompañaron en
aquella solitaria cena... antes de dormirse pensó que hubiera
sido mejor salir con amigos, se desconoció, se rió de si misma
(una de sus virtudes) y se perdió en algún sueño destinado al
olvido.

24
Alan R. Ghenzi

La alquimia de crípticas claves quedó una vez más encerrada en


el dibujo, que no dejó la servilleta, y que terminó dentro del
cajón de las cosas que no fueron, para que quizás algún día él se
decida a pintar un óleo, o mostrársela a ella... claro que para eso
primero habría que inventar quizá una esperanza y animarse a
seguir esperando su llamada, para entonces después
encontrarlas, y enfrentarlas, a la servilleta por un lado y a la
mujer por el otro, como un reflejo que aún no fue, no al menos
fuera de su mente, sus deseos o su ilusión.

25
Esto fue una no novela

Días Siguientes II (Tono De Llamada)

Si dejar pasar toda la tarde del viernes fue una tontería y dejar
pasar todo el sábado fue una tontería aún mayor, no entiendo
porqué no me animo a llamarlo hoy, ¿porqué tengo estos
nervios?... ya imaginé mil veces las posibles respuestas a las
posibles preguntas, los diálogos comunes y no tan comunes que
suelen suceder telefónicamente, además no tengo nada que
perder...

Sin nada mejor que hacer; dejarse estar en la cama, despierto,


ya muy despierto y ya muy tarde, pero dejarse estar ahí tirado,
hasta que el cuerpo ya no aguante más y entonces levantarse
lentamente, como respirando cada minuto, cada segundo,
preparar unos mates y tirar (sinónimo de desperdiciar el tiempo)
hasta bien tarde. Ahora dejarse estar, así.

... y nada que perder es marcar de una vez ese número, ahí voy,
dígito tras dígito... tono de llamada...
- ¿y ahora quién llama a esta hora? - igual ya estaba cansándose
de no hacer nada (porque eso también cansa, como si no hubiera
tantos motivos para cansarse).
- ¿hola? -
- hola, si... yo... llamaba por... yo soy la de la estación -
claro que no podía creerlo, era ella, y las palabras se
amontonaron sin poder salir.
- ah si, hola -
... ¿hola?, dos días para animarme a llamarlo y me dice “hola”,
¿será muy temprano?, no, que va a ser...
- la carta del diario ¿era para mí? -
- si claro, digo no, bueno si, pero no pensaba que la iban a editar
– mentía sin saber porqué, aunque eso pasaba siempre, lo de no
saber, también pasaba cuando decía la verdad, cuando no se
sabe que decir, se dicen cosas sin pensar.
- bueno, gracias, es todo tan raro, nunca me pasó algo así, y
nunca me escribieron una carta como la tuya -
- ya que lo decís es cierto, muy raro, sabes que te dibujé, en
realidad un bosquejo, un intento de dibujo, no pude dejar de
pensar en... -
- yo tampoco... -
- me gustaría que veas el dibujo, tengo una idea de un mural,
pero... -

26
Alan R. Ghenzi

- ¿un mural?, ¿vos pintas? -


- no, pero... algo, es una de esas distracciones para detener la
mente (la conversación se está desviando, fue ella o fui yo) -
- a mi me pasa también, a veces leo, a veces juego al ajedrez,
ayuda a ver las cosas desde otro punto de vista -
- Ajedrez, un día de estos jugamos, acá tengo un tablero, pero
mira que juego bien -
- y de paso me mostras ese dibujo (dijo un día, o sea, dijo “hoy
no”) -
- bosquejo -
- lo que sea -
- mira, pasame tu número y te llamo para arreglar algo -
- anota -
- listo -
- te llamo ¿si?, ¿a que hora? -
- después de las cinco, trabajo hasta las cuatro -
- listo (es claro que hoy no puede) -
- listo (no creo que me llame) -
- chau (que estoy haciendo, otra vez lo mismo) -
- chau - colgó ella primero

... no, no es temprano, pero tampoco tarde, qué le costaba


invitarme hoy, nada, pero no importa.
No importaba demasiado, ahora ya no importaba casi nada, el
primer paso estaba dado, lo había llamado, y ahora él tenía su
número, y sabía que podía llamarla cuando quiera... pero, porqué
no hubo una invitación, al final el tipo era un tonto más, porqué
negarse como había negado el fuego en el andén, ¿porqué?...
claro que tal vez, si hubiera hablado menos, pero no importaba
ya, en este juego ahora era el turno de él, y ella simplemente
esperaría (aunque no demasiado), ¿porqué?, no fuego, no
invitación... y no importaba, muchos no para un domingo, tal vez
lo mejor era hacer algo para que la casa deje de ser un desastre,
otro poco de rutina fuera de la rutina para entrar de lleno en la
rutina de costumbre del Domingo triste y el Lunes a trabajar.

Es mi culpa, hoy duermo solo, y es solamente mi culpa, por no


invitarla, hubiera sido tan fácil inventar una excusa, cualquier
pretexto simple o complicado, pero no, el idiota tenía que
ponerse la máscara, de nuevo las cortinas me dejan de este lado,
los demonios vuelven.
Entonces nuevamente, como siempre o casi siempre, tener que
tener la culpa por algo que ni siquiera fue, por algo que ni

27
Esto fue una no novela

siquiera llegó a ser, culpable por tener tan sólo el principio de


una idea, como el dibujo en una servilleta, o las ganas de
cambiar el mundo empezando por un rincón, que puede ser la
pared de mi cuarto, o la fachada de un edificio... y entonces
empezar de nuevo por el final... por la culpa, que como siempre
queda de mi lado, el mismo que los demonios eligen.
Y aceptar sumisamente la culpa es seguir juntando la
nitroglicerina en este rincón, otro poco más, apretar para que
entre otro poco, y total sí, y total, pero no, eso no pasa, espero
no estar ahí cuando pase al fin, eso de cansarse y dejar que todo
sea como en realidad debió ser desde el principio; encender la
mecha y salir corriendo... metáfora de encender un cigarrillo y
encerrarse en un libro hasta que llegue el sueño.

Cansada, un poco enojada, con él, con ella misma, imposible


concentrarse en el texto, en ese libro que dejaba de interesarle,
era tarde y era hora de dormir, sino después quien la levantaba,
estaba haciendo frío y siempre daban ganas de quedarse en la
cama, de llamar a la oficina y pedir medico, ganas de romper los
esquemas de lo que nos dicen tenemos que hacer, como por
ejemplo esto de “es tarde, hay que dormir”, frasecita machacada
desde que iba al jardín, que bien grabada quedó, se la lee clarita
en la mente, es la voz de la madre, y ella ahora ya bastante
grande para que la tapen o le den el beso de las buenas noches
(que no le vendría nada mal), apaga la luz y se encierra en la
oscuridad, y se tapa con las sábanas, y juega ser de nuevo esa
nena, mientras se va quedando dormida y no sabe que en
realidad sigue siendo la misma nena que mañana va ir al jardín y
va a hacer dibujos con tizas mojadas y cosas por el estilo, porque
a fin de cuentas la cosa viene a ser lo mismo; jardín-oficina,
nena-mujer.

Como un dominó el sueño; la imagen de la fachada del edificio


con el mural completamente pintado, iluminado por el sol que le
daba de lleno produciendo un efecto de irrealidad, de
surrealismo, único, tan único e irreal como la posibilidad de que
aquello no fuera más que un sueño.
Entonces raspó el fósforo en la caja, encendido lo acercó a la
mecha y corrió. Fue la cara de la ficha del dominó cayendo, la
segunda o tercer ficha, totalmente fuera de su control, el juego
había tomado autonomía propia y ya no respondía a sus deseos.
Su deseo era pintar aquel mural, y la fachada del edificio caía por

28
Alan R. Ghenzi

el peso de una ficha que venía desde detrás, desde antes, desde
siempre y desde nunca aún sin saberlo. Su otro deseo;
encontrarla de nuevo, inventaría la excusa de un libro, o usaría el
ajedrez, pero eso estaba aún lejos de la profecía, y ya no
dependía de él, de sus locuras, de sus sueños, sus mentiras, o
sus dibujos.

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Esto fue una no novela

Días Siguientes III (Un Lunes Diferente)

Con el recuerdo claro de su voz aquel día las cosas fueron


diferentes, parecidos pero totalmente diferentes, la gente venía
como siempre, hablaba, pedía, intentaba llegar hasta mí con
palabras que ya no podían llegar a mí, que un envío a no sé
donde, que una encomienda importante porque los familiares
estaban lejos, y tanta cosa por el estilo, pero mi mente estaba en
otro lado, yo estaba en otro lado.
Por supuesto que estaba yo ahí, en el mismo trabajo que había
elegido desde siempre, que me llenaba llenando vacíos que nada
tenían que ver con mi persona en ese lugar, todo era una gran
excusa, todo era llenar el tiempo con la idea de sentirme
ocupado, la gran distracción que ya no lograría distraerme...
porque yo no estaba ahí.
Entonces intentaba escuchar, intentaba realizar las tareas de
todos los días, y quizás maquinalmente las hacía, pero de hecho
no escuchaba, de hecho las cosas eran simple rutina, y las ganas
de escapar se disipaban en la realidad de saber que no tenía
donde ir, salvo volver a ese recuerdo, a esa voz, ese número...
esperar que todo pase... para llamar.

Era la primer persona en entrar, hacía demasiado frío afuera,


menos de cero grados (y eso es mucho), y había estado
esperando desde al menos una hora antes que yo llegará, y eso
pasó aproximadamente media hora antes de que abriera la
oficina postal...
- a Marte por favor, expreso -
- ¿perdón, dónde dice? -
- como usted recordará hace unos años fui raptado por un ovni -
- no, la verdad es que no lo recuerdo, ¿salió en los diarios?, igual
yo no leo diarios, salvo los viejos que a veces se utilizan para
cubrir el piso antes de pintar o para embalar alguna cosa en una
mudanza -
- bueno, yo tampoco leo diarios, ni me acuerdo de aquel rapto,
pero como le digo a mi psicólogo, por no recordarlo no significa
que no sea verdad, ¿sabe de cuantas cosas que hice borracho no
me acuerdo?, quizás los aliens me emborracharon... y esa es una
buena explicación -
- ¿entonces usted habla del planeta rojo? -
- por supuesto, imagino que la eficacia del correo estatal tendrá
entre sus destinos, como es de esperarse para cualquier
ciudadano que lo requiera, como mínimo los planetas cercanos

30
Alan R. Ghenzi

de nuestro sistema solar... y conste que no le estoy pidiendo que


envíe la carta a Neptuno, o aún peor, a alguna estrella, como por
ejemplo Antares -
- lamento decirle que nuestros carteros no llegan tan lejos,
espero que no se decepcione -
- no puedo creer la ineptitud de esta oficina, permítame el libro
de quejas inmediatamente, y quien se va a decepcionar mucho
no soy yo, sino una amiga de Marte que no recuerdo del todo
bien, pero no viene al caso... -
El señor se molestó bastante, me quitó el libro de las manos,
llenó al menos tres carillas, y mirándome fijamente amenazó;
- ya van a ver ustedes cuando mis amigos de Marte se enteren
de esto -
Aunque fue dirigida a la institución, sentí la amenaza como algo
personal, sobre todo por la mirada, no descartaba la posibilidad
del rapto, me molestaba que la logística del estado no pueda
llegar siquiera a otro planeta de nuestro sistema solar, pero
descarté que los amigos de Marte pudieran venir justamente por
mí, un simple empleado sin poder de decisión... ¿para qué?... no.

Pasó el día al fin sin otras cosas importantes de mencionar...


todo se olvida cuando no tiene la menor de las importancias
frente a lo que nos llena por completo nuestros pensamientos
con la única idea de llamarla. Cuando salió de la oficina fue a la
librería, no dudó un instante, ese libro era para ella, y por más
motivos que tener una excusa para encontrarse nuevamente,
ojalá ella pueda encontrar los sincronismos que ya desde la
contratapa y demás peritextos se pueden leer entre líneas.
Si bien era cierto que él ya tenía ese mismo libro, no quería
perderlo, y algo le decía que si algo salía mal se quedaría sin su
libro. Esto no explica porqué a pesar de eso le dio su libro, con
anotaciones y oraciones marcadas, subrayadas, señaladores,
fechas y marcas en lugar del libro nuevo que ese día se llevó
debajo del brazo caminando lentamente para pensar mejor en
cuales serían sus próximos pasos.

Abro el último alfajor Capitán del Espacio, es como volver a ser


chica otra vez, salvo que antes era un alfajor gigante, ahora las
gigantes son mis manos, mi boca... soy una niña gigante frente
al pequeño Capitán del Espacio, entonces puedo decirle a donde
ir... fijar rumbo a la estrella, mi estrella. Pero no es de noche, sé
que están ahí, pero no las veo... pero están por dejarse ver, y
entre ellas buscaremos su sonrisa, es ahí donde vamos capitán...

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Esto fue una no novela

sólo un momento más, ¿qué es un poco de tiempo en la


eternidad?... pasará como un suspiro involuntario, y nos llenará
de emoción.

Me siento en el sillón y antes de marcar el número miro por la


ventana, acaba de pasar por el cielo una nube con forma de
avión, pero bien podría haber sido un avión con forma de nube...
ahí va otra (u otro) en la misma dirección, esto tiene toda la
apariencia de algo que no es, y justamente por eso se transforma
automáticamente en ovni... llega el temor, después de todo fui
yo quien me negué al envío, claro que, pero ellos no entenderán
razones, quizás no sea tan malo, iré preso, ese es el temor,
perder la libertad... ahí va otra (u otro) y ya no puedo seguir
escribiendo... voy a llamar...

- hola, soy yo -
- capitán, ¿qué opina de todo esto? -
- no soy yo el primero en decirlo; la mejor defensa es el ataque -
- yo pensaba una salida menos agresiva -
- imposible, con gente así uno nunca sabe -
- pero... ¿de qué gente me está hablando capitán? -
- no importa... no importa... la tierra, la estrella, todo está en
peligro... -

Desde el envoltorio arrugado sus palabras sonaban


convincentes, y sin embargo no podía dejarme llevar por las
absurdas ideas de un viejo alfajor, yo soy una niña gigante frente
a él... frente a ellos...

- voy para allá -

No tienen oportunidad, y lo saben... por el momento será


cuestión de acondicionar el refugio.
No se trata de simplemente esconderse, no es de ninguna
manera eso, muy por el contrario la solución es diferente;
acondicionar el refugio para resguardarse, cubrir los aparatos
sensibles a las radiaciones con una cantidad mínima de papel
metalizado, unos ciento cincuenta o doscientos cartones de
cigarrillos (y él no fuma cigarrillos), o unos dos mil envoltorios de
alfajor serían útiles... salir de compras lo antes posible, quizás
necesitaría provisiones para una semana, o un mes, o quizás un
año...

32
Alan R. Ghenzi

Y camuflar el edificio, si al menos lo hubieran dejado hacer el


mural... pero no, ahora el edificio era igual a los otros, tendría
que arrancar el número de su puerta, el número de piso en el
pasillo, borrar el número de piso en el ascensor, el número del
edificio y el número y piso de su departamento en el tablero de
timbres, el número de la calle, y de las otras, y de los otros
edificios... resultaba demasiado fácil encontrarlo con tantos
números... o pensándolo bien; quizás demasiado difícil... ella
nunca encontraba lo que buscaba, salvo cuando coincidía con
aquello que buscaba sin saber, cuando lo intuía lo perdía, ella era
así, ella es así...
Vendrá por mí con una excusa, vendrá por mí sin buscarme, por
calles sin números, detrás de edificios sin número, de
departamentos sin número... sólo cuando se dé cuenta.

- conozco un bar en el centro -


- voy para allá -

A fin de cuentas era mejor dejar todo así... y salir de compras lo


antes posible, la heladera estaba vacía, los mercaderes no
habían pasado, y el capitán gritó;
- ...todo está en peligro! -
- vos quedáte tranquilo, yo ahora voy - dijo élla...

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Esto fue una no novela

Días Siguientes IV (Un Bar, Una Noche, Un Encuentro)

La mesa de aquel bar, cuadrado perfecto, cuadrilátero entre


cuadriláteros, figura que se repite aquí y allá, se llenó de todas
las imágenes que ella había decidido mostrarme, ahí se juntaban
y se apilaban una tras otra, cualquiera hubiera pensado que
después de aquella charla por teléfono no quedaba nada por
decir (al menos la gente que escucha en los silencios y lee entre
líneas), sin embargo quedaba y mucho, rescató de su pasado sus
dibujos, sus textos, sus cartas, más anécdotas, y su pasado fue
una película o una obra de teatro que se transportaba al
presente, y en donde ahora me tocaba actuar.
Sacar el libro y dárselo, el giro del caleidoscopio que muestra la
imagen del dominó una y otra vez formando y deformándose
infinitamente tal vez por siempre.

Y me perdí en esos ojos, en esa mirada que lo decía todo y que a


la vez ocultaba secretos sobre los que no era necesario
preguntar, porque estaba bien así; mirada misteriosa que
abiertamente me mostraba su alma, una hoguera ardiendo que
me llamaba a quemar mi cuerpo en sacrificio, en el ritual que
proponía el eclipse, o el cuarto menguante que en aquel cuarto
nos encontró por primera vez como si en verdad ya nos
conociéramos desde siempre, y me perdí en esos ojos, en esa
piel, en la hoguera de un placer ritual en el que me encontré y
me descubrí perdido en su cuerpo.

Como explicar el placer de esa piel...


...un placer que se anticipaba al tacto...
...una fragancia que quedaría grabada por siempre...
...el gesto, la mirada...
...sus labios, mis labios...
...su boca, mi boca...
...sus manos y mis manos...
...perdiéndose y encontrándose...
...eligiendo encontrarse otra vez...
...mis manos, su piel, su boca, mi piel, sus manos, mi boca...

Yo dije te amo...

Llega la magia, el hechizo que en vuelo me rescata, un hada que


no quiere aceptar que su brillo ilumina la ausencia, me elevo con

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Alan R. Ghenzi

sus alas, abro mis ojos para que se reflejen en los suyos, en los
míos, en los suyos, invisible espejo de las cosas sin nombre, las
cosas sin tiempo, las cosas importantes guardadas,
resguardadas, el mundo perfecto dentro de la caja de cristal,
porque algo así debe ser necesariamente frágil, y mientras más
frágil más fuerte.
La fragilidad de una mirada, un beso, una caricia, un aroma, o un
silencio tiene la fuerza que no tendrán jamás las palabras... y
mucho menos los reproches de quienes sólo escuchan lo que
quieren escuchar, pero de eso mejor ni hablar... me quedo con la
magia que las sombras dejan tatuadas en las paredes, esas que
otros ni siquiera se detienen a mirar, no saben que hasta la débil
luz de una vela puede dibujar el mejor recuerdo que indeleble en
la memoria es sombra en la penumbra de dos... que son uno.
Entonces me elevo, y veo desde mi vuelo que no estoy de
ninguna forma solo, la llama de una vela es la llama de todas las
velas, usando tus palabras que son mías, una vez más mi suerte
cambia, la carta de la ilusión me espera en el mazo, y es
indudable que llegará a mí, entiendo que el garabato de niño en
mis manos es una de las barajas más importantes...
...sonará el timbre de una casa, mi casa, tu casa, cualquier lugar
en donde exista una caja de cristal con un castillo de naipes
dentro, si es un parque alguien gritará, silbará o golpeará sus
manos, si es un tren alguien vendrá por el pasillo empujando
otredades, o en la calle será una sonrisa en una esquina, o en las
mesas de algún bar una mirada conocida, o en el andén dos
solitarios, y ya no estarán solos, no estaremos solos, libres serán
mucho más que dos... seremos...
...mientras queden garabatos por dibujar y castillos de naipes por
reconstruir cada día, yo te elijo.

...ella dijo te amo.

Idolatraba la soledad como si fuera un dios de la libertad sin


saber que lo uno y lo otro no tienen que ir necesariamente de la
mano, hoy descubro que la verdadera prisión es saberte lejos, no
puedo soportar de tu ausencia ni un segundo, instante que se
torna infinito, y escapo por las noches en busca de ese motor
que cura mi locura con más locura y pasión.
Creía que te conocía, quizás porque te busqué desde siempre,
pero me equivoque al imaginarte, y no alcanzó idealizarte
durante años. Al verte me di cuenta, fueron mil latidos
incontenibles repitiéndose una y otra vez, jamás hubiera llegado

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Esto fue una no novela

a conocerte sin conocerte, porque sos mucho más de lo que mi


ilusión puede alcanzar... mucho más.
Son tus besos, es tu piel, o tu mirada el sueño que un soñador no
llegó a soñar. Es cada detalle que me muestras en sincronismo
un mapa en donde no puedo perderme sin encontrarme en un
mismo camino que siempre, siempre, me lleva a vos. Me pierdo
en tus ojos una vez más y me encuentro en pleno vuelo rasante
sobre tu sueño, sin dejarte dormir... sin dejarte despertar.
El placer que me das (tu placer...) se multiplica porque darte
placer es embriagarme de locura, satisfacción y ensueño (...es mi
placer). Recorrer tu piel con mis dedos, con mis labios, con mi
piel es la psicodelia más perfecta que no necesita de
alucinógenos... sos vos la única droga que no pienso dejar.

Voy guardando en la memoria cada sensación, la percepción


completa e inalterable de un presente que se va convirtiendo en
pasado y que se proyecta en un futuro mejor. Me llevo todas las
palabras y todos los silencios que nadie supo darme y que vos
me das sin darte cuenta quizá del hechizo que tu magia hace en
mí.

Esta noche aprendí que intensas emociones dibujan las más


hermosas y transparentes sonrisas, pero además descubrí que la
felicidad también se refleja con llanto... con el llanto de una
alegría que no tiene límites, como nuestra locura o nuestra
pasión... y aprendí a llorar.

Ya no quiero soledad, ni quiero libertad, ya no quiero nada


porque todo lo tengo y todo lo doy... y todo vuelve de tus
manos... esto es la felicidad.

Encontraron juntos el amanecer, destruyeron las mistificadas


sombras de la noche con el fuego de una pasión única. Se
prometieron quizás demasiadas cosas, y llegó para ellos un
nuevo día.

Para él después lo de siempre, el viaje absurdo y la Oficina de


Correos...
- mire vengo a hacer una denuncia -

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Alan R. Ghenzi

- si quiere puede enviar una carta a un diario o algo por el estilo,


pero esto es una oficina de correo -
- yo no le pregunte que es esto, no me venga con excusas, ¿me
va a tomar la denuncia o no? -
- esta no es una comisaría señor -
- seamos sinceros, usted no quiere escucharme ni atenderme -
- no tiene nada que ver con la sinceridad, esto es lo que es y no
es mi culpa señor -
- le voy a explicar; la ciento cincuenta y nueve está haciendo
apología del consumo de drogas, y esas cosas no se pueden
permitir, ¿a usted le parece? -
- la verdad es que no sé de que me está hablando ¿tiene una
carta para enviar o no? -
- usted debe ser cómplice, y si no lo es, se está convirtiendo
ahora en un encubridor de este plan siniestro... imagínese que
una línea de colectivos, o micros (como usted quiera llamar a ese
medio de transporte) que recorre más de cinco localidades del
“Gran Buenos Aires” y que incluso transita por las calles de la
misma “Capital Federal” no puede llevar semejante mensaje de
perdición... -
- yo tomé muchas veces esa línea y no tiene nada de malo -
- escuche; yo estaba tranquilamente sentado, tomando mate en
la puerta de mi casa, cuando vi pasar uno de los vehículos de
esta línea, entonces leí el mensaje; “La Línea Blanca”... imagine
a la gente diciendo “tomate la línea blanca que llegas más
rápido”, “a ese lugar te lleva la línea blanca”, “viajé con la línea
blanca”, etc. ¿por favor entiéndame y dígame si no es para
denunciarlo? -
- está bien, yo le entiendo, pero acá no se toman denuncias -
- ¿entonces no me va a tomar la denuncia?
- disculpe señor, no es que no quiera... -
- ¡COMPLICES, TODOS COMPLICES! - interrumpió el señor
gritando y salió de la oficina empujando a la gente que hacía fila
detrás de él.

Para ella después lo de siempre, el viaje absurdo y esa otra


oficina que ahora sin saberlo estaba vinculada a otra oficina por
un hilo invisible... invisiblemente iluso (o absurdo), tal vez
abstracto... como el resto de esta historia.

Pasaron los días (y como en un cuento de hadas) nadie sabe


cuantos... ni ella, ni yo.

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Esto fue una no novela

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Alan R. Ghenzi

Intermedio (Ajedrez – Profecía)

No me digas lo que soy, no hables de las máscaras tontas o


superficiales que uso, ni menciones lo otro que te dejo ver, ni
siquiera me comentes aquello que intuyes en mí... todo eso ya lo
sé, aún tengo una leve luz de cordura que me permite
reconocerme en la oscuridad, no necesito de tu espejo... gracias.

Hablar de lo que hubiera sido, de lo que no fue, representa un


análisis vacío de sentidos, es echarle la culpa al pasado por este
presente, y no quiero, ni debo, no buscaré errores que no hubo
para enmendarlos con mentiras, la partida es simple, mate en
cinco movimientos, ganan las negras... te guste o no.

Nunca fui buen jugador lo admito, me obsesiono con los


resultados y descuido los movimientos, no protejo mis fichas,
tonto juego de las sustituciones... me arriesgo demasiado, hasta
que realmente comienza a importarme ganar, pero ya no tengo
nada para arriesgar... no me digas lo que soy, lo sé; nunca fui un
buen jugador.

Pero visto diferente la verdad es aún peor; afirmación: afuera


llueve, si no fuera cierto debería llover de todos modos, porque
la sensación es adoquines brillando, viejos tramos de rieles
grises, el ruido de un tren que llega o se va, y que en realidad es
lo mismo, la misma sensación de la lluvia encerrado a la
intemperie sin ganas de mojarse... o aún peor.

Lluvia una y otra vez... el agua sobre el agua cubriéndolo todo,


cubriendo todo dolor.

39
Esto fue una no novela

Colage

Recuerdo el día, fui a la estación norte, la esperaba... esperaba


que por azar, casualidad o milagro apareciera entre esa marea
de gente que subía y bajaba, que compraba boletos, miraba el
horario, fumaba un cigarrillo o compraba un diario... pero la
espera tan ilusa como mi búsqueda me dejó aún más solo, más
perdido, más encerrado... y la estación se llenó de ausencia, una
ausencia que era ella, que fui yo al volver a mi departamento en
aquel mismo instante.

Ella viajaría en ese tren, cómodamente sentada, tal vez leyendo


un libro (tal vez ese que le regalé) y tarareando una canción, o
mirando los edificios desde detrás de sus gafas... y había dicho
“te amo” pero había sido una vez más como el garabato de un
niño que ni siquiera sabe escribir su nombre, no tengo dudas de
lo que sentía, de lo que quería (o siente y quiere), el garabato
vendría a ser como una representación, como un símbolo, pero el
niño no controla su mano, no sabe hacerlo, y debe practicar
mucho aún hasta poder escribir la a, y luego el resto del
abecedario... podría haber dicho “te odio” y hubiera sido lo
mismo, al menos para el niño, a mi me hubiera dolido menos,
mucho menos.

El viaje era una buena excusa para pensar en otra cosa, mirar
por la ventanilla como amanecía sobre la ciudad y dejarse
alcanzar por las ideas que se habían dejado caer en más de
alguna oportunidad mientras conversaban fumando desnudos en
la cama, la ya casi vieja idea de vivir juntos decantaba siempre
en otras ideas que nada tenían que ver con eso, porque de
alguna forma, y ahora que lo pensaba como potencial realidad,
se daba cuenta que, significaría perder alguna de sus
identidades, y en consecuencia mucha de su libertad (sus
libertades), tonto juego, y además a esa velocidad cuando el tren
llegara a la próxima estación la sombra de los edificios que ahora
cubría imperfectamente el vagón desaparecería, obligándola a
cerrar las cortinas o ponerse las gafas... todo en tiempo futuro, el
presente era y es la lectura; o una excusa para pensar en otra
cosa, o no.

40
Alan R. Ghenzi

Las únicas dos ventajas de aquel departamento eran que era


grande y que estaba cerca de la estación. Lamentablemente
nunca fui ordenado y el lugar predisponía al desorden general en
donde era posible encontrar el cenicero entre los discos, un disco
en la biblioteca, un vodka a medio tomar detrás de un parlante, y
un libro en la heladera... ya que los cigarrillos de ella estaban
perdidos y si bien veía la pipa sobre la alfombra no tenía idea de
donde estaba la caja del tabaco descartó la idea de fumar...
pensándolo bien lo único cercano a la estación era el
departamento, el resto quedaba siempre como mínimo a hora y
media de viaje, y los trenes de la madrugada me provocaron un
insomnio crónico... resumiendo, las únicas ventajas del
departamento eran desventajas, menos importantes que otras
pero desventajas al fin.

Revivir la discusión mentalmente era falsearla, agregar o quitar


detalles, disfrazarla de culpa o acusación... era de nuevo el
garabato que muestra un abstracto enjambre de líneas, sin
sentido si no nos dicen de que se trata, sin significado si lo
olvidamos...
Revivir la discusión es mentirme, mentirnos; es ella
mintiéndome, soy yo mintiéndole.
Se fue por mi culpa, no va a volver, o volverá como un niño
vuelve a intentar escribir su nombre o dibujar un árbol aunque
nosotros por error le hallamos tirado su intento anterior a la
basura, y en ese caso, si vuelve, si volviera, sería mi culpa
nuevamente...

Cuando el sol se elevó lo suficiente le pegó de lleno en la cara,


motivo y excusa perfecta para abandonar la lectura, ¿porqué le
habría regalado ese libro?, ya había pasado un tercio de las
páginas y no entendía el mensaje entrelíneas, pero eso era en
parte una obsesión personal, como la de él de siempre tener la
culpa de todo.
Se puso las gafas y corrió apenas las cortinas, el tren se detenía
llegando a la estación y el juego de las ideas comenzaba
nuevamente; podría simplemente dejar de leerlo, pero se
ofendería al saberlo... ¿y cuándo me pregunte que me pareció?,
al menos tengo que entenderlo, ¿al libro?... son sólo personajes,
presentación de personajes, como él y sus máscaras, pero me
pidió que no hablará de eso... después el partido, después me
fui... si supiera que sus garabatos son mucho más grotescos,

41
Esto fue una no novela

tanto como este libro o mi imposibilidad de entenderlo. Y todo


por un tonto juego de ajedrez.

Ahora no volvería, y lo difícil sería escapar de ese conglomerado


de días y horas que se le venían encima, no importaba tanto lo
de la culpa, sino más bien lo otro, buscar la forma de reemplazar
lo irremplazable, misma simetría la del juego de las
sustituciones, armaría absurdos simulacros que no solucionarían
ni lo uno ni lo otro... ni el escape, ni la culpa.
Era obvio que la necesitaba, pero eso nunca había interferido con
su sensación de libertad hasta ahora; sin ella se sentía perdido
en el triángulo de las Bermudas... pero si ella volvía (y volvería al
otro día sin duda) todo sería diferente, se encontraría, sabría con
seguridad en donde estaba: en el centro mismo de ese triángulo.

El y sus manías, lo quería por eso, lo odiaba por eso, ¿qué


necesidad había de soltar los perros de caza, atormentar al
animal libre, perseguirlo, cansarlo, atacarlo, dispararle, morderlo,
masticarlo...?, y luego el intento final, la taxidermia... y todo por
esa manía de tratar de entender lo que no tiene explicación, y
claro que podrías entender al animal colgado de la pared con sus
ojos de cristal... pero eso ya no era el garabato que perseguían
tus perros, tonto, el animal había escapado y vos seguramente
preferías pensar en alguna de las otras dos opciones; o bien lo
habías atrapado, y estarías contento descorchando un viejo vino
de tu bodega regalada por mercaderes de dudosa reputación, o
bien lo habías echado, dejándolo irse a tu modo, del peor modo,
para luego echarte la culpa e invocar a tus demonios...

Creo que es hora de ordenar la bodega, sobre todo porque


presiento que los demonios andan cerca, como cada vez que ella
se va, como cada vez que me acerco a una gran respuesta, o
como cada vez que me siento feliz (porque eso también pasa de
vez en cuando), y cierro los ojos y veo el fondo del abismo en
llamas, mis pasos dudosos por el borde, voces que me invitan a
bajar... cada vez que quiero volar, cada vez que lo intento, y
cada vez que lo logro...
...cada vez que intento ordenar la bodega y termino como ahora,
tirado en el sillón de mimbre, recortando viejas revistas
rescatadas de la basura, y de paso algún folleto colorido, dejando
caer cada recorte donde quiera caer, agregar algún boleto de

42
Alan R. Ghenzi

esos que siempre ella se olvida, llenar de nuevo el vaso con vino
o abrir otra botella, seguir pegando recortes que a la tercer
botella será un gran colage, y la excusa perfecta para no ir hoy a
trabajar.

...y te hablarán los demonios, pero los demonios también dicen


la verdad, como los borrachos y los niños... aunque no la
entiendas esa es la verdad, o al menos una parte de ella. Te
dirán que me echaste porque yo me apuré a ganarte (mate en
cinco movimientos) porque alguien me esperaba en la estación,
¿y qué si fuera verdad, acaso no somos libres tonto?... te dirán
que te hice trampa en el juego y en la vida, en la cama y en los
dibujos, con el vino y el libro, te convencerán de que no es un
buen día para ordenar ni para trabajar... y finalmente te dejarán
casi como al principio... pero aún peor... claro que para eso
tendría que llover, la lluvia siempre profundiza los sentimientos
aunque a veces no lo aceptemos.

La etiqueta decía sin un mínimo de modestia; un vino sensual y


amable, especial para compartir las mejores carnes sazonadas
(conozco algunas mujeres así) y los célebres asados criollos
(cuanto hace que no tengo el gusto de asistir a una de esas
celebridades). Su color rojo granate es brillante y seductor (otra
vez la modestia). Su aroma de frutos negros recuerda a los
jóvenes vinos franceses de la Côte D’or (estos mercaderes si que
saben elegir). Su sabor, redondo y sin bordes, es rico en
tonalidades... y seguía, pero me quedé en lo de “redondo y sin
bordes” y en lo de “rico en tonalidades”... sin duda era el vino
perfecto para un colage... ¿redondo y sin bordes?.

Tres estaciones más y se acaba el viaje, las ideas, el libro sin


leer, el sol por la ventanilla, las gafas, los perros, los demonios y
la lluvia que no es... a veces me deja con esta sensación de no
querer volver, o de mandarle una carta desde el otro lado del
mundo para decirle “te odio”... pero no me sale, porque en el
fondo no es él, ni soy yo, compartimos una culpa que no es una
culpa, por intentar mantener una libertad que no es libertad, o
ser eso que no tiene un nombre exacto, solamente por no
encasillarnos, cuando cualquier casilla nos quedaría demasiado
grande o demasiado chica.

43
Esto fue una no novela

Además él ni siquiera debe estar pensando en esto, la cómoda


situación de dejarse llevar por la marea es más tentadora, y ahí
andará, preocupado por cosas tan importantes como si los discos
deben ir ordenados alfabéticamente por nombre de artista o por
titulo de placa, cuando en realidad cada vez que queremos
escuchar una canción no recordamos ni lo uno ni lo otro,
naufragamos y termina todo sobre la alfombra formando un
cuadro dadaísta de primera.

Los límites de la obra superaron los bordes inexistentes del


circulo vitivinícola, ante lo cual fue extremadamente necesario y
por demás útil anexar un viejo póster por el oeste y la tapa de
una caja de pizza por el sur, lo cual contribuía sin duda a lo “rico”
de las tonalidades y a lo abstracto de la forma imprecisa del
marco de la construcción, la etiqueta de la tercer botella ya
había encontrado una ubicación casi preferencial en el conjunto,
pero el descubrimiento de una caja de témperas debajo del sofá
de tres cuerpos amenazaba con dar un giro inesperado al final
del cuadro.
Los pinceles viajaron de la paleta improvisada con un disco roto
al colage aún sin forma cierta varias veces, remarcando en azul
el contorno de alguna imagen, o tiñendo de rojo, verde o amarillo
alguna zona que así parecía querer estar...
Sin querer pensarlo lo pensó; ella estaría llegando, más o menos
a esa hora a su estación... buscó el mejor rectángulo negro que
existía ahí en el piso, entre los recortes sobre recortes, el azar
marcó el límite con una fibra negra, recortó por la línea con una
gillette... nada más por ese día, por este día... el colage estaba
terminado.

44
Alan R. Ghenzi

El Día que Nevó en la Ciudad I

Era invierno y amanecía tarde, pero siempre en la ciudad


amanecía un poco más tarde, como si la cadencia de la salida del
sol fuera levemente retardada por el perfil de los edificios o los
postes de tendido eléctrico, telefónico, o de televisión por cable.
En especial a la luz del día le costaba bastante llegar a alguna de
las ventanas de aquel departamento, y cuando quiso llegar fue
tarde, se había nublado, el aire gris por la llovizna, e instantes
después algo que pasaba por primera vez en la ciudad; nevaba...
momento de sacar la polaroid y hacer unas tomas, pero para eso
primero había que encontrar la polaroid y luego el lugar
apropiado para hacerlas...

Ella había llegado al andén de su estación, cada vez que las


nubes tapaban el sol el viento frío le helaba la piel del rostro,
encendió un cigarrillo y compró un diario (ambas cosas por
costumbre), la noticia en primera plana sobre un piloto perdido
en el triángulo de las Bermudas no le preocupó, no tanto como la
ola de frío y las posibles nevadas en sitios donde nunca había
nevado o el humo calentando sus pulmones.
Arrancar la semana llegando tarde al trabajo no era la mejor
forma de arrancar el día, pero siempre le quedaba la excusa de
los inconvenientes con el transporte o invocar la mentira
piadosa; el cieguito o la viejita perdidos que debió... porque no
podía dejarlos solos, así, perdidos, y los acompañó como mínimo
hasta que estuvo segura de que iban por el camino correcto...
todo tan lejos de las culpas y los demonios, de las nevadas y el
triángulo... todo siempre tan lejos... todo tan todo... y tan nada.

La nevisca no cesaba, y cuando estaba por buscar en el cajón


correspondiente a los relojes sin pila, cajas de compactos
extraviados, lápices de colores sin punta, guantes sin par, gafas
viejas, papeles, servilletas dibujadas y almanaques exiliados de
la billetera, otros artículos en desuso y la polaroid, creyó que la
había visto sobre la heladera, o en algún punto del estante más
alto de la biblioteca, y ahí buscó sin resultados positivos.
Otra vez el ruido del tren que llega o se va, minutos de nevisca
ya formaban una leve capa de hielo sobre las superficies
inmóviles, ahora doblemente inmóviles y blancas, todo era aún
mejor que la lluvia, mucho mejor. Después de revolver entre el

45
Esto fue una no novela

desorden, volvió al principio, abrió finalmente el cajón...


extrañamente ahí estaba la cámara, justo donde debía estar.

Toda la gente había salido a la calle, tanto de oficinas publicas,


estatales y privadas, como de fábricas y talleres. Casi no
circulaban autos, apenas si había una par de huellas de algún
colectivo. Las pisadas eran cubiertas en minutos por la nieve que
no dejaba de caer y caer...
La gente que salía de la estación se dirigía como en una
caravana o una peregrinación a la plaza de la ciudad, todos
contagiados de una algarabía propia de los días festivos del
carnaval, era como estar en un pueblo o en el barrio, o en ambos
lugares... o en ninguno.
Se decretaría asueto general, no se descontaría el día a quienes
hubieren faltado, o se hubieren o hubiesen ausentado de sus
puestos laborales, sean cuales fueran éstos, en el territorio
comprendido entre tales y tales calles, motivo del fenómeno
meteorológico de características irrepetibles, etc. etc.

Faltando una cuadra para llegar a la oficina volvieron a llegar los


pensamientos de siempre a cien metros de... esa rutina no la
llenaba, ni siquiera lo podía ver como una de esas tareas
inevitables que uno debe hacer para conseguir alguna otra cosa,
por ejemplo hacer fila ahí en la plaza para sacar el boleto que la
acreditaba a dar una vuelta en la calesita para tal vez poder
conseguir arrebatar la sortija y dar una vuelta gratis... pero no la
llenaba, esta era por muchos motivos la vuelta gratis, ahora la
sortija la tenía otro, de un momento a otro habría que bajarse,
volver a hacer cola bajo la llovizna, porque ahora lloviznaba,
cincuenta metros de llovizna para llegar a la oficina, si al menos
consiguiera un lugar como el de él, en el correo, con todas esas
historias para contar y siempre más, y nuevas, y distintas...
llegar a la oficina, rutina de números que no llenaban ni
entretenían, y perderse la vuelta gratis pensando en otra cosa.
Pero esto no es precisamente una llovizna, es otra cosa, es una
nevisca, y en mi vuelta gratis, alguien pasó corriendo, luego
alguien más... en la puerta del edificio donde se encuentran las
oficinas la gente se agolpa por salir, discusiones, sin sentido
como todas las discusiones...
- pero señor, me permite el paraguas, no ve que lo está
apretando contra la puerta - reclamaba una señora que
seguramente era mayor de lo que quería aparentar.

46
Alan R. Ghenzi

- señora, puede meterse el paraguas donde más le guste, no ve


que no soy yo sino este pibe que pretende salir por donde
evidentemente estoy saliendo yo -
- mire que no soy ningún pibe, y espéreme un segundo que salgo
de este enredo y le parto bien la cara -
- pero que vas a romper pibe, apurate si no querés que te deje
tatuada la febo en el... – gritó alguien desde un poco más atrás
por el pasillo.
...es obvio que pasar a las oficinas no tenía más sentido que
aquella discusión, menos cuando mi jefe está ahí dentro
encajándole una trompada al portero que aparentemente no
aceptaba la necesidad de mantener la cordura en situaciones
como esta.

En la glorieta de la plaza ya se estaban reuniendo y preparando


un discurso, habían instalado gracias a un grupo electrógeno
grandes amplificadores y altavoces aún más grandes, habían
dispuesto una especie de palco con bandera nacional, atril y todo
lo que puede esperarse en una situación semejante, al parecer
abriría el acto uno de los vecinos ilustres que dada su avanzada
edad habría presenciado una nevada que en los años veinte
habría caído en otro punto de la provincia, pero que para el caso
era lo mismo...
En medio de la algarabía general los niños jugaban todos los
típicos juegos que uno puede imaginar en niños que nunca
vieron nieve ni jugaron con ella.
La polaroid en sus manos aún no encontraba el cuadro que una
toma en aquellas circunstancias merecía, y mientras con algún
esfuerzo lograba treparse a la base en donde se erguía una
imitación miniatura del obelisco de la nueve de julio no pudo
dejar de pensar en ella, que sin duda se habría subido hacía rato
y le estaría tirando una bola de nieve detrás de la otra sin parar
de reírse... sustitución irremediable; los demonios y la
naturaleza, la marea de gente amontonándose alrededor de un
palco, toda esa cascada blanca cayendo sobre ellos, sobre los
árboles, sobre la glorieta, sobre el obelisco y sobre él mismo, la
doble quietud blanca... esa si que sería una buena panorámica...
- hola, hola... uno, dos, tres, probando -
- silencio por favor... -

Ella sintió pudor, cerró los ojos, y bajando la vista se alejó de


aquella pelea, para cosas como esa existía el pudor, cuantas

47
Esto fue una no novela

veces lo había discutido o charlado (acaso la misma cosa) con


él... entonces él se metió en su pensamiento, innecesariamente
le llegó la imagen, como un signo, hasta sus rabietas de niño
tenían algo de efecto dominó sobre las cosas, mate en cinco
movimientos y caía otra ficha, el resto casi incontenible, el
absurdo del absurdo, la nieve ya formaba una capa
mínimamente importante mientras la gente salía a la calle como
si fuera el día del juicio, como escapando de algún lugar que no
existía en ningún lugar...
...pensó en él y ahora estaba proyectando, esa forma de ver los
miedos de uno en el otro... reconocerlos y reconocerse, mientras
las fichas del dominó caen como copos de agua
supercongelada...
- esto es mejor que la lluvia - pensó.
- para él - dijo en voz baja mientras volvía a su casa.

La instantánea reflejó el momento exacto; el anciano comenzaba


a hablar, los chicos se entretenían jugando, el manto blanco por
sobre todo aquello y en el extremo inferior izquierdo el dedo;
infaltable, ineludible, indeleble (y otros in); marca de agua de
cada una de sus fotos. El dedo decía presente, acá estoy, soy
parte de quien estuvo observando este cuadro, está porción de
ciudad que ahora existe, porque antes no existía, y no digo que
sea por la foto que ahora existe... fue un poco antes... me
acuerdo que me pediste que te hablara de la ciudad, de mi
ciudad... y yo;
...bueno, la ciudad no existía, en realidad si existía, pero estaban
sus calles, sus empedrados, sus diagonales, sus edificios y sus
plazas, todo como perdido, acá donde lo vez, pero sin saber en
realidad en donde, ni siquiera su nombre importaba... y fue así
por mucho tiempo, hasta que llegaste vos, que venías de otra
ciudad y entonces, mi ciudad que estaba perdida se encontró,
entonces supe que mi ciudad estaba a tantas estaciones de la
tuya, en determinada dirección, a tantas horas de viaje, y su
nombre fue importante, porque la diferencia de las demás y te
ayuda a venir a visitarme, haciendo tuya esta ciudad, como todo
lo que tocás con alguno de tus sentidos... y entonces mi ciudad
no existía, hasta que existió y existe en tanto que sé existió y
existe tu ciudad.
La instantánea te pertenece, como te pertenece eternamente el
infinito de las ciudades y mi alma.

48
Alan R. Ghenzi

La nieve cayendo, volver caminando, todo era como un instante


convertido en excusa para pasar ese tiempo entre ficha y ficha
de su raro dominó que más de una vez se bifurcaba cayendo
como la nieve entre mis sueños y pensamientos... justamente
pensaba en la fuente de los malos entendidos...
Y entonces la necesidad de volver a explicar una y otra vez,
¿porqué?, simple; la culpa no es de las palabras, ni de las
imágenes, ni de las música, ni de los silencios, ni de un gesto,
una mirada, una caricia o un beso... desde siempre nos
comunicamos así, es la forma que tenemos de llevar aquello que
somos hasta la otredad, y siempre explicarnos otra vez... por la
simple razón de que existe gente incapaz de entendernos, y
confunden tanto palabras, imágenes, música, silencio, gestos,
miradas y caricias como confunden nuestros besos...
Cada una de estas cosas pueden hablar por sí mismas, por
separado, decir muchas cosas... todo falible, todo parcial, y no
nos entenderán quienes nunca entienden, quizás necesitemos
una vez más explicar, utilizar un gesto, acompañarlo de alguna
palabra, de algún silencio... y volver otra vez a explicar...
Malos entendidos son los otros, mal entendidos serán nuestros
mensajes casi siempre que no quieran o no puedan
entendernos... y entonces la necesidad de volver a explicar una y
otra vez, ¿porqué?, porque muchas veces somos nosotros
mismos quienes necesitamos una explicación, quienes no nos
entendemos, quienes terminamos de decir, escribir, callar,
cantar, gesticular, mirar, ver, escuchar, oír, abrasar, acariciar y
besar, y nos preguntamos ¿qué estoy haciendo?...
Explicarse, explicar, surge de esa pregunta interna, no queremos
ser mal entendidos... pero no sabemos que quien nos entiende
de alguna forma nos quita libertad... y si vamos a ser presos, que
sea de nosotros mismos...
Y entonces una vez más explicarme porqué una se levanta a
veces a las cinco de la mañana a jugar ajedrez si debería seguir
durmiendo, si el reloj suena recién a las ocho de otro día y me
avisa que es hora de enfrentar la realidad, sin explicaciones para
nadie que las pida, y con todas para quien yo quiera.

Entre los niños que jugaban en aquella plaza había una nena,
que por algún motivo me recordaba a alguien... no me animé a
sacarle una foto, quizás por la bola de nieve que me tiró en plena
cara y que me rescató de cierto viaje interno por pensamientos
laberínticos y abstracciones varias entre las que se encontraban
el ajedrez de madrugada, los garabatos y la culpa, sin olvidar a

49
Esto fue una no novela

los demonios, los buenos vinos, los colages, los viejos habitantes
ilustres de mi ciudad y la nieve que me daba de lleno en plena
cara.
- mi tía vive en El Pato, ¿sabés porqué se llama así? - me dijo la
nena.
- la verdad es que no tengo idea - aunque se me ocurrían
historias fabulosas que quizás alguna vez escuché...
- se llama “El Pato” porque está lejos - su lógica derribó varios
muros en mi pensamiento.
- yo sé tejer - me dice cambiando de tema.
-¿y tejes gorros? -
- no -
-¿entonces tejes bufandas? -
- no -
- ¿y qué tejes? -
- tejo agujeros -
…evidentemente esta niña sabía algo que yo no, le pregunté;
- ¿qué haces cuando tenes miedo?
- si es una araña o una cucaracha la piso con un zapato -
…“nuestra vida está en nuestra mente“ dijo después, pero no sé
si hablaba de lo mismo…
...fue como si me tirara otra bola de nieve, y se fue a seguir
jugando con los otros niños.

50
Alan R. Ghenzi

El Día que Nevó en la Ciudad II

Se despedía un sol de mediodía inexistente, era testigo ausente,


mudo y cómplice de sus pensamientos, sus regresos y sus otros
caminos ocultos a los ojos mortales del tiempo.
Encerrado en una eternidad infinita, el instante anterior al
instante en que las cosas comenzaban a suceder de otra forma,
o de la misma pero en otro sentido, el tiempo fuera del tiempo...
El otro tiempo libre, se dejaba transcurrir sin sentido, porque
andar era eso, dejarse llevar de un lado a otro, esperar el otro
tiempo añorando que sea como el anterior, o aún mejor si la
suerte estaba del lado en que debía estar.
En este caso, del lado de ellos.
Y tal vez mirar y poder ver, escuchar y poder oír... lo mismo a
pesar de la distancia.

Nunca un camino tan corto fue tan largo para ella, las calles se
multiplicaban, y crecían, no recordaba la esquina anterior cuando
aún faltaban muchos metros para llegar a la siguiente, y la nieve
lentamente dejaba de caer, se convertía en otra cosa, era el
tiempo pasando, toda la arena del reloj había caído, era el
momento de darlo vuelta y recomenzar el ciclo...
Muchas horas después de la caída de la primer ficha en el
tablero, y otros tantos días desde la caída de la primer ficha del
dominó, ella llegaba a su casa, dejaba la cartera y el abrigo en el
sofá, y se iba derecho a la cama, a seguir con el libro...
“...la tensión estructural de las escenas excede el límite del
relato, generando formas que si bien parecieran alucinadas no
llegan al grado de abstracción que las elimina, conformando un
correlato falible pero aceptable...”
...ese fragmento de la contratapa era la mejor parte del libro,
sobre todo porque seguramente lo habría elegido justamente por
el, y no por el resto, que no sólo no se parecía en lo más mínimo,
sino que hasta podía antojarse que se trataba de la contratapa
otro libro (error de edición), o que la contratapa de éste hablaba
de otro... salvo que después de la mitad de sus hojas al autor se
le ocurriera empezar a explicar de que se trata todo esto y todo
comenzara a ser “aceptable”.
Entonces entre las páginas surge una historia extraña, un nuevo
y posible “error de imprenta”, el siguiente relato;

(Las plateadas anchoas del Sol)

51
Esto fue una no novela

Debajo de la corteza ardiente del sol existe un océano, en él


nadan libres en sus frascos plateadas anchoas, y comentan…
- cuentan que más allá de la corteza de fuego, donde nadie ha
llegado, existen esferas flotando en la nada, y que nuestro brillo
les da vida a extraños seres, nadie sabe como son en realidad,
pero quizás se nos parezcan -
- yo me desperté con un resplandor, la corteza ardía como
nunca, mi cuerpo brilló como nunca, sentí que alguien sentía el
calor, mi calor, en mi mente escuchaba extraños sonidos
ordenados en el tiempo, y una voz me dijo “es música”, el
resplandor pasó, la música también, aún siento el calor -

Debajo de la corteza ardiente del sol también existen sardinas


cómodamente dispuestas en sus latas, pero ellas no hablan de
estas cosas, sus latas ni siquiera les permiten saber de la
existencia del mar o de las anchoas…
- dicen que detrás de este límite de metal nos rodea agua, y
luego fuego, y luego el vacío - dice una de ellas.
- todas mentiras, todas - dice otra.

- si viviéramos en una lata quizás podríamos traspasar la corteza


y llegar a las esferas - dijo una anchoa.
- si viviéramos en un frasco quizás podríamos ver si en realidad
existe el agua o el fuego… en cuanto al vacío, eso siempre será
un misterio - dijo una sardina.
- será cuestión de intentar - respondió otra anchoa
- mejor no preguntar - dijo otra sardina.

Ya desde la tarde la nieve dejó de caer, pero luego de hacer las


tomas íntimamente necesarias y ver derretirse algo de nieve en
mis manos decidí volver y continuar con otras tareas bastante
menos importantes pero imprescindibles.
El camino de regreso es siempre más rápido, sobre todo si es el
mismo que se utilizó para llegar a algún lugar. El tiempo relativo
de las cosas conocidas, la imposibilidad de cambio de un
recorrido que apenas le es dado mutar mínimamente cuando
algún vecino decide agregar una reja, o pintar una fachada
(cosas ya en desuso en mi ciudad), o cuando llegan las
campañas políticas y se podan los árboles y arreglan las
veredas... y el reloj interno marcó la llegada.
Al lado de la baldosa cuadrada otra baldosa perfectamente
cuadrada, y otra y otra, alternando blanco y negro como el

52
Alan R. Ghenzi

tablero, pero esta vez era el piso del departamento... o quizás


otra cosa.
Sintonizar la vieja y casi destartalada Radio Mundial no
solamente significaba escuchar esos ruidos que tanto podían
parecerse al código Morse, también era, y por sobre todas las
cosas era, un intento más por alcanzar esa transmisión que venía
en camino.
Pero las cosas se sucedían exactamente de la forma en que
debían sucederse, detrás del punto dos puntos más, detrás de la
raya dos rayas más, luego nuevamente tres puntos, el silencio y
la repetición...
Evidentemente alguien estaba en problemas, y evidentemente
sus problemas eran un tanto más graves que los míos, si es que
obsesionarse con las culpas, espantar demonios constantemente
y trabajar en una oficina de correos no son en sí parte de un gran
problema.
Entonces un cambio; después de los tres puntos y las tres rayas,
llega raya, punto, raya, raya, luego el silencio... busqué en la
biblioteca el libro de claves, lo encontré atrás de la heladera, era
casi lógico que estuviera ahí junto con un disco que creí perdido.
“Soy”... cuantas veces odié las presentaciones, no me interesa
saber quien sos, así como no me interesa saber quien soy yo,
creo que eso había quedado claro desde el principio.
Cuando me decidí a apagar la radio algo que quizás fuera un
demonio me recordó que en la heladera había una cerveza negra
esperando ser abierta, y esas cosas no pueden esperar el apagar
de radios u otras distracciones.
El vidrio empañado indicaba la temperatura correcta del
contenido, y luego escuché; punto, raya, punto, punto, y en
seguida punto y raya.
“La”... ¿la?, ¿la nota La?, ¿Laura?, ¿Landrisina o quizás Landrú?...
que tipo de problemas podían tener ellos... no, era casi
imaginarlo y descartarlo en el mismo instante, pero cada
posibilidad llenaba otro vaso, y lo vaciaba, y el piso seguía siendo
blanco y negro, aunque los límites perdían definición.
Finalmente llegó la serie de dos rayas, dos puntos y una raya,
punto, punto raya y punto, raya silencio y punto... la serie se
repitió las veces suficientes para que yo terminara la cerveza y
descifrara el mensaje... todo antes de volver a escucharse
solamente estática... constante estática que fue el arrullo
perfecto.
Cuando desperté el piso ya no era un tablero de ajedrez, la radio
seguía emitiendo estática, me dolía bastante la cabeza y ella
golpeaba la puerta... “mi culpa por no apagar la radio” pensé

53
Esto fue una no novela

automáticamente, deje que los demonios llegaran y fui a abrirle


la puerta a la muerte.

Llegaron los mensajes entre líneas desde el texto, anchoas y


sardinas, la metáfora de algo que no es eso ni otra cosa, pero
que en su obsesión casi absurda de encontrarlos se transforma
en la esencia misma de un mensaje que dice exactamente lo que
ella quiere escuchar, y sorprendentemente es exactamente lo
mismo que él le quisiera decir...
Sin embargo y precisamente porque las casualidades no existen,
aquel absurdo libro debía tener otros mensajes, de la
presentación de personajes, las máscaras, a los peces del sol,
rodeados de fuego y presos, tan parecidos a, tan diferentes a...
tan abstractos, alucinados, falibles, factibles... cuestión de
intentar, cuestión de no preguntar... y una nueva ficha cayendo.
Llegó a entender (o creer que entendía producto de su obsesión)
que no terminaría de leer ese libro sola, que él se lo leería por las
noches, que por eso todo se antojaba vacío de contenido, como
los tiempos sin él, los viajes, las tardes, las rutinas, en su
profunda soledad aún rodeada de muchas personas...
Imaginó su voz dándole sentido al texto, prolongando una pausa,
acentuando una palabra o una oración, como sí él mismo hubiera
sido el autor del texto, de ese texto que juntos comprenderían
mejor... con música de fondo, una botella o dos de buen vino, la
llama de una o de varias velas, las sombras, los silencios...
Cerró el libro.

Claro que no era la muerte, era la vecina del fondo del pasillo
que venía a reclamarle por no se sabía bien que bolsa de basura
que nunca jamás él había dejado en el pasillo, que quizás de
haberla dejado era posible que no lo recordara, y que de
recordarlo de todas formas lo negaría jurando por lo que fuera
necesario para que aquella mujer se fuera... claro que no era la
muerte, eso hubiera sido mucho mejor.
Después de unos minutos de tonta charla sin sentido se decidió y
le cerró la puerta en la cara, en la próxima reunión de consorcio
ella no dudaría en denunciar el hecho al resto de los vecinos del
edificio, pero eso no importaba, él no iba nunca a esas reuniones
desde aquella negativa general en cuanto a la necesidad de un
mural que incluyera un desnudo femenino en la fachada Este del
edificio.

54
Alan R. Ghenzi

Para olvidar aquella negativa que de tanto en tanto lo


atormentaba decidió buscar aquella botella de whisky. Algo
había mejorado, la etiqueta decía; “Hiram Walkers, W Doble V,
bebida espirituosa seca con un 20% de whisky añejo… whisky de
malta añejado elaborado en Bella Vista”…
Un veinte por ciento de whisky añejo… era demasiado por cinco
pesos, “algún día este mundo será perfecto”, ya lo decía la
canción y lo debería haber dicho yo. Cuándo sea un cien por
ciento de whisky añejo otra será la historia, ese día con la ayuda
de mis amigos los limpia vidrios pintaremos el gran mural... ojalá
esté ahí para verlo, si es que no estoy demasiado borracho como
para darme cuenta y no caer.
Tal vez no caer como ahora, en este improvisado colchón de los
invitados, de los exiliados, y de los que quieren abandonar la
idea de que los olvidos pueden ser también olvidados, o esa otra
forma de recordar...

”...que seremos lo que fuimos y que somos lo que seremos.”

55
Esto fue una no novela

La Noche del Día que Nevó en la Ciudad (El Regreso)

Ella quería estar con él, pero no era tan simple, existía el dominó
cayendo, había que esperar la ficha exacta, mientras tanto en su
casa había mil distracciones, proyectos sin terminar, o sin
empezar, o ambas cosas.
Entre aquellas distracciones estaba el libro, absurdo entre tantos
absurdos, como el mate en cinco, la taxidermia, los garabatos,
las culpas, los demonios, las explicaciones y los mensajes entre
líneas... no caer en esa tentación de seguirlo buscando en un
libro era negar que pensaba en él, y a la vez era afirmarlo de la
forma más rotunda.
Tiró el libro sobre la cama, prendió la cafetera y fue a darse una
ducha, se sentía sucia, quizás por la discusión a la que había
asistido en calidad de testigo, o por haber inventado una mentira
que no fue necesario utilizar (esta vez)... y el agua era la cura
para esos pecados, tonterías de la fe que casi siempre ayudan
más que la razón... la redención fue acostarse y dejarse llevar al
territorio de los sueños que proponía la siesta obligada de un
Lunes que parecía Viernes y también Domingo.
En el sueño era luz, viajaba por el espacio y el tiempo, y se
trasformaba en cada una de las cosas que tocaba, era los
colores, todos, era culpable de las sombras y de que se supiera
que existe la penumbra... pero era por sobre todas las cosas luz
y de alguna forma era omnipresente.
Entraba por la ventanilla del tren y se golpeaba de lleno en su
propia cara, se reflejaba en sus gafas y volvía sobre la ventanilla
formando una copia de ella, tan irreal como la real, ya que ella
era en verdad luz.
Se esforzaba por llegar a una ventana de aquel departamento,
pero no llegaba, no de la forma en que quería llegar, las nubes
molestaban, la llovizna y la nevisca también, fue tarde, escuchó
un corto tono agudo repetirse.
Volvió sobre sí misma, se obnubiló... y se despertó... ya era la
tarde, la llamaba el café, un llamado ya antiguo, desde otro
tiempo u otra vida, quizás y como siempre demasiado tarde para
ser temprano, y demasiado temprano para ser tarde...

Algoritmos y millones de cálculos por segundo producen una


imagen en constante movimiento que en la pantalla gira y brilla
con millones de colores siguiendo el ritmo, el volumen y el tono
de la música…

56
Alan R. Ghenzi

Me quedo horas sin poder dormir, mirando casi sin ver, la


pantalla, las letras en ingles, creo que dicen algo que tienen que
ver con lo que estoy pensando, o quizá yo pienso que la
traducción de eso que nada tiene que ver con mis ideas habla de
vos.
Por suerte casi todo lo que pienso me llega en un idioma que
comprendo, o al menos las ideas y las palabras o los símbolos,
sueltos, a veces el mensaje es críptico, como si no estuviera
preparado aún para escuchar el mensaje… creo que dormir cerca
del piso está produciendo algo extraño en mí, duermo menos y
mejor, las cosas se ven mejor desde acá, el sonido y el aire me
llegan de otra forma, la perspectiva modifica distancias,
tamaños, no sé que hora es, ni me importa, debería dormir y no
puedo, quisiera estar en otro lugar, llegan los mensajes crípticos,
la simplificación me dice lo que ya sé, siempre fue cuestión de
dar un paso al frente aún estando al borde del abismo… en
realidad estoy a veinte centímetros del piso, desde acá todo
puede ser únicamente elevarse, subir, volar…
Las formas en movimiento continúan formando imágenes que
desaparecen antes de aparecer, yo las veo, esto no significa que
sea mejor o peor que nadie, simplemente las veo, sonrío sin
saber porqué, la felicidad debe ser esto, o algo muy parecido.

...entonces viajar en el tren nuevamente. Cada vez que hace el


recorrido es más corto, cada vez tarda menos, lo siente más
cerca, y ya siente que no son varias las ciudades, sino sólo una,
una pequeña gran ciudad en la que solamente hay dos
habitantes... imposible no encontrarse, de todas formas
imposible no encontrarse en un mar de gente cuando siempre se
estuvieron buscando.
Fue caminar hacia la estación y ya estar en el andén subiendo al
tren, fue subirse al tren y ya tener que bajar, sin tiempo para
pensar, o intentando pensar algo que fue todo el tiempo lo
mismo, la misma ficha de dominó cayendo, una y otra vez la
misma ficha, un instante de tiempo interno que se repite,
mientras el tiempo externo, el de los trenes y las ciudades
avanza por otro carril y se aleja... acercándolos.
Ahora el camino corto, de la estación a su edificio, seguir la
sucesión de números que la dejan en frente de la puerta de ese
departamento... la última ficha cae, forma el dibujo, golpea la
puerta y él atiende;

57
Esto fue una no novela

- escuche señora; ya le dije que no fui yo, si tiene algún


inconveniente vaya y hable con el encargado del edificio - la
realidad de alguien golpeando la puerta le fragmentaba la
siempre fragmentada felicidad de esos momentos de iluminación
- y hágase un favor; vallase a dormir y no venga más a
molestarme -
- ¿qué señora ni señora?... soy yo, “el que se va sin que lo
echen...” vos sabes -
- ¿qué haces acá a esta hora, y qué hago yo acá a esta hora?
creo que me quedé dormido, estaba escuchando algo raro en la
radio -
- sabes que las explicaciones no sirven, podes imaginar -
- listo, vos querés decirme algo -
- si, te voy a decir solamente dos cosas -
- y dale -
- solamente dos cosas -
- ¿y la otra? -
- dos cosas -
- perfecto, olvidado el ajedrez tengo unas fotos para darte -
- yo voy a poner un disco que quiero escuchar -
- y comamos algo, fue un día muy largo... -
- y además hace frío... escucha... -
- ¿sabes que yo hago lo mismo con las manos cuando sigo un
ritmo? -

Con la música los piratas, danzaban sobre cubierta, haciendo


rodar barriles de cerveza, pateando cajas, y desnudando las
mujeres que habrían llevado a bordo cantaban y brindaban,
festejaban por lo que sucedía abajo...
Y abajo estaban ellos...
Pero ya no eran... era...
Era la sombra en las paredes, un monstruo extraño en la
penumbra, sin límites definidos, moviéndose de un lado a otro,
girando, gritando, enredado en sí mismo, mordiendo, gimiendo,
pidiéndose y dándose... cosas que la gente no ve, ni oye, pero el
monstruo no teme ir al infierno, porque viene de ahí, y ya no se
quema con el fuego, ahora la llama es placer, y girar de nuevo,
subir, bajar, en ese otro infierno donde ya no se escuchan los
piratas (que siguen seguramente de bacanal), y la imagen
proyectada por su cuerpo en movimiento es la película perfecta
grabada en la memoria.
En ese ir y venir había algo de dejabu, algo de repetición y algo
de variación, como en una improvisación de jazz, las notas

58
Alan R. Ghenzi

conocidas marcaron un camino diferente, el mismo mapa lleva a


calles nuevas, y se va dibujando la nueva forma, antes de otras
formas, y después de otras... ese ir y venir tiene algo de lucha,
que es entrega, que es juego, que es placer, que es locura, que
es pasión... dejabu... psicodelia... y otras cosas de las que no sé
nombres ni metáforas.
Danzan demonios en el fuego, y cambian de piel una vez más. Si
afuera lloviera, si fuera el día del juicio, si sobreviniera el diluvio,
o si se hundiera el barco pirata, dentro sería igual; el monstruo y
su sombra seguiría inquieto y sumergido, completamente mojado
giraría como lo está haciendo ahora... y sólo espera el momento
final, cuando ya no queda aire en los pulmones, y llueve sobre lo
mojado, para salir a la superficie, y quedarse rendido y desnudo
en la cama.

Y nuevamente sale el sol, nuevamente nos encuentra juntos, ella


duerme, dormida es doblemente hermosa, doblemente princesa,
doblemente hada, y doblemente diosa...
El brillo de su piel anticipa un suave tacto, la acaricio con mis
labios, acomodo su pelo revuelto sobre la almohada, y me pierdo
en su gesto, la paz de quien hizo y hace lo correcto... duerme y
sueña.
Es casi increíble verla quieta, escuchar su silencioso sueño en
donde quizás se sienta luz, se sienta volar, se sienta todas y
cada una de las cosas que quiere y debe sentirse, porque es allí
donde nadie la molesta.
Su quietud, su calma, la veo desnuda en su desnudez, casi frágil,
es imposible la crueldad de quitarle (y quitarme) este momento,
¿dónde estará esa cámara cuando uno la necesita?...
Es justamente en su sueño donde la voy a buscar otra vez,
entonces en lugar de despertarla, la abraso con cuidado de no
molestarla, me lleno de ese aroma único de su piel, y voy a su
encuentro... esta vez dormido.

Se confunden siempre los sueños con la realidad, es algo que


siempre me pasó; levantarme y salir a la calle, sin saber en
realidad si eso era o no la continuación de un sueño, y entonces
buscarlo, pero no estaba ahí, en realidad ya había despertado.
Lo buscaba como hoy, desde antes aún de saber que existía en
esta ciudad de la que solamente recordaba algún paseo de
zoológico e inflable incluido, y lo esperaba como quien espera

59
Esto fue una no novela

esa lluvia que en algún momento de nuestras vidas nos agarra


en plena calle y nos cambia el gesto... y sonreímos.
Pero lo extraño fue encontrarlo fuera del iluso territorio de la
imaginación, y que sea el mismo, o aún mejor... y así mejoraron
mis sueños.
Ahora no sé si sueño; la calle de una ciudad que no es mía ni
suya, y a la vez es de los dos, en la calle camina una mujer, con
un libro en la mano. La mujer soy yo, el libro es este libro de
siempre, pero yo veo todo desde mi vuelo de colibrí, y no puedo
quedarme un instante quieta.
Al salir de una flor lo veo, viene por otra calle perpendicular, con
su polaroid en la mano, buscando no sé bien que momento para
inmortalizar (él tampoco debe saberlo, porque mira hacía todos
lados como buscándolo).
La mujer se queda en la esquina absorta en un fileteado por
demás complicado para una fachada, y los minutos que le dedica
a la observación permiten que la vea, que busque el ángulo
perfecto en que la luz ilumina su cara. En el cuadro la fachada,
su rostro, y el dedo en el rincón...
- te estaba buscando -
- ya lo sé, yo también -
- ¿no tenés la sensación de que todo esto es un sueño? -
- sí, es casi como si al besarte fuera a despertar -
- vale la pena el intento, arriesguémonos... -
Desde el aire los vi abrasarse, besarse, mirarse, él dándole la
foto, besarse de nuevo, y cruzar la calle de la mano sin rumbo
cierto...
...fui en busca de otra flor y al salir de esa flor me encontré con
sus ojos, mi mano en su mano, los dedos entrelazados, y lo
abracé, y lo besé... y desperté...
...él me estaba abrasando, habíamos despertado, nuevamente
sale el sol, y nuevamente nos encuentra juntos.

***

Aquí podría terminar toda esta historia, pero no sería lo que no


fue.
¿Es éste es el no final de esto que fue una no novela?
Respuesta; no, no es de ninguna forma el no final, ni el final, en
el final que no fue esperan las respuestas de toda esta ilusoria
búsqueda.

60
Alan R. Ghenzi

***

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Esto fue una no novela

Territorios Neutrales de Renuncia y Mudanza

Llegaron a encontrarse muchas veces, a juntarse de vez en


cuando para ir a algún lugar, y durmieron muchas de esas veces
juntos. Entonces cada noche, cada tarde, fue especial, detalles
que no se pueden contar en palabras, o quizás sí...
¿Cómo llegaron a esas noches juntos?, dudo que ellos mismos lo
recuerden, o lo sepan, apenas si se rescatan algunos hechos
(estos ya contados), algunas coincidencias, esa carta, las otras
charlas, la invitación que no fue, la excusa de un libro, un trago
que lleva a otro y a comenzar una partida de ajedrez que terminó
un tiempo (creo que fue una semana) después, a distraerse con
la música, o con otras cosas... y como siempre que comienza un
juego tener que terminarlo, decretar un ganador, un perdedor o
un empate...

(No) fue la respuesta.


En un reloj que no es mío un tiempo ajeno pareciera detenerse.
Ya no puedo escribir en otros lados, ni dejar un rastro para que
puedas seguir, porque no sigo un camino, estoy perdido en
tiempo y espacio.
(Algún día vamos a aprender...) no era una afirmación, más bien
era una pregunta.
Las palabras nuevamente quedan de este lado, del lado de la no-
palabra, un mensaje que es pregunta y respuesta al mismo
tiempo... y otra vez ausencia.
Del otro lado de mi negativa estaba la suya, ese tiempo que se
detenía para dejarme afuera... iluso.

Últimamente me siento extraño, tan extraño que la ciudad ya no


es la ciudad, no me pertenece, pero esta negación no se queda
en la territorialidad, es casi como si la vida misma no fuera mi
propia vida, como si en algún punto de todo esto hubiera tomado
mal una bifurcación, como si en alguna encrucijada hubiera
entrado ciego y de contramano por la calle equivocada... y esta
no es mi ciudad, no es mi vida, y quizás ni siquiera yo sea en
verdad yo.

Todo se reduce a señales, aquellas que podemos percibir con


nuestros sentidos y aquellas otras que nos permitimos intuir
solamente.

62
Alan R. Ghenzi

La luz, los colores, los sonidos, los latidos del corazón cuando
sentimos vibrar la piel al contacto de otra piel, los impulsos
electromagnéticos, el propio pensamiento...
Señales que el analizador intenta desmitificar asignándole cifras,
valores acotados, vectores de fuerza, toda una serie de
mediciones que por si solas no son nada.
Entonces no hay más que estirar la mano para alcanzar la nada,
eso que siempre me rodea, palpable vacuidad de las cosas que
no fueron, todas ellas atrapadas por mis dedos que firmemente
aferradas las aprisionan con fuerza para que ya no escapen
jamás.

La nada me rodea.

Yo ya no soy y mi mano sigue ahí apretándote para que no te


pierdas.

- dejáme que te lo diga -


- no -
- entonces lo otro -
- no, dejémoslo así -
- está bien, si total... - ...ambos lo sabemos.

Esta vez ella se irá para siempre.

Hasta le pareció irónico enviar la carta desde ahí mismo, pero las
cosas debían ser de una manera, si bien no estaba dispuesto a
usar la “carta modelo” su vida tenía cambiar, y dejar el pasado
en el pasado era un paso fundamental.
No iba a repetir el mismo camino, ya no podía seguir yendo y
viniendo por esas mismas vías una y otra vez, todo era ella, y
nada era en verdad ella, como una imagen desdibujada del
recuerdo lo que quizás alguna vez fue idealización, y luego
realidad, era ahora una constante alucinación, y entonces todo
era ella; la estación, las vías, el andén, la oficina, el diario, el
encendedor, el libro, el departamento, las calles, la plaza... pero
nada era ella.
Escribió en la carta documento; “En el día de la fecha, por
motivos personales, renuncio a mi empleo en estas mismas
oficinas... hasta nunca...” con los puntos suspensivos y todo así
despacho su carta, le causó gracia que fuera a tardar
veinticuatro horas en llegar al mismo lugar de donde salía, - son
extraños los caminos que suelen tomar las cosas - se dijo a sí

63
Esto fue una no novela

mismo sonriendo, juntó sus pocas cosas mientras la fila crecía en


extensión, ante la mirada de sus propios compañeros de trabajo
y de los clientes se puso la campera y se fue por la puerta
giratoria sin despedirse de nadie.

El departamento está vacío sin ella, en el corto tiempo que lo


habíamos habitado juntos su presencia llenó por completo mi
vida, y ahora esta ausencia sin remedio me llena los ojos de
lágrimas, me llena el alma de dolor... y no puedo soportar ni un
instante más aquí...
Hasta la música se me antojaba un absurdo silencio sin su voz,
sin su risa... los cuadros absurdos y sin motivo si no está ella
para contarme los motivos ocultos que llevaron a Van Goth a
pintarlos, todo tan absurdo... tan vacío...
Se fueron llenando las cajas, las bolsas de basura encerrando
recuerdos que no volverán jamás, porqué la ciudad jamás será
nuevamente la ciudad, porque las calles permanecerán tristes y
obscuras bajo la tormenta y los empedrados mojados bajo una
lluvia constante... mientras termino de embalar mi vida para
llevarla a otra vida, a donde el destino la lleve... y no me importa
donde.

Todo el desorden de aquel cuarto ordenado en cajas numeradas.


Mudarse era también otro paso, irse sin saber bien a donde ir,
dejarse llevar por la vida y que el destino se encargue de los
caminos una vez más, por ahí tirada en el piso la botella vacía
del último vino, en sus manos la caja de fósforos, y el momento
de acercar la llama a la mecha ahí cerca en el tiempo... en sus
manos que se alejaban del fuego.

Esa tarde caminó sin rumbo despidiéndose de la ciudad, de esas


calles que ya no le pertenecían, que ahora tenían otros nombres,
los empedrados, las vías, la plaza, la estación, todo ajeno, todo
de alguien que sin embargo no quería tener nada de aquello,
todo en la nada. Tan vacía la ciudad que no tenía sentido dejar
huella... al fin y al cabo pasaría el tiempo y nadie recordaría
quien fue él ni quien fue ella, tal vez porque en realidad jamás
existieron y como fantasmas desaparecerían sin dejar el menor
rastro... sin murales, sin piezas en el tablero, sin taxidermias, sin
acuerdos posibles se dejaron perder... las cosas son y serán
como deben ser, el final de un libro en las manos de ella dice
algo así como; “salió a la superficie sólo para dejarse ver entre
las olas, y perderse luego en las profundidades de su destino
para siempre.”

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Alan R. Ghenzi

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Esto fue una no novela

Día de Respuestas

(Así como llegó...)


...un día, otro día, dos meses después, o cuatro, un año, que en
realidad pareció un mes (o fue), una semana... otro día se fue, o
dejó de venir, no recuerdo cuando empezó a pasar, eso de
confundir las libertades con otra cosa, el simulacro de amor que
no conoce la fidelidad, quizás desde el garabato, o desde antes...
otro día amanecí solo, y otro, y otro. Si no la busqué no fue por
orgullo, tampoco porque dudara de lo que sentía o siento, nunca
fui bueno en esto de dar explicaciones, cada cual debe aprender
de la experiencia y saber que en los tableros de ajedrez hay
solamente dos colores; blanco o negro.

(Dominó II)
Y entonces ya no se trata de llenar espacios vacíos, porque los
espacios se llenan solos, existe una forma orgánica en que cada
pieza se alinea con otra y con otra, encastran, se empujan, se
caen, van dejando un rastro que no tiene del principio más que el
recuerdo difuso del impulso, que tal vez se potencia o se
degrada, pero que sigue ahí sin saber siquiera que es resultado
de otro impulso que nunca jamás calculó ni pensó que pudiera
ser responsable de él ni de los demás.

Tal vez lo peor es que una de esas piezas, una de estas fichas,
que caen hoy, al darme cuenta que esta vez no va a volver, es
de cristal, y al caer y golpear la siguiente pieza, estalla en miles
de pequeños fragmentos irreconciliables, conformando un límite
no definido en algún punto del contorno de la figura, que no deja
de dibujarse dentro y fuera de la realidad, de la cordura, de los
sentidos y de los sentimientos.

(Buenas Noches)
Me despide la noche más fría de este invierno y por dentro el
Jazz de salón, antes fue una banda en vivo pero la canción era
demasiado triste; hablaba de mi vida.
Entonces Louis Armstrong; What A Wonderful World, lo bueno de
la noche es este libro de Cortazar; Salvo el Crepúsculo. Los
balances siempre se empeñan en dar mal, la pendiente del
gráfico indica lo cierto de la ley física, todo lo que sube... pero
también se vuelve a subir, suerte de Fénix, o tal vez tortura de
vivir.

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Alan R. Ghenzi

Y el sueño no llega, no puede llegar. La tierra de las ilusiones, de


las soluciones imaginarias e imaginadas, quedó alejada al
perderme sin mi rosa de los vientos, sin mi viejo faro entre las
rocas, sin luna y sin estrellas.
Noche de Julio, y el otro Julio que me dice “Por eso acaso la
palabra es el espejo del Espejo, y el hombre, ese divino sueño,
sube cayendo hacia la nada”.

Y yo;
Te cambio mil palabras por un beso.
Todos mis libros por remediar tu ausencia.
Cada uno de mis gritos ahogados en lágrimas por escuchar tu
voz rompiendo el silencio.
Todo mi mundo (que así no vale lo que cuesta) por que alejes de
mí la soledad.
Me voy quedando noche, sincronizando oscuridades, ausencias,
soledades y silencios, Julio de frío invierno y Julio para leer,
encontrarte en un texto ajeno y en uno propio pero anterior, los
mismos ojos, el mismo frío silencio que quema, parece mentira
volver al mismo punto desde donde empezó toda esta historia, y
volver a las Oscuridades, Soledades y Otros Miedos, entonces me
leo, y me encuentro perdiéndote.
Hablábamos con alguien de las mentiras, ella me dijo lo que
quizás yo sabía y no quería aceptar; - todo es mentira menos
nosotros -, también es cierto eso que dicen; los niños y los
borrachos siempre dicen la verdad.
Se terminó la botella y Etta James canta At Last, habla de
sueños, de esos que espero perdiéndome entre mis palabras y
las de otro libro que quise regalarte, y tal vez eso no pase, como
tampoco va a pasar esto de sacarme las ganas de fumar mi pipa
simplemente porque tanto la pipa como el tabaco quedaron ya
guardados en alguna de las cajas de la mudanza.
- buenas noches soledad - nadie contesta.
- ojalá pueda no soñar - me contesto para no perder la sana
costumbre de hablar solo, como los orates que no reniegan de su
condición de insanos, y por sentirme menos solo.
- ¿jugamos Ajedrez? - me pregunto.
- por suerte el tablero también está embalado en una caja - si, si.
- ¿y la caja de cristal? - el mundo dentro de...
- creo que no le pusimos el cartel de “Frágil” - ya sabemos como
esto es.
- error - dominó cayendo.
- omisión -
- mentira -

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Esto fue una no novela

- verdad -
- olvido -
- buenas noches - me digo.
- buenas - me contesto.

(Imaginación - Profecía - Sueño)


No sé si soy esclavo de mi imaginación o de este nuevo don de la
profecía, y como nadie es profeta en su tierra es que vuelvo
siempre a ella, para saber que no se trata de esto último, sino de
aquello primero, de aquello que tanto se parece al sueño y a la
ilusión; la imaginación de la que prefiero ser esclavo que dueño,
porque no podemos ser dueños de aquello que no entendemos ni
de esto que queda del otro lado del cristal, de los cristales, o del
cristal roto.

(Noche - Búsqueda)
Pero el sueño no llega.
La luna se oculta tras las nubes esta noche sobre todo en mi
ausencia de ganas de buscarla o encontrarla, el invierno, el frío
me trae siempre la oscuridad hasta las horas de la tarde, y la
tarde deja y no de ser tarde, porque ya es de noche y ya es tarde
para mí... horas nocturnas que nada tienen de nocturnas me
encuentran en las calles buscando otra cosa, o la misma cosa de
siempre; libertad.

(La esencia del juego)


La permutabilidad es la esencia de este juego de las
sustituciones, poder cambiar las fichas de lugar y de roles, la que
defendía luego ataca o viceversa, y luego cambiar un peón que
llega al final de la cuadricula por esa pieza perdida, tan simple y
tan difícil que resulta extraño seguir en este juego ya guardado,
ya embalado, ya precintado, ya encomendado.
Siento que todo trata de esto, nada más que de esto, las
palabras vacías de dobles sentidos, las palabras tan vacías de
sentido que hubiera sido mejor callar, no haber dejado caer ese
garabato sobre el papel, y aprender primero las letras, primero la
a, luego el resto, saber su significado antes de formar las
palabras y ese “te amo”. También hubiera sido mejor me dejara
un “te odio” para poder olvidar, olvidarla.

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Alan R. Ghenzi

(Dominó III)
Entonces darse cuenta, la realidad desde el principio. La negativa
del consorcio, era negar la existencia de esa mujer, anularla del
destino, tratar de devolverme a la cordura cuando todo esto me
abstrae más y más en mis laberínticos túneles de la locura.
La fachada pintada del edificio real empuja la fachada mural del
edificio imaginario que es a la vez la ficha final del dominó que
cae y el primer aleteo de la mariposa en Tokio poniendo en
movimiento los engranajes del caos que muestra la gran imagen
que solamente se puede ver desde lejos, desde arriba, desde
después, y nunca más; la Respuesta.
Entonces tomar distancia (entre otras cosas) para mirar y ver,
ver como esto es, vos sabes como yo de noches de insomnio en
busca de la imagen, esa que ahora veo, escucho, siento con cada
sentido, desde lejos, y me alejo aún más.

(Los Otros, Demonios de la Soledad)


Entonces nuevamente caigo, en realidad me hacen caer, me
empujan a ese costado gris de la soledad, y es sentirme
oscuramente solo, una vez más, terriblemente abandonado a mi
suerte por quienes pensaba que me iban a esperar y no me
esperaron, o si pero no de la forma en que yo pensaba, ¿de qué
me sirve ahora el garabato de niño en mis manos?... ella siempre
en la esquina equivocada; esperando algo que no va a llegar, y
yo en otro lugar; esperándola... esperando que no me empuje, y
tratando de no caer al abismo.
Parece inevitable caer, en esta vieja necesidad, sobre la doble
soledad de saberse incomunicado, sobre la doble ausencia de
tenerlo todo un día y nada el siguiente, sobre el frío del frío, gris
sobre lo gris, absurdo sobre lo absurdo... y sin embargo tan
sobrado de explicaciones, que la tristeza, que puede ayudar a
escribir, que para pensar, que para no pensar, que por la música,
que hace calor o frío... o ganas de olvidarse de las explicaciones
aún para uno mismo... o lo que sea con tal de caer, pero caer no
es inevitable... es otra cosa.
Igual caigo nuevamente.
Mis vicios.

(Nueva mente, nuevamente, mente vieja, volver, escapar)


Entonces volver, escapar sin destino cierto de no sé qué cosa,
nuevamente las cinco de la mañana en un bar y ese sueño
escurridizo que se escapa y se aleja para dejarme solo con mis

69
Esto fue una no novela

pensamientos (o con mis otros sueños que quedaron del otro


lado), para enfrentarme con la realidad del juego; el no juego, el
no mural, mis no vicios, mis vicios que no son tales pero así
tratan de que yo los vea, un espejo que me devuelve una imagen
sin cortinas, sin máscaras, completamente desnudo sin sentido
como toda palabras dicha y escrita hasta aquí, porque todas mis
palabras perdieron su sentido el día en que decidiste no volver.

(Diluvio Final)
Afuera llueve como debe ser, la nieve no volverá a caer, las fotos
no sirven, la memoria no sirve, nunca aprendí bien eso de los
olvidos, o aquello otro de los perdones. El ruido de otro tren que
se va me dice que no volverán los trenes, no esta vez, volverán
otros mas nunca el mismo.
Salgo a la calle, afuera la ciudad descansa, la noche y la lluvia le
dan otro brillo (que nunca jamás tuvo), caminando me alejo sin
saber bien a donde ir, el último caleidoscopio se rompió en la
mudanza, el agua empieza a avanzar.
A doscientos metros de la vieja esquina los rieles ya quedaron
cubiertos, a trescientos metros el agua me tapa los pies,
cincuenta metros adelante ya llega a mis rodillas, termino la
última botella mientras el agua avanza.
No me di cuenta cuando el líquido elemento llegó a mi cintura,
ahora lo tengo al cuello, acá afuera sigue lloviendo, se escucha el
ruido de trenes que ya perdí, los brillos se pierden de a poco, el
agua que cubre mis ojos opaca la imagen, ya no puedo respirar,
es líquido entrando y saliendo, es un latir que se detiene, y otros
trenes que se van, pero ya no estoy ahí, ya no estoy en la ciudad
ni podré volver.

(Dejabu Final)
Ahora el ruido de un tren que llega...
En ese ir y venir hay algo de dejabu, algo de repetición y algo de
variación, como en una improvisación de jazz, las notas
conocidas marcan un camino diferente, el mismo mapa lleva a
calles nuevas, y se va dibujando la nueva forma, antes de otras
formas, y después de otras... ese ir y venir tiene algo de lucha,
que es entrega, que es juego, que es placer, que es locura, que
es pasión... dejabu... psicodelia... y otras cosas de las que no sé
nombres ni metáforas.
Danzan demonios en el fuego, y cambian de piel una vez más. Sí,
afuera llueve, afuera es el día del juicio, sobrevino el diluvio, se
hunde el barco pirata, y dentro es igual; el monstruo y su sombra

70
Alan R. Ghenzi

sigue inquieto y sumergido, completamente mojado gira como lo


estuvo haciendo antes... y sólo espera el momento final, cuando
ya no queda aire en los pulmones, y llueve sobre lo mojado, para
salir a la superficie, y quedarse rendido y desnudo en la cama.
...pero el tren es otro.

71
Esto fue una no novela

Finales

El no estaba ahí cuando finalmente pasó, eso de tanto juntar


pólvora en los rincones no era una buena estrategia, las cajas
siempre a punto de raspar esos fósforos tan al alcance de la
mano... y no estaba ahí cuando pasó, no era él, él ya no era él,
no era quien había comenzado el juego, ella ya no era la del
dibujo en la servilleta, tal vez ni siquiera era la de “la gran jugada
y ganan las negras”.

Batalla ajedrez en territorio neutro, ella entendió el mensaje,


“mismo hotel, misma hora”. Siempre entendía bien lo que quería
entender, desde una carta en el diario hasta los garabatos y las
culpas.

Afuera llovía, y dentro también, pero peor, él no había llenado la


bañera, el departamento no era su departamento, la noche los
encontraba en lo que ellos llamaban terrenos neutrales, suerte
de juegos, las tontas reglas de una guerra sin batallas triunfales
para ninguno de los dos.

Cerró los ojos como si así pudiera escapar... sabía que era
imposible, con cada intento de respirar otro poco más de agua
en los pulmones, con cada forcejeo era más la niña cubierta por
las sábanas en esa doble oscuridad de cuarto a oscuras.

El de ella no era su cuello entre las manos que no eran las de él,
su cabeza, la de ella, no era la que se hundía en el agua, el punto
final no lo ponía él en realidad, porque él no estaba ahí llorando
por dentro mientras afuera llovía.

Llegó el sueño para ella, para la niña y para la mujer, ya no


alcanzaría con abrir los ojos para despertar, tampoco intentar
tirar las sábanas al piso, o buscar restos de luz de algún
amanecer... era silencio, era oscuridad... era el sueño, al fin
soñado como debía de ser soñado el final.

72
Alan R. Ghenzi

El cuerpo de esa que alguna vez había sido ella inmóvil con la
cabeza sumergida en la bañera... y él no estaba ahí... los diarios
se ocuparon de la noticia... el mismo diario que había empezado
la historia, se encargaría de poner las últimas piezas del
rompecabezas, el caleidoscopico colage lo expulsaba a la calle...
el agua subía... siempre sube...
...siempre nos alcanza.

73
Esto fue una no novela

Los Otros Finales

Tengo que dormirme, mañana, o mejor dicho hoy, tengo que ir


(que volver) a vivir, hubiera querido que fuera diferente, que
todo fuera diferente, desde el pasado con tus ojos mirándome
hasta este presente de estúpida soledad e ilusa pretensión de
que así tal vez es mejor.
No, no es mejor, el deseo es que todo fuera diferente, que los
comienzos no tengan que ser siempre el final, que haber ganado
este juego no se sienta como el peor de los fracasos... y quizá
tenga en mis manos la posibilidad de volver a ordenar el tablero
y mover las piezas por primera vez.
Peón blanco, peón negro, juego de las sustituciones, la
taxidermia de siempre descompone la realidad en partes
muertas de un todo que ya no es la realidad y que ni siquiera es
otra cosa, para eso habría que llenar la pipa o encender una vela,
pero tengo que dormirme.
Queda una esperanza, la más ilusa de todas, encontrarte en mi
sueño y traerte de la mano por los empedrados de vías viejas y
oxidadas a vivir un Abril como aquel que fuera nuestro
encuentro, empezar esta vez por el principio para ya no tener
que buscarte sólo en sueños.

Yo que nunca resigné ninguna pérdida y que dejé que los duelos
duraran hasta poder aceptar la realidad sin dolor...
Voy a resignar tu ausencia como acepté haberte encontrado en
esa casi casualidad, en donde todo me sucede como si fuera otro
sueño, que esta vez, nuevamente es pesadilla...
Voy a viajar sin sentido por los mismos caminos de ayer, pisando
las mismas veredas, el mismo césped de alguna plaza, los
mismos andenes de viejas estaciones...
Voy a encontrar esa casa que vacía y en silencio me reprochará
por cada una de las culpas que ya sé mías...
Voy a mirar en esa habitación desnuda y voy a ver la cama más
fría...
...y finalmente voy a descubrir en esa nada que antes fue mi
alma todas las canciones que ya me niego a escuchar, porque
voy a resignar tu ausencia y como siempre, y como todo vuelve a
pasar, voy a sentir el dolor de mi tristeza y de mi felicidad en un
oscuro rincón del que tendré que salir tarde o temprano para
volver a vivir.

74
Alan R. Ghenzi

Cuando se desmoronan las paredes de un lugar que tanto nos


costó construir, piedra por piedra, desde tan lejos, tanta carga...
se nos va la vida, y seguimos solos.
Es entonces, en esos momentos, en donde me siento un títere,
maquinalmente usado por las manos ajenas de un titiritero loco
que desde algún lugar, desde la distancia segura, me observa y
sonríe... maléficamente se sonríe de todo este juego.
Las semillas ya no brotan, las plantas se acaban y el verde se
torna gris, si lloviera la imagen estaría completa, o tal vez, si mi
mente pudiera detenerse y descansar la imagen real se
mostraría tal cual es.

La noche, el calor, eso y acostarse desnudo, necesariamente


desnudo...
Puso la foto en el escritorio para poder verla sin dificultad, para
que aquellos ojos lo vieran dormir, para encontrarse con ellos
apenas salga de sus sueños y sentir entonces que entraba en
otro...
...y acostarse codamente a verla dormirse, cuando en realidad
era él quien se dormía una noche más de todas las noches que
quedan sin ella.

La tormenta había pasado y el sol se habría paso entre las nubes,


lentamente iluminaba los caminos inexistentes que antes
hubieran sido el mejor de los escapes, la más exquisita de las
salidas... ahora todo bajo el agua.
Sin embargo no importaba, lo peor ya había pasado, la brisa tibia
golpeó su rostro y pudo oír una voz casi imperceptible, tal vez
sólo existente en su mente o su deseo de abolir la soledad.
Sabía de sobra que únicamente su alma habitaba aquel mundo
particular, que no existían magias posibles que rescataran su ser
y que de todas formas tampoco le interesaba... después de todo
ahí seguían estando los caminos y era sólo cuestión de saber
esperar, de encontrar la forma, se seguir adelante.
Era su convicción más fuerte que cualquier obstáculo, respiró
profundamente varias veces, contuvo la respiración y se
sumergió en las aguas para impulsarse con fuerza con sus
miembros.
Al cabo de un tiempo volvió a la superficie, tomó aire
nuevamente y continuó su marcha con rumbo cierto, nunca
antes estuvo tan seguro, ya no era un naufrago más, no más
soledad entre soledades, las otras voces ya no le hablaban, no le
importó saber el porqué, le bastaba con saber que estaba al fin
en el camino correcto.

75
Esto fue una no novela

Entonces, cómo intentar un final para los finales, dónde


encontrar esa frase o tan sólo una palabra que termine de contar
lo que hace tiempo dejó de ser, cómo siquiera tratar de
acercarme sin caer de lleno, entero, en otra cosa,
diametralmente opuesta, y tan parecida a un comienzo...
Es que el final se llena de tu voz, del brillo de tus ojos, de las
sombras en las paredes, de velas que acompañan nuestra
desnudez toda la noche, de luna, de hada, de esperas... y antes
de ese punto después del cual ya no tendré nada de ti, justo un
instante antes de dejar de ser lo que no fue, esta novela, vos, yo,
y el mismo final... es... silencio.

Fin

“salió a la superficie sólo para dejarse ver entre las olas, y


perderse luego en las profundidades de su destino para
siempre.”

76
Alan R. Ghenzi

Epilogo

Pasará el tiempo, como pasaron todos estos años, cruelmente


inevitables, y buscaré un sendero en mis textos...
Al volver por un camino de letras te encontraré y sin embargo...
Cuando tu recuerdo indeleble se confunda en el tiempo con mis
propios textos, con mil libros leídos, y otros tantos recuerdos que
llevaré en mi mente...
Recorrerá sobre mi rostro el río propio de mi tristeza,
abandonado a los viejos vicios pronunciaré tu nombre en
silencio, y quemaré mis labios besando tu boca ausente...
Dejaré que el fuego consuma mi alma lentamente, sintiendo con
placer el dolor de haber olvidado las promesas de no perdernos...
Seré el naufrago que siempre se pierde entre tanta pérdida, no
habrá faros, ni luna, ni estrellas en el cielo, y tampoco tiempo...
Sin saber donde ir, cargando a cuestas tanta deuda vencida, me
dejaré llevar ahí donde el destino quiera dejarme caer para ya no
levantarme más...
Trataré sin duda reconstruir tanto pasado iluso e iluso será mi
recuerdo, porque en la confusión de mi vieja locura incluiré mis
sueños...
Ese orate que peinará canas idealizará una vez más tu imagen
pretendiendo que tus ojos fueron míos alguna vez, entregados en
la noche a los demonios...
...y feliz en la hora última de mis días partiré al vacío de la
oscuridad eterna.
Antes de perder por completo la cordura, o ese resto de no
locura que queda por ahí guardado en algún rincón de la
biblioteca, de la bodega o de la vida, dedico unos minutos a
dejarte estas palabras;
Entonces tengo el deber y la necesidad de escribirte una carta,
hacer de cuenta que toda otra palabra no fue escrita para vos (a
pesar de ser eso una mentira), y encontrar otra forma de decirte
lo que ya sabes de sobra.
Lo imposible es en todo caso escapar de tu mirada, ya ni siquiera
puedo dejar de verte apartando la vista o cerrando mis ojos, son
los tuyos la música que llena todos los silencios, una melodía que
pinta de colores tu ausencia, dejando el sabor de tu boca en mi
boca, laberinto de sensaciones al que me entrego ciego
dejándome guiar por el sonido de tu voz que vuelve cada vez
que tu mirada me alcanza.
Yo, el más naufrago de todos, a la deriva en un mar de gente que
me empuja de una ciudad a otra sin sentido, dejando pasar un

77
Esto fue una no novela

tiempo sin tiempo en la espera, y a veces abrir los ojos y verme


tan lejos, tan lejano a lo que siempre quise o busqué.
Así yo, navegante sin timón y sin velas, esperaba este momento,
en que la noche y los vientos me dejaran ver nuevamente mi
estrella para pretender la originalidad de decirte que en cada
palabra habita el eco de tu nombre, que mi propia existencia
pierde sentido si no te elijo cada día, cada noche, cada instante.
Admiro con vehemencia esa libertad que veo en vos, y que
pretendo a la vez alcanzar, pero de una forma diferente, inventar
si fuera necesario una nueva manera de entregarnos a esa
dependencia mutua que tanto nos molesta sin saber
exactamente porqué.
Tal vez sean esos hilos invisibles quienes nos llevan a vivir las
mismas y paralelas libertades, coincidiendo más de una vez en
absurdas visiones que nos dicen que deberíamos estar juntos... y
tal vez no sea tan absurdo, nunca dejamos de respetar nuestras
libertades, nunca nos pedimos más explicaciones que las que
nos quisimos dar... y hasta nos pedimos permiso para amarnos...
¡que estúpidos!... cómo si se pudiera prohibir o permitir que un
sentimiento fluya.
No hay culpables, cada uno tuvo su parte en esto, da miedo
pensar en lo cerca que se estuvo del error, en lo exacto que fue
el camino al borde del abismo, como cada pieza de aquel juego,
cada cual haciendo sólo lo que se puede hacer en estos casos...
jugar.
Y así andamos empujados por ríos diferentes a encontrarnos en
un único e inmenso mar... elegime, te elijo... elegirnos cada día y
naufragar juntos en este mar de promesas rotas y destinos
inciertos.
La decisión de no esperar de la mano de esos engranajes de una
maquina infernal que no para de rodar y rodar, movimiento
eterno que nos empuja a actuar en una no novela que no tiene
nombres posibles o sólo uno; vida.
Los tristes actores vuelven a sus casas felices, otros no tanto, y
el publico una vez más se siente testigo, sujeto tácito de una
oración que sin ellos tal vez no hubiera existido, porque si
existen los libros es porque existen los lectores... y siempre será
el escritor el primer lector de sus propios sueños, una verdad tan
cierta como aquella otra que alguien dijo antes que yo;
“Y si soñamos, fue con realidades.”
Derrumbamos el muro. Somos libres. Adiós.

78
Alan R. Ghenzi

Peros del Escritor (Prescindibles Salvo para Alguien)

Tengo nuevamente la necesidad de escribir, pero no sobre


nosotros, no sobre lo que fue, lo que pudo haber sido o esto otro
que es y parece seguirá siendo una no novela.
Espero no llegar a la indigna condición de aquel que ruega por
amor, nunca lo hice y no lo voy a hacer, pero... cuantos “peros”
en toda esta historia, cuantos.

Yo y mis vicios, esta costumbre de volver a lo de siempre, y lo de


siempre de estar así de cerca, tanto que me es imposible
abandonar el camino... sin abandonarme... entonces a veces,
dejarme descansar por un tiempo al margen del papel mientras
las letras pasan sin mirarme, y después volver, siempre volver,
yo y mis vicios y esto otro de escribir a veces... aquello otro de
cantar en soledad, y de sentir el sueño y la vigilia como algo que
se permuta, un constante enroque en el que no sé en verdad
cuando estoy despierto y cuando estoy soñando...

Nuevamente en la noche la luz de una vela triunfa en la lucha


contra la oscuridad, la demencia se lleva los laureles al menos
por el tiempo en que la llama viva y su aliento ígneo ilumine a la
demonia que esta vez me observa sin entender del todo bien
este humo que me rodea.

Como en un rito satánico la cera roja corre sobre las etiquetas,


horcas suena detrás, las botellas de la poción sobre la mesa,
algún animal, algún ídolo, alguna oración, la mesa redonda, los
ángulos inexistentes y da lo mismo estar aquí o allá, desde todos
lados se ve igual, no tiene sentido cambiar de lugar.

Toda esta soledad, todas esas sombras, la premonición, la


tempestad, la lluvia que no es afuera es dentro la tormenta que
nunca dejó de ser, ¿quién rescatará ahora esta alma que nunca
jamás pedirá ayuda?... enfrentando al mismo vacío que las
generaciones pasadas un ser se debate entre ser, vivir, o
intentar sobrevivir mientras trata de escapar de todas esas cosas
superfluas, banales, sin sentido.

Del otro lado de los caminos los caballos de acero lo llaman, esas
ruedas que no pueden parar de girar y toda aquella tormenta
detrás... es el ave de la tempestad una vez más, el sabor de la
soledad inundando su boca, la sangre corriendo, la sangre ajena

79
Esto fue una no novela

en los colmillos de la fiera y la luna llena el otro cielo ajeno a los


dioses.

Las sombras son otra vez insectos en la noche, millones de


puntos negros corriendo entre las sombras sobre la mesa,
cubriéndolo todo, alejando el silencio, tomando para sí lo que
siempre les perteneció, condenamos estamos los inmortales a
ver las cosas partir.

Lo que de la boca del ave sale no es sonido, casi no tiene color,


es como el viento, como la lluvia, como un relámpago iluminando
la realidad... las horas que marcan los relojes no importan, no
tienen importancia en este tiempo fuera de los tiempos, en este
silencio fuera del silencio.

Aún debajo del agua respirar, aún con los pulmones llenos de
sangre, aún... vivo.

Ahí están las preguntas sin respuesta, atormentando un alma


que no sabe vivir de otra cosa que de sueños, y sus sueños
siempre tiñendo la realidad con esa ilusa pretensión de que las
cosas pueden ser diferentes, esas cosas que tal vez son
diferentes, pero no en la forma en que su sueño las intenta ver.

Como un verdugo sin piedad el tiempo se encarga de dejar volar


su imaginación, hasta alturas insospechadas, para de pronto de
una sola y cruel vez caer al vacío o enfrentarse contra los muros
de las realidades y sueños ajenos... es que no todos vamos en la
misma dirección, y no es nada fácil luchar contra la corriente.

Contaré una y mil historias, ajenas, propias, ¿quién sabe si son


ciertas?, ni siquiera yo puedo saberlo; son un río que no para de
correr, es la voz de las musas que no saben callar.

Cuando al fin las cosas salen bien, resulta que todo está mal,
cuando al fin llegamos a la meta, resulta que el camino fue
equivocado, que hay que volver a empezar, y terminamos un
cuento y no podemos leer nuestra propia letra, ¿fue acaso
alguien más quien escribió estas palabras?, no hay respuestas
jamás.

Tengo una vasija llena de monedas, ellas no pueden comprar


nada de lo que en realidad quisiera tener, quizás porque ya lo
tengo todo, quizás por eso mismo esta soledad se siente tan

80
Alan R. Ghenzi

vacía, tan llena de nada, tanto aire para respirar, tanta vida por
vivir... no alcanza.

Vivimos para dar vida, siempre viviendo por alguien más, a veces
ese alguien más somos nosotros mismos, ajenos al destino que
nos toca vivir, a veces dormidos y soñando un sueño del que no
nos es dado despertar.

La demonia me mira, en medio de este ritual, reencuentro con el


pasado, el tabaco quemándose en la pipa, el vino siempre
dejándose tomar, y esta otra suerte o desgracia de no tener otra
forma de inmortalizar que escribir una vez más para que las
hojas cumplan su misión, para que ojos ajenos recuerden
historias ajenas que no recordaré, que no me pertenecen ni me
pertenecerán jamás.

Ahora por ejemplo... ¿estoy en verdad despierto o voy a


despertar y tener que ir a trabajar?, ¿o es el trabajo otro sueño y
soy en realidad un vagabundo que duerme mientras sueña que
la vida es diferente?... siento también que no puedo despertar y
que este es el mejor sueño que puedo soñar, el único, yo y mis
vicios.

No sé que cosas te hicieron cambiar de opinión, ya que siento a


pesar de todo que realmente me quisiste, que realmente me
amaste (como tantas veces dijiste, como tantas veces dejaste
ver que eso sentías, como tantas veces que lo escribiste en
aquellos idiomas que sólo nosotros entendíamos... no se trata de
palabras), o si fui yo y mis acciones y palabras las que primero te
acercaron y luego te alejaron, como si fueras u cometa que tal
vez alguna vez aparezca nuevamente desde la distancia infinita
del vacío que hoy nos separa... pero (otro pero) tampoco quiero
saberlo (ni me importa) porque lo que realmente siento que
importa es esto, esto que queda cada vez que empiezo a
empezar (o a terminar)... cada palabra nace del mismo lugar
común, y cada nuevo intento de llegar es un triunfo.

Ahí estás leyendo nuevamente, agregando música al ritmo único


de tus palabras que vos crees mías aun sabiendo que no pueden
pertenecerme cuando son desde siempre tuyas... ahí estás
dándote cuenta que todo vuelve y es imposible escapar, de un
lado y del otro es lo mismo, aun vemos las mismas estrellas en el
cielo, aun vemos el mismo cuarto menguante, aun brindamos
por las mismas cosas, aun esperamos buscando, y buscamos

81
Esto fue una no novela

esperando... encontrar en otros lo que de sobra sabemos que


sólo está en nosotros.

Y como tantas otras veces es el alcohol, el vino solo en soledad,


el silencio y la oscuridad sólo interrumpida por la llama de una
vela, ese tabaco y esta pipa nueva en cada ritual, son las partes
de este rompecabezas que forma la figura final, el contorno
perfecto de la imagen que se forma frente a mis ojos cerrados
que ven más que otros que de tan abiertos no logran ver nada.

Dónde encontrar ese espejo en donde dejar reflejar mi alma


completa, ese estanque en donde volcar mis lágrimas con la
seguridad de no sentir mi llanto como una pérdida sino como un
logro de mi corazón... porque no existe nada tan malo que no
encierre algo bueno, y no existe oscuridad que la luz de tus ojos
no pueda iluminar... dónde estarán tus silencios hoy, ahora que
ya no escucho siquiera los míos...

...si pudiera realmente entender y explicar todo esto, todo esto


no sería realmente necesario, porque nadie escribe de aquello
que da por sentado todos entienden, y si alguien cree entender y
tener una respuesta a esta metafórica pregunta en forma de
libro le pido que me de esa explicación que desde siempre
busco.

De preguntas sin respuesta y esas cosas;


¿Y que haces?
transitado ese camino sola
¿Adonde vas?
dejáme que
te acompañe hoy
sólo por hoy
una vez más
¿Qué no vez?
que siempre voy
a tu lado
como un Dios
que no pretende nada
porque no es nada
sin vos.

Hasta mañana.
Ya no viajo en tren.

82
Alan R. Ghenzi

Maldito destino de mis pasos que me aleja de las vías, que me


deja ajeno a los caminos que sé míos...
Del otro lado de esa puerta cerrada el mundo, de este lado el
silencio, el humo y la luz de una vela, el papel vacío, y todas esas
ganas de llenar y llenarlo de letras... letras que no dejarán de ser
tuyas, de ser una vez más el camino y las vías que traigan de
vuelta los trenes o esa otra parte de mí que quedó ahí...
esperando.
Si me duelen los dedos de tocar esa canción, si me duele el alma
de tanto buscarte, es siempre un mismo dolor, imposible de
explicar y tan difícil de traducir en simples palabras que las
musas de hoy me dan.
Ultimo trago voy a tomar para entrar luego en el sueño del que
aún no supe salir.
hasta mañana.
hasta...
...mañana será igual...
...siempre igual...
...mañana será...
...hasta que deba ser...
...otro día.

Afuera los chicos encienden la fogata. Son las llamas que quieren
llevarse lo que queda de vos, lo que una vez aquí dentro no deja
de repetirse una y otra vez...
Pos estos lados andamos brindando solos, mi alma, mi corazón,
mis otros yo, y yo que ya no sé bien quien soy, si fui o seré quien
alguna vez quise o creí ser.
Esos malditos cigarrillos capitalistas que saben tan mal, y estos
otros que voy armando así como voy armando un sueño que es
otra vez un castillo de naipes en una mesa que no para de
moverse, sin contar con el viento... sin contar.
Es claro; el tiempo no pasa, no puede pasar, o es inútil que pase,
pretendiendo cambiar las cosas, aquellas que siguen igual que
siempre.
Y ahí está el vino, el tabaco, la vela, y tu silencio rodeándolo
todo, como una presencia más, como la única e inmutable
presencia de un abstracto sueño que no me deja despertar
mientras mis letras vienen cayendo como una cascada que es
lluvia en el abismo al que regreso cada vez que me enfrento a
una hoja en blanco.
Debería encordar esa guitarra, dejar morir mis palabras en
canciones que no terminan de contar aquello que nunca
empezaron a contar en verdad.

83
Esto fue una no novela

Y espero al amigo que debería venir, que no va a venir a


rescatarme porque sabe de sobra que ya estoy perdido.
Hace rato que acepté que todo esto forma parte de mi vida, de
mis sueños, de mis ilusas pretensiones, como el humo de la
fogata allá afuera y este humo aquí dentro, tu silencio y mi
ausencia.
Y si es cierto que el loco soy yo, nuevamente el cartel de
culpable, de orate iluso en medio de una murga de asincopados
ritmos, si es así, sé que no lo cambiaría, ni que dejaría de ser
quien soy porque es eso, justamente eso, lo que me hace
especial... entonces...
...brindo por mi locura, y salud a fondo blanco.

Que hacer cuando a mi alrededor todo toma la forma, la


estructura inconfundible, de un sueño, ese que tal vez ya no me
pertenezca por completo.
Está ahí; iluso sueño ajeno al que no puedo volver del todo sin
que se corte esa delgada línea que me une a la cordura, todavía,
y después de vos, a la cordura.
Este sueño contiene viajes por empedrados, barrios lejanos,
arrabales porteños... contiene canciones, guitarras en silencio,
voces, telas de araña, barcos de papel a la deriva, y otros
cuentos sin contar.
De este lado un dibujo que no me atreví (o no me dejaron)
terminar, una bolsa llena de tapas de cerveza que algún día será
una dolorosa cortina colgando en la puerta que no va a ningún
lugar, y la llama exacta de una vela que proyecta sombras
inciertas en las paredes de mi mente.
Ese sueño no me deja pasar su límite intangible, si lo hiciera no
sería otra cosa que resignación, como si al final del tiempo no
quedarán opciones posibles y lejos de aceptar resignara todas
sus negativas en un simulacro de aceptación tan falaz como la
propia realidad que pretende contenerlo, cuando todos sabemos
que es al revez... que es el sueño inmenso el que contienen este
pequeño intento de realidad de dos por dos.
Entonces llega este sentimiento gris tan parecido a estar muerto,
esta tristeza da lugar a la depresión, a una ira contenida que
termina como siempre en la furia destructora del ave de la
tempestad, del fuego azotando roma, el volcán que estalla, el
dragón que ataca la comarca...
- Don’t let me now –
- Don’t say “is the end of the route” -
...la absurda forma en que cada canción es mensaje, cada casual
palabra rescatada del murmullo una señal, cada letra del texto

84
Alan R. Ghenzi

colage de carteles un signo claro, un camino, una cifra, y las


agujas saltando de un numero a otro, repitiéndose cada doce
horas, cada hora, todas las horas, todo el tiempo, toda la vida,
todo el sueño. Ajeno sueño del tiempo que pretendo vivir sin
decir adiós.

Era y es el mismo camino, la soledad o esa otra cosa que desde


la oscuridad gritaba en silencio que las cosas como siempre se
contagian de aquella vieja tristeza de otras cosas mientras... los
nuevos vicios tan parecidos a los viejos vicios, y los dolores de
cabeza siempre tan adentro de la cabeza que me van dejando en
este mismo camino.

Tal vez si tuviera un alambre, uno largo para construir o armar


un gancho y meterlo lenta y dolorosamente por mi nariz para
llegar al verdadero dolor que ni siquiera está ahí.

Una nueva noche con ella; el dolor completo, eso que vuelve, eso
que no se va cerrando los ojos ni gritando bajo el agua, ese dolor
que persiste más allá de todo.
Son los dragones, es el fuego, es el brillo de la noche que no
termina de completar las oscuridades que quisiera tener para mí.

Porque fuimos lo que somos y seremos esto tal vez por siempre
(y saber que no me alcanza con esto), mentiras que terminan en
verdad, verdades que terminan en mentiras, y toda esta realidad
que termina siendo el sueño no soñado; la vida que no quise
vivir.

Se alimenta el fuego de mi propio oxigeno y no muero, triste


verdad de los seres inmortales que no necesitan de la luz ni de
las oscuridades que tu silencio deja siempre a mi lado.

Tanto por hacer y tantas ganas de nada siempre desde siempre


que tus labios no mojan los míos... pero eso es otra historia y tal
vez la misma, si lograra conciliarlas podría salir al fin de este
laberinto en el que terminé de buscar salidas, respuestas a
preguntas sin respuestas, y respuestas a simples silencios que lo
dicen todo.

Sin poder preparar el funeral a tu partida me encuentro aún


transitando los caminos de un cementerio que no nos pertenece,
porque aún vivimos y queda mucho por decir o decirnos.

85
Esto fue una no novela

Esa maldita cama tan vacía sin tu presencia, este presente tan
inútil sin tu piel, y el recuerdo trayendo la imagen de la luna, el
aroma de tu sexo devorándome, dejándome ser, llevándome al
otro lado de todo esto que pierde validez al saber que no me
perteneces y que no me pertenecerás jamás.

Si pudiera al menos escribir sin nombrarte, dejar que mis


palabras salgan sin buscarte, sin encontrarte cada vez que
intento nuevos caminos, pero no... eso no es posible... no lo es.

Espero como siempre eso que no va a llegar, y así se me va la


vida, así se agota el tiempo sin tiempo, ese infinito vacío de
sensaciones, vacío de nuevas letras, porque cada palabra que
intento es en principio tu nombre o tu recuerdo, y el funeral se
llena de jazmines sin llegar a ser despedida, sin llegar a ser...

Pienso en vos en este ritual sabiendo de antemano que vos tal


vez ni siquiera te acuerdes de mí.

No puedo negar las conexiones que hacen que lo que es sea, que
los caminos se crucen más allá de las causalidades, que las
palabras se repiten y que todo me recuerda aquello que no pudo
ser... ¿te pasará lo mismo?, de qué me sirve la respuesta si no
me lo vas a decir... ¿porqué?, no lo sé, no me importa, mi destino
es ser culpable, soy culpable de eso no hay dudas... por más que
lo intente la culpa queda siempre de mi lado.

Intento aturdir el silencio, intento rescatar del vacío estas hojas


que en blanco me dicen que las cosas no pueden ser así, y no
hago más que seguir esperando... sé que no depende sólo de mí
el destino, entonces te espero.

Defiendo tanto la libertad que no me es dado atarte a mi ilusión


y llevarte de la mano a tu destino... entonces ¿qué espero?, tal
vez el milagro imposible para quien no cree en milagros, que
esas ruedas detengan su marcha al fin para buscarme cuando ya
sea tarde y entonces pedir perdón... una vez más pedir perdón
por algo de lo que yo no tuve la culpa.

Sé como termina todo, lo sé muy bien, y hacía ese final voy sin
poder cambiar el rumbo, ya no hay faros, ni vientos que me
lleven en otra dirección, una vez más contra el muro... a cien...
doscientos... tal vez más rápido... contra el muro todo va a
terminar... y después volver a empezar...

86
Alan R. Ghenzi

El mismo dolor en la cabeza, el mismo gancho de alambre


entrando por la nariz, otro poco de sangre, otra parte de mi
cayendo en la mesa, sobre la hoja... y como siempre culpable,
vacío, solitario, oscuro y culpable nuevamente, felizmente
culpable de barcos de papel que se hunden sin llegar a destino.

Pero ahora voy a encordar esa guitarra y voy a buscar en su


música aquella otra que anda por acá dentro tratando de salir
cada vez que vos estás en mi, y que yo estoy en vos... (nuestra
música) tal vez sin que lo sepas.

Hasta Siempre.

87
Esto fue una no novela

Índice

Introducción Para la Edición Especial a Mis Amigos


Pag.05
Prefacio Pag.07

Días Anteriores I (Estación) Pag.09


Días Anteriores II (Entre Cartas)
Pag.13
Días Siguientes I (Viajes y Oficinas) Pag.16
Otros Días (Reunión De Consorcio) Pag.20
Días Siguientes II (Tono De Llamada)
Pag.23
Días Siguientes III (Un Lunes Diferente)
Pag.26
Días Siguientes IV (Un Bar, Una Noche, Un Encuentro)
Pag.30
Intermedio (Ajedrez – Profecía)
Pag.34
Colage Pag.35
El Día que Nevó en la Ciudad I
Pag.40
El Día que Nevó en la Ciudad II
Pag.46
La Noche del Día que Nevó en la Ciudad (El Regreso) Pag.51
Territorios Neutrales de Renuncia y Mudanza
Pag.56
Día de Respuestas
Pag.59
Finales Pag.64
Los Otros Finales Pag.66

Epilogo Pag.69

Peros del Escritor (Prescindibles Salvo para Alguien)


Pag.71

88

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