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I.- INTRODUCCIÓN

En los últimos 15 años, la seguridad pública referida a la criminalidad y la


violencia urbana, se ha transformado en una de las preocupaciones emergentes
de mayor relevancia para la ciudadanía y la autoridad política de las grandes
urbes, logrando posicionarse en uno de los temas fundamentales de la agenda
pública regional y nacional.

En Chile la población actualmente privada de libertad (cumpliendo condena,


en prisión preventiva, en calidad de imputados, procesados o detenidos) alcanza a
las 52.401 personas, lo que corresponde al 48,10% del total de la población penal
del país. En este sentido, con una proporción de 280 personas privadas de libertad
por cada 100.000 habitantes, Chile es uno de los países latinoamericanos con la
tasa más alta de prisionización.

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II.- TEMA DE INVESTIGACIÓN
El impacto que provoca en el ámbito familiar, la privación del jefe de familia.

III.- FORMULACIÓN DEL PROBLEMA


¿Cuál es el impacto en el ámbito familiar, que genera la privación de libertad del
jefe de familia?

IV.- OBJETIVOS
Conocer cuál es el impacto en el ámbito familiar, que genera la privación de
libertad del jefe de familia.

OBJETIVOS ESPECÍFICOS
• Indagar en el significado que las familias de personas privadas de libertad
asignan a las instituciones sociales.

• Conocer el impacto económico que se genera en la familia de una persona


privada de libertad.

• Conocer el impacto psicosocial que se produce en los hijos de las personas


privadas de libertad.

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V.- PRIVACIÓN DE LIBERTAD DE UN MIEMBRO SIGNIFICATIVO DE LA
FAMILIA

La sobreutilización del encarcelamiento para enfrentar la problemática de la


criminalidad ha demostrado ser un factor que impacta en la cotidianeidad de las
familias de la persona privada de libertad y, particularmente, en la estructuración
emocional y conductual de los niños.
Para esta población, la privación de libertad será significada conforme a la
participación de una diversidad de factores en la formación psicosocial de los
niños, los que serán fundamentales para limitar el daño y prevenir la
intergeneracionalidad del delito se ha afirmado que la capacidad adaptativa de los
niños a estas situaciones dependerá de la calidad del vínculo familiar así como de
la fortaleza de sus recursos personales para enfrentar contextos de adversidad.
No obstante a lo anterior, los estudios destinados a probar la hipótesis de la
intergeneracionalidad del delito han sido escasos, particularmente aquellos de
carácter prospectivo-longitudinal, “que en definitiva son los que favorecen” su
probación, sin embargo, no se puede dejar de considerar la evidencia existente
que muestra una correlación entre el encarcelamiento de los padres y la
probabilidad de que los hijos adquieran conductas delictivas (Withers, Ll., &
Folsom, J., 2007; Murray, J. & Farrington, D., 2005). Pero dicha evidencia relativa,
debe ser tomada como un elemento a considerar al momento de evaluar los
factores de riesgo asociados al encarcelamiento de un adulto significativo y no
como una relación lineal causa-efecto, ya que al mismo tiempo la literatura
especializada da cuenta de la relevancia de los factores contextuales (ausencia de
políticas de protección social integrales, cesantía, vulnerabilidad familiar,
existencia de ghettos urbanos, entre otros) como predictores de eventuales
conductas delictivas.
La desprotección infantil frente a la experiencia de privación de libertad de
uno de los padres involucra diversos procesos. Uno de ellos es el contexto de
incertidumbre que caracteriza el primer momento de la separación mientras el
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padre se encuentra recluido a la espera de una sentencia judicial. A menudo la
familia desconoce la situación procesal de éste, obstaculizando la entrega
información precisa y oportuna que requiere el niño. A ello se suma la
incertidumbre de la familia que, ante la pérdida de la capacidad de control frente a
la intervención judicial, bloquea los procesos de enfrentamiento de la situación,
impidiendo que el niño pueda cerrar el duelo (Boss, 1999, En: Arditti, et. al., 2003)
y enfrentar la ambigüedad de la pérdida.
Al mismo tiempo que éstos pueden desarrollar desconfianza ante la ley,
comprendiéndola más como una amenaza que como un ente protector (Miller, K.,
2006).
Los estudios entregan evidencia que dicha situación junto a la información
contradictoria y/o ambigua que se le entrega al niño, y el posterior impacto
provocado por las visitas carcelarias se constituyen en factores que explican el
desarrollo de comportamientos refractarios posteriores (Farrington & Murray,
2005).
A lo largo de la investigación científica se han descubierto una diversidad de
mecanismos por los que el encarcelamiento de un padre puede afectar a un hijo.
Ya Bowlby (1973) afirmaba que la separación de los padres provocaba a corto y
mediano plazo desajustes en la vida del niño (Farrington & Murray, 2005): “Puede
no estar claro el efecto que tiene la participación de los padres en el sistema
carcelario, no obstante hay evidencia que sugiere que los niños responden
negativamente a la separación de sus padres” (Miller, K., 2006: 473).
Cuando uno de los padres es encarcelado la separación es vivida como una
experiencia de pérdida y desprotección. Ello se vuelve crítico cuando es la madre
la encarcelada, puesto que en general la mujer es el principal cuidador del niño; lo
que lo expone a otras separaciones, en tanto muchas veces es distanciado de sus
hermanos y del entorno donde habita. El efecto de la separación provoca cambios
significativos en la conducta del niño, afectando su desempeño escolar, su estado
anímico ahora más sensible e irritable, y en algunos casos puede presentar rasgos
de regresión conductual (Arditti, et. al., 2003). Siguiendo la línea argumental,
Miller, K. (2006) afirma que los efectos a corto plazo son difíciles de cuantificar, no
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obstante entre las reacciones negativas evidentes (por ser manifestaciones
conductuales) destacan rasgos agresivos y transgresores.
Otro de los factores a considerar es el shock o el deterioro de la economía
familiar. Ardittietal. (2003) advierte que la privación de libertad afecta duramente la
economía del grupo familiar, especialmente cuando el sostenedor es la persona
recluida. De acuerdo al estudio de Bilchik, Kreisher y Seymour (2001), las
implicancias negativas del empobrecimiento familiar junto a la pérdida de un
referente afectivo se correlacionan directamente con el desarrollo de conductas
evitativas reflejadas en el abuso de drogas, alcohol y la experimentación de los
primeros conflictos con la justicia.
Una de las tendencias de las familias que viven esta perturbación, es al
aislamiento de las redes sociales de apoyo, como la omisión de la situación penal
por la que atraviesan, por cuanto el temor al rechazo social se impone fuertemente
por sobre la necesidad de establecer lazos sociales para mitigar los efectos
perjudiciales de la cárcel.
En efecto, dicho temor fundado tiende a prevenir reacciones que las
familias ya han observado en situaciones similares, replegando los vínculos de
asociatividad de dicha población. Schoenbauer (1986), observó que, a diferencia
de otros contextos de pérdida, como la muerte o la enfermedad, la pérdida de un
miembro de la familia debido a la encarcelación, rara vez provoca la simpatía y el
apoyo de otros. Esto obliga a los miembros de la familia hacer frente a las
dificultades de la separación por sí mismos. Incluso en el largo plazo, la
propagación de la estigmatización y la falta de apoyo social puede llevar al quiebre
de relaciones con el miembro de la familia encarcelado (En: Arditti, et. al., 2003:
196).
A menudo la familia y los niños experimentan el rechazo externo con fuertes
sentimientos de vergüenza social, que en el caso de los adultos se expresa en el
aislamiento y el aumento de las condiciones de desprotección y, en el caso de los
niños, no sólo se expresa en la estigmatización de la que son objeto, sino también
de la amenaza de su propio espacio de pertenencia social, lo que de acuerdo a
Miller (2006) agrava su frágil organización psico-emocional, llevándolos a
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experimentar rechazo, ansiedad e incertidumbre que no logran procesar
plenamente.
Por ello, a menudo se aprecian rasgos culposos y/o egocéntricos con
probables implicancias psicológicas futuras.
Del mismo modo, otros estudios corroboran el compromiso de la salud
física y mental que experimentan los sujetos frente a la estigmatización, en
particular los niños ven afectado su rendimiento e interés escolar, su estado
anímico y conductual (Bórquez, M. y Bustamante, J., 2008).
Otra de las consecuencias preocupantes de la estigmatización para el caso
analizado, se vincula a lo que la Teoría del Etiquetamiento ampliamente ha
desarrollado, cuando afirma que el señalamiento permanente de conductas
negativas excluye al sujeto, de tal forma, que éste tiende a buscar un espacio de
aceptación y pertenencia identificándose con el grupo con que ha sido etiquetado,
por cuanto le proveen de la red de soporte requerida con la que se nutre de
sentido (Larrauri, E., 2000).
El riesgo de la estigmatización, desde este punto de vista, es la
identificación del sujeto con valores alternativos a los socialmente aceptados,
como respuesta a la exclusión de la que ha sido objeto por la sanción penal.

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VI.- UNIDAD DE ANÁLISIS:

La unidad de análisis utilizada fue constante refiriéndonos al análisis por


párrafos separados por punto aparte. Considerando una primera selección de
categorías, para luego establecer una segunda categorización que engloba las
categorías anteriores, para ello, las categorías seleccionadas fueron las
siguientes:

VII.- CATEGORÍAS:

a) Incertidumbre familiar
b) Trauma de separación
c) Economía familiar
d) Estigmatización

Ante los análisis realizados y tratando de dar respuesta a los objetivos


planteados en un comienzo, se ha llegado a plantear las siguientes hipótesis:

VIII.- HIPÓTESIS

• Las familias con miembros familiares privados de libertad tienden a aislarse


de las redes sociales de apoyo.

• El encarcelamiento de los padres provoca severas consecuencias


económicas en la familia.

• Conducta evitativa de los niños frente a las relaciones sociales y afectivas.

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