Electivo III: Drama Neva (Calderón, G.) [Texto v/s Puesta en escena] Gabriel Muñoz Salgado
El círculo exterior de Neva: la invasión del texto
en el pensamiento crítico del lector/espectador
Dentro de las próximas líneas, se presentará un acabado análisis de la representación Neva
en función del escrito mismo de Guillermo Calderón, es decir, una línea argumentativa que oscilará en función del texto y de la puesta en escena, tratando de establecer parámetros de equivalencia y oposición. De esta manera se tomará en cuenta el contexto de la obra, en cuanto tiempo de historia y lectura, arguyendo, según estos preceptos, una supremacía del texto por sobre la propuesta teatral según el primero es la moción original. Partiendo por un análisis teatral, se ve en la propuesta teatral una calidad actoral óptima y eficiente, partiendo por el texto de los personajes, el cual sigue una fidelidad respecto al de Calderón en cuanto reproducción y no adaptación. Es posible hacer énfasis en ‘cómo’ y no en ‘qué’, puesto que podíamos ver distintas facetas de los actores, dentro del mismo personaje, especialmente en Paula Zúñiga, quien desenvolvía un personaje con distintos matices de carácter y también otros personajes dentro de su mismo rol. También Jorge Becker, quien se encuentra gran versatilidad en las interpretaciones que realiza Aleko en distintas escenas, como el perdón a su madre o las veces que hizo de Chejov para Olga. Igualmente encontramos un punto alto en Trinidad González, actriz que representa a Olga Knipper, quien se actúa a sí misma (como personaje) e incurre en diversos matices durante la obra, en algunas ocasiones triste, alegre, preocupada, desinteresada, etc.; mostrando graduaciones anímicas en su personaje, como una explosión de emociones en diversos estados. Es evidente, que la obra gira en torno a Olga, viuda de Chejov, quien no recuerda lo que siente a la muerte de su marido y no logra concretizar con excelencia sus papeles teatrales, y desde esta línea se bifurcan distintas líneas como la revolución, que la trataremos más adelante. Volviendo al análisis teatral, nos detendremos unas líneas en aspectos de iluminación, sonido y escenografía. Si bien el primer aspecto, con aquella lámpara sobre el escenario, lo dotaba de un ambiente “especial” para el espectador (tal vez muy subjetivo para aventurarnos con una clasificación concreta), hubiese sido óptimo el poder utilizar algún matiz de luz roja, especialmente en las escenas que implican una emoción desgarrantemente mayor, como por ejemplo la escena final donde Masha realiza una dura crítica social, política y cultural. En términos de iluminación, el sonido en cuanto aspecto técnico fue óptimo: en cuanto aspecto funcional no tuvo mayor trascendencia, pues no implicó mucho durante la obra, sino solo al principio donde sirvió como un enlace entre el espectador que ingresaba a la sala y el comienzo del monólogo. La escenografía, si bien solo constaba de una silla, una tarima, una luz y una botella de champagne: fue lo suficiente para lograr imbuir al espectador en la sala de teatro, o en la habitación donde murió Chejov, o el lugar donde este reconocido autor dijo a su hermana que se casaría: fue el punto fuerte de la actuación el que hizo útil cada elemento sobre el escenario, logrando recrear una noción de espacio distinta según lo que se quería representar. En conclusión, la puesta en escena es óptima, de gran calidad en todos sus aspectos y denotando un arduo trabajo de ensayo: recomendable (si hiciéramos una suerte de crítica). No obstante, no alcanza la magnitud que ofrece el texto. Antes de adentrarnos al texto como tal, haremos referencia a la estructura, tanto de la obra como del documento escrito. En cuanto a una estructura aristotélica, se hace imposible diferenciar con claridad las distintas fases por las que pasa una estructura como esta debido a la dinámica de la historia. En este sentido encontramos una dinámica no aristotélica, en el derrotero que sus distintas escenas, o las distintos matices de la historia, no siguen un sentido lógico, sino que son una suerte de diversas improvisaciones a medida que las emociones van capturando a Olga Knipper. Podríase hablar de tres puntos: el primero dirigido hacia la dificultad laboral de Olga, que no puede sentirse realizada con lo que hace, en función del desmedro de su calidad profesional que ha sufrido luego de la muerte de su marido. El segundo punto es la ausencia de los demás actores, motivo también por el cual se posibilita el diálogo entre los tres personajes. Por último, la historia tangencial, que poco a poco se va apropiando del relato: el domingo sangriento en la Rusia de 1905. Podríamos hablar de que este tercer elemento engloba al segundo y que dentro de él se enmarcan los juegos, caprichos y desdichas de Olga Knipper. El texto que propone Calderón, es netamente un diálogo que contiene con muy pocas acotaciones, más que otra cosa que indican lugar y sentido: en ningún momento emociones o disturbios en el ánimo. En este sentido, el texto nos abre un mundo de posibilidades increíbles de representación, pudiendo exaltar las cosas que al director (o al lector) le parezcan realmente importantes. Me tomaré una líneas para expresar de modo subjetivo, la sensación de poder rearticular íntimamente lo expuesto en Neva, un placer que no se compara a recibir la rearticulación teatral. Sin la intención de argüir pero sí ejemplificar, no pude durante la transición de la obra experimentar personalmente emoción alguna que me identificara con los personajes, ni un alejamiento que produjera reflexión (lo que sí me ha producido el texto): ni risas, ni llanto, ni asombro sino solo una mirada objetiva de personas tratando hacer de algo cotidiano algo extracotidiano. Basado un poco en lo anterior, es que propongo al texto como una unidad superior a la representación teatral, en función del propio juego dinámico dentro de la mente del lector, haciendo uso de sus capacidades de referencias personales y ontológicas para analizar la historia desde su propio punto de vista. De hecho, apoyado sobre el mismo texto de Calderón, procedemos a citar unas líneas de Olga Knipper, cuando dice: “El público tiene que llorar por la belleza del texto, no porque la actriz se está deformando sobre el escenario” (4). Claramente vemos el poder que tiene un texto, más allá de la manera de interpretarlo (que, sin duda, también influye en la emoción e intencionalidad que se le otorga), es el cuerpo mismo de la textualidad, las palabras, comunicación de signos lingüísticos el que produce efecto de identificación o reflexión del público/espectador/lector; lo demás solo influye en emocionalismos pasajeros e impresiones que se lleva el viento, como podríamos decir en un lenguaje metafórico: es el texto el causa el real efecto en el receptor. Ahora bien, como se mencionó anteriormente, podemos seguir tres líneas en Neva o, mejor dicho, tres círculos. El primero corresponde al eje de Olga Knipper, la representación de la muerte de su marido y su incapacidad actoral: luego de la ruptura del este círculo, nos vemos inmersos en el teatro de la historia, el lugar donde no han llegado los demás actores y donde se comienza a hablar sobre la compañía, sobre los otros que nos son Olga Knipper. Por último, el círculo exterior de Neva, es la invasión del texto en el pensamiento crítico del lector/espectador. La Revolución. Es en este sector de la historia, tanto teatral como literariamente, donde se centra “la belleza del texto” como lo dice Calderón a través de la voz de Olga. Es Masha, quien cierra la obra con un monólogo ideológicamente potente, con la fuerza necesaria para estremecer al público con las conceptualizaciones que realiza de las ideas acerca de la revolución, del sexismo, amor, muerte, cultura, política, gobierno, burguesía, teatro, entre otras ideas que marcaban diferencias entre lo importante y lo urgente. El texto sobre la crítica que hace Masha, esencialmente al teatro, sobre las cosas que creemos imperantes, pero que no lo son en función de una revolución, de una guerra, de un domingo sangriento, es lo que realmente socava en la reflexión. La representación de Paula Zúñiga es muy cargada de emociones, tal vez esta Masha pudo haber enfatizado más el texto que la potencia, más el “qué dice” que el “cómo lo dice”, por ejemplos, abordar el escrito con un monólogo lento, con variaciones de susurros y gritos, habría tenido una recepción aún más dotada de percepción por parte del público. La información textual expuesta por Masha era demasiado y muy rápida como para retenerla: solo se rescata la esencia. Hoy por hoy, Neva, también nos puede hacer reflexionar sobre nuestro mundo con los mismos argumentos que utiliza Masha y no esencialmente hacia el teatro, sino a cuestiones de nuestra cotidianeidad. En un extremo cotidiano comprarse una promoción de $4.990 en algún local de comida rápida y prescindir de darle una moneda a un anciano mendigo en la calle. La prensa que se preocupa por si un determinado personaje famoso tiene una relación con fulana de tal, en vez de ocuparse de aspectos más relevantes como los conflictos del Medio Oriente o diversos apremios sociales. En sí, hay cosas que en potencia se escapan de nuestras manos, como ponerle fin a una guerra, pero hay otros aspectos sociales de los cuales sí podemos hacernos cargos: proyectos de trabajo destinado a los sectores de más cesantía, realizar empresas que emprendan una ayuda en la educación de los sectores de más bajos recursos, etc. En realidad no estamos ‘de manos atadas’ y también está asociado al enfoque de la Universidad: Masha tiene razón: a veces disfrutamos como burgueses sin darnos cuenta de lo que realmente sucede a nuestro alrededor, donde hay personas necesitadas y donde nosotros podemos aportar.