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Introducción.
Recientemente han surgido, desde diferentes campos disciplinares, una serie de teorías que
permiten aproximaciones a la realidad social, abordándola en toda su complejidad. Todas
ellas con un claro énfasis epistemológico:
En el siglo III a.n.e., Aristóteles elaboró un sistema lógico formal que se constituyó como el
fundamento de toda la lógica desarrollada en occidente: una lógica binaria (bivalente) que
determinó nuestra particular cosmovisión occidental. La lógica aristotélica "nos enseñó a
manejar el cuchillo lógico y a trazar siempre una línea entre los opuestos, entre la cosa y la
no cosa, entre A y no A" (Kosko, 1995:76).
Dos siglos antes de la propuesta aristotélica, en la India, Buda planteó las bases de lo que se
ha convertido en el sistema lógico de pensamiento oriental, un sistema místico, tolerante de
la ambigüedad y vaguedad. Se trata de la lógica "del Ying y el Yang, la cosa y la no cosa a la
vez, A y no A al mismo tiempo" (Kosko, 1995:76).
1 ) El Principio de identidad.-
P=P
3) El Principio de no contradicción.-
(p.p’)’ : no es posible "p y no p"
A partir de estos tres principios fundamentales propuestos por Aristóteles, se desarrolló todo
el sistema de la lógica y el razonamiento en el mundo occidental, que ha cristalizado y se ha
materializado en las distintas disciplinas científicas.
Por su parte, la nueva lógica borrosa surge condicionada por una serie de acontecimientos
significativos, entre los que podemos destacar:
1) La crítica de Lukasiewicz (1920) respecto a que las proposiciones contingentes de futuro
pueden tomar no sólo dos valores de verdad como consideraba Aristóteles en “De
interpretatione”. La proposición "mañana se iniciará una batalla naval" no es cierta ni falsa
(lo cual implicaría una predeterminación) sino que abre el camino a la lógica temaria o
trivalente (añadiendo un tercer valor: la indeterminación).
El mismo Lukasiewicz y Tarski (1930) generalizaron su lógica trivalente a toda una gama
ordenada de valores indeterminados entre lo verdadero (1) y lo falso (0).
" x Î W,
u A(x) = {0,1}
Donde 0 indica una pertenencia nula o no pertenencia y 1 una pertenencia total.
En 1965, Lotfi Zadeh introduce la teoría de los conjuntos borrosos o difusos (fuzzy sets) a
partir de la generalización de esta última función del grado de pertenencia, argumentando
que,
" x Î W,
u A(x) = [0,1]
Es decir, para cualquier elemento del universo de referencia (W), no sólo pueden darse dos
grados de pertenencia respecto al conjunto A (0 y 1), sino que debe ahora considerarse
cualquier valor o grado intermedio entre los valores del invervalo [0,1].
Bart Kosko (1995) observa que, en realidad, los conjuntos no son los borrosos, sino sus
elementos, que presentan alguna propiedad sólo en cierto grado (Kosko la denomina
"condición de elemento"). Aunque la condición de subconjunto que puede asumir un
determinado conjunto incluído en otro puede convertirlo, a su vez, en elemento borroso de
este último ("condición de subconjunto").
Con la teoría de los conjuntos borrosos, Zadeh "trata de formalizar en un modelo lógico y
matemático lo impreciso, lo difuminado, lo indeterminado, lo difuso..." (Munné, 1995:3) del
lenguaje humano.
"en las ciencias humanas, esto no es más que reconocer la evidencia de que
conceptos clave como los de cognición, emoción, inteligencia, mente, grupo, clase
social, control social, opinión pública, institución social, etc., etc. Son esencialmente
borrosos". (Munné, 1995:4)
Gil Quesada (1990) reaiiza una aproximación empírica de aplicación de la teoría de los
conjuntos borrosos (lógica borrosa) a la medición (evaluación) escolar. Para ello elabora un
examen con una serie de items puntuados según una valoración continua (de O a 1) con un
punto de corte nítido y una "zona de corte borrosa" de aceptación de las respuestas. Con ello,
Gil Quesada persigue una mayor adecuación en las evaluaciones de rendimientos académicos
en exámenes grupales. Con esta aplicación borrosa, Gil Quesada accede al cálculo de una
serie de nuevos índices, como son: (1) el índice de suficiencia nítida: % de alumnos del
grupo que obtinen una puntuación superior al punto de corte nítido; (2) el índice de
suficiencia borrosa: probabilidad de que un alumno supere el examen si consideramos la
función de pertenencia como función de probabilidad; (3) el índice de borrosidad: % de
alumnos del grupo que están nítidamente clasificados.
Una primera valoración positiva respecto de la teoría de la borrosidad tiene directa relación
con el "problema de la discordancia" (Kosko, 1995): la ciencia se ha planteado como "blanca
o negra" para referirse a un mundo que es "gris". En este sentido, el nuevo paradigma estaría
reflejando con mayor precisión la realidad, porque como afirma Kosko: "cuando habláis
(científicamente), simplificáis. Y cuando simplificáis, mentís". En este sentido, la lógica
borrosa aporta matices enriquecedores a una perspectiva epistemología comprensiva-
hermenéutica en ciencias sociales, alternativa a la explicativa-positivista dominante
(Calventus, 2000).
Sin embargo, el nuevo paradigma borroso no supera uno de los principales impases críticos
con los que se enfrentan las ciencias sociales: este es la necesidad de matematización
(formalización) en el proceso de conocimiento. A través de esta formalización, la borrosidad
continúa imposibilitada de captar integralmente (holísticamente) su complejo objeto de
estudio (en nuestro caso: el ser humano en estado natural-social). Detrás de la
matematización y de las "gráficas borrosas" presentadas por los teóricos continúan
escondiéndose (objetiva, neutral y asépticamente) unos científicos sociales no
comprometidos (que no participan ni se comunican) con la realidad social que se pretende
conocer El paradigma de la borrosidad, por tanto, continúa enmarcado dentro de ese
metaparadigma epistemológico analítico-positivista (Habermas, 1992) o interaccionista
(Munné, 1989), aunque se base en una fundamentación lógica formal no Aristotélica.
Porque, en la práctica social cotidiana, ¿quién hace las distinciones?, ¿quién cierra los
conjuntos?, cuando se construyen las "curvas borrosas" a partir de los promedios de opinión
de la gente, ¿quién ha creado esas opiniones?, ¿quién las ha moldeado?, ¿con qué
intenciones?, ¿desde qué ideología?,... En definitiva, ¿qué consideración hace el nuevo
paradigma de estas intencionalidades y relaciones sociales ideológicas que no sólo forman
parte de nuestra realidad (y por tanto de nuestro objeto de estudio) sino que lo condicionan
poderosamente?. Pareciera que, al igual que ocurre al interior de aquel metaparadigma
analítico-positivista, los valores y la ética continúan excluyéndose de los niveles ontológico y
metodológico en el proceso de investigación.
Feixas, G. y
Cornejo, J. M. Manual de la técnica de la rejilla mediante el programa RECORD
ver. 2.0 Barcelona, Paidós, 1996.
Gil Quesada, X.: La teoría de los conjuntos borrosos en la medición escolar. Tesis
doctoral. Dpto. métodos de investigación y diagnóstico en
educación. Barcelona, U.B., 1990.
Riera,T. y T.Sales: Els conjunts difusos. Ciencia, 3, 28, juny 1983, 24-29.
Smithson, M.: Fuzy set Analysis for Behavioral and Sociai Sciences.
Springer-Verlag,N.Y.,1987.
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