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Hilda Vázquez

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El conocimiento como nuevo factor de desarrollo y crecimiento económico.

Desde los ochenta se caracteriza al momento histórico en que vivimos como la era de
la información. Con el advenimiento del nuevo siglo se comenzó a hablar de la
economía basada en el conocimiento o la economía del conocimiento. Sin embargo,
el conocimiento es mucho más que mera información. La información son datos
procesados con una utilidad general, mientras que el conocimiento significa formas,
métodos y maneras de abordar y resolver problemas. Significa el saber hacer ("Know-
haw" y "Know Who"): poseer las herramientas o medios de producción para producir a
su vez, más conocimiento o productos y servicios nuevos o mejorados, con un valor
añadido, que compiten ventajosamente en los mercados globales.

Actualmente, la tecnología y la capacidad de innovar tienen un protagonismo creciente


en el desarrollo socioeconómico y constituyen una fuente de riqueza fundamental en
las economías.

El avance tecnológico se produce a gran ritmo, y tiene enormes repercusiones sobre la


sociedad y la economía. A modo de ejemplo ilustrativo basta mencionar que en el
2001 se podía enviar más información por un solo cable en un segundo que toda la
información transmitida por Internet en un mes del año 1997. Las innovaciones en
microelectrónica, cibernética y telecomunicaciones, que aumentan la capacidad y la
velocidad de transmisión de la información, propician notables reducciones en los
costos, que impulsan a su vez un uso más generalizado de las nuevas tecnologías.

La diferencia en el nivel de desarrollo de las sociedades contemporáneas, ha dejado


de explicarse sólo a través de la posesión de recursos naturales o de la capacidad de
su infraestructura física. El aumento en el ritmo de creación, acumulación y
aprovechamiento del conocimiento, ha llevado a las sociedades actuales hacia este
nuevo paradigma conocido como economía basada en el conocimiento o economía
del conocimiento: un sistema en el cual el conocimiento es la verdadera esencia de la
competitividad y el motor del desarrollo a largo plazo.

El Banco Mundial, en la serie anual de informes N° 21 publica un documento donde se


afirma que el conocimiento es un agente productor de riqueza. Afirma que el factor
determinante de la riqueza de un país no radica en el volumen de conocimientos, sino
en su capacidad de generar nuevos conocimientos.
Hilda Vázquez
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Otros estudios afirman que, a diferencia de los recursos tradicionales de la producción


-dinero, tiempo, tierra, energía, materias primas- que son siempre finitos, el
conocimiento es “infinitamente ampliable”. Un mismo conocimiento puede ser
profundizado y recreado. Su utilización no lo agota, lo enriquece. Para esto se
requiere una sociedad democrática donde el conocimiento se comparta, se recree y se
multiplique.

Estos conceptos son de capital importancia, puesto que marcan un norte para los
países en vías de desarrollo y constituye la llave de su crecimiento. De hecho India y
Corea tienen lugares destacados en la exportación de software y servicios de
Tecnologías de la Información (TI) y sus profesionales son requeridos en los mercados
laborales de los países desarrollados. Ambos países han incrementado notablemente
su producto bruto interno gracias a estas actividades.

Sin embargo, cabe preguntarse: ¿es posible lograr primero una sociedad democrática
para luego compartir el conocimiento?.

El conocimiento no pre-existe. Se construye. Y la propuesta es que lo construyan


todos los integrantes de una sociedad. Para esto se requiere una sociedad con
igualdad de oportunidades y con libre acceso a una educación de igual calidad para
todos.

La calidad de la democracia de una sociedad está determinada por su educación en


valores éticos y morales.

De modo que sin educación para todos no hay democracia posible. Pero sin igualdad
de derechos no hay educación para todos. Es un camino en espiral, de mejora
constante, cuyos logros se evidencian en la calidad de las instituciones y que resulta
imperioso transitar. De lo contrario, la brecha de las desigualdades se profundiza, con
un enorme costo: un número creciente de personas que no pueden satisfacer lo que
son consideradas necesidades básicas, cuyos hijos también crecen con importantes
carencias, comprometiendo su salud física y psíquica, daños que a veces son
irreparables.

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