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Resumen
Palabras Clave:
Abstract
The subject of this paper is to analyze the impact of Bolívar Echeverría´s philosophy
towards a critical reading of the modernity, understanding it beyond the capitalism and the
socialist-communist-anarchist utopia. This implies an explanation of the understanding and
the diagnosis on the modernity’s crisis to develop Echeverría´s philosophical position
through a critical reading based on the possibilities of an alternative modernity constructed
from Latin America. Considering its historical significance and cultural impact as well as
the historical chance of Latin America to engage its existential re-constitution, the
philosophical challenge is to find the proposal of an alternative modernity as a space for
reflection that should be focused on the role of Latin America and redefine its philosophical
possibilities in a global and local postcolonial reflective horizon.
Key words:
CONICYT –Universidad de Chile. paideiaor@gmail.com
In memoriam Bolívar Echeverría, Junio 2010
Pensar desde América Latina tiene una particular condición en lo que respecta a su
producción filosófica. Esta busca en su transformación el cedazo para la definición sobre
qué es la filosofía latinoamericana. La prosecución de este cuestionamiento deriva en la
constante articulación del panorama filosófico que desde “estas tierras” se yergue y alcanza
su lugar. Dentro del reconocimiento del panorama filosófico latinoamericano y lo
propositivo que puede surgir, Bolívar Echeverría logra ejercer un lugar crítico. A través del
presente texto queremos hacernos cargo de pensar junto a Echeverría, a interpretar
“aquello” que nos ha podido legar a través de su obra. Este es un homenaje filosófico, un
homenaje para con su obra y su consecuente impacto. La revisión de diversos conceptos, de
su articulación y concatenación, busca mostrar los encuentros y las perspectivas que
Echeverría plasma en relación a dos problemas filosóficos determinantes, a saber, la
modernidad y América Latina. La concatenación conceptual intenta descubrir el grado de
profundidad al cual Echeverría logra llegar en un cuestionamiento abierto y fuertemente
crítico de las estructuras filosóficas que han imperado en la constitución de ambos
problemas. Buscaremos decodificar el enjambre conceptual que se realiza en su obra
filosófica, sin dejar por ello de comparecer ante una interpretación filosófica constructiva y
atenta a sus posibilidades y proyecciones.
Si volvemos a una reflexión sobre la crisis de la modernidad podemos también
encontrar otras trazas de la operatividad de ésta y de la disputa con el eurocentrismo. La
posición de Echeverría sigue el sendero de la crisis y, en cierto sentido, le corresponde.
Interesante es en su reflexión el pasaje entre la crisis y la ilusión, como figura poética para
desocultar la contrariedad de la modernidad en América Latina y cómo es en América
Latina donde se cultiva no sólo el origen de la modernidad sino la aperturidad y
condensación más allá de la ilusión. Pero ¿cuál es la vectorización de la relación entre la
modernidad y el motor llamado América Latina? ¿Cómo enfrenta Bolívar Echeverría la
ilusión de la modernidad? La comprensión de una necesidad de modernidad permite la
crítica al desenlace que esta misma ha logrado. La discusión teórica con Marx, Benjamin y
Heidegger permite a Echeverría articular un diagnóstico liberador sobre la modernidad,
donde la identificación moderna con el capitalismo intenta “averiguar otra vez en qué
medida la utopía de una modernidad post-capitalista – ¿socialista? ¿comunista?
¿anarquista? – es todavía posible.”1:
El diagnóstico atiende al eurocentrismo y su dinámica material, la relación entre la
modernidad y el capitalismo es el espacio fértil para la aprehensión de las dimensiones de
su despliegue en la cotidianidad o bien en el mundo de la vida. La modernidad en términos
de un horizonte de interpretación en controversia con la realidad material de los
acontecimientos, adscribiendo de forma crítica las condiciones de vida generadas y
esperadas en el ámbito del capitalismo ya no sólo como vorágine socio-económica, sino
como dimensión hegemónica del mundo de la vida. Echeverría advierte en la modernidad
otras alternativas de despliegue y ubica en ellas su propuesta.
El entronque de la modernidad, el capitalismo y su alternativa es atravesado por
una mirada epistémica, que apunta al logocentrismo como el sendero del pensar que, junto
a la vía capitalista engendra el peligro de la homogenización y la fagocitación del pensar y
la condición humana. Esta modulación logocéntrica tiene su propia cadena de eventos que
la explicitan. Refieren finalmente a la configuración del sujeto moderno como
representación de sí mismo y como condición autoexplicativa de la realidad de lo otro
(objeto-mundo). Los efectos colaterales de esta configuración subjetiva se miden en la
“economía política” que puede llevarlo a efecto, a saber, se mueven en la facticidad y con
ella en su despliegue, podríamos agregar, social y cultural
El logocentrismo prevalece en el momento en que es el modo dominante de
clasificación y explicación de la realidad, un modo exitoso, por decirlo de alguna manera.
Y es consistente definir aquí el ámbito del lenguaje como el puntal del éxito del
logocentrismo. La reflexión sobre el lenguaje puede ser vista cuando retomamos la noción
de “lenguas naturales” que, dominadas por la oralidad ya en en tanto que “lenguas naturales
modernas”, se reconstituyeron radicalmente “obedeciendo el llamado de la oralidad desde
la cual se constituyen”, pero condicionadas asimismo por la voluntad de clasificación. La
creatividad de las “hablas cotidianas” era/es/será el reto de toda disciplina que se articule
lingüísticamente. Empero, la clasificación logocéntrica no duda en establecer los
parámetros de comprensión del fenómeno lingüístico, siendo finalmente un juego del gato y
el ratón, entre la oralidad primaria y la voluntad de clasificación logocéntrica.
1
B. Echeverría. “Modernidad y capitalismo (15 tesis)” en: Las ilusiones de la modernidad, Quito, Ediciones
Trama Social, 2001, p. 153.
“Pero aparte de logocéntrica, la comunicación social debió ser también
logocrática; es decir, no sólo tuvo que someter su producción global de sentido al que se
origina en la comunicación puramente lingüística, sino que debió además comprometerla en
una tarea determinada que le corresponde específicamente a ésta última, la tarea muy
especial que consiste en defender la norma de identidad singular al código de una
civilización.”2
4
“Modernidad y capitalismo” en op. cit., p. 194.
5
“Modernidad y capitalismo” en op. cit., p. 195.
6
“Modernidad y capitalismo” en op. cit., p. 195.
El tránsito de la comunicación social basada en el “habla natural cotidiana” a la
codificación comunicativa de la escritura (“habla escrita”) como instrumento-tecnología del
logocentrismo, ofrece el modelo, el paradigma, según el cual se articula pensado el
capitalismo, esto es: el ordenamiento racional productivista de la actividad humana. Hemos
indicado la escritura como un eje en la normalización del habla. La logocracia re-
funcionalizó el lenguaje y con ello sus dimensiones oral y escrita bajo un patrón capitalista
de desarrollo y control.
“Puede decirse así que, al guiarse conscientemente o no por esta reducción de las
capacidades técnicas del medium instrumental, el proceso de producción y consumo del
conjunto de los bienes es el fundamento que ratifica y fortalece a la escritura en su posición
hegemónica dentro del habla o el uso lingüístico y dentro de la semiosis moderna en
7
“Modernidad y capitalismo” en op. cit., p. 196.
general. Es la práctica tecnificada en sentido pragmático la que despierta en la escritura una
“voluntad de poder” indetenible. Así se expande la nueva logocracia: significar, “decirle
algo a alguien sobre algo con una cierta intención y de una cierta manera” deberá consistir
primaria y fundamentalmente en hacer del hecho comunicativo “un instrumento de
apropiación cognoscitiva” de ese “algo”, de “lo real”. Todo lo demás será secundario.”8
Ahora bien, en el análisis respecto de cómo actúa el habla escrita en tanto que
instrumento de producción de conocimiento, Echeverría precisa cual es el espacio de
liberación que puede ser adscrito a la modernidad. Su diagnóstico de la modernidad y su
condición ilusoria son plasmadas en paralelo a la posibilidad de desarrollarla de manera
radical, sin los espacios dominantes que la coartan y cooptan. Las condiciones de
alienación-enajenación de la modernidad capitalista se entienden además como espacios
receptores de otros discursos, en apertura a la codificación particular que éstos puedan
articular. Veamos esto.
12
“Modernidad y capitalismo” en op. cit., p. 202
13
“Modernidad y capitalismo” en op. cit., p. 203
capitalismo.”14 La condición de posibilidad para entrelazar la modernidad alternativa se
construye como parte de su desafío inherente, esto es, aquello que podemos denominar: la
colonialidad.
El retrotraimiento al eurocentrismo y a la colonialidad como desafío y parte
sustantiva del sistema mundo-moderno15 asume en la propuesta de Echeverría la
asimilación de nuevos significantes que logren componer una producción del conocimiento
basada en una identidad en cierto sentido “evanescente”. Su propuesta se despliega en tanto
que contra-modulación al capitalismo y alternativa construida para favorecer la flexibilidad
de unos significantes o “códigos” en los que lo mestizo y su colonialidad son ya reflejos de
la posibilidad de una modernidad otra.
14
“Modernidad y capitalismo” en op. cit., p. 204
15
El sistema de mundo-moderno incluye la hegemonía histórico-cultural-económica no sólo de Europa sino
de Occidente como configuración geopolítica. He ahí donde es posible considerar como aclarador el
complemento de Aníbal Quijano a las tesis de Bolívar Echeverría, refiriéndose también al eurocentrismo y a
su reflexión acerca de la colonialidad:
“La elaboración intelectual del proceso de modernidad produjo una perspectiva de conocimiento y un modo
de producir conocimiento que dan muy ceñida cuenta del carácter del patrón mundial de poder:
colonial/moderno, capitalista y eurocentrado.
Esa perspectiva y modo concreto de producir conocimiento se reconocen como eurocentrismo. Eurocentrismo
es aquí el nombre de una perspectiva de conocimiento cuya elaboración sistemática comenzó en Europa
Occidental antes de mediados del siglo XVII, aunque algunas de sus raíces son sin duda más viejas, incluso
antiguas, y que en las centurias siguientes se hizo mundialmente hegemónica recorriendo el mismo cauce del
dominio de la Europa burguesa. Su constitución ocurrió asociada a la específica secularización burguesa del
pensamiento europeo y a la experiencia y las necesidades del patrón mundial de poder capitalista,
colonial/moderno, eurocentrado, establecido a partir de América (…)
“Colonialidad” más allá del colonialismo, esto es, un esquema mental que justifica y legitima las
desigualdades y que perdura más allá del colonialismo. Según esto, si se pretende des-colonizar las ciencias
sociales y la filosofía, no es posible perder de vista que la actual globalización es la culminación de un
proceso que comenzó con la conquista de América, como primera identidad moderna, y del eurocapitalismo
colonial/moderno como un nuevo patrón de poder mundial. Uno de los soportes fundamentales de ese patrón
de poder es la clasificación social de la población mundial sobre la idea de raza, una construcción mental que
expresa la experiencia básica de la dominación colonial y que desde entonces permea las dimensiones más
importantes del poder mundial, incluyendo su racionalidad específica, el eurocentrismo”. Ver: A. Quijano,
“Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina” en: La colonialidad del saber: Eurocentrismo y
ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas, CLACSO, Buenos Aires, 2000, p 201.
Considerar la construcción histórica trae aparejado un intento por encontrar en el eurocentrismo el criterio de
verdad bajo el cual él mismo se constituye. Con ello resulta posible discernir ciertas implicaciones de su
carácter socio-cultural. La autoexplicación eurocéntrica de sí misma a partir de un revisionismo
historiográfico siempre en marcha nos señala la necesidad de construir un suelo ideológico, donde,
finalmente, el relato eurocéntrico se haga cargo de su realidad histórica de dominación-imposición y que
pueda enfrentarse a los propios criterios de verdad del eurocentrismo. Se juega una identidad “civilizatoria”
en todo pensar eurocéntrico. En especial, si consideramos su construcción histórica podemos ver desde el
bárbaro griego y romano aquel gesto de aculturación del eurocentrismo. Sin duda, la modernidad desarrolla
de diferentes maneras una gesta civilizatori que, en cierto sentido, exalta a posteriori. Su objeto no sólo es
América, sino que esta “gesta” opera hasta nuestros días y recorre todo el orbe. Empero fue en América donde
se desplegó por vez primera.
“Ha llegado tal vez la hora de que la reflexión sobre todo conjunto de hechos
esenciales de la historia de la cultura que se conectan con el mestizaje cultural abandone de
una vez por todas la perspectiva naturalista y haga suyos los conceptos que el siglo XX ha
desarrollado para el estudio específico de las formas simbólicas, especialmente los que
provienen de la ontología fenomenológica, del psicoanálisis y de la semiótica.”16
Por otra parte, lo barroco refiere en general al adjetivo que califica los estilos
artísticos y literarios post-renacentistas (principalmente del siglo XVIII). Pero lo barroco
“en profundidad” presenta: lo superficial y sensualista en su ornamentalismo, lo artificioso
y recargado en lo extravagante, lo prescriptivo y formalista en lo ceremonial. Es en el
comportamiento artístico barroco donde acontece su desdoble, en pasos diferentes,
16
B. Echeverría, “La identidad evanescente” en: Las ilusiones de la modernidad, Quito, Ediciones Trama
Social, 2001, p. 77.
17
B. Echeverría, La modernidad de lo barroco. México, Ediciones Era, 2005, p. 37.
contrarios y simultáneos. Es en el agotamiento del canon artístico donde lo barroco
encuentra su sentido y se mueve en un juego de paradojas, sinsentidos, permutaciones,
encuentros y lejanías. El valor de este acto es que no sólo logra llegar a ser con o junto al
canon sino que lo hace a través de él. Echeverría lo describe con las siguientes palabras:
“El barroco parece constituido por una voluntad de forma que está atrapada entre
dos tendencias contrapuestas respecto del conjunto de posibilidades clásicas, es decir
“naturales” o espontáneas, de dar forma a la vida – la del desencanto, por un lado, y la de la
afirmación del mismo como insuperable – y que está además empeñada en el esfuerzo
trágico, incluso absurdo, de conciliarlas mediante un replanteamiento de ese conjunto a la
vez como diferente y como idéntico a sí mismo. La técnica barroca de conformación del
material parte de un respeto incondicional del canon clásico o tradicional – entendiendo
“canon” más como un “principio generador de formas” que como un simple conjunto de
reglas – , se desencanta por las insuficiencias del mismo frente a la nueva sustancia vital a
la que debe formar y apuesta a la posibilidad de que la retroacción de ésta sobre él sea la
que restaure su vigencia; de que lo antiguo se reencuentre justamente en su contrario, en lo
moderno.”18
“El ethos barroco no puede ser otra cosa que un principio de ordenamiento del
mundo de la vida. Puede ser una plataforma de salida en la puesta en juego con que la vida
concreta de las sociedades afirma su singularidad cultural planteándola al mismo tiempo
18
Ibid., p. 44.
19
Ibid., p. 47.
como absoluta y evanescente; pero no el núcleo de ninguna “identidad”, si se entiende ésta
como una inercia del comportamiento de una comunidad – “América Latina”, en este caso
- que se hubiese condensado en la historia hasta el grado de constituir una especie de molde
peculiar con el que se hacen exclusivamente miembros de la misma. Sustantivar la
singularidad de los latinoamericanos, folclorizándolos alegremente como “barrocos”,
realistas mágicos”, etcétera, es invitarlos a asumir, y además con cierto dudoso orgullo, los
mismos viejos calificativos que el discurso proveniente de las otras modalidades del ethos
moderno ha empleado desde siempre para relegar el ethos barroco al no-mundo de la pre-
modernidad y para cubrir así el trabajo de integración, deformación y refuncionalización de
sus peculiaridades con el que esas modalidades se han impuesto sobre el barroco.”20
20
Ibid., p. 48.
defiende solamente el mestizaje como ars combinatoria, sino como encuentro e
interpenetración existencial e identitaria. En esta perspectiva advierte y crea otra
modulación del pensar, una alternativa a la hegemonía moderna-capitalista del
conocimiento que se encuentra dentro/fuera de ella y que por esa característica se vuelve
posible. La alternativa es una propuesta bifronte como consecuencia de la misma
colonialidad, propuesta política-histórica-económica y existencial-identitario-cultural, que
des-encubre códigos y prácticas y que debe responder, finalmente, a su modernidad.
Este es, sin duda, el contrapunto: la colonialidad se presenta como un espacio de
cuestionamiento y a la vez como un reducto de la existencia y de la identidad. Pensar la
colonialidad exige superar el biologicismo del mestizaje, exige eliminar prejuicios y
consolidar caminos para la enunciación e interpretación. El efecto bifronte aparece
nuevamente ligado al desencubrimiento de su modernidad: realiza una exigencia que evoca
senderos más allá y más acá de los eurocéntricos, senderos que despliegan encuentros,
choques y, finalmente, alternativas en apertura, alternativas otras, nuevas y revitalizadas.
Bibliografía