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En el ámbito internacional, esto es, para actuar por ante la Corte Internacional de
Justicia, por el contrario, las reglas probatorias son pocas y conforman un sistema
que otorga una gran dosis de libertad a las partes y a la misma Corte (1). No
existen restricciones o limitaciones sobre las pruebas que pueden ser presentadas
por los interesados, sea por propia iniciativa o a solicitud de la Corte, quedando
ésta, como consecuencia, en libertad para evaluar tales probanzas y para resolver
el caso concreto con los fundamentos que estime prudente considerar (2).
En este campo, sin embargo, la Corte no tiene un papel pasivo: puede tomar la
iniciativa de buscar nuevas probanzas si estima que las disponibles no son
suficientes para cumplir sus finalidades. En efecto, el Estatuto, Artículo 48, señala
La Corte dictará las providencias necesarias para el curso del proceso, decidirá la
forma y los términos a que cada parte debe ajustar sus alegatos y adoptará las
medidas necesarias para la práctica de las pruebas.
Aun cuando obligada a aplicar la ley interna (municipal law) cuando las
circunstancias así lo requieran, la Corte, que es un tribunal de derecho
internacional y que en este carácter debe saber lo que esto significa, no tiene que,
además, conocer la ley interna (municipal law) de los diferentes países. Todo lo
que puede ser afirmado en este respecto es que la Corte pueda, posiblemente,
verse obligada a conocer la ley interna (municipal law) que deberá ser aplicada.
Esto lo hará mediante la prueba que le sea suministrada por las partes o a través
de las investigaciones que considere prudentes realizar o que considere deben ser
llevadas a cabo (8).
Por ser los jueces ad hoc, generalmente, súbditos de uno de los Estados parte en
el proceso, están en posición de ayudar a la Corte Internacional de Justicia en la
comprensión de sus leyes nacionales. Esta ha sido una de las razones aducidas a
favor de su existencia.
No tan sólo los actos en cuestión deben constituir una práctica establecida, sino
que deben también ser tales –o deben ser realizados en tal forma- que constituyan
demostración de la creencia de que esta práctica se ha hecho obligatoria, por la
existencia de una norma legal que así lo requiere. La necesidad de tal creencia,
por ejemplo, la existencia de un elemento subjetivo, está implícita en la idea de
la opinio iuris sive necessitatis. Los Estados involucrados deben, por tanto,
sentir que se están sometiendo a lo que equivale una obligación legal (11).
El mismo criterio fue aplicado por la Corte en los casos "Plataforma continental"
(Yamahiria Arabe-Libia c. Malta) y "Acciones militares y paramilitares en y en
contra de Nicaragua" (Nicaragua c. Estados Unidos de América) (12).
En el caso "Canal de Corfú" (1949) (13), por ejemplo, se produjo un amplio debate
sobre la existencia, bajo los términos del derecho consuetudinario, del derecho de
paso inocente de buques de guerra en las aguas territoriales de un estado y sobre
el derecho de paso a través de los estrechos de cualquier tipo. También se
discutió si el Canal de Corfú era una ruta marítima internacional.
En el mismo orden de ideas, en el caso "Asilo" (1950), entre Colombia y Perú (14),
la primera alegó que, conforme a una costumbre regional, tenía el derecho de
calificar unilateral y decisivamente la naturaleza de un crimen atribuido a un
político peruano, al que se le había concedido "asilo diplomático" en las oficinas de
su Embajada en Lima. Antes de recordar que quien confía en una costumbre de
ese tipo deberá probar que ha sido establecida de tal modo que se ha hecho
obligatoria para la otra parte (15), la Corte resolvió que, sobre la base de los
instrumentos internacionales y a los muchos casos particulares citados por
Colombia, no podía
Mutatis mutandi, la misma situación existe cuando una de las partes invoca otra
de las fuentes reconocidas en el Estatuto de la Corte Internacional de Justicia,
Artículo 38. Por ejemplo, si alguna(s de las) demanda(s) de una de las partes
está(n) basada(s) en los principios generales del derecho (literal c) o en decisiones
judiciales y en la doctrina de los publicistas de la mayor competencia de las
distintas naciones (literal d), la parte interesada tiene que aportar la prueba
pertinente, sin perjuicio de la facultad que tiene la Corte de obtenerla de oficio.
Como acontece en la ley interna (municipal law), quien alega un hecho tiene la
carga de su prueba: actori incumbit probatio. En líneas generales, sin embargo,
la cuestión de la carga de la prueba debe enfocarse desde un ángulo distinto en el
derecho internacional. En primer lugar, porque la diferencia entre los sujetos
procesales –actor y demandado- no es siempre muy clara en los casos de
derecho internacional: por ejemplo, cuando han sido sometidos como
consecuencia de un acuerdo entre ellos. Por otra parte –y ha sido
señalado supra- la Corte tiene amplios poderes para solicitar, a su discreción y a
cualquiera de las partes, la presentación de documentos u otros tipos de prueba.
El Juez Manfred Lachs, en su esclarecedor ensayo sobre "Probanzas en el
procedimiento de la Corte Internacional de Justicia" afirma: "frecuentemente el
punto en discusión aparece en cuanto a las posiciones del así llamado
demandante y del demandado, no son distinguibles" y cuando sostiene que "el
Estatuto asimila el uno y el otro, lo cual dificulta su distinción" (17). Como ejemplo,
destaca:
Según ha sido mencionado supra, no existen limitaciones sobre las pruebas que
puedan ser presentadas por las partes, u obtenidas por la Corte misma, pues, en
la mayoría de los casos, los hechos no son discutidos y el objeto de la
controversia consiste en interpretar los mismos; sin embargo, con mucha
frecuencia se utilizan ante la Corte testigos, expertos y averiguaciones. El Estatuto
y el Reglamento de la Corte, específicamente, aluden tanto a estos tipos de
prueba como a la posibilidad de obtener evidencias en el sitio. Aun cuando sus
disposiciones no aluden expresamente a las presunciones y a las confesiones, no
hay duda sobre la licitud de su uso eventual. En resumen, puede afirmarse la
aplicabilidad de todos los medios probatorios sin excepción alguna.
Corolario del principio de la igualdad de las partes es que las pruebas, alegadas
por una de ellas, deben ser comunicadas a la otra, a fin de darle la oportunidad de
comentarlas o refutarlas. En este sentido, el Estatuto, Artículo 43, parágrafo 4,
dispone que "todo documento presentado por unas de las partes será comunicado
a la otra mediante copia certificada" y el Reglamento de la Corte, Artículo 57,
ordena:
... cada una de las partes comunicará al Secretario, con la debida antelación antes
de la apertura del procedimiento oral, los medios de prueba que se proponga
presentar o los que tenga intención de pedir que obtenga la Corte. Esta
comunicación contendrá la lista de los nombres, apellidos, nacionalidades,
calidades y domicilio de los testigos y peritos que la parte de que se trate desee
que sean llamados, con indicación, en líneas generales, del punto o puntos sobre
los cuales versará su deposición. Se facilitará, asimismo, una copia de esta
comunicación para ser transmitida a la otra parte (énfasis del autor).
La prueba oral es menos utilizada como probanza ante la Corte pues, conforme se
ha indicado, en la mayoría de los casos no se discuten los hechos. En relación con
este tipo de prueba, sin embargo, deben mencionarse dos cosas: primera, no
existe jerarquía entre los diferentes medios probatorios, de forma tal que la
documental no excluye o limita el uso del testimonio oral; y segunda, la Corte está
en libertad de decidir sobre el valor probatorio del testimonio oral o de cualquier
otro tipo de prueba.
Los testigos declararán sobre hechos que hayan visto u oído personalmente. Los
consejeros de las partes pueden ser llamados a declarar, si tienen conocimiento
personal de un hecho que no ha sido adquirido en su condición de consejero. Los
testigos referenciales, por supuesto, no tienen el mismo valor probatorio, pero la
Corte puede tomar en cuenta su decir si hace presumir la veracidad del alegato.
En otras palabras, la llamada "prueba circunstancial" puede, según las
circunstancias, ser aceptada por la Corte. En este sentido se expresa Rosenne:
Normalmente, son presentados por las partes, pero pueden ser nombrados por la
Corte, según lo dispuesto en el Reglamento de la Corte, Artículo 67, parágrafo 1:
Otra categoría de pruebas –aun cuando poco usada por la Corte- es la obtenida in
loco por ella misma. En cualquier ocasión, la Corte puede decidir, sea proprio
motu o a instancia de parte, recabar evidencias en el sitio al cual se vincula el
caso, en las condiciones que establezca luego de oír a las partes. Los arreglos
necesarios deben hacerse de conformidad con lo pautado en el Estatuto de la
Corte, Artículo 44, según el cual, cualquier actividad dirigida a este fin, deberá
tramitarse directamente con el gobierno del Estado, en cuyo territorio se
materializará (31). Este mecanismo ha sido, hasta ahora, actualizado en el caso
"Desviación de las aguas del Río Meuse", Bélgica c. Países Bajos. En el caso
"Africa del Sud Oeste", segunda fase, se le solicitó a la Corte que hiciera uso de
este método; pero resolvió en contra de la propuesta visita, mediante orden de
fecha 29 de noviembre de 1965. Aun cuando no se razonó la decisión, ésta pudo
estar fundamentada tanto en la falta de interés de los jueces para realizar una
larga e inconfortable travesía, como en las implicaciones políticas de tal visita. Más
recientemente, solicitud similar fue hecha a la Cámara de la Corte que trataba del
caso referente a laDisputa sobre Fronteras de Tierra, Islas y Mar (El Salvador y
Honduras). En esta ocasión, la Corte tampoco materializó esta posibilidad ni
explicó el por qué de su decisión.
También puede la Corte ordenar una averiguación. Tal como se afirmó infra (p. 3),
según el Estatuto, Artículo 50, "la Corte podrá, en cualquier momento, comisionar
a cualquier individuo, entidad, negociado, comisión u otro organismo que ella
escoja, para que haga una investigación...". Si considera necesario el uso de este
mecanismo, la Corte dictará, una vez oídas las partes, una providencia a este
efecto, en la que se precisará el objeto de la investigación y determinará el número
y forma de designación de los investigadores, así como el procedimiento a seguir
(Reglamento de la Corte, Artículo 67**). Esta posibilidad –definida y regulada en la
Convención de La Haya para el Arreglo Pacífico de las Disputas Internacionales
de 1907, parte III- tiene como objeto elucidar los hechos en disputa mediante una
investigación concienzuda e imparcial (Convención de La Haya de 1907, Artículo
9) y puede ser resuelto de oficio o a instancia de parte. En los casos "Zonas Libres
de la Alta Saboya y del Distrito de Gex" y "Oscar Chinn" (1932 y 1934, en su
orden), solicitudes de este tipo fueron negadas por la Corte; ésta, sin embargo,
acordó la planteada en el caso "Canal de Corfú" (1949).
Se ha señalado que ciertos autores califican a los mapas, bas reliefs, modelos a
pequeña escala, películas y fotografías como pruebas documentales y, por ello,
consideran deben presentarse durante la fase escrita del procedimiento. Sin
embargo, en la práctica presente, mapas, fotografías y otros medios audiovisuales
han sido exhibidos en la oral. Este tipo de probanzas, en realidad, no está
regulado y, en consecuencia, pueden admitirse en cualquiera de las fases del
procedimiento, aun cuando, en algunos casos, la presentación es más efectiva si
se hace durante la fase oral.
Las reglas sobre la materia, sin embargo, facultan a la Corte no sólo para impedir
la proliferación de pruebas de escaso o ningún valor, sino también para solicitar de
los sujetos procesales la presentación de aquéllas que considere necesarias para
la decisión del caso concreto. A este respecto cabe recordar el ya mencionado
Artículo 48 del Estatuto, fundamento de la disposición contenida en el Reglamento
de la Corte, Artículo 60, párrafo 1, que determina
Los alegatos pronunciados en nombre de cada parte serán tan sucintos como sea
posible habida cuenta de lo que es necesario para una presentación adecuada de
las pretensiones de las partes en las vistas. Por consiguiente, irán encaminadas a
tratar los puntos que todavía separan a las partes sin volver a exponer todo lo que
ya se trató en los alegatos escritos, ni simplemente repetir los hechos y
argumentos ya invocados en lo mismos.
Mención especial debe hacerse, asimismo, del Artículo 61, parágrafo 1, ejusdem,
de acuerdo al cual
La Corte podrá en cualquier momento, antes o durante vistas, indicar los puntos o
problemas que desearía trataran especialmente las partes o aquellos que
considere que han sido suficientemente discutidos.
En este punto, debe hacerse especial referencia al poder que tiene la Corte de
formular preguntas a los agentes, consejeros y abogados y exigirles aclaraciones
(Reglamento de la Corte, Artículo 61, párrafo 2). Similar derecho tiene cada uno
de los jueces: para ejercerlo, sin embargo, deben notificárselo al Presidente,
quien, de acuerdo con lo dispuesto en el Estatuto, Artículo 45, es responsable del
control de las audiencias (Reglamento de la Corte, Artículo 61, parágrafo 3). Los
agentes, consejeros y abogados pueden responder las preguntas de la Corte o de
los jueces, sea inmediatamente o dentro del lapso fijado por el Presidente (Artículo
61, párrafo 4, ejusdem).
Se colige de la práctica que, aun cuando la Corte casi no ejerce este poder, los
jueces si lo materializan y, frecuentemente, formulan preguntas a las partes. Entre
los más recientes, cabe citar los casos "Laudo Arbitral de 31 de julio de 1989"
(Guinea-Bissau c. Senegal) de 1991, "Paso a través del Gran Belt" (Finlandia c.
Dinamarca) y "Disputa sobre Fronteras de Tierra, Islas y Mar" (El Salvador c.
Honduras). Los jueces plantearon interrogantes a las partes durante las
audiencias en el primer caso, y en la fase de medidas provisionales en los
restantes.
Hay argumentos a favor y contra de esta práctica, muy usada en los países
del Common Law y de escaso valor en los sistemas que utilizan el derecho civil.
Puede mencionarse a su favor que es un excelente mecanismo para conocer la
verdadera posición de los sujetos procesales en relación con los puntos
importantes del conflicto. En contra, se ha argumentado que los jueces y la Corte
misma, al formular los interrogantes, proporcionan una prematura indicación de
sus ideas sobre el caso. Sin embargo, el balance permite concluir que la práctica
seguida por la Corte no ha tenido resultados negativos y puede haber servido a la
finalidad de suministrar tanta información como sea posible, tanto en los hechos
como en el derecho, antes de que la sentencia sea dictada.
El Estatuto, Artículo 34, luego de sentar el principio de que cualquier Estado puede
ser parte en casos ante la Corte (párrafo 1), se refiere a la facultad de la Corte
para solicitar, de acuerdo con su Reglamento, de organizaciones internacionales
públicas información relativa a casos sometidos a su consideración, por un lado, y,
por el otro, al procedimiento que debe seguirse cuando, en un caso para su
decisión, se discuta la interpretación del instrumento constitutivo de una
organización internacional pública, o de una convención internacional concertada
en virtud del mismo (parágrafos 2 y 3, en su orden). De conformidad con el
Reglamento de la Corte, Artículo 69, párrafo 1,
En cualquier momento antes del cierre del procedimiento oral, la Corte podrá, de
oficio o a instancia de parte comunicada según se prevé en el Artículo 57 del
Reglamento, solicitar de una organización internacional pública, de acuerdo con el
Artículo 34 del Estatuto, información relativa a un asunto ante la Corte. La Corte
determinará, previa consulta con el funcionario administrativo de más alta
jerarquía en la organización interesada, la forma, oral o escrita, en que esa
información se presentará y el plazo para ello.
NOTAS
· Traducción libre, por el doctor Tomás Aguilar Mawsdley, de la versión original inglesa, publicada en Essays in Honour of Wang
Tieya(R.St.J. Macdonald, ed.; 0-7923-2469-2; Kluwer Academic Publishers; pub. Martinus Nijhoff, 1993; printed in Great Britain), pp. 553-550.
(1) Según Thirlway existen varias razones para esta diferencia: Primera, porque la naturaleza de los conflictos internacionales sometidos a
su decisión es tal que, generalmente, pocas o ningunas cuestiones de hecho están envueltas que haga necesario el sopesar las probanzas de
cada parte (esto porque la controversia, generalmente, versa sobre las consecuencias legales que se deben deducir de hechos admitidos);
Segunda: normalmente no se encuentran en el ámbito internacional los factores sociales e históricos que han conducido a elaborar, en las
leyes internas (municipal law), precauciones para impedir y excluir de la consideración de las personas encargadas de decidir, en
determinados supuestos, cierto tipo de testimonio por ser poco confiable; y Tercera: porque la falta de antecedentes procesales comunes, esto
es, compartidos por los jueces y los abogados en los procesos internacionales, da como resultado la adopción, en esta materia, de un mínimo
denominador común. Thirlway, H.W.A., "Evidence before International Courts and Tribunals" in Encyclopedia on Public International Law,
publicada bajo los auspicios del Instituto de Derecho Público Comparado Max Planck y dirigida por Rudolf Bernhardt.
(2) En cuanto al fondo del derecho, la justicia internacional, en su desarrollo flexible y empírico, ha rechazado el sistema de pruebas legales
que impondría al juez una regulación restrictiva, particularmente, prohibiendo ciertas pruebas. Es de manera general el sistema opuesto a la
convicción íntima del juez el que ha prevalecido. El Juez goza de una gran libertad en la apreciación de las pruebas. Es preciso que pueda
elaborar su convicción sin estar ligado por reglas rígidas. Lalive, J.F., "Quelques remarques sur la preuve devant la Court Permanente et la
Cour Internationale de Justice", Annuaire Suisse de Droit International, 1950, vol. VII, p. 78. Véase, además, Evensen, Jens, "Evidence
before International Courts", Acta Scandinavica Juris Gentium, 1955, vol. 25, pp. 45-47.
(5) Véanse los siguientes casos: "Derechos de los nacionales de los Estados Unidos de América en Marruecos", C.J.I. Alegatos vol. II, p.
431; "Canal de Corfú", CJI Alegatos vol. IV, p. 428, vol. V, p. 255; "Oro amonedado sacado de Roma en 1943", C.J.I. Informes 1953, p. 44;
"Ambatielos", C.I.J. Alegatos pp. 346, 566. Para mayores detalles, Rosenne S., The Law and Practice of the International Court, 2ª edición
revisada, 1985. Martinus Nijhoff Publishers, pp. 577-578.
(10) Laschs, M., "Evidence in the procedure of the International Court of Justice: Role of the Court", Essays in honour of Judge Taslim
Olawale Elias, vol. II, Contemporary International Law and Human Rights, p. 274.
(11) I.C.J. Reports 1969, p. 44, para. 77. En relación con el punto, ver Thirlway,
Hugh, The Law and Procedure of the International Court of Justice, 1960-
1989,(Pt dos) reimpresión del British Yearbook of International Law, 1990, p.
40.
(19) Lalive, J.F. op. cit., p. 85. Es una colaboración entre las partes, de un lado, y
el tribunal, del otro, que permite conocer la verdad. Más que un derecho, los
Estados tienen el deber de suministrar a los tribunales todos los elementos
probatorios de que puedan disponer.
(20) Rosenne, op. cit., p. 557. Ver también Witemberg, J.C., La Theorie des
preuves devant le Jurisdictions Internationales, Academie de Droit
International de la Haya. Recueil des Cours, 1936. Vol. II, t. 56, p. 60; Lalive, J.F.,
op. cit., p. 89.
(21) Ver sobre este punto Sandifer, Durward, V., Evidence before International
Tribunals, Revised Ed Charlottesville, University Press of Virginia, 1975, p. 202.
(23) El Estatuto, artículo 44, parágrafo 1, señala: "Para toda notificación que
deba hacerse a personas que no sean los agentes, consejeros o abogados, la
Corte se dirigirá directamente al gobierno del Estado en cuyo territorio deba
diligenciarse".
(24) Lalive, op. cit., p. 19, observa que, en ambos casos, una de las partes
(Reino Unido) era un Estado cuya legislación permite este tipo de prueba.
(28) Lachs, op. cit., p. 273, Alegatos, caso Canal de Corfu, I.C.J. Alegatos 1947,
vol. III, pp. 428-429.
(31) Según Rosenne, op. cit., p. 576, hay poca experiencia en la aplicación del
artículo 44 del Estatuto y "se sostiene la opinión de que su trascendencia es
escasa por no existir legislación local que autorice tal acción".
(**) Nota del Traductor. Se transcribe el citado artículo con miras a facilitar la
comprensión del lector en esta materia: "1. Si la Corte considera necesario
proceder a una investigación o a un peritaje, dictará, una vez oídas las partes, una
providencia a ese efecto, en la que se precisará el objeto de la investigación o del
peritaje y determinará el número y forma de designación de los investigadores o
de los peritos, así como el procedimiento que se ha de seguir. La Corte, cuando
proceda, invitará a las personas designadas como investigadores o peritos a hacer
una declaración solemne. 2. Todo informe o acta relativa a la investigación y todo
dictamen pericial será comunicado a las partes, a las que se les dará la
oportunidad de presentar sus observaciones al respecto".