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Introducción
Oaxaca tiene un abrupto relieve que atestigua una larga historia geológica que
inició en el precámbrico y continuó en múltiples etapas hasta la época actual.
Presenta la segunda columna geológica más completa del territorio mexicano
después de Sonora, lo que da como resultado una extraordinaria complejidad en
su geomorfología, fisiografía, edafología, clima, flora, fauna y tipos de vegetación
(García-Mendoza, et al., 2004).
Con 8 mil 431 especies de flora, Oaxaca es uno de los estados más ricos y
diversos del país, pues concentra aproximadamente el 40% de la flora y 70% de
los tipos de vegetación registrados al nivel nacional. Asimismo, se registran 4 mil
543 especies de fauna silvestre, lo hacen el estado más diverso del país en
lepidópteros, peces de agua dulce, anfibios y reptiles, aves y mamíferos (García-
Mendoza, et al., 2004).
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Profesor investigador del Centro Regional Universitario Sur. crus_academica@yahoo.com.mx. El autor
expresa su agradecimiento al maestro Cirilo Julián Caballero, quien aportó notas y reflexiones que fueron
muy útiles en la elaboración de este ensayo.
A lo largo de diez mil años de historia, las civilizaciones asentadas en las
diferentes regiones de Oaxaca construyeron una herencia que, entre otros valores,
se expresa en el nivel de aprovechamiento de la flora regional por las
comunidades locales. Se estima que el número de especies de plantas útiles
oscila entre 1600 y 2800, de ellas se registran apenas 490 (Caballero, et. al.,
2004).
Esta descripción sintética del territorio y sus regiones, ofrece una plataforma
desde la cual podemos asomarnos a los fenómenos que acontecieron en el medio
rural durante el siglo pasado, para trazar algunas líneas que permitan interpretar la
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actualidad y proyectar la mirada en perspectiva de los retos que enfrenta la
sociedad rural oaxaqueña para desarrollarse.
El tránsito de la vida regional por los diferentes periodos del desarrollo capitalista
del último siglo, así como su vasta herencia prehispánica y colonial, imprimieron
rasgos profundos que diferencian una región de otra, no sólo en su base
ambiental, sino también en la dinámica económica y social, de manera que al
visitante foráneo le parece al principio que, al recorrer su territorio, atraviesa por
varias naciones. No obstante, a pesar de que en lo económico no ha existido una
integración completa y algunas de las diferentes regiones se vinculan más con
estados como Veracruz en el caso del Papaloapan, con Puebla la Mixteca o con
Guerrero la Costa Chica, existen fuertes rasgos culturales e integración
administrativa que han mantenido una identidad estatal.
Para finales del siglo XIX y principios del XX Oaxaca era un estado importante en
el ámbito nacional, no sólo por ser cuna de dos de los últimos presidentes de
México, poblacionalmente era uno de los cuatro estados del país que contaba con
más de un millón de habitantes. Porfirio Díaz había impulsado la comunicación
ferroviaria hacia la capital del estado, con lo cual favorecía el boom de la minería,
para principios de siglo existían más de 30 compañías extranjeras dispuestas a
invertir en esta rama en el estado. De igual manera, en febrero de 1907 se
inauguró el Ferrocarril Nacional de Tehuantepec y en esa misma época se
construía el puerto de Salina Cruz por una compañía inglesa (Dalton, 2004).
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El impulso modernizador porfirista en el caso de la agricultura, se enfocó hacia la
apertura de las oportunidades de inversión para las empresas extranjeras en las
ramas de producción de materias primas, la extracción de madera y otros recursos
naturales, principalmente en las zonas tropicales, de este modo se instalaron en el
país, primero compañías deslindadoras que repartieron parte importante del
territorio del sureste de México, y posteriormente empresas de capitales europeos
y norteamericanos que invirtieron en el establecimiento de plantaciones de cultivos
tropicales como el café, el plátano, el tabaco, el hule, el algodón, entre otros; así
como monterías para la extracción de maderas tropicales, la extracción del hule y
el chicle de las especies nativas de la selva.
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buscaban oportunidades, ante la caída del negocio del colorante y que llevaron el
café no sólo a su vecina región costera, sino mas tarde también a las zonas
serranas y a la cuenca del Papaloapan.
Para finales del siglo XIX se presentó una caída importante en los precios del café,
que pasó de treinta y cinco a seis pesos el quintal, muchas de las mejores fincas
pasaron a manos de las empresas extranjeras, principalmente alemanas, quienes
al inicio siglo XX ya aprovechaban íntegramente el negocio con un precio
recuperado entre 16 y 20 pesos por quintal (Rodríguez, 1996).
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No obstante las facilidades otorgadas por el régimen porfirista para el
establecimiento de las inversiones extranjeras en el país, éstas encontraron la
resistencia de las comunidades indígenas que defendieron sus tierras con
insistencia, lo que propició que Oaxaca no fuera un estado donde dominaran los
latifundios, al ocupar éstos apenas el 8.1% del territorio en el año 1910 (Chassen y
Martínez, 1990). De los más de tres millones de hectáreas concesionadas para el
deslinde, para el año de 1913 sólo se reportaban 753 mil 736 en poder de 225
haciendas, 19% de las cuales apenas alcanzaban las 100 has. (Ruiz, 1988).
Encontrar la mano de obra para operar las plantaciones cafetaleras y del resto de
los cultivos tropicales establecidos en este periodo primario exportador fue una
tarea que se dificultó en el territorio oaxaqueño, los finqueros y hacendados
consideraban una desventaja que los indígenas poseyeran tierras y practicaran la
agricultura de subsistencia, que prefirieran trabajar lo propio que en lo ajeno.
La lucha de los pueblos por conservar la propiedad de su tierra los llevó a hacer
uso constantemente de los recursos jurídicos que estaban a su alcance en aquella
época y propició también la existencia de múltiples conflictos entre pueblos,
principalmente en la Mixteca, los Valles Centrales y la Sierra. Para la época se
afirma que más de tres cuartas partes de la población rural oaxaqueña vivía en
pueblos con tierra propia y sólo un 21% carecía de ellas (Ruiz, 1988).
Por ello se idearon las diversas maneras para “inducir” a los indígenas al trabajo
asalariado en las haciendas, el enganche para el trabajo forzado, diferentes
formas de endeudamiento, la presión de los jefes políticos, la creación de nuevos
impuestos o la elevación de los ya existentes, todo con el fin de generar la
necesidad de dinero entre las comunidades para incorporar su fuerza de trabajo a
la explotación de las fincas.
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el café aporta el 8% y el tabaco apenas el 1%. La producción de granos se
concentraba principalmente en los Valles Centrales, la Mixteca y en menor medida
en la Costa, es decir precisamente en las regiones templadas del estado y de ahí
se llevaba a las regiones donde los capitales extranjeros explotaban los cultivos
tropicales (Ruiz, 1988).
Una vez que adquirió más fuerza social, el movimiento soberanista se fraccionó en
dos partes, los líderes de la Mixteca por un lado y los de la Sierra Juárez, éstos
últimos lograron ejercer poder sobre la capital de estado, declarándolo gobernado
por la Constitución de 1857, no obstante, el movimiento se debilitó políticamente y
tuvo que negociar con Obregón el reconocimiento de la Constitución de 1917 y
posteriormente se acomodaron y quedaron incorporados al Partido Nacional
Revolucionario (Santibáñez, 2000).
La acción agraria fue parte del Plan sexenal que rigió la acción del presidente
Lázaro Cárdenas, mismo que propuso, además de las acciones de reparto, tareas
de organización político-social y productiva del ejido, creación de infraestructura
para la comunicación, la irrigación, la electrificación, la educación que tuvo como
agente clave al maestro rural y la salud pública, entre las otras.
Fue hasta la segunda mitad del sexenio, cuando se simplificaron los trámites
agrarios, con la voluntad del gobierno estatal y el impulso organizativo de los
maestros rurales que se aceleró la reforma agraria. Durante el periodo cardenista
la superficie repartida en ejidos fue de 432 mil 869 has de tierra, cuadruplicó las
dotaciones de los diecinueve años anteriores y en el caso de las de riego, las
quintuplicó. Esta la cifra no fue igualada por todos los repartos ejidales de los
cuatro sexenios posteriores, que además se concentraron principalmente hacia
acciones de reconocimiento de la propiedad comunal (Ornelas, 1988), durante el
periodo comprendido entre 1940 y 1964 se repartieron 2 millones 326 mil 702 has,
1 millón 864 mil 919 has de propiedad comunal, que significaron principalmente el
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reconocimiento de lo poseído por las comunidades y 461 mil 782 ha de ejidos
(Segura, 1988).
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de productos de la naciente industria nacional, con impactos importantes en el
sistema de mercados locales. Junto con este proyecto carretero vertebral, se
construyó una red carretera que comunica a la ciudad de Oaxaca con las
diferentes regiones del estado.
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extracción de productos como el café, en la introducción de mercancías entre las
que figuraba en primer plano el aguardiente, en la usura y en muchos casos la
violencia.
Al inicio la relación con las empresas parecía conveniente para las comunidades,
en virtud de la construcción de caminos, un primer inconveniente surgió en
relación a la mano de obra de los dueños del bosque. La tecnología de punta
empleada inicialmente por la empresa demandaba pocos trabajadores y los que
laboraban eran traídos de otras regiones del país.
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Otros inconvenientes se presentaban en el precio de la madera, pues se cobraba
derecho de monte y regalías en obras y no con base en el precio del mercado,
además, el acceso de las comunidades a ese dinero requería muchos trámites.
Por otra parte, el desconocimiento de los métodos de cubicación facilitaba la
sobreexplotación del bosque por parte de las empresas.
Las malas condiciones laborales en que trabajaban los comuneros, una vez que
fueron capacitados para la corta y arrime, motivó la realización de un primer paro
el año 1966, mismo que llegó a incorporar a 14 comunidades. El movimiento se
prolongó por varios años, propiciando incluso la emigración entre los comuneros.
La búsqueda de salida a los conflictos, que garantizara el abasto de madera a la
fábrica de papel, ante el cercano fin de las concesiones, llevó a crear empresas de
participación mixta entre las comunidades y a Fábrica de Papel Tuxtepec,
FAPATUX, siendo ya esta paraestatal (ASETECO, 2003). Estos eran los
antecedentes de un importante movimiento de las comunidades forestales al cual
nos referiremos adelante.
El recuento de los flujos migratorios marca que para 1950 el saldo neto migratorio
era de 73 mil 395 personas nacidas en el estado que cambiaron su residencia a
otro estado o país (el 17.4% de la población). Este indicador ha venido creciendo a
lo largo de los años, de modo que para el año 1990 se ubicaba en los 527 mil 272
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habitantes y para el 2 mil representaba el 19.38 % de la población oaxaqueña, es
decir, 662 mil 704 personas.
Los principales mercados laborales para los migrantes oaxaqueños los constituyen
los estados del norte y noroeste de México a donde acuden a trabajar en los
campos agrícolas donde se producen hortalizas para la exportación. Asimismo, los
Estados Unidos de Norteamérica es otro de los destinos importantes para los
migrantes, quienes se dirigen también a los campos agrícolas o hacia los centros
urbanos para ocuparse en las áreas de los servicios o la industria (Ortiz, 2004).
La emigración es tan importante hoy en día para el estado y en particular para los
pueblos indígenas, como es el caso de los mixtecos, quienes constituyen el grupo
indígena de migrantes más importante en la frontera norte, iniciada su experiencia
de migración laboral con el programa bracero en los años cuarenta, los mixtecos
encontraron en el proceso de industrialización de la frontera norte oportunidades
de trabajo para quienes no tenían opciones para migrar legalmente a los Estados
Unidos de América.
La mixteca junto con los Valles Centrales y la Sierra Juárez constituyen las
regiones del estado con mayor tradición migratoria, no obstante, a partir de la
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década de los noventa la migración temporal y definitiva se ha generalizado a
todas las regiones del estado.
La superficie cultivada de maíz registrada en el estado el año 1990 fue de 454 mil
23 ha, apenas 8.4% superior que las 442 mil 475 ha registradas para el año 1950.
En cuanto a la producción, para 1990 fueron 479 mil 557 Ton del grano, 14.4%
más que en 1950, cuando se cosecharon 395 mil 888 Ton de maíz (Bautista, s/f).
Estos datos expresan un incremento de la productividad de apenas 5.6% en este
periodo de 40 años, misma que ha tenido altibajos presumiblemente atribuibles a
la inestabilidad de los temporales, para el año 70 se registran los rendimientos
más bajos por ha con 752 kg, mientras que para 1980 se reportan 1,101 Kg.
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apenas se llegaba a 145 Kg por habitante. Para finales del siglo XX, se reportan
595 mil 230 ha sembradas, con una producción de 817 mil 497 ton, y se
importaban a Oaxaca alrededor de 150 mil toneladas de maíz por año (Aragón,
2006) y en el 2008 las cifras reportadas son de 421 mil 42 ha cosechadas y 519
mil 30 ton cosechadas, con rendimientos de 1.23 Ton/ha (SIAP, 2009). Lo que
representa una producción por habitante de apenas 148 kg, similar a la de 1990.
Los fenómenos del avance del capitalismo en el estado, son asimilados por la
sociedad rural oaxaqueña mediante un conjunto de ajustes que se expresan en las
estrategias económicas de reproducción familiar y en diferentes mecanismos que
implican el reto que enfrentan las comunidades de mantener el vínculo con la
tierra y la preservación de un modo de vida que proporciona identidad y cohesión
a sus pueblos.
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transformaciones no restaron importancia al vínculo con la tierra, que sigue siendo
la base de la organización y cohesión comunitaria.
Durante la década de los setenta se produjo una oleada importante de lucha por la
tierra, que en su periodo de formación y ascenso condujo a la creación un
conjunto de organizaciones sociales que abanderaron las demandas de
campesinos y trabajadores del campo y la ciudad, entre las que destacan: la
Coalición Obrero Campesino Estudiantil de Oaxaca, COCEO, que apoya e integra
a diferentes grupos de campesinos que toman tierras en los valles Centrales
principalmente y en menor medida en la Costa, la Mixteca y el Istmo; la Coalición
Obrero Campesino e Indígena en el Istmo de Tehuantepec, COCEI, que enarbola
principalmente la lucha por el poder municipal en dicha región; el Frente
Campesino Independiente del Estado de Oaxaca, FCIEO, que tuvo su área de
influencia principalmente en la región del Papaloapan, donde realizaron diferentes
tomas de tierras; la Federación Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos
de Oaxaca, FIOACO, que abanderó la lucha de promotores bilingües, así como la
recuperación de tierras de comunidades Triquis, Amuzgos y Chatinas, así como
de otras comunidades de la Mixteca, la Costa y el Papaloapan (Piñón,1988).
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Esta etapa de las organizaciones en el medio rural oaxaqueño se caracterizó por
su fuerte vinculación al movimiento estudiantil y aun incipiente movimiento
sindical, donde la demanda de tierras fue la más importante y la toma directa de ls
mismas la forma de lucha más importante, coincidente con el proceso vivido a
nivel nacional en esa época. El momento más álgido se vivió en la confrontación
con el gobernador Manuel Zárate Aquino, quien enfrentó al movimiento con
represión y apoyado por la movilización de las organizaciones oficialistas como la
CTM, la CNC y las patronales como la CANACO, y que fue destituido el año de
1977, ante la fuerza de la movilización popular.
Durante el periodo de fines de los setenta y la primera mitad de los ochenta las
regiones del Papaloapan, el Istmo y la Sierra Norte fueron escenario de la lucha
agraria, con niveles mayores de violencia tanto desde el gobierno federal y estatal,
como desde los terratenientes regionales, una de las tomas más conocidas es la
de los campesinos de El Desengaño que tuvo una duración de veinte meses. En
estas luchas participaron tanto las organizaciones independientes, como
organizaciones oficialistas como la UGOCEM y algunas fracciones más radicales
de la CNC, quienes retomaron experiencias de las recientes movilizaciones de
otros grupos de campesinos de los Valles Centrales y el Istmo de Tehuantepec.
En esta última región destacaron la toma de más de mil has del terrateniente
Federico Rasgado de la Colonia Álvaro Obregón; la lucha fallida de los comuneros
de la ventosa por recuperar 25 mil has de manos de acaparadores y la de los
comuneros de Santa María Chimalapas en contra de compañías madereras. La
organización en el Istmo vivió un momento culminante el año 1980 cuando la
COCEI ganó por primera vez la presidencia municipal de Juchitán de Zaragoza
popular, que desplegó una importante labor de organización entre diferentes
sectores y enfrentó la presión del gobierno estatal que, mediante acuerdo del
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congreso local destituyó al Ayuntamiento coceísta e impuso una Junta de
Administración Civil (Piñón, 1988).
Por otra parte, los procesos registrados en las comunidades de la Sierra Norte y
parte de la Sierra Sur, tienen un significado especial en la búsqueda de
perspectivas para la sociedad rural oaxaqueña, estas comunidades han vivido
tradicionalmente dominadas por cacicazgos locales que sustentan su poder
económico y control sobre las instituciones políticas tradicionales en el
acaparamiento del comercio y la actividad forestal, en contubernio con las
empresas madereras. Las comunidades zapotecas y mixes de la región han
emprendido la lucha recuperar el dominio de sus recursos naturales y ejercer el
gobierno comunitario con autonomía, para romper con el aislamiento de la región
mediante la construcción de vías de comunicación; así como para resolver de
manera pacífica los conflictos inter-comunitarios por límites de tierras que han
generado violencia en la región.
Hoy en día las cosas se complican, a los intereses regionales que en el pasado
han estado en juego en la configuración de las mismas, se sobrepone los más
poderosos representados en los planes regionales que le abren cancha al interés
de las empresas transnacionales, que ponen sus ojos en la riqueza de recursos
que existen en el territorio oaxaqueño.
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Además de la experiencia de las comunidades forestales y sus empresas se han desarrollado en
los años recientes múltiples experiencias a las que no nos podemos referir con detenimiento en
este ensayo por razones de espacio. Una de las más destacadas es la de las organizaciones de
productores de café orgánico, que nacieron por iniciativa de las comunidades indígenas agrupadas
en la Unión de Comunidades Indígenas de la Región del Istmo (UCIRI), animadas por los agentes
de la pastoral social de la Diócesis de Tehuantepec. Esta iniciativa propició la creación de
importantes organizaciones en el estado como CEPCO y MICHIZA entre otras de Oaxaca y
Chiapas, mismas que son líderes del movimiento de producción orgánica y del comercio justo a
nivel de América Latina. Siguiendo este ejemplo, se han desarrollado también organizaciones que
incursionan en la producción orgánica de jamaica, ajonjolí, miel, y otros productos; un rasgo
importante de la mayoría de estas experiencias es que no se limitan a la producción de un
producto para el mercado, sino que buscan construir un proyecto de desarrollo social para los
pueblos y las regiones donde habitan los campesinos.
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naturales depositados en estas regiones: minerales, diversidad de plantas, agua
(Barreda, 2005).
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reproducción social, para lograr una inserción equitativa en la sociedad
globalizada.
Estos procesos han sido producto de la lucha que las comunidades han mantenido
durante décadas, por la defensa de sus recursos forestales, por mejorar las
condiciones de venta de sus productos, por la defensa de los derechos humanos y
el territorio y muchas otras demandas. En ellos intervienen diversos organismos
civiles, religiosos, universitarios, etc., todos con el afán de encontrar condiciones
más justas para el desarrollo de los pueblos.
Los proyectos a los que le han apostado esas comunidades para obtener los
recursos que le ayuden a lograr sus aspiraciones se ha convertido en botín de las
mismas empresas transnacionales que controlan los mercados globales. El café
orgánico oaxaqueño, por ejemplo, queda cada vez más en manos de las
empresas AMSA, porque en algunos ciclos ofrece unos centavos más por el
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quintal; que el sello del comercio justo aparezca en empresas como Starbuks o
Mac Donalds no puede dejar de despertar profundas dudas. Pareciera que para
que se puedan obtener precios justos que retribuyan el trabajo campesino, se
necesita agregar cada vez mas sellos, que hagan al producto “sustentable”,
“amigo de las aves” o con sabor especial; la cultura de la “exclusividad”,
¿exclusión?, que aleja a los más pobres del desarrollo.
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Los Pueblos Mancomunados de la Sierra Juárez crearon empresas comunitarias: aserradero, mina,
embotelladora de agua, empacadora de hongos, y aunque existe el orgullo comunitario por ello, los viejos
comuneros no dejan de preguntarse porque no mejoran sustancialmente sus ingresos. Cerca de ahí, la
comunidad de Macuiltianguis ha construido con los recursos del bosque un buen gimnasio de básquetbol,
pero en él casi se juega sólo en el mes de marzo, cuando regresan los jóvenes hijos de migrantes a
competir en la copa Juárez.
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Esas mismas comunidades le dieron su voto a la oposición en las elecciones
federales del 2006 y se lo retiraron al año siguiente, al percatarse que de nada les
ha servido que ganara nueve de las 11 diputaciones federales, no salieron a votar
para diputados locales el año 2007, ni por federales en 2008, pero sin duda no
están desatentas al curso de la política estatal y federal, a la vez que piensan en
formas más efectivas para seguir luchando.
Conclusión
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adornadas de promesas de progreso y bienestar quedan en mayor saqueo de sus
recursos, más pobreza, desengaños. Las crecientes expresiones de protesta ante
esos proyectos anuncian una etapa de difícil confrontación social, que ya tuvo una
primera versión en el conflicto del 2006.
Ante este panorama, nos queda recordar que han sido las instituciones y los
valores de la comunidad los han permitido a los pueblos sobrevivir a los diferentes
embates de los proyectos liberales que se renuevan ciclo a ciclo para tratar de
imponer la lógica de la ganancia en todos los ámbitos de la vida social.
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