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Cada estación tiene su tesoro, una ventana abierta a cada punto cardinal desde donde
asomarse a la Vida.
Mirándonos en la naturaleza
Si observamos con neutralidad la Naturaleza descubrimos que el cambio es el
fundamento de lo vivo. Todo está en constante movimiento. El amanecer sucede a la
noche. Las plantas crecen, florecen, dan fruto y se marchitan para perpetuarse en las
semillas que dejaron... Las estaciones transcurren cambiando el clima, la vegetación,
las costumbres... y nosotros las habitamos, adaptándonos y sacando provecho de cada
una, pues todas ofrecen algo único.
Se cierra el ciclo
A lo largo de este viaje por las 4 estaciones interiores descubriremos que participamos
de todos los climas, que en nosotros habita el niño, el anciano, la osadía y el temor, el
silencio y la expresión... la creencia de que somos de una manera determinada, de que
el otro tiene lo que a mí me falta, cierra la puerta a despertar la infinita posibilidad que
encerramos. Abre tus sentidos a la Naturaleza, pues es un espejo de tu propia
naturaleza. Así nació esta sección. Tienes un mapa para orientarte; el territorio eres tú,
y el camino es un misterio que se va desvelando al recorrerlo. Obsérvate, tus
reacciones, tus procesos de pensamiento, tus cambiantes estados de ánimo... Y así
como te has hecho experto en manejarte por la cultura que habitas porque has volcado
tu atención en ello, hazte especialista en tí mismo: no entregues a nadie el timón que
sólo a tí corresponde manejar.
Recuerda que existen tantas realidades como puntos de vista. Así que no
coloques tu referencia en creencias, aunque las compartas con muchos millones
de personas. Tu centro está en el corazón, no en la cabeza, y sólo en el silencio
mental encontrarás la respuestas a tus dudas... y sólo en tu corazón encontrarás
el calor que da vida. Respira hondo, llénate del alimento que es el aire, y
agradece tan inmenso regalo. Con los pies afianzados en la tierra, la fuerza en el
vientre y el eje en el corazón, abre los brazos y ponte el cielo de sombrero.
Lo invito a mirar cada una de las estaciones interiores...
LA PRIMAVERA INTERIOR
Una fuerza misteriosa recorre los quietos campos invernales. El Sol ha vencido a la
oscuridad y la vida resucita. Una explosión de energía brotó las semillas y devolvió las
hojas a los árboles dormidos. El Ser se despliega en innumerables formas; lo nuevo
toma el relevo y reina en un mundo joven. El pasado no existe, y el presente es tan
intenso que no hay espacio para perderse divagando futuros.
El tesoro de la primavera
El tesoro de la Primavera es vivir el presente. Entregarse a cada instante con decisión y
alegre confianza. Si el invierno era el orden, la austeridad de lo esencial, la primavera
es la pasión del descubrimiento, la osada exploración de las fronteras; no hay barreras
para la curiosidad del niño. Celebramos que estamos vivos. Celebramos nuestra forma
humana, los dones de que disfrutamos; un cuerpo, sentimientos, razón y palabra,
manos para construir, dibujar, tañer un instrumento... La capacidad de sentir placer y
de ser avisados mediante el dolor; la flexibilidad para cambiar y adaptarnos
armónicamente a lo que nos rodea...
Aprender es un juego
Venimos de la serena oscuridad de la semilla. Hemos salido a la luz en un mundo
nuevo y deslumbrante. Empieza la aventura de conocer -y conocerse- en este nuevo
mundo. Aún no se han asumido rutinas que limiten lo que podemos experimentar.
Percibimos sin tapujos, abiertos a conocer, y no dándolo todo por sabido. Jugando
aprendemos a desenvolvernos y desarrollamos habilidades. Aprender con gozo es
jugar. Estamos tan llenos de vida que la osadía es un impulso espontáneo. Y la libertad
de movimientos, el acercarse a todo sin prejuicios y disfrutar como niños, nos ha hecho
herederos de este Paraíso del cual también somos parte.
Crecer y multiplicarse
El impulso creador del Ser es la Vida. Y las innumerables manifestaciones de la Vida
poseen ese mismo impulso creador; desplegarse cada uno con su forma y matiz y ser
vehículos para traer nuevos seres a este mundo. Y los humanos también nuevas obras,
melodías, hogares, esculturas, mensajes, danzas irrepetibles... elaborados desde la
celebración de estar vivos, desde el gusto por explorar, por usar los dones con los que
hemos llegado a este planeta.
Empezar de cero
De niños estamos en mutación constante. Maduros, vamos escogiendo la rigidez.
Cristalizamos en una personalidad concreta, con hábitos predecibles y horizontes
limitados. Pero la Naturaleza nos muestra en esta estación que todo se renueva, que el
cambio es más que posible: es ley natural. De la aparente muerte invernal resucita un
nuevo ciclo. El milagro se repite año tras año, y nos muestra de qué estamos hechos,
cuál es la base donde todo se sostiene. Pero nos empeñamos en fabricar un espejismo
de seguridad cimentado en creencias inamovibles, costumbres repetitivas y una mirada
prejuiciosa. Una prisión cotidiana auto-impuesta que, cuando amenaza ruina, nos
paraliza con el miedo a lo desconocido, a perder tantos disfraces. En vez de gastarnos
en sostener antiguos y pesados trajes, agrupemos la fuerza en el abdomen y
enfoquémosla en cambiar lo que no nos gusta de nosotros mismos, atreviéndonos a
vivir como queremos. El regalo de la vida lo tienes ahora. No te lamentes, ni te
atiborres con preocupaciones; abre los ojos a tu alrededor y encuentra lo que te haga
falta. Disfruta de la amplitud de lo que se te ofrece sin asustarte por lo desconocido.
Transforma los problemas en retos y disfruta de superarlos; gana entusiasmo con las
dificultades, usándolas para aprender y reconociéndote un poco más amplio con cada
experiencia.
Atrévete a realizar algún acto de osadía, aunque sea pequeño; derribar un límite de los
que creas tener. Experimentarás que el valor de arriesgarte hace brotar en ti la fuerza
que yacía dormida. La energía que inunda el cuerpo renacido (la purificación invernal
ha preparado el organismo), impulsa a la actividad, a la danza, un dinamismo alegre y
despreocupado.
Déjate llevar por el movimiento y descubre que ello te regala más vitalidad. Practica la
danza libre, cuidando que la musculatura se suelte, atento a las tensiones para
relajarlas con el movimiento; siente todo el cuerpo y realiza movimientos
desacostumbrados.
Las rutinas son hábitos que se repiten de la misma manera y con horario determinado;
también son rutinas de pensamiento, filtros inamovibles para entender la realidad. Si
llenamos con ellas el presente no queda hueco para la improvisación y la sorpresa. Lo
más maravilloso puede llegar sin enterarnos.
EL VERANO INTERIOR
En la fiesta del solsticio de verano, la Noche de San Juan, las hogueras iluminan la
noche más corta del año. La luz y el calor han triunfado. Del despertar individual en
primavera a la celebración gozosa en grupo. La vida es más fácil, y sobra energía para
celebrar y compartir con los demás.
¡Es un regalo! Lo más precioso ya lo tienes, así que borra el temor y la desconfianza.
Todos compartimos el mismo don: somos seres vivos, y allá donde posas tu corazón
encuentras un ser como tu, hijo de la misma creación. No te contraigas, poniéndote a la
defensiva; eres tan amplio que puedes darte generosamente y compartir lo que tienes y
eres.
El verano es el sí a la vida. Abre los brazos y descubre todo lo que abarcas como
humano. Un cuenco sólo puede contener cuando está vacío, abierto a colmarse. El no
es cerrar la puerta a lo nuevo. La estrecha comodidad de lo conocido. Manejable pero
limitada. Sin sorpresas no hay intensidad. Sin riesgo no hay aventura... Así que deja
lugar en tu vida para la confianza y la celebración.
Sé generoso. Celebra una fiesta en la que todo sea abundante; evita la tacañería,
actúa como la vida, que da sin medida, sin temor a gastarse. Haz y hazte regalos: el
descanso que anhelabas, la visita pendiente, la excursión siempre pospuesta...
Disfruta de tus sentidos. Degusta los alimentos, deléitate con la música, despierta el
tacto, explora con tus manos los objetos y asómbrate con las texturas, acaríciate sin
tapujos; disfruta de lo placentero que ofrece la naturaleza.
Evita los "peros", los pensamientos rebuscados y juiciosos que impiden disfrutar las
situaciones con alegría y entusiasmo.
Mas no caigas en el exceso; disfruta del presente, evitando que los deseos se
desboquen y aparezca la codicia, la ansiedad por llenarse de intensidad, perdiendo la
capacidad de gozar de lo sencillo. La atención puesta en el corazón, -que descubre la
maravilla allá donde se posa- evita que la mente se obsesione con infinitos deseos,
imposibles de saciar. El apego al placer conduce a la confusión, de la generosidad
-darse para abrir la fuente- se pasa al egoísmo -intentar llenarse de cosas-. Recuerda
que el calor de la celebración vivifica, pero el fuego desbocado transforma todo en
desierto.
EL OTOÑO INTERIOR
La ventana del Oeste mira a un lago de aguas quietas, rodeado de un bosque de hojas
doradas. Un remanso de paz en el que retirarse a contemplar en silencio y recordar, en
el declinar del año, el ciclo que termina. Comprendiendo el lugar que todo ocupa en la
Creación; que no hay actividad sin descanso, ni euforia sin serenidad. Un lugar también
interior para recapitular y encontrar qué es lo que realmente queremos.
Atardece; la bruma acompaña al río que atraviesa el bosque antiguo.
El sufrimiento
En ocasiones, sentimos la necesidad de detenernos, descansar y desde la quietud
reconsiderar lo hecho y experimentado. Preparándonos para soltar lo molesto y dar el
siguiente paso con renovados bríos y mayor claridad. Si ignoramos la señal y desde el
pensamiento forzamos la máquina el organismo insistirá en el mensaje quizá
transformándolo en dolor; llegados al extremo la falta de energía se traducirá en apatía,
desazón... La melancolía tan asociada a estas fechas. El déficit de energía puede
deberse a agotamiento físico, o falta de algún alimento esencial (determinados
oligoelementos o vitaminas, la propia luz del sol...), y la tristeza posarse como un manto
oscuro. O también puede ser existencial: precisamos un cambio y al no hacerlo
consciente aparece la señal de alarma; una desazón, un anhelo oculto sentido en el
centro del cuerpo que nos fuerza a cambiar. Y a fuerza de no atendernos aparece la
insatisfacción y apatía; nos quedamos sin fuerzas para salir de la confusión y terminar
con lo que nos pesa. Y la claridad sólo aparece cuando nos detenemos a sentir qué es
lo que queremos realmente. Entonces la atención podrá moverse de lo emocional a la
voluntad para recuperar la energía perdida y salir del atasco. Habremos encontrado
nuestro Norte particular, el momento para cuidar el cuerpo, limpiar la mente y abrir la
consciencia. Y eso será tema del próximo artículo...
Meditación en el agua
Para adentrarse en la serenidad, puerta para discernir con claridad y recuperarse, te
propongo una sencilla práctica de meditación. Lo ideal sería buscar un curso de agua o
estanque, al atardecer y en el campo. Adoptando una postura de meditación (espalda
erguida, hombros caídos y relajados, barbilla ligeramente metida hacia dentro), fija la
mirada en el agua, sin apartarla, procurando mantener el cuerpo y la mente quietos,
centrado en la respiración, calmada y profunda (mínimo 11 min.). De estar en casa,
coloca frente a tí un cuenco (mejor de vidrio transparente) colmado hasta el borde de
agua. Aquietadas las emociones podemos repasar nuestras acciones y relaciones y
soltar con el perdón los daños que acarreamos en el recuerdo como lastres dolorosos.
Como el roble, despréndete de las hojas antiguas para dejar hueco a los nuevos brotes
que el futuro traerá.
EL INVIERNO INTERIOR
Ponernos en orden
El orden da energía. Ordenarse es vivir en armonía con las leyes de la propia
naturaleza y es también poner orden en nuestro interior unificando cuerpo,
pensamientos y sentimientos. Pacificar sus conflictos, aceptando que todo en nosotros
tiene su lugar y función. Has de aceptarte entero y cuidarte bien para conocerte y
usarte de la mejor manera.
La Consciencia
Tras limpiar el hogar, podemos volcar la atención en la oscuridad de la soledad interior
hasta dar con la esencia. Y reencontrar lo que somos. El Núcleo del Núcleo. Desnudos
de toda identificación. "Para venir a serlo todo no quieras ser algo en nada" cantaba
San Juan de la Cruz. No identificándome con lo que no soy llego a lo que soy. No soy
lo que pienso; no soy lo que siento; no soy la risa, soy el que se ríe. Vacío, sin nombre,
no-nacido... de donde emana lo que percibo, los pensamientos. Esa identidad que no
ha cambiado desde el primer recuerdo.
La semilla
El paso de los años nos enseña el valor de lo imprescindible: un cuerpo sano, mente
calmada y en orden, las emociones comprendidas y permitidas... vivir el presente pues
es lo único que existe. El pasado nos ha enseñado a ocupar nuestro hueco, el papel
que nos toca en la Creación. A querernos, como vida en acción que somos, y amar
nuestro reflejo en quienes y lo que nos rodea. Y si la madurez dio sus frutos,
reconoceremos la semilla que late en nosotros, como la flor fructificó y en ella habitó la
simiente. Esencia pura que contiene la posibilidad...
Disfruta del silencio, rodéate de él y permite que se adueñe de tí. Medita; detente en
silencio sin objetivo. Cierra los ojos y siéntete.
A veces necesitamos vivir situaciones límites para reconocernos, morir para resucitar,
sufrir para sentir más profunda la realidad. Vivir el presente, trascender los deseos y
eliminar la autocompasión son algunos de los dones de esta estación.
Pero procura no convertir la disciplina en rigidez, intolerancia o dogmatismo. Que tu
fuerza y certeza no te arrastren hacia el desprecio al débil o ignorante, que el silencio
no te incomunique ni la frialdad borre tu compasión.
Jesús Mier
Psicoterapeuta
www.escueladenavegantes.com