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UNIDAD V: MATRIMONIO

CONCEPTO DE MATRIMONIO.
El matrimonio en el derecho romano no importaba un acto jurídico, sino una situación de
hecho (con consecuencias jurídicas) fundada en la cohabitación del hombre y la mujer, a lo
que debía agregarse la intención permanente y recíproca de tratarse como marido y mujer
(affectio maritalis). Como la celebración del matrimonio no exigía fórmula jurídica ni acto
simbólico alguno, la affectio maritalis debía hacerse pública. Así, podía demostrarse
mediante declaración de los esposos y de los parientes y amigos, pero más propiamente por
una manifestación exterior llamada honor matrimonii, que era el modo de comportarse de
los esposos en sociedad y, muy especialmente, el trato que el marido dispensaba a la mujer.
El matrimonio tuvo siempre en Roma un carácter severamente monogámico, y como su
finalidad era constituir una comunidad de vida, no cabía someterlo a plazo o condición.
Elementos constitutivos del matrimonio:
1. Objetivo = La cohabitación: No debe entenderse exclusivamente en sentido
material, sino mas bien ético, porque era posible a) que los esposos no compartieran
el mismo hogar; y b) que contrajeran matrimonio inclusive cuando el marido
estuviere ausente, siempre que la mujer entrara en su casa. En cambio, la ausencia
de la mujer impedía su constitución.
2. Subjetivo o Intencional = La affectio maritalis: No era meramente una
manifestación de consentimiento inicial, ya que la intención de ser marido y mujer
debía ser duradera y continuada, porque si cesaba, el matrimonio se extinguía.
Llegó a tener una importancia vital, que la hizo prevalecer sobre la cohabitación.

FORMAS DE MATRIMONIO.
1. MATRIMONIO “CUN MANU”: Matrimonio en el cual la esposa entra a formar
parte de la familia del marido, colocándose bajo su potestad y rompiendo el vínculo
agnaticio con la familia de la que procedía. Ocupaba el lugar de hija, si su cónyuge
era el pater, o de nieta, si su marido se encontraba bajo la potestad paterna. Si al
momento de casarse la mujer era sui iuris todo su patrimonio se transmitía al pater,
operándose una sucesión universal inter vivos. Por otro lado y pese a estar sometida
bajo su potestas, el esposo no habría poseído nunca el derecho de vida y muerte
sobre su mujer, ni tampoco el de venderla o darla en noxa. Respecto a su capacidad
patrimonial, la mujer estaba en situación similar a la del hijo bajo potestas. Por fin,
la manus no nacía automáticamente por la sola celebración del matrimonio, sino que
requería un acto legal especial para que el marido la adquiriera:
a. Confarreatio: Ceremonia religiosa propia de la clase aristocrática en la que
los desposados se hacían entre sí solemnes declaraciones ante diez testigos
ciudadanos romanos, asistidos del gran pontífice y ante el sacerdote de
Júpiter, a quienes ofrecían un sacrificio en el que figuraba un pan de trigo.
Por este procedimiento la mujer quedaba indisolublemente unida a la familia
del marido y sólo podía ser separada por el rito contrario de la diffarreatio.
b. Coemptio: Matrimonio por compra en el que la mujer era vendida o se
autovendía al marido declarándose que tal venta era matrimonii causa y no
como esclava. El poder marital se extinguía también por un acto contrario, a
saber, una remancipatio de la mujer a un tercero, el cual la manumitía luego.
c. Usus: Aplicaba las normas de la usucapión por lo que el marido adquiría la
manu reteniendo a la mujer en posesión durante un año. En este lapso la
esposa podía interrumpir la usucapión permaneciendo fuera de la casa del
marido durante tres noches.
2. MATRIMONIO “SINE MANU”: Medio por el cual el paterfamilias se procuraba
los hijos que deseara sin agregar a su familia la mujer con quien los concebía. Al no
tener el marido potestad sobre la mujer, ésta si era alieni iuris al tiempo de contraer
matrimonio, continuaba sometida al poder de su padre, en tanto que si era sui iuris
se le nombraba un tutor. Su marido no era su tutor legítimo, ni era usual nombrarlo
como tal.

ESPONSALES: Promesa formal, realizada por los futuros cónyuges o sus respectivos
paterfamilias, que solía preceder al matrimonio con el fin de asegurar su celebración. Su
nombre deriva de sponsio. En las primeras épocas su incumplimiento daba lugar a una
acción de daños y perjuicios que se traducía en el pago de una suma de dinero. En el
derecho clásico tuvieron un carácter más ético-social que legal, especialmente por la falta
de acción para exigir su cumplimiento. En ésta época sus efectos jurídicos se manifestaron
en materia de capacidad para contraer esponsales. En este sentido eran de aplicación los
mismos requisitos e impedimentos que para el matrimonio, admitiéndose, sin embargo, que
pudieran celebrarlos los mayores de 7 años y la viuda antes de transcurrir el año de luto. En
lo referido a las relaciones personales engendraron un lazo de cuasi afinidad entre los
parientes de los prometidos que constituyó un impedimento matrimonial; se prohibió
contraer otra promesa de matrimonio antes de disolver la anterior bajo pena de infamia; y
se consideró adúltera a la prometida que no cumplía los deberes de fidelidad. En la época
cristiana se impuso la costumbre de garantizar el cumplimiento de los esponsales, como un
medio de reaccionar contra la ruptura injustificada de la promesa. A partir de entonces se lo
acompañó con “arras” que, por los principios generales, eran pérdidas por la parte que las
había dado y no cumplía los esponsales, en tanto que el prometido que las había recibido e
incumplía el compromiso tenía que devolver, al principio el quadruplum y en el derecho
justinianeo la cantidad percibida más otro tanto (duplum). En lo referido a los regalos que
solían hacerse los comprometidos, a partir de Constantino se configuraron como una
donación sub modo, sujeta a la efectiva celebración del matrimonio. Finalmente, los
esponsales se disolvían por la muerte o capitis deminutio maxima de uno de los prometidos;
por haber sobrevenido a su celebración algún impedimento matrimonial; por mutuo disenso
y hasta por el desistimiento de uno solo.
REQUISITOS PARA CONTRAER MATRIMONIO:
1. Capacidad jurídica o Ius connubii: Aptitud legal para unirse en matrimonio. En
los primeros tiempos sólo eran titulares de tal derecho los ciudadanos romanos, pero
por la Constitución de Caracalla del año 212 que concedió la ciudadanía a todos los
súbditos del imperio, se extendió a los extranjeros y latinos.
2. Pubertad o Aptitud sexual para procrear: Justiniano la estimó en la mujer a los
12 años y en el varón a los 14. Sin embargo, se admitió el matrimonio de impúberes
siempre que llegados a la pubertad subsistiera la convivencia y la affectio maritalis.
3. Consentimiento de los contrayentes: Fue para la legislación romana el elemento
vital del matrimonio.
4. Consentimiento del paterfamilias: Necesario cuando uno de los futuros
cónyuges fuera alieni iuris, el consentimiento, fuera expreso o tácito y no viciado
por error, dolo o violencia, podía ser negado por el pater, hasta que la lex Iulia
autorizó la venia supletoria del magistrado cuando la negativa no estuviera
justificada.

IMPEDIMENTOS MATRIMONIALES: Obstáculos legales para la realización de las


legítimas nupcias cuya teoría nació y se desarrolló al amparo del derecho canónico.
a) Absolutos: Imposibilitaban el matrimonio con cualquier persona. Tenían
impedimento absoluto los castrados, los esterilizados, los que hubieran hecho voto
de castidad o recibido las órdenes mayores y aquellos que estuvieran unidos en un
matrimonio anterior.
b) Relativos: Implicaban la prohibición nupcial con determinadas personas. Tenía
especial importancia el parentesco. Al principio la prohibición en línea recta se
extendía hasta el infinito, y en la colateral llegaba hasta el sexto grado. El
emperador Claudio autorizó el matrimonio de tíos y sobrinos y los emperadores
Arcadio y Honorio permitieron el de primos hermanos (colaterales de cuarto grado).
Respecto de la afinidad, el obstáculo era total en línea recta y en la colateral hasta el
segundo grado (cuñados). Justiniano prohibió el matrimonio de padrino y ahijada,
en razón del vínculo espiritual. Otros impedimentos derivaron de razones religiosas,
como ocurrió cuando se impuso el cristianismo como culto oficial del Imperio y se
prohibió el matrimonio de cristianos con herejes y judíos. Tenían origen ético el que
prohibía casarse al adultero con su cómplice, al raptor con la mujer raptada y al hijo
con la prometida o concubina de su padre. Otra de las causas fue el desempeño de
funciones públicas o privadas. De este modo, el gobernador de provincia no podía
unirse en legítimo matrimonio con una mujer domiciliada dentro de los límites de
donde ejercía sus funciones y los tutores o curadores y sus hijos con la pupila, antes
de rendir cuentas de su gestión. La diferencia de clases sociales excluía también la
posibilidad de matrimonio. Así, las XII Tablas prohibían las nupcias entre patricios
y plebeyos (prohibición abolida por la lex Canuleia del 445 AC). También había
impedimento para que las personas de dignidad senatorial y sus hijos contrajeran
nupcias con quienes ejercían profesiones u oficios deshonrosos (actores,
gladiadores, dueños de prostíbulos, etc). Justiniano abolió ésta última disposición y
estableció que el marido podía casarse con mujeres de cualquier clase o profesión.
c) Dirimentes: Obligaban a anular el matrimonio.
d) Impedientes: La violación de la prohibición legal no provocaba la nulidad del acto
sino otra pena.

EFECTOS DEL MATRIMONIO:


1. RESPECTO DE LOS CÓNYUGES: Eran tanto de carácter personal como
patrimonial. La principal consecuencia era el deber de fidelidad entre los cónyuges,
siendo tratada más severamente la infidelidad de la esposa. La mujer debía habitar
la casa del marido, que constituía su domicilio legal. Así mismo, estaba obligada a
seguirlo siempre, a menos que él cometiese algún delito. La esposa adquiría el
nombre y la dignidad de su cónyuge, los que conservaba aunque quedara viuda,
mientras no contrajera segundas nupcias. El marido tenía que dar protección a su
mujer y representarla en justicia. No podían ejercer contra el otro acción infamante
y, en materia civil, el beneficium competentiae impedía que se privara al vencido en
juicio de lo necesario para subsistir. Así, se debían recíprocamente alimentos,
vestido y habitación, determinándose los alimentos de acuerdo a las posibilidades y
necesidades de cada uno. Por fin, se prohibió que los cónyuges pudieran hacerse
donaciones entre sí y que la mujer fuera fiadora de su marido.
2. RESPECTO DE LOS HIJOS:
a. LA FILIACIÓN: Relación paterno-filial que podía ser legítima o ilegitima,
según que los hijos nacieran o no de padre y madre unidos en justo
matrimonio. La filiación legítima daba al hijo la calidad de legítimo, y la ley
la presumía cuando hubiera nacido después de los 180 días de la celebración
del matrimonio y antes de los 300 días de su disolución. En estos casos se
reputaba al marido padre del hijo, presunción que podía ser destruida si el
padre probaba la imposibilidad material de haber cohabitado con su mujer o
su impotencia para la unión carnal. En cualquier otro caso, la mujer tenía
que probar la paternidad si el marido la negaba. Los hijos legítimos tenían
derecho a exigir de sus padres alimentos mientras no pudieran subvenir sus
propias necesidades. Esta obligación se imponía en primer lugar al padre y a
la madre y, en su defecto, a los abuelos. La prestación de alimentos era
reciproca, por lo que los hijos estaban obligados a mantener a sus padres
cuando éstos estuvieran en la indigencia. Otro deber fundamental impuesto a
los hijos era el de respeto y obediencia a sus padres. Ello hacía que no
pudieran iniciar acción infamante contra sus progenitores, ni exigir por sus
créditos más allá del beneficium competentiae.

UNIONES INFERIORES: EL CONCUBINATO: Forma de comunidad conyugal en la


que existía unión estable del hombre y la mujer sin que medie intención reciproca de estar
unidos en matrimonio. Se diferenciaba de las justas nupcias por la posición social que
ocupaba la mujer (le faltaba el honor matrimonii) y porque los hijos, como todos los
habidos fuera de matrimonio, no entraban bajo la potestad ni en la familia del padre sino
que seguían la condición personal de la madre. El concubinato, en la época de Augusto, fue
la única forma posible de unión con libertos y mujeres tachados de infamia y se hizo
habitual en el Imperio, no siendo ya considerado como una unión inmoral o contraria a las
buenas costumbres. Con el advenimiento del cristianismo se opera una reacción contra esta
clase de unión y Constantino declaró nulas las donaciones y legados efectuados a la
concubina y a sus hijos. Con el fin de estimular las justas nupcias en las parejas de
concubinos se creó la legitimación por subsiguiente matrimonio, medio por el cual el hijo
alcanzaba la calidad de legítimo y se sometía a la potestad paterna ingresando en la familia
de su padre. La mujer debía tener, al igual que para contraer matrimonio, al menos 12 años
y la concubina de un hombre no podía serlo de su hijo o su nieto, reputándose su infidelidad
como adulterio, igual que en la mujer casada. Por fin, Justiniano reconoció en las Novelas
la sucesión ab intestato a favor de la concubina.

LOS BIENES/RÉGIMEN PATRIMONIAL DEL MATRIMONIO:


En este punto resulta importante la distinción del matrimonio cum manu y sine manu.
1. Matrimonio cum manu: Si la esposa era sui iuris todos sus bienes así como
también las adquisiciones que realizara pasaban a su marido, porque la mujer
sometida a la manus maritalis era patrimonialmente incapaz. A la muerte del esposo
le sucedía como si fuese una hija, y los derechos sucesorios en su familia de origen
se extinguían al ingresar en la de su cónyuge.
2. Matrimonio sine manu: Como la mujer seguía perteneciendo a su familia paterna,
si era alieni iuris las adquisiciones realizadas durante el matrimonio se hacían
propiedad de su paterfamilias y si tenía la calidad de sui iuris era propietaria de
todos sus bienes y de los que adquiriera durante las nupcias. Sin embargo, todas las
adquisiciones de la mujer durante el matrimonio se presumían hechas por el marido,
salvo prueba en contrario. Si la mujer le encargaba la administración de sus bienes
al marido (llamados bienes extradotales), actuaba éste en carácter de mandatario,
siendo responsable de la pérdida que pudiera acaecer si hacía un uso no autorizado
de ellos. Disueltas las nupcias estaba obligado a restituir los bienes extradotales. Por
fin, al existir un régimen de separación de los bienes de los cónyuges, éstos no se
debían alimentos y en el derecho pretorio el viudo o la viuda eran llamados en
último término en la sucesión intestada.
Estos principios generales se modificaron profundamente con la institución de la dote, que
constituyó la columna vertebral del sistema patrimonial del matrimonio romano.

LA DOTE: Conjunto de bienes que la mujer, su paterfamilias u otra persona en su nombre


aportaban a causa del matrimonio, con el fin de atender a los gastos que demandaba al
marido la vida matrimonial. Habría surgido como consecuencia del matrimonio cum manu,
que al hacer que la mujer perdiera sus derechos hereditarios en su familia de origen,
justificaba la entrega a ella de bienes como un anticipo de la herencia. Posteriormente, con
el matrimonio sine manu, la dote implicó una aportación de la mujer para contribuir al
sostenimiento de la vida matrimonial, siendo un deshonor concurrir indotada al
matrimonio. Su naturaleza jurídica se configuró como una dación con causa onerosa,
condición que surge de la obligación del marido de restituir la dote en caso de disolución
del matrimonio y del hecho de que, antes de las nupcias, se constituía bajo la condición de
que éstas se realizaran. Por fin, objeto de la dote podía ser cualquier res in commercio.
Clases y formas de constitución de la dote:
1. Atendiendo a las personas que podían otorgar la dote:
a. Dos profecticia: Constituida por el paterfamilias y más adelante por el
padre que no tenía la patria potestad sobre la mujer.
b. Dos adventicia: Otorgada por la mujer misma, por su madre o por persona
distinta del padre.
c. Dos recepticia: El constituyente se reservaba el derecho de recuperar los
bienes en caso de disolución de matrimonio.
2. Según la naturaleza del objeto de la dote la forma de constitución podía ser:
a. Dotis datio: Operaba la transmisión inmediata de los bienes dotales y se
realizaba por la mancipatio, in iure cessio o traditio.
b. Dotis dictio: Contrato verbis, que consistía en una promesa unilateral
solemne del constituyente, que podía ser el padre de la mujer, ella misma si
era sui iuris o un deudor que interviniera por mandato de ella.
c. Promissio dotis: Promesa de dote en la forma de la stipulatio, utilizable por
cualquiera que quisiera beneficiar a la mujer.
En el derecho postclásico estas tres formas desaparecieron y la dote se pudo constituir por
un pacto legítimo (pactum dotis), al que se solía acompañar con un documento escrito.
Restitución de la dote: Disuelto el matrimonio, el marido estaba obligado a restituir la
dote, a pesar de su condición de propietario de ella. A tal fin se introdujo la práctica de que
el marido, mediante estipulación prometiera su restitución en caso de divorcio. Si éste no
cumplía, la promesa restitutoria se hacía exigible por la actio ex stipulatu. Como la falta de
acuerdo sobre la restitución planteaba la imposibilidad de recuperar los bienes dotales por
parte de la esposa, llegó a reconocérsele, cuando el matrimonio se hubiera disuelto por
divorcio, un derecho de restitución que se hacía efectivo por la actio rei uxoriae. La acción
correspondía a la mujer misma si era sui iuris y la dote era adventicia, o el padre hubiera
muerto y, si no se daba esta situación, al padre con consentimiento de la hija. El derecho a
la restitución era personalísimo y, por tanto, no podía ser intentado por los herederos de la
mujer. La restitución podía ser en todo o en parte, teniendo en cuenta la situación
patrimonial del marido, el que gozaba del beneficium competentiae para restituir sólo lo
que pudiera. El marido estaba autorizado a retener cierta cuota de los bienes en caso de
existencia de hijos, como sanción por el adulterio de la mujer o para castigar una conducta
menos grave. Con Justiniano se llega a reconocer que la dote era propiedad de la mujer y
que el marido sólo tenía sobre los bienes dotales el usufructo. Declaró además restituible la
dote en todos los casos de disolución del matrimonio y eliminó el derecho de las
retenciones. Los inmuebles había que restituirlos inmediatamente y las restantes cosas en el
plazo de un año. La actio rei uxoriae es sustituida por la actio dotis, que no se origina en
una stipulatio realmente celebrada, sino más bien supuesta.

DISOLUCIÓN DEL MATRIMONIO: El matrimonio se disolvía: a) por muerte de uno


de los cónyuges; b) por ausencia de uno de ellos al ser el matrimonio una relación de
mero hecho; c) por perdida de la capacidad matrimonial, es decir, perdida del status
civitatis o libertatis. El ius postliminium no tenía efecto por lo que, al retornar el cónyuge
cautivo, podía unirse en un nuevo matrimonio con su anterior cónyuge pero no continuar el
anterior; d) por sobrevenir un impedimento, por ej. Cuando el suegro adoptaba al yerno,
de modo que éste se convertía en hermano de su esposa; y e) por una causa específica: el
divorcio, que era la falta de affectio maritalis en uno de los cónyuges o en ambos. Con los
emperadores cristianos se abrió paso una legislación hostil al divorcio que no llega,
empero, a negarle validez. Se distinguió entre el divorcio por mutuo acuerdo (plenamente
lícito) y aquel que surgía por decisión unilateral, respetándose el primero y limitándose el
segundo, que era castigado si no mediaban justas causas, entre ellas adulterio.

LEGISLACIÓN MATRIMONIAL DE AUGUSTO: LEX IULIA ET PAPIA


POPPAEA: Empeñado en favorecer la procreación, el emperador Augusto dictó un código
matrimonial al hacer votar dos leyes que la jurisprudencia romana fusionó con el nombre de
Iulia et Papia Poppaea. Éste régimen obligaba a contraer matrimonio a los varones solteros
de 25 a 60 años y a las mujeres de 20 a 50. Si no respetaban el imperativo eran sancionados
con una incapacidad sucesoria total, que también se aplicaba a los casados sin hijos, pero en
éste último caso sólo se veían privados de la mitad de las liberalidades obtenidas. Tales
penalidades se impusieron también a viudas y divorciados que no contrajeran nuevas
nupcias, las primeras dentro de los 2 años y los segundos en 18 meses. A favor de quienes
cumplían las normas consagró algunos privilegios tales como permitirles ocupar cargo
público antes de la edad requerida; dispensar del pago de ciertos tributos a quien tuviera 3
hijos en Roma y 4 en Italia y eximir de tutela perpetua a la mujer ingenua con 3 hijos y a la
manumitida con 4. Estas leyes quedaron sin efecto con Justiniano.
SEGUNDAS NUPCIAS: Disuelto el matrimonio los cónyuges podían contraer segundas
nupcias, sólo que la mujer tenía que guardar un tiempo de luto de 10 meses, y de un 1 año
en el derecho postclásico, con el fin de dar certeza a la paternidad. Sin embargo, el derecho
romano se caracterizó siempre por mirar con poca estima al cónyuge bínubo, especialmente
a la mujer (excepto durante el tiempo de Augusto quien las favoreció). Así, Alejandro
Severo prohibió a la viuda bínuba educar a sus hijos y Teodosio II y Valentiniano III
establecieron que el cónyuge bínubo sólo conservaba el usufructo de los bienes del consorte
premuerto, quedando la propiedad para los hijos.

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