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En pintura, España tiene a Dalí, Italia al Greco y Holanda a

Rembrandt. Inglaterra nos invade con Shakespeare y su literatura.


Racine en Francia nos hace reír; Miguel Ángel nos inmoviliza con
sus retratos. Da Vinci llena su tiempo con su enciclopédica
erudición. Pero Alemania tiene a Bach. Bach dibujó en música lo
que Dalí en su cubismo; Bach escribe con su arte lo que
Shakespeare con la pluma. Bach ha esculpido sobre la roca de la
historia soberbios monumentos musicales, tal como lo hizo Miguel
Ángel con el mármol de Ferrara. Bach, al igual que Da Vinci, ha
llenado nuestras vidas, nuestro tiempo y nuestra civilización con su
inmarcesible genio.
Desde que Mendelssohn “descubrió” a Bach, nuestras vidas ya no son las
mismas. Son menos rudas, menos insensibles a la estética de lo bello, lo hermoso;
menos vaporosas diríamos. Los genios son así: llegan, viven la vida de cualquier
mortal, pero cuando se van una resplandeciente aureola surge con su partida.
Ignorado la mejor parte de su existencia, Bach pasó buen tramo de ella al servicio de
un principal. Sus más grandes Obras las compuso cuando trabajaba en una parroquia.
¿Alguien duda que la religión no ha producido genios? (Léase Handel, Vivaldi,
Schubert, etcétera; por mencionar solo en música).
Bach inaugura un periodo, una época, una escuela. Abre una nueva forma de
escuchar música; Bach, semejante a un arquitecto: extiende sus planos, observa hasta
dónde se ha de extender el edificio que construirá, cuánta la magnitud de sombra
que ha de proyectar, qué materiales empleará en él. Bach con su talento ha construido
eternas catedrales sonoras; complicadas arquitecturas melódicas (por ejemplo sus
fugas). Es el arquitecto divino que nos extiende una microscópica señal de lo que es el
mundo eterno. Bach, quiéranlo o no los críticos, vive bajo la sombra de la Reforma
Luterana.
Ciento treinta y tres años después que Lutero, el monje insurrecto, clavase sus
tesis en Wittemberg nace Bach. Su familia (de genealogía brillante y numerosa) nació,
vivió y murió en la fe reformada. Bach extendió su fe hacia la música; solo la fe nos da
dirección, nos lleva a la inmortalidad. En Bach esto es una realidad. Ese monumento
religioso llamado Misa en re menor (BWV 565) da testimonio que la iglesia (no el
edificio) puede transformar la vida de una persona. Bach está presente pero no le
conocemos; habla y no le oímos. Intenta comunicarse con nosotros pero el ruido de la
música popular apaga su voz, ensordece nuestros sentidos.

Bach nos cerca; como un dios omnipresente está en todas partes (violín, viola,
clarinete, órgano, clavicémbalo, violonchelo, viola, flauta, etcétera). Sus composiciones
instrumentales variadas (preludios, fugas, tocatas, variaciones, las de Golberg por
ejemplo, otro: El Clave bien temperado; sus conciertos, los de Branderburgo,
overturas, suites, sonatas, partitas, minuet, bourrés, gavottes, badinaires, etcétera)
son hermosísimas. Las de canto: (corales, misas, motetes, pasiones, oratorios,
cantatas) inmejorables.
Bach es grandioso, así de simple. Bach es el profeta de ese Dios eterno y
personal que menciona el Génesis. Requerimos una buena porción de humildad para
reconocer que sencillamente no hemos rozado ni siquiera el borde la voluminosa obra
bachiana (1087 piezas según el catálogo de 1950, Leipzig). Nos hemos limitado
académicamente a algunos preludios, fugas y variaciones. El espíritu profano de este
tiempo nos impide estudiar sus oratorios, misas y todo el repertorio coral. Eso es tarea
de titanes. Y esto, hablando solo de ejecución, ¿qué de la interpretación?
Ciertamente el pueblo “evolucionaría” oyendo a Bach. Esa estética ruda que
caracteriza al llano puede cambiar. Los músicos tienen la consigna impostergable de
acercar a Bach a las gentes. ¡Basta de narcotizar a nuestra sociedad con triviales
estribillos cumbiamberos! ¿Nosotros que poseemos el agua dejaremos que los
sedientos perezcan de sed. Necesitamos a Bach urgentemente. Urge pulir nuestro
carácter, qué mejor empezar con “buena música” Requerimos acercarnos a Dios, ¡qué
privilegio, de la mano de su profeta predilecto! Bach: tú eres incomprensible y al
mismo tiempo fácil de acercarse a ti (en humildad).Tú no eres huraño como
Beethoven, melancólico como Chopin ni libertino como Mozart; eres amable, eres dócil,
en ti habita el hálito divino. ¿A quien iremos si no a ti? Bach: ¡Tú tienes melodías de
vida!
CARLOS CÉSPEDES LECCA

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