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GERMANIA II. RELIGIÓN.

1. Panteón. No estaba compuesto por un número preciso de dioses, pues aumentó o disminuyó
según las tribus o la época, y algunos perdieron con el tiempo su importancia. A los dioses se
les concibió como hombres, de naturaleza superior; eran mortales y sometidos al destino. Los
tres más importantes fueron Wodan, a quien los germanos septentrionales llaman Odín (v.);
Donar, equivalente al Thor escandinavo, y Tiuz o Zin, denominado Tyr en Escandinavia. Junto
a estos dioses, más importantes o Ases, existían otros, los Vanes. El más conocido de éstos
era Freyr. En tiempos antiquísimos estalló una lucha entre ambos grupos de dioses, que
terminó con un compromiso, en virtud del cual Freyr se convirtió en un habitante de Asgard.
Casi todos los dioses germanos tienen carácter guerrero, incluso las diosas.

a. Ases. El principal dios de los germanos es Wodan, asimilado a Mercurio; parece que era
el dios que otorgaba la victoria. Era muy venerado en Renania, donde han aparecido un gran
número de inscripciones latinas dedicadas a Mercurio, escritas sobre estelas de difícil
interpretación.

Donar era el dios del trueno y se le asimilaba a Júpiter (v.); a él estaba consagrado, como
al dios romano, el jueves. Se conocen mal sus antiguos rasgos y atributos. Inspiraba gran
temor; se le representaba como un guerrero, invencible, de gran estatura, y con barba rubia (de
ahí su asimilación a Mars). Su arma era el martillo de piedra; ésta era obra de un enano, jamás
fallaba el blanco y podía empequeñecerse hasta ocultarse en la ropa del dios, que poseía otros
dos talismanes: un cinturón y unos guantes de hierro. Residía Donar en Asgard y recorría el
mundo en un carro tirado por machos cabríos; protagonizó numerosas leyendas de victorias
sobre gigantes. Uno de ellos, llamado Thrym, le robó el martillo y no quería devolvérselo más
que a cambio de la mano de la diosa Freyja; Donar se disfrazó de Freyja, y así logró recuperar
su arma. Donar combatió también a monstruos, como a la serpiente Midgard, y al gigante
Skrymir, a quien golpeó en vano tres veces.

El carácter de Tiuz era esencialmente guerrero; a él se dedicaba el martes. Era el dios por
excelencia, según indica su nombre, «el divino». A él está dedicado un altar erigido hacia el
230, junto al muro de Adriano en Housestead, por soldados germanos encuadrados en las
legiones romanas; bajo su égida los germanos tenían sus asambleas. Su nombre aparece poco
en los mitos; era el enemigo del lobo Fenrir, que le cercenó una mano.

Otros dioses de los que se desconoce el lugar que ocupaban en el culto aparecen
brevemente en la mitología germana. El dios Henir colaboró con Odin en la creación del género
humano y fue entregado en rehén a los Vanes. Od parece ser una variante de Odín. Heimdall
era el guardián de Asgard. Fjdrgyn era un dios de la tempestad. Se denominan Alces los dioses
gemelos de la Naharvales, pueblo del este de G., comparados a Castor y Pollux y que
aparecen en las leyendas germanas: Hengist y Horsa entre los anglo-sajones, Raos y Raptos
entre los vándalos, e Ybor y Agio entre los lombardos. Balder era un dios de carácter
enigmático. El dios más ambiguo es Loki, que concluyó con Odín un pacto; era el padre de la
serpiente del mundo y del lobo Fenrir, adversarios de los dioses, y servidor de Donar; era cruel,
como se deduce del mito de Balder; se metamorfoseaba fácilmente, lo que indica su carácter
demoniaco. Los dioses Ull y Ullin tenían un carácter secundario según la mitología germana.

b. Vanes. Se conoce bien el culto a la diosa Nerthus, asimilada a la Terra Mater; en


Escandinavia se la llamaba Niord y tenía un santuario en una isla; era la deidad protectora de
la navegación. Se conocen los nombres de tres Vanes: Nidrd y su hijos Freyr y Freyja. Entre
los Vanes, se casaban los hermanos entre sí. Ing es el epónimo de una de las tres grandes
divisiones étnicas de los germanos, los Ingriones. Había atravesado el mar; sus adeptos se
llamaban los Heardingos. En esta leyenda se reconoce un eco del culto de Nerthus, deidad que
viajaba sobre el mar acompañada de su carro, que necesitaba para sus desplazamientos por la
tierra.

c. Diosas matres. Están bien documentadas en época romana, y las representan muchos
altares. Sus apelativos son germanos, como Friagabis, Afliae, Vetuiae, Aruagastiae, etc. Eran
las dispensadoras de los beneficios; sus devotos procedían de los estratos inferiores de la
sociedad; su culto era fundamentalmente doméstico. Se conocen los nombres de otras
deidades; así, Frija, la esposa de Wodan-Odín, llamada Frigg en Escandinavia, asimilada a
Venus; en algunos mitos es la adversaria de su esposo. Freyja, como las Diosas Matres,
presidía los nacimientos. Eir era la diosa de la medicina. Fulla servía a Frigg y Var vigilaba los
juramentos. Lofr presidía los encuentros de los amantes. A Ne_halennia están dedicados
muchos altares en la desembocadura del Rin; es una diosa protectora del comercio. Algunos
bajorrelieves la representan con una proa de nave a sus pies, o con un canasto de frutos;
también se ha pensado que fuera una diosa de las muertes, pues la acompañaba un perro; su
culto parece que estuvo influenciado por el de Isis. De otras deidades se conoce sólo el
nombre, como Baduhenna y Tanfana, pero no sus atributos. Las diosas Hariasa y Harimella
tenían carácter guerrero. Otras deidades, Gna, Snotra, Saga, Syn, Sol, señalan la transición
entre los dioses y los espíritus, que pueblan el universo.

d. Genios. En los primeros siglos de la era cristiana los germanos creían en la existencia de
numerosos espíritus o demonios, y en la supervivencia de ciertos muertos, contra cuya
influencia maligna había que protegerse; o, por el contrario, eran seres benéficos, a los que
convenía hacer ofrendas. Estos espíritus eran seres sobrenaturales. Quizá seres inferiores a
los gigantes y enanos de las leyendas.

2. Objetos sagrados, culto y sacrificios religiosos. Los germanos, al igual que los otros
pueblos indoeuropeos, consideraron sagrados muchos objetos inanimados, como ciertas
piedras, las rocas, los meteoritos, y ciertas fuentes y ríos (v. NATURALEZA, CULTO A LA). Los
árboles estaban a veces dedicados a un determinado dios (v. ÁRBOL II). Bosques enteros eran
considerados como lugares sagrados. La famosa columna de Irmensul, destruida por
Carlomagno, parece que era un enorme tronco de árbol, considerado el eje del mundo. El sol
(v.) era particularmente venerado, al igual que la luna (v.) y otros astros.

Los bosques eran los lugares preferidos por los germanos para venerar a sus dioses,
aunque también tenían templos, pues Tácito cita uno dedicado a la diosa Nerthus. Las crónicas
de los misioneros cristianos mencionan las destrucciones de templos y altares. Los templos
eran construcciones diferentes de las romanas; las ceremonias tenían lugar al aire libre, en las
proximidades de los bosques sagrados. No sólo se dedicaban a los dioses los bosques, sino
también ciertos campos y montañas, como se deduce de los topónimos.

Se conservan datos vagos y oscuros sobre las ceremonias religiosas. La mejor conocida es
la que se celebraba en honor de Nerthus, que constaba fundamentalmente de una procesión
para lograr una bendición sobre los campos. También había fiestas acompañadas de
sacrificios, que se celebraban en presencia de una gran concurrencia. Una parte de los
animales sacrificados se ofrecía a los dioses; la otra se repartía entre los asistentes. Elemento
esencial de las fiestas religiosas era un banquete (v.), con un rito bien determinado y con una
libación que establecía entre los asistentes una suerte de fraternidad, cuyo recuerdo se
conserva en ciertas expresiones de la lengua alemana. También conocía la religión germana,
como la hispana, en honor de un dios indígena asimilado a Mars, los sacrificios humanos. A los
esclavos encargados de lavar en un lago el carro de la diosa Nerthus, una vez concluida la
fiesta anual, se les arrojaba al agua. Igualmente, se sacrificaban los prisioneros de guerra, las
mujeres y niños de las tribus enemigas. Quizá, en ocasiones excepcionales, se inmolaban
miembros de la propia tribu por razones religiosas.

3. Sacerdocio y moral. Los sacerdotes germanos, a diferencia de las druidas (v. GALIA ic),
no formaban una corporación organizada y jerárquica, pero tenían funciones bien definidas; en
las asambleas era el sacerdote el encargado de consultar la suerte, lo que se hacía arrojando
sobre un paño blanco pedazos de ramaje marcados con signos especiales. Un sacerdote
acompañaba al rey y al jefe de la ciudad en las procesiones solemnes. Su función era observar
e interpretar los relinchos de los caballos que tiraban del carro sagrado. Ellos imponían silencio
a la multitud, guardaban la ley y establecían los castigos. Se ignora si formaban una casta
cerrada, y si sólo en ocasiones solemnes estaban investidos de sus funciones sacerdotales. Se
desconoce cómo se les formaba y cómo se trasmitían de unos a otros el conocimiento de los
ritos, de los sacrificios y de las reglas de las ceremonias.

Entre algunas tribus, como entre los cimbrios, existían sacerdotisas encargadas de obtener
presagios del modo de caer la sangre de los prisioneros sacrificados, a los que, coronados de
flores, sobre el borde de un caldero, ellas cortaban la garganta. Los jóvenes en los combates
eran acompañados por mujeres, que les excitaban a luchar y les profetizaban las victorias;
estas mujeres eran objeto de veneración especial, como Veleda, reverenciada como una diosa.
Posiblemente existían corporaciones especiales de mujeres para la ceremonia del culto.

La adivinación (v.) se hacía, además, por otros procedimientos diversos; examinaban el


vuelo y grito de las aves, o de noche en una encrucijada, envueltos en una piel de buey,
esperaban a que los espíritus les indicasen el porvenir. Frecuentemente el sitio más adecuado
para predecir el futuro eran las tumbas. Los germanos también conocieron la adivinación por
ordalía; el duelo era la forma más frecuente y la más antigua.

La ley divina regulaba la vida entera de los hombres. Lazos religiosos ataban al hombre a
su familia y a la comunidad a la que pertenecía. Una falta entre los dioses ponía en peligro la
prosperidad de la comunidad entera. Los germanos tenían una confianza ciega en las
decisiones de los dioses. Estaban dominados por un cierto fatalismo. Una diosa, Urd, o las tres
Nornas, personificaban el destino. Para la evangelización de los germanos, puede verse
ALEMANIA VII.

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