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Loreto es una de las regiones del país con mayor desnutrición infantil. 40% de
las niñas y niños loretanos están en esta situación. Cuatro distritos de Loreto
están a la cola en calidad nutricional en el Perú: Balsapuerto, Morona, Andoas
y Cahuapanas.
¿Cómo se puede explicar este drama en una región tan ubérrima, con tantas y
variadas especies vegetales y animales, con gigantescos bosques y con
innumerables cuerpos de agua?
En las siguientes líneas quisiera compartir algunas reflexiones sobre estos dos
últimos asuntos.
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rurales en la Amazonía es de suma urgencia, ya que en nuestro caso, las
familias de las más de 2200 localidades rurales de Loreto tienen en sus manos
la alimentación de toda la población de las ciudades. Lo harán siempre y
cuando nuestro Gobierno Regional diseñe y lleve a la práctica un Programa de
Soberanía Alimentaria que defina con mayor precisión la voluntad política que
viene expresando a través de acciones relacionadas con el mejoramiento de la
producción rural, desde hace bastante tiempo abandonada.
Hace ya dos décadas, Ernesto Yépez del Castillo llevo a cabo un diligente
estudio de casos sobre la economía familiar en el Ucayali. Mucho batallamos
para que se publicará in extenso esta valiosa investigación pero no se logró el
objetivo. Sin embargo, la metodología utilizada está allí. Estoy seguro que a
Ernesto le agradaría mucho que lo convocaran nuevamente. También hay un
estudio valioso más reciente de Oliver Coomes y Bradford Barham en hogares
de la Reserva Pacaya Samiria y hace un año Ricardo A. Labarta a la cabeza de
un grupo de investigadores de diferentes países, con la participación del
Gobierno Regional de Ucayali y del Proyecto de Reducción y Alivio de la
Pobreza (PRA) de Pucallpa, han llevado a cabo una investigación cuya
publicación en Acta Amazonica de Manaus (junio 2007) se titula “La Agricultura
en la Amazonía Ribereña del Río Ucayali. ¿Una Zona Productiva pero Poco
Rentable?”. Hace muy pocos años presentamos en Nueva York, en un
certamen de PLEC, el estudio que habíamos hecho sobre los sistemas
productivos familiares, esta vez referido a la zona de Muyuy, realizado con
Miguel Pinedo, Mario Pinedo, Pilar Paredes, que contó con la participación de
Denis del Castillo y que sirvió de tema de tesis a egresados de la UNAP. Entre
muchos otros, también está el trabajo de Alfredo Corvaleda Vélez sobre los
sistemas indígenas de producción agrícola en el trapecio amazónico
colombiano. Mención aparte merecen los estudios del joven investigador
tamshiyaquino Simón Cortegano Chota, quien ha centrado su investigación en
el tema de la chacra amazónica. Su tesis, sustentada en 1995 giró en torno a
este asunto y diez años después, en 2005 el CIFISAM de Colombia ha
publicado la investigación que realizó con Orlando Cruz Peña con el sugerente
título de La Chagra: un espacio de roles, aprendizajes y autoabastecimiento
(CIFISAM, 2005).
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de educación y salud, que hace tiempo dejaron de ser gratuitos, así como los
gastos en vestido y en satisfacer otras necesidades.
Este cambio de patrón sentó sus bases hace un poco más de un siglo, en la
Época del Caucho (1840-1920), Es cierto que en tiempos de la dominación
colonial española, después de la expulsión de los misioneros jesuitas (1767) y
aún en el primer siglo de vida republicana, las autoridades religiosas, políticas y
militares obligaban a la gente a entregarles “saladitos” y productos de pan
llevar. Sin embargo, estas exacciones no quebraron el patrón de subsistencia,
ya que en realidad las familias eran obligadas a entregar una parte importante
de su producción de alimentos e incluso se veían compelidos a aumentar su
producción de alimentos y por lo tanto a incrementar su tiempo de trabajo en
este menester. Esta situación hizo crisis a comienzos de 1809, la misma que se
expresó en el levantamiento indígena en Jeberos y Lagunas, zona del Bajo
Huallaga, donde estaba concentrada la parasitaria burocracia colonial política,
militar y religiosa a la que había que alimentar. Esta sublevación de la gente
obligó a toda esta burocracia colonial a huir del llano amazónico y refugiarse en
Moyobamba.
Desde hace miles de años, cuando fueron llegando a la Amazonía los primeros
grupos humanos, aprendieron a comprender el funcionamiento armonioso de
nuestro bosque. Aprendieron a diferenciar una zona de vida de otra zona de
vida y en cada una de ellas aprendieron a identificar las especies de la
biodiversidad que allí hay y que no hay en otras zonas, estableciendo con toda
claridad las cadenas alimenticias propias de cada zona. Los científicos hoy
llaman “ecosistemas” a cada una de esas zonas de vida. Es un grave error, por
eso, utilizar la expresión “ecosistema amazónico”, en singular. Son muchos los
ecosistemas amazónicos. Es debido a esta diversidad de ecosistemas que en
la antigüedad se establecieron “amplias redes de intercambio”, como lo reseña
el arqueólogo Thomas Myers.
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Algún día recuperaremos aquella práctica de colocar en el puerto familiar jaulas
flotantes, como las que se usan para el “rapicheo”, que fue lo primero que
maravilló a los europeos que navegaron por nuestros ríos amazónicos, los que
encontraron profusamente poblados. En las orillas de los grandes ríos había
tantas de estas jaulas flotantes que uno de ellos se atrevió a decir que con los
peces y tortugas que allí se engordan se podría alimentar al ejército del rey de
diez mil hombres.
Toda esta sabiduría era transmitida de padres a hijos a través de los siglos.
Hay estudios que nos muestran que esta sabiduría indígena está sufriendo
menoscabo debido a que la escuela ha secuestrado a los hijos separándolos
de sus padres. Mientras los padres se van al monte, los hijos van a la escuela.
Un adolescente de hoy no conoce todo lo que conocía un adolescente antes
que existiera la escuela.
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Huituyacu, afluente del Pastaza, tuve una interesante discusión con un viejo
Apu sobre la desnutrición de los niños y niñas de la primaria, en comparación
con el excelente estado nutricional de las y los adolescentes de la secundaria.
Estos últimos desayunan, almuerzan y cenan. Las Hermanas Lauritas, que
tienen a su cargo el colegio secundario y el internado, hacen malabares para
estirar el dinero que reciben del Gobierno Regional, el que se complementa con
los víveres que entregan los padres.
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Ya son muchos los estudios que establecen con claridad meridiana que la
calidad nutricional de niñas, niños y adolescentes tiene enormes repercusiones
en la calidad de sus aprendizajes. En 2002 la Universidad Católica publico un
voluminoso estudio de Ernesto Pollit sobre las consecuencias de la
desnutrición en el escolar peruano. Uno de los capítulos se refiere a la relación
entre desarrollo intrauterino y rendimiento escolar, lo que equivale a decir que,
antes de nacer, las personas ya están en condiciones diversas de oportunidad
en lo que se refiere al desarrollo futuro de sus capacidades. La calidad
nutricional de la madre gestante tiene que ser prioridad en el Programa de
Soberanía Alimentaria.
Al respecto, conversaba hace poco sobre el tema con una de nuestras viejas
glorias en el combate por la salud de nuestro pueblo, el destacado medico de
ascendientes nautinos, Jorge Oyarce Torres. Nos detuvimos a considerar el
abandono de la producción de frutales nativos, que siempre ha sido uno de los
pilares de la alimentación en nuestra región. Hoy es difícil encontrar una familia
que tenga la práctica y la técnica para la producción de frutales propios.
¿Cuántas familias se dedican a producir pandisho? El doctor Oyarce me
contaba que antes se producía una castaña, con mucho contenido alimenticio,
que no es la que ahora conocemos como castaña.
Encontré hace poco en internet una noticia procedente del África en la que se
da cuenta que un grupo de científicos habían llegado a la conclusión de que la
producción de frutales nativos por parte de las familias no solamente estaba
encaminada a encarar el problema de la desnutrición, sino también a mantener
el equilibrio ecológico e incluso a contribuir al progreso económico familiar. En
realidad, nuestros frutales tradicionales son fuente de todo tipo de nutrientes,
especialmente de vitaminas. Desde que iniciamos la experiencia del CRFA
(Centro Rural de Formación en Alternancia) de Yarina Isla, en el 2004, insisto
con los padres en este asunto, pero ya han pasado cuatro años y sin embargo
nuestras / nuestros adolescentes toman agua pura cuando tienen sed, en lugar
de estar comiendo frutas todo el día y tomando refrescos de todos los sabores
y colores.
Hace algunos años salió a luz una hermosa publicación del TCA sobre los
frutales nativos y recuerdo otra similar mucho más antigua sobre el mismo
tema.
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En muchos casos la producción de frutales nativos está ligada al manejo de las
purmas. El lector que no es amazónico debe saber que una “purma” es un
terreno en descanso, en “barbecho” dirían en otros lugares del Planeta. Desde
hace miles de años, cuando nuestros antepasados aprendieron a cultivar la
tierra, se dieron cuenta que no se debía “cansar” a la tierra. Por eso, después
de unos tres o cuatro años de producir yuca, plátano o maíz, el chacarero, el
campesino amazónico, deja que la chacra se remonte y se cubra de maleza.
Ya no cultiva su chacra.
Parece, pues, que uno de los factores de la desnutrición en nuestra región está
relacionado con la caída en la producción de alimentos debido al cambio en la
manera de ser de la economía de las familias rurales que hoy privilegian la
producción selectiva para el mercado habiendo descuidado prácticas
ancestrales de la producción de alimentos para las épocas de vaciante y de
creciente. Hace unos 30 años yo veía en los altillos de las casas ribereñas
abundancia de “pan para mayo”, para el tiempo de creciente, de inundación. Alí
había pacotes de pescado seco salado, atados de mazarcos de maiz,
cantidades de fariña y de granos. Nunca la época de creciente ha sido un
desastre natural. Desde hace miles de años los hombres y las mujeres del llano
amazónico aprendieron a tener dos estilos de vida y de trabajo, uno para el
tiempo de vaciante y otro para el tiempo de creciente. La imprevisión del
Estado y la introducción de la economía de mercado ha dado lugar a que hoy
se hable de desastres naturales cuando, en realidad, no son tales. La
producción está patas arriba. En mis tiempos de juventud veía a los jóvenes
sectoristas del Ministerio de Agricultura corretear en sus botes, distrito por
distrito, registrando en el terreno la producción que tenía cada familia. Como lo
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poco de Estado que existía se “redujo” y casi ha desaparecido en tiempos del
facineroso Fujimori, hoy no contamos con esta valiosa información al detalle.
Será tarea de nuestro Gobierno Regional reestablecer las plazas de sectoristas
agrarios en cada uno del medio centenar de distritos de Loreto. ¿Te imaginas,
lector, que se pueda tener hoy ese tipo de información? De esta manera, el
Estado Regional podrá planificar y orientar a los productores, poniendo en su
conocimiento que, por ejemplo, no conviene producir plátano, por un tiempo,
porque el precio del mercado va a caer en unos cuantos meses ya que el
mercado estará abarrotado.
En cuatro años de funcionamiento, ni en una sola ocasión han tomado Upe las
y los adolescentes del CRFA de Yarina Isla, en el Río Napo, en el que yo
participo. Se tuvo un taller para aprender a producir Almidón de yuca y Tapioca,
pero de nada sirvió porque no se introdujo en la vida diaria este delicioso
componente alimenticio. Se habló varias veces del Casabe y de ir
abandonando el arroz, pero allí se mantienen los fideos o el pan que se hacen
con harina de trigo importado.
Hasta 1906, el territorio de la Región San Martín formaba parte de Loreto. Fue
en dicho año que se creó el nuevo Departamento debido al malestar de esta
población por el agobiante centralismo iquiteño. Eran tiempos en que, en los
antiguos pueblos de Loreto, en la parte de la selva alta, habían quedado sólo
los ancianos. Toda la gente en edad productiva había partido a trabajar a la
selva baja, a lo que hoy es Loreto. Los antiguos pueblos de Loreto
languidecían. La juventud de Moyobamba, Rioja, Tarapoto, Lamas y los otros
pueblos de la selva alta abandonaba su terruño para venir a Iquitos en busca
de fortuna dedicándose al caucho. El interés de los gobernantes se había
concentrado en Iquitos, la capital cauchera. Moyobamba, la capital oficial de
Loreto, estaba abandonada a su suerte. Este malestar de sus gentes se fue
agudizando. En 1896 se presentó en el Congreso de la República un proyecto
de ley para hacer de Iquitos la nueva capital de Loreto. Nuestro representante
en el Congreso, Clemente Alcalá, al fundamentar el cambio informaba que
"Moyobamba no ostenta sino ruinas; por sus desiertas calles no transitan sino
los que no pueden ir a establecerse en Iquitos: los ancianos, las mujeres y los
niños". La ley se promulgó el 9 de noviembre de 1897.
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Es necesario detenerse en este momento de nuestra historia porque la
juventud que llegó procedente de la selva alta vino con toda su cultura, con su
música, con sus bailes (el Chaganacui, la Pandillada, la Humisha) y sobre todo
con su culinaria colonial española-amazónica, en la que el “Juane” es el plato
emblemático.
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Sueño que un día no muy lejano nuestro pueblo amazónico coma bien y coma
rico. Por mi parte, desde el cielo lo veré.
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jesuitas, gente fina de la nobleza española, la despreciaron por considerarla
“inmunda”. Mientras los portugueses continuaron la milenaria “cultura de la
yuca”, los españoles introdujeron la sustitutoria “cultura del arroz”. Por eso,
nuestro plato emblemático regional, el Juane, está hecho sólo con ingredientes
extranjeros traídos por los españoles como el arroz, la carne y huevos de
gallina, las aceitunas, el culantro, la pimienta y el comino. Se salva nuestra
amazónica hoja de bijao. A contrapelo, en toda mesa de la Amazonía brasilera
está presente la deliciosa salsa Tucupí que tiene como insumo principal el jugo
que se extrae de la yuca y que es sazonada con Jambú y otros “temperos”.
También está presente la Jarofa, un subproducto de la fariña (harina de masa
de yuca tostada) adobada a la braza en la caparazón de la taricaya (quelonio
acuático). Los platos fuertes como la Caldeirada o el Pato silvestre en Tucupí,
son una exquisitez en la mesa amazónica brasilera. Hasta ahora hemos
recuperado de los actuales pobladores de la Amazonía brasilera la fariña y la
sarapatel (castellanizada como sarapatera), estando pendiente hacerlo con
muchos otros potajes de la culinaria indígena amazónica heredada por ellos.
Está, pues, a la orden del día poner en juego la voluntad política para elaborar
un Programa Regional de Soberanía Alimentaria, como componente de nuestro
Plan de Desarrollo Regional.
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cumplimiento de esa tarea, tuve a mi cargo el Programa de Alimentación. El
punto de partida fue una proyección estadística de la población para dicho
período. A continuación se tomó los resultados de la Encuesta Nacional de
Consumo de Alimentos (ENCA), que se acababa de realizar con un alto nivel
técnico. Así, se pudo tener una fotografía con el mayor detalle de los alimentos
que consumía la población, lo que permitió que se pudiera estimar la cantidad
de cada tipo de alimentos que iban a ser necesarios teniendo en cuenta el
crecimiento demográfico. Por otro lado, se echó mano a un valioso documento
que contenía los mínimos de nutrientes requeridos para cada persona,
establecidos por el Instituto Nacional de Nutrición y se los contrastó con los
datos de la ENCA. Fue algo curioso encontrar que en el llano amazónico la
población consumía nueve veces más proteínas de carne que el mínimo
requerido. Recuerdo que debido a una observación del doctor Muñoz, del
Hospital Iquitos, tuve que volver a hacer todos los cálculos, en tiempos en que
no existían las calculadoras electrónicas, ni las calculadoras y que se hacía las
operaciones “a mano”. Este recordado amigo pensaba que se había cometido
un error, porque no reflejaba la realidad. Al obtener las mismas cifras y luego
de analizar al detalle el asunto de las proteínas de carne, fue fácil darse cuenta
que el consumo de pescado era enorme. Mi gran amigo no había tenido en
cuenta que la carne de pescado también contiene proteínas, no por ignorancia,
sino por la percepción de que, hablar de carne hacía referencia a otras carnes
que no fueran carne de pescado.
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asegurado. Con sólo proveer de Upe a las y los estudiantes, ya se estaría
dinamizando la economía de los hogares y en estos mismo hogares volvería a
entronizarse el Upe como soporte del desayuno, que podría alternarse con
otras bebidas regionales, acompañadas con su casabe o su “pirón” (delicioso
budín de fariña remojada). Antiguamente se destetaba a los bebes con pirón.
Hoy se hace sólo con su “chapito” de plátano maduro.
Todo esto sigue siendo un sueño que demasiado lentamente busca hacerse
realidad. Así suele suceder con los sueños, pero la espera desespera.
Hace poco Norman Lewis, Vicepresidente Regional, hacía cálculos, con mucho
entusiasmo, sobre el monto diario en soles que se debería asignar para la
alimentación de cada estudiante durante los quince días al mes de la etapa de
internado y dispuso que la Gerencia de Desarrollo Social llevara a la práctica
esta iniciativa a partir del mes de mayo. Se ha abierto pues, un camino de
imprevisibles consecuencias. Con ese dinero ya no se comprará víveres en las
ciudades, sino a los mismos productores de la zona quienes se verán obligados
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a cambiar su patrón económico familiar volviendo a la ancestral práctica de
producción de alimentos, tanto para el consumo en el hogar como para el
mercado.
Alguien decía que “la mejor práctica es una teoría”. El futuro siempre se ha
construido después de haberlo imaginado, después de haberlo pensado.
Habría que releer el pequeño ensayo de Mariátegui titulado “La imaginación y
el progreso” (está en El Alma Matinal). Allí nos recuerda que uno no imagina
cualquier cosa, sino que “sólo se imagina lo que ya está madurando,
germinando en el seno mismo de la historia”.
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