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El arte del Islam.

Lenguaje y significado, Titus


Burckhardt.

Este libro ensalza lo que forma la esencia del arte


islámico, ese espíritu que consigue agrupar determinadas
obras que configuran una de las tradiciones artísticas más
notables. La estructura del libro se divide en ocho
capítulos, en los cuales se van analizando los principios
del arte islámico (nacimiento del arte islámico, cuestión
de las imágenes, el espacio arquitectónico, la ciudad,
etc.).

El primer capítulo, “Prólogo: la Kaaba”, nos habla


sobre la Kaaba. Su dimensión espiritual corresponde al mito
o a la revelación. Su origen guarda relación con la
tradición de Abraham (el Corán dice que fue edificado por
él). De esta forma paso a convertirse en lugar de
peregrinación. Puesto que el significado de Kaaba es
“cubo”, se explica por qué fue destruida y reconstruida
guardando la misma forma, la de un cubo. Las cuatro
esquinas están orientadas hacia los puntos cardinales, que
representan los cuatro pilares angulares de la tradición
árabe.

En el segundo capítulo, titulado “El nacimiento del


arte islámico”, se nos habla del nacimiento del arte
islámico, comparándolo con e nacimiento del cristianismo.
También se describe la Cúpula de la Roca, una mezcla entre
arte bizantino e islámico. El autor nos expone tres razones
por las cuales un musulmán considera sagrado este edificio:
1- porque en la Cúpula de la Roca queda inmortalizada la
memoria de Abraham, que se desplazo al monte Moria para
sacrificar a su hijo; 2- porque el sanctasanctórum del
Templo de Salomón se había alzado en ese lugar; 3- porque
el Profeta ascendió al Cielo desde esta caverna.
De igual modo también se compara el plano litúrgico de una
iglesia y el de una mezquita. Se describe la Gran Mezquita
Omeya de Damasco, erigida por el califa al-Walid I entre el
706 y 715 d.C. Esta mezquita es la primera que traduce el
modelo de la antigua mezquita de Medina a escala
monumental.

El tercer capítulo, se trata el aniconismo y la


miniatura persa. El Islam no prohíbe las representaciones
pictóricas, por lo que es incorrecto hablar de iconoclasta.
En este sentido se debería hablar de una actitud musulmana
anicónica, alejada de las expresiones iconográficas. El
arte figurativo se puede integrar en su universo, siempre
que no sobrepase los limites, ya que según explica el autor
e debe proteger la dignidad primordial del hombre, cuya
forma fue creada a imagen y semejanza de Dios, no debe ser
apropiada por una obra de arte. Por otro lado, también se
habla de la miniatura persa, en la cual se ven vinculadas
la escritura y la imagen. La miniatura persa tiene como
característica principal no intentar reflejar el mundo
exterior tal como se percibe a través de los sentidos.

El cuarto capítulo, se analiza el papel del lenguaje y


la caligrafía. Por un lado se nos muestran las diferencias
entre la lengua árabe y el turco, además del arte islámico
y el arte persa. Este último se diferencia del anterior por
su “sentido de los grados jerárquicos”. Esto explica que la
arquitectura persa sea tan armónica. Por otra parte el
lenguaje esta muy presente en la vida del musulmán,
mediante fórmulas. De esta forma se nos explica que el arte
plástico del Islam es reflejo de la palabra del Corán.
También se nos habla de la caligrafía arábiga, la cual
combina el rigor geométrico con un ritmo armónico. Además,
ninguno de sus diferentes estilos ha caído en desuso. El
autor estudia los dos estilos de escritura que han
coexistido desde los primeros siglos del Islam: el Nasji y
el cúfico. Por otro lado, también se habla de otros temas
como: el arabesco, un adorno que imita formas de hojas,
frutos, flores,…aunque ya aparece en monumentos egipcios y
asirios; la alquimia de la luz, que utiliza tres medios
para desarrollar su practica: la geometría, el ritmo y la
luz. El artista musulmán transforma el material sirviéndose
de una vibración lumínica, de esta forma recubre las
superficies interiores con mosaicos y azulejos, buscando
alcanzar dicho fin.

En el quinto capítulo, titulado “Arte y liturgia”, el


autor habla de las funciones del arte sacro, que son dos:
propagar y proteger la belleza del rito. Además repasa las
principales posturas o actitudes de la oración: postura
erguida, inclinación y prosternación. Por otro lado se
describen dos estructuras presentes en toda mezquita, el
Mihrab y el Minbar. El Mihrab se caracteriza por ser una
pequeña hornacina localizada en el muro de la Qibla,
presentando el lugar simbólico hacia el que tienen que
dirigir las plegarias. El Minbar es el lugar donde el imán
realiza la oración.
En relación al primero, el autor dice que dada su forma de
nicho, es probable que estuviese inspirado en el ábside de
iglesias coptas y en nichos litúrgicos de sinagogas. Éste
suele encontrarse rodeado de inscripciones, las cuales
recuerdan la historia narrada en el Corán. El autor también
analiza cuantos escalones tenia el Minbar de Medina.
Además, Burckhardt trata las sepulturas y la gran cantidad
de mausoleos, que podría explicarse por la gran ambición de
los soberanos de perpetuar su nombre, el deseo de los
creyentes de honrar a los santos.
En el sexto capítulo titulado, el autor trata la
polarización del arte sedentario y el arte nómada. El arte
islámico se vio renovado debido a las aportaciones de los
nómadas, además de reunir en sí mismo la síntesis de las
dos actitudes humanas: la sedentaria y la nómada.
Burckhardt dice que esta dualidad evoca el símbolo chino
del 'ying-yang' porque lo ideal es vivir en estado de
equilibrio de ambos elementos humanos. Así pues, el hecho
mismo de que lo sedentario y lo nómada se fundan hace
difícil asignar a cada uno la parte de influencia que
ejerce sobre el arte.
El autor, por ejemplo, trata el arte de la alfombra,
característico del arte nómada, sobre todo la de nudos.
Pero ésta se adapta con el tiempo a la vida urbana
sufriendo una brusca transformación en su estilo, por lo
que existen diferentes escuelas. Así pues, encontramos este
arte en ambos pueblos. El arte nómada prefiere expresarse
mediante repeticiones simples o alternadas de motivos de
diseños análogos, mientras que el arte sedentario prefiere
enmarcar y señalar un espacio central a veces realzado por
un medallón.

En el séptimo capítulo, que se titula “Síntesis”, el


objeto del autor es mostrar ejemplos de todo lo que ha
tratado hasta este punto. No obstante, Burckhardt hace
mención a que el arte del Islam tiene una gran potencia
integradora aunque al mismo tiempo es de carácter estático.
Asimismo, al igual que este arte es integrador, también ha
conservado en múltiples obras aspectos similares. Esto le
ha supuesto al arte islámico ser victima del
“estancamiento”. Así, se presentan diversos monumentos del
arte islámico que engloban todo lo estudiado. Estos son la
mezquita de Kairouan, la gran mezquita de Córdoba, la
mezquita de Ibn Tulun en El Cairo, la mezquita del Sultán
Hasan en El Cairo, la mezquita de Shah de Isfahán y el Taj
Mahal.

En el último capítulo del libro el autor habla de la


ciudad islámica, puesto que considera que la planificación
urbana es por sí misma un arte. Burckhardt nos dice que en
la planificación de la ciudad podemos ver la doble
concepción del universo. Por ejemplo, la ciudad
cuadrangular es expresión de la vida sedentaria y la ciudad
circular de la nómada. Además se nos muestra la forma de
planificar la construcción de una ciudad. En este sentido,
se nos indica que lo primero a tener en cuenta es buscar
una localización que disponga de agua, seguido de la tarea
de garantizar la seguridad de los caminos de comunicación
con los centros urbanos, y por ultimo, fortificar la ciudad
y dotarla de edificios públicos como mezquitas, escuelas,…
Este libro muestra muchas de las características más
importantes del arte del Islam. No solo habla del arte,
también lo hace del significado escondido en cada una de
sus obras.

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