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La Primera Guerra Mundial afectó profundamente a la economía argentina, pues hizo que
declinara el flujo de capital, mano de obra y manufacturas antes proveniente de Europa. El
valor total de las importaciones argentinas disminuyó entre 40 y 50% respecto del nivel
anterior a 1914. (1) Esa declinación se debió a la reasignación de recursos en los países
europeos para la producción de equipamiento bélico y a las dificultades de transporte
producidas por la guerra. No todas las importaciones, sin embargo, declinaron de la misma
manera: maquinarias para la industria, equipo ferroviario y materiales para la construcción
fueron las más afectadas. La declinación de las importaciones favoreció a las industrias
argentinas que utilizaban materias primas nacionales, pero su expansión fue lenta debido a
la escasez de mano de obra, a la dificultad para importar maquinarias y a la suba de los
precios de los combustibles importados que suplían la mayor parte de la energía consumida
en la Argentina.
Las relaciones económicas anglo-argentinas se vieron especialmente afectadas por las
demandas impuestas a Gran Bretaña por el esfuerzo bélico. El Reino Unido había sido
hasta la guerra el principal proveedor de manufacturas de la Argentina, pero fue
reemplazado en tal posición por los Estados Unidos. En 1915 las exportaciones
norteamericanas a la Argentina casi se duplicaron respecto del año anterior mientras las
británicas cayeron cerca de un tercio, y un año más tarde, en 1916, las manufacturas
norteamericanas ocuparon la primera posición en las importaciones argentinas,
permaneciendo en ella hasta 1921 y desde 1925 hasta 1931. (2)
En cuanto al comercio de granos, puede decirse que la Primera Guerra Mundial afectó
negativamente ese rubro de la balanza comercial argentina debido, especialmente, a la
escasez de bodegas para el transporte ultramarino. El tonelaje total de buques extranjeros
que entraron y salieron de puertos argentinos cayó a casi la mitad entre 1913 y 1918.
Durante la guerra, las exportaciones argentinas de granos crecieron en valor, por el
aumento de la demanda europea, pero no en volumen, por la recurrencia de las malas
cosechas, principalmente de maíz, a causa de malas condiciones climáticas. Las
exportaciones de trigo sufrieron menos por ese motivo y en 1918 se vieron favorecidas
porque Rusia, como consecuencia de la revolución de fines del año anterior, dejó de
exportarlo. Aunque las exportaciones de granos se recuperaron gradualmente, sólo en 1918
su valor superó significativamente al de 1913. (3)
Las exportaciones de granos de la Argentina a Gran Bretaña fueron también afectadas de
otras maneras por la guerra. Desde el comienzo de ésta hasta 1916, dos aspectos de la
política cerealera británica tuvieron consecuencias negativas para la Argentina. Uno fue la
oposición al almacenamiento ilimitado de las existencias de granos que entorpeciese el
normal curso del comercio. El gobierno del Reino Unido se opuso al almacenamiento de las
existencias de granos cuando éste alcanzaba una extensión capaz de entorpecer el normal
curso del comercio. Los británicos no estaban dispuestos a dejar amontonar las existencias
de granos del Río de la Plata. (4) El segundo aspecto de la política cerealera británica
consistió en la concesión de preferencias a los dominios para el abastecimiento de cereales
a Gran Bretaña.
No obstante, en 1916 se llevó a cabo un intento de incrementar la importación de granos
de la Argentina, acordándose entre ambos gobiernos la formación de un sindicato privado
de bancos y empresas exportadoras de cereales supervisado por el gobierno inglés, que
tendría el monopolio de las ventas al Reino Unido. La Argentina vendería a crédito a Gran
A partir de marzo de 1916, el gobierno británico estableció listas negras para excluir a las
compañías cerealeras alemanas del mercado británico. La política tuvo éxito y las
compañías excluidas debieron buscar la manera de sobrevivir: Bunge y Born se dedicó al
abastecimiento del mercado interno y del mercado brasileño; Weil Hermanos suspendió sus
actividades y se dedicó a la compra de cédulas argentinas provenientes de accionistas en
Alemania, y Hardy y Mühlenkamp reemplazaron a su socio alemán por un socio belga,
Louis de Ridder. (6)
Obviamente, el gobierno británico no estaba solamente preocupado por lograr un
adecuado abastecimiento de cereales para Gran Bretaña, sino también por impedir que
Alemania lo obtuviera. Los embarques de granos argentinos a países neutrales, como
Holanda, Dinamarca y Suecia, cuya importancia había sido insignificante en los años
previos a 1914, creció notablemente durante la guerra debido a que estos países actuaban
como intermediarios de Alemania. Este rol de intermediación se vio facilitado por la
extensión de líneas de barcos de vapor entre la Argentina y los países escandinavos. (7)
Casi seguramente estos embarques tuvieron por último destino a Alemania. La principal
dificultad de limitar esas exportaciones consistió en que buena parte de los embarques se
hacían "a órdenes", sin declarar el destino final. (8) Gran Bretaña presionó al gobierno
argentino para evitar que la Argentina vendiera a países europeos neutrales granos que
terminarían en Alemania. La renovación de un préstamo de los bancos de Nueva York a la
Argentina y la aprobación de licencias de exportación de carbón, maquinaria agrícola y
otros productos norteamericanos a la Argentina se condicionaron a que ésta reservase sus
excedentes de granos para los aliados. Se calculaba que éstos demandarían 525 millones de
x  de trigo en 1918, de los que Canadá y Estados Unidos sólo suplirían 320 millones.
Las exportaciones argentinas de grano, por lo tanto, resultaban cruciales para los esfuerzos
de guerra de los aliados. (9)
La Argentina se negó a suspender las ventas de granos a los países neutrales, pero Gran
Bretaña también presionó a éstos para que redujeran sus compras. El Ejecutivo de Trigo
Inter-Aliado, que controlaba el abastecimiento a los aliados occidentales, asumió la
responsabilidad por las compras de Noruega, Suecia e Islandia, que fueron financiadas por
el Tesoro británico. Ante la virtual eliminación de mercados alternativos, al gobierno
argentino no le quedó otra opción que estrechar relaciones con Gran Bretaña y los aliados.
(10)
Respecto del comercio de carnes, se observa que las exportaciones argentinas de ese
producto también fueron afectadas por la guerra, aunque positivamente. Gran Bretaña
continuó como el principal importador de las carnes enfriadas y congeladas, mientras
Estados Unidos, rival de la Argentina como abastecedor del Reino Unido antes de la guerra,
desapareció del mercado del bovino congelado. Consecuentemente, entre 1914 y 1918, la
matanza para la exportación aumentó en más del doble. (11) Debido a la guerra, sin
embargo, se produjeron importantes cambios en la composición del comercio de carnes:
crecieron las exportaciones de carne congelada y en conserva, y cesaron las exportaciones
de carne enfriada.
Las dificultades del transporte marítimo hicieron imposible continuar con su exportación
a Gran Bretaña. En compensación, la exportación de carne congelada creció de 300.000
toneladas en 1914 a 500.000 toneladas en 1918, lo que en valores significó un salto de 37,5
millones de pesos oro a 154,5 millones. La exportación de carnes en conserva llegó a
200.000 toneladas en 1918, tres veces más que el promedio anual del quinquenio 1910-
1914. La exportación de carne de cordero congelada declinó debido a que la suba del precio
de la lana desalentó la matanza. También se registró una expansión de la demanda europea
de productos lácteos, tales como manteca y queso, cuya exportación alcanzó en 1919 un
total de 20.000 y 10.000 toneladas, respectivamente. (12)
Este aumento de la demanda externa de las carnes congeladas y envasadas argentinas en
plena coyuntura bélica generó una renovada vigencia de la especulación, pues muchos
ganaderos, procurando aprovechar la política liberal del gobierno, decidieron sacar
provecho del x de tiempos de guerra invirtiendo en ganado. Incluso, la gran matanza de
animales determinó proposiciones encaminadas a impedir el agotamiento del ganado. Tales
fueron los casos de la proposición efectuada por Gerónimo del Barco en Diputados en
septiembre de 1914 y vuelta a presentar en julio de 1916, y del proyecto de ley presentado
por el poder ejecutivo para autorizar la limitación de las exportaciones de ganado vacuno en
pie. Ninguno de estos intentos se concretó. (13)
Por otra parte, un efecto interesante del incremento de las exportaciones de carne
envasada y congelada durante estos años fue la supresión temporaria de la rivalidad latente
entre criadores e invernadores. La enorme demanda de estos rubros impuesta por la guerra
entre agosto de 1914 y mediados de 1916 generó un estado de euforia económica que
impidió los conflictos entre productores y frigoríficos y criadores e invernadores. (14)
Sin embargo, a partir de 1916, los productores ganaderos, y muy especialmente los de
ganado de calidad, comenzaron a sentir las consecuencias de la creciente demanda de carne
conservada y congelada y de la interrupción de las exportaciones de carne enfriada. Unos y
otros consideraban que los frigoríficos, dueños del circuito de comercialización de la carne,
no pagaban lo suficiente por su ganado. Por su parte, los consumidores se vieron
perjudicados por el aumento de las ventas de carne al exterior, ya que ésta provocó una
disminución del número de cabezas destinadas al mercado interno y un aumento del precio
de la carne, que pasó de 50 centavos por kilo en 1914 a 71 centavos en 1919. En
consecuencia, productores y consumidores vieron un enemigo común en los frigoríficos.
(15)
Es así que el comercio de carnes durante la Primera Guerra Mundial presentó similitudes
y diferencias con el comercio de granos.En ambos casos, los artículos resultaron vitales
para el esfuerzo de guerra de los aliados occidentales. En ambos casos, igualmente,
empresas británicas y no británicas se disputaron el control de la comercialización de la
producción argentina, aunque en el caso de los granos esa competencia fue con empresas
alemanas y en el de la carne con frigoríficos norteamericanos.
Tres rasgos, sin embargo, distinguieron al comercio de carne del de granos. En primer
lugar, los frigoríficos británicos en la Argentina, a diferencia de las empresas cerealeras,
eran poderosos. Durante la guerra, los frigoríficos demostraron su capacidad de controlar el
comercio de la carne, obteniendo enormes beneficios a expensas tanto de los consumidores
locales como de los productores de ganado de calidad superior. Los consumidores debieron
soportar el precio creciente y la escasez de la carne en el mercado interno, como
consecuencia del aumento de las exportaciones de carne envasada y congelada para las
tropas aliadas. Por su parte, los productores de ganado de calidad superior sintieron las
consecuencias de la interrupción de las exportaciones de carne enfriada y la expansión de la
demanda de carne conservada y congelada, pues no podían vender su ganado a los precios
habituales del M x
(16) El distanciamiento entre los productores ganaderos y los
frigoríficos comenzó a tomar forma a partir de mediados de 1916 hasta el fin de la guerra.


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