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Adolfo Gilly
1.
El cardenismo conformado en los años del presidente Lázaro Cárdenas es a la vez la
consolidación de la nueva forma de Estado surgida de la revolución mexicana; el
cierre de un ciclo de transformaciones sociales revolucionarias abierto en 1910; y el
momento constitutivo de un ideario, un programa y un imaginario nacionales,
2
que perduraría a lo largo del siglo XX como una parte esencial de la conciencia y de
los modos políticos de las sucesivas generaciones mexicanas.
2.
Diez años de revolución armada (1910-1920) condensaron en los hechos y en la
experiencia de los subalternos saberes y certidumbres sobre sus propias capacidades
de rebelarse, organizarse, ejercer el mando, dominar las artes de la guerra y vencer
las adversidades. El caballo y las armas, vedados a tantos de ellos en las sociedades de
Antiguo Régimen, fueron para muchos su primera conquista material en la
revolución. Era el ejercicio y la afirmación de la igualdad y de la individualidad o, en
otras palabras, de esa conquista inmaterial que es el respeto a cada uno como
condición de la convivencia entre todos.
Esta afirmación pasa necesariamente por un ciclo de violencia desde abajo que es
venganza de agravios antiguos y valoración de existencias y voluntades presentes. Esa
violencia está descrita en toda su elemental verdad inmediata en la gran novela de la
revolución, Los de abajo. En Morelos, antes de que los zapatistas llegaran a
formular su programa en el Plan de Ayala, antes mismo de que la revolución del sur
se llamara zapatista, desde que los pueblos del sur comenzaron a sublevarse en
febrero de 1911, las acciones de los insurrectos siguieron, sin acuerdo previo, un
patrón tan antiguo como las guerras campesinas: toma de pueblos, apertura de la
Este terror desde abajo, no planeado y sin límites previsibles, es la forma en que los
subalternos insurrectos, carentes todavía de palabras y de programa, se constituyen
como sujetos y afirman ante propios y extraños su existencia como cuerpo colectivo.
Es una violencia constitutiva de un nuevo “nosotros”, ese nosotros siempre negado
para ellos. Como lo muestran crónicas e historias, ese terror es también selectivo:
algunas haciendas y algunos personajes odiados pagan con la destrucción o con la
vida, otros se salvan porque la memoria de los de abajo conserva el recuerdo de un
trato diferente.
3.
El ciclo de los diez años de la revolución armada es así la historia de la conformación
de un nuevo sujeto subalterno con el cual deberán tratar los gobernantes que salgan
de esa revolución, como parte de la gran reconfiguración por la violencia de la
comunidad estatal nacional. Ambos sujetos, gobernantes y subalternos, heredan
formas históricas de mando y obediencia, pero al mismo tiempo se determinan entre
si y se moldean los unos a los otros y dan contenidos nuevos a aquellas formas
heredadas.
La ocupación de la ciudad de México, sede inmemorial del poder, por los ejércitos
campesinos de Villa y de Zapata, es un momento culminante de esa formación de
subjetividades, como lo son también la destrucción del Ejército Federal por la
División del Norte en la batalla de Zacatecas; la organización del gobierno autónomo
zapatista en el sur; y la existencia en 1915 de al menos tres gobiernos simultáneos: el
de Morelos, el de Chihuahua y el de Veracruz, con sus respectivas administraciones y
legalidades.
4.
2Felipe Arturo Ávila Espinosa, Los orígenes del zapatismo, El Colegio de México/UNAM,
México, 2001.
4
5.
Las leyes de enero de 1915 en Veracruz y su secuela, la Constitución de 1917, son el
conjunto de normas jurídicas formales en que la nueva élite dirigente surgida de la
revolución llega a ponerse de acuerdo para afirmar su propio gobierno y para dar
sustento legal a una nueva hegemonía y a una nueva relación de mando y obediencia
con esos subalternos trasformados por la revolución. Esa juridicidad,
particularmente en algunos de sus artículos clave: el 3º (educación), el 27 (tierra y
subsuelo), el 115 (municipios), el 123 (trabajo), el 130 (Iglesia católica), encierra las
promesas y marca los límites de la nueva forma de comunidad estatal que se trata de
consolidar y cristalizar desde 1920 en adelante, en el período de la “reconstrucción”.
6.
En las turbulencias mexicanas de los años 20 se materializa y se dirime ese terreno de
5
Los años 20 son los de las intrigas, las rebeliones y las depuraciones entre los
militares, las huelgas broncas (desde los tranviarios de 1921 y los petroleros de 1925
hasta los ferrocarrileros de 1926) y las guerrillas agraristas y sus caudillos, desde San
Luis Potosí hasta Veracruz. Son los días de la incertidumbre en las relaciones con
Estados Unidos y el estatuto legal del subsuelo nacional. Son los tiempos de la guerra
cristera y de la definición, violenta también, de las relaciones cuadrangulares entre el
Estado, la Iglesia católica, el Vaticano y el catolicismo agrario mexicano, conflictos
mucho más determinantes de cuanto se reconoce para lo que vendría en los años 30.
Son los de los planes educativos de Vasconcelos primero y Moisés Sáenz después, los
días de los muralistas, los Contemporáneos y la bohemia intelectual de la posguerra y
la posrevolución. Son también, como tantas veces se ha dicho, los años de la creación
de las instituciones administrativas, bancarias, educativas, militares, partidarias,
sindicales. Son, en definitiva, los años de la reconstrucción de un andamiaje estatal
que recibe en la diplomacia, las finanzas, las comunicaciones, las relaciones con el
aparato productivo, una herencia y una experiencia no siempre reconocidas
provenientes de las desplazadas clases dirigentes del Antiguo Régimen porfiriano y
de su idea de nación. Es el turbulento período que los jefes sonorenses llamaron de la
reconstrucción.
7.
William Roseberry, en su ensayo sobre “Hegemonía y lenguaje contencioso”,3 estudia
3 William Roseberry, “Hegemony and the Language of Contention”, en Gilbert M. Joseph and
6
En ese proceso de formación, escribe Roseberry, “Gramsci no supone que los grupos
subalternos están capturados o inmovilizados por una especie de consenso
ideológico” Por el contrario,
De este tipo es el marco que se configura entre 1910 y 1934 y se consolida y cristaliza
como forma específica de la hegemonía en México en los días del presidente Lázaro
Cárdenas.
8.
La historiografía oficial posrevolucionaria, concebida en tanto historia de las élites
Daniel Nugent (eds.), Everyday Forms of State Formation – Revolution and the Negotiation of
Rule in Modern Mexico, Duke University Press, Durham, 1994, ps. 355-366 (próxima edición
en español, Ediciones Era, México, 2002).
7
Lo que no puede hacer, sin embargo, una escritura histórica de este tipo es
explicarnos el nacionalismo indio, ya que no reconoce, y menos interpreta, la
contribución del pueblo por si mismo, es decir, independientemente de
la élite, a la formación y desarrollo de ese nacionalismo. […] Lo que queda
claramente fuera de esta historiografía ahistórica es la política del pueblo.
4 Ranahit Guha, “On Some Aspects of the Historiography of Colonial India”, en Ranahit Guha
(ed.), Subaltern Studies I. Writings on South Asian History and Society, Oxford University
Press, Delhi, 1996. (Citado de la edición en castellano, Silvia Rivera y Rossana Barragán
(comps.), Debates post-coloniales, Historias, Cochabamba, 1997, ps. 25-32).
8
la lucha”.
Pero, aún dentro de ese marco, aquella dimensión autónoma persiste como “discurso
oculto”5 de los subalternos, como formas en apariencia no políticas de su actividad y
su socialidad cotidianas, como un astro oscuro cuya presencia determina muchos
movimientos, reacciones, cautelas o representaciones de las élites dirigentes, las más
de las veces sin que ellas mismas alcancen a registrarlo en su conciencia.
Si las clases gobernantes, por error de cálculo o necesidad, llegan a romper aquellos
marcos, es decir, a violar sistemáticamente las normas flexibles pero precisas de su
propia hegemonía, ese astro oscuro se sale de órbita y sus movimientos en tal caso
son violentos. Es lo que sucedió en México entre 1910 y 1911 y lo que pudo haberse
repetido, bajo otra forma, sin las reformas cardenistas de la segunda mitad de los
años 30.
9.
Recapitulemos. Varios procesos complejos contienden entre sí y confluyen en las
reformas sociales e institucionales:
10.
Sobre esta construcción de contenciosos nacionales y sociales, instituciones estatales
y relaciones entre gobierno y población, se insertan, se nutren y se explican las dos
grandes reformas de fondo del período: el reparto agrario (1936) y la expropiación
petrolera (1938). Es una visión diferente de aquella de los jefes sonorenses (en
especial de Calles), más profunda en las estructuras y más visionaria en los tiempos
del pasado y del futuro. Es una diversa construcción de hegemonía, mucho más
sensible a la presencia y la gravitación del astro oscuro: la existencia autónoma de los
subalternos y de su política propia, llámense éstos agraristas, sindicalistas, cristeros,
yaquis o sin nombre.
El reparto agrario y sus formas específicas de tenencia de la tierra, el ejido ante todo,
fueron la respuesta a la justicia y a la guerra. No iba a haber paz sin la tierra: era la
realización de la frase de Romain Rolland: “por la revolución, la paz”, hecha título en
1931 en el libro clásico de Frank Tannenbaum, Peace by Revolution. Esa
respuesta venía desde el centro de gravedad agrario e indígena de México, no de la
modernidad de la agricultura sonorense: desde los pueblos del centro y del sur, las
comunidades indígenas y las guerras indias hasta las colonias militares del norte.
11.
Sin embargo, el cardenismo es algo más que la culminación de la revolución
mexicana en una nueva hegemonía y una nueva forma de Estado. Es también, y sobre
todo, un ideario y un imaginario del común de los mexicanos pobres y no tan pobres,
una cierta visión imaginada del país, la sociedad y la comunidad nacional, una visión
más apegada a la experiencia vivida por las generaciones sucesivas que a los
programas políticos escritos y formalizados. El pueblo cardenista, cuyos contornos no
están trazados en ninguna parte, podría hacer suya para México la frase inigualable
con que el general Charles de Gaulle inicia sus Memorias de guerra: “Toute ma
vie, je me suis fait une certaine idée de la France” (“Toda mi vida, he tenido una
cierta idea de Francia”). Nosotros, toda nuestra vida hemos tenido una cierta idea de
México, podría decir ese pueblo cardenista.
Entre 1940 y 1970, en sus actos políticos y en sus incesantes recorridos y obras por el
territorio nacional, el general fue custodio de esa herencia, desde el apoyo a la
revolución guatemalteca en 1954, la protección a la expedición de Fidel Castro en
1956, el apoyo a la revolución cubana en 1959 y en Playa Girón en 1961, el Tribunal
Russell contra los crímenes de guerra en Vietnam, la formación de la Central
6 Jan Rus, “La Comunidad Revolucionaria Institucional: La subversión del gobierno indígena
en Los Altos de Chiapas, 1936-1968, en Juan Pedro Viqueira y Mario Humberto Ruz (eds.),
Chiapas – Los rumbos de otra historia, Instituto de Investigaciones Filológicas, UNAM,
México, 1995, ps. 251-277.
7 Desde su exilio en México, Trotsky predijo con nitidez esta tendencia a partir de su análisis
del caso mexicano. Ver León Trotsky, Escritos varios, Editorial Cultura Obrera, México, 1973,
ps. 81-95.
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Tuvo aún el general Cárdenas tiempo, ánimo y presencia para condensar por escrito
esa herencia en las ideas y propuestas de su último Mensaje a la nación, escrito en
agosto-septiembre de 1970, en las vísperas de su muerte, que su hijo leyó en el acto
en su homenaje un año después, en octubre de 1971.
Como ideario materializado en los hechos de un tiempo que se fue volviendo mítico
en la memoria, el cardenismo disputó la hegemonía en la imaginación y la mente del
pueblo mexicano al lombardismo, el priismo, el comunismo, el sinarquismo y otras
corrientes de ideas, y terminó por consolidarse como la principal expresión,
arraigada en la historia, de lo que en México se denomina izquierda. No debiera ser
motivo de asombro el que esta forma de existencia real de una izquierda nacional en
este país tenga su origen, precisamente, en su propia gran revolución del siglo XX.
Aquella política autónoma de los subalternos, mucho más actuada que escrita, en los
ejidos, en las huelgas, en los barrios, en los maestros rurales, en los pueblos, en los
trabajos y las escuelas, en las fiestas, las desdichas y las emergencias, es todavía el
gran territorio muchas de cuyas imperceptibles huellas quedan por rastrear en los
tiempos del presidente Cárdenas y en los que después vinieron. Así podremos
explicarnos la presencia, la nostalgia y la persistencia del cardenismo en la política de
los de abajo, y dilucidar, hasta donde sea posible, sus múltiples significados y sus
periódicas reapariciones pasadas, recientes y futuras.
Epílogo
Una cierta idea de México… Para describirla, voy a dar voz aquí a cuatro de las cartas
que campesinos de diversas regiones de México le enviaron al hijo del general
durante la campaña electoral de 1988,8 cuando para sorpresa de casi todos Lázaro
8 Adolfo Gilly (coord.), Cartas a Cuauhtémoc Cárdenas, Ediciones Era, México, 1989, ps. 50-
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51.