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Los RC existen desde hace casi dos décadas: son espesos batidos
hipocalóricos basados en proteína de soja, libres de grasas animales,
acompañados de mucha fibra de cadena larga, fortificados con vitaminas y
minerales. Por ser de altísima ósmosis y tenor proteico, atrapan agua, se
"estacionan" largamente en el estómago y así producen saciedad
prolongada.
Los nutricionistas siempre las han mirado de reojo porque, aunque los RC
son comida, se los percibe como una forma de automedicación y, además,
porque en la profesión hoy adscriben masivamente a las dietas de baja
artificialidad, como la llamada "neolítica" (frutas, verduras, carne).
Pero tal vez haya que reconsiderar aquella futurología, porque hoy es
imposible pagar los costos emergentes de la pandemia de obesidad que
castiga al mundo.
Como cazadores recolectores y luego como campesinos, llevamos más de
50.000 años gastando cantidades pavorosas de energía para recolectar,
correr o cultivar nuestro almuerzo. Siempre hemos sido una especie con
mayoría de flacos y desarrollamos un metabolismo experto en acumular
grasa para capear las hambrunas.
Pero desde fines del siglo XIX, ese virtuosismo lipídico nos juega en contra:
las máquinas, los fertilizantes y la agroindustria abarataron de modo
imparable el acceso a la comida más energética para masas cada vez
mayores y más sedentarias.
El resultado es un boom de complicaciones de la obesidad: síndrome
metabólico, enfermedad coronaria, diabetes, diversos tipos de cáncer. Y un
combate contra todo esto que viene siendo, en términos epidemiológicos,
una historia de fracasos.
Hipócrates, 400 años antes de nuestra era, dijo: "Deja que la comida sea tu
medicina y la medicina tu comida...". Este es un raro momento de la historia
de la especie: debido a su estrepitosa sobreoferta y pésima calidad, la
comida se ha vuelto un riesgo. A la hora de decidir políticas alimentarias
alternativas en una sociedad tan fabril y febril, quizás haya que resucitar
aquella vetusta futurología de los 60 y rescatar la idea del fast food
ultrasano de Flash Gordon.
Los precursores de esa ola son los RC combinados con mucha proteína, el
doble de la de una dieta hipocalórica común. Y funcionan.