Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
Baraka Ubuntú
1020722692
Ensayo Breve
2
Suficiente el gesto,
la transparencia que invita.
Un corazón abriendo brechas.”
Edelma Zapata Pérez Edelmira Massa Zapata, Yemayá.
En la Candelaria, barrio histórico de Bogotá, se encuentra una vieja casona que hoy día se
conoce con el nombre de “el Palenque de Delia”. En la antigua casa de la danzadora, sede del
grupo Danzas Tradicionales Colombianas Delia Zapata Olivella, se creó la Fundación
Palenque que promueve la cultura afrocolombiana. El Palenque también ha funcionado como
escenario, centro de investigación, sala de exposición artística, espacio para fiestas y escuela
de música, danza y teatro. El Palenque de Delia, que hoy día también funciona como un
homenaje de su hija Edelmira (directora del grupo y de la casa) a su fundadora, contiene
algunas obras artísticas sobre las religiones de la diáspora africana, particularmente las
dedicadas a los Orichas, de los cuales la danzadora afrocolombiana era devota.
Delia es hija de Yemayá; vital, maternal y bailadora, se interesó constantemente en
rescatar las raíces africanas del folclor colombiano. Así mismo, su hija Edelmira abrigaría esta
herencia que renovó al acompañar a su madre en viajes por África y por diversos países del
Caribe. En sus pinturas se encuentra la presencia de dioses africanos, referencias a la
3
En lo cierto estuvo Delia cuando dijo a una periodista que era escultora
de la danza. Agreguemos que también supo modelar en su hija Edelmira
su propia imagen. Bailarina y pintora ya en el vientre le acompañaba en
sus sueños. Bailó en los escenarios antes de nacer y ya en vida aprendió
el ritmo de los tambores antes de caminar. (…) La historia prosigue…
Desde el mismo día en que falleciera su madre, Edelmira debió
organizar y bailar el lumbalú en el cual se veló a Delia al son de los
tambores, cantos y plegarias de sus alumnos, ayudándole al reencuentro
con sus antepasados amerindios, iberos y africanos. Un día después,
trasplantado el funeral a orillas del mar de Cartagena de Indias, como
fueron sus deseos, se diluían sus cenizas en las olas que le habían
enseñado a bailar en ese otro mar de la vida. En este Manual sobre
danzas de la Costa Atlántica y Caribeñas de nuestro país se recogen
muchos años de investigaciones realizadas por Delia y Edelmira en más
de medio siglo de incesante búsqueda de las huellas de los ancestros
amerindio, hispano y africano. (ZAPATA, MASSA, 2003, p. 11)
Delia y Edelmira
Miedos ancestrales.
¡Os convoco:
Tótems,
Dioses,
al mundo visible e invisible!
liberen a la comunidad, establecen una relación cercana entre los versos y los cuadros citados
anteriormente. Edelmira ha trabajado constantemente los elementos poetizados por Edelma en
Miedos ancestrales, particularmente en una obra reciente montada por el grupo de Danzas
Tradicionales Colombianas Delia Zapata Olivella. En esta obra, se encuentra la invocación a
las raíces culturales, para concluir con una afirmación libertaria de la identidad americana.
Como en el poema, en la obra Memorias ancestrales (cuya duración es de una hora y quince
minutos) se encuentra una perspectiva actual sobre las tradiciones y las herencias de los
antepasados en Colombia.
Para plantear la relación entre las herederas de los Zapata Olivella, es necesario volver a
la concepción de legados artísticos y culturales. De forma similar a Edelma Zapata (quien es
una fuerte defensora de la obra de su padre), Edelmira también ha escrito numerosos textos
sobre su madre y sobre el arte afrocolombiano, como el Manual de danzas folclóricas de la
costa Atlántica de Colombia (en donde recopila las investigaciones que realizó con Delia y las
publica con sus dibujos, su dirección y su diseño), junto a su hijo, Ihan Betancourt Massa (un
músico afrocolombiano importante que vive actualmente en Nueva York, donde formó grupos
de música tradicional colombiana y realiza estudios avanzados de danza congolesa, música de
la diáspora yoruba en América y una maestría en educación). En el principio de este Manual
de danzas, después del texto introductorio de Manuel Zapata citado anteriormente, Edelmira
expresa su agradecimiento al legado familiar:
De “El Viejo” Zapata, como llamamos cariñosamente a mi abuelo, aprendí las diferentes
lecturas marcadas con los cambios de la naturaleza, el tiempo, el viento, el vuelo de las aves y
los insectos, los signos en los libros para explorar su amplia biblioteca y cómo, todo en el
mundo, tiene una lectura. Con Manuel, mi tío, y Delia, mi madre, aprendí la aventura que
significa conocer el maravilloso mundo que es nuestra tierra. Tan variada en su geografía como
en las gentes que la habitan, así como en sus climas e ingredientes de nuestro mestizaje,
traducidos en diferentes comportamientos, costumbres, alimentos, vestimentas, refranes,
tradiciones religiosas, cuentos, leyendas, cantos, músicas, danzas… Los contrastes entre el cielo
límpido sobre el mar y las imponentes montañas que se elevan hasta el cielo. (…) Y Delia
Zapata, más que mi madre, ese ser maravillosos que hacía que todos los lugares confluyeran en
uno solo, donde no existían el tiempo ni el espacio, donde explotaban miríadas de luces de
colores, que me hacían sentir la presencia de Dios. Con este arrobo quiero permanecer en la
contemplación de ese ser mágico. (ZAPATA, MASSA, 2003, p. 11)
Zapata. Al igual que en Memorias ancestrales (la obra interdisciplinaria montada por
Edelmira y el grupo de danzas de Delia), en el pensamiento de todos los Zapata Olivella se
encuentran tres grandes raíces que conviven en el mestizaje americano: la indígena, la
africana y la hispana. Los elementos más importantes que destacan tanto los hermanos como
sus hijas, en conceptos como trietnicidad (Delia y Manuel), mestizaje (Edelmira) o
afroindomulata (Edelma), son las trascendencias culturales de las distintas etnias que
conforman una confluencia tensa, compleja e incluso complementaria. Edelma Zapata en su
texto Toma de conciencia de una escritora afroindomulata: en la sociedad multiétnica
colombiana, explica no sólo las experiencias vitales que conllevaron a su posición artística,
étnica y cultural, sino también desarrolla su propia visión de la convergencia sanguínea del
mestizaje americano. Ella misma se considera afroindomulata, retomando la concepción
indomulata de Artel pero enfatizando en el componente africano. El mulato, como hijo de
negro y blanco, ya contiene en sí el elemento negro que es aunado al indígena. Sin embargo,
Edelma lo enfatiza para afirmar sus legados artísticos y culturales afrocolombianos (sin contar
con todo el contexto que el vocablo afro remite). En este texto, junto al posicionamiento
étnico y cultural, se encuentra una toma de posición estética frente a la literatura colombiana:
Eleguá, Dios abridor de caminos protege mis pasos (…) La poesía afrocolombiana me llevó a
conocer los escritores más destacados de la negritud en Colombia: Jorge Artel, evocador de
bogas adolescentes, gaitas y tambores; Helcías Martán Góngora, navegante de litorales
perdidos; el momposino Candelario Obeso, despertar de la libertad; Arnoldo Palacios, minero
de aluviones ensangrentados; Manuel Zapata Olivella, más cerca en su relato novelesco que en
su geografía física; Rogerio Velásquez, explorador del afrocolombiano bajo la injusticia social.
Mis versos de la adolescencia fueron un alarido hacia afuera que no encontraba eco en la obra
de los poetas afrocolombianos, más preocupados de cantarle a los atributos físicos y amorosos
de la mujer que a la espiritualidad. Me preocupaba que esta expresión poética estuviera escrita
sólo por hombres en una sociedad que nos oprime y margina. Mi escarceo poético se caracterizó
por ser un grito del despertar de mi conciencia. El fluir de este río fue lento y tortuoso a lo largo
de angustiosos años. La violencia que caracterizó la literatura colombiana de las décadas
anteriores, un pasado aparentemente olvidado, revivió el fuego de las pasiones y conflictos
sociales y políticos. Con otro nombre pero con los mismos odios y rencores apareció el rostro de
la muerte. (…) Mis poemas de hoy son la voz interior que me habla del hombre, de sus
soledades, de su deshumanización, luz y oscuridad. Mi verso es esa pequeña brasa que
mantengo encendida por sobre el devenir de los tiempos, un canto danza cósmica en la
búsqueda mágica de la palabra, la entrega, mi piel humedecida por todos los mares; mi sangre,
la profundidad del viento que pasó y fecundó mi vientre; mi nombre; el amuleto mágico de mis
abuelos. (ZAPATA, Edelma, 1996, p. 181-4)
En esta declaración del nacimiento de su voz poética, Edelma también asume un “entre-lugar”
(no en vano la mención de Eleguá, otro nombre para Exú Elegbara, el dios africano de las
encrucijadas elegido por Leda Martins para describir la “ginga”, la metamorfosis y el “entre-
lugar” del Teatro Negro) frente a la literatura afrocolombiana escrita por hombres que tienen
9
diferentes registros y preocupaciones. Edelma Zapata Pérez, hija de Manuel Zapata Olivella,
es poetisa y escritora con fuertes compromisos étnicos y sociales, al mismo tiempo que lucha
y participa activamente por el reconocimiento de la obra de su padre. Nació en La Paz, César
(al norte de Colombia), en 1958; estudió antropología, literatura y lingüística, en lugares
como la Universidad Autónoma de Barcelona y la Universidad Nacional de Colombia. Ha
publicado el libro de poesía Ritual con mi sombra (1999) y varios poemas en revistas
importantes. También tiene dos libros inéditos: La otra cara de la Luna y Rumores de
melancolía. Edelma es reconocida como una de las poetisas afrocolombianas más destacadas,
por la importancia de la música caribeña, de la mujer, del dolor, de la identidad colombiana y
de la diáspora africana en su poesía. Con un profundo sentido del ritmo, aunado a la
sensibilidad femenina y desgarrada, la poesía de Edelma surge como una catarsis que afirma
su tradición familiar/ancestral y su renovación como poetisa. Desde los catorce años, ha
padecido una artritis reumatoide que la ha llevado a estados extremos de inmovilidad y dolor.
Esta condición, re-significada en su obra poética, ha forjado una nueva visión de la tragedia,
el dolor y la libertad. Junto a la riqueza musical de su poesía, que se encuentra en el ritmo, los
pies y la danza de sus imágenes otorgadas por su conocimiento de la música caribeña, se
encuentran los “Rumores de melancolía”.
La constante afirmación melancólica del dolor se encuentra en poemas como Viento
salino, Frida y Canción de esperanza. La poesía, como una ventana abierta que redime el
dolor con la catarsis de la palabra, es la que hace posible la afirmación de una voz poética
propia. La escritura doliente y espiritual de Edelma, desde su apropiación de la cultura afro y
de la poesía colombiana, plantea una nueva voz poética que es femenina, desgarrada,
afirmativa y vital. Las particularidades de Edelma como poetisa afrocolombiana se encuentran
en su toma de posición individual pero a la vez humana (es decir, en auto-representarse como
escritora afroindomulata a partir de su experiencia y sensibilidad, más que en buscar la
representación de la raza negra, pero apelando a una unidad cósmica); en su profunda
espiritualidad que renueva los referentes míticos y poéticos, afirmando una visión íntima de la
tradición religiosa africana en versos que trascienden una concepción inicial de poesía
afrocolombiana; en el desgarramiento de su enfermedad y su dolor como descendiente de
etnias marginadas; en la búsqueda de una voz poética auténtica que transmita el legado
artístico y cultural de sus ancestros, junto a su danza cósmica, su lucha por la libertad, su
afirmación étnica y telúrica, su sangre y su palabra mágica.
10
Edelmira, como Edelma, forja una nueva forma de representación de lo negro al no retratar
directamente personajes con la piel oscura, ni elementos característicos, si no desde una
apropiación personal y estética de la tradición afroamericana. Además, ambas artistas
contienen, primero, el legado y la sangre de la diáspora africana; segundo, asumen un
compromiso claro con las etnias marginadas; tercero, realizan búsquedas estéticas desde lo
negro no cómo excusa artística sino como universo poético. Directamente relacionadas con el
pasado familiar y ancestral, pero desde una óptica propia, Edelma y Edelmira asumen una
posición importante frente a la tradición afro en Colombia, al mismo tiempo que continúan
los legados de sus antepasados. En este “entre-lugar” de la literatura colombiana se inscribe
Edelma Zapata, como lo hace Edelmira frente a la representación del negro en la pintura
colombiana del siglo XX, acercándose a posiciones propuestas por Jerome Branche en su
texto Malungaje: hacia una poética de la diáspora africana. Particularmente, es relevante
destacar la concepción “malungaje” en su connotación de hermanos de tragedia (para la
poesía de Edelma) y como imaginario discursivo de la diáspora (para la pintura de Edelmira).
En su texto publicado por el Ministerio de Cultura colombiano, Branche retoma la
imagen/concepto del “sankofa” que es particularmente significativa en relación a las
descendientes de los Zapata Olivella. “Sankofa” significa, en la lengua akan de Ghana, volver
11
(“sanko”) y tomar (“fa”); más allá y por extensión, alude a que es necesario regresar a las
raíces para ir hacia adelante con los mejores elementos posibles para desarrollar la
potencialidad. “Sankofa” también implica que es posible la recuperación y la revitalización
por medio de un doble movimiento que se encarna en la imagen poética de un pájaro (capaz
de volar) mirando hacia atrás (el pasado) con un huevo sostenido en su boca (el futuro que se
gesta). Branche, retomando estos conceptos, plantea la posibilidad de lograr la recuperación
multidimensional del pasado por parte de la diáspora africana: “En efecto, es a través de un
saludable involucramiento con el pasado, como parte de una formidable tarea teórica de la
diáspora como recuperación, que una discursividad poética y analítica con “potencial
orientador de la acción” (Henry, 2000, 104) podría ser producida.” (Branche, p. 12) En este
sentido, tanto Edelma como Edelmira pueden ser estudiadas a partir de esta imagen del pájaro
“Sankofa”, es decir, como artistas con estéticas propias que se recuperan de los legados
artísticos y culturales de sus ancestros para renovarlos en obras auténticas. Al contemplar esta
metáfora, es importante recordar las últimas palabras de Edelma en Toma de conciencia…,
“Compartamos lo que escribiera hace más de tres mil años un antiguo literato del áfrica
profunda: ¡Pensar que no puedo decir nada nuevo / que nuestros antepasados no hayan
dicho!..” (ZAPATA, Edelma, 1996, p. 181-4).
Al mismo tiempo que afirma el pasado y su reinvención poética con obras artísticas y
culturales, como heredera viva que sigue luchando por las trascendencias de los Zapata
Olivella, Edelma Zapata Pérez ha desarrollado una labor importante en la Fundación
Colombiana de Investigaciones Folclóricas Manuel Zapata Olivella, creada en honor a su
padre. La conciencia del legado familiar y ancestral, forja un diálogo constante entre estas dos
artistas afrocolombianas y sus progenitores. Como herederas vivas y protectoras del legado
artístico-cultural, también alcanzan una expresión propia en la danza, el teatro, la pintura y la
literatura. A partir de la apropiación de las mitologías africanas y la reinvención en un
sincretismo artístico, forjando un vínculo entre pintura y danza con profundas heredades
espirituales; y de una poética trágica, afirmadora del dolor y la cultura, transmutando la
experiencia vital en la palabra totalizadora del poema, logran consolidar sus estéticas propias.
Es importante destacar que a pesar de sus fuertes raíces afroindomulatas, ambas artistas
(como lo hicieron sus progenitores) afirman la totalidad universal del Muntu, el ser humano
unido al cosmos, la divinidad y los muertos. De esta forma, frente a la representación
particularista y marginadora, ambas artistas proponen una apropiación de las tradiciones
afrocolombianas para alcanzar una trascendencia humana en nociones como libertad,
12
Somos raíz
De regreso,
una nación abre el camino.
Al amanecer arrastrará la oscuridad.
Vendrán los besos que perduren en ella.
(ZAPATA, EDELMA, 2010, p. 246)
Tierra
Bibliografía
Martins, Leda. Negro que te quiero negro. Sao Paulo: Perspectiva, 1995.
Massa Zapata, Edelmira. Yemayá (2000, acrílico sobre tela, 124,7 x 94,5 cm); Changó
–San Expedito (1996, acrílico sobre tela, 175 x 69,7 cm) y El árbol de los antepasados (2006,
óleo sobre tela, 148,2 x 98,5 cm). Biblioteca virtual de la Luis Ángel Arango. Todos los
cuadros pertenecen a la colección de la artista en Bogotá. Web:
http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/todaslasartes/viaje/viaje6.htm
Zapata Olivella, Delia; Massa Zapata, Edelmira y Betancourt, Ihan. Manual de danzas
folclóricas de la costa Atlántica de Colombia. Bogotá: Camacho Sánchez e hijos, 2003.