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Buenas tardes,

Tengo mucho gusto en presentar a Ustedes el libro Actores, Escenarios y Práctica Social
en la Independencia de México. Testimonios desde Jalisco. El libro se terminó de
imprimir en octubre del año pasado en los talleres gráficos de Amateditorial, aquí en
Guadalajara.

El libro contiene nueve trabajos pertenecientes, la mayoría, a miembros del Cuerpo


Académico Memoria y Cultura en el Occidente de México. De los nueve trabajos cinco
fueron escritos por el doctor Hugo Torres Salazar: uno sobre los orígenes del concepto de
nación mexicana a partir del análisis de varios documentos y proclamas de los
insurgentes en la época de la Independencia; otro sobre don Miguel Hidalgo, otro sobre el
cura José María Mercado, uno más sobre Agustín de Iturbide y, para cerrar el conjunto,
uno sobre la vida de los arrieros a principios del siglo XIX en México.

Los otros autores, y sus respectivos trabajos son, “Testimonios de una parroquia durante
la revolución armada 1810-1817. Cura José Remigio Sánchez de Porres” de Ivette Ortiz
Minique, Dora Meléndez Vizcarra y Lorena Meléndez Vizcarra; Ortencia Viveros Ríos y
Juan Francisco Guzmán Ramos escribieron sobre el doctor Francisco Araujo y su esposa;
Jaime Horta Rojas y Gaby Ruiz nos presentan un interesante trabajo sobre “Anacleto
Herrera, un galeno sedicioso y perturbador de la paz pública”; y finalmente, Diego
Ramos Koprivitza aporta un trabajo sobre Mezcala y su voluntad de resistencia a través
del tiempo.

El conjunto de trabajos, haciendo honor al título del libro, conforma un cuadro que
efectivamente nos muestra a varios personajes, los contextos en los que actuaron y las

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diversas maneras en que lo hicieron. Todo esto en el complejo ‘ambiente’ social de la
Independencia de México.

Ahora bien, lo primero que yo quisiera comentar es mi ignorancia casi absoluta sobre el
tema de la Independencia de México. De hecho, la lectura de este libro y la obligada
búsqueda que realicé sobre el contexto histórico más amplio, me remontaron a mis clases
de Historia de México tanto en mis años de secundaria como de preparatoria. Y, ya se
sabe, uno de joven va a la escuela, pero eso de aprender es otro asunto muy diferente.

Así que para esta presentación, me voy a amparar en la sentencia latina que dice

"Cognita sunt in cognoscente secundum modum cognoscentis"

“Las cosas están en el que conoce según el modo de ser del que conoce” 1.

Por tanto, voy a ofrecer mis comentarios según mi modo (limitaciones) de entender los
textos que integran el libro. Pero no ha de culparse al doctor Hugo Torres por mis
equivocaciones y desvaríos porque aún sabiendo de mis pocas luces en el tema, insistió
en que le gustaría que fuese amigo quien viniera a presentar el libro a Ustedes. Y ya se
sabe que la nobleza obliga y aún más entre amigos.

Tratando de ubicarme en la relación entre actores, escenarios y práctica social, recordé


una referencia a esta articulación en el excelente autor francés Michel de Certeau. En su
libro La invención de la vida cotidiana, se refiere al rol del individuo en la explicación de
los hechos sociales. Señala que la relación entre individuo y grupos es ‘siempre social’ y
que es ésta (la relación) la que determina sus términos”; también señala que “…cada

1
Por cierto que esto de citar frases latinas es ahora, con la existencia de Internet, muy fácil. Basta con hacer una
búsqueda con las palabras clave ‘sentencias latinas’ y aparecen varias opciones en fracciones de segundos.

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individualidad es el lugar donde se mueve una pluralidad incoherente (y a menudo
contradictoria) de sus determinaciones relacionales.” (p. XLI).

Apunto esto porque no deja de presentarse la tentación de atribuir a los rasgos de


personalidad de un protagonista de la historia, la determinación de las características de
un momento histórico. Mas bien se trata de una articulación compleja entre individuo y
acontecimientos; y en la dimensión del individuo entran en juego -no podría ser de otra
manera- sus cualidades personales o los rasgos más notables de su personalidad.

Muchos fueron los párrocos que durante el inicio de la guerra de independencia vivían la
experiencia cotidiana de las pésimas condiciones en que vivían los indios y las castas; de
las injusticias sociales; de los excesos de la dominación española, y sin embargo sólo
algunos tomaron la decisión de sumarse a la insurgencia, como fue el caso del Cura de
Ahualulco, el padre José María Mercado. Desde los primeros días del movimiento y aún
antes, durante la conspiración de Valladolid en 1809, los insurgentes nombraban
comisionados en otras poblaciones con el fin de extender el movimiento.

Ahora resulta obvio que el éxito de la campaña militar insurreccional en los primeros días
de la independencia se debió en parte al arrojo, valentía e inteligencia de Hidalgo,
Allende y los Aldama. Pero la mejor demostración de que su liderazgo estaba respaldado
en condiciones sociales propicias para el levantamiento es que todas las poblaciones que
capturaron en los primeros días se rindieron sin luchar y ello porque la mayoría de la
población estaba de acuerdo con la rebelión independentista. Y lo mismo sucedió al cura
José María Mercado (como nos lo da a conocer Hugo Torres), a quien se rindieron sin
violencia las ciudades de Tepic y San Blas (y algunos otros lugares, como Ixtlán y
Etzatlán, éste ultimo mi pueblo natal, lo que dio lugar a un resentimiento entre nosotros
que aún hoy día se manifiesta en una ligera rivalidad).

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Claro que las banderas declaradas del movimiento también propiciaron el éxito: la
independencia de España quitar el mando a los europeos, dijo Hidalgo en Dolores,
defender la patria, acabar con los tributos y la opresión, la defensa de la religión
católica, el apoyo a Fernando VII como Rey de España y, no menos importante, el
cuidado que se puso en que no hubiera maltrato personal a los prisioneros peninsulares y
la declaración de que no se pretendía el derramamiento de sangre, sino la preservación
del gobierno

En una tradición ‘plutarquiana’ podemos observar a los héroes comportarse en ciertas


circunstancias con el fin de observar como si dijéramos a trasluz, ciertos rasgos de su
personalidad y valores y la forma de conducirse respecto de éstos. Quiero referirme a las
diferencias de concepción entre Hidalgo y Allende ya en plena insurrección. Transcribo
un párrafo de Carlos Herrejón (“La naciente insurgencia”, Letras Libres, septiembre
2010) quien se basa en las anotaciones de José María de Liceaga (Adiciones y
rectificaciones a la Historia de Méjico que escribió D. Lucas Alamán. 1985):

A hora temprana del lunes 17 [en San Miguel el Grande) numerosos sublevados
empezaron a apedrear algunas casas de españoles, a gritar “mueras” y a intentar
saqueos. Allende se levantó en bata y chinelas, montó su caballo y espada en mano
cintareó a varios hasta que calmó el alboroto. Hidalgo se lo criticó arguyendo que
convenía tolerar a la muchedumbre, pues era la manera de contar con ellos. Allende
replicó que el movimiento solo tendría éxito con tropa disciplinada de la que fuera
defeccionando, pues casi todos eran americanos, en cambio el populacho solo
provocaba desórdenes y buscaba saquear. Se acaloraron los ánimos y Allende
expresó que mejor Hidalgo se separara del movimiento y lo dejara solo. Quienes
presenciaban la discusión calmaron los ánimos. Hidalgo ofreció arengar al pueblo
para que obrara sin excesos y conservaría la jefatura de la causa, mientras que
Allende organizaría la tropa y las campañas. (Herrejon, Letras Libres)

Vemos aquí a un Hidalgo consistente con su aprecio por los indios e individuos del
pueblo y rechazando, al mismo tiempo, el férreo concepto de la disciplina militar2. Pero
junto con ésos rasgos, también se nos presenta como un individuo recio en la defensa de

2
Ya en Celaya, el día 20 de septiembre, Hidalgo “…hospedado en el mesón de Guadalupe en la plaza central, apareció
en uno de los balcones y desde allí arrojó unos dos mil pesos en monedas a la multitud” (Herrejón)

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sus convicciones sin temor a la diferencia ni a la discusión con el otro caudillo más fuerte
de la naciente campaña militar. Hugo Torres nos presenta en su trabajo sobre Hidalgo, el
detalle de motivos y los términos en que fue emitida la excomunión del Padre Hidalgo
por el Obispo Abad y Queipo.

Encontré muy interesante el artículo de Jaime Cuadriello (también en Letras Libres de


septiembre 2010) sobre la figura de don Manuel Escandón, obispo suplente de Abad y
Queipo quien había salido huyendo de Valladolid junto con familias de peninsulares. A
Escandón le tocó recibir a Hidalgo a mediados de octubre. Le rindió honores y levantó la
excomunión. Esto fue en parte por su antigua relación de amistad (mientras Escandón era
arcediano en la catedral de Valladolid, Hidalgo era Rector del Colegio de San Nicolás y
había recibido grandes recursos por parte de Escandón para varias iniciativas de
Hidalgo). Pero también fue en parte porque la excomunión había exaltado los ánimos de
los indios y pueblo en general que acompañaba a Hidalgo y Allende sobre quienes
también pesaba la excomunión. Y, no menos importante, para que la plebe no fuera a
levantar por la fuerza el edicto.

El trabajo de Jaime y Gaby es muy buen estudio de la articulación entre lo ‘público’ y lo


‘privado’. Ellos ilustran con el caso del médico del Hospital Real de Belén, Anacleto
Herrera en 1809, que muestra en sus comentarios y en quienes atestiguaron durante su
juicio, las diversas formas en que fueron recibidas las noticias sobre la invasión de
España por Napoleón. El doctor Herrera gustaba de hacer comentarios provocativos a sus
compañeros de trabajo, sobre la situación política de España y las implicaciones que esto
podría tener en el país y en nuestra ciudad. Decía cosas como las siguientes:

-Ya somos felices porque los franceses se han hecho dueños de la


España y matando a los europeos sacudiremos el yugo y seremos
dueños de los caudales.
-Ahora sí Juan ya es vuestra merced libre porque la España está
perdida (y pasó de largo)

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-Que venía Napoleón que conquistaría a Veracruz y con la gente
de allí a México, con la de México a Guadalajara, y que él se iría a
una hacienda con su papá
-Hay verá Vuestra Merced cómo dentro de un mes nos gobiernan
los franceses.

Son muy interesantes las reacciones y comentarios de varios de sus compañeros de


trabajo. Gracias a este estudio detallado del juicio entablado al doctor Herrera podemos
tener una idea del ambiente de intranquilidad y expectación temerosa que mostraban
algunas personas durante el año previo a la independencia de México.

El estudio de las actitudes de actores sociales prominentes es muy interesante. Por un


lado nos habla de la psicología individual, de los niveles de conocimiento y de las
preocupaciones de la gente en ese momento. Pero también nos da a conocer algunas
cualidades personales de quienes participan con mayor intensidad en los acontecimientos
de la historia de ese momento. Del doctor Herrera se decía: Ese es un bruto no sabe lo
que dice y cuidado con este que es un maldito. Pero su sentencia estableció que era un
sedicioso, perturbador de la pública tranquilidad, aunque con aquella estupidez que
ordinariamente acompaña a los perversos de su clase, y lo condenaron a cinco años de
destierro en Sayula, Jalisco.

De los textos que nos presenta Hugo Torres, también el que hace referencia al cura
Mercado es ilustrativo y abre interrogantes. Cuando uno empieza a estudiar la vida de un
individuo y su contexto (o el momento histórico y sus actores), hay que hacerse preguntas
y tratar de responderlas en referencia a las peculiaridades de su vida y su personalidad,
Vg., por qué el padre Mercado se tiró "al voladero" en Mochitiltic (o, en el Portezuelo),
por que no se quedó a pelear como su lugarteniente Romero? Realmente se tiró? O se
desbarrancó en la fuga? Un individuo inteligente, centrado, sereno, pues ya vimos que
rindió varias plazas, Tepic y San Blas, prácticamente sin tiros y sin violencia, ¿como es

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que se suicida? Mas bien me gustaría pensar en que estaba huyendo para continuar el
movimiento en otro momento y lugar. Y que Romero le insistió en sacrificar su vida en
aras de la de Mercado. Pero, el padre Mercado se fue dejando a su padre a sabiendas del
riesgo que ello implicaba. ¿Pudo más el sentimiento por la patria que el que sentía por su
padre? Y como éstas muchas preguntas más pueden surgir de la lectura de los trabajos de
este libro.

Agradezco  a  los  autores  su  prudencia,  sobre  todo  aquellos  cuyos  trabajos  no  alcancé  
a  comentar.  Gracias  Hugo  porque  tu  invitación  significó  más  que  presentar  el  libro,  
implicó  que  me  acercara  a  aprender  sobre  nuestra  independencia  nacional.

Les  invito  a  leer  el  libro,  a  formularse  preguntas  mientras  leen  cada  uno  de  los  
trabajos,  a  tomarlo  como  punto  de  partida  para  contextualizarlo  en  la  construcción  
de  sus  propias  ideas  respecto  de  la  Independencia  de  nuestro  país  y,  no  menos  
importante,  a  disfrutar  el  aprendizaje,  la  novedad  de  ideas  e  interpretaciones  de  
personajes  y  circunstancias.  La  historia  no  está  terminada.  Si  tenemos  curiosidad  de  
saber  qué  pasó,  quienes  intervinieron,  por  qué  lo  hicieron,  cómo  actuaron  y  cuáles  
han  sido  las  consecuencias,  entonces  tenemos  un  brillante  punto  de  partida.  Este  
libro  es  un  estímulo  a  saber  más,  el  resto  depende  de  cada  uno  de  nosotros.  

Salvador Acosta Romero


Guadalajara, Jal. 26 de mayo de 2011.

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