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Las características del desarrollo histórico, económico y político de nuestro país no se han
traducido en un proyecto estratégico de largo alcance en la ocupación del territorio, como
los que han orientado la construcción territorial en países como Estados Unidos, México,
Brasil o Argentina.

Entre nosotros, la ocupación de los espacios nacionales ha derivado de las formas de


apropiación privada de los espacios, resultado, en un principio, de la administración
colonial española y, posteriormente, del enajenamiento que hiciera el débil Estado
republicano a favor de los sectores más poderosos de la sociedad de entonces.

Durante los conflictos desarrollados entre fines de los años 40 y mediados de los 60, la
guerra civil de entonces motivó una parte importante de las migraciones campo-ciudad. Al
mismo tiempo, el abandono forzado de habitantes de varias regiones del país dinamizó la
acelerada ampliación de la frontera agrícola producida a partir de los años sesenta.

Sin embargo, los desplazamientos que ocurren en la actualidad llaman la atención de la


sociedad nacional y de entidades públicas y privadas de otros países por su magnitud.
Una magnitud asociada necesariamente con el empobrecimiento de esta población y con
pérdidas en la producción y en los esfuerzos sociales representados en infraestructuras,
desarrollo institucional y otras modalidades del patrimonio público y privado.

De la mano con este fenómeno de ocupación de tierras se mantiene un creciente conflicto


armado que ha producido en 15 años el desplazamiento de cerca de tres millones de
personas, equivalentes a poco más del 6% del total de la población colombiana, en un
proceso que amplía el empobrecimiento de los sectores sociales más débiles y que
comienza a extenderse hacia las fronteras con los países vecinos.1

Entre las causas que generan el desplazamiento forzado están las presiones por la
tenencia de la tierra asociadas, por una parte, a los juegos de intereses en torno a
megaproyectos relacionados con infraestructura vial y energética, y a la explotación de
recursos naturales a gran escala. Esto ocasiona un cambio en el uso tradicional de la
tierra, valorización de los predios y exclusión de las comunidades locales.

1
MACHADO, Absalón (1998). La cuestión agraria en Colombia a fines del milenio. El Ancora editores. Bogotá.
mtro factor es la disputa por el control de cultivos y rutas de tráfico de coca por parte de
grupos al margen de la Ley. Un tercer factor es la confrontación entre las fuerzas del
Estado y los actores armados del conflicto, igualmente la confrontación entre estos
últimos por el control político territorial.

La tesis central del profesor Fajardo para explicar el fenómeno del desplazamiento atado
al problema territorial en Colombia, es siguiendo la teoría marxista sobre la acumulación
originaria del capital, según la cual este proceso histórico de expropiación de tierras
contra los campesinos en distintas sociedades ha sido un mecanismo recurrente para
controlar la fuerza de trabajo y extraer rentas de ello.

La gravedad de los problemas ambientales y de los degradantes problemas sociales que


van aparejados a esta ocupación de tierras son el fruto fatídico del orden capitalista
fundado en el lucro y la ambición desmedida que permite a una elite, una clase
hegemónica, acceder a los puestos de comando y control de la sociedad, no sólo para
afianzar sus privilegios sino también para ordenar la historia, la política y la economía en
función de su particular modo de vida y de creencias.

En esta larga historia del despojo las comunidades campesinas han sido las principales
víctimas de la guerra. Sin embargo no han sido las únicas pues el desplazamiento incluye
campesinos, indígenas, poblaciones afrocolombianas y otros grupos humanos que tienen
otros matices étnicos y culturales (cazadores, recolectores y cultivadores Nukak, Sikuani).

A causa de dicha apropiación, las áreas tradicionales de asentamientos, se han limitado,


por la subdivisión cada vez mayor de las parcelas, a lo que se suman efectos ambientales
como la perdida de suelos, aguas y biodiversidad. Todo ello genera una gran inestabilidad
en las comunidades rurales y las fuerza bien a recomponerse como campesinos en las
áreas de colonización, bien a constituirse en mano de obra itinerante en mercados
laborales urbanos.

Históricamente este despojo ha estado marcado por las amenazas, los asesinatos
selectivos, las masacres, la destrucción de cosechas y finalmente la huida de los
sobrevivientes reducidos a personas aisladas o familias incompletas que ocupan los
cinturones de miseria en las ciudades. Estos escenarios han sido a través de los tiempos,
dominados por el terror paramilitar, los combates entre la fuerza pública y las guerrillas y
las fumigaciones contra cultivos supuestamente ilícitos.

Como respuesta se han llevado a cabo desde hace varios años, acciones colectivas
permanentes de desplazados. Ser y estar desplazado se constituye en la condición y
posición desde la cual se generan movilizaciones, reivindicaciones y acciones de hecho
para tramitar sus demandas ante el Estado y la sociedad.
Estas incluyen organizaciones formales y no formales que surgen con el desplazamiento
mismo, organizaciones existentes que reorientan sus esfuerzos para dar respuestas al
conflicto armado y al desplazamiento forzado, y muchas otras expresiones colectivas que
no se identifican con el desplazamiento, en muchos casos para protegerse.

Este artículo, así como el grueso de las investigaciones del Prof. Fajardo apuntan hacia
unas posibles corrijas al problema de la tierra y el desplazado en Colombia. Las
soluciones a los distintos problemas así generados (vulnerabilidad alimentaria,
insatisfacción de necesidades básicas, desconocimiento de derechos elementales de las
comunidades y los individuos, destrucción del patrimonio ambiental y otros) ha de
orientarse hacia la ocupación racional del territorio y el acceso equilibrado a sus recursos,
con los ojos puestos en el bienestar general de la población, la generación de empleo e
ingresos y la construcción de las condiciones objetivas para democratizar la
representación política y la equidad.

Si bien es cierto, el actual gobierno nacional está promoviendo una Ley que permita
devolver las tierras a la población desplazada, no es claro cuál será el mecanismo para
que esos bienes lleguen a sus verdaderos dueños.

Mientras tanto la población en situación de desplazamiento se enfrenta con la disyuntiva


de volver a su lugar de origen en el marco de los programas de retorno que impulsa el
gobierno o permanecer en el sitio de reasentamiento, la balanza se inclina hacia lo
segundo.

Por eso insiste Fajardo en proponer en términos concretos, fortalecer la organización de


la producción de bienes agrícolas básicos en espacios aledaños a los centros de
consumo, propiciando y afianzando el asentamiento y estabilización de pequeños y
medianos productores en esos espacios.

Este nuevo patrón de asentamiento, no solo modifica los patrones de uso extensivo para
privilegiar aprovechamientos elitistas sino que se presenta como un modelo sostenible
tanto económica como socialmente y desde luego ambientalmente.

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