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Iglesia y herejías

El texto de Guerreau plantea una discusión sobre aspectos teóricos que permiten tener recaudos epistemológicos para tratar el
tema de la iglesia. Un primer equívoco es suponer que en la Edad Media hubo religión propiamente dicha. Las nociones de
sentido común actuales dividen a la sociedad en instancias autónomas (política, económica, religión, cultura, etc.).
Esta visión en instancias da pie a una discusión que es la de si analizar una sociedad con las categorías con que la sociedad se
pensaba a sí misma (repetición) o vamos a analizar esa sociedad con nuestras categorías (anacronismo). Los trabajos científicos se
hacen a base de la ruptura con el sentido común para generar conceptos funcionales a una sociedad determinada. Si los propios
conceptos no son buenos para terminar de explicar la propia sociedad, menos lo van a ser para explicar otra diferente.
Los peligros de estos conceptos son: a) Pensar que estas instancias son autónomas, que cada una se rige por su propia lógica, y
b) Suponer que tienen una entidad sustancial, pensados como realidades ontológicas, pensar que existen a través del tiempo, que
son conceptos supratemporales
Cada sociedad es una singularidad que tiene sus propias estructuras y su propia forma de clasificación de la vida social.
Aplicarles esos conceptos es falsear por completo el estudio de esas sociedades. Según Guerreau sol se puede entender a la
sociedad como un estudio total. Estas áreas hacen perder el sentido de conjunto, y más en la Edad Media donde no hay
distinción entre lo político y lo económico; la relación social fundamental se basa en el dominium, control sobre las personas, los
recursos y el trabajo de esas personas, todo a la vez. De la misma manera, imaginar la existencia de una religión medieval es
impedir a priori que se comprenda algo de la iglesia, la única institución total de la sociedad feudal.
El tema de estudio no es la religión, sino la iglesia. La palabra religio designa cualquier cosa menos lo que llamamos religión,
puede significar bien la manera correcta de llevar a cabo una ceremonia o el compromiso de una persona con una orden
monástica. Un hombre religioso no es una persona creyente, sino una persona que ha tomado votos en una orden. No hay
palabra para designar en esta época a lo que nosotros llamamos religión, porque no existe esa área como tal.
No hay manera de definir una identidad que pase por la religión. Hoy hay una identidad múltiple por la adhesión a distintos
grupos de enunciados de acuerdo al área tratada (política, religión, economía, etc.), pero en la Edad Media la creencia no se
piensa por la adhesión a una serie de enunciados sino con relación a un “hacer”: “alguien cree porque actúa de cierta manera”.
Tiene mas que ver con llevar a cabo ciertos ritos que con creer ciertas cosas. No hay una interiorización profunda como en el
cristianismo.
Esta idea distinta de la creencia hace que no exista algo así como la religión como un área diferenciable de la vida social.
Nadie puede decir: “religiosamente soy cristiano” porque “ser cristiano es ser”. No hay manera de no ser cristiano. El que no
cree, en realidad cree mal, la manera de hacer es distinta y errónea. En la Edad Media no se piensa que alguien pueda no creer.
Esto no significa que no haya gente que no tuviera un cierto ateismo. Pero no se piensa en las “religiones” en un plano de
igualdad sino que hay una que equivale a ser , que es la propia, y todas las demás son versiones defectuosas de la misma y eso
no se distingue de todas las demás áreas de la vida social, no hay manera de distinguir que alguien es religiosamente de una
manera.
Abandonar esta división en instancias es osado, porque uno tiene uno tiene una educación inicial que le obliga a pensar a la
sociedad en un conjunto de áreas difereciadas y autónomas. Lo que dice Guerreau es que no hay que pensar en esta división en
instancias no adjetivar los conceptos (en vez de “religión”, “lo religioso”), uno debe ver con qué conceptos operar.
No hay que pensar ni en instancias sino sobre la base de la distinción entre funciones e instituciones (tomado de Godelier,
antropólogo), qué funciones son las que las instituciones de la vida social cumplen y ver si están ocupando el lugar o no de
infraestructura o supraestructura. Esto se puede leer desde la versión más banal que identifica supraestructura con la ideología,
mentalidad, etc. y la estructura con la economía, entonces esto hablaría de la sociedad como economía; pero como economía es
un término que no se debe utilizar, y tampoco ideología, en realidad se debe: abandonar el principio o pensarlo de una manera
diferente.
En realidad hay que ver cuales son las funciones que hacen a la estructura y cuales a la superestructura, y eso significa que no
hay un paralelismo necesario entre determinadas funciones y determinadas instituciones en distintas sociedades. En las
sociedades primitivas, la institución que cumple el rol de estructura lo hace el sistema de parentesco, no la economía. Quien
cumple las funciones de estructura en la sociedad medieval es la iglesia, que no es la superestructura de la sociedad, aunque
también pueda cumplir funciones de superestructura, sino que esta en la base misma de la organización de la sociedad en las
funciones que hacen a la estructura (las funciones necesarias para la obtención de materiales), pero no equivale a la economía. La
iglesia no debe pensarse solo como una formuladora de cuestiones ideales, no materiales, y que eso forma parte de la
superestructura, como dice Godelier: lo material y lo ideal está tanto en la estructura como en la superestructura. La iglesia es la
única institución coextensiva del feudalismo en Europa occidental (lo precede y lo sobrevive) y ninguna dominación fue tan
exhaustiva como la de la iglesia.
Los ámbitos en los que la iglesia ejerce control (su influencia es muy abarcativa) son los siguientes:
- Manejo de los recursos. El patrimonio de la iglesia es inconmensurable, en tierras y en rentas. La riqueza tiene que ver
básicamente con la estructura del clero que tiene, por un lado, un reclutamiento fácil, pero que a su vez no generan problemas de
herencia. El clero es el personal mejor formado para saber lo que se posee y administrarlo; durante prácticamente todo el
medioevo la iglesia tiene el monopolio de la escritura y es la única institución capaz de llevar adelante archivos extensos con
documentos para saber con que patrimonios se cuenta.
- La iglesia controla el tiempo, organiza el calendario. Fija el tiempo del trabajo y del descanso, de la paz y de la guerra, de la
abstinencia, en las ciudades el tiempo artesanal y los feriados como fiestas religiosas. También el cómputo del tiempo a largo
plazo: la iglesia ha cristianizado la idea del tiempo desde la creación hasta el juicio final con ese acontecimiento clave que es la
reencarnación. Le da sentido a la perspectiva general de la historia.
- Control sobre el manejo de los espacios. Por un lado establece el adentro y el afuera mediante la cristiandad. En el plano
regional los limites más estables durante toda la Edad Media fueron los de las diócesis.
En el plano mas local tenemos el espacio de la organización de las parroquias que en la época carolingia, estableciéndose una
red parroquial que van a coincidir con los señoríos feudales y es el tejido espacial más fino y más permanente en occidente.
Mientras las fronteras estatales fueron cambiando continuamente de acuerdo con guerras, enlaces matrimoniales, etc., la
división administrativa parroquial es la forma más estable de organización del espacio en occidente.
A esto hay que sumarle todo el diagrama de los lugares de peregrinación. Hay determinados centros neurálgicos de la vida
religiosa que se superponen sobre este tejido de las parroquias, encarrilando también la movilidad de las personas (no solo los
centros más importantes como Roma y Jerusalén - cuando se puede –sino infinidad de centros más pequeños). La iglesia
administraba sus bienes y circula también.
- Control de lo esencial del sistema de enseñanza, desde las escuelas catedralicias, monásticas, hasta las universidades (que
luego intentan desligarse de su tutela).
- Control de la moral bastante estricto. Tiene un poder legislativo con las cuestiones morales (decide qué es pecado y qué no).
La iglesia va a imponer, a partir del siglo XIII, la obligación a todos los fieles de una confesión anual solamente con su cura
párroco (sino podía tenia que pedir autorización). Esta medida obliga a revelar al cura párroco la intimidad, lo que no significa
que no significa que este la puede hacer pública porque se tiene en cuenta el “sigilo”, con la argumentación de que el cura está
representando a Dios, él no está en tanto a él sino en tanto a Dios, por lo cual si una autoridad insiste en saber qué dijo alguien en
confesión, puede decir sin recurrir a la mentira que no escuchó nada, porque él en tanto él no estaba, sino Dios.
Pero conservar el secreto es muy complicado en la Edad Media, debido a la inexistencia del confesionario, a las pequeñas
dimensiones de las parroquias y a las sospechas que se generaban en comunidades tan pequeñas cuando alguien no podía
comulgar debido a un pecado que tiene que remitirse a una autoridad mayor que el párroco, a quien este tenia que contarle el
pecado, lo que entraría en contradicción con el sigilo sacramental y genera un nivel de publicidad bastante importante.
Así y todo, se establecen ciertos modos de confesión dependiendo de diferentes condiciones del penitente (de su edad, sexo,
“condición religiosa”). Existen manuales que enseñan que preguntar, como preguntar, que circunstancias alteran la gravedad de
un pecado y dan modos de preguntar para no dar ideas.
- Control de todo lo que tenga que ver con la asistencia, sea medica o social. Los hospitales son asunto eclesiástico,
principalmente de órdenes femeninas. Esto se sustenta en el deber de caridad de la iglesia, y en función de que es lo que justifica
su riqueza.
- Control de poderes reales imponiéndoles cierta moral, condiciones en función de que “es quien nos corona”, etc.
- La iglesia controla el sistema de parentesco, estableciendo uno paralelo que es el sistema de parentesco “espiritual” dado por
madrinazgos y padrinazgos que la iglesia establece desde el siglo VI y que interactúa con el primero, ya que los lazos
espirituales equivalen a los lazos de parentesco real para la prohibición del incesto. Estos lazos generados por la iglesia son
complementarios con el sistema de parentesco y básicamente en el año 1000 el matrimonio pasa a convertirse en un sacramento.
Antes este era un asunto civil, a veces bendecido por el párroco, luego se introduce en la iglesia. El convertir el lazo matrimonial
en un sacramento es algo absolutamente novedoso para el cristianismo y genera infinidad de polémicas al interior de la iglesia
porque en teoría el matrimonio esta pensado como una institución creada por Dios en el Edén, pero en la práctica el cristianismo
pensó al matrimonio como el remedio de la concupiscencia: “quien no pueda controlarse que se case”, encarrilaría una
naturaleza que no se puede controlar. Entendido así, no podía concebirse (en un sector de la iglesia) que el matrimonio fuese un
sacramento ya que no se percibe la intervención divina; es mas, en el derecho canónico se estipula que el casamiento solo termina
de consumarse en la unión sexual, cosa muy discutida porque: ¿Prima mas la voluntad de los que se quieren casar o el hecho
carnal? ¿El hecho carnal puede estar en primer plano, ser lo que ejecuta un sacramento?
Gente que venia siguiendo la idea anterior sobre la que el matrimonio no es un asunto sacramental, si mantiene la misma
opinión pasa automáticamente a ser hereje, por lo cual este es un punto clave en el tema de la herejía. No es que el hereje sea un
innovador, es la misma iglesia la que genera innovaciones y quienes quedan atrás quedan fuera. La misma iglesia genera la
herejía.
Esta paradoja se refleja también en la ordenación del clero, quienes son hijos y esposos de la iglesia, generando un incesto ritual,
cuyo sentido es algo similar al de los faraones: lo que esta prohibido para todos está permitido para el que está en otra posición
(y es lo justamente el hecho que la identifica de las demás).
Este control extensivo de la iglesia la convierte en una institución total, que hace unidad en un mundo donde el poder está muy
disgregado. En este, el lugar de inscripción de una persona es o su núcleo mas local o la cristiandad (si pertenece o no).
La iglesia, con estas áreas que domina tiene un rol fundamental con relación al dominium, básicamente porque instrumenta la
atadura de los hombres a la tierra y con otros hombres. En cuanto a lo primero, maneja los recursos humanos, los ubica en un
espacio del cual no pueden moverse, además de tener que ir a misa una vez por semana tiene que visitar a los muertos. Con
respecto a lo segundo, maneja el sistema de parentesco.
Por lo tanto, la iglesia no debe pensarse como la formuladora de cosas ideales relacionados con enunciados en relación con la
divinidad sino con un rol fundamental en el manejo de la tierra, el manejo de las personas, la distribución de los bienes, etc.
Posee entonces las funciones tanto de estructura como de superestructura.

El texto de Vauchez debe pensarse como una especie de historia fáctica en las cuestiones relativas a la iglesia y la vida
“religiosa” de los siglos XI a XIV.
En el proyecto carolingio se establece por primera vez esta cuestión de la identidad que es la cristiandad, a pesar del fracaso
político. La ecumene cristiana (unidad, universalidad) recién se va a quebrar con la reforma del siglo XVI.
En tiempos carolingios e inmediatamente después uno puede hablar del final de un proceso de cristianización en occidente. Se
debe tener cuidado con la palabra “cristianización”, aquí quiere decir que la mayoría de la población al final del siglo X en
Europa occidental está bautizada, pero no significa ningún tipo de interiorización del cristianismo en esta población. Hay una
adhesión muy clara a ciertos dogmas del cristianismo: se es cristiano porque se hacia bautizar cristiano, las guerras se hacían con
propósitos de cristianización masiva (y conquista obviamente), pero cabe aclarar que solo podían bautizarse voluntariamente,
luego de ser vencidos en la guerra y bajo presión, para “salvarse”.
En esta época la cristianización pasa por hacer bien ciertas cosas que están impuestas para toda la comunidad perteneciente a la
religión, no por una interiorización personal ni forma de vida. Básicamente todo se reduce a una creencia bastante dualista a
cerca del conflicto entre Dios y el demonio con muy poca presencia de la figura de Cristo en este culto (durante la Alta Edad
Media). La mayoría de la devoción pasa en principio por Dios padre, y esto equivale a un peso mayor del Antiguo Testamento
sobre el Nuevo Testamento, pero que no se traduce como una devoción práctica hacia éste (porque esta muy alejado) sino hacia
figuras intermedias que son los santos, especialmente el predominante en la Alta Edad Media y parte de la Baja que son los
santos milagrosos a los que se les dedican templos, porque en este tipo de espiritualidad se piensa la religión básicamente como
una cuestión de negociación con la divinidad a partir del manejo de las fuerzas naturales y sobrenaturales que se hace a través
del sacerdote, quien no esta pensado como una persona que predica y que guía, sino que es el nombre de la palabra eficaz: es el
hombre que sabe como llevar adelante un rito que asegura cierta intervención con las fuerzas de la naturaleza que hacen a la
prosperidad de la localidad. Lo que hace el sacerdote es llevar a cabo un milagro semanal (relacionado con la misa) y eso permite
un equilibrio normal entre las fuerzas de la naturaleza y lo sobrenatural y eso hace a la prosperidad de la zona de acción.
La vida religiosa tiene un nivel de interiorización absolutamente mínima, es una especie de barniz superficial que puede incluir
una infinidad de ritos que los clérigos llamarán “pagano”, que en realidad son anteriores siguen manteniendo con una
perduración increíble, lo que indica una capacidad de penetración bastante pobre en la población y no hay ningún interés en la
Alta Edad Media por parte de la jerarquía de pasar a un estadio de cristianización mayor.
Este panorama cambia hacia el año 1000, y se describe como una especie de eclosión de espiritualidad que tiene formas y
caminos muy diferentes denominados como un “despertar espiritual”, en el cual se ve la participación de poblaciones en una
serie de procesos que tienen que ver con lo espiritual, algunos bajo la égida de la iglesia y muchos por fuera, por ejemplo “las
herejías del año 1000”.
En los siglos IX y X el clero secular entra en crisis y el clero regular gana un gran prestigio y se ubica en la cresta de la ola de la
cristianización, por ejemplo la abadía de Cluny. Se considera la vida monacal como la más perfecta, como la antesala al paraíso.
En estos lugares se da la participación de laicos, aún sin ser ordenados.
En el siglo XIII se da una reaparición de la herejía, son grupos que siguen a sacerdotes que tienen una vida muy rigurosa y
acética, que rechazan la participación de la iglesia en asuntos matrimoniales, porque “está santificando lo que no es mas que un
pecado”.
La palabra “ortodoxia” (orto: recta, doxia: opinión) genera una imagen de línea recta, que no se desvía, por lo cual las herejías
heterodoxas que van quedando hacen caminos alternativos. La ortodoxia se va construyendo sobre idas y vueltas, y una vez que
se fija un punto los que quedan fuera son herejes, si es que se tiene el poder para convertirlos.
El “despertar espiritual” pasó por una participación mayor por parte de los fieles en asuntos “religiosos” y a partir del siglo XI
estos toman una actitud activa en cuanto la participación, tanto dentro de la iglesia como en las herejías, debido a una nueva
forma de participación de la vida religiosa que se van dando como salidas a este “espiritualismo”, que según Vouchez son:
- El eremitismo, que recarga las tintas del monaquismo, que implicaba alejarse del mundo. Pero consideran a los monasterios
muy cerca de este, por lo que deciden irse al desierto (bosque) a llevar una vida de trabajo, oración, etc.
- Un ejemplo son los cartujos, surgidos en 1084, que imponen reglas muy duras que hacen que en doscientos años solo lleguen a
construir treinta y tantos monasterios.
- Los cistercienses provienen de Cluny, se retiran al bosque porque consideran que la riqueza de esta abadía es ofensiva, porque
ven en el lujo algo contrario a la condición monacal, y establecen una regla por la cual ningún monje puede tener bienes
materiales. La orden de Cluny es rica sobre todo porque practica una forma de culto que hace del lujo una forma de liturgia,
sostiene que “nada es demasiado para la alabanza a Dios”, tiene un reclutamiento sistemáticamente aristocrático y sus capillas
son lujosas. Sus miembros hacen votos de pobreza y castidad, y el voto de trabajo pasa por restaurar la relación con Dios con una
alabanza perpetua con el canto gregoriano. Los que no están de acuerdo con esto deciden irse al bosque y hacer trabajos
manuales.
Hasta esta época, el antónimo de paupertas = pobreza no es diguitas = riqueza, sino potentia = riqueza en armas. Alguien es pobre
porque carece de armas, porque carece de poder, porque es inerme y ha decidido dejar el uso de las armas y es lógico que esta
declinación sea tanto económica como política, porque quien que ha abandonado la posibilidad de hacer uso de la violencia ha
perdido la posibilidad de controlar a los demás hombres. Con este significado no hubo ningún inconveniente en hacer voto de
pobreza y no solo estar en una abadía rica sino ser personalmente rico (en bienes materiales).
Esto funciona bien y sin problemas de conciencia hasta mediados del siglo XI en adelante donde empieza a aparecer la relación
de la pobreza con la no-posesión de bienes materiales, entonces los clunienses prohíben a sus miembros tener bienes materiales
personalmente, pero nadie se preocupa por prohibir que la orden tenga bienes, por lo tanto se van al bosque. Pero la paradoja es
que estos son la punta de lanza de un movimiento de expansión económica que vive Europa del siglo XI en adelante que es el de
la roturación de bosques y el de la extensión de la frontera agrícola, con lo cual empiezan a acumular como orden. Hacia el siglo
XII la acumulación de bienes es inmensa, lo que trae una perdida de prestigio de l orden, porque no se concibe que la orden sea
rica y el monje pobre, supuestamente el retiro al bosque significaba hacer más efectivo el voto de pobreza.
- Dentro de este movimiento de salida se encuentran las ordenes mendicantes, que en esta época son los franciscanos y los dominicos
que van a plantear un esquema diferente al anterior. Lo que van a hacer los franciscanos y principalmente Francisco es prohibir no
solo que cada monje tenga bienes sino que toda la orden los tenga en absoluto. Estos sus votos de pobreza son mendicantes
porque no viven de su trabajo sino de la mendicidad.
En el siglo XI los monjes en occidente no lo son en el sentido estricto, ya que el término denota la idea de la soledad (monaco =
solo), del sufrimiento y de la preparación para la vida eterna. En occidente se denominan cenobitas porque viven en un cenobio,
en un convento lo que denota que si bien se aíslan del mundo viven en comunidad.
El eremitismo, en parte tiene el carácter solitario, pero sus miembros terminan fundando monasterios. Ahora bien, esto no es
solo asunto de monjes, hay muchos laicos participando de estos experimentos eremitas. Algunos siguen una vida semi-laica, lo
que incluye un universo mucho mayor que estos eremitas.
- La predicación es otra salida de forma de vida religiosa. La vida contemplativa no es lo fundamental, y los clérigos deben
tener un rol en la predicación de los fieles. Ej.: Roberto Arbissel a mujeres conflictivas, que luego fundan un monasterio y se
institucionalizan. También los cistercienses salen a predicar precisamente a estos fieles que muestran cada vez signos de una
autonomía cada vez mas clara. Esto está en contradicción, junto a la peregrinación, con el encierro o aislamiento del eremitismo.
- La guerra es una forma muy peculiar de salida. Se produce la aparición de un híbrido total, que es el monje guerrero, que
incluye dos términos contradictorios, porque “monje” es todo aquel que ha abandonado el mundo y el “guerreo”participa en
cuestiones de poder con la violencia. Pero en el contexto de las cruzadas que se convocan desde finales siglo XI aparece una
forma de participación religiosa que pasa por adherir a una orden, tomar unos votos particulares, y a la vez llevar adelante una
actividad guerrera. El caso que más impacto causó fue el de los caballeros templarios. Hacían una adhesión a futuro a la orden, no
en rango pleno, y esto es típico de caballeros que hacían una vida laica pero al momento de morir toman el habito al que habían
adherido tiempo atrás. Algo importante en esta época, dice Vouchez, es que la gente no se preocupa tanto por morir sino por
morir cristianamente: la gente no se preocupa tanto por vivir cristianamente como por morir cristianamente.
Luego de su participación en las cruzadas, estos caballeros desarrollan la actividad bancaria en el temple Jerusalén con la
retirada de los musulmanes y con esto han acumulado bastante riqueza, lo que hace que a principios del siglo XIV sean un botín
muy apetecible. Así, en una época de problemas económicos el rey de Francia, que ya es un personaje bastante poderoso, realiza
acusaciones de muchos crímenes inventados contra estos caballeros y confisca sus bienes.
La participación de los fieles también va a ir por el lado de ubicarse como jueces de sus sacerdotes. En principio nadie se
preocupó por el estilo de vida de sus sacerdotes, pero a principios del siglo XI esto se ha convertido en un tema de discusión. En
pleno contexto de la Reforma Gregoriana hay dos puntos importantes que son la simonía y el nicolaísmo, y desde papado se está
tratando de eliminar estas dos prácticas, es decir imponer el celibato sacerdotal y verificar que nadie acceda aun cargo por
influencia del poder (o dinero). Mientras desde arriba de la iglesia se genera este movimiento de reorganización interna, desde
abajo se da un movimiento de los fieles que empiezan a cuestionar a sus obispos y sacerdotes sobre si estos son personas
moralmente impura, porque si es así sus sacramentos no tenían validez. Ej.: En Italia se da la pataria o expulsión de obispos.
A partir del siglo XI desde el papado se apoya a estos grupos contra estas jerarquías intermedias. En este siglo hay un
movimiento de convergencia entre unos movimientos de entidad popular con los objetivos políticos de la reforma gregoriana.
Un siglo y medio después, cuando el papado controla los obispados, cualquier tipo de pretensión de los fieles de juzgar la
legitimidad de sus prelados va a ser condenada como herejía, y el argumento es que si una persona esta canónicamente
ordenada, no importa nada su comportamiento (condición moral). Ningún fiel tiene capacidad para deponer a su obispo, porque
están bajo su tutela; eso solo lo hace el Papa. Lo que se hace ahora es exaltar no la condición moral del clero sino su estatuto
jurídico. A quien piense como antes lo tildan de hereje.
Las "herejías de corte social" que plantean la riqueza y la pobreza como un problema marcan la diferencia entre las herejías de la
Baja Edad Media con las del primer cristianismo. Las segundas, llamadas genéricamente “hereditarias”, giran en torno a
cuestiones dogmáticas. Las de la Baja Edad Media pasan todas por la impugnación, bien de la autoridad de la iglesia (planteando
límites a la intervención) o bien de la riqueza de la iglesia.
Los movimientos de paz de Dios, o de tregua de Dios fueron muy importantes en el siglo XI. Si nos ubicamos en una corriente
historiográfica que supone que alrededor del año 1000 ha habido un quiebre de las estructuras sociales y la instauración de un
nuevo orden, que es el feudalismo, la reacción a este quiebre pasa por, en una primera etapa, a los movimientos de paz de Dios.
Estos consistían en unas asambleas de fieles (se discute si las convocaba el clero o el campesinado) en las que se intenta obligar a
las aristocracias feudales que son particularmente violentas a respetar algunas reglas, de alguna manera imponer condiciones a
la violencia nobiliaria, básicamente mediante el juramento obligado sobre reliquias de algunos compromisos, como por ejemplo
no guerrear de miércoles a domingo, o no atacar a los monasterios, lo que es realmente paradójico porque, si alguien es capaz de
atacar un monasterio y entrar a caballo a una iglesia para robarse los cálices, es impensable que si jura sobre unas reliquias sea
efectivo para evitar el acto.
Como intento de frenar la violencia nobiliaria esto es un absoluto fracaso, pero lo cierto es que tiene, para los autores que
sostienen que esto va en función de la instauración del feudalismo, un efecto muy importante que es doble:
- Por un lado esto inicia un proceso de encarrilamiento de la violencia nobiliaria, que no se la puede frenar pero sí (de alguna
manera) mandarla para afuera. Si uno ve las fechas, 1020-1030 son los movimientos de paz de Dios, 1080 es el llamamiento a la
primera cruzada, y en el medio tenemos unos llamamientos a guerrear con los musulmanes a guerrear en la Península Ibérica.
- Por otro lado lo que se está haciendo es legitimar esa actividad, dándole cierta moralidad a algo desprestigiado por la
comunidad eclesiástica.
Esta también es una forma de participación laica porque hay comunidades internas participando en función de una coyuntura
muy particular. Todo esto hay que pensarlo en el cambio revolucionario que implica la Reforma Gregoriana, esta nueva
definición de lo temporal y lo espiritual, del poder de la iglesia y el de los laicos.
En el siglo XI esto funciona. En el siglo XII, la pelea que va a ser clásica en los poderes eclesiásticos y en los poderes laicos, lo
que revela es que la sangre no va a llegar hasta el río, está claro que hay una solidaridad de fondo entre las aristocracias
eclesiásticas y las aristocracias laicas; en la época esto se llama “la alianza entre el regnum (reino) y el sacerdocium sacerdocio”.
Este cierre de filas de estas aristocracias pasa básicamente por la aparición de movimientos de corte “religioso” que la iglesia
empieza a dejar de controlar.
Después de los episodios de las herejías en los primeros años del siglo XI, empiezan a aparecer a finales de este siglo y durante
el XII una serie de grupos herejes que, para frenarlos, lo que la iglesia va a hacer puntualmente es: o bien reabsorberlos, o bien
eliminarlos; y para eso necesita del concurso de las autoridades laicas para establecer aparatos de control para empezar a
“controlar” a las poblaciones. Esto se va dando de manera muy lenta pero es como si, producida la Reforma Gregoriana,
aceptado el poder del papado al interior de la iglesia, se llega a un cierto status quo con las autoridades laicas y se disminuye la
tensión entre estas debido a ciertas cosas que tienen que controlar. Desde el lado de la iglesia pasa por la aparición de estos
movimientos, que tienen gran predicación entre los fieles simples, que son las clases bajas, y que en algunos casos como los
cátaros del sur de Francia, que son particularmente virulentos pero además en el sur de Francia casi una contra-iglesia (con
obispos, párrocos, concilios, etc.), y tienen unas diferencias doctrinales bastante fuertes con el cristianismo ortodoxo.
Así se entra a una especie se segunda etapa de la Reforma Gregoriana, que ya no tiene como objetivo las clases superiores, sino
las clases bajas.; ya no tiende a fijar nuevos límites de poder entre las autoridades laicas y entre las autoridades eclesiásticas ni
moralizar a la aristocracia, sino a ver (averiguar) qué creen las clases inferiores y que actitud tomar frente a ellos.
Se percibe a partir del siglo XII, como dice Vouchez, un renacimiento del clero secular. Mientras en estos dos o tres últimos
siglos, los que tenían mayor prestigio eran los monjes del clero regular, ahora la iglesia va a empezar a preocuparse por su clero
secular, porque ahora los fieles son el problema y lo necesita para que trabaje con éstos. Lo primero que ven los prelados es que
el nivel de formación de la lógica del clérigo común es de bajo a nulo, por lo que no puede discutir con un predicador hereje, no
tiene armas, o sea que ni siquiera tienen los conocimientos necesarios para considerárselo un sistema ortodoxo; por lo cual se
dan:
- Sínodos, que son una especie de cursos de capacitación. Cada obispo nuclea a todos párrocos de la diócesis y comienza a
enseñarles teología, contenidos mínimos que es necesario que estos transmitan. A partir del siglo XII y más en el XIII se inicia la
predicación del credo y la obligación de su recitación en las misas (y posterior explicación por parte del clérigo). Hay un mínimo
de contenidos dogmáticos que todo buen cristiano debe saber.
- Manuales de predicación, en los cuales se le explica al clero como hablarle a su auditorio y como enfrentarse a posibles
competidores, herejes. Esto implica una actitud diferente respecto del conjunto de los fieles, que pasa por percibir que este ya no
es solo “el grupo de los que trabajan” (en la teoría de los tres órdenes). En los siglos XII y XIII la sociedad es mucho mas
compleja: ya ha habido un renacimiento urbano, aparecen distintas profesiones, hay muchas variaciones de riqueza, etc. , por lo
cual se entiende que el mensaje no es el mismo si cambia el auditorio. El discurso debe cambiar según los diferentes estados de
las sociedades: la edad, el estado civil, riqueza. Así los predicadores tienen a mano ciertos recursos para cautivar a determinado
público, y estos están en los manuales. Ej.: Sermones ad status (están divididos de acuerdo a la condición social del auditorio).
Este cambio implica entonces para la iglesia promover una formación distinta del clero secular y por otro lado hay un cambio
de actitud frente a los fieles, llamado por Vouchez: “mutación de la catequisis”, que pasa por pensar un rearmado de la
predicación de la palabra en funcion de una sociedad que está cambiando y por la persecución de un fracaso que es que: en el
siglo XII, en el contexto de la salida de la predicacion antes mencionada, muchos miembros de orden regular salieron a discutir
con los herejes y les va mal porque no están habituados a hablar con un público urbano, no se relacionan. Este fracaso es también
lo que lleva al renacimiento del clero secular, la preocupación por la iglesia de verificar que los párrocos tengan las herramientas
para controlar a sus fieles, por ejemplo la confesión anual.
La discusión sobre que actitud tomar con estas herejías pasa porque la actitud tradicional que es la e que cada obispo controle
su diócesis no tuvo mayor efecto, ya que los herejes excomulgados ganan adeptos en comunidades vecinas y luego vuelven a
predicar a su comunidad, a pesar de la excomunión. Así estos grupos adquieren importancia y ocupan sectores importantes
como en el sur de Francia.
En todo este proceso, del paso del siglo XII al siglo XIII, hay una figura clave que es el Papa Inocencio III, que plantea dos vías
posibles frente a la herejía:
• Por un lado flexibiliza determinados reglamentos de la iglesia para intentar reabsorber herejes, que logra con bastantes. Por
ejemplo hay un grupo de herejes, en realidad un movimiento de línea popular que, como casi todos, cuando surgen no saben si
van a quedar del lado de la ortodoxia o del lado de la herejía; son movimientos populares, en principio autónomos, que toman
forma y son sospechosos para la iglesia, que algunos prelados condenan y otros logran entender, y que solo al final del proceso
sabemos si eso va a quedar dentro de la ortodoxia o por fuera.
Un caso es el de los franciscanismo, Francisco es un laico que desea llevar adelante una vida religiosa proponiendo una pobreza
absoluta como modo de vida. En un contexto en el cual hay herejías que critican la riqueza de la iglesia y que proponen la idea
de que la iglesia sea pobre, un laico que sin consagración se pone a predicar y además practica la pobreza evangélica es
absolutamente sospechoso. Tras idas y vueltas, Inocencio III se da cuenta de que Francisco es una persona que obedece y como lo
que define la herejía de la ortodoxia es la final obediencia a una autoridad, lo que hace es absorber a los franciscanos como una
orden mas dentro de la iglesia.
además de esta orden estaba con un grupo que es el de los humilliati (humillados) que son grupos de laicos que abren unas
cofradías o asociaciones mutuas formadas por laicos en las cuales se reúnen en casas para orar y leer la Biblia, analizarla y
predicarla; aparte toman un estilo de vida religioso pero sin ser religiosos, lo cual pone en discusión la misma distinción entre el
clero y los laicos. Primero son condenados, pero luego Inocencio flexibiliza algunos puntos para que los humilliati queden dentro
de la iglesia y les permite predicar sobre algunos asuntos (paupertas) y no sobre otros (profundos).
• Por otro lado, la iglesia determina que con quienes no se puede negociar hay que directamente eliminarlos. Por lo cual en el
papado de Inocencio III se termina de armar un entramado de reglas que son las que posteriormente van a dar inicio al aparato
de la inquisición. En el 4º Concilio en Letrán de 1215 termina de armarse la idea de un nosotros y un otros, y también un
complejo mecanismo jurídico por el cual se retoma algunos elementos del derecho romano para armar una penalización de la
herejía muy fuerte que es la que va a desembocar en la inquisición. El Papado recurre al crimen de lesa majestad, y sostiene que:
“como atacar la majestad humana (de los reyes) es el mayor crimen en la tierra, mucho más es atacar la majestad divina”. Lo que
tiene que ver con esa majestad que la hace tan importante, es que ya en el derecho romano el crimen de lesa majestad habilitaba
un procedimiento extraordinario, se salía de las reglas, porque “a mayor gravedad del crimen, menor respeto por las reglas”.
En la época romana, en muchos delitos se puede utilizar la tortura para averiguar la verdad, pero solo se puede torturar a
personas no-libres. En principio no se puede torturar a ningún ciudadano y en el medioevo a nadie que sea noble, libre,
etc...Salvo por el crimen de lesa majestad, y si la herejía se convierte en un crimen de lesa majestad divina, entonces se puede aplicar
la tortura sin restricciones de a quién hacerlo (en cuanto a condición social).
La tortura judicial medieval y moderna es una actividad no-clandestina, es legal y reglamentada. No tiene nada que ver con la
tortura de la sociedad contemporánea. Foucault nos dice que: “la tortura judicial era cruel pero no salvaje”, en el sentido de que
es una actividad socialmente reglamentada, se estipulan límites. además, con el crimen de lesa majestad se podía castigar a los
descendientes del culpable, y eso va a quedar instaurado para la herejía, se genera la posición de “hijo de hereje”.
La inquisición va a ser de alguna manera supranacional, actúa en el contexto de toda la cristiandad y guardan archivos que
permiten identificar sospechosos dándole así al inquisidor bastantes competencias para juzgar. Esto ultimo refleja que la
inquisición busca la redención del hereje, por lo cual si este abjura es dejado libre, aunque no en sentido estricto porque va a
tener una serie de condicionamientos bastante fuertes. Pero en fin, pasar por la inquisición no significaba morir, de hecho el
primer paso de la practica de tortura es mostrar los aparatos de tortura para asustar. La inquisición coopera pero no ejecuta, lo
pasa al brazo secular.
La inquisición también convocó guerras para combatir la herejía, con igual reclutamiento al de las cruzadas a principios del
siglo XIII. Un ejemplo es la que dirigió al sur de Francia contra el catarismo.
Con respecto al trato del inquisidor hacia el culpable, este va a variar de acuerdo a si se trata de un simples o de un letrado. Por
eso hacia el siglo XIII y XIV aparecen los manuales de inquisición que explican como detectar herejes, como interrogarlos y como
evitar las aducías (engaños u omisiones) del hereje, conociendo su cultura y carácter.

El texto de Chenu y Duby forman parte de un coloquio sobre la herejía y el texto de Moore habla sobre el entramado de
mecanismos que van a instaurar la persecución en Europa.
Chenu plantea qué es técnicamente un hereje. El termino proviene de “”, que significa en principio elegir en el sentido de
seleccionar. Del todo de una doctrina el hereje selecciona una parte y le da carácter de todo, es decir que rechaza una parte de la
doctrina y a todo lo demás le da carácter de fe. Por ello el hereje no es un apóstata, no es alguien que ha abandonado el
cristianismo, forma parte del mundo cristiano pero ha caído en el error. Es aquel que considera que su selección equivale a toso,
por eso el hereje es aquel que está equivocado. Pero en el error no se acaba la definición del hereje, porque la definición tomada
por Chenu de un teólogo del siglo XIII define la herejía como: una sentencia (afirmación) elegida por el sentido humano (no
proviene de la divinidad sino del intelecto) contraria a las sagradas escrituras que es públicamente predicada y obstinadamente
defendida. El dato clave para la definición del hereje es que es un obstinado que no admite la verdad de todos y se empecina en
el error. Por eso el hereje esta dentro del cristianismo y su condición se define por el error más la obstinación.
El hereje es separatista, genera una desviación y por eso produce una innovación, según Chenu. Nosotros sabemos que en
realidad, en la práctica la iglesia es la innovadora y así genera herejías, haciendo que todos aquellos que se mantengan en la línea
tradicional sean llamados herejes; pero desde el punto de vista del teólogo, el innovador es el hereje.
Duby y Moore nos hablan de que nadie va a ser hereje si no hay una autoridad que ha decidido que se trate de una herejía. Aquí
hay que distinguir los conceptos de heterodoxia y herejía: opinar distinto no es ser hereje (hay tolerancia); no pasa por el
contenido lo que define a la herejía sino por el acto de desobediencia a la autoridad. Si uno compara los discursos de un hereje
quemado del siglo XIII y de un predicador ortodoxo del siglo IX, se va a dar cuenta que prácticamente dicen lo mismo, pero en el
medio lo que ha habido es una autoridad más celosa de lo que esta adentro y de lo que esta afuera. La persecución misma de la
herejía hace a la condición misma de la herejía, hace a la definición de posiciones y a que algo tome consistencia e identidad (la
herejía). La ortodoxia fue un proceso muy largo y las cosas que queden en el tintero pueden ser motivos de discusión con herejes;
pero el hecho de un hereje diga A y le digan –A, a veces es posterior al proceso de persecución y muchas veces durante este
terminan definiéndose.
Moore y Vauchez nos hablan de los dominicos, similares a los franciscanos porque ambos son frailes mendicantes, pero estos son
una orden muy peculiar que sigue la prescripción de pobreza evangélica pero consideran a la pobreza desde un punto de vista
mas instrumental en el sentido de que la adoptan pero no es en ese estilo de vida donde se juega la orden, sino que esta nace para
combatir a las herejías y que toma la pobreza como un arma en la lucha contra las herejías. Plantean un estilo de vida que pueda
hacer frente a estos predicadores de la pobreza evangélica, entonces los dominicos muy prontamente van a ocupan espacios de
poder muy importantes y van a entrar de lleno a las universidades, ya que consideran que el estudio es otra arma para la lucha
contra la herejía (para poder discutirles). Otro sector de poder donde se destacan es en la inquisición. Actúan en las dos vías
planteadas por Inocencio para enfrentar la a la herejía: reabsorción y represión.
Hay otras estrategias más sutiles que están de acuerdo a las herejías que traten. La pobreza evangélica es un problema respecto
de los valdenses, pero con los cátaros no es un problema, porque el catarismo no apunta tanto a que la iglesia sea pobre o no (es
un argumento mas), este es una herejía particularmente complicada: en parte porqu tiene un virulento anticlericalismo y por otro
lado porque tiene un conjunto de doctrinas que hacen dudad si son una herejía cristiana u otro culto, que termina siendo la
primera porque se apoya en puntos del cristianismo, pero bastantes diferentes de la iglesia catolica o exagerados. La herejía
cátara proviene gracias a unos monjes provenientes del este de Europa, de la zona de la actual Bulgaria, que pertenecían a la
herejía de los bogominos y plantea un dualismo radical: hay dos principios desde el inicio de la creación, un principio del bien y
un principio del mal, y los hombres son algo asi como la puesta entre esos dos principios; el principio del mal domina todo lo
que tenga que ver con lo terrenal y lo carnal y el principio del bien con lo espiritual, con lo cual todo lo malo debe ser rechazado
y todo lo bueno exaltado radicalmente. Este tipo de religiosidad que llevan adelante los cátaros es muy similar a herejías
anteriores a los bogominos, por eso se los llama neomaniqueos (del siglo III).

Los tres órdenes o lo imaginario del feudalismo.


DUBY, Georges.

Adalberón de Laón y la misión real.


Unos oran, otros combaten y otros, además, trabajan. Sistema ideológico en La joven Parca o “Charme para el rey Roberto”.Este
es un poema político.
La oposición entre juventud y vejez aparece como el fundamento de toda la construcción dialéctica. Ordo alrededor del obispo,
los clérigos de la iglesia, compuesto de jóvenes y de viejos. El rey, los dos atributos: vejez y juventud. Se emplean igualmente en
la época para distinguir, en el seno de la aristocracia, los dos grupos a los que pertenecen los hombres adultos, según sean
solteros, inestables, vagabundos o que posean una esposa y sean jefes de una casa. Sin que importe el número de años, dos
maneras de conducirse en la vida, en la acción, en el camino a la salvación. En el poema “flor de la juventud” impetuosidad,
arrebatos de violencia que surgían de la sangre, aquellos humores vigorosos más desarrollados en ciertos linajes y que le
conferían “nobleza”, valor que se revelaba plenamente en el ardor de los combates. Rey, la parte de juventud, aquella que lo
transforma en un bellator que esgrime la espada y que restablece mediante la fuerza el orden sobre la tierra. Vejez, “virtud” del
alma, inteligencia del orden inmutable, movimientos regulares que tienen su sede en la parte celeste del universo: la sapientia,
aquella “verdadera sabiduría por la cual tal vez se conoce lo que pertenece al cielo, sempiternamente y con la que el rey de
reyes” impregna, mediante la unción, a los oratores.
Al participar de ambas naturalezas el rey es rex y sacerdos, al igual que Cristo. En el mundo terrestre ocupa el mismo sitio que
éste tiene en el celeste. El único de todos los nobles al cual la vehemencia heredada de la estirpe no le impide practicar ritos
eclesiásticos. Sagrado como los obispos y con la función de reunir en primavera a los guerreros, instalado en consecuencia en la
intersección de dos ejes, el rey le aparece como el responsable de paz. Para llevar adelante su doble papel de legislador y de
pacificador, el rey debe poner en acción sus dos naturalezas, vengar, castigar, corregir, si es necesario con violencia pero
reflexionar prudentemente para que se respete el orden. El peligro está en que no llegue a hacer un uso equilibrado de los dones
opuestos que le han sido conferidos.
Los reyes tienen la facultas oratoris. Pero como un exceso de “juventud” les amenaza, es importante que los obispos del reino
los rodeen y que reciban de ellos la enseñanza de las leyes. Obispos buscar, investigar dónde se encuentra el mal, armonizar los
castigos y las recompensas. Antes de pronunciar una sentencia, el rey debe pues deliberar con ellos. Los obispos son los
“preceptores” que deben recibir la veneración de todo el mundo, incluso de los reyes; todo el género humano debe
subordinárseles, incluidos los príncipes.
El arte de clasificar, de distinguir y, en particular de discernir la ordenación de la sociedad humana, estaba sometido a las leyes
del discurso. C
El alegato se construye de esta manera. El enunciado del postulado de la trifuncionalidad social pertenece al segundo discurso
que designa, en el cielo y fuera del tiempo, el modelo del orden.
El obispo ha pronunciado el discurso precedente, el pronunciará la declaración final, que es un programa de acción
reformadora. En el entrecruzamiento de la juventud y de la vejez, de lo profano y lo sagrado se entabla el diálogo entre el
preceptor, el maestro y su real alumno.
Adalberón sugiere al rey que dirija su mirada al cielo. Podrá observar que en este lugar de perfección todo está gobernado por
una “distinción de órdenes” y “que la distribución del poder subordina unos a otros”. Llamamiento conduce a la afirmación de
que la desigualdad es providencial, que el poder del rey es de distinctio, de discretio, que el soberano tiene como función
mantener las diferencias en la sociedad terrestre.
Dos demostraciones: Cambray-Arras y la que proviene de Laon. Coordinación real entre juventud y vejez de un juego de
equivalencias y de un poder ascensional que impulsa al mundo imperfecto a incorporarse en el perfecto. Pero el espíritu del rey,
imperfecto en sí, demasiado sumergido en lo carnal, no puede ir más allá de su visión. El conocimiento del cielo es necesario,
pues revela el principio mismo del orden social y permite observar “el inteligible orden del cielo a cuyo ejemplo se establece el
de la tierra”.
Adalberón comienza la descripción de la jerarquía eclesiástica. Iglesia, “ala que llaman reino de los cielos”, bajo el principado de
Cristo, los ministros tienen la misión de distribuir los órdenes: son los que ordenan, los que instituyen. La ecclesia es al mismo
tiempo celeste y terrestre, pertenece al cielo donde reina y a la tierra en la que aspira a elevarse. Debe respetar dos leyes. La
comunidad de los cristianos, la casa de dios es el sitio donde se pone en práctica complementariamente una ley de unidad, la ley
divina y una ley de distribución, la ley humana.
La ley divina “no separa aquello que divide”. Ciertos hombres, mientras viven son gobernados por ella: estos son los sacerdotes
quienes, antes de morir, son absorbidos por el más allá. A pesar de que entre ellos existen diferencias de naturaleza y de orden,
están unidos en la unidad sustancial de su condición. La pureza: “que sean puros y que estén exentos de la condición servil”. Son
libres y para merecer esta libertad deben escapar a la corrupción, apartarse de lo carnal. Adalberón, al reservar sólo a los
sacerdotes la obligación se dirige contra los herejes, quines han hecho extensivo a todos los hombres el rechazo del matrimonio.
Pero los sacerdotes deben cuidarse de no caer en otra deshonra: deben evitar mancharse con el trabajo manual, que no hagan
nada con sus diez dedos, tan sólo el lavado de sus cuerpos y de su espíritu, con el fin de poder vigilar mejor a los otros. Como
seres semicelestiales, participan de la naturaleza de los ángeles. Son los “esclavos”, los siervos de un único amo, dios. Los hace
superiores al resto del género humano. Iguales en condición y gozando del derecho a bautizar, a ofrecer sacrificios, a hablar, a
orar, los sacerdotes constituyen el orden.
“Puesto que la casa de dios es única, no debe ser puesta bajo una única ley?”.
No, responde el obispo: “el estado (status)” de la res fidei (de la iglesia en sentido amplio, de la comunidad cristiana) es simple,
pero según el orden, triple” misterio del mundo hecho a la imagen de se creador, uno en tres personas. “Ley humana”, esta ley
no une sino separa. Diferencia dos nuevas condiciones: de un lado los nobles, del otro los esclavos (o los siervos). Para los
primeros, la independencia y el ocio. Para los segundos, la sumisión. Y el esfuerzo: labor, que quiere decir también trabajo.
Labor, doble sentido. Servi para especificar su condición. Condición y no orden. El criterio de la división proviene de una
posición frente al poder. Los unos gobiernan, los otros obedecen. Responden a las estructuras de desigualdad el universo. En la
casa que constituye la cristiandad existen necesariamente amos y servidores. Estamos aquí sobre la tierra, del lado del pecado, de
la carne, del sexo. La lex humana reina sobre aquellos espacios confusos, en los que la transmisión de la vida, pecaminosa por
necesidad, se encuentra también por necesidad, sea con los placeres culpables de la procreación, sea con el castigo que
representan los dolores del alumbramiento. Condiciones definidas por el nacimiento. Nobles y siervos constituyen dos géneros.
A la cabeza del primero están situados el rey y el emperador, los dos faros de la cristiandad. Son sagrados. Pero su segunda
naturaleza les permite poseer lícitamente una esposa.
La atribución de una función viene como consecuencia de la división que crea la generación, el género. La sangre que corre por
las venas de los nobles los pone en condiciones de defender ante todo a las iglesias, luego al vulgo. En el seno del pueblo existen
también rangos. Los nobles deben a su cualidad genética el hecho de ser guerreros, bellatores. Mientras que el oficio de los
siervos consiste en poner en práctica todo lo que pertenece a la condición servil: lavar, cocinar, trabajar la tierra, es decir,
producir y preparar el alimento de los otros. “Triple es la casa de dios que se cree uno. Unos oran, otros combaten, otros también
trabajan. Los tres están unidos y no soportan la desunión”; “sobre la función de uno reposan las obras de los otros dos: cada uno
a su turno ayuda a los demás”. Si se respeta esta ley (lex), la paz reinará. El rey es el encargado de aplicarla y de impedir que el
orden sea perturbado.
Tres puntos:
1º- Al igual que si colega de Cambray, el obispo de Laon habla de tres funciones y no de tres órdenes. A diferencia de Gerardo y
Gregorio Magno, emplea la palabra ordo sólo en singular. Siempre el cuerpo eclesiástico. En la tierra, el único orden es la iglesia.
Esta parte de la humanidad, gracias a los ritos de la consagración, gracias a la unción, participa del orden celestial, responde a la
ley divina. Por el contrario, la ley humana, cuya competencia es el mundo sublunar, lo inestable, lo corrompido, sólo establece
condiciones.
2º- Laborator ausente como en Gerardo. Utiliza servus, servidumbre, para referir a la sujeción.
3º- Todas las divisiones determinan oposiciones binarias: en el universo hay dos órdenes, el celestial y el terrestre; en la ecclesia
dos partes, una en el cielo, la otra en la tierra; dos categorías de diferencias, las que provienen de la naturaleza y las que
provienen del ordo; dos leyes; al orden de los clérigos se opone el pueblo; la ley humana distribuye entre dos condiciones: los
nobles ejercen su protección sobre dos sectores y en el segundo se encuentran los más grandes y los más pequeños. La figura
ternaria proviene siempre de una combinación de figuras binarias. Y el desorden tiene su origen, tanto en la desunión de las
partes como en la anulación de las diferencias.
Adalberón hace una larga disertación sobre el desorden. En el Carmen hace alusión al error; mundo al revés. Un campesino
coronado; los guardianes del derecho, los príncipes dedicándose a la oración; los obispos desnudos conduciendo el arado.
Descripción bufonesca de la sociedad pervertida indica con mucha claridad quiénes desempeñan normalmente las tres
funciones, quiénes se dedican a la oración, a la guerra y al trabajo. Oratores son los obispos, los bellatores los príncipes y los que
trabajan los campesinos. La subversión es considerada también por Aldaberón como la secuencia posible, de una adhesión a las
propuestas de un Garín de Beauvis, quien impulsaba a asegurar la paz mediante juramentos de iguales respetados en asambleas
rurales. Sin embargo el Carmen va dirigido contra un único adversario: Odilón, abad de Cluny.
El propósito de Adalberón es restablecer a los obispos en su función, la de consejeros de los reyes. Pues actualmente, dice, no
son los sacerdotes aquellos que “sirven en conjunto a Cristo”, los sabios que han adquirido, como premio de un prolongado
estudio de los misterios, los que cumplen este oficio. ¿Quién se ocupa? Un laico que rechaza el matrimonio y que no posee la
sapientia, puesto que no ha sido consagrado, puesto que menosprecia la ciencia. Los monjes. Los responsables de las
perturbaciones que afligen a toda la sociedad. Si en Francia el mundo está investido y se ha confundido las funciones y los
rangos, la culpa es de la orden de Cluny que Odilón dirige.
¿Qué quieren los cluniacienses? Monaquizar la condición de los nobles, imponerles las prohibiciones y las obligaciones de los
religiosos. También militarizar la plegaria. Las categorías sociales están claramente señaladas por la vestimenta; y se escucha a
los guardianes del orden denunciar las nuevas modas en el norte de Francia. Modas causan horror, pues llevan a confundir al
guerrero con un sacerdote o una mujer; se las considera sacrílegas en tanto alteran el orden consagrado de la sociedad. Alteración
análoga a la provocada por el mensaje cluniaciense cuando muestra al oficio monástico como un combate, a los monjes como
militates, llegando incluso a abolir las diferencias prescritas al trasladar a la sociedad laica los valores primitivamente litúrgicos y
monásticos de la militia Dei, al querer transformar a todos los milites, a emprender guerra santa, en “caballeros de Cristo”.
Conduce a dislocar los tabiques que sirven de pilares al edificio social.
Última parte del panfleto, rey debe prometer no renunciar a ejercer personalmente la justicia, a seguir siendo el amo de la paz, a
instituir a los delegados que tendrán a su cargo la protección de los pobres. Debe prohibir a los nobles que frecuenten las iglesias
durante la noche y que salmodien en ellas durante días; debe prescribirles que hagan el amor y que tengan hijos, sin lo cual el
genus, la virtud desaparecería completamente del mundo. a los obispos que se desinteresan de los rura, de los problemas
campesinos, a que no finjan más compartir la indigencia de los hombres del campo, a que lleven los atavíos que convienen a su
rango o grado, a que reduzcan a los monjes a su propio dominio y que les impidan salir.
IV.
El sistema.
Adalberón y Gerardo hablan de lo mismo, de su oficio, de su función de obispos y de sus relaciones con la función real. “El rey
y los obispos parecen servir al siervo”. Tanto el uno como el otro se enfrentan con las dificultades concretas del momento,
competencia de un pequeño castellano y de un gran abad, tanto el uno como el otro están preocupados por las tensiones y las
resquebrajaduras del edificio político. Leen en Cicerón cómo unir la elocuencia a la sapientia. Ellos, los ancianos, los sabios,
alineados en el “orden de los poderosos” como es necesario para ser civilizados, para trasladar los fenómenos terrestres a la
ejemplaridad divina, proponen al rey un modelo de gobierno, la ideología de un orden cívico. Articulaciones fundamentales:
1º- Coherencia entre el cielo y la tierra construida sobre un único plan, en correlación. Se basan la desigualdad de los niveles
jerárquicamente superpuestos. La de más arriba constituye para la otra un modelo. La energía de la acción invocada por ambos
discursos se sitúa en consecuencia, del lado de aquél que, en el cosmos, es el más apto para elevarse.
2º- El orden es un atributo de la ciudad perfecta. Orden de aspecto militar que procede de una ley y que establece la paz. Se
extiende sobre la tierra por medio de la transmisión de consignas, de órdenes que repercuten por medio de la disciplina. Como
consecuencia de esta expansión, uno de los escalones más elevados de la pirámide humana, en la parte del mundo aún
imperfecta, es designado como un orden, el orden por excelencia: el cuerpo de los eclesiásticos. Es el único orden. Presenta en la
tierra, el modelo de toda organización social. El orden de los reyes es como su apéndice, puesto que éstos han sido consagrados.
Misión de contener la fogosidad que anida en el cuerpo de la persona real y de insuflarle la fuerza que necesita para mantener el
orden. La consagración del rey supone la superposición de una ordenación cultural sobre otra natural. Aquello que el ordo
establece, está permanentemente amenazado pues vivimos en las provincias de la contaminación. “Las leyes se descomponen y
entonces la paz pierde su rumbo; se cambian las costumbres de los hombres y el orden no cambia”. Apartarse del modelo celeste,
que es siempre inmutable. Para estrechar las amarras, es necesario que entre los hombres se distribuyan convenientemente las
diferentes funciones.
3º- Officium. El orden terrestre se basa en divisiones que distribuyen los cargos. Dos, uno dirigido hacia lo alto que se comunica
directamente con el cielo y que enuncia las reglas; el otro hacia la tierra y que tiene la función de hacer aplicar estas reglas. Lo
social, emplear la palabra ordo en relación a los hombres que cumplen esas funciones. Dos órdenes, de los poderosos, de los
obispos; y de los reyes, el bellator, los oratores. Para llevar a cabo su acción, los dirigentes deben ensanchar las bases del orden
que ellos constituyen. Al delegar la función sacerdotal, los obispos despliegan sobre el conjunto de su diócesis un orden, del que
son los padres espirituales. Los reyes hacen lo mismo con los nobles, de quienes son sus rectores. Reyes no son asexuados, efes
de una muy amplia parentela que se identifica con la nobleza y en la que se reclutan todos los jefes militares. Dos oficios: el oficio
de la oración por medio de un sacramento que responde ala ley divina; el oficio de la guerra, se transmite por la sangre,
responde a lo genético.
4º- dos grupos dominantes: sacerdotes, investidos de su función por los obispos; los nobles, descendientes de los reyes. Fuera de
ellos, auxiliares subalternos, monjes que no han llegado al sacerdocio y los caballeros que no detentan ningún poder.
5º- los obispos del siglo XI, no consideran que la función sacerdotal pueda provenir de la autoridad soberana, sino del rey de
reyes, de Cristo. Impide considerar las diversas responsabilidades sociales como una especie de proyección sobre la sociedad de
la misión y de los atributos reales. Pero permite comprender mejor el añadido de una tercera función y la definición de una
tercera categoría social.
6º- la triplicidad es uno de los elementos del sistema. Porque en el universo reina la desigualdad, algunos gobiernan, otros
deben obedecer. Dos condiciones dividen a los hombres; determinadas por el nacimiento, por la naturaleza: algunos nacen libres
y otros no, algunos nobles y otros siervos. En la medida en que adaptan su existencia a las exigencias del ordo, respetan la ley
divina, logran escapar de la impureza; se liberan de lo que impone la diferencia de condiciones. La fractura permanece tal cual
sólo entre los laicos, instala una tercera categoría, en estado de sumisión, el vulgo, conducido por los oratores y los bellatores.
Opone brutalmente a los hombres de la segunda función aquellos que sirven. Servidumbre es hereditaria. Tal es la tercera
función: la labor. Cumplen esta función aquellos que están obligados por naturaleza, porque su sangre no es la de los reyes y
porque no han sido ordenados a enajenar la fuerza de sus brazos al servicio de otros. El añadido de una tercera función surge del
principio de la desigualdad necesaria. El esquema aparece al comienzo o al fin de un discurso sobre la sumisión y sobre la
estructura de una sociedad, en la que su parte más elevada reina en la perfección y la más baja se arrastre en el pecado. El
carácter triple nace de una conjunción de las diferencias que instauran al mismo tiempo el ordo –están los sacerdotes y los otros-
y la naturaleza –están los nobles y los siervos-. El desorden proviene de la turbación del orden. Camerinos en asambleas de paz,
nobles que oren u oratores que combaten.
7º- Último concepto, mutualidad, reciprocidad en la jerarquía que exige la figura ternaria. La caridad anima la dinámica de los
intercambios. La superposición de los niveles es la que orienta; vaivén entre la dilección y la reverencia. De la cúspide proceden
la gracia y el impulso general. La caridad; gracias a la cual es posible cualquier coordinación y compaginación, es en sus
orígenes, condescendencia.

MOORE, R.I.
La formación de una sociedad represiva.
Poder y disidencia en la Europa occidental, 950-1250.

Introducción.
¿Por qué se perseguía a los herejes en el siglo XIII? Porque había muchos.
No dudo de que si hubiese preguntado las razones del rápido crecimiento de la dureza de las acciones para segregar a los
leprosos, o de la persecución a los judíos, habría recibido la misma respuesta. A estos últimos por el crecimiento no de su número
sino de su riqueza e influencias económicas.
Se ha llegado a aceptar de forma corriente que era en cierto modo natural o apropiado, o en cualquier caso inevitable, que la
iglesia medieval tratara de eliminar la disidencia religiosa por la fuerza.
Esto es suponer primero que los poseedores de la autoridad eclesiástica reflejaban meramente los sentimientos de la sociedad
que les rodeaba, y no la creaban y dirigían; y segundo que la violencia y la persecución eran puramente endémicas en el mundo
medieval.
La persecución religiosa había sido familiar en el Imperio romano y continuó siéndolo a lo largo de la historia del mundo
bizantino. Pero en occidente, lejos de ser normal en la sociedad medieval, desapareció junto con el Imperio y no reapareció hasta
el siglo XI; incluso entonces, sólo se hizo regular y se estableció gradualmente a lo largo de los siguientes cien años. Los siglos XI
y XII contemplaron lo que se convertía en una transformación permanente de la sociedad occidental. La persecución se hizo
habitual. La violencia deliberada y socialmente sancionada empezó a dirigirse, a través de las instituciones gubernamentales,
judiciales y sociales, contra grupos de personas definidas por características generales como raza, religión o forma de vida; y que
la pertenencia a tales grupos en sí misma llegó a considerarse justificadora de esos ataques.

1. Persecución.
La comunidad de fieles.
Concilio de Letrán. 1215, definición funcional (después del bautismo) de la comunidad cristiana. Primer intento de un concilio
inspirado por el papado de legislar sobre la vida cristiana tal como era vivida por los laicos. Aunque, como en toda legislación
medieval, existió un inmenso abismo entre promulgación y ejecución, los decretos proporcionaron un programa cuya influencia,
infinitamente lenta, discontinua y arbitraria, modificó de forma gradual la estructura institucional y espiritual de la sociedad
europea.
Los últimos tres cánones exigían a los judíos que se distinguieran de los cristianos por su vestido, les prohibían ocupar cargos
públicos y prohibían a quienes se convirtieran al cristianismo continuar observando cualquiera de sus ritos.
Los decretos se abrían con una declaración de fe. Se formuló de forma clara y precisa con el objeto de repudiar los dogmas de la
herejía cátara. Los herejes habían de ser excomulgados y entregados al poder secular para su castigo, y confiscadas sus
propiedades. Los sospechosos de herejía habían de ser también excomulgados y se les daba un año para demostrar su inocencia.
Visitas de inspección y obligar allí a tres o más hombres o todos los vecinos a jurar que si alguien supiera de la presencia de herejes o de otros
que tengan asambleas secretas, o se diferencien del modo común de los fieles en ley y moral, los dará a conocer a su obispo.
El canon lateranense se modeló estrechamente según al bula ad abolendam, promulgada en Verona en 1184 por el papa Lucio
III de acuerdo con el emperador Federico Barbarroja. Esta fue la primera medida a escala verdaderamente europea contra los
herejes.
En muchas regiones de Europa occidental os judíos no habían disfrutado de derechos legales para poseer tierra o transmitir la
propiedad por herencia, o del uso o la protección de los tribunales públicos, y en esa medida su posición era ya similar a la que el
Cuarto Concilio de Letrán establecía para los herejes. Los leprosos habían de ser segregados del resto de la comunidad por
expulsión o confinamiento y privados de derechos y protección legales y de su propiedad o la disposición sobre ella.

Herejes. El legado de la Antigüedad.


Agustín compuso la primera justificación cristiana de importancia sobre la coerción religiosa y la conversión forzada que
implicaba. Todo ello fue consolidado por el emperador Justiniano. Hizo de la creencia correcta, condición de la ciudadanía.
En el Imperio oriental la pena de muerte por herejía se prescribió sólo para unas pocas sectas muy apartadas y se aplicó en
ocasiones contadas. En occidente, en el 383, Prisciliano de Avila, primer europeo occidental en ser ajusticiado como hereje, sin ser
acusado de tal, sino como el único antes de que catorce miembros de lo más alto del clero y de los laicos más respetados de la
ciudad de Orleáns fueran quemados por orden del rey Roberto I de Francia en 1022. En esencia, la herejía misma murió en
Occidente con la fe arriana de los colonizadores germanos.

El siglo XI.
Vilgaro y Leotardo como tipificadotes de dos corrientes de herejía que se manifestarían en las primeras décadas del siglo XI.
Monforte, grupo que fue descubierto por Ariberto, arzobispo de Milán en 1028. Él y sus seguidores tenían voto de castidad,
amando a sus mujeres como si fueran madres y hermanas, no comían carne, poseían los bienes en común y dedicaban su vida a
la oración.
Influencia fundamental en la interpretación neoplatónica de las Escrituras que se había desarrollado en las escuelas de la época
carolingia tardía y en ese momento estaba en pleno auge al norte y al sur de los Alpes. Esa interpretación ponía gran énfasis en la
liberación del individuo, de la preocupación de los lazos de la carne mediante la abstinencia persona, y en la interpretación
alegórica de las Escrituras, sobre todo del Nuevo Testamento, para obtener un grado más elevado de comprensión del que se
alcanzaba en una lectura meramente literal del texto.
Purga de Orleáns del año 1022. El juicio de Orleáns fue un episodio capital en una larga rivalidad entre el rey Roberto el
Piadoso y el conde Eudes de Blois. Debe entenderse como un ataque afortunado a un influyente círculo cortesano unido por
vínculos de patronazgo y afinidad espiritual. A este respecto, el asunto de Orleáns debería verse más como el precursor de
intrigas sensacionales como las que se produjeron en las cortes inglesas, francesa y papal a comienzos del siglo XIV, que el
antecedente a los movimientos populares de los siglos XI y XII.
Leotardo de Versus, es el prototipo de una clase de hereje muy diferente. Un campesino impulsado por una visión a renunciar a
su mujer, romper el crucifijo de la iglesia local y predicar contra y pago del diezmo y a favor de un seguimiento literal del Nuevo
Testamento. Consiguió algunos seguidores.
No hay razones para pensar que estos grupos formaban una sola secta o una sola tradición, sino que compartían ciertas
características principales. Todos, parece claro, eran campesinos, en cualquier caso grupos no privilegiados y su doctrina
religiosa parece haberse limitado a un simple seguimiento literal de los preceptos del Nuevo Testamento, en especial los
Evangelios y los Hechos de los Apóstoles, lo que les hacía escéptico respecto a algunas enseñanzas y afirmaciones de la iglesia.
Gerardo de Cambrai examinó a la gente en Arras en el año nuevo de 1024. Tenía sus razones para aprovechar la oportunidad
por el descubrimiento de estos entusiastas sin instrucción para atacar lo que consideraba fuerzas de cambio y desorden en el
mundo carolingio tardío, y en especial el movimiento de reforma eclesiástica asociado a la nueva dirección que tomaba la
teología. Vivian, decían ellos, según el tenor de los evangelios y los hechos de los apóstoles, que resumían en abandonar el
mundo, refrenar los apetitos de carne, no injuriar a nadie, aplicar la caridad a cualquiera de nuestra fe. Concluían negando que el
bautismo fuera un sacramento, en razón de la mala vida de los sacerdotes por quienes era administrado, la probabilidad de que
los vicios a los que se renunciaba en la pila bautismal se volvieran a adquirir en la vida ulterior y la incapacidad del niño para
comprender la confesión de fe hecha en su nombre.
Discutidísimo renacimiento de la herejía en el siglo XI. Las corrientes de herejía estaban, por tanto, entremezcladas con las
corrientes de reforma mucho más amplias y rápidas que desde mediados de siglo trastornaban a la iglesia y a media Europa.
Milán, patarinos pleno apoyo del papado. La herejía no desapareció en estos años, como se dice a veces: se convirtió en la línea
política de la iglesia.

El crecimiento de la herejía popular.


Cuando la revolución gregoriana perdió su rigor y empezó a acomodarse de nuevo al mundo, la herejía reapareció con mayor
vigor y de nuevo con dos aspectos, aunque muy diferentes de los anteriores. Por un lado, como después de cualquier revolución,
estaban quienes pensaban que la reforma había sido traicionada y había fracasado en mantenerse la fe con el ideal sin
compromisos de pobreza apostólica y separación de la corrupción del poder secular que León IX, el cardenal Humberto y
Gregorio VII y sus legados habían llevado a tantos puntos de Europa. Por otro lado, con menos frecuencia al principio pero con
importancia creciente a medida que el siglo XII avanzaba, estaban quienes rechazaban no sólo los logros sino el objetivo de la
reforma gregoriana, el ideal de una iglesia jerárquicamente organizada que reivindicaba el derecho a intervenir en toda arca de la
vida y el pensamiento.
El mensaje de traición fue sostenido por predicadores vagabundos, hombres de aspecto salvaje, pobreza manifiesta y lenguaje
feroz que despotricaban contra la avaricia y el libertinaje de los curas y atraían seguidores en número alarmante. Roberto de
Arbrissel, Bernardo de Tiron; encargados por el papa para predicar la cruzada. Murió en 1115 como héroe de la iglesia y
fundador de una de sus admiradas órdenes. De hecho Hildeberto de Le Mans dio la bienvenida a su ciudad a otro predicador
cuando se marchaba hacia Roma por la cuaresma. Volvió para encontrar a su clero expulsado, algunos golpeados, su autoridad
hundida y la ciudad presidida por Enrique de Lausana, entre cuyos fervorosos discípulos se contaba no sólo la población laica
sino alguno de los clérigos más jóvenes, que habían ayudado a Enrique a contar con una plataforma desde la cual vituperar los
vicios de sus superiores. Este fue el comienzo de la más larga y exitosa carrera herética del siglo. Durante otros treinta años
Enrique actuó en el suroeste de Francia.
Provenza y Carbona, 1120 y 1130 el heresiarca Pedro de Bruy, cuyos ataques feroces y supuestamente violentos a la doctrina, las
personas y los edificios de la iglesia fueron retribuidos cuando la ciudadanía lo arrojó a la hoguera.
Predicadores anticlericales, Tanchelmo, regiones costeras de Flandes. Tema, la avaricia del clero y la tiranía de la iglesia. Como
los palatinos milaneses sus seguidores expulsaron a un párroco de su iglesia y la tomaron para su propio uso al menos en una
ocasión.
Arnaldo de Brescia, levantamiento contra el papa en 1146. Crecientes indicios de que grupos de laicos empezaban a reunirse en
busca de consuelo espiritual y apoyo social mediante el culto y el estudio del evangelio privados. Excepto cuando por una u otra
razón incurrían en las sospechas de las autoridades, sabemos poco sobre ellos. Lamberto el Tartamudo, un trasfondo de piedad
laica extendida, discreta, pero con frecuencia claramente orientada, cuya misma existencia constituía en cierta medida una crítica
a la iglesia y su actuación, es un contexto esencial para el creciente atractivo de los movimientos heréticos.
Los primeros signos claros de que a esta tradición autóctona de disidencia se le estaban uniendo enviados de comunidades
heréticas del mundo bizantino, probablemente refugiados, surgieron en Colonia, en 1143, tras un choque entre dos grupos de
herejes que llevó a su detención. El interrogatorio posterior reveló que los líderes de un grupo predicaban las doctrinas y
reivindicaban la historia y las órdenes de los bogomilos búlgaros. En la década de 1150, a lo sumo, los cátaros como iban a ser
conocidos, habían organizado una estructura eclesiástica en Renania, con sus propias iglesias, ritos y obispos. En los años de la
década de 1160 se estaban extendiendo rápidamente en Languedoc, que llegaría a ser su más firme baluarte, y desde allí a Italia,
donde tomaron contacto en la década de 1170, contacto en absoluto amistoso, primero con otros herejes de origen búlgaro que se
habían extendido por el Véneto y la Marca de Dalmacia durante las mismas dos décadas, y después directamente con misiones
de sus compañeros de Constantinopla.
En todas estas regiones los cátaros establecieron profundas raíces sociales muy rápidamente, quizás en razón de que eran áreas
donde la autoridad estaba ya fragmentada y el rápido cambio social producía tensiones y conflictos. Los cátaros se atrincheraron
firmemente en el Languedoc, Provenza, Lombardía y Toscana, y se aseguraron un grado de tolerancia y protección de los laicos
influyentes que en muchos lugares les proporcionó inmunidad sustancial frente a la disciplina de la iglesia. En realidad, fue un
intento de oponerse a su influencia lo que condujo a la formación de otra gran y duradera herejía de este período cuando Pedro
de Valdo y sus seguidores fueron excomulgados en 1181 por negarse a reconocer el derecho del obispo a dar licencia para
predicar como ellos habían prometido hacer contra el catarismo.
Los valdenses se extendieron quizá tan rápidamente como los cátaros y, lo que no es sorprendente a la vista de sus orígenes,
fueron aún más implacables frente a la autoridad y las pretensiones del clero romano. Es probable que el período entre el Tercer
concilio de Letrán de 1179, que promulgó fuertes condenas de numerosas herejías, y el cuarto concilio en 1215 viera la más
rápida difusión de la herejía popular que Europa occidental haya experimentado.
La respuesta de la iglesia.
Los poderes y las penas establecidos en el derecho romano proporcionaban en ocasiones la base para su respuesta, pero el
hecho de que cuando, en torno al año 1002, Burchard de Works reunió la más amplia colección de derecho eclesiástico hasta esa
fecha no incluyera tales medidas, o tan siquiera considerara la cuestión de la herejía popular, es una llamativa confirmación de
que nuestra ignorancia de los sentimientos heréticos en los siglos anteriores inmediatos no es simplemente atribuible a las
deficiencias de los testimonios que han sobrevivido. En algunos caso la iniciativa era adoptada por los poderes seculares, en
ausencia de éstos los obispos tendían a actuar según el principio establecido por Wazo de Lieja de que los informes de herejía
debían investigarse, los herejes debían ser examinados y excomulgados y sus doctrinas públicamente refutadas. Después de 1028
no hay un nuevo proceso hasta 1148. Ese año un célebre y violento hereje, Eon de l’Etoile, responsable de saqueos e incendios de
monasterios en Bretaña, fue entregado a un concilio en Reims, perdonado como loco manifiesto, pero numerosos seguidores
suyos fueron entregados al poder laico y quemados.
No podemos ignorar el contraste entre los años anteriores a 1140 o en torno a esa fecha, cuando la respuesta episcopal a la
predicación herética era parcial, ad hoc y con frecuencia suave, y la determinación creciente de tratarla con severidad después de
ese tiempo.
La expulsión del hereje de la diócesis, lejos de ser adecuado para frenar la difusión de las doctrinas heréticas, contribuía
realmente a ella.
El concilio de Reims de 1148 confirmó el fin de la inhibición en la llamada al poder secular al entregar a los eonitas para ser
quemados, y el interés creciente del papado por la herejía allá donde surgiera, al solicitar que no se diera socorro a los seguidores
de los herejes en Gascuña y Provenza, es decir a los discípulos de Enrique y Pedro, bajo pena de interdicto sobre las tierras que le
dieran abrigo.
Con anterioridad los obispos habían reaccionado frente a lo que generalmente era, en los casos documentados, actos
espectaculares y agresivos por parte de herejes manifiestos, de hecho autoproclamados; ahora su tarea era buscar herejes bajo la
premisa de que serían encontrados y de que cualquier negativa por parte de los herejes a proclamar su infamia sería sólo una
prueba de su duplicidad.
En suma, en estos años la iglesia pasó a la ofensiva. En 1178 otra misión papal en Tolouse, encabezada por otro abad de
Claraval, Enrique de Marcy, estableció el último elemento esencial del procedimiento inquisitorial.
Judíos.
El legado de la Antigüedad.
El derecho romano colocaba a los judíos en la misma situación de la incapacidad que a los herejes cristianos. Quedaban
excluidos por el Codex de Justiniano del servicio imperial y la profesión legal, del derecho a hacer testamento y recibir herencia,
a testificar o presentar demandas en los tribunales públicos. Estas prohibiciones nacieron como contrapartida de los privilegios
otorgados a los judíos antes de las sangrientas guerras del siglo I.
El ascenso del cristianismo en los siglos IV y V llevó el problema a su punto culminante. A los judíos se les prohibió casarse con
cristianos, adquirir esclavos cristianos o convertir a los esclavos que tuvieran su propia religión. A comienzos del siglo V
Honorio I prohibió la construcción de nuevas sinagogas, aunque continuó permitiéndose que se repararan las viejas y el culto en
ellas permaneció como una libertad protegida.
Las prohibiciones ideadas para impedir a los judíos ejercer doméstico y político sobre los cristianos y hacer proselitismo a favor
de su religión se contenían en unas cincuenta disposiciones del código teodosiano y se repitieron en los códigos de los reinos
germánicos que se sucedieron en los siglos V y VI. Otra cuestión es el grado en que fueron puestas en práctica. No hay duda de
que en los tribunales de Carlomagno y sus sucesores los judíos disfrutaron de la protección imperial. Después de la división del
Impero en el 843, a una vigorosa campaña del clero de la Francia occidental, encabezado por el arzobispo Hincmar de Reims, en
pro del restablecimiento de las prohibiciones.

La aparición del antisemitismo.


Siglo XI, cambio de atmósfera, ataques en Limoges, Orleáns, Rouen, Maguncia.
Primera cruzada. Rouen escenario de una matanza, pero las fuentes cristianas y judías dicen que hubo otras. Masacres en
Espira, Works, Colonia, Tréveris, Praga, Ratisbona y otros lugares.
La predicación y la preparación de las cruzadas, el fervor religioso y la inquietud social asociados a ellas, siguieron
representando un peligro para los judíos. El destacado papel de Ricardo I en la organización de la tercera cruzada contribuyó a
extender la fiebre a Inglaterra, donde su coronación, 3 de septiembre de 1189, fue acompañada por la quema judería de Londres
con la pérdida de al menos treinta vidas. En los meses siguientes hubo ataques a los judíos en diversos lugares.
Desde el comienzo los cruzados estimularon la hostilidad hacia los judíos y proporcionaron las más horrendas ocasiones para
su expresión. Pero no la causaron, y ese estímulo se emplea demasiado fácilmente como explicación acomodaticia de
acontecimientos cuyas causas reales y conexiones internas son oscuras. El trasfondo de la mayor atrocidad individual contra los
judíos franceses en esta etapa por Felipe Augusto en 1191, no tuvo conexión alguna con las cruzadas o con cualquier otro ataque
a los judíos. Parece cierto que los judíos de Europa estaban siendo sometidos a una presión creciente y a vejaciones cotidianas
durante los siglos XI y XII, y puede haber algo más que coincidencia en la tendencia de los indicios que se han conservado al
respecto a desplazarse del Mediterráneo al norte de Europa a medida que el período avanza.
Verona entre 931/38 expulsa a los judíos de su ciudad. Parece datarse en los primeros años del siglo XI la tradición de golpear a
un judío frente a la fachada de la iglesia el domingo de Pascua. Que esta ceremonia se conmutara por un impuesto a la
comunidad judía en Toulouse, al menos ya en 1077, abona la sospecha de que, como otras costumbres del período se creara con
el específico propósito de exigir una renta, en este caso por la iglesia de una región donde sus recursos estaban sujetos a una
presión muy severa.
Es imposible hacer un balance fiel de la situación general de los judíos europeos en el siglo XII. En muchos aspectos participaron
de la prosperidad general y de la expansión del período. Las comunidades judías se extendieron a muchas regiones de Europa,
sobre todo en el norte y en el oeste, donde no había existido anteriormente. Sus miembros ocupaban con frecuencia posiciones de
influencia y muchos acumularon grandes riquezas, no sólo mediante el préstamo local sino comparte de una estructura bancaria
y comercial que se extendía por Europa y Oriente Medio. El pensamiento y la cultura judíos experimentaron, como sus análogos
cristianos, un renacimiento en el siglo XII. Es difícil no advertir la precariedad de tal bienestar y sospechar que, aparte del
disturbio ocasional, repentino y devastador, aparte del cuadro cada vez más extendido del judío como enemigo decidido de la
comunidad cristiana que constituía un siniestro presagio para el futuro, existía una vulnerabilidad creciente en la vida cotidiana
a los ataques y abusos casuales del fiel.
En 1179 concilio de Letrán, los judíos no debían ser privados de tierra, dinero o bienes sin juicio, no debía atacárseles con palos
y piedras durante la celebración de sus festividades religiosas, y sus cementerios no debían ser invadidos o violados. El
antisemitismo casual, casi instintivo se convertía en un lugar común en las crónicas. Tópico cristiano medieval del enemigo de
Cristo blasfemo y sacrílego.
Parece seguro que la formación de ese tópico, junto con la especialización de los judíos en el negocio de préstamos de dinero y
sus actividades asociadas, y con el establecimiento en la mayoría de las regiones de su peculiar estatuto jurídico como posesiones
–siervos- del rey, fueron en la práctica, aunque no en los principios, obras del siglo XII. Estos tres acontecimientos estuvieron
íntimamente relacionados y unidos, constituyen los elementos esenciales de la vulnerabilidad de los judíos a la persecución.
Los judíos como enemigos de Cristo.
Enemigos particulares de Cristo. Cohn: la clase de antisemitismo más mortífera, la que se traduce en matanza e intento de genocidio,
tiene poco que ver con los conflictos de intereses reales de los seres humanos o incluso con los prejuicios raciales como tales. En su núcleo está
la creencia de que los judíos forman un conjunto que conspira para arruinar y luego dominar al resto de la humanidad. Como una liga de
hechiceros utilizados por Satanás para la ruina física y espiritual de la cristiandad.
La idea de una asociación especial entre el demonio y los judíos tenía una base en las escrituras. La frase sinagoga de Satanás
procede del Apocalipsis. Los padres de la iglesia no inventaron la creencia de que los judíos fueran hábiles en brujería, pero le
dieron amplia difusión. Ideas que se relacionaron en la leyenda bizantina del sacerdote apóstata Teófilo. Guiberto de Nogen, uno
de los primeros historiadores de la primera cruzada, aficionado a las anécdotas que asociaban a los judíos al sexo, la brujería y el
demonio.
Era habitual en la literatura monástica el vínculo entre asociaciones diabólicas, libertinismo sexual y asesinato de niños. Nogent
atribuyó el mismo comportamiento a los seguidores de los maniqueos.
Calumnias contra los judíos que reaparecían en el siglo XI. Los relatos de su traición a la España visigoda a favor de los árabes
en el siglo VIII y de los vikingos en los casos de Burdeos y Barcelona en el siglo IX, debieron desatarse a causa de la afirmación,
recogida por Raúl Glaber, de que el califa al Hakim había destruido el Santo Sepulcro a instigación de los judíos de Orleáns.
A mediados del siglo XII la creencia de que los judíos asesinaban a niños cristianos para sus propósitos rituales estaba
ampliamente extendida, a pesar de repetidas desautorizaciones del papa, en especial en 1242 y 1253, y de la conclusión de una
comisión creada por el siempre curiosos Federico II para investigar la cuestión, de que no había nada de eso.
Estaba la idea también de que servían a su diabólico señor profanando la hostia. En Berlitz 1263, Bruselas 132, numerosos
judíos fueron quemados a causa de esta acusación, cuya fuerza creció sin duda, con el establecimiento desde 1264 de la fiesta
Corpus Christi como medio de despertar el entusiasmo popular por la doctrina de la transubstanciación, y contra los herejes que
dudaban de ella. Otra blasfemia atribuida a los judíos cada vez con mayor frecuencia, reflejando evidentemente su actividad
como prestamistas, contribuyó también a asociar la idea del judío con la de la suciedad y en especial la defecación- someter los
vasos sagrados que llegaban a sus manos a indignidades repugnantes que no podían mencionarse.

Los judíos, siervos reales.


Situación legal de los judíos se describe a menudo como servidumbre de la corona.
La servidumbre de los judíos fue esencialmente una innovación de los siglos XI y XII. Había quedado prefigurada en el año 694,
cuando el concilio de Toledo redujo a esclavitud a toda la población judía de España. El motivo pudo ser directamente fiscal,
llevar a mano de la corona bienes judíos, o político, impedirles constituir una base para la oposición. Pero no hay pruebas de un
vínculo directo entre esta legislación y el principio que empezó a enunciarse en los documentos de las ciudades aragonesas y
castellanas a fines del siglo XII de que los judíos son siervos de la corona y pertenecen en exclusiva al tesoro real. Si esa idea tiene
un solo origen, este es franco, se encuentra en el acto de Luis el Piadoso de reservarse la audiencia de los casos que implicaban a
los judíos, a través de un funcionario denominado magíster judaeorun.
Como tantas veces en la historia judía, el tratamiento especial era en sí mismo peligroso, y lo que empezó como privilegio más
tarde se convirtió en medio de opresión.
En Maicon el conde actuaba como señor de la comunidad judía e intermediario entre judíos y cristianos, considerándoles a su
vez parte de su patrimonio, ejerciendo la justicia sobre ellos y heredando sus tierras cuando morían. En 985 el conde de
Barcelona se consideró heredero de los judíos muertos. En la España cristiana los derechos y la seguridad de los judíos quedaron
en mano de la corona. Básicamente lo mismo en Inglaterra.
En el Sacro Imperio Romano es perceptible la misma relación entre protección y posesión en el siglo XII.
En España, Inglaterra y el Imperio la fijación de la posición de los judíos como siervos reales representó en efecto una
reafirmación de la prerrogativa real a través de la reclamación de poderes alienados, apoyada en los dos primeros casos por la
situación creada por la conquista. En el reino de Francia la desintegración del poder central, que continuó a lo largo del siglo XI,
incluyó el poder sobre los judíos. Sólo cuando los Capetos reafirmaron el poder real fuera de sus dominios, en el reinado de
Felipe Augusto, cuando empezaron a reclamar un dominio especial sobre los judíos. Cuando Luis VII creó un prepositus
judaeorum para hacer respetar las deudas a los judíos, cerca del fin de su reinado, no hacía más de lo que un señor hubiese
considerado prudente en sus propias tierras.

De la explotación a la expulsión.
Deterioro de la situación de los judíos franceses tras el ascenso al trono de Felipe Augusto. Antipatía personal y avaricia real.
Arresto de judíos, registro de propiedades y confiscación de bienes. Expulsión del dominio real y aunque se les permitió vender
sus bienes, fueron reservados par el rey y para los sucesores, y se entregaron las sinagogas a los obispos para su conversión en
iglesias.
Parece que la doctrina de que los judíos eran siervos regios fue adoptada en el reino francés como una racionalización post
factum de la persecución y que no proporcionó la base original para ella. En realidad, aunque estuviera implícita en todos los
tratos de Felipe con los judíos después de que los readmitiera en el dominio real en 1198, la formulación explícita de la doctrina
en los documentos reales tuvo lugar con relativa lentitud durante el siglo XIII. Su fundamento legal sin duda debía algo a la
situación que Felipe encontró perfectamente establecida en las importantes juderías de Anjou y Normandía cuando anexionó
estos territorios en 1204, y a que Inocencio III reiterar que los judíos estaban condenados a servidumbre perpetua como castigo
por la crucifixión, en una bula emitida en 1205.
Explotación nueva y mucho más sistemática de los judíos como fuente de ingresos de los reyes franceses y sus barones. Cuando
los beneficios directos de sus actividades financieras eran insuficientes para las necesidades del momento podía gravárseles en
razón de protección o por devolverles sus bienes después de confiscarlos, o podían ser expulsados del reino y obligados a pagar
por volver en términos todavía más duros que antes, proceso que continuó hasta le expulsión final en 1394.
Que la agonía fuera más breve y probablemente menos brutal en Inglaterra no se debió a la mayor benevolencia de sus reyes
sino a la mayor sofisticación financiera de su gobierno. Se los gravó con la creación del exchequer de los judíos en 1194 para
administrar las deudas a la corona. La expulsión de los judíos de Gascuña en 1288-89 y de Inglaterra en 1291 fue resultado no de
una creciente hostilidad de la comunidad en general, sino de la presión financiera que Eduardo I decidió poner en práctica
mediante el sencillo y arbitrario expediente de la expoliación.
El aparato para la persecución de los judíos en Europa se puso completamente a punto durante el viaje del siglo XII y la imagen
del judío tan firmemente asociada a ella quedó fijada. Sólo en ese momento comenzaron a aparecer los retratos que
representaban a los judíos como físicamente diferenciados –sobre todo con largas narices ganchudas-: al igual que la insignia
inflamante eran necesarios porque, tal como se quejaban los autores de los decretos de Letrán: en los países donde los cristianos
no se distinguen de los judíos y los sarracenos por sus vestidos, se mantienen relaciones entre cristianos y judíos y sarracenos.

Leprosos.
Lepra. El legado de la Antigüedad.
Es absolutamente evidente que la lepra del Levítico no era la enfermedad de Hansen, que parece tener su origen en China y que
sólo lentamente encontró su camino hacia Oriente Medio y Europa. Puede decirse concierta confianza que si la enfermedad de
Hansen no era desconocida en el mundo antiguo, era sumamente rara.
Constantino demostró caridad hacia los leprosos. El impulso caritativo prevaleció todavía en el concilio de Orleáns de 549
donde se ordenó a los obispos dar alimento y vestido a los leprosos, que por la dura enfermedad están obligados a insufribles
privaciones. La segregación de los leprosos se prescribe por primera vez, no en el derecho romano o en el eclesiástico sino en el
código de Rotara, rey de los Lombardos en el 635: si alguien es afligido por la lepra y la verdad de la cuestión es reconocida por un juez o
por el pueblo y es expulsado de la civitas o de la casa, no tendrá derecho a enajenar su propiedad o darla a alguien, el día en que se le expulsa de
la casa es como si hubiera muerto.
La lepra no ocurrió por su negligencia, sino por los graves pecados de ella y la enfermedad resultante. Cuando la enfermedad se
hizo frecuente era ya familiar una estructura para tratarla.
La legislación de Rothari da inicio a un silencio en las fuentes occidentales que permanecería casi sin ruptura hasta el siglo XI.
En realidad, el recrudecimiento de la lepra que se hizo visible entonces se atribuye con mayor frecuencia, como la herejía, la
sífilis y los arcos góticos, al mayor contacto con el oriente medio derivado de las cruzadas.
El ataque a la lepra en la Edad Media.
Víspera de una importante modificación en el tratamiento otorgado a los leprosos, que representa un notable esfuerzo de
organización y gasto: la fundación de hospitales y casas para leprosos que tuvo lugar en amplia escala por toda Europa
occidental. El movimiento empezó a fines del siglo XI y comienzos del XII, alcanzó su apogeo alrededor de cien años más tarde y
decayó rápidamente a fines del siglo XIII.
Hay que advertir que existe una clara explicación de tipo general de destacado incremento de estas fundaciones en el último
cuarto del siglo XII. En 1179 el tercer concilio de Letrán reiteró que debía segregarse a los leprosos, y se les prohibió acudir a la
iglesia o compartir iglesias y cementerios con las personas sanas. Estableció que a quienes vivieran en comunidades se les debía
proporcionar capillas, sacerdotes y cementerios, aunque no en forma que perjudicara los derechos parroquiales de las iglesias
existentes.
Hacia la segregación.
Estas fundaciones tuvieron lugar en un contexto de creciente hostilidad hacia los leprosos y en medio de una creciente
convicción de que debían estar segregados de la comunidad.
Puesto que la sanción más fuerte que los estatutos de la mayoría de las leproserías del siglo XIII establecían frente a una
infracción persistente de las reglas era la expulsión, la segregación difícilmente podía ser el objetivo principal de las fundaciones.
A la inversa, una de las principales fuentes de beneficencia eran los mismos leprosos que conseguían la admisión de esa forma.
Esto sólo supone que la vida en un hospital era mejor que otra alternativa. La imagen del leproso caminando con una campana o
tejoleta advirtiendo su aparición, y con su escudilla para pedir es una de las más familiares y más penosas que el mundo
medieval puede ofrecer. Los leprosos no estaban solos en su miseria. Hacia 1200 hospital de St. Jean prohibía la admisión de
leprosos, enfermos de ergotismo, paralíticos, mutilados en castigo por robo. Sabemos que los leprosos tenían otro lugar para ir,
pero no sabemos nada sobre el resto. En otras palabras, la ansiedad del leproso por ser admitido en el lazareto, o por nos ser
expulsado de allí, y el grado en que su fundación y mantenimiento representaban un logro caritativo, deben considerarse una
medida del rigor con el que se aplicaba la segregación y los horrores que la acompañaban.
Es difícil estimar hasta qué punto la segregación no fue general o estricta. Leprosos excluidos de cargos públicos en los siglos X
XI, sin embargo numerosos leprosos nobles y reales no lo estuvieron. Los poderosos eran más vulnerables a la hostilidad política,
y al tiempo más capaces de asegurar se exención de las leyes que gobernaban a otros, según las circunstancias, que las personas
normales, cuya situación es difícil de conocer.
Hay signos evidentes de un miedo al contagio y a la rapidez con que podía extenderse, desde comienzos del siglo XII. Se pedía
que los leprosos estuvieran alejados de la ciudad (1118 Francia), la campiña, las viñas, en razón del número creciente de leprosos.
El mismo Luis VI dio como razón para fundar una leprosería, que los leprosos iban por las calles como mendigos hasta que,
debido a la opinión de los médicos en el sentido que eran contagiosos, el clero y los ciudadanos decidieron reunirlos y hacerles
dejar la ciudad y la antigua fortaleza.

El muerto en vida.
El reforzamiento de la ley de segregación estipulado en el tercer concilio de Letrán, se expresaba con máxima crueldad en el
ritual de separación de la comunidad, modelado sobre el rito para los muertos, que el concilio ordenaba y para el que
proporcionó numerosos modelos. En muchos lugares se ordenaba al leproso colocarse en una tumba abierta mientras el
sacerdote leía el ritual; en otros lugares bastaba arrojar unas pocas de paletadas de tierra sobre su cabeza a modo de conclusión.
Entonces el cura debía transferir a la lengua vernácula con todo detalle las implicaciones de lo que había ocurrido: te prohíbo para
siempre entrar en la iglesia o monasterio, feria, taller, mercado o compañía de personas… lavar tus manos o algo tuyo en la corriente o en la
fuente. Te prohíbo entrar en una taberna. Te prohíbo si vas por el camino y encuentres con alguien, que t hable, no ponerte a favor del viento
antes de responder… te prohíbo ir por un camino estrecho de forma que si te encontraras a alguien pudiera coger de ti la enfermedad… te
prohíbo tocar a los niños. Te prohíbo comer o beber en compañía a no ser de leprosos.
Durante el siglo XIII estas prohibiciones se trasladaron a numerosas ordenanzas locales y municipales para el control y el
aislamiento de los leprosos.
La dimensión más temible de la muerte mundana del leproso, era la pérdida que ocasionaba de la protección y la propiedad. En
los primeros años del siglo XIV los inquisidores de Felipe V (1316-1322) torturaban a los leprosos para obtener confesiones de
que habían tramado una conspiración para envenenar las fuentes de toda Francia. Los resultados le proporcionaron a Felipe la
justificación para quemar a cientos y para apropiarse de los ingresos de los lazaretos para su tesoro siempre hambriento. Felipe el
Hermosos había desarrollado operaciones similares contra los templarios, años antes.
La lepra estaba ahora en retroceso. En 1342 las propiedades de la leprosería de Ripon se asignaron a los pobres después de que
una investigación real establecieron que ya no había leprosos que la utilizaran, y en roda Europa un proceso similar, que culminó
en el siglo XVI y comienzos del XVII, invirtió el curso de las donaciones trazado en los siglos XII y XIII. Pero la imagen del
leprosos como la más repelente, peligrosa y desolada de las criaturas, representante del último grado de la degradación humana,
que, aunque ciertamente no inventada en esos siglos, recibió entonces precisa forma legal y social, permaneció tan firmemente
arraigada que el terror de sufrir la enfermedad ha quedado como uno de los obstáculos más poderosos para su control y
tratamiento hasta la actualidad.

El enemigo común.
Para los cristianos la muerte en vida de la lepra era objeto tanto de admiración e incluso de envidia, como de terror. Al leproso
se le había concedido la gracia especial de recibir el pago de sus pecados en esta vida y podía esperar por tanto una más pronta
redención en la próxima. Reflejo de la idea de que los leprosos constituían una orden semirreligiosa.
La idea de la lepra como castigo de pecado no es en absoluto exclusivamente cristiana. Los hindúes del Himalaya, resultado de
pecados de una vida pasada; en el Islam, castigo de dios a la inmoralidad. Sin duda, tales sentimientos surgen del aspecto
grotesco y el repugnante hedor de las heridas putrescentes que afligen al que padece y quizá también de que, por horrible que
sea, la lepra en sí misma ni reduce la vida ni es directamente dolorosa por su efecto anestesiante sobre las terminaciones
nerviosas. La lepra se ofrecía como un espectáculo de castigo, del mal comportamiento en general o de pecados específicos
considerados particularmente atroces.
La asociación a una conducta sexual desordenada fue especialmente frecuente. Durante la revolución papal del siglo XI se
llamaba leprosos a los simoníacos, representantes de la amenaza del control laico contra el que luchaba la iglesia. La lepra se
identificó sobre todo con un pecado. Se había identificado con la enemistad hacia la iglesia. Por lepra no entendemos sino la
mancha del pecado.
El tratado Sobre la medicina de Rhabano Mauro (muerto en 856) explica que la enfermedad era producida por un desequilibrio de
los humores, resultado del pecado; las enfermedades podían clasificarse según los pecados de los que eran manifestación
corporal: la lepra es la falsa doctrina de los herejes… los leprosos son herejes que blasfeman contra Jesucristo.
La analogía entre la lepra y herejía es utilizada con gran regularidad y detalle por los escritores del siglo XII. La herejía se
extiende como la lepra, avanzando progresivamente, infectando los miembros de Cristo a medida que avanza. La herejía como
la lepra, se difundía por el aliento emponzoñado, que infectaba el aire y podía atacar así las vidas de quienes lo respiraban, pero
era también transmitida, y con más eficacia, como virus, es decir en el líquido seminal. Infección tan maligna que sólo el fuego
era efectivo.
Si le para y herejía eran la misma enfermedad, cabría esperar que sus portadores tuvieran las mismas características. De igual
manera en lo tocante a la lascivia y a los medios de satisfacerla. Se creía que la lepra se transmitía y se heredaba sexualmente,
incrementaba el apetito sexual y provocaba la hinchazón de los genitales. De aquí la separación de sexos en las leproserías y el
fuerte énfasis en la legislación municipal del siglo XIII en excluir a los leprosos de los burdeles. El Tristán de Béroul, se castiga a
la mujer por su adulterio dándola a los leprosos: tengo aquí cien compañeros. Dadnos a Iseo y la tendremos en común, nunca
una mujer tendrá peor fin. La metáfora de la seducción se utilizó en abundancia en relación con la herejía, y el libertinajes sexual
se asoció como un tópico a los herejes y sus seguidores: las mujeres y los jóvenes se excitaron tanto con la lascivia del hombre que
dieron testimonio público de su extraordinaria virilidad, según el relato del cronista Le Mans de cómo Enrique de Lausana
estableció su dominio sobre la gente de la ciudad.
En la época que se escribieron esas palabras se había resucitado la idea de los escritos de los padres de la iglesia de que los
herejes (sobre todo los maniqueos) se reunían por noche para orgías secretas en las que les visitaba el demonio y tenían
relaciones sexuales con él, para contribuir a la denuncia de los clérigos de Orleáns y los seguidores de Clemente Bucy,
interrogados por Guiberto Nogent en 1114. Se convertiría en el aquelarre en que se basó la gran locura de las brujas de la Baja
Edad Media.
Hemos visto ya cómo el antisemitismo contribuyó a su formación con la elaboración de la idea de que existía un vínculo especia
entre el demonio y los judíos, garantizado sexualmente y caracterizado por la seducción de los cristianos al servicio del demonio
a través de las artimañas judías. Los judíos eran asimilados a los herejes y los leprosos al asociarlos con la suciedad, el hedor y la
putrefacción, con una excepcional voracidad y capacidad sexuales, y por la amenaza que representaban en consecuencia para las
mujeres y los niños de los cristianos honestos. Herejes, judíos y leprosos eran intercambiables. Tenían las mismas cualidades,
procedían de la misma fuente y representaban la misma amenaza: a través de ellos el diablo trabajaba para subvertir el orden
cristiano y llevar el mundo al caos.

INTRODUCCIÓN

¿Por qué se perseguía a herejes y judíos ? “porque había muchos”. La existencia (abundante) de personas cuyas convicciones
religiosas diferían de las aprobadas por la Iglesia era en sí misma la causa de la persecución. Esta era una explicación suficiente
para prohibir la expresión de sus creencias y de que se crearan instituciones para descubrirlos y asegurar su retracción mediante
la pena de la pérdida de la libertad, de la propiedad y en último extremo de la vida.
La persecución religiosa había sido familiar en el Imperio Romano, y continuó siéndolo a lo largo de la historia del mundo
bizantino.
Pero en Occidente, lejos de ser “normal” en la sociedad medieval, desapareció junto con el Imperio Romano, y no reapareció
hasta el siglo XI; incluso entonces sólo se hizo regular y se estableció gradualmente a lo largo de los siguientes cien años
aproximadamente. En este sentido los siglos XI y XII contemplaron lo que se convertiría en una transformación permanente de la
sociedad occidental. La persecución se hizo habitual.
La violencia deliberada y socialmente sancionada empezó a dirigirse, a través de las instituciones gubernamentales, judiciales y
sociales, contra los grupos de personas definidas por características generales como raza, religión o formas de vida; y que la
pertenencia a tales grupos en sí misma llegó a considerarse justificadora de esos ataques.
Las víctimas de la persecución fueron no sólo los HEREJES, sino los LEPROSOS, los JUDÍOS y otros diversos grupos que se
añadieron posteriormente.
PERSECUCIÓN
 La comunidad de fieles.
--Decretos de Letrán: Aunque, como en toda legislación medieval, existió un inmenso abismo entre promulgación y ejecución,
los decretos de Letrán proporcionaron un programa cuya influencia infinitamente lenta, discontinua y arbitraria, modificó de
forma gradual la estructura institucional y espiritual de la sociedad europea.
La importancia del los decretos de Letrán y otro conjunto de disposiciones está no sólo en la formidable serie de sanciones
legales que introducían contra la herejía, sino en la legitimidad que daban a la actuación contra ella.
El cuarto concilio de Letrán estableció una maquinaria de persecución para la cristiandad occidental y especialmente una serie
de sanciones contra los condenados, que se iba a demostrar adaptable a una variedad de víctimas mucho más amplia para los
que fue ideada.
--Los Decretos de Letrán y los judíos: los últimos tres cánones que exigían a los judíos que se distinguieran de los cristianos por
su vestido, les prohibían ocupar cargos públicos y prohibían a quienes se convirtieron al cristianismo continuar observando
cualquiera de sus ritos anteriores.
--Los Decretos de Letrán y los herejes: los decretos lateranenses se abrían con una declaración de fe. Se formuló de forma clara y
precisa con el objeto de repudia los dogmas de la herejía cátara. Los herejes habían de ser excomulgados y entregados al poder
secular para su castigo, y confiscadas su propiedades. Los sospechosos de herejía habían de ser también excomulgados, y se les
daba un año para demostrar su inocencia.
--La Santa Inquisición: fue en Toulouse donde la Inquisición papal adoptó su forma institucional regular, formal y duradera.
Cuando se extendieron por toda Europa occidental ampliaron también su alcance. Es decir, en ésta época las leyes contra los
herejes se estaban aplicando a conversos judíos relapsos.
HEREJES
 El legado de la antigüedad.
Ni la teoría ni la práctica de la persecución fueron invención del siglo XII. Durante los últimos de la Antigüedad el apoyo del
poder imperial proporcionó los medios de la coerción, y la inteligencia del mayor de los poderes de la Iglesia su fundamento
racional. Cuando los obispos y los papas de este período se empezaron a inquietar por la herejía descubrieron que no había
dificultades para encontrar una justificación o un mecanismo de persecución y que no había necesidad de recurrir a novedades.
--Oriente: Justiniano, por ejemplo, hizo de la creencia correcta una condición de la ciudadanía y, en su caso, de la aprobación de
los curas locales o de la asistencia a la comunión la prueba de la creencia correcta.
--Occidente: en esencia la herejía misma murió en Occidente con la fe arriana de los colonizadores germanos del siglo V.
 El siglo XI
Una serie de episodios, constituyen el discutidísimo renacimiento de las herejías en Occidente en el siglo XI. Aunque con
muchísimas diferencias, convergían en una proposición, la de que la Iglesia necesitaba reformarse y erradicar la corrupción y la
falta del celo de sus sacerdotes, para que pudiera responder a las necesidades espirituales de quienes buscaban la salvación
mediante la iluminación del alma, el rechazo a la riqueza y el pode mundano y la imitación de los apóstoles. Las corrientes de
herejía estaban, por tanto, entremezcladas con las corrientes de reforma mucho más amplias y rápidas que desde mediados de
siglo trastornaban a la Iglesia y a media Europa.
 El crecimiento de la herejía popular
Cuando la revolución gregoriana perdió su rigor y empezó a acomodarse de nuevo al mundo, la herejía reapareció con mayor
vigor y de nuevo con dos aspectos. 1- como después de cualquier revolución, estaban quienes pensaban que la reforma había
sido traicionada y había fracasado en mantenerse la fe con el ideal sin compromisos de pobreza apostólica y separación de la
corrupción del poder secular de León IX y Gregorio VII y sus legados habían llevado a tantos puntos de Europa. 2- estaban
quienes rechazaban no sólo los logros son el objetivo de la reforma gregoriana, el ideal de una Iglesia jerárquicamente
organizada que reivindicaba el derecho a intervenir en toda área de la vida y pensamiento.
El mensaje de traición fue sostenido por predicadores vagabundos, hombres de aspecto salvaje, pobreza manifiesta y lenguaje
feroz.
Herejías más importantes: cátaros y valdenses.

 La respuesta de la Iglesia
La difusión de la doctrina herética entre los laicos fue desde todo punto de vista un nuevo problema para los obispos de los
siglos XI y XII. Los poderes y las penas establecidos en el derecho romano proporcionaban en ocasiones la base para su
respuesta.
--La respuesta de la Iglesia antes y después del S. XI: no podemos ignorar el contraste entre los años anteriores a 1140 o en torno
a esa fecha, cuando la respuesta episcopal a la predicación herética era parcial y con frecuencia suave, y la determinación
creciente de tratarla con severidad después de ese tiempo. El cambio se relaciona con la tendencia a un tratamiento más
centralizado del problema.
--De la defensiva a la ofensiva: la responsabilidad de enfrentarse a la herejía recaía en los obispos. Pero su principal remedio, la
expulsión del hereje de la diócesis, lejos de ser adecuado para frenar la difusión de las doctrinas heréticas, contribuía realmente a
ella. Pero en el Concilio de Reims de 1148 se confirmó el don de la inhibición en la llamada al poder secular al entregar a los
herejes para ser quemados, y el interés creciente del papado por la herejía allá donde surgiera, al solicitar que no se diera socorro
a los seguidores de los herejes en Gascuña y en Provenza bajo la pena de interdicto sobre las tierras de quienes les dieran abrigo.
Luego de esto, la tarea de los obispos era buscar herejes bajo la premisa de que serían encontrados y de que cualquier negativa
por parte de los herejes a proclamar su infamia sería sólo una prueba de su duplicidad.
En suma en estos años la Iglesia pasó a la ofensiva.
JUDÍOS
 El legado de la Antigüedad
--El derecho romano colocaba a los judíos en la misma situación que a los herejes cristianos. Quedaban excluidos por el Codex
Justiniano del servicio imperial y la profesión legal, del derecho a hacer testamento y recibir herencia, a traficar o presentar
demandas en los tribunales públicos. Estas prohibiciones nacieron como contrapartida de los privilegios a los judíos antes de las
sangrientas guerras el siglo I d.C.
--El ascenso del cristianismo en los siglos IV y V llevó el problema a su punto culminante. A los judíos se les prohibió casarse
con cristianos, adquirir esclavos cristianos o convertir a los esclavos que tuvieran a su propia religión.
--Las prohibiciones ideales para impedir a los judíos ejercer poder económico y político sobre los cristianos y hacer proselitismo
a favor de su religión se contenían en unas cincuenta disposiciones del código teodosiano y se repiten en los códigos de los reinos
germánicos que se sucedieron en los siglos Vy VI.
 La aparición del antisemitismo
--El antisemitismo y las cruzadas: desde el comienzo los cruzados estimularon la hostilidad a los judíos y proporcionaron las
más horrendas ocasiones para su expresión. Pero no lo causaron ellos exclusivamente, ni fue el único factor. Parece cierto que los
judíos de Europa estaban siendo sometidos a una presión creciente y a vejaciones cotidianas durante los siglos XI y XII.
--Situación de los judíos. S. XI-XII-XIII: es imposible hacer un balance fiel de la situación de los judíos europeos en el siglo XII.
En muchos aspectos participaban de la prosperidad general y de la expansión del período. Pero resulta muy difícil no advertir la
precariedad de tal bienestar y sospechar que, aparte del disturbio ocasional, repentino y devastador, aparte del cuado cada vez
más extendido del judío como enemigo decidido de la comunidad cristiana que constituía un siniestro presagio para el futuro,
existía una vulnerabilidad creciente en la vida cotidiana a los ataques y abusos causales del fiel.
 Los judíos como enemigos de Cristo. Los judíos como siervos reales. La explotación y la expulsión de los judíos.
Parece seguro que la consideración del judío como enemigo de cristo, junto con la especialización de los judíos en el negocio de
préstamos de dineros y sus actividades asociadas, y con el establecimiento en la mayoría de las regiones de su peculiar estatuto
jurídico como posesiones –siervos- del rey, fueron en la práctica, aunque no en los principios, obra del siglo XII. Estos tres
acontecimientos estuvieron ligados íntimamente, y unidos constituyeron los elementos esenciales dela vulnerabilidad de los
judíos a la persecución.
1- Judíos como enemigos de cristo: Fue muy común, durante la edad media, el tópico cristiano del judío como enemigo de Cristo
blasfemo y sacrílego. La identificación de los judíos como enemigos particulares de Cristo ha sido el rasgo central y más cruel del
antisemitismo europeo. La idea de una asociación especial entre el demonio y los judíos tenía una base en las Escrituras.
2- Los judíos como siervos reales: la servidumbre de los judíos fue esencialmente una innovación de los siglos XI y XII. había
quedado prefigurada en el año 694, cuando el Concilio de Toledo redujo a esclavitud a toda la población judía de España. Sin
embargo no hay pruebas de un vínculo directo entre esta legislación y el principio que empezó a enunciarse en los documentos
en las ciudades aragonesas y castellanas a fines del siglo XII de que los judíos son siervos de la corona y pertenecen en exclusiva
al tesoro real. En España, Inglaterra y el Imperio la fijación de la posición de los judíos como siervos reales representó en efecto
una reafirmación de la prerrogativa real a través de la reclamación de poderes alienados, apoyada en los dos primeros casos por
la situación creada por la conquista.
3- La explotación y expulsión de los judíos: a partir del siglo XII, XII y alo largo del siglo XIII se inaugura una explotación nueva
y mucho más sistemática de los judíos como fuente de ingresos de los reyes franceses y sus barones. Cuando los beneficios
directos de sus actividades financieras eran insuficientes para las necesidades del momento podían gravárseles en razón de
protección o por devolverles sus bienes después de confiscarlos, o podían ser expulsados y obligados a pagar para volver. El
aparato para la persecución de los judíos en Europa se puso completamente apunto durante el siglo XIII y la imagen del judío tan
firmemente asociada a ella quedó fijada.

LEPROSOS
 El legado de la Antigüedad
No tenemos medios de saber si la segregación de los leprosos se practicaba en ésta época. Se prescribe por primera vez no en el
derecho romano o en el eclesiástico, sino en el código de Rothari, rey de los lombardos en el 635. Cuando la lepra se hizo
frecuente era ya familiar una estructura para tratarla. La legislación de Rothari da inicio aun silencio en las fuentes occidentales
que permanecían casi sin ruptura hasta el siglo XI. En realidad el recrudecimiento de la lepra que se hizo visible entonces se
atribuye con frecuencia al mayor contacto con oriente medio derivado de las cruzadas.
 El ataque a la lepra en la Edad Media
La fundación de hospitales y casa para leprosos tuvo lugar en amplia escala por toda Europa occidental. El movimiento en
contra de la lepra empezó a fines del siglo XI y comienzos del siglo XII, alcanzó su apogeo alrededor de cien años más tarde y
decayó rápidamente a fines del siglo XIII. Existe una clara explicación de tipo general del destacado incremento de estas
fundaciones en el último cuarto del siglo XII. El tercer concilio de Letrán reiteró que debía segregarse a los leprosos, y se les
prohibió acudir a la Iglesia o compartir iglesias y cementerios con las personas sanas.
 Hacia la segregación
La fundación de refugios y hospitales para leprosos en gran escala fue, desde luego, un gran esfuerzo corporativo. Pero estas
fundaciones tuvieron lugar en un contexto de creciente hostilidad hacia los leprosos y en medio de una creciente convicción de
que debían estar segregados de la comunidad.
 El muerto en vida
El reforzamiento de la ley de segregación estipulado en el tercer concilio de Letrán se expresaba con máxima crueldad en el
ritual de separación de la comunidad, modelado sobre el rito para los muertos, que el concilio ordenaba y para el que
proporcionó numerosos modelos. La dimensión más temible de la muerte mundana del leproso era la pérdida que ocasionaba de
la protección y de la propiedad.
Para los cristianos la muerte en vida dela lepra era objeto tanto de admiración como de envidia o de terror. Al leproso se le
había concedido la gracia especial de recibir el pago a sus pecados en esta vida y podía esperar tanto más pronta redención en la
próxima. La lepra se ofrecía como un espectáculo de castigo, del mal comportamiento en general o de pecados específicos
considerados particularmente atroces.
EL ENEMIGO COMÚN
En definitiva con propósitos imaginativos, herejes, judíos y leprosos eran intercambiables. Tenían las mimas cualidades,
procedían de la misma fuente y representaban la misma amenaza: a través de ellos el diablo trabajaba para subvertir el orden
cristiano y llevar el mundo al caos.

FASOLI, Gina.
Ciudad y feudalidad.

Italia septentrional entre X y XIII-XIV.


Ciudad, rodeados aquellos asentamientos que así fueron considerados por los contemporáneos en cada momento: eran ex
municipios romanos, que más tarde se convirtieron en sedes episcopales y en cabezas de condado. Nunca fueron concedidas en
feudo por los soberanos a sus fieles y nunca perdieron su carácter público, ni siquiera cuando fueron concedidas in perpetuo a
sus obispos, que las gobernaron como funcionarios públicos, y tampoco sucedió que alguna ciudad entrara en la esfera de las
autoridades feudales extraurbanas y que éstas sustituyeran una de sus circunscripciones político-administrativo-judiciaria,
correspondiente al castillo… porque una correspondía a la ciudad. Ni tampoco aunque en la residieran entes eclesiásticos
inmunes y un buen número de señores laicos, ningún centro urbano fue jamás desmembrado en señoríos diversos, a pesar de
que, en un cierto momento, hallemos vasallos episcopales o condales en posesión de lugares de importancia estratégica o
económica, o uno y otro juntos, tales como puertas, puentes, tramos de muralla, puertos fluviales.
En la alta edad media hasta mediados del XI los habitantes de la ciudad siempre gozaron de ciertas formas de autonomía, de
participación en el gobierno de la ciudad, en la vida pública local, aunque sólo las ejercieran un grupo restringido de ciudadanos,
por su riqueza y prestigio familiar y personal, con capacidad de tomar iniciativas contra el obispo y contra el conde: nobleza,
aristocracia, patriciado términos que no me gustan demasiado. Patriciado en la alta edad media, es un anacronismo total.
Aristocracia tampoco porque implica el concepto de una clase cerrada y exclusivista, y nobleza que aplicado al ambiente urbano
entre los siglos X y XII todavía es un concepto discutido y controvertido. Prudente hablar lisa y llanamente de próceres notables.
También precisión en el término feudalidad. Todos aquellos individuos, a todos aquellos grupos sociales insertos en un sistema
de relaciones de dependencia personal expresada en un juramento de fidelidad, sustentada en la concesión de un beneficio,
gravada con la prestación de determinados servicios. Casta social puede ser distinta de la de los propietarios de tierras, los cuales
también poseen cortes y castillos, pero a título de alodio; en la práctica cotidiana, unos y otros se funden y confunden a través de
la riqueza, los hábitos de vida, parentesco, prerrogativas administrativas y judiciales ejercitadas en cortes y castillos; a través de
obligaciones militares, de clientelas de homines y de vasallos, en cuanto que también los grandes propietarios de dominios
territoriales conceden tierras en feudo a sus fideles o a quienes desean convertir en tales. En el uso corriente unos y otros son a
menudo conocidos como señores feudales.
Con el término feudalidad pretendo referirme también a las normas, a los usos expresados en textos legislativos, actos públicos
y privados, en fórmulas diplomáticas, a la crónica al uso común.
Castillos significado de centro fortificado en el que residía el dominus loci, o una facción de dominus loci, o sus agentes, o los
agentes del poder público ciudadano. Habitaban en casas más sólidas y aparatosas que las de los otros habitantes, que en el
interior del recinto amurallado que rodea el centro habitado pueden tomar la apariencia de auténticos y verdaderos fortines.
Los documentos reales e imperiales de los siglos IX-X de cives mayores, minores. Aludían a estratificaciones sociales, calificadas
sobre la base del modo de vida y del prestigio individual, en relación al cariz del parentesco, amistades y en conexión con la
riqueza inmobiliaria y mobiliaria con deberes militares. La primera, la presencia característica de propietarios de tierras en la
ciudad está documentada por un paso, de un libro de censos de Lotario en el 846. La presencia de posesores en la ciudad es un
fenómeno antiguo, con los orígenes mismos en la ciudad.
También había mercaderes que surgieron de las actuaciones privadas en los siglos IX y X.
No disponemos en cambio de documentos que nos hablen con certeza de la residencia habitual de milites en la ciudad y mucho
menos de su participación activa y consolidada en al vida ciudadana. No hablar de aquellos que combatieron a caballo con
armamento completo porque eran ricos, sino de aquellos que formaban parte de la clientela armada de un señor laico o
eclesiástico, categoría que sin duda existía, pero cuya residencia en la ciudad en el siglo X sólo ha sido demostrada en Milán.
Finales del X, los cronistas milaneses aluden a la presencia y preeminencia en la ciudad de una feudalidad vinculada al
arzobispo y articulada en torno a capitaneiv et valvasssores, a milites moires et minores. Ignoramos si eran originarios de la
ciudad, qué posición ocupaban en la ciudad o en el campo antes de entrar a formar parte de la clientela del obispo.
La inmigración de propietarios de tierras, de vasallos, de gente de armas a la ciudad a lo largo de los siglos X y XI es, en
cualquier caso un fenómeno que se detecta en todas las ciudades italianas en el marco del movimiento migratorio más amplio
que implica a todos los estratos rurales. La fuerza de atracción de la ciudad siguió una curva creciente desde la época en la que
las incursiones húngaras hacían afluir a la ciudad turbas de prófugos, que una vez desaparecido el peligro ya no regresaban más
que en parte a sus lugares de origen. Esta inmigración del condado a la ciudad, produce la inserción en la casta de ciudadanos
notables genuinos, de núcleos militares y feudales que mantenían relaciones estrechas con la zona rural, con el lugar de
procedencia. Los señores rurales querían tener un punto de apoyo en la ciudad para así reforzar su posición en el campo, donde
poseían alodios y beneficios, controlaban los centros de poder para, al propio tiempo, y desde la ciudad, acceder a un campo de
acción más amplio que propiciaría la realización de sus ambiciones, de su voluntad de poder y de enriquecimiento, en el ámbito
laico y en el eclesiástico.
Sobre las fricciones y las luchas que los recién llegados pudieran haber provocado ya en el siglo XI, en el estadio actual de
nuestros conocimientos sólo tenemos noticia de lo que ocurría en Milán.
Dentro del movimiento que llevó a la formación de los municipios, los vasallos de señores eclesiásticos y laicos encarnaban la
particular exigencia de sus grupos frente al señor. Presencia políticamente activa de vasallos obispales y condales en época
premunicipal. Milán, Génova, Verona. Superada la interpretación dieciochesca del surgimiento del municipio como hecho
revolucionario, resueltamente “antifeudal” se ha pasado a interpretar (Ernesto Sentan) su origen por la progresiva modificación
del mundo feudal, en la que inicialmente participa la nobleza ciudadana y la que en modo alguno se opone programaticamente.
Primer municipio, como una medida de emergencia, que de provisional se convierte en estable, que suple una carencia o una
debilidad momentánea o duradera del poder, hasta entonces legítimo, del conde laico o del obispo. El propio consulado aparece
como el nuevo órgano en el que encontraban simultáneamente expresión la voluntad de supervivencia y de afianzamiento de la
vieja aristocracia militar ciudadana y los intereses del estrato más intransigente en el plano económico.
Nombres de vasallos y funcionaros obispales o condales se alternaban con los de personajes que presumiblemente eran
propietarios de tierras o mercaderes, junto a jueces y notarios, a legis doctores que cuando estaban al servicio del señor rural
representaban un vínculo cultural con la ciudad en la que se prepararon profesionalmente, pero que cuando estaban al servicio
del nuevo régimen constituían un sólido vínculo de continuidad o de legitimidad con el régimen precedente. Jueces y doctores
legis, casta de los mayores, cuando se enriquecían, se convertían en propietarios.
El nuevo organismo político administrativo que se iba constituyendo se basaba, en sus inicios, en la relación personal entre el
vértice y la base, relación de tipo feudal, que es algo muy diferente de aquella asociación voluntaria jurada de la que tanto se
habló y se continúa hablando.
Sueldo de los funcionarios, indicado como feudom. Gremios artesanales, paratico, casi copiando la curia de los pares y
sustituyendo también ellos el esquema del juramento feudal por el sacramentum societatis.
Los hombres de la edad media tenían un riguroso sentido del ceremonial, el municipio naciente; a los únicos modelos a los que
podía referirse eran al modelo eclesiástico y feudal; al de los concejos y de las grandes asambleas del reino. La elaboración de las
formalidades diplomáticas municipales no podía emerger más que de los ejemplos de la cancillería de los soberanos, de los
obispos y condes, y de los señores, llevada a cabo por los notaros. Su nombramiento era una prerrogativa imperial delegada a los
condes palatinos y a los demás grandes personajes del mundo feudal, los que siguieron ejerciéndola después que los municipios
se hubieran arrogado esta capacidad.
La inmigración del condado a la ciudad de propietarios de tierras, vasallos, de guerreros prosiguió a lo largo de los siglos XII y
XIII e incluso los rebasó, en parte por propia elección, por solicitud o imposición inmediata de los gobernantes de la ciudad. La
supeditación y el establecimiento de los señores rurales empieza 1100. sobre este punto las interpretaciones historiográficas se
han ido progresivamente perfilando y enriqueciendo con matices, desde la triunfalista exaltación de la victoria de la ciudad y de
la libertad ciudadana sobre las arcaicas estructuras feudales a las más cautas valoraciones del significado y consecuencias de la
sumisión y el establecimiento urbano de personajes acostumbrados a disfrutar de una absoluta y exclusiva prioridad en el
ámbito de su señorío, conviviendo con personajes que desde tiempo atrás gozaban de un prestigio y unas competencias que les
permitían monopolizar la administración municipal.
En el caso del establecimiento voluntario todavía influían las viejas motivaciones; la ciudad seguía siendo el lugar donde se
buscaba seguridad, éxito, riqueza, lujo, poder. Respecto a los señores feudales menores, era un medio para suavizar los vínculos
que les mantenían sujetos a sus señores. En el caso de las sumisiones forzadas, el nuevo régimen instaurado en la ciudad quería
afirmar la propia autoridad en el área territorial que había sido administrada por el conde y cuya jefatura espiritual era ostentada
por el obispo, del cual las ciudades eran el centro topográfico y económico asistido por una milenaria red de caminos. Los burgos
y castillos que surgían a lo largo de esos caminos eran centros económicos en los que convergían los recursos económicos de las
tierras sujetas al señor que las poseía y que explotaba con aranceles y peajes el tráfico desde y por la ciudad. El gobierno de la
ciudad quiere eliminar o al menos coordinar esa pluralidad de centros económicos y fiscales en beneficio del centro urbano;
asegurar la libertad de tránsito sin aranceles ni peajes, el abastecimiento de materias primas, víveres, mano de obra, la venta de
los productos del artesanado urbano, la tutela de posesiones rurales del ciudadano, tener puntos de apoyo militar para la propia
defensa y para la ofensiva contra vecinos peligrosos.
La conquista del condado nunca llegó a ser total y no culminó con la creación de estructuras homogéneas en toda la extensión.
Avanzó con más rapidez en ciertas zonas, más lentamente en otros; en algunos rebasó los límites de la diócesis, en otros no llegó
a alcanzarlos y nunca fue completa, porque incluso allí donde encontró señores rurales dispuestos a un rápido entendimiento se
vio obligada a respetar no pocas prerrogativas jurisdiccionales, administrativas, militares, que se levantaron más tarde como
extremadamente peligrosas. Más peligrosa resultó la persistencia de dominios territoriales de la gran feudalidad, con la que
nunca fue posible llegar a acuerdos duraderos en beneficio de la ciudad sobre todo cuando tenían posesiones en diversos
condados colindantes e intervenían en las querellas y en las guerras entre las ciudades.
El instrumento del que se sirvieron casi en todas partes las ciudades para lograr y establecer una relación duradera con los
señores locales es la instauración de un vínculo feudal de vasallaje. Los señores locales cedían la propiedad de sus castillos al
municipio, personificado en los cónsules, que inmediatamente se la restituían a título de feudo, recibiendo un juramento de
fidelidad acompañado de cláusulas que variaban caso a caso; signo evidente de que cada sumisión, cada acuerdo, iba precedido
de negociaciones, más o menos rápidas y fáciles.
El objetivo inicial, constante y principal de estas negociaciones era el castillo, cuya disponibilidad quería asegurarse el
municipio tanto en la paz como en la guerra, para impedir que se convirtieran en bases de fuerzas enemigas; se añadían
cláusulas relativas a la imposición de cargas fiscales, de prestaciones personales a los habitantes del lugar sujeto al señor,
relativas a la libertad de tránsito y a la seguridad de hombres y mercancías que se dirigían a la ciudad que procedían de ellas.
A menudo se incluye también la obligación del señor de adquirir o construir una casa en la ciudad y de residirá en ella durante
un período de dos meses en tiempos de paz, y de cuatro o más meses en tiempos de guerra. Acaso el solar edificable, o la
edificación o el dinero necesario para ello fuera donado por el municipio; en otros casos no exigía el compromiso de adquirir
inmuebles ni la obligación de residencia temporal, porque la continua residencia del señor en su castillo pareciera más útil que su
alejamiento temporal, porque introducir en la ciudad a un personaje demasiado poderoso pareciera peligroso.
No ha sido sistémicamente recogidas por ninguna ciudad italiana las indicaciones contenidas en los documentos y que permiten
observar cuánto tiempo transcurrió entre el sometimiento de un señor rural y su asentamiento en la ciudad de modo estable y no
sólo por breves períodos y su inserción en la vida ciudadana, su admisión en los concejos, su elección a los cargos. Ernesto Sestan
ha observado que no había mucha diferencia entre los domini de los castillos y el grupo dirigente urbano: sobre la base de esta
afinidad social entre clase dirigente urbana y residuos feudales del condado es posible, una solidaridad política: la clase dirigente de las
ciudades está dispuesta a abrirse y a acoger en su seno, en definitiva a absorber, los domini de los castillos.
Al margen de las transaccionales alianzas matrimoniales, parece que el primer paso en la carrera política había consistido en ser
convocado a presenciar, en calidad de testigo, actos políticamente relevantes.
La meta de llegada fue la asimilación completa entre ciudadanos notables de origen e inmigrados, en cuanto a ocupaciones,
riquezas, ambiciones, hábitos. Las relaciones comerciales de amistar, de parentesco, les acercaban y les iban fundiendo cada vez
más a mediada que transcurría el tiempo.
En el plano edilicio y urbanístico, la agrupación se traduce en la formación de verdaderas y auténticas islas topográficas e
institucionales, en las cuales en torno a la casa en la que residía el núcleo familiar originario se apiñaban las casas en las que
habitaban los descendientes y colaterales, los clientes y fideles; casas dispuestas de tal modo que formaban un gran patio interno,
lugar de encuentro y plaza de armas, desde donde se accedía a la torre solariega, a la capilla gentilicia. Las agrupaciones tenían
subjefes, a los cuales se les reconocían ciertos derechos frente a los parientes de las agrupaciones, según los estatutos que se
habían otorgado; tenían una enseña en común que todos portaban en sus armas; un estandarte en torno al cual cerraban filas en
la guerra y en las batallas urbanas; pero la solidaridad de la agrupación se manifestaba también en los concejos ciudadanos, a
favor de la política seguida, por el grupo o por alguno de sus componentes.
Otro capítulo de los señores feudales en la ciudad o en vías de asentamiento es el de su ingreso en la carrera que les lleva a
acceder al cargo de justicia, en conexión con su acceso a la universidad.
El hecho que no pocos miembros de familias señoriales ocuparan también el cargo de capitano del popolo, nos lleva a
reflexionar sobre otro fenómeno: Giovanni de Vergottini en 1934: el movimiento popular en el siglo XIII está ampliamente
dirigido por nobles, segregados por motivos de diversa índole de su clase social y de su partido político. Puede ser objeto de
discusión hasta qué punto y en qué ciudades el éxito de las clases populares puede ser interpretado como un momento, un
aspecto de la lucha entre las facciones nobiliarias, tal como ha propuesto alguien.
Romaña, el poder pasó de los magnates oriundos de la ciudad a los señores rurales asentados en la ciudad. Sería también
necesario dilucidar mejor en qué medida el asentamiento urbano de los señores y su inserción en la vida política contribuyó a
exasperar las contiendas y rivalidades entre las facciones, a abrir la fractura entre milites y pedites y no darse por satisfecho con
el post hoc, ergo propter hoc, como se ha hecho hasta ahora. Cuando llegaron al poder los oficios, se operó un debilitamiento de
la acción, de la presencia del concejo ciudadano en el condado; el pueblo gobierna dentro de las murallas de la ciudad, pero
fracasa en el principal objetivo del primer municipio, la formación de un estadio territorial.
No todos los señores rurales estuvieron vinculados a sus ciudades con una relación feudo-vasallática, ni todos fueron obligados
o incitados a establecer sus residencias en ellas; ello sucede obviamente con los más fuertes y poderosos, con los cuales las
ciudades se daban por satisfechas estableciendo de vez en cuando relaciones de alianza, de colaboración, de buena vecindad. Los
feudatarios mayores de hecho también se cernían sobre la ciudad; aún sin llegar a ser ciudadanos o súbditos, su campo favorito
de acción fueron las ciudades, donde intervinieron impulsados por sus intereses del momento y en la perspectiva de una línea
política bien definida, que se proyectaba hacia delante en el futuro, siempre, empero porque las ciudades atraían por la
posibilidad que ofrecían de éxito político, económico, mundano.
La asunción por parte de la ciudad del papel de señor frente a una pluralidad de vasallos, implicaba la aceptación y también la
reelaboración de las normas del derecho feudal, tal como se habían ido configurando a lo largo de los siglos: el concejo
municipal, señorío colectivo, no podía, empero, mantener sin reformar las relaciones personales que mediaban entre señores y
vasallos, ni tampoco observar los ritos y usanzas. Parece que nunca un municipio procedió a una de aquellas periódicas
recognitiones feudorum que formaban parte de la práctica administrativa de los grandes señores y de los reinos.
Parece que todo entraba en la práctica normal de gobierno, que el cumplimiento o el incumplimiento de los vasallos, la
observancia de la totalidad de los pactos o de una parte de ellos estaba bajo control de los órganos disputados al gobierno y a la
defensa del condado y que las controversias que pudieran derivarse de ello se resolvían, cuando no se recurría al uso de las
armas, ente los tribunales ciudadanos, los cuales se remitían a las normas de los Libri feudorum y a las costumbres que cada
ciudad había sedimentado en mayor o menor armonía con aquellos. Las disputas entre un señor y sus vasallos, en cambio, iban a
parar a una curia de pares, asesorados por jurisconsultos ciudadanos.
En los Libri feudorum, no se hace la más mínima mención de la posibilidad de que una ciudad concediera feudos o tuviera
vasallos, y no se sabe cuándo este dato de la realidad fue aceptado por la jurisprudencia.
Concilia relativos a disputas feudales; protocolos notariales, fórmulas concernientes a las concesiones y refutaciones de feudos.
En cuanto a la enseñanza del derecho feudal en la universidad, se sabe que en el siglo XII en Bolonia todavía no era materia de
enseñanza, pero parece que lo fue hacia la mitad del siglo siguiente y continuó siéndolo hasta todo el siglo XVIII e incluso lo
rebasó.
En el siglo XIII con la expresión magnates, junto a la que hallamos otras como potentes, potentiores, milites, casastici, se
indicaba a aquellos personajes que tenían su campo de operaciones en la ciudad y en el territorio, que a la riqueza y a la
autoridad asociaban la turbulencia y la prepotencia, siempre porfiando o en guerra abierta entre ellos y siempre dispuestos a
oprimir a los más débiles y a imponerles sus cargas fiscales y sus servicios, a apoderarse de sus tierras. Junto a los que pertenecen
a viejas familias de potentados de origen urbano o de origen rural, están presente los representantes de familias de banqueros, de
mercaderes lo suficientemente ricos como para construirse casas y torres, comprar cortes y castillos, emparentarse con viejas
familias, conseguir la dignidad caballeresca. En torno al calificativo de magnates, de potentiores se agavillan todos los demás,
aunque se insiste en dos características: la posesión de castillos, la calificación de miles, de caballero adornado de todos sus
atributos, en cuanto símbolo de pertenencia a una determinada casta social. Contra los magnates se desarrolló en todas o en casi
todas las ciudades de la Italia centroseptenrional una legislación preventiva y represiva que comportaba graves limitaciones de
la libertad de acción económica, imponía la obligación de cauciones debib offendendo populares, prohibía convocar campesinos
y vasallos en momentos de tumulto, limitaba el permiso de llevar armas, la obtención de oficios públicos, y en definitiva la
entrad en los palacios municipales. Las legislaciones hay también un buen número de normas dirigidas a disolver los vínculos de
vasallaje; abolir el ejercicio de derechos señoriales de todo tipo, a prohibir la posibilidad de comprar o vender castillos o espacios
idóneos para erigirlos de nuevo y otras prohibiciones del mismo estilo; determinaban la duración de la residencia de los señores
rurales en sus propias tierras y se les negaba la posibilidad de designar los magistrados de los concejos del condado o asumir
personalmente esas funciones.
Parece ambigua la función antifeudal de la emancipación colectiva de los siervos. Aquí la emancipación de los siervos (Vercelli-
Bolonia 1256-1257) implica los motivos de otra naturaleza y es una etapa importante de la política fiscal y demográfica del
municipio.
Relaciones que median entre la ciudad y la feudalidad: desde el primer asentamiento en la ciudad, entre los siglos X y XI, de
vasallos obispales y condales, hasta la participación de estos vasallos, ya asimilados a la casta de los próceres originarios, y a la
instauración del régimen municipal; desde la inserción en el ambiente urbano de una nueva avenida de señores rurales que se
convertirán en instrumento de control de la ciudad sobre el campo, pero que rivalizarán para poder acceder al ejercicio de los
oficios municipales sirviéndose de sus homines cuando la rivalidad se trona enfrentamiento armado.
Cuando se abre la fractura entre la vieja clase dirigente y el populus, ciudadanos oriundos, señores rurales asentados en la
ciudad, nuevos ricos, ya no se distinguen y la legislación antimagnates y antifeudal los asimila ulteriormente, mientras el
fenómeno de la proscripción encuentra puntos de apoyo que persistían o habían retornado a manos de los viejos señores, o que
habían sido tomados por la fuerza, y que hacen que la ciudad pierda el control político, administrativo, judicial de una buena
parte del condado; que más tarde será objeto, entre el siglo XIV y XV, de una nueva conquista, más difícil y fatigosa que la
primera en su conjunto menos estudiada y conocida que la primera; pero el condado será a su vez objeto de una nueva
feudalización que tendrá su centro motor en los señoríos urbanos, instaurada por familias que en su gran mayoría son de origen
feudal.
Así se cierra el círculo.
ENNEN, Edith.
Los diferentes tipos de formación de las ciudades europeas.

Tipología histórica de la ciudad medieval, tener en cuenta formas de vida urbana y condiciones. Topografía, estructura social,
múltiples funciones e instituciones.
Numerosas diferenciaciones.
En un comienzo resulta de la relación de la ciudad medieval con respecto de la ciudad antigua. Transición progresiva entre
Roma y la edad media.
Desde el punto de vista de la continuidad de civilización se puede distinguir en Europa, en cuanto al problema urbano, tres
regiones diferentes: el espacio germánico septentrional (a la derecha del Rhin y Escandinavia), no influido directamente por la
cultura urbana mediterránea; la zona de Francia del Norte, regiones renanas, danubianas, donde las supervivencias urbanas de
la antigüedad desaparecieron sin que dejaran de perdurar algunos rasgos evidentes; las regiones meridionales donde las
tradiciones urbanas romanas subsisten en cuanto ocupación del suelo, hábitat y el género de vida. Italia, el desarrollo económico
y social prosiguió. Es un hecho cierto la desaparición de la organización municipal romana en la zona mencionada más arriba –
Galia, regiones renanas y danubianas- lo mismo que en España y en Mediodía de Francia.
Región central. Sobre el Rhin inferior y a lo largo del Danubio, la desaparición de la vida municipal fue muy pronunciada,
mientras en las regiones del Mosela y del Rhin medio se conservó mejor la herencia urbana antigua. Los alemanes hicieron, en
mayor medida que los francos, tabla rasa del pasado.
La ciudad como tal no continuó siendo un órgano esencial de la vida pública del Estado y el campo adquirió una significación
política propia. Época carolingia, antiguas civitates, muy restringida, residencias de funcionarios o soberanos. Cerámica,
vidriería se mantuvieron. La organización industrial urbana propia de la época romana desapareció. El señorío fue sustituido por
la ciudad, en la mayor parte de los casos.
El elemento de transición decisivo entre la antigüedad y la edad media: la iglesia cristiana. Importancia de las comunidades
cristianas renanas a fines de la antigüedad. Organización eclesiástica sobrevivió a las invasiones germánicas.
A la sombra de la iglesia se mantuvieron muchas de las tradiciones urbanas. La costumbre de vivir en grupos, el empleo del
escrito para toda manifestación cultural, el papel de la ciudad como centro de culto y de la organización eclesiástica. Retroceso en
la época carolingia, más que en el merovingio. El uso de la escritura es en adelante el único patrimonio del clero y la instrucción
laica desapareció; así nacieron centros eclesiásticos independientes de las sedes episcopales urbanas.
La residencia episcopal confirió a las ciudades una importancia tal que superaron siempre las aglomeraciones dominicales. La
villa fue elevada al rango de civitas.
A la diferenciación del punto de partida se agrega, en la historia de las ciudades, el juego de fuerzas opuestas en le momento
mismo de sus orígenes. La zona germánica septentrional, población raleada y en donde dominaba la clase de los grandes
propietarios, ignoraba la ciudad. Poseía los llamados wiks, puntos de apoyo de mercaderes profesionales, organizaciones
profesionales. Adquieren en la zona intermedia en donde la tradición urbana romana se conservó parcialmente, una importancia
que será decisiva para el origen de la ciudad medieval. Pudieron unirse con las civitates de origen romano y con los castillos
(castrum de Ratisbona, se formó el pagus mercatorum. Murallas de la Colonia Claudia Agrippinensium, barrio renano de los
mercaderes de Colonia. Dualismo propio de las ciudades del noroeste europeo. Papeles en la creación de la ciudad a la colonia
comercial no fortificada y al castillo señorial: uno evoluciona de residencia episcopal en el interior de una ciudad romana hacia el
castillo de dinastía; el otro de colonia de mercaderes dedicados al comercio en el largo desarrollo de un mercado artesanal.
Renacimiento del comercio, nacimiento de la industria textil en el noroeste. Favorecidos por un perdurable aumento de la
población y una extensión del doblamiento.
A medida que se avanza hacia en norte, la importancia de la civitas declina mientras que la del wik aumenta. Europa occidental,
iglesias constituidas por colegiatas y abanciales en las ciudades septentrionales, son creaciones de las asociaciones mercantiles.
La formación de las ciudades en el noroeste de Europa resulta pues de un proceso de fusión y penetración: los mercaderes
ambulantes se transforman en negociantes al residir en la ciudad y, a imagen de la residencia señorial, utilizan la muralla de
piedra para defender el wik.
La autonomía política del campo se mantiene.
En Inglaterra el estado y el dominio se orientan muy pronto hacia una economía-dinero. Cosecuencia de la conquista de la isla
por los comandos (hombres de temperamento comercial). Cámara de cuentas con un sistema perfeccionado de registro y la
intervención del estado en materia de reglamentación de las monedas, pesos y medidas. El señorío dominical usa allí los mismos
procedimientos del estado. Limitación sistemática de la justicia señorial por los reyes y la desaparición de las entradas que
resulta de ello para los barones, incita a estos a orientar su actividad hacia las empresas económicas. El papel de la renta conduce
al arrendamiento. Así la tierra se transforma en mercadería. En Inglaterra la noción de comercio no reposa sobre una base
estrecha limitada territorialmente a la ciudad. La nobleza inglesa en tanto constituye un “estado” no se cierra a la burguesía
urbana y que los menores de las familias de la alta nobleza entren en la Gentry.
Aquí la feudalidad no había destruido completamente las bases jurídicas populares de la realeza. Fuerzas políticas se
concentran en el Parlamento. Ciudades autonomía limitada que se apoya en los burgus. En Italia la ciudad siempre existió. Al
dualismo del noroeste de Europa, se opone la unidad de la civitas. Son a la vez comunidades de habitantes de carácter
económico antes que anda agrícola y embriones de mercados regionales. La residencia de la nobleza en las ciudades se
transforma en una de las características del tipo urbano mediterráneo. Italia, España, sur de Francia, contado privado de sus
clases dirigentes y se transformó en un territorio regido por la misma ciudad. Así nacieron las repúblicas urbanas de la Italia del
Norte que fueron antes que nada ciudades estados mercantiles. Impidieron la formación de estados organizados sobre una base
territorial y en función de una jerarquía de las capas sociales como desde 1200 en la monarquía francesa y en el Fürstenstaas
alemán. Se forma en Italia una clase social de hombres ricos en la cual las diferencias debidas al nacimiento se honran. Si en el
norte los mercaderes itinerantes se transforman en ciudadanos, en el sur son los propietarios territoriales urbanos quienes se
transforman en mercaderes. Neta oposición entre norte y sur, muestra sin embargo fuertes influencias recíprocas.
De la zona mediterránea llegan influencias significativas para la historia constitucional de las ciudades: el dominio episcopal
común a toda la Europa de la alta edad media y una herencia del bajo imperio: los impulsos decisivos que provocaron la
transformación del lazo personal que unía entre sí a los mercaderes, miembros de la guilda, poseedores del poder político en las
ciudades del noroeste de Europa y dedicados al comercio de exportación, en una autoridad comunal, territorial y organizada
corporativamente, provienen de las comunidades urbanas meridionales que conocieron un derecho urbano de naturaleza
territorio. Zona de contacto romano-germánico donde se produjeron encuentros institucionales cargados de consecuencias: aquí
por primera vez la ciudad es concebida como un territorio liberado.
La institución del consulado se extendió a partir de Italia: más raramente sin embargo la institución del modesta se encuentra en
las ciudades de Ultramontes, aunque el mediodía de Francia y Ratisbona, siguen el ejemplo italiano, las ciudades el noroeste de
Europa están unidas a una institución que les es propia: alcaldía (mirie)
En todos lados la constitución de la ciudad medieval debe su sello verdaderamente original a las fuerzas irresistibles que
emanan de la asociación. Más particularmente de la asociación jurada que es un fenómeno común a toda Europa. En gran
medida de naturaleza germánica. A la conjuratio italiana falta la etapa preliminar que constituye la guilda.
La ciudad medieval se caracteriza, desde el punto de vista económico, por la importancia primordial que en ella adquirieron el
comercio y la industria, desde el punto de vista institucional por una vida pública totalmente organizada bajo el sino de la
asociación.
Los elementos típicamente medievales de la vida urbana encuentran bajo la forma más pura, en las ciudades del noroeste de
Europa. El tipo más extendido.
Las ciudades se prestaban admirablemente para transformarse en puntos de cristalización en el estado territorial dotado de
instituciones porque eran a la vez aglomeraciones de población, lugares fortificados y centros administrativos. La ciudad en
tanto que región jurídicamente autónoma, se distinguió favorablemente del campo en donde existía una situación jurídica
complicada debido al enmarañamiento de los derecho señoriales. Atrajo a las poblaciones, aseguró la posesión, permitió incluso
la conquista de regiones contestadas-
Ciudades de fundación implican un fuerte porcentaje de las pequeñas ciudades medievales, podemos distinguir ciudades
grandes, medianas y pequeñas. Grandes, más de 10 mil habitantes, interdependencia de su estructura económica del comercio
exterior y de la industria de exportación. La estructura económica de una ciudad influyó sobre su estructura social en el sentido
que hizo nacer un poderoso patriciado que poseyó la dirección política de la ciudad. Las medianas no tuvieron sino un radio de
acción económica más limitado. Comercio de exportación en algunas pocas direcciones; significación económica se fundó sobre
un mercado regional y sobre el artesanado. Pequeñas, menos de 2 mil habitantes: no villorrios con murallas, centros que
participan por el comercio de importación y exportación, de la vida económica de la baja edad media.

FOSSIER, Robert.
¿Qué es la ciudad?

Sostengo que la ciudad antes de 12000 es un cuerpo externo, un quiste, una malformación en la sociedad medieval. Hay que
estudiarla como una excepción.

a) Definiciones y estructuras.
Postulado, burguesía del siglo XIX; la ciudad es la libertad y, por consiguiente, el progreso. Desde Thierry a Pirenne, las
demografías urbanas o el comerciante emancipado se oponen a la opresión nobiliaria y al oscurantismo clerical. El marxismo
utiliza idéntico camino: en el feudalismo, el elemento servil, que consigue gracias al artesanado aspirar un excedente de la
producción agrícola, hace de la ciudad un foco de oposición al poder señorial y debilita sus elementos. El homo oeconomicus
desarrolla ahí su razón y adquiere sus derechos políticos. La libertad se ha creado ahí, dejando al campo los beneficios ilusorios
de la paz, idea de iglesia y de la ley, idea de dominación. La ciudad medieval, como dice Cipolla, es una especia de América
pionera, una frontera.
1. interrogantes de definición. Los historiadores de la época medieval se agotan tratando de concretar el concepto urbano. La
cantidad de habitantes no se plantea: tampoco el estatus jurídico, porque un mismo texto rige a la aldea y al municipio: tampoco
el vocabulario: milites y burgués aparecen en todas partes: basarse en los intercambios o movimientos del dinero sería muy
limitado. La muralla tanto limita el monasterio y el patio bajo del castillo como la ciudad; especialización del trabajo,
característica del siglo XIV, parece ser más el efecto que la causa de la cohabitación urbana; el poder civil o religioso, las fuerzas
armadas y la escuela no están tampoco allí. No hay, pues, nada que se pueda considerar como una base original de la ciudad,
tanto en el sistema antiguo, políticamente jerarquizada y todopoderosa como en el sistema actual. Tal vez san Agustín tenía
razón cuando decía que la ciudad era una manera de pensar más que una estructura. Edith Ennen opone primero la ciudad
antigua, cabeza de un territorio, sede de la autoridad, perímetro sagrado donde habita una población especial, a ciudad bárbara
en la que la importancia económica tiene más peso que todo lo demás.
2. Casi en todas partes aparece en cabeza una manifestación de la autoridad: a nivel real o de la aristocracia local, depositada en
manos de un obispo, o de un conde, se encuentra en el origen, no solamente de los privilegios concedidos al grupo ciudadano
sino también en la formación o aparición inicial de este grupo. Poder influenciado por un interés de tipo económico y fiscal es
porque reside allí mismo. El artesanado en la ciudad se concentra y atrae y difunda el dinero; es el más antiguo y activo de los
agentes del crecimiento, muy anterior, a mi parecer, al de los intercambios de largas distancias, que tienen un carácter externo.
Poder religioso o espiritual, el que emana de los cuerpos santos que alberga el santuario.
En segundo lugar situaré de buen grado los alrededores campesinos. También esta vez, la ciudad debe casi todo al campo: una
parte importante de los hombres que la poblarán, el elemento aristocrático que invertirá en ella sus beneficios de las tierras en
torreones o en iglesias, en barcos o mercados; no se puede ni imaginar la vida de la ciudad sin contar con el excedente de
producción que canalizan los aldeanos.
Comerciantes, su importancia, que siguiendo a Pirenne se exageró, a pesar de que mas tarde se matizara algo, no puede
concebirse sin las dos etapas anteriores. ¿Cómo podría subsistir un wik, un portus, un emporium en una playa sin una clientela
que se interesara por los productos raros que no podían encontrarse en la aldea? ¿Cómo podría desarrollarse un burgus, un
pagus mercantorum, anejo a un centro religioso o político, sin encuadre de artesanos inmigrados, instalados definitivamente o
sin protectores armados? Conceder a Pirenne que la actividad monetaria y el estatuto de protegidos hicieron que el grupo de
mercaderes fuera la punta de lanza del dinamismo urbano, símbolo de la lucha contra la arbitrariedad local, pero ¿qué habrían
sido sin el príncipe, el obispo o el curtidor?
Por último el núcleo militar: lo mismo que decíamos de la intervención pública será el núcleo antiguo, castrum romano o
bárbaro, monasterio o grupo catedralicio fortificado, buró o castro, donde residirán los guerreros, los vasallos reales o los mimos
condes. Esto no es el germen inevitable de una ciudad. El único problema que plantea, en el desarrollo urbano, la presencia de un
punto fortificado es el del papel que tuvo la inseguridad de los siglos XI y X en la concentración de la población alrededor del
burgo o del castrum. ¿Las últimas invasiones tuvieron influencia en el desarrollo de las ciudades medievales? La casi totalidad
de los historiadores de la vida del campo contestan que no: el incastellamiento italiano, la reorganización catalana o
languedociana no son el resultado de las algaradas sarracenas. Los normandos parecieron haber contribuido a despertar el norte
de la Galia más que a hundirla. L Musset me parece que ha sabido presentar el resultado preciso de la inseguridad y los ataques
exageradamente sombríos: una reorientación del crecimiento urbano, por de pronto en fundón de las exigencias de los piratas,
nuevos trazados de caminos, una simplificación al reagrupar los elementos internos de las ciudades precarolingias, con
construcción de murallas alrededor del núcleo más amenazado que encerraba el monasterio y los tesoros. En lo que a mí
respecta, me inclino a creer que, en los inicios del despertar urbano, no hay que conceder al episodio normado más importancia
que la de reforzar el antiguo aparato militar y acrecentar el poder local del que lo poseía.

b) Las grandes zonas urbanas.


Distinguir dos grandes zonas cuy contrastadas: la parte más romanizada del continente, Italia, litoral mediterráneo, valle del
Ródano, del Garona y eventualmente del Loira. La otra, donde la romanización no se completó o no existió, parte franco-
germánica, desde el Loira al Weser: excluyendo el litoral marítimo. Rodeando esta masa, la zona marítima saxoescandinava que
engloba Frisia, norte de Alemania y ofrece características determinadas; en unas condiciones completamente distintas, el mundo
de los eslavos del norte por un lado, la unidad ibérica por el otro, durante largo tiempo fuera de juego, l que por lo tanto no se
adaptan a los esquemas clásicos.
1. Italia
En ella es donde la vida urbana es más rica, más antigua y más conocida. Cuestiones esenciales:
a- La continuidad. No faltan creaciones medievales surgidas de una voluntad coyuntural como Trola (1015), Leche (1042,
Alejandría (1168) y otras formadas lentamente como Macerata (1022) o también nacidas del desplazamiento de un asentamiento
abandonado: Mafredonia nacida de Siponto. Pero son excepciones de la regla: colonias, municipios o castra antiguos, de todas
épocas, anteriores al 600 están en el origen de las otras y con una densidad sin ejemplos fuera de la península, excepto quizás en
Provenza. Y Renouard, la ciudad italiana conserva su cinturón de murallas de los tiempos antiguos, así como sus construcciones
y su poder. Continuidad al bajo imperio. No olvidemos que la resurrección urbana medieval de Italia no es una insurrección,
sino una adaptación hacia el mundo feudal.
b- Segundo problema, la autoridad pública. Pasado el siglo IX, esta autoridad está por los suelos, incluso en Lombardía; los
descensos alemanes son desastres permanentes, en especial más allá del Apenino. Únicamente los normandos, y solamente en
Sicilia, conseguirán hacerse de nuevo con la autoridad. Italia es el país de la ciudad-estado. En cambio, aparece un rasgo muy
claro en el período que nos interesa: este poder, este estado es poder de la iglesia. El obispo es el que ostenta el principal papel.
Al multiplicar las inmunidades eclesiásticas en la cité poco a poco se ha ido dejando de lado al conde o al marqués. Condado,
honor únicamente el campo. El representante del conde está (vizconde, avoué) está estrechamente vigilado por el prelado y se ha
dicho insistentemente que esta situación, en especial en el norte se debe, en gran parte por la presencia en las sedes episcopales
de prelados, nombrados en el siglo X o en el XI, por los emperadores germánicos, muchas veces ellos mismos de origen alemán y
cuya autonomía había que reforzar frente a los potentes locales. Vizcondes con perfecta capacidad para controlar, capitanei
plebium, y también con capacidad para tomar en precario, o de otra forma, las tierras fiscales del distretto. El pueblo conspira
contra el obispo en Módena desde 891, 897 en Turín. Se dirá que se ha limitado esta autoridad bajo la rudimentaria forma de la
curia comunal, organismo de control jurídico de la actividad vicarial o episcopal y nacidos tempranamente en Lombardía, 1030,
Milán, 1070. Esta situación se mantendrá mucho más tiempo que en otros lugares de Europa: hasta la gran ofensiva de Barbarroja
contra las libertades urbanas en la segunda mitad del siglo XII. En este momento, los otros elementos dinámicos de la ciudad
considerarán más expeditivo separar al prelado de la fuerza militar o de la justicia como en el mismo momento en sus estados.
c- Contado. El tercer rasgo general de la historia interna de las ciudades italianas es la importancia que tiene, dentro de las
murallas, la aristocracia territorial. J. Heers consorterie gentilicias, con ramas semirrurales y semiurbanas, que mientras
continúan siendo dueñas de importantes tierras en el campo, tienen en la ciudad sus torreones, su iglesia. Casi en todas las
ciudades italianas conocieron, en particular en el siglo XI, una auténtica invasión de la ciudad por las casas rurales. Predominan
casi en todas partes las familias de aristocracia territorial, tanto de ascendencia militar pero casati o alodiales más o menos
auténticas. Se ha calificado como clase de gobierno a este grupo compacto de nobles, entre los que se tejen todos los bienes de
familia y de interdependencia. Se sabe que también la construcción de torres nobles, aunque no sea únicamente de Italia urbana,
ha sido en ella sistémica. Asentada en el contacto como en la ciudad, la aristocracia pudo captar en provecho propio los
esfuerzos, ya visibles al principio del siglo XI, de los burgensi para implantarse en el campo. Los populares, encargados en el
campo de la administración de los bienes adquiridos por la gente de la ciudad, se transformaron bastante rápidamente en
dependientes de los capitani locales.
d- El núcleo de mercaderes constituye el cuarto motor del despertar urbano, pero como puede verse, muy por detrás de los
anteriores. Aparición en los textos tardía: los mercaderes parece que se agruparon muy rápidamente y se hicieron fuertemente
solidarios. Explicarse la expansión brusca de las notas de Génova y Pisa. La palabra curiales utilizada en Nápoles, hasta la época
normanda para designar a los mercaderes nos hace también pensar en empleos semipúblicos. Origen de estos hombres nuevos
que se aceptan mejor mientras menor es la autoridad episcopal, correspondiendo quizás a una deficiencia del personal de la
familia noble. La aparición de populus, de los cives y, en particular, de los comerciantes, no se observa durante mucho tiempo
más que a través de las exigencias fiscales de la aristocracia local como el impuesto sobre los barrios mercantiles, Verona (967) o
las Honoriatlae de Pavia (1020); a través de las asambleas o sugestiones de la Universitas civium.
e- Lo que primero salta a la vista es la extensión territorial y la reestructuración interna de la ciudad. La aparición de borghi más
allá de la muralla romana o lombarda es la característica común, en el mismo momento en que se produce en la ciudad vieja la
fusión del núcleo catedralicio y de la parte fortificada.
El interior de estas murallas, clara división de la población. Los hombres se agrupaban en tres unidades bastantes claras: los
nobles, sapientes, hereditarri, motores, magnates, consules y primores, poder militar y una gran parte del numerario para
participar directamente en las ciudades marítimas, en el armamento naval y en el comercio. Rivales durante todo su historia, Pisa
y Génova lo fueron en especial en su fuerza interna: en cada una de ellas el grupo de los armadores y los comerciantes,
apoyándose en un Parlamentum civitatis tan dócil como inútil, consiguió negociar con el episcopado o con las consoterie
aristocrática, la formación de una comunidad que se llama compagna en Génova y tiene por misión asegurar la tranquilidad en
la ciudad y los negocios en el mar. Mercaderes y artesanos tardó más o menos en contemporizar con este primer y antiguo
grupo: mediani, negociadores, curiales, bonhomines, pudieron constituir desde muy pronto las compañías y agrupaciones más
dinámicas. Honoratiae de Pavia la aristocracia local tiene en la ciudad una importancia esencial en el desarrollo de los
intercambios y en la protección de las agrupaciones gremiales. Pavia conserva curia municipales, un palatium encargado de las
cuestiones de justicia; la población costumbre de la arengo general, asamblea popular. En Milán la división es muy clara: los
artesanos del hierro son los dueños de las puertas y los primores, la aristocracia de los castillos y las torres. 1081-1097 cada uno
tiene sus consules que hablan en su nombre en la arengo, pero el principio de elección de un consejo cerrado de estos no se
consigue hasta después de 1137, y pasado el trágico episodio de la destrucción, hasta 1176 únicamente. En Florencia el aspecto es
distinto, típico esta vez del gran burgo rural origen de la ciudad del Arno: los vínculos en el contado tienen aquí primacía, y
cuando en 1090, los ministeriales y los cives intentan un tratado es para extender al vecino contado un impuesto general. No
existe reglamento general antes de 1138, ni privilegio imperial antes de 1154 en que la ciudad reciba jurisdicción sobre el contado.
El caso de Venecia: monstruosa en todos los sentidos. Evidentemente desde 950 o 960 aparece ya un consejo rudimentario pero
después de 1035 solamente actúa en él una estrecha aristocracia que todavía se cerrará más después de 1109; con lo que podría
considerarse como la ciudad italiana emancipada más precozmente: pero Venecia nunca fue un ejemplo.
Popolo, todavía no se califica de minuto, por el momento está controlado. A este respecto Italia es por excepción, la más tardía:
después de haber manifestado en pleno siglo X su fuerza y madurez, el populus vuelve a caer bajo el dominio de los ricos y los
fuertes.

2. El espacio occitano.
Desde Carbona a Poitiers y desde Burdeos al departamento de los Alpes Maritimes, lenguas emparentadas sino también
costumbres jurídicas muy romanizadas y una cierta homogeneidad social. Parecidos con Italia: no hay un estado con prestigio
universal, existe un fuerte tejido urbano, aunque las mallas se añojen a medida que nos acercamos al norte, un contacto directo
con el mar, con el Islam, con el oro y la plata, una tierra dura que facilita la concentración y los contactos, aunque cada vez
menos, con el Océano y con el Loira.
a- En primer lugar, la continuidad con los tiempos antiguos se rompe en épocas más o menos recientes: los siglos VIII y IX
desarmaron, cajo el empuje sarraceno, hasta el armazón episcopal de Provenza y Languedoc. La implantación de las ciudades
antiguas más anárquica en su disposición o más frágil por su entorno, ofrecía menos resistencia a los ataques de exterior que la
implantación italiana. Los dos elementos de gran importancia en el despertar urbano de la península, clero y gran aristocracia
territorial más o menos apoyados en grupos bastantes dóciles de milites vasallos, se interpenetran aquí muy profundamente, por
lo menos durante la fase pregregoriana del siglo XI y principios del XI. Hay completa confusión entre las funciones profanas y
militares de los vizcondes, señores de los castra y de los tribunales y las responsabilidades espirituales de los obispos.
b- La excepcional dispersión del poder local que acompaña a la vida rural en este mismo momento –recordemos un
incastellamento de característica muy militar- justifica seguramente este rasgo absolutamente típico del arco mediterráneo, desde
los Alpes al Pirineo: la implantación en la ciudad de fuertes contingentes armados, unos, milites castri del vizconde o del obispo,
otros –en Provenza occidental en especial- aloders rurales que confían a sus torres de la ciudad, incluso antes del año 1000. La
yuxtaposición de estas pequeñas guarniciones de castellani alojados en las débiles torres nobles o en las de las murallas, o aún
mejor arrinconados en las ruinas de los monumentos antiguos, no se desconoce al otro lado de los Alpes (por ej Roma) pero en
este caso no falta una ciudad antigua. Si la ciudad no se ocupa de ellos, la militia local la construirá, armada para la defensa,
sobre un punto estratégico. Marguerite Boulet-Sautel ha hecho observar el papel probablemente importante, por la extensión y el
número de peregrinos, de las necrópolis de la alta edad media y también la influencia monástica. Cluny, Chalse-Dieu, el camino
de Santiago y el campo de desarrollo de las paces en el primer decenio del año 1000. Con más razón aún nos encontramos con un
idéntico elemento mercantil.
c- Así como en Italia su intervención, precoz seguramente, permaneció durante largo tiempo como clandestina y no aparece
claramente más que a través de la fiscalidad pública o del desarrollo de los borghi, en este caso la evolución es por lo menos
igual de precoz en sus inicios, pero se hace visible rápidamente. Diversos motivos, aunque la inseguridad sea hasta el principio
del siglo XI tan fuerte como al otro lado de los Alpes. También el papel de las juderías en el sentido de que, puesto que más
abundantemente repartidas que en Italia, permitieron en fecha más temprana volver a los intercambios con el mundo pirenaico y
musulmán. Reanudación de los intercambios que tuvieron importancia primordial en la circulación de sangre nueva en la
ciudad, más que de las aportaciones de los productos del campo. Février también valora las creaciones de itinerarios más
adaptados a las necesidades urbanas, por ejemplo, el abandono del trazado de la vía Domitia en beneficio de una desviación por
Grasse o Draguignan. La impetuosidad de las corrientes fluviales en otoño, podía llegar a paralizar esos intercambios: así, se
encuentra muy precozmente en las regiones mediterráneas el tendido de puentes. Por ellos no se puede considerar como tardíos,
dice A. Dupont, el desarrollo de los burgos suburbanos, barri del Languedoc, bordarie de Aquitania: desde el siglo X se tienen
noticias del barrio de Saint-Laurent en Arles, el de Sauveterre en Marsella. El movimiento tomará su gran empuje antes de 1050,
tanto en Aquitania como más al este o más al sur.
d- En el mismo momento en que estas murallas se levantan se ha producido un importante cambio en la historia de las ciudades
occitanas y ésta es verdaderamente la oposición más clara con Italia. En ésta el poder imperial se agota en arrancar a los
municipios armados las regalia cedidas anteriormente, y continuará así hasta la ruina total de los alemanes, en esta vertiente de
los Alpes y hasta llegar al Loira, se produce un doble movimiento de control: después de 1090 o 1100 de la renovación de los
poderes episcopales en todas las diócesis y de la incautación de las instituciones de paz por un poder condal más fuerte. Después
de 1150 y del abandono de las tentaciones ibéricas los príncipes territoriales recuperan su control sobre unidades mucho más
amplias. Este cambio que se debe en gran parte a la difusión de derecho romano a partir de Bolonia o Pisa, se encuentra en el
origen de un segundo fenómeno bastante distinto a las costumbres italianas: el desarrollo casi simultáneo, en medio siglo, del
consulado en estas ciudades meridionales, sin concesión de acta condal las más de las veces, sino con un acuerdo entre los
comerciantes, caballers y autoridad local y los casos de violencia fueron excepción.
e- La implantación del sistema consular es paralelo a la implantación en la ciudad de esos curiales, esos judici, esos causidici,
esos jurisperiti, cuya intervención al lado de los caballeros y de los burgenses permitió que las ciudades meridionales poseyeran
una organización municipal de cuatro niveles y no de tres como en Italia. El grupo de los honestissimi, clarissimi (titulatura que
huele a bajo imperio) o más sencillamente seniores: son el príncipe, su familia, el prelado y la suya, los vegueres y los bailes que
tienen los hornos, la alta justicia y la plaza central de la ciudad. Si se trata de una ciudad en la cual el conde sabe hacerse
obedecer, como en Toulouse, continuará poseyendo ventajas sustanciales: la talla (questa), las exenciones (presta) la tolta (que
deja en 1147), la intervención en el consejo común hasta 1152, sin contar con su tribunal. Si el conde está lejos o no tiene
influencia (Montpellier) el grupo superior es débil y debe repartirse los poderes. El segundo y tercer grupos e aprovechan de
ello: son primeramente los nobiles, centuriones, milites, consules, cabalerii de las torres, y frente a ellos, los burgueses, curiales,
generalmente señores de las puertas como en Italia y así puede iniciarse el desarrollo consular.
Cuarto grupo, cives, como se les llama en casi todas partes y también como en casi todas partes en el sur de Europa, hombres de
silencio y de labor: pero la creación de los gremios, aunque sea muy tardía (1181 para los carniceros de Touluse) no es aquí, como
tampoco en Italia, un signo de paz social.

3. El mundo ibérico.
La historia de las ciudades españolas tiene características insólitas, incluso las estructuras e tipo clásico que no tenemos más
remedio que hacer párrafo aparte. Razón perentoria podría ser que es zona fronteriza. Contacto con el prestigioso telón de fondo
económico del Islam.
a- Aunque sufrió altos y bajos, la autoridad pública parece haber tenido considerable importancia en la reorganización urbana
que se convirtió en indispensable, incluso en tierras musulmanas a causa de la inacabada conquista del norte de la meseta, las
cadenas cantábricas, el Levante y la marca de España.
Las primeras ciudades antes del año 100, los esqueletos roanos de Sepúlveda, Salamanca, nidos de águila o castillos reales de
León, Burgos, castra condales de Barcelona, de catedral o monasterio fortificado de Astorga. La intervención no fue bastante para
elevar a nivel de ciudad fortificada estos caseríos, pero al aparecer sangre nueva, la autoridad pública no falló: aunque fuera
apoyándose en los infanzones que durante un tiempo pusieron en peligro su poder, los reyes de León y Castilla, condes de
Barcelona, controlaron después de 1115 o 1150 el poder municipal: los usatges o los fueros concedidos a las ciudades por los
príncipes en beneficio de baiulos, de consules, de jurati, de leudes que el príncipe nombraba, y manda a sus vegueres que vigilen.
Estamos lejos de los laboriosos compromisos de más allá de los Alpes o de los Pirineos. La ciudad ibérica conoció privilegios
colectivos, facilidades fiscales, protecciones individuales muy superiores a lo normal y una de las originalidades de los
consulados de España son estas franquicias: las disfrutan los milites y comerciantes, judíos y mozárabes, artesanos y serranos
que bajan de las montañas próximas.
Barcelona es l única ciudad de este lado del Pirineo que parece un débil eco de la historia urbana del Languedoc. Hacia 1070
probablemente le fueron concedidos los Usatges por Ramón Berenguer; se encuentran en ellos, a través de una ordenación de la
legislación privada del condado, característica del control feudal, las líneas básicas de una organización interna de la ciudad. La
comuna de todos los jefes de familia está protegida por el conde y esto por derecho propio, quizás un juramento vincula a los
habitantes; éstos disfrutan de costumbres amplias y perciben una parte de las tasas comerciales, pero no existe ningún organismo
de autoadministración.

b- Rius, Pastor y Valdeavellano hicieron observar la importancia del doblamiento rural en la ciudad desde el principio de la
reconquista como también lo observa Bonnassie para Cataluña. En el siglo XI se siente atraído a la ciudad un artesanado, por lo
demás de mediocre nivel durante mucho tiempo y en el siglo XII se concentran, quizás autoritariamente, las poblaciones
sometidas o aliadas: refugiados, colonos, tenderos de aldea formarán entonces la masa principal de los hombres de la ciudad. En
las ciudades vueltas a ocupar en el siglo XII, la distribución de lotes (suertes), de casas o huertos, en el interior o en el exterior de
la muralla, contribuyó a fijar a los que andaban errantes. Solamente esta corriente campesina, a menudo caballeros villanos que
se instalaban en la ciudad, después de 1015 o 1025 en Cataluña, explicaría la creación de ciudades nuevas.
c- Esta característica nos tranquiliza: relaciones España con la otra vertiente del Pirineo. La siguiente nos trastorna. Los
comerciantes también están ahí: la actividad es una de las características importantes, aunque sólo sea por la liquidez que
manejan, por lo menos en el despertar catalán. Harán que se abandone el antiguo puerto en 1050, pero no aparecen en cabeza de
la ciudad como tampoco aparecen los gremios, casi inexistentes. Historiadores de la península dan la razón de que, hasta pleno
siglo XII, carecen de base local que les permita tener un papel importante; en cambio la tendrán los judíos, con fortunas
individuales que engañan, y los francos.

4. Entre Sena y Mosa.


Países Bajos, norte de Francia, Neustria, Bélgica segunda, viejo país franco. Donde maduraron las tesis de Pirenne, las primeras
grandes monografías de ciudades medievales. Allí únicamente existió la commune.
a- Un rasgo: la extrema homogeneidad de cada una de estas ciudades y en realidad, su simplicidad. También aquí existe una
continuidad. Primero entre lo antiguo y lo medieval exceptuando a Bavai, abandonada definitivamente en el siglo V en beneficio
de Cambrai, todas las civitates se mantienen en su apretado cinturón romano, al que la alta edad media ha añadido una serie
impresionante de vici que se alzaron a un nivel superior al que tenían al final del bajo imperio. Más tarde, entre los tiempos
carolingios y el final del siglo X, aquí es donde evidentemente choca uno de los elementos más conocidos de la visión de Pirenne:
no hay ruptura entre los vici, los castra, las ciudades fortificadas y su empuje del siglo XII; ni los normandos, ni los húngaros
pudieron nada contra ellas. Durante toda esta época los comerciantes van y vienen. Esta continuidad necesita un matiz: la
autoridad local permanece, pero es de diversa naturaleza: el rey está en Laón, Senlis, Compiégne; el conde en San Quinua,
Boulogne, Brujas, el obispo en Amiens, Cambrai; aunque no sea seguro que recibiera derechos condales y bienes del fisco excepto
en las dos primeras ciudades. En todos estos casos, sin exceptuar aquellos en que se trata del rey, la autoridad no rebasa los
límites del terreno construido, porque una de las características es el enorme desarrollo de las inmunidades monásticas.
b- así y todo, un segundo rasgo, la presión militar. ¿Por causa del peligro húngaro y normando? ¿O al consolidarse la aparición
de la aristocracia guerrera en el momento del desarrollo de las instituciones de paz? El hecho es que el elemento más importante
de la región es el castrum. Ninguna de estas construcciones escapa al control del príncipe: aspecto de una mota, plataforma
rodeada de agua, polígono protegido por un dique de tierra, huellas de hábitat de la alta edad media e incluso protohistórico;
todos estos conjuntos unen a la fortaleza una capilla castral, a veces una necrópolis y construcciones que alojan la familia condal
y los clérigos, en construcciones perfectamente separadas. Procesos: 836 (Anvers), 891 (Noyon), 901 (Cambrai). En cada uno de
los castillos reside una guarnición. Son únicamente milites castri, categoría social que va en aumento: al encerrar a más de uno
entre los vínculos vasalláticos o feudales, el grupo de guerreros acabó no estando únicamente compuesto de guerreros
profesionales; pero aparte de que éstos persistieron durante tiempo, aquellos que deben abandonar su mota señorial para
cumplir con el servicio o estada en el castrum, están allí bajo las órdenes de un castellano que a su vez está bajo el poder del
conde. La presencia de esta fuerza militar, operacional, creo que hay que ver en ella, al aparecer el movimiento comunal ulterior,
una de las bases de las responsabilidades guerreras que se delegaron a los burgenses allí donde recibieron el cargo de asegurar,
unidos a los mercenarios y perscutum, la guardia del castrum.
c- Un castrum no es una ciudad. Si no se le añaden núcleos de hábitat, continúa al nivel de los palacios de los príncipes del siglo
IX; incluso en una civitas antigua, las dos familia unidas e un príncipe y de un obispo no llegarán a ser más que un conjunto de
ministeriales o una clientela. Por eso probablemente, la aportación de una inmigración rural fue la base principal del despertar
urbano. Los que se pueden observar sobre todo son los mercaderes. Alrededor del castrum crecen los vici, los suburbia; si la
muralla antigua es amplia, dentro de ella, y más frecuentemente al otro lado de los muros. Estos núcleos parecen surgir
esencialmente de la actividad campesina; se desarrollan alrededor de un monasterio o de sus curtes. No hay duda de que la
presencia de un mercado, de un forum in vico, es prueba de intercambios, pero se trata probablemente de productos locales. Fue
necesario que transcurriera un cierto tiempo antes de que la aparición del hábitat entre el vici, o los vici, y el castrum llegara a
rellenar los huecos de una tierra que continuaba siendo rural, o de una civitas en parte vacía. En la mayor parte de las ciudades
de las que he hablado quedan a veces huellas del perímetro de la muralla, levantada en el período de expansión comunal del
siglo XII y principios del XIII. Perímetros mucho más amplios que las curtes monásticas, los vici militum, los castra, los burgi o
portus, probablemente encierran granes espacios rurales.
Fechas corresponden, por otro lado, en todo el noroeste de Europa a una inmigración provocada por el primer excedente de
aumento demográfico. La rápida instalación al frente de los escabinatos (échevinages) al iniciarse antes de 1100 el movimiento
comunal, de familias que se mantendrán en ellos a veces durante más de un siglo, permitió una prosopografía burguesa de gran
interés y de la q Lostocquoy fue el heraldo pro lo que se refiere al norte de Francia.
d- Nos quedan los comerciantes. Papel de los frisones. Despy se ha opuesto con gran fuerza a estas intervenciones externas: al
estudiar las ferias y tonleos en Vise, Maastricht, ha tratado de demostrar que estos lugares de intercambio correspondían a cruces
de caminos importantes, a mercados locales. Sin llegar a este extremo, parece prudente admitir que el florecimiento de los barrios
comerciales especializados, burgus, portus, wiks, emporium, no es ninguna innovación pionera, sino, en las orillas de los ríos
Oise, Mosa o Escalda, es decir relativamente lejos de la peligrosa costa, el resultado concreto de los encuentros entre buhoneros
extranjeros y vendedores locales. Se trataba de operaciones de intercambios de productos corrientes; los portus que aparecen
primero están en una situación topográfica marginal en relación con los núcleos de hábitat, a menudo separados del castrum y
del vicus.
A mitad del siglo XI, en toda esta área geográfica existen los núcleos urbanos, cuya estructura es en general trinuclear, tanto si el
marco de la civitas es un elemento como si es su caparazón. El castrum donde la autoridad condal, incluso real, dispone de un
indudable control sobre la justicia, el ejército y la moneda, el vicus, poblado por los familiares y los ministeriales de los
poderosos, poco a poco sumergidos en la masa de los campesinos transplantados, el burgue donde un pequeño grupo de
extranjeros quizá, pero más probablemente gente local, controlan los intercambios. Si esos dos últimos elementos artesanos o
agentes administrativos por un lado, comerciantes por otro, se unen en una burguesía, ya tenemos el camino abierto para las
peticiones de emancipación. Aquí no podrá ser freno una aristocracia local cualquiera, o un desorden generador de inquietudes
sociales; en cambio, los abades, los obispos, al tener el poder mucho más reducido que en el sur de Europa, y al darse cuenta de
que se les escapan los beneficios económicos del control de los hombres, serán obstáculos que habrá que destruir para alcanzar el
nivel comunal.

5. El Imperio.
El imperio y no Alemania.
La historiografía alemana muestra más predilección por las ciudades que por el campo.
a- Como punto de partida, una constatación común. El hecho urbano alemán es medieval, incluimos una amplia cuarta parte
del Imperio sobre la que Roma extendió su mano. Ciudades de la orilla derecha del Rin sean las más extensas de esta vertiente de
los Alpes, Tréveris, Colonia, y hayan conservado una importante estructura antigua sobre la cual poco a poco volvieron a
instalarse los obispos de prestigio, no se trata más que de matices secundarios. En cambio, la creación de la ciudad alemana,
Planitz, es un hecho de civilización. Los soberanos Otones y Salios ¿tuvieron conciencia de que estaban creando dentro de la
sociedad tres órdenes, un Mitlestand, un estado intermedio destinado a romper la maravilla trifuncional? ¿Kart der Grosse
fundó, o preció por lo menos, o sembró una Alemania urbana? Los historiadores contestan afirmativamente. Algunas voces
tímidas y sacrílegas se levantan presentando matices. Esteinbach trata de presentar al campesino detrás de la ciudad. Ennen
esboza una tipología y propone excluir de este éxito al litoral. Sin embargo existe una base de esta creencia, un hecho
indiscutible. Los emperadores practicaron una política voluntaria de desarrollo urbano, y esto es suficientemente excepcional
como paras subrayarlo y contemplar a todo el imperio bajo un mismo punto de vista.
Documentación de carácter doble: primero una gran laguna en el siglo XI; bastante claridad, sin embargo en el X y suficiente en
el XII. Documentación, crónicas o edictos de los Otones, diplomas y cartas de donación del siglo XII, ilumina la estructura
jurídica de la ciudad, los derechos de los habitantes. Al ser de la autoridad quizás muestran actitud voluntarista. Diplomas
otorgados en el siglo X, Colonia, Ratisbona, Tréveris, y a principios del XI conceden a estas ciudades monedas, exención de
tonleo para sus comerciantes y el derecho de construir murallas. Son testimonio del control que tenían los Otones sobre esas
ciudades. El hecho es interesante teniendo en cuenta que estos príncipes no gustan de residir en las ciudades. Esta política del
siglo X no se basa en un interés económico. En estas ciudades enumeradas no está el príncipe, el obispo lo representa con sus
ministeriales, con armas o sin ellas, no tienen nada que ver con el papel de los obispos en Italia. Textos del siglo XII, la misma
impresión de intervención, esta vez para otorgar franquicias a las comunidades de habitantes y para regular las condiciones para
presentarse al tribunal del conde o del prelado; esta vez no siempre es el emperador quien hablar.
b- Bajo esta cubierta jurídica ¿qué encontramos?: los autóctonos, los inmigrados, los comerciantes. Será en especial en el marco
de las civitates romanas donde se encontrara a los primeros, o bien en las ciudades dominadas más tarde por un obispo. Esos
familiares o ministeriales, encargados de las tareas domésticas de administración, más tarde de defensa, hasta el punto de que se
les llamará milites, no tendrían nada de particular si no pudieran deducirse de ellos tres particularidades. Llegaron muy pronto a
tener en el interior de la ciudad, importancia en el campo de la justicia. De ahí tener un papel en las asambleas de justicia
ordinarias, en los plaids urbanos; no hay más que un paso que se da pronto: es necesario demostrar que se posee una residencia
y propiedades territoriales por valor de un marco. Los casos que podrían tener interés propio para ellos se resuelven por
arbitraje, bajo la capa de un advocatus o de viri hereditarii. ¿Serán también artesanos, o en algunos casos campesinos? No lo
sabemos, pero un segundo rasgo, estudiado recientemente por Strait para Colonia, ilumina otra parte de su fisonomía: están
reunidos en parroquias. Miembros de un barrio se agrupan bajo un burmeister; eligen al párroco, aseguran la guardia de las
puertas o de la parte de muralla cerca de la cual viven, son responsables entre ellos de la tarifa de impuestos locales y al
producirse la primera insurrección en Colonia (la Mutterstadt 1071) no se trata, según dicen Steinbach y Strait, de una
revolución, es la toma de conciencia de los elementos diversos que constituyen la civitas. El tercer rasgo: en el interior de estos
barrios o introduciéndose en varios de ellos irregularmente, los Geschlechter de linajes, los paraiges, tejen en la ciudad la malla
de sus clientelas. Los extraen de la masa de ministeriales, de los milites, y si no fuera por la fuerza de la autoridad local
aparecería con ello una coyuntura de lucha social, que desde luego más tarde, en el siglo XIV, dividirá la ciudad alemana.
c- Los inmigrados parecen tener a primera vista, menos importancia. En Alemania es don surgió primero y donde mas se
comentó el refrán Stadt Luft macht frei (el aire de la ciudad nos hace libres). Esta no tuvo forma legal hasta mucho más tarde
pero en el siglo XII atrajo a la ciudad, seguramente al deshacerse el sistema económico de la villicario, a gran número de
campesinos si trabajo. También la intervención de la autoridad pública otorgando la supresión de las corvées, y las exenciones de
tonleo a los recién llegados, favoreció el desplazamiento de los campesinos hacia la ciudad. Los soldados, los comerciantes los
domésticos de los poderosos no bastaban tampoco, en la orilla derecha del Rin para hacer una ciudad: era necesario que hubiera
gente venida de otros puntos.
d- Comerciantes: en Alemania más que en los Países Bajos, nació la idea de un derecho peculiar de los mercaderes y fue
codificado como tal, jus mercatorum, jus negociale, Kaujmannsrechtt (Bonn antes del 1000). XII, en esta época ya se convirtió en
regla el confiar a un agente público el cuidado, el magisterium de vigilar el establecimiento en una calle de un recién llegado: el
magíster fori designa los puntos de venta, el lugar para lo mostradores, controla los precios y puede incluso, como en 1103 en
Colonia, excluir a un grupo determinado, o en 1106, asignar a otro grupo un servicio de guardia. Los comerciantes son
claramente, como dice un texto renano, certi, banales et publici. Si no lo hace el obispo, será el conde, incluso el emperador quien
se ocupará de ello; ocupación, por lo demás, remuneradora porque la autoridad cobra muchos impuestos sobre el barrio nuevo,
el Nuemark. El comerciante: esta protección, muy pesada ha sido perdida por él gracias a ella consigue un control sobre el campo
llano cercano, exenciones en los tonleos o bien presiona sobre un señor más débil, para obtener el control del peaje: obtiene
también en contrapartida su propio control sobre los mercados, incluso sobre las cecas. Un último signo de su fuerza: sus iglesias
particulares en los wik y los burgos donde habitan y ya desde el siglo X como en Magdeburgo.
Estos tres elementos se combinan entre sí de tal forma, en el inmenso territorio del imperio, que me expongo a simplificar la
estructura social de las ciudades si me limito a ellos. Hace falta más perspicacia y sobre todo en las descripciones de los grupos
de hombres de ciudad: porque los meliores, los primores como se les llama, no son miembros de la aristocracia como en el
Languedoc o en otras partes; son comerciantes, por lo menos si estamos en una civitas. Si se trata de una ciudad nueva estarán
bajo control del príncipe y serán simplemente boni homines, burguenses. Los hombres de armas, poseen a menudo bienes en el
campo, feudos o alodios incluso. No nobiles o magnate, sino ministeriales, milites, porque en la ciudad su actividad consiste en
un servicio, un servicio de armas. Algunos linajes llegan hasta el patriciado, viri hereditari, potentes; pero la aproximación de
estos dos grupos que a menudo se aseguran la continuidad el poder municipal, tiene más bien el aspecto de una dominación
económica que de una asociación jurídica, clubs para ricos. Entran en ellos los maestros de gremios: ellos, que salvo casos
excepcionales se ven reducidos al papel de fuerzas auxiliares, en cambio se admiten fácilmente en Alemania en primera fila, en
especial los que tienen oficios de importancia (batidores de moneda, herreros). El grupo dominante aparece más amplio y más
diverso que en otras regiones. Pestilens multitudo, plebs pauperum, los que andan errantes, los que no tienen alojamiento, no
cuentan. Las responsabilidades municipales los apartan surgido a la vez de las conjuraciones de principios del siglo XI, como de
las jurisdicciones de paz desarrolladas por Barbarroja. Todo está en manos de los meliores, existe en la ciudad alemana una
separación más clara entre dominantes y dominados, un grupo superior más amplio, más fuerte, y también más cerrado.
e- Quizá se encontraría en esta complejidad del elemento dominante una de las explicaciones de las estructuras topográficas,
mucho más confusas, en general, que en el oeste o en el sur. en el norte de Francia, en Italia, en Languedoc, se va al castrum, la
ciudad antigua, y al burgo comercial, encerrados en la misma muralla más o menos rápidamente; en Alemania los núcleos están
enmarcados, y a veces incluso sin unión: al examinar una estructura como la de Magdeburgo, antes de que fueran sede
episcopal, encontramos aislado al wik, nacido alrededor del puente carolingio del siglo IX, un poco más al sur el burg,
convertido en palacio en 937, y hacia el norte un mercado flanqueado por una Nuestadt (ciudad nueva) del siglo XIII, al sur las
curtes ocupadas por los conventos y aún más lejos el grupo catedralicio de 962-1068 y el barrio judío. Cada núcleo es
independiente, las fusiones son más lentas.

6. Los países del mar frío.


Ciudades danesas. La estructura social escandinava prosiguió mucho tiempo distinta que la de Germania y la evolución urbana
no pudo haber seguido los mismos caminos. Los establecimientos que aparecen si carácter preponderantemente militar, son los
almacenes factoría: en ellos como máximo, los extranjeros se protegen mediante empalizadas, como los frisones o los escanios en
la costa sur del Báltico en el Viejo Lübeck o en la desembocadura del Rin.
En la parte realmente escandinava es más difícil conocer las etapas de la formación y los núcleos sucesivos de birla o de Sigtuna,
en Estocolmo, en el fiordo de Oslo. El caso de Haitabu, antes de su destrucción en 1066, es el que parece más instructivo: el
núcleo comercial se desarrolló bastante más al sur de una fortaleza, que parece además un lugar venerado: desarrollo por
pequeños núcleos, alrededor de las sepulturas de los antiguos jefes, en el momento de la cristianización, entre 948 y 1010 o 1020:
la iglesia se construyó fuera del dique de tierra que rodea el barrio del mercado; el burg mismo está también aislado. Los únicos
elementos que podemos admitir que contribuyeron a la toma de conciencia urbana, se refieren a la sociabilidad de sus
habitantes: el thing, es decir la asamblea de comerciantes y jefes, parece que fue más importante en este aspecto, que la
instalación de la sede episcopal. No aparece ni el grupo catedral ni el burg, para concentrar la población y podemos considerar
por ello, que hacia 1150-1175 quedan aún 5 o 6 ciudades en Dinamarca. Grandes paradojas del norte de Europa, que con su
enorme actividad de intercambio se convierte en un gran centro comercial y, en cambio, presenta un tejido urbano de carácter
rudimentario.
b- Inglaterra.
De los asentamientos romanos modestos y reducidos al castrum, al cester de la más alta edad media, que volvieron a ser
ocupados, sin embargo por los jefes sajones, quizá porque al proceder del litoral frisón o del Schleswig, les era más familiar la
vida en grupo que a otros germánicos: los trepen de la costa les habían obligado a amontonarse en los puntos sin humedad. Por
ello, en el momento de la cristianización, los cementerios sajones paganos y la catedral se sitúan dentro de los viejos muros del
bajo imperio. Cork, Londres, existen civitas como en las Galias. Guerreros y comerciantes, los primeros, controlados por los
reyes, lo que nos obliga a pensar en Germania, están instalados en los burhs o en los lugares de defensa: Oxford, Hereford; los
segundos, desde el siglo VII, escogen emplazamientos nuevos, como los escandinavos que llaman Wik: Ipswich, Southhampton.
No es que los tres elementos permanezcan aislados: Alfredo el Grande en el siglo IX y los reyes daneses del XI, hicieron lo
posible para que se cercaran los núcleos dispersos: Norwich, Warwick. Pero en otras ciudades, y no es de las menos importantes,
no se realiza la concentración: Londres es el ejemplo más significativo.
Al contrito de la mayor parte de las regiones descritas, quizás a excepción de España, la vida urbana sufre el desastroso
resultado de los contactos guerreros exteriores. Parece indiscutible que la instalación de los Normandos, y más tarde de los
Angevinos, tuvo una terrible influencia, y durante mucho tiempo, sobre la ciudad inglesa. La presión real se hizo agobiante ¿se
trataba de domeñar los elementos que desde luego se tiene la impresión de que resistían mucho mas que los campesinos a la
invasión? Quizá la multiplicación de los castillos en plena ciudad sería testimonio de ello. La misma Normandía ofrecía un
ejemplo magnífico de encastillamiento sistemático. ¿O bien se trataba de aprovecharse de una economía indudablemente
próspera para reunir las cantidades necesarias para reequipar las campañas militares? La generalización del reeve (magistrado)
en las ciudades de los burhs, permitió al rey o al conde controlar estrictamente la ciudad.
Este período de represión (que no podemos dejar de pensar influyó negativamente en la expansión danosajona) tuvo un
resultado positivo como fin. Orientó hacia el continente el dinamismo inglés también enmarcó y apoyó la concentración de los
trabajadores. La ciudad inglesa se convierte, más que muchas ciudades del continente, en una ciudad de artesanos, y en esto se le
puede encontrar un lejano parecido con las modestas ciudades de Dinamarca, o aquellas, ya más evolucionadas del noroeste de
Alemania. Forman grupos económicos en los que se reparten el trabajo. Política real entre 1125-1150, una voluntad de desarrollar
la actividad urbana con finalidades de intercambio y no puede dudarse de que la unión de ambos lados del canal, bajo una
misma dominación, durante ciento cincuenta años y la extrema abundancia de liquidez demostrada tanto por la construcción de
iglesias como de castillos e incluso de ciudades, tuvieron una gran importancia. Cork dobla su superficie, Londres mordisquea
las zonas rurales más allá de la muralla romana. Rasgos tardíos en relación con la mayor parte de las regiones europeas,
atestiguan una vitalidad capaz de defenderse, en el siglo XII sin ningún esfuerzo, de la competencia del continente.

7. La masa eslava.
Es probable que el oppidum tribal donde residían el jefe y del clan y sus familiares haya constituido el primer punto de arraigo
de la población de la ciudad; los vendedores de metales y de tejidos que la nobleza guerrera reclama, se mezclan con los
campesinos llegados para vender sus excedentes agrícolas, en primer lugar destinados a estos mismos nobles y que más tarde, a
mediados del siglo X, se establecerán al pie del lugar fortificado. Una aglomeración ligada a la residencia de la sociedad noble
que no aparece como un portus sobreimpuesto a una campiña indiferente a él. Villas forenses o suburbium, en particular si los
intercambios ofrecen productos de lejana procedencia: el forum está al pie del castrum, tienen importancia las palabras locales: la
gorod o gród incluye el fuerte, y el ryneck el mercado cercado. El movimiento fue quizá más precoz en Bohemia y entre los
poblados que en la gran Polonia o en Moravia. En general, aglomeraciones modestas. A esta primera fase parece que la siguió en
la segunda mitad del siglo XI y principios del XII, un período autoritario, tanto de incautación de tierras por la nobleza local
como de replegamiento hacia la ciudad, quizás a la fuerza, de numerosos campesinos. La repartición de estos inmigrados parece
haberse efectuado, como en determinadas partes de Alemania, mediante la intervención pública. Aparece una clara
especialización por barrios, herreros, vidrieros, y más tarde en otro nivel, judíos, alemanes y valones, se establecerán en el siglo
XII alrededor de una curia señorial. Si se trata de un núcleo rural noble, a veces eclesiástico, y que más tarde se encontrará
encerrado en una muralla más amplia (Cracovia en el siglo XII). El conjunto del castrum, el Eavel, tiene 6 iglesias como puntos de
arraigo, el burgus a sus pies y cerca del río, que serán, y el suburbium más al norte. Praga, las mismas observaciones. Formación
regular, lenta, original en más de una característica y que oponiendo, más que completando, la ciudad con el campo, me lleva
bastante fácilmente a abordar este último punto.

C) ¿Hay uniformidad urbana?


Limitarme a antes del 1200, muchos rasgos vedados. Eliminaré pues, voluntariamente, dos sectores de investigación que
dependen, en el siglo XII, del estudio de los orígenes: en primer lugar la organización administrativa, la estructura jurídica del
cuerpo urbano. La justicia urbana, la asamblea de los hombres burgenses, las conjuraciones de gremios, la cooptación, el peso de
los más ricos, la presencia del burgus ¿so elementos que no se encuentran también en el campo? París debe de alcanzar las 250
ha., como Colonia; Bolonia 100, Florencia o Londres 75; ciudades mínimas como Cracovia 10, aldeas de la misma época
alcanzaban fácilmente 5.
1. Parece mejor observar el aspecto exterior del tejido urbano: ¿murallas y torres? De acuerdo, pero ¿y los castros italianos o del
Languedoc? Los incendios constantes de las ciudades del siglo XII atestiguan una mayoría de casas construidas en madera. Ha
sido más fácil en la ciudad, por lo menos en las zonas romanizadas, recuperar las ruinas romanas material para construir
puentes, torres.
Sin embargo no hay duda de que los contemporáneos distinguían la ciudad de la aldea. Puesto que no se trata del tamaño, ni
del aspecto, ni de la estructura, habrá que buscar otros caminos; me parece que se observan dos.
2. En primer lugar, en la ciudad se encuentra aquello que la economía rural no podría ofrecer al comprador, de la categoría que
sea; el cuero labrado, el muble de precio, el tejido de calidad y el tinte raro, la joya, más modestamente, el vino, el algodón, la
carne de buey o la pesca salada. Es la diversificación de su artesanado y su apertura comercial hacia el exterior, lo que da a la
ciudad en todas partes, su identidad. Desde el siglo XI, la especialización de este artesanado o de esos intercambios marca la
topografía urbana. Esta característica, única de la ciudad, tiene un efecto social considerable, pero del que no se ve todavía el
resultado en 1200: la división del trabajo, base de desequilibrio del sistema de producción señorial, solamente se encuentra en la
ciudad. Es realmente en el marco urbano donde tomará cuerpo la enfermedad que acarreará a la destrucción de la sociedad
feudal.
3. La ciudad se separa del campo porque sustituye poco a poco, aún en el siglo XII el papel de los señores de los tiempos
antiguos. Nada de la infracción del esquema trifuncional, sin poderla definir más que al margen de la sociedad conservadora y
consumidora y contra ella por su espíritu de empresa o de rebeldía, al ciudad encarna desde el siglo XI, la célula maligna que se
creyó al principio que se podría dominar aislándola. Ahora que los señores se han instalado cómodamente en las aldeas, empieza
a explotar en su lugar el campo, y a mi modo de ver es la piratería de donde saca la ciudad su carácter original. Se pueden
descubrir las premisas. Primero, el entendimiento con la aristocracia territorial, más con la laica que con la de la iglesia: los
grandes señores territoriales, dueños del suelo de la ciudad como del campo vecino, transigieron, antes que capitularon, en el
movimiento del florecimiento urbano. La razón es que con elle encuentran ventajas: conservan el control de la moneda, siguen
dominando a los judíos ya menudo a los gremios. Son dueños del volumen de compras y ventas el campo vecino, continúan
siendo los más fuertes en el aspecto militar. ¿Por qué oponerse a cambio de las liquideces sustanciales, a abandonar algunas
ventajas de la justicia? Un rasgo conocido de la historia urbana son las concesiones hechas por el príncipe directamente, o a
través de su representante, o por el canal de las inmunidades, de los regalia, que atraen a los burgenses por sus ventajas, pero
que no hacen peligrar gravemente la autoridad del monarca. No es suficiente expoliar el campo: en su estudio sobre las
relaciones comerciales de las ciudades del Languedoc real, Dupont, demuestra que Génova y Pisa, por lo demás rivales sin
posibilidad de entendimiento, explotaban sistemáticamente todo el litoral desde Niza a Almería. Más al norte la presión es más
discreta aunque se siente: por un lado se inicia la atracción a la ciudad de una mano de obra rural no calificada y fácil de
manipular. Alemania presenta una particularidad que procede quizás únicamente de la naturaleza de nuestras fuentes;
eclesiásticas y bastante precoces, muestran un aspecto, por lo demás poco conocido, de la incautación urbana: la apertura de
mercados rurales bajo el control de la ciudad. En el siglo XI son las ciudades mismas las que se ocupan. Sólo se trata de vender
los productos del artesanado urbano, quizá también de obtener a menor precio víveres y materias primas.

HEERS, Jacques.
La ciudad en la Edad Media occidental. Paisajes, poderes y conflictos.

Migraciones trastornos: en torno a los orígenes de una decadencia.


El efecto que produjeron las grandes invasiones y los trastornos políticos de la Alta Edad Media es poco claro. Matizar el
esquema habitual de un casi total hundimiento de la civilización urbana bajo los golpes de las hordas bárbaras venidas del este y
del norte.

El desgaste de la ciudad romana y las oleadas de invasiones.


1. Primero, es necesario invocar, como orígenes de estos debilitamientos o simples transformaciones, las crisis de economía y de
la sociedad de los últimos siglos del imperio. Decadencia habría precedido así las infiltraciones germanas. Empobrecimiento o
desplazamiento de las actividades y corrientes de intercambio, debilitamiento de las instituciones municipales y de todos los
controles y coacciones. Desde el siglo III, población menos densa.
Esta tesis no se verifica en todas partes. Si bien las murallas nuevas se encuentran en Galia, del Rin a la Narbonense, la situación
en Provenza parece diferente; no se comprueba interrupción ni degradación de las actividades económicas del hábitat. El
poblamiento ocupaba entonces la misma superficie que otrora.
2. Por otra parte, la introducción antes de las invasiones) del cristianismo y del culto de los santos mártires provocó un
reordenamiento del tejido urbano. En las provincias mediterráneas, sobre todo, la edificación de las primeras catedrales dentro
del perímetro cerrado, había perturbado la organización regular, perfectamente geométrica de la red de calles y espacios
abiertos; fue necesario destruir edificios públicos o casa y reservad muchos terrenos libres. Más aún, los procesos de
desintegración del tejido simétrico, usurpaciones abusivas y las enajenaciones de los particulares, habían provocado, muy a
menudo a partir de los 300, un debilitamiento progresivo del plan regular (cuadrangular o perpendicular) y habían impuesto a la
ciudad un aspecto en el que ya no se podía reconocer la herencia inmediata de los primeros tiempos.
3. Cuando se invocan las incursiones y expediciones, razzias o invasiones y establecimiento de los bárbaros, autores coinciden
en subrayar fuertes disparidades. Algunas ciudades menos expuestas que otras; al margen de las grandes incursiones pudieron
sobrevivir, mantuvieron sus cuadros sociales, actividades y en gran medida, sus monumentos, sus paisajes.
La coincidencia entre los especialistas se profundiza al plantear los daños y las consecuencias más catastróficas de la segunda
oleada de las invasiones, de normandos, eslavos, húngaros y, en el mundo mediterráneo, sarracenos. Operaciones devastadoras
de pillaje, piratería, destrucciones por medio del fuego, capturas de botín. Son estas (época carolingia) las que hicieron huir a los
pobladores de los monasterios y de ciudades enteras, obstaculizando el orden. Castigaron en numerosas oportunidades.
Los vikingos (noruegos y daneses, sobre todo infligieron a occidente pruebas atroces, invadiendo regularmente las islas
británicas, penetrando en el continente. La más importante 840-880: ciudades saqueadas, incendiadas, obispos masacrados,
capturados como esclavos o refugiados lejos de los suyos. Estas afectaron todos los países del litoral europeo hasta el
Mediterráneo, en 859 normandos, alcanzan las costas de Provenza, desciende hacia el sur y remonta el curso del Arno y no
dejaron más que ruinas.
Si esta se apacigua hacia 930-940, asaltos igualmente devastadores aparecieron siglo más tarde en las islas británicas, valle bajo
del Rin, Frisia, costas de Francia y hasta en España. Aún más prolongados.
Sud de la Galia y en Italia, sarracenos pusieron a sangre y fuego las ciudades hasta entonces preservadas o en plena
reconstrucción: Niza, Marsella (siglo IX). Piratas musulmanes saquearon Roma en 826, comienzo de un largo período de
inseguridad, un siglo antes que los sarracenos se alejen.
Hacia el este, la antigua Narbonense frió primero la ocupación musulmana y las expediciones de represalias de los duques de
Aquitania, de Carlos Martel, de Pipino el Breve. Abandonaron la ciudad en 793 pero lanzaron de manera continua, bandas
saqueadoras. A salvo de los húngaros, que en 924-928 asolaron todo el país, fue saqueada por una correría sarracena en 1020.
Húngaros hasta Borgoña y Lombardía. Hasta su derrota, por parte de los ejércitos de Otón I en Lechfeld en 955. Los eslavos
alcanzaron a través de los Balcanes, las orillas del Adriático.
Parece imposible resaltar las líneas generales de la misma o bosquejar, para tal o cual región un cuadro completo. Numerosas
ciudades no sobrevivieron más que soportando constantemente estas amenazas, algunas se eclipsaron si no del todo arruinadas,
al menos debilitadas. Otras, por toda suerte de razones políticas o económicas, aparecieron bruscamente en escena y dejaron de
lado a sus vecinas.
La permanencia de la herencia antigua, puede analizarse y apreciarse de muchas maneras: mantenimiento o desaparición de la
red urbana en tal o cual provincia, eclipse total o transferencia de poblaciones, contracción del hábitat y luego desarrollo de
burgos y arrabales, por fin, y sobre todo, instalaciones o modificaciones notables de los tejidos urbanos y los paisajes.

Ciudades fantasmas y ciudades perdidas.


Aun en las regiones romanizadas, red urbana más floja, regiones muy afectadas por las invasiones o las correrías; el mapa no
testimonia una grave desaparición del fenómeno urbano y deslizamiento hacia sociedades exclusivamente y ni siquiera rurales.
a) Cuatro ciudades de la Bretaña antigua soportaron los asaltos de bandas de germanos desde los años 275, luego los francos,
más tarde normandos y guerras entre los condes bretones o contra el emperador. Carhaix acusa un repliegue sensible, Vannes,
Nantes y Rennes, fortificadas desde el siglo III, resistieron y mantuvieron en el interior de sus murallas.
b) Civilización urbana en Inglaterra, región gravemente trastornada. Defensas fueron reforzadas de inmediato tras los ataques
bárbaros de 367 sin contracción de la superficie cerrada. Algunos, graves dificultades, decadencia de sus actividades; desde circa
450, numerosas aglomeraciones no presentaban, prácticamente paisajes ni estructuras urbanizadas. Pero muchas permanecieron
en su lugar como centros reales o eclesiásticos (Winchester) o bien como lugares de comercio, paso o intercambios Londres,
York). Winchester, iglesia en 648, al interior del circuito fortificado.
c) Es en el mundo mediterráneo, de la romanizad por excelencia, donde se encuentra el mayor número de desapariciones y una
grava reestructuración de la herencia romana. No ocurrió en la Galia del Sud, donde no se eclipsaron más que por un tiempo.
Proceso se dio en la península ibérica, principalmente en las provincias mejor provistas de centros urbanos y diócesis: Cartagena
y la Bética. La invasión de los visigodos provocó importantes éxodos y las ciudades se despoblaron de una manera dramática.
Cartagena fue completamente destruida en 615 y su sede episcopal trasladada. Catubo perdió su obispo. Los nuevos jefes
abandonaron Tarragona por Barcelona y muchas que habían subsistido bien que mal, desaparecieron en los primeros tiempos de
ocupación musulmana.
d) Fenómeno adquiere mayor amplitud en la propia Italia: no solamente en el sur donde Sestan comprobó, tras las invasiones,
las guerras de reconquista bizantina y los ataques de los lombardos o de los sarracenos, un verdadero cementerio de ciudades,
también en el centro y norte. En la Regio X, Venecia e Istria, donde se contaban 25 civitates, siete desaparecieron total o
conocieron una decadencia irremediable. Muchas de ellas, sin embargo, asumieron (Venecia oriental) posiciones favorables, en
su carácter de puertos marítimos y fluviales o nudos de caminos y llevaban una vida municipal muy activa. Su declinación no
fue consecuencia inmediata directa de las invasiones sino de la redistribución de las corrientes de intercambio y del
desplazamiento de los itinerarios del tráfico regional o internacional. En esta misma se agregaron las catástrofes naturales,
modificaciones del nivel del mar y las inundaciones. Las ciudades situadas más hacia el oeste, allí donde s mantenía la antigua
red de caminos, resistieron mejor; pasada la oleada devastadora, éstas resurgieron de sus ruinas.
Las regiones de Italia, estas conclusiones: un número notable, si no impresionante, de ruinas y abandonos definitivos,
importancia decisiva del trazado de las fronteras, desplazamiento o contracción de las rutas de intercambio, papel determinante
y catastrófico de las desgracias naturales. Fueron desapareciendo del mapa, poco a poco, las ciudades situadas sobre arterias
terrestres que decaían o perdían interés, por desvíos del tráfico, destrucción de puentes o extensión de los pantanos, en ciertos
sectores de las rutas.
La ciudad antigua no se apagó completamente sino que se eclipsó de manera gradual tras una larga serie de resistencias y
sobresaltos, de reconstrucciones abortadas. Los obispos continuaron reclamando sus ruinas. Se mantuvo una vida semi-
ciudadana, a veces alrededor de un santuario.
En todas las regiones de Italia, la red urbana lleva la marca de importantes instalaciones y no es el calco perfecto de la antigua.
La evolución de esta red en Renania y Alemania occidental llama la atención por aspectos originales, complejidad y por estar
constantemente expuesta a las incursiones (región fronteriza) disparidades y el problema de la continuidad o la ruptura con la
herencia romana no puede recibir una respuesta satisfactoria. Todas las regiones del limes, a lo largo del Rin o del Danubio,
soportaron rudos asaltos en épocas a veces aisladas las unas de las otras. La lista de ciudades atacadas y devastadas, condenadas
a las ruinas o a largos letargos, se desgrana como una letanía. En las márgenes occidentales del imperio romano, los alamanes
aparecieron 260. Numerosas ciudades fueron aniquiladas, y no se las pudo volver a habitar hasta largo tiempo después; en un
segundo momento también más al sur. Más tarde los francos atacaron Colonia y Tréveris, los valles interiores del Rin y del Mosa.
Finalmente, en la zona del Danubio, cayeron los puestos de Vindobona y Carnutum, seguidos poco después por los campos
militares de la cuenca del mismo río. Ciudades de la Nórica también fueron devastadas y completamente arruinadas.
A largo plazo las consecuencias de las invasiones bárbaras sobre este frente, el más expuesto, no se pueden valuar fácilmente.
En el valle del Rin sufrieron desde las primeras oleadas del siglo III: la vieja Colonia Trajana, uno de los centros urbanos más
importantes de la región, fue completamente abandonado en torno al 450. Río arriba del Rin y de Mosa, la civilización urbana se
mantuvo en sus aspectos esenciales, pese a toda suerte de pruebas. A veces un simple cambio de sitio y de la construcción de
nuevas murallas que dejaban en el exterior los antiguos acantonamientos romanos. Ciudades como Coblenza, Colonia
manifiestan una continuidad admirable desde el punto de vista topográfico, por las murallas, con los antiguos nudos urbanos de
tiempos de los romanos. Continuidad también en Metz y en Tréveris, donde el trazo principal de las calles permaneció hasta los
asaltos y depredaciones de los vikingos en el 882.

Los refugios.
Estas disparidades se acentúan en caso de las ciudades refugios.
A menudo las poblaciones amenazadas huían frente a la llegada de los invasores. Sobre todo cuando llevaban a cabo grandes
exacciones, masacres o suplicios, creando un clima e terror y espanto. Incitaba a los habitantes a buscar refugio al amparo de las
murallas o en sitios naturalmente protegidos, o en lo profundo de la región. Migraciones modificaban las estructuras y los
paisajes de las ciudades de recepción. Problemas que ocasionaba este aflujo, dificultades para alojarlos, imposibilidad para
continuar los trabajos de defensa en curso. Vida perturbada, exigencias y conflictos, un arreglo necesario del hábitat y la
realización de nuevas protecciones. Para evitar una esterilización económica del antiguo nudo urbano, fue preciso desarrollar,
rápidamente, los suburbia, una vez pacificada la región.
Estas transferencias y conflictos afectaron en uno u otro momento, todos los países de occidente. Bajo formas diversas,
deslizamientos topográficos de un barrio a otro, extensión de superficies cercadas, ciudades nuevas y nuevas fortunas. Depende
del número de emigrantes, ritmo de llegadas, de su encuadre.
En el mundo mediterráneo, donde estos desplazamientos parecen más espectaculares, no alcanza con invocar las invasiones de
guerreros de más allá de los Alpes ni las correrías sarracenas. Se debe invocar guerras intestinas, bandidaje generalizado, el
desarrollo de pantanos insalubres y de la malaria a lo largo del litoral del Tirreno, y Adriático, el desbordamiento de los ríos,
cambios de lechos del estuario del PO, las variaciones del nivel del mar en la costa.
El proceso de repliegue hacia nuevos sitios parece más complejo que una simple huída hacia reductos inexpugnables. Algunas
creaciones, de aspecto urbano y que ofrecían un mínimo de servicios, no se mantenían sobre sus nuevos emplazamientos más
que algún tiempo, en la época de peligro y desaparecían o periclitaban cuando se restablecía la seguridad y se olvidaban los
grandes miedos.
Repliegue hacia los burgos de altura, a menudo lento y gradual, a veces sólo temporario, no parece imponerse como una regla
general pero que incontestablemente tienden a la búsqueda de mayores comodidades comerciales, hacia 530-540, elevada sobre
los contrafuertes de los montes se estableció en Viviers, en las orillas del Ródano.
Estas transferencias se inscriben a veces en una lenta continuidad y no subrayan ninguna ruptura dramática.
En Italia principalmente en la época de las invasiones lombardas, la resistencia bizantina, el establecimiento de una línea de
defensa ofrecía grandes posibilidades de refugio.
La urbanización del litoral del Adriático norte, proceso lento y complejo, no fue el fruto de un solo impulso sino de iniciativas
diversas en condiciones más o menos favorables. A una u otra parte del mar interior, cada una de las villas de tierra adentro veía
a sus habitantes (espantados por la reputación de las hordas bárbaras que se acercaban) buscar refugio en las ciudades costeras, a
veces en un desgraciado desorden, a veces siguiendo a su clero y sus jefes. Así nacieron numerosas ciudades.
En el litoral italiano. La fundación de Venecia, fenómeno de urbanización excepcional, se inscribe en este contexto. Ni las islas,
ni las lagunas, ni los cordones litorales estaban vacíos de hombres en los últimos tiempos del imperio romano. Allí en pequeñas
aldeas, pescadores que explotaban salinas, intercambiando por granos telas. Viajes hasta las ciudades de tierra firme. Las
primeras llegadas de fugitivos que huían de las cabalgatas de los hunos (453-454) y el avances de los ostrogodos no modificaron
este tipo de establecimiento y de vida. La invasión lombarda seguida de otros pueblos, habrían de transformar completamente el
doblamiento de estos islotes de difícil acceso, a través de migraciones sistemáticas que buscaban refugio bajo la protección de los
bizantinos. Establecimiento, en primer lugar, difuso.
Civitas Novas no tuvo más que una breve vida. Debilitada por las luchas con sus vecinos en los años 700, acumulación de
aluviones del río Piave, se despobló rápidamente. Otros centros, igualmente aislados alrededor de su iglesia catedral pero mejor
situados, más prósperos, ya enriquecidos por algunos intercambios comerciales, se mantuvieron bien y extendieron su
dominación a todo un sector de estas lagunas. Cada uno era la creación de una comunidad distinta venida de una sola ciudad de
tierra firme; algunos conservaron, durante cierto tiempo, a su obispo de origen.
Establecimientos azarosos y precarios para unos, mucho mejor anclados para otros… La unificación territorial, que aparece en
los orígenes de la verdadera aglomeración veneciana, reinante sobre un revoltijo inextricable de canales e islas bien separadas las
unas de las otras, se concretó en las riberas de uno de los ejes navegables, el Canal Grande, sobre dos islas encerradas en un
rodeo de las sinuosidades de dicho canal: Rialto y Luprio. Amarraderos más fáciles para las embarcaciones de gran calado, un
doblamiento ya denso, el establecimiento de un poder político más efectivo crearon un poderoso polo de atracción para los
habitantes de otras comunidades y favorecieron su instalación sobre los islotes vecinos.
El efecto directo de las invasiones, siglo VII, fue determinante para la creación de nuevas ciudades en todo este litoral adriático.

Aspectos de una renovación urbana: la ciudad en tiempos de los bárbaros.


A menudo, una vez pasados los momentos más apremiantes, los habitantes rápidamente ponían en orden su ciudad, a veces
sobre bases nuevas, pero siempre inspiradas en el pasado. Los reyes bárbaros, maestros de los nuevos estados, se dotaron de
capitales; no todos rehusaron, como se dijo muy apresuradamente, su inserción en las ciudades. La ciudad capital, centro de
gobierno y residencia real, tuvo, por lo común, una hermosa apariencia. Del imperio carolingio y la centralización de poderes no
hizo más que acentuar estas tendencias hacia una renovación urbana. En función de la instalación del obispo, la multiplicación
de santuarios y parroquias, la ciudad, desde los merovingios, ajustó, de manera notable, su red urbana, extendiendo sus
arrabales. Apertura de nuevos mercados al tráfico internacional, hacia el norte primero, y luego hacia el este, suscitó creaciones
de establecimientos mercantiles o enriqueció a la ciudad con barrios nuevos, dedicados a almacenamiento, intercambios,
artesanado. Ocurrió a lo largo de estos cinco siglos bárbaros. Estos tres elementos, el palacio, las iglesias, el burgo comercial,
utilizando estructuras antiguas o creando nuevas, forjaron en esta época una ciudad original en diversos aspectos.

Las incitaciones políticas: palacio y capital.


Reyes visigodos jalonaron de muchas residencias su camino hacia el sur. Burdeos, Toulouse a comienzos del siglo V. carbona,
por más de 200 años. Pero su verdadera capital fue, a partir de 551, Toledo que se benefició de un interesante esfuerzo de
mejoramiento, en particular bajo el reinado de Leovigildo (568-586) gran centro religioso dotada de nuevas basílicas por cada
nuevo soberano. Ampliada por el rey Wamba (672-680), mejor protegida por una nueva muralla, adquirió entonces un
sorprendente prestigio. Hasta la conquista musulmana, se impuso sobre toda la península como nueva capital de un reino fuerte
y rivalizó con las grandes ciudades hispano-romanas y con la propia Sevilla.
Un gran interés en los palacios, apartados de las grandes ciudades y de sus santuarios, residencias fortificadas de corte, cuya
suerte estaba ligada a la de la dinastía, poco a poco abandonados, no han dejado ningún vestigio y son conocidos sólo e
imperfectamente. Rodeado por una muralla moteada de grandes torres. Dividido, en una ciudad alta, residencia real y una
ciudad baja, quizás debían ubicarse las habitaciones de los servidores o guerreros. Parte alta, la mayor parte del terreno está
ocupada por un gran palacio, una iglesia.
La misma situación en otros reinos. Burgundios, Ginebra, sin modificar en nada el plan primitivo, le adjuntaron una capilla.
Estos burgundio residían también, a voluntad, en sus dos villae de campaña, en Ambérieu y Carouges, antigua villa romana en
la que los edificios de madera, más rudimentarios, habían tornado el lugar de los de piedra.
El gusto de los jefes bárbaros por la residencia privada (ligada al mundo rural) que les permitía reservarse. En ningún caso
implica un rechazo deliberado de la residencia urbana y menos aún de la inserción de su gobierno en un tejido urbanizado desde
hacía largo tiempo.
En cuanto a las capitales, en muchos casos, los reyes abandonaron voluntariamente las antiguas residencias imperiales. Deseo
de marcar claramente una ruptura política y la preocupación por no oponer demasiado su corte de oficiales a una población local
muy numerosa. Las ciudades de segundo orden ofrecían mayores facilidades y garantías, asistiéndose a una nueva repartición
de los centros del poder político.
La regla no es general: en Italia los ostrogodos no dudaron en establecerse en Rabean, donde su implantación provocó una
extensión considerable de la ciudad hacia el este y una orientación diferente de la red de calles, en función de sus propias
construcciones e iglesias.
En una segunda época, se interesaron de nuevo por las ciudades faros, centros de gobiernos antiguos y que sus predecesores
habían frecuentado muy poco. Utilizaban los mismos edificios que la administración imperial de antaño. Estos palacios reales,
motean el mapa de puntos clave, etapas en los itinerarios de los jefes, postas para la administración, lugares de guarnición.
Se trata de ciudades que por la presencia de una residencia real flanqueada de todas sus dependencias, de la corte y de sus
oficiales, de una iglesia o capilla, establecimiento de artesanos, de mercaderes proveedores, conocían inevitablemente una
renovación y se alzaban al rango de pequeñas ciudades capitales.
Allí donde el rey no residía voluntariamente, fueron los duques o condes quienes ocuparon los edificios públicos y provocaron
la reconstrucción del encuadre monumental o, al menos, su mantenimiento.
¿Los reyes bárbaros, constructores de ciudades? Algunos no… pero ciertamente capaces de una buena inserción en aquellas que
eligieron como residencias principales.
El deseo de establecer y promover una capital digna de la estirpe y del estado, de instalar una corte brillante se exaspera hasta
que sonríe la fortuna política.
En Italia del norte, la ciudad romana de Ticinum (Pavia) estaba extendida y menos poblada que Milán o Rabean. Sin embargo,
al igual que estas dos últimas no había conocido ningún tipo de crisis en los últimos siglos del imperio sino todo lo contrario:
importante centro de guarnición, ella se había afirmado como nudo de intercambios y puerto fluvial activo. La dominación de los
godos marca un bello período de prosperidad. Más tarde los lombardos en 572 prefirieron en primer término, como residencia
real, Milán o Monza. Pero Rotarico (632-652) eligió decididamente Pavia y ésta permaneció tras la conquista de Carlomagno en
774 desarrollando, enriqueciendo una remarcable civilización urbana que era admirada por los cronistas.
Los emperadores carolingios sobrepasaron a sus predecesores en el tamaño de sus empresas.
Peso de las intenciones políticas en la vida urbana de occidente, surgida bajo el control de soberanos procedentes de pueblos
calificados de enemigos de toda civilización urbana.

La defensa.
Los apremios e intenciones militares retoman también los modelos y ejemplos de tiempos de los emperadores romanos. Los
reyes bárbaros ciertamente destruyeron el limes y no reconstruyeron las líneas de defensa continua pero, los de la segunda etapa
sobre todo, del siglo VIII al X, jalonaron sus fronteras más expuestas e incluso dividieron en zonas todo su dominio e instalaron
castra, castillos, burgos, apoyos militares, centros de acuartelamiento, puntos de partida de expediciones de conquista o de
represalia contra los ataques.
Esta política de protección o división de provincias enteras que, a menudo conducía a verdaderas fundaciones urbanas, aparece
claramente en dos sectores, en especial amenazados por los pueblos vecinos o disputados durante las guerras de conquista.
En las márgenes orientales del imperio carolingio, las guerras sajonas suscitaron un florecimiento de nuevos establecimientos.
Fortalezas imponentes con iglesia o monasterio, a veces obispado, de residencia real con palacio y corte, luego de todo un
complejo de edificios. En el caso de las mejor situadas, accedían a la dignidad de civitates. En Alemania central, Turinga y Hesse,
Bonifacio fundó e 741-742, un obispado centrado a la vez en tres de estas creaciones aventureras, bases de la acción militar y
evangelizadora de los francos: Würzburg. Flanco sur, valle del Main, Würzburg nació a partir del establecimiento de un
castellum por parte de una familia ducal, su iglesia se convirtió enseguida en catedral; poco después se instalaba una corte real,
centro de una primera aglomeración. Los mercaderes se establecieron junto a ella; se instaló una aduana, se acuñaron monedas.
Erfurt fue, en primer lugar, un burgo que comprendía la fortaleza, un monasterio y algunas iglesias.
El proceso se desarrolla de manera diferente, más compleja, en Büraburg, que fue durante un tiempo simple un burgo
fortificado construido hacia el año 700, momento en que los sajones amenazaban constantemente la región. El castellum
protegido en tres de sus lados por pendientes abruptas, estaba rodeado de una fuerte muralla, flanqueada por sólidas torres.
Sede del obispado sólo algunos años, quedó como un oppidum poco a poco abandonado bajo los últimos carolingios. Fortaleza
refugio construida bajo la presión de la circunstancias. Sin embargo, la presencia del castellum ha permitido, a casi tres
kilómetros de allí, el desarrollo de una ciudad en medio del valles: Fritzlar, desarrollo limitado. Monasterio desde 723, conjunto
de edificios y una escuela, un mercado activo. Desvastada por los sajones, fue rápidamente reconstruida por Carlomagno.
En Inglaterra, donde la paz y las fronteras estaban sólidamente establecidas, cada reino, a partir de 850, reparaba las murallas
arruinadas de las ciudades y, en algunos casos, levantaba nuevas fortalezas. Burghs dispuestos alrededor de un castillo, a veces
fueron llamados a grandes desarrollos, creaciones o resurgimientos de ciudades.
Los daneses de East Anglia reforzaron las murallas de York, y en sus fronteras, fundaron los five buroughs: Stanford,
Nottingham, Derby, Lincoln y Leicester. Los reyes de Wessex después de la victoria de Alfredo sobre los daneses en Edington en
878, consolidaron las defensas de Winchester, capital, e impusieron en todo su reino una destacable división en zonas militares.
Ningún lugar estuviera más allá de una veintena de millas de un burgo fortificado. La instalación de las familias, colonos
militares, estaba estrictamente reglamentada.
Misma época. Los reyes de Mercia, reforzamiento de los antiguos muros de sus ciudades y la construcción de nuevas fortalezas,
Worchester. La operación adquirió toda su amplitud gracias a las campañas victoriosas que permitieron una completa
pacificación.
Estos burghs presentan características variadas conforme a su superficie, su disposición interna, la naturaleza misma de las
defensas y construcciones, más aún por sus funciones. Todos protegidos por una muralla, pero ésta podía aprovechar algunos
elementos naturales, lo que implicaba una real continuidad y el respeto del plan antiguo, poco modificado. En otras partes, se las
construía de nuevo pero esta defensa no era más que una muralla de tierra con fosa y empalizadas, abrazando los accidentes del
terreno; en otras partes se levantaron efectivamente verdaderos muros de piedra. En varios lugares, se atravesaban los ríos a
través de puentes fortificados, elementos esenciales de la defensa, en todo occidente, contra las invasiones de los normandos.
Estas fundaciones reales se aplicaron, a estructuras diversas y conocieron, de manera inevitable, fortunas dispares. En el reino
de Mercia, el burgo de Tamworth y su muralla se redujo a un palacio real flanqueado por sus dependencias. Hereford, con su
circuito perfectamente cuadrangular, su planta regular, sus calles cortándose en ángulo recto, fue una verdadera ciudad nueva
de creación voluntaria. De los treinta burghs, diez no fueron mas que fuerte sin gran actividad política o económica; los veinte
restantes, dieciséis nuevos, campos fortificados en sitios abiertos o sobre promontorios, se poblaron y convirtieron en
aglomeraciones urbanas: resultado, a la vez, de una situación privilegiada en la red de tráficos y de la intervención real, que
acordaba un derecho de mercado con diferentes privilegios.
En Inglaterra la intención política fue determinante en la renovación o creación de una red urbana. Reyes: las ciudades nuevas
son puntos de apoyo, refugios y residencias, lugares de asambleas y de concertación, también guarniciones. Difundieron la
acción política y administrativa en un buen número de centros.
Los santuarios de la ciudad.
Para cierto número de autores y de historiadores, el obispo es el primer personaje de la ciudad, el único capaz de asegurar de la
misma y su renovación. Afirmación excesiva pero la presencia de una iglesia catedral y de su clero contribuían a la suerte de la
ciudad. En países de conquista o de repoblación, las ciudades nuevas se establecieron alrededor del denso nudo formado por el
burgo episcopal, a menudo fortificado. La catedral y las construcciones anexas servían de refugio en tiempos de peligro y fijaban
a la población. Ocurrió lo mismo con los grandes monasterios rodeados de murallas y con los grandes santuarios.
La presencia de cuerpos santos suscitaba, por todas partes grandes movimientos de muchedumbres e incluso del doblamiento.
A veces el obispo abandonaba su primera residencia por otra ciudad, rica en reliquias y afamada.
Las nuevas iglesias, basílicas y capillas de fundación real o familiar, monasterios, hospitales, luego las iglesias parroquiales,
modificaron profundamente el paisaje urbano.
No es solamente después del año mil, éstas ya estaban presentes en la época de los reyes bárbaros.
La ciudad cambia de aspecto: ya sea porque la catedral, ubicada hasta entonces fuera de los muros, se establecía ahora en el
interior del recinto y se rodeaba de construcciones, formando un grupo compacto; ya porque las iglesias y monasterios que se
encontraban en el exterior dan nacimiento a suburbios poblados, ya sea porque en el corazón mismo de la ciudad, engastados en
la trama del tejido urbano en plena reconstrucción, se implantan otros santuarios.
Desarrollo alcanza toda su amplitud en los países en los que los progresos del cristianismo nos e habían aún afirmado en
numerosos lugares de culto y más todavía en las ciudades adoptadas por los soberanos.

¿Ciudades mercantiles?
¿Existían verdaderamente ciudades mercantiles creadas o simplemente mantenidas sólo por las corrientes de intercambio? Sin
negar la importancia de los tráficos la cuestión merece ser examinada. El papel cumplido por estos establecimientos mercantiles,
la importancia exclusiva y decisiva del portus o del vicus han sido tan resaltados que no parece inútil adoptar ahora una
perspectiva precisa puesto que las realidades, por todas partes, son mucho más complejas.
Las teorías sobre la decadencia o el renacimiento del gran comercio parecen un tanto artificiales. Las tentativas por explicar una
cualquiera y supuesta degradación de la economía internacional y ligar estos fenómenos a las grandes transformaciones del
mapa político. Todo esto no tiene en cuenta que los intercambios a larga distancia y los tráficos de objetos de lujo ciertamente no
son los factores principales y las incitaciones primordiales de la actividad económica. Los mercados de bienes de consumo
corriente, productos alimenticios sobre todo se imponen de manera evidente sobre todos los otros.
Al considerar el destino de algunas plazas mercantiles nacidas en occidente, precisamente en Galia, de tiempos de los reinos
bárbaros, el tráfico muy particular que implementaban las mismas se ha verificado frágil, expuesto a las contingencias, a las
concurrencias, a los desvíos de las rutas. Ruta marítima, países del Báltico con aquellos del mar del Norte y de la Mancha. Tráfico
se prolongaba a través de los ríos hacia el interior jalonado por muchos centros urbanos, mercados y ciertos talleres monetarios.
Establecimientos, primero Quentovic 670. Moneda ampliamente difundida pero era un gran emporium visitado por los pueblos
del mar y por los mercaderes de Galia, desapareció completamente y casi de manera brutal después del 900. Nuevas rutas
competían en este caso y las invasiones normandas golpearon duro a los intercambios. Pero en muchas ciudades supieron
preservar y reconstruirse. Las desapariciones o transferencias no afectaron más que los emporia particularmente vulnerables. No
eran otra cosa sino ciudades champiñones, sin raíces profundas, donde los mercaderes venidos de lejos permanecían como
extranjeros en una sociedad a la que no adoptaban, en la que no buscaban integrarse ni fijarse, a la que no pertenecían más que
un período o estación. Por lo demás, los reyes y condes construyeron sus castillos en otros puntos estratégicos, y en tiempos de
las invasiones, las poblaciones se refugiaron en estos castra, abandonando los establecimientos mercantiles de la costa, más
expuestos.
Estas conclusiones no se aplican a todos los establecimientos de esta ruta marítima o fluvial. Las diferencias cronológicas ya
imponen una reflexión. Los destinos e incluso la naturaleza de los mimos se diferenciaban entre sí.
Dorestad es posible que en el transcurso de la época merovingia y luego carolingia, el vicus mercantil haya ocupado dos
emplazamientos distintos y que su ruina haya sido provocada por el cambio del curso de los ríos. Burgo mercantil, vicus, se
extendía de un lado a otro de una larga calle, aglomeración habitada de manera regular.
Haithabu, imponente muralla de tierra en semicírculo protegía un Oldenburg, dominado por un castrum fortificado, situado
sobre una de las colinas naturales del istmo: la Hochburg. Establecimiento mercantil pero comportaba también un barrio poblado
de artesanos importante centro de intercambios.
Estos puertos del noroeste europeo eran sobre todo almacenes, moradas de paso. El gran comercio los hizo vivir durante algún
tiempo pero no creó verdaderas aglomeraciones urbanas. Privados del patronazgo real o principesco, ellos nos e apoyaban sobre
ninguna estructura sólida, ni se inscribían en una capital política o en un complejo religiosos importante.
Los establecimientos de la costa inglesa resistieron mucho mejor, se desarrollaron, afirmando sus actividades, convirtiéndose en
verdaderas ciudades protegidas, frecuentadas por los negociantes del interior. Ipswich, Thetford. Estos éxitos se deben a una
estabilidad de itinerarios marítimos y relaciones comerciales, más que al hecho de que ellos aseguraban el reabastecimiento
regular de los reinos de la isla.
En otras regiones, completamente extrañas a estas rutas marítimas, numerosos establecimientos estables de mercaderes se
desarrollaron en el interior de las grandes ciudades. En los países de antiguas implantaciones urbanas, valle del Rin, las ciudades
se beneficiaron del favor de los reyes carolingios, de su posición favorable en los nudos de una densa red de rutas terrestres muy
activas y también de un rico entorno agrario, bien poblado, capaz de alimentar un importante mercado regional. Así se
mantenían los vici mercantiles establecidos en tiempos merovingios todo a lo largo del Mosa. La paz política y la prosperidad, el
desarrollo de cantidades de actividades locales eran los que engendraban el progreso de estas ciudades.
Más hacia el este, fue la conquista: los campos militares, bases de partida para las campañas de pacificación, reavituallamiento
de los ejércitos. Los monasterios también desarrollaron intensas actividades, ligadas a la colonización del suelo. Luego se
intensificaron los intercambios. Creaciones señalan la voluntad de incorporar la actividad mercantil a la de la conquista y
administración: buró real y vicus mercantil se econtraban estrictamente asociados.
El apoyo militar da vida a estas ciudades nuevas y, finalmente, suscita los intercambios.
En todos esos fuertes, los soberanos establecieron mercados, instalaron los negociantes y artesanos necesarios para la vida de la
guarnición. Esta actividad económica fijaba a las poblaciones cada vez más numerosas y creaba verdaderas ciudades mercantiles.
Pero éstas no eran fundaciones espontáneas: tenían su origen en un acto voluntario, político.

Balance: el paisaje urbano hacia el año mil.


Es necesario tener en cuenta el carácter de las destrucciones y, sobre todo, de los esfuerzos fructuosos por reconstruir lo más
rápido posible y, en diversas regiones, de crear ciudades nuevas. En todo caso la civilización urbana se perpetuó.
La muralla fortificada anuncia de lejos la ciudad, la define. Reforzada de torres macizas, agujereada sólo por algunas puertas
severamente custodiadas.
Primera comprobación: los abandonos completos de los sitios antiguos y de sus murallas parecen raros y no se justifican por la
búsqueda de una mejor defensa. La ciudad conservaba su nombre, el recuerdo de su pasado pero los hombres se instalaban un
poco más lejos, en la desembocadura naturalmente defendida del río o, mejor aún, sobre una prominencia donde podían con
menos gastos erigir nuevas murallas. Ocuparon un oppidum.
Más a menudo, los muros romanos permanecían como el encuadre natural de la ciudad medieval.
Numerosas ciudades habían sido fortificadas en el curso del siglo III. Algunas fueron desamparadas y luego desmanteladas, a
veces derribadas con la primera oleada de invasiones. Otras dejadas a su suerte, olvidadas cuando retornó la paz y convertidas
en algo inútil, no eran más que ruinas cuando aparecieron los nuevos bárbaros, normandos o húngaros. Es entonces cuando se
generalizaron los grandes trabajos de arreglo, realizados a toda prisa.
Bajo el imperio carolingio, la ciudad no perdió el recuerdo de las murallas romanas, comúnmente las utilizó y a menudo superó
las antiguas estructuras romanas. En general, el trazado permaneció aunque imperfectamente utilizado.
Estos muros quedan como los testimonios de una época si duda más presente a los recuerdos de lo que se ha querido creer.
Ellos impusieron obligaciones más estrictas que las del marco natural o los accidentes del relieve. Su circuito regulaba
generalmente una disposición de los servicios públicos.
La muralla no era solamente instrumento de defensa o símbolo: ella participaba de la vida de la ciudad, numerosas
construcciones se apoyaban sobre ella y sus propietarios economizaban así una pared.
A menudo sólo una parte de los muros romanos fue restaurada; más a menudo aún, el hábitat desde la época merovingia y
durante largo tiempo, no ocupaba más que una superficie relativamente reducida del círculo antiguo.
En el interior de estas murallas fortificadas, de estos castra simples reducidos, ni el paisaje urbano en su conjunto un las
estructuras fundamentales permanecen en su lugar, indemnes. La idea de un total desconocimiento, de un rechazo de la herencia
y lecciones de la antigüedad ni siquiera resiste a un examen rápido de los hechos. Los fundadores o renovadores de las ciudades
no olvidaron los diseños que presidían la organización del espacio en las ciudades romanas. Cuando podían, permanecían fieles
a este esquema y los arreglos, degradaciones y desapariciones no parecen debidos a una actitud intelectual, a un hecho de
civilización sino al peso de nuevas tensiones o a una carencia de la autoridad capaz de imponer una visión de conjunto y el
respeto de las reglas.
En Italia numerosas ciudades siguieron perfectamente o reconstruyeron el tejido urbano cuadrangular y perpendicular de
antaño. Verona y Papua.
Este cuadriculado, en las provincias otrora sometidas a Roma, inspiró a los reyes fundadores de ciudades nuevas. Este plan
regular, modificado solamente para responde a algunos imperativos de defensa fue adoptado por los burghs de Wessex. Desde
los siglos IX y X, Inglaterra, ciudades nuevas frutos de intenciones determinadas y claras, fundaciones planificadas según un
modelo de tipo en que se percibe, de manera clara, la permanencia de la herencia romana.
En Alemania, las ciudades de fundación carolingia se cristalizaron alrededor de una corte real (Könisghof) o de un burgo
episcopal (Domburg). Tomaban la forma cuadrangular de los campamentos y ciudades de tiempos de los romanos. Hacia el este,
un cierto número de construcciones se inspiraron en sitios fortificados sajones, de forma circular.
Los factores de tales transformaciones.
Primero el establecimiento de pueblos extranjeros. Sin embargo no han sido correctamente estudiados. La imagen no se aclara
más que en el caso de las grandes ciudades de conquista, en las que numerosos contingentes de invasores se apropiaron
inmediatamente de una parte notable del suelo urbano, preocupados por permanecer agrupados, solidarios, para protegerse
mejor o preservar su género de vida. Godos, lombardos, formaron barrios individualizados por su lengua, sus leyes, sus
estructuras sociales, su religión. Doblamientos se integraron poco a poco después de muchas generaciones, generalmente, por el
juego de los matrimonios mixtos.
Cuando se establecían fuera de los muros, el campamento de los bárbaros condicionaba los nuevos ejes de circulación, pesaba
fuertemente en la organización de la red de servicios.
En el otro extremo del mundo occidental, el establecimiento de los normandos, daneses y luego, noruegos en la ciudad de York
(867) provocó una rápida renovación de las actividades y una importante extensión de la superficie construida. Impusieron su
presencia, las calles tomaron el nombre escandinavo de gate. Se instalaron en un barrio fuera de los muros, en una suerte de
excrescencia que conservó igualmente su nombre escandinavo de Kuninssgarth (la corte del rey). Otro burgo exterior, una calle
larga, debió quizás su nombre de Brettegate a los cambrianos bretones de condición servil, traídos por los conquistadores.
1066 la llegada de los normandos del continente transformó notablemente el paisaje urbano: se llevó a cabo la construcción de
un importante castillo real, que implicó la destrucción de numerosas casas. Arribaron los French burgenses, establecidos en su
propia calle.
La transferencia de la catedral suburbana hacia la ciudad marca un paso decisivo para la disposición e incluso la transformación
del tejido urbano. Las grandes ceremonias religiosas, las devociones y cultos a las reliquias, las concentraciones de la población
se centraban, se cristalizaban ahora alrededor de un complejo monumental anclado en la ciudad. Desde esta época, el grupo
catedral se impone en el paisaje, pasa a ser un bloque de construcciones de funciones variadas: catedral a veces doble, palacio
episcopal y sus dependencias, escuela y coro, alojamientos o casas para los dignatarios.
Esta ciudad de los clérigos, ciudad en la ciudad, se beneficiaba de una jurisdicción particular, inmunidad y derecho de asilo. Se
rodeaba de muros. Esto mismo ocurría en todo el occidente cristiano.
En Inglaterra, este recinto se afirmaba sin duda más que en otras partes.
La iglesia catedral y el grupo episcopal olvidaban, a veces, la protección de la muralla para anclarse en el corazón del tejido
urbano, para encerrarse en sus propias defensas o bien para insertarse en la red de calles y afirmarse entre los componentes
fundamentales del paisaje monumental y sociopolítico. Cuando el obispo Damián abandonó la iglesia de santos Protasio y
Gervasio, situada fuera de las murallas de Pavía, para residir intra muros, dos catedrales comenzaron a dominar el nuevo grupo
episcopal: Santo Stefano y Santa María. Éstas se rodeaban de un conjunto de construcciones complejas: el baptisterio, la casa de
baños, el palacio del obispo y su capilla. Donde se hicieron transportar para evitar el acoso y desórdenes de los peregrinos que se
acercaban al antiguo santuario, las reliquias de San Siro y donde, hecho excepcional en la historia de la disposición urbana, se
dispuso, para acoger y contener a las masas, una bella plaza, el atrium Syri, embrión de la futura piazza del Duomo: lugar de
encuentro de los visitantes y habitantes, lugar de mercado para los campesinos de los alrededores, donde los comerciantes de la
ciudad levantaban sus tiendas, sus barracas adosadas a los muros de las construcciones.
Fuera de estos barrios episcopales, otras construcciones religiosas se insertaban en el tejido de calles de una manea diferente,
más tímida, a veces estrechamente engastados en la malla de la red.
De hecho la elección de los emplazamientos, edificios religiosos, construcciones privadas o públicas, dependía, en la mayoría de
los casos, de las comodidades ofrecidas, de abandonos y utilizaciones posibles, en una palabra de la ocupación de los
monumentos antiguos convertidos en inútiles y de los materiales disponibles en el lugar, del reempleo de los mismos. Por
economía, por deseo de ocultar los rasgos del pasado pagano o, por el contrario, de apropiarse de algunas glorias antiguas, los
constructores de tiempos bárbaros y luego carolingios voluntariamente cedieron a la tentación de arrancar a los monumentos
romanos los bloques de piedra, las columnas y capiteles, estelas y bajo relieves. Los calcarii instalaban sus caleras en plena mirad
de los foros, entre las ruinas o los monumentos amenazados.
Reempleo, pero también, de una manera sistemática, ocupación de los antiguos monumentos, tanto por parte del culto cristiano
como del hábitat privado. Siempre en Roma, una cantidad de iglesias fueron edificadas de este modo. En cada forum los
maestros albañiles han conseguido levantar, utilizando fragmentos de templos o pórticos, una o dos iglesias, mal separadas de
los amontonamientos de piedras o mármoles y de los fustes de las columnas cortadas o quebradas. En el siglo VI, en las zonas
del forum boarium y del Velabro, los militares bizantinos que ocupaban la ciudad hicieron construir numerosas iglesias para
celebrar sus cultos particulares, diferentes de los de Roma. La schola greca, ellos utilizaron una antigua construcción. La listad e
estas iglesias griegas no concierne mas que en un aspecto de la apropiación de las construcciones antiguas. También se
reacondicionaron otros monumentos. La ciudad tomó evidentemente otro aspecto, desconcertante, más caótico quizás, en todo
caso más diversificado, fruto de adaptaciones aproximadas y yuxtaposiciones azarosas.
Todas las ciudades de occidente, sobre todo en Italia y Galia, han practicado estos acaparamientos. En Renania, de una manera
más general que en el resto de los países alemanes, se utilizaron no solamente los templos y edificios civiles, los anfiteatros, sino
también los campamentos y construcciones militares de las legiones y templos paganos.
Dondequiera que aún estaban intactos o, incluso, a medio derruir, los edificios romanos fueron, desde los primeros tiempos,
reconvertidos, utilizados ya sea para el rey y sus compañeros o, muy a menudo, para alojamientos. Se ocupaba sistemáticamente
y por familias enteras todo lo que podía ofrecer algún abrigo, aún precario, mal adaptado. En el momento de la llegada de los
godos y luego, de los lombardos el aspecto anárquico del hábitat se acentuó y numerosas ciudades ciertamente ofrecieron la
imagen de un establecimiento todavía mal fijado, mal encuadrado en todo caso.
Tejido urbano amenazado por estas modificaciones y, sin dudas más aún, en los últimos tiempos del imperio carolingio, por el
debilitamiento de la autoridad, por la ausencia de servicios y de vigilancia. De una manera general, la noción de derecho
municipal, la de propiedad pública del suelo, de un espacio urbano abierto a todos, se esfumaba incluso desaparecía. Los
pueblos germánicos, aunque pudieran insertarse fácilmente en la ciudad, no reconocían en este dominio ninguna tutela de los
servicios públicos; no se imponía ningún concepto jurídico y sólo parecía inviolable el espacio privado. Se observa en Pavia que
los reyes lombardos usaron su poder para hacer respetar las líneas generales de la cuadrícula antigua y mantener las calles
principales, indispensables para la ciculación, calificadas de vía publicae. Pero ésta es la excepción y, aquí mismo el diseño se
diversificaba.
Sobre todo en occidente, en los países del Mediodía al igual que en la Galia e Inglaterra, esta calle pública se ve degradada con
tendencia a desaparecer. La ausencia de un control suficiente, de reglamentos, en todo caso la imposibilidad de hacerlos respetar,
incitaban a los habitantes y, sobre todo, a los mercaderes, a apropiarse del espacio público. Sobre el antiguo lugar se construía
con el mayor desorden.
Imagen de una fragmentación al máximo, de una anarquía, fruto de un establecimiento precipitado por el enloquecimiento
sobre un espacio no protegido.
Por otro lado, el mismo proceso se pone en marcha y se desarrolla más tarde, más lentamente a partir de una serie de
concesiones a los intereses privados, de renuncias tácitas. Se diseñan estos espacios cerrados, patios interiores a los que se
accedía no por una calle abierta a todos sino por una communia vicinorum.
¿Ciudad desdibujada? ¿Emergencia de un urbanismo degradado? Sin ninguna duda… Pero esta evolución, a través de
occidente, no responde a reglas precisas. Desigual, ella no se inicia ni acaba en los mimos momentos en todas partes. No se
puede ver el efecto directo de una ruptura con los tiempos antiguos ni aludir a las devastaciones de los bárbaros o al abandono
de la herencia y lecciones de Roma. La explicación tiende a una progresiva decadencia de las formas de gobierno, de la autoridad
y las obligaciones.

LOMBARD- JOURDAN, Anne.


Del problema de la continuidad. ¿Hay una protohistoria urbana en Francia?

March Bloch: en ese continuo que es la evolución de las sociedades humanas, las vibraciones de molécula a molécula se
propagan a una distancia tan amplia que jamás se logra la comprensión de un instante, cualquiera que sea, tomado en el curso
del desarrollo, sólo por el examen del momento inmediatamente precedente. Esto es válido tanto para las ciudades como para el
campo. Pero en materia urbana, la fidelidad a os sitios, que facilita la continuidad, hace más difícil que en otros lados la
distinción entre estratos que, a fuerza de acomodarse con el pasado, se encuentran más o menos contaminados.
Ciudades monumentales romanas, consideradas el punto de partida de la historia urbana de occidente. Pero, luego de su
decadencia y de un período de eclipse y las invasiones bárbaras, es un tipo diferente de aglomeración el que aparece con la
renovación económica de los siglos VIII y IX. A la vasta ciudad antigua de hábitat disperso, poblada de funcionarios y de
propietarios territoriales, a cuyas necesidades subvienen artesanos y mercaderes, se opone la ciudad medieval rodeada por
murallas, pero flanqueada por un faubourg, de función esencialmente económica y donde se desarrollan un patriciado y un
proletariado cada día más conscientes de su importancia social. Las ciudades de la edad media no son las herederas de aquellas
que se levantaron durante la dominación romana. Se ha visto en ellas un tipo urbano nuevo.
La asimilación de las poblaciones galas fue lenta y la romanización jamás plena en los dominios religioso y social, y tardía en el
dominio lingüístico.
¿No hubo un resurgimiento de costumbres inveteradas que la administración romana había tolerado y que se perpetuaron?
Las ciudades medievales nacieron del ritmo acelerado de los cambios, del desarrollo demográfico, del progreso de las técnicas
agrícolas, que permitieron disponer, a partir del siglo X, de una importante mano de obra y de la sedentarización de los
mercaderes.
La Galia conocía aglomeraciones que César llama oppida y a veces urbes. Eran plazas fuertes cuya población fija se agrupaba en
un lugar bien defendido natural y artificialmente, a menudo sobre una altura. El espacio vecino acogía las actividades de tiempos
de paz y a menudo se entrecruzaban las rutas. Allí se implantaron necrópolis y se encontraban los lugares de culto, reunión y de
mercado. Población aumentaba de manera brusca y momentánea en caso de guerra. El aflujo de esos mismos campesinos
llegados para adorar las divinidades, tratar de los asuntos públicos. Las ciudades principales eran pues, en el siglo I de nuestra
era, lugares de reunión pasajeros para la plegaria, los negocios o la guerra.
Villae se levantaron en la periferia de las ciudades construidas alrededor de un forum. Las invasiones bárbaras forzaron a las
ciudades a retraer su perímetro para defenderse mejor. Los antiguos lugares indígenas de reunión quedaron en el exterior de la
nueva muralla. En ese medio suburbano se extendieron el cristianismo y la renovación económica.
Luego de la conquista romana los cultos oficiales encontraron su lugar en el corazón de la ciudad. Pero los antiguos santuarios
proto-históricos no fueron abandonados. Como consecuencia de la fidelidad de las poblaciones y en razón de la tolerancia
indiferente de las autoridades desde el momento en que no atentaban a la lealtad hacia Roma.
Con las invasiones bárbaras, el poder romano se debilitó, las ciudades fueron abandonadas y los dioses romanos pronto
olvidados en sus templos en ruinas. Tuvieron que luchar los obispos en sus ciudades, sino contra los antiguos cultos proto-
históricos muy vivos a los cuales los bárbaros vinieron a aportar su apoyo. Evangelizadores iban a lugares de asamblea pagana
para enfrentar a los ídolos y predicar a las multitudes, muchos sufrieron martirio. La nueva religión se implantó en la periferia y
a veces a buena distancia de la antigua ciudad abierta. Cristianizar: numerosas fundaciones de santuarios, basílicas funerarias,
capillas, oratorios, monumentos votivos, en un mismo lugar fuera de los muros. La comunidad cristiana se formó en el exterior
de la muralla, alrededor de la catedral primitiva. Cuando ésta, en los siglos IV y V emigró al interior de la muralla por razones de
seguridad más que de prestigio, una abadía, a menudo dedicada a un santo local, continuó asegurando la función religiosa de
ese mismo emplazamiento.
No hubo verdadera solución de continuidad en cuanto a la Galia pagana y la Francia cristina. Tampoco existió en cuanto a los
lugares de comercio.
Las fiestas religiosas se acompañaban de ferias. Servían para drenar el exceso de la producción local y ofrecía la ocasión a las
mercaderías lejanas de introducirse en la región.
Romanos aceptaron que los mercados indígenas continuaran realizándose.
Luego del paso de los bárbaros, las ciudades devastadas cayeron en letargo y los fora fueron abandonados. Los caminos ya no
fueron cuidados. Las malas condiciones de transporte terrestre no hicieron sino empeorar en la época franca y las vías de agua
retomaron toda la importancia que tenían antes de la conquista romana. Muchos sitios de portus de la alta edad media
recubrieron el emplazamiento de los desembarcaderos galos.
El lazo que unía las ferias a prácticas religiosas fue, en épocas perturbadas, un elemento de permanencia. Temor que inspiraban
los germanos y más tarde los normandos. Se juzga a esos invasores por las devastaciones que infligieron a las ciudades; pero los
peligros, que lo hacen más provechoso, no detuvieron jamás el comercio.
A comienzos de la renovación económica (siglos VIII-X) casi todas las ferias se encuentran en manos de establecimientos
religiosos y ninguna puede justificar su existencia por otro motivo que el largo uso o un acta falsa. Inmutabilidad de los lugares
de intercambio, a la espera que la autoridad señorial o real tome el relevo, el clero se ocupó de instalar y de organizar en
provecho de todos, una tradición interrumpida.
Los sacerdotes de la religión triunfante heredaron las prerrogativas de aquellos de la religión vencida: abrieron las reuniones y
vigilaron el orden en ellas. Las aglomeraciones estacionales ofrecieron la ocasión de atraer nuevos fieles al interior de la iglesia
vecina y de obligar a practicar a los recién convertidos.
Para asegurar su victoria sobre los cultos paganos y conservar los provechos de las ferias, la iglesia dispone de todo un arsenal
de procedimientos.
Provee a la tregua de caracteres religiosos que aseguraba la seguridad de los que llegaban y garantizaba el valor de los tratos,
bendiciendo los cementerios y suscitando el temor por la venganza divina.
Las ferias tomaron habitualmente el nombre del santo patrón de la iglesia vecina. Aseguraba la paz del mercado y garantizaba
la honestidad de los cambios. Más tarde la posesión de día del santo era invocado en justicia. Coincidían a menudo con las fechas
en las que se celebraban las grandes fiestas célticas.
Cuando estas se desarrollaban espontáneamente en un lugar poco propicio a su celebración, el clero se aventuraba a
desplazarlas hacia un centro monacal o urbano.
Los que son transferidos a un nuevo emplazamiento periclitan a menudo y es necesario restablecerlos en su primitivo
emplazamiento.
No puede haber verdadera solución de continuidad en la necesidad de procurarse ciertas mercaderías y he aquí un argumento
en favor de la permanencia de las ferias. En las épocas de economía cerrada, los productos agrícolas y los productos del pequeño
artesanado pudieron no alimentar sino un mercado dominical o local; la sal y los metales constituyeron siempre, y antes los
esclavos y el vino, el objeto de un comercio de larga distancia que tenía sitios de etapa y de cambio privilegiados. Las fuentes
narrativas testimonian de la continuidad e esos comercios en Galia como en la Francia merovingia y carolingia.
Desde antes de la conquista romana y sin interrupción hasta la edad media, esclavos, vinos, caballos dieron pues lugar a un
gran comercio a larga distancia.
Es a favor de esas confrontaciones que ciertas mercaderías de lujo penetraron en la región. Del mercado rural anual al encuentro
comercial internacional existe más de un tipo de feria: diferencias de grado en la evolución más que diferencias de naturaleza.
Las ferias más viejas no han podido ser el objeto de actas de fundación o donación, sino sólo numerosas actas falsas, destinadas
a justificar pretensiones fundadas hasta ese momento y el argumento del día del santo. Los agentes reales o señoriales tratan de
usurpar privilegios no garantizados por un escrito. Los señores lacios transigen y, para asegurarse una parte de los beneficios de
las ferias, confirman la posesión del otro. En cuanto a los clérigos, posesores de hecho, sintiéndose en adelante importantes para
garantizar el orden de los lugares de cambio y para proteger a los mercaderes en los caminos, son de alguna manera los primeros
en solicitar el apoyo de las autoridades laicas para asegurar el conductum y la guardia de las ferias.
Permanencia de los lugares de culto y de feria y parece que ciertas tradiciones políticas se mantuvieron también confusamente
sobre los antiguos lugares de asamblea.
Los pueblos galos, dependían casi todos de la administración romana, pero celebraban siempre sus asambleas políticas.
Aristocracia indígena conservó una parte de sus privilegios. Los oppida continuaron durante mucho tiempo acuñando moneda.
Poco a poco se acomodaron al régimen nuevo. Los límites de las antiguas ciudades permanecieron y las medidas administrativas
tomadas por Augusto no hicieron sino acentuar el movimiento de concentración alrededor de las capitales.
A fines del siglo III las ciudades perdieron sus nombres celto-latinos y tomaron los de las antiguas agrupaciones de las que ellas
habían continuado siendo símbolo.
Las asambleas del pueblo fueron mantenidas en parte. Durante períodos la autoridad pública era deficiente, las poblaciones se
vieron forzadas a organizarse para defenderse. A la llegada de los bárbaros se celebran en los antiguos lugares asambleas de
galos. Un capitular de Luis el Piadoso: no debe celebrarse ni en la iglesia ni en el cementerio, lo cual prueba que se había tomado
tal costumbre. Es la publicidad al lugar consagrado por la costumbre lo que otorga valor y fuerza a las actas.
Es una asamblea política más que una reunión comercial, que evoca a menudo la terminología relativa a las ferias. Los textos
distinguen la doble naturaleza del personal de las ferias: por un lado comerciantes autóctonos, productores y criadores de las
regiones vecinas que llevan allí sus productos brutos o ya elaborados en los talleres familiares y rurales; por el otro, los
comerciantes de profesión que llevan desde lejos los productos extranjeros (por una parte los descendientes de aquellos que
tomaron la iniciativa de reunirse; por la otra, los mercaderes que vienen a unirse a ellos).
En el siglo X, cuando comienza el movimiento comunal, los habitantes de las ciudades reclaman el derecho a conjurarse
refiriéndose a un largo uso, en relación con las ferias. Reivindican un estado muy antiguo. Por otra parte, cuando se deciden a
dar fuerza legal a las comunas, los señores reconocen ellos mismos su existencia anterior y de hecho.
La comuna cosiste esencialmente en una asociación jurada, en un juramento de mutua asistencia pronunciado por hombres
libres. Los primeros en reivindicar el derecho a conjurarse son: artesanos y burgueses que se ocupan todavía de sus tierras.
A los mercaderes, recién llegados, en un comienzo se los mantenían apartados. No hay lazo estrecho entre el nacimiento de las
libertades comunales y la actividad económica. Las primeras revueltas no tuvieron lugar en las ciudades más florecientes sino en
viejas ciudades episcopales. Quines las dirigen practican oficios que exigían poca calificación. Si los movimientos de
reivindicación dirigidos contra los príncipes territoriales tienen como objetivo escapar en la mayor medida posible a su
jurisdicción y a su fiscalidad, se esfuerzan sobre todo por adquirir autonomía. Tal vez es necesario ponerlos en relación con el
deseo de liberación y el retorno a las tradiciones nacionales que atestigua el nacimiento de una literatura profana y la redacción
de las primeras canciones de gesta. La comuna reclama libertad y derecho de iniciativa.
Las tradiciones locales atestiguan la fidelidad de las reuniones comunitarias al primitivo lugar de asamblea, que es el de la
primera implantación del culto cristiano y el comercio. En un gran número de ciudades medievales, una iglesia lleva el
calificativo de de foro o de in foro (del mercado): sería preferible darle el sentido conjunto de lugar de asamblea y de mercado.
Dedicada a los santos.
Los primeros ayuntamientos fueron con mucha frecuencia edificados fuera de la muralla y cerca de la puerta de las ciudades
episcopales.
En el sigo IV, Galia reencuentra, en los mismos lugares y en las mismas fechas, antiguos modos de vida, contrariados a veces,
pero jamás desaparecidos. Si el siglo VII marca el momento en que la decadencia económica y urbana parece la más absoluta, las
estructuras de recepción están listas para el renacimiento observado desde el siglo VIII.
Los oppida galos eran verdaderas ciudades temporarias. En la alta edad media, las ferias suscitan, en los mimos lugares, gran
concurso de pueblo.
Luego el polo periódico de toda una región se transforma lentamente en un mercado. Los encuentros se hacen más frecuentes.
Alrededor surgen hosterías para los comerciantes, gremios de alimentación, luego se instalan ahí artesanos especializados. El
campo de feria se rodea de tiendas y talleres. Su duración se prolonga y su número se multiplica. Sus fechas se calculan de
manera de evitar la concurrencia entre localidades vecinas. Se transportan, por rodamiento, en un merado perpetuo. Los
negociantes instalan en las ciudades sus casas de comercio. Así se debilitan y se borran algunos de loa caracteres esenciales de la
feria original y especialmente su periodicidad espaciada que constituía toda la importancia.
De manera opuesta a Pirenne para quien sólo el portus, centro permanente de comercio, se encuentra en el origen de las
ciudades, nosotros vemos una relación directa entre la celebración de una feria y el nacimiento de una aglomeración comercial.
Pues la declinación de las ferias está ligada al desarrollo de las ciudades. Feria y ciudad son dos organismos diferentes que
corresponden a sistemas diferentes de cambio y a niveles diferentes de civilización material. Causas invocadas para explicar su
decadencia. Los privilegios y las exenciones de tasa no pudieron sino prolongar una agonía cuyos motivos no era sólo de orden
económico. Sólo se mantuvieron las ferias especializadas o transformadas en plazas de cambio. Por otro lado, merced a la solidez
de su función social, capital en su origen, subsistieron sin irradiación.
La iglesia, al bendecir un cementerio, al edificar una abadía o al colocar una feria antes que otra bajo la protección de un santo
patrono, ejerce una influencia determinante sobre la vida posterior del mercado y de la aglomeración urbana.
Cuando a partir de comienzos del siglo XI, los señores laicos deciden fundar ciudades o burgos y asegurar el doblamiento,
toman prestado al clero los procedimientos que habían sido probados en las épocas precedentes. Si levantan un castillo, es para
hacerse inmediatamente asistir por clérigos que se ocuparán de la administración de la nueva aglomeración y de la organización
del mercado.
Las agrupaciones urbanas feudales han sido atribuidas a la iniciativa señorial. Su nacimiento cerca de los castillos no fue sin
embargo diferente de la de los suburbios al pie de las murallas de las ciudades. Los sitios, donde se los ve aparecer, eran ya
lugares de reunión comerciales. Ciertos lugares solitarios elegidos para instalar una capilla o un monasterio, eran, en fechas
determinadas el lugar de los súbitos concursos de gente que no dejaban nada luego de su paso. La presencia de ruinas en los
bosques o el desierto determina a veces la elección del emplazamiento del edifico cristiano que, posteriormente, dará nacimiento
a al ciudad. Una taberna, sobre el futuro emplazamiento del mercado, representa el papel de agente de fijación para la
aglomeración, como en otros lados, la iglesia o el castillo.
Más que una voluntad de institución vemos pues, en la intervención de los señores, la explotación bien comprendida de
corrientes comerciales espontáneas que avanzaban progresivamente desde las zonas urbanizadas y más avanzadas
económicamente hacia las zonas hasta ese momento inhóspitas de Flandes interior y bretaña. El objetivo fiscal representó un
papel tan importante como las intenciones estratégicas militares. Por la robustez de sus muros enraizados y la protección moral y
material que ellos aseguraban, iglesias y castillos fijaron cambios y rutas que, en condiciones menos propicias, desaparecieron en
otros lados.
Resumamos. Mientras que en otras regiones las agrupaciones humanas pudieron conocer un crecimiento y una evolución
continuas desde la prehistoria hasta la edad media, en Galia la surimposición artificial de grandes ciudades monumentales
provocó una solución de continuidad. Las ciudades a la moda antigua permitieron a los galos sortear etapas y acceder
inmediatamente a un nivel superior en la organización y el confort materia. Pero no fueron jamás completamente adoptadas por
las sociedades indígenas. Los edificios arruinados fueron desmantelados sin que se pensara en reedificarlos y las obras de arte se
acumularon para servir de fundación a las murallas del bajo impero. El pánico provocado por las invasiones germánicas, la
llegada del cristianismo, la tiranía abusiva de los poderes públicos, no son suficientes para dar cuenta de esta desafectación,
comenzada por otra parte desde principios del siglo III. La Galia repudió, de alguna manera, la civilización urbana importada
por Roma para forjar la suya propia, conforme a sus tradiciones, a su naturaleza y sus posibilidades.
Las ciudades de la edad media descienden, según nuestra opinión, en línea directa de las asambleas periódicas prerromanas.
Nacieron del esfuerzo de las colectividades para proteger mejor sus intereses morales y materiales y de la necesidad de hacer
estables y permanentes funciones temporarias: religiosas, económicas, administrativas y judiciales. Lo que se ha considerado
como un tipo urbano nuevo es, de hecho, la expansión de centros de actividad comunitaria que habían sobrevivido a siglos de
ocupación romana.
La iglesia supo recoger las tradiciones romanas: cuadros administrativos de las civitates, ideas de paz, de orden y de derecho;
pero también supo adoptar, disfrazándolas hábilmente las tradiciones, muy vivas, de la Galia independiente. Ayudó así
doblemente a la formación de las ciudades.

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