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Ricardo Palma nació en Lima el 7 de febrero de 1833. Fue hijo de Pedro Palma
Castañeda y de doña Guillermina Soriano Carrillo. Su madre era una mestiza con raíces
africanas de Cañete. Desde joven tiene escarceos con la política desde el bando de los
liberales, lo cual le lleva a participar en una conjura fallida contra el presidente Ramón
Castilla que resulta en su destierro a Chile durante tres años. La política le deparará los
cargos de Cónsul del Perú, Senador por Loreto y funcionario del Ministerio de Guerra y
Marina.
Pero fueron las letras la actividad en la que destacó. Desde temprano empieza a escribir
poesía y piezas teatrales, asimismo a realizar colaboraciones en periódicos del Perú.
Tiene una gran presencia en la prensa satírica, en la que es un prolífico columnista y uno
de los baluartes de la sátira política peruana del Siglo XIX. Empieza colaborando en la
hoja satírica El Burro para ser posteriormente uno de los principales redactores de La
Campana. Más adelante funda la revista La Broma.
También es un colaborador asiduo de publicaciones serias como El Mercurio, El Correo,
La Patria, El Liberal, Revista del Pacífico y Revista de Sud América. También actúa como
corresponsal de periódicos extranjeros durante la Guerra del Pacífico.
En 1872, se ve publicada la primera serie de su obra capital Tradiciones Peruanas.
A lo largo de su vida va publicando artículos históricos, trabajos de investigación como
Anales de la Inquisición de Lima e incluso estudios lexicográficos sobre la variedad
peruana del español.
El éxito cosechado por sus Tradiciones y su incansable que hacer intelectual lo convierten
en una figura reconocida en vida no solamente en su país sino en todo el mundo de habla
hispana, que lo acoge como uno de los escritores clásicos de prosa más amena del
continente americano. Es miembro correspondiente de la Real Academia Española, la
Real Academia de la Historia y de la Academia Peruana de la Lengua así como miembro
honorífico de la Hispanic Society de Nueva York.
En 1881 participa en la defensa de Miraflores durante la batalla del mismo nombre el 15
de enero de 1881, en el Reducto Nº 2, al mando del coronel Ramón Ribeyro, donde las
tropas invasoras luego de la batalla, incendiaron la ciudad incluyendo su casa y su
biblioteca personal después para ayudar a renovar la biblioteca fue de casa en casa
pidiendo libros , y lo nombraron "El Bibliotecario Mendigo". En 1883, es nombrado director
y restaurador de la Biblioteca Nacional del Perú.
08 DE OCTUBRE
Nadie, además, debía interrumpir su trabajo y los alimentos les serían servidos al
amanecer. Nadie debía verlos trabajar. Pero, la curiosidad pudo más, pasó el tiempo y
varios se animaron a ver los avances del trabajo de los misteriosos caballeros. Los
pobladores se acercaron a la casa, llamaron insistentemente y, al no tener respuesta
creyeron que se habían burlado de ellos. Al forzar la puerta no encontraron a nadie y la
comida estaba intacta, pero en el fondo de la habitación se alzaba imponente la escultura
de un nazareno con las manos cruzadas.
Otra historia relata que a mediados del siglo XVIII un humilde campesino, al rozar los
árboles de totoral, observó que de un tronco brotaba un líquido rojo como la sangre de
una herida. Se llenó de fe e inspirado en ello talló el madero para forjar la imagen de
Jesucristo.
Existen otros relatos, algunos investigadores creen que es una reminiscencia de un culto
a dioses prehispánicos, como ocurre con otras devociones. Lo cierto es que la fe se
mantiene inquebrantable en el pueblo de Ayabaca y sus alrededores.
El culto a la imagen del Señor de los Milagros, patrono de Lima, se remonta al siglo XVII.
En aquella época , los españoles ubicaban a indios y negros en un barrio adyacente al
antiguo templo preinca de Pachacamac, conocido como Pachacamilla. Allí según la
tradición, un mulato pinto sobre el muro la imagen que hasta hoy se venera.
En noviembre de 1655 un terremoto castigo Lima, dejando el barrio de Pachacamilla
totalmente convertido en escombros, salvo el muro que había pintado el mulato con la
efigie de Cristo Crucificado. La gente tomo esto como un milagro, por lo que numerosos
devotos empezaron a acudir a este lugar, y a dar testimonios de milagros y gracias que
les habían sido concedidos.
La fe popular se acrecentó cuando el muro se mantuvo en pie después que otro terremoto
asolara la ciudad, en 1687. Fue entonces cuando el cabildo lo nombro Patrono de Lima,
fundándose también la Hermandad del Señor de los Milagros, cuyos miembros son los
responsables cada año de cargar las andas de la venerada imagen, hechas con 450 kilos
de plata fina, y que llega a pesar cerca de 2 toneladas a causa de los milagros y
ornamentos con que se suele adornarla.
La Hermandad del Señor de los Milagros, agrupa en la actualidad a más de 3,500
miembros divididos en cuadrillas, cada una de las cuadrillas cuenta con 120 devotos;
además de 02 cuadrillas de cantoras y sahumadoras.
TEMPLO DE LAS NAZARENAS
Con el tiempo se construyeron un convento y una iglesia, donde se guarda el muro
original, bajo el cuidado de las madres nazarenas. Desde entonces, cada año, una réplica
del Señor de los Milagros es sacada en procesión en las fechas 18, 19 y 28 de octubre,
en medio de una muchedumbre de devotos que conforman la procesión más grande y
numerosa de toda América.
La procesión del Señor de los Milagros es multitudinaria y cada año congrega a miles de
devotos de todo el país y el extranjero.
La procesión del Señor de los Milagros es también una oportunidad de disfrutar típicas
viandas fritas limeñas, como son los picarones (buñuelos con miel), las papas rellenas
(masa de papa con relleno de carne, de forma ovoidal), las cachangas (hojarascas de
harina común, con miel) y ni hablar del tradicional turrón de Doña Pepa. Su venta
ambulatoria es infaltable durante la procesión.