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GUÍA No.

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MISTERIOS DE LA INFANCIA

REFLEXIONES PREVIAS

Proseguimos en la contemplación de los misterios de la infancia de Jesús,


preparándonos para un discernimiento y una opción vital de seguirlo en radicalidad. ¿Hasta
qué punto adviertes esa intencionalidad en tu vida y en el proceso de tus Ejercicios
abiertos? ¿Vas avanzando por el camino de la lucidez espiritual en una búsqueda que te
conduzca a encontrar con afecto la voluntad de Dios?

Bajo la acción del Espíritu Santo, la liberación de nuestra libertad va marcando un


progreso hacia la autonomía frente a los variados espíritus, en la medida en que nos
colocamos disponibles a la acción del mismo Dios. En una constante autocrítica iremos
permitiendo, con docilidad al Espíritu, que nuestra inteligencia y nuestros afectos sean
guiados por la fe; y comenzaremos a discernir, a través de las reacciones de nuestra
afectividad.

El cuidado de examinar nos lleva a reconocer el buen espíritu y a fiarnos más y más
de él, de un modo reflexivo y libre (cf EE 329). Comenzamos a sentir un gozo y una alegría
distintos de la consolación espiritual de la primera Semana (EE 316), que toca las
profundidades de la afectividad y tiene también sus repercusiones a nivel de la sensibilidad,
de modo normal y sano.

En la búsqueda de esta lucidez espiritual, fruto de la contemplación de la figura


viviente de Jesús, San Ignacio no propone meditar en los dogmas conciliares sobre Cristo,
ni recurre a la cristología de Pablo o de Juan, cuya reflexión teológica es posterior a los
mismos hechos de Jesús. Tampoco recomienda una reflexión sobre los títulos que se le
aplican a Jesús. Su atención se dirige a lo que es anterior a la reflexión teológica: a la vida
misma de Jesús, con el presupuesto de que es lo histórico de su vida lo que realmente
puede y debe cambiar al ejercitante y renovar su existencia cristiana. Esto no significa que
Ignacio no piense en el Cristo total, en el Cristo de la fe. En realidad, durante las
contemplaciones de la segunda Semana, Jesús es para él “Cristo nuestro Señor”, “el Señor”.
Pero su convicción fundamental es que el camino hacia el Cristo total es el Jesús histórico,
que desencadena un seguimiento concreto según las estructuras de su actividad1. Sin
embargo, estas contemplaciones del Jesús histórico siempre se proponen desde la
perspectiva del Señor resucitado, de «Cristo nuestro Señor».

1
Cf SOBRINO, JON, S.J., El Cristo de los Ejercicios de San Ignacio. Aquí y Ahora, n. 9, Sal Terrae, 1990,
pp. 11-20.
2

FIN QUE SE PRETENDE

Salir de mi propio amor, querer e interés (cf EE 189), para que Jesucristo viva
en mí. Adherirme a la persona de Jesús, que se me muestra pobre y humilde en los
misterios de su infancia, mediante el deseo de identificarme con su modo de ser
salvador y el propósito de seguirlo y servirle en su misión.

GRACIA QUE SE QUIERE ALCANZAR

Como en toda la segunda Semana, «demandar conocimiento interno del Señor


que por mí se ha hecho hombre, para que más le ame y le siga (EE 104).

Formular espontáneamente la petición, aprovechando las variantes que se


insinúan en el texto: «en fin, hase de hacer un coloquio, pensando lo que debo hablar
a las tres Personas divinas, o al Verbo eterno encarnado, o a la Madre y Señora
nuestra, pidiendo según que en sí sintiere, para más seguir e imitar al Señor nuestro,
ansí nuevamente encarnado» (EE 109); «poner enfrente de mí la contemplación que
tengo de hacer, deseando más conocer el Verbo eterno encarnado, para más le servir y
seguir» (EE 130).

La petición de conocer, amar y seguir a Jesús, de la meditación de la Encarnación,


busca explicitar cada vez mejor quién es para nosotros ese Cristo a quien hemos comenzado
a encontrar agradecidos y a escuchar en los momentos claves de la primera Semana y del
inicio de la segunda2.

1) La meditación de los pecados, en el coloquio con «Cristo nuestro Señor


delante y puesto en cruz» (EE 53), nos introdujo en un diálogo lleno de admiración y
gratitud, con aquel a quien debemos nuestra redención. Fue el encuentro germinal de toda
la experiencia de conocimiento y amistad con Jesucristo que se irá desenvolviendo en las
semanas siguientes. La importancia tan grande que tiene en los Ejercicios la humanidad de
Jesús (segunda y tercera Semanas), irá siendo comprendida más profundamente en el
trasfondo de su divinidad, que acompaña cada contemplación: en la primera Semana, como
Redentor, y en la cuarta, como triunfador, por su Resurrección, sobre el pecado y la muerte.
En el momento en que el ejercitante desciende a lo más profundo de sí mismo y se
confronta con su libertad que produjo frutos de muerte y de pecado, descubre su liberación
en Jesús crucificado. Al interior de la experiencia más honda de nuestro mal, aparece la
revelación más iluminadora del bien.

2) El Rey eternal deja oír su llamada al iniciarse la segunda Semana. Las


contemplaciones que proponemos ahora, siguen a continuación. Es lógico, pues, que la
petición se ordene a conocer y amar más a Aquel que nos salvó (coloquio de los pecados) y
2
Para la explicación de esta gracia que se quiere alcanzar, nos guiamos en los párrafos siguientes por las
reflexiones de RICARDO ANTONCICH, S. J., «Conocer a Jesucristo para amarle y seguirle», Cuadernos de
Espiritualidad, CISP, 26. Lima, pp. 57ss.
3

que nos llama a seguirlo para colaborar con él en su misión (Rey eternal). Como Juan y
Andrés, que escucharon del Bautista quién era Jesús y se fueron tras él, queremos seguirlo
para tener una experiencia más personal y directa.

El camino del conocimiento interno es el de la contemplación de las obras. Así se


nos muestra, por adelantado, el criterio que Ignacio establece para conocer el auténtico
amor: el que se revela por las obras más que por las palabras; el que se manifiesta en la
comunicación de cuanto tienen, entre el amante y el amado (cf EE 230-231).

Las obras de Jesús se introducen con el relativo: «que por mí se ha hecho


hombre…». Para ser coherentes con la recomendación de Ignacio de variar los
preámbulos, según la materia de cada contemplación, podríamos modificar en cada paso la
petición de esta manera: que por mí nace en Belén…que por mí enseña en la montaña…que
por mí multiplica los panes…La variedad de acciones nos presenta desde distintos ángulos
la persona del Señor, cuyo conocimiento interno deseamos con ardor. Sus valores, sus
criterios, sus sentimientos y actitudes, los vamos conociendo por sus obras. Lo interior del
corazón de Jesús aparecerá en lo exterior de cada una de sus actuaciones, como expresión
de su amor-misericordia.

En forma paralela, el conocimiento interno en el ejercitante deberá traducirse en el


amor concreto del seguimiento. La calidad de las dos vidas, la de Jesús y la del ejercitante,
se miden ciertamente desde el interior, pero esto se evidencia en las obras. Ambas están
ligadas por la expresión: «por mí», como nota de la relación inmediata, personal, de la vida
de Jesús, con su eficacia salvadora para cada ser humano. No se trata simplemente de una
solidaridad genérica de Jesús con el género humano: para cada ejercitante esa solidaridad
se realiza en forma muy personal y directa. Jesús es verdaderamente «Jesús», o sea, «el
Señor salva», para cada uno, en la medida en que cada cual puede aplicarse ese «por mí».

Siguiendo el modo y orden de los Ejercicios completos el texto indica: «el segundo
[día de la segunda Semana], tomar por primera y segunda contemplación la presentación
en el templo (268) y la huída como en destierro en Egipto (269); y sobre estas dos
contemplaciones se harán dos repeticiones y el traer de los cinco sentidos sobre ellas, de la
misma manera que se hizo el día precedente» (EE 132).

• Circuncisión y presentación en el templo (Lc 2, 21-38; EE 266 y 268)

- Jesús entra, con su nacimiento, en la existencia humana: de la estirpe de José, en


el pueblo de Israel, en la historia de los pobres y pequeños, nacido de una mujer y sometido
a la ley de Moisés (cf Gl, 4, 4);

- Circuncisión: los padres de Jesús cumplen la ley y realizan su pleno sentido.


Notar el tierno detalle que Ignacio propone contemplar en el tercer punto de este misterio:
«tornan el Niño a su Madre, la cual tenía compasión de la sangre que de su Hijo salía» (EE
266);
4

- Imposición del nombre: José, como padre legal, le pone el nombre. «María tendrá
un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Se llamará así porque salvará a su pueblo de sus
pecados» (Mt 1, 21). Un nombre que sintetiza su misión y destaca que en Jesús Dios vive
en medio de su pueblo: «Jesús anduvo haciendo bien y sanando a todos los que sufrían bajo
el poder del diablo. Esto pudo hacerlo porque Dios estaba con él» (Heb 10, 38). Nombre
elegido por el mismo Dios: «la virgen quedará encinta y tendrá un hijo, al que pondrán por
nombre Emmanuel (que significa: “Dios con nosotros”)» (Mt 1, 23; cf Is 7, 14);

- Purificación: consagración (cf Lv 1, 4). Ver la ley acerca del primogénito (cf Ex
13, 2 y 12). Esta escena recuerda la acción salvadora con que Dios sacó maravillosamente
a Israel de Egipto (cf Ex 13, 14ss);

- Presentación (cf Mal 3, 14); consagración al servicio de Dios y declaración de


que el niño presentado es posesión suya. Jesús, el Santo de Dios, es enteramente ofrecido
para realizar el proyecto de Dios sobre él.

- El sacrificio de los pobres: «si no tiene lo suficiente para un cabrito… ofrecerá al


Señor dos tórtolas o dos pichones» (Lv 5, 7); «Llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarlo
al Señor… y para entregar la oblación: un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que
se dice en la ley del Señor» (Lc 2, 24). Comenta San Ignacio: «y ofrecen por él “un par de
tórtolas o dos hijos de paloma”» (EE 268);

- Simeón: auténtico profeta, fiel a la ley y temeroso de Dios, aguarda el consuelo


de Israel: la salud mesiánica y a aquel que la ha de traer (cf Is 49, 13). Lo vio y dio
testimonio de su significado salvífico; los otros profetas apenas lo anunciaron, él lo acogió
en la fe y en la alabanza. Su cántico vespertino (cf Is 40, 5; 52, 10; 42, 6; 46, 13; 49, 6):
Jesús es Salvador universal, de todos los pueblos;

- En Jesús se cifra la decisión: la salvación está en optar por él. «De esta manera
pueden ustedes saber quién tiene el Espíritu de Dios: todo el que reconoce que Jesucristo
vino como hombre verdadero, tiene el Espíritu de Dios» (1 Jn 4,2). Sin embargo, es objeto
de contradicción. María es incorporada a la suerte de Jesús en la profecía de Simeón;

- Ana, profetisa: iluminada por el Espíritu, también da testimonio del significado


salvífico del niño. Testigo de la gran hora de gracia allí en el templo, da gracias a Dios y
habla de él a todos los que esperaban la redención.

• Huída y vuelta de Egipto (Mt 2, 13-23; EE 269-270)

- Planes de Herodes contra el niño: se hace presente el conflicto. Persecución y


oposición desde el comienzo;

- José: aparece siempre en situaciones de conflicto con la responsabilidad de


proteger al niño y a su Madre y actúa al instante con total disponibilidad a las indicaciones
que recibe de Dios. Su figura, que tiene un gran protagonismo en Mateo, se asocia con la
5

del patriarca del A. T. que salva a su familia llevándola a Egipto (cf Gen 45 y 46), para
volver luego a la tierra prometida;

- María y José, como pareja: representan a Israel fiel y a la nueva comunidad.


Aparecen unidos a Jesús, quien ocupa el lugar central, y asociados al éxodo del Mesías.
Como “resto de Israel”, reciben el encargo de ir a Egipto, para que desde allí se realice el
éxodo mesiánico que ha de llevar a su estado definitivo la liberación comenzada por el
primero;

- «De Egipto llamé a mi hijo» (Os 11, 1): referencia al pueblo de Israel, con el
sentido de que en Jesús comienza el nuevo Israel;

- Matanza de los niños de Belén: paralelismo con Ex 1, cuando el faraón se


propone destruir al pueblo, matando a los recién nacidos varones. La oposición de los
poderes enemigos será incapaz de impedir la realización del designio de Dios. El éxodo
comenzado por Jesús, llegará a su término en Israel. Como signo de contradicción, la
persecución desencadenada por la presencia de Jesús recae sobre unos inocentes que sufren
violencia por causa de la llegada del Reino de Dios.

- Jesús de Nazaret: será llamado Nazareno (en griego Nazwrai/oj). Connotación


del abajamiento. Nazaret es un lugar insignificante, despreciado y de mala fama. También,
posible alusión a Jesús como Mesías y Libertador (cf Is 11, 1).

• Repeticiones (EE 118-120)

La repetición es muy aconsejada y muy propia para los Ejercicios abiertos: «repetir
el primero y segundo ejercicio, notando y haciendo pausa en los puntos que he sentido
mayor consolación o desolación o mayor sentimiento espiritual…» (EE 62). En una
atmósfera de afecto nos ponemos a la escucha de la Palabra de Dios que nos cuestiona y
nos transforma en el transcurso del tiempo.

Es una forma de oración que va más allá del simple “saber” y educa el “sentir”, un
verdadero ejercicio de oración-discernimiento, que nos enseña a “degustar”, como sugiere
la segunda anotación de los Ejercicios: «no el mucho saber harta y satisface el ánima, mas
el sentir y gustar de las cosas internamente». Este volver a sí mismo, sin ninguna prisa ni
deseo de agotar la materia propuesta, permite detenerse allí donde se haya sentido la
consolación de Dios o donde anteriormente se ha experimentado desolación (cf EE 118). Es
como «poner a prueba» los diversos espíritus en el desarrollo procesual histórico. En esos
puntos de atracción o de resistencia, Dios espera al ejercitante. Las repeticiones prolongan
el contacto con el Señor a través del misterio en que se nos manifiesta. Proporcionan un
tiempo de mayor exposición a la acción de su presencia y así permiten a la gracia realizar
su obra transformadora en nosotros. El método ignaciano sigue una curva dentro de un
mismo día, que va desde las primeras contemplaciones, con las repeticiones, hasta la
aplicación de los sentidos, que es un ejercicio más intuitivo y pasivo.
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FUENTES DE ORACIÓN PARA LA SEMANA

Textos bíblicos

En los misterios de la infancia de Jesús, conviene más ceñirse a las lecturas


evangélicas siguiendo la guía ignaciana:

Mt 2, 1-12: visita de los magos (EE 267)


Lc 2, 21-40: circuncisión y presentación (EE 266-268)
Mt 2, 13-18: huída a Egipto, matanza de los inocentes (EE 269)
Mt 2, 19-23: retorno de Egipto (EE 270)
Sal 131: no es orgulloso mi corazón…; servicio en humildad y sencillez

Textos de la Compañía

CG 33, d.1, 29: mirada a nuestra misión, con confianza y humildad


CG 34, d. Introductorio, 5
CG 34, d. 3, 12-16: los marginados y pobres del mundo actual

Carta del P. Arrupe sobre «La sencillez de vida», en La identidad del jesuita en nuestros
tiempos, Sal Terrae, 1981, pp. 161-172.

Texto del P. General Kolvenbach: «No ocultéis la vida oculta de Cristo». En «Decir…al
“Indecible”, Colección Manresa, n. 20, Mensajero-Sal Terrae, pp. 77-89.

Ver Anexo No. 6: «La contemplación y la exégesis bíblica», de Mario Gutiérrez, S.J.,
Anexo No. 7: «El traer de los sentidos».

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