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Profesor Asociado. Universidad Nacional de Colombia. elco@epm.net.

co
Facultad de Ciencias Agropecuarias. A.A. 568. e- mail:
ADMINISTRAR EL MIEDO A LOS TRANSGÉNICOS, A LAS VACAS LOCAS
Y EL CONTROL DE LA AYFOSA OPORTUNIDAD PARA EL DESARROLLO
DEL SECTOR RURAL Y AGROPECUARIO COLOMBIANO
ELKIN ALONSO CORTÉS MARÍN
RESUMEN
En la última década, Colombia, con la adopción del modelo de desarrollo basado en la
internacionalización de su economía- apertura en marcha-, ha creado en el sector
agropecuario una total incertidumbre sobre su viabilidad, paralizando inversiones y
crecimiento. Factores como la competencia internacional, la tasa de cambios, los bajos
precios de los productos de exportación, la caída de los precios internos, el fin de los
precios de sustentación, la reducción de los CERT, la implantación de la franja de
precios, la desaparición de la acción reguladora del IDEMA y otras instituciones, el
desmonte de ayudas y subsidios representan cambios sustanciales en las reglas del juego
que están afectando la participación del sector, en el conjunto de la economía.
Realidades que, igualmente han agudizado el conflicto armado, la recesión y el
desempleo.
El eje de la acción Estatal ha sido jugado en la competitividad, promovida como la
panacea para acceder al mercado mundial, mejorar la eficiencia del aparato productivo y
lograr altos índices de crecimiento económico y como efecto beneficios sociales:
Empleo y mejores niveles de vida. Pero, ante el incumplimiento de esas metas queda
aprovechar la coyuntura sanitaria de las vacas locas y del resurgimiento de la aftosa en
Europa y algunos países suramericanos, y la integración comercial con la comunidad
andina de naciones (CAN). Sin embargo, fincar nuestro desarrollo agropecuario y rural,
únicamente en estas apuestas, sí resultaría una verdadera locura. Lógicamente, habrá
que esperar la certificación de la OLE.
Actualmente, los planes y políticas adoptadas por el Estado no han conducido a una
recuperación de la actividad, ni han creado un ambiente de inversión en el campo que
dinamice la producción, ni han disminuido los riesgos que ella tiene y la baja
rentabilidad que la caracteriza en relación con otras actividades económicas, aunque se
expresan algunas señales que dan lugar para el optimismo. Además, los recursos de
inversión resultan precarios para generar nuevas oportunidades y franquear los bajos
niveles de vida y reconciliar a los colombianos. El país, con Plan de Desarrollo y sin él,
cuenta con una amplia, dispersa e incoherente legislación, regulación, programas,
instrumentos, Instituciones y gestión de las actividades rurales (agrícolas, pecuarias,
forestales, acuícola, recreativas y ambientales), desarrolladas en la última década con la
intencionalidad de alcanzar la equidad, la erradicación de la pobreza y para reducir los
sesgos y los impactos de la apertura, todo esto muestra muy pobres resultados en cifras
y en realizaciones.
A la par que es necesario dilucidar significados, interpretaciones y restricciones, para la
identificación de las soluciones que requiere el desarrollo rural, resulta capital en este
proceso, revalorar la participación conjunta de la formación universitaria en ciencias
agropecuarias y del sistema de ciencia y tecnología.
En consecuencia, se demanda desarrollar una agricultura sustentable a largo plazo y
compatible con el medio ambiente. Ello, apunta por una reevaluación critica del actual
modelo modernizante, teniendo en cuenta que diferentes ofertas tecnológicas -
productivas articuladas a un conjunto diverso de factores socio-económicos y
ambientales, requieren diferentes soluciones tecnológicas. La tecnología es un medio no
un fin, lo que implica afirmar que una misma tecnología aplicada a una realidad
diferente produce resultados, también diferentes.
Por todo lo anterior, se pretende perfilar de forma genérica y condensada la
problemática del sector rural, aún considerando las ventajas sanitarias, espacio donde se
recrean diversas actividades económicas que desbordan las tradicionalmente
denominadas agropecuarias. Paralelamente se lograría socializar esta problemática y las
posibles salidas, entre los miembros de las Facultades de Ciencias Agropecuarias, al
igual que los alcances, implicaciones y riesgos que estos planes y programas tienen para
el desenvolvimiento de la academia.

INTRODUCCIÓN
La Colombia rural, cuya economía estaba basada exclusivamente en el sector
Agropecuario, se ha transformado gradualmente, y no por ello el sector ha dejado de
ocupar un lugar importante en el desarrollo del país y de su economía. Según el
Ministerio de Agricultura, creció durante el año 2000 el 5,36% y aportó el 14 % en la
composición del PIB.
Esa importancia y aporte se ve desdibujada por las dificultades que enfrenta actualmente
el país, las cuales están dimensionadas en gran proporción por la cris is del sector agrario
y rural, y agudizadas a partir de la implementación de la apertura económica como
política estatal. Pero, igualmente es necesario reconocer que, la dimensión de la crisis
no sólo está moldeada por indicadores económicos y sociales; la educación en general y
la formación de los saberes agrarios, con su extensión en ciencia y tecnología,
igualmente son protagonistas.
En general, todos los indicadores del sector rural demuestran bajos niveles de calidad de
vida, situación articulada a los factores de violencia, desempleo, carencia de servicios
básicos (energía, educación, agua potable), tierras, infraestructura y ausencia del estado,
etc. Contrastan tantos desequilibrios, marginalidad, rupturas e injusticia con la
abundancia de recursos naturales (flora, fauna, agua, suelo, costas, minerales), que son
soporte de un desarrollo sostenible.
En este escenario lleno de incertidumbre, la difusión de la enfermedad y el síndrome de
las vacas locas y la aftosa en Europa y el creciente temor a los cultivos transgénicos
pareciera ser la gran oportunidad para el crecimiento del sector agropecuario, si bien de
manera coyuntural, a la vez comienza a configurarse como una ventaja competitiva;
pero, efectivamente con inteligencia de mercados, innovación y ayuda estatal, daría
nuevas opciones, para captar nuevos mercados. Naturalmente, también se debe esperar
que sea otorgada la certificación que declara a Colombia zona libre de aftosa, la O tiene
la palabra. La crisis sanitaria refuerza la apuesta oficial por una reactivación o
recuperación económica dependiente casi, exclusivamente, de la capacidad de exportar
y ampliar los mercados externos.
Es también evidente, no obstante parecer paradójico, como lo señala la Misión de
Ciencia y Tecnología que “Durante las últimas décadas la transformación del sector
agropecuario ha sido, sin duda, significativa. El modelo tradicional de economía dual ha
cedido progresivamente el lugar a una estructura más compleja, con una amplia gama de
tamaños de explotaciones y con fortalecimiento de los predios medianos, orientados
hacia la agricultura moderna”.
Esa importancia de lo rural y agrario (agroalimentario) ha conducido a que distintas
concepciones, disciplinas y profesiones, interpreten, delimiten y construyan una visión
de los procesos y estructuras del espacio rural y de las actividades productivas que allí
hacen su presencia, en particular las agropecuarias, utilizando un lenguaje y
terminología con un arsenal de especificidades y similitudes. Y en ese sentido, se
precisa abordar de manera más sistemática el significado de lo que es el espacio rural y
sus múltiples formas de ocupación. Unas hacen más énfasis en la estructura agraria y el
hábitat, otras en la economía de la producción y modelos de localización productiva
agrícola; otras en el análisis de los componentes físico- naturales y socio-económicas del
paisaje rural.
De ese conjunto diverso de interpretaciones y significados se destaca el término
geografía rural, con una acepción más amplia que lo meramente agrícola, pecuario,
forestal o agropecuario, él mismo incluye las connotaciones ecológicas, técnicas y
socioeconómicas de las actividades agropecuarias en el espacio rural. Concepto que,
igualmente, tiene en cuenta el aspecto humano, haciendo explícito, el papel activo que
desarrollan las comunidades en la construcción del espacio rural; son los hombres los
que forjan, mediante su trabajo, los cambios sustanciales, sean estos positivos o
negativos
La confusión e identificación de lo rural con lo agrario (agropecuario), se perfila como
consecuencia del reconocimiento de que la agricultura- acepción que incluye igualmente
la producción pecuaria y otras actividades conexas- es la principal actividad productiva
que define dinámicas y formas organizativas, sociales, económicas y políticas de los que
habitan y están vinculados a ese entorno. Igualmente apropia de manera diferencial los
factores de producción (tierra, capital, mano de obra); factores que en un mundo global
y altamente competitivo, de manera genérica hacen relevante el acceso al conocimiento
y la incorporación tecnológica de allí derivada, los cuales pueden ser determinantes a la
hora de obtener resultados. Esa identificación conduce a destacar la importancia del
análisis de las particularidades en que se desenvuelven las comunidades rurales y sus
perspectivas de desarrollo, y más en Colombia con un agudo conflicto social como el
presente. Esta superposición se ha visto reflejada en el marco normativo e institucional
que orienta al Sector.
En la perspectiva de contribuir a la solución de la crisis, resulta determinante el análisis
del impacto de las respuestas estatales, que reseñe las políticas y los instrumentos
institucionales y sus diferentes programas con los que supuestamente se quiere reactivar
el sector agropecuario y rural, desde una supuesta mirada desde lo rural.
MARCO NORMATIVO E INSTITUCIONAL PARA EL SECTOR
AGROPECUARIO
“En Colombia existe un amplio marco normativo, institucional y planes responsables e
interesados en el desarrollo rural y de las actividades económicas que allí tienen asiento.
En este sentido se pueden destacar: El Plan de Desarrollo Nacional (Decreto 955/2000);
la Ley 41/93, sobre Adecuación de Tierras; la Ley 69/93, sobre Seguro Agropecuario-
Fondo Nacional de Riesgos Agropecuarios; la Ley 70/93, sobre Comunidades Negras;
la Ley 99/93, sobre el Sistema Nacional Ambiental (SINA) y el Ministerio del Medio
Ambiente; la Ley 101/93, Ley General de Desarrollo Agropecuario y Pesquero; la Ley
139/94, sobre el Certificado de Incentivo Forestal; la Ley 160/94, Ley de la Reforma
Agraria en Colombia; la Ley 165/94, que Ratifica el Convenio sobre Diversidad
Biológica; Ley 393, sobre Ordenamiento Territorial y otras”.
Como resumen, de manera rápida se podría listar la agenda legislativa y regulatoria que
durante décadas fijó políticas y directrices en materia fiscal, monetaria, comercial,
financiera y de fomento: Precios mínimos de garantías, franjas de precios, crédito
agrícola, seguros para los agricultores, comercio exterior; convenios de absorción de
cosechas, precios y aranceles; transferencia de tecnología, certificado de reintegro
tributario (CERT), IVA, cuotas de fomento, subsidios, adecuación de tierras, Bolsa
Nacional Agropecuaria, competitividad, Sistema Nacional de Tecnología Agropecuaria,
privatizaciones, fusión y liquidación de instituciones, etc.
Planes, legislación e instituciones que, igualmente han generado políticas y acciones en
el marco de la Modernización Agropecuaria y Rural, que incluye: políticas de ciencia y
tecnología, adecuación de tierras, manejo eficiente del agua, ordenamiento territorial,
reforma agraria, crédito agrario, etc. Propuestas, Planes de Desarrollo tecnológico,
económico-productivo: SINTAP-PRONATTA, Programa de Oferta Agropecuaria
(PROAGRO), Incentivos de Capitalización Rural y Forestal ( ICF), CONIF
(Corporación para la Investigación Forestal), PRAN-FONDEAR, FAG (Fondo de
Garantías Agropecuarias), FAS (Fondo agropecuario de solidaridad), FIA (Fondo de
Incentivos Agropecuarios), PLANTE, Programa Agua, Biodiversidad, Bosques,
Mercados Verdes, Mercados Campesinos, y Producción Más Limpia, etc.; los cuales
señalan acciones estatales y tendencias en el comportamiento de la actividad y de la
oferta y la demanda.
Sin olvidar el enredo semiológico de instituciones directoras, asesoras, investigadoras y
coordinadoras de programas y proyectos: UMATAS, Secretarías de Agriculturas
Departamentales, Consejos Municipales de Desarrollo Rural, INAT, CONSUAT,
IDEAM, FINAGRO, DRI, CORPOICA, INCORA, ICA, CEGA, CIAA (Centro de
Investigaciones y Asesorías Agroindustriales), BANCO AGRARIO, CCI, INCOMEX,
PROEXPOR, BANCOLDEX, INPA, PND-DRI, Redes y Grupos de Solidaridad Social,
de Paz y de Investigación, ONGS, etc.
El país, con Plan de Desarrollo y sin plan, cuenta con una amplia, dispersa e incoherente
legislación, regulación, programas, instrumentos y gestión de las actividades rurales
(agrícolas, pecuarias, forestales, acuícola, recreativas y ambientales), desarrolladas en la
última década con la intencionalidad de alcanzar la equidad, la erradicación de la
pobreza y para reducir los sesgos y los impactos de la apertura, y a pesar de ello muestra
muy pobres resultados en cifras y en hechos. Y lo más grave, a la dirigencia de este país
ni le importa, ni le cabe en la cabeza el sector rural.

PROGRAMAS ESTATALES RECIENTES


En la actualidad el eje de esta oportunidad de reactivación de la economía rural y del
sector agropecuario está direccionado por el Programa de Oferta Agropecuaria
(PROAGRO); definido como: “Una estrategia para integrar y focalizar todos los
instrumentos de la política agropecuaria alrededor de cadenas productivas promisorias”.
Este programa está soportado sobre la concertación de todos los actores de las cadenas
productivas y operativamente sobre el esquema de Acuerdos Nacionales de
Competitividad; escenario donde el gobierno se reserva el derecho de actuar,
únicamente, como facilitador y coordinador de los procesos de participación de los
diferentes actores.
Igualmente, a través de PROAGRO se pretende dar un renovado impulso al agro, dentro
del concepto de cadenas productivas, pero todavía no alcanzan a seducir a los
productores. Aunque es válido reconocer que algunas cadenas ya están establecidas y se
promueve la concertación, donde hoy algunas muestran resultados alentadores.
Con menos ruido y peores resultados se ha planteado también, el Programa Nacional de
Reactivación Agropecuaria (PRAN), con la intencionalidad de reactivar la producción
de los pequeños cultivadores, rehabilitándolos como sujetos de crédito a través de los
Fondos Departamentales de Reactivación Agropecuaria (FONDEAR). Con unos
departamentos sumidos en una profunda crisis económica, muchos de ellos en
concordato (intervención económica), no habrá lugar para mucho optimismo.
Proyecto de Ley de Nueva Reforma Agraria
En la actualidad espera turno en la agenda legislativa del congreso un nuevo proyecto de
reforma agraria, elaborado por el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural.
La incorporación de algunos elementos de la propuesta, en el Plan de Desarrollo
Nacional, ha generado desgano del congreso por replantear y legislar sobre reforma
agraria, y más cuando su composición se nutre de caracterizados terratenientes y/o sus
representantes. Habrá que esperar a que se aventuran, sí a un nuevo Plan Nacional de
Desarrollo o al nuevo proyecto de Ley de Reforma Agraria, huérfana de patrocinadores.
Plan Nacional de Desarrollo.
El Plan Nacional de Desarrollo como referente Constitucional y normativo
obligatoriamente debe ser considerado, debatido y aprobado por las instancias
competentes, reconociendo que resultan más evidentes sus profundas implicaciones
políticas, las cuales sobrepasan las económicos y sociales; dicho plan originó y
congregó amplios debates y protestas. Este mandato constitucional pretende reordenar
la gestión y la definición de propósitos, objetivos, metas, prioridades, estrategias y
orientaciones de la política económica, social y ambiental; los presupuestos de los
principales proyectos de inversión pública nacional y especificación de recursos para su
ejecución, en beneficio de los diferentes sectores de la economía y de la satisfacción de
las demandas y servicios sociales. Este norte, en líneas generales, indica los niveles de
participación y de orientación del sector agropecuario, que es el caso que nos ocupa.
En la dirección anterior y en acatamiento del mandato Constitucional el Gobierno
Nacional radicó ante el Congreso su propuesta de Plan Nacional de Desarrollo,
mediante el proyecto de Ley 173, el cual fue aprobado con innumerables vicios de
forma y de fondo como la Ley 508;
ley que fue declarada inexequible por parte de la Corte Constitucional y producto de
este revés constitucional, el Gobierno adopta el plan original y expide el Decreto 955 de
mayo 26 de 2000 (que igualmente fue declarado inexequible), el cual en el Artículo 8°
(descripción de los principales programas de inversión) y en los numerales 6 y 7
consigna todo lo concerniente al Sector Agropecuario y Medio Ambiente, aunque
también en otros artículos y numerales se formulan otros componentes del plan,
relacionados con esta actividad económica, con el desarrollo rural y en particular, con
los recursos naturales y ambientales.
Actualmente no existe plan, pero su fantasma ronda en Planeación Nacional y
Minhacienda. El Plan Nacional de Desarrollo para el sector agropecuario, a pesar de
perder su vida legal, sigue siendo el esquema mental del actual gobierno- el espanto del
plan sigue vivo-, con el cual va a orientar sus políticas sectoriales, programas e
instrumentos para el sector agropecuario.
Exportación de carne bovina y derivados lácteos.
Ante la crisis y sin muchas alternativas para superarla, surgen las restricciones sanitarias
mundiales, de las cuales habíamos sido víctimas anteriormente, como una tabla de
salvación; y del pesimismo pasamos a la euforia exportadora. Mientras gobierno y
ganaderos esperan la certificación de la OlE y difusión de la aftosa, los europeos rezan.
ganadería colombiana tiene la oportunidad de atender el mercado deficitario de la Unión
Europea, afectada por las vacas locas, los brotes de aftosa y la oleada verde y miedo a
los transgénicos; enfermedades y desarrollo biotecnológico que han puesto en tela de
juicio el futuro de la agricultura europea y la salubridad de los productos alimenticios de
Europa en un mercado global cada vez más competitivo y peligroso Colombia, hoy más
que nunca, se enfrenta al doble reto de la proteger su sanidad pecuaria ante las
enfermedades que azotan el mundo y, a la vez, responder a las posibilidades
incalculables que se abren en el mercado internacional de la carne y leche Sobre ese
escenario están puestas las esperanzas de este nuevo programa de exportación de carne
y jalonador de las actividades agropecuarias.
“El tratar definir un concepto de ruralidad puede resultar tan complejo como la misma
dinámica en la que se desarrollan las actividades productivas agropecuarias-forestales
agroindustriales. No obstante, un enfoque integral facilita y orienta la gestión del
Estado hacia la sociedad rural, debe partir de una visión holística del desarrollo humano
sostenible orientado a garantizar el bienestar actual y futuro. La solución a problemas
ambientales se constituye en un factor determinante para mejorar la calidad de vida de
la población…
Dentro de un concepto integral de ruralidad, el término ruralidad designa
tradicionalmente el área, cuya población, localizada por lo común en forma dispersa y
con servicios sociales limitados, desarrolla actividades económicas primarias. El
concebir lo rural en contraposición a lo urbano ha inducido a que ideas como las de
cabecera y resto predominen a la hora de definir las políticas de desarrollo rural, sin
contemplar las diversas relaciones que establecen sus pobladores”
En una mirada tradicional, se considera que el espacio rural es aquel que se caracteriza
por ser un lugar dinámico, donde las actividades económicas, distribuidas
espacialmente, alcanzan escalas productivas inferiores a las de los centros urbanos dado
el empleo extensivo del suelo, su dispersa producción y menores índices de poblamiento
y de servicios públicos; igualmente, en este espacio se conjugan elementos culturales y
materiales, en el tejido social, el cual forma parte activa de él, y que por su mayor
aprehensión al lugar promueve una actividad productiva que potencialmente debe servir
en lo fundamental, para mejorar condiciones materiales de vida.
Históricamente “El concepto de lo rural no siempre ha sido el mismo, ni tampoco lo
rural es homogéneo a todos los espacios, es decir, lo que para algunas regiones se pude
considerar como rural, para otros puede no serlo. Durante mucho tiempo, las diferencias
en! re lo urbano y lo rural eran muy contrastantes, en oposición a la ciudad, donde ha
sido tradicional la gran concentración de la población;, en el área rural, los
asentamientos humanos conservan una escasa población, lo que permitía, incluso, un
mutuo conocimiento de sus moradores; su dispersión era real más que relativa y, por
consiguiente, se presentaba cierta escasez de servicios colectivos, al tiempo que jugaba
un papel significativo la importancia de las actividades agropecuarias en términos de
personas ocupadas y de producción relativa”.
El país rural no es homogéneo. Por el contrario, desde cualquier punto de vista posee
una gran diversidad. Adoptar un programa de ordenamiento territorial, como base de
planificación ambiental, permitirá tener en cuenta las implicaciones existentes de un
desarrollo sostenible regional y local, no sólo desde la perspectiva político-
administrativa, sino también en relación con procesos tales como: la distribución de la
tierra, los conflictos por su propiedad y su uso, la dinámica de la frontera agrícola, las
migraciones, la ocupación en áreas protegidas y la explotación (aprovechamiento) de los
recursos naturales. Estos son aspectos que requieren tratamientos diferenciales acordes
con las tipologías regionales y locales.
Al igual que en otras sociedades, en Colombia también ha existido la tradicional
separación entre el campo y la ciudad, más estrictamente entre lo urbano y lo rural.
Ahora bien, cuando se habla de medios urbanos y rurales, obviamente se hace referencia
a dos escenarios de la actividad social y económica, constituidos históricamente en
elementos estructurales permanentes dentro de la organización de la sociedad. Quiere
esto decir, que dentro de las distintas organizaciones sociales, el campo y la ciudad han
correspondido a espacios cuya interrelación han sido de naturaleza contradictoria y
sujeta por lo tanto a tensiones permanentes en el marco del desarrollo social de cada uno
de dichos espacios (Roldán et al, 1999:2).
El paisaje rural no sólo está constituido por el espacio cultivado, natural, espacio
inculto, hábitat e infraestructura de vías; igualmente está formado por un conjunto de
usos del suelo y actividades que de forma creciente, se instalan en el medio rural (en
función de la homogenización del paisaje en términos de energía y comunicaciones,
transporte y telecomunicaciones) y que permiten la incorporación de formas de vida y
actividades típicamente urbanas al hábitat rural.
Esta amalgama de procesos e interacciones entre actividades económicas y espacio
rural, en su dinámica de desarrollo, generó en algunas zonas y regiones, alcanzar niveles
de terciarización de ciertas actividades productivas (industrias, agroindustrias), e
incrementar la proporción de las actividades de servicios como resultante de los
elevados niveles de tecnificación y especialización de las actividades agropecuarias.
Caso de la agroindustria de la caña de azúcar a lo largo del valle geográfico del Cauca;
la industria de los concentrados y la producción avícola, porcícola y de leche. Sin
olvidar que es en el paisaje rural donde se concentran los grandes desarrollos
hidroeléctricos y diversas actividades minero-energéticas, que suponen procesos no
solamente extractivos.
Pero resulta necesario, también reconocer que lo agrario (agroalimentario) es tradicional
mente la parte vital de lo rural y que en el pasado fue casi el único componente de la
relación hombre tierra en los espacios rurales...
Progresivamente la población rural y los espacios agrarios se han venido reduciendo, en
virtud de las nuevas funciones determinadas por la creciente influencia de los paisajes
agroindustriales, industriales y urbanos. No obstante estos cambios, la preocupación por
los problemas de la producción agropecuaria es a la luz de las nuevas realidades y
procesos que tienen asiento en el espacio rural plantea “La revalorización cultural, o
sea, la visión de lo rural como una nueva, aceptable y mejor alternativa de vida... Parte
de ese proceso, son algunas tendencias de ruralización de las comunidades urbanas o del
mismo empleo... Igualmente resultan importantes la contribución al desarrollo
sostenible, al crecimiento económico, al empleo, a la reducción de la pobreza, en fin,
aspectos que significan de una manera fundamental la consideración de que lo rural y lo
agrícola no son una carga para el desarrollo económico, como se supuso en las teorías
residuales de la economía agrícola y, en especial, en los modelos duales, sino factores
dinámicos para el crecimiento global”.
Es evidente que los espacios rural y agrario no son dicotómicos, no obstante expresar
sus particularidades y, que su posible identificación o superposición responde al hecho
histórico y de significado social, económico que ha simbolizado la agricultura en el
conjunto de la economía colombiana y de una población que hasta los años cincuenta
era predominante rural y dependía de ella. A partir de esa misma década, comienza
como elemento perturbador un proceso de desarrollo desigual de lo urbano, en
detrimento de lo rural, que surge como el nuevo conflicto que aparentemente desplaza o
enmascara la anterior contradicción.
La gran diferenciación y discriminación es i del Estado, que no ha sabido descifrar las
múltiples interacciones y relaciones de esos sectores, formulando y desarrollando
políticas excluyentes que dan tratamientos altamente diferenciales a un espacio común,
pero con múltiples ofertas productivas, étnicas y valoraciones socio-culturales; es decir,
ha planteado salidas para la producción, dejando de lado al individuo-comunidad y su
hábitat.
A la manera de Bejarano, J cuestionando la vieja visión del desarrollo rural, entendido
éste como la búsqueda del progreso, mediante el tránsito lineal del atraso a lo moderno,
de lo rural a lo urbano, de lo agrícola a lo industrial y como consecuencia de lo pobre a
lo próspero. Y por ello nos invita a superar esa concepción de lo rural como la
territorialización de lo agrícola en el plano productivo agroalimentario; ni a mirar lo
rural como la antípoda de lo urbano, ni la expresión del atraso y de la producción
primaria. Esa nueva mirada de lo rural queda suficientemente ilustrada con las
tendencias y el nuevo rol asignado a lo rural.
La caracterización de las variables y conceptualización del medio rural, determinan que
las políticas de ordenamiento territorial como principio tutelar para el desarrollo de los
municipios y regiones, tendrán que centrarse en este sector, para que las diversas
actividades que tienen ocurrencia en el espacio rural, no entren en conflicto con los
recursos naturales, con el hombre y permitan pacíficamente dirimir el conflicto con lo
urbano.
Por lo tanto, es necesario entender que las actividades agropecuarias desde la
perspectiva del desarrollo rural, dimensionan un conjunto más amplio que va más allá
de las actividades agrícolas-pecuarias- forestales, incluyendo los servicios ambientales.
Este desarrollo implica a las personas, los recursos y todas las actividades del escenario
rural. Hace hincapié en la mejora de los niveles de vida de los más pobres y en la
participación de toda la población rural en el proceso de desarrollo. Esta nueva
conceptualización de lo rural invita a responsabilidades y ejecutorias más intencionadas
y concretas. Su propósito es reducir el hambre, la pobreza y brindar nuevas
oportunidades.
Por último, el juicioso estudio de la Misión Rural, en su compromiso de buscar
soluciones concertadas e institucionalizadas, anota: El comportamiento de los sectores
económicos que conforman el amplio espacio de lo rural, desde la perspectiva integral
del territorio, de las relaciones funcionales urbano-rural, de las cadenas productivas, de
su entronque internacional y de sus estructuras deberá ser analizado juiciosamente por la
Misión Rural, con el fin de establecer los elementos que permitan definir las estrategias
de orden productivo que den soporte a las propuestas de nueva sociedad... Las
estructuras sociales se constituyen en fundamentos del comportamiento colectivo, sus
formas de organización, sus segmentaciones, las reglas de conducta social, las de
operación, mecanismos de cooptación, formas de integración, los hábitos demográficos,
entre otros, proporcionan elementos claves que deben ser consideradas con igual
importancia en el proceso de construir unas propuestas viables de rutas estratégicas
hacia el futuro del campo. De allí la Importancia que la misión le concede a las visiones
sociológicas y antropológicas de la organización social

CAUSAS DE LA CRISIS DEL SECTOR AGROPECUARIO Y RURAL


La crisis del sector no es producto del azar, ni debe ser mirada con criterio económico.
Es una expresión de la crisis social colombiana. Esta crisis ha sido construida por
ausencia de identidad social y cultural. En el contexto de la economía mundial somos
actores pasivos, estamos condicionados por las estrategias planteadas por los países
desarrollados. Somos invitados para aceptar, a veces, ni siquiera tenemos derecho a
discutir las condiciones de la aceptación. Por ejemplo: Los convenios y compromisos
comerciales en materia cafetera, bananera, de flores, etc.
Colombia, a pesar de estar bien dotada de recursos naturales, no ha invertido en otros
factores catalizadores como: Recursos humanos, mercado de capitales, infraestructura,
formación de clusters. El país y su dirigencia han sido incapaces de aprovechar los
abundantes recursos disponibles y encausarlos para hacer’ de Colombia un país viable.
En el marco de la internacionalización económica, se le atribuyen muchas bondades a
las fuerzas libres del mercado (asignación eficiente de los recursos, entre otros),
olvidando que el mercado mundial no es oferta y demanda; es dominante y dominados.
Las políticas son para el beneficio de los sectores productivos del dominante; a los
sectores productivos del dominado les toca volverse competitivos para garantizar el
bienestar de los dominantes. Esa es la realidad que no se puede ignorar, si queremos
ubicar en el verdadero escenario la crisis.
A pesar de la importancia económica y geográfica que representa el sector rural para
todo el país, no es claro que políticamente haya existido una estrategia de largo plazo
definida y encaminada a lograr un desarrollo rural integral. En los sesenta se impulsaron
políticas de reforma agraria para que el sector se adecuara a la estructura social y
productiva nacional, reforzando el papel de los campesinos y de los grandes
agricultores; en los setenta la contrarreforma agraria y la expulsión de los campesinos, y
su papel se redujo al de meros productores de alimentos; en los ochenta hubo un intento
de inserción en el mercado internacional, que debió ser corregido por la crisis de 1981-
1982 con una política de fuerte protección, la oferta selectiva. En los noventa ha habido
ya dos saltos abruptos: La apertura y la reactivación
Es evidente que se precisa del análisis integral para comprender, según Machado A. Los
múltiples factores que pueden enumerarse como causas de una crisis que refleja la
incapacidad de la sociedad Colombiana y de sus dirigentes para entender lo rural como
un espacio estratégico en la construcción de nación, de sociedad y de Estado. Y en el
mismo sentido agrega, entre las causas de la crisis podrían enumerarse:
Institucionales: Errática orientación de las políticas oficiales para el sector,
inestabilidad en las reglas del juego, descoordinación dentro de las múltiples entidades
públicas y de éstas con el sector privado; centralización de las decisiones; debilidad
creciente del Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural; débil poder de negociación
de los productores con las agroindustrias; conflictos al interior del sector – gremios
disminuidos; pérdida de credibilidad y confianza en las instituciones que regulan los
procesos agrarios.
Económicas: Reducción de la protección tradicional a los cultivos, lo que afectó la
rentabilidad; desgravación arancelaria no gradual, sin tiempo para crear alternativas
para los productores no competitivos; alto costo del crédito, altos costos de transacción
de los pequeños productores; disminución de la inversión pública en el sector rural;
tamaño de la propiedad insuficiente en los pequeños productores para incorporar
tecnología y para escalas de producción; atraso tecnológico; ineficiente articulación con
los mercados; y caída de los precios internacionales de los produc tos exportados.
Sociales: Falta de seguridad social (salud, pensión, educación) para los habitantes
rurales; debilidad y atraso de las organizaciones y asociaciones de productores y
comunidad rural, reducida movilidad social, desarraigo e inestabilidad de la población
por causa de la violencia; carencia de condiciones de vida digna para los habitantes
(vivienda, servicios públicos, recreación), carencia de una verdadera política social que
se expresa con los peores indicadores de nivel de vida y de necesidades insatisfechas; y
prevalencia del individualismo sobre los mecanismos de la cooperación y la acción
colectiva.
Políticas: Falta de una visión estratégica y de largo plazo sobre la importancia de la
agricultura en el desarrollo, la cual reconozca y valorice lo rural en términos
productivos, de medio ambiente, de ocupación y ordenamiento territorial y de calidad de
vida, falta de mecanismos de representación de lo rural en las instancias decisorias,
centralismo y concentración; ausencia del estado en ampliasáreas geográficas;
deslegitimación de los partidos y carencia de un proyecto nacional; y carencia de
mecanismos de participación.
Agregado a lo anterior, es de aceptación general un modelo de desarrollo que privilegió
la industria en detrimento de la actividad agropecuaria. En la actualidad no se puede
desconocer que el sector financiero realiza los mayores aportes relativos al producto
interno bruto (PIB), recibiendo altos beneficios de la intervención estatal. En este
sentido como bien lo indica la SAC: El sector agropecuario no puede asumir la mayor
parte de los costos que representa una política antiinflacionaria, vía aumento de la
importación masiva e indiscriminada de productos, en razón de que muchos de estos
cuentan, en el exterior, con subsidios para su producción y comercialización.
El café, la política cafetera y la coyuntura del mercado actual evidencian esta realidad y
catalizan más los niveles de pobreza y desesperanza de los productores del campo. Se
ha extraviado el rumbo de la antes orgullosa industria cafetera; ya no somos
autosuficientes, y el sector da signos de incapacidad de enfrentar la competencia. La
producción en otras latitudes, subsidiada a bajos costos de producción, no permite
participar de una mayor proporción del mercado mundial, compitiendo con precio,
cantidad y calidad.
De manera breve se podrían enumerar lo que, para otros son, igualmente causantes de la
crisis, veamos: Conflicto entre lo rural y urbano, asistencialismo y rentismo, la
evolución del trabajo- cada día la participación del sector primario en el conjunto de la
economía es más pequeña-, la violencia, corrupción y desintegración territorial y
social, baja cobertura y calidad del sistema educativo- si no se ofrece una educación
adecuada, probablemente la globalización no cree oportunidades para salir de la
pobreza-, agricultura y producción no sostenible y conflicto por la tenencia de la tierra;
hasta la nueva Constitución Nacional se invoca como responsable en la medida que,
creó un Estado ideal de derechos, junto con diversas estructuras para garantizarlos, sin
prever sus costos ni las consecuencias de su financiamiento y, lo más frustrante, con
avances limitados en garantizar esos derechos.
¿Cuándo comienzan los problemas?
Sin pretender hacer un recuento historiográfico, se hace necesario recrear en parte el
escenario que ha permitido el desarrollo de nuestra agricultura, actividad y producción
que básicamente ha moldeado el espacio rural, su sectorización y conformación de su
aparato productivo, las interpretaciones, y visiones sobre su crisis y sus efectos sociales
y políticos sobre otros sectores de la economía.
Durante el siglo XIX y la mitad del siglo XX el desarrollo de la economía del país se
sustentaba de manera predominante en una estructura productiva esencialmente agraria.
La actividad de mayor significado económico y social dentro del entorno rural lo
constituyó la agricultura; dicha actividad y la tenencia de la tierra eran a la vez el
soporte del poder político y religioso imperante, y sobre él se instauraba el ejercicio de
la autoridad y manejo de la cosa pública. Sin más rodeos, a partir de allí, nos hemos ido
insertando en la modernidad, es decir, pasamos de la mula al Jet.
A partir de los años 50, comienza en Colombia la consolidación de una agricultura
empresarial, que exigía nuevos recursos humanos, infraestructura rural (construcciones,
manejo de poscosecha, adecuación y mecanización de suelos, obras hidráulicas,
electrificación rural, etc.) y la vigorización de un sector financiero.
Con esta modernización y demandas del sector agrario se pretendía, como producto de
la intervención estatal, generar y estimular un modelo de desarrollo industrial, a través
de una política de sustitución de importaciones y la creación de mecanismos de
protección de la industria nacional (textil, tabaco, bebidas, azúcar, concentrados-
alimentos-animales). Y en esa intención de contribuir al crecimiento del mercado
interno, como palanca para promover el desarrollo industrial, al sector agropecuario se
le asignó un papel secundario, y las políticas implementadas guardaron esa
correspondencia; rol del cual, hasta hoy, no ha sido posible liberarse.
Esta política y nueva dinámica exigía, igualmente, un centro de investigación, para
generar, transferir y adaptar tecnología, y la respuesta fue la creación del Instituto
Colombiano de Investigación Agropecuario (ICA), el incremento de la matrícula en las
Facultades de Ciencias Agropecuarias y la creación de otras. A pesar de la existencia de
centros de formación y de investigación, no se priorizó el desarrollo de una capacidad
científica y tecnológica nacional necesaria para operacionar esas tecnologías
importadas, pues se pensaba que esta capacidad propia, se desarrollaría de manera
gradual y naturalmente.
Para Bejarano, Jesús: Sin duda la brecha del modelo exportador, visible ya a comienzos
del decenio del setenta, ponía en. evidencia la brecha que separaba la agricultura
colombiana de la agricultura europea y norteamericana y el muy escaso grado de
asimilación de la tecnología disponible.
Complementario a lo anterior, resulta indiscutible la radiografía sobre las pretensiones
gubernamentales, planteada por Santacoloma, P. y Cárdenas, H. ‘ Programas de
desarrollo comunitario, de reforma agraria, desarrollo rural integrado y de rehabilitación
han marcado un hito en la historia de lucha contra la pobreza rural del país desde el
principio de los años cincuenta. Sin embargo, la baja cobertura y la desarticulación con
las políticas macroeconómicas fueron características negativas de estos programas, que
dieron lugar a impactos y efectos precarios con relación a los objetivos propuestos... Se
diseñan instrumentos y acciones de diverso orden en una perspectiva del desarrollo
rural. Ello responde al diagnóstico formulado por el Gobierno sobre las múltiples causas
de la pobreza rural en cada una de las regiones del país. Se pretende que estos
instrumentos se ajusten a los requerimientos específicos de las áreas rurales y sus
sistemas organizativos y empresariales. Instrumentos y acciones que buscan asegurar el
acceso a recursos productivos y servicios básicos a la población rural. Se busca,
igualmente, dotar de infraestructura económica y de servicios
A la par, no era evidente un plan para el desarrollo de una agroindustria alrededor de la
producción de alimentos, donde el manejo y procesamiento de perecederos, orientara
una visión de articulación de cadenas productivas, que dieran mayor valor agregado y
sustento al modelo industrializador.
16 BEJARANOA., Jesús. Economía y poder: La SAC y
el desarrollo agropecuario colombiano, 1871-1984.
Bogotá: CEREC- SAC, 1985. 392 p.
17 SANTACOLOMA, Pilar; CÁRDENAS, Héctor. Los
paradigmas del desarrollo rural en la política de modernización y desarrollo empresarial
campesino. En:
Coyuntura Colombiana, nueva época. Vol.12, N°. 2 (1995); p. 81-9
Bol.Tec.Fac.Ccias.Agrop.U.Nal de Col.Med.No. 10. 2001.
29
Cortés., Elkin
complementarios a la producción agropecuaria, al desarrollo de alternativas
tecnológicas adecuadas a las particularidades del desarrollo rural, así como lograr una
mejor eficiencia en la asignación del gasto social rural.
Igualmente, desde esa década ha predominado un ostensible sesgo para abordar el
tratamiento de la problemática del sector rural, caracterizado por una reducción de lo
rural a los aspectos puramente agrícolas y pecuarios, lo que no ha permitido
aproximarse a una visión más integral. Esta visión, limitó las posibilidades y la
dinámica del modelo, permitiendo la concentración de recursos y riquezas, y un
empobrecimiento paulatino del campo y sus habitantes, con la secuela de inseguridad y
violencia que hoy padecemos.
Como si fuera poco y considerando la insostenibilidad de los recursos con las prácticas
productivas actuales, para Aldana, Camilo’
Las tendencias negativas de largo plazo comentadas antes (proteccionismo de los países
desarrollados y agotamiento de la revolución verde) continúan pesando, junto con otra
de mayor dimensión y de mayor riesgo hacia al futuro: el progresivo deterioro de los
recursos naturales, este no sólo ha venido ocurriendo en las zonas de colonización con
la destrucción de los bosques naturales, sino también en las áreas de agricultura
comercial como resultado asociado al patrón de cambio tecnológico y en las zonas de
ladera de economía campesina, donde la exigua inversión en tierra y en capital y la
lucha por la supervivencia obligan al campesino a una explotación intensa y continua,
contribuyendo a generar graves problemas de
18 ALDANA VARGAS, Camilo. Veinticinco años de
políticas y desarrollo agropecuario. En: Coyuntura Colombiana, Nueva Época: órgano
de difusión de CEGA. Vol. 12, N°. 3 (1995); p. 87-91
erosión y de perdida de fertilidad del suelo.
CONTINUA LA CRISIS
A partir de la década de los setenta entre dinámica y el estancamiento, se “Experimenta
benéfico influjo de los grandes cambios política emprendidos por Lleras Restrepo
finales de la década anterior, tales como cambio de énfasis en la sustitución
importaciones por uno en la promoción exportaciones y la reforma cambiaria q
estableció un sistema de devaluación permanente.
La anterior política ha tenido renovado impulso en la última década, donde la acción
Estatal ha estado dirigida a insertar nuestra economía en el mercado mundial, lo cual 1
generando en el sector agropecuario
particular, una profunda crisis, poniendo
duda su viabilidad, paralizando inversiones proyectos. Factores como la competenc ia
internacional, la tasa de cambios, los bajos precios de los productos de exportación, la
caí de los precios internos, el fin de los precios sustentación, la reducción de los CERT,
implantación de la franja de precios, desaparición de la acción reguladora IDEMA y
otras instituciones, el desmonte ayudas y subsidios representan cambios sustanciales en
las reglas del juego que están afectando la participación del sector, en conjunto de la
economía.
Todos estos factores negativos han agudiza la crisis del sector agropecuario, donde el
eje la acción estatal ha sido jugado en competitividad, promovida como la panacea para
acceder al mercado mundial, mejorar
19 ALDANA y. Ibid., p. 89
30
Bol.Tec.Fac.Ccias.Agrop.U.Nal.de Col.Med. No. 10. 20
Administrar el miedo a los transgénicos.
eficiencia del aparato productivo y lograr altos índices de crecimiento económico y
como efecto• beneficios sociales: empleo y mejores niveles de vida. Pero, como
ninguno de los presupuestos ha funcionado sólo ha quedado la coyuntura de las vacas
locas, la caótica integración andina (CAN), con un raquítico mercado, y lidiar con la
Revolución Bolivariana del Coronel Chávez. Obviamente, también se debe esperar que
sea otorgada la certificación que declara a Colombia zona libre de aftosa, la O tiene la
palabra.
Ante la crisis y modelo económico dominante los gremios agrícolas y pecuarios, en
general, ven con justificada preocupación los acontecimientos en curso y reclaman
moderación, reciprocidad y replanteo del modelo de internacionalización de la
economía. A pesar de que los resultados de la reciente Quinta Encuesta Agropecuaria
(Encuesta de Opinión Empresarial Agropecuaria), invitan a pensar en síntomas de
reactivación del sector.
Caso particular es el de los productores dedicados a la producción de alimentos básicos
y no destinados a la exportación, como siempre,
han vivido en crisis y por carecer de voceros,
sus reclamos no alcanzan la suficiente resonancia y menos a ser encuestados, para
conocer de manera más rigurosa y directa sus apremios- aunque se intuyen- y así
sensibilizar al poder, ya que a ellos también les deben alcanzar los beneficios de la
definición e implementación de
políticas y programas.
Infortunadamente, aún faltaba, se agrega la ruptura definitiva del pacto mundial del café
en 1989, que marca otro hito de la debacle de una de las actividades más dinámicas del
sector agropecuario que, tres años antes, tampoco supo aprovechar creativa y
productivamente una bonanza; el mercado bananero resulta incierto con la política de la
Comunidad Europea de
“primer llegado, primer servido”. Los precios del azúcar apenas si comienzan a repuntar
en el mercado mundial y con ellos la industria de la caña. La industria de las flores, en
este desierto, es la única que da signos de florecer, no obstante no faltan sus enemigos,
las heladas y las denuncias por dumping.
La trama se empeoró con la implementación de los procesos de adelgazamiento de la
organización estatal, con el cual fueron reestructuradas varias instituciones del sector
agropecuario, argumentando mayor eficiencia y la menor intervención del Estado en el
ciclo económico. Entonces se procedió a la liquidación del ICA y del IDEMA, añejos
institutos de investigación el uno y el otro, regulador de precios y factor de garantía para
el abastecimiento de alimentos y de compra de cosechas; otras instituciones fueron
fraccionadas y otras serán liquidadas o fusionadas; para las que sobrevivan el panorama
no es muy
alentador.
No es posible desconocer que: En efecto, el predominio de una tendencia globalizante
en la economía mundial determina cambio de carácter radical en las políticas
nacionales. En el anterior esquema, bajo la lógica de una economía mundial dividida en
economías nacionales, la política agroalimentaria se construía teniendo en una mano los
objetivos propios de seguridad alimentaría y en la otra los objetivos económicos de
competencia y penetración de mercados externos, que generan estrategias duales, en las
que en el ámbito interno se mantenían políticas proteccionistas, con sus respectivos
subsidios, políticas de precios y en el ámbito externo se pugnaba por mantener a raya
las barreras arancelarias y arancelarias de los otros países, en la competencia por el
predominio de los mercados (Nieto, Luis et al. 1998:6).
Bol.Tec.Fac.Ccias.Agrop.U.NaI.de Col.Med.No. 10. 2001.
31
CortésM., ElkinA.
En particular, durante la década de los noventas, el entorno del desarrollo agropecuario
colombiano estaba marcado por el modelo de sustitución de importaciones y, por el
inicio de la era de la apertura económica. El legado del modelo de sustitución de
importaciones, queda marcado en la agricultura, en forma de lento crecimiento, en el
deterioro de sus precios relativos frente a productos industriales y, en el continuo
bloqueo al encadenamiento hacia delante con la industria. En esta perspectiva la
agroindustria es la actividad más eficiente para vincular a los agricultores al sistema de
mercado. Siendo el trípode sobre el cual se asienta una estrategia de desarrollo
agropecuario: el desarrollo tecnológico, incentivos a la agroindustria y el fomento a las
exportaciones
La anterior política de Estado, en la ultima década, la corrobora y resume “A iniciativa
del gobierno se han adoptado numerosas medidas de política para alcanzar la
renovación y transformación de la economía del país y establecer condiciones propicias
para la concreción de la estrategia de apertura económica. Es claro que esta estrategia se
contrapone al esquema proteccionista de la economía que se venía aplicando, pues este
modelo lleva consigo sacrificar nuevas oportunidades para lograr un mayor dinamismo
de la economía, generar ingresos y crear puestos de trabajo, al desaprovechar las
posibilidades de progreso casi ilimitado que ofrece el mercado internacional”.
20 ERNOKO, Adiwasito. Agro: Cambio técnico urgente.
En: Portafolio, Bogotá: (13, 12, 2000); p. 57
21 RAMÍREZ VALLEJO, Jorge. Sector agropecuario
dentro de la apertura económica. En: Re vista Nacional
de Agricultura:Organo de difusión de la SAC. NO. 894
(Marzo, 1991); p. 60-68
Desafortunadamente nada de esto ocurrió, y por el contrario el sector hoy es más
vulnerable y está menos preparado para enfrentar dicho proceso, ni podrá obtener
mayores ventajas del mismo.
Si bien es cierto que en materia de política comercial tiene validez el avance progresivo
hacia condiciones de liberización del comercio agrícola, también lo son los preceptos
bajo los cuales se operó. En nuestro país, la apertura económica y la desregulación del
sector no responden adecuadamente a las condiciones de orden interno y externo que
determinan el dinamismo del agro, lo cual explica, sin duda, la pérdida de rentabilidad
registrada en la presente década. De hecho, ningún sector productivo puede sobrevivir a
una crisis de rentabilidad permanente que ha soportado la agricultura, cuando se hizo
caso omiso a los preceptos de selectividad, integralidad, gradualidad y concertación que
se invocaron en un comienzo
Hasta ahora, ni el Plan Nacional de Rehabilitación (PNR) como estrategia enunciada de
protección de la producción nacional, ha sido la respuesta proporcionada para superar
las dificultades y limitaciones del modelo aperturista, que pareciera desconocer el
proteccionismo patrocinado por los países ricos. La apertura resulta siendo el modelo de
los pobres, para absorber la producción agropecuaria excedente de los países
industrializados (proteccionistas).
Como bien lo afirma la SAC: Los subsidios otorgados en los países desarrollados han
provocado profundas alteraciones en los
22
SAC (Sociedad de Agricultores de Colombia). El
Desarrollo Agropecuario y Rural Colombiano:
consideraciones y propuestas. En: Revista Nacional de
Agricultura. N°. 924- 925 (1998); p. 49-62.
32
Bol.Tec.Fac.Ccias.Agrop.U.Nal.de Col.Med. No. lO. 2001.
Administrar el miedo a los transgé nicos.
mercados internacionales. Países tradicionalmente importadores poseen hoy’ grandes
excedentes exportables. El concepto de las ventajas comparativas ha quedado superado
por esta nueva realidad. Además, tales países se caracterizan por la activa gestión de sus
gobiernos en la conducción del proceso de desarrollo agrícola. Ello dio lugar a una
relativa estabilidad del ciclo productivo, con lo que se aseguraron a los productores
rentabilidades mínimas para acelerar la tecnificación y modernización del agro.
Y la situación tiende a empeorar porque, consistentemente y desafortunadamente, los
entornos se adecuan para la producción agroindustrial y/o para la agricultura
empresarial (actividad y producción destinada básicamente al suministrar materias
primas para la industria o para la exportación), la cual posee un alto componente
tecnológico, económico y acceso al crédito y a los mercados, dejando de lado otros
sistemas de producción en pequeña escala, como son las agriculturas de minifundio o
alternativas. Esto lo corrobora los programas de PROAGRO-FINAGRO y las cadenas
productivas que impulsa, donde los únicos beneficiados son grandes propietarios o
productores. Esta consideración resulta más pertinente cuando se reconoce que un gran
porcentaje de la producción de alimentos en Colombia es producido por pequeños y
medianos productores, incorporando básicamente como factores de producción su
limitada propiedad y mano de obra familiar y al contrato.
Indiscutiblemente, más que modernizar a los campesinos y/o pequeños productores-
para la competencia que nunca ganarán-, hay que contribuir a reinsertarlos a la vida
productiva para que puedan ejercer sus derechos (educación, salud, tie rra, incentivos-
subsidios, niveles de ingreso justos, etc.); es decir, mejorar
los indicadores actuales de nivel de vida, que es obviamente, un propósito del desarrollo
económico y humano. -
En esta perspectiva, igualmente, resulta importante definir el papel de la política de
redistribución de la propiedad de la tierra
-dentro del concepto de Integralidad de la reforma agraria- como condición para el logro
de la equidad y del desarrollo económico y social, sobre todo en el medio de rural. Esta
visión de reforma agraria (reparto) es vista como un anacronismo, por muchos
propietarios y algunos estudiosos, a pesar de que en la agenda de negociación con la
insurgencia es uno de los referentes a concretar. Para éstos el acceso a la tierra no es la
determinante principal para generar riqueza y cambio social, invocando que “hoy la
fertilidad de la mente de los agricultores tiene más importancia que la fertilidad natural
de la tierra”. Parecen olvidar que no sólo es necesario el capital, la ciencia y la mano de
obra para la producción y dar oportunidades a las economías de pequeña escala,
distribuidoras precarias de beneficios sociales y mitigadoras de procesos migratorios,
sino también acceso a la tierra.
Del reconocimiento de la complejidad propia de la dinámica del sector rural y en
consecuencia de la misma política agropecuaria y rural se desprende que es en este
sector donde el reto de crear conciencia sobre el desarrollo humano sostenible es más
necesario, urgente y, supuestamente, difícil de conseguir. Instituc ionalmente es hora,
definitivamente, para que el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, no sólo sea
identificado y asociado exclusivamente con agricultura y ganadería, sino que recupere
efectivamente su segundo nombre (desarrollo rural) y éste deje de ser un rótulo, para
liderar una gestión que rebase, lo exclusivamente productivo en las actividades
Bot.Tec.Fac.Ccias.Agrop.U.Nal.de Col.Med.No. 10. 2001.
33
CortésM., ElkinA.
agropecuarias- forestales.
Igualmente, se precisa, a la vez, analizar y diferenciar la dinámica de lo rural y
agropecuario, en su entramado de interacciones complementarias y sus
interdependencias, que ocupan una misma territorialidad y enfrentan la necesidad de
educación, desarrollo tecnológico y de una visión integral para dar nuevas
oportunidades a la producción- con planificación y ordenamiento- al desarrollo humano
mediante el ejercicio ciudadano y democrático de la convivencia.
En este orden de ideas, resulta sensata la propuesta de la Misión Rural: El sector rural
tiene hoy el reto de definir el papel que deberá jugar en el desarrollo del país, en
términos de su contribución al crecimiento económico, al jalonamiento de otros sectores
de la producción, la disminución de la pobreza, la convivencia y la estabilidad social y
política de la nación... De allí ha surgido la decisión de realizar una Misión Rural que
busca explorar el concepto del desarrollo sostenible como un reto integral de la sociedad
colombiana y del rol que potencialmente el sector rural puede tener en dicho desarrollo.
Revalorar las posibilidades de aporte del sector, no sólo al crecimiento económico, sino
a la solución de los conflictos de índole social, política y ambiental, implica la
redefinición tanto de las relaciones intersectoriales, como de algunos componentes
básicos del modelo de desarrollo predominante en el país. Esto pone de presente,
ineludiblemente que, un desarrollo a escala humana tiene aún más validez en una
comunidad tan fragmentada, desarraigada y pauperizada como es la que habita el
espacio rural.
En conclusión, durante las últimas tres décadas el sector agropecuario a oscilado entre el
dinamismo, el estancamiento y la crisis- la más aguda de todos estos años-, varios
gobiernos con diferentes énfasis e invocando sus planes y programas presidenc iales nos
han invitado: “Al futuro”, “a la revolución pacífica”, “al gran revolcón”, “al salto
social”, “al pacto social” y “al cambio es ya”, pero todos en general han hecho ajustes
que son insuficientes o van en contravía de sus propuestas de campaña e incluyen, entre
otras, las siguientes políticas:
Devaluación, liberación gradual de las importaciones y mayor impulso a las
exportaciones; la reducción del déficit fiscal, mediante mayores cargas tributarias,
adelgazamiento del estado, eliminación de subsid ios y el recorte y postergación de
inversiones; mayores aportes presupuéstales para sostener e incrementar el sistema de
defensa y seguridad publica- no basta recuperar el monopolio estatal del uso de la
fuerza, para proteger la vida, la honra y los bienes de los ciudadanos-, reducción de las
transferencias a las regiones y aumentos salariales por debajo de la inflación.
Este cúmulo de programas y planes muestran unos pobres resultados y han sido
incapaces para rehabilitar al sector. Sin negar que las crisis política-económica de los
países vecinos, Comunidad Andina de Naciones (CAN) y en particular Venezuela, han
reducido las posibilidades de un intercambio comercial más dinámico y favorable para
Colombia de productos agrícolas; que adicionados a los fenómenos de contrabando, han
hecho más dudosa las expectativas de reactivación.
23 .
Misión Rural. Op, cit., p. 9.
34
Bol.Tec.Fac.Ccias.Agrop.U.Nal .de CoI.Med. No 10. 2001
Administrar el miedo a los transgénicos.
LA UNIVERSIDAD Y LA ACADEMIA QUÉ TIENEN PARA APORTAR
Del proceso de transformación del sector rural no puede estar ausente la educación,
analizada como resultado del proceso de desarrollo que, involucra factores de equidad.
Desde esta óptica, la educación es un elemento esencial del desarrollo humano y, por la
misma razón, constituye una de las tres
variables básicas, al lado de la esperanza de vida y el nivel de ingreso, con las cuales se
calcula el índice de calidad de vida para Colombia.
En el horizonte, este debate sobre la crisis y el desarrollo del sector agropecuario y rural
plantean a nuestras Universidades y Facultades de Ciencias Agropecuarias uno de los
grandes desafíos, en la medida que su acción también ha influenciado los procesos del
campo: Formar profesionales técnicamente preparados y ciudadanos con alta
responsabilidad y sensibilidad social- sean éstos Ingenieros Agrícolas, Forestales,
Agrónomos, Agroindustriales, Zootecnistas, Médicos veterinarios, Administradores
Agropecuarios y de múltiples formaciones tecnológicas-; capaces de comprender la
complejidad y dinámica del entorno donde les corresponderá actuar, competentes para
hacer de los pequeños productores, lo mismo que se ha hecho con los grandes, de modo
que todos tengan reales y efectivas oportunidades de mejorar y tecnificar, de ser
eficientes y competitivos, aunque sus necesidades y estrategias para lograrlo sean
diferentes.
Es entonces, irrebatible el papel significativo de la educación en general y del Sistema
Nacional de Ciencia y Tecnología, como aporte a la solución de la crisis del sector. Este
compromiso se amplifica en razón de que
mayoritariamente la formación y los desarrollos de ciencia y tecnología en Colombia
conciernen a la esfera de lo público. Lo corroboran los desarrollos tecnológicos de
revolución verde, biotecnología y su contraparte de sostenibilidad y desarrollo
sostenible, cuya génesis, apropiación, imposición, difusión y radicales debates han
tenido como máxima expresión, la academia, incluyendo los centros de
investigación.
La educación, la ciencia y la tecno logía deben tener un espacio, para hacer realidad el
discurso gubernamental de construir una sociedad basada en el conocimiento, donde,
también se cultiva la tolerancia, el respeto y la solidaridad. A pesar que en sus planes y
programas no se contempla ninguna orientación sobre la Universidad que se necesita,
del sistema de ciencia y tecnología que le corresponde, para innovar y mejorar la
competitividad de la economía y de su aparato productivo.
Es por ello, que los desarrollos tecnológicos deben aumentar la capacidad de responder
al cambio e incrementar las opciones para una adopción autosuficiente. La innovación
tecnológica tendrá que estar enteramente ligada con la eficiencia en el uso de los
recursos. Igualmente, la diversidad de sistemas socioeconómicos, culturales,
productivos y ecológicos debe considerarse como la clave de la adaptabilidad y no
como un impedimento para el desarrollo.
En esta dirección, ‘La Universidad está llamada a enriquecer el debate sobre la
estrategia de desarrollo que sigue el país, enriqueciéndolo con reflexiones más globales,
complejas y críticas; propuesta de más largo plazo que trasciendan el campo
estrictamente económico para adentrarse en problemas relacionados con la equidad, la
defensa de los
recursos naturales, la democracia y la paz, entre otros” Partiendo de reconocer, que es
en eL campo donde los problemas de la sociedad colombiana tienen mayor impacto y
cobertura; cada día amplios sectores de las comunidades rurales pasan a engrosar la lista
de los miserables absolutos, jalonados por el despojo, el desplazamiento forzoso, la
migración tras el señuelo de una vida urbana mejor.
Las profundas diferencias en la estructura de producción agraria colombiana, que
mantiene en condiciones de marginalidad y pobreza a un amplio sector de la población
rural, significan un reto para la sociedad y en particular para el sector de ciencia y
tecnología agroalimentaria. En este sentido, tiene la razón la SAC, cuando plantea: “Si
bien ha de reconocerse que entramos en un mundo de orientaciones hacia el libre
mercado y de reducción de las acciones estatales, muchos de los aspectos de la
intervención estatal, especialmente, las concernientes a las transformaciones de la
estructura agraria, no están agotadas y es aún amplio el espacio para este tipo de
intervenciones... Es por ello que proponemos una cruzada hacia lo rural, como un
megaproyecto que trascienda los periodos gubernamentales y que abarque temas
fundamentales como son la educación, la ciencia, la tecnología la cultura, la
participación y la convivencia, entre otros”.
Para que ciertos programas de cambio sean estables y con continuidad, la gradualidad se
torna conveniente y así lo afirma la Misión de Ciencia y Tecnología, en la medida en
que el actual desarrollo científico, tecnológico y
24 PLAN GLOBAL DE DESARROLLO DE LA
UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA,
1999-2003.
económico no permite concebir una eliminación generalizada de insumos artificiales, el
objetivo es su sustitución parcial lo cual significa que es necesario investigar
simultáneamente para lograr un uso más racional y eficiente de los mismos y para
aprovechar adecuadamente las posibilidades de sustituir importaciones con el uso de
recursos disponibles a nivel doméstico.
Esta misma Misión nos recuerda algo que parece haber olvidado muchos, incluyendo
las Facultades de Ciencias Agropecuarias, que: ‘La agricultura colombiana puede cara
caracterizarse como agricultura tropical y de ladera. No obstante, el grueso de la
investigación y del desarrollo tecnológico se ha basado en la introducción y adaptación
de tecnologías desarrolladas para las agriculturas de las regiones templadas del globo.
Dado que los sistemas agropecuarios se basan en bienes y procesos biológicos, el
desempeño de un paquete tecnológico es altamente dependiente de las condiciones
agroecológicas en las cuales es utilizado. La introducción más o menos mecánica de
tecnologías de grandes rendimientos en otras regiones ha producido éxitos parciales y/o
localizados geográficamente y también frecuentes fracasos técnicos y económicos”.
En el anterior contexto, solamente es posible comprender la formación y contribuciones
de las Ciencias Agropecuarias en Colombia, cuando se considera la evolución de la
industria y el sector agropecuario y el proceso de modernización que vivió y por el cual
atraviesa el país, y sus obvias relaciones con la ciencia y la tecnología y su interacción
con la Universidad, en cuanto formadora de recursos humanos calificados, y su decisivo
aporte a la difusión, reproducción y generación de conocimiento, necesario al modelo de
desarrollo adoptado.
36
BoI.Tec.Fac.Ccias.Agrop.U.NaI.de Col Med. No. 10. 2001.
1-
Administrar el miedo a los transgénicos
Hoy más que nunca, la Universidad y sus egresados de las Facultades de Ciencias
Agropecuarias tienen una gran labor que cumplir frente al desarrollo rural y la seguridad
alimentaría, donde las problemáticas asociadas a la seguridad alimentaría deben
abordarse de manera integral, por cuanto en ella convergen factores estructurales y
coyunturales, inherentes a las tareas que las instituciones comprometidas en el
desarrollo del país deben cumplir, para garantizarle el abastecimiento alimentario a la
totalidad de la población, con especial énfasis a los grupos vulnerables o en situaciones
de alto riesgo. Un primer acercamiento a esta problemática pone en evidencia la
ausencia de políticas sostenibles en torno a la producción, la comercialización y la
distribución de los alimentos, así como la falta de una política social que permita a la
población, el acceso a la canasta básica de alimentos.
Este compromiso se reafirma desde la dimensión académica planteada en el Plan Global
de Desarrollo de la Universidad Nacional, donde se propone:
• El estudio de la producción agropecuaria desde la perspectiva del proceso social y
económico en el cual se halla inmersa la relación del sistema productivo con la
agroindustria, con el comercio doméstico y externo y con el consumo; las características
de la producción y sus deficiencias, la composición y tendencia de las importaciones y
exportaciones agropecuarias y la forma como afectan la oferta interna; la dependencia o
autonomía del proceso de producción agropecuaria que se mide por el origen y grado de
la tecnología- insumos, maquinaria y equipos- y que incide directamente sobre los costos
de producción de los bienes agrícolas.
• Los procesos de transformación agropecuaria asociados con la industrialización de
alimentos a partir de excedentes agrícolas, y su distribución y consumo, tema en el cual
sobresale la importancia de la educación al consumidor, la vigilancia que exigen la
construcción de indicadores para seguridad alimentaría, la garantía de la inocuidad de
los alimentos y la caracterización de las intoxicaciones alimentarías
La búsqueda de un modelo de desarrollo rural, implica aprovechar la capacidad del
medio para el desarrollo a través de los recursos naturales y humanos, que permitan un
medio ambiente adecuado que soporte las actividades humanas, en consonancia con el
desarrollo sostenible. En consecuencia se demanda desarrollar una agricultura
sustentable a largo plazo y compatible con el medio ambiente. Ello apunta por una
reevaluación crítica del actual modelo modernizante, teniendo en cuenta que diferentes
ofertas tecnológicas articuladas a un conjunto diverso de factores socio-económicos y
ambientales, requieren diferentes soluciones tecnológicas. La tecnología es un medio no
un fin, lo que implica afirmar que una misma tecnología aplicada a una realidad
diferente produce resultados, también diferentes.
En este contexto, y en consideración de los recientes enfoques de la producción, se
precisa identificar el aporte de las Facultades de Ciencias A un desarrollo agrícola-
pecuario-agroindustrial, ambientalmente viable, en la perspectiva de contribuir al
desarrollo rural y redención de sus pobladores.
25 PLAN GLOBAL DE DESARROLLO, Op. cit., p.
68.
Bol.Tec.Fac.Ccias.Agrop.U.NaI.de Col.Med.No. 10. 2001.
37
Cortés M., Elkin
Se requiere entonces, según la Misión Rural:
“Identificar, evaluar y validar procesos que permitirán que el sector rural pueda jugar un
nuevo papel dentro del modelo general de desarrollo a través de una importante
contribución al crecimiento de la economía nacional, directamente y a través del
jalonamiento de otros sectores, de la solución de la pobreza, la exclusión y la inequidad,
de la construcción de la convivencia, la paz y la estabilidad política y de su aporte al
desarrollo sostenible”.
RESUMIENDO
Indiscutiblemente, los temas más importantes de este comienzo de milenio para nuestro
país, serán la educación y agricultura y el sistema agroalimentario que de esta actividad
se deriva. Estos dos sectores constituirán los pilares del modelo de desarrollo que
requieren los colombianos para entrar seguros a una era de competitividad que nos
exige cada vez más el mundo globalizado.
A pesar de esa importancia del desarrollo rural no existe una estrategia que permita la
consecución de los objetivos y metas propuestos en los programas del PLAN
NACIONAL DE DESARROLLO para el sector agropecuario y ambiental; no se
presenta un ordenamiento claro y jerarquizado de los objetivos y de los mismos
programas, de los instrumentos y de los mecanismos para hacerlos viables, ni menos se
señala la coordinación interinstitucional. Se confunden las causas con sus efectos. El
plan para el sector agropecuario no aborda integralmente los factores estructurales de la
pobreza y violencia en el campo, producto de desigualdades sociales y regionales
históricas, y de la privatización de lo público; los reconoce. Se continúa con la
exclusión y discriminación.
Actualmente, los planes y políticas adoptad por el Estado no han conducido a una
recuperación de la actividad, ni ha n creado ambiente de inversión en el campo que
dinamice la producción, ni han disminuido los riesgos que ella tiene y la baja
rentabilidad que la caractericen en relación con otras actividades económica Aunque se
expresan algunas señales que d lugar para el optimismo. Además los recursos de
inversión resultan precarios para generar nuevas oportunidades y franquear los bajos
niveles de vida y reconciliar a los colombiano
La nueva orientación de la política agropecuaria sólo quiere insertar m rápidamente a
algunos sectores y producto capaces de competir en el mercado internacional y de
reducir costos del sector agroindustrial industrial que demandan materias primas 1
origen agropecuario. A pesar de ésta política algunos sectores organizados de la
producción agropecuaria apelan por una política agraria que considere: Aplicación de
aranceles que desestimulen las importaciones, precios internos de sustentación que
garanticen rentabilidad a 1 productores, créditos suficientes, oportunos baratos, solución
efectiva a los problemas de 1 deudas, control a los precios de los insumos mecanismos
claros de comercialización y que Estado responda por programas efectivos adecuación
de tierras, rehabilitación de 1 distritos existentes y por la investigación y desarrollo
científico para la producción nacional agropecuaria.
Para los pequeños productores quedan pocas opciones y programas de corte
asistencialistas que no los rehabilitará de sus condiciones de pobre y menos les dará
mayores esperanzas de vida. La reclamación para los cultivos de pan coger de pequeños
productores es también, u alternativa productiva socialmente y no contrapone a la
modernidad de la agricultura
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BoI.Tec.Fac.Ccias.Agrop.U.NaLde CoI.Med. No. 10. 20
Administrar el miedo a los transgénicos.
empresarial. De no realizar estos aportes, serían otros indicadores contrarios al
desarrollo y a la justicia los que prevalecerían, con la consecuente agudización de los
conflictos sociales y productivos. No se pretende negar la participación de las
producciones en gran escala ni el desarrollo del capitalismo en el campo, es más, parte
de las dificultades por las que pasa el sector agropecuario son producto de un menor
vigor en la circulación del capital y de los otros factores de la producción (mano de obra
calificada, tierra y conocimientos) en las diversas actividades económicas que tienen
como escenario el sector rural.
Se precisa, igualmente, de un Cambio de enfoque sobre el desarrollo rural, el cual debe
ser dimensionado de manera que desborde el tradicional enfoque productivista de lo
agropecuario (agroalimentario) y forestal, y lo incluya como el espacio para recrear
servicios ambientales, conservación y ordenamiento; y lo más importante, para hacer
posible la justicia, el bienestar y legitimar la institucionalidad y la autoridad. Ello
implica redimensionar los aportes de una agricultura empresarial, la cual no sólo puede
estar orientada a mejorar indicadores macro económicos, a exportar para generar de
divisas, sino que debe contribuir a una mejor distribución del ingreso, empleo y a hacer
cercana la equidad.
El propósito de generar capacidad competitiva en los mercados externos con el actual
modelo de desarrollo, podría profundizar los tradicionales desequilibrios regionales... Es
conveniente determinar la viabilidad administrativa y económica de los municipios. Es
posible que la acelerada atomización municipal solo conduzca a una mayor
marginalidad y pobreza, con escasa posibilidades
de generar desarrollo local
Es entonces claro, que la concepción de la modernización del campo como la simple
incorporación de tecnología e insumos modernos para el desarrollo de las diversas
actividades económicas asociadas con lo agrícola-pecuario- forestal, conceptualmente
está devaluada, ese desarrollo debe pasar por una visión integral, considerando
fundamentalmente la dimensión social y humana.
Ante el avance del deterioro de los recursos naturales del país, ocasionados por la
deforestación, la erosión, la contaminación del agua y pérdida de la biodiversidad, se
precisa investigar y estudiar: usos del suelo, deterioro ambiental y asentamientos
humanos, recursos hídricos, ecosistemas y patrimonio ecológico, recursos forestales,
manejo y control de cuencas hidrográficas, recursos del mar y costeros, energía,
recursos mineros (no energéticos), tecnologías y prácticas de gestión no contaminantes,
conocimiento y preservación de la biodiversidad. Las presiones del mercado, creadas
por el incremento de la población con requerimientos alimentarios y por los patrones y
niveles de consumo establecidos, así como por la necesidad de penetrar y mantenerse en
los mercados más rentables, han exigido incrementos de la productividad sin
contemplaciones de índole ambiental.
Es innegable, que la estructura actual de la tenencia de la tierra es un factor que tiene
gran responsabilidad en el conflicto que enfrenta Colombia. La gran mayoría de los
estudios realizados y el mismo enfoque del Plan Nacional de Desarrollo, sobre la
estructura de la
26 Departamento Nacional de Planeación. Salto social. Bogotá, 1994.
tenencia del recurso tierra, evidencian que no habrá mayores modificaciones de la
propiedad rural a partir de las libres fuerzas del mercado. Se hace, entonces, necesario”
Hacer un camino que integre el conocimiento académico, el discurso político y la
experiencia de los directamente involucrados en el mundo rural, en un foro académico
de investigación y política de participación para la construcción colectiva de soluciones,
aparece como una alternativa para superar las visiones que han demostrado su
ineficiencia en la solución de los graves problemas de nuestra sociedad, e incorporar
una nueva propuesta realizable, transparente y democrática que permita una
construcción solidaria y no beligerante
Por lo tanto, el sector agropecuario colombiano debe ser mirado como un sector
estratégico, para un desarrollo que atienda, simultáneamente, las exigencias de la
seguridad alimentaría, la salvaguardia de la paz, el manejo adecuado de los recursos
naturales y el bienestar general de los colombianos.
Ante estas realidades, políticas, modelo de reforma agraria, desarrollo rural y manejo de
los recursos naturales y ambientales, ¿qué tene mos para aportar a la discusión desde las
Facultades de Ciencias Agropecuarias? Frente estas indefiniciones y el tratamiento
ambiguo que ha recibido el sector, no podemos seguir guardando silencio cómplice.
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