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“La Mocosita”
como pr e-te xto
Lunes 21 de julio de 2008, 7:30 de la mañana. Voy rumbo al trabajo haciendo
paciente fila en un denso tránsito que se mueve como serpiente, unas veces alocada… y
por momentos enredada en sí misma, más que en cámara lenta. Conduciendo mi
automóvil (casi como autómata) viajo por las calles de esta capital deshumanizada, que
refleja la cotidianeidad violenta de los guatemaltecos de este siglo.
Con toda certeza, el tema de “La Mocosita” tiene un sabor muy especial para los
guatemaltecos del siglo pasado. Ella fue el primer paquidermo que muchos pudimos ver
en aquel antañoso parque de diversiones de gratísimos recuerdos. Algunos no olvidan
haberla observado cuando llegó a nuestro Zoológico de pueblón (con apenas tres añitos)
para quedarse y acompañar nuestra niñez. Allí creció rápidamente y se convirtió en un
miembro más de nuestras familias. Como tal, la visitábamos cada cierto tiempo…
aunque cada vez menos… en especial en los últimos años.
Esa elefanta era como una pieza privativa del rompecabezas íntimo, un
segmento muy importante en los recuerdos infantiles de nuestro pasado reciente. Sí, se
convirtió en un elemento simbólico muy cercano a toda nuestra generación: ese grupo
urbano de quienes nacimos poco antes o después de la mitad del siglo XX… un siglo
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mediático; igual que ella, pues desde que vino al país, ocupó espacios en la prensa y la
televisión… apareciendo cada cierto tiempo en las noticias, como protagonista de
reportajes y constantes fotografías sobre su simpática figura.
Ni siquiera la gallarda familia de los leones ni los tigres, que parecían como
petrificados (casi siempre inmóviles) llamaban tanto la atención de los chicos. Era “La
Mocosita” nuestro mayor interés y para llegar hasta su jaula teníamos que ir corriendo y
saltando por todo el parque, disfrutando de un domingo o un día de descanso,
acompañados de nuestros padres o familiares queridos. Momentos inolvidables de
divertidos paseos y remembranzas de una sana niñez.
Todo eso y mucho más -mucho más- significó para nosotros, la posibilidad de ir
a saludar a la que rápidamente se convirtió en una enorme amiguita. Las visitas a “La
Aurora” fueron bautizadas así: -“Vamos a ver a La Mocosita” y ella se volvió en el
referente por excelencia del parque zoológico. Solo mencionar su nombre, era
simbolismo de alegría y fiesta.
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gozando de un día libre, con instantes de intensa recreación, visitando aquel parque
donde todo era una feria.
¿INSENSIBILIDAD MANIFIESTA?
¿¡Por qué nos hemos tan vueltos insensibles los guatemaltecos!? ¿Será porque
todos los días recibimos este y otro tipo de informaciones muy parecidas? ¿Estamos
saturados de este tipo de información de tragedias, violencia… y muertes por doquier?
¿Y, cómo, entonces, podríamos hacer para rescatar aquellos signos que nos
humanicen como verdaderas personas, como ciudadanos… en cada párrafo o segmento
noticioso y sentirnos solidarios con los auténticos dramas humanos de todos los días?
¿Es usted de las personas que da la vuelta a la página y sigue desayunando
tranquilamente, después de leer las noticias que trae el diario cada mañana… como si
nada hubiera pasado?, ¿después de tantos dramas cerca… muy cerca de usted?
Lunes 21 de julio 2008. 7:53 horas. En medio del transitar infernal de todos los
días, voy llegando a mi trabajo… escuchando -como una costumbre- las noticias de la
radio en mi automóvil. Estaciono donde corresponde. La primera persona que
encuentro en el camino hasta mi oficina, me dice: -¿Ya supo lo de la pobre “Mocosita”?
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Le respondo: -Y usted… ¿Ya supo la noticia de las 12 personas que murieron en
un tremendo alud en Zacapa?
Los otros diarios impresos y los principales noticieros de las radios capitalinas,
están impregnados de este tipo de informaciones, pero también de demasiadas noticias
baladíes, hechos frívolos o acontecimientos banales… que solo nos distraen. Mucho de
este esquema de “divertimiento” solo sirve para entretener a las masas. Es para que la
gente no piense en su presente, mucho menos en su futuro. ¿Será una consigna?, ya que
otro periodismo más serio, no existe.
Pero para mí, hay algo peor. Deduzco que parece invisible: una enorme
envoltura de frialdad (y egoísmo) va recubriendo -poco a poco- nuestros corazones.
Casi asfixiándolos. Por eso, la peor victima de nuestra realidad mediática resultas ser
tú… yo… Todos. ¡Todos nosotros! Invisiblemente esa sensación de indiferencia nos
recubre de un manto sucio, para aturdir sentidos y sentimientos.
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Ya casi nada nos conmueve. O por lo menos, no nos inquieta lo que
verdaderamente es relevante. Por lo menos, algunas noticias del día deberían
impactarnos, sacudirnos, revolvernos la existencia. Estremecer nuestro corazón.
¡Aunque fuera el estomago! Y sin embargo, no sucede. Ya nada nos perturba.
Sin embargo, ese fue un sepelio simbólico nada más, porque allá –bajo la tierra-
no estará nunca mi corazón. Buscaré e intentaré afanosamente permanecer siempre
alerta, atento y despierto a otros sucesos; a otras dinámicas. Aún -a mi edad- ambiciono
sensaciones y emociones menos mediáticas; seguramente más humanas.
Y… advierto que mucho extrañaré a “La Mocosita”, pero cuento el cuento que
fue solo un pre-texto (como base de un texto para reflexionar) e intentar construir esta
interpretación semiótica, que busca descubrir el sentido que puede desplegar una
fracción horaria de vida, un día cualquiera.
¿Espectáculo mediático de un sólo día? Sí: simple “show” con un estilo cada vez
más cercano a Hollywood (con las limitaciones, diferencias y enormes distancias)…
pero sin explicaciones de nada, ni seguimiento alguno que ermita abordar distintos
ángulos de un mismo aspecto impactante, con especialistas, y con expertos, otros
interpretadores de esta dura realidad, etc.
Por momentos especulo que la incidencia temática es otra, muy distinta a la que
aparentan representar los medios informativos … todo es elaborado sutilmente por un
sistema muy complejo que hilvana historias invisiblemente; realidad que no es la
auténtica realidad, verdad que no es verdadera… realidad y verdad que son producidas
por guionistas que quieren (y logran efectivamente) pasar inadvertidos. Estas son
nuestras demarcaciones no físicas, los límites inmateriales parecidos en los que vivió
toda su vida, la protagonista central de este texto
¿Vivimos como la desaparecida elefantita en una incorpórea jaula sin cerrojos ni
barrotes? ¿Y quién tiene -al fin de tantas- la llave de este gran manicomio mediático de
todos los días?