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La administración de fármacos durante el embarazo

La mayoría de las mujeres embarazadas consume algún tipo de fármaco. Diversos organismos
sanitarios, así como la Organización Mundial de la Salud, estiman que más del 90 por ciento de
las mujeres embarazadas toma fármacos, ya sea recetados por el médico o no recetados (de
venta libre), y consume drogas sociales como el tabaco y el alcohol o drogas ilícitas. Los
fármacos y drogas causan del 2 al 3 por ciento de todas las anomalías congénitas; la mayoría de
las restantes se deben a causas hereditarias, ambientales o desconocidas.
Los fármacos y drogas pasan de la madre al feto sobre todo a través de la placenta, la misma
ruta que siguen los nutrientes para el crecimiento y el desarrollo fetal. En la placenta, los
fármacos y los nutrientes atraviesan una membrana delgada que separa la sangre materna de la
fetal.
Los fármacos que se administran durante el embarazo pueden afectar al feto de varias formas:
- Actuando directamente sobre el feto y causando lesiones, desarrollo anormal o muerte.
- Alterando la función de la placenta, generalmente estrechando los vasos sanguíneos y
reduciendo el intercambio de oxígeno y nutrientes entre el feto y la madre.
- Provocando la contracción de los músculos del útero, lo cual puede lesionar indirectamente al
feto debido a que se reduce la cantidad de sangre que recibe.
Los efectos adversos de un fármaco dependen de la edad del feto y de la potencia y de la dosis
del fármaco. Ciertos fármacos tomados al comienzo del embarazo (antes del día 17 después de la
fecundación) pueden actuar en función de la ley del todo o nada, es decir, pueden matar al
embrión o no afectarlo en absoluto. Durante esta fase, el feto es muy resistente al desarrollo de
anomalías congénitas. Sin embargo, el feto es particularmente vulnerable entre los días 17 y 57
después de la fecundación, que es cuando sus órganos se están desarrollando. Los fármacos que
alcanzan al feto durante esta fase pueden provocar un aborto, una anomalía evidente en el
momento del nacimiento o un defecto permanente pero imperceptible que resulta evidente con el
paso de los años, aunque también es posible que no provoquen ningún efecto notable. Los
fármacos administrados después de que el desarrollo de los órganos se haya completado
probablemente no causarán anomalías congénitas evidentes, pero sí podrán alterar el crecimiento
y la función de los órganos y tejidos.

Fármacos anticancerosos

Como los tejidos del feto crecen con rapidez, sus células, que se multiplican a gran velocidad,
son muy vulnerables a estos fármacos. Muchos son teratógenos, es decir, causan defectos
congénitos, como un lento crecimiento del útero (retraso del crecimiento intrauterino), desarrollo
incompleto de la mandíbula, paladar hendido, desarrollo anormal de los huesos del cráneo,
defectos de columna y de oído, pies zambos y retraso mental. Algunos fármacos anticancerosos
provocan anomalías congénitas en animales pero aún no se ha demostrado que los provoquen en
el hombre.

Talidomida

Este fármaco ha dejado de prescribirse a las mujeres embarazadas porque causa importantes
defectos de nacimiento. Se introdujo por primera vez en Europa en 1 956, como tratamiento para
la gripe y como sedante. En 1 962, se descubrió que si las gestantes tomaban talidomida cuando
los órganos del feto estaban en desarrollo se producían anomalías congénitas, como un
desarrollo incompleto de los brazos y de las piernas, así como malformaciones del intestino, del
corazón y de los vasos sanguíneos.

Tratamientos para la piel

La isotretinoína, utilizada para tratar la acné grave, la psoriasis y otros trastornos cutáneos,
provoca grandes anomalías congénitas. Entre las más significativas se destacan los defectos
cardíacos, orejas pequeñas e hidrocefalia (también llamada acumulación de agua en el cerebro).
El riesgo de anomalías congénitas es de alrededor del 25 por ciento. El etretinato, otro fármaco
que se utiliza para tratar los trastornos cutáneos, también produce anomalías congénitas. Como
este fármaco se almacena en la grasa que hay bajo la piel y se libera lentamente, puede seguir
causando anomalías congénitas durante 6 meses o más después de que la mujer deje de tomarlo.
En consecuencia, a las mujeres que consumen este fármaco se les recomienda esperar al menos
un año antes de quedar embarazadas.
Hormonas sexuales

Las hormonas androgénicas (masculinizantes), tratamiento habitual para varios trastornos


sanguíneos, así como los progestágenos sintéticos tomados durante las primeras 12 semanas
después de la fecundación provocan masculinización de los genitales de fetos femeninos. El
clítoris, una diminuta protuberancia similar al pene en el varón, puede aumentar de tamaño (de
forma permanente, a menos que se corrija con una intervención quirúrgica) y los labios menores,
que rodean los orificios de la vagina y la uretra, pueden llegar a adherirse entre sí. Los
anticonceptivos orales no contienen suficiente cantidad de progesterona como para producir estos
efectos.
El dietilestilbestrol (DES), un estrógeno sintético, causa cáncer vaginal en las adolescentes cuyas
madres tomaron este fármaco durante el embarazo. Con el paso del tiempo estas niñas pueden
tener una cavidad uterina anormal, sufrir problemas menstruales, debilidad del cuello uterino
(incompetente), que puede ser causa de abortos, y aumento de la incidencia de embarazos
ectópicos o de partos en que el feto muere poco antes de nacer o inmediatamente después. Los
niños expuestos al dietilestilbestrol pueden tener anomalías en el pene.

Meclozina

La meclozina, que se suele tomar para los mareos durante los viajes y para las náuseas y los
vómitos, produce anomalías congénitas en los animales, pero no se han detectado los mismos
efectos en los seres humanos.

Anticonvulsivantes

Si una mujer que padece epilepsia los toma durante el embarazo, algunos fármacos
anticonvulsivantes pueden ocasionar paladar hendido, anomalías cardíacas, así como,
malformaciones de la cara y del cráneo, de las manos o de los órganos abdominales en el recién
nacido y también puede provocar retraso mental. Existen dos anticonvulsivantes particularmente
peligrosos en lo que a las anomalías congénitas se refiere: la trimetadiona, cuyo riesgo es de
alrededor del 70 por ciento, y el ácido valproico, con cerca del uno por ciento. Se cree que la
carbamazepina, otro anticonvulsivante, provoca un significativo número de anomalías congénitas
menores. Al anticonvulsivante fenitoína se le había atribuido el desarrollo de diversas anomalías,
pero se registraron defectos similares en hijos de mujeres epilépticas que no tomaban
anticonvulsionantes.
Los recién nacidos que
antes del nacimiento
fueron expuestos a Cómo atraviesan la placenta los fármacos
fenitoína y fenobarbital En la placenta, la sangre materna pasa por el espacio (espacio intervelloso) que rodea las
(un barbitúrico también diminutas proyecciones (vellosidades) que contienen los vasos sanguíneos del feto. La sangre
anticonvulsivante) materna que se encuentra en el espacio intervelloso está separada de la sangre fetal que se
pueden presentar encuentra en las vellosidades por una delgada membrana (membrana placentaria). Los
hemorragias fácilmente, fármacos que se encuentren en la sangre materna pueden cruzar esta membrana hasta llegar
porque estos fármacos a los vasos sanguíneos de las vellosidades y atravesar el cordón umbilical hasta llegar al feto.
causan una deficiencia
de vitamina K, necesaria
para la coagulación.
Este efecto secundario
se puede evitar si la
gestante toma
suplementos de esta
vitamina por vía oral
todos los días durante
un mes antes del
nacimiento o si el recién
nacido recibe una
inyección de vitamina K
inmediatamente después
de nacer. Durante el
embarazo, las mujeres
que tienen epilepsia
reciben la menor dosis
posible de
anticonvulsivantes y son
vigiladas de cerca.
Las mujeres con epilepsia, aunque no tomen anticonvulsivantes durante el embarazo, tienen más
probabilidades de tener recién nacidos con anomalías congénitas que las mujeres que no tienen
epilepsia. El riesgo es aún mayor para las que tienen convulsiones frecuentes y graves, o que
presentan complicaciones del embarazo, y en las pertenecientes a grupos de un nivel
socioeconómico bajo, ya que tienden a recibir una inadecuada atención médica.

Vacunas

Excepto en circunstancias especiales, a las mujeres embarazadas o que podrían estarlo no se les
aplican vacunas que contengan virus vivos. La vacuna contra la rubéola, hecha con virus vivos,
puede causar infección tanto en la placenta como en el feto en desarrollo. Las vacunas con virus
vivos (como las del sarampión, la parotiditis, la poliomielitis, la varicela y la fiebre amarilla) y
otras vacunas (como las del cólera, la hepatitis A y B, la gripe, la peste, la rabia, el tétanos, la
difteria y la tifoidea) se administran a las mujeres embarazadas sólo en caso de que exista un
riesgo importante de infectarse con uno de esos microorganismos.

Fármacos tiroideos

El yodo radiactivo que se administra a una mujer embarazada para tratar una glándula tiroides
hiperactiva (hipertiroidismo) puede atravesar la placenta y destruir la glándula tiroides del feto, o
causar una disminución grave de la actividad de dicha glándula (hipotiroidismo). El
propiltiouracilo y el metimazol, fármacos que también se usan para tratar una glándula tiroides
hiperactiva, atraviesan la placenta y pueden aumentar el tamaño del tiroides del feto; cuando
resulta necesario, el propiltiouracilo es el más usado porque es más fácilmente tolerado por la
madre y el feto.

Hipoglucemiantes orales

Los fármacos hipoglucemiantes se emplean para reducir los niveles de azúcar (glucosa) en
sangre en las personas que sufren de diabetes, pero no suelen controlar la diabetes en las
mujeres embarazadas y pueden ocasionar bajas muy acusadas de glucosa en la sangre
(hipoglucemia) de los recién nacidos. En consecuencia, es preferible administrar insulina para
tratar la diabetes de las gestantes.

Analgésicos opioides y antiinflamatorios no esteroideos

Los analgésicos opioides y los antiinflamatorios no esteroideos


(AINE), como la aspirina, llegan al feto en cantidades significativas si
son ingeridos por una mujer embarazada. Los hijos de mujeres
adictas a los analgésicos narcóticos (opioides) pueden contraer la
adicción antes del nacimiento y mostrar síntomas de supresión entre
las 6 horas y los 8 días después del parto. La toma de grandes dosis
de aspirina u otros AINE durante el embarazo puede retrasar el
comienzo del parto y también puede provocar el cierre en el feto,
antes del nacimiento, del conducto (ductus arteriosus) que conecta la
aorta y la arteria pulmonar (la arteria que lleva sangre a los
pulmones). Este conducto en general se cierra inmediatamente
después del parto. Su cierre prematuro obliga a la sangre a circular a
través de los pulmones, que aún no se han expandido y en
consecuencia, se produce una sobrecarga del sistema circulatorio del
feto.
Cuando se administran al final del embarazo, los fármacos
antiinflamatorios no esteroideos reducen la cantidad de líquido
amniótico (el líquido que rodea al feto en desarrollo y que se
encuentra dentro del saco amniótico), lo cual constituye un efecto
adverso potencialmente peligroso. Si se toman grandes dosis de
aspirina pueden producirse hemorragias en la madre o en el recién
nacido. La aspirina, como otros salicilatos, pueden aumentar los
niveles de bilirrubina en la sangre del feto, provocando ictericia y, en
ocasiones, lesiones cerebrales.

Ansiolíticos y antidepresivos

Los ansiolíticos causan anomalías congénitas cuando se administran


durante el primer trimestre del embarazo, a pesar de que este efecto
aún no ha sido probado. La mayoría de los antidepresivos parecen
ser bastante seguros si se usan durante el embarazo, pero el litio
puede causar anomalías congénitas (principalmente en el corazón).
Los barbitúricos, como el fenobarbital, administrados a una mujer embarazada tienden a reducir
la ligera ictericia que se observa en los recién nacidos.

Antibióticos

El tratamiento con antibióticos durante el embarazo es una fuente potencial de problemas. Las
tetraciclinas atraviesan la placenta y se almacenan en los huesos y los dientes del feto, donde se
combinan con el calcio. Como resultado, se retarda el crecimiento óseo, los dientes del recién
nacido pueden volverse amarillentos definitivamente y el esmalte dental puede ser blando y
anormalmente susceptible a las caries. El riesgo de anomalías dentales es más elevado desde la
mitad hasta el final del embarazo. Como existen varios antibióticos alternativos que no suponen
riesgo alguno, durante el embarazo se evitan las tetraciclinas.
La administración de antibióticos como estreptomicina o kanamicina durante el embarazo puede
lesionar el oído interno del feto e incluso causar sordera. El cloramfenicol no daña al feto, pero
causa una grave enfermedad en el recién nacido conocida como síndrome del niño gris. La
ciprofloxacina no debería ser tomada durante el embarazo porque se ha demostrado que en los
animales causa anomalías en las articulaciones. En cambio, las penicilinas parecen ser inocuas.
La mayoría de los antibióticos con sulfonamida, administrados al final del embarazo pueden hacer
que el recién nacido desarrolle ictericia, lo cual puede ocasionar una lesión cerebral. Sin
embargo, existe un antibiótico con sulfonamida, la sulfasalazina, que muy raramente causa este
problema.

Anticoagulantes

El feto en desarrollo es extremadamente sensible a los dicumarínicos, unos fármacos que evitan
la formación de coágulos (anticoagulantes). Hasta en una cuarta parte de los bebés expuestos a
estos fármacos durante los primeros 3 meses de embarazo, se detectan anomalías congénitas
significativas. Además, hay riesgo de que se produzca una hemorragia tanto en la madre como en
el feto. Si una mujer embarazada es propensa a desarrollar coágulos en la sangre, la heparina es
una alternativa mucho más segura. Sin embargo, su administración prolongada durante el
embarazo puede ocasionar un descenso del número de plaquetas en la madre (las plaquetas son
partículas similares a células que son fundamentales para la coagulación de la sangre) o una
disminución del grosor de los huesos (osteoporosis).

Fármacos para el corazón y los vasos sanguíneos

La administración de estos fármacos durante el embarazo es necesaria para tratar ciertos


trastornos que son crónicos o que se desarrollan durante el embarazo, como la preeclampsia
(hipertensión, presencia de proteínas en la orina y acumulación de líquidos durante el embarazo)
y la eclampsia (convulsiones a consecuencia de la preeclampsia). Los fármacos que hacen
descender la presión arterial alta se utilizan con frecuencia en las mujeres embarazadas con
preeclampsia o eclampsia, pero dado que alteran el funcionamiento de la placenta se administran
con gran cuidado para evitar causar problemas al feto . En general, estos trastornos son
consecuencia de un descenso demasiado rápido de la presión arterial de la madre, que causa una
reducción notable del flujo de sangre a la placenta. Así mismo, debe evitarse la administración de
los inhibidores de la enzima conversora de la angiotensina y los diuréticos tiacídicos, porque
pueden causar graves trastornos fetales. La digoxina, utilizada para tratar la insuficiencia
cardíaca y algunas anomalías de la frecuencia cardíaca, atraviesa la placenta muy fácilmente, si
bien sus efectos en el bebé antes o después del parto son muy escasos.
Algunos fármacos, como la nitrofurantoína, la vitamina K, las sulfonamidas y el cloramfenicol,
pueden causar una destrucción de los glóbulos rojos de las gestantes y de los fetos con
deficiencia de glucosa-6-fosfatodeshidrogenasa (G6PD), un trastorno hereditario que afecta a las
membranas de los glóbulos rojos. Por consiguiente, las mujeres con este trastorno no deben
consumir estos fármacos.

Fármacos utilizados durante el parto

Los anestésicos locales, los opiáceos y otros analgésicos habitualmente atraviesan la placenta y
pueden afectar al recién nacido (por ejemplo, debilitando su capacidad de respiración). En
consecuencia, si es necesario utilizar fármacos durante el parto, se administran en las menores
dosis posibles y preferiblemente en el último momento para que tengan menos probabilidades de
llegar al feto antes del nacimiento.

Drogas sociales y drogas ilícitas

Fumar durante el embarazo puede ser perjudicial. El peso medio al nacer de los hijos de madres
fumadoras durante el embarazo es de unos 170 gramos menos que el de los hijos de las mujeres
no fumadoras. Los abortos, la muerte fetal, los partos pretérmino y el síndrome de la muerte
súbita del lactante son más frecuentes entre los bebés de mujeres que fuman durante el
embarazo.
Consumir alcohol durante el embarazo puede provocar anomalías congénitas. Los hijos de
mujeres gestantes que toman excesivas cantidades de alcohol pueden presentar el síndrome
alcohólico fetal. Estos recién nacidos son pequeños, suelen tener una cabeza de tamaño pequeño
(microcefalia), anomalías faciales y deficiencias mentales al límite. Con menos frecuencia, se
observan anomalías articulares y cardíacas. El desarrollo no es adecuado y tienen más
probabilidades de morir al poco de nacer. Debido a que se desconoce la cantidad de alcohol
necesaria para causar este síndrome, se recomienda que las mujeres embarazadas se abstengan
de beber alcohol.
Los efectos de la cafeína sobre el feto son motivo de controversia. Varios estudios sugieren que
beber más de siete u ocho tazas de café al día puede incrementar el riesgo de muerte fetal, parto
prematuro o de tener un recién nacido de bajo peso o un aborto. Sin embargo, estos estudios no
han resultado fiables porque muchas de las mujeres que bebían café también fumaban. Un
estudio posterior, que hacía referencia al tabaquismo, llegó a la conclusión de que los problemas
habían sido causados por el tabaco y no por la cafeína. Por lo tanto, no se sabe con certeza si el
hecho de beber mucho café durante el embarazo afecta al recién nacido.
El aspartamo, un edulcorante artificial, parece ser inocuo si se toma durante el embarazo,
siempre y cuando se consuma en las cantidades habituales que se aconsejan.
El consumo de cocaína durante el embarazo incrementa el riesgo de aborto, de desprendimiento
precoz de la placenta (abruptio placentae); de anomalías congénitas en el cerebro, riñones y
órganos genitales y de disminución de la conducta interactiva en los recién nacidos.
No se ha encontrado ninguna prueba concluyente de que la marihuana provoque anomalías
congénitas ni que interfiera el crecimiento y desarrollo fetal. Sin embargo, algunos estudios
sugieren que un gran consumo de marihuana durante el embarazo puede provocar un
comportamiento anormal en los recién nacidos.

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